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CRÍTICA / DIVERSIDAD CULTURAL La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. JUNIO 2019 / Año 10 No. 155

Una mirada romántica a nuestra vida cotidiana Gabriela Martínez Ortiz1 1

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a cercanía que tenemos en México a la cultura occidental, no sólo por la historia de conquista y colonización, sino por la proximidad actual a ésta a través de los medios de comunicación, proyecta un escenario aparente en el que la diversidad cultural es exaltada como característica extraordinaria de las sociedades pertenecientes a un mundo global tecnologizado. Sin embargo, frente al clamor actual por una polifónica cultura global, las culturas locales son relegadas y vistas como provincialismos frente a la supuesta búsqueda de una ciudadanía del mundo. Si bien, los que gozamos en mayor o menor medida de los beneficios del proyecto de modernización como el acceso a la educación formal, la tecnología o hasta oportunidades de viajar, nos hemos configurado de algún modo por el contacto con las culturas de otras latitudes, también debemos reconocer que las culturas locales entran en una constante lucha simbólica frente a las culturas dominantes que acaparan sus espacios de reproducción a través del entretenimiento y el consumo. No obstante, en este flujo de culturas nos acercamos a platillos gastronómicos, música, artes, estereotipos estéticos, costumbres, tradiciones y, por su puesto, ideas. En este flujo de culturas, hoy nos interesa retomar al romanticismo alemán dado en el siglo XVIII, que manifestó un descontento general ante la reconfiguración moderna del mundo occidental encabezada por el cientificismo y el imperio de la razón. Pero más allá del movimiento filosófico dado en cierto periodo histórico, el espíritu romántico señala la importancia de preocuparse por la cultura propia del pueblo, lo folklórico como volk: pueblo, y regresar nuestra mirada de sujetos universales hacia lo cercano, ordinario y finito. En este sentido, una mirada romántica a nuestra vida cotidiana desde una ciudad de la provincia mexicana en el actual siglo XXI, implicaría reposicionarse cultural, política y hasta académicamente a partir de la comprensión y el reconocimiento de nuestros propios procesos de configuración de los espacios comunitarios y de los modos de establecer las relaciones interpersonales, es decir, comprender nuestra cotidianidad desde su valor propio. Pensar a la cultura como algo vivo, en devenir constante y reactualizado en el día a día a través 1 Para establecer contacto con la autora: gabrielamo85@ gmail.com

de las instituciones y prácticas cotidianas como productoras de sentidos, supone que la cultura posee un carácter vital. Vivificar a las culturas locales en resonancia con un mundo diverso y global permite fortalecer los vínculos interpersonales enraizados en prácticas comunitarias y políticas que resistan las lógicas preponderantes del mercado, la globalización homogeneizante y los actuales nacionalismos ultraconservadores. Mirar románticamente a lo ordinario es una invitación a repensar nuestra historia y nuestro presente para encontrar en lo cotidiano las semillas de lo subversivo. La mirada romántica invita a no sentarse y esperar que algo pase, que la experiencia personal sobre la propia vida cambie ante un suceso extraordinario, que la vida diaria se transforme inmediatamente tras un cambio de régimen político, o que la situación económica del país o la personal se modifique con sólo echarle ganas y emprender. Romantizar es regresar la mirada a los pequeños acontecimientos cotidianos que el sentido común occidentalizado, capitalista y mediatizado subsume bajo lo exótico, la mercadotecnia de las experiencias y el espectáculo. La vuelta a lo cotidiano consiste en subrayar en la realidad de las personas de a pie, en lo ordinario de la gente común, la transformación profunda de los sentidos del mundo, de los cambios sociales y las reconfiguraciones políticas, económicas y hasta subjetivas que no siempre se muestran por medio de la celebración de la diversidad cultural habituales en los discursos de la globalización, la historia universal o los datos de las estadísticas. Romantizar en el siglo XXI sería desastroso sin el reconocimiento de la heterogeneidad de las culturas, aun de poblaciones pequeñas y no tan diversas como Aguascalientes. Su historia es una historia de migrantes que va de su fundación a partir del asentamiento en una ruta destinada al tránsito por parte de españoles, criollos, franceses y hasta poblaciones indígenas no nativas del territorio, entre otros; su siempre relación colindante y cercana con las fronteras de Jalisco y Zacatecas; y sus últimas migraciones como la dada principalmente por los capitalinos –a finales de los ochenta– y las más actuales fomentadas por las transnacionales que se vuelven constantes y muy diversas. Por esto, las culturas locales van más allá de un consenso establecido sobre su “identidad”, pues las prácticas cotidianas logran que individuos distin-

