Romances y canciones de ciego

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ROMANCES Y CANCIONES DE CIEGO


ROMANCES Y CANCIONES DE CIEGO EL ROMANCERO POPULAR Es característico de la literatura española la existencia de una copiosísima cantidad de poemas breves, de carácter narrativo, los romances, transmitidos hasta nuestros días, a menudo por vía oral. El conjunto de esta enorme producción se designa con el nombre de romancero, si bien es preciso distinguir dentro de él diversas categorías según sus temas y según su origen. Métricamente los romances están formados por series indefinidas de versos octosílabos, rimando en asonancia los versos pares y dejando libres los impares. En un principio, los romances fueron predominantemente épicos y heroicos. Más tarde adquirieron también un tono lírico, siendo los siglos XIV y XV el principio y el apogeo de los primeros romances. La mayoría de los romances viejos o tradicionales nos han llegado como anónimos, a través de la tradición oral. ¿Cuál es su origen? Hoy se cree que los romances no son otra cosas que los fragmentos más gustados y más conocidos de los Cantares de Gesta que recitaban los juglares. De estas recitaciones, el pueblo recordaba los momentos culminantes que repetían y aprendían después. Los primeros romances, por tanto, son fragmentos de la poesía épica de Castilla transmitidos por tradición oral. Y los versos octosílabos son los hemistiquios en que se reparten los versos largos de los poemas épicos que constaban de 16 sílabas. El autor del romance es el del Cantar de Gesta. El pueblo no actúa sobre el romance más que para deformarlo, ya que el trasiego de boca en boca origina que, de cada romance, se encuentren infinidad de versiones, según el país y la época en que se hablan. La enorme popularidad de los romances haría, seguramente, a los juglares, componer a base de ellos sus recitales, creando poemas narrativos breves a imitación de los mismos.


Después de los romances juglarescos, vinieron los fronterizos y moriscos, tras los incidentes, torneos y aventuras durante la Reconquista. El pueblo musulmán (bravo y caballeresco) sirvió de protagonista a los referidos romances fronterizos. Son de destacar también los romances históricos, los carolingios, los novelescos, los líricos y los artísticos. El romancero español constituye un maravilloso mundo de poesía, sin par en la literatura mundial. La enérgica y rápida narración de los romances tradicionales épicos; la riqueza cromática y la brillante fantasía de algunos carolingios; el color y la animación de los fronterizos; la capacidad evocadora, el hondo patetismo o la ingenua malicia de los novelescos y la sugestión emotiva de los líricos, bastan para calificar al romancero español como uno de los más ricos y complejos conjuntos poéticos creados por la inspiración del pueblo. Desde el siglo XV hasta nuestros días evolucionaron los romances, hasta el punto que todos nuestros mejores poetas (Lope de Vega, Góngora, Quevedo, García Lorca, Antonio Machado…) han creado ellos mismos bellísimos romances artísticos. Pegalajar, como el resto de los pueblos de Sierra Mágina, no ha escapado al influjo de los romances, transmitidos de boca en boca hasta nuestros días. Y lo ha hecho con una música característica y propia (totalmente autóctona), que se diferencia notablemente de los municipios del entorno. No es posible saber la razón por la que nuestras gentes los incorporaron desde hace mucho tiempo a las fiestas de Navidad, cantándolos con la zambomba al par que los villancicos y los aguilandos. Hemos tenido la suerte de rescatar un buen número de ellos, junto con una numerosa cantidad de Canciones de Ciego o de Cordel, aprendidas de memoria por los vecinos del pueblo, tras escuchar la recitación correspondiente y adquirir (por unos céntimos) la transcripción escrita de la misma. Todas las pasiones del alma humana quedan reflejadas en las referidas canciones de ciego, que hacían llorar a nuestros mayores cuando las recitaban o cantaban a sus hijos y nietos. También los romances y las canciones de ciego, junto con los villancicos y los aguilandos, merecen ser conservados como patrimonio cultural de nuestro pueblo. JOAQUÍN QUESADA GUZMÁN. MAESTRO JUBILADO DE EDUCACIÓN PRIMARIA


LOS ROMANCES, SEGÚN AZORÍN “Romances, viejos romances, centenarios romances, romances populares. ¿Quién os ha compuesto? ¿De qué cerebro habéis salido y qué corazones habéis aliviado en tanto que la voz os cantaba? Los romances evocan en nuestro espíritu el recuerdo de las viejas ciudades castellanas, de las callejuelas de los caserones, de las anchas estancias con tapices, de los jardines con cipreses. Estos romances populares, tan sencillos, tan ingenuos, han sido dichos o cantados en el taller de un orfebre, en un cortijo, junto al fuego, de noche; en una calleja, a la mañana, durante el alba, cuando la voz tiene una resonancia límpida y un tono de fuerza y de frescura. Muchos de estos romances son artificiosos y pulidos. Os conocemos: vosotros habéis sido escritos por algún poeta que ha querido mostrar en ellos su retórica, su lindeza y su elegancia. Otros, breves, toscos, tienen la hechura y la emoción de la obra que ha sido pensada y sentida. Estos romances populares, ¿los ha compuesto realmente el pueblo? ¿Los ha compuesto un tejedor, un alarife, un carpintero, un labrador, un herrero? O bien ¿son estos romances la obra de un verdadero artista, es decir, de un hombre que ha llegado a saber que el arte supremo es la sobriedad, la simplicidad y la claridad? Romances caballerescos, romances moriscos, romances populares: a lo largo de vuestros versos se nos aparece la España de hace siglos. Entre todos los romances, amamos los más breves. Son estos romances unas visiones rápidas, sin más que un embrión de argumento. Han podido ser estos romances concebidos por un hombre no profesional de las letras. Los otros, más largos, más complicados, revelan un estudio, un artificio, diversas manipulaciones y transformaciones, que han hecho que la obra llegue a ser como hoy la vemos. Aquéllos son a manera de una canción que se comienza y no se acaba; algo ha venido a hacer enmudecer al autor; algo que no sabemos lo que es, y que puede ser fausto o trágico. Lo inacabado tiene un profundo encanto. Esta fuerza rota, este impulso interrumpido, este vuelo detenido, ¿qué hubieran podido ser y adónde hubieran podido llegar?


Estos romances breves reflejan un minuto de una vida, un instante fugitivo, un momento en el que un estado de alma que comienza a mostrársenos, no acaba de mostrársenos. Tiene la atracción profunda de un hombre con quien hemos charlado un momento sin conocerle, en una estación, en una antesala, y a quien no volveremos a ver. O el encanto, inquietante y misterioso, de una de esas mujeres que, no siendo hermosas, durante unas horas de viaje llegamos a encontrarles una belleza apacible, callada, que ya durante tiempo, desaparecida esa mujer en el remolino de la vida. ha de quedar en nuestra vida como un reguero luminoso”… José Martínez Ruiz. “Azorín”


EL PAJE Y LA INFANTA (VERSIÓN DE PEGALAJAR) – Gerineldo, Gerineldo, Gerineldito pulido, ¡quién te pillara esta noche dos horas a mi albedrío! – Como soy vuestro criado, os queréis burlar conmigo. – No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo: que a las diez se acuesta el rey y a las once está dormido, entre las once y las doce se cumple lo prometido. Con zapatitos de seda para subir al castillo. – ¿Quién ha sido ese pagano que a mi castillo ha subido? – Es el paje Gerineldo que viene a lo prometido. Lo ha cogido de la mano y en su cuarto lo ha metido. Se acostaron en la cama como mujer y marido. El rey que lo estaba oyendo, al encuentro le ha salido. – ¿Cómo mato a Gerineldo si lo he criao en de niño? Y si mato a la princesa, queda palacio perdido. Pondré mi espada por medio y que sirva de testigo. Y a lo frío del acero la infanta se ha conmovido. – Levántate, Gerineldo, mira que somos perdidos, que la espada de mi padre entre los dos ha dormido. – ¿Por ónde me voy, princesa, que no sea descubrido?

– Vete por esos jardines, cogiendo rosas y lirios. Y al tirar de una rosita al encuentro le han salido. – ¿Dónde vienes, Gerineldo, tan triste y tan pensativo? – Vengo del jardín, señores, de coger rosas y lirios. ¡La fragancia de una rosa me ha trastornado el sentido! – No lo niegues, Gerineldo, con la princesa has dormido. – ¡Dame la muerte, buen rey, supuesto la he merecido! – No te la doy, Gerineldo, que te he criao en de niño. Para mañana a estas horas seréis esposa y marido.

Informante: Catalina Guzmán López


EL PAJE Y LA INFANTA (VERSIÓN RECOPILADA POR MENÉNDEZ PIDAL) El romance de Gerineldo y la Infanta es uno de los más conocidos y difundidos por toda España. Está fundado en los legendarios amores de Eginardo, secretario y camarero de Carlomagno, con Emma, la hija del emperador. El detalle de la espada interpuesta en el lecho es un viejo símbolo jurídico indicador del respeto a la virginidad. Así, el rey del romance interpone su espada como expresión de un imposible deseo de proteger la pureza de su hija y, a la vez, como una acusación y una amenaza. Se transcribe a continuación la versión recopilada por Menéndez Pidal en algún otro lugar de España, con el único objeto de compararla con la de nuestro pueblo (mucho más pobre e incompleta, como consecuencia del trasvase oral a lo largo de muchas generaciones)… Lo mismo ha ocurrido en pueblos de nuestra misma Comarca (ver más adelante la versión recopilada en Jódar)… Es propio de los romances el referido trasvase oral dentro de la coincidencia fiel en la temática central… – Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, ¡quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido! ¡Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo! – Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo. – No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo. – ¿Y cuándo, señora mía, cumpliréis lo prometido? – Entre las doce y la una, que el rey estará dormido. Media noche ya es pasada, Gerineldo no ha venido.


– ¡Oh, malhaya, Gerineldo, quien amor puso contigo! – Abráisme, la mi señora, abráisme, cuerpo garrido. – ¿Quién a mi estancia se atreve, quién llama así a mi postigo? – No os turbéis, mi señora, que soy vuestro dulce amigo. Tomárolo por la mano y en el lecho lo ha metido. Entre juegos y deleites la noche se les ha ido, y allá hacia el amanecer los dos se duermen vencidos. Despertado había el rey de un sueño despavorido: “o me roban a la infanta o traicionan el castillo”. Aprisa llama a su paje pidiéndole los vestidos: – Gerineldo, Gerineldo, el mi paje más querido. Tres veces le había llamado, ninguna le ha respondido. Puso la espada en la cinta, adonde la infanta ha ido. Vio a su hija, vio a su paje, como mujer y marido. – ¿Mataré yo a Gerineldo, a quien crié desde niño? Pues si matare a la infanta mi reino queda perdido. Pondré mi espada por medio, que me sirva de testigo. Y salióse hacia el jardín sin ser de nadie sentido. Rebullíase la infanta tres horas ya el sol salido, con el frior de la espada la dama se ha estremecido.

– Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío. La espada del rey mi padre entre los dos ha dormido. – ¿Y adónde iré, mi señora, que del rey no sea visto? – Vete por ese jardín cogiendo rosas y lirios, pesares que te vinieren yo los partiré contigo. – ¿Dónde vienes, Gerineldo, tan mustio y descolorido? – Vengo del jardín, buen rey, por ver cómo ha florecido. La fragancia de una rosa la color me ha desvaído. – De esa rosa que has cortado mi espada será testigo. – Matadme, señor, matadme, bien lo tengo merecido. Ellos en estas razones la infanta a su padre vino: – rey y señor, no le mates, mas dámelo por marido. O si lo quieres matar la muerte será conmigo.

Recopilación realizada por Menéndez Pidal


EL PAJE Y LA INFANTA (VERSIÓN RECOPILADA EN JÓDAR) – Gerineldo, Gerineldo, Gerineldito pulido, quién te pillara esta noche tres horas a mi albedrío. – Como soy vuestro criado, señora os burláis conmigo. – No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo. Dale tres vueltas al palacio y otras tantas al castillo. Cada escalera que sube se le escapa un suspirillo. En la última escalera la princesa lo ha sentío. – ¿Quién ha sido ese animal, quién ha sido ese atrevío, que a deshoras de la noche en mi casa se ha metío? – Señora, soy Gerineldo, que vengo a lo prometío. Se agarraron a jugar como mujer y marío, y a eso de la media noche se han quedao dormiditos. Al rey que se le ofreció un mandao muy preciso fue al cuarto de la princesa y se los encontró dormíos. – ¿Cómo mato a Gerineldo si ende chico lo he tenío? Y si mato a la princesa queda el palacio perdío. Pondré la espada por medio y que sirva de testigo. Con el frío de la espada la princesa lo ha sentío.

– Levántate, Gerineldo, vete ya, dueño querío, que la espada de mi padre entre los dos ha dormío. – ¿Por dónde me iré yo ahora que no sea conocío? – Vete por esos jardines cogiendo rosas y lirios. El rey que ya lo sabía al encuentro le ha salío. – ¿Dónde vienes, Gerineldo, tan triste y descolorío? – Vengo por estos jardines cogiendo rosas y lirios, con el olor de las flores los colores se me han ío. – De esa rosa que has cortao mi espada será testigo. No me lo niegues, traidor, que con mi niña has dormío, y antes que llegue la noche tienes que ser su marío. Tengo juramento hecho a la Virgen de la Estrella, que mujer que haiga gozao no me he de casar con ella.

Versión del Paje y la Infanta recopilada en Jódar


EL PAJE Y LA INFANTA + LA BODA ESTORBADA (1ª VERSIÓN) Se han extendido las guerras por Francia y por Portugal, y a Gerineldo lo llevan de capitán general. – Si en siete años no vuelvo, princesa, puedes casar. Cumplidos los siete años, camino de ocho van, estando un día comiendo su padre comenzó a hablar: – ¿por qué no casas, princesa? – Papá, no puedo casar, que tengo carta en mi pecho que el rey conde vivo está. – Ponte el vestido de seda y encima un rico sayal, vete en visita en visita, vete en lugar en lugar, pidiendo una limosnita para poder transitar. Y a la subida de un cerro y al bajar de un arenal, vido venir un ganado con mucho yerro y señal. – Vaquerito, vaquerito, vaquerito, vaquerá. ¿De quién es ese ganado con tanto yerro y señal? – Es del conde Gerineldo que está mandado a esposar. De que estas palabras oye, se cayó al suelo mortal. – Vaquero, toma esta bolsa y ayúdame a levantar, y arrímame a las paredes a la puerta del zaguán. Y a pedir una limosna el rey conde vino a dar.

– ¡Ay, qué limosna tan corta para la que solíais dar! – ¿De dónde es usted, señora? – Soy de Francia natural. – ¿Sabe usted si la princesa está viuda o casá? – A vuestros pies la tenéis pa lo que gustéis mandar, y la señora de ahora que se venga de criá. – Eres el diablo, romero, o me has venido a tentar. – No soy el diablo, romero, ni te he venido a tentar, que el rey conde es mi marido y me lo vengo a llevar.

Informante: Catalina Guzmán López


EL PAJE Y LA INFANTA + LA BODA ESTORBADA (2ª VERSIÓN) Grandes guerras se publican por la tierra y por el mar, y a Gerineldo lo nombran por capitán general. Lloraba la condesita, no dejaba de llorar, terminan de ser casados se tienen que separar. – ¿Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? – Deja los meses, condesa, por años debes contar. Si a los tres años no he vuelto, viuda te puedes llamar. Pasan los tres y los cuatro, nuevas del conde no van, ojos de la condesita no cesaban de llorar. Un día, estando en la mesa, su padre le empieza a hablar: – deja el llanto, condesita, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te debes, hija, casar. – Carta en mi corazón tengo: Gerineldo vivo está. Dame licencia, mi padre, para el conde ir a buscar. – La licencia tienes, hija, mi bendición además. Se retiró a su aposento, llora que te llorará, un brial de seda verde que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal, esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás, cogió un bastón en la mano

y se fue a peregrinar. Anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar. Cansada va la romera, que ya no puede ni andar, subió a un puerto, miró a un valle y un castillo vio asomar. – Si aquel castillo es de moros, ellos me cautivarán, mas si es de buenos cristianos ellos me han de remediar. Y bajando unos pinares gran vacada fue a encontrar. – Vaquerito, vaquerito, te quisiera preguntar: ¿de quién llevas tantas vacas, todas de un hierro y señal? – De Gerineldo, señora, que en aquel castillo está. – Vaquerito, vaquerito, más te quiero preguntar: y tu amo, Gerineldo, ¿cómo vino por acá? – De la guerra vino rico, mañana se va a casar. Ya están muertas las gallinas, ya están amasando el pan, mucha gente convidada de lejos llegando va. – Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me debes de encaminar. Jornada de todo un día y medio hubo de andar. Llegada frente al castillo Gerineldo fue a encontrar. – Una limosna, buen conde, por Dios y su caridad.


– ¡Oh, qué ojos de romera, en mi vida los vi tal! – Sí los habrás visto, conde, que de Sevilla vendrán. – ¿De Sevilla es la romera? ¿Qué se cuenta por allá? – De Gerineldo, señor, poco bien y mucho mal. Se ha echado mano al bolsillo, un real de plata le da. – Para tan grande señor poca limosna es un real. – Que pida la romerica, que lo que pida tendrá. – Pido ese anillo de oro, que en su dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal. – ¿No me conoces, buen conde? ¡Mira si conocerás el brial de seda verde que me diste al desposar! Al mirarla con tal traje el conde cayó hacia atrás. Ni con agua ni con vino lo podían consolar, sino con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al conde mortal, abrazando a la romera Gerineldo fue a encontrar. – Malas mañas saca el conde, que no podré yo olvidar, pues viendo una buena moza sólo piensa en abrazar. ¡Malhaya la romerica, quién la trajo para acá!

– No la maldiga ninguno que es mi mujer natural. Con ella vuelvo a mi tierra, adiós, señores, quedad. Quédese con Dios la novia, vestidita y sin casar, que los amores primeros son muy malos de olvidar.

Informante: Juan Jesús Merino García


EL PAJE Y LA INFANTA + LA BODA ESTORBADA (3ª VERSIÓN) Nueva versión (no recopilada en Pegalajar), que debemos comparar con las recogidas y cantadas en nuestro pueblo con motivo de la Navidad… Grandes guerras se publican entre España y Portugal. Pena de la vida tiene quien no se quiera embarcar. A Gerineldo le nombran de capitán general. Del rey se fue a despedir, de su esposa otro que tal. La condesa, que era niña, todo se le va en llorar. – Dime, conde, ¿cuántos años tienes de echar por allá? – Si a los seis años no vuelvo, condesa, os podéis casar. Pasan los seis y los ocho, pasan diez y pasan más; Gerineldo no tornaba ni nuevas suyas fue a dar. Estando en su estancia sola, fuéla el padre a visitar: – ¿qué tienes, hija querida, que no cesas de llorar? – Padre de toda mi alma, por la Santa Trinidad, que me queráis dar licencia para el conde ir a encontrar. – Mi licencia tenéis, hija, haced vuestra voluntad. La condesa, al otro día, al conde se fue a buscar, triste por Italia y Francia, por la tierra y por la mar. Ya estaba desesperada, ya se torna para acá, cuando gran vacada un día divisó allá en un pinar.

– Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, que me niegues la mentira y me digas la verdad: ¿de quién son estas vaquitas que en estos montes están? – De Gerineldo, señora, que manda en este lugar. – ¿Y de quién son esos trigos que cerca están de segar? – Señora, del mismo conde porque los hizo sembrar. – ¿Y de quién tantas ovejas que a corderos dan mamar? – Señora, de Gerineldo, porque los hizo criar. – ¿De quién, dime, esos jardines y ese palacio real? – Son del mismo caballero, porque allí suele habitar. – ¿Y de quién son los caballos que se oyen relinchar? – De Gerineldo, que suele con ellos ir a cazar. – ¿Y quién es aquella dama que un hombre abrazando está? – La desposada señora con que el conde va a casar. – Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, toma mi ropa de seda y vísteme tu sayal, que ya hallé lo que buscaba, no lo quiero, no, dejar.


– Agárrame de la mano Y, cabalgando de un salto, y a su puerta me pondrás, a su esposa fue a tomar, que a pedirle voy limosna que, de alegría y contento, por Dios, si la quiere dar. no cesaba de llorar. Desque estuvo la condesa Corriendo iba, corriendo, del palacio en el umbral, corriendo va sin parar, una limosnita pide hasta que llegó al castillo que se la den por piedad. donde es señor natural. Y fue tanta su ventura, Quedádose ha la novia aún más que era de esperar, vestidita y sin casar, que la limosna demanda que quien de lo ajeno viste y el conde se la fue a dar. desnudo suele quedar. – ¿De dónde eres, peregrina? – Soy de España natural. – ¿Y cómo llegaste aquí? – Vine mi esposo a buscar, por tierra pisando abrojos, pasando riesgos en el mar, y cuando le hallé, señor, supe que se iba a casar, supe que olvidó a su esposa, su esposa que fue leal, su esposa que por buscalle cuerpo y alma fue a arriesgar. – Romerica, romerica, calledes, no digas tal, que eres el diablo sin duda que me vienes a tentar. – No soy el diablo, buen conde, ni yo te quiero enojar, soy tu mujer verdadera y así te vine a buscar. El conde, cuando esto oyera, sin un punto más tardar, un caballo muy ligero ha mandado aparejar, con cascabeles de plata, guarnido todo el pretal, con los estribos de oro, las espuelas otro tal. Versión no recopilada en Pegalajar, que demuestra de nuevo el trasvase oral antes comentado


LA LOBA Y LOS PERROS Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas altas iban y la luna rebajada. Mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada. Venían echando suertes cuál entrará en la majada. Le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda, que tenía los colmillos como puntas de navaja. Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada. A la otra vuelta que dio sacó la borrega blanca, hija de la oveja churra, nieta de la orejisana, la que tenían mis amos para el Domingo de Pascua. – ¡Aquí mis siete cachorros, aquí, perra trujillana! ¡Aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda! Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza, y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada. Los perros, tras de la loba, las uñas se esmigajaban. Siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias. Y, al subir un cotorrito, la loba ya va cansada.

– ¡Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba! – No queremos la borrega de tu boca alobadada, que queremos tu pelleja pa el pastor una zamarra; el rabo para correas para atacarse las bragas; de la cabeza, un zurrón para meter las cucharas; las tripas, para vihuelas para que bailen las damas.

Informantes: Andrés Ibáñez Expósito Catalina Guzmán López Juan Medina Ruiz Miguel Rentero Cordero Pedro Torres Ruiz Tomás Guzmán López


LOS PRIMOS ROMEROS (1 ª VERSIÓN DE PEGALAJAR) Hacia Roma caminan dos peregrinos, a que los case el Papa porque son primos.

Llegaron a palacio, suben parriba, y delante del Papa se le arrodillan. (Al estribillo)

ESTRIBILLO Al arbolito, al arbolé, al árbole seco que al verde no sé. Sombrerito de paja lleva el mozuelo, y la peregrinita de terciopelo. (Al estribillo) En mitad del camino había un juncal, donde la peregrina quiso escansar. (Al estribillo) Y al pasar el arroyo de Santa Clara, se le cayó el anillo dentro del agua. (Al estribillo) Y al sacar el anillo sacó un tesoro, una Virgen del Carmen y un San Antonio. (Al estribillo)

El Papa les ha dicho de dónde eran: ella ha dicho de Cabra y él de Lucena. (Al estribillo) El Papa les ha dicho que qué edad tienen: ella dice que quince y él diecinueve. (Al estribillo) Es el peregrinito tan desinquieto, que delante del Papa le ha dado un beso. (Al estribillo) Y es la peregrinita tan vergonzosa, se le ha puesto la cara como una rosa. (Al estribillo) Y el Papa va y les dice: – aunque soy santo, ¡quién tuviera la dicha para otro tanto! (Al estribillo)


Y el Papa les ha echado de penitencia, que no se den la mano hasta Valencia. (Al estribillo) El sobrino del Papa le hizo una seña, a la peregrinita que no se fuera. (Al estribillo) Pero el peregrinito, como lo entiende: – vámonos, chacha mía, que nos conviene. (Al estribillo) Llegaron a Valencia, piden un cuarto para la peregrina que va de parto. (Al estribillo) Y a la entrada del cuarto parió una niña, por nombre le pusieron María Joaquina. (Al estribillo) Informante: Catalina Guzmán López


LOS PRIMOS ROMEROS (2ª VERSIÓN DE PEGALAJAR) Hacia Roma caminan dos peregrinos, a que los case el Papa porque son primos. ESTRIBILLO ¡Ay de mi amor, ay de mi amante! ¡Ay de mí, que no puedo olvidarte!, que si pudiera, bien sabe Dios del cielo, un bailador, la morena con la viola que así lo hiciera. Sombrerito de paja lleva el mozuelo, y la peregrinita de terciopelo. ¡Ay de mi amor, ay de mi amante! ¡Ay de mí, que no puedo olvidarte!, que si pudiera, bien sabe Dios del cielo, un bailador, la morena con la viola que así lo hiciera. En mitad del camino… etc. (Ver las siguientes estrofas en la 1ª versión) Informante: Catalina Guzmán López


LOS PRIMOS ROMEROS (3ª VERSIÓN, RECOPILADA EN LA CERRADURA) Hacia Roma caminan dos valencianos, porque pecaron siendo primos hermanos. ESTRIBILLO Tun, tururún, tun, tun, moriné, moriné, pastor, pastor. Y era de montoné, y era de montoná. De bolín, de bolín, de bolán, de bolán, de turún, tun, tun, de tarán, tan, tan, era de bolín, de bolán, de turún, de tarán. Y era de montoné, y era de montoná. Sombrerito de paja lleva el mozuelo, y la peregrinita de terciopelo. Tun, tururún, tun, tun, moriné, moriné, pastor, pastor… Idem en las siguientes estrofas… (ver versión de Pegalajar)

Informantes: Gregorio Pérez Martínez Manolita Martínez Garrido


LA DAMA Y EL PASTOR – Pastor que estás en el campo de amores tan descuidado, escucha a una gentil dama que por ti se ha desvelado.

