Del orden y la dicha

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Jorge Paolantonio

DEL ORDEN Y LA DICHA


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Retornan al origen. Han marcado los médanos de flores, de cenizas volátiles, de cielos cayéndose en el río.

HILDA ANGÉLICA GARCÍA


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génesis nadie sabe qué dijo la comadre cuando contó que no quedaba y el marido a punto de irse con una virgen enana nadie sabe cuánto rezó para quedar ni cómo el vientre le creció de golpe en un estruendo de limas y abalorios margaritas y puntillas quería que le nazca una niñita para cantarle nanas rezaba en catalán mientras la lluvia mojaba las acacias

nadie sabe del diario prometido que jamás escribió si al final parió un varón y empezaron a escapársele los ojos en el lodazal de la creciente


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regresos uno vuelve por el espejo de la sala sin ya mirarse no sea que la infancia vuelva con pulmotores de la polio alcanfor escapularios quién no sabe nos prometían algodones de azúcar si dejábamos que Salk nos vacunase poníamos nombres a las flores poníamos apodos a la vecina ronca poníamos la oreja cuando hablaban los mayores éramos los hijos ellos los grandes que volvían del cine con impermeables y sombreros y lilas parisinas besos en la boca bostezos en cinemascope los hijos éramos no veíamos la hora de ser padres


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jardin japanais ¿dónde andará mi antigua sangre que solía navegar entre jazmines?

puse la mano para señalarte la ruina bajo el agua la multitud de peces colorados saltó

saltó

saltó

para devorarse invisibles migajas que caían de tu boca sellada no pude recordar cuándo nos conocimos bajo qué cielo o aire entendimos nuestros cuerpos ni qué amable resurrección nos permitió caminar sobre las aguas señalé la viga mordida por el musgo los peces flotaban multitud aniquilada


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allú para las fiestas para Blanca Gaete contaba la Panchita que allú cuando vino por fin la topadora se asomaron perros y vecinas para tocar con ojos propios ese río negro de lisura que borraría para siempre pedregullo de tierrales y crecientes y los aguaceros repletos de rama y bicherío festejaron las comadres escondiendo sus delantales de tizne y velaron cada día de la semana del mes otra quincena y acercaron jarras de chicha morada algunos panes sobados de mujer a los peones

a los jefes

a los capataces

la palabra cuadrilla entró por las bocas de las más alegres y salió por el oído de las hortensias que florecieron justo para la noche del festejo y algunas nueve meses tarde el macadán propiamente dicho acarició por fin la pata yuta de los pasantes


8 corrieron una y otra vez a lo largo y ancho de su alegrĂ­a tanto tiempo deseando que ocurriera esto de andarse sin abrojos sin que mediara tropiezo o trastabillo para largo les dieron los festejos y de largo pasaron algunos mareaditos aunque corta sea siempre la alegrĂ­a Y esas locas rajantes hervidas navidades los mĂĄs creyentes y devotos amanecieron gritando de banquina a banquina oiga don ComuĂŠ feliz vialidad feliz vialidad carajo

y ya no hubo cantos rodados ni sapitos cantores solo la topadora quieta muerta al costado del Camino Real


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huésped oscuro sé que mi canto es vulnerable, oscuramente irá por las memorias como un huésped oscuro ROBERTO PAINE ha tocado la frente hacia el final de la tarde ha nombrado las hierbas convocado las lenguas del naufragio en el hombro del mundo hay un cántaro donde late el diluvio escribirá nuestro signo un pez de plata precipitándose al olvido y encenderá una señal para quitarnos la bruma de las manos nuestros ojos serán un cascabel de vidrio la lluvia misma una levedad buscándose en el río que migra de las orillas del miedo habremos entonces el tatuaje sello marca la agonía de los que repiten lo posible: hay un huésped oscuro para cerrar la última pregunta


10 de los dolidos párpados

infancia me amaron sin perdón por la impalpable mancha amaron mi blandura el flanco silencioso estatua ciega lo adiviné desde el cansancio cada vez que se azulaban tardes y miedos “ay niña de fuego te llama la gente” y tuve condición de arrebolada mejilla en mi retrato de niño solemnemente quieto


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la hermana clavadista quien no haya tenido una hermana clavadista distará de entender qué significa lluvia en un pueblo anegado de malicia cada vez que la pienso cada vez que la digo es sirena que ulula en carcajadas y levanta un palmo de la tabla para lanzarse y caer como chubasco latoso a rebalsar mi sopa de tulipanes hay lugares al sol donde la larva de la grandilocuencia les tiene puesto huevos y lemas que se repiten de vereda en vereda como meadas de perro callejero ella ella no se reitera nada en elipsis y vuelve al trampolín a los aplausos

después de tocar fondo


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quien no ha tenido una hermana clavadista difĂ­cilmente logre aceptar sus periquitos ella ella tan ancha y seĂąora de su mundo tan dueĂąa de sus madrigales tan nacida del mismo vientre


