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CRÍTICA / DIVERSIDAD CULTURAL La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. JUNIO 2019 / Año 10 No. 155

Una mirada romántica a nuestra vida cotidiana Gabriela Martínez Ortiz1 1

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a cercanía que tenemos en México a la cultura occidental, no sólo por la historia de conquista y colonización, sino por la proximidad actual a ésta a través de los medios de comunicación, proyecta un escenario aparente en el que la diversidad cultural es exaltada como característica extraordinaria de las sociedades pertenecientes a un mundo global tecnologizado. Sin embargo, frente al clamor actual por una polifónica cultura global, las culturas locales son relegadas y vistas como provincialismos frente a la supuesta búsqueda de una ciudadanía del mundo. Si bien, los que gozamos en mayor o menor medida de los beneficios del proyecto de modernización como el acceso a la educación formal, la tecnología o hasta oportunidades de viajar, nos hemos configurado de algún modo por el contacto con las culturas de otras latitudes, también debemos reconocer que las culturas locales entran en una constante lucha simbólica frente a las culturas dominantes que acaparan sus espacios de reproducción a través del entretenimiento y el consumo. No obstante, en este flujo de culturas nos acercamos a platillos gastronómicos, música, artes, estereotipos estéticos, costumbres, tradiciones y, por su puesto, ideas. En este flujo de culturas, hoy nos interesa retomar al romanticismo alemán dado en el siglo XVIII, que manifestó un descontento general ante la reconfiguración moderna del mundo occidental encabezada por el cientificismo y el imperio de la razón. Pero más allá del movimiento filosófico dado en cierto periodo histórico, el espíritu romántico señala la importancia de preocuparse por la cultura propia del pueblo, lo folklórico como volk: pueblo, y regresar nuestra mirada de sujetos universales hacia lo cercano, ordinario y finito. En este sentido, una mirada romántica a nuestra vida cotidiana desde una ciudad de la provincia mexicana en el actual siglo XXI, implicaría reposicionarse cultural, política y hasta académicamente a partir de la comprensión y el reconocimiento de nuestros propios procesos de configuración de los espacios comunitarios y de los modos de establecer las relaciones interpersonales, es decir, comprender nuestra cotidianidad desde su valor propio. Pensar a la cultura como algo vivo, en devenir constante y reactualizado en el día a día a través 1 Para establecer contacto con la autora: gabrielamo85@ gmail.com

de las instituciones y prácticas cotidianas como productoras de sentidos, supone que la cultura posee un carácter vital. Vivificar a las culturas locales en resonancia con un mundo diverso y global permite fortalecer los vínculos interpersonales enraizados en prácticas comunitarias y políticas que resistan las lógicas preponderantes del mercado, la globalización homogeneizante y los actuales nacionalismos ultraconservadores. Mirar románticamente a lo ordinario es una invitación a repensar nuestra historia y nuestro presente para encontrar en lo cotidiano las semillas de lo subversivo. La mirada romántica invita a no sentarse y esperar que algo pase, que la experiencia personal sobre la propia vida cambie ante un suceso extraordinario, que la vida diaria se transforme inmediatamente tras un cambio de régimen político, o que la situación económica del país o la personal se modifique con sólo echarle ganas y emprender. Romantizar es regresar la mirada a los pequeños acontecimientos cotidianos que el sentido común occidentalizado, capitalista y mediatizado subsume bajo lo exótico, la mercadotecnia de las experiencias y el espectáculo. La vuelta a lo cotidiano consiste en subrayar en la realidad de las personas de a pie, en lo ordinario de la gente común, la transformación profunda de los sentidos del mundo, de los cambios sociales y las reconfiguraciones políticas, económicas y hasta subjetivas que no siempre se muestran por medio de la celebración de la diversidad cultural habituales en los discursos de la globalización, la historia universal o los datos de las estadísticas. Romantizar en el siglo XXI sería desastroso sin el reconocimiento de la heterogeneidad de las culturas, aun de poblaciones pequeñas y no tan diversas como Aguascalientes. Su historia es una historia de migrantes que va de su fundación a partir del asentamiento en una ruta destinada al tránsito por parte de españoles, criollos, franceses y hasta poblaciones indígenas no nativas del territorio, entre otros; su siempre relación colindante y cercana con las fronteras de Jalisco y Zacatecas; y sus últimas migraciones como la dada principalmente por los capitalinos –a finales de los ochenta– y las más actuales fomentadas por las transnacionales que se vuelven constantes y muy diversas. Por esto, las culturas locales van más allá de un consenso establecido sobre su “identidad”, pues las prácticas cotidianas logran que individuos distin-

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tos logren identificarse bajo una serie de semejanzas culturales o de intereses comunes. Las prácticas cotidianas se entremezclan con nuestros intereses como la religión, los deportes, el consumo de la cultura, de alimentos o hasta los medios por los que nos transportamos dando como resultado una cotidianidad que a su vez configura nuestros modos de estar, experimentar y vivir nuestro mundo. Las reivindicaciones culturales que la globalización y el mercado enaltecen como algo propio de nuestro tiempo, se vuelven superficiales sin el reconocimiento de que la cultura responde, en parte, a los sentidos que las personas generan en relación con el espacio que habitan, las otras personas con las que conviven y las instituciones a las que responden. Además, sin considerar que esos sentidos en muchas ocasiones están determinados por intereses políticos y de mercado que no responden a relaciones horizontales, sino a relaciones desiguales y diferenciadas por la clase y el consumo. Así, la mirada romántica de lo cotidiano implica la esperanza de mirarnos a nosotros mismos más allá de las diferencias culturales. Que la celebración de la diversidad no se reduzca al intercambio de alimentos, experiencias, tradiciones, sino que configure en nuestra localidad a personas interesadas en generar cambios políticos más allá de los partidos, a generar una cultura de la libertad, de la equidad, de la tolerancia desde la convivencia diría en el tránsito matutino en bicicleta o automóvil, en el antojo nocturno de una chasca o en la experiencia estética que nos otorgan los atardeceres rosados de Aguascalientes.

CONTENIDO:

Una mirada romántica a nuestra vida cotidiana GABRIELA MARTÍNEZ ORTIZ

Prisioneros del presente: de la piñata y el deseo de destruirla JOSÉ GABRIEL MEDINA ARROYO

Abelardo Villegas o el lúcido asedio sobre la esquiva identidad mexicana ENRIQUE LUJÁN SALAZAR


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