Socotra, la isla de los genios Jordi Esteva
Algunas noches, cuando el sueño tardaba en acudir, Jordi Esteva giraba la bola del mundo y la detenía con un dedo. Una madrugada, la paró en un punto minúsculo entre África y Arabia: La isla de Socotra. ¿Estaría habitada?, ¿qué animales albergaría?, ¿sería desértica o selvática? El aislamiento de aquella isla del Índico, a doscientos cincuenta kilómetros del Cuerno de África y a casi cuatrocientos de las costas de Arabia, había preservado una flora y fauna singulares, con especies propias de otras eras. Aquel era el lugar donde crecían los árboles del incienso y de la mirra, ofrendados con prodigalidad en los rituales paganos e indispensables en las momificaciones de los antiguos egipcios. En la isla se encontraba el áloe sucotrino, tan apreciado por los griegos para curar las heridas de guerra que, según la leyenda, Alejandro Magno, alentado por Aristóteles, invadió la isla para procurárselo. En Socotra abundaba, además, el árbol de la sangre del dragón, en forma de seta gigante, de savia roja como sangre que utilizaron tanto los gladiadores del Coliseo para embadurnar sus cuerpos, como los lutiers de Cremona para dar la pincelada decisiva a sus Stradivarius. Durante siglos, atraídos por la riqueza de sus resinas olorosas, indios, griegos y árabes del sur, acudieron a Socotra. Tras ellos, los piratas. En Socotra sus habitantes siguen hablando la lengua de la Reina de Saba. Marco Polo escribió que los pobladores de Socotra eran “los más sabios encantadores y nigromantes que había en el mundo”. Dominaban los vientos y podían cambiarlos a voluntad. En Lamu, durante las fiestas del aniversario del Profeta, adonde acudían gentes de toda la costa del África oriental para honrarle con sus cantos y letanías y repetir al unísono los noventa y nueve nombres de Dios conocidos por los hombres, un viejo marino contó a Jordi Esteva que en Socotra moraba el anja, el ave Roc, el pájaro gigante de Simbad que apresaba a los elefantes y se los llevaba al nido. Aquel pájaro gigante era el ave Fénix de griegos y romanos; el simurg de los persas. Esa misma ave, aseguraban en las costas del Zufar, cogía a los niños y alimentaba con ellos a sus crías. Pero si uno conocía las palabras mágicas, podía invocar al ave y viajar sobre su lomo a la isla. El autor inicia una expedición a las montañas del interior, acompañado del nieto del último sultán, derrocado por los comunistas de Adén, el ingenuo y joven Ahmed y varios camelleros. Durante su periplo, alrededor de un fuego, se contarán historias de aves fabulosas, brujas y yins. A medida que asciende hacia los dedos de granito, ocultados siempre por las nubes, Esteva se da cuenta de que el sueño de Socotra quizá sea su último sueño. Un extraño personaje, el hombre del fuego, promete desvelarle el secreto de la montaña.
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Escritor y fotógrafo, es un apasionado de las culturas orientales y africanas a las que ha dedicado la mayor parte de su trabajo periodístico y fotográfico. Vivió durante cinco años en Egipto trabajando en Radio Cairo Internacional.. Estudió la vida cotidiana en el desierto recogida en Los oasis de Egipto (Ed. Lunwerg 1995). Redactor jefe y director de arte de la revista Ajoblanco entre 1987 y el verano de 1993. En 1994 participó en el proyecto Patrimonio 2001 de UNESCO y fotografió la medina de Marraquech, trabajo mostrado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (setiembre de 1994) y en la sede de UNESCO en París (mayo de 1996). En 1996 realizó un estudio fotográfico sobre la arquitectura del Atlas marroquí: Fortalezas de barro en el sur de Marruecos (Compañía Literaria 1996). En 1998 apareció Mil y una voces (El País/Aguilar 1998, Círculo de Lectores 1999), un libro de conversaciones con dieciséis artistas e intelectuales de ambas orillas del Mediterráneo acerca de las sociedades árabes enfrentadas al desafío de la modernidad. Publicó Viaje al país de las almas (Pre-Textos 1999) un acercamiento al mundo del animismo africano, en el que documenta los rituales iniciáticos y los fenómenos de posesión. En el 2006 apareció Los árabes del mar (Península/Altair): la búsqueda de los antiguos marineros de las costas de Arabia que recorrían los puertos del océano Índico con sus veleros propulsados por los monzones siguiendo unas rutas que apenas habían variado desde los tiempos de Simbad. Sobre “Los árabes del mar” Jacinto Antón escribió en Babelia: “Sus periplos, con un punto crápula a lo Monfreid,
conforman este libro (Península) que mezcla aventura y nostalgia, quizás el mejor del género de viajes escrito jamás en castellano”. Febrero de 2009: tras dos meses de trabajo en Costa de Marfil, finaliza el rodaje de “Retorno al país de las almas”, película sobre el animismo en Costa de Marfil, seleccionada y galardonada por numerosos festivales.
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REPORTAJE
Los ases de la literatura viajera y su gran libro Una selección de las obras indispensables de 16 autores que han dejado huella en el género desde el siglo XX, o prometen hacerlo Jacinto Antón 27/10/2007
Los árabes del mar Jordi Esteva Impulsado por un anhelo infantil, encontrar a los árabes del mar, los navegantes simbolizados por Simbad, el barcelonés Jordi Esteva (1951) viajó a la costa de Sudán. Allí sólo encontró rescoldos de aquel mundo soñado, el de los audaces marinos que surcaron en sus dhowns el Índico desde los puertos de Arabia y dominaron las rutas comerciales viviendo aventuras fabulosas. Pero su sueño no se apagó. Viajó de nuevo años después y se dedicó a recorrer los puertos desvanecidos de aquellos beduinos de las olas en pos de sus huellas. Visitó lugares legendarios como Zanzíbar, Mascate, Socotra y la costa de los Zenj, habló con viejos pescadores, y trabó insólitas amistades. Sus periplos, con un punto crápula a lo Monfreid, conforman este libro (Península) que mezcla aventura y nostalgia, quizás el mejor del género de viajes escrito jamás en castellano. !
Domingo, 19 de junio 2011 La Vanguardia.com
Artículos
OPINIÓN
El país de las almas No conozco a nadie que haya visto estas imágenes y que haya podido olvidarlas Artículos | 04/05/2011 - 00:27h
XAVIER ANTICH
@LaVanguardia ! Jordi Esteva ha vuelto a Costa de Marfil. Ya había estado a finales de los años noventa y se quedó seis meses. Entonces, conoció de cerca a los akán y fotografió los rituales animistas de iniciación, desarrollados en estado de trance. Las imágenes de Esteva fijaron los momentos más importantes de estos rituales a través de los cuales los iniciados, después de una larguísima preparación de años, según las creencias del bosonismo, entran en contacto con los espíritus del agua y del bosque y son poseídos por ellos. Estas fotografías fueron expuestas entonces y constituyeron el grueso de un libro que en seguida fue de culto: Viaje al país de las almas (Pre-Textos, 1999). No conozco a nadie que haya visto estas imágenes y que haya podido olvidarlas.
Esteva dedicó la década siguiente a diversos proyectos. Sobre todo, a perseguir un sueño: la realidad histórica que había detrás del mito de Simbad, la naturaleza marinera de los árabes de la península saudí, casi olvidaba en beneficio de su imagen de tribus del desierto. El resultado fue un libro de viajes fascinante: Los árabes del mar. Tras la estela de Simbad: de los puertos de Arabia a la isla de Zanzíbar (Península).
Hace un tiempo, los propios akán reclamaron de nuevo a Jordi Esteva. Y, en este caso, decidió filmar una película, que ahora se ha estrenado: Retorno al país de las almas. El lunes, Josep Massot hacía aquí la crónica y el propio Esteva escribió sobre la experiencia en el Cultura/s (6 de abril). Eso nos excusa de entrar en detalles, si no es para confirmar que se trata de una
película extraordinaria e insólita, que permite acercarnos a un mundo amenazado de extinción, no sólo por el progreso imparable de un mundo que avanza no se sabe bien adónde, sino por las sectas cristianas que lo consideran un producto diabólico y que actúan en consecuencia. Y lo más extraordinario, quizás, a mi juicio, es hasta qué punto Esteva ha conseguido acercarse con respeto y mostrar la inmensa fuerza de estos rituales, que vehiculan creencias milenarias, ancestrales, a punto de desaparecer. La película de Esteva, en la distancia justa de Flaherty y de Jean Rouch, muestra sin invadir, da a ver sin explicar. Y nosotros, como espectadores privilegiados, asistimos en primera línea a alguna cosa, de enorme intensidad, que no podemos acabar de comprender del todo y que escapa a nuestra comprensión racional. Pero de la que, paradójicamente, no podemos dejar de sentirnos muy cerca. Si tienen ocasión, no se la pierdan. Memorable.!