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defensores del norte para Alfredo Luna

aquí se vino el carnaval del Loco Flores y un micrófono de pie escupe como gobierno de milicos una marchita de saliva y conga carnaval del todo vale escallas del abuso catrinas matraqueras bingo cantado en fantoches de cartón y pegatina una marica vieja de antifaz y pocas plumas aplaude al manisero De la Mota [este año salió de gladiador romano] la machorra Díaz transpira [columela y bigotes de tizne] mientras ciñe su corbata y el azul noche de su traje wash-and-wear vomita Lancaster y serpentina de seda la Croco y su madrastra son un lujo de esperpento la Sinfo escupe carozos la Viole pela maníes viejos Sixto Vega mea cerveza


14 y los gallegos de la mudadora revuelven tripas y sangría siempre rueda sus monedas de oro la gitana falsa -sus tetas son piedras donde el changaje afila su vigilia un choco moto ladra al afiche de ‘siga-siga el baile’ con Castillo del alma que ríe y canta y nosotros - travestidos de almarecogemos puchos apagados bajo las mesas de lata tarareando

felices

‘por cuatro días locos que vamos a vivir’


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dime niño de quién eres “Dime niño, ¿de quién eres todo vestidito de blanco?...” VILLANCICO POPULAR ESPAÑOL

en la casa de los pesarosos algún corazón me llama asfixiado entre jazmines y pregunto si fui el niño al que mi madre cantaba si fui el hombre que mi padre pedía en su silencio si fui el santuario de los que me besaron el agua clara de los sedientos vestigio de paraíso timonel o vela acaso hayan rasgado mis vestiduras y esta desnudez ya sea el canto


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las chicas de Rumerseri esas niñas bonitas que amagaban con besos y eran todas batido a la hora del pelo disponían veredas y pulseras ruidosas besa que te besa

boquitas de cereza

no sé cuándo se fueron colgadas en roperos dobladas entre espliego y sismos pueblerinos

capaz que estén guardadas en surcos de vinilo


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la Luciana era de harina y albahaca machuca el corazón de la Luciana y se levantaba los pollerones a ventilar su día para que el conscripto del ‘erre diecisiete’ la chayara con mordiscos cuando el alquitrán bramaba se salía de la vaina y se enroscaba una víbora de abalorios que le picaba el codo mientras la manga japonesa cosida en el ‘virgen niña’ le desgarraba el hombro huesudo bajaba lenta a sus pezones de mora veloz subía hasta esos labios de granada partida donde abrevaba la sed de los miliquitos y de algún tonto del barrio al que le daba el gusto en el pelo llevaba un lazo blanco que la volvía al dios de la comuniones colectivas a las campanas al vuelo la azucena de tela las campanillas azules de la cerca la puntilla de los monseñores la música de los altavoces la cascarillas de los festejos la náusea de los ayunos antes de tragarse el cuerpo de su salvador


18 la infancia que la peinaba con agua florida en el patio mientras la bataraza ponía huevos pintos dando una fiesta de cacareos ni qué decir de los zapatos que la subían al ras de la placita y la estaqueaban bajo un terebinto donde recibía favores y hojas frescas a cambio de un cigarro y unas mentas picosas y algún billete chico ah era una reina caminando la Luciana cuando le daban franco


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luz mala cazábamos ‘fueguitos verdes’ en ansiosos frascos para la Calela ella los tapaba hasta dejarlos sin el aire de afuera y los batía con fuerza les gritaba tucu-tucu tucu-tucu a ver si son tan machos y se encienden en la acequia los lanzaba y saltaba sobre el charco de su propio meo envuelta en risotada


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la náufraga las tardes de lluvia eran el reino de mi abuela Ana Olimpia que dejaba su cetro en el paragüero y jugaba con el orbe desganada de mano en mano de nieto en nieto mientras el ojo de la radio le encendía el valseo o la marcha en las noticias o los bandos milicales en su trono discurría somnolienta sobre el resplandor de su vida de náufraga tras haberse arrojado de barcos quietos como las penas profundas manotazos de ahogada para conseguir un hombre que la anclase en una casa grande con amapolas y alcatraces era otro tiempo su tiempo claro otro muy mar de mar revuelta el mar de la indigencia para muchacha hambreada de patria y de promesas


