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El Xempa, del cortometraje Que digan que estoy dormido, de Ezzio Avendaño

la jornada aguascalientes / suplemuerto viviente/ número 7 / febrero 10 http://lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas

la noche de los zombis deconstructivos daniel m. olivera “September 28th, daylight. The monsters have overtaken the city. Somehow, I’m still alive...” JILL VALENTINE. RESIDENT EVIL 3

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na noche regresas a casa y frente a tu puerta se reúnen más de doscientas personas. Imagina el escenario: vidrios rotos, trozos de carne ensangrentada, automóviles incendiados. Los ojos de todos ellos posándose en tu carne. Piensa en la angustia que te provoca saber que te buscan, no saber qué le ha pasado a tus seres queridos. Los zombis son un terror agorafóbico, neurótico, norteamericano y urbano, el cual se ha gestado a partir del miedo que provocan nuestras horribles y claustrofóbicas ciudades occidentales. El zombi, poco a poco, se ha convertido en el monstruo favorito de la posmodernidad ya que nos muestra nuestra propia sociedad deca-

dente y hambrienta. Los zombis se alimentan, además de nuestros cerebros, del consumo desmedido actual y nuestro miedo a las masas. Los comecerebros existen, basta ver los videos en YouTube de las filas de la preventa del iPhone, del motín de 1992 en Los Ángeles o de las audiciones de Latin American Idol. Esos son los verdaderos zombis; recuerde dispararles en la cabeza. En definitiva, no hay nada más aterrador que la gente misma, agrupada en masa. Cualquiera que se haya encontrado atascado en la mitad de una multitud enfurecida o sobreexcitada conoce el fenómeno zombi en carne propia. La gente es estúpida y violenta cuando está reunida; basta ver los conflictos después de los partidos de futbol, las redadas, las manifestaciones políticas de todos los días. El zombi, el monstruo anónimo, es terror creado a partir de la crítica social. Por eso es que la supervivencia zombi es clave para habitar las ciudades más concurridas del mundo. La película “Shaun of the dead” (Edgar Wright, 2004) nos muestra la forma correcta de la supervivencia zombi: ser uno de ellos, babear, caminar como si se sufriera de artritis en todo el cuerpo, es decir, mezclarse con los zombis. Si no puedes contra ellos, úneteles. Habla de futbol y mantén tu cabeza agachada. Según el creador del zombi cinematográfico, George A. Romero, él no esperaba que los zombis de su película “La noche de los muer-

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“horda de zombis invade al mundo”

“bazookas, sierras eléctricas, lanzallamas”

“¿y si me muerde un zombi”


2 ...la noche de los zombis

checo

tos vivientes” funcionaran como un pivote de crítica social. Sin embargo, el zombi moderno extraído de esta película convirtió en realidad los temores de todo norteamericano conservador: grupos de inmigrantes latinoamericanos, harapientos y hambrientos, invadiendo poco a poco sus ciudades. El zombi tampoco respeta a la familia nuclear, la que veíamos en los cromos de los años cincuenta donde un orgulloso padre y una benevolente ama de casa criaban a dos hermosos niños en el sueño norteamericano. El zombi es disfuncional. Cualquiera que haya visto un par de películas de zombis sabrá que las madres son muy propensas a levantarse de su tumba: “¡Dispárale! ¡Esa ya no es tu madre!” es el dialogo usual y siempre termina en el amoroso y sangriento abrazo entre madre e hijo. El zombi también nos aterra porque ha dejado atrás la parafernalia mágica que antes portaba todo monstruo. A pesar de sus orígenes vudú, el zombi es el producto de la pandemia, de algo real y que no sabemos cómo combatir: un virus. En lo últimos meses es imposible hablar de zombis sin referirse un poco a la

el club del cine de terror carlos alvahuante

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legué a casa de Agustín pasadas las diez de la noche. No era propiamente una casa, sino una mansión bien acá, de película, con gárgolas y todo. El tamaño de la fachada siempre hacía que los hoyos de mis calcetines se sintieran más grandes. Toqué el timbre. Esperaba que en cualquier momento saliera un mayordomo a recibirme, pero fue el propio Agustín quien abrió la puerta. Traía un overol de mezclilla y, por fuera del pantalón, unas botas de plástico. Poco me faltó para reírme: un millonario con disfraz de obrero. Lo que hay que ver. —Llegas tarde —me dijo. —Mi jefe no me dejó salir antes. Agustín asintió, como si supiera lo que es trabajar doce horas diarias o tener jefes odiosos que te traen de encargo. Me pidió que lo siguiera. Al llegar a la sala, descubrí que ya habían llegado los demás miembros del Club de cine de terror: Teresa, pelo morado, piercing en la nariz, fan de los slashers; Hipólito, bien gore, de lentes y suetercito de César Costa, y Bernardo, cola de caballo, playera de Iron Maiden, fantasmófilo. Les di la mano y a Teresa un beso lo más cerca que pude de su boca. —Cámara, ya estamos todos. ¿Ora sí nos vas a decir por qué tanto pinche misterio? —preguntó Bernardo. —Un brujo me acaba de vender algo... muy inusual —contestó Agustín. —¿Qué? —insistió Bernardo, reacomodándose la tira de pelo que le caía por la espalda. Agustín sonrió. Una sonrisa torcida que auguraba algo muy bueno. —Vengan —nos dijo. Y nos guió por la casa. En la biblioteca, digna de cualquier universidad, había una puerta oculta tras un librero movible. La abrió con una llave y nos condujo escaleras abajo rumbo al sótano. Olía a perro muerto. A anfiteatro. A purititas madres. De reojo alcancé a ver cómo

