CRÍTICA/LEOPOLDO ZEA: LO LATINOAMERICANO Y LO UNIVERSAL La La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México NOVIEMBRE 2011/ Año Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes , Mé xico OCTUBRE 2010/ Añ o32 No. N o.42 20
Leopoldo Zea, el último Hiperión
CONTENIDO
Leopoldo Zea, el último Hiperión Mg. C. David Pizarro Moncada
Leopoldo Zea: el pensamiento americano frente a sus circunstancias Walkiria Torres Soto
La revolución como un despertar de conciencia Carolina Sánchez Contreras
Leopoldo Zea: transformador de la filosofía Raúl Fornet-Betancourt
H
iperión por su observación del movimiento de los cuerpos celestes fue llamado padre de la especulación. Hiperión era un titán, y, por definición, adversario de los dioses del Olimpo. Hiperión era también el célebre grupo de filósofos mexicanos que entre los años de 1948 y 1952 empuñó la filosofía para analizar lo mexicano, con el objetivo de conocerlo y transformarlo. A este grupo se unió ulteriormente Leopoldo Zea (1912–2004). A él le debemos los filósofos latinoamericanos ideas como: El positivismo en México (1943), Conciencia y posibilidad del mexicano (1952), La filosofía americana como filosofía sin más (1969), entre otras. Para Zea, la filosofía latinoamericana podía abordar la problemática latinoamericana y a la vez abordar cuestiones universales; no obstante, entendía la filosofía como un instrumento de liberación, influenciando directamente en Horacio Cerutti (1950) y Enrique Dussel (1934), representantes de la Filosofía de la liberación. La tarea de liberarse del “imperialismo filosófico” europeo y abocarse a temas propios se denomina latinoamericanista. Para muchos filósofos, sin embargo, estas aspiraciones no son filosofía, puesto que entre otras cosas la filosofía fue importada a América con la invasión y no existieron filosofías precolombinas. De ahí que es imposible no hacer filosofía a la europea, por lo que debemos centrarnos en temas universalistas; es por ello que se les denomina universalistas a estos muchos filósofos, como nos lo recuerda Margarita M. Valdés. En ese sentido, a los filósofos latinoamericanos sólo les queda ser historiadores de la filosofía, cronistas sincrónicos de la filosofía europea. Sobre esto Zea comentaba que “la historia no la componen los puros hechos, sino la conciencia que se tenga de ellos”. Octavio Paz en la Inteligencia mexicana (2007) señala que Leopoldo Zea identifica a nuestro pensamiento como un “monólogo de Europa” que debemos convertir en “diálogo no solamente intelectual sino social, político y vital” para convertir nuestra enajenación, nuestro ser pensado por otros en un ser pensado por nosotros mismos. Y siendo conscientes de que la enajenación constituye nuestro ser, pero que la enajenación es también una constante universal entre los seres humanos. Es por ello, pensamos, que la filosofía latinoamericana puede desenvolverse en un principio desde la problemática regional hacia cuestiones universales en el tiempo y el espacio humano, es decir, su Historia. Francisco Miró Quesada al respecto rescata la denuncia de Zea a lo que hoy llamamos filosofía universal, la cual surge ante la necesidad de los filósofos de dar respuesta a los problemas de su comunidad y época. Filosofar como hicieron estos filósofos no sería entonces una filosofía auténtica para Latinoamérica. Sólo filosofar sobre nuestra problemática, en principio, nos daría a nuestra filosofía autenticidad y otorgaría al filósofo su verdadera función en nuestra comunidad. Esto como hemos mencionado es
Mg. C. David Pizarro Moncada
catalogado como latinoamericanista o regionalismo. Éstas y otras audaces afirmaciones, no obstante, tienen su contradicción en Augusto Salazar Bondy quien “asume una actitud aun más radical que la de Zea”. Para el filósofo peruano no puede existir filosofía latinoamericana mientras esté secuestrada por las potencias occidentales dominadoras de nuestra cultura y sociedad, generadoras de un pensamiento alienado y restringido a categorías que no han creado y que las deforman. Sólo cuando alcancemos la libertad podremos ser creativos y auténticos. A esta concepción de la filosofía se le conoce como futurismo. Salazar Bondy, según Zea, no hace otra cosa que destruir la filosofía latinoamericana y su historia, pues “desconoce lo que se ha hecho y lo que se hace”. En La filosofía americana como filosofía sin más, libro escrito en respuesta al de Salazar Bondy ¿Existe una filosofía en nuestra América?, Zea ensaya una colosal respuesta: Sarmiento, Bilbao, Alberdi y toda una pléyade de pensadores que al igual que reflexionaban sobre los problemas de su realidad actuaban para transformarlos, filósofos comprometidos que esgrimían por igual la pluma y la espada, ¿no tuvieron un pensamiento auténtico y original? Cuando nos preguntamos entonces por la