JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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AMOR SIN FINAL
Capítulo 1 Era una fresca mañana de finales abril, el sol estaba radiante, me encontraba sola en casa, Inés la mujer que me ayuda y acompaña tenía su día libre y no regresaría hasta al siguiente día. Sonó el teléfono… -¿Si? -¡Oh por Dios!, ¿cuándo? Gracias por avisar y lo siento mucho. -No lo podía creer, subí a mi habitación, iba arrastrando mi apesadumbrado cuerpo, convenciéndolo de que éste era el destino que había construido y que no había demolición posible. El gran ventanal la iluminaba, los rayos atravesaban cual floretes de fuego, me senté en mi sillón, a pensar, a meditar, a extrañar, a soñar, a recordar, de un pequeño baúl, donde guardaba todos mis más preciados recuerdos, saqué su fotografía, estaba en un lugar muy especial, era la única que conservaba, de las otras me tuve que deshacer. La guardaba dentro de una pequeña bolsa de papel para protegerla, y se conservaba bastante bien, se tomó en blanco y negro, pero el paso del tiempo es implacable y empezaba a amarillear. Era una instantánea que se había tomado hace sesenta y cinco años. Era tan joven, tan guapo, tan lleno de vida, ¡qué tiempos Dios Mío! Y sin poder evitarlo empecé a llorar sin poder parar, no dejaba de pensar, en lo que hubiera sido y más lágrimas salían de mis ojos sin poder contenerlas. La noche me sorprendió y yo sin poder dejar de sollozar. Empezaron los recuerdos dispersos, lejanos, ajenos…
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Capítulo 2 Ese verano fue el mejor de toda mi vida, le conocí y empezamos a andar fue en la fiesta nuestro vecindario -Qué vestido me pongo! -el azul, te queda fantástico, -¿y éste amarillo? -se te ve bien, pero el azul hace que te brillen más los ojos. -No lo sé… ¿Crees que vaya Gustavo? -¡Claro! Nunca se pierde el baile del sábado de la fiesta del vecindario, además vendrá la orquesta “Casablanca” y ya sabes con lo mucho que le gusta bailar. -Espero que en ésta ocasión si me invite a bailar y nos movamos toda la noche (suspirando). -Bien vendré por ti a eso de las 7.30. o. k. -o. k. Lucía estaba muy emocionada, a sus 17 años cualquier cosa que pasara en su tranquilo vecindario, era todo un acontecimiento y siempre esperaba con ansias las fiestas, las ferias, exposiciones, Semana Santa, etc. Que era cuando salía y paseaba por la plaza, con su mejor amiga Malena eran inseparables y se contaban todo, incluso que José seguía loquito por ella y que sólo le quería como amigo, eso sí un gran amigo porque era muy buena persona y siempre las ayudaba en todo, pero por más que se esmerase, Lucía sólo tenía ojos para Gustavo. Esa noche fue mágica, por fin Gustavo la invitó a bailar y ella se sintió como una cenicienta, bailaron hasta el cansancio, claro a ella y a otras cinco chicas que acompañaban a Lucía y a Malena, aunque la mayor parte de las canciones las bailó con ella y eso dio de que hablar, pero como cenicienta su padre la recogió a media noche, se sentía feliz y sin rechistar obedeció a don Diego y se fueron a su casa a descansar, Malena se fue con ellos, los padres se turnaban para unos llevarlas y otros recogerlas, así que hasta ahí terminó la magia.
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Lucía se sintió feliz por esa fiesta tanto que le duró un mes la emoción. Gustavo seguía sólo saludándola de lejos y de vez en cuando una pequeña conversación… -Hace frío, verdad? -Uf, si, espero ya llegue el verano. -Si, ya falta poco. Y eso era todo, tres palabras y cada quien por su camino, ella no sabía cómo interpretarlo, veía en sus ojos alguna chispa de emoción al verla y sus palabras eran amables y gentiles, ella se derretía de emoción cada vez que le veía. Justo para su cumpleaños 20 de Gustavo fue al vecindario una compañía de Circo y espectáculos, el barrio se llenó de gente nueva y actores que hacían propaganda con actuaciones callejeras y Lucía y Malena eran las primeras en llegar y aplaudir. Cuan sería su sorpresa cuando se acerca Gustavo y la invita al circo, a la función de las 5, ella quedó como hechizada, no se lo podía creer y Malena tomó la palabra… Claro que irá. ¡Oh, Oh! Tú también estás invitada. Gracias Gustavo, ahí estaremos en punto de las 4.30 ¿está bien? Perfecto! Hasta entonces. Corrieron a casa de Lucía, quería ponerse guapa, Malena quedo después de la comida estar con ella para ayudarla. El espectáculo estuvo genial, y cada vez que le veía sonreír y le sentía cerca se estremecía, a veces le miraba, pero cuando se cruzaban sus miradas, ella la desviaba, no quería ser tan obvia. Al terminar la función Gustavo les invitó un helado, se fueron paseando tranquilamente y su charla era amena y jovial y se reían ante cualquier simpleza, iban felices los tres imitando a los payasos, a los malabaristas y a los equilibristas. En su camino se encontraron con José quien les acompañó por el helado, Lucía y Gustavo iban quedaron de José y Malena quien le empezó a contar todo lo que vieron en el circo. Mientras tanto Gustavo aprovecho un roce para tomarle de la mano, Lucía sintió un estremecimiento y pensó que el corazón se le iba a salir, ella lo miro con emoción y se fueron, así, tomados de la mano sin decir nada, como queriendo perpetuar el momento JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Capítulo 3 José Miranda era un chico formal de 21 años, de estatura mediana, ojos y cabello marrones, piel morena clara y de facciones discretas, era el mayor de cuatro hermanos dos hermanas una de 19 años otro hermano de 17 y otra hermana pequeña de 12 años que lo querían mucho por ser tan compartido, cariñoso, adoraba a su madre y siempre trataba de ayudarle en casa, pero su madre jamás se lo permitió, le decía: “hijo tu vienes cansado de trabajar y ahora quieres trabajar en casa, mejor descansa ya te traigo algo de tomar.” siempre dispuesto para ayudar, orgulloso y muy responsable, le gustaba el futbol, la buena ropa, y desde que pudo trabajar, lo hizo. No quiso ir a la universidad, decía que no tenía cabeza para eso y que había muchos gastos en casa y que prefería ayudar a sus madre que era viuda hacía 5 años, estudio hasta bachillerato y se sacó una formación profesional en Asistente Ejecutivo. Así que como era emprendedor y servicial pronto encontró un trabajo como auxiliar en una pequeña inmobiliaria con gran expectativa de desarrollo, al otro lado de la ciudad. Le gustaba levantarse temprano, hacer ejercicio, comer saludable leer el periódico y la música de cantantes italianos y grandes orquestas americanas. Su sueño era formar una familia, con Lucía por supuesto, ya que desde niño había estado enamorado de ella y no tenía ojos para nadie más, deseaba tener muchos hijos y disfrutar de los momentos de felicidad que regalan los pequeños durante todas las etapas, quería comprarse un coche y una casita con jardín para que jugaran sus hijos, irse de vacaciones una vez al año a la playa, como hace todo el mundo, soñaba, soñaba, soñaba. No tenía más aspiraciones, se sentía un triunfador con los logros que hasta ahora había obtenido. Mientras tanto iba ahorrando, para una vez llegado el momento oportuno, invitar a Lucía a buenos lugares y hacerle hermosos regalos. Para así, demostrarle cuanto la quería, cuanto la deseaba y cuanto ansiaba hacerla feliz y lo más importante, pasando un tiempo considerable, pedirle matrimonio y echar la casa por la ventana, con buenos vinos y buenos manjares, esos eran sus objetivos en la vida y estaba convencido de poder realizarlos. Él y Lucía eran buenos amigos, salían, bailaban en las fiestas, conversaban, tenían gustos en común, pero José nunca le había declarado su amor, nunca se había atrevido a insinuarle sus sentimientos, no hasta que él tuviera todo lo necesario para poder complacerla en todos sus más mínimos deseos y JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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él estaría cerca de ella concediéndole todo, todo, todo lo que ella anhelara y ser feliz viendo como ella lo era. Pero, esa tarde ¿por qué tenía que voltear, por qué tenía que ver esa cara de felicidad de Lucía y Gustavo al ir con las manos entrelazadas? ¿Qué estaba pasando? Tenía ganas de gritar, de llorar, de zafarles las manos y llevársela lejos de Gustavo, que no veían su desesperación, su decepción, ahora todo se había derrumbado dentro de José Por Dios y ahora ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo continuar viviendo?
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Capítulo 4 Desde ese día Gustavo y yo nos vimos por las tardes, sabíamos que nos gustábamos, pero aún no nos atrevíamos a decirlo, de todas maneras yo era la más feliz del mundo, tan sólo con verle, sentir su mano, ver su ojos yo sentía que él mundo daba vueltas en mi cabeza, había sido un mes maravilloso, todo era bello, obedecía a mis padres, me portaba bien con mis hermanas, era la mejor amiga con Malena y con José, hacía mis deberes impecables, ayudaba a mi profesora y compañeras de colegio, en fin Gustavo hacía que fuera mejor persona y eso se notaba, me lo notaban y me felicitaban por ello, aunque en realidad nadie sabía el motivo. El sábado que cumplimos un mes, me pidió que paseáramos en el “manantial” un lugar precioso, lleno de vegetación y con un ojo de agua naciente bellísimo, lugar donde los vecindarios cercanos solían hacer un día de campo, iríamos en bicicleta y yo preparé algunos sándwiches, llevé manzanas, jugo de naranja, agua y todo lo necesario para comer. Cuando llegamos estábamos extasiados por tanto ejercicio y decidimos caminar hasta encontrar la sombra de un árbol cerca del manantial, hacía un día perfecto, el cielo era azul intenso, no había ni una solo nube, el sol brillaba esplendorosamente y cuando me cruce con su mirada, mi corazón se estremeció al verle, -es tan guapo- pensé, dejé la canasta con la comida y extendí un mantel a cuadros blancos con rojos, saque unos vasos y bebimos un poco de agua, estaba fresca, él se acercó a la orilla y se mojó la cabeza y un trapo que me ofreció para refrescarme y que yo acepté encantada, y nos quedamos ahí sentados sin decir nada, recuperando el aliento por unos momentos, luego nos pusimos a platicar, ese mes habíamos tocado todos los temas habidos y por haber, y descubrimos cosas que teníamos en común y otras que no tanto y ese divino sábado no sería la excepción, tocamos un tema más profundo, el amor, cuando el menciono lo que le gustaría de una novia un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentía como si me describiera a mí y cuando me toco a mi decir cuál era mi ideal de amor, le describí tal cual él se había comportado conmigo esas últimas semanas, nos miramos sin decir nada y me invitó a dar un paseo, al llegar a la orilla del manantial, a la orilla de un frondoso árbol, me tomo de las manos, sus ojos verdes oscuros me miraron con mucha ternura, me aparto un mechón de cabello, acerco sus labios rosados a los míos y sentí que me iba a desmayar, me beso JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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con tanta dulzura que ese primer beso quedaría guardado en mi memoria para siempre. Después me miró, y me dijo: Lucía Beristain ¿Quieres ser mi novia? ¡Sí, Gustavo Monforte! ¡Te quiero Lucía! ¡Te quiero Gustavo!
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Capítulo 5 -¡Malena!, ¡Malena!, ¡sal! ¡De prisa! ¡Ven, corre! -¡Qué pasa, Lucía, porqué gritas de esa forma! ¡Parece que te has sacado la lotería! -Pues, si, y es premio gordo. -¿De verdad? -Bueno casi, ven, te cuento, siéntate, Gustavo y yo ya somos novios, ayer nos fuimos de día de campo al manantial y me beso y me confesó que me quería y yo le dije que también le quería, fue estupendo Malena, es un chico maravilloso, me encanta ese cabello negro rizado, esos ojos verde oscuro y su nariz, ¿has visto su nariz? Finita, finita, ¡ay! Está hermoso ¿no crees? Malena Soria era mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, siempre le había contado todo y ella a mí, ella sabía que Gustavo Monforte me había gustado desde el primer momento en que lo había visto y que no había habido nadie más, a ella le gustaba un tal Ricardo Zavala, pero se fue del vecindario hace poco y no hemos vuelto a saber nada de él, con José se lleva bien, pero como dice que anda tras de mí y además dice que no es de su tipo pues allí no hay nada que hacer, a pesar de que ella es muy guapa, tiene su cabello negro largo y brillante, su piel blanca y facciones finas, sus ojos negros son muy expresivos y sus pestañas largas, tiene un cuerpo muy estilizado y hay muchos chicos que morirían por estar con ella, pero nada, espera a su príncipe azul. Amiga mía, felicidades, que bien, yo sabía que tarde o temprano se te declararía, se les nota a leguas que están enamorados y ya ha habido varios momentos en que pensé que te lo pediría. Irradiaba felicidad y era contagiosa, salieron a dar la vuelta y en el centro se encontraron a su amigo José y como no, se lo contaron todo, ellas súper contentas y él tuvo que fingir una alegría que no sentía, al contrario, parecía como si un inmenso y profundo abismo se abriera y estuviera a punto de engullirlo, aprisionaba sus labios para no gritar de rabia, quería zarandearla, decirle que si no se daba cuenta de que como él, nadie la amaría jamás, que si vivía era sólo JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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para amarla, pero todo pasa y a los sufrimientos como a las palabras se las lleva el viento.
