DE CUENTOS Y OTRAS YERBAS

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De cuentos y otras yerbas

Diciembre 2014 / N°36 / arg $14 - recargo interior $1

Historias de la calle

UN ENCARGO

por Juan Pablo Sanchez

PoesĂ­as / Relatos / Entrevistas / Cabeza Perez / Santiago Sorribas / Celeste Morales



Esta producción viene a... Recordar y reafirmar el rol cultural, artístico y popular de las creaciones literarias. Con esta idea como eje, la biblioteca consideró oportuno brindar en esta edición un espacio gráfico tangible donde se vuelquen escritos de las personas interesadas en participar. La comunicación popular siempre fue una actividad a la que Pocho le brindó mucha importancia, debido a una situación que perdura hasta estos años: el poco espacio brindado por los medios tradicionales y hegemónicos a las expresiones culturales sociales espontáneas, populares y no comerciales. A dejar una huella real en las producciones gráficas de la ciudad, ya que contará con producciones artísticas de escritores que se acercaron por su propia motivación. Si bien lo digital permite comunicaciones antes impensadas, una plataforma virtual impide el disfrute que genera recorrer líneas plasmadas en una hoja, uno de los mayores placeres para nuestra imaginación. La intención es que el lector la disfrute en mano, sin depender de conectividad; sin riesgos de dolores de cabeza y sin frotarse los ojos por tanta pantalla. Generar un espacio social donde se articulen distintas visiones y creaciones, conjugando obras de distintos autores, géneros, estilos y contenidos que permitan el divague por unos minutos; que inviten a la recreación de mundos y vidas que tal vez nunca podremos conocer más que por un cuento, una crónica o un poema. En definitiva, viene para ser leída.

SUMARIO 4

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Editorial

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Poesías Suburbanas - Celeste Morales

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Poesías Suburbanas - Andrés “Cabeza” Perez

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Historias de la calle - Juan Pablo Sanchez; “Un encargo”

Historias de la calle - Santiago Sorribas; “Apariencias”

Palabras más, palabras menos, entrevista a Santiago Sorribas


no nos olvidemos de nosotros

E

l próximo 19 de diciembre se cumplirán 13 años del asesinato de Claudio "Pocho" Lepratti. Por ello consideramos necesario recordar las incontables actividades que este militante social desarrolló durante sus 35 años de vida. Nació el 27 de febrero de 1966 en Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos. Hijo de Orlando Lepratti y Dalis Bel, el mayor de los seis hermanos: Osvaldo, Laura, Martín, Celeste y Camilo. Hacia 1990 radica definitivamente en la Ciudad de Rosario. Su primer domicilio es en el Barrio Empalme Graneros, y al año se muda al Barrio Ludueña. Desde ese momento participó activamente en las organizaciones del Padre Edgardo Montaldo. Participó y promovió la formación de una veintena

Editorial

de grupos de niños y jóvenes de las barriadas populares de Rosario. Fue parte de las instancias de coordinación con otros grupos como la revista El Angel de Lata, Los Movimientos Chicos del Pueblo y con todas las comunidades eclesiales de Base. Promovió la realización de campamentos y talleres de formación. Fue un promotor de grupos de huertas orgánicas y cría de pollos a través de su participación en el ProHuerta. Colaboró en la multiplicación de Talleres en los barrios en el marco de los cuales se formaron grupos de mujeres y jóvenes en temáticas como prevención en salud, y tareas como la producción de jabón, fabricación de hornos y desarrollo de comedores comunitarios. Ideó junto a la gente del barrio Ludueña los periódicos "La nota" y "La notita", los cuales eran realizados


