JESÚS TERÁN Editorial
Suplemento sobre Estudios Internacionales para La Jornada Aguascalientes Junio
2019
No. 75
Coordinadores: Aurora Terán Fuentes Soren Héctor de Velasco Galván
Lázaro Cárdenas saluda a los “Niños de Morelia”. Fuente: http://peninsulaapeninsula.com/?p=27724
SOREN HÉCTOR DE VELASCO GALVÁN
“Hay algo en el ambiente mexicano que se ciñe a los españoles como un viejo y brillante manto azteca, Pero hay algo en el ambiente español que se ciñe a los mexicanos como una vieja armadura”. Enrique Tierno Galván
Veracruz, México. 13 de junio de 1939. Una multitud, conformada por mexicanos y españoles, se agolpa en el muelle. Poco a poco, la silueta del Sinaia, buque perteneciente a Fabre Line de Marsella, se acerca para descargar su carga humana: 1,600 exiliados españoles, quienes huyen de la manía homicida de Francisco Franco. En el rostro de los desterrados se mezcla la alegría y la tristeza. Sin embargo, esos sentimientos parecen palidecer ante una imagen: una bandera tricolor, en donde un águila bravía devora a una serpiente.
Este junio se cumplen 80 años del inicio de la llegada del Sinaia a tierras mexicanas, evento que marcó el inicio del exilio republicano español. Aunque cabe mencionar que, en 1937, ya habían arribado los “Niños de Morelia”: infantes originarios en su mayoría de Cataluña y Valencia. Por ello, el Suplemento Jesús Terán dedica su edición de junio de 2019 a examinar la aportación intelectual del exilio español a América Latina. Héctor Alfredo de Velasco Dávila escribe sobre su alma mater: la Escuela Norma Superior de México, en donde tuvo como docentes a ínclitos representantes de la intelectualidad española en el exilio. A su vez, Aurora Terán Fuentes compartió una experiencia familiar con un transterrado. Finalmente, Jean-Jacques Kourliandsky comenta sobre cómo el exilio republicano fundó una identidad ilustrada compartida. Por último, Aurora Terán y el escribano agradecen a nuestra casa editorial, La Jornada Aguascalientes, creer en el Suplemento Jesús Terán y permitirnos su publicación
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Escuela Normal Superior de México: Refugio del exilio republicano español HÉCTOR ALFREDO DE VELASCO DÁVILA
Becario Chevening y maestro rural jubilado Universidad Alameda
Para un amigo: don Alejandro Muñoz Fernández. El ostracismo como proscripción, exclusión o alejamiento de un grupo particular de la sociedad fue una práctica común en Grecia, donde se castigaba a los individuos con el exilio temporal mediante el voto emitido en un pedazo de terracota (Ostrakon). El exilio se describe como la ausencia prolongada de manera obligada de una persona quien abandona su país; aunque también se conceptúa como la expulsión del individuo de su tierra natal. Igualmente, adquiere el equivalente de expatriación. En este 2019, se evocan, entre otros, dos hechos de terrible significación para la Europa exhausta: el exilio del Gobierno Republicano derrotado por la conspiración de Sanjurjo y Franco, y el inicio de la más mortífera conflagración que haya presenciado la humanidad. Es decir, la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, cuando según el Führer de la Alemania nazi “El puerto libre de Danzing retornaba al Reich”. La España de don Pelayo, de Isabel y Fernando, de Carlos V –en cuyos dominios no se ocultaba el sol- de Quevedo, de Prim, de Santiago Ramón y Cajal, de Unamuno y de Severo Ochoa fue escenario, durante tres años, de un experimento político-castrense efectuado por las grandes potencias: pues armas letales como el Sturzkampfflugzeug –mejor conocido como Stuka- o las purgas de los agentes de Stalin diezmaron por igual a poblaciones indefensas o, en el caso de los segundos, a los miembros del anarco-sindicalismo o a los partidarios de Andrés Nin. Cuánta razón le asiste al epitafio colocado en el Valle de los Caídos: “Aquí yace media España, murió de la otra mitad”. Pero fue en estas horas aciagas de furia y de tormenta –debido a que Caín sepultó una vez más a Abel- cuando el marasmo generado por los intereses encontrados de Berlín y de Moscú; cuando, después de la batalla del Ebro y la caída de Barcelona, miles de españoles se asfixiaban en las mazmorras sin aire de la injusticia y la represión, se escuchó una voz estentórea, la voz del México de Lázaro Cárdenas, la voz elocuente de Luis I. Rodríguez o la acción decidida y viril de Gilberto Bosques, quienes grabaron en el corazón y en las crónicas de los hombres honestos una epopeya que bien podría ser incluida en lo que el gran polígrafo austríaco, Stefan Zweig llamó “los momentos estelares de la humanidad”.
