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I EDITORIAL
Hágase tu voluntad
Cuando se habla sobre la voluntad de Dios, muchas veces se la asocia con lo negativo. Si sufrimos un golpe del destino: “Fue la voluntad de Dios”. Si una oración no es respondida: “Lo que pedimos no es voluntad de Dios”. La afirmación “hágase tu voluntad”, que expresamos en el Padre Nuestro, para muchos significa someterse a la voluntad de Dios y, por ende, renunciar a algo. Entonces, así, uno se inclina ante la voluntad de Dios, aunque en realidad habría preferido que las cosas fuesen de otra manera.
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Pero, ¿cuál es realmente la voluntad de Dios? ¿Que suframos un golpe del destino, que no encontremos una pareja, que sobre la tierra tengamos que luchar por cada centavo porque nuestro deseo de tener un buen empleo no se cumple? ¡No! La voluntad de Dios está en su plan de salvación y redención. Dios quiere que estemos con Él. Jesús lo dejó en claro, por ejemplo, en la oración sacerdotal: “Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” (Juan 17:24). Jesucristo, Dios, quiere que vivamos en eterna comunión con Él. Esto no es algo ante lo que tengamos que inclinarnos sino algo con lo que podemos estar de acuerdo de todo corazón.
De un Servicio Divino del Apóstol Mayor