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CRÍTICA / VIAJES La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. JULIO 2019 / Año 10 No. 156

Destellos elípticos

sobre el norte de la India Enrique Luján Salazar

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CONTENIDO: Destellos elípticos sobre el norte de la India ENRIQUE LUJÁN SALAZAR La lectura y los viajes JORGE ALFONSO CHÁVEZ GALLO

Con gratitud para Pita y Luis, infatigables compañeros de viaje Me gusta que el saber haga vivir, que cultive; me gusta convertirlo en carne y en hogar, que ayude a beber y a comer, a caminar lentamente, a amar, a morir, a veces a renacer, me gusta dormir entre sus sábanas, que no sea exterior a mí. Michel Serres, Los cinco sentidos.2

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o cabe duda que viajar conlleva emociones complejas y contrapuestas. Por una parte, abandonamos la seguridad de nuestra casa, de nuestra lengua, de nuestra familia, la cómoda rutina de los horarios para explorar nuevos horizontes, agotar energías, reconocer los límites propios y ampliar nuestra experiencia. Sin embargo, si queremos saber algo de lo que somos, de dónde provenimos y hacia dónde queremos ir, requerimos del reconocimiento de nuestro pasado, de la exploración de lugares que ni siquiera habíamos entrevisto y además, si nos es posible, remontarnos a los tiempos de la antigüedad ya sea griega, romana o india, las grandes civilizaciones del pasado. En esta sintonía, nuestras andares nos llevaron recientemente al norte de la India,3 país cautivador4, el cuarto más grande del planeta, la más grande democracia en el presente y cuna de la cultura sánscrita. La India ha sido bendecida por la naturaleza, magnificada por el ingenio y visión de tantos próceres y mahārājas, enriquecida por el talento de sus científicos, literatos, políticos, cocineros y labradores; provoca la sensación de reunir simultáneamente el pasado tradicional con el presente postindustrial, motiva la imaginación por sus creaciones científicas, técnicas, arquitectónicas y culturales; nos lleva a detener el paso, en medio del vértigo de la vida y de sus motonetas, para descubrir – en un aturdimiento infinito de cláxones, la agresividad de 1 Correo para contacto con el autor: enrique.lujan@edu.uaa.mx 2 Epígrafe del libro El sabor del mundo de David Le Breton, publicado por Nueva Visión. 3 Específicamente a los Estados de Rajastán, Punjab y Uttar Pradesh. 4 Confederación o unión de pueblos, en inglés Commonwealth, una nación constituida por varios reinos o señoríos.

los monos y la parsimonia del ganado vacuno – un rostro, una columna, un balcón o un pórtico que nos llevan a reconocer la grandeza de su pasado y la vivacidad de su presente. En la brevedad de esta crónica de algunos momentos vividos en ese bello país, sentimos la necesidad de ir integrando en un sentido más amplio el legado que nos deja la India, las ideas que nos provoca la majestuosidad de sus monumentos, palacios y fortalezas, el valor de su literatura; el colorido de su vestimenta y de su comida; las infinidad de especies siempre generosas al paladar y la calidez y bonhomía de su gente. Después de cruzar el Océano Pacífico y escabullendo los escarpados y blanquecinos Himalaya y la región montañosa de Doi Toi, el Aeropuerto Indira Gandhi nos abre las puertas a la tumultuosa ciudad de Nueva Delhi, Estado de Delhi. Su modernidad pujante, que la ha llevado a destruir más de alguna vía o edificio antiquísimo, convive con la tradicional Vieja Delhi que nos sobrecoge por sus extraordinarias, pequeñas y malolientes calles, por su espléndido trabajo escultórico y arquitectónico y por la espiritualidad estimulada por las diferentes religiones que se observan no sólo en sus templos sino también en calles y negocios. La animosidad de la ciudad se ve incrementada por las elecciones del Primer Ministro, en las cuales se manifiestan una renovada simpatía y un aval al trabajo de Narendra Modi del partido nacionalista Bharatiya Janata, quien repetirá su mandato. Uno de los edificios más emblemáticos de esta ciudad es el Fuerte Rojo, del siglo XVII, diseñado según la descripción del paraíso en el Corán, con fastuosos aposentos imperiales, una extraordinaria mezquita en mármol blanco, amplios jardines, estancias para los músicos, baños turcos y fuentes que refrescan el ambiente. Otro edificio religioso es Jama Masjid, la mezquita más grande de la India, cuyo patio puede albergar hasta 25 mil fieles en las fiestas del fin del Ramadán – Eid al-Fitr –, su visita requiere descalzarse y entrar con la vestimenta apropiada. Desde los escalones de la entrada podemos obtener una magnífica vista panorámica de la Vieja Delhi. La visita por el mercado Chandni Chowk nos deja los poros y la vista impregnados de olores y colores de las tiendas, los puestecillos que nos ofrecen sus mercancías. No se puede ir a la India sin visitar el Gandhi Smriti – Birla House – la casa donde Mathatma