coordinador del número editores consejo

epidemia de influenza AH1N1. Y es que la influenza generó el escenario zombis perfecto: ciudades vacías, terror ante el contagio y la frustración de algo que no se podía combatir con el ejército. Los muertos vivientes representan un tópico que aún es vigente. Si pensamos en los vampiros o los hombres lobo clásicos, representan al aristócrata que viola a nuestras hijas y se roba nuestras tierras. Si pensamos en Godzilla o el monstruo del pantano es nuestro miedo hacia guerra fría, la bomba atómica y sus posibles mutaciones. Sin embargo, esos miedos se han disuelto desde la caída del muro de Berlín y el ascenso al poder de las megacorporaciones sin rostro. El zombi apela a nuestro miedo a las clases bajas y a nosotros mismos. Es el miedo a la crisis mundial, a los noticieros, a los indigentes, al crimen, al motín, a los macheteros y a los extranjeros. La horda de zombis invade al mundo y a los medios masivos debido a que nos identificamos con ellos. Nuestra cultura se zombifica lentamente, para muestra basta con leer la insólita versión zombi de “La casa de Bernarda Alba” de García Lorca. La obra de teatro, claramente mejorada por el sazón zombi, termina con la frase “Baja lentamente un telón de sangre”, un gran final para un público común, hambriento y en plena descomposición.

Hipólito se tapaba la boca para no vomitar. Avanzamos en fila india por un pasillo de piedra. Al fondo había una puerta cerrada. —¿Listos? —preguntó Agustín, haciéndola de emoción —Ya, güey, ábrele y déjate de mamadas —contestó Bernardo. Agustín empujó la puerta, rechinido tétrico incluido. El hedor se volvió insoportable. Pero igual entramos. Era una especie de bodega llena de cochinadas: cajas de cartón, papeles, bats de beisbol, botellas rotas. ¿Y luego? ¿Cuál algo inusual? —Ay güey —de pronto exclamó Teresa. Todos seguimos su mirada: en uno de los rincones había un tipo encadenado a la pared. Parecía un vagabundo cualquiera, apestoso, greñudo y con la ropa desgarrada, pero me bastaron unos segundos de estarlo viendo y de oír sus gruñidos para entender: ese tipo no podía estar vivo. Las heridas que había en su cuerpo dejaban ver los músculos, los huesos y, puta madre, los órganos a la altura del pecho. —¿Es un zombi? —preguntó Hipólito, con los ojos muy abiertos tras los cristales de sus lentes. Agustín, en lugar de contestar, recogió uno de los bats de beisbol y se lo ofreció. —Toma. Date gusto —le dijo. —¿En serio? —preguntó Hipólito recibiendo el bat. —Está muerto. Ni modo que lo vayas a matar. La expresión de Hipólito se iluminó como nunca antes, más que cundo veíamos películas de Dario Argento, y eso ya es mucho decir. Agustín repartió más bats. Sin embargo, Teresa prefirió una botella rota. —¿No quieren un impermeable y botas? El apestoso salpica. —No le hace —contestó Bernardo mientras estrujaba el mango de su bat de aluminio: ya le andaba por usarlo. —Bueno, como quieran —concluyó Agustín. Levantamos los bats. Pensé en mi jefe odioso. Y empezaron los madrazos. Y siguieron semanalmente: para el Club de cine de terror, el cine había pasado al olvido.

josé ricardo pérez ávila edilberto aldán / joel grijalva adán brand /beto buzali / alberto chimal / luis cortés juan carlos gonzález / rodolfo jm / paloma mora josé ricardo pérez ávila /jorge terrones / gustavo vázquez lozano guardagujas@lajornadaaguascalientes.com.mx

Elaborado por Servicios Editoriales de Aguascalientes S. de R.L. de C.V. para La Jornada Aguascalientes. No se responde por originales no solicitados.


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banda zombi paloma mora

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esde que los zombis se popularizaron, el mundo musical se llenó de ellos, ganando cada vez más terreno en la radio y la televisión musical. De hecho podría decirse que la era del video musical se bautizó con el clásico más grande del pop: “Thriller”, interpretado por el difunto Michael Jackson y que dio nombre al disco más vendido de la historia. La canción nos habla de nuestros miedos nocturnos y la imposibilidad de salvarnos de “la bestia”, “la cosa de cuarenta ojos, aliens y fantasmas”. Pero en el video sí se llena la pantalla con un ejército de zombis bailarines que ejecutan una coreografía única, grandiosa y memorable (en esta década se ha convertido un baile obligado en las bodas). Pero el zombi hizo su aparición mucho antes, cuando en 1962 el ya reconocido “Rey del Calypso”, Harry Belafonte, grabó una rarísima canción: “Zombie Jamboree”. Tocada con instrumentos caribeños, la canción narra el surgimiento de los zombis que se

