Número 337 Junio 2, 2013
José Luis Victoria | Abdiel Oñate
Arnoldo Martínez | Hernán gómez
Estampas rarámuris | Víctor Orozco
Tu nombre en el silencio |Rolando Cordera
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Rolando Cordera Campos
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in hacer caso a los sabios y racionales consejos de su preceptor, un tal Ricardo Rubio, Ernesto Cardona regresa a Berlín en los años noventa pero no se detiene ante las ruinas del Muro, como se lo aconsejara Rubio, sino ante las de su propio pasado. Y ahíempezará este cuento largo, este juego arriesgado con la memoria y la ficción, a la que José María Pérez Gay nos había ya acostumbrado; un relato a mil voces y una, acosado por la melancolía más que por la nostalgia, que ocurre en un Berlín hoy increíble, donde se resumía la demencia de la ‘’alta” guerra fría allá por mediados de los años sesenta, cuando el mundo empezaba también a dejar de ser lo que era y se quería que fuera. Son los años de la desolación criminal de los bombardeos sobre Vietnam; de la muerte del Che Guevara y de pedir el odio para conseguir lo imposible; de la denuncia de la tolerancia represiva y de la búsqueda, nada menos que en la filosofía alemana, de las claves para un contra sistema que diera paso a nuevas empatías entre Eros y civilización. En Berlín no había espacio sino para la desmesura filosófica y la sed ávida de redención política total. Son los roaring sixties, del rock y los Beatles, del grito guerrero del Tercer Mundo, de la heroica resistencia del pueblo vietnamita y aun del Mao que quería revolverlo todo. Son los tiempos de la nouvelle vague y el cine de autor, pero también los momentos interminables vividos y sufridos por “una pequeña minorí a”, como rezaba su slogan más estruendoso, en esa extraña e inolvidable dimensión geográfica y del alma, congelada y acotada por la disputa de los mundos reales y virtuales de entonces, que fue el Berlín oc-
CORREO del SUR
José María Pérez Gay, escritor, hombre integro Como un homenaje al escritor José María Peréz Gay, fallecido en la ciudad de México el 26 de mayo, publicamos el ensayo escrito por Rolando Cordera para la presentación de la novela Tu nombre es el silencio, una obra singular, a la vez reflexiva y testimonial, capaz de rescatar de la memoria las historias olvidadas que forjan nuestro presente. Agradecemos a Rolando Cordera la autorización para reproducir su texto.
Tu nombre en el silencio cidental. Ahí, en unos cuantos kilómetros cuadrados, los cerebros y la imaginación más desenfrenados se dieron cita para repudiar al capitalismo en su escaparate más opresivo, entre otras cosas porque no podía sino reflejar la opresión escandalosa y brutal que sobre aquella ciudad amurallada desde fuera ejercían los otros poderes, que se querían alternativos y libertadores pero que terminaron en un desastre humano, ecológico, mental, en 1989. A la cita con esos fantasmas acudía
Cardona más de diez años después, y lo primero que encontró fue a Paul Celan en los recuerdos incómodos, obsesivos, de su amigo René Sparr. El destino decide la cita en el campus de la Universidad Libre de Berlín, donde a mediados de los años sesenta se encontraron, cada cual con su desconsuelo, un brasileño aturdido por la dureza de la familia y la dictadura ya instalada, un colombiano acongojado por el desplome moral y político del padre ávido, un mexicano que tenía que dejar su
lugar apenas vislumbrado en los juzgados y los bufetes de abogados, porque quería sacudirse el lastre del retraso y evitar que la provincia, y su padre, es decir su país, lo envenenasen. Cardona, de México, Nuño Abranchez de Brasil pasando por Montevideo, Alonso Vélez, huyendo del pantano y la vergüenza de la cercanía paterna con Rojas Pinilla. Eran, fueron con militancia periférica en la hoy orgullosa capital de ‘’mittel Europa”, ‘’los ciudadanos adolescentes del mundo
