GOYA, EL GRAN MAESTRO La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. MARZO 2017 / Año 8 No. 129
La desazón de la razón en la obra de Francisco de Goya Cynthia Ramírez Félix
E
l fanatismo, la crueldad, la injusticia son temas que siguen presentes en pleno siglo XXI, son fenómenos sociales endémicos a nuestra condición humana. Sin embargo, aquello de maligno, de irracional y de grotesco que rodea y que sin sorpresa podemos considerar como constituyentes de la esencia humana, son a la vez importantes configuradores en la historia del arte. En este sentido, parece que las grandes expresiones de arte suceden cuando se sitúan a partir de experiencias que pueden ser radicales. En el festejo del bicentenario de la obra de Francisco de Goya (1746-1828), quien fuera uno de los mayores representantes en el incipiente romanticismo de esa España convulsa por la guerra de la Independencia Española, recordamos a través de sus grabados y de aquella fuerza de observación y de intuición artística cómo el dramatismo y la crueldad humana son manifestaciones siempre latentes en la humanidad, pero que se manifiestan de forma más clara en tiempos de crisis. Es por ello que la obra de Goya más que una visión fantástica o figurativa apunta a una radicalidad expresiva, una visión personal de la vida dentro de la sociedad pero también de la intimidad, que nos refleja un periodo virulento y una desazón por esa razón ilustrada. La obra Los desastres de la guerra (1810-1815) expresa, a través de sus grabados, aquellas experiencias humanas que se hallan en el límite, imágenes donde la expresión humana es difícil que mienta.
Donde la dignidad del hombre es atropellada, imágenes grotescas que al parecer conjuran lo demoníaco en el mundo, representan no sólo los embates de la guerra sino aquello que la tradición artística había dejado de lado: lo irracional y lo absurdo que amenaza a la humanidad. La predilección por los temas negros, monstruosos y grotescos en la obra
de Goya no representa una simple morbosidad o un efecto macabro, sino que se sustenta en una observación e investigación de la condición humana para poder reflejar una verdad más allá de la convencional imagen del hombre secularizado e ilustrado. El pintor, consciente de las limitantes de la estética que prevalece en su contexto, sabe que para lograrse una obra adecuada a su tiempo, ésta debe reflejar la realidad circundante; y esos elementos los encuentra en la fealdad, en la maldad y lo grotesco. Si indagamos un poco más en el concepto de grotesco veremos que esta representación es también compartida por el romanticismo, la cual es definida en el contexto estético por autores como Karl Rosenkranz en su Estética de lo feo (1853), quien concibe la fealdad como un momento orgánico de la belleza, es decir un compuesto que forma parte de una totalidad. Rosenkranz, filósofo de corte idealista, relaciona la belleza como aquella expresión del espíritu, es la belleza la que permite se exprese la esencia del espíritu en una idea (materializada). Otro autor, el poeta y escritor Víctor Hugo, en su Prefacio a Cromwell (1827), concibe que en el nuevo ejercicio de las artes, lo anormal y lo repulsivo debían de ser poetizados, por ello este nuevo ideal de belleza se deforma hasta convertirse en algo extraño y grotesco, dicha concepción entre irónica y bufonesca obedece a la necesidad de completar un cuadro de la realidad, más rica en sus variantes que la sola representación de la belleza ideal. La obra de Goya es entonces el reflejo de esas malformaciones que no sólo pertenecen al reino de la naturaleza, sino a la condición más íntima del hombre, a ese conglomerado de pasiones e instintos, con esto logra extraer el trasfondo poético de la intimidad de esa época, con la mirada puesta en los subterráneos del carácter humano encuentra nuevos elementos de inspiración, o como Octavio Paz lo explica: “la ironía, el humor, la paradoja intelectual; también la angustia, la paradoja poética, la imagen … hay una predilección por lo grotesco, lo horrible, lo extraño, lo sublime irregular …”1. Diez años antes de la creación Los desastres de la guerra, Goya, consciente de su original expresión y de su nuevo ímpetu, elabora una serie de grabados que tienen como título Caprichos (1796), si bien en la primera serie de grabados ya mencionados hace uso de una intuición expresiva, tal parece ser que en los Caprichos el autor se permite el 1 Octavio Paz, “Los hijos del limo”, en Obra poética (19351988), Seix barral, México, 1990, p. 58.
• PÉNDULO21 / 1 / MARZO2017 •
libre juego de una representación mordaz, la serie de ochenta grabados es una oda a la ya tradicional contraposición entre la vigilia y el sueño, entre la parte racional e irracional contenida en el hombre, temas como la brujería o el satanismo representan aquella amenaza a la racionalidad triunfante de la ilustración.
Sin embargo, no es sino en El sueño de la razón produce monstruos que Goya nos revela la antinomia entre la razón, al parecer instrumental, y otro aspecto del mundo humano, aquellos velos del inconsciente que aparecen siempre soterrados, pero que en ocasiones se muestran diáfanos y sobresalientes en el ejercicio de la imaginación. La obra de Goya nos revela a través de lo satánico, de lo grotesco e irracional que ese otro estado de la vigilia es igual de real y que, por cierta univocidad del tribunal de la razón queda domeñado y no permite que esa máscara de la razón revele verdaderamente la esencia de la humanidad.
CONTENIDO: La desazón de la razón en la obra de Francisco de Goya CYNTHIA RAMÍREZ FÉLIX Francisco de Goya, nacido bajo el signo de Saturno CARLOS HERNÁNDEZ MARMOLEJO Goya y la libertad para el arte GABRIELA ITZAGUERI MENDOZA SÁNCHEZ Goya, Tú que sí puedes ERICK FLORES SILVA