Destinado al Exito

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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristiana que satisfaga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorique a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

Destinado al Exito Edición en español publicada por Editorial Vida – 2009 Miami, Florida _____________________________________________________________________________ ©2009 por Dante Gebel _____________________________________________________________________________

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. Diseño interior y cubierta: Matias Deluca para LInea Abierta Group RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR LA SOCIEDAD BÍBLICA INTERNACIONAL. ISBN: 978-0-8297-5622-7 CATEGORÍA: Vida cristiana / Crecimiento personal IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA PRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

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Contenido Reconocimientos.................................................................................5 Capítulo 1 / Leones y gacelas .........................................................7 Capítulo 2 / Sueño de libertad .....................................................19 Capítulo 3 / Los invisibles ............................................................31 Capítulo 4 / Esa llama sagrada .....................................................45 Capítulo 5 / Comiendo con las manos sucias ...........................55 Capítulo 6 / Una nueva oportunidad ..........................................67 Capítulo 7 / Hombres de riesgo ...................................................85 Capítulo 8 / Línea sanguínea........................................................99 Capítulo 9 / Un toque distintivo ................................................117 Capítulo 10 / Enamorados del glamour....................................135 Capítulo 11 / La vieja excusa de «la voluntad de Dios»........147 Capítulo 12 / El valor de tu tiempo ...........................................167 Capítulo 13 / El costo de tu sueño .............................................179 Capítulo 14 / Una vida digna .....................................................195 Acerca del autor ................................................................................203

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Leones y gacelas

—¿Si mañana tuvieras que bajar al sepulcro, qué crees que escribirían en tu lápida? La pregunta me cayó como un balde de agua fría, casi literalmente. Uno no espera contestar algo así, y mucho menos por teléfono. —Si logras darme una respuesta —me dijo mi amigo— te diré lo que ocurrirá con tu futuro, por lo menos en los próximos treinta años. —Nunca consideré pensar en lo que alguien escribiría en mi tumba —contesté. —Pues deberías. No sabes si mañana te tocará adelantarte en el camino a la eternidad. Y deberías saber qué dirán

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acerca de tu paso por la vida. Convengamos en que uno no suele pensar en la muerte con regularidad, a menos que tenga una enfermedad mortal o el avión se esté moviendo demasiado. Además, cuando mi amigo me hizo aquella pregunta, yo apenas tenía veinticuatro años… la edad en la que cualquier mortal cree que será eterno. —Únicamente si me das una idea de lo que alguien podría escribir en tu epitafio podré decirte lo que creo que Dios me dijo acerca de tu futuro. La oferta era tentadora. Solo tenía que pensar unas pocas palabras y este hombre me diría lo que cualquier ser humano querría saber. —Bueno —dije pensando en voz alta— no se me ocurre nada ahora mismo… (sé lo que escribiría en la tumba de mi suegra, por ejemplo, pero nunca había pensado en la mía). —No tienes que responderme en este preciso momento, puedes tomarte el tiempo que desees. Aunque si me permites un consejo, visita un cementerio. Es un buen sitio para comenzar. —¿Por qué debería visitar uno? —Por lo general vamos al cementerio cuando despedimos a alguien y no solemos prestarle demasiada atención al entorno. Cuando muere algún ser querido, sientes demasiado dolor como para leer epitafios de personas desconocidas. Sin embargo, podrás tener una idea si visitas un cementerio… a modo de turismo. La idea era macabra, pero confieso que me llamaba poderosamente la atención. Cuando uno se encuentra en la seria disyuntiva de resumir su paso por la vida en unas pocas

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líneas, debe preguntarse varias cosas trascendentales. Lo que fuera que llegaran a escribir en mi lápida debía contener de forma breve algo que mi entorno no pudiera ignorar al recordarme. ***** Siempre me han llamado la atención los funerales estadounidenses, sencillamente porque son distintos a los de los hispanos. Mientras que nosotros nos dedicamos a la morbosa tarea de observar un cadáver y hacer comentarios patéticos como: «Se le ve bastante bien, parece que está dormido», la mayoría de los estadounidenses, en cambio, cierran el ataúd y hacen una bella ceremonia en honor al que ha partido. Colocan una inmensa fotografía de la persona, entretanto sus familiares y allegados más íntimos dicen algunas palabras acerca de cómo fueron inspirados o afectados por ese ser que acaba de cruzar el umbral de la eternidad. Alguien menciona su canción favorita, aquello que le gustaba comer, o los sitios que le gustaba visitar en las vacaciones. Otros cuentan alguna anécdota que hacer reír al público entre lágrimas. Sus hijos recuerdan su frase preferida. Y alguien más invita a los congregados a cantar aquella vieja canción. Luego, todos aplauden, mostrando su agradecimiento a la persona fallecida por el legado trascendente que les dejó a las generaciones que vienen detrás. Como si un gran telón se cerrara luego de una exitosa función. Con un sabor amargo de algo bueno que se termina, pero con la alegría de haber sido espectadores de una vida digna, bien vivida.