existencia de una filosofía latinoamericana, preguntamos desde el sentimiento de una diversidad, de sabernos distintos del resto de los hombres. ¿No sería esto una monstruosidad? ¿Qué clase de seres humanos somos que no somos capaces de crear un sistema filosófico que se asemeje a uno de tantos de la historia de la filosofía? Leopoldo Zea nos descubre que nuestra filosofía empieza con el cuestionamiento de nuestra Humanidad, que empieza no con su polémica con el filósofo peruano sino en la antigua polémica entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda, en la que se cuestionó no sólo el derecho al “verbo, al logos o la palabra sino toda la esencia del hombre de esta América”. Antiguamente también Aristóteles negaba la humanidad de los no griegos, llamándolos bárbaros, balbuceadores del logos, justificando de esta forma la esclavitud y el predominio de Grecia. Para el maestro de Aristóteles, Platón, la filosofía era producto de la admiración y no del buscar parecerse o asemejarse a alguien, sino simplemente de la reflexión ante la realidad que le causaba extrañeza. Este ideal greco-occidental de ser humano es atomizado en Occidente mismo durante la II Guerra Mundial y los posteriores movimientos de liberación neocoloniales. Zea coincide con Octavio Paz en que el dolor y la soledad hermanan a todos los hombres en la posguerra, y es en esa soledad donde por primera vez en la historia somos contemporáneos de todos los hombres. Y también Salazar Bondy reconoce a priori en Zea el desvelamiento de que: nuestro empeño frustrado de ser europeos nos permite también saber que tenemos algo propio, una personalidad que puede ser fortaleza y motor ante cualquier crisis. Sigamos pues, filósofos latinoamericanos, construyendo nuestra filosofía a hombros no de gigantes, sino a hombros de titanes como Leopoldo Zea.
• PÉNDULO 21/UNO/NOVIEMBRE 2011•
Leopoldo Zea: el pensamiento americano frente a sus circunstancias
Walkiria Torres Soto
E
l pensamiento del mexicano Leopoldo Zea gira en torno a la pregunta por la posibilidad de una filosofía americana. Parece que bajo la luz europea la reflexión filosófica del latinoamericano no tiene otra opción que ser el fiel repetidor de los sistemas del pensamiento occidental. La labor del intelectual americano radica en comprender a los grandes maestros del saber, seguir sus ideas, traducir sus obras. A ello se resistió y opuso críticamente Zea, su propuesta radica en desarticular la colonización intelectual, el eurocentrismo; incentivar un pensar que se ajuste a las circunstancias y problemas americanos; emancipar a través de la reflexión la distinción entre hombres civilizados o barbaros; entre pueblos conquistadores y pueblos colonizados, entre naciones desarrolladas y subdesarrolladas. En los albores del siglo XXI la pregunta de Zea aún perturba nuestros oídos. ¿Qué significa un pensar auténtico en América latina?, ¿seguimos exportando modelos políticos y económicos que no resuelven nuestros problemas, ni explican nuestras circunstancias?, ¿somos víctimas aún de un colonialismo cultural e intelectual? Preguntarnos si existe un pensamiento auténtico en América latina y qué rasgos debe tener una filosofía periférica como la nuestra frente a la matriz cultural de occidente señala una vieja herida no subsanada. Aún recae la mirada occidente como el arquetipo de civilización al que debemos imitar. Nuestro devenir en la historia es evolucionar para alcanzar la grandeza del ser occidental. Hoy
frente a un mundo global que impone un sistema político – económico neoliberal y que propugna valores como la democracia, tolerancia y respeto a los derechos humanos; pareciera que asistimos a un nuevo universalismo y no dejamos de sospechar que nos sigue señalando el camino occidente y sus sistemas de vida.
está más allá de una determinada concepción del mundo que trata de captarlo por exclusión. Lo humano se encuentra en ese modo de ser concreto que es cada hombre en particular, o ese modo de ser concreto que hace posible que este hombre, como parte de una sociedad, dé origen a un determinado pueblo o nación.”1
El sendero para la autenticidad de Latinoamérica —que nos señala Zea— no es renunciar al legado europeo, ni renunciar a una condición humana universal. Lo auténtico es justamente enfrentar las circunstancias propias, pensar desde y para un contexto social e histórico específico. El pensar filosófico auténtico es el que responde a las necesidades, intereses y motivaciones del sujeto que lleva a cabo dicha actividad. No es, por lo tanto, la defensa a ultranza de lo autóctono, ni el rechazo de lo extranjero. Toda filosofía se hace desde un espacio histórico, por ello, la filosofía es un constante devenir de las verdades filosóficas en contra de pretensiones universalistas que buscan acotarlo a los estereotipos europeos.