38 LA VANGUARDIA
C U L T U R A
LUNES, 2 MAYO 2011
CREADORES (58) JORDI ESTEVA
En busca de mundos que se desvanecen
E
JOSEP MASSOT / INMA SAINZ DE BARANDA (FOTO) n marzo del 2008, Jordi Esteva recibió una llamada de Costa de Marfil. Era su amigo Yéo Douley. “Los fetiches del bosque se han manifestado y te reclaman”, le decía con voz ansiosa. Su amigo, que a finales de los años noventa le había ayudado a introducirse en los rituales animistas retratados en El País de las Almas, le comunicaba además que la sacerdotisa Adjoua estaba muy enferma y necesitaba su ayuda. A él no le atrae volver a los lugares sobre los que ha escrito, pero la llamada le había removido sus recuerdos del país africano y enseguida reunió un pequeño equipo para viajar a Costa de Marfil, dispuesto a convertir en imágenes en movimiento las fotografías y los textos de su libro anterior. “Pensé en una película, no en un documental. Quería huir de las visiones antropológicas o racionalistas. El hilo conductor del filme es el viaje de un animista a la tumba de su padre espiritual, un viaje de retorno a las regiones donde había vivido para visitar los santuarios y a las sacerdotisas que había conocido con su maestro, pero, sobre todo, lo que me interesaba era hacer visible un mundo y una sabiduría ancestral que desaparecen”. Retorno al País de las Almas se estrenó el viernes en el cine Maldà, donde podrá verse hasta el día 4 de mayo. La película ya ha sido proyectada en 24 festivales internacionales y ha cosechado premios en el festival Black Berlín, Tailandia y Francia, entre otros. En Vermont recibió el aplauso de un público que, más allá de los tópicos del vudú, descubrió la religiosidad de los rituales animistas y en Abiyán, Costa de Marfil, Esteva comprobó la emoción y el agradecimiento de los marfileños por haber filmado ceremonias que están desapareciendo y preservarlas así para las nuevas generaciones. En cambio, tras una exposición en el Museo de las Religiones de Santiago de Compostela,
Esteva no se explica aún las críticas recibidas en una Hacer cualquier cosa requiere un esfuerzo enorme”. radio por parte de unas monjas gallegas, molestas Jordi Esteva, que, desde pequeño, cuando giraba por la aparición de mujeres desnudas asimilables, sela bola del mapamundi y apuntaba con el índice al gún su visión, a la brujería. “No supieron ver –dice el azar un lugar cualquiera para soñar viajar a él, vive cineasta– los vínculos que unen el cristianismo con en Foixà, rodeado de sus gatos y perros y de los objeestos rituales. El sacrificio es la idea central de la mitos que trae de sus viajes. Vive con euforia el derrocasa, cuando el sacerdote repite las palabras de Cristo miento de Mubarak, el dictador que le mandó a pri‘tomad y bebed, este es mi cuerpo, esta es mi sangre’. sión en los ochenta. “Viví cinco años en El Cairo y Se trata de la idea de un sacrificio simbólico”. Mubarak me utilizó para desacreditar a la oposición Según el escritor, fotógrafo y ahora cineasta, “en y a mis amigos escritores egipcios, inventándose que pleno siglo XXI, la muerte de las gallinas está fuera yo era un agente extranjero que les financiaba. Me de lugar, pero los sacerdotes mantienen un gran coencarcelaron y me deportaron. Ahora, la situación es nocimiento de la farmacopea del bosque y es una lásesperanzadora. Miles de jóvenes han conseguido acatima que se pierda, porque curan realmente enfermebar con décadas de inmovilismo. Ha sido una explodades”. Muchos marfilesión espontánea de una ños se avergüenzan de los generación que reclama animistas y de su literatulas mismas libertades que ra oral, asediados por las tiene cualquier joven occisectas cristianas y el isdental. Nadie ha quemalam, como signo de un pado una sola bandera de sado aldeano. EE.UU. ni de Israel, y ha La historia sigue más sido indignante ver cómo allá del filme, puesto que, las televisiones hablaban con la ola de violencia de los Hermanos Musuldesatada en el país africamanes e ignoraban a quieno, Jordi Esteva ha tenines reclamaban libertad. do que socorrer a su amiHay que darles un voto de go Yéo, perseguido por confianza y esperar a que una etnia enemiga. “Abise organicen para que eniyán era llamado antes la caren las elecciones demoParís de África. Era una cráticas sin dar ventaja a ciudad vibrante, viva, con los grupos integristas”. mucho ambiente musiRedactor jefe de AjoPlossu, Hergé, Ortiz Echagüe, Curtis... cal y cine. Ahora es una blanco, autor de libros sociudad con edificios bre los oasis de Siwa, sede ]“Poetas y músicos: Hafiz, Omar Jayam, desconchados; autopistas Ahmed Cheij Nabhany, Um Kulzum, Billie del Oráculo de Amón, o la llenas de socavones; locaHolliday, Niña de los Peines, Robert Johnmemoria de los viejos cales de baile invadidos por son. Películas: Dublineses (Houston), Le pitanes árabes que surcalas zarzas y, sobre todo, Plaisir (Ophüls), El salón de música (Ray), ban el Índico en sus velegente con el desánimo Rashomon (Kurosawa), Man of Aran (Flaros, acaba de regresar de reflejado en los rostros. herty). Fotógrafos: Plossu porque me dio Cabo Verde y corrige el El reparto colonialista libertad, Hergé, que aunque era un dibumanuscrito de un libro socreó un país artificial con jante encuadraba como Dios, Ortiz Echabre Socotra, la misteriosa fronteras absurdas. La zogüe por los mejores cielos –y castillos– del isla donde vivía el Ave na donde filmé la película mundo de la fotografía, Curtis, que captó Roc de Simbad o dicen está habitada por los el espíritu de los nativos de Norteamérica, que anidaba el ave Fénix, akán, más próximos a y Rulfo por sus fotos cuadradas que reflela isla donde crecen los árGhana, mientras que el jaban Comala. ¿Literatura? Ahora: Mauboles del incienso y la minorte podría ser Mali o passant, Dickens, Sterne, E. Brontë, Jean rra, con frondosos bosBurkina Faso. Para colRhys, N. Masud, Farid Udine al-Atar...”. ques de drago, la savia romo, el clima es agotador. ja, la sangre del dragón.c
MIS MAESTROS
MIÉRCOLES 6 DE ABRIL DEL 2011
459 El país de las almas El fotógrafo Jordi Esteva narra su reencuentro con los misterios del pueblo akán, en Costa de Marfil Páginas 2 a 5
Escrituras De nuevo, Javier Marías Con su novela ‘Los enamoramientos’, Marías organiza una trama policiaca, con crímenes y deducciones, pero narrada de otra manera
Pantallas Una crisis sin icono El estreno de ‘Inside job’, ganador del Oscar, nos revela que esta crisis económica no ha generado por ahora ninguna imagen simbólica
Registros ‘What’s going on’, el mito Un Marvin Gaye alejado de su imagen dulce e inocente grabó este álbum en 1971 para la Motown. Y cambió la historia de la industria discográfica
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Retorno al paĂs de las almas
Investigador de mundos en vías de extinción, Jordi Esteva se acercó en su día a los misterios del pueblo akán, en Costa de Marfil. De aquella experiencia nació un libro. Diez años después, el fotógrafo y escritor ha tenido acceso de nuevo a los rituales secretos de los akán, que, ahora, han quedado reflejados en una película. Este es el relato de aquel reencuentro JORDI ESTEVA
Hace un tiempo recibí una llamada de Costa de Marfil que alteró por completo mis planes. Era mi amigo Yéo Douley: –Los fetiches se han manifestado y reclaman tu presencia. ¿Regresar a Costa de Marfil? A finales de la década de los noventa, visité el país durante seis meses y conviví con los sacerdotes animistas del grupo akán, los llamados komián. Tuve el privilegio de asistir a las ceremonias de iniciación que se realizaban en estado de trance. No resultó fácil asomarme a aquel mundo secreto. Una noche, en las afueras de Abiyán, vi a una iniciada cubierta de un polvo blanco –más tarde sabría que se trataba de caolín purificador– que corría entre la maleza junto a una laguna. Estaba en trance y gritaba. Sus ojos vacíos, como si interrogaran desde el otro lado del espejo, me impresionaron y deseé conocer ese mundo. Días más tarde, en un poblado en las cercanías de Ghana, durante las celebraciones anuales de la renovación de los vínculos con los ancestros, conocí a Yéo Douley, el discípulo favorito de Jean-Marie Addiafi, intelectual marfileño que luchaba para que las creencias ancestrales de los akán –que comprendían una original cosmovisión, una rica cultura oral y un conocimiento profundo de las plantas del bosque– fueran compiladas y preservadas. Addiafi había acuñado el término bosonismo –de bosón o genio en lengua agni– para referirse a la sabiduría de los akán. Lo definía como la creencia que venera a los espíritus del agua y del bosque que entran en contacto con los hombres gracias a los sacerdotes animistas, que se dejan poseer por ellos. Durante las ceremonias, los hombres piden a los espíritus ayuda contra las fuerzas negativas y remedios para las enfermedades. Los komián también tienen poder adivinatorio y desenmascaran a los brujos. A grandes rasgos, el bosonismo coincide con otras formas de religiosidad africana, sobre todo con los cultos yoruba de Nigeria y Benín que fueron trasplantados al Nuevo Mundo con los esclavos. Los antecesores de la santería, el vudú y el candomblé. Addiafi permitió que su discípulo Yéo me acompañara al santuario de la komián Eponom Adjoua Essouman. Tras tras largas horas de espera, la sacerdotisa cayó en profundo trance y profirió un grito
