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El rol de las costumbres funerarias para la despedida y los procesos de duelo

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El rol de las costumbres funerarias para la despedida y los procesos de duelo

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Morir no siempre es un proceso sencillo y nadie está preparado para despedirse de un ser amado. Es por eso que las tradiciones funerarias de cada credo y cultura, en conjunto con la psicología, permiten hacer más llevadera esta difícil etapa.

Por lo general, los espíritus ya no dependen de la envoltura carnal y se hacen más sensitivos con nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Es por eso que las tradiciones nos informan que debemos despedirlos con las mejores intenciones, en complemento con una festividad alegre, solemne y/o ritualista que desapegue al alma de todo lo terrenal, para evitar que quede anclado en la tierra y lo convierta, prácticamente, en un muerto en vida. Asu vez, nos dice que debemos sobrellevar el duelo de la manera más digna posible, haciendo a un lado nuestro egoísmo mientras trabajamos en nuestro interior.

Cada cultura y religión poseen su base con varios aspectos en común, entre las que se cuentan:

- Su relación con el agua, del que se cree que la Morada de los Muertos se encuentra en el lado Oeste y la barca con el difunto tiene por destino ese lugar, fluyendo junto a ese enigmático elemento. También lo es el alma siendo transportada por delfines, ballenas o barcazas hasta algún terreno, isla ó mundo submarino. La costumbre de dejar un cuenco con agua junto al ataúd mitiga la sed de los espíritus y el rociar agua bendita en el suelo alivia a las Almas del Purgatorio. - El uso de flores para camuflar el olor a descomposición y ser un obsequio de cariño y tristeza. - Prendas negras como luto, que reflejan tristeza y son el camuflaje por excelencia para evitar que los fallecidos reconozcan a sus parientes. Por eso también el enlutar cortinas y espejos. - Ceremonias que eleven el espíritu, como ritos, oraciones, cantos y cadenas de unión. Por su parte, la psicología nos alienta a saldar asuntos pendientes antes del deceso, para despedirnos con tranquilidad y experimentar los ciclos de duelo compuestos por negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Estas cinco etapas son fundamentales para salir adelante, comprender cuán humanos somos y la naturaleza de La Muerte. Cada quien, a su tiempo y a su manera, según el lazo de afecto que se tenga con su fallecido. Ahora, ¿qué podemos hacer con la pandemia actual, respecto a las restricciones sanitarias y a la falta de despedirnos como antaño? Sencillo: en la medida de lo posible, ayudarnos con alguna cadena ceremonial y/o de oración desde nuestros hogares, en comunión a distancia e imaginándonos junto al fallecido. Actualmente, algunas iglesias permiten a las carrozas fúnebres pasar afuera de sus templos para realizar una ceremonia rápida y, gracias a la tecnología, algunas funerarias transmiten exequias en vivo.

Sin importar el tiempo ni el lugar, las costumbres funerarias permanecen con nosotros al igual que muchas otras tradiciones. Conozcamos más sobre ellas, respetémoslas y valoremos su significado sacro y profundo. Después de todo, nos servirán cuando llegue nuestra hora.

- Utilización de velas para alumbrar su camino y brindarles energía. - Alimentos para que se nutra y nutrir a los asistentes. Nidia Escobedo Arriagada, Investigadora Mortuoria Muerte Cultura Cementerios Chilenos y Patrimonio Funerario

14 Ritos funerarios

Los ritos funerarios o ceremonias asociadas a la muerte, son estrategias simbólicas que regulan las relaciones entre las personas y sus culturas al promover la cohesión grupal requerida para solucionar el problema planteado por la vida terrena del ser humano y la angustia que en él genera su destino después de la muerte. Esta dualidad muerte-vida, ha inquietado desde siempre a la existencia humana. ¿Existe vida después de la vida? ¿Dónde se guardan las almas? ¿Somos algo más que un conjunto de células organizadas, que al cumplir su ciclo vital, perecen?

En el norte argentino, estas costumbres tienen su arraigo en el crisol de razas que se generaron entre los pueblos indígenas originarios y la colonización española. Sus creencias ancestrales se arraigan en la cosmovisión y religiosidad andina, donde se practicaba el culto a la pachamama, fuerza vital de la tierra misma. Siguiendo a las autoras Krmpotic y Vargas (1), en la cosmovisión andina, la muerte implica el final de la vida física, biológica, pero no de la existencia del alma (nuna o camaquen). El alma se irá a otro mundo, y volverá cuando sea nombrada, hacia donde su cuerpo yace.. La naturaleza es comprendida como un todo del que formamos parte y compartimos la vida. La pachamama cuida al hombre andino y ellos cuidan a la madre tierra. Esta reciprocidad se despliega entre vivos y muertos, en un movimiento permanente que guarda un orden armónico, cíclico, de complementariedad, jerarquía e interdependencia de todos los seres. El universo es totalidad: los elementos están en íntima relación, guardan un equilibrio y una armonía que alcanza a las personas, a la comunidad, a toda la sociedad y al mundo sobrenatural. Para la cultura andina la muerte vale tanto como la vida. En la nueva condición, la vida se desarrolla con las mismas peculiaridades que en este mundo, con el que los muertos se comunican en ocasiones. Esta particularidad tuvo que adaptarse a las creencias católicas de culto, impuesta por los colonizadores, donde ya no se veneraba a una deidad de la tierra, sino una del cielo, menos tangible, mas fantástica. No es difícil de entender, entonces, porque el cuidado del cuerpo y el velatorio, siga teniendo hoy en día, un lugar importante en el colectivo de la comunidad norteña, conservando un sinnúmero de rituales mortuorios, sin ningún fundamento científico que los sustente, transmitidos de generación en generación y adaptados a los tiempos modernos.