¿Cuáles son los retos de una filosofía auténtica desde Latinoamérica? Podemos apuntar algunas ideas que nos proporciona el mismo Zea todo pensamiento propio es de liberación y no de dominación. Y es la apertura hacia un pensamiento con rasgos universales, pero que tiene que preservar la dinámica del devenir de la razón en múltiples configuraciones. Todo saber es situado y en eso radica su valor.
La inautenticidad del pensamiento americano ha consistido en negar el pasado y la persistencia de una mentalidad colonial. Hay que asumir nuestra historia y no evadirla. El pensamiento legítimo es el resultado del diálogo con la circunstancia, cuando el hombre occidental hace filosofía lo hace a partir de su experiencia concreta, es decir, toda humanidad funda su sentido de frente a su contexto. Cuando el pensamiento occidental habla del hombre en general no puede ser universal y a la vez excluyente. “Lo humano
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Las aporías del pensamiento intelectual europeo nos dan una gran lección, puesto que éste ha sido a lo largo del tiempo una serie de filosofía que buscan la emancipación de los seres humanos y que han necesitado para exteriorizarse de una cultura de la dominación. Lo cual me recuerda lo que señala Bartolomé de las Casas: que el cristianismo no se debía predicar con las armas, ni con la coacción o el uso de la violencia. La lección de las Casas es vigente hoy porque en la actualidad no es el cristianismo el que se impone pero si estilos de vida occidentales, valores como la tolerancia y el respeto; por lo tanto, es preferible invitar al otro a participar de estos valores, mas no imponerlos. 1
Zea, Leopoldo. El occidente y la conciencia de México. Porrúa, México, 1978. p. 62
La revolución como un despertar de conciencia Carolina Sánchez Contreras
L
El hombre no es algo hecho, es algo que va haciéndose Leopoldo Zea eopoldo Zea, filósofo mexicano preocupado por el
la guerra. La caída de este proyecto, según nuestro autor, ha dejado
pensamiento latinoamericano, nació el 30 de junio de
a Europa en crisis:
1912 y falleció el 8 de junio de 2004. Estas fechas no son mero formalismo, sino que son importantes para
La segunda guerra mundial se caracterizará por la violencia organizada,
comprender sus intereses intelectuales: Zea nace en
por las formas sutiles y bárbaras de que se sirve para acabar con el hombre, sin importarle en nada su situación individual: sus ideas, sus sueños
el seno de un México revolucionario, crece en un país
y anhelos. El hombre se convierte en un instrumento de matanza y en
con grandes sueños, hambre de reconstrucción y con grandes des-
la matanza misma. Se destruye al hombre en su cuerpo y en su alma.
encantos. Asimismo, le toca vivir los efectos de la Segunda Guerra
Dentro de este mundo todo es ya posible; no se cuenta ya con seguridad
Mundial y compartir el exilio de los refugiados españoles en México
alguna. Ya no hay valores fijos a los cuales apelar.4
-los llamados transterrados. En consecuencia, la crisis que se genera con la guerra no sólo Así, la Revolución Mexicana marcó la vida y el pensamiento de
incumbe a Europa sino que afecta igualmente ambos continentes,
Zea, pues consideraba este movimiento de suma importancia para el
afecta a Latinoamérica, pues marca un período del pensamiento la-
desarrollo del pueblo mexicano, por ello la denomina como el movi-
tinoamericano en el cual se pone de manifiesto el trance de renova-
miento que posibilita la conciencia de México: “Toda la temática y
ción por el que atraviesa, desarrollado a la par que la restauración
orientación cultural de México hacia el conocimiento de su realidad
del orden europeo. Si Europa había sido el modelo a seguir, a partir
tiene como base un hecho histórico, el conocido con el nombre de la
de este derrumbe, nos vemos obligados a dejar de lado las “muletas
Revolución Mexicana. Fue esta […] la que puso de manifiesto, ante el
europeas”5 para tratar de dar nuestros primeros pasos de manera
mexicano, una abigarrada realidad que apenas ayer se había tratado
independiente y original.