desgarrador y se lanzó al estanque sagrado, poseída por Mami Watta, el espíritu del agua. A través de su oficiante –uno no debe dirigirse nunca directamente a los poseídos– le comuniqué mi propósito de atisbar aquel mundo. Le hice saber que no consideraba que sus creencias fueran supercherías, que se trataba de una sabiduría ancestral y que su olvido resultaría una pérdida para la humanidad, pues con ella desaparecerían el contacto con las fuerzas de la naturaleza y una valiosa farmacopea. Mami Watta se sumergió largos segundos en el agua para emerger de golpe cantando: “El hombre que no conoce su camino es como el viento”. Al amanecer fui invitado a participar en una ceremonia secreta y los espíritus me aceptaron. A partir de entonces, pude asistir a la mayoría de las ceremonias de iniciación por las que pasa un elegido de los espíritus hasta su entronización. Al santuario de Adjoua acudían poseídos que hablaban en lenguas
huérfano espiritual desde el fallecimiento de su mentor, Jean-Marie Addiafi, que había muerto sin conseguir que el animismo de los akán tuviera el mismo reconocimiento que las religiones supuestamente reveladas, tal como le gustaba recalcar. –Debes ayudarme para que el bosonismo no desaparezca –insistía mi amigo. ¡Cuántas veces había pensado en regresar a Costa de Marfil! Añoraba las noches bebiendo con los amigos, los tambores durante las ceremonias de adivinación cuando los komián entraban en profundos trances, las danzas rituales en los bosques sagrados o los sacrificios a los genios del río a orillas del Comoé. Y diez años después, los fetiches me reclamaban. Pero mi pensamiento estaba en otras cosas. ¿En otras cosas? ¡Cómo podía rechazar su llamada! No podía dejar escapar una oportunidad semejante. Ahora no era yo quien buscaba con timidez y prudencia poder asomarme a un mundo prohibido. Eran los mismos espíritus los que
El libro y la película tratan de evitar el olvido de lo que Esteva considera una sabiduría ancestral
En las ceremonias de iniciación de los akán emerge el contacto con las fuerzas de la naturaleza
desconocidas y presentaban evidentes signos de locura. La komián Adjoua invocaba entonces a sus espíritus para que se manifestaran y determinaran si aquel estado en el que estaba sumido el poseído había sido provocado por ellos o se trataba de una enfermedad convencional. El poseído quedaba a su cargo y su formación era larga. Cada noche, en estado de trance, Adjoua les enseñaba los ritmos con los que invocar a los espíritus del bosque y paulatinamente les transmitía el Conocimiento. Tras la publicación del libro Viaje al país de las almas (Pre-Textos, 1999) –que incluía mis investigaciones, impresiones y fotografías–, no regresé a Costa de Marfil tal como había prometido a los espíritus durante una ceremonia para agradecerles la feliz consecución de mi trabajo. Durante la última década, el país se deslizó en una espiral de violencia y tribalismo que desembocó en una guerra civil, hasta que finalmente quedó dividido en dos. Fue entonces cuando recibí la llamada de Yéo, que había quedado
así lo exigían. Sentí la necesidad imperiosa de regresar y de ver qué había sido de mis sacerdotisas y oficiantes. Decidí rodar una película. Una mañana de diciembre aterricé en Abiyán con un pequeño equipo: Jordi Tresserras, responsable del sonido; Albert Serradó y Jordi Vendrell con sus cámaras; y Carla Serantoni como productora ejecutiva. La ciudad que en otros tiempos fue considerada el París de África reflejaba los momentos difíciles que atravesaba. Los edificios mostraban las paredes desconchadas, las calles tenían el pavimento destrozado y la basura se amontonaba en las autopistas urbanas. Todo parecía decrépito y en las caras de la gente se leía el desánimo. Algunos lugares de esparcimiento, los famosos maquis de Abiyán, donde se bailaba al son del soukous y de la mapouka, y donde quería celebrar por todo lo alto el encuentro con Yéo, estaban invadidos por la maleza y por grandes árboles de raíces aéreas. Dolía ver la situación en la que se encontraba aquel país antaño próspero. Yéo,
Albert y yo nos encerramos en una habitación del Palm Club de Abiyán para elaborar el guion. –Tú serás el protagonista –dije a Yéo. –¡Pero nunca he actuado! –se inquietó. –No actuarás –le calmé–. Te interpretarás a ti mismo: un hombre de Abiyán que tras los largos años de guerra civil decide visitar la tumba de su padre espiritual para realizar un ritual de libación. Emprendes el largo viaje y de camino decides visitar a las sacerdotisas komián que conociste junto a tu maestro. Tendrás ocasión de asistir a todas las ceremonias importantes en la iniciación. Las ceremonias que tú mismo has localizado. Al final de la película, te someterás a un lavado ritual antes de postrarte ante la tumba de Addiafi. Es en cierto modo la historia de tu vida. No estoy inventando nada. Yéo se emocionó y en pocas horas elaboramos un guion que iríamos modificando a medida que avanzara el rodaje, pero que constituyó la base para comenzar a trabajar. El texto pasó de mano en mano y Albert me ayudó en la dirección. A nuestra llegada a Aniassué nos esperaba la komián Adjoua Eponom Essouman. Recordaba su santuario como un lugar alegre en el que convivían una decena de iniciados, los percusionistas y las mujeres que cantaban durante las ceremonias, que cocinaban además distintos menús, pues cada iniciado tenía sus estrictas prohibiciones alimenticias exigidas por sus espíritus. Adjoua era una mujer asombrosa cabalgada por el espíritu del agua y también por Aboyá, el rey de los cazadores. Una extraña dualidad que le proporcionaba poder y prestigio. Pero, por desgracia, diez años después de mi primera visita, el ambiente era radicalmente distinto. No quedaba ninguno de los antiguos iniciados y para colmo la secta cristiana que se había instalado junto a su santuario les bombardeaba día y noche con cantos y prédicas desde los altavoces. Sentí una gran tristeza: muchas personas del poblado habían abandonado sus creencias tradicionales para abrazar el fundamentalismo de las sectas evangelistas, metodistas, del séptimo día o de los cristianos renacidos. Por la noche, filmamos la ceremonia de posesión de Mami Watta. Cuando Adjoua era cabalgada por el espíritu del agua se tornaba una mujer bellísima y dulce. >
Jordi Esteva (Barcelona, 1951) es fotógrafo y escritor, especializado en culturas orientales y viajes. Es autor de varios libros, entre otros, ‘Viaje al país de las almas’ (Pre-Textos, 1999), que se encuentra en el origen de este reportaje, y ‘Los árabes del mar’ (Península, 2006)
En la página de la izquierda, komián Kanga el día de su entronización
Retorno al país de las almas Escrita y dirigida por Jordi Esteva. Asistente de dirección: Albert Serradó. Fotografía: Jordi Esteva y Albert Serradó. Cámaras: Albert Serradó y Jordi Vendrell. Sonido directo: Jordi Tresserras. Investigación y coordinación: Yéo Douley. Montaje: Jordi Esteva y Albert Serradó. Narrador: Yéo Douley Se estrena el 29 de abril en el cine Maldà de Barcelona. Edición en DVD y CD de la banda sonora (Siwa Productions/CNAC, distribuido por FrikiFilms)
> Recuerdo el agua resbalando por su rostro emergiendo del estanque de nenúfares, iluminada por la luz de las velas. Una de mis imágenes preferidas de la película. Al día siguiente, tuve un duro enfrentamiento con el líder de la secta Les Hommes de Dieu que acabó en la prefectura. Pretendía impedir a toda costa que filmáramos a los brujos, como él decía. Se negaba a bajar el volumen de sus rezos, mientras intentábamos filmar una conversación con la sacerdotisa. –No podemos bajar la guardia un solo minuto –sostenía el representante de aquellos hombres de dios–. ¡Estamos en cruzada contra el demonio! A lo que el prefecto, tras ojear todos mis permisos, le recordó que Costa de Marfil era un país laico y le prohibió que aquella mañana utilizara los altavoces. Unos días después, fuimos al bosque para hacer unos sacrificios al espíritu de las rocas sagradas antes de celebrar la ceremonia de la clausura de la boca. Ritual que señalaba la entrada de la iniciada Amoin en el santuario y el comienzo de su formación. Durante la ceremonia, la joven cayó en profundo trance y la komián Adjoua le cerró simbólicamente la boca con la savia de una planta secreta para que, a partir de entonces, no hablara cuando estuviera poseída por los espíritus, ya que aún no dominaba su lenguaje y sus palabras podrían ser malinterpretadas o incluso utilizadas por los brujos.
