JESÚS TERÁN Edito rial AURORA TERÁN FUENTES
La edición de noviembre del Suplemento Jesús Terán, está dedicada al 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en recuerdo del asesinato de las tres hermanas Mirabal en República Dominicana, a causa de su activismo político, el 26 de noviembre de 1960; las tres mujeres fueron emboscadas y apaleadas hasta morir. Se les conoce como “Mariposas”. Por la violencia sufrida, se volvieron en un signo de identidad de la lucha por un mundo libre de violencia, sumando la perspectiva de género. La mariposa es un símbolo de la transformación y evolución de la vida. Son mariposas porque se transformaron. Las hermanas Mirabal no murieron porque han trascendido en su lucha o causa social. Son símbolo de la lucha y acciones por la no violencia de las mujeres. Su historia es un recordatorio de la situación de violencia que viven mujeres y niñas, en consecuencia es un llamada de atención para trabajar en la solución del problema. La primera colaboración se debe a la pluma de quien suscribe estas líneas, se aborda la importancia y el porqué de la definición de un día internacional, que sirva para crear conciencia y actuar para combatir la problemática de violencia de la que son víctimas las mujeres y niñas. Por su parte, Melissa Mares Ortiz, resume en el título de su colaboración, lo que están pidienlo las mujeres, la autora dice que “piden amor”, por supuesto, en un clima de libertad, igualdad, seguridad y libre de violencia. Finalmente, Lucero del Rocío Ruiz Esparza, centra su reflexión en el feminicidio, tomando como caso el reciente asesinato de la historiadora Raquel Padilla Ramos, no obstante, menciona que existen diversas formas de agresión y violencia hacia las mujeres, que son invisibilizadas o están normalizadas. Buscamos en este espacio, poner nuestro grano de arena, aportando a la discusión sobre la situación de violencia que viven millones de mujeres y niñas en todo el planeta. Falta mucho por hacer, pero como sociedades, no nos podemos desalentar, ni quitar el dedo del renglón, para combatir las diferentes formas de violencia y construir un mundo fincado en la paz. Como siempre, agracedemos a La Jornada Aguascalientes este espacio para la libre expresión de opiniones y el tratamiento de temas relevantes tanto de la agenda internacional, como de las agendas nacionales.
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Suplemento sobre Estudios Internacionales para La Jornada Aguascalientes Noviembre
2019
No. 80
Coordinadores: Aurora Terán Fuentes Soren Héctor de Velasco Galván
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Falta mucho por hacer AURORA TERÁN FUENTES
Doctora en Historia Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 011
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer o Día Internacional de la No Violencia de Género (promulgado en 1999 por Naciones Unidad, aunque países de Latinoamérica lo conmemoran años atrás en honor de las tres hermanas dominicanas asesinadas por el dictador Leónidas Trujillo), encuentra uno de sus antecedentes en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, celebrada en 1979 por la Organización de las Naciones Unidos (ONU). No obstante, el 25 de cada mes, se ha definido como el Día Naranja, para concientizar sobre el problema con el fin de erradicar todo tipo de violencia ejercida hacia las mujeres y las niñas. ¿Por qué el naranja?, porque representa un futuro libre de violencia. ¿Por qué todos los doce meses del año?, porque es insuficiente un día, porque es un recordatorio constante sobre la situación de violencia que viven mujeres y niñas en diferentes latitudes del planeta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), algunos de los factores de riesgo con respecto a la violencia de pareja y la violencia sexual son: el bajo nivel de instrucción, experiencias de maltrato infantil o violencia familiar, actitudes que toleran la violencia, normas, valores y prácticas culturales que privilegian al hombre y lo ubican en un estatus superior con respecto a las mujeres, las pocas oportunidades de acceso a empleos bien remunerados por parte de las mujeres. La violencia es un fenómeno relacionado con la reproducción de determinadas dinámicas