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Así que, en aquella ocasión, pensé que debía comenzar a hacer algo que el mundo no pudiera ignorar. Tenía que contribuir en algo a la raza humana. Debía dejar algún legado a la siguiente generación, de modo que alguien pudiera decir que yo estuve aquí. Y tenía que tratar de resumirlo en unas pocas líneas. ***** Por lo tanto, fui al cementerio y presté atención. Jamás me había detenido a mirar las lápidas, pero allí estaban, inertes e impávidas. No obstante, si uno intentaba mirar más allá de las palabras, podía imaginarse algunas vidas retratadas en aquellos epitafios tatuados en la fría piedra. «Mamá, aunque te echamos de menos, jamás olvidaremos tus consejos. Gracias por prepararnos para el mundo, aunque no lo pudiste ver. Tus lecciones hoy conforman nuestro mapa de vida». «Siempre habrá un lugar para ti en nuestra mesa familiar, pero sobre todo nadie podrá reemplazarte en nuestros corazones, te extrañamos, papá, nos has dejado el legado de la integridad». «Dios nos dio el regalo de tu presencia durante apenas siete años, pero fueron más que suficientes para que dejaras una huella en nuestras vidas que jamás podremos borrar, nos vemos pronto, hijo». Allí estaban. Dos o tres líneas tratando de contar toda una vida. Biografías no autorizadas que reflejaban las huellas en la arena de una historia familiar. Recuerdos que siguen viviendo aunque aquellos que los provocaron ya se hayan ido.

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Y algunos hasta consideraron que el mejor resumen era una propia frase de la persona que partió. «Vale la pena desgastarse por Dios», rezaba la lápida de un conocido misionero que ofrendó su vida en el servicio a los demás, y según me enteré más tarde, estas fueron las últimas palabras que pronunció mientras partía rodeado de sus seres queridos, luego de una vida repleta de días bien invertidos. ***** Por cierto, mi amigo volvió a llamarme a los pocos días. —Dante, ¿ya sabes lo que deseas que escriban en tu tumba? —preguntó otra vez. —Creo que sí, pero temo que suene muy exagerado… o demasiado presumido. —No esperaba otra cosa de un argentino —bromeó—, pero no importa cómo suene, si es lo que deseas, funcionará para ti —agregó de inmediato. —Bien. Si mañana me tocara bajar al sepulcro, creo que me gustaría que escribieran algo como: «Dante Gebel, un hombre que inspiró a varias generaciones». Se hizo un silencio que pareció interminable del otro lado de la línea. —Bien, ahora te diré lo que ocurrirá con tu vida en los próximos treinta años: con esa frase acabas de determinar tu futuro, y si es lo que en realidad aspiras a hacer, te será concedido por el resto de tu vida. A partir de ahora no podrás permitirte el lujo de vivir en una zona gris. Tu visión y tu propósito en la vida será inspirar a otros, así que deberás poner toda tu energía en eso. Será en lo primero que pienses cada

