CRÍTICA / HUMANISMO Y EDUCACIÓN La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México OCTUBRE 2009/ Año I No. 8
Humanismo de
El Lenguaje
El Humanismo
Principio de
es la Clave
Puesto en Cuestión
Enrique Luján Salazar
Educación
Educación
Siglo
Ignacio Ruelas Olvera
La Redentora
Humanismo y
María Isabel Cabrera Manuel
Humanista
Azucena Fabiola Murillo Vega
Julieta Lomelí Balver
Enrique Luján Salazar
En diferentes ámbitos de la sociedad y, en particular,
en el educativo se debate
en torno a la definición de un humanismo nuevo que
responda a la situación
compleja que vivimos en la actualidad.
Las definiciones clásicas de ser humano ya no alcanzan para dar cuenta de los
comportamientos humanos
actuales. Vivimos una crisis del humanismo abierta no
sólo por la falta de una
discusión amplia sustentada
en las investigaciones de las Ciencias Sociales y las
Humanidades, sino también por las drásticas mutaciones sociales
aparecidas ya en el siglo veinte y por los conflictos bélicos mundiales
y regionales que cambiaron las vidas de millones de habitantes del planeta.
enfrentado a la constitución y
cada vez sabemos más de menos.
Nación.
consecuencias derivadas de la
fundamento del poder del EstadoPor otra parte, la era virtual ha borrado los espacios y los territorios en los que se
desarrollaban y contextualizaban
las relaciones humanas y ha vuelto
impersonales y simuladas las interacciones individuales.
La biopolítica, de signo foucaltiano,
se ha entrecruzado a una
tanatopolitica. Las líneas entre la
vida y la muerte se han
desdibujado y su correlatividad
aparece como un atavismo
inmensas posibilidades han abierto
cuestiones que se creían ya
resueltas. El intercambio de
los cambios en la genitalidad han
humana.
El conocimiento en la era
La economía globalizada con sus inexorables leyes del mercado ha
globalizada y técnica ha conducido
mismo. Esta orientación mercantil ha permeado la fundamentación de
hiperespecialización, a la rutina y,
los planes de estudio de todos los niveles educativos y se ha
realidad.
La modernidad aún sigue
imponiendo sus criterios de progreso y racionalidad técnica como
paradigmas sociales que conducen,
como en sus inicios, a la
desvalorización de nuestro pasado
histórico y al olvido de las
tradiciones que han sido la fuente
de la cultura actual.
realidades que determinan la
trastrocado las ideas de naturaleza
liquidado las fronteras de los países, nada es tan libre como el capital
general, entre pensamiento y
natural y animal. La genética y sus
redimensionado nuestra herencia
caracterizar al ser humano: racionalidad, libertad, creatividad, tradicionales.
humanidades, de manera más
Estamos en el momento en que nos
órganos, los implantes de tejido o
responsabilidad son términos que han perdido sus referentes
separación moderna entre ciencias y
ancestral. Asimismo se ha
La condición humana se ha visto convulsionada por varias revoluciones
que replantean o ponen en entredicho los conceptos utilizados para
Estamos inmersos en las
al hombre-máquina, a la
por tanto, a una nueva barbarie:
toca responder a estas nuevas
condición humana y replantear
aquellos conceptos sobre el
humanismo que han perdido su
referente vital. Estas cuestiones
penden sobre la necesidad de
construir un horizonte de sentido
que nos permita la transformación de las relaciones enajenantes,
orientar nuestras acciones y el
avizoramiento de un futuro más
promisorio para los seres humanos.
El lenguaje es la cla ve HUMANISMO EN EL SIGLO VEINTIUNO, éste es el tema. Nada más afortu-
Heidegger, en Carta sobre el Humanismo, hace
nado en medio de los conflictos, confusiones y convulso mundo que nos
ver que el hombre no puede imaginarse a sí mis-
ha tocado vivir en la alborada del siglo. La modernidad no logró ecualizar
mo como el principio, el centro y la meta de to-
el acontecer, la velocidad de la luz ha puesto en crisis el marco epis-
do lo que es. En todo caso, si lo afirma, será sólo
temológico y ha subido estelarmente a la escena lo efímero, así el hu-
una ilusión. Resulta entonces imposible repre-
manismo, desde cualquier perspectiva, se encuentra en el núcleo de un
sentarse lo que es sin hacerlo en y con referen-
tsunami que perturba y descompone la cultura. El humanismo que no
cia a un “yo” o un “nosotros”. Heidegger aclara
nazca en el lenguaje será, como lo sostuvo Nietzsche, una palabra des-
las cosas: sí es posible pensar al hombre en su
gastada: invidencia del colectivo, torpeza de la sociedad, pérdida de co-
ex-centricidad respecto del ser: el lenguaje no
herencia, formato de estupidez.