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Gandhi vivió los últimos 144 días de su vida y fue asesinado, visita que se complementa con la contemplación del Raj Ghat, el pulcro y amplio memorial en recuerdo del libertador de la India. Más tarde, nos sorprende el Templo Agrasen ki Baoli, monumento arqueológico de importancia nacional, en el que se recolectaba agua para abastecer parte de la ciudad. Cerca de este edificio están los famosos lavaderos, que dan servicio de limpieza manual de ropa. En maratón turístico, logramos obtener una panorámica de los edificios gubernamentales y de la Casa del Parlamento a lo largo del Raj Path, una gran avenida bordeada de parques que conduce a la imponente Puerta de la India que, desde la belleza de su arenisca roja, rinde tributo a los soldados indios caídos en los diferentes conflictos bélicos del siglo xx. La gran religiosidad del pueblo indio muestra su esplendor en el Templo Sikh, bellísimo edificio construido en mármol blanco rematado con una cúpula dorada. Es una edificación con diferentes estancias, entre las que destaca el lugar para orar, la galería de arte, el estanque de sanación y un comedor que ofrece comida diariamente a cientos de peregrinos y visitantes del lugar Otra de las maravillas arquitectónicas religiosas de la ciudad es el Templo Laxminarayan de Delhi, conocido como Templo Birla Mandir, es un sitio de culto dedicado a Laxmi, la diosa hindú del bienestar, y a su esposo Vishnu, “el que se expande a todo lugar”. También es muy famoso por los parques que lo rodean. Cada año se celebra allí el colorido festival de Janmashtami, que honra el aniversario del nacimiento de Krishna. El complejo musulmán, que corona nuestra estancia, es el extraordinario complejo de Qutab, que cuenta con el minarete de ladrillo rojo del siglo XIII más alto del mundo, una mezquita –de la que sólo queda el pórtico y la columnata – y varios cenotafios de los primeros gobernantes musulmanes. Saliendo de Nueva Delhi y viajando hacia el oeste, llegamos a Rajastán, uno de los estados más importantes de la India. De una variedad topográfica y cultural impresionante. A partir de este momento, pudimos observar desde la comodidad de nuestra camionetita las formas de vida de las zonas rurales cuya faena comienza y termina con la luz del sol, la que transcurre pastoreando los rebaños de cabras o cuidando las parcelas de tierra, incluso las del indómito desierto que – gracias a los monzones – se vuelven productivas algunos meses del año. Una real inmersión en la cordialidad india y en la forma de vida simple del campo.