21 donde todo era remo

muelle de paso cosa de peso

ramos secos de albahaca en una estancia pringosa con humedad soplando sus huesos de caña otro mundo sí sin cabida para florilegios descubrió que la cocina era su nave insignia sintió y sin quererlo supo que los caldos más espesos la remontarían hasta paladares y bastones de mando donde el amor no era sino cordura a la hora cenital de repartir orgasmos en hostias salseadas y rubor fingido una vez en puerto tuvo un hombre apuesto y seco que le podó la soltería con la certidumbre de sus asientos contables para el ferrocarril de los ingleses contramaestre con ojos de perdigones de sal la puso a achicar su corazón ya inundado de tanto cielo ajeno parió tres veces luciérnagas en medio de un garrotillo aleve y cada vez el velamen de su vientre soportó los embates del aire contra su cerrazón de simple extranjería pero Ana Olimpia la náufraga encendida


22 no dejó que le floreciesen nudos en la garganta dicen que dijo mientras con las manos se abrazaba la cabeza ecco

ecco la patria

y desde entonces aventó sus hornallas hasta explotar la caldera y el velamen y hacer que la salsa volviese al aceite y éste a la oliva y al laurel florido en un ejercicio de pies de un alma finalmente en tierra firme solo el tiempo irremediable le trajo nietos y carcoma en la bitácora vacía yo la vi discurrir somnolienta y sé que nunca dejó de soñar con esa casa grande la de amapolas y alcatraces besadas por la lluvia mansa tarde o temprano el agua regresa al lugar que alguna vez fue su dominio


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las iguanas esta casa a la que llamo las iguanas no me fue legada la levanté con estos ojos piedra sobre palabra palabra sobre piedras que no querrá llevarse el zonda iguanas dueñas de mañanas claras desde la galería las oigo rezar mi nombre las dejo que me llamen como si al sol sobre la pirca le hubiesen contagiado un río y me pasase entre los dedos un almacén de azahares un tropel de belfos una salmodia de sauces y ladridos una procesión donde los otros nombres


24 procuran abrigarse con ceniza las dejo que me digan al fondo el faldeo aleve revienta en espinos de espaldas a la lluvia la casa es toda mĂ­a


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esa muerta sostuvo para mí una amapola roja entre los dedos me habló del frío en las ciudades de provincia y de los tiempos de muchacha cuando soñaba con los trenes y el bullicio de las estaciones sus ojos de una belleza poblada de glicinas escondían secretas formas para despedir la dicha una condición que ejercía sin tapujos en la oscuridad de los tres cines del pueblo sostenía su trinidad de penas en andamios de historias ajenas que la acudían para vestirse de negro y blanco sostenía su desamparo poniéndole latidos a una ninfa de estanque donde nadie veía las mordidas del salitre sostenía sus miedos en la salmodia corta de los benteveos esos que vuelan como si les pesase el cuerpo con el murmullo de una felicidad tranquila compró el billete de tren para su hija y aventuró la rutina


26 de los días forzosamente iguales mirando pasar las aguas de un río deslizándose casi etérea por la niebla hasta un estuario que la contuvo siempre esa muerta

la de la amapola

cocinaba dulces y fotografías en la certidumbre de que todas las partidas están hechas de celebraciones del regreso hoy vacía ya su casa ha vaciado su mirada preciosa sin olvidarse de cerrar delicadamente los postigos de su antiguo pudor


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la visita una niebla blanda se ha sentado a mi mesa le alcanzo la toalla que bordĂł mi madre para las visitas trae una carta dice de un lugar donde la lluvia es siempre mansa y nadie discute el color de los dĂ­as felices le sirvo tĂŠ de manzanilla se lo bebe de un sorbo y antes de partir agrega hay tardes desabridas la niebla toma la vida sin azĂşcar


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el tren teníamos un tren para esperar la eternidad porque nos dijeron que allí llegaba en camarote fue una larga espera en la estación a la que se accedía bajando una escalinata poblada de perros y mendigos un altar poblado de humo y de resuellos nos trajo la certeza las vías estaban muertas y la viajera ya no vendría la muerte se adueña de todo


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mujeres de la finca

dónde se me fue maría vidal que perfumaba el aire de ensaimadas dónde sus ojos felices gemas tras cristales de receta dónde dónde la gorda mesa de La Brea con la risa de Teresa, la Chicha y la Paquita sazonando las cocas mallorquinas dónde el río sonando a la deriva esas ganas de meterse por los pechos de la Toña que pelaba limas tan chicos fuimos que ni teníamos sillas y nos sentaban en un escalón fresquito a comer brevas y mirar pasar el aire que no nos daba respiro


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del orden y la dicha tengo un puĂąo cerrado y una mano tranquila balanza inexacta para medir los dĂ­as y las tardes y las palabras afiladas de la noche a veces pesa doble la tarea de lo mezquino y me voy en el ala ĂĄspera de escamas que derrama escapularios sobre el miedo de mis hijos me ayudan los ausentes esos fantasmas milagreros que vistieron mis pies y desnudaron mis ojos solo por darme una vereda tranquila me nutren talismanes que guardo bajo llave y un nombre muy amado que beso y reitero como mantra a la hora de las despedidas tengo tambiĂŠn deidades