dan cita en Nueva York para celebrar un bacanal y hablar de la guerra y de las vedettes como la Bardot; incluso aparece un ¡King Kong zombi! En esa misma década una banda inglesa decidió llamarse The Zombies, y llenó los oídos de miles de jóvenes con una gran canción titulada “She’s not there”, el grupo fue opacado por bandas como The Beatles y The Rolling Stones, pero uno de sus álbumes se encuentra entre los mejores 500 de la revista Rolling Stone. Una década más tarde el músico nigeriano Fela Kuti incendió la vida política de su país con su música que agrupaba a las masas para protestar en contra del colonialismo, el racismo y otros males que atacaban a la humanidad. El 1977 presenta su disco Zombie, lleno de melodías largas y poderosas; el nombre del disco era una metáfora para nombrar a los miembros del ejército nigeriano que lo atacaban a él, su banda, su público y hasta su familia. Se sabe que en uno de esos ataques los soldados causaron la muerte de una de sus abuelas. En esta misma línea de la denuncia política un grupo irlandés interrumpió, junto con Nirvana y Radio Head, una radio llena de dulzura, aunque al inicio de la década The Cranberries se presentaron con una imagen más tierna con el tema “Dreams”, se hicieron mundialmente famosos en 1994 con “Zombie”, donde una batería casi militar y los acordes rasposos, típicos del grunge, de las guitarras acompañan a Dolores O’Riordan en un obligado recuerdo de la guerra social, política y religiosa en Irlanda. En el siglo XXI la banda inglesa Depeche Mode llega a su estilo más elevado de música electrónica e industrial con el disco Exciter, el track número cinco, “The dead of night”, comienza con un ritmo lento de percusiones para abrir con un sonido eléctrico que imita el grito de un zombi; la canción juega con el carácter autómata de este monstruo para identificar a un grupo social decadente. Existen también curiosidades musicales en el espacio conocido como “indie”, allí se puede encontrar un título extenso “They are night zombies!, They are neighbors!, They have come back from the Death!, Ahhhhh!”, canción homenaje del cantante Sufjan Stevens a la película Night of the Living Dead. Otro tema curioso es “Your brains” escrito e interpretado por Jonathan Coulton. Este cantante americano es reconocido por sus temas graciosos y raros que hacen referencia a los huevos de pascua, naves espaciales, presidentes americanos y, claro, zombis. “Your brains” es una canción muy suave que expone el diálogo telefónico entre Tom y su amigo de oficina Bob, quien se ha convertido en zombi. La letra es simple pero divertida y lo mejor es el coro de zombis que anuncian felices cómo llegarán a comer nuestros cerebros. En México desgraciadamente se ha abandonado la tradición fílmica de horror; fenómeno absurdo en un país que dio origen a las películas de héroes de la lucha libre en contra de cualquier tipo de monstruo. Por esa postura intelectualoide no hemos tenido éxitos de radio inspirados en personajes tan relevantes. Uno de los últimos esfuerzos es el cortometraje “Otro ladrillo en la pared”, dirigido por Ezzio Avendaño. En él se narra la aventura de un albañil al que le toca lidiar con los zombis que emergen de la construcción en la que trabaja. Este trabajo es muy divertido y bien realizado, e incluye música escrita por “El Mastuerzo”, sí aquel del grupo Botellita de Jerez. Su canción acompaña un baile de los zombis, baile que es ritual, que es salvación. Los pocos grupos que se ha dejado llevar por el come cerebros son Chicos del Barrio y Mister Chivo, estos últimos tienen un especial interés por famosos personajes de horror y narran al ritmo de cumbia las historias de Frankenstein, Drácula, el Hombre lobo o los zombis. Ellos son la esperanza del nacimiento de una tradición musical en la que todos bailaremos como muertos vivientes.


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menester de juglaría

los zombis que somos o podemos ser

ricardo pohlenz

Zon del zombi zábare

Zumba, zumba, no zampe Si zampa el zombi Zumba, zumba, se rasga Se rompe y rasga el zombi ¡Todos traquetean para allá! ¡Ay, ay! ¡Todos traquetean para acá! ¡Ay, ay! ¡Todos traquetean para allá! ¡Ay, ay! ¡Todos traquetean para acá! ¡Ay, ay! ¡Ay nanita! ¡Me persigue la colita! ¡Me echa esa miradita! ¡Nada más una mordidita! Pero no No señor eso no No señor eso no Nada de mordidas ni de saliva Mejor te avivas con los muertos No hay salida, penitente No lo hacen por maldad Es su vocación el contagio voraz Es la naturaleza de todo muerte viviente Quererte decir que te quiere (el zombi) Con una mordidita (de zombi) Ahí en la orejita

kurt lester benze hinojosa

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l subgénero de zombis es uno de los más importantes del cine de horror: empezó en 1932, con la clásica White Zombie y se popularizó exponencialmente con los filmes de Romero. A la fecha existe una cantidad enorme de literatura, cómics y videojuegos centrados en los muertos vivientes, cada uno con sus exponentes “clásicos”. ¿De dónde surge la fascinación con estas figuras asesinas, grotescas, torpes y carentes de expresión? Echémosle un vistazo a la primera película del género: White Zombie, dirigida por Victor Halperin y estelarizada por Béla Lugosi. La temática del filme se basa en el mito original del zombi, como un ser subnormal robado de toda voluntad por un brujo que utiliza un veneno especial para simular su muerte. A principios del XX, se decía que ciertos brujos haitianos suministraban obreros zombis a la compañía azucarera Hasco (Haitian American Sugar Company), a cambio de grandes cantidades de dinero. Lo espeluznante del asunto es que las historias parecen tener una base real: los “zombis” solían ser personas con deficiencias mentales, locos, alcohólicos y epilépticos; y un cierto porcentaje de ellos parecía haber sido afectado por un veneno llamado tetrodotisina (obtenida de peces Tetrodontídeos), capaz de ocasionar un coma profundo. De hecho, el código penal de Haití solía contemplar este tipo de crímenes, al menos hasta 1952. En White Zombie, Lugosi interpreta el papel de uno de tales brujos, y controla una azucarera. El tema social de la explotación está muy presente, pero la pe-