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Capítulo 6 Todo parecía como sacado de un cuento de hadas, era todo felicidad, bondad, buenas maneras, cordialidad, cariño, y eso los hacía felices. Gustavo progresaba rápidamente en el trabajo, era tornero en un taller y pronto se hizo jefe de turno, eso le hizo ganar más dinero e invitar a Lucía a los lugares más de moda de la vecindario y eso ponía celoso a José que no podía sacársela de la mente ni de su corazón, su relación iba viento en popa, ya habían pasado 8 meses. -¿Qué crees Lucía? -Le dijo Malena- ¡Rodolfo Bermúdez se me declaro! -¡Ah ah ah ah ah! Qué emoción y ¿qué le respondiste? -Qué lo tenía que pensar. Es que es un año menor que yo, ahora está muy bien, pero después, la vieja seré yo y él seguirá joven ¿no crees? -No pienses en eso Malena, es un chico, formal, de buenas maneras, responsable, guapo, trabajador, su hermana Clara es simpática y su hermanito Cristóbal es muy juguetón, va mujer, anímate, no pierdes nada, acuérdate que el roce hace el cariño. -¡Uf! No sé, me gustaría algo como lo tuyo con Gustavo, que siempre se gustaron y que ahora son inseparables, y cuando se miran lo dicen todo, desparraman miel cuando están juntos, no me los imagino separados y mucho menos haciendo sus vidas alejados, sabes, pienso que nacieron el uno para el otro. -Sí, es verdad, yo sin Gustavo me muero, no concibo la vida sin mí Gus, lo amo con locura.
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Capítulo 7 Habíamos planeado pasar en el manantial nuestro primer aniversario, en el mismo lugar donde nos besamos por primera vez, así que preparé un pequeño pastel en forma de corazón y unos refrescos para pasar la mañana en ese paradisiaco lugar, así que paso a las 10 de la mañana y nos fuimos pedaleando disfrutando del día y del sol radiante que hacía aquella mañana de agosto, llegamos exhaustos, tiramos las bicicletas y nos dirigimos a la orilla del manantial a refrescarnos, Gustavo me salpicó, el agua estaba helada, grite, así que yo también le perseguí con mis manos hechas un cuenco llenas de agua, claro, cuando lo alcancé fue poca el agua que recibió y empezamos a empaparnos, luego lo siguiente fue indescriptible, él me tomó de la cintura y me acercó suavemente hacia él, me miró con esos ojos verde oscuro que tenía, me beso suavemente, me apartó el cabello de la cara y me la beso y poco a poco bajo hasta el cuello, sin darme cuenta estábamos tumbados en la hierba, yo bien a bien no sabía qué hacer y me dejé llevar, sentí su cuerpo sobre el mío sin mucha presión, sus labios seguía dibujando mi silueta, su mano se puso debajo de mi húmeda playera y sentí una sensual calidez, poco a poco fue subiendo hasta llegar a mi pecho, sin saber cómo, lo tenía entre su mano y yo sólo pude entregar un gemido de placer, mi mundo en ese momento estaba como paralizado, parecía como que podía tocar el cielo. Sus besos me transportaban a momentos de inconciencia y no sabía que podía pasar, así que tuve que parar en seco, ¿qué iba a pensar de mí? ¿Era una señorita recatada, de familia, educada? ¡Eso no hacen las mujeres decentes! Me levante, con una sonrisa, me acomodé el pelo y la playera y le dije: ¿Mi amor, quieres que vayamos a dar un paseo? Y me contestó que sí, que lo esperara unos minutos, mientras, acomodé las bicicletas y coloqué bien la canastilla con la comida. Luego me alcanzó, me abrazo por detrás, me besó el cabello, me susurro “te quiero Lucía” me tomó de la mano y nos fuimos a pasear, por un camino flanqueado por árboles, lleno de gente paseando en domingo. Fue un domingo redondo, fuimos al cine a ver la película “Los Mejores Años de Nuestra Vida” y de ahí a tomar un helado. Al dejarme a casa. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-Hoy te amo más que nunca, perdóname si te ofendí, no quise hacerlo. –Gustavo me dijo-No te preocupes, lo que pasa es que me asusté. –le respondí-No volverá a suceder, hasta que nos casemos ¿qué espero que sea pronto, no? –inquirió-¿Quieres que nos casemos?-le respondí con sorpresa y alegría-Bueno si, no ahora, quiero ahorrar, pero podemos ir planeando, y dentro de un año pedir tu mano formalmente ¿qué te parece? -¡OH! Gustavo mi amor, me lance a sus brazos, bueno pues vamos a planearlo. Te amo, te amo, te amo –le repliqué –
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Capítulo 8 No hallaba el momento de contarle todo a Malena, “se le quemaban las habas” hasta que por fin pudo ir a su casa. ¿Está Malena? ¡Lucía! Pasa hija, pasa, se encuentra en la sala doblando la ropa. Hola, Malena, ¿cómo estás? ¡Lucía! Siéntate, ¿quieres un poco de agua de naranja que mi mamá preparó? ¡Si, si, gracias, pero un vaso bien grande que lo que vengo a contarte es muy largo e increíble! ¡Vale, entonces empieza a soltar toda la sopa! Le contó primero el incidente que le había sucedido en el Manantial y lo feliz que la hizo ese momento tan idílico y que sus caricias y sus besos hicieron que su amor creciera más y más y despertara en ella una pasión que antes no había sentido y que ahora cuando lo veía deseaba que la tocara, que sus labios recorrieran su cuerpo como en aquella vez, que sus besos las transportaran a otro mundo, pero de inmediato se sosegaba y comenzaba a conversar con Gustavo y a preguntar cómo había ido el ese día. Malena se sorprendió muchísimo y reprendió a Lucía- ¿Estas consciente de lo que puede pasar? Le inquirió MalenaClaro, y estoy rogando a Dios, sé que me puedo quedar embarazada, y que eso sería una vergüenza para mi familia, además de que estaría en boca de todo el vecindario, te juro Malena que estoy arrepentida y que no volverá a pasar, pero ¿sabes una cosa? Que te acaricien, te besen y te toquen por todas partes es la cosa más fantástica, dulce e increíble que puede haber en la vida. ¿Lo dices en serio? –le preguntó Malena Y, ¿te pidió matrimonio?, Si, si, si, Malena quiere que nos casemos, dentro de un año pedirá mi mano y ese día fijaremos la fecha. La mirada de Malena se tornó triste y sí, porque no decirlo un poco celosa, en el fondo Malena pensó que Gustavo, en algún momento, se fijaría en ella, era muy guapa tanto o más que Lucía, pero en gustos se rompe géneros, así que ahora ya no quedaba más que felicitarla, pero también ya no estarían tan unidas, ella se iría y ella se quedaría- pensó Malena. Aún no se lo cuentes a nadie, porque Gustavo primero quiere ahorrar y luego ya JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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cuando tenga suficiente hablará con mis padres, por eso es que no quiero adelantar acontecimientos, pues ellos no saben nada, ¿Me ayudarás con los preparativos? –Como si fuera para la mía- respondió Malena. Estoy feliz y quiero que compartas conmigo esta felicidad, claro que sí, amiga sabes que te quiero y que te ayudaré y estaré en todo y no lo olvides ¡Cuídate! -Advirtió Malena.
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Capítulo 9 El tiempo pasaba rápidamente, aunque para Lucía no, para ella el tiempo parecía que bailaba a ritmo de vals y no de fox-trot baile que prefería Lucía y Malena, Gustavo había pedido un turno que le permitiera hacer horas extras muy seguido y hacer más dinero aunque eso significaba que renunciaba ver más tiempo a Lucía y ella lo entendió, así que el poco tiempo que se veían, lo aprovechaban al máximo, prácticamente no hablaban, apenas se veían y sus labios permanecían juntos todo el tiempo, sus cuerpos se fundían cual hierro incandescente en una mole, sus manos se recorrían cuan ansias desesperadas, como si no hubiera mañana, ella le permitía un poco de atrevimiento cada vez, ella lo disfrutaba, unos tenues gemiditos que Gustavo escuchaba y que a él le excitaban cada vez más, ella sabía en que cuando su aliento se ahogaba en la inconsciencia era el momento de parar, se quedaban como fatigados por el esfuerzo de contenerse, se arreglaban sus ropas y felices, tomados de la mano, daban un paseo siempre pegados en un abrazo y besándose en cada solitario rincón o en alguna obscura calle. Cuando no se veían Lucía aprovechaba el tiempo con Malena para ver vestidos de novia, ajuares, y porque no escuchar música romántica y hablar de chicos para Malena ya que a ella parecía no gustarle ninguno, Rodolfo el chico con el que medio anduvo, no le convenció y por lo pronto no había ninguno a la vista. Al que ya no veía mucho era a José, aún no sabía las buenas nuevas, eso sí trabajaba mucho en la inmobiliaria, ahora ya era el subgerente de la oficina de su vecindario y tenían mucho trabajo y fueron a pedirle un consejo, a que las oriente sobre el alquiler o compra de una casita pequeña, dentro de vecindario o cerca de allí, cuando José la vio se sorprendió mucho y además le dio mucho gusto ver a sus amigas de la infancia. -¡Ei! Hola José, vengo a que me ayudes y me orientes. -¡Qué, cómo, yo, en que! -Sí, mira, ando buscando, una casita, ya sea en éste vecindario o alrededores, que sea barato y que éste muy bien. -Pe… Pero, ¿para ti?, o… -Sí, José, ¡Felicítame! es que me caso con Gustavo y… JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Lo demás José ya no lo pudo escuchar, sólo oía voces lejanas ruidos extraños, su mundo tal y como lo conocía se acababa en ese momento, un cataclismo lo terminaba de destruir, y no sabía ni como, ni cuándo podría recuperarse y aparte, tenía que formar parte activa de esa felicidad. ¿Qué te parece José? José, ¡José! ¡José!- Lucía alzó el volumenPerdona, estaba en otro lado, estaba acordándome dónde puede haber algo que te pueda interesar, con esas condiciones que pones y sí, creo que podemos tener algo. ¿Te urge? -le pregunto a Lucía. De hecho no, todavía no, ya que sólo hemos hablado, aún no ha pedido formalmente mi mano, y no tenemos la fecha fijada, así que sólo era para saber más o menos como andaba el mercado y además tenía muchas ganas de verte y contarte todo lo que ha pasado, eres mi amigo y quiero que compartas conmigo mi felicidad, acerca su mano a la de José –tú sabes perfectamente que eres mi mejor amigo- le dice Lucía – si lo sé- le responde José con tristeza. Y bueno, ya te llevaré algo a tu casa. Pero sin que lo sepan mis padres- le replicó Lucía- que ellos todavía no se enteran y hasta ahora sólo lo conocen tú y Malena que son mis mejores amigos y mis padrinos, ¿aceptas José, ser mi padrino, junto con Malena, de anillos? Dios mío, y nada menos que de anillos, la simbolización de amor perpetuo, sin principio y sin final, precisamente el amor que le tengo a Lucía que no sé cómo comenzó, y que sé que no tendrá final, que es eterno y que me duele tanto saber que ahora ella se casará y que ya no la podré ver como yo quisiera y que ahora si se morirá cualquier esperanza que pudiera tener de que ella pudiera fijarse en mí, y que sé que al dar esos anillos entregaré mi vida entera y esa será mi última mirada a una hermosa mujer, al gran amor de mi vida y que sé que estará conmigo por siempre y para siempre, y no son sólo palabras, no, porque no sé qué se tiene que hacer para arrancarse a una persona del corazón, del pensamiento y de los sueños.