es un instrumento que ponga el mundo a sus
Foucault sentencia: “A todos aquellos que plantean aún preguntas sobre lo que es el hombre en su esencia, a todos aquellos que quieren partir de él para tener acceso a la verdad, a todos aquellos que en cambio conducen de nuevo todo conocimiento a las verdades del hombre mismo, a todos aquellos que no quieren formalizar sin antropologizar, que no quieren mitologizar sin desmitificar, que no quieren pensar sin pensar también que es el hombre el que piensa, a todas estas formas de reflexión torpes y desviadas no se puede oponer otra cosa que una risa filosófica, es decir, 1
en cierta forma, silenciosa”. Dios ni legisla ni legitima, entonces ¡que ocupe su lugar el hombre!, así se dio el paso del mundo antiguo al mundo moderno. Empero, Dios baja al hombre y se hace verbo, “se hizo” según
pies; la “casa del ser”, el “pastor del ser”, aluden a un carácter no instrumental, a la naturaleza ambigua y radicalmente problemática de la lengua y de su relación con el mundo. Heidegger establece la imposibilidad de comprender al “hombre” a partir de sí mismo, o al menos a partir de aquello que la tradición ha establecido como su esencia: es preciso por consiguiente abandonar la metafísica del animal rationalis. En las primeras páginas puntualiza: “Todo humanismo o se funda en una metafísica o se hace a sí mismo fundamento de una metafísica. Toda
su propia declaración, ¿quién fue el sustituido?
determinación de la esencia del hombre que Las inferencias a que nos conduce Foucault nos permite decir que huma-
presupone la interpretación del ente sin la pre-
nizar este siglo no será tarea sencilla. No puede humanizarse sin que
gunta por la verdad del ser, sea con saber, sea sin
ideológicamente sea un saber sobre y para el hombre. El sentido no es
saber, es metafísica. Por eso es lo propio de la
otro que la apropiación, el dominio y la administración del mundo. A mi
metafísica, y por cierto con respecto al modo
juicio, este es el quid, estar en el mundo es estar consciente de su dise-
como se determina la esencia del hombre, se
ño, construcción, transformación, mantenimiento, cuidado, etcétera,
muestra que es humanista”.2 Es claro: todo hu-
identificarse a sí mismo en su historia, reconocerse en su naturaleza. Se
manismo es metafísico. Empero, la esencia del
trata de un logos de identidad, ponerle carácter a la búsqueda de
ser humano no se descubre por agregación de
los rasgos de igualdad, racionalidad, pacifismo, filantro-
atributos, razona, habla, existe, cree, vale; pe-
pía, ecumenismo, etcétera. Una imagen con-
ro el hecho de que hable tiene que pensarse ba-
veniente de
jo una luz que es la luz del quirófano metafísico.
lo humano.
Por el lenguaje el hombre es lo que es: decir.
Acertar qué
Por ello está fuera de sí, por él pertenece esen-
es y qué debe ser
cialmente al ser. El ser se da. En suma: si alguna
el hombre frente a: lo in-
esencia ha de imputársele estará implicada en
finitamente grande y pequeño;
su condición lingüística. Ésta es la semilla del
lo supra y lo infra humano; la preemi-
humanismo: administrar el mundo a través de la
nencia de lo universal ante lo particular; la
palabra.
prerrogativa de lo trascendente. Humanismo es voluntad de humanización; dice Schopenhauer voluntad es siempre querer, ya tenemos la dynamis. El ser humano es fuente y meta de todo valor, centrado en dignidades y libertades. 1
Michel Foucault, Las palabras y las cosas, trad. E. C. Frost, Editorial Siglo XXI, México, 1968.
2
Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, trad. de R. Gutiérrez Girardot, Editorial Taurus, Madrid, 1970, p. 16
Ignacio Ruelas Olvera
Humanismo y educación Azucena Fabiola Murillo Vega
Partir de un punto de vista humanista es partir de la condición del ser humano; éste no tiene naturaleza rígida y determinada que condicione sus actividades, es decir, su desarrollo natural
no está predeterminado, sino que es flexible, porque se modifica dependiendo del contacto social y cultural, así como de sus condiciones económicas y situación familiar en la que se desen-
vuelve. El ser humano, visto desde una perspectiva humanista, no está condicionado, es libre en sus elecciones, es experimentador de actividades que le proporcionan aprendizaje; puede degradar o elevar, por libre decisión, su propia vida. Su exis-
tencia es la construcción de lo que él elige, determinada por las acciones que ejerce sobre él mismo y sobre los que lo rodean.