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mañana y en lo último que medites cada noche antes de dormirte. Inspirar a varias generaciones será tu estandarte en la vida, tu código de honor, tu baluarte en la batalla diaria. Se lo transmitirás a tus hijos y tus nietos, será tu herencia, tu más preciado legado. Cada noche, te preguntarás si has hecho algo por inspirar a alguien, y cada mañana volverás a comenzar. El tiempo correrá para ti como en una cuenta regresiva, cada año que cumplas a partir de ahora, no será un año más de vida, sino uno menos que te resta para cumplir tu destino. Lo intentarás con cada átomo de tu cuerpo, con la fibra más íntima de tu ser. Invertirás todas tus fuerzas y toda tu vida en lograrlo. Cuando colgué el teléfono, sentí por primera vez la sensación que produce tener un destino, un norte claro y específico hacia donde apuntar. Y también la urgencia del tiempo que avanza sin piedad, sin tregua para los rezagados. Alguien mencionó una vez que la mayoría de la gente no tiene éxito porque no sabe en qué quiere tenerlo. Estas son las personas que se mantienen a flote, pero no tienen claro hacia dónde navegar, no tienen un sentido de destino, como consecuencia, cualquier camino les viene bien, y lo que es peor, nunca saben cuándo llegaron al puerto anhelado, ya que desconocen cuál es. Es imposible tener éxito y ser efectivo en la vida si uno desconoce el propósito por el que ha arribado al planeta. ***** Una vez oí al Doctor Harold Caballeros decir que hay por lo

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menos tres fechas importantes en la vida de un ser humano: • Cuando nace, • Cuando nace de nuevo (el día que conoce a nuestro Señor), • Y cuando averigua para qué nació. Por providencia divina aquel llamado telefónico me ayudó a descubrir parte de mi propósito cuando tenía poco más de veinte años.

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Soy consciente de que se Tu visión y tu propósito han escrito miles de libros en la vida será inspirar acerca de cómo tener éxito a otros, así que deberás poner toda tu energía en o alcanzar tus sueños, o eso. Será en lo primero acerca de los pasos deterque pienses cada mañana minados para ser feliz. Yo y en lo último que solo intentaré contarte medites cada noche antes cómo logré descubrir mi de dormirte … cada año destino. Mi visión, mi sueño que cumplas a partir de y mi principal motor es ins- ahora, no será un año más de vida, sino uno menos pirar a varias generaciones que te resta para cumplir desde un estadio, un teatu destino. tro, una iglesia, por medio ____________ del cine, la televisión, un libro, un disco o el formato que se vaya a inventar en los próximos años. Vivo la mayor parte del año encima de un avión, perdiéndome aniversarios, graduaciones, cumpleaños y otras fechas que no podré hacer regresar en el tiempo. En varias ocasiones pospongo el estar con mis amados hijos o mi bella esposa solo a fin de

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tratar de cumplir con aquello para lo cual vine a este mundo. Nadie jamás me dijo que sería fácil. Tampoco puedo prometer que lo será para ti. Sin embargo, no hay una sola noche desde hace casi veinte años que no me acueste preguntándole a Dios si lo estoy logrando, si estoy intentándolo aunque sea torpemente, ganándome de ese modo el derecho a vivir. Los cristianos hemos levantado el estandarte de la gracia fuera de su verdadero contexto y patentado la frase de que «nadie es salvo por obras» para no tener que involucrarnos. Así podemos pasarnos la vida esperando que algo grandioso suceda sin molestarnos en provocarlo. Sin tener que amar, sin que sea necesario esforzarnos, pues al fin y al cabo, «todo es por gracia». No hay más nada que podamos agregar a lo que ya Cristo hizo en la cruz, y aunque esa es una verdad inamovible, no nos exime de descubrir para qué nacimos o cuál epitafio colocarían en nuestra tumba cuando llegue la hora de nuestra despedida de entre los mortales. El apóstol Pablo tenía en claro cuáles eran las últimas palabras que resumían su paso por la vida: «El tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe» (2 Timoteo 4:6-7). Nuestro propósito y nuestra visión deben seguir viviendo aun cuando ya nos hayamos ido. Conozco personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Carecen de un propósito, no tienen la más remota idea de por qué nacieron. En mi caso, sé que nací para inspirar sueños, para incentivar la visión de alguien más. Me siento un hombre millonario en lo que se refiere a sueños, proyectos y visiones. He

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nacido, entre otras cosas, para lograr que personas como tú llenen su vida de ideales nobles, como por ejemplo espero que ocurra una vez que termines de leer este libro, en el que prometo abrirte mi corazón. Una vez oí un proverbio africano muy interesante que no he podido olvidar. «Todas las mañanas en África, una gacela amanece sabiendo que si no empieza a correr, será presa de un león y perderá su vida. Y todas las mañanas en el mismo continente africano también amanece un león que sabe que si no empieza a correr, no logrará comerse a una gacela y morirá de hambre. Así que ya sea que te haya tocado en la vida ser león o gacela, que la mañana te sorprenda corriendo». Tenemos el deber de descubrir el propósito por el cual Dios quiso que naciéramos y correr hacia nuestro destino mientras estemos vivos y tengamos fuerzas, lo cual no es poco para comenzar. De eso se trata el gran juego de la vida.

