Cultiras La Vanguardia Retorno al país de las almas

Page 1

MIÉRCOLES 6 DE ABRIL DEL 2011

459 El país de las almas El fotógrafo Jordi Esteva narra su reencuentro con los misterios del pueblo akán, en Costa de Marfil Páginas 2 a 5

Escrituras De nuevo, Javier Marías Con su novela ‘Los enamoramientos’, Marías organiza una trama policiaca, con crímenes y deducciones, pero narrada de otra manera

Pantallas Una crisis sin icono El estreno de ‘Inside job’, ganador del Oscar, nos revela que esta crisis económica no ha generado por ahora ninguna imagen simbólica

Registros ‘What’s going on’, el mito Un Marvin Gaye alejado de su imagen dulce e inocente grabó este álbum en 1971 para la Motown. Y cambió la historia de la industria discográfica

Página 6

Página 24

Página 29


Retorno al paĂ­s de las almas


Investigador de mundos en vías de extinción, Jordi Esteva se acercó en su día a los misterios del pueblo akán, en Costa de Marfil. De aquella experiencia nació un libro. Diez años después, el fotógrafo y escritor ha tenido acceso de nuevo a los rituales secretos de los akán, que, ahora, han quedado reflejados en una película. Este es el relato de aquel reencuentro JORDI ESTEVA

Hace un tiempo recibí una llamada de Costa de Marfil que alteró por completo mis planes. Era mi amigo Yéo Douley: –Los fetiches se han manifestado y reclaman tu presencia. ¿Regresar a Costa de Marfil? A finales de la década de los noventa, visité el país durante seis meses y conviví con los sacerdotes animistas del grupo akán, los llamados komián. Tuve el privilegio de asistir a las ceremonias de iniciación que se realizaban en estado de trance. No resultó fácil asomarme a aquel mundo secreto. Una noche, en las afueras de Abiyán, vi a una iniciada cubierta de un polvo blanco –más tarde sabría que se trataba de caolín purificador– que corría entre la maleza junto a una laguna. Estaba en trance y gritaba. Sus ojos vacíos, como si interrogaran desde el otro lado del espejo, me impresionaron y deseé conocer ese mundo. Días más tarde, en un poblado en las cercanías de Ghana, durante las celebraciones anuales de la renovación de los vínculos con los ancestros, conocí a Yéo Douley, el discípulo favorito de Jean-Marie Addiafi, intelectual marfileño que luchaba para que las creencias ancestrales de los akán –que comprendían una original cosmovisión, una rica cultura oral y un conocimiento profundo de las plantas del bosque– fueran compiladas y preservadas. Addiafi había acuñado el término bosonismo –de bosón o genio en lengua agni– para referirse a la sabiduría de los akán. Lo definía como la creencia que venera a los espíritus del agua y del bosque que entran en contacto con los hombres gracias a los sacerdotes animistas, que se dejan poseer por ellos. Durante las ceremonias, los hombres piden a los espíritus ayuda contra las fuerzas negativas y remedios para las enfermedades. Los komián también tienen poder adivinatorio y desenmascaran a los brujos. A grandes rasgos, el bosonismo coincide con otras formas de religiosidad africana, sobre todo con los cultos yoruba de Nigeria y Benín que fueron trasplantados al Nuevo Mundo con los esclavos. Los antecesores de la santería, el vudú y el candomblé. Addiafi permitió que su discípulo Yéo me acompañara al santuario de la komián Eponom Adjoua Essouman. Tras tras largas horas de espera, la sacerdotisa cayó en profundo trance y profirió un grito

desgarrador y se lanzó al estanque sagrado, poseída por Mami Watta, el espíritu del agua. A través de su oficiante –uno no debe dirigirse nunca directamente a los poseídos– le comuniqué mi propósito de atisbar aquel mundo. Le hice saber que no consideraba que sus creencias fueran supercherías, que se trataba de una sabiduría ancestral y que su olvido resultaría una pérdida para la humanidad, pues con ella desaparecerían el contacto con las fuerzas de la naturaleza y una valiosa farmacopea. Mami Watta se sumergió largos segundos en el agua para emerger de golpe cantando: “El hombre que no conoce su camino es como el viento”. Al amanecer fui invitado a participar en una ceremonia secreta y los espíritus me aceptaron. A partir de entonces, pude asistir a la mayoría de las ceremonias de iniciación por las que pasa un elegido de los espíritus hasta su entronización. Al santuario de Adjoua acudían poseídos que hablaban en lenguas