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Capítulo 10 Todo marchaba con normalidad, el tiempo pasaba, y para Navidad Gustavo nos visitó, por la tarde para merendar y algo les comentó a mis padres, les dijo que para la primavera o un poco después sus padres les harían una visita, pero no quiso decir más, mis padres se emocionaron mucho e hicimos un brindis en honor a nuestra felicidad, a partir de ese momento mi madre empezó a comprar revistar de vestidos, fue a la iglesia a ver fechas, requisitos, las flores y la música, le tuve que decir que lo tomara con calma porque cuando pidiera mi mano pensábamos fijar la fecha para cuatro o seis meses después y que tendríamos tiempo de sobra. Lo bueno es que me hizo caso, la verdad me ponía nerviosa y además yo ya tenía algo bastante adelantado con Malena que me ayudaba, ya en su momento le pediría su ayuda y que haga lo que tenga que hacer que es lo de la iglesia, que es lo más tedioso. Por esos meses previos de la primavera, salieron las revistas con la nueva moda y Malena vio que había unos vestidos, zapatos y accesorios para novias, madrinas, novios y padrinos y que habría una demostración en la ciudad unos días específicos. -Tendríamos que irnos muy temprano Lucía y agarrar el primer tren al centro. -¡Buena idea! Y a Gustavo no se lo voy a mencionar, quiero que sea sorpresa, porque me gustaría que llevara algo moderno, algo como los trajes que usan Humphrey Bogart o Cary Grant en esas románticas películas, de hecho me gustaría algo en blanco. -¡Estás loca! Eso jamás se lo pondría Gustavo, ya sabes es muy tradicional, y además no le gusta nada andar elegante. -Malena, pero es su boda, tendrá que estrenar algo bonito. -¡Ni lo sueñes! Hasta parece que yo lo conozco mejor que tú, escogerá el mejor traje que tenga en su armario, lo enviará a la tintorería y lo seguirá usando como si nada. -Sí, es verdad, pero a ver si lo logro convencer, tengo algunos meses para hacerlo.
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-Bueno, pues ya está hecho, nos vemos viernes a las ocho de la mañana en la estación para irnos al centro ¿de acuerdo? -¡De acuerdo, Lucía! En punto de la hora estábamos esperando el tren hacia el centro de la ciudad, a ver todas las presentaciones que había en el recinto. Todo parecía como sacado de un cuento de princesas, colecciones de vestidos preciosos, de diferentes tipos de telas, sedas de oriente, organza japonesa, rasos de todos los colores, piel italiana, zapatos con diferentes tipos de tacón, forrados, de piel, charol, joyas y bisutería de todos los diseñadores, en fin todo lo que se pudieran uno imaginar estaba ahí, sólo había que imaginárselo y luego preguntar que en seguida te lo traerían para que lo pudieras admirar, tocar e incluso oler. Al salir de la exposición Lucía vio de lejos a Gustavo, pero Malena le dijo que sería una gran casualidad encontrárselo justo ese día, en ese lugar, sin terminar la frase, lucía salió corriendo para darle alcance y Malena tras de ella, le gritaba pero no la escuchaba, de repente se paró en seco y se escondió tras un coche que estaba aparcado, Malena con fatiga le preguntó- ¿Qué pasa, porqué te escondes? y ella sólo me señalo hacía la esquina y me di cuenta de lo que pasaba, Lucía se quedó pasmada ¡Gustavo besaba con pasión a otra chica! Le dije a Lucía que nos fuéramos, pero ella no quiso y con justificada distancia les seguimos, cual detectives en plena caso sin resolver, vimos que entraban en un hotel y a mi amiga se le salían las lágrimas de frustración e impotencia o tal vez de simple desengaño, le pedí que nos fuéramos que no tenía caso, pero Lucía vio que seguía por un pasillo vio con claridad la puerta donde se metieron y… -¿Vas a esperar hasta que salgan? Puede ser un momento o hasta mañana y se nos está haciendo tarde, mejor vámonos. Le dijo Malena-¡No, Espera! ¡Tengo una idea! se enjugo las lágrimas, respiró profundo, una, dos, tres veces mientras recorría el pasillo, cuando se hubo calmado, toco a la puerta y con voz un poco fingida dijo: –“Señor, servicio de habitaciones, le traigo toallas limpias”- Cuando oyó el pestillo para que abrieran las puertas, su corazón latía con tal potencia que parecía que se iba a salir, sólo apretó los puños con firmeza. Cuando se miraron no supieron que decirse, ella entró con tal furia contenida y vio una escena que ella hubiera querido olvidar JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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para siempre -velas, música, champán- fue lo único que sus ojos percibieron y a una, a una, una mujer dentro de la cama, cubriéndose con las sábanas y diciendo en voz alta: –Cariño, ¿qué pasa? ¿Por qué nos interrumpen? ¡Nunca lo han hecho! -¡Nunca! O sea que ¡no es la primera vez! ¿Qué me puedes decir Gustavo? Se quedó sin poder decir nada, las voces parecían lejanas, era una especie de sueño al que no podía despertar, todo pasaba como en cámara lenta y su pensamiento estaba como aturdido, no podía hablar aunque quisiera, sentía como si se empezara a resquebrajar su mundo y fuera cayendo paulatinamente trozo a trozo, cual miles de piezas de un puzle, sólo se echó las manos a la cabeza y la bajo. Lucía salió hecha una furia y Malena tras de ella, regresaron a casa sin decir una sola palabra, ¿qué decir en ese momento? Simplemente le di un fuerte abrazo, le pedí que se calmara, que tratara de pensar con frialdad. “Mañana será otro día” le aconsejó Malena.
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Capítulo 11 Cuando entró en casa, quiso disimular, estaba la familia al completo y su madre le dijo que en una hora cenarían, pero al verla, con el rostro desencajado y su mirada decepcionada, su corazón de madre supo de inmediato que algo andaba mal. Subió con ella, le miró, le acomodó el cabello y sólo le preguntó ¿quieres hablar o prefieres descansar? No quería parecer inoportuna, pero Lucía no aguantaba más y se arrojó sobre su regazo a llorar, no podía articular palabra y su madre le decía que se calmará, bajo para hacerle un té de tila para que se tranquilizara y pudiera explicarle que le había sucedido, su madre realmente estaba asustada. Con el ánimo más sereno Lucía le explicó a su mamá lo que había sucedido, paso por paso, y como se sentía, que no sabía cómo actuar, ni que pensar ni siquiera sabía cómo se resolvería, se sentía desengañada, decepcionada, burlada, ella que le había entregado el alma entera y que su primero y último pensamiento del día eran para Gustavo, que su mundo giraba en torno a él y que ahora se sentía vacía -¿Qué voy a hacer mamá, qué voy a hacer? -Tranquila, hija, tienes que pensar, meditar y sopesar todos tus sentimientos, si estás preparada a perdonarle. -Mamá, creo que no puedo perdonarlo, si esto me lo hace ahora que somos novios y preparando nuestro futuro, ¿qué será cuándo ya estemos casados? ¿Soportarle todas sus infidelidades? ¿Permanecer callada y aguantar? Solamente porque lo amo con locura, no , no creo estar preparada para algo así, no podría soportar miradas incipientes y que detrás de mi hable la gente sabiendo perfectamente que es lo que pasa, y hacerle cada día escenas de celos por llegar tarde o por quedarse a trabajar haciendo horas extra. No realmente no puedo perdonarlo, nuestra vida será un infierno con la desconfianza que ahora siento y que sentiré siempre, ¡sólo viene a mi mente esa escena tan romántica y a ellos disfrutándola mientras se reían de mí! -Hija mía, cálmate, piensa bien las cosas, yo te apoyaré en todo lo que decidas y está por demás decirte que tu padre y hermanas también lo harán, confía plenamente en nosotros. Te quiero mucho, será mejor que descanses, ya te llamaré para cenar. ¿Está bien? JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-¡Mami, no quiero cenar, prefiero dormir, por favor! Suplicó Lucía.
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Capítulo 12 Lucía estuvo llorando toda la noche, no podía parar de hacerlo, permanecía recostada hasta que se dio cuenta de que empezaba a amanecer, había una luz tenue, el cansancio y el llanto sirvieron como anestésico y se puso a dormir. El sol ya estaba en el cenit y oyó unos tenues pasos en la escalera, era su madre, quería ver si se encontraba bien, sólo entreabrió la puerta, en voz muy baja la llamó y Lucía fingió que seguía dormida y al recobrar el sentido después de una mala noche, sus ojos se volvieron a llenarse de lágrimas y de nuevo a sollozar, a recordar él porque estaba tan cansada, que su alma se sentía quebrada, que su entorno había cambiado de la noche a la mañana y que su mundo tal como se lo había imaginado ya no existía, que ahora era otra persona y que tenía que construir uno nuevo. Cerca de la hora de la comida, su madre, tocó a su puerta, son sigilo, le dijo que Gustavo la esperaba en la sala. -Mami, hoy no, por favor, dile que no quiero verlo. -Hija mía, pero es que tarde o temprano tendrás que enfrentarte a la realidad, tienes que aclararlo todo. -Sí, lo sé, pero por favor, que no sea hoy, hoy no puedo verle a la cara, porque si lo hago, diré o haré algo de lo que me pueda arrepentir, que vuelva otro día. Así tendré tiempo de pensar, meditar, planificar lo que le diré. -Está bien hija, como tú quieras.
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Capítulo 13 Durante una semana, Gustavo intentó hablar con Lucía y ella seguía rechazándolo, sentía desprecio y rencor por él, seguía herida y sentía que si se lo encontraba lo primero que haría sería romperle la cara de una bofetada, por eso no había salido en todo ese tiempo. Gustavo recurrió a Malena para ver si le podía apoyar. Malena ayúdame por favor, te lo suplico, dile que es sólo una conocida, que no significa nada para mí, que es una aventura de juventud, pero que ya todo se acabó: Trataré de hacerlo, pero no te prometo nada, Lucía es muy testaruda y no quiere perdonarte, voy todos los días a ver cómo sigue, pero si te menciono ella luego me dice que no quiere que ni siquiera tu nombre se pronuncie. ¡Malena que voy a hacer! ¡Si no me perdona, siento que me voy a morir! ¡Haberlo pensado antes!, perdón, pero es la verdad, mi amiga está sufriendo por tu culpa. Yo también me estoy desmoronando día a día. No te preocupes, trataré de convencerla de que hable contigo ¿está bien? ¡Gracias Malena! Le dio un fuerte abrazo de agradecimiento, y Malena al sentirlo cerca, sintió el impulso de corresponder y lo hizo tímidamente. Por fin su madre logró convencer a Lucía de que la acompañara a la misa del domingo, Malena también las siguió y por supuesto que Gustavo estaba allí, sabía que su madre no fallaba a la eucaristía dominical, al terminar la ceremonia, Gustavo se les acercó. Buenos días señora y con un ademán de cabeza saludo a Malena, y preguntó ¿Lucía puedo hablar contigo? Te lo suplico. Ella lo miró con desprecio y siguió caminando sin responder, Lucía por favor,ten piedad de mí –le rogó. Volteó y con desdén le dijo “te espero en mi casa a las cinco de la tarde” y siguieron su camino, no hubo comentarios durante un trozo JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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de camino, luego su madre le sugirió. Piensa bien lo que le vas a decir, si le perdonas tendrás que olvidar para siempre lo que paso y si no puedes hacerlo, debes plantearte nuevos objetivos y definir qué es lo que quieres hacer con tu vida que ya la tenía planeada. Si madre, no te preocupes que ya sé exactamente qué voy a hacer- le respondió. En el camino se encontraron a José quien ya sabía lo que había pasado porque Malena se lo había contado y a través de ella estaba al pendiente de lo que se necesitara, no había querido ir a visitarla por miedo a que no lo recibiera y de mostrar cierta alegría ante ella de lo que había pasado. Las saludo alegremente y abrazo con ternura a Lucía, con una simple y sincera mirada se lo dijo todo a los ojos y ella de inmediato comprendió que no quería tocar el tema y que sin embargo el sentía su pena al parejo, las acompañó hasta su casa y al despedirse le preguntó. -¿Te podría invitar un helado o una limonada? -Lo siento José, es que no tengo ganas de nada y hoy espero a Gustavo por la tarde. -Entiendo no te preocupes, lo dejaremos para después ¿te parece bien? Gracias José siempre tan comprensivo y tan buen amigo, tú siempre me has entendido bien y sé que has estado al pendiente de mi situación porque Malena me lo ha contado, que bueno eres José y lo abrazo con mucha fuerza él respondió a su abrazo con suavidad y la estrecho como si quisiera perpetuar ese instante. Se despidieron y en el corazón de José había un rayo de esperanza muy delgado y débil, pero lo había, se sentía contento y decidió que la visitaría algún día de la semana para saber qué había pasado y se fue con un caminar ligero y seguro hacía su casa.
