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Las 9 lápidas del cementerio de Carcarañá

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La Guardia

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21 cementerio de Carcarañá

caratulado como “NN P e t r a c o s o b r e averiguación de paradero o algo así”. El Ministerio del Interior, por su parte, desconocía el tema. La leyenda de las lápidas negras volvió a resurgir. Giogi Calcamuggi, aquella que los había recibido le dijo a Pablo: “Por gusto, si queres abrí una lápida -no se puede hacer sin autorización de los titulares, fíjate los cofres que hay ahí adentro. Nunca vi cofres de tan buena calidad en Carcarañá.” “En el año 2012 o 2013, me llama una persona, creo de apellido Goycoechea o Goricochea, de Tierra del Fuego, manifestando que era sobrina de Pablo Aguirre. Le comento que durante largos años estuvimos buscando a alguno de la familia Aguirre y el porqué”. La señora le cuenta que “Pablo Aguirre era su tío”, que todos los Aguirre eran solteros y que el único casado era Pablo, que ninguno tuvo hijos, que ella era sobrina por la línea de la mujer de Pablo, que los Aguirre eran socios de los Berasain en un almacén de ramos generales y que se retiraron antes de que el negocio entrara en convocatoria de acreedores (año 1927), que luego ellos habían comprado campos en Oliva, provincia de Córdoba, y se habían asentado en Buenos Aires, que su tía, María Luisa Isusi, viuda de Pablo Aguirre, aún vivía en un geriátrico y que el deseo de ella era, cuando muriera, descansar al lado de su marido en Carcarañá, y que por ello llamaba, para confirmar que el nicho aún éste vacío, disponible para ella. El 21 de noviembre de 2014, un nuevo llamado. Esta vez informando el deceso de María Luisa Isusi y que el cortejo fúnebre llegaría en un par de días desde Buenos Aires. Le pide a Pablo Mingo un favor: “si podía conseguir a alguien que le dé responso en el lugar final.” Se comunica con el padre Papaleo, contándole que era la ultima integrante de la familia Aguirre, aquellos fundadores del “Colegio de las Hermanas y uno de los principales impulsores para la construcción del templo parroquial”. El padre no podía, así que Celso Pighin fue quien dio la última oración ante las tumbas negras. Entre los asistentes al cortejo, había varias personas, algunos empleados del campo en Córdoba. Con curiosidad repasaron los nombres de las lapidas y comentaban, “ese está en el cuadro colgado en la estancia”, “a éste lo conocí”, “a esta no”. Ellos solo sabían que los Aguirre fueron gente de renombre en Carcarañá, influyentes, que habían fundado un Colegio, pero no sabían habían participado activamente en la construcción de la Iglesia e, incluso, que Antonio María Aguirre había sido presidente de la comisión comunal entre 1902 y 1903. Si sabían que por cuestiones económicas, de negocios y por diferencias con Berasain, decidieron vender su parte en el almacén de ramos generales, que Juan Lardizabal (el último de la línea de nichos con lápidas negras, separado por una columna, pasando casi desapercibido), era cuñado de Antonio y que también tenía parte del campo. De la familia Lardizábal, en la Argentina, únicamente quedó él, el resto se fue a España y “vienen una o dos veces al año a buscar el dinero de las cosechas.” Entrevista a Pablo Mingo, encargado de la oficina de cementerio de la ciudad de Carcarañá (año 2019)

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