El calor próximo del desierto de Thar nos da la bienvenida al llegar a Pushkar, una de las ciudades más antiguas y pequeñas de la India. Entre la gran diversidad de templos destaca el Templo de Brahmā5, del siglo XIV, uno de los que más peregrinos recibe en el año; impresiona también el Lago Pushkar, que tiene cerca de 52 ghats donde los peregrinos se sumergen para bañarse en las aguas sagradas y es el lugar en el que fueron arrojadas las cenizas de Gandhi. Continuando elípticamente nuestro viaje hacia el norte encontramos a Bikaner, la Ciudad Roja, ciudad fortaleza rodeada de murallas y construida a base de arenisca bermellón. Es el centro del arte Usta, una técnica centenaria con sus pinturas en miniatura y la estampación en oro, utilizada para decorar techos, pilares, paredes, mármol y madera. El fuerte más impresionante de la ciudad es el de Junagarh del siglo XVII. Siguiendo por carretera hacia el sur, a través del desierto del Thar, llegamos a Jaisalmer, la Ciudad Dorada, llamada así por el color de la piedra arenisca con la que está construida, la que por el atardecer brilla con esta tonalidad en los techos de sus casas y nos revela el poder mágico de la India. Durante el día pueden visitarse los diferentes barrios de la ciudad, entre los que destaca el de los Havelis, formado por antiguas casas opulentas construidas en el siglo XVII por los mercaderes y altos burócratas enriquecidos para marcar su estatus social; resalta también el barrio de los joyeros, que a partir de la plata realizan verdaderas obras de arte. Por la tarde, la visita estremecedora a los chhattris, antiguas tumbas situadas en las afueras de la ciudad, antiguos y actuales cenotafios de las castas altas6. Es un 5 Hay muy pocos templos dedicados a Brahmā en el mundo, en teoría debido a una maldición que le lanzó su esposa Saraswati. Brahmā quería realizar una mortificación en el lago en luna llena y era necesaria la presencia de su esposa. Saraswati llegó tarde y Brahmā se casó con una lechera llamada Gayatri. Cuando llegó su mujer y lo encontró en brazos de otra mujer se enfadó mucho y le lanzó una maldición: sería olvidado por los hombres. Los demás dioses trataron de convencer a Saraswati de que la quitara, pues se trataba de una maldición muy grave. Ella se mantuvo firme pero sólo aceptó que se erigiera un templo en Pushkar. Desde entonces son muy pocos los templos en su honor en todo el mundo. Uno de los más famosos, y el único de la India, es éste, en Pushkar. Tomado de https://saltaconmigo.com/ blog/2011/08/el-lago-sagrado/ 6 Tres son las más altas: brahmanes o sacerdotes (Brahmins); gobernantes o guerreros (Kshatriyas), y artesanos o mercaderes (Vaishyas). Las castas más bajas son los sudras y shariján.

lugar fantástico desde el que podemos contemplar también el tornasol de los techos de las casas y los colores áureos de la muralla que la circunda. Para cerrar el día, no hay nada mejor que disfrutar de un paseo en dromedario por las dunas en el Desierto de Thar, durante la puesta de Sol. Entre Jaisalmer y Jodhpur hay dos sitios de visita obligatoria: el Fuerte Meherangarh, en cuyo interior se encuentran patios y palacios perfectamente conservados, destacando el Palacio de Moti Mahal y el Jaswant Thada, mausoleo de mármol blanco erigido en memoria del maharajá Jaswan Singh II, el cual imita la arquitectura del Taj Mahal. Dirigiéndonos de Jaisalmer hacia Ranakpur nos encontramos, cerca de la ciudad de Sadri, con un complejo extraordinario de templos jainistas, destaca el templo monumental dedicado a Adinath, el más grande y bello de la India construido totalmente en mármol blanco. Este templo es de una belleza y fina arquitectura del siglo XV construido por Dharna Sah. Lo ha hecho más famoso la consideración del templo como una base de naves alienígenas dada su forma y su perfección así como sus sorprendentes 1444 pilares cuya talla es diferente en cada uno. Las bóvedas del templo son de una sublime belleza, las miniaturas de dioses, animales y naturaleza están esculpidas al lado de extraordinarias figuras geométricas. Quizá la escultura más popular, al menos la más fotografiada, es la del elefante7, que se encuentra en el segundo patio a un lado del altar principal. Todo conlleva un mensaje y está relacionado con los dioses protectores. Este templo ha sido nombrado como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo. De Ranakpur, yendo hacia el sur, nos encontramos la “Venecia India”, la ciudad de Udaipur, capital del antiguo reino de Mewar que, con sus lagos artificiales y los canales que los conectan, se presenta como un oasis dentro de desierto. El Palacio de los Maharajás se yergue sobre un enorme risco a orillas del lago Pichola. El interior del palacio, convertido hoy en el museo de la ciudad, es un laberinto de patios, terrazas, galerías, jardines con fachadas ricamente decoradas con incrustaciones de espejos, piedras finas y pinturas tradicionales. Sin duda, no podemos dejar de embarcarnos en el Lago Pichola para visitar al menos uno de los dos palacios erigidos sobre sus aguas. 7 Los elefantes son muy apreciados porque su rostro está en una de las divinidades más adoradas del sijismo y del hinduismo, el dios Ganesha, divinidad del bienestar y la sabiduría.