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tos logren identificarse bajo una serie de semejanzas culturales o de intereses comunes. Las prácticas cotidianas se entremezclan con nuestros intereses como la religión, los deportes, el consumo de la cultura, de alimentos o hasta los medios por los que nos transportamos dando como resultado una cotidianidad que a su vez configura nuestros modos de estar, experimentar y vivir nuestro mundo. Las reivindicaciones culturales que la globalización y el mercado enaltecen como algo propio de nuestro tiempo, se vuelven superficiales sin el reconocimiento de que la cultura responde, en parte, a los sentidos que las personas generan en relación con el espacio que habitan, las otras personas con las que conviven y las instituciones a las que responden. Además, sin considerar que esos sentidos en muchas ocasiones están determinados por intereses políticos y de mercado que no responden a relaciones horizontales, sino a relaciones desiguales y diferenciadas por la clase y el consumo. Así, la mirada romántica de lo cotidiano implica la esperanza de mirarnos a nosotros mismos más allá de las diferencias culturales. Que la celebración de la diversidad no se reduzca al intercambio de alimentos, experiencias, tradiciones, sino que configure en nuestra localidad a personas interesadas en generar cambios políticos más allá de los partidos, a generar una cultura de la libertad, de la equidad, de la tolerancia desde la convivencia diría en el tránsito matutino en bicicleta o automóvil, en el antojo nocturno de una chasca o en la experiencia estética que nos otorgan los atardeceres rosados de Aguascalientes.

CONTENIDO:

Una mirada romántica a nuestra vida cotidiana GABRIELA MARTÍNEZ ORTIZ

Prisioneros del presente: de la piñata y el deseo de destruirla JOSÉ GABRIEL MEDINA ARROYO

Abelardo Villegas o el lúcido asedio sobre la esquiva identidad mexicana ENRIQUE LUJÁN SALAZAR


Prisioneros del presente:

de la piñata y el deseo de destruirla José Gabriel Medina Arroyo El sujeto individual de la razón tiende a convertirse en un yo encogido, en el prisionero de un presente que se desvanece, que olvida el uso de las funciones individuales que otrora le permitieron mejorar su posición en la realidad e ir más allá. Estas funciones son asumidas ahora por las grandes fuerzas económicas y sociales de la era. El futuro del individuo depende cada vez menos de su propia previsión y cada vez más de las luchas nacionales o internacionales entre los colosos del poder. Horkheimer, M., Crítica de la razón instrumental.

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l presente se constituye como la suma de las necesidades, exigencias y aspiraciones que lo establecen como un aparato impecablemente omniabarcante para aquellos que lo integran, validan, articulan y que en él se despliegan y relacionan; los individuos que lo construyen se encuentran incrustados en las estructuras mismas que los atraviesan y abastecen. Ser prisionero de dicho aparato es una ineludible realidad para los individuos, sin embargo, me atrevo a sugerir que hay quienes, en mayor o menor medida, llevan arrastrando consigo las cadenas que lo contienen con mayor ímpetu; el vigor con que el presente cercena a los individuos depende, en gran medida, de la cantidad de vueltas que haya logrado dar rededor y dentro de uno. Llegando al punto en el que, como menciona Herbert Marcuse “el individuo vive su represión «libremente» como su propia vida: desea lo que se supone que debe desear; sus gratificaciones son provechosas para él y para los demás”1; aceptar el sometimiento y cautiverio por parte del statu quo llegando a inmovilizar a los individuos para no poder plantear(se) su identidad fuera de dicha prisión considero que constituye la culminación del encarcelamiento. Si se me permite, me gustaría explicar lo dicho con otras palabras, a través de una metáfora que, espero, pueda clarificar la relación entre el presente como adecuada máscara del aparato ideológico, político, económico que impera en la realidad de la civilización actual; todos en México —o la gran mayoría— se han relacionado con las piñatas a través de un ritual determinado para obtener dulces de ella —la formula básicamente es la misma: uno espera a ser seleccionado (a través de una fila o del azaroso designio del adulto escrutador de potenciales destructores de piñatas), le es entregado el objeto con el que se intentará destruir la piñata y saquear su contenido, es vendado para entorpecer su misión, posteriormente se le da un número determinado de vueltas sobre sí mismo para dificultar su hazaña y, finalmente, se arroja a las fauces de lo desconocido con la esperanza de proporcionarle a la piñata el golpe que la destruya mientras los presentes lo guían o confunden (dependiendo de sus intereses en que la piñata sea destruida) todo al canto del “dale, dale, no pierdas 1 Marcuse, H. (2001) Eros y civilización. Barcelona, Ariel, p.55.