El Gobierno de la República fletó cinco barcos, entre ellos el mítico Sinaia, los cuales atracaron en Veracruz el 13 de junio de 1939 con 1,600 refugiados. Dos consecuencias de enorme importancia tuvieron la llegada a México de una pléyade de intelectuales y científicos provenientes de la piel del toro: la fundación de la Casa de España en México –posteriormente conocida como el Colegio de México- merced a la sugerencia al presidente Cárdenas del entonces embajador de México en Portugal don Daniel Cosío Villegas, y el fortalecimiento de la Educación Normal Superior. Este es precisamente el tema de este artículo, pues, a mediados de los años 1970, el escribano, a fin de solidificar su conocimiento de la “ciencia negra” como los antiguos egipcios llamaron a la química, inició sus estudios en la maestría de Física y Química en la Escuela Normal Superior de México. En esta institución tuvo la fortuna de tener como docentes a ínclitos representantes de la intelectualidad española en el exilio. Emilia y Antonio Ballesteros Usano, quienes redactaron textos rectores en el ámbito de la psicología de los adolescentes, entregaron al redactor un bagaje de experiencias y directrices para tratar y orientar mejor a los jóvenes. Asimismo, del doctor Larrazábal y Fernández aprendí el enfoque experimental de la química; de la doctora María Ferrández adquirí un paradigma de disciplina y organización en el ámbito de los laboratorios; de Lucio Segura J., el interés por la epistemología. Por su parte, don Laureano Poza y Juncal amplió el campo de estudio de las tensiones y disoluciones y cuyo libro del mismo título leí con profundo interés al cursar mis estudios de posgrado. Quienes tuvieron el honor y la fortuna de tratarlo, lo recuerdan con su impecable corbata de moño y su bien acicalada cabellera gris. Hombre de una sola pieza que fabricó bombas para los republicanos españoles a efecto de que se defendieran del acoso homicida del franquismo. En todos ellos, percibí una profunda gratitud y respeto por este país que les abrió generosos sus brazos para hacerlos partícipes de la Gran Cruzada que don Moisés Sáenz inició, en diciembre de 1925, al fundar la Escuela Secundaria Mexicana. En la mente y en el corazón de este servidor quedarán por siempre grabados los nombres y proezas de todos ellos. Los agrego a los de Manuel Téllez López, David Gutiérrez Acosta, Roberto Rodríguez Rodríguez, Charles Posner, Bassil Bernstein y, sobre todo, al sargento John Bridge, REME. Ellos me legaron una herencia ética y académica que me ha fortalecido en los momentos álgidos de mi existencia. Con profunda devoción les digo: ¡Gracias! Imagen: Ante el avance de Francisco Franco, los republicanos españoles atraviezan los Pirineos. Fuente: https://www.e-consulta.com/nota/2019-04-03/nacion/el-exilio-espanol-enriquecio-la-cultura-mexicana-unam
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Transterrados Imagen de Pexels en Pixabay
AURORA TERÁN FUENTES
Doctora en Historia Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 011
Al Ingeniero Alfredo Vilar, un transterrado y eterno agradecido con México In memoriam Los lazos con España se remontan a siglos de historia. Los españoles han llegado a la tierra mexicana para conquistarla y colonizarla, para establecer relaciones comerciales, para buscar una mejor condición de vida, para solicitar asilo o refugio; la relación en diferentes momentos se ha caracterizado por el conflicto o por la solidaridad y cooperación. Las aguas de un enorme oceáno han transportado a hombres y mujeres para encontrarse con otros hombres y mujeres. Es la historia compartida de México con España. Durante la Guerra Civil Española y la posterior dictadura de Francisco Franco, muchos españoles vivieron en el exilio, una de las tierras que les dio cobijo fue México, para nosotros aquellos españoles son conocidos como los transterrados, José Gaos, acuñó el término y fue uno de ellos, murió