Éste es el ideal del hombre que en el Humanismo se ha anhelado, pues considera al hombre capaz de ser consciente de sí mis-
María Isabel Cabrera Manuel
mo y de ir adquiriendo su personalidad a través de las influen-
Si existe alguna palabra del vocabulario filosófico
tituyen a partir de circunstancias históricas diferen-
humanismo; es ésta una palabra en boca de todos,
llamamos “hombre”- sea diferente.
que esté realmente desgastada, ésa tiene que ser en la práctica de pocos. Curiosamente, este térmi-
no ha trascendido el argot filosófico -muestra patente de su importancia- para encontrarse conju-
gada en los más diversos campos semánticos que imaginarse pueda. Como se trata de un concepto
que hace referencia al hombre, es justo y natural que así sea; sin embargo, y en la medida en que so-
mos incapaces de hacer frente a las inquietudes hu-
manas más básicas, el concepto se ha ido vaciando de a poco o de a mucho.
Sierva del discurso institucional, la palabra humanismo ha llegado justo a convertirse en eso, una pa-
labra, un atado de letras que ha perdido su sentido y que ha dejado de ser concepto.
Y sin embargo, ¿qué sentido tiene hablar de humanismo todavía? A cuatro siglos de la gestación de es-
ta idea, parece poco más que necesario replantear-
se las posibilidades que el término encarna. Porque justamente se trata de hacerlo encarnar, de tal ma-
nera que aluda al humano al que hace referencia: no al ideal, no al modelo, sino a lo que hay.
Para tal caso, habrá que preguntarse ¿cuál es el estado del hombre ya casi transcurrida la primera dé-
cada del siglo XXI? O mejor aún, habrá que ver qué es lo que el hombre de hoy día conserva de ese ideal
humanista que postulaban los hombres del siglo XVII. No me atrevo a contestar semejante cuestión
ya que es evidente que los compromisos e ideales de los humanistas del diecisiete se verían completamente desdichos ante el estado actual de la hu-
manidad, del que en parte son responsables. Ya se
vio que la apuesta por el progreso científico y tecnológico ha empobrecido al hombre más de lo que lo ha gratificado.
Pero pensar de esta manera nos sitúa justo en el lugar de donde queremos salir. Continuar con las comparaciones históricas que atienden a ideales es una trampa en la que no debemos caer si queremos
devolver un significado a la palabra humanismo. El hombre del siglo XVII y el hombre presente se cons-
cias sociales, ya que el hombre es el resultado de sus relacio-
nes con los objetos y los demás de su género. 'Ser humano' tiene
tes, por lo cual es natural que el resultado -lo que
una connotación más elevada que el ser un individuo o un ciudadano, éstos los adquirimos por el hecho de estar vivos e in-
Considero que una de las razones por las que el pro-
mersos en una sociedad, la calidad de ser humano está relacio-
yecto humanista ha fracasado es justo por conside-
nada con la toma de conciencia de concebirse y asumirse como
rar al fenómeno de lo humano a partir de una unidad.
humano.
Nada más diverso, más cambiante, e incluso incon-
El crecimiento en la conciencia y la libertad nos dan el valor de
sistente que el hombre, aún más en su conjunto.
“ser humanos”, la pérdida de estos rasgos es sinónimo de des-
Otra más es el contexto histórico en que el concepto
humanización. La posibilidad de ser concebidos como “huma-
humanismo surgió. A cambio de un dios, otro dios:
nos” existe cuando el hombre vive consciente de sí mismo, es
el hombre. Si atendemos a la perspectiva humanista
decir, tiene un “autoconocimiento” que le proporciona “con-
tradicional, si nos quedamos con esta noción que
fianza en sí mismo” porque sabe de sus capacidades y su con-
pone al hombre ante y sobre todo, como ombligo
ciencia y auto conocimiento lo convierten en un hombre libre
del universo, no podremos pasar por alto que seme-
que actúa integrado en su medio social, escolar y familiar. Carl
jante visión no concuerda con nuestra realidad. A
Rogers1 nos dice que la búsqueda de sí mismos nos lleva a desa-
pesar del afán del hombre de colocarse como princi-
rrollar un diálogo comprometido, emocionante, intenso y de
pio y fin último de todas las cosas, el tiempo vuelve todo a su cauce: el mundo que tratamos de gober-
curso impredecible, por el cual se vive una maduración efec-
nar es el que nos constituye.
tiva, y la totalidad de la experiencia que nos proporciona es lo que nos permite convertirnos en personas.