CORREO del SUR que reuní an dos realidades indispensables: la metrópoli y la provincia” (p. 92). ‘’Creíamos, se dice Cardona casi 25 años después, que el mundo era nuevo, porque nosotros éramos nuevos en el mundo. Todo parecía comenzar...” (p.22). Fantasmas y brujas, ensalmos y exorcismos, angustia, que cruzan los años para formar un recuerdo doloroso pero insustituible: todo acude a la conjura berlinesa de las memorias de Chema, así lo soportables mediante el recuento largo, pausado, de ida y vuelta hasta con regocijo, de sus amores y dolores, que fueron también los amores y los dolores, la tristeza imborrable de los demás que forman el coro de su historia. El amor de Erika Paveling y sus ausencias recurrentes e inexorables, Ida, su madre, asediada por monstruos y espantos de inmenso dolor, mensajeros del amor perdido bajo la sevicia nazi (entra León Halávy y su epitafio: ‘’Cómo has podido dejar tu nombre en el silencio’’). El desertor Harlan Deeter, estadunidense que resume con vigor las morales ambiguas, arteras podría decirse, de aquella guerra helada que no dejaba de quemar y calcinar los usos de la razón que cada bando presumía poseer en exclusiva. (‘’Old soldiers never die, le escribía Herlan a Karin, su amante compañera de pipa: they just fade away”). Desde luego, siempre, Rudi Dutschke (de cuya muerte, dice Vélez ya en Nicaragua sandinista, no nos hemos aliviado. ‘’Cómo sabes que no me he aliviado? -preguntó Cardona. -Se te ve -dijo Alonso-, se te ve); el grupo de Acción subversiva, el Viva María, al final la Federación de Estudiantes Alemanes Socialistas y sus encuentros con el gran Marcuse que caí a postrado ante la furia estudiantil que lo quería todo y al momento. Por lo comederos del pueblo de estudiantes pasó todo, la teoría crítica y las pretensiones del propio Rudi de llevar la teoría aprendida al fervor de una práctica total contra un sistema que se entendía también como total o, se diría ahora, global: el imperialismo. Furia contra la agresión básica y mortí fera en el sudeste de Asia, furia igual contra la alienación que se asociaba a la sociedad americanizada de consumo feroz y sin límites, furia contra unos profesores adocenados y educados en la reeducación que impuso la derrota. Años fulgurantes, sin duda, pero también asediados por la sospecha, que en Cardona es certeza débil, de que se vive más que nada una jugarreta cruel de una historia apenas intuida, nunca bien entendida ni juzgada. Tu nombre en el silencio no es una novela política, ni la remembranza de un revolucionario contaminado por aquella auténtica feria de ilusiones y esperanzas atropelladas. Es una novela de amor y dolor, sin duda, pero que no puede dejar de ser, a la vez, el registro atormentado de una generación que lo quiso todo sin caer en cuenta que el mundo no era nuevo ni bueno. Las tristes sagas de Vélez (quien va de la ley de la dialéctica a la ley del corazón) y Abranchez, la absurda muerte del segundo a manos de la represión de la dictadura brasileña, el subsecuente penar de su amante prima Laudelina María Carneiro, la desolada marcha del colombiano por las revoluciones tardías y agotadas de los años ochenta, la desaparición de un Rudi condenado de antemano por una artera y demente agresión inducida por Springer y su histeria anticomunista, la locura posterior, que hoy parece destino fatal, de algunos de sus más aguerridos camaradas (la baader-Meinhoff), el pase a retiro atropellado de aquella bipolaridad tan corrosiva como cargada de espejismos
