La Navidad vuelve a casa por navidad,
o antes, según el empeño de los grandes
comerciantes. Eso sí, vuelve a casa
si todavía no le han desahuciado, tal y
como está el patio por nuestras barriadas.
Vuelve, mientras escuchamos una
persistente música que no sabemos si
son los recurrentes villancicos por megafonía
o las fanfarrias de los temidos
cuatro jinetes.
Vuelve, porque lo que está claro es que
quieren que consumamos, que compremos,
que hagamos el penúltimo
del penúltimo del penúltimo esfuerzo
(porque el último significaría que ya
no podríamos más, y no interesa al
sistema) y gastemos más de lo que tenemos,
o casi. Para así hacer más ricos
a los ricos, y que los pobres se empobrezcan
más, en esa espiral perversa
de fuerzas inversamente proporcionales,
en esa espiral injusta y permitida.
Porque debemos dejar claro que la
pobreza que padecemos no es tal por
sí sola, es claramente una INJUSTICIA
a la que nos someten los poderes que
manejan este sistema y así lograr su
fin: enriquecerse