¡Ay nanita, no! ¡Nada de orejita! ¡Nada de lanzarse en montón! ¡Que yo soy una damita! Pero no No señor eso no No señor eso no Nada de gruñidos ni sangrita Mejor le corres en tal entuerto A la salida, penitente No lo hacen por maldad Es por una infección pertinaz Que en su dieta está la carne humana Quererte decir que te quiere (el zombi) Con una mordidita (de zombi) Ahí en la orejita Zombi za zábare, zombi za zábare Húyele húyele al zombi zábare Que te come el zombi zábare checo

lícula en realidad se centra más en la “humanización” individual y el triunfo del amor auténtico sobre el afán narcisista de poder sobre los demás. Más tarde, los zombis pasaron a ser, entre otras cosas, un símbolo muy claro del hombre-masa: Dawn of the Dead (1978), por ejemplo, donde los zombis se detienen en los aparadores del centro comercial, fascinados por los productos, a pesar de su estado de nomuerte. Y, por cierto, la parodia no termina ahí: hasta los vivos, atrapados en el mall junto con un centenar de muertos vivientes, sucumben a los placeres del shopping, porque todo es gratis para ellos. A Romero le gusta jugar con este tipo de analogías sociales: Land of the Dead (2005), por su lado, retrata a los zombis como proscritos que sólo se defienden de la gente que los caza. En cualquier caso, en todas las películas de Romero la constante principal es la lucha existencial entre ser un humano íntegro e individual, o sucumbir a la locura y la desesperación, que finalmente identifican al vivo con el zombi, o de una manera u otra lo vuelven uno. Esa lucha precisamente define a la clásica Night of the Living Dead (1968) y la vuelve tan impactante marcando la pauta para el género. En Diary of the Dead (2007), Romero por fin hizo una pregunta que se mantuvo al aire durante sus filmes anteriores: ¿en realidad se merece la gente ser salvada? La figura del zombi, como todo buen mito, ha sido transformada y matizada en muchas maneras. Lo que no cambia, claro está, es su núcleo arquetípico: la imagen de la despersonalización total, de la pérdida del ser, la locura. Return of the Living Dead (1985), de Dan O’Bannon, dio en el clavo al hacer que el zombi buscara no sólo canibalizar, sino, específicamente, comer cerebros. El zombi no busca otra cosa que destruir el centro de consciencia. Esta nueva característica se volvió de lo más popular. En esta última década, películas como 28 Days Later (2002) y su secuela, 28 Weeks Later (2007), volvieron a poner el género en el radar mainstream, con buen éxito. La diferencia de estos zombis con los “clásicos” que empezó Romero, está en su velocidad: el rígor mortis ya no es obstáculo, los zombis corren y persiguen a la gente con una vehemencia insana. Por otro lado, el tema apocalíptico y de autodestrucción humana permanece. ¿Podrá ser que, en la nueva era, nuestros persecutores internos se hayan vuelto todavía más intensos y rabiosos? Los videojuegos han sido otra importante válvula de escape para estos miedos. La franquicia de Resident Evil figura entre las clásicos de todos los tiempos (y, dato curioso, en los últimos dos juegos aparecen zombis con mayor fuerza, rapidez e inteligencia). Left4Dead es un popular tributo interactivo a las películas clásicas. Y, en World of Warcraft –un juego en línea que cuenta con más de 11 millones de suscriptores– el villano principal controla un ejército de zombis, e incluso es posible jugar como parte de una facción de no-muertos que recuperaron su voluntad. El miedo a la locura, a ser devorado por fuerzas que van más allá de nosotros, es bastante básico, y adquiere una dimensión curiosa en los zombis, que, de una forma u otra, ocasiona reacciones en todos nosotros. Y, ciertamente, lo que los zombis nos dicen acerca de nosotros mismos y nuestro mundo, de nuestras tendencias y fascinaciones mórbidas, es una cuestión que vale la pena explorar.

bxc3


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bailemos, mi zombi judith tabullo de robles

I ¿Y si me muerde un zombi? Me preguntas, mezcla de dulzura y miedo. ¿Y si me muerde un zombi? Repites, pero no puedo responderte aún. ¿Y si me muerde un zombi? Tus palabras hacen eco y tengo que esconder mi herida. Tengo que ocultarte que he sido mordida y de nuevo callo, hasta encontrar una buena respuesta: “Y si te muerde el zombi, my dear, si te muerde; dejarte mi carne probar he de”

III Mientras fingimos que ya no pensamos, aunque estemos tuertos secos y no-muertos y nuestros pasos dejen tras de sí costras y huesos: Baila conmigo, amor, no seas ingrato. Tal vez pasemos desapercibidos. ¿Entre los zombis? No, mi vida, ¡entre los humanos!

ahedo

II Creo que es tiempo ya, my dear, de confesarte que más de un año hace, que fui mordida por un zombi. Te lo oculté, cariño, pa’ahorrarte una pena. Te lo oculté también, pa’ que aceptaras mi presencia el día en que a ti te atacara un zombi; así que ahora nos surge otra cuestión: Y ahora, ¿qué hacemos, corremos, nos escondemos, cazamos humanos o bailamos tango?