– Pastor que estás en la sierra durmiendo entre los helazos, si te casaras conmigo dormirías en mis brazos.

Responde el villano vil: – yo contigo no he tratado, tengo en la sierra el ganado, sí, sí, y allí me tengo que ir, adiós.

– No me importan tus abrazos, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y a cuidarlo debo ir, adiós.

– Pastor que comes centeno y usas cucharas de palo, si tomaras mis amores comieras pan de regalo.

– Pastor que estás en el campo durmiendo entre las cornetas, si te casaras conmigo dormirías entre… macetas.

– A buen hambre no hay pan malo, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra, sí. sí, y con él quiero yo ir, adiós.

– No me gustan tus recetas, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y con él quiero dormir, adiós.

– Pastor que estás en el campo durmiendo entre la retama, si te casaras conmigo dormirías en mi cama.

– Pastor que estás en el campo durmiendo entre las ortigas, si te casaras conmigo dormirías entre cortinas.

– Anda tú a otra puerta y llama, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra, sí, sí, y con él voy a dormir, adiós.

– Déjate ya de pamplinas, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y con él me voy a ir, adiós.

– Pastor que estás en el campo durmiendo entre los peñones, si te casaras conmigo dormirías en colchones.

– Deja la sierra y su nieve, que tu frío me da pena. Ven, caliéntate en mi fuego, tendrás una noche buena.

– Yo no duermo entre balcones, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra, sí, sí, y con él quiero yo ir, adiós.

– Yo no quiero vuestra cena, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y con él tengo que ir, adiós.


– Mi ganadico y el tuyo pastarán en prado llano. Juntos han de retozar largas siestas del verano.

– Pastor, cásate conmigo que mi padre es panadero. Tú no tendrás más oficio que todo el día cerniendo.

– Yo me levanto temprano, responde el villano vil. Mi ganado está en la sierra, sí, sí, guardadico en su redil, adiós.

– Otro oficio estoy aprendiendo, responde el villano vil. Mi ganado está en la sierra,sí,sí, y allí me tengo que ir, adiós.

– Tres viñas de tierra buena te daría en casamiento, una jaca y un jumento, cien cabras y una colmena.

– Pastor, cásate conmigo que mi padre tiene un carro, para que vayas a ver todos los días el ganado.

– Nunca llueve como truena, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra, sí, sí, y allí me tengo que ir, adiós.

– No necesito ir montado, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y con él voy a dormir, adiós.

– Como la harina y la nieve de mi cuerpo es la blancura, rostro de leche y coral, delgadita de cintura.

– Pastor, cásate conmigo que mi padre tiene un coche, para que vengas a verme los sábados en la noche.

– Mucho bueno poco dura, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra, sí, sí, y con él tengo que ir, adiós.

– Ya no me quedan reproches, responde el villano vil. Tengo el ganado en la sierra,sí,sí, y con él me voy a ir, adiós.

– El cuello tengo de garza, tan dulce como la miel, las teticas agudicas que el sostén quieren romper.

– Pastor que estás en el campo bebiendo de toas las aguas, ¡que no bebieras de una, sí, sí, que con ella reventaras, adiós!...

– No me puedo detener por más que tengas ahí. Mi ganado está en la sierra, sí, sí, y con él me quiero ir, adiós.

Informantes: Catalina Guzmán López María Francisca Quesada Rentero María Torres Ruiz


LA MOLINERA Y EL CORREGIDOR En la provincia de Huelva había un molinero honrado, que ganaba su sustento con un molino alquilado. Y era casado con una moza como una rosa, y era tan bella que el corregidor, amo, se prendó de ella. (bis 2 últimos versos) La regalaba, la visitaba, la cortejaba, la perseguía, hasta que un día le declaró el asunto que él pretendía. (bis 2 últimos versos). Responde la molinera: – vuestros favores admito, lo que siento es mi marido que nos pille en el garlito, porque el maldito tiene una llave, con la cual cierra, con la cual abre, cuando es su gusto y si viene y nos coge ¡Jesús qué susto! (bis 2 últimos versos) Responde el corregidor: – yo puedo hacer que no venga, en mandándole al molino algo que allí lo entretenga o lo detenga.

Pues como digo, cebada o trigo porción bastante, que lo muela esta noche que es importante, (bis 2 últimos versos) bajo la multa que traigo oculta de doce duros, así será del modo estemos seguros. (bis 2 últimos versos). Allí por aquel molino ha pasado un pasajero, que entendía de moler tanto como el molinero. Le dice: – amigo o como digo, si usted está ansioso o deseoso por irse, amigo, váyase, que sin falta yo muelo el trigo. (bis 2 últimos versos). Molinero agradecido escapó como un cohete y a las doce de la noche abre la puerta y se mete, y en su bufete vido a su dama con gran desvelo, con el corregidor y ambos de sueño. (bis 2 últimos versos). La ropa estaba sobre una silla muy bien doblada, reloj, capa y sombrero, bastón y espada. (bis 2 últimos versos)


El molinero se puso, con contento y alegría, del corregidor la ropa, se quitó la que él traía. Pilló la guía y el pasapasa, por ver si pasa, y hacia su casa llegó a la puerta. Salió a abrir el criado que estaba alerta. (bis 2 últimos versos). Y como iba tan disfrazado, sin ser notado subió a la cama con la corregidora que es linda dama. (bis 2 últimos versos). Cuando se vio el molinero en aquella linda cama, estuvo toda la noche como pájaro en la jaula: subía y bajaba, bajaba y subía, así toda la noche hasta ser de día. (bis 2 últimos versos). Despertó el corregidor a ver la hora procura, ha echado mano al reloj y extrañó la vestidura. La molinera algo se altera y ha respondido: – señor, que ése es el traje de mi marido. (bis 2 últimos versos). Dónde me oculte o me sepulte, que no me entiendan, yo me voy con usía que me defienda. (bis 2 últimos versos).

De que vio el corregidor que el delito le acobarda, por salirse de allí pronto el vestirse no se tarda: con capa parda, chupa y calzones con mil lirones y mil remiendos, las polainas se ataba con unos vendos, (bis 2 últimos versos) y las albarcas de piel de vaca y la montera. Echó a andar y siguióle la molinera. (bis 2 últimos versos). Y llegaron a la puerta y nadie les respondía, desde lo alto de la casa que qué se les ofrecía. – Y anda, so tonto, ¿no me conoces que soy tu amo? ¿Por qué no abres la puerta cuando te llamo? (bis 2 últimos versos) – Y anda tú muela a que tu agüela la rica trama, que mi amo ya hace rato que está en la cama. (bis 2 últimos versos)


Los tuvieron en la puerta, de buena o de mala gana, desde las doce de la noche hasta otro día en la mañana. – Y anda, so tonto, ¿no me conoces que soy tu amo? ¿Por qué no abres la puerta cuando te llamo? (bis 2 últimos versos) Cuando la corregidora vido que no es su marido, se ha tirado de la cama como león enfurecido. – Y anda, atrevido, ¿dónde has entrado? Me has propasado mi gran decoro. – Y en llegando allí abajo se dirá todo. (bis 2 últimos versos) Y bajaron allí abajo y de que juntos se vieron, pa que nadie lo notara en un cuarto se metieron. Y dispusieron, por los agravios y los desquites celebrar este chasco con un convite. (bis 2 últimos versos). Y esto, señores, sirva de norte: porque en los pueblos, por el dinero, hay más corregidores que molineros, hay más corregidores que molineros. Informantes: María Francisca Quesada Rentero, María Torres Ruiz, Catalina Guzmán López, Ana Navas García y Manuel Mengíbar Valero.


EL PASTOR DESESPERADO Por aquel lirón arriba lindo pastor va llorando, del agua de los sus ojos el gabán lleva mojado. – Buscaréis, ovejas mías, pastor más aventurado, os lleve a la fuente fría y os caree con su cayado. ¡Adiós, adiós, compañeros, las alegrías del antaño! Si me muero deste mal, no me enterréis en sagrado. No quiero paz de la muerte, pues nunca fui bien amado. Enterradme en prado verde donde paste mi ganado, con una piedra que diga: “aquí murió un desdichado; murió del mal del amor, que es un mal desesperado”. Ya lo entierran al pastor en medio del verde prado, al son de un triste cencerro que no hay allí campanario. Tres serranitas le lloran al pie del monte serrano. Una dice: – ¡ay, mi primo! Otra dice: – ¡ay, mi hermano! Y la más chiquititilla: – adiós, lindo enamorado, mal te quise por mi mal, siempre viviré penando. Informante: Miguel Rentero Cordero


LA SERRANA DE LA VERA Allá en Garganta la Olla, a la vera de Plasencia, salteóme una serrana, blanca, rubia, ojimorena. Trae recogidos los rizos debajo de la montera; al uso de cazadora gasta falda a media pierna. Botín alto y argentado y en el hombro una ballesta; de perdices y conejos lleva la pretina llena. Detúvome en el camino y ofrecióme rica cena; tomárame por la mano para guiarme a su cueva. No me lleva por caminos ni tampoco por veredas, sino un robledal arriba espeso como la hierba. Al entrar en la cabaña, me mandó cerrar la puerta, pero yo, de prevenido, la dejé un poco entreabierta. Dióme yesca y pedernal para que lumbre encendiera, y al resplandor de la llama vi un montón de calaveras. – ¿Cuyos son aquestos huesos? ¿Cuyas estas calaveras? – Hombres fueron que he matado, porque no me descubrieran. Tú alégrate, caminante buena noche nos espera. De perdices y conejos sirvióme una rica cena, de pan blanco y de buen vino y de su cara risueña. Si buena cena me dio, poco pude comer de ella.

Si buena cena me dio, muy mejor cama me diera, sobre pieles de venado su mantelina tendiera. Viendo que no me rendía porque al sueño me rindiera, a mí me dio un rabelillo, ella toca una vihuela. Por un cantar que ella canta, yo cantaba una docena; pensó adormecerme a mí, mas yo la adormecí a ella. En cuanto la vi dormida fui muy pasito a la puerta, los zapatos en la mano para que no me sintiera. Salí y comencé a correr sin atrás volver cabeza. Dos leguas llevaba andadas, la siento de peña en peña, saltando como una corza, bramando como una fiera: – ¡caminante, caminante, que la montera te dejas! – Mucho palo hay en el monte para hacer otra más buena. Una honda que traía la cargó de una gran piedra. Con el aire que la arroja derribóme la montera, y la encina en que pegó partida cayó por tierra. – ¡Aguárdate, lindo mozo, vuélvete por tu montera! – La montera es de buen paño, pero, ¡aunque fuera de seda! – ¡Ay de mí, triste cuitada, por ti seré descubierta! María F. – Descubierta no serás Quesada hasta la venta primera. Rentero


LA MUERTE OCULTADA Ya viene don Pedro de la guerra herido, y viene llorando por ver a su hijo. (bis) – ¿Cómo estás, Teresa, de tu feliz parto? – Yo estoy bien, don Pedro, y tú vienes malo. (bis) – Y acaba de darme estas tus razones, que me está esperando el rey en las Cortes. (bis) Al salir del cuarto don Pedro expiraba, se quedó su madre muy desconsolada. (bis) Cierren las ventanas, corran las cortinas, pa que no se entere la recién parida. (bis) – Dígame usted, suegra, como buena amiga, ¿qué ruido es ése que hay en la cocina? (bis) – Yo te digo, nuera, como buena amiga, jugando a los naipes como tú sabías. (bis) Toquen las campanas con mucha alegría, pa que no se entere la recién paría. (bis) Ya cumplió Teresa los cuarenta días, va a salir a misa la recién paría. (bis)

– Dígame usted, suegra, como buena amiga, qué vestido me pongo para ir a misa. (bis) – Yo te digo, nuera, como buena amiga, que te pongas el negro que te convenía. (bis) Al salir de misa todos le decían: – ¡qué viuda tan guapa, qué viuda tan linda! (bis) – Dígame usted, suegra, como buena amiga, ¿qué palabras son ésas que a mí me decían, qué viuda tan guapa, qué viuda tan linda? – Yo te digo, nuera, como buena amiga, don Pedro se ha muerto, tú no lo sabías. (bis) Se metió en un cuarto, corrió las cortinas, y con un guchillo se quitó la vida. (bis) Toquen las campanas con mucha tristeza, porque ya se han muerto don Pedro y Teresa. (bis)

Informantes: Catalina Guzmán López Pedro Quesada Morillas


LA MALA SUEGRA La Carmela se pasea por una salita alante, con los dolores del parto que el corazón se le parte. (bis) Se ha asomado a una ventana donde solía asomarse. – ¡Ay de mí, quién no estuviera en las salas de aquel valle! (bis) ¡Quién tuviera una casita al ladito de mis padres, para pasar los dolores en los brazos de mi madre! (bis) La suegra la estaba oyendo por el ojo de una llave. – Coge, Carmela, la ropa y a parir casa de tu madre. (bis) Si a la noche viene Pedro yo le pondré de cenar, yo le pondré ropa limpia para ir a pasear. (bis) A la noche viene Pedro. – Mi Carmela, ¿dónde está? – Se ha marchao con sus padres, nos ha tratao muy mal. (bis) La Carmela ya se ha ido, porque no podía aguantarme, lo cual nos ha maldecido hasta el último linaje. (bis) A mí me ha tratao de puta, a ti, hijo, de criminal. Hijo mío, si no la matas, no comerás más mi pan. (bis) – Mil veces la mataría si supiera la verdad. – La verdad es, hijo mío, quien como está en el altar. (bis) Monta Pedro en su caballo y la espada por delante, y al entrar en la cocina se encuentra con la comadre. (bis)

– Buenos días tengas, Pedro, ya tenemos un infante, al infante lo gocemos la Carmela y Dios lo sabe. (bis) – Levanta de ahí, Carmela. – ¿Cómo quieres que levante, de tres horitas parida no hay mujer que se levante.(bis) – Levanta de ahí, Carmela, no vuelvas a rechazarme, que a las ancas del caballo tengo intención de llevarte. (bis) Monta Pedro en su caballo y la Carmela delante, anduvieron siete leguas sin uno ni el otro hablarse. (bis) – ¿Por qué no hablas Carmela? – ¡Cómo quieres que te hable, si los pechos del caballo van bañaditos en sangre! (bis) – Confiésate a mí, Carmela, que yo se lo diré a un fraile, pues detrás de aquella ermita tengo intención de matarte. (bis) – Pues mátame aquí mismo, aquí que no nos ve nadie. Las campanas de aquel pueblo ya empiezan a redoblarse. (bis) – ¿Quién se ha muerto, quién se ha muerto? – La condesa de Olivares, habló el niño con dos días, que la ha matado mi padre. (bis) En el infierno hay dos sillas pa mi abuela y pa mi padre. En la gloria hay otras dos, para mí y para mi madre. (bis) Informante: Catalina Guzmán López


EL QUINTADO + LA APARICIÓN DE LA ENAMORADA MUERTA

(VERSIÓN DE PEGALAJAR) Ciento mil quintillos iban y otros cientos que llevaban, y uno de ellos que iba mucha pena que llevaba, con su gran calzón de punto y grandes medias de seda, y su gran zapato blanco atado a una cinta negra. Estando un día comiendo su capitán le dijera: – ¿qué te pasa soldadito?, parece que tienes pena. ¿Es por madre o es por padre o es por abuelo o abuela? ¿Lloras porque eres soldado o porque vas a la guerra? – No es por madre ni por madre, ni por abuelo, ni abuela. Es por una mujercita, ni es casada ni soltera, que el día que a mí me quintaron fueron mis bodas y fiestas. Si quiera una nochecita que pude dormir con ella. No lloro por ser soldado ni porque voy a la guerra, que el día que yo me vine me dejé a mi Amalia enferma. – Coge tu caballo y vete, vete ya a cumplir con ella, que con un soldado menos también se gana la guerra. Ha echado mano al bolsillo, se ha sacado una cartera, y una cadena de oro a su capitán le entrega.

– Tenga usted, mi capitán, para que se sirva de ella, el día de mis esponsorios me la regaló mi prenda. Se ha montado en su caballo y se ha ido a cumplir con ella. Al saltar un barranquillo el caballo le retiembla. – Vuélvete, soldado, alegre, vuélvete para la guerra, que tu Amalia ya se ha muerto, enterrá en el pueblo queda. Que tu Amalia ya se ha muerto, es cierto que yo la vi. las velas que la alumbraban pasaban de cinco mil, cuatro frailes la llevaban todos a misa decir. – Si eres mi querida Amalia, echa los brazos a mí. – Brazos con que te abrazaba a la tierra se los di. Labios con que te besaba a la Virgen se los di. Cásate, soldado, alegre, cásate y no estés así, la primer niña que tengas ponle Amalia como a mí, para cuando la llamares que te acordares de mí. – No me caso, no me caso, ni tampoco estoy así, que me voy a meter a fraile, fraile de San Agustín, la primer misa que diga la ofreceré para ti.

Informante: Catalina Guzmán López


EL QUINTADO + LA APARICIÓN DE LA ENAMORADA MUERTA

(VERSIÓN DE LA CERRADURA) Un batallón afamado, un batallón de bandera, más de cuatrocientos iban todos cantan y se alegran. Más de cuatrocientos iban, todos y cantan y se alegran, menos un pobre soldado que tiene la gorra negra. Le pregunta el capitán: – ¿por qué tienes tanta pena? ¿Es que te marea el mar o el humo de la caldera? – A mí no me marea el mar ni el humo de la caldera. Es que al mes de estar casado me mandan para la guerra. – ¿Tan guapa es tu mujer que tanto te acuerdas de ella? – Su cara parece un sol y sus ojos dos estrellas. Y si usted la quiere ver, tengo un retrato de ella. Se la enseña al capitán, se ha enamorao de ella. – Márchate, soldado, marcha, márchate a vivir con ella, que con un soldado menos igual se acaba la guerra. Cuando va por el camino, un peregrino se encuentra. – ¿Dónde vas tú, Antoñito, dónde vas por estas tierras? – Voy en busca de mi Elvira, que gana tengo de verla. – Vuélvete tú, Antoñito, vuélvete tú desde aquí, que tu Elvira ya se ha muerto, el entierro yo lo vi.

– Esté muerta o esté viva a verla tengo que ir. Siguió el camino adelante y vio una sombra venir. Era su querida Elvira que se venía a despedir. – No te asustes tú, Antoñito, no te asustes tú de mi, que soy tu querida Elvira que me vengo a despedir. El camino fueron juntos, juntos en conversación, y al despedirse de ella estas palabras le habló: – cásate tú, Antoñito, cásate y no estés así, la primer niña que tengas ponle Elvira como a mí, pa que siempre que la mientes tengas recuerdos de mí. – No me caso, no me caso, ni tampoco estoy así, que me voy a meter a fraile, fraile de San Agustín, la primer misa que diga te la he de decir a ti. Ha terminado la mili y a fraile él se metió, la primer misa que dijo a Elvira se la envió. Vedla allí por donde viene, vedla allí por donde va, a los pies de San Antonio en el altar mayor está. Informante: Manolita Martínez Garrido


LAS SEÑAS DEL ESPOSO Estando Blanquita un día con su pañuelo de seda, vio un soldadito venir cerca de Sierra Morena. Se ha acercado a preguntarle que si tiene quien le duela. – Sí señor, es mi marido, siete años lleva en guerra. – Déme las señas de él por si yo lo conociera. – Mi marido es un buen mozo, alto y rubio como usted, con un lunar en la cara y usted lo tiene también. – Por las señas que me da su marido ha muerto en ella, y en el testamento traigo de casarme con su prenda. – Eso sí que no lo hago, eso sí que no lo haré. He esperado siete años, siete más esperaré, si a los catorce no viene a monja me meteré. – Con los dos hijos que tiene, paloma, ¿qué vas a hacer? – Uno meterlo en estudio para que aprenda a leer; el otro lo doy a mis padres pa que se sirvan de él. – Dame una poca de agua que vengo muerto de sed. – No tengo jarro, ni vaso, ni agua que darle a usted. – Démela usted de sus labios que son dulces como miel.

– Alza los ojos, paloma, si me quieres conocer, que el que monta en el caballo maridito tuyo es, que le has guardado la honra mientras no estabas con él. Las sandías colorás se crían en las umbrías, y las mujeres honrás en sus casas están metías.

Informante: Juana Almagro Quesada


LA MALCASADA Me casó mi madre, me casó mi madre, muy chiquita y bonita, ay, ya, yay, muy chiquita y bonita. Con un muchachito que yo no quería. Y a la media noche el pícaro se iba. Le seguí los pasos, a ver dónde se iba. Y lo vide llegar casa de la querida. Y le oí decir: – ábreme, chacha mía. Te tengo que comprar una pañoletilla, y a la otra picarona, palos y mala vida. Me volví a mi casa muy triste y afligida. Me puse a barrer, yo barrer no podía. Me puse a coser, yo coser no podía. Me puse a fregar, yo fregar no podía. Me puse a lavar, yo lavar no podía. Me puse a planchar, yo planchar no podía. Me asomé al balcón, por ver si ya venía. Y lo vide venir a la calle arribilla. Y llegó a la puerta: – ábreme, chacha mía, que vengo cansado de buscar la vida.

– Si vendrás cansado de estar con la querida. Me pegó una guantá, que me dejó tendida. Yo me fui a mi casa, muy triste y afligida, a contarle a mi madre lo que me sucedía, por haberme casado con quien yo no quería.

Informante: Catalina Guzmán López


CASADA EN LEJANAS TIERRAS Aquella señora del mandil de seda, sola hace su cama, sola duerme en ella, si no es su marido que duerme con ella. Aquella señora del mandil de seda, a la media noche el parto le llega. (bis) – Maridito mío, si bien me quisieras, a la tuya madre a llamarla fueras. (bis) – Levántate, madre, del dulce dormir, que la luz del día ya quiere venir, la blanca paloma ya quiere parir. – Que para o no para, que para una niña, que reviente sangre por una costilla. (bis) – Mujercita mía, por la Virgen Santa, que a la mía madre no la encuentro en casa. (bis) – Maridito mío, si bien me quisieras, a la tuya hermana a llamarla fueras. (bis) – Levántate, hermana, del dulce dormir, que la luz del día ya quiere venir, la blanca paloma ya quiere parir.

– Que para o no para, que para un varón, que reviente sangre por el corazón. (bis) – Mujercita mía, por la Virgen Santa, que a la mía hermana no la encuentro en casa. (bis) – Maridito mío, si bien me quisieras, a la mía madre a llamarla fueras. (bis) – Levántate, suegra del dulce dormir, que la luz del día ya quiere venir, la blanca paloma ya quiere parir. – Espérate, yerno, un poco en la puerta, si quiera preparo la primera envuelta, la orza de la miel, la de la manteca. – Dime, pastorcillo, tú que guardas cabras, dime por quién doblan las tristes campanas. (bis) – Por una señora de lejanas tierras, que ha muerto de parto por malas parteras, por malas cuñadas y peores suegras. – ¡Virgen del amparo, volvédmela viva, que he visto la iglesia de cera amarilla!

Informante: Catalina Guzmán López


EL SEDUCTOR DE SU HIJA Un padre tenía tres hijas y a las tres las veneraba, y la más chiquititilla Delgadina se llamaba. Estando un día en la mesa su padre va y la miraba. – ¿Por qué me miras, papá? – Hija, yo no miro nada. – ¿Por qué me miras, papá? – Hija, yo no miro nada, pero antes de la noche has de ser mi enamorada. ¡No lo permitan los cielos ni la Reina Soberana! – A mi hija Delgadina, encerradla en una sala. Y si pide de comer, carne de perro salada; y si pide de beber, pues le dais la hiel amarga. Se ha asomado Delgadina muy triste y desconsolada, con el rosario en la mano que a la Virgen le rezaba. Se ha asomado a una ventana, desde allí vido a su hermana; desde allí vido a su hermana, que paños de oro bordaba. – Hermana de toda mi vida, hermana de toda mi alma, por Aquél que hay en la Cruz dame una jarra de agua. – Yo te la diera, mi vida, yo te la diera, mi alma, pero me ha mandado padre que te ha de sacar el alma. Se ha quitado Delgadina muy triste y desconsolada, con el rosario en la mano que a la Virgen le rezaba.