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Sueño de libertad

Cierta vez estaba ofreciendo una conferencia en Londres a mediados de diciembre y le hice una pregunta al público que los dejó sin palabras: —¿Cuántos de ustedes sienten que al finalizar este mes estarán un año más cerca de su destino? La mayoría me miraba como si estuvieran sumidos en un coma cerebral. —Lo preguntaré otra vez: ¿Sienten que con el nuevo año se acercan más al propósito de sus vidas? Obviamente no hubo respuestas, ni siquiera alguien que asintiera con su cabeza. La mayoría solo existía sin más ni más. Las vacas existen. Los sapos existen. Sin embargo,

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nosotros podemos elegir entre vivir o existir. La mayoría de las personas que no tienen un destino solo corren en un simulador. Es como si pedalearan en la bicicleta fija de un gimnasio. Sudan, se fatigan, bajan libras, pero nunca llegan a ninguna parte, jamás se mueven de su sitio. En diciembre estarán en el mismo lugar donde los encontró enero. Conozco individuos que nunca han hecho un balance de los logros que estaban teniendo con respecto al año anterior. No saben en qué enfocar su energía, ya que simplemente están ocupados en sobrevivir, y como consecuencia se resignan a vivir una vida gris, sin pasión, tratando de mantenerse a flote. No sienten que este nuevo año sean más íntegros que el año que se fue. No saben si son mejores personas que el mes pasado. Si son más espirituales o están más cerca de la meta que hace dos días atrás. Un querido autor amigo suele mencionar que hay tres tipos de personalidades básicas con respecto a la óptica acerca de la vida: • Los que no saben que algo sucede. • Los que preguntan qué sucedió. • Los que hacen que las cosas sucedan. Estos últimos son los que provocan a la vida, los que no se resignan a vivir como seres pasivos, los que cada mañana se levantan como invasores. De modo lamentable, las estadísticas informan que el cincuenta por ciento de los trabajadores se siente saturado debido a las muchas horas que debe trabajar sin ver resultados.

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El ochenta y ocho por ciento no logra combinar su trabajo con su vida personal. Más del setenta por ciento no está feliz con el oficio que le da de comer. Y la mayoría de los cristianos sueñan con que serán plenamente felices el día que dediquen su vida a tiempo completo para Dios, mientras tanto, solo existen. Todo radica en la falta de propósito, en la carencia de un destino claro. De forma periódica, me encuentro con personas que me piden que eleve una oración por ellas. —¿Para qué quieres que haga una oración por ti? —les pregunto. —Para que Dios me bendiga —me responden un tanto molestos por mi cuestionamiento. —¿Para que te bendiga en qué? —En todo… para que me guíe en el camino. —¿En qué camino deseas que te guíe? Ahí es justo cuando me miran como si yo tuviese un problema. No tienen idea de hacia dónde van, de en qué camino necesitan que Dios los guíe, por eso mis preguntas los incomodan y los sacan de quicio. Solo quieren una palabra mágica e instantánea que los saque del letargo, no quieren detenerse a pensar hacia dónde están yendo. ***** Hace unos años apareció en Miami, Florida, un predicador singular que se suele autonombrar como «la reencarnación del anticristo», el cual ha logrado no solo que cientos

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de personas lo sigan, sino que hasta se tatúen el «666» en los brazos u otra parte de cuerpo en honor a su «líder». Siempre me pregunté: ¿Qué hace que la gente siga a un personaje así? Y la respuesta es tan obvia que casi se nos pasa por alto: El hombre sabe a dónde se dirige. Es consecuente, siempre habla lo mismo y le transmite seguridad a sus seguidores. No depende de sus estados de ánimo o sus hormonas, sabe a dónde quiere llevar a los que lo siguen… y no hay nada más atractivo que alguien que sabe hacia dónde va. Puede ir al cielo o al infierno si sabe la dirección, pero es seguro que llegará allí. No obstante, conozco a otro hombre piadoso e íntegro, que luego de tener una iglesia creciente, ahora solo cuenta con una veintena de personas en su congregación. La razón de esto, según me han contado amigos en común, es que no es consecuente con su visión, cada semana parece disociarse debido a una «revelación» nueva, así que la gente termina por cansarse de un líder que no tiene un destino definido y claro. ***** En mi adolescencia, trabajé por dos años en la carpintería con mi padre. Cargué tablones, ayudé a fabricar muebles de estilo, aspiré aserrín en cantidades industriales, y me rebané parte de dos dedos de la mano derecha con una sierra eléctrica. Durante ese tiempo, le pregunté a mi padre si le gustaba su oficio. «¿Quién trabaja en lo que le gusta?», me dijo. Fin del diálogo. Él siempre fue un hombre de pocas palabras,