por los pibes a través de la participación en un taller de comunicación popular. En su actividad gremial fue delegado de Base y congresal provincial de ATE, y congresal de la CTA. Claudio militó y acompañó activamente la organización de la lucha en solidaridad con los trabajadores en conflicto a través de movilizaciones, instalación de carpas de protesta y huelgas. Trabajó en el Crecer 19, y dió clases en la escuela del barrio Ludueña conocida como “la escuela del Padre Edgardo Montaldo” . También trabajó en la Cocina Centralizada de Rosario desde fines de 1992 hasta diciembre de 1996, a partir de entonces pasó a desempeñarse como personal no docente de comedores escolares en la Escuela 756 del barrio Las Flores, hasta el día en que lo asesinaron en 2001. Y, en la actualidad, y en su conmemoración, se encuentra en su antigua casa la Biblioteca popular Pocho Lepratti, junto a radio La Hormiga.

Biblioteca popular Pocho Lepratt. Virasoro BIS (entre Esmeralda y Chacabuco). Rosario, Santa Fe

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poesías suburbanas

Intentando ser Entre sombras me asomo Con susurros pequeños Hambrienta de morbo Pretendo ser recta A su vez, inepta e incorrecta. Mis pensamientos corren Desesperados entre tanto desconcierto Inmersos en el fango, cuestionan ¿Cómo logro calmarlos? Desearía saciar su descontento Empero, no dejo de proyectar bestialidad Y empobrecimiento ¿No veo, acaso, que ellos son extensiones de mi cuerpo? No puedo, mi ceguera ambigua coacciona Durmiéndolos, perdiéndolos. Son mis enemigos Enemigos privilegiados No sólo los odio, sino también los amo. Quiero brindarles sosiego, sólo alcanza para tenerlos anestesiados pero si juzgamos al ego el revoque cae en un instante inesperado. Se alzan las voces Voces de todos, voces de nadie. ¿Quién es el otro? ¿Tu amigo o un tronco? Campos minados atravieso ¿Por qué tanta artillería? ¿Por qué no abandonamos tal pedantería? Mentiras, mentiras por todos lados Mientras vos seguís acostado. Siendo mutilado por la escoria Que tanto te agobia.

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CELEsTE MORALES Estudiante comunicación Social


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Pensando Pensando, me vi a mi misma. Sentada, analizando, esquivando teorías pasivas, observando cómo sobrellevamos tu ser, mi ser, nuestro ser. Pensando, me desperté agitada Muchas horas de sueño, Horas de nada, Tiempos de fantasía perturbadora Me siento empastada. Pensando, me esfuerzo Intentado rearmar el terror, Desconcierto. “Blasfemias inconscientes”, Me quejo. Negras, opacas, tristes Son aquéllas. Qué pena autodestruirse despierto.

Pensando, viciada Estancada en dimensiones imperfectas Vuelvo a pensar “No te preocupes, Te quedaste dormida Y estás delirando, A veces somos humanos Nos vive pasando”. Pensando, retomo la línea Trazo irregular, punto excepcional ¿cómo es que hundí mi chacra? No creas en mis patrañas, No recuerdo tal infamia A menudo hablo con mis entrañas. Ellas me odian, se ensañan. Y aunque vos estés contento Pensando: “Qué lindo es el viento”, Ellas me absorben Me empañan.

Pensando, reflexioné silenciosamente Mi cara se pudre Mi odio, el deslumbre ¿No ves mi vacío en la cumbre? No vas a rellenarlo Me cago en vos y en tus mambos. Pensando, me dije ¿Vas a bajar el telón? Me gusta su color rojizo Su cierre, su fin.


poesías suburbanas

Mil siglos Son de esas caras que no se olvidan Pasan los años, los gobiernos, o se marchiten las rosas. Envidia de no tenerte, confort de sapiensa con él. Su fruto en la plata del pobre, el cobre que cubre sus cables. De cabeza gacha y mirada al suelo. Tristeza en la misma revancha que el dolor no pudo servir. Belleza es el ancla que engancha el recorrido del vapor de mi barco. Mil siglos escribiré Que ya no somos lo que somos. Mil siglos diré, hasta que pase la muerte a buscarme.