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Capítulo 14 En punto de las cinco Gustavo llegaba a casa de Lucía, el resto de la familia decidió salir a dar una vuelta y tomar un helado, la tarde era calurosa y era buena hora para pasear y saludar viejas amistades. Lucía invitó a pasar a Gustavo y le preguntó si deseaba beber algo, él le pidió un vaso de agua. -Lucía, quiero que me escuches hasta el final por favor ¿podrás hacerlo? -Adelante, te escucho. -Antes que nada déjame decirte que te quiero, que tu amor es la una cosa que yo tengo y que cometí un grave error, que estoy dispuesto a enmendarlo y que no volverá a suceder. Ella es una amiga, bueno ni siquiera se podría decir que es amiga, es más bien una compañía, la conozco desde hace tres meses en una fiesta con amigos de la fábrica y nos hemos estado viendo para, para, bueno para acostarnos, no significa nada, no la quiero, no la necesito. Lucía lo miraba fijamente a los ojos, inexpresiva, calculadora. -Te lo juro Lucía, solo te amo a ti, tú eres mi mundo, mi vida, mi luz, mi esperanza, por favor perdóname, perdóname si hay algo que quiero eres tú, si los celos te han dañado en algún momento, Perdóname y no busque un motivo o un porque, simplemente yo me equivoque. No volverá a pasar nunca más, te lo prometo. Y con un temple de hierro le dijo ya te escuche, y ahora te pido que me escuches con atención. -Tú eres lo que más quiero en éste mundo y lo sabes, lo que viví ese día lo he querido olvidar porque me dolió mucho, eres mi vida entera y por eso te perdono. -Lucía mi amor, que buena eres y… -¡Eh, he dicho que me escuches hasta el final! -¡Perdón por interrumpirte! -Pero, ¡lo nuestro se acabó! -¡Como! JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-No podemos seguir, porque nuestra vida sería un infierno, yo confiaba ciegamente en ti y me has defraudado ¿quién me garantiza que pasados los años y la rutina en nuestra vida te lleve a buscar a alguien? -Te juro que no será así, de verdad, créeme. -Lo que teníamos era bueno, limpio, honesto y tú lo echaste a perder, por eso cada quien debe seguir su camino, yo no puedo olvidar, ahora desconfío de todo y me conozco muy bien y sé que cada vez que por algún motivo llegues tarde, o hagas horas extras, o lo que sea, pensaré si es verdad lo que me dices, o es mentira y mi mente empezará a traer malos recuerdos y me moriré de celos si fuiste capaz de enrollarte con una fulana cuando planeábamos nuestra boda, que todo era color de rosa, que nuestra relación iba viento en popa, que nuestro cuerpos se deseaban con pasión y aun así no te fue bastante. Cuando te encontré ese día, me costó trabajo entender que te me ibas, que te alejabas. Esto me duele más que a ti, tú me empujaste a decidir, es tan difícil dejar de mirarte todavía, pero no voy a voltear y ni siquiera discutir, porque si veo tu boca que tiembla me quedo y olvido. ¡Vete ya! Adiós Gustavo olvídame y no me busques más por favor. Él simplemente salió de casa de Lucía con el alma destrozada, sin esperanza, parecía que sus pasos eran como un lastre, ¿qué podía hacer para convencer a Lucía?, pensó en que seguiría luchando por su amor, un amor tan grande como el de ellos no podía terminar así, tenía que haber algo y se lo demostraría.
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Capítulo 15 Una tarde a mitad de semana José pasó a casa de Lucía para ver cómo se encontraba, se veía más animada y de alguna manera como relajada, tal vez ya se había resignado, o tal vez no quería recordar, o tal vez es que había un nuevo horizonte en su vida, si hasta pareciera que le daba alegría verme. -¡Hola José, que gusto verte! Pasa. -¡Qué tal Lucía, quería ver cómo te encontrabas! -Bien, ¿te ofrezco algo de beber? -Un refresco por favor. Vengo a invitarte a la inauguración de una nueva oficina en el centro de la ciudad, es el viernes. Lucía desde la cocina - Es que realmente no tengo ánimos para salir. -Venga Lucía, si te vas a divertir, es que no quiero ir sólo, todos irán acompañados, anímate mujer que cambiar de aires te sentará bien. Ya en el salón, se sentó Lucía suspirando, -Es que tal vez no seré una buena compañía para ti. -Tonterías, tú siempre eres buena compañía estés como estés, bueno, que me dices ¿vamos? Regresamos temprano, ¿Qué me dices? -Vale Ok, te voy a acompañar. ¿A qué hora pasarás por mí? - A las siete de la tarde, ¿te parece? -Perfecto, ¿hay que ir muy elegante? - No te preocupes, tú siempre estás elegante, ponte lo que quieras. José salió de casa de Lucía con el alma esperanzada, era la primera vez que salían solos, siempre estaba Malena con ellos, aunque a él no le molestaba, hacían un trío de amigos muy divertido. A partir de esa noche, la emoción no le dejaba dormir, a veces se despertaba a media noche y en seguida le venía la inquietud de que el viernes estaría con ella, planeaba como la trataría, que le diría, como la alabaría y lo ensayaba una y otra vez para no cometer errores.
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En punto de las siete del viernes, José tocaba el timbre de la casa de Lucía, llevaba un hermoso ramo de rosas blancas que supuso que le gustarían. -¡Gracias José, están hermosas, las pondré en un jarrón con agua! Ya estoy lista. -Estás preciosa ese vestido te sienta muy bien. Lucía se probó varios vestidos, con ayuda de Malena que entendió perfectamente el que sólo su amiga saliera con José y sintió mucha alegría, primero porque su amiga saldría y eso le ayudaría a olvidar a Gustavo y porque en el fondo de su corazón deseaba que él le hiciera caso, aunque no sabría que reacción tendría hacía el ya que estaba de por medio Lucía, Malena sabía que Gustavo era su amor platónico y así sería siempre. Para tal ocasión Lucía escogió un vestido color verde agua, de tela vaporosa y con mucho vuelo, de esos que usaba Ginger Rogers en las películas y que cuando bailaba con Fred Astaire parecía que volará, sus zapatos cerrados y forrados de raso a juego con el bolso color plata y una chalina de seda que hacía juego con el vestido, tuvo tiempo de ir al salón de belleza a que la peinaran. Realmente se veía espectacular. José le ofreció su brazo para salir y se sentía muy orgulloso, era el hombre más feliz del mundo, por fin saldría a solas con su verdadero y único amor, sería una noche inolvidable. Pero no contaba que justo al abrirle la puerta de su viejo coche, estaría Gustavo esperándola. -Buenas noches Lucía, ¡te ves muy linda! ¿A dónde van? José le contesta, al mismo tiempo que le abría la puerta. -A la inauguración de una nueva inmobiliaria. Gustavo se dirige hacía Lucía y le pregunta si pueden hablar un momento, que necesita decirle algo importante. Ella le responde –Lo siento Gustavo, ahora tengo un compromiso y no quiero hacer esperar ni un minuto a José, así que buenas noches. -Espera Lucía, ¡no quiero que te vayas con José! Y con voz enérgica, le dijo -Buenas noches Gustavo- y se subió al coche y los vio partir, y se quedó allí, mirándolos con las manos en los bolsillos, sólo porque sí. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Capítulo 16 A pesar de todo, Lucía se divirtió muchísimo con José, nunca habían salido solos y pensó que José es muy agradable, después de cortar el cordón de la inauguración sirvieron canapés y bebidas y entre risas, bromas y chistes de José, comieron y bebieron y no pararon de divertirse fue una buena noche y de regreso a casa José se sintió valiente y quiso confesarle su amor, pero prefirió callar porque sabía que Lucía se incomodaría y tal vez no hubiera segunda ocasión para salir, además estaba muy reciente su rompimiento con Gustavo y lo que menos quería era quitarle la magia a ese momento, salió del coche, para ayudarle a Lucía como buen caballero, y se limitó a darle un beso en la mejilla, la abrazo para agradecerle su compañía, Lucía sintió un leve estremecimiento al sentir tan cercano su cuerpo y José el más profundo amor al poder sentirla cerca y percibir su perfume de mujer. -Buenas noches Lucía y gracias por acompañarme, fue una noche fantástica y la pasé muy bien. -Gracias a ti José, yo también la pasé muy bien y me divertí bastante, hasta luego, y ya nos veremos ok. Ella abrió la puerta y entró, se sentía cansada y se fue a dormir, y entre sueños pensaba que tenía que hacer algo con su vida, que toda su ilusión se derrumbó y que ahora no tenía dirección su vida, y fue entonces que se durmió profundamente. Al otro día a primera hora estaba Malena en su casa para saber cómo le había ido en la inauguración y con gran emoción Lucía le contó todo, hasta como eran los baños del lugar y las dos reían y se divertían, Malena le dijo que ahora parecía otra persona con más entusiasmo y no como días atrás una sombra que apenas y caminaba, además le contó sobre sus nuevos planes. -Malena he decidido que ahora quiero trabajar, tengo que encontrar algo que hacer, ya no me voy a casar y ya es tiempo de ayudar en casa, que ya tengo dieciocho años. -Y medio, respondió Malena entre carcajadas, y le pregunto. ¿Ya tienes pensado en dónde?
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-No pero mañana domingo compraré el periódico para marcar los que me interesen. -Buena idea, y me parece que también yo me apunte, mis padres siempre me están diciendo que me ponga a estudiar o a trabajar. Recuerda que tengo medio año más que tú. ¡Muy bien! Pues mañana empezaremos a buscar Ok. Esa tarde quedaron de verse para ponerse de acuerdo en que podían trabajar y en lo que les gustaría. -Dependienta de alguna tienda, o encargada ¿no? -Vendedora de cosméticos, o ropa. De libros o enciclopedias no, es muy difícil y hay que cargar un maletín muy pesado Ok. -Cuidar niños pequeños o ancianos. ¡No! Eso no, es mucha responsabilidad ¿Qué tal si se nos caen? -¡Hmm! Tienes razón, ¿de qué más podríamos trabajar? -De meseras, tal vez. -Bueno ya veremos, a ver que sale en los clasificados y nos daremos una mejor idea. Sentadas en una heladería vieron a Gustavo de lejos, Lucía sintió un revuelo en su corazón, pero no se levantó ni hizo nada, Malena medio se incorporó, pero al ver a Lucía inmóvil ella se sentó de nuevo. Iba sólo, caminando pensativo, de pronto esa mujer se le acercó por detrás y lo abrazó y lo beso, al ver eso Lucía se levantó seguido de Malena y salieron a toda prisa del lugar, sin voltear para nada, sin querer ver los arrumacos que de seguro se estaban dando, ese espectáculo no lo quería revivir y con lágrimas en los ojos se fue camino a su casa consolada por Malena. De lo que no se percató Lucía fue del despreció que Gustavo le hizo a Corina Ballester, esa mujer le rogaba que volviera a su lado que se vieran en ese hotel de paso en el que ya se habían citado en otras tres ocasiones y que Corina extrañaba, Gustavo le pidió que lo dejara en paz y que no volviera a buscarlo y ella le respondió que de ella nadie se burlaba y que no era una mujer de usar y tirar y le amenazó con que se atuviere a las consecuencias porque sabría de lo que era capaz, Gustavo le agarró fuertemente del brazo y le dijo claramente que él no JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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caería en su jueguito, que no estaba dispuesto a soportarle ni una más, la empujó fuertemente y se alejó. Lucía estuvo llorando todo el camino, pero ya casi para llegar a su casa se repuso y se dijo a si misma que nunca más lloraría por una persona que no la supo valorar como mujer y que esas eran las últimas lágrimas que derramaba por esa persona, se enjugó las lágrimas, se colocó correctamente el cabello y entró a su casa con una gran sonrisa diciendo a su familia que tenía planeado trabajar y que necesitaba de su apoyo y comprensión, su madre se levantó del sofá y la abrazó y le dio su bendición, Sé que encontrarás un buen trabajo y que te irá muy bien, porque te lo mereces. ¡Gracias mamá! Por cierto, vino José a buscarte, se fue hace como una hora, se quedó un rato a esperarte y luego se fue. ¿Dejó algo dicho? No, solo que pasaba para saludarte. ¡Otra vez, gracias mamá! Al día siguiente, se levantó muy temprano, salió por el periódico y mientras estaba el desayuno ella lo hojeo, sacó la sección de clasificados y su padre le pidió la sección de deportes. Mientras iba marcando los que le interesaban, su madre llamó a la mesa para desayunar, sus hermanas bajaron todavía en pijama y se sorprendieron al ver a Lucía ya vestida y arreglada tan temprano, le pidió a su hermana, Carmen que era tres años mayor, que si en el taller donde trabajaba como costurera, habría una plaza y ella le respondió que hablaría con su supervisor. Lucía estaba contenta, renovada. A media mañana llegó Malena con otro diario y también había marcado las posibilidades para ellas de que las aceptaran, no había mucho de donde elegir, eligieron primero los más cercanos y luego los lejanos ya que no se querían desplazar fuera de su zona habitacional, porque ir hasta el centro donde habría más posibilidades, estaría a una hora en transporte y saldría más caro, en fin, planearon su ruta y quedaron en verse a primera hora de la mañana para ir a pedir trabajo, las dos se emocionaron. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Por la tarde José fue a casa de Lucía para ver cómo estaba. Hola Lucía ¿cómo estás? ¡Bien! ¿Te ofrezco algo de beber? Mi madre hizo un agua de melón que está bien fresca. Si, gracias si se puede un vaso bien grande. Ayer vine a visitarte. Si mi mamá, me lo dijo, le grito desde la cocina. Toma el vaso, yo te acompaño con otro y espero que te gusten estas almendras que mi papá recoge de los árboles y mi madre las tuesta. Si, gracias. Pasaron conversando un rato y luego Lucía le comentó que buscaría trabajo y que si él supiera de alguno que le avisara. ¡Claro! Tal vez en la inmobiliaria habrá alguna vacante, ¡ya te avisaré! Lucía le sacó la sección de clasificados y le mostró los que había elegido. Seguro mañana mismo regresarás con trabajo, eres tan hermosa y tan talentosa, que ninguna empresa se atrevería a negarte un puesto. Ella le sonrió agradecida por sus comentarios, pero la verdad es que esas palabras calaron en lo más profundo de su corazón, lo sentía tan sincero y tan amable que en ese momento sintió el impulso de abrazarlo muy fuerte, pero se contuvo. Gracias José, tú siempre tan amable le dijo. Después hablaron de cosas triviales y una hora más tarde se fue, lleno de ilusión y fantaseando sobre el día en que le pidiera que fuera su novia formal. Más tarde tocaron a la puerta, era Gustavo que quería hablar con Lucía, venía directo del trabajo ya que había hecho horas extras, él todavía pensaba que la situación se arreglaría y que aún necesitaba ahorrar mucho dinero para el día de la boda. Ella salió y no lo hizo pasar, le preguntó qué era lo que quería. -¡Necesito hablar contigo! -¡Di rápido lo que tengas que decir y vete! -Pero estamos en la calle, puedo pasar. -No, ¿qué es lo que quieres?