sociales, precisamente algunos de los factores de riesgo enunciados en líneas anteriores, se relacionan con modos y contextos socioculturales idóneos para la repetición de determinadas conductas, tanto para agresores como víctimas. Es de llamar la atención que parte del esfuerzo nacional e internacional tiene que ver con el acceso a los servicios de salud y educación para las mujeres, sin olvidar que también son parte de los derechos humanos que tendrían que estar garantizados para toda la población, indistinto el género. Una mujer con acceso a ambos servicios es una mujer con amplias posibilidades para decidir, para participar, para definir su futuro, para conquistar su independencia y autonomía, para andar el camino que mejor le convenga. Construyamos por un breve instante la imagen de mujeres que cuenten con ambos servicios, por supuesto, de calidad; tendríamos niñas y mujeres capaces de tomar decisiones, desarrollando su autonomía, plenamente independientes y empoderadas, defendiendo sus tradiciones, manifestaciones y prácticas culturales, pero también siendo críticas y rompiendo con algunas de ellas; en la idea de construir una identidad basada en la igualdad y la libertad. No obstante, a pesar de los esfuerzos, compromisos y acciones de los organismos e instituciones internacionales, nacionales y locales, así como el papel de las sociedades civiles y colectivos, todavía falta mucho por hacer, porque la violencia contra las mujeres es estructural, tiene que ver con una visión heteropatriarcal de siglos, bajo la cual, la mujer no siempre fue considerada como ciudadana, ni independiente económicamente, y sin oportunidad de incursionar en los espacios públicos. En diferentes contextos históricos, geográficos y culturales ha estado en desventaja en una clara relación asimétrica de poder con respecto al hombre, justificada normativa y culturalmente. Dicho problemática se manifiesta tanto en el ámbito doméstico o privado, como en el público, no obstante, el primero es clave en la solución del problema, porque muchas mujeres y niñas sufren violencia física o sexual desde al hogar, son maltratadas, mutiladas, vendidas o asesinadas por parejas sentimentales o familiares, y en muchos casos la justicia nunca llega.
Para muestra, presento algunos datos sobre la situación, tanto a nivel internacional como nacional, consultados en el portal oficial del gobierno mexicano: • Según la CEPAL, cada año 64 mil mujeres y niñas son asesinadas en el mundo. • 14 de los 25 países con mayor número de feminicidios en el mundo están en América Latina y el Caribe (CEPAL). • En México, 9 mujeres son asesinadas al día (INEGI).43.9% de las mujeres en México ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual, o la última a lo largo de su relación y 53.1% sufrió violencia por parte de algún agresor distinto a la pareja. (ONU Mujeres México). (Información disponible en: https://www.gob.mx/conavim/articulos/que-es-el-dia-naranja-y-por-que-se-conmemora
En consecuencia, uno de los objetivos por definir días internacionales, como el 26 de noviembre, es reconocer públicamente la existencia de una problemática, para nuestro caso es la situación de violencia, vulnerabilidad, discriminación y riesgo que viven millones de mujeres y niñas. La definición de un día internacional, permite hacer campañas de concientización y prevención, sirve como una excelente oportunidad para debatir y actuar sobre un tema específico. En el portal de la ONU, se explica el porqué de los Días Internacionales: “nos dan la oportunidad de sensibilizar al público en general acerca de temas relacionados con cuestiones de interés, tales como los derechos humanos, el desarrollo sostenible o la salud. Al mismo tiempo pretenden llamar la atención de los medios de comunicación para que señalen a la opinión pública que existe un problema sin resolver”. Siguiendo la idea de Naciones Unidas, cada vez que se conmemore un 26 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, quiere decir que el problema persiste y nos involucra a todos. Ojalá en un futuro brillante, representado por el color naranja, se conmemore los 26 de noviembre como parte de una historia de violencia hacia las mujeres que ha quedado en el pasado.