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trabajador, de esos que llegan a la fábrica media hora antes de las seis de la mañana y solo se detienen para tomar un té caliente al mediodía. Cuando había que mantener a una familia, no quedaba mucho tiempo para cuestionar ciertas dudas existenciales. Sin embargo, no tengo recuerdos de ver a mi padre feliz por lo que hacía para ganarse la vida. Él solo soñaba con el retiro. La jubilación era su puerto deseado. Siempre me pregunté qué habría sucedido si en realidad hubiera podido vivir de aquello que en su interior lo apasionaba. A través de estos años he conocido a muchas personas que se deprimen los domingos por la tarde, solo porque piensan que el lunes deberán dedicarse de nuevo a una rutina que detestan. El mismo jefe. Las mismas odiosas materias. Los mismos compañeros. El mismo escritorio. El mismo problema que dejaste el viernes, solo para retomarlo el lunes temprano. Recuerdo que mi paranoia recurrente era vivir con un grillete amurado a la esclavitud de no saber para qué comenzaba una nueva semana. Fue entonces cuando decidí comprar mi libertad. Dejar de ser un empleado para transformarme en socio de la vida. Siempre me ha gustado dibujar, así que empecé a enviar mis dibujos a varias editoriales. Algunas, muy amables, me contestaron que por el momento era imposible, mientras que otras me ignoraron por completo. Por último, una flamante revista que acababa de salir me concedió una entrevista. Presenté mis bocetos y me contrataron por unos treinta dólares mensuales. Era el primer salario que ganaba como fruto de mi propio don, por aquello que sí me gustaba hacer

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y estaba lejos del aserrín de la carpintería. —Tienes talento, muchacho —me dijo un hombre regordete cuyo nombre era Juan Manuel, el director de una revista llamada Desafío—. Por ahora solo podré pagarte un salario simbólico, pero publicarás tu trabajo en mi revista. Y tengo la corazonada de que llegarás muy lejos. Y aunque en efecto el dinero era poco, tenía ____________ otro sabor, pues me lo Hoy soy un hombre libre había ganado en buena en el amplio sentido de la ley, dibujando, creando palabra. Vivo de lo que me sobre un papel en blanco. gusta hacer, me pagan muy Este era el pago por una bien por ello, y dispongo tira cómica titulada «El de tiempo para invertirlo mosquito Mel», que por en el reino de Dios. Disfruto al llegar cansado cierto hace reír hoy a mis a la cama como resultado hijos cuando ven mi pride hacer lo que nací para mer personaje de ficción. hacer. Aquello para lo que A partir de ahí trabajé fui creado. para varias publicaciones ____________ más, aprendiendo poco a poco el oficio de diseño gráfico y hasta dando mis primeros pasos con algunas notas periodísticas. Por aquel entonces tenía dieciséis años, y fue cuando por primera vez tuve conciencia de que quería comprar mi libertad. Me dije que si lograba capitalizar mi talento, ya no tendría que trabajar para otros o aceptar que alguien decidiera cuánto valía una hora de mi tiempo.