el tino”—. Entiendo, con ayuda de esta analogía, que el escenario descrito es el del presente, el individuo espera la oportunidad de poder probar su suerte en la realidad a través de las herramientas entregadas por el sistema, busca satisfacer sus intereses sin percatarse que, realmente, está satisfaciendo las necesidades mismas del sistema. Se espera, ingenuamente, que el sistema provea los instrumentos para destruirlo o, por lo menos, intentarlo… Mientras tanto, se vive una fiesta para todos. Unos que desean ver destruida la piñata —y que, además, tienen la intuición de la aparición de una nueva piñata que golpear tras dicho exterminio—, otros que anhelan ser ellos mismos quienes lleven a cabo la acción y aquellos que se empeñan en que la piñata permanezca el mayor tiempo posible en el aire. Todos y cada uno de ellos contemplan que el sistema imperante satisface cada una de las exigencias e intereses de los integrantes mientras que, en realidad, se encuentran controlados por la dinámica misma, se encuentran dominados por esta y se encuentran ampliamente satisfechos de eso. Responden a las reglas que entrega el presente sin cuestionar la necesidad de cada una de las partes mismas del ritual, se entregan a la diversión que aísla y detiene el proceso mental, tal como asegura Marcuse: “La mayor parte de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo a los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esta categoría de falsas necesidades”2 A través del control del ocio y de la capacidad de diversión, de los deseos y los placeres, de la piñata y los dulces, es que el presente se vuelve eterno, estas nociones constituyen la fuente de la eterna juventud del sistema. Ya lo advertía Max Horkheimer en el momento que aseguraba que “cuando toda la esperanza de felicidad que puede ofrecer la razón consiste en la protección de lo existente tal como es, aumentando incluso su presión, el impulso mimético jamás quedará realmente superado”3. Es decir que, mientras que los dulces que se encuentran dentro de la piñata sean vistos como el mayor objeto de placer, no dejará de haber desenfrenados destructores de piñatas4. Sin cuestionar la procedencia de la venda para poder, posteriormente, golpear la piñata. Theodore Adorno y Horkheimer ya anunciaban que “las masas tienen lo que desean y se aferran obstinadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza”5; la ansiedad se apodera de los devastadores de piñata en potencia al momento que les es colocada la venda como al perro de Pavlov al sonar de la campana. Hace falta señalar, además, que jugar un poco la venda acomodándola para permitirse algo de visión, realizar alianzas con otros infantes estableciendo códigos secretos 2 Marcuse, H. (2010) El hombre unidimensional. Barcelona, Ariel, p. 44. 3 Horkheimer, M. (2010) Crítica de la razón instrumental. Madrid, Trotta, p. 133. 4 “Los placeres a que concede promueven la cohesión social y la satisfacción.” Marcuse, H. (2010) El hombre…, op. cit., p. 102. 5 Adorno, T. & Horkheimer, M. (2009) “La industria cultural” en Dialéctica de la Ilustración. Madrid, Trotta, p. 78.