huérfano espiritual desde el fallecimiento de su mentor, Jean-Marie Addiafi, que había muerto sin conseguir que el animismo de los akán tuviera el mismo reconocimiento que las religiones supuestamente reveladas, tal como le gustaba recalcar. –Debes ayudarme para que el bosonismo no desaparezca –insistía mi amigo. ¡Cuántas veces había pensado en regresar a Costa de Marfil! Añoraba las noches bebiendo con los amigos, los tambores durante las ceremonias de adivinación cuando los komián entraban en profundos trances, las danzas rituales en los bosques sagrados o los sacrificios a los genios del río a orillas del Comoé. Y diez años después, los fetiches me reclamaban. Pero mi pensamiento estaba en otras cosas. ¿En otras cosas? ¡Cómo podía rechazar su llamada! No podía dejar escapar una oportunidad semejante. Ahora no era yo quien buscaba con timidez y prudencia poder asomarme a un mundo prohibido. Eran los mismos espíritus los que

El libro y la película tratan de evitar el olvido de lo que Esteva considera una sabiduría ancestral

En las ceremonias de iniciación de los akán emerge el contacto con las fuerzas de la naturaleza

desconocidas y presentaban evidentes signos de locura. La komián Adjoua invocaba entonces a sus espíritus para que se manifestaran y determinaran si aquel estado en el que estaba sumido el poseído había sido provocado por ellos o se trataba de una enfermedad convencional. El poseído quedaba a su cargo y su formación era larga. Cada noche, en estado de trance, Adjoua les enseñaba los ritmos con los que invocar a los espíritus del bosque y paulatinamente les transmitía el Conocimiento. Tras la publicación del libro Viaje al país de las almas (Pre-Textos, 1999) –que incluía mis investigaciones, impresiones y fotografías–, no regresé a Costa de Marfil tal como había prometido a los espíritus durante una ceremonia para agradecerles la feliz consecución de mi trabajo. Durante la última década, el país se deslizó en una espiral de violencia y tribalismo que desembocó en una guerra civil, hasta que finalmente quedó dividido en dos. Fue entonces cuando recibí la llamada de Yéo, que había quedado

así lo exigían. Sentí la necesidad imperiosa de regresar y de ver qué había sido de mis sacerdotisas y oficiantes. Decidí rodar una película. Una mañana de diciembre aterricé en Abiyán con un pequeño equipo: Jordi Tresserras, responsable del sonido; Albert Serradó y Jordi Vendrell con sus cámaras; y Carla Serantoni como productora ejecutiva. La ciudad que en otros tiempos fue considerada el París de África reflejaba los momentos difíciles que atravesaba. Los edificios mostraban las paredes desconchadas, las calles tenían el pavimento destrozado y la basura se amontonaba en las autopistas urbanas. Todo parecía decrépito y en las caras de la gente se leía el desánimo. Algunos lugares de esparcimiento, los famosos maquis de Abiyán, donde se bailaba al son del soukous y de la mapouka, y donde quería celebrar por todo lo alto el encuentro con Yéo, estaban invadidos por la maleza y por grandes árboles de raíces aéreas. Dolía ver la situación en la que se encontraba aquel país antaño próspero. Yéo,