una vieja canción

agustín fest

C

uando escuchó por televisión al reportero exclamar: “¡Ya valió madre!”, lo apagó. La transmisión fue en vivo desde Tijuana. Guardó en una maleta las armas que había reservado de su armería. Se acarició el bigote, luego la panza. Sabía qué hacer. Al parecer los zombis ya habían transformado toda Norteamérica y caminaban lento, pero seguro, hacia México. “Como testigos de Jehová, pero sin tocar la puerta”, pensó. La primera parte del plan ya estaba hecha: conseguir dinero mientras aún servía. Cerró la tienda para preparar su escape, aprovechar el dinero mientras aún valía. Suspiró… Tendría que desempolvar la Harley e irse de noche, que no lo vieran en su barrio. Ernesto “Pistolas” Medel, a tres meses de la in-

zombiville usa gustavo vázquez lozano

ahedo

“E

Nxe4!

s un juego muy chido. Salen los sesos y mucha sangre”. Así describe un usuario de iTunes Store México el que no hace mucho llegó a ser la aplicación más descargada de la tienda, Zombieville USA, un juego para iPhone y para iPod Touch. La versión de prueba es gratuita y si nos agradan los sesos, la sangre y las armas, podemos descargar la versión completa que cuesta diez pesos. Confieso que no soy aficionado a los videojuegos; desde las épocas de oro del Atari, allá a inicios de los ochenta, nunca me había aficionado tanto a un jueguito de video, mucho menos se me había ocurrido escribir sobre él. La acción transcurre de esta forma: ha llegado el día final, los zombies se han levantado de sus tumbas y tú eres el típico redneck norteamericano, con cachucha, chamarra de cuadros y cara cuadrada que sale con su rifle a dispararle a los muertos vivientes. El escenario es el clásico

vasión zombi en México, era seguido por un escuincle que lloraba por su madre. La Harley duró poco sin gasolina y tuvo que abandonarla. Atada estaba la escopeta a su espalda. No era su mejor arma. Habían caminado por la carretera a Puebla, buscando entre los coches abandonados provisiones. El niño trataba de platicar pero le ignoraba. Cuando llegaron a la primera gasolinera, y les recibió el encargado zombi, Ernesto empujó rápidamente al niño hacia el zombi y disparó. El escudo humano comprobaba su efectividad cada tanto que algún pendejo le seguía. La mejor arma. Caminando más, balas menos, encontró otra Harley. Casi idéntica. Sintió nostalgia y se montó en ella. Aún quedaba gasolina. Arrancó. No se había divertido tanto desde que fue parte de la guerrilla y mató gringos en Uruguay. Empezó a cantar una vieja canción a falta de radio: “El rey Satán va en su cadillac rojo, no me esperes despierto mamá, tú tampoco mujer, que me invitó a viajar. Voy de viaje al sur y presiento que no voy a regresar”. pueblito de Estados Unidos, de noche, con casas de dos aguas y pinitos al fondo. En los primeros niveles, los zombies sucumben con facilidad. Sus cabezas explotan con los disparos y los cuerpos de ropas raídas quedan dispersos en la acera. Según vas avanzando, las cosas se complican, los monstruos se reproducen y hay que recolectar dinero en las casas, que son un refugio temporal ante la furia zombie, donde los aterrorizados vecinos proveerán dinero y municiones. Entre nivel y nivel, si juntamos suficientes dólares, hay oportunidad de mejorar el armamento: bazookas, sierras eléctricas, lanzallamas y, en los estadios avanzados, una efectiva pistola de rayo láser. Pero cuidado, llegará el momento en que serán multitud y ya no habrá escape posible, tu cabeza será arrancada de cuajo. La versión 1.5 que acaba de salir nos da oportunidad de elegir entre distintos personajes: el redneck, un ninja, un doctor de aspecto sospechoso y un policía de la SWAT. Calificado como 9+ por uso frecuente de la violencia, violencia realista y temas de horror/miedo. Muy recomendable.


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por hoy, es suficiente libia brenda castro