Uno de los cámaras trepó a la copa de un alto árbol para filmar al oficiante mientras trazaba el círculo de caolín que delimitaba el espacio sagrado. En su interior, los sacerdotes y los iniciados se encontraban a salvo de las fuerzas negativas o de los brujos que podrían lanzarles flechas místicas o proyectarles agujeros también místicos, para que tropezaran y equivocaran el ritmo, consiguiendo así que los espíritus partieran y se perdiera el trance. A partir de este ritual, la iniciada debería permanecer unos dos años en el santuario recibiendo el conocimiento que le transmitiría la madre iniciadora.
terrible y la mafia, en connivencia con los más altos representantes del gobierno, seguía talando maravillosos árboles centenarios. Recordé las palabras de la komián Adjoua cuando me contaba que los genios que vivían en los árboles, al no tener ya un lugar donde habitar, poseían a los hombres. Como estos desoían la llamada de la Tierra y de sus espíritus, acababan por volverse locos. Por ello se veía a tanta gente desquiciada y harapienta que hablaba sola, deambulando por las calles de las ciudades, afirmaba con total convencimiento. Pensé que era una bella manera de explicar el desarraigo en las gran-
Diez años después, muchas personas habían cambiado sus creencias tradicionales por el fundamentalismo de algunas sectas cristianas Tras Aniassué, nos dirigimos a Bettié, nuestro nuevo destino, por una pista que atravesaba bosques y plantaciones de café, caucho y cacao. Aquí y allá, sobresalía entre la maleza la alta silueta de la ceiba, el árbol sagrado en el que viven los espíritus. Atravesábamos riachuelos y pasábamos junto a charcas tapizadas de jacintos de agua en las que moraban, me recordaba Yéo, Mami Watta y otros espíritus del agua. Los cálaos volaban en pareja y, de vez en cuando, atravesaba la pista roja un pangolín o una serpiente. El desfile de grandes camiones que transportaban troncos gigantescos en sus remolques era constante. La situación política era
des urbes africanas: Abiyán, Lagos o Kinshasa. Al cabo de unas horas llegamos ante el selvático río Comoé, de márgenes borrosos, en el que una niebla flotaba sobre sus aguas chocolate. Por fin conocí a Akossuà, la gran komián de Bettié. En su santuario las mujeres se esmeraban en cocinar ñame y plátano y en moler el caolín, la arcilla necesaria en todas las ceremonias animistas. Los hombres templaban sus tambores. Todos se preparaban para la ceremonia de la apertura de la boca. Al día siguiente. Akossuà nos advirtió que la iniciada que sería sometida a la prueba, aquella misma noche
iría al antiguo cementerio invadido por la maleza para lavarse con una poción mágica, colocada sobre una lápida, para entrar en trance y correr entre las tumbas escuchando los secretos de los muertos. Akossuà nos dio permiso para rodar y acudimos al atardecer. Colocamos unas antorchas de luz y camuflamos una pequeña cámara de vídeo entre las zarzas. Nos agazapamos tras unas matas esperando que cayera la noche y, cuando comenzábamos a perder la esperanza, oímos unos pasos. Era la iniciada envuelta en un lienzo blanco. La luz no parecía intimidarla. Se agachó para lavarse con la pócima y entonces profirió un grito desgarrador. Uno de los cámaras me clavó las uñas en el antebrazo. Habíamos conseguido filmar la posesión de la iniciada. Al día siguiente filmamos la ceremonia de la apertura de la boca. Durante este ritual, tras horas de danza frenética en estado de trance, a la iniciada le colocaron dos cuchillos cruzados en la boca para darle a beber un brebaje de hierbas y lianas. La iniciada perdió el conocimiento y sus constantes vitales se hicieron apenas perceptibles. Se trataba de la muerte mística. Pasados largos segundos, se le masajeaba el corazón y la iniciada habló en estado de trance por primera vez. Era simbólico: moría para los hombres pero renacía para los espíritus, quienes a partir de ese momento comunicarían, por boca de la iniciada, sus voluntades. Permanecimos unos días en Bet-
tié. La gran sacerdotisa Akossuà nos dijo que en pocos días los espíritus del bosque entregarían a su otro discípulo, Kanga, el fetiche que le acompañaría durante toda su vida. Después viajarían a su lejano pueblo natal, para la ceremonia de entronización como nuevo gran komián. Una noche nos dijo que su discípulo se había internado en el bosque y aún no había regresado. A la mañana siguiente, en el patio del santuario, los percusionistas atacaban un ritmo frenético y la komián Akossuà entró en trance. Los espíritus le comunicaron que su discípulo estaba al llegar. Efectivamente, no pasaron diez minutos cuando del bosque surgió Kanga en estado de trance portando su fetiche en la cabeza. Un recipiente de cobre con un amasijo de piedras, pelos de animal y elementos extraños y negruzcos. –He estado en el lugar del que no se regresa pero yo he regresado –dijo. Los percusionistas, con su ritmo endiablado, le conminaban a que girara sobre sí mismo con el fetiche en la cabeza. De pronto la música paró en seco y el iniciado habló de nuevo: –Anduve perdido durante horas en el bosque. Veía el fetiche, pero cada vez que intentaba atraparlo, perdía el trance y desaparecía. Ya de día, los espíritus se apiadaron y me permitieron coger el fetiche. Aquí me tenéis. Todos estallaron en júbilo y los percusionistas redoblaron los tambores con mayor energía. Enton-
ces sacrificaron un gallo que no cayó patas arriba, como se esperaba. El sacrificio no fue aceptado. Akossuà, preocupada por lo sucedido, llamó a dos oficiantes togoleses. Tras una ceremonia de adivinación que no dio el resultado esperado, sacrificaron a otro gallo que de nuevo fue rechazado por los espíritus. A pesar de que los presagios no eran favorables, Akossuà decidió continuar con la entronización y alquiló un pequeño autobús para viajar con los iniciados y los percusionistas a Arrah, el pueblo de Kanga. Nosotros decidimos partir antes en una camioneta, para filmar la llegada. Yéo temía por nues-
Al día siguiente, fuimos al bosque sagrado de Arrah, donde se iba a desarrollar la ceremonia al pie de una gigantesca ceiba. Kanga estaba preocupado, los augurios no eran favorables y durante casi diez horas los espíritus se negaron a entronizarlo. Permitan que no desvele aquí los acontecimientos, pero sucedieron hechos que nos sorprendieron y fue precisa la invocación del espíritu del león para que finalmente pudiera continuar la ceremonia. De día, en la plaza pública de Arrah, los komián más importantes de la región, dirigidos por Akossuà, su madre iniciadora, vistieron
Cuando los hombres desoyen la llamada de la Tierra y sus espíritus, se vuelven locos; por eso hay tanta gente desquiciada por las calles tra seguridad en aquellas pistas solitarias. Y tenía razón. Akossuà y su séquito se retrasaron y salieron de Bettié cuando oscurecía. Fueron asaltados por unos bandidos que habían colocado unos troncos en la pista para detener el tráfico. Se lanzaron con machetes para herir al chófer y le asestaron un machetazo que por suerte fue a dar contra el borde de la ventanilla y apenas le provocó una herida. Al ver a los komián pintados de caolín y a los iniciados en estado de trance, los ladrones quedaron aterrorizados, temiendo quizá su venganza, y huyeron hacia el interior del bosque olvidando los machetes en la carretera.