Nueva era Y así ni los inviernos escucharán mi grito de ayuda. Todas las playas se mancharan de azul, mientras la chica toma gaseosa con su pajita de acero delante de los jorobados que bailan pidiendo la llegada de la nueva era. Era mandioca, era el triunfo.

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CABEza

PEREZ

Estudiante de sonido Músico-compositor


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caduca Caduca mi cara vacía. Se llena de mimbre y misterio. Si alguna vez escuchas ladrar a la luna, Será porque ya estuvimos ahí. Cuando el perro sólo va, El perro solo termina. Así me dijo mi abuela, tan llena de aires.

volviendo Ya no voy a saber, ya no sé mi Sol. Ya viví las lunas y comprendí que esta es la única manera. Extrañaré las siestas al pasto, extrañaré mi otro yo. Pero ahora volví a ser quién supo ser quién era yo

Aunque Aún cuando la noche es joven las uñas veneran gamuza. Aún con tus ojos de noche recuerdo la vieja manía.

Aún mi mirada te abarca. Aún te conservo los días. Aún si quisiera tocarte. Aunque nunca seas mía 9


JUan pablo sanchez e estudiante comunicaci贸n Social


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“Oscuramente creyó intuir que el pasado es la sustancia de que el tiempo está hecho”

UN ENCARGO La espera, El Aleph (reedición, 1952)

V

ázquez está sentado en silencio, mirando por el ventanal del bar lows últimos arrebatos de la tormenta que fue gestándose durante todo el día anterior, que estalló durante la noche y prosiguió durante toda la madrugada, para ir apagándose al amanecer, más o menos a la hora en que Vázquez mira por el ventanal el aspecto melancólico que tiene la ciudad debajo del cielo gris. Para los demás habitantes del bar Vázquez no es tal, sino que simplemente es una figura robusta y algo encorvada que revuelve su café en una de las mesas contiguas a la puerta. Enfundado en un jacket inglés color azul marino con el infaltable chaleco, no rompe en lo más mínimo la homogeneidad de colores y formas que habitan el bar a esa hora de la mañana. Quien eche una mirada rápida desde la puerta del bar hacia su interior, o incluso desde la calle, no encontrará en Vázquez ninguna razón para posar sus ojos en él durante siquiera una milésima de segundo más que en cualquiera de las demás figuras que pwueblan el bar a esa hora de la mañana, y justamente eso es lo que él desea. Su capacidad para mimetizarse y pasar desapercibido casi en cualquier lugar no es producto de una personalidad anodina e insustancial, sino que es absolutamente deliberada y consciente, porque Vázquez evita constantemente llamar la atención. Algo extremadamente prudente y lógico, teniendo en cuenta su condición de asesino a sueldo. No recordaba exactamente la fecha en que se había iniciado en el oficio (evitaba siempre la palabra “profesión”), pero sabía que de ello habían pasado no menos de quince años, y jamás había tenido ni un solo inconveniente que lo obligara a replantearse su forma de hacer dinero. Apenas un par de veces se vio obligado a enfrentarse con algunos peces gordos que obviaron el pago de algún trabajo y quisieron quitarlo de en medio para ahorrarse unos pesos, con el resultado de que Vázquez seguía vivo, mientras que quienes quisieron traicionarlo ya no podrían jactarse de eso, ni de nada más. Por esto se consideraba exitoso, aunque no era jactancioso en lo más 11


