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Antígona

Breve resumen de la obra

Tras la muerte de Edipo, rey de la ciudad de Tebas, sus dos hijos Eteocles y Polinices se disputan el trono en una guerra civil en la que ambos se dan muerte mutuamente. Creonte, tío de Eteocles y Polinices, toma el mando de la ciudad y, mientras decide enterrar con honores a Eteocles, deniega el entierro a Polinices y abandona su cuerpo para que sea comido por los animales, decretando pena de muerte para quien intente enterrarlo.

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Antígona, hermana de Eteocles y Polinices, se opone a la ley promulgada por Creonte y se propone dar sepultura a su hermano para cumplir con el deber sagrado a pesar de que su hermana Ismene le aconseja que no lo haga. Tras darle entierro, los guardias descubren a Antígona y la llevan al palacio de Creonte para que sea juzgada.

¿Cuál es el crimen que he cometido ante Dios? ¿Por qué, desdichada, debo todavía dirigir mi mirada hacia Dios? ¿A quién puedo llamar en mi ayuda? ¡Ah! Porque hice el bien me hacen tanto mal. Pero si ante Dios lo que me infligen es legítimo en medio de mis sufrimientos reconocerá mis errores. Si son ellos los que se equivocan, no les deseo más dolores que los que me hacen padecer injustamente.

Creonte decide enterrarla viva para no ser responsable directo de su muerte, ya que los griegos creían que daba mala suerte derramar la sangre de una mujer virgen. Así, la conducen hasta una caverna para tapiarla y encerrarla dentro. Tras la vuelta de Creonte al palacio, un adivino

predice grandes desgracias si no libera a Antígona, por lo que acaba cediendo. Sin embargo, al abrir la cueva, Antígona se ha estrangulado hasta morir y junto a su cuerpo también se encuentra el de su hijo Hemón, prometido de Antígona, que decidió padecer el mismo destino.

Las altivas palabras de los hombres orgullosos se pagan con terribles desgracias; y así envejeciendo aprenden la moderación.

Acelerar Antígona

A la hora de resituar la obra de Antígona en un futuro marcado por el tecnocapitalismo más voraz para explorar las arquitecturas que emergen de esta, cabe preguntarnos qué o quién nos interesa trasladar de la Grecia del siglo V a. C. a este futuro acelerado. Para focalizar la mirada en la tensión que se da entre el poder divino y el poder humano en la obra, puede que lo más sencillo sea olvidarnos de personajes como Ismene o Hemón y centrarnos en el conflicto entre Antígona y Creonte.

Mientras que Creonte se integra en una posición afín a la aceleración de la producción tecnológica y los modos de vida, Antígona se sitúa en un marco ontológico basado en la idea de Gaia y trata de escapar de la velocidad a la que es sometida por la ciudad acelerada. Creonte cree en la tecnología como forma única de escapar al colapso civilizatorio. Antígona entiende el culto a la naturaleza como forma única de escapar a la aceleración.

Así, la naturaleza para Antígona se convierte en algo divino, al igual que la tecnología para Creonte. Ambos intentan refugiarse de lo que el otro adora. El conflicto entre Antígona y Creonte puede entenderse como un conflicto entre naturaleza y cultura que perpetúa la dicotomía que se da entre estas dos ideas.

Al trasladar los lugares en los que transcurre la obra a este futuro acelerado, emergen arquitecturas específicas de la aceleración, espacios que excluyen a los humanos en general, o a personas no expertas en particular. Ruinas de guerra, centros de datos, contenedores de arte en puertos libres de tasas o búnkeres para refugiarse del fin del mundo. De esta forma, la historia de Antígona se divide en cuatro escenas en las que se explorarán estos tipos de arquitectura: El fin de la ciudad, Necrópolis en la mátrix, Un palacio profiláctico y Cajas negras.

Forma urbis de la ciudad acelerada de Tebas.

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