ritualmente a Kanga con los atributos propios de gran sacerdote animista: falda de flecos, amuletos, gorra roja con cauris y la pya o lanza sagrada. Tras una danza que podía recordar los giros de los derviches, fue entronizado como nuevo gran komián. Nos despedimos de Akossuà, de Kanga y de todo el séquito y, antes de visitar la tumba de su mentor espiritual, Yéo se sometió a un ritual de purificación para que se desprendiera de cualquier fuerza negativa que pudiera perjudicar la libación. Llegados ante la tumba, sentimos una gran emoción. Yéo se postró y le invocó tres veces para pedirle fuerzas para continuar
su legado y que no se perdiera la tradición animista. Cuando nadie del equipo me observaba, me incliné también ante la tumba de aquel gran hombre para decirle que a pesar del avance de las sectas cristianas y de que los propios africanos estaban dando la espalda a sus creencias ancestrales, no todo estaba perdido. Aunque en Abiyán y en otras ciudades de Costa de Marfil apenas se escucharan ya las voces de los espíritus, en el corazón del país todavía quedaban jóvenes como Kanga que seguían su voluntad. Y a medida que nos internábamos de nuevo en el bosque, recordé las palabras de Addiafi, el gran intelectual africano: “Mientras quede una única ceiba en pie y mientras quede un solo percusionista que se acuerde del ritmo apropiado, los espíritus estarán siempre dispuestos a acudir a la llamada”. Ya de regreso, durante más de un año, he trabajado con las imágenes y músicas que grabamos, mientras Costa de Marfil se abocaba al caos. He permanecido en contacto con Yéo Douley, con los komián y con sus iniciados. Sirva la película y el disco con la música de trance que hemos grabado de homenaje a todos ellos. La grave situación por la que pasa el país africano nos impide estrenar el filme esta primavera en Abiyán, tal como estaba previsto, pero sí en Barcelona en el cine Maldà el 29 de abril del 2011. De algún modo, todos ellos, y sus espíritus del bosque, estarán presentes. |
Arriba, a la izquierda, el sagrado río Comoé. A la derecha, komián N'Gouandi antes de entrar en trance
SECCIONES DE LA EDICIÓN IMPRESA:
REPORTAJE
Los beduinos de las olas Jordi Esteva recoge en un libro sus viajes en pos de los grandes navegantes árabes JACINTO ANTÓN - Barcelona - 11/07/2006
El libro Los árabes del mar (Península-Altaïr) está lleno de imágenes evocadoras y exóticas, que se diría extraídas de los más fabulosos relatos de aventuras. Jordi Esteva (Barcelona, 1951) ha trazado en sus cerca de quinientas páginas un viaje maravilloso que arranca desde su propia infancia para acabar junto a los abatidos paramentos de una ciudad árabe encantada, perdida entre los manglares de una isla en la legendaria Costa de los Zenj, en África Oriental.
Pescadores árabes de Zufar (Omán)- JORDI ESTEVA
Intrépidos capitanes musulmanes que surcaron el Índico de punta a punta en sus majestuosos veleros, los dhows, calafateados con grasa de tiburón; humildes pescadores que en playas remotas, al volcar su cargamento de sardinas, parece que extraigan del mar plata fundida; el rastro de Simbad, el peligro de los piratas en la navegación a Socotra, recuerdos de pavorosos naufragios, la costa de Ras el Had, el lugar más oriental de Arabia y paraíso de las tortugas, los sultanatos olvidados, Mascate, Zanzíbar... De todo esto trata Esteva en su libro, periplo en pos de un sueño alimentado en mil y una lecturas y que jalona paisajes de hiriente belleza, relatos asombrosos y amistades imperecederas. "El interés por los árabes del mar, en realidad los primeros grandes navegantes, me viene de niño; imaginaba ciudades escondidas y veleros que viajaban por lugares extraordinarios", explica pausadamente, sentado en un café de Barcelona, Esteva, fotógrafo de renombre y autor de libros como Oasis de Egipto o el impactante Viaje al país de las almas, sobre el animismo africano. "Hice de esos lugares mi mundo mítico de la infancia en una época en que todo era gris a mi alrededor. Siempre me han gustado la geografía, los mapas y los atlas, y soñaba con visitar Zanzíbar, Mascate y Socotra". El libro de Esteva, que tiene mucho de autobiográfico además de crónica de viajes, suma diversos periplos (a Sudán, a Yemen, a Omán -donde se reivindica la memoria de Simbad-, a Lamu...), durante 25 años. En los primeros compases ya tenemos a Esteva en un decrépito camión rodeado de hadandauas, los legendarios fuzzy wuzzy, los guerreros de melena ensortijada de Las cuatro plumas, rumbo a Suakin, el puerto olvidado en la costa del mar Rojo. "Llegué tarde a Suakin, como a tantos lugares", dice con un suspiro, "y sólo encontré los rescoldos de aquel maravilloso mundo de navegantes árabes". Lo cierto es que su evocación de esos lugares desvanecidos, expresada con un conmovedor tono elegiaco e imágenes bellísimas, resulta inolvidable. Más aún porque el de Esteva no es el trayecto de un esteta, un literato, sino el de un viajero curtido, que no duda en meterse en tugurios, que huye de comodidades, se desentiende de horarios y sabe ver y apreciar los detalles más sencillos de la vida cotidiana. Y porque, fundamentalmente, la suya es una singladura en los puertos de la amistad.
"La gente con la que me encuentro me cuenta cosas y yo las recojo en el libro. No me baso en los viajeros occidentales -aunque sí están, por supuesto, Thesiger y Severin-. Me interesa la historia oral, deformada con leyendas seculares, más que la historia oficial. ¿El secreto de la confianza que me brinda la gente? He vivido muchos años en el mundo musulmán, conozco la lengua, las costumbres. Siempre me ha gustado la gente mayor, y que me expliquen cosas. Procuro abrirme, desprotegerme. Y que la relación sea un toma y daca. Viajar, para mí, es algo vital, iniciático, me meto de lleno. ¿Elegía?, sí, hay algo de melancólico, de un mundo que se ha ido. Fui a ver a los viejos capitanes y me contaron sus historias. Asistí a la progresiva desaparición de su mundo, la ruina de los grandes dhows, los veleros legendarios -el El Masaudi, el Fat el Karim, el Samha- hundidos, convertidos en barcas de paseo a motor para los turistas o varados en la arena, descomponiéndose como peces muertos". Son los marinos con que conversa Esteva "los descendientes directos de los que en el siglo V iban ya a la India, los que descubrieron el secreto de los monzones y atravesaron los mares afrontando tempestades, naufragios, piratas y a los malignos yins con sus cargamentos de dátiles de Basora, tejas de Mangalore, pieles y marfiles de Mombasa o porcelanas de China". "Es curioso", señala el escritor, "que se desconozca tanto la tradición marinera de los árabes, que han sido incluso más un pueblo de las olas que de las dunas del desierto".Esteva: "Es curioso que se desconozca la tradición marinera de los árabes"
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De: Asunto: Fecha: Para: Cco:
Jordi Esteva <siwa1@mac.com> Regreso al país de las almas · ELPAÍS.com 29 de noviembre de 2008 07:18:51 CET Brau edicions <brau@brauedicions.com>, Llibreria Ulyssus <ulyssus@ulyssus.com> Manuel Forcano <mforcano@gmail.com>, Manuel Fernández-Cuesta <mfernandez@grup62.com>, Marzban Cooper <marzbancooper@gmail.com>, mariola cubells pavia <mariolacubells@mixmail.com>
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REPORTAJE
Regreso al país de las almas
El fotógrafo y escritor catalán Jordi Esteva vuelve a Costa de Marfil para filmar ritos animistas de posesión JACINTO ANTÓN - Barcelona - 29/11/2008