de
ocultar”.1
Este hecho histórico juega el papel de conciencia pues
permitió a México plantearse por primera vez cómo se había dado
Por primera vez, afirma Zea, Latinoamérica y Europa se encuen-
su historia y cómo se deseaba que fuera su futuro, asimismo, dio pie
tran en igualdad de circunstancias, pues ambos continentes tienen
para pensar en un nuevo proyecto nacional y en el beneficio de todos
que replantearse el rumbo a seguir, ambos tienen que auto-edificar-
los mexicanos:
se:
La Revolución se presentó como una oportunidad para poner fin a un
Frente a este mundo los pueblos de nuestra América, y México entre
estado de cosas en el que cada mexicano se sentía menoscabado. Unos
ellos, se dan cuenta de que no son tan atrasados, ni faltos de valores,
vieron en la revolución la oportunidad para desplegar sus grandes y pe-
como se había venido suponiendo. México […] ya no puede ser visto
queñas ambiciones expresadas en un afán de predominio político; otros, la oportunidad para poner fin a una situación social que había venido siendo mantenida desde la Conquista y a la cual ninguna revolución anterior había tratado de poner remedio.2
En consecuencia, fue la Revolución la que abrió los ojos a los mexicanos para ver a México tal cual era: un país desnudo y sin rumbo. Ahora, ya sin el modelo europeo que había adoptado el presidente Porfirio Díaz, el mexicano post revolucionario tenía que construir su país y construirse, era el momento de buscar su identidad.
como un país símbolo del atraso y la barbarie, porque ha luchado en la Revolución [Mexicana] por alcanzar un bienestar general. Este atraso y barbarie se hacen ahora patentes, elevados al más alto grado, en los cultos pueblos que hasta ayer se lo reprochaban. En Europa la nueva guerra [Segunda Guerra Mundial] ha dado origen a nuevas valoraciones, a nuevas filosofías. Se empieza a comprender a otros pueblos.6
Son estos dos hechos históricos, los que para Zea posibilitan la creación de un pensamiento auténtico que permiten revalorar y crear un nuevo México; así como un nuevo concepto de humanidad y más propiamente de ser mexicanos, sin la sombra ya del hombre europeo, sin imitación. Y son estos mismos hechos los que ponen en
Por otra parte, la Segunda Guerra Mundial será concebida por el autor como el evento que rompe con la tradición cultural que hasta
situación de igualdad a Europa y Latinoamérica, pues ambas necesitan replantearse y redefinir qué son y qué quieren ser.
entonces se había cultivado en Europa. “La segunda guerra mundial […] la más bárbara de las agresiones […] Agresión consentida y admi-
A propósito de estas fechas en que se recuerda este hecho tan
tida por pueblos que se habían venido presentando como los paladi-
importante de nuestra historia nacional, vale la pena abordar nueva-
nes de todas las democracias y libertades, como los guardianes de los
mente los planteamientos de Leopoldo Zea para hacer un análisis de
más altos valores de la cultura occidental”.3 Esta guerra representó
la situación del país: ¿Qué sigue vigente de los ideales revoluciona-
el fin del proyecto ilustrado que exaltaba la razón como el medio
rios? ¿Qué proyecto de nación es el que estamos construyendo? ¿Qué
para ennoblecer y perfeccionar al ser humano, y a la ciencia como el
hicimos con la libertad que su supone ganamos con la Revolución?
medio más eficaz para el progreso de la humanidad. Proyecto que se
¿Seguimos imitando a otras naciones o por fin, como anhelaba Zea,
derrumbó ante la más atroz de las acciones: la razón al servicio de
creamos nuestras propias respuestas?
1 Leopoldo Zea, Conciencia y posibilidad del mexicano, El occidente y la conciencia de México.
4 Ibid., p. 51. 5 Tzvi Medin, Leopoldo Zea: Ideología, Historia y Filosofía de América Latina, UNAM, México,
Dos ensayos sobre México y lo mexicano, Porrúa, México. 2001, p. 15. 2 Ibid., p. 17. 3 Ibid., págs. 50 y 51.
1983, p. 9. 6 Leopoldo Zea, op. cit., p. 51.