Í

bamos rumbo al súper cuando Nacho me dijo “vamos a mandar un chingo de malware”. Yo intentaba dar una vuelta prohibida en U, pero a la izquierda venía una patrulla, así que no me molesté en decir nada. Ya “orillados”, antes de que el oficial me pidiera mis papeles, le dije a Nacho “¿mal- qué?”. Nacho es un hombre de acción, al menos eso dice él: cada vez que se le ocurre una idea para ganar dinero va, monta un negocio medio legal o medio no y luego mucha gente se enfada con él. Cuando el banco empieza a llamar todos los días por los adeudos en las tarjetas, Nacho se cambia de casa, cambia sus teléfonos y empieza a pensar en su siguiente gran negocio. Ese día íbamos al Wal-Mart pero ya no llegamos, el poli se llevó mi efectivo y faltaban cinco días para la quincena. Nacho no tenía dinero pero me dijo que me invitaba a comer a un lugar donde pudiera firmar. Se nos antojaron unos mariscos. Cuando yo iba a la mitad de mi coctel de caracol, Nacho me preguntó: –¿Has oído hablar de computadoras zombis?, –yo casi me atraganto. – ¿Eh? –Sí, mujer, sí, computadoras zombis. Me acordé de algunas películas que había visto y de un dibujo con algo como un zombi (descarnado, con los ojos sin párpados, los brazos extendidos y las hilachas de sangre). –Pues… no, Nacho, la verdad es que no. –Pero qué bruta eres, siempre te tengo que aleccionar en todo. Son computadoras que se usan para mandar malware. Estaba visto que ese domingo no era mi día. No entendí, pero al menos me acordé de nuestra plática, un rato antes, en el coche. Nacho me explicó qué son las computadoras zombis y qué es el malware. Luego puso cara de misterio y yo lo interrumpí para pedir una cazuela de camarones para pelar: cuando Nacho pone esa cara es que va a darme todos los detalles de un nuevo negocio. Mientras yo pelaba camarones y los bañaba en salsa de ajo, Nacho me explicó cómo iba a inflarse de dinero con una red de zombi-compus que mandarían megas y megas de spam. “Es más: ¿por qué megas?, ¡gigas!”. En ese momento lo volví a interrumpir para hacerle una observación que me parecía importante: –Oye, Nachito, yo no sé nada de computadoras y esas cosas, pero para hacer eso ¿no necesitas ser programador o hacker o algo?, tú tampoco eres muy experto que digamos –creo que no le gustó mi observación. –Qué mensa eres, no sé por qué te cuento mis cosas, la verdad. Pues no se necesita ser tan experto, lo hacen miles de idiotas todos los días y las instrucciones vienen en el internet. Además, basta con que me consiga a uno de esos ingenieritos y le pague un buen adelanto. Ya te dije, serán megas y megas… Cuando empezó a decir que no se conformaría con “megas”, sino que mandaría “teras”, le encargué al mesero un mixiote de mariscos (en el “Veracruz” los sirven hasta con ancas de rana), en la carta anuncian que tardan 20 minutos, pero yo sé que siempre se tardan media hora. El plan de Nacho era “muy simple”, como siempre, y por eso era “brillante”, también como siempre. Iba a empezar por mandar pocos correos a una de sus redes (siempre presume sus cuentas de correo y diferentes redes con miles de contactos, yo no sé si será verdad) con doscientos integrantes, todos hombres, prometiendo un video porno y chistoso, “con setenta que me hagan caso y lo abran, ya chingué”. Nacho me dijo que los problemas empezaron porque el ingeniero se hizo pendejo, pero, para mí, los problemas empezaron cuando me pidió mi lap, según él para hacer pruebas. Le metió no sé qué virus y en menos de dos días mi máquina estaba para la basura, Nacho todavía no empezaba a mandar sus dichosos correos y yo estaba por perder la paciencia. Lo quiero mucho, es mi amigo y todo, pero una tiene sus límites. “Mira –le dije–, esta máquina la compré a plazos y todavía me falta pagar la mitad, así que me das la lana completa o me das una computadora nueva, porque la necesito para

trabajar”. Creo que se enfadó conmigo, pero me aguanté. Es que, la verdad, a veces Nacho se pasa. Después de dos semanas en que no supe de él recibí dieciséis mensajes de una cadena de correos desconocida; por fortuna, en la oficina tienen instalados muy buenos antivirus, además, los chavos de sistemas son buena onda conmigo, uno de ellos me dijo que no abriera nada y que los marcara como spam. Seguí exactamente sus instrucciones y fue, como decía mi abuelita, el acabose. Había un correo personal, que venía de una cuenta que sí reconocí, yo lo abrí porque pensé que era de Nacho, para saludarme o para decirme que ya se le había pasado el coraje, después de quince días de ley del hielo. Resultó que sí era de Nacho, pero no para saludar, sino para instalar un gusano (eso me dijo el de sistemas, casi gritando) que hacía muchas maldades en mi máquina y en las máquinas de la intranet del trabajo. Esa fue la noche que decidí ponerle un alto al asunto de los zombis de Nacho. Fui a casa de su mamá y hablé con la señora, que siempre ha sido lindísima conmigo, cada que la veo me dice “ay, m’hija, eres la única amiga que le queda a Nacho en todo el mundo, a veces ya ni yo lo quiero recibir, no sé cómo lo aguantas”. Yo tampoco sé cómo lo aguanto, pero dejé eso de averiguar sobre las relaciones humanas para otro día. Le dije a doña Regina que me urgía su ayuda, porque ahora yo había resultado muy perjudicada y estaban a punto de correrme del trabajo. Como a las nueve de esa misma noche se vio con claridad que yo me había quedado corta con eso de la urgencia, porque me habló doña Regi muy espantada “oye, hija, ¿tú conoces a los socios de Nacho?”. Yo pensé “¿cuáles socios?”, pero me guardé muy bien de alarmar a la pobre mujer, que ya suficiente cruz tiene con ese pinche hijo. Resultó que Nacho había –como dicen en las películas– mordido más de lo que podía masticar. En la delegación, unos abogados muy jóvenes y bien vestidos, me contaron que Nacho quiso montar una red por debajo del agua y luego vender los accesos a una compañía que hacía publicidad por internet. Lo que el muy bruto no tomó en cuenta fue, primero, que estaba montando una red ilegal y, segundo, que los piratas esos que hacen los virus y que sí saben de computadoras tienen sus propios amigos y no les gusta que se metan con ellos. Cuando Doña Regina me llamó acababa de recibir la visita de un joven que quería saber si Nacho contaba con garantías para pagar un dinero (una cantidad fuerte), porque él, como su socio ya había puesto la parte intelectual. Doña Regina no entendió nada, pero se asustó, porque el joven se veía muy enojado. Además, ya sabemos: cada negocio fallido de Nacho ella es la que paga los platos rotos. Y vaya si los paga. Intentaron meter a Nacho a la cárcel, pero su mamá volvió a “donar” unos cheques (es la ventaja de tener familia con lana) y además contrató a otro abogado, que lo sacó con fianza y alegando “impericia” de parte del acusado. Yo me enojé mucho con él, porque ya estaba bueno, ahora hasta a mí me llamaron y me querían perjudicar, porque Nacho había hecho todo desde mi laptop y, como el registro estaba a mi nombre, los ingenieros esos que lo acusaban me rastrearon de inmediato. Menos mal que todo se aclaró y que en el trabajo no supieron que fui a dar a la delegación. No había sabido de Nacho como en dos meses y tampoco lo busqué la verdad. Estaba muy ocupada pagando tiempo extra en la oficina, porque me castigaron por lo del gusano, además, todavía no se me pasaba el coraje. Pero hace como tres días me habló por teléfono al celular, cuando vi un número desconocido, luego-luego supe que era él. –¿Qué pasó, Nachito, ya se te acabó la fiebre de las computadoras? –Inchi Male, no seas cábula. ¿Ya no estás enojada conmigo? –Mmmm. Sí, todavía estoy enojada contigo, eres muy abusivo. –Uuuuuh, vas a ver que se te va a pasar el coraje. Te tengo un regalote. Te invito a tomar algo. ¿Qué, nos vemos en El Mestizo a las ocho? Le dije que sí. Cuando llegué al bar él estaba en una mesa de afuera, tenía una caja envuelta para regalo, con una tarjeta que decía “Discúlpame, Male”. La caja tenía una computadora nueva, muy bonita, muy moderna, más poderosa que la otra, que todavía estoy acabando de pagar. Nacho me dijo “¿verdad que me perdonas, hermanita?”. Cuando le dije que sí, pidió dos cocteles y puso cara de misterio. Yo aproveché para pedir una pizza de carne, porque supuse que Nacho iba a contarme de su nuevo negocio. No me equivocaba, pero al menos ahora no tenía nada que ver con computadoras ni con zombis.