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Diez años después de su alucinante aventura entre los sacerdotes animistas de Costa de Marfil, presenciando trances y ceremonias de posesión, Jordi Esteva regresa el lunes al país de las almas. No estaba en sus planes: el fotógrafo y escritor se encontraba inmerso en un libro sobre la isla de Socotra, extensión de ese hit de la literatura de viajes que es su Los árabes del mar (recién aparecido en catalán, Els àrabs del mar, Brau Edicions). Pero le llegó un mensaje que no podía ignorar. "Me dijeron que durante una ceremonia una feticheuse, una sacerdotisa conocida mía, había sido poseída por los espíritus y que éstos me reclamaban", explica tomando un café en Barcelona. Esteva -insultantemente moreno, barbado, foulard al cuello: quintaesencia del aventurero-, La noticia en otros webs tiene un singular talento para convertir incluso webs en español una tarde anodina en un bar en una experiencia en otros idiomas sensacional. A ver, no a todo el mundo lo reclaman los espíritus africanos. Él lo suelta como si fuera lo más natural del mundo y enseguida se pone a conjurar un universo sobrecogedor en el que se mezclan Joseph Conrad, Evans-Pritchard y Yo anduve con un zombie. "La invitación fue cuajando en mi interior y decidí acudir a la cita", continúa. "Me pregunto qué querrán de mí". La cuestión queda ahí, helando la sangre del interlocutor, menos animoso -y valga la palabra- que el viajero Esteva y abismado ya irremediablemente en un escenario de penumbras, tambores y gallos degollados. La sacerdotisa a través de la cual los ancestrales espíritus marfileños han convocado al catalán no es otra que Adjoua Essouman Eponom -"me encanta ese nombre, es como de bruja de Macbeth", apunta Esteva-, la mujer de etnia agni, del grupo akan, que introdujo al fotógrafo y escritor en esos cultos secretos junto al río Comoe, en la zona de Abengourou, tocando a Ghana. A raíz de esa vivencia, Esteva realizó Viaje al país de las almas, un libro (Pretextos, 1999) y una exposición de las insólitas fotografías que pudo obtener. "Ha llegado el momento de volver, pero esta vez con un equipo de cuatro personas, para filmar todo el proceso por el que pasa un iniciado hasta que es entronizado como sacerdote animista", explica. El aprendizaje, que incluye conocimientos de sabiduría tradicional y farmacopea, dura unos siete años y está muy codificado. Los sacerdotes, muy a menudo mujeres, son poseídos -"cabalgados"- por los diferentes espírituos o genios que se comunican con los humanos a través de ellos durante rituales que pueden resultar muy impactantes. "El futuro de estas sacerdotisas
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está muy amenazado", deplora Esteva, que recuerda que muchos de los reclutadas para esas prácticas de cariz chamánico "son personas a las que en otras culturas se las tendría por marginados y cuya energía desconexa se encarrila aquí en una espiritualidad". El mundo africano animista que representan los sacerdotes de Costa de Marfil-Ghana es, por supuesto, pariente del de las culturas yoruba que, trasladadas a América por el esclavismo, produjeron el vudú, el camdomblé y la santería. "También aquí se produce sincretismo, especialmente por las muchas iglesias cristianas que compiten por captar a la gente, así que la sabiduría tradicional, la esencia, se está perdiendo de manera acelerada e irremediable; tenemos que documentarlo todo antes de que desaparezca". Esteva quiere dar a su trabajo también una dimensión artística. Filmará en blanco y negro y buscando tomas que enfaticen el dramatismo de la acción. El documental se acompañará de una puesta al día del libro con las nuevas experiencias. "Me han dicho que los espíritus me enseñarán cosas insospechadas", acaba Esteva. Y por fin parece un poquito preocupado. ¿Que es esto?
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LA VANGUARDIA 55
C U L T U R A
DOMINGO, 15 NOVIEMBRE 2009
Jordi Esteva logra filmar, diez años después de su libro, las ceremonias animistas de los akán en Costa de Marfil
Una nueva visita al País de las Almas
ta, al chamán que dibuja un círculo de caolín (arcilla pulverizada) como escudo mágico para protegerles de las flechas místicas que lanzan los brujos o para evitar que los malignos creen agujeros que desconcentren a los bailarines y se retiren los genios... “Cada vez que en África muere un anciano es como si se quema-
JOSEP MASSOT Barcelona
J
ordi Esteva prosigue su soberbia cartografía de mundos a punto de extinguirse. Ha estado en remotos oasis de Egipto y Libia, en los sultanatos olvidados de Tanzania, ha visitado a los hijos de Simbad y fotografiado en las islas Socrota un paisaje que podría haber soñado Conan Doyle para su Mundo perdido. Hace diez años llegó a los bosques de Abengorou y el río Comoe, en Costa de Marfil, cerca de Ghana, para fotografiar los ritos animistas de los akán. Lo contó en Viaje al País de las Almas gracias a que la sacerdotisa Adjoua Essouman Eponom le abrió las puertas de sus secretos. “Somos muy buenos amigos y a menudo hablamos por teléfono”, dice Esteva. El animismo, origen de los ritos vudú o santería que se celebran en Brasil, Cuba o Nueva Orleans, está desapareciendo de Costa de Marfil y Esteva decidió regresar para filmar una película, con Albert Serradó, Jordi Tresserras, Jordi Vendrell y Carla Serantoni. A diferencia del documentalista que visita África sin desprenderse de su ropaje intelectual europeo, Esteva ha querido “hacer invisible la cámara, como si abriera un hueco entre la vegetación para filmar lo que sucede”. Retor-
El equipo catalán es el único occidental que ha tenido acceso a los rituales secretos de los akanes
ALBERT SERRADÓ
Jordi Esteva conversa con la sacerdotisa Adjoua Essouman
no al País de las Almas no es un documental al uso, con entrevistas y explicaciones de antropólogo, sino una película con una fotografía de gran belleza y un ritmo narrativo que clava en la butaca al espectador cuando los tambores y las danzas de los iniciados alcanzan in crescendo el trance.
También hay pausa, poesía, silencio y el contraste entre el África nueva, urbana, moderna, que se avergüenza y se impone, incómoda, a los vestigios del África rural que cree en los genios de la naturaleza. Y eso que la moderna es la que deforesta los bosques y contamina los ríos: “Bastaría que Euro-
CRÍTICA DE TEATRO
Hermosa, fría, distante
ROS RIBAS
Alba Pujol y Lluís Soler, en un momento de la obra
Alícia, un viatge al país de les meravelles Dirección: Carlota Subirós Intérpretes: Alba Pujol, Ferran
Carvajal, Cristina Cervià, Babou Cham, Jordi Collet, Mia Esteve, Gustavo Lesgart, Jordi Oriol, Xavier Ripoll, Anna Roblas, Lluís Soler, Àlvar Triay Lugar: Teatre Lliure (12/XI/2009) JOAN-ANTON BENACH
Alícia es un sueño sobre el que cabalga la imaginación. Una especulación fantástica. Si con los limitados recursos de la realidad tea-
tral se desactivan la fantasía y las sugestiones que acosan a la heroína de Lewis Carroll, la adaptación dramática del clásico corre el peligro de quedarse en una hermosa sucesión de cuadros plásticos capaces de deslumbrar a los públicos infantiles y poco más. Sin emoción adulta. Con muy escaso interés. Liofilizados. Fríos. Tengo la seguridad de que Carlota Subirós era consciente de este riesgo, por cuanto su Alícia trata de conjurarlo con ilustraciones coreográficas oportunas (Iva Horvat); con enigmáticas correrías de la protagonista (Alba Pujol) que sugieren su extravío y su inquietante desconcierto; con los
relieves interpretativos de algunos personajes: la reina mandona (Cristina Servià), la duquesa desquiciada (Mia Esteve), el autor, oscuro y distanciado (Lluís Soler)... Me temo, sin embargo, que tales esfuerzos –a los que debe añadirse una elegante escenografía (Max Glaenzel)– no ponen ninguna poesía sobre la obviedad, ni los disparates del sinsentido del cuento logran activar la más mínima vibración emotiva. Hace 20 años, más o menos, Lindsay Kemp prometía el no va más con la Alicia que presentó en La Farga de l'Hospitalet. Pero la estética barroca, de mantecosa pastelería, por la que se lanzó el británico, con toda la fauna y estrafalaria nobleza que inventa Lewis Carroll inspirando un figurinismo polícromo, de potentado, sólo consiguieron un desfile de postales fastuosas, incapaces de comunicar nada más que unas fugaces sorpresas visuales. Entre Kemp y Subirós, me quedo sin dudar con el trabajo de nuestra directora, al menos de modernidad y buen gusto exquisitos. Pero insisto: si no es con espíritu crítico o afán provocador, una dramaturgia que consista básicamente en la trasposición escénica del famoso libro sólo podrá fabricar algún digno producto infantil –en el Regina saben algo de ello– difícilmente útil a las reflexiones deducibles de la fábula. En cine, claro, es distinto. Y desde Disney hasta el reciente Tim Burton, que hace prodigios, dicen, con la digitalización de imágenes, se puede lograr que Alicia tenga una segunda vida propia.c
pa en lugar de dar una mano a África, se las quitara de encima”, cita Jordi Esteva. Antes de que los akán dejaran filmar sus ceremonias al equipo catalán, degollaron gallos. Los espíritus fueron propicios y filmaron a las muchachas poseídas de noche en las aguas por Mamiewa
ra una biblioteca” es la cita de Amadou Hampate con que empieza la película. “He querido contar la metáfora de un mundo que desaparece, sin nostalgia y sin tomar partido”, dice Esteva. En toda la zona el animismo cede el paso a sectas cristianas e islámicas o a religiones sincréticas. A Esteva le interesa el respeto a la naturaleza (sólo se utiliza lo que se necesita), a la farmacopea del bosque, la preeminencia de la mujer en los rituales o cómo saben canalizar las energías de los locos en lugar de marginarlos. “Y he buscado también el color, la luminosidad, el África que ríe y disfruta en lugar de tanto tópico”.c
En busca de mundos perdidos por Josep Massot. La Vanguardia
...Aunque Simbad es un personaje mítico sus relatos están inspirados en los de los marineros omaníes de los principios del Islam...