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son, en todo caso, el escenario apretado, tanto como lo era geográficamente Berlín en aquel tiempo, de un relato agridulce y trágico, pero a la vez rico en vida y ambición de vivirla, como lo fue asimismo aquel Berlín, de Savigny Platz al barrio de Kreutzberg, el de los alternativos y ahora de los inmigrantes turcos, y, por qué no, también en el Kdam y sus aparadores ridí
char tras las imágenes de Rosa Luxemburgo y Liebnecht, del Che y de Ho Chi Minh. Éramos, sin duda, ‘’una pequeña minoría”, que poco después asombró a Londres con su enjundia y en mayo puso a Francia de cabeza. Sus ecos los vivimos muchos aquí, como fiesta un rato, como sangrienta aberración del poder por mucho tiempo más. Esta es, apresurada y un tanto abrumada, quizá quejumbrosa, mi primera reacción memoriosa y agradecida ante este estupendo y fragoroso recuento de una vida que vivimos muchos Abranchez, Vélez, Cardonas, Erikas y Giselas, la de los vaticinios cumplidos, buscando un destino que no fuese el que su pasado le deparó sin clemencia a la enorme figura, aquellade la historia grande y cruel, que en la novela encarna la entrañable, dolida del alma, la pobre, Ida. Aprendices de brujo fuimos todos, pero tenemos con nosotros el exorcismo curador y reconfortante de la memoria y la cultura que atesora Pérez Gay, y que comparte de vez en vez con sus amigos. Tres posdatas. Primero: no sé si Cardona en verdad pudo abrir en la noche la Catedral de Colonia para que Echeverría la viera. Segunda: estoy seguro, también, que don Vicente Sánchez Gavito tenía razón y no se puede
Nació en la ciudad de México el 15 de febrero de 1944. Narrador y ensayista. Estudió ciencias y técnicas de la información en la UIA; la maestría y el doctorado en filosofía y germanística en la Universidad Libre de Berlín. Profesor de posgrado en la FCPyS de la UNAM, en el ITAM y en El Colegio de México. Ha sido director del C-22; miembro del Servicio Exterior Mexicano (1970), adscrito en las embajadas en Bonn, Viena, Berna, París y embajador en Portugal. Traductor de Thomas Mann, Franz Kafka, Robert Musil, Herman Broch, Joseph Roth, Jürgen Habermas, Karl Kraus y Elias Canetti. Colaborador de La Cultura en México, La Jornada, Nexos, Unomásuno. Becario del FONCA, 1989. Cruz al Mérito 1992 del Gobierno Alemán. Medalla Goethe 1995. Cruz de Honor para Ciencias y Artes Primera Clase 1996 del Gobierno de Austria. Caballero de las Artes y las Letras del Gobierno de Francia 1997. OBRA PUBLICADA: Ensayo: El imperio perdido o las claves del siglo, Cal y Arena, 1991. || Hermann Broch, una pasión desdichada, CONACULTA/Ediciones sin Nombre, La Centena, Ensayo, 2004. || El Príncipe
culos, que nos ayuda a decir adiós a todo aquello sin pensar mucho en arrepentirse de haberlo vivido locamente. Berlín me cautivó en unos cuantos días de enero de 1968, cuando pude percibir la intensidad profunda de aquella realidad encerrada como si fuera subversiva. Entonces, Dustchke ganó una demanda judicial contra el gobierno local y nos convocó a mar-
ser perfecto sin beber. Tercera: Pérez Gay síhabla de La Condesa y de unos grupos ultras deslavados y un tanto cómicos, que no justificarían las fobias de nadie hacia la política, incluso la de la ilusión izquierdista. Y aquítermino, como lo hizo nuestro autor, con estos versos inmensos de Celan: ‘’Pon tu bandera a media asta, Memoria, a media asta, hoy y siempre”.
y sus guerrilleros: La destrucción de Camboya, Cal y Arena, 2005. || La supremacía de los abismos, La Jornada Ediciones, 2006. || Novela: La difícil costumbre de estar lejos, Océano, 1986. || Tu nombre en el silencio, Cal y Arena, 2001; Alfaguara, 2006… Muere en la Ciudad de México el 26 de mayo de 2013.