El velorio del angelito Cuando fallece un niño de corta edad, esta arraigada la costumbre de vestirlo como un angelito, donde le colocan alas confeccionadas con cartulina blanca. Relacionado con el culto católico, más precisamente de la creencia de la existencia de los ángeles, no necesariamente debe haber un velatorio para vestir al infante con la indumentaria angelical. Parten de la creencia que el pequeño es libre de pecado y por ello, su lugar en el cielo está asegurado. No son prácticas consideradas “oficiales” por la Iglesia Católica, más bien, obedecen a consecuencia de una construcción popular en la que se sincretiza contenidos católicos y otros específicamente elaborados para este fin.

La palangana de agua En los funerales que se llevan a cabo en los domicilios alejados de la ciudad, y con algunas excepciones en las salas velatorias, es común ver una palangana con agua debajo del féretro. Algunos recipientes, más sofisticados, pueden contener una pieza de pan, tipo flauta o mignon. Ante la consulta de su propósito, las familias expresan los motivos más diversos: “es para que no se hinche el cuerpo” “para que el alma al salir del cuerpo se purifique con el agua”, etc. El trozo de pan también parece cumplir la misma finalidad de procurar que no se hinche el cuerpo. Estas creencias no tienen ningún fundamento científico, como es de suponer, pero tampoco se presta a discusión con la familia. Inútil es explicarles que para preservar al fallecido existen tratamientos profesionales (tanatopraxia) o la falta de sustento en la práctica u otra cuestión.

Chayar al muerto En las comunidades de origen boliviano suelen realizar lo que se denomina una “Chaya”, dialecto quechua que significa “rociar” o “mojar”. Consiste en rociar ya sea con agua bendita, vino u otra bebida espirituosa al fallecido dentro del féretro, arrojando también a modo de ofrendas paquetes de cigarrillos, hojas de coca y algún que otro comestible. Es una costumbre que también, debido a la mezcla de culturas, se observa en otras comunidades, pero el significado es el mismo: honrar la vida del que partio, tratando de recordarlo con la mayor alegría. En estos velorios no falta la música y la comida abundante para los asistentes, suelen durar religiosamente las 24 horas y están cargados por una profunda emocionalidad en todo momento

La novena de los difuntos U n a c o s t u m b r e también muy observada es la l l a m a d a Novena de Difuntos. El día después del e n t i e r r o o cremación , c o m i e n z a , generalmente en la casa del fallecido el rezo del novenario. P u e d e s e r llevado a cabo por un sacerdote o un laico, y el esquema se articula con la l e c t u r a d e algunos párrafos del evangelio, reflexiones religiosas y hasta cánticos tradicionales de la iglesia. Comienza entonces, en las primeras ocho noches, un desfile de familiares, vecinos y amigos, que luego de rezar las oraciones y algún que otro misterio del santo rosario, degustaran un un refrigerio sencillo que se prepara para la ocasión. La novena noche tiene su culminación en una capilla o iglesia, donde se oficia una misa en honor al difunto. Luego, se acostumbra a volver a la casa del fallecido para compartir un banquete más suculento, regado por abundantes bebidas, que dependiendo de la época puede ser locro o algún asado. Los más organizados, hasta consiguen “padrinos” para solventar los gastos de bebidas y comidas que se servirán luego del oficio religioso.

¿Quién lleva el féretro? Uno de los momentos cruciales del funeral es el instante de llevar el féretro hacia el coche mortuorio. Sin embargo, es habitual observar que al momento de invitar a los familiares a que colaboren en su transporte, muchos se nieguen diciendo “yo soy familiar directo, no puedo”. Este curioso detalle, viene de la mano de los más diversos argumentos, por ejemplo: “Si llevas al fallecido, este vuelve y te lleva”, “Si lo lleva un familiar directo, el fallecido no podrá descansar en paz”, o simplemente no tienen una explicación del porque está vedada dicha acción. Es difícil rastrear el origen de esta creencia, por ser algo que se transmite de generación en generación sin ningún tipo de elucidación lógica. Hacer la señal de la cruz cruzando las manos sobre el féretro, cruzar los zapatos del difunto, sacarle los botones de la ropa, etc., son otras creencias que también se presentan al momento del velatorio, y a pesar que en muchos casos la familia no puede dar argumentos válidos para dichas acciones, para ellos forma parte del homenaje y del rito mortuorio y es importante respetarlos. La cultura moderna se asienta en un horizonte de progreso y avance científico y se estructura con una lógica de principio-fin que comprende habitualmente el trayecto entre el nacimiento y la muerte de una persona. Pero no debemos como funerarios sustraernos de la connotación social que estos rituales representan para la comunidad, como un mecanismo de defensa frente al desencanto posmoderno, la falta de valores morales y la pérdida del sentido de la vida en la sociedad actual.

CPN Lorena Alejandra Reami, Directora funeraria de Empresa Pieve sa de la ciudad de Salta. Técnica en Gestión de Empresas Fúnebres, Capacitadora en Ceremonial funerario y Tanatopraxia

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