Bxe7


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qué hacer en caso de un ataque de zombi raquel castro maldonado

A

dmitámoslo: todos fantaseamos con la idea de que, en caso de un súbito ataque zombi, estaremos en el selecto grupo de los sobrevivientes. Claro, es sencillo: basta con que tengamos un clóset lleno de ametralladoras y otro de comida, una hummer a la puerta y suficiente dinamita para borrar del mapa cualquier eventualidad. Lamento ser una aguafiestas pero, por desgracia, lo más probable es que ninguno de nosotros dure más allá de la primera semana, por el simple hecho de que a) No tenemos un clóset lleno de ametralladoras b) No tenemos otro lleno de comida c) No tenemos una hummer En mi caso la situación es más grave aún: vivo en un departamento al fondo de un pasillo que da al fondo de un pasillo entre varios edificios, que da a un estacionamiento, vivo en una trampa mortal, sobre todo si consideramos que cada edificio tiene veinte departamentos, es decir, doscientos zombis por edificio, y habría que pasar por cuatro o cinco antes de salir al estacionamiento (en el que no tengo una hummer). Mi consuelo, consuelo de tontos, pero consuelo al fin, es que la mayor parte de la gente vive en situaciones similares, por lo que nadie (o casi) corre con ventaja. Y así, resulta que efectivamente podríamos estar en el selecto grupo de los sobrevivientes. Sólo basta con dejar de pensar en el plan ya descrito (armas de gran calibre más surtido rico de latas abrefácil más camioneta blindada) y seguir unas cuantas recomendaciones: 1. Estar muy atentos. Los primeros minutos pueden ser la diferencia entre convertirnos en fastfood para zombi y tener la oportunidad de ser el futuro gobernador de lo que queda de humanidad. Como se ve en todas las películas del género, la mayor parte de la gente se niega a creer que hay muertos redivivos aunque los tenga enfrente, con la sangrienta resulta que se puede prever. Yo, por el contrario, corro sin detenerme a investigar apenas veo que alguien estornuda, se queda mirando la pared mientras se le cae la baba o le arranca a mordidas un brazo al vecino.

2. Hay que evitar el aroma a víctima. Si eres rubia y voluptuosa, no andes en tacones altos y grandes escotes: te vas a morir. Tampoco pertenezcas a una minoría étnica ni seas de moral dudosa (egoísta, cínico o poco solidario). La gran sabiduría cinematográfica nos dice que esos se mueren primero; si puedes, sé adolescente medio nerd pero cool, niño inocente, mujer noble y desprendida o héroe de guerra, o ten un gato. Yo pido ser la teniente Ripley versión techie: cuatro de cinco no está mal. 3. Arma tu grupo de supervivencia con creatividad. Si eliges un grupo de soldados con excelente condición física, probablemente no puedas seguirles el paso y te abandonarán. En cambio, si eres el líder de tu expedición, tendrás más probabilidades (al menos, serás tú el que ordene a otros ir al rincón oscuro en el que se escuchó un gemido, en lugar de ser el que tiene que ir a ser pasto de no-muertos). 4. Decide desde el primer momento a dónde irás y apégate a ese plan. Si logras salir de la unidad habitacional del terror sólo para dar vueltas sin rumbo por la avenida, todo habrá sido un desperdicio. 5. Sé flexible. Ya sé que dije que te apegues al plan, pero precisamente estoy siguiendo mi propio consejo de ser flexible. 6. Antes del ataque zombi: a donde vayas, piensa en las posibles rutas de escape. Por ejemplo, en mi oficina hay que ir al balcón, bajar por el poste de luz y correr a la iglesia de enfrente. También tengo armada la ruta de escape de casa, de la oficina de mi jefe, de mi salón de la secundaria (es un ejercicio en retrospectiva), de dos o tres supermercados y de varios cines. 7. Entrénate a comer de todo y a soportar varios días sin bañarte. Qué lamentable sería sobrevivir la primera oleada sólo para morir de hambre porque no te gustan las ratas crudas o de asco porque hueles un poquito a zombi por las tres semanas sin cambiar de ropa. 8. No esperes a tener un arma de fuego. Es más: no esperes a tener un arma, punto. Lo mejor que puedes hacer en caso de zombis no es enfrentarlos, sino huir a toda velocidad, a menos de que seas campeón de tiro al blanco (aunque sea en el nintendo) o tengas una fuerza apabullante (así es: los debiluchos, ni con un bat de metal le van a reventar la cabeza a un zombi). Con eso tienes para comenzar. Seguramente, al principio (sobre todo, al estar siempre alerta, armando rutas de escape y disfrazándote de la teniente Ripley) la demás gente dirá que estás mal de la cabeza: no les hagas caso. Al final, ellos serán los zombis y tú te podrás reír.