18/06/11
lunes 26 de junio de 2006
Vidas contadas Esteva ha viajado a los lugares
Viajar no es sólo transportarse físicamente a otro lugar. Es
más remotos del planeta y se ha
también aprender a mirar con los ojos limpios de
encontrado con que la globalización
estereotipos y saber escuchar, entender a las gentes que
comunica al mundo entero, pero se
los habitan. Jordi Esteva viaja al laberinto de la memoria
ha perdido la curiosidad que da la
de mundos perdidos en busca de los mitos, los ecos. Las
extrañeza. “Antes dice– había
huellas que aún perviven, entre la fábula y la nostalgia, de
curiosidad para indagar en la
los seres que los recuerdan. Visitó los oasis de Egipto,
cultura y las costumbres de los viajeros occidentales: ahora, con la televisión e internet, ya creen saberlo todo de nosotros. En
retrató el país de las almas de los akán, entre Ghana y Costa de Marfil, dio voz a los egipcios que veían desmoronarse una sociedad de tolerancia demolida por la
realidad se quedan con los
corrupción oficial y los fanatismos, y ahora ha reconstruido
estereotipos, al igual que los
para Altair/Península, las fascinantes historias de Los
occidentales confirman en sus
árabes del mar, herederos de la leyenda de Simbad,
viajes los clichés que ya tenían
constructores con sus veleros de una antigua red de
antesde partir. La doble moral sobre
civilización en la ruta del Índico. Y en sus páginas hace
Israel y Palestina y la guerra de Iraq
hablar a viejos capitanes de una ruta desaparecida hace
hace que la gente me mire no con
cuarenta años, dispersos por ciudades fantasmas y
odio, sino con reticencia. Y yo no
puertos soñolientos del Yemen o de Omán, de Mombasa,
puedo ir dando explicaciones uno a
Lamu o Zanzíbar.
Israel y Palestina y la guerra de Iraq
hablar a viejos capitanes de una ruta desaparecida hace
hace que la gente me mire no con
cuarenta años, dispersos por ciudades fantasmas y
odio, sino con reticencia. Y yo no
puertos soñolientos del Yemen o de Omán, de Mombasa,
puedo ir dando explicaciones uno a
Lamu o Zanzíbar.
uno, diciéndoles que no tengo nada que ver con Aznar o Bush”. Esas miradas de recelo son las mismas que los árabes encuentran entre
Jordi Esteva (Barcelona, 1951) nació cerca de la Plaza Molina, en una familia de la burguesía catalanista y desde pequeño surcaba en sueños rutas fabulosas. Recorría los
nosotros que en estos últimos
atlas y mapas trazando en su mente rumbos de aventura e
tiempos se han convertido en
imaginaba a los árabes de Zanzíbar, los pescadores de
sospechosos.
perlas de Golfo pérsico, el esplendor de la antigua Al
Andalus; o espiaba a los zíngaros que en los largos
Ahora Esteva trabaja en la Isla
veranos de su infancia desembarcaban en la plaza del
de Socotra, en Yemen, un refugio
pueblo y proyectaban en enormes sábanas blancas
natural, donde los terroríficos
películas de serie B, con el miedo de que aquellos magos
monzones provocan su aislamiento
de las imágenes podrían secuestrarle hacia el misterio.
total durante casi ocho meses. Tanto, que tiene plantas endémicas y sus habitantes siguen hablando un idioma emparentado con el sabeo, la lengua de la antigua reina
Viajar también es una manera de huir y Jordi Esteva fantaseaba estrategias de fuga de una realidad que no le gustaba, la Barcelona de los años 50. O quizá porque tiene un gen melancólico y cuando se encuentra en un
de Saba.
lugar quiere ir a otro. Estudió sin ganas Económicas y
Letras y enseguida que pudo dejó las dos carreras y se
puso a hacer fotografías, colaborando con la revista de Esta es su vocación: buscar
antropología Periplo, siguiendo el camino hippie a India o
mundos que se están yendo, la voz
recalando en El Cairo, donde estuvo cinco años. “El Cairo
de los mayores, recuperar su
es como la Sevilla del mundo árabe, un pueblo muy
memoria antes de que se extinga
antiguo, con mucha socarronería y sentido del humor; una
para siempre: “me da igual si lo que
ciudad ultracaótica, donde el tiempo corre de otra manera
cuentan es verdad o no, lo que
y las tertulias son continuas”. Era la época de la represión
importa es cómo explican sus mitos, cómo escriben la historia a su manera”
post-Nasser y Esteva acabó en prisión: acusado de ser el enlace exterior de un grupo trotskista, cuando “consta – dice– que en las fechas en que dicen que yo conspiraba en El Cairo con intelectuales como el escritor Ibrahim Abd el Mequid estaba trabajando para mi libro en los oasis, como así consta en los registros policiales de la zona”,
Fue expulsado del país y regresó a Barcelona. Pepe Ribas le llamó para pilotar la segunda etapa de Ajoblanco y desde sus páginas (hasta 1993) Esteva fue pionero en difundir una nueva sensibilidad libre de clichés hacia los países del Tercer Mundo. Un poco por fatiga, otro poco por su impulso nómada, dejó la revista, y la Unesco le encargó un inventario de los caravensarais y madrazas del Atlas marroquí. Pero los libro que más impacto produjeron fueron Mil y una voces, en el que recoge conversacions con artistas e intelectuales árabes y Viaje al país de las almas, resultado de su larga estancia con la comunidad akán, retratando las ceremonias de iniciación animista. “Entré en gran empatía con la sacerdotisa, cabalgada por la diosa del agua y el rey de los cazadores, y me dejaron fotografiar todo el proceso. Dominan la farmacopea, los poderes de
en el que recoge conversacions con artistas e intelectuales árabes y Viaje al país de las almas, resultado de su larga estancia con la comunidad akán, retratando las ceremonias de iniciación animista. “Entré en gran empatía con la sacerdotisa, cabalgada por la diosa del agua y el rey de los cazadores, y me dejaron fotografiar todo el proceso. Dominan la farmacopea, los poderes de la música y el ritmo, y practican una sabiduría ancestral que les permite conocer una parte de sí mismos a la que sólo acceden cuando entran en trance. Yo no creo en los espíritus, claro, pero eso les ayuda a superar sus problemas”. Esteva, que sólo viaja cuando tiene un encargo o un proyecto que realizar, regresó en 2002 al mar Rojo y viajó a Omán y al África oriental, en busca de los árabes que navegaban por el Índico aprovechando los monzones para comerciar con sedas, marfiles o piedras preciosas. “Quise encontrar a los capitanes, ya retirados, de aquellos navíos, y logré entrar en su mundo, gente amable pero muy reservada, con una gran nostalgia. Eran los últimos protagonistas de una ruta muy antigua, que había llevado la civilización árabe por la costa africana. En Mombasa, por ejemplo, me encontré a un poeta fascinante, de lengua swahili, descendiente de los omaníes que se exiliaron allí el siglo XII, Cheij Ahmed Nabhany. Y todos ellos me contaron historias extraordinarias de un mundo que sólo existe ya en sus voces y en su memoria”.