en México en 1969, sin poder volver a una España todavía franquista. El transterrado es diferente al desterrado: El significado de este neologismo sugiere un hecho preciso: los españoles encuentran en México una continuidad lingüística y en gran parte cultural, lo cual les permite proseguir y ampliar sus obras realizadas en España. México se constituye en la ‘extensión’ y el ‘destino’ de la patria misma, para denominarse empatriados. Es decir, se entiende como empatriado al no haber dejado la tierra patria por otra extranjera, más bien es el traslado de una tierra de la patria a otra.1
Hace ochenta años, el 13 de junio de 1939, llegó a buen puerto, es decir, a Veracruz, el Sinaia, un buque transportando desde Francia a españoles republicanos que venían huyendo del régimen fascista de Francisco Franco. Los republicanos habían perdido la guerra, fueron perseguidos en su propia tierra por su postura política e ideológica, y por el sueño de una España convertida en República. La Guerra Civil Española duró de 1936 a 1939. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se promovió una política de puertas abiertas para recibir a los perseguidos políticos. Debemos mucho a los transterrados, sobre todo, en el campo de Filosofía, las Ciencias Sociales y las Humanidades. Tuvieron que ver, por ejemplo, con la fundación de la Casa de España, antecedente del Colegio de México, con la editorial Fondo de Cultura Económica y se insertaron en la planta de profesores de la UNAM y el Politécnico. Echaron raíces en México y la adoptaron como su segunda patria. Sin embargo, quiero aprovechar este espacio para hablar de asuntos más personales, porque la familia Terán Fuentes (mi familia), recibió la influencia positiva de un transterrado, el Ingeniero Alfredo Vilar Münch, jefe de mi papá. Aunque la relación de amistad duró
muy poco, aproximadamente dos años, debido al fallecimiento del Ingeniero (en 1976), la huella dejada en la familia es muy honda. Cuando el Ingeniero Vilar comenzó a frecuentar a la familia, era muy chica, tenía cuatro o cinco años, no obstante, lo recuerdo muy bien y todavía en sobremesas familiares se le evoca. Entre pláticas, paellas y vino, él nos presentó a Joan Manuel Serrat y seguramente a Mafalda. Nos transmitió su visión de mundo y compartió su postura política, hace unos meses, entre mis libros encontré su tesis, a continuación transcribo la dedicatoria: A México es a quien debo la preparación adquirida que me permitió desarrollar la presente Tesis Profesional. Ante México la presento para que, representada por los señores sinodales, la juzgue y califique. No dudo que el juicio sobre ella emitido será, dada mi poca experiencia, benévolo. Benévola fue la forma como México, a quien quiero como a mi Patria, me recogió del desprecio del mundo, tratándome con más consideraciones que a muchos de sus hijos. De ese desprecio me recogió para hacerme un hombre, poniéndo a mi disposición todo lo que de él era. No siendo mío nada de lo hecho, aceptaré lo que lo suyo quiera hacer, sin mermar en absoluto la confianza y cariño que en mí ha creado y depositado. Siempre mis servicios, allí donde quiera que me halle, estarán a su disposición.
El sentimiento de gratitud desarrollado hacia México, es un reconocimiento de la cara solidaria y fraterna de los gobiernos y los personas. El Ingeniero nunco volvió a España, su vida la hizo en México. Recibió con tremendo entusiasmo, emoción y unas copas de vida el fin de la dictadura franquista, murió con la esperanza de una España diferente. Murió y fue enterrado en su segunda patria, a la que nunca pensó abandonar. Seguramente el Ingeniero Vilar, como muchos otros transterrados añoró el Mediterráneo, sin embargo, el Atlántico significó la ruta de un nuevo inicio, para echar raíces y para adoptar otra patria, en una tierra que no le fue extraña. 1 Cano Arenas, Luis Martín, De censuras y transterrados, Nuclear Noticias, 2012.