Historias de la calle mínimo. Apenas admitía su capacidad para escrutar los aspectos más insondables de la personalidad humana a través de algunos mínimos gestos, miradas, tonos de voz, muchos de ellos prácticamente imperceptibles. Confiaba en que en esa capacidad para reconocer y elegir a la gente adecuada con la que trabajar radicaba el secreto de su éxito. Y esto, sólo aceptando el recurso retórico de considerar un éxito al hecho de asesinar gente sin tener que rendir cuentas por ello. Su pantalla era un negocio de artículos de fotografía que arrastraba desde su vida anterior, como a él le gustaba llamarla. El negocio era prácticamente lo único que le quedaba de aquella vida, más algunos cuantos recuerdos, pero frecuentemente contaminados con recuerdos de su vida de sicario, siempre más vívidos y más intensos, quizá por la fatalidad intrínseca de que esencialmente estaban compuestos. Contrariamente a lo recomendable para su oficio, Vázquez tenía costumbres muy arraigadas. Por ejemplo, utilizaba siempre el mismo automóvil de línea estándar, ligeramente modificado por él en algunas de sus funciones. También pasaba siempre por el mismo bar, antes y después de realizar un trabajo, y se sentaba siempre en la misma mesa, la tercera a la derecha de la puerta, la misma desde la que ahora mira la calle a través del ventanal, esperando el momento para salir a cumplir con su encargo. A todas luces, el trabajo era sencillo. Lo había contratado Arellano para quitar del medio a un fiscal que estaba investigando demasiado a fondo algunos asuntos que podían llegar a complicarle el negocio. Arellano era

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el jefe de una red de desarmaderos de autos robados, la más grande de la provincia, y tenía en un puño a casi todos los representantes de la ley. Por eso, cuando apareció el fiscal Perazzo, Arellano procedió como con todos los demás e intentó sobornarlo, comprarle su indiferencia. Sin embargo, este nuevo fiscal se había mostrado incorruptible, y de hecho había conseguido mandar a la cárcel a uno de sus esbirros más fieles, además de conectarlo a él con algunos delitos por narcotráfico, por lo que la red de la justicia estaba cada vez más cerca de atraparlo. En ese momento, Arellano tuvo que recurrir a los servicios de Vázquez. Es por eso que él se pasó dos meses vigilando de cerca al fiscal, siguiéndole los pasos, siendo su sombra. Al cabo de ese tiempo de investigación concluyó que el trabajo difícilmente presentara complicaciones, por lo que arregló el precio y la forma de pago, y se dispuso a ejecutarlo. Arellano le pagaría la mitad del dinero por adelantado, y la otra mitad después de que el trabajo estuviese realizado. Es por eso que Vázquez está sentado en el bar, mirando por la ventana los últimos resabios de la lluvia, demorando el momento de empezar a actuar. Sabe que está próximo a retrasarse demasiado y poner en peligro su trabajo, pero hace ya unos minutos Vázquez está dejando que le pase por encima una tropilla de recuerdos que él no desea, pero que tampoco pretende evitar. Él, mientras mira por la ventana, recuerda, aunque no quiera, que ya ha pasado un año desde que Laura lo abandonara, y ese recuerdo se encadena con otros, y cuando cae en la cuenta, desde el fondo de su memoria


de cuentos y otras yerbas emergen todos esos recuerdos que lo acorralan y lo increpan, y finalmente lo absorben y lo obligan a mantenerse estático en la silla y con la vista clavada en algún punto lejano, mirando sin ver. Sabe que es inconveniente dejar que las pasiones personales se mezclen con un trabajo de la naturaleza del que está por realizar, pero sencillamente no puede abstraerse de recordar a cada momento ese aniversario sombrío. A veces, una personalidad extremadamente firme y templada puede también albergar sentimientos de cándida ternura, y Vázquez recuerda a cada instante las caricias que se regalaban, los paseos por el parque, la sonrisa de ella cada mañana, los desayunos juntos, el sencillo regocijo de caminar junto a ella de la mano, el olor de su pelo, la dulce sensación de sentir sus dientes chocándose, el perfume de ella impregnado en su ropa, el roce tibio contra su piel, a ella mordiendo sus labios, a él perdiéndose en la geografía de su cuerpo de mujer, a los dos amándose sin reparos durante lo efímero de su conjunta eternidad. Vázquez le da un suave golpe a la mesa con su mano derecha, en un gesto simbólico con el que pretende detener la sucesión de recuerdos que lo fustigan. Acto