Se ha asomado a la ventana, desde allí vido a su hermano; desde allí vido a su hermano que a la pelota jugaba. – Hermano de toda mi vida, hermano de toda mi alma, por Aquél que hay en la Cruz dame una jarra de agua. – No, que me ha mandado padre que te ha de sacar el alma. Se ha quitado Delgadina muy triste y desconsolada, con el rosario en la mano que a la Virgen le rezaba. Se ha asomado a otra ventana; desde allí vido a su padre, que entre caballeros anda. – Padre de toda mi vida, padre de toda mi alma, por Aquél que hay en la Cruz dame una jarra de agua. – A mi hija Delgadina subidle jarras de agua, unas con jarras de oro, otras con jarras de plata. Y en la primera escalera Delgadina ya expiraba; los ángeles la tenían, la Virgen la amortajaba. – En el infierno hay dos sillas para mi padre y mi hermano; y en la gloria hay otras dos, para mí y para mi hermana.

Informante: Ana García Navas


LA HERMANA CAUTIVA La reina se paseaba por un arroyito arriba, la cautivaron los moros un día de Pascua Florida. El día de los torneos pasé por la morería, encontré mora lavando, lavando en la fuente fría. Yo le dije: – mora bella. Yo le dije: – mora mía, ¿quieres que el caballo beba agua pura y cristalina? – No soy mora, soy cristiana, que fui en España nacida. Me cautivaron los moros cuando tres años tenía. – Si quieres volver a España, vente en mi caballería. – ¿Y los pañales que lavo, dónde me los dejaría? – Los mejorcitos de hilo aquí en mi caballería, y los peores que haya por el río correrían. Si quieres venir conmigo, en mi caballo tú irías. – ¿Y mi honra, caballero, dónde me la dejaría? – Tu honra viene conmigo aquí en mi caballería. No tocaré yo tu cuerpo hasta que no seas mía. Al subir por aquel monte la mora llorando iba. – ¿Por qué lloras, mora bella? ¿Por qué lloras, mora mía?

– Porque recuerdo a mis padres que en este Alcázar vivían, y a mi hermano Juan Alejo y yo en su compaña iba. – ¡Abrid puertas y postigos, ventanas y galerías, que ya apareció la rosa que he buscao durante días! ¡Válgame la Virgen Santa y también Santa María, que creí traer mujer y traigo una hermana mía!

Informante: Mercedes Cueva Ruiz


HERMANAS REINA Y CAUTIVA Estando la reina mora, que reina en Alejandría, deseosa de tener una cristiana cautiva, apresan al conde Flores y a la condesa María. Al conde Flores mataron y a ella la hicieron cautiva. La reina quedó preñada, la esclava parir quería, y quiso el Rey de los Cielos que parieran en un día: la reina parió un varón, la esclava parió una niña. Estaba un día la esclava cantándole así a su niña: – tenía yo una hermana, de pequeña y cuando niña, que la robaron los moros un día de Pascua Florida. Los moros, al oír aquello, se escaparon de seguida, para contarle a la reina lo que canta la cautiva. La reina, al oír aquello, al suelo cayó tendida y le dijo el rey de reyes: – ¿qué te ocurre, vida mía? – A mí no me ocurre nada: que mi hermana es la cautiva, y mi cuñado es el muerto y su hija, mi sobrina. – ¿Qué quieres que yo le haga a una cosa tan querida? – ¡Que le entreguéis sus bienes, que la mandéis para España y le cristianen la niña; y le han de poner por nombre Ana, la de Alejandría! Informante: Juana Aranda García


LA BELLA EN MISA Mañanita de San Juan, mañanita de primor, cuando damas y galanes van a oír misa mayor. Allá va la mi señora, entre todas la mejor, viste saya sobre saya, mantellín de tornasol, camisa de oro y perlas bordada en el cabezón. En su boquita muy linda lleva un poco de dulzor; en la su cara tan blanca un poquito de arrebol, y en los sus ojuelos garzos lleva un poquito de alcohol. Así entraba por la iglesia relumbrando como sol. Las damas mueren de envidia y los galanes, de amor. El que cantaba en el coro en el credo se perdió; el abad que dice misa ha trocado la oración; monecillos que le ayudan no aciertan responder, no. Por decir amén, amén, decían amor, amor. Informante: Luz Divina Arias Quesada


LA DAMA Y EL SEGAOR (VERSIÓN DE PEGALAJAR) Esto eran tres segaores que de su casa marchaban. Y uno de los segaores lleva la ropa triunfada. Lleva deíles de oro y el mandil de fina holanda. Y una dama en su balcón del segaor se prendaba, y lo ha mandao llamar con una de sus criadas. – Buenas tardes, señorita, ¿para qué usted a mí me manda? – Que tengo yo una cebada, que si quiere usted segarla. – Dígame usted, señorita, dónde estará esa cebada para mañana segarla. – No está en montes ni en veredas, ni en caminos ni en cañadas. Está en medio de dos columnas que sostienen toa mi alma. – Señorita, esa cebada no está para yo segarla. Es pa duques y marqueses y los más ricos de España. – Siéguela usted, segaor, se le aumentará la paga. Lo ha cogido de la mano y a su habitación lo entraba. Pa las once de la noche quince gavillas llevaba. Y a otro día por la mañana el segaor se levanta. Como no podía andar daba vueltas por la sala. – Segaor, ¿va usted a volver a recoger la su paga? – Sí, señora, volveré, pero será en las espaldas.

Lo llevan al hospital y a las tres horas expiraba. (y a las once de la noche entregaba a Dios su alma). ¡Segaores, segaores, no seguéis altas cebadas! ¡Más vale arrancar garbanzos que morir por una dama! (bis después de cada uno de los versos)

Informante: Catalina Guzmán López


LA DAMA Y EL SEGAOR (VERSIÓN DE TORRES) Esto eran tres segaores que salían de su casa. Uno de los segaores gastaba ropa triunfada, las hebillas de metal, las delanteras de Holanda, los deíles eran de oro y la hoz era de plata. Una dama en su balcón del segaor se prendaba, y lo ha mandao llamar con una de sus criadas. – Suba usted las escaleras, que allí arriba está mi ama. Al entrar en la habitación, ya estaba ella acostada. – Dígame usted, señorita, para qué usted me llamaba. – Óigame usted, segaor, pa segarme una cebada. – Dígame usted, señorita, dónde la tiene sembrada. – Ni en veredas ni en barrancos, ni en cerrillos ni en cañadas, que está en medio de dos columnas donde descansa mi alma. Lo ha cogido de la mano y a su cama se lo entraba. A las once de la noche muchas gavillas llevaba. El padre la estaba oyendo: – Dime, niña, con quién hablas. – Padre, que estaba soñando con una de mis criadas. El segaor, al oírlo, se ha tirao de la cama. Como no podía dar pasos, paseaba por la sala.

– Óigame usted, segaor, que se va usted sin la paga. Le ha dao cuatro mil doblones en un pañuelo de Holanda, y valía más el pañuelo que el dinero que llevaba. – Dígame usted, segaor, si va usted a volver mañana. – Sí señora, volveré, pero será en las espaldas. A otro día por la mañana por el segaor doblaban. Aquí se acaba la historia del segaor y la dama.

Informante: Carmen Tello Lorite


EL PRISIONERO Versión de Pegalajar

Versión original

Mes de Mayo, mes de Mayo, cuando las recias calores, cuando las cebadas grandes y los trigos van en flores, cuando los enamorados regalan a sus amores: unos, con clavellinitas, otros, con ramos de flores. Y yo, cuitado de mí, que estoy en estas prisiones, que no sé cuando es de día y, menos, cuando es de noche. Sólo por tres pajarillos que cantan en este monte: que la una es la calandria y la otra el ruiseñor; la otra es la tortolilla que está sola y sin amor, que la mató un ballestero ¡Nunca Dios lo perdonó! Perdonen vuestras mercedes, vuestras mercedes perdonen, que no estoy desaminado hasta que me desamine con una de quince años, que tenga los ojos negros y los labios encarnados. Para que no estéis sin vida es la Virgen del Rosario, que nos dé salud completa y gracia en la que sirvamos.

Que por Mayo era por Mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor. Cuando canta la calandria y responde el ruiseñor; cuando los enamorados van a servir el amor. Sino yo, triste y cuitado que vivo en esta prisión, que ni sé cuando es de día ni cuando las noches son, sino por una avecilla que me cantaba al albor. Matómela un ballestero. ¡Déle Dios mal galardón!

Informante: María Manuela Ramírez Almagro

Informante: Antonio Generoso Ruiz

Nueva versión de Pegalajar Ya llegó la primavera y con ella, la calor, ya se muere la tristeza, ya se alegra el corazón. Ya llegó mayo florido, ya es el tiempo de la flor, ya es tiempo de San Gregorio, ya es el tiempo del amor. Ya es el tiempo de cantares que en el corazón nacieron, pregonando por doquier amor imperecedero.


EL RAPTO DE SANTA ELENA Esto eran tres niñas bordando corbatas, agujas de oro, dedales de plata. Pasó un caballero pidiendo posada. – Si mi padre quiere, yo debo de darla. Pusieron la mesa muy bien preparada: manteles de hilo, cubiertos de plata. Le hacen la cama en medio la sala, sábanas de hilo, colchones de lana. Y a la media noche él va y se levanta; de las tres hermanas coge la más guapa, se la lleva al campo y allí la guardaba. – Dime, niña hermosa, ¿cómo tú te llamas? – En mi casa, Elena, y aquí, desgraciada. Informante: Soledad Cobo Romero


LAS TRES HERMANAS CAUTIVAS A la verde, verde, a la verde oliva, donde cautivaron a las tres cautivas. El pícaro moro, que las cautivó, a la reina mora se las entregó. – Toma, reina mora, estas tres cautivas para que te valgan, para que te sirvan. – ¿Cómo se llamaban estas tres cautivas? – La mayor, Constanza, la menor, Lucía, y a la más pequeña llaman Rosalía. – ¿Qué oficio daremos a las tres cautivas? – Constanza amasaba, Lucía cernía, y la más pequeña agua les traía. Un día fue a la fuente, a la fuente fría, se encontró a un anciano que de ella bebía. – ¿Qué hace usted, buen viejo, en la fuente fría? – Estoy aguardando a mis tres hijitas. – ¿Cómo son sus nombres? ¿Cómo les decían? – La mayor, Constanza, la menor, Lucía, y a la más pequeña llaman Rosalía.

– Padre, usted es mi padre y yo soy su hija, voy a darle parte a mis hermanitas. – ¿No sabes, Constanza, no sabes, Lucía, que he encontrado a padre en la fuente fría? Lloraba Constanza, lloraba Lucía y la más pequeña así les decía: – no llores, Constanza, no llores, Lucía, que viniendo el moro nos libertaría. La pícara mora que las escuchó, abrió una mazmorra y allí las metió. Cuando vino el moro de allí las sacó, y a su pobre padre se las entregó.

Informante: Juana Rodríguez Fernández


SAN ANTONIO Y LOS PAJARITOS Antonio, divino Antonio, suplícale al Dios inmenso que, por su divina gracia, alumbre mi entendimiento, para que mi lengua refiera el milagro que en el huerto obraste de edad de ocho años. Este niño fue nacido con mucho temor de Dios, de su padre fue estimado y del mundo, admiración. Fue caritativo y perseguidor de todo enemigo con mucho rigor. Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente, que mantenía su casa con el sudor de su frente, y tenía un huerto donde recogía cosechas de frutas que el tiempo traía. Una mañana, en domingo, como siempre acostumbraba, se marchó su padre a misa, cosa que nunca olvidaba. y le dijo: – Antonio, ven acá, hijo amado, escucha, que tengo que darte un recado. Mientras estoy en la misa gran cuidado has de tener, mira que los pajaritos todo lo echan a perder, entran en el huerto, pican el sembrado, por eso te encargo que tengas cuidado.

Cuando lo dejó su padre y a la iglesia se marchó, Antoñito entró en el huerto y a los pájaros llamó: – ¡venid, pajaritos, dejad el sembrado, que mi padre ha dicho que tenga cuidado! Para que mejor yo pueda cumplir con mi obligación, voy a encerraros a todos dentro de esta habitación. A los pajaritos entrar les mandada, y ellos, muy humildes, en el cuarto entraban. Por aquella cercanía ni un pajarito quedó, porque todos acudieron donde Antonio les mandó. Lleno de alegría Antoñito estaba, y los pajaritos alegres cantaban. Al ver venir a su padre a todos mandó callar; llegó su padre a la puerta y comenzó a preguntar: – dime, hijo amado, qué tal, Antoñito, dime si has cuidado de los pajaritos. Y el hijo le contestó: – padre, no tengas cuidado, que para que no hagan mal todos los tengo encerrados. El padre que vio milagro tan grande, al señor obispo trató de avisarle.


Acudió el señor obispo con gran acompañamiento, todos quedaron confusos al ver tan grande portento. Abrieron ventanas, puertas a la par, por ver si las aves se querían marchar. Antonio les dijo a todos: – señores, nadie se alarme, los pájaros no se marchan hasta que yo se lo mande. Se puso en la puerta y les dijo así: – ¡vaya, pajaritos, ya podéis salir! Salgan cigüeñas, con orden, águilas, grullas y garzas, avutardas, gavilanes, lechuzas, mochuelos y grajas. Salgan las urracas, tórtolas, perdices, palomas, gorriones y las codornices. Salga el cuco y el milano, gaviotas y andarríos, canarios y ruiseñores, tordos, jilgueros y mirlos. Salgan verderones y las carderinas, también cogujadas y las golondrinas. Al instante que salieron todos en fila se ponen, para escuchar a Antoñito y saber lo que dispone. Antonio les dice: – ¡no entréis en sembrado, marchad por los montes, por riscos y prados!

Al tiempo de alzar el vuelo cantan con gran alegría, despidiéndose de Antonio y toda la compañía: – ¡adiós, Antoñito, niño muy amado, ya no volveremos a entrar en sembrado! Todos los allí presentes mudos de asombro quedaron, y dieron gracias al cielo por lo que han observado. Y el señor obispo al ver tal milagro, por todas las partes mandó publicarlo. Árbol de grandiosidades, fuente de la caridad, depósito de verdades, padre de inmensa piedad. Antonio bendito, por tu intercesión, todos merezcamos eterna mansión.

Informante: Catalina Guzmán López


LA VENDIMIA Oíd cuál cantan las mozas que van hacia los viñedos, escuchad qué alegres marchan seguidas de los mozuelos. Mirad cómo el sol las besa y cómo aquéllos, con celos, miran al sol, envidiosos, queriendo igualarle ellos. – José, – dice una muchacha, quitándose su sombrero –, hoy durante la vendimia, serás tú mi compañero. Y José, loco de amores, dice, tirándole un beso: – tus deseos son mandatos, ¡de mil amores acepto! Pero, ¿quisieras más bien por toda la vida serlo para estar siempre a tu lado, pedacito de mi cielo? La muchacha le sonríe y él la mira de amor ciego. Hubieran estado hablando, con aquel estilo bello, la eternidad toda entera, si Demetrio, un mozo viejo, no les hubiera estorbado de esta manera diciendo: – ¡dejaros ya de pamplinas, que estamos en el viñedo! Los dos se miran, melosos, compadeciendo al soltero. Y a poco rato, en el tajo, cantando éste, aquél riendo, van vendimiando las uvas y llevándolas en cestos. El día fue de alegrías y de emociones completo.

Y a la tarde, al regresar por el camino del pueblo, van las mocitas cantando, seguidas de los mozuelos. Tan sólo hay una pareja que va separada de ellos. Y se van diciendo así, para que no se oiga el eco: – José, yo te quiero tanto, que, por amarte, me muero. Y no sé si es que estoy muerta, estoy viva o es que sueño, porque en mi vida sentí lo que en este instante siento. – Pues yo, Teresa del alma, hablo, demente, en silencio, porque, por más que me esfuerzo en nuestro idioma no encuentro palabras claras, precisas, que digan lo que te quiero. Tan sólo te sé decir que hay una herida en mi pecho, que sólo se cicatriza con el calor de tus besos.

Informantes: Dolores Valero Fernández María Josefa Valero Fernández


EL CASTIGO DEL SACRISTÁN Esto eran tres hermanas, La una se pone el velo las zarandillejas, y a la misa ya se va. mocitas y sin casar, Y la más chiquititilla, zarandito y andar, el candil para alumbrar. mocitas y sin casar, La otra cogía el bolso zarandito y andar. para el entierro pagar. Hacían un camisón Y la más chiquititilla, para verlo de ganar. el candil para alumbrar. La una bordaba un puño, – Si le habéis matao vosotras la otra le hacía el ojal. a palos en el corral. Y la más chiquititilla, – Perdona por Dios, Gonzalo, el candil para alumbrar. no dejes de perdonar, Dice la más chiquitilla: que los palos que te dimos – gente anda en el corral. fue por ganas de jugar. La una agarra un palo, la otra agarró el cirial. Y la más chiquititilla, el candil para alumbrar. – ¿Qué haces por aquí, Gonzalo? ¿Qué haces por este corral? (¿Qué haces aquí, sacristán?) – Los amores de la chica me hacen por aquí rondar. La una le daba un palo, la otra, dos a la par. Y la más chiquititilla, el candil para alumbrar. Y le pusieron el cuerpo como nueces en costal. Y a otro día por la mañana a entierro toca en San Juan. Le dice una a la otra: – ¿quién se habrá muerto en San Juan? Dice la más chiquitilla: – ¿y a qué queréis preguntar, si lo habéis matao vosotras a palos en el corral? Informantes: Catalina Guzmán López María Francisca Quesada Rentero


LOS ATRIBUTOS DEL FRAILE Estando fray Pedro sentadito al sol, en calzones blancos, le asoma el cordón, con el tipitín, con el tipitón. Y dicen las monjas desde el mirador: – ¿Qué es eso, fray Pedro? ¡Fray Pedro, por Dios!, con el tipitín, con el tipitón. – Ésa es la pistola con que cazo yo, con el tipitín, con el tipitón. Y dicen las monjas desde el mirador: – si eso se reparte también quiero yo, con el tipitín, con el tipitón. – Ustedes son muchas pa poco cordón, con el tipitín, con el tipitón. Informante: Manuel Generoso Almagro


LUZ AETERNA: 1ª VERSIÓN Una niña muy guapa, llamada Adela, por amores de Juan se puso enferma. Él le juraba que la quería, y a su prima Dolores la pretendía. Un día por la mañana no se levanta, su madre le pregunta que qué le pasa. Y un día sus amigas fueron a verla, a ver cómo se hallaba la pobre Adela. Les ha preguntado, les ha preguntado, que si habían visto a Juan por algún lado, por algún lado. Y una de sus amigas le ha respondido: – piensa ponerte buena yo te lo digo, los amores de Juan ya los has perdido, porque ese Juan, porque ese Juan con su prima Dolores se va a casar.

– Vengan mis amiguitas, menos Dolores, que ha tenido la culpa de mis amores, menos Dolores, menos Dolores, que ha tenido la culpa de mis amores. – Madre, qué linda noche, lindas estrellas, ábreme la ventana que quiero verlas. – No la abro, hija mía, que estás enferma, la marea de la noche dañarte pueda, dañarte pueda. – Madre, cierra la puerta, vente a mi lado, que antes de morir quiero darte un encargo. Sobre mi cara, sobre mi frente, siento una sudor fría ¡será la muerte! – Si viene Juan a verme déjalo entrar, que ése es el que cura mi enfermedad. – ¿Dejarlo entrar? ¿Dejarlo entrar? ¡Prefiero verte muerta y amortajá!


– Si viene Juan a verte después de muerta, no lo dejo que pase de aquella puerta, porque ese Juan, porque ese Juan no quiero que mi casa la pise más, la pise más. – De mortaja me pones toda la ropa que tenía preparada para la boda. Y de adorno me pones la cruz de perlas, la que me trajo Juan de aquella feria. También me pones los estadales, las cruces y medallas que me compraste. Y a las tres de la tarde tocan a entierro. Juan que estaba en la puerta se metió dentro. Y ha preguntado que quién se ha muerto, que tocan las campanas con sentimiento. Y le dice Dolores con mucha pena: – ya acabó de sufrir la pobre Adela. Se metió dentro, se arrodilló, delante de un retrato así lloró: – ¡Adela mía, Adela mía! Nunca creía yo que te morías.

– ¡Adela mía!, ruega por mí, que hasta la última hora te he hecho sufrir, te he hecho sufrir. Juan llega al cementerio para besarla, pero el sepulturero no le dejaba. – Deja a la muerta, deja a la muerta, que los restos de Adela son pa la tierra. – ¡Adiós Adela, adiós clavel! Nunca pensé que pa la tierra tú ibas a ser. Juan vuelve del entierro con mucha ansia, Dolores lo esperaba con mucha gana. – ¡Quita de aquí, quita de aquí, que la que yo quería se quedó allí! Sacó el revólver, se pegó un tiro. ¡Los amores de Juan y los de Adela ya se han perdido!

Informante: Catalina Guzmán López


LUZ AETERNA: 2ª VERSIÓN Un chico y una chica que festeaban, que festeaban, hacía ya mucho tiempo que se querían y que se hablaban. Y él le decía: – nunca te olvidaré, prenda querida. Y el día de su santo le regaló un corte de vestido de gran valor. Y él le decía, a ella le hablaba: – ya tienes el vestido de desposada. A otro día siguiente fue a festear, ya no tenía ganas con ella hablar. Y ella le dice: – dime lo que te pasa que estás muy triste. – Pues lo que a mí me pasa no te lo digo, porque será jamás hasta el olvido. – Pues, dímelo, porque si no, de pena, me muero yo. – Pues lo que a mí me pasa, que he visto a otra, y mis ojos han visto que es más hermosa. Dando el reloj las doce él se marchó, la niña cayó al suelo, se desmayó.

Su madre, anciana, la recogió del suelo y la echó a la cama. – Madre, cierre la puerta, venga a mi lado, que antes de morir quiero darte un encargo. Sobre mi cara, sobre mi frente, siendo un sudor frío. ¡Será la muerte! – Si viene Juan a verme, déjalo entrar, que ése es el que cura mi enfermedad. – ¿Dejarlo entrar? ¡Prefiero verte muerta y amortajá! – Si viene Juan a verte después de muerta, no lo dejo que pase de aquella puerta. – De mortaja me pones toda la ropa, que me regaló Juan para la boda. En la garganta lleva un collar de perlas, que amor guardaba. Y en la mano derecha lleva tres flores. ¡Esta muchacha ha muerto de mal de amores!

Informante: Catalina Guzmán López


ELVENDEDOR DE NABOS Mi tío tenía un huerto, mi tío tenía un huerto, todo sembrado de nabos, trolorón, todo sembrado de nabos, trolorón, todo sembrado de nabos. Y aparejó su borrico, y aparejó su borrico, y se fue a vender los nabos, trolorón, y se fue a vender los nabos, trolorón, y se fue a vender los nabos. Se fue a la puerta de un convento, se fue a la puerta de un convento, se puso a vender los nabos, trolorón, se puso a vender los nabos, trolorón, se puso a vender los nabos. Salió la madre abadesa, salió la madre abadesa. – ¿A cómo da usted los nabos?, trolorón, ¿a cómo da usted los nabos?, trolorón, ¿a cómo da usted los nabos? – A peseta el medio kilo, a pesetas el medio kilo. – No quiero nabos tan caros, trolorón, no quiero nabos tan caros, trolorón, no quiero nabos tan caros.

– Los quiero frescos del día, los quiero frescos del día, y que sean regalados, trolorón, y que sean regalados, trolorón, y que sean regalados. Y aquí se acaba la historia, y aquí se acaba la historia, del infeliz de los nabos, trolorón, del infeliz de los nabos, trolorón, del infeliz de los nabos. No ha muerto de calentura, no ha muerto de calentura, ni de dolor de costado, trolorón, ni de dolor de costado, trolorón, ni de dolor de costado. Que ha muerto de una “paliza”, que ha muerto de una “paliza”, que las monjas le han pegado, trolorón, que las monjas le han pegado, trolorón, que las monjas le han pegado.

