CRÍTICA / FIESTAS Y FELICIDAD EN ZOZOBRA La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. DICIEMBRE 2017 / Año 8 No. 138
Las celebraciones de navidad y año nuevo Walkiria Torres Soto
C
uando éramos niños sentíamos emoción por las posadas, ataviar la casa con adornos navideños, poner el nacimiento y el arbolito; también nos entusiasmaban los regalos. Las celebraciones del 25 de diciembre y del año nuevo se vivían con júbilo: andar por la casa pellizcando los ingredientes de la comida e incluso colaborando en la preparación de los festejos; así, entre risas y travesuras, nos fundíamos en ese gran bullicio. Un día antes de la llegada de los reyes, dormíamos ansiosos esperando a que amaneciera y al despuntar la mañana corríamos a ver nuestros juguetes. En la noche partíamos la rosca, nos poníamos atentos y un tanto angustiados observando a quién le salía el muñequito. Luego crecimos y nuestro entusiasmo aminoró; si bien no desistimos de celebrar estas fechas, ya no lo hacemos con el mismo frenesí. No obstante, nos dejamos llevar por la inercia, algunos con mayor júbilo que otros, pero celebramos la navidad y el comienzo del año. Y como sello de nuestra época, estos festejos van acompañados de un boom de las compras que contribuyen a no pensar en el sentido de tales festejos o a olvidar las preocupaciones cotidianas. Sobre estas fechas hay dos opiniones recurrentes: una, que apela al sentido de amor, fraternidad y reconciliación y que algunas de sus expresiones rayan en la cursilería. La otra, desde una perspectiva negativa, crítica de la anterior, señala la hipocresía con que se viven estos momentos y por supuesto el excesivo consumo al que se pone la careta de amor y paz. Pues bien, supongo que podemos escapar de esos dos escollos de las celebraciones decembrinas si las dotamos de sentido en vez de dejarlas pasar como momentos banales o a veces hasta engorrosos. Tal vez, estas fechas puedan convertirse en un buen pretexto para disfrutar del descanso, darse algún tiempo para abrazar a la familia y a los amigos, además, encontrarse con uno mismo: reconfortar el cuerpo, pensar la existencia e incluso modificar los proyectos de vida, etc. Y por qué no, hurgar en el pasado de estas tradiciones y ver si sus postulados son vigentes o idear otra forma de resignificarlas. El ambiente festivo que nos traen los meses de diciembre y enero es un tiempo dedicado al gozo. Es una pausa necesaria para suspender el ritmo cotidiano de nuestros días y que nos sumerge en una temporalidad diferente, pues permite relajarnos, suspender las preocupaciones, dejar-
nos llevar por la alegría, fundirnos en la compañía de los otros. Considero que sin caer en falsedades se puede disfrutar de estos días, pues los gastos desmedidos no son obligatorios, podemos hacer a un lado el estrés del tráfico y las largas filas al momento de hacer las compras para los festejos. Lo relevante no es cumplir con lo esperado, forzarnos o dejarnos llevar por la costumbre sino revitalizarnos y buscar que las actividades que realicemos en torno a estas celebraciones sean gozosas y con menos formalismos vacíos. También, la conclusión de un año puede provocar un poco de nostalgia al darnos cuenta del tiempo transcurrido. Sin embargo, es deseable aprovechar el momento para ocuparnos de hacer una reflexión sobre nuestra existencia, valorar lo que hemos sido, lo que hemos afrontado y lo que proyectamos para el futuro. Porque recordarnos es reconstruir ese devenir en el que vamos siendo lo que somos, podemos observar los dolores y las dichas experimentadas. El transcurso del tiempo es precisamente ese dejar atrás, cada instante es un fragmento de nuestra vida que deja de ser para convertirse en recuerdo o quedarse en el olvido. El cierre de un ciclo de 365 días es una oportunidad para asumir nuestra vida mortal, a la vez, consiste en reconocer las posibilidades infinitas de poder elegir como vivir esa finitud. Además, se puede identificar lo que hemos dejado, caminar más ligeros, pues lo perdido en muchas ocasiones es la posibilidad de rencontrarse con el porvenir. Hay pérdidas que duelen, pero tras ellas adviene lo nuevo, el cambio. La introspección e identificación de quienes somos a través de la narración de nuestra vida es un asunto importante para revalorar en esta época. Así, el fin del año es el comienzo de otros acontecimientos que nos dan la posibilidad de entretejer la historia de lo que estamos siendo. Las celebraciones de la navidad y de año nuevo conjuntan dos formas de apropiarse de la temporalidad y de reconocernos a nosotros mismos: la primera, es la suspensión del tiempo de lo ordinario para fundirnos en la fiesta y re–ligarnos con los otros; la segunda, es el fin de un ciclo que hace palpable la finitud y el advenimiento como constantes de la vida humana. Finalmente, considero que estas fechas ya no volverán a ser vividas como en la infancia, pero pueden ser felices y una oportunidad de reconocer las estelas de nuestra existencia.
• PÉNDULO21 / 1 / DICIEMBRE2017 •
CONTENIDO:
Las celebraciones de navidad y año nuevo WALKIRIA TORRES SOTO
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