Albert y yo nos encerramos en una habitación del Palm Club de Abiyán para elaborar el guion. –Tú serás el protagonista –dije a Yéo. –¡Pero nunca he actuado! –se inquietó. –No actuarás –le calmé–. Te interpretarás a ti mismo: un hombre de Abiyán que tras los largos años de guerra civil decide visitar la tumba de su padre espiritual para realizar un ritual de libación. Emprendes el largo viaje y de camino decides visitar a las sacerdotisas komián que conociste junto a tu maestro. Tendrás ocasión de asistir a todas las ceremonias importantes en la iniciación. Las ceremonias que tú mismo has localizado. Al final de la película, te someterás a un lavado ritual antes de postrarte ante la tumba de Addiafi. Es en cierto modo la historia de tu vida. No estoy inventando nada. Yéo se emocionó y en pocas horas elaboramos un guion que iríamos modificando a medida que avanzara el rodaje, pero que constituyó la base para comenzar a trabajar. El texto pasó de mano en mano y Albert me ayudó en la dirección. A nuestra llegada a Aniassué nos esperaba la komián Adjoua Eponom Essouman. Recordaba su santuario como un lugar alegre en el que convivían una decena de iniciados, los percusionistas y las mujeres que cantaban durante las ceremonias, que cocinaban además distintos menús, pues cada iniciado tenía sus estrictas prohibiciones alimenticias exigidas por sus espíritus. Adjoua era una mujer asombrosa cabalgada por el espíritu del agua y también por Aboyá, el rey de los cazadores. Una extraña dualidad que le proporcionaba poder y prestigio. Pero, por desgracia, diez años después de mi primera visita, el ambiente era radicalmente distinto. No quedaba ninguno de los antiguos iniciados y para colmo la secta cristiana que se había instalado junto a su santuario les bombardeaba día y noche con cantos y prédicas desde los altavoces. Sentí una gran tristeza: muchas personas del poblado habían abandonado sus creencias tradicionales para abrazar el fundamentalismo de las sectas evangelistas, metodistas, del séptimo día o de los cristianos renacidos. Por la noche, filmamos la ceremonia de posesión de Mami Watta. Cuando Adjoua era cabalgada por el espíritu del agua se tornaba una mujer bellísima y dulce. >

Jordi Esteva (Barcelona, 1951) es fotógrafo y escritor, especializado en culturas orientales y viajes. Es autor de varios libros, entre otros, ‘Viaje al país de las almas’ (Pre-Textos, 1999), que se encuentra en el origen de este reportaje, y ‘Los árabes del mar’ (Península, 2006)

En la página de la izquierda, komián Kanga el día de su entronización


Retorno al país de las almas Escrita y dirigida por Jordi Esteva. Asistente de dirección: Albert Serradó. Fotografía: Jordi Esteva y Albert Serradó. Cámaras: Albert Serradó y Jordi Vendrell. Sonido directo: Jordi Tresserras. Investigación y coordinación: Yéo Douley. Montaje: Jordi Esteva y Albert Serradó. Narrador: Yéo Douley Se estrena el 29 de abril en el cine Maldà de Barcelona. Edición en DVD y CD de la banda sonora (Siwa Productions/CNAC, distribuido por FrikiFilms)

> Recuerdo el agua resbalando por su rostro emergiendo del estanque de nenúfares, iluminada por la luz de las velas. Una de mis imágenes preferidas de la película. Al día siguiente, tuve un duro enfrentamiento con el líder de la secta Les Hommes de Dieu que acabó en la prefectura. Pretendía impedir a toda costa que filmáramos a los brujos, como él decía. Se negaba a bajar el volumen de sus rezos, mientras intentábamos filmar una conversación con la sacerdotisa. –No podemos bajar la guardia un solo minuto –sostenía el representante de aquellos hombres de dios–. ¡Estamos en cruzada contra el demonio! A lo que el prefecto, tras ojear todos mis permisos, le recordó que Costa de Marfil era un país laico y le prohibió que aquella mañana utilizara los altavoces. Unos días después, fuimos al bosque para hacer unos sacrificios al espíritu de las rocas sagradas antes de celebrar la ceremonia de la clausura de la boca. Ritual que señalaba la entrada de la iniciada Amoin en el santuario y el comienzo de su formación. Durante la ceremonia, la joven cayó en profundo trance y la komián Adjoua le cerró simbólicamente la boca con la savia de una planta secreta para que, a partir de entonces, no hablara cuando estuviera poseída por los espíritus, ya que aún no dominaba su lenguaje y sus palabras podrían ser malinterpretadas o incluso utilizadas por los brujos.

Uno de los cámaras trepó a la copa de un alto árbol para filmar al oficiante mientras trazaba el círculo de caolín que delimitaba el espacio sagrado. En su interior, los sacerdotes y los iniciados se encontraban a salvo de las fuerzas negativas o de los brujos que podrían lanzarles flechas místicas o proyectarles agujeros también místicos, para que tropezaran y equivocaran el ritmo, consiguiendo así que los espíritus partieran y se perdiera el trance. A partir de este ritual, la iniciada debería permanecer unos dos años en el santuario recibiendo el conocimiento que le transmitiría la madre iniciadora.