Repensar el humanismo no es una cosa fácil. Habrá
que atender a un estado donde lo efímero es lo que
Ser “humanos” y ser “personas” tienen como rasgo común el
priva, donde los absolutos se disuelven. Sin embar-
ser “conscientes” y tener la “libertad” de llegar a ser “nosotros
go, no por difícil se ha de abortar la tarea, pues pen-
mismos”, ser “uno mismo” requiere un proceso de descubri-
sar hoy en el humanismo es pensar sobre nosotros
miento real de ¿quién soy yo? Lograr la genuinidad del descu-
mismos, sobre lo que nos importa, sobre lo que nos
brirnos, reconocernos y aceptarnos, nos proporciona las herra-
da forma. Habrá que tener en cuenta -o bien
mientas para ser más sensibles o más objetivamente sensibles a
inventar- otros conceptos, nuevas perspectivas y las
los demás. Por su parte, la educación tiene como tarea promo-
posibilidades de pliegues a partir de los cuales toma
ver el mejoramiento del ser humano, entendiendo por esto el
forma el humano de hoy día. Tendríamos que renun-
crecimiento del espíritu, es decir, la capacidad de sensibili-
ciar a ciertas categorías que si bien son loables no
zarse ante sus necesidades y las del otro y, a su vez, ser tole-
son justas y abrir el espacio a aquellas que no por
rante, comprometido directamente con su quehacer o su voca-
temibles dejan de estar presentes. Habrá que pen-
sar en un humanismo que no sacrifique lo mundano
ción, su conocimiento y sus valoraciones. Educar implica hacer
en aras de un ideal de verdad o de belleza. Así mis-
operativa una determinada concepción del ser humano y del
mo, hemos de considerar que el resultado de nues-
mundo, “implica la puesta en práctica permanente y cada vez
tras indagaciones está sujeto al tiempo y que bien
más profunda de un proyecto de humanidad”.
podría estar errado, por lo que más vale estar dis-
2
puesto a hacer continuas revisiones. Pero sobre to-
Desde un punto de vista humanista, la educación debe de ayu-
recordar a ese pulidor de lentes -mente lúcida del
quieren llegar a ser. Los planteamientos de la educación huma-
dar a los estudiantes a conocer quiénes son y decidir quiénes
do valdría adoptar una actitud crítica y desconfiar,
siglo XVII- que fue Spinoza cuando dijo: “el hombre se engaña si piensa libremente sobre sí mismo”.
1
2
Carl Rogers, El proceso de convertirse en persona, Paidós Ibérica, Barcelona, 1964.
López Calva, J. M., Desarrollo humano y pr·ctica docente, Trillas, México, 2000.
nista tienen sus focos de atención en los
cesos, posee la intencionalidad de pro-
tiene como finalidad que los seres hu-
mismo se vayan transformando en el sen-
autoestima, la relación consigo mismo y
mación. La formación de humanos es,
tivo en cuanto al verse a sí mismos y
de formar hombres y mujeres capaces de
sentimientos, el autoconocimiento, la con los demás, la comunicación abierta
y crítica que se precisan en la reflexión, la conciencia de sí mismo, de quién lo
rodea, en la responsabilidad de su pensamiento y de su actuar. La educación es
un derecho y el más sublime de los pro-
mover la realización de un ideal de forsin lugar a dudas, el más grande reto y compromiso de cualquier agente educa-
tivo que desea la promoción de la persona que funciona integralmente. Más allá de una educación centrada en los
conocimientos, la educación humanista
manos tengan un aprendizaje significaaceptarse plenamente, aceptar sus sen-
timientos, tener confianza en sí mismos
e imponerse sus propias orientaciones, ir caminando por la vida siendo cada vez
más parecido a lo que quisiera llegar a
ser, lograr que las percepciones de sí
tido en que las desea. La educación debe
enfrentar la vida, no sólo con un bagaje teórico enfocado a su formación y experiencia profesional, sino que incluya también habilidades, actitudes y valores que permitan enfrentar de manera integral el mundo que les rodea.