manos

omar linares cardona

L

a pasábamos muy bien frente al televisor. Mis dos hermanos, mi papá y yo habíamos rentado películas para el fin de semana. Sólo faltaba mamá. Pregunté por ella. Papá dijo que estaba abajo, haciendo quesadillas. Me llegó el aroma del queso derritiéndose a fuego lento. Mamá gritó que ya subía, me levanté y fui a asomarme desde el barandal. Abajo todo estaba oscuro. Sonaban pasos. Se asomaron una charola de plástico con un tortillero y un envase de refresco de dos litros de Coca

malapata

Cola. Detrás de ella, mamá, quién al poner el pie sobre el escalón levantó la cara y me dedicó una sonrisa; antes de devolvérsela vi la mano verde sobre su hombro. La charola se estrelló contra el suelo, ella gritó. Como si fuera una señal, papá reaccionó. Nos encerró en la recámara. Alcanzó a gritarnos que no saliéramos, o que no saldríamos nunca. Lo último que recuerdo es su mano.

vap

nogeen.tekenaar@gmail.com Qb6


Frank: Let me ask you a question: did you ever see that movie, “Night of the Living Dead”? Freddy: Oh, yeah, yeah - that’s the one where the corpses start eating the people, right? What about it? Frank: Did you know that story was based on a true case? Freddy: Aw, c’mon, you’re shitting me, right?

Daniel M. Olivera

Editor en jefe de la revista Caterwauling, profesor de creación literaria en la UNAM y dramaturgo asistente en la compañía teatral Eleusis

Carlos Alvahuante

Estudió el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM y Lengua y Literatura en la UNAM

Paloma Mora

Poeta y maestra universitaria. Ha publicado en Tierra Baldía, Parteaguas y en la antología El surco y la palabra

Ricardo Pohlenz

Poeta y escritor, colabora como crítico en diversas revistas internacionales y el blog de Letras Libres, es la voz cantante de Los ositos arritmicos de Lemuria

Kurt Lester Benze Hinojosa

Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se dedica a la docencia y a la investigación en humanidades. Su blog: cazandoelefantes.wordpress.com

Agustín Fest

Escritor de variedades. Piensa que los zombies llegarán algún día. Mientras fumando espera y en su risa te ve. Su blog: arbol.milnombres.net/wp/

ZOMBIELAND, MÉXICO. NO. 666, EDICIÓN 101. TODOS LOS DERECHOS

DIRECTOR GENERAL: EDUARDO “DESALMADO” SALLES DIRECTOR EJECTIVO: MICHAEL WACKO JACKSON

LUNES 28 DE FEBRERO DE 2190

1 PÁNCREAS

Los Lázaros se atribuyen el atentado del domingo. “Vamos por todos” declaran

Reviven a 23

más en el DF Oleada de vivos, la peor en 15 años. Se auguran más resurrecciones "Comenzarán a escasear los cerebros", asegura Canciller de Menudencias

Legalizar la vida, único camino para ganar la guerra contra los no-zombies Alessa Ulloa

3

Gustavo Vázquez Lozano

Aprendió a jugar juegos de video con el legendario Atari 2600. Campeón de Space Invaders en secundaria, no volvió a sentir interés por las pantallitas con ruido de guerra hasta la aparición del iPhone. Actualmente es acusado de Gran Inquisidor.

Judith Tabullo de Robles

(Zacatecas 1986) Ha colaborado en diversos medios impresos, escribe en la revista Turisteando. Su blog: sourpackgirl.blogspot.com

Libia Brenda Castro

Escribe, edita, hace corrección de estilo, da clases de literatura y trabaja como editora web. Su siguiente proyecto es sobre gastronomía. Algunos artículos y cuentos suyos andan por la red.

Omar Linares Cardona

Licenciado en Artes Escénicas. Con el cortometraje Berla 01 obtuvo mención honorífica en el Festival Internacional de Horror y Cine Fantástico, PostMortem

Eduardo Salles

Ilustrador, caricaturista, cuentacuentos, crítico gráfico, periodista, diseñador, publicista digital. Su blog: cinismoilustrado. blogspot.com

Raquel Castro Maldonado

Escritora, ha obtenido en dos ocasiones el Premio Nacional de Periodismo por su labor como guionista, escribe en: raxxie.com

Ilustraciones:

Sergio Arturo Velasco de Loera (Checo) Gustavo Aldán Ahedo

visita el sitio el sitio de guardagujas en la red: www.lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas NOTA: Este suplemento contiene 115 zombis y ninguno de ellos fue dañado durante su elaboración.

Maria Carmen Salinas, habitante de Santa Conchita, justo después que un grupo de Lázaros la revivieran en el páramo de Barranca del Muerto III

www.cinismoilustrado.blogspot.com


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