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Pedimos Amor MELISSA MARES ORTIZ Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Existen fechas que necesariamente significan un alto en nuestro caminar como sociedad, que nos sirven para reflexionar en nuestros hechos pasados y nos muestran cuanto hemos crecido o cuanto hemos retrocedido. El día 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Desde hace treinta y ocho años se eligió este día para recordar que las hermanas y activistas políticas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron asesinadas por órdenes del dirigente Rafael Leónidas Trujillo. La violencia y la saña con la que se cometió ese asesinato fue uno de los detonantes para el fin del régimen Leónidas Trujillo, al provocar un rechazo inmediato por parte de la población, conformándose ellas como el rostro de las víctimas. Sesenta y nueve años después de su asesinato, el rostro de las víctimas de la violencia machista se sigue actualizando. Tiene el rostro de niñas y de ancianas, de estudiantes y amas de casa, sigue siendo un rostro golpeado y herido, con las huellas del daño que por muchas generaciones se ha infligido. En 1993 la Organización de las Naciones Unidas definió la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.” Si hacemos un contraste de esta definición con la realidad mexicana, nos encontramos con que las cifras de mujeres que han sufrido de violencia son enormes a lo largo del país. Este problema crece al recordar que la violencia no se limita al ámbito físico, sino que también puede ser psicológica, simbólica, económica, política, etc. A pesar de que diversas instancias desde la sociedad civil o espacios gubernamentales han tomado decisiones y realizado acciones que luchan contra la violencia contra la mujer, aun nos encontramos como país en un punto en el que no es posible garantizar la seguridad y el acceso a la justicia para una mujer en caso de agresión. Uno de los obstáculos cruciales para la continuación de este problema, es la falta de conciencia de que en realidad existe. Ni las noticias diarias que reportan los feminicidios, ni los constantes testimonios de violaciones o los reportes hacia jefes o profesores acosadores han provocado que de forma efectiva se activen políticas o protocolos que busquen de forma integral una solución de justicia y protección a la víctima. Más bien de forma opuesta, las mujeres que se atreven a denunciar son rechazadas, revictimizadas, obligadas a enfrentarse a
Imagen de Flash Alexander en Pixabay
procesos burocráticos ineficaces, pero sobre todo, se enfrentan ante un juicio y un rechazo de la sociedad que aún cree en las manifestaciones de violencia como un símbolo de amor o un rasgo de la normalidad. Cuando se minimiza esta problemática, se minimiza a la víctima, cuando se niega de forma cínica la queja, lo único que demostramos como sociedad es que no hemos sido capaces de ver más allá de una posición privilegiada en la que ni nosotros, ni una mujer cercana a nuestro entorno ha sido víctima. El daño a una mujer es el daño a todas las mujeres, y el rechazo a la cultura de la denuncia no nos indica más que una falta de empatía y una clara declaración de falta de amor y valoración hacia todas las mexicanas que conformamos este país. Ante esto lo único que pedimos como mujeres y ciudadanas de este país es amor. No pedimos un trato especial. No pedimos privilegios. Pedimos amor. Un amor que se nos demuestre a través del respeto, de la valoración como ser humano, y del reconocimiento como elemento importante de nuestra sociedad. Que nos escuche con atención cuando nos sentimos violentadas y que nos otorgue justicia. Un amor que nos permita vivir y caminar tranquilas por las calles sabiéndonos seguras, que permita a las niñas vivir, que nos permita ser libres. Pedimos eso y nada más.