Informante: Catalina Guzmán López


EL CALDERERILLO Cuando me casó mi madre no me supo bien casar, olé y olá, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Me sacaron de mi casa, me llevaron a casar, olé y olá, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Cuando entramos en la iglesia, me echaron la guisopá, olé y olá, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Ya se ha terminado el baile, nos llevaron a acostar, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Y a otro día por la mañana los compadres a preguntar, olé y olá, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Todas las noches ha tenido calderas que gobernar, olé y olá, con el caldererillo, con el caldererillo andar. Informante: Catalina Guzmán López


LA POSADERA Y EL MILITAR Un soldadito a caballo, rao, rao, ra, ha llegado a una posá, que pon la mano aquí, que pon la mano acá, ha llegado a una posá. – Buenas noches, posadera, rao, rao, ra. – Buenas noches, “melitar”, que pon la mano aquí, que pon la mano acá, buenas noches, “melitar”. – Dígame usted, posadera, rao, rao, ra, ¿dónde cuelgo este morral?, que pon la mano aquí… – Cuélguelo en aquella estaca, rao, rao, ra, y si no en aquel vasar, que pon la mano aquí… – Dígame usted, posadera, rao, rao, ra, ¿qué tiene para cenar?, que pon la mano aquí… – Una tortilla de huevos, rao, rao, ra, y si no papas guisás, que pon la mano aquí… – ¡Qué papas ni qué demonios!, rao, rao, ra, gallina quiero cenar, que pon la mano aquí… – Las gallinas no son mías, rao, rao, ra, que son de la vecindad, que pon la mano aquí… – Dígame usted, posadera, rao, rao, ra, ¿dónde me voy a acostar?, que pon la mano aquí…

– Acuéstate en ese poyo, rao, rao, ra, y si no en aquel pajar, que pon la mano aquí… – ¡Qué pajar ni qué demonios!, rao, rao, ra, con usted me he de acostar, que pon la mano aquí… Y al subir las escaleras, rao, rao, ra le vio la liga encarná, que pon la mano aquí… – ¡Puñetero, soldadito!, rao, rao, ra, que en todo se ha de fijar, que pon la mano aquí… A eso de los nueve meses, rao, rao, ra, posadera en cinta está, que pon la mano aquí… Y ha parío un soldadito, rao, rao, ra, con cartuchera y morral, que pon la mano aquí… – ¿Cómo le pondrás por nombre? rao, rao, ra. – Hijo de aquel “melitar”, que pon la mano aquí, que pon la mano acá, hijo de aquel “melitar”.

Informantes: Catalina Guzmán López María Francisca Quesada Rentero


LA CONFESIÓN CON EL NOVIO – ¿Dónde vas, niña bonita, tan tempranito al convento? – Voy a confesarme, padre, de los pecados que tengo. ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! – Empieza, niña bonita, empieza tu confesión. Desde que soy padre cura la primera que confieso. Voy a confesarte, niña, por los santos mandamientos. ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! Si te dejas un pecado, no sirve tu confesión. – El primero que confieso, puse mi amor en secreto, puse mi amor en un hombre, ¡más que a mi vida lo quiero! ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! – Me gusta, niña bonita, me gusta tu confesión. – El segundo les perdí a mis padres el respeto, sólo por hablar con él a las horas del silencio. ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! – Me gusta, niña bonita, me gusta tu confesión. – El tercero, no jurar. Padre, yo he hecho juramento de querer tanto a ese hombre. ¡Más que a mi vida lo quiero!

¡Ay, sí, sí, ay, no, no! – Fíjate, niña bonita, fíjate en el confesor. La niña que se fijó, cayó al suelo mareada, de ver que aquel hombre era el galán que tanto amaba. ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! – Fíjate, niña bonita, fíjate en el confesor. No quiero monjas ni frailes, ni columnas del convento, que me voy a casar contigo aunque caiga el firmamento. ¡Ay, sí, sí, ay, no, no! Antes de las tres semanas nos echan la bendición.

Informante: Catalina Guzmán López


LOS MANDAMIENTOS DEL AMOR Los diez mandamientos santos vengo a cantarte, paloma, por ver si te daré gusto y me tienes en memoria. En el primer mandamiento, la primer cosa es amar. Te tengo en el pensamiento y no te puedo olvidar. El segundo, yo he jurado más de dos mil juramentos, que tú me diste a mí palabras de casamiento. En el tercero, en la misa nunca estoy con devoción, sólo de pensar en ti, prenda de mi corazón. En el cuarto, yo falté a mis padres el respeto, sólo por hablar contigo dos palabras en secreto. En el quinto, no matar. A nadie he muerto yo. Yo soy el muerto, señora, y usted la que me mató. El sexto, no cometer actos impuros con nadie. Para ti yo me reservo, procura no defraudarme. En el séptimo, no hurtar. Yo no hurto cosa a nadie. Sólo hurtaría una niña, si me la dieran sus padres. Octavo, no levantar falso testimonio a nadie. Sólo a mí me lo levanta una niña de esta calle.

Noveno, no desear ninguna mujer ajena. Sólo yo me la deseo para casarme con ella. El décimo, no codiciar. Yo no vivo codiciando, que sólo lo que codicio es un matrimonio santo.

Informante: Catalina Guzmán López


EL SEDUCTOR DE UNA CASADA Un domingo en la mañana yo fui a misa con mi madre, y vide una cara linda que me parecía un ángel. (bis dos últimos versos) Yo le perseguí los pasos hasta ver dónde se entraba, y ¿a dónde se vino a entrar?: a la iglesia consagrada. (bis dos últimos versos) No estuve atento al sermón ni estuve atento a la misa, que yo a lo que estuve atento fue a aquella cara tan linda. (bis dos últimos versos) Ya se ha terminao la misa, ya se ha terminao el sermón, ya se ha quedao mi alma sin vida y sin corazón. (bis dos últimos versos) Yo le perseguí los pasos hasta ver dónde se entraba, y a la entrá de su portal le dije que si me amaba. (bis dos últimos versos). Ella me contestó así: – no señor, que soy casada, y a mi marido del alma no puedo faltarle en nada. (bis dos últimos versos) Me bajé por un arroyo con gran dolor de mi alma, y me acerqué a un jilguerito que alegremente cantaba. (bis dos últimos versos) (Tan triste y desconsolado a un arroyuelo bajé, oí cantar un jilguero de su voz me enamoré).

– Jilguerito, jilguerito, ¿qué remedio me darás para coger una rosa que no la puedo lograr? (bis dos últimos versos) Y el jilguero me responde: – ámala tú con firmeza, que el que sigue a una mujer ha de lograr su belleza. (bis dos últimos versos) Yo lo iba haciendo así, como el jilguero mandaba, y al cabo de poco tiempo logré más que yo pensaba. (bis dos últimos versos) – Muchas gracias, jilguerito, que te las tengo que dar, porque he cogido la rosa que no podía alcanzar. (bis dos últimos versos) – ¿Por qué te pones tan alta si no te puedes poner, que las mujeres de ahora son fáciles de querer? (bis dos últimos versos) – Clara soy, Clara me llamo, siendo clara, me enturbié, ¿para qué enturbiar el agua si la tienes que beber?, que el caminillo es muy largo y puede apretar la sed.

Informantes: Catalina Guzmán López Manolita Martínez Garrido


LA VENGANZA DE LAS FLORES En las montañas de Asturias una niña vi, de catorce o quince años, regando su jardín. Pasó un caballero, le pidió una flor y la niña dice: – eso sí que no. Es que me ve usted tan guapa sola en el jardín, no tengo padre ni madre y quiere abusar de mí. – ¿Pues quién ha tratado de abusar de ti? Tan sólo he pedido una flor para mí. – Las flores de mi jardín no son pa los caballeros, que han de ser pa mí y para mi pelo. – Adiós, astuariana, me las pagarás, de la mala acción de la flor te tienes que acordar. A los tres días siguientes la niña salió, la ha cogido el caballero y se la llevó. – Tome, caballero, la flor de mi mano, y déjeme ir con mis tres hermanos. – No quiero flor de tu mano ni tampoco a ti, en presencia de las flores tienes que morir.

Deslió la capa y sacó un puñal, y en el lado izquierdo le dio tres puñalás. Ya la llevan a enterrar, ¡ay, qué caja lleva!: toda vestida de blanco y cintas de seda. Y en el lado izquierdo un ramo de azahar, con un letrero que dice: “¡matad al criminal!” El criminal se merece que lo degollaran, por haber dado muerte a la bella asturiana.

Informante: Juana Rodríguez Fernández


LA ADÚLTERA INFANTICIDA Cerca de Sierra Morena hay un mercader con tienda; la mujer tiene bonita, ¡el demonio que la entienda! Lleva un niño de dos años, que lo cual a tres no llega. Su padre le ha preguntado: – niño, ¿quién a casa entra? – En casa entra un alférez, el que jura la bandera, el que se acuesta con madre como si su esposo fuera. Se fue su padre a un viaje, lo ha cogido entre sus piernas, con un cuchillo cortante le ha rebanado la lengua. La ha liao en un papel y al alférez se la entrega. – Tome usted, señor alférez, ésta es la que nos condena. Y el alférez la tomó y a la perra se la echa. La perra la lame y huele y a la iglesia va con ella, y allí, en el altar mayor, hace un hoyito y la entierra. ¡Cómo no siente esa madre lo que siente aquella perra! Vuelve su padre del viaje, preguntar por niño empieza. – ¿Dónde está mi hijo querido?, quiso escuchar la respuesta. – Ha ío a la Virgen del Carmen a cumplir una promesa. – Tengo un pavo rellenado en una rica cazuela, y echando la bendición oyeron una voz muy tierna:

– No comas, padre querido, que comes tu sangre “mesma”, que los rastros que tú ves, madre me cortó la lengua. Y el Señor me ha dado otra para que a ti te dé cuenta. Y ha llamao a los enemigos vengan a favorecerla. Unos entran por ventanas, otros por la “mesma” puerta, la hicieron cuatro peazos y al infierno van con ella.

Informante: María Francisca Quesada Rentero


VIUDO, MOZO Y CASADO El domingo la vi en misa, Al cura de la parroquia lunes le mandé recado, le he dado una paga buena: el martes hablé con ella dos dobloncitos de ocho y el miércoles me casaron. y no quiso más moneda. Gracias al cielo Porque se ha muerto ya la he encontrado, mucho más diera, gracias al cielo fuera de maura ya me he casado. ya salí de ella. El jueves dormí con ella, Y al enterraor le he dao el viernes la armé de palos, dos duros en una mueca, el sábado se murió sólo porque le apretara y el domingo la enterraron. la losa de la cabeza. Gracias al cielo, No fuera caso se la ha llevado, que a salir fuera, gracias al cielo fuera de maura solo he quedado. ya salí de ella. En una semana he sido Cuando por mi puerta pasa viudo, mozo y casado, un tambor y una vihuela, para que sirva de ejemplo yo me voy detrás de ellos una lágrima no he echado. para comenzar la orquesta. Gracias al cielo Yo soy el primero se la ha llevado, que armo la fiesta, gracias al cielo a la salud solo he quedado. de la que hay muerta. Ya se murió, como he dicho, Los dos músicos y yo la llevaron a la iglesia; nos fuimos a una taberna, yo no me quise venir y allí echamos muchos brindis hasta ver la losa puesta. a la salud de la muerta. No fuera caso Brindis echamos que a salir fuera, más de cincuenta, fuera de maura a la salud de la que hay muerta. ya salí de ella. Y eso le pasa, señores, Desde allí me fui al altar, al que casan a la fuerza, donde la misa celebran, porque en casando a su gusto a hacerle unas rogativas no hay ninguna diferencia. para que al mundo no vuelva. Como yo tuve No fuera caso con la que hay muerta, que a salir fuera, fuera de maura fuera de maura ya salí de ella. Informantes: ya salí de ella. Catalina Guzmán López y María F. Quesada Rentero


EL TRATO DE VALDEPEÑAS El cielo y la tierra tiemblan, ampárame, Virgen Pura, lo que pasa en esta tierra no pasa en parte ninguna. Había dos labradores, con orgullo y plata alguna: uno cosechaba trigo y el otro, mucha aceituna. Uno de estos labradores tenía en su casa una burra, envidiada de to el pueblo, buena para la montura. Juan Diego, que la quería y tenía mucho parné, dijo si se la vendía, no se la quiso vender. Dijo si se la vendía, no se la quiso vender, porque falta no le hacía para cuestión de comer. Estando un día de copas él le dijo: – compañero, yo te cambio mi mujer por tu burra, pelo a pelo. ¡Si será esto verdad! Entonces dice Juan Diego: – si a ti te gusta mi burra, yo por tu mujer me muero. – Los pendientes se los quito, que eso no entra en el trato, que me sacan del bolsillo cinco durillos bien blancos. – Si le quitas los pendientes, yo le quito el aparejo, y ahora sí que hemos cambiao por la burra, pelo a pelo. Buscaron cuatro testigos, que vinieron de la calle, y mandaron a un chiquillo por papel de tres reales.

Y estando ya los testigos, y antes de extender la pluma, dicen si hay novedad o en la mujer o en la burra. Dicen los interesados: – estamos tos satisfechos, la mujer pa Paco Teclas y la burra pa Juan Diego. El amigo Paco Teclas se echó a bailar de alegría, y corriendo a toda prisa se subió a la calle arriba. – Buenas noches, señorita, vengo a hacerle a usted saber que he cambiado mi borrica, pelo a pelo, por usted. – ¿Por una burra me cambia, el grandísimo bribón, sabiendo que no ha encontrado una mujer como yo? – Usted se viene conmigo, que la escritura está hecha. Usted se viene conmigo o me la llevo a la fuerza. Al oír estas palabras la mujer se echó a llorar, y se ha salido a la calle, casa D. Pedro Quesá. – Buenas noches, señor Juez, traigo miles amarguras, que el bribón de mi marido me cambió por una burra. Mire usted, señor D. Pedro, quiero hacerle a usted saber, que si no me vengo pronto tengo que dormir con él.


– Vete, mujer, a tu casa y le dices a Juan Diego que desaparezca el trato, que pronto sube D. Pedro. Y ya ha salido D. Pedro, y en la reunión que allí había, se pusieron tos de pie a hacerle una cortesía. – La provincia de Jaén, si esto se llega a anotar, la ponen en los papeles y vamos a perder más. El que quiera una mujer del pueblo de Valdepeñas, que lleve una burra coja y se trae una buena moza. Informante: Catalina Guzmán López


LA ADÚLTERA DEL CEBOLLINERO Por las calles de Madrid, por las calles de Madrid, se pasea un cebollinero, oh, oh, oh, oh, se pasea un cebollinero. Vendiendo su cebollino, vendiendo su cebollino a dos reales y medio, oh, oh, oh, oh, a dos reales y medio. Se presentó una casada, se presentó una casada, pero de muy poco tiempo, oh, oh, oh, oh, pero de muy poco tiempo. – ¿A cómo da el cebollino? ¿A cómo da el cebollino? – A dos reales y medio, oh, oh, oh, oh, a dos reales y medio. Lo convidó pa comer, lo convidó pa comer, arroz, perdiz y conejo, oh, oh, oh, oh, arroz, perdiz y conejo. Terminaron de comer, terminaron de comer, bajaron a ver su huerto, oh, oh, oh, oh, bajaron a ver su huerto. Como el huerto era suyo, como el huerto era suyo, hicieron lo que quisieron, oh, oh, oh, oh, hicieron lo que quisieron.

Y a eso de los nueve meses, y a eso de los nueve meses tuvo un hermoso cordero, oh, oh, oh, oh, tuvo un hermoso cordero. Y por nombre le pusieron, y por nombre le pusieron hijo del cebollinero, oh, oh, oh, oh, hijo del cebollinero.

Informantes: Catalina Guzmán López María Francisca Quesada Rentero


LA MALDICIÓN DE LA MADRE En la provincia de Segovia habitaba una viudita, no tenía más que un hijo para ayuda de su vida. Y el muchacho había salido un poquito aficionado, pues quería ser torero para matar toros bravos. Un domingo por la tarde a su madre le decía: – madre, sácame la ropa que me voy a la corrida. – La ropa no te la saco y a la corrida no vas, porque son los toros bravos y a ti te pueden matar. – A la corrida he de ir, buscaré ropa prestada, por ganar mi alternativa para poder torearla. – Permita Dios de los Cielos y la Virgen del Rosario, que si a la corrida vas que te traigan en un carro. Ya sale José García a torear un toro negro, y le ha metío una daga por el costado izquierdo. De la herida que le hizo le atravesó el corazón, no quedó muerto en el acto pero muy poco duró. Le metieron dos pañuelos, le metieron otros cuatro, y un rico le ha ofrecido dos mulillas con un carro. Ya lo suben, ya lo bajan, ya lo echan en el carro, y en la puerta de la viudita pararon para dejarlo.

Llamaron a la viudita y a la viudita llamaron: – aquí tiene usted a su hijo, por si quiere amortajarlo. – ¡Hijo de mi corazón, hijo de toda mi alma!, te alcanzó la maldición que te eché al salir de casa. – Todo el que tenga hijos, un consejo le voy a dar: no les echen maldiciones que les puedan alcanzar.

Informante: Catalina Guzmán López


EL RETRATO DE LA DAMA A cantar un mayo, señores, venimos y para cantarlo licencia pedimos. Nadie nos contesta ni nos dice nada, señal que tenemos la licencia dada. La licencia dada, mía la tenéis, pero de mis padres no la lograréis. Ésta es tu cabeza, chiquita y bonita, que de ella se forma una melenita. Éste es tu pelo, madejas de oro, con cintas azules que lo adornan todo. Ésta es tu frente, cual plaza de guerra donde el rey Cupido puso su bandera. Éstas son tus cejas, tan bien arqueadas que sólo Cupido pudo dibujarlas. Éstos son tus ojos, luceros del alba, que cuando anochece, la mañana es clara. Ésta es tu nariz, filo de mi espada, que los corazones sin herir los pasa. Tus orejas, dama, no gastan pendientes, porque los adornan tu cara y tu frente.

Y en esa boquita tienes dos hileras de menudos dientes, que parecen perlas. Y en esa barbita tienes un hoyito, parece un dibujo para el alma escrito. Y ésta es tu garganta, tan clara y tan bella que el agua que bebes se clarea en ella. Éstos son tus brazos, dos fuertes columnas, con ellas sostienes el sol y la luna. Desde aquí estoy viendo dos fuentes muy claras, que beber quisiera si usted me dejara. Y tu cinturita, siempre voy temblando de que se te rompa cuando vas andando. Ya vamos llegando a partes ocultas, nadie diga nada si no nos preguntan.


Éstos son tus muslos, son carne y encanto, y tus pantorrillas son de marfil blanco. Éstos son tus pies, tus dedos y tus plantas, que con tus paseos a la España encantas. Ya te he dibujado, niña, tus facciones, y ahora falta mayo que te las adorne. Si no estuvieras contenta con el mayo que he cantado, te pondrías un poco atenta y verías otro al contado. Ni pluma que escriba, ni mejor poeta, ni pintor que pinte esa dama bella. Informante: Catalina Guzmán López


LA PASTORA CORONADA Una pastora en el bosque ella y su padre habitaban, sin más amparo y refugio que era un rebaño de cabras. Estando un día rezando y cantando sus plegarias, vido bajar una nube de la corte soberana, y en ella bajó la Virgen toda vestida de gala. Llegó a la puerta y le dice: – niña, ¿de quién son las cabras? – Tuyas son, Virgen María, tuyas son, Virgen Sagrada. – Niña, ¿tú a mí me conoces, que con tanto amor me hablas? – Sí, señora, la conozco, usted es Reina Soberana. Con músicas muy sonoras al cielo se la llevaba. A la noche viene el padre y amargamente lloraba: – ¡si alguna fiera en el bosque la tendrá despedazada! Oyó una voz alta y tierna: – ahí tiene usted sus cabras, que la pastora en el cielo Dios la tiene coronada, que la pastora en el cielo Dios la tiene coronada. Informante: Catalina Guzmán López


ELENA Y FLORES Elena tenía amores con un muchacho gallardo; por nombre se llama Flores, por apellido, Navarro. Y ellos dos se paseaban, muy llenitos de ilusión, envidiados de to el mundo y del mundo, admiración. Llegó la hora del parto y al mundo vino un varón, quedando bien en el acto Elena se levantó. Lo ha cogido entre sus brazos y se marchó hacia el bosque, y en el Barranco del Lobo se lo dejó a media noche. Liadito en un pañal se lo dejó entre una mata, como madre criminal se marchó para su casa. Y un pastor que allí había y un pastor que allí se hallaba, desde muy lejos oía lo que aquel niño lloraba. Y el pastor, compadecido, para su casa se fue con aquel precioso niño, a dárselo a su mujer. Todos, muy agradecidos, para la iglesia se fueron a bautizar a aquel niño, que lo amaron con anhelo. En la catedral del Carmen pidieron, con voluntad, que a aquel niño querían darle estudios por caridad. Ya se acabó su carrera, ya se acabó su misión, y muy pronto lo sacaron cura de la población.

Una mañanita hermosa una señorita entró; el confesor la miraba, el confesor la miró. – Padre, yo tengo una pena: que he sido una criminal, que al primer hijo que tuve le he dado muerte fatal. El veinticinco de agosto de mil novecientos doce, en el Barranco del Lobo me lo dejé a media noche. Liadito en un pañal me lo dejé entre una mata; como madre criminal me marché para mi casa. – Señora, es usted mi madre, por lo que se explica usted. En la catedral del Carmen se declara esta mujer. – Mi padre es un pastor, me recogió en un barranco. – Tu padre se llama Flores, por apellido, Navarro.

Informante: Catalina Guzmán López


EL NOVIO ASESINADO Por el paseo de Rus se pasea una zagala, como los rayos del sol tiene la niña la cara. (bis dos últimos versos) Un galán que vive en frente a la niña le gustaba, se ponen a aconsejar en una ventana baja. (bis dos últimos versos) – Si con lo que yo tuviera y con lo que tú ganaras, casaríamos los dos, la alegría nos sobraba. (bis dos últimos versos) – Quédate con Dios, Teresa, que viene la madrugada, y los mozos de tu casa muy temprano se levantan. (bis dos últimos versos) Se ha encontrado con su madre y a la niña le exclamaba: – a Don Pedro vide ayer, hombre de gran importancia. (bis dos últimos versos) Si te casaras con él, la alegría nos sobrara. – Si me casara con él, deshonraría mi alma. (bis dos últimos versos) La madre que ha oído aquello la ha encerrado en una sala, donde no vea la luz, ni el sol, ni la madrugada. (bis dos últimos versos)

Entre primos y parientes formaron una batalla, y lo cogieron en medio, le han dado tres puñaladas. (bis dos últimos versos) De que Teresa se entera, como soplos nunca faltan, se cogió de los cabellos, se arrastró por toa la sala. (bis dos últimos versos) Y una prima que tenía a subir la consolaba: – prima Isabel, que me muero, que me encomienden el alma. (bis dos últimos versos) La prima no lo creía y a cachondeo lo tomaba, hasta que vido salir mucha sangre por la almohada. (bis dos últimos versos) La madre que tenga hijas, buenas mozas y gallardas, que no les quiten el gusto, que son unas desgraciadas. (bis dos últimos versos).

Informante: Catalina Guzmán López


CASAMIENTO IMPUESTO Provincia de Barcelona un matrimonio vivía, eran ricos y hacendosos, sólo una hija tenían. María tenía un novio, llamado Pedro Carreño, al que María quería por ser un chico muy bueno. A los padres de María Pedro nunca les hizo gracia, le propusieron la boda con un sobrino de casa. El veinticinco de octubre le propusieron la boda, y a las seis de la mañana en casa la gente toda. La llevan a confesar, María se viste de gala, y al ver a su primo entrar al suelo cae desmayada. La levantaron del suelo y María vuelve en sí, después les dice a sus padres: – voy un ratito al jardín. Voy un ratito al jardín, María le ha dicho a la gente, dirigiéndose hacia el pozo donde se buscó la muerte. Viendo que María tardaba todos al jardín bajaron, y al verla dentro del pozo asombraditos quedaron. Llamaron a la Justicia y la Justicia bajó, al verla dentro del pozo todos lloran con dolor.

Ya la sacaron del pozo ya la suben a su casa, y en el bolsillo le encuentran una tristísimo carta: – Dios me perdone mis faltas, padre, madre y demás gente, pa casarme sin amor he preferido la muerte. La boda se volvió entierro, todos de verlo lloraban, y a los padres de María todos la culpa le echaban. Pedro Carreño, su novio, le regaló el ataúd, con las tapas de cristal, lo demás de raso azul. Las amigas de María regalan una corona, con las flores más bonitas que criaba Barcelona. Los padres que tengan hijas, que las casen por amor, pues un casamiento impuesto siempre acaba con dolor.