seguido pide la cuenta, deja el dinero encima del nerolite, y abandona el bar algunos minutos más tarde del momento establecido, con la urgencia de ir a cumplir el encargo de Arellano, con la necesidad de distraer su mente en otra cosa que no sea recordar a Laura a cada instante, con la pretensión de no fallar. Se estaciona a media cuadra de la casa de su objetivo. Durante dos meses ha estado vigilándola varios días y algunas otras noches, por lo que conoce absolutamente

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Historias de la calle todos los movimientos de ese barrio. Sabe exactamente a qué hora se abrirá la puerta del garaje, a qué hora saldrá el fiscal con su auto negro para ir rumbo al trabajo, sabe que debe frenar su propio auto detrás del auto de su objetivo exactamente treinta y dos segundos después de que el portón automático se abra, para que su objetivo no pueda huir en el automóvil ni meterse de nuevo en su casa por la puerta del garaje, que ya estará casi completamente cerrada para ese momento. Toma el maletín que lleva en el asiento del acompañante y saca el arma de su interior. Advierte el frío roce del metal, y se recuerda a sí mismo un año antes, estirando el brazo y sintiendo su cama igualmente fría. Laura, la única mujer a la que amó, lo abandonó mientras él dormía, furtivamente, sin una sola explicación, como un sueño que se sueña durante la noche y desaparece a la mañana siguiente con la luz del sol. Se odia a sí mismo por instalar su mente en ese lugar y en ese tiempo. Para mitigar su nuevo arrebato retrospectivo, intenta mentalizarse en el “aquí y ahora”, enseñanza espiritual que rescató de un libro sobre meditación, hasta que la alarma de su reloj lo pone de vuelta en acción. Cinco minutos después del sonido de la alarma, Vázquez ya tiene el automóvil encendido y el arma lista para disparar. A unos cincuenta metros, Vázquez ve abrirse el portón que ya conoce de memoria, y acto seguido el automóvil negro del fiscal Perazzo emergiendo del interior. Exactamente treinta y dos segundos después, Vázquez frena estrepitosamente detrás del auto del fiscal, y se baja velozmente con el arma apuntando hacia la ventanilla del conductor. Perazzo lo mira espantado mientras Vázquez se acerca un poco más para

asegurarse de que sus disparos sean certeros. Pero algo le llama la atención. Algo que cree haber visto durante el tiempo en que vigilaba a Perazzo, y que en un primer momento desdeñó, por parecerle un desatino de su alma atormentada. Algo que vio apenas una vez en esos dos meses. Algo como una figura humana en el asiento del acompañante una tarde de jueves. Algo, o más bien alguien, que le resultaba levemente familiar. Desde donde está no consigue visualizar completamente esa figura, por lo que Vázquez se acerca un poco más, y allí lo descubre, o, mejor dicho, lo reconoce. Porque sentada junto a Perazzo está Laura, tan hermosa como siempre, tan real como su pena, tan imposible de evitar. Fue menos su sorpresa que su abatimiento. En un primer momento quiso pensar que era un hecho meramente fortuito que Arellano le hubiera encargado ese trabajo a él, y que el destino le estaba jugando una broma soez. Casi inmediatamente desechó la idea de que el azar tuviera un asunto personal con él, y se dijo a sí mismo que el mundo es una innumerable sucesión de casualidades que se encadenan infinitamente, y que esa que él estaba protagonizando no era más especial que todas las demás que habitan el universo. Sombríamente concluyó que ése era el final del laberinto, que todos los senderos en los que el tiempo se había bifurcado un año atrás, lo traerían inexorablemente a este mismo instante, tan fatal como insoslayable, sin importar por cuál de ellos aventurara sus pasos. Fue armando el rompecabezas mentalmente, y entrevió que sus tantas noches de insomnio pobladas de recuerdos, que las innumerables evocaciones arrojadas a la negrura de su habitación vacía y las pocas lágrimas que quizá humedecieron su rostro, no eran un grito de esperanza ni el depositario