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Los palacios aunque muy lujosos, nos decepcionan porque se han convertido en hoteles de lujo y sólo se puede caminar por su patio mayor, las demás áreas están reservadas para quienes se hospedan ahí.8 Entre los cálidos edificios que caracterizan Udaipur, se hallan además frondosos y serenos jardines, como el refrescante Jardín de las Doncellas, ubicado en las proximidades del lago Fateh Sagar y dominado por flores de loto, una gran variedad de rosales y elefantes tallados en mármol. Ya medio estropeados por los avatares del viaje llegamos Jaipur, la Ciudad Rosa, capital del Estado de Rajastán – por si habían olvidado nuestra ubicación –, ciudad de templos y palacios, con una gran actividad comercial en la que el tráfico se vuelve menos caótico que en las ciudades anteriores pues, cuenta con algunos semáforos en las avenidas principales9. Por la tarde asistimos a la ceremonia Aarti en el Templo Birla y por la noche presenciamos en el Palacio Narain Niwas una deslucida presentación de bailes típicos del Rajastán. Al día siguiente, subimos en un vehículo jeep al Fuerte Amber que, desde la carretera, nos brinda una imagen espectacular de la ciudad. Visitamos su palacio fortificado cuyos pabellones están adornados con pinturas y filigranas de mármol y deambulamos por los laberintos del lugar. De regreso a Jaipur entramos al Palacio del Maharajá Swai Man Singh II y a visitamos sus museos, apreciando su arquitectura y algunas vestimentas, armas y fotografías del lugar. Destaca uno de sus más preciados tesoros: las Urnas-ánforas más grandes del mundo que fueron utilizadas para llevar el agua del Ganges de la India a Londres para el uso personal del maharajá Mado Singh II. Cerramos ese día con la visita al Observatorio de Jai Singh y de regreso a nuestro hospedaje tomamos fotos del Palacio de los Vientos (Hawa Mahal) impresionante edificación que parece venirse sobre nosotros por sus ventanales de arenisca roja que invaden el paso peatonal y nos sentimos observados por las miradas de las princesas a través de sus breves resquicios. De Jaipur continuamos a la pequeña localidad de Abhaneri, que guarda dos de los monumentos nacionales de la India: el pozo escalonado Chand Baori y el templo de Harsha Mata dedicado 8 Al haber perdido su poder político, los marajás han encontrado un medio de subsistencia al rentar parte de sus palacios como hoteles de gran lujo. 9 La mayoría de las ciudades de la India no cuenta con “equipamiento urbano”: no hay banquetas, no hay nombres de calles, no hay semáforos, se transita en medio de vacas, motos, tuku tuku, peatones y autos.

inicialmente al dios Vishnu del siglo x. El pozo es uno de los primeros construidos en Rajastán. Los baoris son enormes construcciones con un pozo en forma de cono invertido con varias terrazas unidas por partes escalonadas. Tienen gran amplitud en superficie como en profundidad. Se utilizaban con fines de higiene y para refrescarse en el verano, también podía tener algún templo pequeño para meditar y orar a Ganesh, Mahishasurmardini o Durga. Junto a este pozo está el Templo de Harshat Mata que con sus símbolos de la fertilidad y la naturaleza celebran a la divinidad del gozo y la felicidad. Alrededor de ellos, múltiples puestos ofrecen las artesanías del lugar o tomar un refrescante jugo de caña. Después de comer, continuamos nuestro recorrido en nuestra confortable camioneta por pequeñas aldeas, campos y ladrilleras llegamos a la ciudad de Agra en el Estado de Uttar Pradesh. ¡Cómo no referirnos al Río Yamuna y al Taj Mahal! Este monumento ícono de la humanidad, ejemplo de la apropiación de la arquitectura hindú y musulmana que ha dejado su impronta en diferentes edificios mediante el uso espléndido del mármol así como sus refinados arcos de punto y la balaustrada que nos lleva a las cúpulas y techos tapizados en oro que, aunado a las pinturas referentes a la naturaleza se disuelve en figuras geométricas. De esta artística manera quiso recordar el emperador Shah Jahan a su amada Mumtaz, fallecida dando a luz a su catorceavo hijo. El momento elegido para ver esta maravilla fue la madrugada. Entramos sorprendidos por la grandeza del lugar, sus estanques y sus jardines y pudimos observar cómo se iba iluminando de manera iridiscente el lado derecho del edificio y los minaretes. Caminamos contemplando cómo el sol y lo reflejos del Río Yamuna se reflejaban en el mármol multicolor, apreciamos las dos hermosas mezquitas situadas a sus costados y recorrimos el interior del mausoleo, ya casi vacío, en medio de una multitud que no dejaba apreciar esta maravilla. Salimos exhaustos por la sublime experiencia estética que nos provocó el lugar. Después desayunamos y nos dirigimos al enorme Fuerte Rojo y sus palacios de mármol blanco que se levantan majestuosamente a orillas del apacible y contaminado río Yamuna. Continuamos nuestra visita con el Mausoleo de Itmad-Ud-Daulah, al que también se le conoce como “el pequeño Taj”, mausoleo construido por su nieta para honrar su memoria. De estos monumentos nos dirigimos al majestuoso templo hinduista de Akshardham, esculpido con más de veinte mil figuras y motivos florales,