José María Pérez Gay
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Víctor Orozco
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on mis experiencias con los rarámuris limitadas. A pesar de que guardo contacto con ellos desde mi primera infancia, allá en el municipio de Guerrero. El más remoto recuerdo es el de un violinista tocando “El cafetal”. También el de un arquero que cobraba veinte centavos por clavar la jara en un blanco que yo veía lejísimos. Mi madre, como buena parte de las madres chihuahuenses, cocía bebidas de gordolobo, laurel y de no se cuantas más yerbas, cada una útil para curar o prevenir enfermedades. Todas venían de la sabiduría médica que casi gratis llevaban las mujeres y los hombres rarámuris a los pueblos. Comparto el placer de beber tesgüino con más pocos cada vez y también el del pinole mezclado con leche. Desde joven he viajado a la sierra Tarahumara, por motivos variados: de estudio, en trabajos políticos, para impartir alguna plática o por el puro gusto, inacabable. He inquirido largo tiempo sobre la historia de las relaciones entre mexicanos y rarámuris, pero sigo siendo un extraño al conocimiento del alma de estos últimos. Hubiera querido vivir en alguna de sus comunidades, aprender su lengua, de sus modos y capacidad de resistencia. Hube de conformarme con escudriñar en archivos y en escritos noticias y reflexiones sobre esta gran nación, que está allí, a pesar de siglos de expoliaciones. “Los Tarahumaras Pueblo de Estrellas y Barrancas” tituló su bello libro Carlos Montemayor. En alguna conversación le hice ver que antes los rarámuris poblaban los feraces valles de los ríos. Están en las duras y majestuosas barrancas porque allá fueron confinados. Todavía a mediados del siglo XIX numerosas comunidades sobrevivían en los pueblos cercanos de la capital del estado y a lo largo del rio Papigochi. Estaban allí antes de que llegaran los jesuitas y los redujeran en las tierras de las mi-
siones, resistieron presiones y expulsiones, hasta que se consumó el despojo completo unos ciento cincuenta años después. Medito esto cuando contemplo extasiado la desmesura de las Barrancas del Cobre y a una niña subida en un peñasco, como cabra montaraz. La pequeña figura apenas se destaca en el filo del peñón, quizá de doscientos metros de altura. Acerco el objetivo de la cámara y advierto que muerde una tajada de sandía. En sus diez u once años quizá empieza a comprender que su vida estará marcada por la miseria, será madre apenas comience su menstruación y de allí en adelante cargará en sus espaldas un crío tras otro. Varios morirán sin cruzar la infancia, en un ciclo de siglos. Ya no tienen a dónde ir. El destino de una buena parte de ellos, son las ciudades, en las cuáles a duras penas mantienen sus comunidades, únicas defensas frente al brutal impacto del crimen, la lumpenización, el comercio sexual del que son víctimas las mujeres y la explotación económica. Conservo otro hecho en la memoria. Allá por 1966, en mis veinte años, bajé con otros dos estudiantes la barranca de la Sinforosa, por aquella época accesible sólo a pié o a lomo de mula. Nos guió Andrés, un rarámuri que estaba preso en la cárcel de Guachochi por haber matado a su esposa en una tesgüinada. Llegamos hasta el río y nos bañamos como si estuviéramos en una playa tropical. Al otro día, emprendimos la subida y se nos acabó la comida. Le prestamos a Andrés el rifle 22 con la esperanza de que cazara algún animal. Durante las interminables horas que tardó en volver colegimos que se había ido con el arma y ahora ni siquiera sabíamos por donde regresar. Gastó dos balas, llegó y nos ofreció dos pequeñas palomas que devoramos, apenas medio asadas. Tardamos doce horas en alcanzar la cima y el rarámuri con todo el equipo a cuestas, incluyendo el rifle, nos esperaba pacientemen-