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—o cualquier otra artimaña que haya surgido desde que dejé de ser un entusiasta exterminador de piñatas— no constituyen un fenómeno de insumisión, sino todo lo contrario. Estoy de acuerdo con Marcuse6 —quien no se refería a las piñatas— respecto a que estas protestas manifiestan un conformismo con las necesidades, exigencias y reglas del sistema mismo, no se aproxima al cuestionamiento real de las mismas y, además, refuerza la ilusión de un margen de libertad dentro de la opresión del presente. No será hasta que surjan necesidades y satisfacciones distintas que se podrá pensar en dejar de esperar servilmente en la aparición de una piñata después de la que se encuentra actualmente. Esta servidumbre voluntaria y culto a los dulces —y la piñata misma— se encuentra diseminada por los medios de comunicación, quienes se encargan de moldear la opinión pública respecto a la deseabilidad de la destrucción de la piñata y el placer que se obtendrá de los dulces en su interior. Limitando la expresividad de dichas expresiones humanas al sesgado y desabrido abanico de posibilidades del mercado es que se entiende el reclamo de Adorno y Horkheimer respecto a que “la industria cultural […] echa a perder el placer al quedar ligada, por su celo comercial, a los clichés de la cultura que se liquida a sí misma”7. Si el deseo y el placer se encuentran sometidos a los criterios comerciales de la cultura —es decir, del presente— y se mantiene a las masas distraídas del sometimiento mismo en el que se encuentran, el sistema, inevitablemente, continuará reproduciéndose —la banda transportadora no interrumpirá el flujo de productos culturales— mientras los individuos sigan creyendo que afirman sus propios deseos al replicar los que el sistema ha puesto en él. Cito a Horkheimer: En la consciencia de los consumidores con la ayuda de paneles de propaganda iluminados por mil bombillas eléctricas, de la radio y de páginas enteras de periódicos y revistas, como si se tratara de una revelación llamada a cambiar el curso de la historia y no de una magnitud ilusoria que no presenta diferencia alguna efectiva8.

El presente, a través de la propaganda, se ilumina como el único medio de posibilidad de realización de las aspiraciones de los individuos; la mentira es alumbrada y repetida mil veces haciendo que Goebbels tenga razón. El estado actual de las cosas es relevado como la realización máxima de la humanidad a su vez que las formas de diversión y goce son, en consecuencia, la última aspiración que el ser humano pueda desear y gozar. Se oculta hábilmente lo señalado por Marcuse cuando indica que “el irresistible rendimiento de la industria de las diversiones y de la información, llevan consigo hábitos y actitudes prescritas”9. Son precisamente esos hábitos y actitudes las que se replican ad infinitum en la vida cotidiana de los individuos al ser acechados por el presente como el único medio de realización puesto que el mundo debe ser glorificado tal como es10 y el espectador debe permanecer mentalmente inmóvil ante el espectáculo que presencia en los diferentes medios. 6 Marcuse, H. (2001) Eros…, op. cit., pp.10-11. 7 Adorno, T. & Horkheimer, M. (2009) “La industria cultural” en Dialéctica…, op. cit., p. 187. 8 Horkheimer, M. (2010) Crítica de…, op. cit., p. 121. 9 Marcuse, H. (2010) El hombre…, op. cit., p. 50. 10 “Todos los ingeniosos aparatos de la industria del ocio reproducen una y otra vez de nuevo escenas banales de la vida cotidiana […] La moderna cultura de masas glorifica el mundo tal como es” Horkheimer, M. (2010) Crítica de…, op. cit., p. 153.


El deseo, en lugar de constituir una fuerza que lucha contra la instrumentalización de sí y del tiempo libre, termina cediendo ante el mercado que ha comprendido que es inevitable que los individuos deseen, por lo tanto, se construye alrededor de su deseo una jaula acolchonada que restringa su movilidad y volatilidad fuera de las rejas para, de esta forma, volver útil al sistema el deseo del individuo. Reduciendo su potencialidad y hambre de construcción ética y política que es alimentada con un goce pasivo que se satisface con el presente. Una vez impuesta la reproducción de esta racionalidad la escapatoria forma parte del mismo funcionamiento que se engendra a sí mismo. Las subversiones o expresiones insumisas, por ejemplo, la sexualidad, terminan siendo absorbidas por la cultura, digeridas y regurgitadas a través de programas televisivos que reiteran el presente como la única posibilidad de redención.

Abelardo Villegas o el lúcido asedio sobre la esquiva identidad mexicana1 In memoriam2