de cuentos y otras yerbas de la posibilidad de un regreso, sino que simplemente representaban el duelo posterior a su pérdida, el remordimiento necesario e inevitable en el que su alma se desgarraba por la certeza de que ya no volvería a verla, porque esa mujer que lo mira desde el interior del auto con los ojos cubiertos de lágrimas le resulta sorpresivamente ajena. Definitivamente comprendió que esa figura femenina le era ajena porque la que él recordaba ya había muerto un año atrás, porque esa mujer no podía ser aquella, porque aquella existía en su alma sólo con él a su lado; comprendió que ese hombre que lo mira con horror y que dentro de unos segundos estará muerto, también es él, porque muerto está el hombre que él era cuando estaba junto a Laura, y que ambos, Laura y él, cada uno por su lado y los dos juntos en el milagro de coincidir, tampoco existen ya. Llovía de nuevo cuando Vázquez abrió fuego.


Historias de la calle

santiago sorribas

Estudiante comunicación Social inquilino

Apariencias

S

e despierta, mira la hora: las siete marca el reloj. Hora de levantarse, piensa, más no quiere otra cosa que quedarse durmiendo, aunque sea un rato. Se dirige al baño. A su regreso, encuentra a su mujer ya sentada sobre la cama. La saluda con un beso. -¿Vas a trabajar hoy?- le pregunta -Sí como todos los días- responde. Va hacia el placard, después de sortear hábilmente los zapatos que se encuentran desparramados en el piso. Saca su mejor ropa de trabajo, en definitiva la que viste sólo un día a

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la semana, pues los restantes, decide interpretar un personaje diferente. Ya sentado, él también sobre la cama, se pone las medias. Luego se para, toma el pantalón de vestir gris, prolijamente planchado y se dispone a usarlo. Abotona la blanca camisa que aparenta haber sido lavada con mucha delicadeza. Ajusta la negra corbata alrededor del cuello, y culmina con un saco que hace juego con el pantalón. Después de desayunar, toma su bolso y abrigo. Sale a la calle. Dante Echeverría se complace al comprobar que no está solo, es

decir ante el andar de los demás transeúntes que se han levantado muy temprano también para trabajar. Cruza Avenida Francia, dispuesto a esperar la llegada del 119 en la intersección con Aristóbulo del Valle.


de cuentos y otras yerbas

Sube, saluda al colectivero y paga el boleto. Ahí mismo comienza su trabajo. Bolso cruzado sobre el hombro, abrigo sobre el bolso y sobre todo contemplación, atenta mirada. Camina hacia el final del colec-

tivo, se sienta en la última fila de asientos y observa. En eso se basa fundamentalmente su trabajo, en observar y esperar el momento indicado. Todo tipo de personas habitan colectivos: jubilados, estudiantes, pin-

tores, oficinistas, indigentes, vendedores, maestros, músicos, plomeros, escritores, albañiles, profesionales. De por cierto, Dante es un profesional. De la mirada, de la atenta mirada. Parece que va a bajar en la siguiente parada, pero no, se arrepiente. En la siguiente, tampoco. Titubea demasiado. -¿Qué pasa? ¿He perdido la habilidad?- Se pregunta a sí mismo. ¿Comienza a jugar la mala conciencia? No, simplemente es temprano y todavía no ha podido concretar su primer trabajo del día. Pero ahí está, se ubica detrás de una mujer, pasa la mano por debajo del abrigo que lleva sobre su bolso, y la introduce en la bolsa de la mujer. Un monedero. El alma le vuelve al cuerpo. Parece que no ha perdido la habilidad, y tampoco su trabajo. Dante es punga viejo, punga.