Estampas rarámuris te cada vez que caíamos rendidos de cansancio. Pensaba y pensaba: ¿Cómo es que este hombre está dispuesto a retornar a la cárcel si tiene ya un rifle y nadie puede seguirlo?. La única explicación es que se regía por otra moral, diferente a la nuestra. Llegamos a Guachochi a la cabaña prestada por el Instituto Nacional Indigenista, calientita, con su buena chimenea. Andrés apenas se despidió y luego tranquilamente encaminó sus pasos a la cárcel, con un frío de los mil demonios. Ignoro cuáles serán los rasgos propios de la cultura rarámuri, fuera del idioma, defendido a capa y espada. El tema implica un hueso duro de roer y en el cual se han gastado los dientes antropólogos y toda clase de científicos sociales. Hace algunos años participé en un debate con quienes sostenían que la acción de grupos evangelistas en la Tarahumara agredía la cultura de los rarámuris y contribuía a disolver sus comunidades. Por tanto, era correcto impedirlas. Pero entonces ¿Cultura original
es lo mismo que el catolicismo sui generis practicado por los rarámuris?. ¿No fue también el cristianismo un elemento extraño inculcado con sangre por los misioneros y curas doctrineros?. ¿Y, los rarámuris no tienen entonces la libertad religiosa que gozamos el resto de los mexicanos?. Discernir que es lo propio de las culturas y que es lo importado o prestado es por supuesto, imposible. Hace un par de años, participando en un congreso de historiadores en Quito escuché una sesuda ponencia de un equipo que había escarbado en las tradiciones de un grupo indígena ecuatoriano. Uno de sus descubrimientos fue que estaba generalizada en ese y en otros grupos, la idea de que la mujer menstruando era impura y debía evitarse, hasta beber de la misma fuente. Pedí la palabra y les comenté que había leído esto mismo en un libro muy antiguo, justamente la Biblia, así que podían generalizar el prejuicio mucho mas allá de los pueblos estudiados, quienes por supuesto lo recibieron de sus evangelizadores europeos. Me quedo de los rarámuris con su idioma, con su fidelidad a la comunidad, con sus herbolaria, con su espíritu de resistencia. La sierra Tarahumara es todavía el macizo forestal explotable de mayor extensión en el país, que disminuye a ojos vistas cada vez que uno lo visita. Contemplo los creciente llanos a las afueras de Creel, San Juanito y los otros pueblos donde apenas ayer se admiraba la cubierta de pinos. En su lugar se instala una agricultura raquítica, con tierras erosionadas y una ganadería cuyas exponentes son algunas vacas flacas que apenas sobreviven. Nos está sucediendo la tragedia de las grandes sabanas africanas, otrora pobladas por millones de antílopes, sustituidos por ganado vacuno que agotó los pastizales en una década y luego se murió de hambre, junto con sus dueños. Otra de las caras es el turismo, actividad promisoria, siem-
pre y cuando se abandonen los patrones destructivos del medio ambiente como ha sucedido en buena parte de los entornos naturales mexicanos de las costas caribeñas y del Pacífico. En Cancún por ejemplo, ahora hay un movimiento ciudadano para preservar la última porción de selva que han dejado los llamados desarrolladores turísticos. Quizá el futuro de esta industria esté ligado al despliegue de la ciencia y la cultura. El establecimiento de un campus de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México en Creel, apunta luminosamente en este sentido. Allí acudimos un grupos de miembros de la UACJ la semana pasada para presentar el último volumen de la obra colectiva Chihuahua Hoy y para hablar con sus docentes y estudiantes. Después, consideré que no podía perderme la emoción de lanzarme por la tirolesa en las cercanas Barrancas del Cobre, así que me beneficié de esta sensacional experiencia. La Tarahumara es extensa (sesenta mil kilómetros cuadrados) y alberga un complejo mundo de interacciones de procesos naturales y humanos, poseedores de un enorme atractivo para todos los gustos e intereses. Unos quieren ir para tratar de comprender a los rarámuris, otros para contemplar nada más, otros para practicar deportes, otros para maravillarse de las formas en acantilados y rocas. Una de las más visitadas por cierto es la que tiene forma de un falo humano, gigantesco. Viajando hace algunos años en el tren, me sorprendieron el alborozo y los gritos de un puñado de turistas europeas mientras alistaban las cámaras para tomar cientos de fotos a la piedra. En nuestra última visita, una universitaria bromista la escaló para tocarla y proclamar en la cúspide: “Para que no falte en casa”. Los lugareños dicen que es el símbolo de la fertilidad, así que pensemos en esta referencia y no en otra, menos santa.