animales, deidades hindúes y decoración en oro. Relata la historia del pueblo indio y del santo Swaminarayan. Su edificio central está construido con piedra rosada rajastaní, símbolo de la limpieza del corazón y la paz, y mármol de Carrara, Italia. No utilizó pilares en su construcción ni tampoco hay metales en su estructura. Solamente su decoración es áurea. Hasta aquí dejamos, por el momento, las impresiones que nos dejó este extraordinario país. Habría que escribir otro texto para narrar la experiencia que nos dejó el recorrido por sus tiendas, desde las más exclusivas hasta las más populosas de sus mercados, los paseos en camioneta, el traslado en los tuku tuku10 o en algún dromedario por sus ciudades y desiertos, la alimentación que combina una infinita de especies y los espacios abiertos que nos invitan a detenernos y observar como las perros y vacas hambrientas buscan encontrar algún alimento o desecho o al menos un poco de agua. Hubo más ciudades que recorrimos y que igualmente nos sorprendieron pero su relato quedará para otro momento. Si deseamos abrir nuestra imaginación y comprender de lo que somos capaces los seres humanos, basta con estar sólo algunos días en ese maravilloso país, abrir los poros y la mente para recibir a raudales la belleza y la grandiosidad que es reconocida por propios y extraños y que ostenta, no sólo una relevante y dilatada historia, sino un lugar que tiene un gran número de sitios reconocidos por la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad, que nos ha heredado una espiritualidad panteísta e inmanentista, nos ha legado el valor de la lucha, la resistencia y el diálogo para alcanzar la libertad y la emancipación, así como una cultura material mediante las especies que le dan sabor a nuestros platillos y el colorido de edificios, fiestas y vestimenta del pueblo indio. Nuestra cercanía también se da en lo económico, México es el principal socio comercial de la India en América, así como en algunos problemas sociales relacionados con la desigualdad y la pobreza. La India también es una provocación para pensar el sur desde el sur… Quienes deseen no sólo expandir su experiencia vital, sino nutrir su imaginación, su cultura y su espiritualidad, así como colmar sus sueños con nuevas formas, ideas y colores… India los espera.

Imágenes:

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Cúpula del Templo de Adinath, Ranakpur. Chand Baori, Abhaneri. Bara, bara, llévelo, llévelo. Buda en el Fuerte Meherangarh. Fuerte de Junagarh, Bikaner. Nueva Delhi desde el Hotel Le Meridien. Esquina de un Havelli. Shiva y Parvati en Templo Sikh. Taj Majal, Agra, desde la mezquita Este.

10 Motonetas taxi para tres personas, el transporte más rápido en las ciudades indias.


n el breve texto titulado Estancias2, el pensador alemán Martin Heidegger describe su primer viaje a Grecia. Al inicio lo entusiasmaba la posibilidad de presenciar algo de lo que nutrió y dio carácter al pensamiento de los antiguos filósofos griegos y a la cultura de la antigua Grecia en general. Creía que iba a vislumbrar, entre aquellas ruinas y en los paisajes que sus ojos ansiaban contemplar, las raíces, los fundamentos del pensamiento occidental, eso mismo que toda su vida había buscado en los fragmentos de Parménides y de Heráclito, en los escritos de Platón y de Aristóteles. Al emprender ese viaje, Heidegger pensaba encontrarse con ese pasado que palpitaba en él mismo, que había resucitado en su propio pensamiento mediante años de estudio (¿y no es eso lo que todo lector acurado hace?). El encuentro que buscaba, sin embargo, resulta frustrado en un principio. No es hasta la etapa final del viaje, ante el paisaje de la pequeña isla sagrada de Delos, que el encuentro se da, que Heidegger al fin se encuentra en Grecia, que se presenta ante él lo que hace a Grecia, que él mismo logra estar presente ahí. El obstáculo con el que al inicio Heidegger se topa es, en resumidas cuentas, la artificiosa farfolla del turismo: recorridos, rutas, museos, hoteles, guías, multitudes... Quienes van en calidad de turistas bajan del crucero, siguen a un guía que repite con negligencia las explicaciones memorizadas, tan desgastadas y superfluas como los propios recorridos; luego se toman fotografías, comen en un hotel comida para turistas y regresan al barco a comentar cuánto se han divertido. «Por todas partes gente fotografiando. Arrojan su memoria en la imagen técnicamente elaborada. Renuncian, sin darse cuenta, a la fiesta desconocida del pensar» (2008, p. 53), escribe el pensador. Así, lo que esas personas experimentan ahí no tiene relación alguna con lo más grande que ha acontecido en ese lugar, que es precisamente lo que hace a Grecia, por lo que bien podían haberse divertido lo mismo en cualquier otro lugar, esto es, aun pisando ese suelo, no estuvieron propiamente nunca ahí. Fueron a Grecia sin experimentarla, que es tanto como beber café sin cafeína y que no sabe más que a azúcar. Más aún, así como daba igual que estuvieran ahí o en cualquier otro lado, también daba igual que

