A
Dedicatoria los que sueĂąan una Colombia diferente y con oportunidades distintas, a los que tienen aĂşn una meta inconclusa, a los que no pierden la
esperanza a pesar de las adversidades y las luchas, a los que ven a travĂŠs de los ojos de sus semejantes corazones rotos, donde duerme el tiempo en historias compartidas,
a
los
que
los
desplazamiento aun los desvela.
recuerdos
de
su
A
los
que
creen
en
procesos
incluyentes
y
aun
escuchan, a los que se recrean no solo en su diario de campo y sus calles, ellos son los cogestores, y a las familias que renacen una a una.
SALVADO POR SU “DÓLAR” “Algunas noches sueño con esas imágenes y me despierto asustado” confiesa don Francisco mirando hacia el piso, como si estuviera haciendo una reflexión personal de lo que significa para él ese episodio…”
Con unas manos enormes, como fiel argumento de que toda su vida la dedicó al campo, unos ojos claros que transmiten la nobleza de un ser que ha
pasado por numerosos sucesos tormentosos y aun as铆 vive con la esperanza de que todo puede mejorar; don Francisco toma aire y empieza a contarme la historia que marc贸 su vida.
Testigo de la violencia desde que tenía 12 años; de tres hermanos, siendo el del medio, tenía la responsabilidad de cuidar de su hermana menor; sus padres se esforzaron por darles lo mejor, en una etapa de COLOMBIA, en que nada podría ser lo suficientemente fácil, viviendo en una finca cerca de un río, en donde no se podría aplicar la frase, “Cuando el río suena, piedras lleva”, y en este caso porque no era cualquier río, pues significaba la frontera entre liberales y conservadores, y el padre de don Francisco era quien debía encargarse de que ningún liberal se atreviera a cruzar por ahí, y de que ningún conservador llegara más allá del mismo porque serían cuerpos y no solamente piedras lo que este río se llevaría.
En ocasiones debían mercar lo suficiente como para que pudieran estar 15 días sin salir, pues hasta en su propio territorio la amenaza era palpable. Y así crece FRANCISCO JAVIER OSORIO, en una época en donde el azul y el rojo no eran solo colores, eran ideales, y vestir uno significaría sentir repudio hacia el otro. Él, junto a su familia logra salir ileso de este episodio, que se dio en su infancia, y mientras algunos niños jugaban y reían en los parques, a las afueras de su casa, él y su familia “jugaban” un escondite que les permitía seguir con vida.
A sus 57 años a don Francisco le pasa algo inesperado, qué se iba a imaginar él que a 20 minutos de su finca, en Marquetalia, iban a montar una base paramilitar, y que la tranquilidad que le brindaba su esposa Doralba, y sus pequeños hijos Juan y Ángela sería irrumpida.
Y es que nada bueno podrĂa esperarse con esta base tan cerca a su hogar, y llega el dĂa en que empiezan a pasar frecuentemente para pedir la ayuda humanitaria, que obviamente no era voluntaria, ya que debĂa pagarse sin excusa alguna; y aunque don Francisco les manifiesta que lo que gana le alcanza justo para sostener a su familia y que algunas cosas son regalos que le hacen los conocidos del pueblo, se le exigen 50 mil pesos, y como esta, hay varias visitas, hasta que la suma total de su deuda con los paramilitares es de 400 mil pesos.
Para los paramilitares, don Francisco se estaba rehusando a darles la cuota humanitaria porque demás que le estaba ayudando a la guerrilla, y ellos no iban a permitir eso, fue entonces cuando decidieron irrumpir en la finca de él y de su vecino, ambos fueron sacados brutalmente de sus propiedades, los amarraron y tuvieron que caminar aproximadamente tres horas. Al llegar a un punto, lo que les esperaba era aún peor, cuenta don Francisco que ambos fueron obligados a cavar lo que sería su propia tumba, el primero en ser torturado fue Oscar, su vecino, “por ser un ganadero y tener con qué” fue torturado por los paramilitares; uno de sus métodos para sacarle información a Oscar e inculcarle miedo para que cediera y aceptara dar el dinero que le estaban pidiendo.
“Algunas noches sueño con esas imágenes y me despierto asustado”, Confiesa don Francisco mirando hacia el piso… Estando amarrado, acabando de ver como mataban a su amigo, y lo picaban para enterrarlo, confiesa que en esos momentos rezaba y pedía a Dios que lo iluminara para que hallara la manera de escaparse; y al parecer sus plegarias fueron escuchadas porque en el momento en que lo estaban torturando con una sierra, cuenta don Francisco, mientras me enseña la cicatriz que tiene en la parte lateral derecha del abdomen, a los paramilitares les llegó la hora de la comida al ver que un cerdo de esos lares se había volado, y decidieron irse y dejar a uno solo para que se encargara de vigilarlo, pero amarrado y en ese estado no significaba nada.
Con esto mi amiga; fue ahí cuando apareció Dólar, nombre que se debía a su pelaje, un verde grisáceo que lo hacía semejante a uno de estos billetes, la gran diferencia radicaba en que este pastor alemán amaestrado por don Francisco, quien siguió los consejos que alguna vez le dio un militar, tendría mucho más valor que cualquier dólar en el mundo. “El perrito tenía que estar escondido, porque apenas se fue el muchacho, salió de los arbustos”, después empezó a desatar sus cuerdas y lo liberó del palo al que estaba atado, ambos se fueron despacio escondiéndose en lo que pudieran mientras que se aseguraban de estar lo suficientemente lejos para poder correr.
Al llegar donde estaba su esposa y sus dos hijos, pudieron salir en un jeep, pero allí no había lugar para Dólar según el encargado del vehículo; al contar esta parte de la historia, a don Francisco se le encharcan los ojos, se trataba de su mascota, quien lo acompañó durante 18 años, y ese fue el último día que supo de su perro; el mismo día que le salvó la vida tuvo que despedirse de él. Hoy en día don Francisco vive con su familia en Millenium, y reconoce que RED UNIDOS ha sido una organización que le ha permitido dejar atrás este episodio, en estos momentos está en un tratamiento psicológico, estudia y es de gran apoyo para Doralba, su esposa; ya que ella aún se muestra demasiado vulnerable cuando se menciona esta historia.
Don Francisco agradece a RED UNIDOS porque considera que realmente ayuda a la gente que lo necesita; usa con orgullo las dotaciones de esta organizaci贸n y va a los cursos y ofertas que realizan, y en su malet铆n conserva los diplomas que hasta el sol de hoy ha obtenido.
A
Agradecimientos don Francisco Osorio por compartir su historia y permitir que todas las personas que tengan acceso a esta cr贸nica, se queden con un poco
de lo que fue y es la vida de un hombre que por actos de violencia tuvo que dejar sus ra铆ces en el campo, y ahora emprende una nueva vida, en donde Red Unidos es un ente importante para que esto sea posible.
Agradezco también a Juan José Rodríguez y a Luisa Ortiz por hacer registro fotográfico de don Francisco y su familia; a sus dos hijos, Juan y Angela, y a su esposa Doralba por abrirnos las puertas de su hogar con gran amabilidad.
CATERINE GÓMEZ KELLY OSORIO