Informantes: Catalina Guzmán López Manolita Martínez Garrido


LA BARAJA DE PASIÓN La baraja de los naipes niña, te vengo a cantar (bis), para que Dios te acuerdes cuando vayas a jugar. (bis) Yo considero en el as y en el as yo considero (bis), que hay un solo Dios inmenso y un solo Dios verdadero. (bis) Yo considero en el dos, son las llaves de San Pedro (bis), y aquél que esto no creyese no tendrá parte en el cielo. (bis) Yo considero en el tres y en el tres yo considero (bis), son tres personas distintas y un solo Dios verdadero. (bis) Yo considero en el cuatro que es la carta más hermosa (bis), toda la pasión de Cristo, angustiada y dolorosa. (bis) Yo considero en el cinco las llagas del Redentor (bis), míralas con humildad, límpiaselas al Señor. (bis) Yo considero en el seis cuando Dios el mundo hizo (bis), que trabajaba seis días y descansaba el domingo. (bis) Yo considero en el siete, que bien claro lo mostró (bis), estando Cristo en la cruz siete palabras habló. (bis) Yo considero en la sota aquella mujer piadosa (bis), que con su toca limpió a Jesús su cara hermosa. (bis) Yo contemplo en el caballo a Longino en el calvario (bis), que le dio fuerte lanzada a Jesús en el costado. (bis)

Yo considero en el rey al rey de cielos y tierra (bis), y aquél que esto no creyese no tendrá parte en la gloria. (bis) Y esta copla la sacó las cartas de la baraja (bis), un pobrecito infeliz que metío en capilla estaba. (bis)

Informante: Catalina Guzmán López


LAS DOCE PALABRAS De las 12 palabras retorneadas, dime la una: la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las doce palabras retorneadas, dime la dos: las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las doce palabras retorneadas, dime la tres: las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las doce palabras retorneadas, dime la cuatro: los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén.

Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la cinco: las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la seis: los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura.


De las 12 palabras retorneadas, dime la siete: las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la ocho: los ocho gozos, las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura.

De las 12 palabras retorneadas, dime la nueve: los nueve meses, los ocho gozos, las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la diez: los diez mandamientos, los nueve meses, los ocho gozos, las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura.


De las 12 palabras retorneadas, dime la once: las once mil vírgenes, los diez mandamientos, los nueve meses, los ocho gozos, las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén. Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la doce: los doce apóstoles, las once mil vírgenes, los diez mandamientos, los nueve meses, los ocho gozos, las siete palabras, los seis candeleros, las cinco llagas, los cuatro evangelios, las tres Marías, las dos tablitas de Moisés, donde Jesús puso sus pies para bajar a la casa santa de Jerusalén.

Hombre varón, dime quién te alumbra a ti: me alumbra el sol. Pero la una, la una es una, la que parió en Belén y quedó pura. De las 12 palabras retorneadas, dime la trece: ¡que reviente el demonio por donde pudiese!

Informante. Catalina Guzmán López


MI PEREGRINA Camino de Santiago, con grande halago, mi peregrina la encontré yo; y al mirar su belleza, con gran presteza, mi peregrina se hizo de amor. Fue tanta la alegría que al alma mía la compañía de su amor dio, que en la oscura breña de la montaña, mi peregrina se me perdió. Y mi pecho afligido, preso y herido, en aquellos montes suspiros dio; y a los prados y flores de sus amores de esta manera les preguntó: – ¿quién vio una morenita, peregrinita, que el alma irrita con su desdén? Por ver si mis desvelos hallan consuelos, todas sus señas daré también. Iba la peregrina con su esclavina y su cartera y su bordón. Lleva zapatos blancos, medias de seda, sombrero fino que es un primor.

Tiene rubio el cabello, tan largo y bello que el alma en ello se me enredó. Y en su fina guedeja, de oro madeja su amor y el mío se aprisionó. Es su frente espaciosa, fresca y hermosa, donde Cupido guerra formó; y en honor de Cupido, dos atrevidos ambos disparan flechas de amor. Sus ojos y pestañas son dos montañas, donde dos negros hacen mansión; y en honor de Cupido, dos atrevidos ambos disparan flechas de amor. Su nariz afilada no fue sonada, aunque mirada fama cobró; es un cañón de plata que a todos mata, sin que ninguno sienta el dolor.


Su boca es tan pequeña y tan risueña, cual naturaleza pudo formar, que al decir punto en boca más me provoca, por no agraviarla quise callar. Su barba es el archivo donde yo vivo, preso y rendido y muerto de amor, y el que hace el bien y el gozo, perenne gozo, sepulcro alegre y dulce prisión. Es su hermosa garganta la mejor planta, que en los jardines sembró el amor. Por haberla ofendido a sus pies, rendido, a mi peregrina pido perdón. Informantes: Juana Aranda García María Francisca Quesada Rentero


VENGANZA CONTRA DESHONRA Alto soberano cielo, en ti pongo mi memoria para que explicar yo pueda lo que sucedió en Lisboa, con un galán y una dama que se estiman y se adoran, y el querer entre los dos de firme no hay quien lo rompa, sino Jesús Nazareno con su mano poderosa. Un día por la mañana se va don Pedro de ronda, más galán que el sol que sale, a la puerta de su moza. La moza, que está en aviso, a la ventana se asoma. – No hay quien te ponga en las manos una pulida corona. – No estimo yo lisonjeos sino saber de qué forma ese querer que me tienes si es querer o si es lisonja. Desde las ocho estuvieron el galán y doña Antonia, hasta que tocan al alba las campanas de Lisboa. Otro día, en la mañana, ciertos amores con otra. Doña Antonia, que lo sabe, no hay quien le gane a leona, a leona enfurecida que contempla su deshonra. – ¡Ay, noche, cómo no llegas, cielo, cómo no te adornas de tu capa azul celeste, de tus estrellas preciosas! Informantes: Dolores Valero Fernández María Josefa Valero Fernández

En cuanto llegó la noche capa y sombrerillo toma, se puso una media verde, un zapatillo que abrocha y una montera italiana con broches que son de ahora. A la cintura una daga, que de Toledo es la hoja; donde estaban sus contrarios, se encaminó presurosa. Llena de ira le dijo: – hoy te espero en la redonda. Cuando lo vido venir, la capa en el suelo arroja. – ¿Es usted aquel caballero que dio palabra a una moza, y después de robar su honor se la ha dejado a la sombra? Ha de saber que soy yo y me llamo doña Antonia y he de quitarte la vida, si el cielo no me lo estorba. Sacó una pequeña daga y la cabeza le corta, la coge de los cabellos y en la puerta de su moza la cuelga en el llamador, y en esto pasó la ronda. Le preguntaron razón: – venganza contra deshonra. El señor corregidor debe hacerme una corona. Todos echaron a huir y ella, que se vido sola se fue a Santa Catalina, tomó el hábito de monja. Otro día en la mañana, vítores a Doña Antonia, que se ha llevado la gala de las mozas de Lisboa.


DESHONRA De edad de catorce años, granuja, te conocí, me pediste relaciones, me pediste relaciones y yo te las concedí. Tú hablaste con mis padres y te dijeron que no, mas como yo te quería, mas como yo te quería les jugué mala traición. En un campo solitario, granuja, me deshonraste, y para mayor dolor, y para mayor dolor te fuiste y me dejaste. Me deshonraste a mí y a todita la familia, y para mayor dolor, y para mayor dolor me dejaste una niña. Retírate de mi vera, que estoy tísica y enferma, y a toda la que se muere, y a toda la que se muere la ropita se la queman. Ya le llevan a enterrar, caminito de Toledo, la llevan a acompañar, la llevan a acompañar hasta el mismo cementerio. Mira si sería guapa que hasta el mismo enterraor tiró la pala y el pico, tiró la pala y el pico y el pañuelo se sacó. Ya no entierro más mujeres, se me ha ido la ilusión, el retrato de mi novia, el retrato de mi novia lo llevo en el corazón.

Informante: Catalina Guzmán López


LA PASTORA CRISTIANA En la provincia de Valencia un labrador habitaba, llamado Paco Ruiz y su esposa Mariana, y una hija que tenían que Virtudes se llamaba. De edad de veintidós años, caritativa y honrada, llegaba un pobre a su puerta, cuando su padre no estaba, le ponía de comer todo cuanto deseaba. La costumbre que tenía, en cuanto se levantaba, era visitar el templo de la Virgen Soberana. Su padre, que era un hereje, cuando de menos la echaba se iba a la puerta del templo y allí mismo la esperaba. Cuando la veía salir, del cabello la agarraba, la arrastraba por el suelo y le arañaba la cara. Y su esposa le decía: – Francisco de mis entrañas, si ella es devota de Dios, tú no te metas en nada. Llegó el ocho de septiembre, aquella fresca mañana Virtudes le dice al padre: – padre mío de mi alma, yo quisiera ir a misa si es que usted me lo otorgara. La respuesta que le tuvo fue darle una bofetada, un ojo se le partió y al suelo la derribaba.

Y su esposa le decía: – Francisco de mis entrañas, si ella es devota de Dios tú no te metas en nada. – Virtudes, ve a los barrancos con catorce o quince cabras, y aquí no vengas con sol que te doy la muerte amarga. Virtudes fue a los barrancos, muy triste y desconsolada. – ¿Será posible, Dios mío, que no pueda ser cristiana? Poco rato se tardó, cuando una paloma blanca del alto cielo bajó y a su lado se le para. – ¿Qué te pasa, pastorcita, que con tanto amor me llamas? No le pudo contestar porque se le quitó el habla. Poco rato se tardó cuando un monaguillo baja, con un cuadro lindo, hermoso, y una mesa en las espaldas. En medio de aquel barranco un buen altar preparaba, y hasta las cabras, señores, de rodillas se postraban. – Virtudes, toma esta carta marcha al pueblo sin tardanza y se la entregas al cura antes de que a misa salga.


Virtudes marchó hacia el pueblo, que había poca distancia, llegando en medio del templo a punto que a Dios alzaban. Un desmayo que le dio al suelo la derribaba. La gente se amotinó y el señor cura mandaba: – nadie se salga del templo hasta el final de esta carta. En el primer renglón dice que a Virtudes la enterraran al pie del altar mayor, supuesto que ha muerto santa. Y el hereje de su padre está ardiendo en vivas llamas, con cuatro horribles demonios que bajan por sus espaldas: unos le sacan los ojos, otros la lengua le arrancan, y otros le sacan del cuerpo el hígado y las entrañas. Informante: Catalina Guzmán López


EL CURA Y LA CRIADA El cura está malo, malito en la cama; a la media noche llama a su criada. – ¿Qué querrá el curita que tanto me llama? La mandó a la fuente, la fuente la Sana, a llenar un cántaro, un cántaro de agua. Y, estando en la fuente, le picó una rana y le picó con gana. A los nueve meses parió la criada: un niño bonito con pito y sotana. Y la gente dice: – ¡échale al hospicio! – ¡No me da la gana, que tengo dos tetas que son dos campanas, que tienen más leche que dos o tres mil cabras!

Informantes: Alfredo Infantes Delgado y alumnos del CEIP “Real Mentesa”. La Guardia de Jaén


LA DONCELLA GUERRERA El rey ha mandao una orden desde Sevilla a Graná, que al que no tenga varón la cabeza cortará. En Sevilla, un sevillano siete hijas le dio Dios y tuvo la mala suerte que ninguna fue varón. Un día a la más pequeña le llamó la inclinación de ir a servir al rey, como si fuera varón. – ¡Hija mía, no te vayas, que te van a conocer! Tienes el pechito alto y además ya eres mujer. – Si tengo el pechito alto, padre, me lo ligaré y con el pecho ligado un varón pareceré. – ¡Hija mía, no te vayas, que te van a conocer! Tienes el pelito alto y además ya eres mujer. – Si tengo el pelito largo, padre, me lo cortaré y con el pelo cortado un varón pareceré. Pasaron ya siete años y nadie la conoció; un día al subir al caballo la espada se le cayó. – ¡Maldita sea la espada y maldita sea yo! ¡Maldita sea la hora que me vestí de varón! El rey, que la estaba oyendo, de ella se enamoró.

– Madre, mi querida madre, que yo me muero de amor, que el señorito Lombardo es hembra, que no varón. – Convídala, hijo mío, convídala tú a comprar, que si ella es mocita la seda le ha de gustar. – Madre, mi querida madre, ya la he invitado a comprar; yo me he tirado a la seda y ella se compró un puñal. – Convídala, hijo mío, convídala tú a beber, que si ella es mocita al vino ha de temer. – Madre, mi querida madre, ya la he invitado a beber; yo me he bebido un vaso y ella se ha bebido tres. – Convídala, hijo mío, convídala tú a acostar, que si ella es mocita, de la cama huirá. – Madre, mi querida madre, ya la he invitado a acostar; ella se vino a mis brazos y no quiso fingir más.

Informantes: Alfredo Infantes Delgado y alumnos del CEIP “Real Mentesa”. La Guardia de Jaén


ENAMORADA DE UN POBRE Una señorita rica de un pobre se enamoró, de clase humilde y honrada, obrero y trabajador. Él le decía: – dulce amor mío, nuestros amores no tendrán fin, tú eres muy rica mas yo soy pobre. Y la muchacha contestó así: – ¡maldito sea el dinero que a mí me impide quererte, si yo no llego a ser tuya mil veces pido la muerte! Pronto la meten en un convento, bajo la Virgen la Concepción. Todas las monjas la cuidan mucho, y entre sus rejas allí quedó. Y, al verse tan triste y sola, y en aquella soledad, se acordaba de su novio y enfermó de gravedad. Los padres que se enteraron, la sacaron del convento con la intención de curarla, pero no tuvo remedio. – Padres del alma, yo os perdono, sólo os pido venga mi novio. Informante: – ¡Maldito sea el dinero! Catalina Guzmán agonizando decía. López Y así murió entre los brazos del hombre que más quería.


MALDITO DINERO Doña Teodora le dice a su esposo don Fidel: – me parece que el gañán mira mucho a la Isabel. – Y eso me parece a mí, me parece una comedia, tú ves si Pedro la quiere, mucho más lo quiere ella. Sabemos que nuestro mozo es un chico muy formal, pero qué tiene con eso si no tiene capital. – Y eso me parece a mí, me parece una comedia, tú ves si Pedro la quiere, mucho más lo quiere ella. – Para terminar el lío hay que cortar por lo sano, y es mandarlo a trasladar y el cuento se ha terminado, que se diría en el pueblo que no se pierden de vista, de que un simple jornalero dé con una señorita. Y a las doce de la noche Isabel en la ventana, platicando con su Pedro los dos amantes lloraban. – Pedro, toma este pañuelo que lo bordé para ti, para ti, Pedro querido, pa que te acuerdes de mí. – Isabel, toma un retrato que anteayer me retraté, y aunque esté lejos de ti quiero que me puedas ver. Se dieron las buenas noches y el galán se retiraba, y el galán se retiraba Isabel se fue a la cama.

– ¡Ay, qué malita me he puesto!, la pobre joven decía. ¡Esto de no ver a Pedro es aumentar mi agonía! ¡Es aumentar mi agonía, es aumentar mi dolor, el retrato de mi Pedro me dará fuerza y valor! Doña Teodora le dice a su esposo don Fidel: – ¿no sabes lo que le ha dicho el doctor a la Isabel? Tiene una pena muy grande, le palpita el corazón, el haberse ido Pedro le causó mucho dolor. – ¡Ay, Teodora, no me irrites, que me llevan los demonios, el ver morir a una hija a las espaldas de su novio! Dame tintero y papel, no tengo tan mala fe, de ver morir a una hija por el maldito interés. El gañán en la besana siempre en ella está pensando, cuatro semanas sin verla sus ojos le vierten llanto. Cuando oyó la voz del mando, que era la del mayoral, cuando Pedro lee la carta como un niño echó a llorar. Como un niño echó a llorar, como un niño echó a correr, y el mayoral le decía: – toma dineros pa el tren. Al llegar a la ciudad se encontró al enterraor, con su pico y con su pala camino del panteón.


– Pedro, ten resignación, que ya no la vas a ver, porque vengo de enterrar a tu adorada Isabel. – ¿Y habrás tenido valor de coger tu pico y pala, y enterrar a mi Isabel sabiendo que es mi adorada? ¿Por qué no la desentierras ahora que nadie nos ve, pa besarla yo en la frente y morirme ya después? – Eso sí que no lo hago, eso sería una locura, a presidio me llevaran si abriera la sepultura. – Un favor te voy a pedir, me lo debes conceder: decirme dónde es la tumba de mi adorada Isabel. Al llegar al panteón Pedro se quedó sin habla, cuando de la sepultura salió una paloma blanca. Y le dijo a su adorado: – no te asustes tú de mí, que pa mañana a las diez juntos estaremos aquí. Y anda y dile tú a mi padre la paloma que tú has visto, que no ha de subir al cielo hasta que no estés conmigo. Le pusieron inyecciones por las manos de doctor, le ponen resurrecciones y a las tres horas expiró. Y a las tres horas expiró y a las cuatro lo enterraron, y a las cinco está Isabel al lado de su enamorado. Informante: ¡Por el maldito dinero, Mª Antonia Quesada por el maldito interés, Guzmán han muerto el pobre de Pedro y su adorada Isabel!


UN DESAIRE CASTIGADO Allí arribita, arribita, allí arribita, en la era, un novio mató a su novia por la flor de la canela. El dieciocho de mayo, señores, vamos a contar que un novio mató a su novia porque no quiso bailar. La convidaron a un baile, su padre no la dejó, y sin permiso de nadie ella sola se marchó. Como era tan rebonita, le tiraban los sombreros; Antonio le tiró el suyo y no quiso recogerlo. A la salida del baile: – me la tienes que pagar, te he de cortar la cabeza y la mano principal. A otro día por la mañana Antonio se levantó, fue a la puerta de su novia a pillarle la ocasión. Al subir las escaleras ella se estaba peinando. – Retírate de aquí, Antonio, mira que llamo a mi hermano. – Yo no le temo a tu hermano ni a ninguna autoridad, te advertí que a la salida te tenía que matar. Se ha desliao la capa y se ha sacao un puñal, y en el costao izquierdo le ha dao tres puñalás. Ya se la ha dejao tendía, ya se ha ío el criminal,

y a las tres horas siguientes sube el padre a merendar, encontrándose a su hija rematada en el portal. – ¡Hija mía de mi alma!, ¿quién ha sido el criminal? ¡Si lo pillara ahora mismo lo cosía a puñalás! Llamaron al criminal por ver si la conocía. – ¿No queréis que la conozca si ha sido la novia mía? Si buscáis al asesino, he sido yo el criminal; he tenido que matarla porque no quiso bailar. Ya la suben, ya la bajan, ya la ponen en la losa, toda vestida de blanco que parecía una rosa. Ya la suben, ya la bajan, ya la ponen en el suelo; su padre, que estaba allí, la tapa con un pañuelo. Un rosal cría una rosa y una maceta un clavel, y un padre cría una hija sin saber para quién es.

Informante: María Francisca Torres Polo


EL CURA Y LA MOLINERA Les voy a explicar a ustedes un poco del entremés: lo que le pasó a Tronera un día con su mujer, pues el cura Don Fulano le quiso pisar el pie. Se lo ha dicho a su marido, lo dispusieron muy bien: convidarlo pa cenar, convidarlo pa comer – Ponle un pavo rellenado y una tortilla después. Se pusieron a cenar el cura con la Isabel. – Padre cura, es mi marido, ¿dónde meteré yo a usted? – Méteme en aquel costal y arrímame a la pared. Se pusieron a cenar su marido y la Isabel. – ¿Qué es aquello del costal? ¿Qué es aquello del fardel que hay pegado a la pared? – Es un poquito de trigo, que ha caído que moler. – Agarra el candil y vamos, que ese trigo quiero ver: y era un cura con corona y sombrero calañés. – Buenas noches, padre cura, buenas noches, fraile Andrés. ¡Qué bien me ha venido usted!, pues tengo la mula coja y ha caído que moler. Lo engancharon a la una, lo soltaron a las tres. Y a otro día por la mañana iba a misa la Isabel.

– Buenos días, padre cura, buenos días, fraile Andrés. ¡Qué bien me ha venido usted! – Ninguna mujer del mundo engañarme pudo ser. De una que me he fiado, de una que me fié: ¡trigo me hicieron moler! (bis después de cada verso en todo el romance).

Informante: María Francisca Quesada Rentero


FALSO TESTIMONIO Anoche, al venir del puerto, le dice: – Antonio Miguel, mira que a mí no me gustan las cosas de tu mujer. Anoche, serían las dos, cuando yo vide saltar un hombre por tu balcón, que te puedes figurar. Antonio quedó parado y sin saber lo qué hacer: si marcharse al extranjero o matar a su mujer. Se ha marchado a Buenos Aires, dejándose a su mujer y a un niño de cuatro años, que es lo que tenía que ver. La madre cogió a su hijo y, sin parar de besarlo, lo ha cogido de la mano y al puerto se lo ha llevado. La madre cogió a su hijo y, sin parar de llorar, se ha subido a la cubierta y se ha tiradito al mar. Y unos señores muy ricos, que venían en el barco, al ver al niño sin madre ellos lo cogen en brazos. Ellos lo cogen en brazos y empiezan a preguntar, y el niño, como es pequeño, nada sabe contestar. Y estos señores tan buenos, como eran millonarios, lo han criado para ellos y a un colegio lo han llevado. La carrera de abogado fue la que el niño estudió, y en la capital de Soria su bufete estableció.

Y, al cabo de veinte años, Antonio volvió otra vez, y se encontró que no estaban ni el hijo ni su mujer. Lo metieron en la cárcel, por sospechas de familia que decían que a su mujer él le había quitao la vida. Ya le leyeron la causa y le dijo el defensor: – ¿es verdad lo que aquí dice, que usted a su mujer mató? – Yo vengo de Buenos Aires y me encuentro que no están ni mi mujer ni mi hijo. ¡Eso es una falsedad! – Dígame cómo se llama para poder defenderlo. – Me llamo Antonio Miguel, por apellido Romero. Se levantó el defensor, ya no se puede aguantar. – Este señor es mi padre, mi madre se tiró al mar. Por un falso testimonio que quisieron levantarle, mi madre se tiró al mar y aquí tengo yo a mi padre. – ¡Hijo mío de mi alma y de to mi corazón, tu madre se tiró al mar, sólo quedamos los dos! El octavo mandamiento nunca debes de olvidar: ningún falso testimonio a nadie levantarás. Informante: Catalina Guzmán López


NOCHE DE REYES Noche de Reyes de invierno, silba el viento en el espacio, mientras que la nieve cubre las aceras con su manto, las aceras que relucen semejando lirios blancos. Los niños en esta noche, con su cuerpo sonrosado, duermen con un ojo abierto y el otro medio entornado, mirando sus zapatitos que allá en el balcón colgaron, creyendo que sí es verdad todo aquello que contaron. Al día siguiente, una madre, con sus hijos avanzando, va contándoles, con pena, lo rudo de su calvario, mientras otros niños pasan con juguetes y regalos. El mayor dice a su madre, mirando desconsolado: – ¿por qué ellos tienen juguetes tan bonitos y tan majos? ¿Será porque ellos son buenos y nosotros somos malos? ¿O será que en el balcón sus zapatitos colgaron? ¡Si es así, madre del alma, qué tristeza por mi hermano, porque no tiene zapatos ni balcón para colgarlos! Sí, mamá, por él quisiera que nos trajeran regalos, porque yo soy mayorcito y voy a cumplir diez años.

– ¡Hijito de mis entrañas!, la madre dice pensando, mientras que por sus mejillas lágrimas bajan rodando, hasta morir en su boca dejando un sabor amargo: la amargura de saber que ella no puede comprarlos. Y estrecha a sus dos hijitos con su maternal regazo, y echa a andar muy torpemente sin dirigir bien sus pasos. De pronto se oye un ¡ay!, un quejido y un porrazo, y la madre cae en el suelo, no es posible remediarlo. La buena madre se ha ido y los dos pobres muchachos, en la calma de la noche, flotan con un ritmo extraño. ¡Así es la noche de Reyes para muchos desgraciados!

Informante: Francisco Quesada Braceros


PADRE ADOPTIVO (1ª VERSIÓN) En una calle muy oscura, donde nadie transitaba, lo dejan recién nacío, un perro lo acompañaba. El animal, con instinto, de vez en cuando ladraba, por ver si alguien lo oía y al pobre niño amparaba. Viendo que nadie lo oye, el animal comprendió que, arruñando en una puerta, hallaría la solución. Y el criado de la casa salió muy ligero a abrir, queriéndole castigar, pero el perro se está allí. Y de su ropa tiraba pa que a la calle saliera, y al niño se aproximara y al niñito recogiera. Lo ha cogío entre sus brazos y le dice con cariño: – ¿quién es esa mala madre que comete este delito? Lo ha cogío entre sus brazos y a su amo lo presenta: – mire usted lo que he encontrao en el tranco de la puerta. Y el amo le contestó: – no quiero cargos de nadie. ¿Para qué lo has recogío? ¡Haberlo dejao en la calle! – No tengo mal corazón y aunque pobre, soy honrao; a este niño lo recojo, mientras viva, está a mi lao. Lo ha cogido entre sus brazos y le dice: – vida mía, como yo no tengo a nadie, tú serás toa mi alegría.