fueran ellos los que bajaban del crucero y hacían los mismos recorridos, o que fuera cualquier otro. Al estar como turistas se presentaban como otro cualquiera y no cada uno como sí mismo: sus experiencias eran también las de cualquiera (y eso al grado incluso de que un artefacto, como la cámara fotográfica, era capaz de guardarlas). En suma, no se dio el encuentro con Grecia, no se presentó ante ellos lo propio del lugar, ni ellos mismos estuvieron presentes porque, parafraseando a Heidegger, renunciaron inadvertidamente a la fiesta del pensar. Pues bien, ocurre con los viajes lo mismo que con los libros. Viajar no es a fin de cuentas más que otra forma de leer, y en este caso también hay que ser un lector acurado, si el viaje ha de ser provechoso, fecundo, y no meramente anecdótico (reducido a unas cuantas fotografías y algún souvenir). El papel del lector no es pasivo, sino que el sentido de un texto no se presenta si el lector no lo alimenta con su pensamiento, esto es, con sus preguntas e inquietudes, con la contemplación de otras posibilidades, con el recurso de sus memorias y de sus particulares experiencias, y con el aliento de sus emociones y de su fantasía. El encuentro con el pensamiento del autor no se da si el lector no piensa por sí mismo. Pero en ese encuentro el lector no sólo descubre a otro, sino que también se erige a sí mismo, explora nuevos territorios de su propio ser. En ese sentido, la lectura es provechosa, y en ese mismo sentido puede serlo también un viaje: «un libro que deja a su lector igual que antes de leerlo es un libro fallido», dice Cioran en una entrevista que le hizo Fernando Savater3. Pero claro, el lector como tal también puede fallar: aun cuando el libro guarde valiosos tesoros, puede leer con descuido o con prejuicios, o simplemente en un momento en el que, por lo que fuere, no se encuentra bien dispuesto a encontrarse con el autor. Pero si las condiciones se dan, entonces ese encuentro cambia al lector, acaso su vida entera habrá de verse reconfigurada. Y aunque una ciudad, un lugar, no tiene un autor como lo tiene un libro, igual ha de leerse, ya por el mero hecho de que ahí se piensa de manera distitna a esa a la que uno está habituado. Sin embargo, el turista moderno típico es un contemplador pasivo, no busca, no se inmiscuye en esa forma de vida que le es ajena y, sobre todo, no se interroga a sí mismo: posa ante la cámara fotográfica para contemplar luego su imagen en escenarios diferentes. En su ensimismamiento carece de sí, se pierde en el otro anónimo de la multitud que desfila por asépticos hoteles y museos. No importa donde esté, porque sería el mismo fantasma en otro lado. El de Heidegger es un caso extremo, pero quien viaje ha de llevar cierta cultura, si es que quiere leer algo del lugar al que va. También en este caso hay que aprender a leer.

1 Correo electrónico para contacto con el autor: jachagallo@ gmail.com. 2 Aufenhalte, en el original, publicado en nuestro idioma por la editorial Pre-Textos y traducido por Isidoro Reguera.

3 Entrevista compilada en Conversaciones, publicada por TusQuets editores.

La lectura y los viajes

Jorge Alfonso Chávez Gallo1

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La Jornada Aguascalientes PÉNDULO 21 Publicación mensual Julio 2019 Año 10, No. 156

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EDITOR Enrique Luján Salazar DISEÑO Genaro Ruiz Flores González

COMITÉ EDITORIAL Ignacio Ruelas Olvera Cynthia Ramírez Félix Walkiria Torres Soto

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