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palabras más, palabras menos

SANTIAGO SORRIBAS - ¿Cómo fue el proceso del cuento Apariencias? - Apariencias es un cuento que surge por un situación no tan grata que me tocó vivir en la vida cotidiana. Una experiencia que pensé terminaba el día en que sucedió. Bueno, la cuestión quedó ahí dando vueltas por mi cabeza y yo sentía que esa historia merecía ser contada. Así que me puse a trabajar y eso dio por fruto el relato en cuestión. Ah, me parece interesante aclarar que esa historia vino a confirmar en mí, más que nunca, la idea de que la “realidad supera ampliamente a la ficción”. - ¿Consideras qué es una de tus mejores producciones? - No sé si una de mis mejores producciones, pero le tengo un cariño especial porque me permitió transformar una mala experiencia en algo muy productivo como lo es un cuento. Lo considero un buen ejemplo de cómo muchas veces se pueden convertir la bronca e impotencia del momento en alegría y satisfacción superadoras. - Dejando de lado esta obra particular, ¿desde cuando despuntas el vicio de escribir y porqué? - Desde la escuela primaria., cuando la maestra de Lengua nos daba de ejercicio “composición tema libre”, con un amigo juntábamos los pupitres y muy entusiasmados nos poníamos a escribir cuentos. Había veces que estábamos tan compro-

metidos con la historia que hasta preferíamos perdernos el recreo con tal de seguir escribiendo (risas). Debo admitir que en el vicio de escribir fueron determinantes los libros que me regalaba mi abuela-empleada de la biblioteca argentina por 30 años, acá en Rosario. Y a la hora de fomentar la imaginación no puedo pasar por alto la pasión por el cine y las artes que me transmitió la arquitecta, mi vieja. - ¿Vas por lo cotidiano pensando historias o el momento y la historia a escribir fluye por un sentimiento espontáneo de inspiración? - Voy por el día a día pensando historias. Es más, diría que todo el tiempo en mi cabeza, además de otras tantas cosas (risas), andan dando vueltas ideas para ficcionalizar. Hay veces que creo historias que nacen y mueren en mi propia imaginación, y otras, que suele ser más frecuente, en que la historia surge de la experiencia personal. En este último ejemplo, juega un papel preponderante la observación. Soy muy observador, disfruto de poner atención en los detalles. Con respecto a la inspiración creo que tiene poco de espontáneo. Al contrario pienso que se debe trabajar mucho para conseguirla, y cuando llega aunque simule ser algo que fluye de manera espontánea, es el resultado de experiencias vividas que guardamos inconscientemente. - ¿Como ves la escritura y la lectura en el ambiente humano-tecno18

logico actual? - Tanto la escritura como la lectura están muy diversificadas. Es decir, ambas cuentan con muchos soportes que permiten tener al alcance de la mano con mucha más facilidad textos a los que antes era impensado acceder. Y también escribir y con sólo apretar un botón hacer público lo que digo. Creo que este flujo de opiniones e información constantes, hacen que lo que digo en este segundo al segundo siguiente no exista más. Está mucho más al orden del día lo efímero, lo superficial, pero no porque sea efímero y superficial en sí, sino porque el exceso de información y “exposición” lo convierten en tal. - La ultima, lo que quieras expresr jaja. - Ah para la próxima si es que me hacen una entrevista- que no lo creo- prefiero que sea personalmente y con un café de por medio. Así hablamos un rato más al pedo. Ah y si alguno se va de vacaciones a Mar del Plata en el verano hágame el favor si puede de traerme un docena de alfajores havanna de los negros. Gracias y abrazos.

Apariencias 3° Premio en género Narración, categoría Adultos del 4° Certamen Provincial de Cuento y poesía “Lucrecia Favot-2013”. Declarado de Interés Provincial por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe.




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