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-Lucía por favor, deja esa actitud y abre tu corazón, perdóname por favor. Fui un estúpido y te juro por lo más sagrado que es mi madre que nunca volverá a pasar. -¿Seguro? Y ¿qué me dices de ayer por la tarde? ¿Se besaron y abrazaron porque sí? ¿O tal vez, por qué no la puedes dejar? ¡No! Ella me buscó y me besó a la fuerza, ya le dejé claro que no quiero saber nada de ella. Créeme por favor, te lo digo en serio, no significa nada. -Me da igual, yo no puedo seguir contigo y te suplico que ya no me busques, que no voy a cambiar de opinión. -¿Dejaste de quererme? Como si fuera tan fácil, por supuesto que no, te sigo amando y deseo que seas feliz, estés donde estés, no importa que ya no volvamos a estar juntos. -¡Lo ves! Yo también te amo, y el amor lo perdona todo, lucha mi amor, tenemos que ser felices, debemos realizar nuestros planes, ya tendríamos que haber formalizado nuestro compromiso y fijar la fecha de nuestra boda. -Lucía tuvo un momento de flaqueza y dudo por un instante, pero se conocía muy bien y en cuanto recordó su infidelidad, su cara cambió. Te lo dije Gustavo, lo que hiciste no lo puedo olvidar y cada vez que lo recuerde te reprocharé, he perdido la confianza y contra eso no se puede luchar. Te pido, te suplico, te imploro que ya no me busques, no puedo, de verdad que no puedo olvidar tu infamia y no nos permitirá ser felices hagamos lo que hagamos. Adiós Gustavo. Cerró la puerta y a Lucía las lágrimas le empezaron a salir, Gustavo estaba igual, seguía en la puerta cerrada y con lágrimas en los ojos le gritó a Lucía ¡Perdóname! ¡Perdóname por favor, sin ti que voy a hacer, te quiero con locura mi amor, no me dejes!
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Capítulo 17 Lucía estuvo llorando toda la noche, recordando todo lo que había vivido con Gustavo y preguntándose si lo podría perdonar o no, pero cada vez que recordaba su traición, un no rotundo pasaba por su pensamiento. A la hora indicada estuvo con Malena para buscar trabajo y se encontraron con José en la estación, le contaron a donde iban y él les deseo buena suerte, y prometió que preguntaría en la inmobiliaria si habría alguna vacante disponible y que les avisaría, viajaron hasta el metro y notó a Lucía triste, supuso el motivo, pero no preguntó nada, quería hacerle el viaje ameno y lo que menos deseaba es que se acordara de Gustavo, así que se dio a la tarea de hacer una conversación alegre y ellas le reía todas sus gracias. Ya casi para llegar José le preguntó a lucía si podría pasar a verla más tarde para ver cómo le había ido y ella con una cierta ilusión le dijo que lo esperaría. Se bajaron y se dieron a la tarea de ir a todos los lugares que habían marcado para pedir trabajo, en dos les tomaron todos sus datos y en otra hasta examen de mecanografía les hicieron, y en otra les dijeron que no había nada, en fin, ellas dieron el día por exitoso aunque todo el camino de regreso a casa se fueron riendo sobre su prueba en la máquina de escribir, no sabían ni como meter la hoja y mucho menos usar todos los dedos, dieron por hecho que ese era una opción perdida. José llego diez minutos antes de las ocho de la noche, Lucía lo pasó al salón y le contó con entusiasmo su día y los dos terminaron a carcajadas cuando describió como manejaba la máquina de escribir y él le propuso que él podía darle clases de mecanografía, que era fácil y que con su inteligencia y habilidad aprendería muy rápido. -¿De verdad José me enseñarías? Pero no tengo máquina. -No te preocupes yo tengo la mía que es un poco vieja, pero con ella aprendí y puedo practicar de vez en cuando. Pues me parece una magnífica idea! mañana compraré hojas para empezar con la práctica, gracias José eres un buen amigo. En seguida le besó la mejilla y José sintió que se encontraba en el cielo, ¡Lucía le había besado! JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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En eso entró su madre para decirles que la cena estaba lista, y su madre lo invitó a cenar, Lucía insistió y el aceptó encantado, parecía que estaba viviendo un sueño y no quería despertarse, aunque no era la primera vez que cenaba en casa de Lucía, si era la primera vez que lo hacían sin Malena y eso le hacía sentir especial. Al despedirse agradeció la invitación y prometió volver al otro día, después de la cena para empezar sus clases de mecanografía. Llegó con un armatoste que pesaba lo suyo, era una máquina seminueva Underwood modelo World fair de 1934 ya había más modernas, pero más caras y ésta con sus quince años nos serviría para aprender, al principio me enseñó sus partes, como poner las hojas y me dejó ejercicios para practicar y agarrad soltura para mis dedos, me dejo su cubre teclado y prometí ser una buena alumna, y así fue, practicaba toda la mañana y por la tarde buscaba trabajo o viceversa. José llegaba a casa de Lucía todas las noches después de cenar ya habían pasado dos semanas y ella hacía grandes avances. -¡Pronto escribirás una hoja en tres minutos! -¿Tú crees? Siento que escribo bien, pero no rápido. -Eso es con la práctica, la velocidad se adquiere con mucha práctica. -¿Qué te parece si el sábado vamos al cine? Se estrena una película de Buñuel se llama “Los Olvidados” José se quedó sorprendidísimo con la propuesta de ella y en seguida le dijo que estaría encantado de acompañarlas. -¿Acompañarnos? -Si a Malena y a ti. -Malena no puede, se va con sus padres a casa de su abuela y no vuelven hasta tarde. -Pues entonces perfecto, iremos a ver “Los Olvidados” el sábado. Paso por ti a las cinco de la tarde.
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Capítulo 18 Cuando Lucía pensaba que Gustavo ya se había olvidado de ella, la fue a buscar el sábado por la mañana le llevaba unas hermosas rosas rojas y una tarjeta que la que decía cuanto la amaba, había estado trabajando y haciendo horas extras y era por esa razón que no la había buscado y así se lo hizo saber. -Lucía, por favor, déjame hablar contigo, ¡necesito estar a tu lado! Le ofreció las flores y se las rechazó. -Eso debiste pensártelo antes y no jugar sucio, pero por favor, eso ya lo habíamos hablado, no quiero repetírtelo una y otra vez. Lo único que quiero es que me olvides y que me dejes en paz. -¡No eso nunca! Te amo demasiado y sin ti no podré vivir jamás y de pensar que nunca más estarás junto a mí… -Lo siento de verdad, pero no puedo, olvídame, pasemos página y sigamos con nuestras vidas y me tengo que ir, que tengo cosas que hacer y mi madre me espera. Adiós Gustavo y por favor ya no me busques, no lo hagas más difícil porque no te voy a perdonar. Y se quedó allí inmóvil mientras Lucía cerraba la puerta, muriendo de amor despacio y en silencio sin saber que decirle al viento. Ya no sabía que más hacer. Fue a buscar a Malena para pedirle ayuda, estaba desesperado y no la encontró, fue a la iglesia, ahí dejó las rosas y se quedó con la tarjeta, y ahí elevó una oración a Dios para que se conmoviera de su sufrimiento y pedirle, rogarle, implorarle que conmoviera el corazón de Lucía y pudiera buscar su perdón, sentía una especie de desesperación o de impotencia al no poder solucionar las cosas, sabía perfectamente que Lucía seguía amándolo porque lo notaba en su mirada, esa luz especial que se reflejaba en sus lindos ojos, comprendía que se sentía herida, burlada, engañada. ¿Por qué habré cometido semejante estupidez? –se preguntaba- ¿A que jugaba? ¿Al guapo, al irresistible? Eso alimentaba su ego, pero le salió muy caro darse cuenta de que su vanidad le despojó de su verdadero y único amor. Y ahora ¿Cómo se arregla eso? ¿Cómo se puede echar marcha atrás y evitar que pasara lo que pasó? Eran preguntas sin posibilidad de respuesta. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Saló de la iglesia un poco más reconfortada, y con alguna esperanza, sí seguiría luchando por su gran amor.
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Capítulo 19 Las semanas pasaban y José seguía visitando a Lucía con el pretexto de las clases de mecanografía y que complemento con algunos consejos de correspondencia y archivología. A Lucía le encantaba la compañía de José y que además aprendiera y reafirmara lo que alguna vez aprendió, se sentía más segura y para festejar los éxitos en la máquina de escribir José la invitó a bailar en una tardeada que hacían cerca del centro de la ciudad, Lucía acepto encantada, le encantaba bailar y José era un gran bailarín, dominaba todas las técnicas del fox-trot, del vals y del paso doble. Lucía con ayuda de Malena escogió su vestido y para ésta ocasión lució un vestido con vuelo color lavanda y zapatos de ante azul, se hizo rizos para su larga cabellera pudiera volar al ritmo de la música, aprovecho para maquillarse ya que nunca lo hacía y tenía ganas de verse diferente, atractiva. José también se puso elegante, estreno un traje negro, con zapatos de charol negro, camisa blanca y corbata azul cobalto, se veía muy atractivo y le llevó a Lucía un ramo de doce rosas rojas que al recibirla las puso en un jarrón con agua y se las agradeció, se marcharon con mucho entusiasmo y ganas de divertirse, eran las cinco de la tarde del sábado y aún resplandecía el sol y los cabellos dorados de ella lucía cual hilos de oro al verla José le dijo que era lo más bello que había visto en su vida y que sería el hombre más envidiado de la tarde al verles bailar. Ella le agradeció el comentario con un beso discretamente atrevido en la mejilla, rozándole los labios y José sintió desfallecer y animadamente le abrió la puerta de su viejo Buick dos puertas 1941 que parecía nuevo de tan cuidado que lo tenía. Esa tarde fue especial para José, bailaron y bailaron y bailaron hasta la extenuación y en un momento de descanso, salieron al jardín a tomar aire y algo de fresco y disfrutar del atardecer, José sintió valentía y llevó a Lucía a una banca al fondo del jardín, había varias parejas paseando y se atrevió a confesarle sus sentimientos. - Lucía desde siempre te he amado, mi amor en ti siempre ha vivido en silenciosa y callada manera. - Eres un hombre muy especial.