Se le terminó el trabajo y se le acabó el dinero, y se tuvo que meter a un hospital de enfermero. Y así pasaron diez años, sufriendo con gran dolor, por tal de no abandonar al niño que se encontró. Una razón muy urgente de repente le han llevao, pa que presentara al niño donde lo habían espachao. Se presentó con su niño, con su niño de la mano. – Diga, diga, caballero, ¿para qué soy yo llamao? – Para que me des mi hijo, soy su padre de verdad, lo abandoné muy chiquito en la puerta de un portal. Y el niño le ha contestao: – usted a mí me despreció; yo me voy con este obrero que, aunque pobre, me crió.

Informante: Nieves Jaraíces Vico


PADRE ADOPTIVO (2ª VERSIÓN) En una calle de Madrid, que allí nadie transitaba, a un hermoso perro vi que a un pequeño acariciaba. El animal, por instinto, de vez en cuando ladraba, para ver si alguien lo oía y aquel pequeño amparaba. El fiel animal comprende, al ver que nadie le oía, que arañando en una puerta, alguien le contestaría. Se ha metido en un portal y, por su instinto llevado, empezó a arañar la puerta hasta que salió un criado. Pero, al notar que es un perro, lo ha querido castigar; el perro salió corriendo y el buen criado detrás. Pero, al llegar junto al bulto, quedó el criado asombrado, al ver un niño tan lindo que se hallaba abandonado. Cogió al niñito en sus brazos, en su abrigo lo envolvió y, gozando de contento, se lo llevó a su señor. – Mire, señor, qué angelito que me acabo de encontrar, pues su madre hizo el delito de tirarlo sin piedad. El caballero le dice muy lleno de indignación: – ve y déjalo donde estaba, que lo críe otro y no yo. El criado le contesta, estrechándolo en sus brazos: – yo solo con mi pobreza juro ante Dios de criarlo.

– Déme usted, señor, mi cuenta, que yo a mi casa me marcho, ya que me encontré a este niño, no volveré a abandonarlo. Cuando el criado salía con el niño entre los brazos, la hija del caballero lo ha cogido en su regazo. – Dale alimento a este niño; de tu lado no lo apartes, y yo te daré el dinero para que puedas criarle. El niño bien se criaba y hasta un ama le pusieron, gracias a lo que le daba la hija del caballero. Pero, al cabo de algún tiempo, se dio cuenta el caballero y decidió de llevarse a su hija al extranjero. Al poco tiempo, al criado se le terminó el dinero y tuvo que colocarse en un hospital de enfermero. Ya el niño fue mayorcito y se lo llevó con él y atendía los enfermos como el criado más fiel. Cuando los médicos vieron la inteligente criatura, se lo llevaron con ellos pa que ayudara a hacer curas. Cuando los médicos vieron la inteligencia tan grande, lo meten en un colegio a estudiar de practicante. Era tanto su talento que el Gobierno lo eligió, y le dieron por empleo practicante en un vapor.


En uno de los viajes que de América venía, se les formó una tormenta que se creyó que se hundía. Con las fuertes sacudidas que el barco continuo daba, hubo varios pasajeros que, con golpes, se lisiaban. El muchacho siempre estaba donde mucha falta hacía, acudiendo a los enfermos con sin igual valentía. Se metió en un camarote a atender a una señora, que se hallaba trastornada hacía ya bastantes horas. La tormenta iba pasando, la señora mejoró, y al bueno del practicante estas palabras le habló: – quiero confiarle a usted un importante secreto, porque me encuentro muy mal y parece que me muero. Quiero que vaya a Madrid, calle de Santa Isabel, vive Sebastián Serrano, criado mío que fue. Ése tiene un hijo mío, que mi padre lo tiró por no verme en la vergüenza y ese hombre lo crió. Dale un abrazo muy fuerte, por ser un criado fiel y dile que me perdone: mis riquezas son de él. El muchacho, trastornado, habló a la señora así: – a ese hombre lo conozco; es quien me ha criado a mí.

Por tanto, es usted mi madre, madre de mi corazón, haré por ponerla buena, que ya tiene mi perdón. Yo nunca abandonaré a ese hombre tan honrado, que con tantos sacrificios y con penas me ha criado. – Hijo de mi corazón, por eso no tengas penas; lo tendremos con nosotros como si tu padre fuera. Ya se le acabó la pena a quien tanto había sufrido, que por culpa de su padre tuvo a su hijo perdido. Estos problemas, señores, no deben de ser dudados, que aún quedan muchas criaturas de padres abandonados.

Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


PADRE ADOPTIVO (3ª VERSIÓN) Una noche oscura en Madrid por donde nadie pasaba: un niño recién nacío y un perro que le ladraba. El animal con instinto, al ver que nadie pasaba ha llamado en una puerta por si alguien lo amparaba. En la puerta que llamó, el mozo que sale a abrir ha querido castigar al perro que estaba allí. Y el perro que le tiraba pa que a la calle saliera; cuando viera al angelito, seguro lo recogiera. Coge el niño entre sus brazos. Le dice: – duerme, angelito. ¿Quién ha sío tan mala madre que ha cometío este delito? Entra en una habitación y a su amo lo presenta. – Mire lo que me he encontrao en el tranco de la puerta. El amo le contestó: – No quiero cargos de nadie. ¿Por qué lo has recogío? ¡Haberlo dejao en la calle! Y el mozo le dice así: – Aunque pobre, soy honrao. Yo me lo llevo a mi casa, mientras viva está a mi lao. Ya pasaron cinco años y de nada le quedaba; al hospital de enfermero con el niño se marchaba.

Cuando tenía nueve años en el hospital seguía. Cuando menos lo esperaba un parte que recibía, para que cogiera el niño, lo llevara de la mano, para que se presentara donde lo habían espachao. Coge el niño de la mano y a su amo lo presenta. – Dígame usted ya, mi amo, para qué soy yo llamao. – Para que me des el niño, me pertenece por padre. Yo fui quien lo abandonó, mi hija era su madre. Y el niño le dijo así: – Por usted fui yo tirao. Yo me voy con este obrero, que aunque pobre es honrao. Por usted fui abandonao, yo me voy con este obrero que aunque pobre, me ha criao.

Informante: Carmen Tello Lorite (Versión de Torres)


INCESTO En la orillita de Palma habitaba un labrador, que poseía una hija como los rayos del sol. Un día que estaba solito quiso lograr su intención: con un cuchillo con filo se ha entrado en su habitación. – O te entregas a tu padre o la muerte te doy yo; déjame que te posea, quiero disfrutar tu honor. A los gritos que allí daba la vecindad acudió. – ¿Qué vas a hacer con tu hija? – ¡Mereces muerte, traidor! Entonces llegó su madre, su muy querida mujer; sin saber lo que pasaba se puso a hacer de comer. La niña, al ver a su madre, se mete en su habitación, con el pelo enmarañado lloraba con gran dolor. – ¿Qué pasa, rosa de mayo? ¿Qué pasa, rosa de abril? – Que me acuerdo de mi padre, que quiso abusar de mí. Madre, yo me voy de casa, que en casa no puedo estar, porque un padre infame y malo mi honra quiso manchar. El que abusa de su hija no tiene perdón de Dios; no merece estar viviendo quien mancha su propio honor. Informante: Juana María Fernández Aranda


EL DEFENSOR DE SU NOVIA Un hombre que trabajaba, en un pueblo de Tarifa, tenía una hija muy guapa. ¡Como flor era de linda! Un día que fue a llevarle a su padre la comida, se enamoró un caballero al verla tan guapa y linda. – Ésa su hija, Francisco. – Ésa mi hija, José. – Ésa su hija, Francisco. ¡Qué hija que tiene usted! – De buena gana, Francisco, con su hija me casara; ni a usted, ni a su propia hija le faltaría nunca nada. – Tiene novio, don José, y lo tiene en el servicio, obrero y trabajador y lo quiere con delirio. – Usted le dice a su hija y a su hija dice usted, que se case con un hombre que tenga para comer. – Esta noche voy a casa y a mi hija lo diré, y según mi hija diga la contestación traeré. – Tú no sabes, hija mía, la dicha que traigo a casa; tú conoces a aquel hombre que conmigo platicaba. Se ha enamorado de ti, al verte tan linda y guapa; si te casaras con él no nos faltaría de nada. – ¿Cómo olvido a mi Manuel, al hombre que tanto quiero? ¡Yo sería una miserable si olvidara por dinero!

– Tú harás lo que yo te mande y si no te mataré; donde no lo vea nadie tu cuerpo yo enterraré. Viendo que la boda llega y el asunto estaba serio, ella ha cogido una carta y se la ha escrito a su dueño. – Mi padre quiere casarme con un rico millonario; ven, Manuel, pronto a salvarme, si te encuentras licenciado. La boda a la iglesia iba, la boda a la iglesia ha entrado; zapatos no había otros, vestido en oro bordado. Estando la boa en la iglesia, Manuel al pueblo llegó; se encontró con un amigo que de todo lo enteró. Vestido de militar a la iglesia se ha marchado, y delante de los novios corriendo se ha presentado. – ¡Ya tengo aquí a mi Manuel! ¡Ya está aquí quien esperaba! ¡Ya tengo quien me defienda! ¡Ya está aquí quien yo aguardaba! Y Manuel ha contestado: – ¡me la llevo porque es mía! ¡Si alguno quiere seguirme, pronto me juego la vida!

Informante: Manuela Cobo Cueva


ELENA, ROSALINDA E ISABEL A las puertas de un palacio de una señora de bien, llega un lindo caballero corriendo a todo correr; como la nieve, su cara, su rostro, como la tez. – ¡Que Dios os guarde, señora! – ¡Caballero, a vos también! – Ofrecedme un vaso de agua, que vengo muerto de sed. – Tan fresca como la nieve, caballero, os la daré, que la cogieron mis hijas al punto de amanecer. – ¿Son hermosas vuestras hijas? – ¡Como el sol de Dios las tres! – Decidme cómo se llaman, si el gusto ese tenéis. – La mayor se llama Elena y la segunda, Isabel, y la más pequeña de todas Rosalinda la nombré. – Decidle a todas que salgan, que las quiero conocer. – La mayor y la pequeña al punto aquí las tendréis, A Isabel la perdonáis; por vergüenza y cobardía no quiere dejarse ver. – Lindas son las dos que veo, lindas son como un clavel, pero más linda será la que no se deja ver.

A las puertas de la casa, siete semanas después, llegan siete caballeros corriendo a todo correr. – Señora, tenéis tres hijas; a la del medio, Isabel, ruego que me la entreguéis, que en los palacios reales se va a casar con el rey.

Informante: Pedro Carrascosa López


DEFENSA DEL HONOR En una ciudad vivía una viuda sin piedad, y a una hija que tenía el honor quiso manchar. – Hija querida del alma, de ti enamorada está un caballero muy rico; cien duros por tu honor da. De que la hija oyó aquello le decía: – madre cruel. – Anda, hijita querida, anda y entrégate a él. Mas, decidida la joven, que bien preparada está, con un puñal de dos filos diez puñaladas le da. De que se la dejó muerta, tras del otro se marchó, con una idea bien fija: la de defender su honor. Y el caballero le dice: – no me mates, blanca flor; mira que tengo tres hijas que inocentes de eso son. En alma tan pura y bella no hallaré mal corazón; mira que tengo tres hijas que inocentes de esto son. Mas, decidida la joven, que bien preparada está, con un puñal de dos filos diez puñaladas le da. De que se los dejó muertos sola a dar parte se fue, con el traje ensangrentado así le habló al señor juez: – Mire, señor juez, mi caso: yo a mi madre la he matado y a un ingrato caballero, que mi honor ha mancillado.

Y la joven le decía y de este modo le habló: – ¿cómo queréis que no mate al que daño me causó? Hasta el mismo juez lloraba de oír a la blanca flor, que no quería dinero sino defender su honor.

Informante: Nieves Generoso Quesada


LA CRUZ DE PIEDRA Pongan atención, señores, que les vamos a explicar este caso que ha ocurrido cerca de Ciudad Real. Con una joven muy bella y un hombre sin corazón, que iba a cometer un crimen, pero la cruz lo evitó. En este citado pueblo vivía una joven muy bella, que era admiración de todos y de oficio costurera. Llegó la fiesta del pueblo y en el baile de verbena, un caballero muy rico le pidió bailar con ella. Y cuando estaban bailando y la vio que era tan bella, le ofreció su corazón, su honor, su vida y riqueza. Y la joven, que ignoraba la falsedad del amor, creída en sus juramentos le entregó su corazón. Vivieron un poco tiempo con mucha felicidad, pero al fin llegó el momento en que quedó abandoná. Aquel hombre libertino, que se reía del amor, a todas juraba amarlas y a todas abandonó. Al poco tiempo la joven dio a luz una hermosa niña, y lo mismo que a su madre le pusieron Rosalía. Ésta la joven criaba pensando en su triste sino: cómo decirle a su hija su padre quién había sido.

Llegó la niña a cumplir dieciocho años de edad, y su madre cayó en cama de una grave enfermedad. La joven veía a su madre cada día ir a peor, y se acababa el dinero para su alimentación. Los vecinos le ayudaban en todo lo que podían, pero también se cansaban de darle todos los días. Al fin llegó el triste día que no tenían qué darle, saliendo a pedir limosna con el fin de alimentarle. Ha encontrado un caballero; le pide con mucha pena: – déme usted una limosnita que tengo mi madre enferma. Cuando el caballero vio aquella cara de cielo, le dice: – vente conmigo que aquí no llevo dinero. Ya que están fuera del pueblo, aquel corazón de lobo pidió, a cambio del dinero, lo que valía más que el oro. Al oír lo que pedía, la joven se horrorizó, envolviéndole la duda: salvar su madre o su honor. Al fin se dejó llevar, muy transida de dolor, porque salvar a su madre fue primero y superior. El traidor la lleva a un bosque; cuando estaba en su interior, junto a una cruz de piedra, quiso quitarle el honor.


Y cuando iba al instante aquel hecho a cometer, siente una voz que le dice: – criminal, ¿qué vas a hacer’ Aquel hombre, descompuesto, tras de la cruz siente hablar: – mira que es tu misma hija la que vas a deshonrar. Aquel hombre, enloquecido, con el semblante la muerte, coge en brazos a su hija en un abrazo muy fuerte. – Vamos donde está tu madre, hija de mi corazón, a ver si puedo salvarla para pedirle perdón. Llegan corriendo a la casa y al ver a la enferma en cama, se arrodilló junto a ella, diciéndole estas palabras: – perdona, mujer querida, lo que te hice sufrir; hoy la mano del Señor me ha traído junto a ti. Vengan el médico y el cura, el juez y la autoridad, que yo, en mi arrepentimiento, contigo me voy a casar. Y tú ya tienes riquezas, hija de mi corazón, pero perdona a tu padre por ser un mal vividor. Cuentan que viven felices los tres en unión de Dios, gracias a aquel gran milagro que la Cruz de Piedra obró. Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


LA VENGANZA DE UN PADRE En la farmacia de un pueblo de la provincia de Sevilla, había una joven sirviendo que era una linda chiquilla. Los mozos se peleaban por conseguir su amistad, y ella siempre se excusaba de que tenía poca edad. Su padre vivía con ella gozando de gran contento, pues todo lo que ganaba era para su alimento. Pero quiso la desgracia poner coto a esta pasión y to lo que fue alegría en llanto se convirtió. El dueño de la farmacia de ella se enamoró; siempre juraba quererla con todo su corazón. – Por lo mucho que te quiero mira lo que voy a hacer: disgustarme con mi novia. ¡Contigo me casaré! La joven menospreciaba las palabras del traidor, pero al cabo de algún tiempo en sus brazos se rindió. Ella estaba disgustada pensando en lo que había hecho, y la pena y la congoja no le cabían en el pecho. Y ha llegado cierto día que se siente de ser madre, y se ha descubierto a él por ver si quiere casarse.

El infame le contesta: – tú no estás embarazada; tienes el estómago sucio y debes de ser purgada. Yo prepararé la purga y el dinero que tú quieras, y marcharás a tu casa hasta que te pongas buena. ¡Ay, qué hombre tan villano y qué instinto criminal!; en vez de darle un purgante le dio un veneno mortal. La joven se fue a su casa y el purgante se tomó; antes de la media hora se moría de dolor. Los médicos la visitan y confirman la verdad; enterada la justicia, detienen al criminal. Mas como dice el refrán: “tanto tienes tanto vales”, al poco tiempo el traidor se encontraba ya en la calle. Y todo el pueblo sintió la muerte de aquella joven, y su padre, de dolor, no duerme, come ni bebe. Y más cuando se enteró, de espanto se estremecía, de que el traidor se casaba con la novia que tenía. ¡Qué pena daba de ver aquel anciano llorar, porque a su hija Isabel no la podía olvidar!


Ya todo el mundo sabía la boda de don Tomás, y que se celebraría llegando la Navidad. Veinticinco de diciembre la boda en el templo entró, pero detrás de la puerta llora el viejo con dolor. Ya salía don Tomás con su esposa de la mano, y el padre de la Isabel le está en la puerta aguardando. Después de salir la boda y, en el último escalón, se ha tirado a don Tomás, dos puñaladas le dio. – Ya se cumplió mi destino; “quien mal vive, mal acaba”; he dao fin al asesino que mató a mi hija amada. Lo encerraron en la cárcel ya que a su hija vengó, y sin frío ni calentura a los tres días murió. Y aquí termina, señores, este bonito romance: el de la flor deshojada o la venganza de un padre. Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


LA MALA BEBIDA En las fábricas de Riopal, en la provincia Albacete, veréis lo que sucedió con un padre muy hereje. Éste vivía con su esposa y con su hijo Ramón, bebiendo sin trabajar y sin gozar del amor. Su hijo que veía las faltas, trabajando como un viejo, un domingo le esperaba para darle un buen consejo. – Yo trabajo y tú lo gastas el jornal que a mí me dan, en vicios que no hacen falta y la madre sin cenar. Al oír estas palabras este padre criminal, del hacha se apoderó que tenía en el portal. Y, sin decir “Dios valedme”, tres hachazos le pegó, quedando en el suelo inerte sin ninguna compasión. Después del tremendo crimen que con hijo cometió, se fue al cuarto de la esposa, loco de furia y terror. – ¿De dónde has venido, Juan, con el hacha, enfurecido? – De matar vengo a tu hijo y a ti también te asesino. Y, diciendo estas palabras, a la cama se dirige, lanzando el hacha a la esposa y ella grita que le auxilien. Poco tardó en ser de Dios aquella madre inocente; a hachazos la remató antes que fuera la gente.

Cuando el vecino llegó dando golpes a la puerta, el abrirla se negó maldiciendo por respuesta. Al momento vuelve a casa y llama a la vecindad, con un hacha en la mano para la puerta arrancar. El criminal que se vio ya perdido por la gente, el hacha la levantó y se la hundió por la frente. Cuando entraron en la casa fue un asombro general: ver al hijo y madre muertos y también al criminal. Y aquí termina la historia de este crimen tan cruel: por culpa de la bebida el hombre perdió su ser. Y a la juventud le advierto que beba con regla y tasa, que el abuso del alcohol acarrea muchas desgracias.

Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


HERMANAS GEMELAS En el pueblo de Barajas, en la provincia Madrid, habitaba un matrimonio que eran vecinos de allí. Ya llevaban varios años sin haber tenío familia, hasta que un día la señora al mundo trajo dos niñas. Estas dos niñas gemelas eran muy guapas las dos; más iguales no las hay ni pintás por un pintor. La misma cara, los ojos, y también el rizo pelo; lo mismo que una naranja partidita por el medio. Estas niñas tan bonitas con su madre se criaban; cuando tenían tres años vino aquella guerra mala. Como tantos niños iban sacando pal extranjero, en aquella expedición a una de ellas cogieron. La madre de la pequeña lloraba de noche y día, buscándola por Madrid por los trenes y tranvías. La niña pasa los años en la ciudad de Bruselas y su madre, al ignorarlo, ya la contaba por muerta. Unos señores muy ricos, que a ella mucho la querían, como primera doncella en su casa la tenían. La señora cayó enferma de muchísimo cuidado, y para mudar de clima a España se ha trasladado.

Pero, en el viaje a España la joven vino con ella y en una clínica de pago con la señora se interna. En aquel mismo lugar una joven se encontraba, enferma de gravedad también metida en la cama. La criada a la señora iba a verla tos los días, a ver cómo se encontraba y por si algo quería. Un día de los que iba la enferma joven la llama, y le pide, por favor, que le dé un poco de agua. Ya que le ha servido el agua la joven le preguntaba, si es que está sola en el mundo, no tiene madre ni hermanas. – Madre sí tengo, muchacha, pero una hermanita no, porque una que tenía el Señor me la quitó. Y la muchacha le dice: – cuando venga mi mamá, para que tú la conozcas te la voy a presentar. Al decir estas palabras se salió para la calle, y se encontró a una señora que era su adorada madre.


La señora la miraba diciendo de esta manera: – ¿por qué has salido a esperarme? ¿Es que ya te encuentras buena? – Señora, yo estoy muy bien y yo no me encuentro enferma. ¿Por qué a mí, sin conocerme, me habla usted de esa manera? – Ven acá y acércate, que aunque tú no me conoces, yo soy tu madre querida, te conozco en las facciones. Allí fueron los abrazos de una madre y de una hija; allí fueron los abrazos de una familia perdida. Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


CASTIGO A UNA NOVIA INFIEL Habitaba un matrimonio con una hija muy guapa; su novio la quería mucho y de corazón la amaba. Pero, una noche le dice: – te vas a venir conmigo; tú te quedas con mis padres cuando me marche al servicio. – No seas tonto, Feliciano, y no padezcas de celos; cuando tú vengas cumplido, entonces nos casaremos. – ¡Ay, Virgencita del Carmen, con el poder que tú tienes, quítale a mi Feliciano ese capricho que tiene! Viene aquella noche el novio otra vez con la manía: – si no te vienes conmigo, yo te quito a ti la vía. – Feliciano, yo te digo, que te quiero de verdad, pero si me dices eso nos vamos a disgustar. – Mañana yo ya me marcho para cumplir con la Patria. – ¡Que la Virgen del Pilar la lleves en tu compaña! Un día estaba la joven divertida en una fiesta, en compañía de su amiga y otro muchacho se acerca. Ella se está divirtiendo, tan alegre y tan contenta, pero la madre del novio en la carta se lo cuenta. Pide permiso a sus jefes; se lo dan cuando él quería y se presenta en su casa; eran las ocho del día.

Aquel día por ser domingo se fueron a pasear; se los encuentra a los dos en la calle principal. – Buenas tardes, Rosalía, me alegro de verte buena. ¡Tú eres la que tanto hablaba que me querías de veras! Para que no se divierta con ningún hombre jamás, en el pecho de la novia le clavó tres puñalás. Y el muchacho le contesta: – ¡traidor, criminal!, ¿qué has hecho? Y con el mismo cuchillo también le ha clavado el pecho. – Si la ley a mí me castiga, gustoso la cumpliré, pero de mí no se ríe la mujer que tanto amé. Las muchachas que han oído lo que estoy aquí contando, que no sean calabaceras y gasten mucho cuidado.

Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


EL GOLFILLO DEL TRANVÍA Era un chaval muy alegre, que se ve todos los días, en las calles de Barcelona enganchado en los tranvías. No tiene padre ni madre, según la gente decía, y por nombre le pusieron el Golfillo del Tranvía. Todos los días visitaba, enganchado en el tranvía, la barriada de Sanz donde una fábrica había. En la fábrica, un jardín, y en el jardín, una verja, y por dentro, una muchacha más linda que las estrellas. Apenas veía al golfillo con su carita de risa, le daba, en papel envuelto, las sobras de la comida. Porque esta niña preciosa guardaba, todos los días, las sobras de la comida al Golfillo del Tranvía. – Dios te lo pague, ángel mío, el golfillo le decía, y besándole las manos estas palabras decía: – ¡Qué buen corazón que tienes! No quiera Dios que algún día yo te viera en un apuro, que hasta mi vida daría. No pasaron muchos meses ni tampoco muchos días, de que un incendio voraz a la fábrica envolvía. La niña estaba en peligro de morir entre las llamas, y sus padres, afligidos, a la Virgen suplicaban.

Cuando todos se pensaban que la niña estaba muerta, vieron salir al golfillo que sacaba un lío a cuestas. Y delante de los padres desliaron el bultillo, y vieron a su hija sana salvada por el golfillo. El niño lleva sus ropas pegaditas en su cuerpo; tiene grandes quemaduras producidas por el fuego. El padre quería pagarle su buena acción con dinero, pero el niño le contesta: – no quiero na, caballero. Yo no quiero nada más que me dé su hija querida hasta que puea trabajar las sobras de la comida. – Papaíto de mi alma, tráeme a casa a Manolito; tú tendrás un hijo más y yo tendré un hermanito. Porque ha expuesto su vida sólo por salvar la mía, tan sólo porque le daba las sobras de la comía. Al niño lo protegieron estudiando en un colegio, y al cumplir los quince años ya era un hombre de provecho. El padre de la muchacha murió de una enfermedad, y él quedó de responsable de la contabilidad. La niña cumple veinte años y el muchacho, veintidós; los dos se han enamorado con una loca pasión.