31 que despierto acaricio y con ellas me quedo hasta la duermevela tras un panteón que anuncia piruetas increíbles de galgos y felinos el orden de la dicha se escurre por heridas que parecen abiertas mi corazón lo sabe lo demás es equilibrio casi un puente entre la nada y el vacío


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versos en el libretón de hule para Carlos Pintado en Pinar del Río

el Mildonio con sus huesos en el alto de la Banda de Varela el amigo Mildonio bebe su alojita que el licor le va en salud, aclara que el tabaco no le hace no cuenta el viejo zorro de las putas visitadas con sudor de quincena ni de cómo se le saltan los ojos cuando entra mareadito al cabaret de La Titina

hazaña qué honor tan singular en Huillapima haber perdido para siempre


33 al nadador heroico de ese embalse traicionero un picor de avispas fue el hielo en sus brazadas un viento malo cegó a los aplaudientes un naufragio veloz su cuerpo adormecido un certificado le reza “muerto en combate”

el caserón entre los tarcos es cosa de admirar el caserón entre los tarcos de un gringo enmudecido por la guerra cuando vino dicen que hablaba con las tórtolas insistía Catamarca es un edén y suspiraba

el poeta que mi amigo es poeta dicen las viejas y que pesca los versos en las aguas del río


34 y en la cueva de las manos pero digo no es creíble

ni siquiera fiable

que Cal- lito pesque nada que no sea un resfriado tan magrito de carnes como viene tan changuito tan dolido tan callado

la fiesta anoche hubo fiesta en El Bañado y hoy la calle amaneció de puros y llovidos gallardetes alguno que otro grito se estiró por los portales no era llanto por la muerte de un compadre ni clamor por la preñez de la tonta calle al fondo era todo un sollozo entrecortado por aquellos que se fueron del poblado con la música a otra parte

patriarca


35 la soprano en su estridencia despertó a mi abuelo en su butaca del Teatro Princesa Yolanda habráse visto encono por los pocos valores del billete quitarle el sueño a un padre de tanto mestizo en la comarca quitarle vuelo a un hombre que sembró de bestias bellas buena parte de los andurriales

la mery la Mery fue maestra y ahora es bailarina mejor la purpurina que la tiza dicen que alguna vez se dijo la delegada sindical del cabaret que ni bebe ni fuma y que si volviera a nacer estudiaría derecho (lo dice el diario)


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corola de la existencia I allí en cuclillas bajorrelieves agarrotados preguntándonos porqué tanto perro al final de la noche y si aquellos que nos amaron sabrán dónde fueron a parar nuestros huesos disimulados para siempre entre manuscritos y alfileres en los labios

II estará mi padre hilando su guirnalda bajo la parra vieja que de una vez por todas pase su martín-pescador de palabras títere descabezado que no pudo trepar hasta sus ojos


37 y una sangre de corazón acongojado tiznando el verso

III estará mi madre coloreando lirios frente a la ventana buscándose los ojos en los míos para decirme que no hay cielo ni infierno que asegure mi verso que no me vaya

IV estará mi prima lejana visionaria de los juegos besándome entre los álamos temblones

V estará mi hermana cosiéndome a su vestido rojo para que conozca la alegría con que mira para siempre los hijos y las tierras naturales el mar que no conocce


38 los días que no pasan los que sí los otros la inabarcable distancia

un bosque de silencio un bosque de silencio creció en los viejos patios… CARLOS MASTRONARDI I estábamos en el rumbo de los paisajes lentos y mujeres con un yugo a sus espaldas yo vengo de sus ojos de su mirada encendida por los pimentones sus cazuelas de labio picoso su paso cansino la Ludovina perfumaba Guayamba con coplitas de pura picardía pero dejaba en casa el corazón sangrando por la niña quebrada en convulsiones y manotazos de ajenjo en el brasero agudo el canto vibrando en la chirlera de su caja agudo el canto y atrás una voz queda y oscura


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yo vengo de su abrazo

II cada vez algo se va de mĂ­ disgregado desleĂ­do en todas ellas que nacieron sabiendo las maĂąanas claras las tardes procesionales las noches para elegir estrellas algo se aleja de toda luz visible donde se abisma la ceguera y crece la certeza que estuvimos de paso y siendo tantos ĂŠramos solo aquella dulzura creada por ellas para entender la dicha.


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Índice génesis regresos jardin japanais allú para las fiestas huésped oscuro infancia la hermana clavadista defensores del norte dime niño de quién eres las chicas de Rumerseri la Luciana luz mala la náufraga las iguanas esa muerta la visita el tren mujeres de la finca del orden y la dicha versos en el libretón de hule - el Mildonio - hazaña - el caserón entre los tarcos - el poeta - la fiesta - patriarca - la mery


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corola de la existencia un bosque de silencio


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