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- Todos estos años has sido mi luz mi faro imperturbable que contempla mis tormentas y no se estremece. Bueno nunca te dije nada porque yo sé que tu amor no estaba a tono para amar. Te ofrezco mi amistad, mi compañía, estar contigo como siempre lo he estado, bueno con la diferencia que ahora sabes lo que hay en mi corazón por ti. José… Yo te amo, te amo, dame una oportunidad. Yo siempre he reconocido que eres un hombre especial, excepcional, más que un amigo, que te admiro por tu amistad, tu lealtad y por esa solidaridad que muestras a todos y que tan pocos tienen. Yo quisiera que me vieras, no como una persona buena, sino como alguien que puede amarte, que te ama, yo quiero hacerte feliz Lucía. Dame un poco de tiempo y te daré una respuesta, no es un no, sólo te pido me des la oportunidad de aclarar mis pensamientos ¿está bien? Lo que me pidas Lucía. Después, siguieron bailando un poco más, pero ahora parecían cómplices, ya sus pasos se adivinaban uno al otro, ya se habían complementado.
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Capítulo 20 Gustavo, con el objetivo de sacarle información de Lucía visitaba frecuentemente a Malena y ella todo le contaba, pensaba que así lo podría verlo más seguido y tendría pretextos para conocerle. Gustavo lo que hacía era encelarse y correr a casa de Lucía para, seguirle pidiendo le perdonara y ella seguía rechazándole, y Malena cada vez, se enamoraba más de Gustavo y al verle loco por Lucía se encelaba y se preguntaba una y otra vez, porque no se fijaba en ella y se olvidaba de Lucía de una vez por todas, pero sin saberlo, provocaba sus arranques de celos y su encaprichamiento por Lucía. El tiempo pasaba y él sentía que la iba perdiendo poco a poco, ya Lucía no lo miraba con tanto rencor sino más bien parecía cansada, sin embargo en sus ojos seguía habiendo ese profundo amor que se siente sólo una vez en la vida y que por azares del destino no se puede realizar, pueden ser celos, prejuicios, malos entendidos, incomprensiones o tal vez es que esos amores necesitan avanzar para que en otra época, ocasión o que se yo, se puedan reencontrar y ésta vez sí poder concluirlo. Cada vez que eso ocurría, Malena tenía una felicidad incomprensible para ser su mejor amiga, a la que todavía visitaba y con la cual las confidencias seguían su cauce caótico, Malena ya no insistía en que le perdonara, lo había cambiado en un “te comprendo muy bien amiga” aunque jamás osó a aconsejarle que lo dejara para siempre, no lo intentaría, su amistad era inquebrantable y el amor por un chico no lo haría tambalear, sin embargo, su amor y su esperanza por conquistar a Gustavo crecía día con día y no se atrevía a decírselo a Lucía, tal vez no lo entendería y terminaría con su gran amistad que para ellas era lo más grande y respetable del mundo y sabía que Lucía una infidelidad no la perdonaría y por eso no se atrevía a confesarle la verdad de su amor y de lo que hacía siendo la alcahueta, no, no lo haría nunca, se quedaría callada, en bien de su amistad, pero seguiría ayudando a Gustavo para estar cerca de él y con ese pretexto salir y tal vez, sólo tal vez algún día dejara de pensar en Lucía y echar una pequeña mirada a su lado y encontrarla a ella, aferrada a su brazo para no dejarle ir y poder decirle que lo ama y que sólo piensa en él y que está dispuesta a hacerle olvidar
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ese amor aferrado que siente por Lucía y brindarle una oportunidad de conocer otra alternativa a su felicidad, a su alegría de vivir, a su dicha.
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Capítulo 21 Pasaron algunas semanas y José le llevó a Lucía otro anuncio de periódico donde solicitaban a una auxiliar de oficina, le dijo que tal vez ésta vez sí conseguiría el empleo porque había adquirido una velocidad y una agilidad sin igual, ella se animó y dijo que iría al otro día, que le pediría a Malena que la acompañara ya que José tenía mucho trabajo en la inmobiliaria, era una oficina de administración de fincas y necesitaban a una persona con interés de progresar y dispuesta a trabajar duro y con iniciativa, Lucía por supuesto que cumplía con los requisitos y muchos más que la oficina valoraría al momento de la entrevista. Sin embargo, tuvo que ir sola porque Malena tenía que llevar a su abuela al médico y no había quien pudiera hacerse cargo, pero como pudo le aviso a Gustavo que Lucía había decidido ir sola y que era su oportunidad de reconquistarla, pero no contaba con que era lunes y él tenía que trabajar y no podía pedir el día ya que se tenía que hacer con antelación y no podía fingir una enfermedad, pensó mejor en pasar a su casa por la noche para saber cómo le habría ido. Lucía consiguió el empleo y con un buen sueldo, estaba feliz y decidió invitar a José a comer y fue a buscarlo a su oficina quedaba un poco lejos pero llegaría a punto para la hora de la comida. José se sorprendió al verla y cuando se acercó ella inmediatamente le dijo: “lo he conseguido” y él se puso contento y ella agrego- te invito a comer para festejar mi éxito- él encantado de salir con ella tendría dos horas para poder charlar a gusto. -¿A dónde quieres ir a comer José? -Esa pregunta me la debes responder tú ¿no crees? -Sabes que no conozco por aquí y no tengo ni idea de donde podamos comer rico y pasar un rato agradable. Estaba muy contenta y se le notaba en su vos, en su entusiasmo y en su mirada. -Está bien, vamos a un restaurante a dos manzanas donde sirven bien de comer y tienen un café exquisito. -Ok. Vamos para allá. Lucía no podía esconder emoción de que ya tenía trabajo. -¡Lo he conseguido gracias a ti! JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-Que dices mujer, es gracias a ti, a tu esfuerzo, a tu inteligencia y tu perseverancia, yo no tuve nada que ver. -¡Claro que sí! Quien me enseño mecanografía, correspondencia y archivología. -Pero si eso no es nada, es tu afán de mejorar tú… -Bueno, ¡bueno ya! Es gracias a los dos y no se hable más, muero de hambre. Al llegar al lugar se sentaron y pidieron el menú que parecía muy bueno y fue así, ella no paraba de hablar y de emocionarse por la nueva aventura que iba a emprender y al verla tan animada se atrevió a pedirle que fueran a la tardeada del sábado para bailar y sí tendrían una forma de festejar tal acontecimiento con buena música y una buena copa de vino y a Lucía le pareció una idea estupenda y quedaron de verse el próximo sábado para haber cómo le había ido a Lucía en su nuevo empleo y de paso festejar si José había logrado colocar una Mansión en la mejor zona de la ciudad a un precio astronómico y que las comisiones serían igual de astronómicas.
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Capítulo 22 José pasó por Lucía a las cinco de la tarde, iba bellísima como siempre, aunque él se dio cuenta de que ella llevaba el mismo vestido verde agua y las zapatillas plateadas de raso que se puso la primera vez que salieron, parecía que éste vestido era el de las ocasiones especiales, él sólo tuvo ojos para halagarle y decirle cuan hermosa estaba ese día y en lo feliz que era José cuando salían. Pero para ésta ocasión le pidió que fueran un rato a la tardeada y que después le acompañara a cenar a un lugar especial, no podía mencionar la palabra romántico porque tal vez ella se asustaría y tal vez rechazaría su oferta, a Lucía le pareció buena idea, bailar un rato y después ir a cenar, ella le dijo a José que tenía que llegar en punto de las diez y media de la noche porque sino ya no la dejarían salir con él. No te preocupes –le dijo- a esa hora estarás en casa, te lo prometo. Y se fueron rumbo al salón de baile. Una vez allí se dedicaron a bailar todo tipo de música, como si la pista fuera exclusivamente para ellos, José no tenía ojos más que para ella, no se percataba de la gente no de nada, la música marcaba sus pasos y no los pensaba, simplemente se dejaba llevar y veía la cara de Lucía y sentía que era feliz, se le veía en sus hermosos ojos, parecían compenetrarse cada vez más, no cabía duda que el roce hace el cariño y el estar casi todos los días con ella enseñándole lo que sabía, había fortalecido su amistad o ¿su amor? Él había hecho una reserva en un buen restaurante el sábado por la mañana, pensando en que Lucía aceptaría cenar con él, así que fueron para festejar sus logros, pidieron una botella de vino blanco ya que ambos coincidieron en pedir crema de alcachofa y nuez de primero y merluza en salsa verde de segundo. Para los postres ya José estaba más decidido, mientras esperaban le tomo de las manos, ya había pasado tres semanas y media desde que le declaró su amor y ella le pidió tiempo, no quiso preguntarle sobre su declaración no se atrevió, así que, con las manos juntas la felicitó por sus logros. Ella lo miro con gran cariño y esa mirada hizo estremecer a José, sintió que su corazón latía fuertemente y se dio valor, aunque le temblaban las piernas porque no soportaría un no definitivo, prefería un -tal vez más tarde, o un -no lo he pensado todavía, pero un no terminanteacabaría con sus esperanzas, con sus sueños, con si vida. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Sin embargo se atrevió, respiró profundamente, contó hasta diez y… -¿Has pensado en lo nuestro? Ella se acomodó bien en la silla y le tomo con cariño de las manos, él tomo esa señal como una negativa a su propuesta, pero lucía continuó. -¡Claro que lo he pensado, José! Es algo importante para nosotros y no lo debo tomar tan a la ligera ¿no crees? -Si claro ¿y? ¿Qué me dices? -José tu sabes que te apreció mucho como amigo, desde hace mucho tiempo que hemos estado unidos, desde niños jugábamos, luego de adolescentes éramos confidentes y tú y Malena siempre han sido mis mejores amigos, sé que por mi relación con Gustavo tú te alejaste un poco, pero ahora te he recuperado como mi mejor amigo. -Y quieres que siga siendo tu mejor amigo ¿Verdad? -No me interrumpas que lo tengo preparado desde hace tiempo. -¡Hmmm! -Sin embargo, te quiero decir que… Los ojos de José se abrieron como platos, no sabía cómo reaccionaría ante un no. -Acepto tu amor y quiero que me ayudes para ser tu pareja perfecta, no quiero compararte y si lo hago, házmelo saber ¿si? Apóyame a olvidar a Gustavo, tú serás mi fuerza y mi sostén en todo ¿verdad? -Claro que sí mi Lucía, mi luz, yo te daré todo mi apoyo y toda mi protección porque te amo, te amo, te amo. Y sus labios se fundieron en un beso tierno, deseado, en un beso de amigos a los que el amor lo complementaba.
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Capítulo 23 Lucía se sentía feliz al ver a José feliz, lo veía tan contento como nunca antes desde que lo conocía, hasta las facciones de su cara cambiaron y Malena fue la primera en hacérselo saber. -¡Por fin se te hizo, José! -¿A qué te refieres? No te hagas, si ahora hasta caminas más erguido y tu cara se ve feliz, además ya lo sabes, Lucía me lo comentó y si es verdad que tu cara ha cambiado. -Supongo que es tu forma de felicitarme, por haber logrado, por fin, que Lucía me hiciera caso. -Si amigo, te pido que la cuides mucho, sabes que la quiero y que me preocupa. -No te inquietes que yo con el amor que siento por ella, nos sobra para los dos y hasta puedo regalarte un poco. -¡Pues anda, convídame un poco y así podemos ser felices todos! -¡Pues ahí te va! Ja, ja, ja. Los días pasaron y hacían una pareja estupenda, se veían muy contentos ¡los dos! Y así lo exhibían por todos lados, se les veía pasear todas las tardes, cuando regresaban de trabajar y frecuentemente en tardeadas los sábados, en la misa de los domingos y en el cine. Cuando a Gustavo se lo dijo Malena, éste solo dijo- ¡no durarán mucho tiempo! Él no es guapo ni tiene ningún atractivo y se ve que no congenian muy bien y eso tarde o temprano terminará por separarlos. -¿Estas celoso? -Celoso yo, que va, José no es ningún rival para mi, se nota a leguas que es por despecho y que se fue con el primero que encontró. -¡Te equivocas! José es una persona excelente, de buenos sentimientos, leal, honrado y muy responsable, cualidades que a algunos que les faltan. ¡Insinúas que me faltan esas cualidades! -No, que va, si es sólo un comentario. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-Mejor me voy, luego nos vemos ok.