terrible y la mafia, en connivencia con los más altos representantes del gobierno, seguía talando maravillosos árboles centenarios. Recordé las palabras de la komián Adjoua cuando me contaba que los genios que vivían en los árboles, al no tener ya un lugar donde habitar, poseían a los hombres. Como estos desoían la llamada de la Tierra y de sus espíritus, acababan por volverse locos. Por ello se veía a tanta gente desquiciada y harapienta que hablaba sola, deambulando por las calles de las ciudades, afirmaba con total convencimiento. Pensé que era una bella manera de explicar el desarraigo en las gran-

Diez años después, muchas personas habían cambiado sus creencias tradicionales por el fundamentalismo de algunas sectas cristianas Tras Aniassué, nos dirigimos a Bettié, nuestro nuevo destino, por una pista que atravesaba bosques y plantaciones de café, caucho y cacao. Aquí y allá, sobresalía entre la maleza la alta silueta de la ceiba, el árbol sagrado en el que viven los espíritus. Atravesábamos riachuelos y pasábamos junto a charcas tapizadas de jacintos de agua en las que moraban, me recordaba Yéo, Mami Watta y otros espíritus del agua. Los cálaos volaban en pareja y, de vez en cuando, atravesaba la pista roja un pangolín o una serpiente. El desfile de grandes camiones que transportaban troncos gigantescos en sus remolques era constante. La situación política era

des urbes africanas: Abiyán, Lagos o Kinshasa. Al cabo de unas horas llegamos ante el selvático río Comoé, de márgenes borrosos, en el que una niebla flotaba sobre sus aguas chocolate. Por fin conocí a Akossuà, la gran komián de Bettié. En su santuario las mujeres se esmeraban en cocinar ñame y plátano y en moler el caolín, la arcilla necesaria en todas las ceremonias animistas. Los hombres templaban sus tambores. Todos se preparaban para la ceremonia de la apertura de la boca. Al día siguiente. Akossuà nos advirtió que la iniciada que sería sometida a la prueba, aquella misma noche

iría al antiguo cementerio invadido por la maleza para lavarse con una poción mágica, colocada sobre una lápida, para entrar en trance y correr entre las tumbas escuchando los secretos de los muertos. Akossuà nos dio permiso para rodar y acudimos al atardecer. Colocamos unas antorchas de luz y camuflamos una pequeña cámara de vídeo entre las zarzas. Nos agazapamos tras unas matas esperando que cayera la noche y, cuando comenzábamos a perder la esperanza, oímos unos pasos. Era la iniciada envuelta en un lienzo blanco. La luz no parecía intimidarla. Se agachó para lavarse con la pócima y entonces profirió un grito desgarrador. Uno de los cámaras me clavó las uñas en el antebrazo. Habíamos conseguido filmar la posesión de la iniciada. Al día siguiente filmamos la ceremonia de la apertura de la boca. Durante este ritual, tras horas de danza frenética en estado de trance, a la iniciada le colocaron dos cuchillos cruzados en la boca para darle a beber un brebaje de hierbas y lianas. La iniciada perdió el conocimiento y sus constantes vitales se hicieron apenas perceptibles. Se trataba de la muerte mística. Pasados largos segundos, se le masajeaba el corazón y la iniciada habló en estado de trance por primera vez. Era simbólico: moría para los hombres pero renacía para los espíritus, quienes a partir de ese momento comunicarían, por boca de la iniciada, sus voluntades. Permanecimos unos días en Bet-


tié. La gran sacerdotisa Akossuà nos dijo que en pocos días los espíritus del bosque entregarían a su otro discípulo, Kanga, el fetiche que le acompañaría durante toda su vida. Después viajarían a su lejano pueblo natal, para la ceremonia de entronización como nuevo gran komián. Una noche nos dijo que su discípulo se había internado en el bosque y aún no había regresado. A la mañana siguiente, en el patio del santuario, los percusionistas atacaban un ritmo frenético y la komián Akossuà entró en trance. Los espíritus le comunicaron que su discípulo estaba al llegar. Efectivamente, no pasaron diez minutos cuando del bosque surgió Kanga en estado de trance portando su fetiche en la cabeza. Un recipiente de cobre con un amasijo de piedras, pelos de animal y elementos extraños y negruzcos. –He estado en el lugar del que no se regresa pero yo he regresado –dijo. Los percusionistas, con su ritmo endiablado, le conminaban a que girara sobre sí mismo con el fetiche en la cabeza. De pronto la música paró en seco y el iniciado habló de nuevo: –Anduve perdido durante horas en el bosque. Veía el fetiche, pero cada vez que intentaba atraparlo, perdía el trance y desaparecía. Ya de día, los espíritus se apiadaron y me permitieron coger el fetiche. Aquí me tenéis. Todos estallaron en júbilo y los percusionistas redoblaron los tambores con mayor energía. Enton-