La redentora educacion humanista Julieta Lomelí Balver
La cultura engendra progreso
y sin ella no cabe exigir de los
pueblos ninguna conducta moral. José Vasconcelos
Corrían los tiempos de reforma, el
influencia que desgraciadamente se
entonces sustentar los logros del
y unilateralidad del pensamiento para
derrocado, la iglesia no se inmiscuiría más
educación que fomenta el lado técnico
positivismo, del régimen ideológico de
lo que se defiende es la libertad en todos
conservadurismo había al fin sido
en las tareas propias del Estado, al fin se había logrado la emancipación del
castrante teocratismo. México comenzaba a emprender su viaje progresista: la educación sería la mejor arma para
domesticar consciencias y hacer avanzar un pueblo. Benito Juárez vería en el
intelectual Gabino Barreda al artífice que enfrentaría el entonces caótico sistema educativo. Mas Barreda cometería un grave error: imponer un positivismo totalitario como orientación de la
educación pública, estableciendo por ley en 1867 la supresión del estudio de la filosofía en la educación mexicana,
La Jornada Aguascalientes
sigue sintiendo hasta nuestro días, una
y se olvida de la parte fundamental: el lado humano.
Gran parte de esta ideología
positivista sería retomada por el
gobierno de Porfirio Díaz, quien se asesoraría de los herederos del
maestro positivista, los llamados “científicos”. Esta tendencia
alimentaría treinta años de represión, porque era más fácil gobernar a un pueblo irreflexivo que a un pueblo crítico. Cabe señalar que Barreda
cometió el error que muchos políticos actuales, quiso extrapolar
acríticamente un régimen extranjero al caótico contexto mexicano; el
dictador Díaz hizo algo parecido, despreciando todo lo nacional,
ejerciendo un racismo antihumano que Octubre 2009/ Año I, No. 8 Editor Enrique Luján Salazar
Comité Editorial José de Lira Bautista Ignacio Ruelas Olvera Octavio Arellano Reyna
Colaboraciones María Isabel Cabrera Manuel Azucena Fabiola Murillo Vega Julieta Lomelí Balver Diseño Claudia Macías Guerra
tenía a la mayor parte de la población en una pobreza vergonzosa, haciendo crecer un sistema “feudal” donde las haciendas iban engullendo las tierras indígenas y tratando casi como
esclavos a quienes labraban sus campos.
Pero ¿por qué esta insistente defensa por una educación amplia que
incluyera la perspectiva humanista? Acudiendo a la historia, veamos la antítesis del positivismo, para
humanismo. Tras el derrumbe del
los “científicos”; quienes iniciaron el movimiento libertador en contra del
porfiriato no fueron solamente Madero y Venustiano Carranza, entre otros
líderes políticos, sino que se aliaron en conjunto con los integrantes de El
Ateneo de la Juventud: Antonio Caso,
Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Ricardo Gómez Rebelo y, quien
salvaría la educación mexicana del
castro positivista, José Vasconcelos. Las reflexiones y actividades de El
Ateneo de la Juventud fueron un arma
ideológica importante para combatir el eurocentrismo propiciado por el
positivismo porfirista, escuchemos tan sólo las palabras de Antonio Caso: “es necesario que cesemos de imitar los
regímenes político-sociales de Europa
y nos apliquemos a desentrañar de las condiciones geográficas, políticas, artísticas de nuestra nación. No podemos seguir asimilando los
atributos de culturas ajenas. Nuestra miseria contemporánea, nuestras
revoluciones inveteradas, nuestra amargura trágica, son los frutos
acerbos de la imitación irreflexiva” Los ateneístas reivindicaron el espíritu nacionalista, rescataron el legado
prehispánico, combatieron la opresión
instaurar un humanismo redentor, donde los ámbitos.
Ahora bien, tras el derrumbe total del porfiriato, México se encontraba nuevamente en un proceso de
restauración. Al entrar el gobierno de
Obregón, el filósofo José Vasconcelos fue nombrado Secretario de Educación. Su
tarea fue amplia y diversa: apertura de bibliotecas y escuelas públicas,
organización de la primera campaña contra el analfabetismo, publicó la traducción de obras clásicas para
repartirlas gratuitamente en centros
educativos y comunidades indígenas;
otorgaría vasto presupuesto al arte y a las humanidades y abriría el intercambio
educativo con varios países americanos.
También gracias al apoyo de Vasconcelos,
México vio nacer uno de los movimientos artísticos más importantes de su historia:
el muralismo. Apoyó con becas y viajes al extranjero a artistas como Siqueiros,
Rivera y Orozco, entre otros, para que
regresando pintaran sus murales en los edificios, palacios y escuelas más
importantes del país. Así pues, gracias a
este cultivo de la educación humanística, México sembraría las nuevas esporas que
darían como resultados suculentos frutos intelectuales, artísticos y políticos, cuyo legado sigue vigente en la actualidad.