GEB – LAS GRÁCILES Y DORADAS TRENZAS DE DOUGLAS HOFSTADTER Revisaba
algunas
notas
sobre
un
libro
de
Douglas
Hofstadter: Gödel, Esher, Bach: un Eterno y Grácil Bucle (GEB). En Wikipedia, muy recomendable cuando no hay mucho tiempo para profundizar, me atrajo la atención esta
frase sobre el autor, el cual”hace un recurrente paralelismo entre el concepto de bucle extraño entre un sistema formal y la autorreferencia en sus niveles de metalenguaje y los bucles de un canon con sus repeticiones, así como la auto similitud que se da en un fractal.”
Y Jorge Volpi, en su estupenda novela,“En busca de Klingsor”, confiesa su deuda con el libro al que hago referencia y dice que a partir de su lectura se inspiró para escribir su thriller.
Y es que el políglota Hofstadter aparece como uno de los más conspicuos investigadores de la psique y cognición humana moderna y un pionero en lo que se denomina la auto referencialidad. No es fácil de digerir y
su obra
demanda largo y sostenido esfuerzo y me pasa algo por el estilo que a un dilecto amigo que ha confesado su poca perpetuación en las arrugas del tiempo para hurgar estas bagatelas del cosmos, en el sentido que definitivamente, me faltará vida para ensayar estas gimnasias de la
inteligencia teóricos
y
para
quien el
sabe
complejo
si también Douglas
fundamentos
Hofstadter
y
su
extraordinario y extenso GEB.
Como cuando nos hablan de los universos de once dimensiones. Ocurre que entender la cuarta dimensión, para algunos de nosotros, pobres entes tridimensionales, se nos hace pesaroso. En un video sobre el asunto de las 10 +1 dimensiones de los físicos y más de los fantasmas, se suelta, sin que se percaten de la gravedad y contundencia, algo que ayuda tanto a paliar el gatuperio - como el Canon de Pachabel para la intermitencia o el Mozart K.333 3rd mov que es jarabe para apuntalar la memoria y la concentración-, cuando de Volpe y su musa Hofstadter se trata: nos dicen que para asir este concepto, la cuarta dimensión, su nota-clave, por decirlo así, es su DURACION. Ah, ya empieza a abrirse la penumbra. Es como yo, aquí, ahora y yo, luego de acabar de escribir estas divagaciones. Mi recurrencia es ese estado espacio temporal el que forma la nueva dimensión. Es decir yo soy a cada instante, pero
igualmente mi yo soy trasciendo gracias al no-ser yo soy estático, inmóvil, sino que mi no-ser está implícito en el ser cuya
heredabilidad
conciencial
es
posible
por
su
tierna
y
temporalidad, su duración... y mi autoexpresión.
Cuando
las
almas
‘New
Agers’
hablan
cándidamente del YO SOY, el palíndromo contundente de la expresión me estremece al recordar con fruición las manos que se dibujan mutuamente de Esher. Desde allí acaricio mi apertura al entendimiento que solo con mi ‘yosoyosoyosoy’ trascendente, que vive progresivamente en el siempre ahora, puedo aprehender ese bucle grácil y eterno de las incompletitud gödeliana, una suerte de banda de Möbius matemática virtual que en esencia nos lleva de la mano al axioma de que no todo axioma es posible demostrar con un razonamiento matemático y que este mismo postulado es incompleto
en
sí
mismo
si
así
funciona,
pues
su
demostración puede construirse en una refutación de sí misma
(un
‘deja
vu
reduccionista’
del
Principio
de
Incertidumbre de Heisemberg que nos musita que “hay
parejas de magnitudes físicas que no están determinadas con total precisión de forma simultánea”, dos variables vectoriales que son posición y momento lineal):
‘Cualquier teoría aritmética recursiva que sea consistente es incompleta’. Es su primer postulado.
Adornemos
la
noche
que
nos
transporta
al
mundo
arquetípico de los atractores concienciales matemáticos, donde Aquiles y la tortuga dialogan silentemente sobre el inverso de 137, deviene Bach infinito y sus Fugas a seis voces, mientras Magritte genial reposa silente en mis memorias visibles de la legendaria y ahora deprimida cueva del saber, El Parnaso de Coyoacán.
José Mejía R. 31→03↔2014.