ces sacrificaron un gallo que no cayó patas arriba, como se esperaba. El sacrificio no fue aceptado. Akossuà, preocupada por lo sucedido, llamó a dos oficiantes togoleses. Tras una ceremonia de adivinación que no dio el resultado esperado, sacrificaron a otro gallo que de nuevo fue rechazado por los espíritus. A pesar de que los presagios no eran favorables, Akossuà decidió continuar con la entronización y alquiló un pequeño autobús para viajar con los iniciados y los percusionistas a Arrah, el pueblo de Kanga. Nosotros decidimos partir antes en una camioneta, para filmar la llegada. Yéo temía por nues-

Al día siguiente, fuimos al bosque sagrado de Arrah, donde se iba a desarrollar la ceremonia al pie de una gigantesca ceiba. Kanga estaba preocupado, los augurios no eran favorables y durante casi diez horas los espíritus se negaron a entronizarlo. Permitan que no desvele aquí los acontecimientos, pero sucedieron hechos que nos sorprendieron y fue precisa la invocación del espíritu del león para que finalmente pudiera continuar la ceremonia. De día, en la plaza pública de Arrah, los komián más importantes de la región, dirigidos por Akossuà, su madre iniciadora, vistieron

Cuando los hombres desoyen la llamada de la Tierra y sus espíritus, se vuelven locos; por eso hay tanta gente desquiciada por las calles tra seguridad en aquellas pistas solitarias. Y tenía razón. Akossuà y su séquito se retrasaron y salieron de Bettié cuando oscurecía. Fueron asaltados por unos bandidos que habían colocado unos troncos en la pista para detener el tráfico. Se lanzaron con machetes para herir al chófer y le asestaron un machetazo que por suerte fue a dar contra el borde de la ventanilla y apenas le provocó una herida. Al ver a los komián pintados de caolín y a los iniciados en estado de trance, los ladrones quedaron aterrorizados, temiendo quizá su venganza, y huyeron hacia el interior del bosque olvidando los machetes en la carretera.

ritualmente a Kanga con los atributos propios de gran sacerdote animista: falda de flecos, amuletos, gorra roja con cauris y la pya o lanza sagrada. Tras una danza que podía recordar los giros de los derviches, fue entronizado como nuevo gran komián. Nos despedimos de Akossuà, de Kanga y de todo el séquito y, antes de visitar la tumba de su mentor espiritual, Yéo se sometió a un ritual de purificación para que se desprendiera de cualquier fuerza negativa que pudiera perjudicar la libación. Llegados ante la tumba, sentimos una gran emoción. Yéo se postró y le invocó tres veces para pedirle fuerzas para continuar

su legado y que no se perdiera la tradición animista. Cuando nadie del equipo me observaba, me incliné también ante la tumba de aquel gran hombre para decirle que a pesar del avance de las sectas cristianas y de que los propios africanos estaban dando la espalda a sus creencias ancestrales, no todo estaba perdido. Aunque en Abiyán y en otras ciudades de Costa de Marfil apenas se escucharan ya las voces de los espíritus, en el corazón del país todavía quedaban jóvenes como Kanga que seguían su voluntad. Y a medida que nos internábamos de nuevo en el bosque, recordé las palabras de Addiafi, el gran intelectual africano: “Mientras quede una única ceiba en pie y mientras quede un solo percusionista que se acuerde del ritmo apropiado, los espíritus estarán siempre dispuestos a acudir a la llamada”. Ya de regreso, durante más de un año, he trabajado con las imágenes y músicas que grabamos, mientras Costa de Marfil se abocaba al caos. He permanecido en contacto con Yéo Douley, con los komián y con sus iniciados. Sirva la película y el disco con la música de trance que hemos grabado de homenaje a todos ellos. La grave situación por la que pasa el país africano nos impide estrenar el filme esta primavera en Abiyán, tal como estaba previsto, pero sí en Barcelona en el cine Maldà el 29 de abril del 2011. De algún modo, todos ellos, y sus espíritus del bosque, estarán presentes. |

Arriba, a la izquierda, el sagrado río Comoé. A la derecha, komián N'Gouandi antes de entrar en trance


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.