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asta que desapareció el Partido Comunista Mexicano entrados los años ochenta ¿Qué tan lejos considera usted que había llegado el planteamiento de la democracia en la izquierda mexicana? Fueron cuestiones que surgieron y se realizaron simultáneamente. No podíamos haber llegado a una conclusión de fondo sobre los problemas de la democracia en México sin abordar al mismo tiempo la democracia en las organizaciones, sobre todo en el partido en que nosotros estábamos. Fue un proceso paralelo que se dio a través de un debate público del cual hay constancia en los documentos y periódicos del partido. A lo largo de varios meses, en todo el país, se dio una discusión en la que se sopesaron todas las opiniones. Evidentemente, las medidas que tomamos no eran comunes y sorprendieron a muchos partidos comunistas del mundo. No hubo un consenso general, sin duda, pero quienes estaban enterados de la situación en México lo comprendían porque era una respuesta al propio movimiento político en el país y a la izquierda. El partido había atravesado por una crisis, por un proceso de escisiones y problemas no resueltos que lo debilitaban por la expectativa que existía sobre el debate de las perspectivas. No todos estaban involucrados en el proceso de búsquedas que encabezaba la dirección, pero tratamos de involucrar a la mayor cantidad de gente posible y darle la información necesaria. En el PCM existía la idea de que la democracia era un valor de la burguesía ¿Cómo fue cambiando esta percepción en los cuadros del partido? Esa era una especie de tradición de la Internacional Comunista misma y del movimiento comunista en general, después de que se disolvió la Internacional. Sin embargo, en el momento en que se hizo este proceso la mayoría de los partidos comunistas eran independientes. No lo eran, desde luego, aquellos que no querían, aquellos que estaban acostumbrados a hacer... yo creo que el proceso en México transcurrió sin obstáculos, aunque había también divergencias y sobre todo dudas, pero para ese momento el PCM era un partido independiente. ¿Llegó a ser absolutamente independiente? Es exagerado decir que “absolutamente”, pero sin duda era un partido independiente que tomaba sus propias decisiones. Naturalmente había, no diré que injerencias pero si una preocupación por lo que acontecía. El Partido Comunista de la Unión Soviética, aunque ya sin la Inter-
nacional Comunista ejerciendo sobre él una autoridad formal, seguía teniendo un papel de autoridad y se le consultaba. La decisión fue el resultado de una larga trayectoria en el partido, como resultado de un extenso debate sobre las perspectivas futuras. Fue una decisión tomada de forma muy democrática. La gente participó lo más posible y se llegó a la conclusión que era conveniente llegar a un proceso de unidad en el cual desaparecería el Partido Comunista pero no la ideología ni las bases fundamentales en que se basaba su actuación. Se tomó en cuenta que habían surgido nuevas fuerzas y que era necesario revertir el penoso proceso de división surgido a partir de 1940 (...) ¿La unión de diversas fuerzas de izquierda que culminó con la creación del PSUM se llevó a cabo a través de una plataforma común? Si, claro. ¿Cómo era posible que ustedes, que se habían apartado de la línea impuesta por los soviéticos se unieran con partidos de corte estalinista como el Partido del Pueblo Mexicano de Alejandro Gascón Mercado? Porque había puntos de coincidencia A PÁGINA 6