Piden permiso a la madre y ésta pone impedimento; como su hija es muy joven no permite el casamiento. Un día que la señora fue a visitar la oficina, le acompañaba su hija sólo por simple rutina. Y ya que se vieron juntos esta madre, con dolor, entre suspiros de pena, les hizo esta confesión: – ya lleva bastante tiempo de sufrir mi corazón, pero ha llegado el momento de que lo declare to. Ahora os voy a decir, aunque todo lo he callado, que casaros no podéis porque los dos sois hermanos. Yo sólo soy la culpable, hijo de mi corazón; sólo por salvar mi honra, la culpa la tuve yo. – Te perdono, madre mía, por lo mucho que has sufrido, porque has callado, aún sabiendo que era yo tu hijo querido. Nada cambió su ilusión y le agrada todavía, que le llamen por su nombre: el Golfillo del Tranvía. Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


HIJA BUENA Y MADRE MALA En la provincia de Jaén, en el pueblo de Begíjar, habitaba una mujer que sólo tuvo una hija. Esta mujer tan ingrata en un saco la metió, y en un cruce del camino solita se la dejó. Pasó por allí un obrero que venía de su trabajo, y al sentir aquellos gritos se ha acercado muy despacio. A la niña ha recogido y, llenito de congoja, acunando a la pequeña se la ha llevado a su esposa. Y la esposa le contesta: – no te preocupes por nada; la criaremos con la nuestra y las dos serán hermanas. Las dos se acostaban juntan, las dos vestían iguales y parecían mellizas cuando iban por la calle. Esta muchacha tan guapa con un chófer se casó, y al cabo de poco tiempo ya veréis lo que pasó. Un día que iba a su trabajo con su coche, a por carbón, en medio la carretera una anciana se encontró. Se la ha llevado a su casa y le ha dicho a su mujer: – cuida muy bien a esta anciana que debemos proteger. La ha sentado en la candela, le ha echao un poco de café; le dice: – vamos, señora, ¿qué es lo que le pasa a usted?

– Pues lo que me pasa a mí es muy grave de contar: tan sólo tuve una hija y la dejé abandoná. La señora se conmueve y ha empezado a comprender: – si será ésta mi madre, la que a mí me ha dado el ser. La vieja, muy agradecida, le dice desconsolada: – señorita, por favor, dígame cómo se llama. – Me llamo María Fernández, recogida por favor, que en un cruce del camino mi madre allí me dejó. – Déjame mirar si llevas en el cuello una medalla, porque yo pienso que seas la hija de mis entrañas. Entonces se conocieron y se abrazaron las dos; – perdóname, hija querida, que Dios es buen pagador. – Yo por eso la perdono y soy una hija buena; usted se queda conmigo hasta que en mis brazos muera.

Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


CELOS La quise como a nadie tal vez haya querido, y la adoraba tanto que hasta celos sentí. Por ella me hice bueno, honrado y fiel marido y en un día de trabajo mi vida convertí. Y al cabo de algún tiempo de unir nuestros destinos, nacido ha un varoncito orgullo de mi hogar. Y era mi dicha tanta, ver claros mis caminos, ser padre de familia, honrado y trabajar. Pero, una noche de Reyes, cuando mi amor regresaba, vi, pobre, que me engañaba con el amigo más fiel. Y herido en mi amor propio quise vengar yo mi ultraje, y lleno de ira y coraje sin compasión la maté. ¡Ay, qué cuadro, compañeros! No quiero ni recordarme, pues me lleno de vergüenza, y de odio y de rencor. Por ser la noche de Reyes los zapatitos el nene en el balcón los dejó, no sabiendo que a su madre, por ser falsa y por ramera, su padre hoy la mató. Informante: Catalina Guzmán López


PALOMITA JOVEN Venid, amiguitas mías, que con vosotras soy franca: veréis lo que me pasó en mis primeras voladas. Un pariente me juró que tenía que ser su amada, y yo, con buena intención, en seguida le di entrada. Y en aquella temporada que tuvimos relaciones, en su casa y en la mía toditos eran conformes. Luego le tocó la quinta y a servir al rey se fue. Y de que tuvo destino en seguida me escribió unas cartas amorosas todas palabras de amor. Tiene un hermano mayor, que se fue a verlo a Jerez; desde entonces no me ha escrito, lo que pasa no lo sé, pero ya lo tengo visto que le escribe a otra mujer. Será más guapa que yo o se lo figurará, será más guapa que yo, que él no busca capital. Para que vea mi primo que soy decente y honrá, no le deseo na malo, no más que felicidad. Que se case con quien quiera que a mí no me faltará, que soy palomita joven y ahora principio a volar, y en levantando mi vuelo no sé dónde iré a parar. Informante: Catalina Guzmán López


LA CAMA Sagrada Virgen María, dame luz para explicar estos bonitos cantares, Virgen Santa del Pilar. Habitaba un matrimonio con una hija muy guapa, que su novio la quería y de corazón la amaba. Ya trataron de casarse y arreglan todas las cosas, y ya están amonestados para celebrar la boda. Sólo les falta la cama y aquel día van por ella, y han subido los dos novios para poder escogerla. La novia ha escogío una que valía mil pesetas, y el novio ha escogío otra que su precio es de quinientas. La novia le dice al novio: – yo esa cama no la quiero. – Dará lo mismo, mujer, no nos alcanza el dinero. Ella se marchó a su casa, muy disgustada y llorando, de ver que su propio amante la cama no había comprado. A la noche llega el novio, se la encuentra disgustada, y le dice al de la cama: – puedes marcharte a tu casa. – No te disgustes, mujer, la cama yo compraré, Informante: y si nos falta dinero, Catalina Guzmán López prestado lo buscaré. – No hace falta que lo busques, pues contigo no me caso, aunque me traigas la cama, la que yo tuve en mis brazos.


LOS HUERFANITOS Murió una madre dejando tristes dos huerfanitos, hijos del alma, que, en sus plegarias, todas las noches: – ¡madre querida!, – ¡madre!, exclamaban. – Tú te llevaste nuestra alegría, nuestro embeleso, nuestra esperanza. ¿Qué hay en la tierra para nosotros, sin tus sonrisas ni tus miradas? – Todo está oscuro, todo es silencio, madre querida, madre adorada. Así decían estos dos niños, que antes nadaron en la abundancia, y hoy, harapientos, de hambre y frío, sobre un escaño se cubrilaban. Un día cuentan que los dos niños se levantaron, con pena tanta, que, con tristeza, y muy resueltos, al cementerio se encaminaban. A los silbidos que daba el viento y a los golpazos de las ventanas:

– ¡madre querida!, – ¡madre! – exclamaban. – ¿Quieres que a casa ya nos volvamos? ¿Ves del camino cuánto nos falta? Pero, a buscarla, más decidido, dijo el primero, con arrogancia: – sobre mis hombros te llevaría, hermano mío, si es que te cansas. Pero la tumba de nuestra madre, ¿cómo sus hijos no han de encontrarla? Por fin llegaron y, de rodillas, allí vertieron ríos de lágrimas. Cuando observaron que una tormenta, al cementerio se aproximaba. Cubrieron tristes, con sus ropitas, aquella losa pa que las aguas no penetraran hasta su madre, y se volvieron llorando a casa.

Informante: Dolores Valero Fernández


LA MANTA DEL ABUELO – Padre, si se va el abuelo, no le dé entera la manta. Saque usted el cuchillo y corte, que con la mitad le basta. – Ten compasión, hijo mío, mira que está vieja y mala. – No importa, padre, no importa, que otras peores se gastan, y así, la mitad restante desde hoy podrá guardarla para cuando usted sea abuelo, por si acaso lo despachan. Lloró el padre y, abrazándole, el abuelo quedó en casa. Mas, no espere buenos frutos quien da malas enseñanzas. Informante: Dolores Valero Fernández


LA INOCENCIA En una hermosa maceta tiene unas flores mi niña, y en torno revolotean dos blancas mariposillas. – ¿Quién serán las mariposas?, le escuché ayer que decía, y ella misma contestaba: – son sin duda mis amigas. Cerró el balcón y yo le dije: – niña, ¿por qué te retiras? Contestóme ella en silencio: – mis flores tienen visita. – ¡Ay! – le dije emocionada – ¡Quién te diera, dulce niña, que esa inocencia gozaras largos años de tu vida! Porque has de saber que sólo la inocencia da la dicha. ¡Cuánta inquietud, cuánta pena, después que se ve perdida! Informante: Dolores Valero Fernández


LAS ALAS DE LA INOCENCIA Ved el ensueño sencillo que, en la puerta de la escuela, contaba un día Manuela de amigas en un corrincho. – Con dulcísimo embeleso dormíme anoche y soñaba que mi ángel bueno bajaba desde el cielo a darme un beso. Y, como si cierto fuera, con él sostuve al instante diálogo de esta manera: – ¿Me escuchas? – Por tu ventura. – ¿Me amas? – Tu bien anhelo. – ¿De dónde vienes? – Del cielo. – ¿Te manda? – La Virgen Pura. Se tiñó mi faz en rosa y seguí ruborizada: – que quiere verte aplicada nada más y virtuosa. Sentí en mi pecho una esencia purísima y, despertando, vi ángel bueno desplegando las alas de la inocencia. Informante: Dolores Valero Fernández


LAS CRIADAS Y LAS SEÑORAS Hablan las criadas ¡Pobres chicas las criadas, lo que tienen que sufrir! Más valiera que llegase para ellas el morir. Si por la mañana tienen mucho de acá, aunque cien años duren, su paradero: el hospital. Lo primero que aprendí fue a barrer y fue a fregar, después aprendí a coser y en la cocina, a guisar. Pero viendo que estas cosas no me hacían prosperar, consulté con mi conciencia; su respuesta fue: sisar. Salí tan mañosa que, al cabo de un año, tenía seis trajes de seda y satén. Discurran ustedes y aprendan un poco de dónde saldría para mí el parné. De mañana iba solita y me daban siete duros, siete duros nada más, y de sesenta reales gastaba treinta, no más; y a lo que a mí me quedaba lo guardaba un militar. No sé qué pasó un domingo, os diré lo que ocurrió: que mi amo, de repente, en la calle me plantó.

Pero, al darme el señorito la cartilla y el parné, me decía muy bajito: – yo te espero en el café. Después de estos lances, serví a un boticario y aquí en esta casa le sirvo a un abuelo, que el pobre está lelo. Y yo soy el ama y punto final.


Hablan las señoras ¡Pobreticas con las amas, lo que tienen que sufrir con la ruflá de criadas que se ponen a servir! Si por la mañana tienen mucho de acá, crea usted, caballero, que lo dividen por la mitad. El domingo por la tarde el permiso yo le di a mi chica de Bilbao al teatro de Madrid. Y le dije en la escalera: – no te vayas a tardar, por si acaso se ocurriera coser, planchar o guisar. No crean que vino a las ocho, ni vino a las nueve, ni vino a las diez, que vino a las doce con un artillero que al punto me dijo: – señora Virtudes, dispénsela usted. Después tuve otra criada que era de Valladolid, que tenía unos bigotes, unos bigotes así. Y a mi marido que es peluquero por afición, dije: – le pagas con la navaja y con el jabón.

Porque al mes no cabal, me faltó un tenedor de metal. Y una falda de tul, pues la vi registrando en el baúl. Me faltó un par de pendientes de azabache superior, y al cabo de tanta falta: faltóme a mí mi marido que es muchísimo peor.

Informantes: Dolores Valero Fernández María Josefa Valero Fernández


ENRIQUE Y LOLA Sagrada Virgen del Carmen, dame fuerzas y poderes, para explicar el milagro que has hecho con tus deberes. Eran dos hermanos huérfanos, criados en Barcelona: el niño se llama Enrique, la niña se llama Lola. El Enrique se marchó, se marchó pal extranjero, navegando por los mares se hizo un noble caballero. Disfruta de lo que quiere, disfruta de su mejora, tiene todos sus regalos sin acordarse de Lola. La Lola suspira y llora noche y día por su hermano, a la Virgen del Rosario le reza por encontrarlo. Se ha acercado un caballero para casarse con Lola; Lola acepta el casamiento sólo por no hallarse sola. Y estando un día comiendo le dice Lola al marido: – vámonos para La Habana, tengo un hermano perdido. Tengo un hermano perdido y allí me han dicho que para. – Lola, tu gusto es el mío vámonos para La Habana. Buscaron embarcaciones y a La Habana se marcharon, buscaron embarcaciones en la calle de Margallo. Andaron calles y plazas sin conseguir encontrarlo; a poco tiempo la Lola su marido cayó malo.

Su marido cayó malo con las fiebres amarillas; y al poco tiempo la Lola quedó en el mundo solita. Quedó en el mundo solita, y ya se ha visto obligada a pedir una limosna, que se encuentra desmayada. Se ha acercado a un caballero a pedirle una limosna, y el caballero le dice con sentimiento: – perdona. De que el caballero vio aquella joven llorar, se ha echado mano al bolsillo: siete pesetas le da. – Es usted una bella rosa, es usted un bello clavel, esta noche va por casa que allí la socorreré. La Lola fue por su casa y el caballero la vio, la ha cogido de la mano, la metió en su habitación. Le pidió cosa imposible y ella le dijo que no: – primero pierdo la vida, antes de manchar mi honor. El caballero, con ira, con un puñal en el pecho: – primero pierdes la vida si no lograra mi intento. – Si estuviera aquí mi Enrique, el Enrique de mi alma, sacaría la defensa por la pobre de su hermana.


– ¿Es que usted se llama Lola? – Lola me llamo, señor. – Mátame, hermana querida, que he sido tu inquisidor. Allí fueron los abrazos, allí fueron los suspiros, allí fueron los abrazos de dos hermanos perdidos. Informante: María Antonia Quesada Guzmán


LA MALETA En la estación de Alicante al tren sube un melitar, con billete de permiso que para su casa va. Se sube a coger asiento y se ha quedao admirao de una señora muy guapa, que llevaba un niño en brazos. Se levanta la señora, le ha dicho con mucha gracia: – ¿quieres coger a mi niño mientras bajo a beber agua? Se pasan cuatro estaciones la señora no volvió, y el melitar con el niño: – ¿y ahora qué hago yo? Se queda mirando al niño: – niño, tu madre no viene. Ve que en la mano derecha lleva colgada una llave. Le quita la llave al niño, coge y abre la maleta, y envueltas en unos papeles llevaba diez mil pesetas. Y los papeles decían: – coged el niño y criadlo, y si le falta dinero lo publican en el diario. Y al llegar a la estación donde todos lo esperaban, su novia que estaba allí que también le preguntaba. So novia que estaba allí que también le preguntaba: – ¿ese niño de quién es? ¡Tú me has tenío engañada! Desde la estación al pueblo todito se lo contó, con los dineros del niño la boda se celebró.

Ya ha cumplío los quince años, lo apuntan en un taller, para que aprendiera a chófer que era el deseo de él. Ya que ha terminao el estudio, se ha marchao a Barcelona, se ha colocao de chófer con una noble señora. Ya que lleva mucho tiempo lo ha llamao a su despacho: – escucha mi atrevimiento, ¡mírame cómo te amo! Si tú te casas conmigo, yo como no tengo a nadie, todito mi capital será pa ti y pa tu madre. – Sí, señora, tengo madre, pero buena no será, que en la estación de Alicante me entregó a un melitar. – Ven acá, hijo querido, yo no he sido madre mala, por eso dejé dinero para que a ti te criaran.

Informante: María Antonia Quesada Guzmán


EL CALVARIO DE UNA MADRE (1ª PARTE) En el pueblo de Villanueva, que es provincia de Navarra, ha pasado este suceso que hasta de nombrarlo, espanta. Habitaba un matrimonio, sólo una hija tenía; por ser tan noble y tan buena todo el pueblo la quería. Filomena se llamaba esta hija tan amada, y ya muchos la rondaban, mas sus padres no otorgaban. Con sólo catorce años sus padres le suplicaban: – no te fíes de los hombres, que casi todos engañan. Había un gran caballero que a la joven pretendía, mas, por temor a sus padres, ella este amor les fingía. Cuando la joven salía, con su novio se encontraba, y, con lágrimas en sus ojos, de esta manera le hablaba: – te amo de corazón, pienso en ti cada momento; mas si se enteran mis padres, me pondrán impedimento. Su novio le contestaba, con valor y valentía: – quieran tus padres o no, te juro que has de ser mía. La joven le contestaba: – yo te guardaré el decoro, pero mis padres no quieren que tan joven tenga novio. Una mañana la joven se ha ido al río a lavar, y se ha encontrado a su novio con muy mala voluntad.

Sin hablar una palabra sobre ella se tiró; llevándola a la ribera, allí le quitó su honor. Dejándola desmayada el infame se marchó, y la infeliz, deshonrada, su desgracia allí lloró. Y hacia su casa regresa, muy triste y desconsolada, sin enterar a sus padres lo que a ella le pasaba. Cuando sola en casa estaba, lloraba con gran dolor: – ¡qué desgraciada que soy, padres de mi corazón! Siempre triste se encontraba allí esta noble criatura; pensando en su porvenir, lloraba su desventura. Su madre, al verla tan triste, un día le preguntaba: – ¿qué te pasa, hija del alma, que tienes tan mala cara? Y la joven, al momento, a su madre así le habló: – madre, no me pasa nada; llorando se retiró. Y como ya se encontraba en estado interesante, cogiendo todas sus ropas se ha alejado de sus padres. Se dirigió a la montaña, casa de una conocida, que, sabiendo su desgracia, a la infeliz recogía. Los padres, desesperados, empezaron a buscarla por las aldeas y campos, sin conseguir encontrarla.


Allí pasó algunos meses, sufriendo su grande pena, llorando su gran pesar con aquella montañesa. Al cabo de poco tiempo ella ha dado un niño a luz; los siete primeros días lo cría con gran salud. Pero, al cabo de ocho días, la vieja le aconsejó que lo sacara de casa, porque tenía gran temor. Y, envolviéndolo en pañales, a aquel hijo de su amor, le puso los apellidos del hombre que la perdió. Un pastor que lo recoge se lo llevó a su rebaño, y con penas y trabajos cumple dieciocho años. Canción de ciego original, 1ª parte, (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


EL CALVARIO DE UNA MADRE (2ª PARTE) Su madre se ha conservado con una cara preciosa, pues a los treinta y dos años aún parecía una rosa. El chico, con el ganado, a su casa se acercó y al ver su cara tan guapa de ella se enamoró. El chico bien se alegraba cuando su cara le vio; como joven atrevido llegó a pedir relación. Y la mujer le contesta: – dispense lo que le digo; yo no podría aceptar lo que quiero como amigo. Él, loco de frenesí a ella se lo decía; y muerto por su persona sus pasos le perseguía. Cuando al pueblo ella bajaba al camino le salía, pero ella no aceptaba lo que él le proponía. Ella así le contestaba: – déjate de esta ilusión, porque estoy escarmentada de un hombre que me perdió. Mas, loco de frenesí, a ella se le arrojó; y ella, en su propia defensa, la vida le arrebató. Escondiéndolo entre hierbas como muerto lo dejó; fue y sentóse en una piedra hasta que el día llegó. Y cuando el día amanece ella al fin se decidió, y regresa al mismo sitio donde el cadáver dejó.

Se ha arrodillado ante el muerto y sus ropas registró, encontrándole una carta que leyó con reflexión. Cuando ella lee la carta y ve sus dos apellidos, se ha quedao muy angustiada, como loca y sin sentido. Como una loca, llorando, se marchó esta pobre madre y cuando llegó al molino ya parecía un cadáver. – Mátame, le dijo ansiosa; no me tengas compasión, que he matao a mi propio hijo, hijo de mi corazón. El molinero, asombrado, como muerto se quedó, y cogiéndola en sus brazos a la cama la llevó. Y ella se puso a escribir letras, con el corazón, mas antes de llegar al fin su alma a Dios entregó. Sr. Juez: Yo, Filomena Gutiérrez, pongo en su conocimiento el crimen que, involuntariamente, he cometido. He quitado la vida a mi propio hijo, el ser que más quería en este mundo. El destino ha querido que mi hijo muriera en mis propias manos… Canción de ciego original, 2ª parte, (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


LA MAÑANA DE SAN JUAN La mañana de San Juan, cuando el sol parpagueaba, bajó la Virgen María a la fuente cristalina por una poca de agua. Se lavó sus pies y manos y también su linda cara. Después de hacer todo esto, su bendición le echó al agua. – Aquí, el que venga a esta fuente por una poca de agua, no se la llevará sola: la llevará consagrada. La hija del rey la oía, que en el palacio se hallaba. Muy deprisa se vestía, muy deprisa se calzaba. Cogió un cántaro de oro y a la fuente fue a por agua. – ¿Dónde vas tú tan solita, tan solita en de mañana? – La hija del rey yo soy; vengo a la fuente por agua. – Y siendo tú hija del rey, ¿el por qué no traes compaña? – ¿Para qué quiero compaña si tan buena la he encontrao? – Lo mismo que ha sido buena, podría haber sido muy mala. – Dígame usted, mi Señora, si yo habré de ser casada. – Casadita, sí, por cierto, y también acoronada. Pues has de tener tres hijos con su testa coronada: el uno, rey de Castilla y el otro, rey de Granada; y una niñita en el cielo como ellos coronada.

– Allí, en lo alto del cielo tiene una silla guardada. No la hizo el carpintero ni en una carpintería, que la hizo el Rey del Cielo para la Virgen María. Allí mismo está sentada la Virgen Santa María, dándole la teta al Niño y el Niño no la quería. – Dime, Niño, por qué lloras, si no lloras de alegría? – ¡Porque el infierno está lleno y la gloria está vacía!

Informante: Manolita Martínez Garrido


ORIENTAL Corriendo van por la vega, a las puertas de Granada, hasta cuarenta gomeles y el capitán que los manda. Al entrar en la ciudad, parando su yegua blanca, le dijo éste a una mujer que entre sus brazos lloraba: – enjuga el llanto, cristiana, no me atormentes así, que tengo yo, mi sultana, un nuevo Edén para ti. Tengo un palacio en Granada, tengo jardines y flores, tengo una fuente dorada con más de cien surtidores. Y en la vega del Genil tengo parda fortaleza, que será reina entre mil cuando encierre tu belleza. Y sobre toda una orilla extiendo mi señorío; ni en Córdoba ni en Sevilla hay un parque como el mío. Allí la altiva palmera y el encendido granado, junto a la frondosa higuera, cubren el valle y collado. Allí el robusto nogal, allí el nópalo amarillo, allí el sombrío moral crecen al pie del castillo. Y olmos tengo en mi alameda que hasta el cielo se levantan, y en redes de plata y seda tengo pájaros que cantan. Y tú, mi sultana eres, que desiertos mis salones están, mi harén sin mujeres, mis oídos sin canciones.

Yo te daré terciopelos y perfumes orientales; de Grecia te traeré velos y de Cachemira, chales. Y te daré blancas plumas para que adornes tu frente, más blancas que las espumas de nuestros mares de Oriente. Y perlas para el cabello, y baños para el calor, y collares para el cuello; para los labios, ¡amor! – ¿Qué me valen tus riquezas, respondióle la cristiana, si me quitas a mi padre, mis amigos y mis damas? Vuélveme, vuélveme, moro, a mi padre y a mi patria, que mis torres de León valen más que tu Granada. Escuchóla en paz el moro, y manoseando su barba, dijo como quien medita, en la mejilla una lágrima: – Si tus castillos mejores que nuestros jardines son, y son más bellas tus flores, por ser tuyas, en León, y tú diste tus amores a alguno de tus guerreros, hurí del Edén, no llores; vete con tus caballeros. Y dándole su caballo y la mitad de su guardia, el capitán de los moros volvió en silencio la espalda.

Informante: Juan Medina Ruiz


ROMANCE A CÓRDOBA – Entra en razón, Sebastián, piensa tú que las mujeres contemplarán con placeres tos los disgustos que dan. Olvidarla yo no puedo, muchas veces ya lo intento, mas entró en mi pensamiento y es un querer sin hartura el que tengo a esta criatura. Es morena y cordobesa, con andares de gitana y corazón de princesa. ¡Si la vieras a caballo! En Córdoba la encontré. – ¿En Córdoba? – Sí, allí fue, cuando en la feria de mayo las treinta mulas compré, comentando la corrida en la que Antonio Cañero, sacando su jaca herida, puso el rejón más certero que había colocao en su vida. Estábamos Paco Gil, Pedro el de Puente Genil y el Niño Sabio de Lora en la puerta del Mercantil, tomando una de pastora. ¡Qué trajín! ¡Qué algarabía! Aquel bullir que no cesa y en todo contribuía la gracia y soberanía de la mujer cordobesa. No te puedes figurar, tú ya aquello lo conoces, cuando compraste la yegua, el gran rumor de las voces de la calle Gondomá.