Enrique Luján Salazar

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onocí a Abelardo Villegas en 1982 cuando tomaba la clase de Antropología filosófica en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Su gran saber, su curiosidad intelectual aunados a una gran bonhomía hacían de nuestro curso un grato encuentro en el cual el pensamiento discurría dúctil y ágil sobre las teorías más áridas y controversiales en torno a la condición humana y su contexto social. Quisiera honrar su memoria como un gran defensor de la diversidad cultural, de la inclusión social y de la libertad de ideas mediante algunas reflexiones sobre su libro El pensamiento mexicano en el siglo XX como un recuerdo cariñoso al maestro que infundió en muchas generaciones un gusto peculiar por la investigación filosófica y que nos mostró que el compromiso social, la lucidez intelectual y el fino humor pueden cohabitar aun en las más abstractas discusiones filosóficas. En el amplio marco de las discusiones sobre la identidad mexicana y latinoamericana, nuestro autor abordó una diversidad de materiales e ideas a partir del tema central de México. El conocimiento de nuestro país es uno de los objetivos primordiales y condiciones sine qua non para lograr una búsqueda más acertada de soluciones que den respuesta a nuestra ingente problemática actual, y así poder elaborar modelos que nos permitan construir un futuro más promisorio para nuestra nación. El filósofo comienza tratando las relaciones entre el Cientificismo, que surgió a finales del siglo XIX, y la Revolución Mexicana, que desató la inconformidad contra el gobierno de Porfirio Díaz. Sostiene que las raíces ideológicas del movimiento armado surgen de la fetichización del positivismo utilizado por el porfiriato. La negación de las libertades políticas, la sujeción social, la hipoteca de los bienes nacionales en manos de los capitales 1 Cfr. Villegas, Abelardo, El pensamiento mexicano en el siglo XX, Fondo de Cultura Económica (Sección: Política y Derecho), México, 1993. 251 pp. 2 Reescribo este texto como homenaje a mi querido maestro, fallecido en Helsinki, Finlandia.

extranjeros y la interpretación de una cierta moral derivada del positivismo fueron las fuentes de inconformidad que fueron gestando los grupos de oposición que encabezaron la Revolución. La pugna comenzó entre ‘positivistas’ y ‘espiritualistas’. El conocimiento científico al ser considerado como la verdad definitiva y la ‘mejor clase’ de conocimiento se convirtió en un nuevo mito que sirvió para justificar la tiranía porfirista bajo el lema de ‘orden y progreso’. Aunado a estas inconformidades, se formaron grupos intelectuales disidentes socialistas que cuestionaron al liberalismo que se imponía en todos los ámbitos sociales. El verdadero rompimiento intelectual con esta posición positivo-científica lo constituyó el movimiento del Ateneo de la Juventud. Un conjunto de pensadores y artistas se opusieron a la ideología dominante del porfiriato. Antonio Caso, Pedro Henríquez, José Vasconcelos, Carlos González Peña, Alfonso Reyes, Diego Rivera y Martín Luis Guzmán, entre otros; formaban el núcleo que pretendía abrir la mentalidad mexicana hacia nuevos horizontes. Denuncian el contubernio porfirismo-positivismo, la cerrazón de los pensadores positivistas a considerar otros saberes que no fueran los científicos y la necesidad de impulsar y renovar la cultura y la educación mexicanas. Continúa el doctor Abelardo presentando con sencillez, pero sin perder profundidad, los problemas nacionales que se presentaron en la década de los años veinte del siglo pasado: el conflicto entre la Iglesia y el Estado mexicano que da lugar a la ideología y a la guerra cristera; el movimiento fallido del vasconcelismo para encumbrar al Ulises mexicano a la presidencia; el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario, impulsado por la visión sagaz de Plutarco Elías Calles, así como del Partido Acción Nacional, fundado por Manuel Gómez Morín, y el movimiento cultural impulsado por el Segundo Ateneo conformado por los Siete Sabios, entre los que sobresalen: Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro, Lombardo Toledano y Alfonso Caso. Vemos

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aquí la conformación de un nuevo rostro nacional, el nacimiento de un México con instituciones, el origen de los sindicatos obreros y campesinos y el surgimiento del México presidencialista y unipartidista que pone fin a los gobiernos militares postrevolucionarios. La ventana que el pensador mexicano nos abre al pasado continúa y da cuenta del surgimiento del grupo de los Contemporáneos y su afán universalista, la necesidad de ir más allá de la circunstancia nacional y de abrir a México al mundo contemporáneo; luego indaga cómo la influencia socialista continúa permeando la vida nacional, en la que tiene un lugar destacado la polémica Caso-Lombardo, la educación socialista y la pintura con influencia marxista. Un hito importante del texto lo encontramos en el capítulo que aborda el cardenismo. De nuevo, como maestro del matiz, nuestro filósofo no se inclina por una visión maniquea de este periodo; ni acepta la etiqueta marxista que Luis Cabrera le endilga al gobierno de Cárdenas, ni tampoco acepta la interpretación reformista que de esta época nos da Tzvi Medin. El gobierno de Cárdenas fue muy significativo para el país en diferentes aspectos; en tanto que rompe con el Maximato que había instaurado Calles y recupera los ideales populares de la Revolución Mexicana, no sin modificar e incorporar las ideas de vanguardia para los nuevos problemas que enfrentaba México. Cárdenas inicia una revolución agrícola y obrera, promueve la lucha social dentro de la ley que permitía a obreros y campesinos una mejor situación social y económica; defiende la supremacía del Estado por la responsabilidad social que tiene como árbitro y repartidor de la riqueza, “sólo el Estado tiene un interés general y por tanto una visión de conjunto.” La actuación de Cárdenas no es socialista sino nacionalista, concluye, en este capítulo, nuestro autor. Las dimensiones internacionales de la solidaridad mexicana se vieron fortalecidas cuando nuestro país aceptó a miles de españoles que salían de