Arnoldo Martínez Verdugo EL CAMINO DE LA UNIDAD, ENTREVISTA DE HERNÁN GÓMEZ*
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muy importantes en cuanto a la política interna. Si bien su procedencia lombardista representaba diferencias fuertes, hay que decir que el lombardismo también entró en una crisis porque muchos de sus cuadros no querían seguir una política derechista y buscaban el acercamiento con el partido comunista. ¿Pero se entendían ustedes con esos grupos de la izquierda que de alguna manera no habían evolucionado como el PCM hacia posiciones más democráticas del comunismo? Había una discusión al respecto. Evidentemente no coincidíamos en muchas cosas, pero el asunto fundamental era si estábamos de acuerdo en sentar las bases para un proceso de unificación, lo cual implicaba llevar a cabo un debate concreto sobre la política del momento. Además, había grupos que se habían derechizado y, por intereses determinados, habían acabado por apoyar al partido oficial. Nosotros buscamos acercarnos con gente que, estando fuera del partido, de todas maneras mantenía o buscaba una posición independiente como aquellos que habían formado parte del Partido Obrero Campesino o Acción Socialista Unificada de México, organizaciones que se habían dispersado y con las que más
tarde no reunificamos. El problema principal era que el Partido Comunista tomara una posición diferente. Mientras se trataba a los grupos disidentes o que se habían separado como enemigos, naturalmente el conflicto se agudizaba; en cuanto el PC cambió esa posición comenzamos a hacer alianzas y se fue conformando la idea de una unificación (...) Insisto ¿Cómo era posible inte-
grar a posiciones tan distintas en un partido como el PSUM? Es decir, a posiciones reformistas como las del MAP con posiciones como las de Gascón Mercado. ¿Era posible una izquierda así? Sí, aunque esas unidades nunca se dan al 100%, siempre hubo gente que no estaba de acuerdo... ¿No siguieron actuando como camarillas adentro del mismo PSUM? Siguieron manifestándose corrientes diferentes, naturalmente, pero ya no grupos con dirección ni disciplina propia. Nosotros entendimos que en todos los partidos se manifiestan corrientes diferentes y que ello no es un problema siempre y cuando exista un núcleo de ideas en el cual se pueda coincidir. Lo que eliminamos fue el monolitismo, una derivación del estalinismo, que había derivado en una falta de democracia al concebir la unidad como algo monolítico que impedía el debate y, con ello, que la gente se agrupara en torno a distintas ideas. Creíamos que debía haber una disciplina general, pero también un reconocimiento a la libertad de opinión y la crítica interna. ¿Se logró acabar con el fenómeno del monolitismo o por qué entonces fracasó el PSUM? No creo que haya fracasado, simplemente se superó un mo-
mento del partido. Yo creo que el proceso en general fue positivo. La preocupación de los que veníamos del PCM era que había una escisión histórica, es decir, había grupos que provenían del mismo PCM pero que desde 1939 o 40 habían sido expulsados o marginados (...) y la generación en la que yo estaba, que no había participado en eso directamente, veía objetivamente como era la práctica de uno y otro grupo.