Como regueros de hormigas las mujeres paseaban y en el pecho toas llevaban flores en lugar de espigas. Entre mujeres y flores pasean los domadores por delante de nosotros, luciendo sobre los potros los atalajes mejores. ¡Vaya coches! ¡Vaya troncos!, donde los caballos broncos mostraban todos sus bríos, yendo los cocheros roncos de tanto hablarle al gentío. Y entre aquella animación alarmó a la gente seria, cuando por la Concepción se vio subir de la feria el cuerpo más soberano, más gallardo, más serrano, que vieron del sol la luz, sobre un potro jerezano del mejor hierro andaluz. ¡Vaya mujer con hechuras, luciendo el traje campero de vistosas bordaduras, al sonar las herraduras del caballo postinero! Ángel que tenga su cara no tiene Dios en los cielos, pues su belleza es tan rara que si otro la mirara los demás tendrían celos. Como dos finos manojos de claveles reventones eran sus labios de rojos, y eran de finos crespones la luz que daban sus ojos.


Era arrogante y morena, su pelo como la pena que desgarra las entrañas y tenía las pestañas de la propia Macarena. Caballo mejor domao ni mejor atalajao ningún andaluz lo sueña, ni traje mejor cortao que el que lucía su dueña. Era de plata de raje el freno y el hebillaje, como el caballo de un rey, y de oro fino de ley los atalajes del traje. Pues ya ves si llevaría el potro con gallardía, cuando hasta el propio Cañero tiró a su paso el sombrero diciéndole una alegría. Mezcla de gitana y reina, llegó entre palmas y olés, espuelas de oro en sus pies y por corona y por peina un sombrero cordobés. Al paso de su alazán la gente se descubría, pues todo el mundo creía que llegó el Gran Capitán, el alma de Andalucía. Le dio dos vueltas al paseo y el potro, con su braceo, no cabía en la ancha calle al compás del manoteo. Cimbreaba su lindo talle aquella mujer preciosa, de hermosura tan completa que se mecía, orgullosa, como en la mejor maceta se mece la mejor rosa.

Su gracia le pregunté, cuando a mi vera pasó. Lo que me dijo no sé, lo cierto es que me miró y en sus ojos me enredó. Preso quedé en su mirar, como el día queda en la aurora, y soy tan esclavo ahora como la perla que llora su esclavitud en el mar. Hablé con ella, fue mía, puse en ella mi alegría, mis afanes y mis penas, y hoy por su gusto daría la sangre que hay en mis venas. Sé que no me pertenece, que no es de mi condición, pero ya no hay solución, que el hombre siempre obedece cuando manda el corazón.

Informante: Juan Medina Ruiz


MUERTE DE LA REINA MERCEDES Una dalia cuidaba Sevilla en el parque de los Montpensier, ataviada con blanca mantilla parecía una rosa de té. De Madrid, con chistera y patillas llegó un real mozo muy cortesano, que a Mercedes besó en las mejillas que eran los niños primos hermanos. Y un idilio de amor empezó a sonreír, mientras cantan en tono menor por la orillita del Guadalquivir. – María de las Mercedes, no te vayas de Sevilla, en nardo trocarse puede el clavel de tus mejillas. Que quieras o que no quieras, aunque tú no dices nada, se nota por tus ojeras que estás muy enamorada. Rosita de Andalucía, que amor te trajo a mis redes, y puede ser que algún día, amor te cueste la vida, María de las Mercedes. Una tarde de la primavera Merceditas cambió de color, y Alfonsito que estaba a su vera fue y le dijo: – ¿qué tienes mi amor? Y lo mismo que una lamparita se fue apagando la Soberana, y la flor que tenía en sus mejillas se le volvieron de porcelana.

– María de las Mercedes, mi rosa más sevillana, ¿por qué te vas de mis redes de la noche a la mañana? En hombros por los Madriles cuatro duques la llevaron, y se contaron por miles los claveles que le echaron. – Adiós, princesita hermosa, que ya besarme no puedes; adiós, carita de rosa, adiós, mi querida esposa, María de las Mercedes.

Informante: Manuela Ruiz Mengíbar


LOS 349 MOTIVOS QUE TIENE EL HOMBRE PARA NO CASARSE Varios amigos me han dicho, en más de alguna ocasión, que por qué yo no me caso, que así estaría mejor. Como si casarse fuera tener diario un doblón. ¡El pobre casado vive más frito que un chicharrón! Tengo un sin fin de motivos, por los que vengo en razón, para no casarme nunca y daré la explicación: yo me salí de mi casa el día de San Antón, bien peinado y bien lavado, con buen zapato y calzón. En la esquina de la plaza encontré a Juan Carrión, un amigo que yo siempre aprecié de corazón. – ¿Dónde vas, Curro? – me dijo – Si no es de gran precisión, yo quiero que me acompañes y charlaremos los dos. Ya sabrás que me he casao con la hija de Simón; lo mismo debías tú hacer cuanto más pronto mejor. – Mucho me alegro le dije, que sea pa honra de Dios. Me llevó para su casa y en un sillón me sentó; presentóme a su mujer que, como hacía calor, con un poco de gazpacho al momento me obsequió.

Dióme luego una guitarra y toqué yo un rigodón, y vióse llena la casa de la gente que acudió. Entraron unas mocitas, más guapas que el mismo sol. ¡Qué cuerpecitos! ¡Qué ojos! ¡Qué rostro tan seductor! Aunque uno sea de palo, se le alegra el corazón. A mí se acercó una vieja que presto me preguntó: – Curro, ¿qué, usted no se casa? Dígalo sin detención. Si es que usted no tiene novia, te he de encontrar un millón. De modo que, si quisiera, sepa me llamo Leonor, vivo en la calle “El Engaño”, número cincuenta y dos. Yo dije: – le avisaré, cuando llegue la ocasión. Despedíme de la vieja y de toda la reunión; me marché para mi casa discurriendo en mi interior: si me caso o no me caso ahora tengo la ocasión. Ajusté todos los gastos; necesitaré un millón, sólo pa poder tener quien te lave el camisón. A la novia solamente, como regalo inferior, se le dan unos zarcillos y unas botas de charol.


El abanico, un rosario, un vestido y un mantón. ¡Caramba, que no me caso, que mocito estoy mejor! Si la novia es mi pariente o de otra población, tengo que andar con papeles que me cuestan un doblón. Me cuestan cincuenta duros. ¡Ni blandos los daría yo! ¡Caramba, que no me caso, que mocito estoy mejor! Y antes de haberte casado tienes que comprar velón, el almirez, la cazuela, tenazas y el asador. Tazas, manteles y vasos, los platos, el escurridor, cántaro, alcuza y escoba, la cama y el almohadón. Cuadros, sillas y baúles, sábanas y el cobertor, cucharas, cuchillos, peines, y espuerta para el carbón. La cesta para la plaza, el almanaque, el farol, y canastilla pal niño por si llega la ocasión. Aquí reniega el marido de la leche que mamó, pues ha de cavar la viña que ya otro vendimió. Llega el día y la partera un chiquillo al mundo dio, y te sacan los riñones médicos y el comadrón. El hombre pone el puchero, trae más tarde el biberón, y luego barre la casa y luego va por carbón. Viste al niño sin tardarse, el cual luego se ensució.

El hombre lo deja y sale y a trabajar se marchó. Viene el sábado a la noche y halla sucio el camisón, la casa está por barrer, la cena en el bodegón. Su esposa está de visita, vendrá a la una o las dos. Y le pega tal paliza que por muerta la dejó. ¿No vale más ser soltero y tener siempre un doblón, y beberse buenos tragos sin ninguna obligación? Como, bebo y me divierto y duermo en cualquier rincón, me levanto cuando quiero y me voy a tomar el sol. Y la que quiera casarse, que busque un perro rabón; y si no, que coma fuego, pedernal y munición. Aquel que fuera casado y quiera estar como yo, que le arrime a su mujer cada día un palizón. Aprendiendo esta receta, lo juro por San Antón, que descansará muy pronto y estará siempre de humor.

Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


LOS NOMBRES DE LAS MUJERES Supuesto que me han pedido, con políticas palabras, algunas de estas señoras, algo risueñas y ufanas, que les cante alguna cosa, yo obedezco a lo que mandan. Ya estoy dispuesto a cantar al son de aquesta guitarra, pero ahora me ha advertido un amigo y camarada que, al pedirme a mí que cante, es por celebrar la danza. Es pa burlarse de mí y es baza muy bien sentada, que si lo hacen con otros conmigo también lo hagan. Yo con mis ojos he visto que llegan alborotadas diciendo: – señor fulano, si es cosa que a usted le agrada cántenos unas folías que lo hace con mil gracias. Y yo, para darles gusto, no replico una palabra; tomo asiento y mi vihuela, al tenerla bien templada, luego que a cantar empiezo comienzan ellas su parla. Dice la una: – Jesús, ¡qué voz tan desentonada! ¡Parece que está chillando con el habla acatarrada! El cuerpo cual lo menea parece a don Zarandajas; poquito presume el cante, por mi vida que se engaña, porque abre tanto la boca como la puerta monaica.

Él canta a ojos cerrados y no se atiende a palabra; el pobre se está ahogando porque aquella voz es mala. Traigámosle un par de huevos por ver si la voz se aclara o démosle pan y queso por ver si con eso calla. Luego dejan ese tema y unas con otras ensalzan distintas conversaciones allá a su modo extremadas. Dice la una: – ¿no sabes cómo se casa fulana con fulano? Quiera Dios que si con ella se casa no le ponga en Carcabuey que es lugar que muchos pasan. Otra dice: – mi vecina, ¿quién no ve la santularia vestir santos en la iglesia y, con industria y con maña, le hace al marido que coma pimientos de cornicabra? Pues la otra, mosquita muerta, porque le sufre y le aguanta en los cuernos de la luna me lo ha puesto la taimada. Pues, ¿y el otro boquirrubio que triunfa, pasea y gasta a costa de la mujer porque le sufre y le aguanta? Y otra dice: – ¿pues no sabes cómo un casamiento tratan con Domingo, el zapatero? Y lo que a mí más me pasma es que siendo un pelufustán le entreguen una muchacha, que es rica y también discreta. La verdad está averiguada.


Y a él le hacen ratón pues le aperciben la trampa. Otra dice: – amigas mías, yo no me espanto de nada, porque todas nos mojamos cuando cae recia el agua. Otra responde: – yo tengo al sacristán de Burriana y la cera que recoge, entre domingo y semana, la vende y me da dinero, entra, sale y santas pascuas. Otra dice: – compañeras, tenemos tela cortada, que yo tengo un peluquero que ya me tiene enfadada, pues nunca le he merecido una libra de azofainas, y cuando viene la noche, después de no darme nada, me dirige más preguntas que tiene un misal de pascua; y me tiene entretenida con que de hoy a mañana; dice aguarda conveniencia y que será bien premiada; mas nunca llega ese día y así no sé lo que haga. Y las demás le responden: – eso es valiente bobada, ¿qué más quiere el muy taimado si cuanto desea haya? Eso lo mismo se hiciera al borrico de la cuadra, pues no es de mucho provecho darle con las calabazas, que no es razón que tú estés sacándole las entrañas a otros pa darle a él. Esa doctrina es muy mala.

– Tan sólo hemos de querer y adorar dentro del alma no aquél que no diga: dame, sino aquel que diga, daca. ¿Cómo podrá dar buen manto el que tiene mala capa? Y todas, de esta manera, parecéis unas urracas, refiriendo cuentos viejos con risa y con algazara, con chanza y con alboroto, no atendéis a los que cantan, a la relación o historia en lo que consiste o trata. Solamente estáis atentas si se explican las palabras, si no tienen melodía, si el tocar no tiene gracia, si el bailador baila bien, murmurando tan sin tasa; si se casa fulanita, si fulana es descocada, si fulano es buen muchacho, si el otro es un mal trabaja. Y a todos, de esta manera, estáis poniendo mil faltas y no pensáis en vosotras, que tenéis, si se repara, más faltas que una paleta y una tuerta remilgada. Ya sé que estáis ahora con la tijera afilada y la tela prevenida para cortarme unas mangas. Con que tomaré el desquite y así, con breves palabras, a cada cual por su nombre le he de ir poniendo faltas:


– Las Marías son muy frías y de puros celos rabian. Las Franciscas, vocingleras; perezosas, las Tomasas; las Isabeles, altivas; las Antonias tienen todas casquillo de calabaza. Las Josefas, muy golosas; las Joaquinas, zalameras; las Pacas, enamoradas; las Victorias y Benitas éstas siempre son muy falsas. Las Vicentas, envidiosas; las Isidras, cortesanas; las Alejandras, muy tontas; pedorras, las Micaelas; las Águedas, charlatanas; las Andreas, vanidosas; las Mónicas, comilonas; las Valentinas son fachas; y las Fernandas dan siempre gran conversación por nada. Qué decir de las Luisas, que por cualquier cosa hablan. Concepciones y Dolores son todas muy apagadas. Celestinas y Cristinas son amigas de ir a danzas. Las Leonas son dementes; las Celedonias e Higinias, por el chocolate rabian. Valerianas, presumidas; testarudas, las Constanzas; las Domingas son gallegas y éstas frecuentan, muy zafias, hermanitas del dios Baco, con grande afición y ansia, los licores las destruyen que hay en estas tales casas.

Amigas de las que quieran fueron siempre las Damianas. Las Gertrudis son soberbias y las Teresas, taimadas; las Catalinas son flojas; revoltosas son las Anas; las Teodoras, compungidas; las Manuelas, bailarinas; muy necias, las Sebastianas y amigas de oler cocinas las Ineses y Bernardas. Las Alfonsas, quimeristas; las Margaritas, pesadas; las Serafinas, chismosas; las Hipólitas, ufanas; las Quiterias, engañosas; las Jacintas, jorobadas; las Ángelas y Gabrielas son todas muy santularias. Las Rosas son embusteras; cabezonas, las Torcuatas; las Jerónimas, raídas; son simplonas las Julianas; las Magdalenas son graves; las Elviras, malcaradas; las Melchoras, barrigonas; carantoñeras, las Paulas; las Petronilas, frioleras; postineras, las Ignacias; las Agustinas, gangosas y locas, las Anastasias. Las Polonias, majaderas; las Rufinas son malvadas; las Brígidas, corretonas; pedigüeñas, las Marianas; Baltasaras, Saturninas y Felipas, muy rasgadas. Las Úrsulas, regordetas; son tristes las Felicianas.


Amigas de visitar las Mercedes y las Claras; las Bernabeas y Ritas tienen las uñas muy largas. Las Lauras son hociconas; las Eugenias, descuidadas; las Lucías, dormilonas; las Casildas, desmañadas; las Martinas tienen todas la lengua muy afilada. Las Bárbaras son roñosas; nada hidalgas, las Colasas; las Ramonas, enfadosas; muy avaras, las Engracias; las Petras, muy reparonas; de genio adusto, las Martas; las Elenas, pegajosas; las Lorenzas, holgazanas; las Eusebias, figureras; sosas todas, las Pascualas. Las Cármenes y Mercedes corren parejas con Blasas: en el hablar son melosas y en el obrar, muy amargas. Lo mismo son las Irenes, Carolinas y Esperanzas. Y qué decir de las Pías: son de la misma calaña. Las Hilarias son groseras; puntillosas, las Gasparas; las Amelias, caprichosas y bobas, las Bonifacias. Las Simonas son gachonas; sutiles, las Adelaidas y amigas de militares suelen ser las Cayetanas. Velludas y pelechonas son Jorjas y Florentinas. En cambio, las Melitonas a lo mejor quedan calvas.

Las Eulalias son coquetas; las Bernardinas, muy bravas; antojadizas, las Brunas y miedosas, las Libradas. Las Fidelas, engañosas; las Raimundas, patizambas; las Elisas, melindrosas; las Rafaelas son chatas. Las Trinidades, horribles; las Guadalupes, ingratas; las Loretas y Felisas, Encarnaciones y Eustaquias, Venturas y Salvadoras, Justas y Severianas, sólo son buenas no más para cortejar y basta. ¿Qué diremos de las Floras, las Casimiras, Genaras, Ferminas y Doroteas, Isidoras y otras tantas? Lo mejor será callarlo y por desprecio dejarlas. Mucho más decir pudiera si una, muy abochornada, no me hubiera hecho señas de que deje la matraca. Recibid este jabón, volved por otro mañana y si no ponéis enmienda llevaréis como quien lava sobre esta zurra otra zurra; que habéis de estar cuando cante, con recato y con silencio y atención muy sosegada, sin resultar por arriba ni por abajo con nada. Y ahora pide aquí el poeta que le perdonen las faltas. Canción de ciego original (escrita), facilitada por Catalina Guzmán López


¡TANTO TIENES, TANTO VALES! – No te mando más castigo que estás durmiendo con otro y estés soñando conmigo. Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo, que te casaste hace un mes y me quedé tan tranquilo. Otro cualquiera en mi caso se hubiera echao a llorar; yo, cruzándome de brazos, dije que me daba igual. Nada de tirarme un tiro ni liarme a maldiciones, ni apedrear con suspiros los vidrios de tus balcones. ¿Que te has casao? ¡Buena suerte! Vive cien años contenta y a la hora de la muerte que Dios no lo tenga en cuenta. Porque si al pie del altar mi nombre se te borró, por la gloria de mi madre que no te guardo rencor. Porque sin ser tu marío, ni tu novio, ni tu amante, yo soy quien más te ha querío. ¡Con eso tengo bastante! Haciendo un poco de historia de aquellos tiempos de atrás, se me vino a la memoria de cuando yo era un chaval. ¿Qué tiene el niño, Malena? Anda como trastornao, tiene carita de pena y el colorcillo quebrao.


Ya no juega con la trompa, ni tira piedras al río, ni se destroza la ropa subiéndose a coger níos. ¿No parece cosa rara que un niño de doce años tenga tan triste la cara? Mira que soy perro viejo; tú estás demasiao tranquila. ¿Quieres que te dé un consejo? ¡Vigila, mujer, vigila! Y fueron dos centinelas los ojillos de mi padre; cuando salgo de la escuela, se va por los olivares. ¿Y qué es lo que busca allí? ¡Una niña! ¿Tendrá el mismo tiempo que José Manuel? Déjalo y no le riñas, que está empezando a querer. Mi padre encendió un pitillo y se enteró de tu nombre. A ti te compró zarcillos y a mí un pantalón de hombre. Yo no te dije te adoro, pero amarré en tu balcón mi lazo de seda y oro de primera comunión. Y tú, fina y orgullosa, me diste en recompensa, dos cintas color de rosa que engalanaban tus trenzas. Bueno, yo me voy a misa con mi primita Rosario. Luego te veré en la ermita. ¡Y qué tristes nos pusimos al darte el agua bendita! Mas luego en el campanario, cuando rompimos a hablar dice mi prima Rosario que la cigüeña es sagrá.


Y el colorín de los bosques, y la nieve, y el rocío, y aquel torito valiente que está viviendo en el río. Aquellas rayas lejanas que miran al horizonte, sagrao tierras y cielo porque to lo hizo Dios. ¿Qué te gusta más? ¿Tu cara? ¿Y tu pelo tan bonito? ¿Y tus manos redonditas? ¿Y tus pies, que van fingiendo los pasos de las palomas zuritas? Con la pureza del campo, de nieve te comparé, te revestí de piropos de la cabeza a los pies. Y después te hice un ramo de pitiminí precioso, y después nos retratamos en las agüitas del pozo. Y hablando de esas pamplinas que se inventan las criaturas, llegamos hasta la esquina cogíos por la cintura. Y me dijiste: ¿en qué piensas? Y te dije: en darte un beso. A mí me dio una vergüenza que me caló hasta los huesos. Por eso, yo al enterarme que llevas un mes casá, no dije que iba a matarme sino que me daba igual. ¡Pamplinas, figuraciones! que se inventan los chavales. Después la vida se impone. ¡Tanto tienes, tanto vales! Mas como es rico tu dueño, te vendo esta profecía: tú cada noche en tu sueño, soñarás que me querías.


Y recordarás la tarde que tu boca me besó, y me llamarás cobarde como me lo llamo yo. Era una noche de luna clara. Tu hermanillo está llorando y le cantabas la nana: ¡Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi madre no quiere ni yo tampoco! Mientras cantabas la nana, yo, inocente, me pensé que la nana nos casaba como marido y mujer. ¡Pamplinas, figuraciones! que se inventan los chavales. Después la vida se impone. ¡Tanto tienes, tanto vales! Por lo demás, to se olvida, y pronto te dará Dios un hijo como una estrella. Avísame de seguida, me servirá de alegría cantarle la nana aquella: ¡Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi madre no quiere ni yo tampoco! Pero tú, sueña que sueña que me morí siendo chico, que se llevó una cigüeña mi corazón en su pico. Tú pensarás que no es cierto, yo sé que lo estás soñando, pero ya en la madrugá te despertarás llorando por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino quien más te ha querío. ¡Con eso tengo bastante!

Informante: Carmen Tello Lorite


MATAR A UN CRIMINAL Era una tarde maldita, de lluvia, tormenta y viento. Yo pensé perder mi vida por cumplir mi juramento. Tenía la novia en el campo, su padre no me quería. Nadie sufrirá en el mundo lo que yo sufrí aquel día. Era una tarde de mayo, a esto de las cuatro y media, cuando cogí mi caballo y me fui a hablar con ella. Al llegar a aquel lugar que en grande silencio estaba, oí una voz dolorosa que amargamente gritaba. Yo me asomé a la rendija para ver lo que pasaba, viendo que su mismo padre era quien la maltrataba. He cogido la pistola que en la cintura llevaba, viéndola pronto muy libre de la lucha soportada. Ella salió para ver quién era el que la salvaba. Pero no vio mi divisa, porque yo salí corriendo a contarle a la justicia todo el acontecimiento. Al llegar a aquel lugar y contar lo sucedido, a los tres días siguientes me tenían detenido. Pero tuve buena suerte cuando yo fui a declarar, porque no tiene delito el que mata a un criminal. Informante: Carmen Tello Lorite


ÍNDICE ROMANCES Y CANCIONES DE CIEGO PÁGINA – El romancero popular – Los romances, según Azorín – El paje y la Infanta (versión de Pegalajar) – El paje y la Infanta (versión recopilada por Menéndez Pidal) – El paje y la Infanta (versión recopilada en Jódar) – El paje y la Infanta + La boda estorbada (1ª versión) – El paje y la Infanta + La boda estorbada (2ª versión) – El paje y la Infanta + La boda estorbada (3ª versión) – La loba y los perros – Los primos romeros (1ª versión de Pegalajar) – Los primos romeros (2ª versión de Pegalajar) – Los primos romeros (versión de La Cerradura) – La dama y el pastor – La molinera y el corregidor – El pastor desesperado – La serrana de la vera – La muerte ocultada – La mala suegra – El quintado + la aparición de la enamorada muerta (versión de Pegalajar) – El quintado + la aparición de la enamorada muerta (versión de La Cerradura) – Las señas del esposo – La malcasada – Casada en lejanas tierras – El seductor de su hija – La hermana cautiva – Hermanas reina y cautiva – La bella en misa – La dama y el segaor (versión de Pegalajar) – La dama y el segaor (versión de Torres) – El prisionero – El rapto de Santa Elena – Las tres hermanas cautivas – San Antonio y los pajaritos – La vendimia – El castigo del sacristán – Los atributos del fraile – Luz aeterna: 1ª versión


PÁGINA – Luz aeterna: 2ª versión – El vendedor de nabos – El caldererillo – La posadera y el militar – La confesión con el novio – Los mandamientos del amor – El seductor de una casada – La venganza de las flores – La adúltera infanticida – Viudo, mozo y casado – El trato de Valdepeñas – La adúltera del cebollinero – La maldición de la madre – El retrato de la dama – La pastora coronada – Elena y Flores – El novio asesinado – Casamiento impuesto – La baraja de pasión – Las doce palabras – Mi peregrina – Venganza contra deshonra – Deshonra – La pastora cristiana – El cura y la criada – La doncella guerrera – Enamorada de un pobre – Maldito dinero – Un desaire castigado – El cura y la molinera – Falso testimonio – Noche de Reyes – Padre adoptivo (1ª versión) – Padre adoptivo (2ª versión) – Padre adoptivo (3ª versión) – Incesto – El defensor de su novia – Elena, Rosalinda e Isabel – Defensa del honor – La cruz de piedra – La venganza de un padre


PÁGINA – La mala bebida – Hermanas gemelas – Castigo a una novia infiel – El golfillo del tranvía – Hija buena y madre mala – Celos – Palomita joven – La cama – Los huerfanitos – La manta del abuelo – La inocencia – Las alas de la inocencia – Las criadas y las señoras – Enrique y Lola – La maleta – El calvario de una madre (1ª parte) – El calvario de una madre (2ª parte) – La mañana de San Juan – Oriental – Romance a Córdoba – Muerte de la Reina Mercedes – Los 349 motivos que tiene un hombre para no casarse – Los nombres de las mujeres – ¡Tanto tienes, tanto vales! – Matar a un criminal


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