• PÉNDULO 21/TRES/NOVIEMBRE 2011•
PÉNDULO 21 recomienda la novedad filosófica:
Leopoldo Zea: transformador de la filosofía (fragmento)
Raúl Fornet-Betancourt
E
l maestro Leopoldo Zea inicia y perfila un proceso transformador de la filosofía latinoamericana en continuidad con las tradiciones liberadoras de la conciencia cultural de América Latina. Es desde el diálogo con nuestra historia de liberación y muy especialmente con los próceres de la emancipación mental del continente1 que Zea recontextualiza el programa de una filosofía de la liberación como expresión adecuada de la filosofía que hay que hacer hoy en América Latina, si realmente se quiere filosofar de manera responsable y auténtica. Y es posible que sea este arraigo en las tradiciones liberadoras latinoamericanas, esa voluntad de continuar los procesos de liberación incumplidos, lo que haga que este proyecto, a diferencia de otros que han preferido más bien el diálogo con las teorías críticas de Europa, haya sido reconocido como una plataforma de convergencia y de encuentro en la preocupación común por desarrollar en América Latina un filosofar liberador.2 Para comprender el pensamiento del maestro Zea como un transformador de la filosofía hay que relacionar su proyecto como algo que concierne a toda la humanidad. Es importante notar que a partir del lema de “a Cabe citar a título de simple ejemplo de este diálogo el volumen que editó en 1971: Los precursores del pensamiento latinoamericano contemporáneo. 1
15 Sobre la relación entre el proyecto de filosofar liberador de Leopoldo Zea y las tradiciones de liberación latinoamericanas se pueden consultar, entre otros muchos, los trabajos de Arturo Ardao, “La filosofía como compromiso de liberación”, en Cuadernos Americanos 34 (1992) 223-250; Jorge J.E. Gracia, “Zea y la liberación latinoamericana”, en UNAM (Ed.), América Latina: Historia y destino. Homenaje a Leopoldo Zea, tomo 2, ed. cit., págs. 95-105; Gregor Sauerwald, “Zea und die Philosophie der Befreiung”, en Leopoldo Zea, Signale aus dem Abseits. Eine lateinamerikanische Philosophie der Geschichte, München 1989, págs. 165-186; y Nikolaus Werz, Das neuere politische und sozialwissenschaftliche Denken in Lateinamerika, Freiburg 1991, especialmente págs. 241-246. 2
lo universal por lo profundo”,3 Zea se preocupó siempre por desarrollar la perspectiva de que el cultivo de un pensamiento propio, en este caso concreto una filosofía latinoamericana, nada tiene que ver con posiciones ideológicas provincianas o regionalistas, negadoras de la universalidad. Esta perspectiva, en la que el arraigo en la propia historia es condición de posibilidad de la apertura a la comunicación universal, es un eje transversal en toda su obra que se ve en su proyecto de filosofía de la historia y, de modo especial, en la culminación del mismo, que no es otra que la propuesta de una filosofía de la liberación desde América Latina, pero con manifiesta vocación planetaria, universal. Por eso, como conviene subrayar expresamente, esta dimensión planetaria de la filosofía de la liberación no es en el proyecto filosófico de Leopoldo Zea una simple implicación o algo que está implícito y que habría que explicitar. Es más bien la perspectiva de fondo desde la que se proyecta su planteamiento de un filosofar liberador en el mundo histórico de nuestros días. Mérito indiscutible de Zea es, por otra parte, haber perfilado en sus rasgos fundamentales esta filosofía de la liberación mundial como un filosofar planetario centrado en la preocupación de contribuir a la construcción de la “Casa Común del hombre”4 asumiendo precisamente su función conciliadora en el mundo de hoy. Tarea que significó ante todo trabajar en y por una filosofía Cf. Leopoldo Zea, Filosofar: A lo universal por lo profundo, Universidad Central, Bogotá 1989.
3
4
Ibid., p. 369.
• PÉNDULO 21/CUATRO/NOVIEMBRE 2011 •
de relaciones internacionales libres y justas entre todos los pueblos.5 Creo que lo expuesto, a pesar de sus limitaciones, permite ver con claridad el significado de Leopoldo Zea como transformador de la filosofía en América Latina y comprender también porqué, como señalábamos al comienzo, su espíritu y su obra son presencia viva y motivante en nuestra memoria filosófica. Nos enseñó a ser memoria, a tomar conciencia de nuestra memoria y a proyectarla como nuestro mejor instrumento de comunicación entre nosotros mismos y de nosotros con los otros pueblos de la humanidad. 5 Cf. Leopoldo Zea, “Filosofía de las relaciones de América Latina con el mun20 do”, en Cuadernos Americanos 41 (1993) 93-100. Ver además el estudio de María Elena Rodríguez Ozán, “La globalización de América Latina en la obra de Zea”, en Alberto Saladino y Adalberto Santana (compiladores), op. cit., pp. 193-196.
La Jornada Aguascalientes PÉNDULO 21 Publicación Quincenal Noviembre 2011. Año 3, No. 42 EDITOR Enrique Luján Salazar DISEÑO Claudia Macías Guerra COMITÉ EDITORIAL Ignacio Ruelas Olvera José de Lira Bautista Raquel Mercado Salas Ramón López Rodríguez COLABORACIONES David Pizarro Moncada Walkiria Torres Soto Carolina Sánchez Contreras Raúl Fornet-Betancourt