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Capítulo 24 Después de tres meses y medio de relación, José la invitó a cenar en el restaurante donde se hicieron novios, y había encargado que a la hora del postre le llevaran una hermosa roja abierta y que allí depositaran el hermoso anillo de compromiso para el que había ahorrado meses atrás, se sentía seguro de que Lucía le diría que si y eso lo animó a no seguir esperando, para que tanto tiempo de novios. Lucía no se lo esperaba, sin embargo se puso más hermosa que nunca, eligió un vestido color gris perla, de tela satén charmeusse, cruzado por el frente y en los hombros de encaje del mismo color simulando una pequeña manga, sus zapatos de raso plateado y bolso a conjunto, se compró unos pendientes de oro con perlas y la pulsera a juego y él su traje negro de cassimére , camisa azul claro y corbata de seda a rayas rojas y zapatos negros, iba elegantísimo y así se lo hizo saber Lucía, que bajaba las escaleras de su casa despampanante, sus padres le recordaron que tendría que estar en punto de las diez treinta, tiempo suficiente para cenar ya que eran las siete treinta de la noche, lo que Lucía les replico, ¿puede ser a las once? Y José se los suplicó, a lo que los padres respondieron que estaba bien y ni un minuto más, sino estaría castigada con no verse más. Por supuesto ni un minuto más les contestó José, y a esa hora estaría, pues no quería arriesgarse a no verla. Se fueron muy contentos y charladores, al llegar al restaurante “La Noche de Ensueño”, José se tornó más romántico, más cariñoso, más halagador, más tierno y Lucía se sentía muy conmovida con tales muestras de cariño. Pidieron de cenar y José pidió una botella de champán, y Lucía le dijo – pero José va a salir muy caro, pidamos una de vino mejor- No te preocupes mi amor ésta noche quiero que sea especial le respondió. Cenaron tranquilamente, conversaron de su trabajo, de sus compañeros, se rieron de sus ocurrencias y hablaron de ellos, de lo que sentían y esperaban. Al llegar la hora del postre pidieron unas crepes con dulce de leche y crema chantilly y el de ella acompañada con una gran rosa roja y en medio un gran moño rosa y azul, ella agradeció y tomo el lazo, en seguida se posiciono José para tomarlo entre sus manos y pedirle. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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-¿Te quieres casar conmigo? -Lucía abrió enorme sus lindos ojos y le respondió. José que linda sorpresa, no me lo esperaba creo que… -Será cuando tú quieras, pero deseo que seas formalmente mi prometida que lo vayamos pensando y poco a poco hacer las cosas, no te sientas presionada. -No, no estoy presionada, más bien sorprendida, llevamos poco tiempo de novios y ahora me pides que hagamos una vida juntos. -Ese es mi mayor deseo, prometo hacerte la mujer más feliz, todos los días de mi vida te amaré, respetaré y admiraré como la mujer valiosa y excepcional que tu eres, y si en algún momento cambio, reclámamelo y repróchame que no estoy cumpliendo con mi palabra, Lucía te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. -¡Sí, acepto! Y lo hago porque eres muy importante para mí, estoy aprendiendo a amarte y ahora sin ti no sé qué sería de mí, te acepto porque te amo y sí quiero pasar mi vida a tu lado. Sus labios se acercaron y se fundieron en un largo y anhelado beso de compromiso. Ahora sus ojos destellaban de felicidad por fin a José su sueño se había convertido en realidad y era mejor de lo que había pensado, besar y acariciar a Lucía era su afán más encomiable.
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Capítulo 25 Malena no se lo podía creer, que su amiga estuviera comprometida con José. -¿Estas segura? ¡Ha sido un noviazgo muy rápido! -Hemos decidido no esperar, ¿para qué? -¿Ya no piensas en Gustavo? ¿Ya te olvidaste de él? ¿Ya no lo quieres? -Claro que lo quiero, si no he podido dejar de pensar en él ni un minuto, pero… -¿¡Lo haces por despecho!? -No, por supuesto que no, lo que pasa es que no puedo perdonarlo. Cuando Gustavo me decepcionó, aunque lo perdonara, sé que nada volverá a ser como antes, mis dudas y mi desconfianza siempre nos acompañarán, será una relación tormentosa. -Pero un gran amor no se puede dejar así, existe el perdón. -Yo ya lo he hecho amiga, de verdad, lo que pasa es que su traición siempre está conmigo cuando pienso en él. El amor que le tuve se convirtió en una hermosa historia que ya acabó, ha finalizado y yo tengo que seguir, además José es encantador, Malena, ni te imaginas lo tierno y dulce que es, sus detalles, sus palabras, su atención me hacen sentir la mujer más querida del mundo y eso me halaga mucho, me hace reír, además siento que ya me estoy enamorando de él. -En fin amiga, cuéntame ¿qué más paso? Lucía le relató todo lo que sucedió esa noche, como fue vestida, el detalle del anillo, que probó por primera vez el champán, que comieron, como iba vestido José, en fin todos los detalles A Malena le comían las ansias de ir a contarle todo a Gustavo y a ver si de una vez por todas se decepciona de Lucía y empieza a mirar a su alrededor y se da cuenta que ella siempre ha estado enamorada en silencio y calladamente de él.
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Después Lucía le pidió que le ayudara en los preparativos, porque además en dos semanas sería la petición de mano y quería preparar una rica cena para su futura suegra y cuñados, claro, con la excelente sazón de su madre que cocinaba de locura. Aunque sus padres ya no sabían ni que pensar cuando su hija Lucía le comentó que se casaba con José Miranda, tenía una confusión de sentimientos, ellos lo conocían desde que era un niño que salía a jugar con lucía y Malena, los vieron crecer juntos y ahora deseaban casarse, a sus padres no les desagradaba la idea, al contrario, sentían una felicidad extraña, porque a su hija le había costado lágrimas, noches sin dormir y sin comer olvidarse de Gustavo y ahora tenían ese sensación de querer ayudar a su hija a no equivocarse porque no había vuelta atrás. Por eso tenían que saber lo que había dentro de su corazón y decidieron preguntárselo ya que si la veían titubear decidirían aplazar la boda para mucho, mucho más adelante, pero cuando su hija describió lo que sentía por José y por Gustavo quedaron muy tranquilos de que era una buena decisión y accedieron a darle la mano de su hija a José no sin antes exigirle que la hiciera feliz. José fue el hombre más dichoso del mundo, fue la cena más divertida y alegre de toda su vida, ahora tenía un futuro boyante junto a su gran sueño hecho realidad, su vida ahora, cobraba sentido.
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Capítulo 26 Malena fue en busca de Gustavo para contarle los planes de Lucía, pero no lo encontró, tuvo que esperar media semana para relatarle lo que había pasado semanas atrás, quería disfrutar al ver su cara ese desengaño que sentiría al ver que su gran amor se le iba para siempre. Sin embargo, simplemente inexpresivo le pidió que lo dejara sólo. No lo podía creer, sentía una gran desesperación y una gran impotencia, se fue al primer bar que encontró abierto y no pensaba en que tendría que trabajar al día siguiente. Empezó hablar para sí -“He intentado todo para convencerte y tú no me das ninguna esperanza. Mientras el mundo se derrumba a mis pies, aprendo de está soledad que desconozco, me pregunto si podré sobrevivir, porque sin ti me queda la conciencia helada y vacía, porque sin ti me he dado cuenta de que no renaceré, porque he ido más allá del límite de la desolación, mi cuerpo mi mente y mi alma ya no tienen conexión. Pensaba en todo eso, mientras daba sorbo a su copa de coñac. Y con lágrimas en los ojos, se decía -Yo sé que es demasiado tarde para remediar, no me queda bien valerme de diez mil excusas, cuando definitivamente sé que ahora te me vas. Otro sorbo a su copa. Y mientras se enjugaba la lágrimas se repetía a si mismo que -Aunque vuelva a repetir que estoy muriendo cada día y aunque esté agonizando tú, no me perdonarás”. Buscaba en su mente una solución, y pensaba en mil cosas disparatadas e incongruentes; sí, hablaré con ella y con él, que enfrente de José me diga que ya no me ama, no se atreverá. Le diré a él que fue mía y cuando me reclame Lucía, le pediré mil perdones, pero lo bueno que José ya no estará. O tal vez, tal vez Dios mío ayúdame, quiero recuperarla, no puede ser que se vaya de mí para siempre. En toda la semana no pudo conciliar bien el sueño, se despertaba a cada rato y se descubría pensando en Lucía, pero el sábado no pudo más y fue a buscarla a primera hora de la mañana, lo que no sabía era que no la encontraría, se había ido al centro para hacerse la medidas para su vestido y claro la acompañaba su madre y Malena. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Vendré más tarde, se dijo para sí, y si no ha llegado vendré mañana e insistiré hasta verla, necesito hablar con ella. Lo que Gustavo no sabía era que tan sólo en tres meses se efectuaría la boda y que Lucía tenía que hacer mil cosas para prepararla. La fecha sería el veinte de julio, en pleno verano y el tiempo de Gustavo estaba corriendo y a punto de agotarse
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Capítulo 27 Lucía estaba haciendo la lista de invitados cuando llamaron a la puerta, era Gustavo que quería verla, le dijo a su hermana que le dijera que no podía salir. Gustavo se llenó de desespero al ver que Lucía no accedía a verlo, se fue a su casa y lo único que se ocurrió fue escribirle una carta y entregarla a quien abriera la próxima vez y hacerle jurar que se la daría
Lucía: Sí, es verdad, podría vivir sin ti, pero sin duda, ya no sería yo. Sería como esa sombra que se dibuja tras de mí, oscura y arrastrada, una estela que se difumina y hasta se pierde cuando su referencia se cobija o se detiene. Respiraría el aire, pero ya no te olería. Dormiría por las noches, pero soñaría contigo con desolación en lugar de con la esperanza de tenerte conmigo. Sobreviviría. Vería salir el sol, indiferente y poderoso, cada mañana y hasta sentiría la tibieza de sus rayos en invierno o la promesa de ardientes calores en el letargo del verano, pero me resultaría tan indiferente como su ocaso porque la angustia hace cautiva a las emociones limpias, las secuestra y hasta consigue que puedas postergarlas A ti nunca podría olvidarte. De la imposible resurrección de todo aquello que siento hacia ti. Es probable, incluso, que aprendiera a mentirme y, en conclusión, a conformarme, a caminar cada día mirando hacia otro lado, refugiándome en mis nuevas rutinas, fabricándome una máscara de silencios y hasta de leves sonrisas. Pero siempre, dentro, muy dentro, donde nadie, ni siquiera yo pudiera aparecerme, estaría siempre latente, lacerante, la punzada eterna de tu ausencia, y la amargura constante que se ataría a mi esencia. Sí, es verdad, podría vivir sin ti. Pero no quiero hacerlo. Quiero que convivamos y nos disfrutemos siempre. No deseo dejar de escucharnos, de besarnos, de apasionarnos, de enfadarnos, de perdonarnos, de comprendernos. El silencio con los demás en muchos casos es ausencia. Sí, es verdad, podría vivir sin ti, pero ya no sería mi vida, porque hoy mi vida eres tú”. JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Sinceramente Tuyo. Gustavo. La carta venía acompañada de una tarjeta que decía: “Mi amor, te espero en el manantial el sábado a las diez de la mañana, si no vas entenderé que no me querrás volver a ver nunca más. Sinceramente tuyo. Gustavo”. Ella no acudió a la cita con Gustavo, en vez de eso se fue a la Iglesia de su vecindario a detallar su ceremonia con el padre Benito
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Capítulo 28 Ya faltaban dos semanas para el gran acontecimiento y ya casi estaba todo listo para el gran día, Malena estaba entusiasmada con ser la dama de honor y preparaba el vestido junto con las hermanas de José y de Lucía, eran unos vestidos realmente hermosos, de seda color salmón y espalda descubierta, llevarían una especie de torera del mismo color y misma tela pero trasparente para la iglesia y luego para la cena se la podían quitar y así lucir sus juveniles espaldas, los zapatos estaba hechos de tela de raso del mismo color del vestido y a juego con los bolsos de noche forrados de la mima tela de raso de los zapatos, llevaría unos tocados para la cabeza y unos pequeños ramos los dos de flores. Las madres de ambos ayudaban en los detalles como los recordatorios con vivos plateados, invitaciones, su rotulación y su entrega, hacer bolsitas con arroz para aventarles a los novios a la salida de la iglesia, las azucenas con lazos que pondrían en la ceremonia y los arreglos florales para las mesas, faltaban tan sólo detalles como elegir el menú y el vino, elegir el destino de la luna de miel que era a los alrededores de la ciudad, no había dinero para más, algún pueblecito romántico y cercano para pasear por la dos tardes que tendrían, ya que sólo se irían tres días de luna de miel, claro cuando se está enamorado el lugar es lo de menos. Gustavo seguía insistiendo e insistiendo en hablar con ella, la interceptaba por la calle y ella no le hacía caso, por lo que optó por ir acompañada siempre de su madre que infundía más respeto. Le entregaba cartas, recados, citas para verse y Lucía siempre inconmovible en su decisión de no volver a hablar con Gustavo y lo cumplió Mientras tanto, José se iba a trabajar feliz, no se lo podía creer que estuviera tan cerca el día en que el sueño de toda su vida y la su razón de ser, se hiciera realidad. Él ya tenía preparado su traje negro de lana inglesa con cashmere, una camisa de seda blanca radiante para smoking con mancuernillas, un moño negro y unos zapatos negro de charol y cada vez que veía todo a punto para la boda, su estómago se llenaba de mariposas de la emoción y deseaba que ya fuera el día. Entre más se acercaba el día a Lucía Beristain que había estado inconmovible, de repente le vino una sensación de que lo que hacía JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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estaba mal, ella no estaba enamorada de José Miranda, sino de Gustavo Monforte y sintió que su mundo tal cual era se derrumbaba, se dio cuenta de que lo que hacía era por despecho, por venganza, de alguna manera de dar una buena lección al amor de su vida, pero al ver su vestido, su tocado, su velo, supo que era demasiado tarde para echarse para atrás de que no podía herir de esa manera a su gran amigo, lo quería demasiado para perderlo, además ya estaba casi todo listo a tan pocos días vista de la boda y se sintió muy infeliz y empezó a llorar y a llorar como una magdalena, tenía tan sólo veinte años y el resto de su vida ya estaba decidida.