Recuperado de: http://nuklearnoticias.mx/opinion/de-censuras-y-transterrados/
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El exilio republicano español en las Américas, fundador de la identidad ilustrada compartida JEAN-JACQUES KOURLIANDSKY
Doctor en Historia. Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) Director del Observatorio América Latina, Fundación Jean Jaurès, París, Francia
15 de septiembre de 1936, México. Después del grito tradicional conmemorando la independencia del Imperio español, el presidente de la República mexicana, Lázaro Cárdenas del Rio, gritó un “¡Viva la República española ¡”. Con la caída de la República española, en 1939, en manos de los militares nacional-católicos, México, Chile, Colombia, la República Dominicana, Argentina, Uruguay, Venezuela, acogieron miles de refugiados, víctimas del franquismo. Porque, escribió en su diario el presidente Cárdenas, la España del presidente Azaña representa “las tendencias de emancipación moral y económica del pueblo español”. El drama de la guerra civil española, la tragedia del exilio, la llegada en tierras americanas de los hijos de la España republicana, paradójicamente reconciliaron los nietos de Hidalgo, Bolívar y San Martín, próceres de la independencia, con una España que había roto su herencia imperial y colonial. Fue en esta medida un momento fundador de una relación ilustrada compartida, imposible hasta la fecha. Los gobiernos de distintos países latinoamericanos no sólo abrieron las puertas a los migrantes republicanos. Sino también organizaron su llegada, mandando instrucciones a tal efecto a su personal diplomático en Francia, en donde sobrevivían detenidos cientos de miles de españoles. Pablo Neruda, poeta y diplomático chileno armó, desde el puerto de Burdeos, la salida del barco “Winnipeg” hacia Valparaíso. El embajador de México en Francia, Luis I. Rodríguez, negoció, en agosto de 1940, con el mariscal Pétain, el embarque de refugiados. Hizo enterrar el presidente español, Manuel Azaña, muerto en la ciudad de Montauban, con la bandera mexicana, a falta de la insignia de la Republicana española, rechazada por las autoridades de la Francia de Vichy. Cuando murió en 1973, Luis I. Rodríguez, fue enterrado en la Ciudad de México con una bandera republicana española. Gilberto Bosques, cónsul general de México, regaló desde Marsella, miles de salvoconductos, 20 mil o más, no sé sabe exactamente a republicanos españoles. Se fueron en los barcos, “Sinaia”, “Ipanema”, “Orinoco”, “Flandre”, “Nyassa” a México. A penas salido del lugar en donde fue retenido preso por los alemanes, Bosques siguió como embajador auxiliando refugiados españoles en Portugal.
Pasajeros del Sinaia haciendo el saludo con el puño cerrado. Fuente: https://www.dw.com/es/80-a%C3%B1os-del-sinaia-m%C3%A9xico-y-los-exiliados-espa%C3%B1oles/a-49186390
Así a pesar del dolor, la llegada a las Américas de miles de españoles republicanos, creó una relación fundada en valores compartidos. Superando el legado de los “días tristes” del pasado colonial. Los refugiados sembraron en Chile, en México y otros lugares de la Mancha americana, lo mejor de esta España “de la emancipación” mencionada por Lázaro Cárdenas. Enriquecieron sus tierras de asilo. Como su tierra de nacimiento, al final de la noche franquista, cuando tuvieron la posibilidad de volver. Puentes ilustrados, permitieron la emergencia de una cultura de diálogos. Facilitaron la emergencia de un espacio iberoamericano, de debate y de cooperación entre iguales. ¿Es Rafael Alberti, argentino o español? ¿Es Max Aub, español o mexicano? ¿Es Luis Buñuel, español o mexicano? ¿Es Luisa Carnés, española o mexicana? Ni lo uno, ni lo otro. La respuesta es otra. No se puede imaginar hoy día hacer literatura o cine, en España como en Argentina o México, sin tomar en cuenta las experiencias acumuladas en las dos orillas, por todas y todos los que tuvieron que cruzar el charco en 1939/1941. Cómo entender al director mexicano, Arturo Ripstein, sin referirse a Buñuel. Y el académico español Antonio Muñoz Molina que considera a Max Aub uno de sus maestros. Más, reflejo de unas raíces culturales entreveradas, cuajaron instituciones duraderas como en la Ciudad de México, el Ateneo español, la Casa de España, antecedente del Colegio de México, el Instituto Luis Vives. Por otra parte, se organizan de forma regular actividades para recordar el aniversario del exilio español. En Madrid en 2010, en México en 2014. En abril de 2019 manifestaciones ligadas al 80 aniversario, particularmente, en Cuba en donde una red de universidades españolas, mexicanas, cubanas, costarricenses, organizaron un Coloquio Internacional al respecto. Y de nuevo este año, 2019, en España, en Francia, en Chile. Y el 13 de junio de 2019, en Veracruz, para conmemorar la llegada del barco “Sinaia” en 1939. Queda por lo tanto una asignatura pendiente: preservar el espíritu de la herencia ilustrada legada por los exiliados republicanos, y sus experiencias de convivialidad exitosa en Iberoamérica. Para superar los regresos de un pasado histórico, más reprimido que borrado. Creador de malentendidos como los que surgieron en 1992 para encontrar una definición compartida del Quinto centenario. O hace unas semanas en la interpretación de cinco siglos de presencia española en México.