su tierra para escapar de la dictadura franquista y preservar sus valores libertarios. Este acontecimiento histórico marcó una nueva era de relaciones con los peninsulares; comienza la época de relaciones de igualdad con España y para México inicia un encuentro con el pensamiento contemporáneo a través de los intelectuales que transmitieron y alentaron la reflexión sobre nuestra propia circunstancia. Entre los pensadores más destacados estuvieron José Gaos, Joaquín Xirau, Wenceslao Roces, Eugenio Ímaz, José María Gallegos, Eduardo Nicol y Adolfo Sánchez Vázquez, entre otros. Con ellos cambiaría la perspectiva del pensamiento y de la educación superior en México mediante el impulso de la docencia, la investigación, la creación y la difusión de las ciencias, la cultura y el arte; así como la necesidad de elaborar un pensamiento que diera cuenta de la circunstancia mexicana y de la historia del pensamiento producido en nuestro país. La filosofía ya no será sólo considerada como una cosmovisión subyacente a todo el actuar humano sino que además se convertirá en instrumento para encontrar nuestro mundo y nuestra vida desde una posición histórica determinada. Surge así un movimiento que no solamente buscó la identidad del mexicano, sino que interpretó nuestra realidad con categorías propias, por ejemplo los términos de ‘corazón’, ‘rostro’, ‘flor y canto’ utilizados en La Filosofía náhuatl de León Portilla. Surge el grupo Hyperión que trata de dar cuenta de esta identidad. Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Jorge Portilla, Ricardo Guerra y Luis Villoro llegan a conclusiones poco alentadores para definir cuáles son esas características que históricamente ha manifestado la identidad mexicana: no somos más que lo accidental, de aquí la improvisación, el relajo y la exaltación y burla de la muerte. Octavio Paz por su cuenta nos señala en El laberinto de la soledad que lo peculiar del mexicano es la conciencia de ser distintos y ésta nos lleva a la soledad, no hemos encontrado la ‘forma’ que nos exprese cabalmente y nos hemos ocultado tras diferentes máscaras en una charada sin fin. Esta búsqueda de la identidad se extendió al pensamiento latinoamericano y Zea encontró que si bien coincidíamos en valores con la cultura occidental, nuestros intereses eran diferentes. El reto para todos estos pensadores y para cualquier mexicano y latinoamericano es confrontar nuestra tradición ambigua y mestiza, cercenada y discontinua y de esta manera poder ser creativos para construir un proyecto propio que integre el pasado con los retos del presente. En este apartado hay una observación que nos indica la posición afirmativa y libertaria de nuestro autor al indicar que no somos malas copias de diferentes proyectos de nación, sino que enfrentados a ciertas circunstancias

La Jornada Aguascalientes PÉNDULO 21 Publicación mensual Junio 2019 Año 10, No. 155