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«Algún día voy a comprar mi libertad», me repetía mí mismo mientras subía al tren que me llevaba hasta la capital de Buenos Aires. No quería enterrar mi sueño ni vivir esperando el retiro. Mi mayor temor era trabajar por el resto de mi vida en algo que no me gustaba, con un salario ínfimo y soñando con lo que pudo haber sido y no fue. Así que en silencio seguí aprendiendo un poco de todo. Redacté mis primeras notas, aprendí a hacer copetes, volantas, a titular, a colocar epígrafes. Diseñaba a la vieja usanza (con las galeras de texto que venían desde la imprenta) y me quedaba tiempo para dibujar, que era por lo único que en definitiva me pagaban. Con el correr del tiempo, descubrí que si había logrado que me pagaran algo por lo que sabía hacer, algún día quizás podría independizarme y tener más tiempo para servir a Dios, sin presiones económicas o de horarios. En pocos meses, diseñaba casi la mayoría de las publicaciones cristianas y escribía para casi todas, además de seguir dibujando. De modo paralelo a esto, nuestro ministerio con la juventud crecía desde la radio y los primeros estadios, una historia ya conocida. Me costó casi dos décadas comprar mi propia libertad. Tener el tiempo y los recursos para administrarlos de la forma que Dios me dijera. Así que siempre les digo a las personas que todos pueden hacerlo. Si no es ahora, será dentro de un tiempo, pero todos tienen la misma posibilidad. «La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes», dice Proverbios 18:16 (RVR-60). Esto se refiere a aquello que crees que te apasiona, a lo que hace

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latir tu corazón. Si te desarrollas en lo que crees que eres bueno, te pagarán por eso y se te abrirán las puertas. Lo que sabes hacer puede permitirte comer del fruto de tus propias manos. «El que descubre su don, nunca más vuelve a trabajar», me dijo una vez un amigo de Los Ángeles. Esto significa que aquello que hagas para ganarte la vida ya no lo considerarás como un trabajo o una carga, sino como un escalón más hacia tu visión, tu destino en la vida. No importa si ahora mismo estás friendo papas en un negocio de comidas rápidas, si posees un norte, una meta, sabes que no morirás haciendo eso. Y es ahí cuando tu lunes ya no te resulta una jornada cuesta arriba, porque sabes que solo estás ahí de paso. Se trata solo de un peldaño hacia tu destino final. Hoy soy un hombre libre en el amplio sentido de la palabra. Vivo de lo que me gusta hacer, me pagan muy bien por ello, y dispongo de tiempo para invertirlo en el reino de Dios. Disfruto al llegar cansado a la cama como resultado de hacer lo que nací para hacer. Aquello para lo que fui creado. Sin embargo, hay veces que el trajín de la vida cotidiana hace que me olvide de esto. Y es entonces que hago un ejercicio saludable: me detengo a mirar a toda esa gente que cada mañana sale a trabajar en lo que quizás no le gusta. Miro a aquellos que aspiran el aserrín de una vida que no eligieron, esperando el día en que obtengan su libertad. Cumplen diversas tareas que no los hacen felices, mientras sueñan con ser otra cosa. Los veo colgarse de los trenes, apretujarse en el subterráneo, o esperar bajo la llovizna helada el ómnibus de las seis de la tarde que los dejará en casa

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dos horas más tarde. Siempre me pregunto cuántos al final lo lograrán, y siempre llego a la misma conclusión: los que tienen a Dios juegan con ventaja. Si se atreven, ellos pueden lograr que su propio don los lleve lejos, les abra caminos. En el capítulo anterior mencioné que el verdadero juego de la vida consiste en lograr encontrar el propósito para el cual naciste. Luego todo es más fácil, la cotidianeidad no se te hace un camino cuesta arriba, pues ahora ya tienes un puerto donde arribar. Durante muchos años estuve bajo las órdenes de diferentes jefes. Algunos de ellos eran buenos y afables, mientras que otros resultaron ser hostiles, déspotas, abusadores, personas que me subestimaban hasta el hartazgo, demostrándomelo cada día primero del mes al pagarme mi salario. No obstante, como el célebre personaje del libro La cabaña del tío Tom, de la autora estadounidense Harriet Beecher Stowe (la genial novela que dramatiza la dura realidad de la esclavitud mientras que la fe mantiene al protagonista enfocado en su destino), a mí me mantenía orientado de igual modo un solo pensamiento: «Estoy caminando hacia mi libertad, tengo el favor de Dios, sé que puedo lograrlo, si me esfuerzo y agacho la cabeza por ahora, algún día me pagarán lo que yo quiera valer». Un sitio donde llegar. Una visión. Un sueño de ser libre. Hace veintidós años atrás, mirando las vías del tren, decidí cambiar mi herencia y obtener la licencia para soñar sin presiones. Fue en ese preciso instante cuando cambié el aserrín por la libertad.

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Nos agradar铆a recibir noticias suyas. Por favor, env铆e sus comentarios sobre este libro a la direcci贸n que aparece a continuaci贸n. Muchas gracias.

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