CRÍTICA / LA COCINA Y LA POESÍA MEXICANAS La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. AGOSTO 2017 / Año 8 No. 134
El arte de la gastronomía: de la estética al amor Teresa Geraldine Jiménez
CONTENIDO: El arte de la gastronomía: de la estética al amor TERESA GERALDINE JIMÉNEZ
La sopa de fideo o el adiós de los quelites LIBRADO JIMÉNEZ
El sabor incomparable de la cocina mexicana ENRIQUE LUJÁN SALAZAR
La hermana agua y Muerte sin fin Parte I SALVADOR GALLARDO CABRERA
Hay una escena en la película Más extraño que la ficción en la que el personaje principal Harold Crick, un auditor de Hacienda, vivencia una de las jornadas laborales más espantosas de su vida. La situación es la siguiente: por largas horas se ha encargado de auditar el pequeño negocio de Ana Pascal, una famosa y exitosa panadera de la que él está enamorado; pero que ella odia por haberse presentado a inspeccionar la situación fiscal de su negocio. Él, de lo más fastidiado y cansado, es invitado a comer algunas de las galletas que Ana acaba de hornear, mientras, sostiene con firmeza que no le gustan las galletas. Ana al observar tal disgusto de Harold literalmente lo obliga a sentarse a la mesa, le ofrece un par de galletas y un vaso con leche y, aún más, le ordena comer; el protagonista toma el primer bocado y su cara precipitadamente pasa del agobio a la sublimación, simplemente no puede creer cómo es que algo tan sencillo como una galleta pueda contener un sabor tan delicioso que, además, cambió su estado de ánimo, sus ganas, y su afirmación: no me gustan las galletas. Con certeza pensamos que todos, al igual que Harold, en algún momento de la vida hemos sido apapachados a través de una de las formas más puras, sencillas, completas y estéticas: la comida. Y nos preguntamos, ¿es posible relacionar los conceptos estética y comida?, ¿en qué sentido se relacionarían? Apostamos por la verdad cuando la comida o el cocinar se convierten en un espacio de exploración de las emociones, los sentimientos y los sentidos; la comida tiene la facultad de manifestarse en múltiples formas; pero, sin lugar a dudas, dos de las más loables son la estética y el amor. Si definimos a grandes rasgos el sentido de la estética, podremos encontrar una relación intrínseca con el arte, pues éste es la representación materializada de alguna idea, sentimiento o emoción que el artista quiso plasmar o expresar. Mientras que la estética es aquello que emana de la obra, lo que surge en el espectador cuando aprecia o se mantiene en contacto con la obra de arte. La representación artística puede ser momentánea o puede perdurar, no obstante, la intención es generar algún tipo de emoción en el espectador, llevarlo al punto culmen de la contemplación. La gastronomía por su parte, es algo que se manifiesta, que exalta los sentidos, que nace de los sentimientos, de las emociones, que puede darse a
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través del desarrollo de una técnica, generando incluso, conocimiento; existe a través de los sabores y se diversifica. Puede darse en sus múltiples formas, sin embargo, es única e irrepetible; un ejemplo de esto puede ser el mole, ya que existen una infinidad de tipos, no obstante, aseguramos que el que hizo tu abuelita para alguna festividad especial ha sido el mejor que has probado en mucho tiempo. De esta manera, nos atrevemos a decir que la gastronomía representa amor, porque se convierte en una forma de dar y recibir cariño que, a diferencia de otras expresiones emocionales, se da a través de sabores, texturas y olores manifiestos en la vasta presentación de un platillo. Si quisiéramos clarificar esta postura podríamos remitirnos a la frase tan clásica que emitimos cuando estamos enchilados: “lo hiciste enojado”, ¿será tan cierto que cuando nos encontramos en un estado de ánimo exacerbado los sabores no son los mismos?, o bien, si preparamos algún platillo, simplemente no nos queda como esperábamos. Las emociones son un factor determinante para que cocinar nos resulte bien, porque a final de cuentas estar enojado, triste, melancólico, etc., determinará en buena medida, nuestra disposición para hacer cosas, aun también para percibirlas. Así como en el arte, en la gastronomía se manifiesta a través de su presentación, su intención son los sabores, ésos que han sido elegidos a través de sus ingredientes y cocinados de la manera más delicada aplicando la técnica adecuada; que existen con la intención no sólo de alimentar, si no de llevar al comensal al punto de la catarsis gustativa que es, justamente, una forma más de generar estética. La invitación en este texto es múltiple, hay que apreciar lo que comemos, porque el comer es una acción de autocuidado; mas no debemos perder de vista que es necesario hacerlo con mesura, hay que recuperar esa idea de alimentación en la que está implícito apreciar un platillo en su totalidad: desde la vista, hasta la experimentación de todos sus sabores. Cocinar y comer son actividades únicas e irrepetibles, son el arte y la estética que emulsionan del amor. Hay que enseñarnos a apreciar nuestros alimentos porque quizá pudiera sucedernos algo como a Harold Crick y un platillo cocinado con esmero y creatividad nos haga cambiar ese “no me gusta” por un “estuvo delicioso”. ¡Buen provecho!