históricas hemos ido seleccionando y optando por aquellos aspectos teóricos o prácticos que nos han permitido ir resolviendo los problemas que se nos han presentado. De esta manera, debemos asumir creativamente nuestras múltiples dependencias, económicas, políticas, culturales, así como nuestros anhelos de libertad. En esa oscilación histórica fructificará un pensamiento que pueda dar cuenta de quiénes somos y a dónde vamos para no caer en las bajo el yugo de los designios de los ‘nuevos tiranos’. En los siguientes capítulos el doctor Villegas analiza cómo vimos retroceder los ideales revolucionarios, cómo la presión internacional se hizo más fuerte y estaba atenta a lo que pasaría en México después del gobierno de Cárdenas y, a su vez, cómo la derecha se fue consolidando a través del sinarquismo y el crecimiento del Partido Acción Nacional. Las izquierdas fueron esclerotizándose y llegaron a convertirse en cenáculos culturales que impedían un pensamiento libre adaptado a nuestras circunstancias históricas. En este sentido son memorables las críticas que hizo José Revueltas al Partido Comunista Mexicano. Luego el maestro mexicano se ocupa de dar cuenta del Movimiento Estudiantil de 1968. Su reflexión busca más allá de los acontecimientos sangrientos el significado que nos permita valorar esa revolución universitaria. Coincide con diversos intérpretes del movimiento, pero va más allá. Considera que “la ideología del movimiento estudiantil fue plural, fragmentaria, desarticulada, y a veces nada más estuvo implícita.” El propósito se podría resumir en la tesis que los institutos de educación superior se deberían transformar en barricadas o baluartes desde los cuales se provocara la revolución social. El estudiantado universitario debería convertirse en la vanguardia política del país. Esto conllevaba enfrentar varios problemas: el gobierno atacaba al estudiantado de extranjerizante y sedicioso, los obreros no entendían el discurso marxista-trostkista-maoísta-estudiantil, algunos profesores rechazaron el movimiento, algunos intelectuales como Octavio Paz renunciaron a sus cargos públicos y reconocieron la habilidad política de los estudiantes, pero su plataforma intelectual la consideraron hueca y rígida, por otra parte los estudiantes universitarios y politécnicos tenían una visión diferente de lo que podían alcanzar con su movilización: unos, la transformación del país; otros, las demandas contempladas en el pliego petitorio y quizá algo más. El movimiento fue detenido abruptamente. Entre las causas no militares que no permitieron que éste se expandiera podemos considerar: la falta de apoyo masivo de los obreros y del pueblo en general. Si bien el reparto de la riqueza no se había dado en la medida de lo esperado, si se había ido

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EDITOR Enrique Luján Salazar DISEÑO Genaro Ruiz Flores González

COMITÉ EDITORIAL Ignacio Ruelas Olvera Cynthia Ramírez Félix Walkiria Torres Soto

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consolidando una clase media y los trabajadores y campesinos no se encontraban en la misma situación desesperada que a fines del porfiriato. Otra causa que impidió que el movimiento fuera más amplio es que se trataba de un movimiento político y por tanto era parcial en sus demandas y sólo denunciaba el autoritarismo del gobierno y la necesidad de mejorar la educación pero no atendía a otros problemas sociales. A Luis Echeverría le tocó enfrentar las secuelas del conflicto. Tuvo la habilidad de congraciarse con los líderes estudiantiles y con los grupos intelectuales dándoles puestos en la burocracia política, permitió la liberación de los presos políticos y posibilitó la creación de instituciones educativas vanguardistas como los Colegios de Ciencias y Humanidades y la Universidad Autónoma Metropolitana. Sin embargo, la disidencia o la crítica política no estaban permitidas. Ante estas nuevas circunstancias se formaron grupos guerrilleros que perseguían diferentes objetivos. La apertura política sólo se dio por los cauces institucionales. Los presidentes José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari impulsaron reformas que permitieron a diferentes partidos políticos acceder a las Cámaras legislativas y que ahora podemos vivir en una democracia pluripartidista, pero aquejada de los mismos vicios del pasado y con una gran abstención de la participación ciudadana3. Queda aquí un esbozo de los temas que más llamaron mi atención, que me emocionaron o que pueden recordarnos los problemas pendientes y la necesidad de enfrentarlos con la amplitud desde la mirada teórica, la honestidad del compromiso social y la urgencia de su gravedad. Nos encontramos frente a una obra lúcida, intuitiva e imprescindible para todo estudioso de las ciencias sociales, del arte, de la religión y de la filosofía en nuestro país. Por otra parte, al destacar los vínculos que existen entre lo universal y lo mexicano y emprender un repaso de las corrientes ideológicas que han predominado, coexistido y pugnado entre sí, nuestro maestro sigue enseñándonos las vías para comprender una etapa decisiva en el desarrollo social, político y cultural de México. Saber quiénes somos, qué queremos y a dónde vamos se constituyen en los interrogantes básicos para poder construir proyectos de una nación más libre, más justa, más incluyente y menos pobre. Ahora nosotros tenemos la palabra y la responsabilidad de seguir colaborando con esta insigne y proteica labor: “todo está en su punto y el de ser mexicanos, en el primero”. 3 Como la vivida en las últimas elecciones en seis estados de la república, incluido Aguascalientes.


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