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HORAS GANADAS El lenguaje de los tambores RAFAEL ARGULLOL · ELPAÍS.com
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TRIBUNA
HORAS GANADAS El lenguaje de los tambores RAFAEL ARGULLOL 17/10/1999
En un prólogo de 1950, escrito para la edición de su libro El África fantasma, Michel Leiris hizo una despiadada autocrítica de su texto. Aquel diario minucioso, entre poético y etnográfico, del viaje africano que había realizado dos décadas antes -De Dakar a Djibuti (1931-1933) era el subtítulo de la obra- le parecía, tras la II Guerra Mundial, un documento algo pretencioso pero sobre todo culpable de incurrir una vez más en el narcisismo europeo con respecto a las demás culturas.Traspasado el ecuador del siglo, Leiris pensaba que la confirmación de los movimientos anticolonialistas invalidaría para siempre el paternalismo occidental; y, en especial, aquel supuestamente interesado por lo ajeno que había derivado en las sucesivas oleadas de gusto por el exotismo. Radicalizada su visión por los acontecimientos políticos y por los comportamientos intelectuales en la doble Francia -la ocupada y la tutelada de Vichy-, Leiris se mostraría particularmente mordaz contra la vanguardia inclinada al exotismo, feliz con el arte negro pero incapaz de superar ninguno de los estereotipos etnocéntricos presentes en la cultura europea, al menos desde la Ilustración. Puesto el dedo en la llaga propia, Leiris hurgaba, al mismo tiempo, en la herida de toda una civilización: para medir las profundidades del narcisismo europeo, nada más adecuado que llamar la atención sobre su capacidad de amar lo exótico. La tentación meridional de la época romántica, la oriental del simbolismo o la primitiva de las vanguardias, alentadas a menudo apasionadamente por grandes viajeros y artistas sinceros, eran, convertidas en gusto colectivo, pura exaltación de la hegemonía europea. Afortunadamente para él, uno de esos artistas sinceros, además de gran viajero, Leiris no tuvo que enfrentarse a la pesadilla final del exotismo representada por el turismo masivo y por la explotación global -políticamente correcta, por ciertode cualquier supuesta minoría cultural: los paraísos prometidos convertidos en infiernos de vulgaridad. Pero, de poder, es probable que hoy día Leiris revisara nuevamente su punto de vista. Sin el optimismo anticolonialista de 1950 y sin la fe progresista que apostaba por una suerte de modernización irreversible en todos los ámbitos, su libro vuelve a tener rara actualidad. Cuando, por fortuna, ese progreso sin retorno no se ha cumplido, hemos sido empujados a la evidencia de que aquel pasado que parecía dormido o extirpado, aquella peculiaridad que parecía demasiado extravagante, aquellos mitos insoportablemente irracionales han irrumpido otra vez en la escena: informándonos sobre los otros e informándonos sobre nosotros. El África fantasma es todavía actual, o vuelve a serlo, porque suministra ambas informaciones. Paso a paso, día a día, se revela el gran escritor y atentísimo viajero que fue Leiris, cumpliéndose el juego de espejos de los relatos que penetran más allá de la piel: África, respetada pero misteriosa como paisaje exterior, se incrusta, como paisaje interior, en la mente del autor haciendo que, en realidad, sean sus propios fantasmas los que se vuelquen sobre el texto. Recordé enseguida, casi inevitablemente diría, a Michel Leiris y a su África fantasma al leer el libro de Jordi Esteva, publicado este año, Viaje al país de las almas. No pocas pistas invitaban a este paralelismo, pero había dos que lo hacían de un modo excepcional: la coincidencia geográfica y el talante. Aunque conocía bien la obra fotográfica de Jordi Esteva, incluyendo la exposición sobre estos viajes al país de las almas, lo ahora escrito, no sólo como soporte de las fotografías sino como literatura autónoma, es una crónica extraordinaria. Si en 1950 Michel Leiris desmentía en parte su libro de los años treinta, Viaje al país de las almas, escrito en la última década del siglo XX, significa una tercera perspectiva en la que, en cierto modo, tienen cabida los antagónicos pareceres del escritor francés. El África de Jordi Esteva ha vivido ya el fin de su particular utopía anticolonial y se enfrenta a una destrucción file:///Users/jordi/Desktop/Dossier/HORAS%20GANADAS%20El%20le…os%20tambores%20RAFAEL%20ARGULLOL%20·%20ELPAÍS.com.webarchive
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HORAS GANADAS El lenguaje de los tambores RAFAEL ARGULLOL · ELPAÍS.com
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de la que participan sus propios habitantes. Al mismo tiempo, sin embargo, es un mundo en el que, en el confuso remolino de formas y culturas, se exterioriza la voz de la tierra. A veces con una fuerza maravillosa; otras, lánguidamente: "Cuando muere un anciano en África, es como si se quemara una biblioteca entera". No hay ni una sola gota de gusto exótico en esta enérgica y prudente incursión en el universo animista de Costa de Marfil. Las almas -los genios, los espíritus, los dioses, los demonios- pueblan los rituales y ceremonias con naturalidad, sin truculencias. Al fin, lo sagrado para otros no es necesariamente siniestro para nosotros. Cuando Jordi Esteva partió por primera vez a Costa de Marfil para averiguar cómo era el lenguaje de los tambores, quizá no sabía que, gracias a su tesón y a su delicadeza, llegaría a conseguirlo. © EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200
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El trance por Victoria Combalía EL PAÍS
19/06/11 11:27
El trance por Victoria Combalía EL PAÍS domingo 22 de noviembre de 2009
La mentalidad occidental, empírica y racionalista, ha tendido siempre a despreciar cualquier fenómeno ajeno a una explicación científica del mundo. ¡Cuántos de nosotros no hemos desestimado, una y otra vez, numerosos sucesos por el simple hecho de que carecían de una interpretación lógica! Y sin embargo, ¡qué mundo monótono, miserable, infamante éste, en el que todas las cosas están cuidadosamente percibidas y etiquetadas”! escribía el poeta y etnólogo Michel Leiris, adentrándose en el terreno del pensamiento mágico y primitivo, del cual fue un magnífico estudioso. “Para hacernos evadir de este pozo demasiado estrecho, lo Maravilloso anula su cuerda (!) Es esta pasión de lo maravilloso la que explica no sólo la persistencia del espíritu religioso (!) sino también el crédito que, a lo largo de todas las épocas, han tenido las ciencias ocultas, así como las prácticas mágicas y supersticiosas”, seguía diciendo Leiris en Documents. Ahora, una excelente exposición en Barcelona, titulada Viaje al país de las almas, en el centro de Arte Santa Mónica, me ha hecho recordar, de golpe, el profundo choque emocional que se tiene al contemplar, sin los filtros de los documentales etnológicos al uso, el poder del misterio. Lo que ha captado Jordi Esteva en sus fotografías de médiums posee la misma fuerza que las imágenes de Cartier Bresson que acompañan al famoso texto de Antonin Artaud sobre las danzas de Bali. Artaud describió estas escenas con una gran precisión y, de hecho, por esas mismas épocas (en 1931) proyectaba realizar un filme sobre brujería y ciencias ocultas. La emoción que podemos sentir es también semejante a la que se experimenta al contemplar ciertas imágenes publicadas por Bataille en su libro L’erotisme, y la misma que se experimenta al contemplar los éxtasis de las místicas: seres atravesados por fuerzas superiores, abandonados al otro, vehículos de saberes o de conocimientos ocultos,
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El trance por Victoria Combalía EL PAÍS
19/06/11 11:27
cuerpos poseídos por unos instantes, horas o días. Jordi Esteva tuvo la excepcional oportunidad de ser aceptado por una feticheuse, una sacerdotisa animista llamada Adjoua Eponom, en Costa de Marfil. En una noche de agosto, esta médium invocó a la diosa de las olas y fue cabalgada por ella. La fotografía nos la muestra en un estanque, con los ojos cerrados y los brazos abiertos, como una ofrenda corpórea llena de sensualidad. En otras escenas, a las iniciadas se les cierra simbólicamente la boca para que no revelen aún sus secretos, luego se les abrirá, mediante dos cuchillos que se sostienen solos. Entre otras escenas rituales aparece el trazado del círculo de caolín, que separa el mundo visible del invisible, el del afeitado de la cabeza o el de la deglución de huevos. Las imágenes están, tanto formal como espiritualmente, muy cerca de las de la Crucifixión, de las del éxtasis de santa Teresa, de las del trance sexual. Más allá aparecen los oficiantes, los guardianes, los custodios de las casas de los grandes fetiches: personajes de una sobrecogedora intensidad, de un formidable efecto de presencia, como el que tan sólo se desprende de lo que es realmente genuino. “Gracias por asombrarme”, había escrito en el cuaderno un visitante. “Gracias por fotografiar el espíritu”, había escrito otro. Burócratas y paseantes seguían su camino en La Rambla mientras algunos espectadores nos mirábamos con la secreta complicidad que produce el haber descubierto, por fin, algo que iba más allá de la pretenciosidad contemporánea. < anterior
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