CRÍTICA / ATISBOS DEL AÑO FENECIENTE La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. DICIEMBRE 2018 / Año 9 No. 149
Los infortunios
de una frase doblada de sentido Pável Zavala
C
omo bien dice el dicho popular, la pluma es más poderosa que la espada, y la tinta se ha encargado de mantener vivas ideas y opiniones que han transformado nuestra realidad social. Por desgracia, la tinta también se ha encargado de mantener en el recuerdo frases que nos muestran la peor arista de la humanidad: su vulgaridad, su insensibilidad, su desdén, su egoísmo. Si a la memoria de la tinta le sumamos la inmediatez y la sorna de las redes sociales, tenemos la receta perfecta para que cualquier opinión emitida se convierta en un recorrido tortuoso y desafortunado, como correr un carro por terracería y a cuyo motor le hace falta lubricante: en cualquier momento va a tronar y nos dejará varados en medio de quién sabe dónde. Y eso es lo que ha pasado con la frase que Paco Ignacio Taibo II, futuro director del Fondo de Cultura Económica (FCE), pronunció durante una conferencia en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “Sea como sea, se las metimos doblada, camarada”, y sea como sea, la frase pone sobre la mesa más temas de los que el propio Taibo pudo imaginar en ese momento. Para empezar, trajo nuevamente a colación el hecho de que, como mexicano naturalizado y no de nacimiento, no podía ocupar el cargo del FCE; que se tuvo que subir una iniciativa para cambiar la ley, misma que ya es una realidad, para poder cumplir los designios del nuevo presidente; y que se expresó como uno no espera que se exprese un escritor e intelectual, menos en uno que está comprometido con las causas sociales. Empecemos por este último tema: ¿cómo se comporta un escritor?, ¿qué esperamos de un intelectual? Si lo que esperamos es que un intelectual se exprese con palabras rimbombantes y elegantes, y que tenga gustos refinados, entonces definitivamente Taibo no es el más indicado para ser el nuevo director del Fondo: él se describe a sí mismo como asquerosamente mexicano, es malhablado, se viste con playeras y pantalones de mezclilla, y no de manera sofisticada y elegante, como lo haría un Octavio Paz, por ejemplo. Taibo es completamente opuesto a esa imagen que se suele tener del intelectual: él es, esencialmente, incómodo, empezando por su interés por movimientos sindicalistas y obreros, y terminando con su denuncia de las elites culturales que han hecho de las artes y la cultura un privilegio, negándoselos a las masas de trabajadores no privilegiados.
Durante los años 70, Taibo fundó, junto a otros compañeros activistas, la Cooperativa de Cine Marginal, que tenía por objetivo filmar los movimientos sociales para después proyectarlos a grupos compuestos principalmente por estudiantes y obreros. Y eso incomoda, pues lo cierto es que la cultura en nuestro país ha quedado en manos de unos grupos muy cerrados, quienes la mantienen alejada de las masas, para quienes las obras de arte son algo desconocido o de difícil comprensión. Taibo es el intelectual que señala y denuncia el elitismo de los grupos encargados de la cultura y su difusión, y de cómo han excluido a los trabajadores de sus programas y sus acciones culturales; pero también es el que se expresa como el mexicano promedio, ese que es malhablado, alburero. Pero no es el primer escritor que utiliza el lenguaje corriente y cotidiano del mexicano: José Agustín lo utiliza constantemente en su obra, así como Jorge Ibargüengoitia, aunque en menor medida, lo que no demerita el valor de la obra de ninguno de los dos. El primero de ellos nos dio, en su novela Ciudades desiertas, una fuerte reflexión sobre el machismo mexicano y la independencia de la mujer, mientras que Ibargüengoitia realizó una divertida subversión del mito de la gesta independentista en la novela Los pasos de López; y ambos han sido opacados por personajes como Octavio Paz, quien se ajusta más a los estereotipos del intelectual. Toda esa denuncia, todo ese compromiso con las clases obreras, no son motivo para perdonar la expresión, que además de pecar de machista, pecó de soberbia, pues para que Taibo pudiese ocupar el cargo de director del FCE, fue necesario que se modificara la ley de entidades paraestatales para permitir que un mexicano naturalizado y no de nacimiento, ocupase la dirección del Fondo. Por una parte, la modificación permite que se deje de distinguir a mexicanos de primera y de segunda, entre los que tienen todos los derechos y los que no, sólo por haber nacido en otro país. Y si nacer en otro país es impedimento para ser mexicano, sólo recordemos las sabias palabras de la cantante costarricense Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde nos da la rechin**da gana”. Pero, por otro lado, la modificación fue hecha a manera expresa para cumplir con la voluntad de López Obrador, no porque alguien como Jean Meyer, naturalizado mexicano en 1979 hubiese presentado una solicitud para ser director del CIDE o del Colegio
• PÉNDULO21 / 1 / DICIEMBRE2018 •
de México, pidiendo el reconocimiento de sus derechos, sino porque el presidente designó a Taibo y los diputados tuvieron que acomodar la ley para cumplir su voluntad, y eso, creo yo, es algo que la Cuarta transformación se había propuesto eliminar. Por eso Taibo, su frase y su designación como director del Fondo, nos ponen en una situación tan delicada y peligrosa como conducir un carro cuyo motor puede tronar en cualquier momento por falta de lubricante.
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