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Capítulo 29 Gustavo en su desesperación, intento por última vez hablar con Lucía y para su gran sorpresa ella accedió a ir a tomar un helado. Él estaba dispuesto a rogarle, arrodillarse, a prometerle cualquier cosa con tal de que ella suspendiera su boda y le diera otra oportunidad, estaba convencido de que esta vez sería diferente, había sufrido demasiado. Él llegó con una floreciente rosa roja, envuelta en papel celofán y con cintas de colores, no se atrevió a más. Lucía salió, sería, pero con una belleza descomunal él al verla sintió como latía su corazón a mil por hora por la emoción, se fueron caminando a una heladería que quedaba cerca, ella tenía el rostro desencajado y con un semblante preocupado, él en cambio estaba feliz de volver a estar con ella y poder hablar y tratar de convencerla de que sus vidas tenían que estar unidas. Así que pidieron dos malteadas una de fresa, otra de chocolate y unas pastitas de mantequilla. Gustavo Monforte comenzó y le pidió que no le interrumpiera, que le dejara hablar hasta el final. -Lucía no sabes cuánto te he extrañado, quiero pedirte que me perdones, sin ti no puedo vivir, te he demostrado mi arrepentimiento y te suplico, por favor, que me des otra oportunidad, prometo hacer todo lo que tu me pidas, podemos irnos lejos de éste pueblo y vivir donde tú me lo pidas, sabes que te amo con todas las fuerza de mi alma, que tú eres el motor que hace que me levante por las mañanas y que cada día tenga una esperanza, una ilusión de poder estar a tu lado, formando una hermosa familia, siempre juntos. Te lo pido, dame otra oportunidad, por favor. ¿Qué dices? -Gustavo, tú saber perfectamente que tú eres el gran amor de mi vida, que tenía todas mis ilusiones puestas en ti y me decepcionaste de la peor y más cruel de las maneras, sabes que un amor tan grande no se puede arrancar de la noche a la mañana, -Si me amas tanto, perdóname, te lo suplico, empecemos de nuevo que… -No me interrumpas, y si es verdad te sigo amando, que no te olvidé, te extraño cada día, no dejo de pensar en ti en todo momento, en todo lo que hago y de sentir que me amas y que lo nuestro tiene futuro JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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Pero ahora es distinto es mayor mi lealtad a José que el amor que siento por ti, Lo siento, esto me duele más que a ti, tú me empujaste a decidir, es tan difícil dejar esté amor tan profundo que siento, pero no puedo defraudarlo. Él me ama demasiado, siempre lo ha hecho, desde niños y si rompo nuestro compromiso, no sé lo que le podría pasar, además le tengo un profundo cariño. Nunca pensé, -No te preocupes, yo hablaré con él, le explicaré todo, le pediré que nos perdone… -Sabes Gustavo, en toda mi vida no pensé en tener tanta suerte de poder casarme con mi mejor amigo, no podemos hacerle algo así, no se recuperaría jamás, tengo que cumplir con lo que le prometí, ya es demasiado tarde. Parece que nuestro amor fue a destiempo, no se pudo dar, fue un instante en el tiempo de nuestras vidas y así como vino se fue. Que seas muy feliz, no importa que ya no vuelvas jamás conmigo, que encuentres el amor, adiós Gustavo. Lucía se levantó, le apretó la mano, le besó en la mejilla y se marchó. Gustavo se quedó ahí, sentado, con el llanto encajado en la garganta sin poder sacarlo, ahora si todo se había acabado, su vida, su amor, sus planes se verían seriamente destruidos y pensó para si, “y ahora, que voy a hacer, que será de mi vida sin ti” y se mordió el labio para no gritar de desesperación.
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Capítulo 30 La boda salió perfecta, José Miranda era el hombre más feliz e irradiaba esa felicidad, bailaron hasta cansarse y departieron con familiares y amigos esa dicha que le acompañaba. Lucía sonreía, puso su cara más feliz, aunque la procesión iba por dentro, estuvo a punto de decir que no, cuando el padre le dijo. “Aceptas por esposo a José Miranda en las…” cuando respondió que sí, quiso gritar y salir corriendo tras Gustavo, pero simplemente fue un instante de debilidad, el resto del tiempo estuvo sin estar, su mente estaba alejada y su corazón herido le dolía tanto que justificó su llanto diciendo que era de felicidad, ahora sólo pensaba en tratar de hacer feliz a José y formar una linda familia. Se fueron a su luna de miel y después a su nuevo hogar que ahora quedaba lejos de todo aquello que le era familiar, un nuevo rumbo, nuevas amistades y vivencias nuevas, eso sería lo mejor para olvidar a Gustavo que nada le recordase que vive cerca o encontrárselo a cada momento. Malena la visitaba dos viernes por la tarde al mes, así Lucía se enteraba de todo aquello que sucedía, no se atrevía a preguntarle por Gustavo, si seguía viéndolo o ya se había alejado al casarse ella con José, pero al poco tiempo Malena le dio una sorpresa, Gustavo y ella ahora eran novios, Lucía al principio se sintió desesperada, no podía creer que su mejor amiga y el gran amor de su vida estuvieran juntos, pero después pensó que era una especie de milagro ya que así podía seguir en contacto con él, simple casualidad, que él lo hizo para saber de Lucía, sin embargo ellas seguían siendo las mejores amigas, más nunca se reunieron los cuatro, a José nunca le pareció buena idea y a Lucía tampoco, de vez en cuando se encontraban cuando Lucía y José visitaban a sus padres, pero era un saludo rápido o un nos vemos el viernes, no conversaban, eso si, había cruce de miradas que aún brillaban al mirarse. A los catorce meses nació su primogénito al que llamaron José Antonio Miranda Beristain, era un niño grande y guapo con las facciones delicadas y los ojos claros de Lucía, ese acontecimiento la lleno de felicidad, su vida y su tiempo las dedicó en cuerpo y alma a Tony su motor que necesitaba para seguir sobreviviendo. Dos años y medio más JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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tarde llegaría su segundo bebé, poniéndole Juan Manuel en honor al padre de Lucía y tres años después llegaría la tan esperada niña a la que llamaría María Victoria en honor a las madres de ambos. Ahora si ya se sentía plena, sus tres hijos la hacían muy feliz y aprendió a querer mucho a José, nunca pudo amarlo como a Gustavo, pero si le tenía un profundo respeto y admiración por ser tan responsable y tan cariñoso con sus hijos. Malena iba siempre sola a visitarla, incluso a los bautizos iba sola, a pesar de que se casaron al año de noviazgo y ya tenían dos hermosos hijos Gustavito y Clara Monforte Soria. A pesar de todo, Malena y Lucía se seguían viendo dos viernes al mes, se citaban en un parque a mitad de camino de ambas y ahí sus hijos podían jugar y conocerse, para Lucía ver crecer a Gustavito le emocionaba, lo sentía como propio ya que podía haber sido suyo.
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Capítulo 31 La vida continuaba con sus altibajos y para Lucía ni el paso del tiempo mermo el amor tan inmenso que sentía por Gustavo, no había pasado ni un minuto sin que estuviera presente en su pensamiento en cada acontecimiento importante, a pesar de que la vida le dio la oportunidad de querer muchísimo a José, siempre se mostró cariñosa con él y siempre le tuvo una gran admiración, ella lo veía feliz, pleno, orgulloso de haber formado tan linda familia y Lucía sabía que José daría su vida entera por verlos felices y contentos, se esforzaba al máximo trabajando para que nada faltase en el hogar y lo principal para que sus tres hijos fueran a la universidad. Tony se graduó de médico, Juan Manuel de abogado y María Victoria de maestra. Llevaron una vida medianamente feliz. Un domingo primaveral por la tarde José sufría un infarto agudo al miocardio y murió a la edad de sesenta y cuatro años, él ya pensaba en disfrutar de su jubilación y de sus nietos, pero Dios le tenía preparado otro destino, no sufrió y se fue en paz, pero para Lucía fue un golpe durísimo, se sintió desfallecer, sus hijos que cruzaban la treintena también se encontraban desolados, su padre al que tanto querían se fue sin poder despedirse de ellos, sus nietos eran aún pequeños e incluso María Victoria tenía una niña de seis meses lo despedían entre sollozos. Ese fue el único momento en que Gustavo acompañó a Lucía, iba con Malena, que estaba devastada por los sucesos, iba también Gustavito que ya era un treintañero y Clara que no tardaría en cumplirlos.
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Capítulo 32 -¡Abuela, abuela! Ábreme por favor. -Señorita voy por el duplicado de las llaves. -¡Si, corra! Y llame después a mi madre, dígale que venga de inmediato. Al abrir la puerta encontraron a Lucía tendida en la cama, con una vieja fotografía entre sus manos, estaba dormida, pero no reaccionaba a las voces, y decidieron llamar a Tony como médico de la familia. En un santiamén, llegó toda la familia, sus hijos y sus nietos. -José Antonio, ¿Cómo la encuentras? ¿Qué tiene? ¿Se va a recuperar pronto? -Su corazón está muy débil, y parece que ella no quiere luchar, ahora está descansando y se siente agotada. -¿Podemos verla? -Será mejor que la dejemos descansar un momento y después ya iremos pasando. Todos estaban muy tristes, era mayor, pero nunca pensaron en que tendría que tocarle a ella, se veía tan sana, tan fuerte a pesar de sus ochenta y tres años. Todos la querían muchísimo, incluso su familia política porque siempre estuvo dispuesta a echar una mano en todo lo que se necesitara y cuido de los nietos cuando se requería. Ella así era feliz, no necesitaba de nadie, vivía sólo con Inés que era una señora cincuentona que se encargaba ayudarla en la casa y se hacían compañía. Ya era toda una rutina, los domingos comidas familiares en su casa, los sábados en casa de alguno de sus hijos y alguno sola, la visitaban muy seguido sus nietos que la adoraban y le llevaban algún detalle, además entre semana recibía la visita de sus nueras y de su hija que siempre estaban al pendiente de ella y todo marchaba correctamente y no se explicaban ese cambio tan repentino de salud. A los tres días les pidió que estuvieran presentes todos y que no faltara ninguno y así fue. -Hijos míos. Les quiero agradecer su preocupación y el estar al pendiente de mí, yo ya me siento lista y tranquila para irme, quiero JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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decirles que me voy muy satisfecha y muy contenta con mi vida, he amado intensamente y estoy rodeada de una familia maravillosa, pero ha llegado mi hora y… -¡Mamá! No digas eso, te vas a recuperar y estaremos festejando pronto la Navidad y nuestros cumpleaños y… -¡No hijo! Yo ya me quiero ir, y espero que me entiendan, quiero que sepan que los amo con toda mi alma. “Me voy feliz”. Esa fueron sus últimas palabras, todos quedaron muy desconsolados y más porque no se lo esperaban, se repetían una y otra vez que se encontraba bien y que de repente dio un bajón como si ella lo estuviera buscando, nadie supo decir quién era el de la fotografía un joven muy apuesto y de fondo un manantial, sólo había una fecha veinticinco de marzo de mil novecientos cuarenta y ocho, cuando Lucía tenía sus hermosos diecisiete años.
JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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AMOR SIN FINAL
Epílogo. Una luz brillante y hermosa la iluminó y al fondo, -¡Lucía! -¡Gustavo! Se miraron con un inmenso amor, eran unos jovencitos, habían regresado a la época en que se amaban con locura y no había nada que se interpusiera entre ellos, se había borrado los rencores, los errores y todo aquello que les hizo andar por diferentes rumbos. Se tomaron de la mano y se fueron caminando por la orilla del manantial.
JACQUELINE MEDINA CAMPOS
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