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C ontexto Actual
Hecho a la Medida
LUCERO DEL ROCÍO SOLÍS RUIZ ESPARZA Estudiante de Historia Universidad Autónoma de Aguascalientes
El pasado 07 de noviembre se difundió la noticia de otro feminicidio más que me conmocionó profundamente. Esta vez, la víctima fue la historiadora sonorense Raquel Padilla Ramos, especialista en la historia de los yaquis y una académica con un currículum brillante, cuya vida le fue arrebatada por su pareja sentimental con casi cincuenta puñaladas. Su existencia se vio apagada de la manera más vil por un hombre que, al ser receptor de su cariño y confianza por varios años, se creyó con el derecho de adueñarse de ella como si su voluntad y su propio cuerpo le pertenecieran. El caso de Raquel, tristemente, no es el único. Cada día se publican más y más noticias de feminicidios que en conjunto, llegan a parecer hasta cotidianos. Los hombres continúan apropiándose de la vida de las mujeres, cuya lista de muertes a causa de la violencia de género en nuestro país llega a ser tan amplia, que dejan de serlo, para convertirse en simples estadísticas que no transmiten verdaderamente el dolor y la impotencia que sus asesinatos dejan en sus seres queridos y en la sociedad de la que formaban parte. No obstante, el feminicidio no es la única manifestación de los ataques propios de la subordinación de la mujer. Si bien es el punto más alto en la escala de los actos violentos, la población femenina sufre, en todo sitio y momento, agresiones que son invisibilizadas y normalizadas hasta que surgen movimientos que las condenan puntualmente como el polémico #MeToo. Las formas en que entre hombres y mujeres nos relacionamos han escondido múltiples actitudes que pese a parecer de importancia menor, son el principio del horror; una pesadilla que puede iniciar desde el acoso que nosotras mismas subestimamos, hasta el daño físico y la violación sexual como perjuicios irreversibles. Por si fuera poco, estas expresiones de violencia se vuelven contra la víctima, que pese a serlo es responsabilizada por los actos de su agresor como si mereciera la pérdida de la vida por la ropa que usa o por la hora a la que sale a la calle.
Las pintas realizadas hace unos meses en el monumento al Ángel de la Independencia son, indudablemente, un doliente análisis de la realidad social en que México se encuentra. Manifiestan con sus palabras la gravedad de lo que sucede en un país donde ser mujer es completamente riesgoso y donde no se salva ni siquiera la que no tiene pareja, la que cuenta con una escolaridad alta, la que es de un nivel socioeconómico privilegiado o la que vive en un barrio seguro. Están arrebatándonos desde niñas hasta adultas, y una tragedia de este tamaño es tan insostenible que la historia de nuestro propio siglo dejó testimonio de tales hechos en el patrimonio inmueble más representativo de la nación como petición urgente de justicia. Es precisamente en este contexto histórico y social que vivimos, en el que llega, este 25 de noviembre, la pertinente conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta fecha, instituida así desde 1981 por la ONU en honor del asesinato de las hermanas Mirabal en 1960, quienes fueron activistas contra la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, debe volverse pues una ocasión para la reflexión sobre la situación actual de feminicidios en México con el fin de que se continúen exigiendo avances en materia legal para proteger a las mujeres. Un día que es preciso llevar más allá de la efeméride en camino hacia la acción porque la vulnerabilidad de la mujer persiste, y de la manera más nociva: en el espacio de lo íntimo, de lo secreto, de lo común. Ahora más que nunca es menester preguntarnos si realmente los avances en la inclusión de las mujeres en la vida pública, tan presumidos por los que se ciegan ante lo evidente, son proporcionales a los cambios de su rol en el ámbito privado. Si la violencia de género es un preocupante problema social a nivel nacional, y ésta se perpetúa y genera en el hogar, dentro de la dinámica interna de las relaciones sentimentales o de las familias en que la mujer sigue siendo propiedad masculina, entonces es posible adelantar que la respuesta al cuestionamiento anterior es negativa. Por tanto, queda demasiado por hacer y el proceso de concientización de la sociedad mexicana está apenas comenzando, después de un tiempo prolongado que ha ido acumulando víctimas. De este modo, mientras la arraigada cultura del machismo se intenta derrumbar, ¿cuántas mujeres más nos serán arrebatadas? La tarea pendiente es mantenernos firmes respondiendo que “ni una más”. Crédito de foto: <a href="https://www.freepik.es/fotos-vectores-gratis/personas">Foto de Personas creado por bedneyimages - www.freepik.es</a>