Después de estudiarlo mucho concluimos que no había que seguir con ese fardo de expulsiones sino que había que entrar en un debate nuevo y unificar. Por eso llegamos a la conclusión de cambiar el nombre, porque no era suficiente con decirle a la gente que era el partido comunista mismo... ¿Y el cambiar de nombre no respondía también a la necesidad de quitarse el peso del comunismo soviético? No, porque ya había expresiones semejantes que no estaban vinculadas a quitarse un lastre.
era un fenómeno muy particular en nuestro país. No teníamos ninguna idea de acercamiento con la socialdemocracia, nunca lo tuvimos en realidad. ¿Por qué? Porque no tenía tradición aquí, no había en la izquierda una vinculación con la socialdemocracia como tal. De alguna manera tengo la impresión de que le PCM nunca renuncia a la idea de la revolución y explícitamente a la vía armada. ¿Era posible en ese contexto hablar de democracia?
plícita la idea de la violencia y la idea de la violencia no es compatible con la democracia... Claro, el momento de la violencia naturalmente deja a un lado la democracia porque lo que predomina en él es la fuerza militar; pero nosotros no estábamos planteando un proceso de transformación violenta, aunque no negáramos que era una vía posible y que las masas no tienen porque negarse a responder a la violencia que se ejercía en contra ellas también con formas violentas. Es muy
Es importante mencionar, sin embargo, que la URSS no tomó una actitud contraria a este proceso ni encontramos una resistencia a nuestra posición. Había dudas, si, pero partíamos del principio de que los partidos comunistas debían ser independientes. ¿En algún momento pensaron en la socialdemocracia? No, aquí en México no había socialdemocracia. El lombardismo, lo que más se podía parecer,
Si porque no están reñidas las formas de lucha con la posición de que en los partidos haya libertad de opinión... Sin embargo cuando compareció usted ante la CFE salió el tema. Recordará que se le cuestionó cómo era posible que el PCM transcurriera sólo tácticamente por la democracia hasta en tanto no pudiera hacer la revolución ¿Qué opinión le merece esta crítica? ¿Es posible hablar simultáneamente de democracia y revolución? Pensar que la revolución implica eliminar o ir en contra de la democracia es una visión muy limitada. Nosotros no entendíamos el proceso así. Las revoluciones no son por sí mismas antidemocráticas, incluso nosotros planteábamos una revolución democrática, es decir que llevara verdadera democracia al país. Sí, pero la revolución trae im-
distinta la posición que adoptan las masas que necesariamente requieren de la violencia y de tomar acuerdos entre iguales. Ahí la forma de lucha, aunque trae repercusiones, no implica necesariamente que el ser revolucionario encarne un principio antidemocrático. *Tomado de La larga marcha hacia la democracia, Entrevistas con la izquierda mexicana a 25 años de la reforma política, Gómez B. Hernán, (inédito, sin fecha). México. “Considero prudente advertir que Arnoldo Martínez Verdugo, quien a pesar de su delicado estado de salud tuvo la gentileza de permitirme entrevistarlo”, escribió el autor en el prólogo, razón por la cual es posible que, dada su prolongada enfermedad, sea éste uno de los últimos testimonios del antiguo líder del Partido Comunista Mexicano.
CORREO del SUR Abdiel Oñate Villarreal
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l fallecimiento de José Luis Victoria Toscano el pasado 28 de mayo de 2013, es una sensible pérdida para la izquierda mexicana, para el sindicalismo universitario y para la educación superior en México. José Luis Victoria era un poblano ilustre, producto de las tradiciones filosóficas e intelectuales más importantes del México moderno. Victoria Toscano tenía sus raíces bien plantadas en el liberalismo mexicano de la generación de 1857, en el socialismo de la Casa del Obrero Mundial, en el comunalismo cardenista, e inclusive en el humanismo cristiano que le diera su paso efímero por un seminario católico. Su campo natural era la historia y la economía política. Victoria Toscano era heredero también de las principales corrientes filosóficas de la ilustración europea desde Kant y Hegel, Adam Smith y John Stuart Mill, hasta el socialismo científico de Carlos Marx y Federico Engels, los leyó y discutió a todos. Victoria Toscano era un Pensador, con mayúscula, uno desde esos casos, poco frecuentes, de individuos que tiene ideas originales. Ideas, se entiende, cuya importancia trasciende el ámbito personal y que son el resultado de un proceso racional de pensamiento. Educó a varias generaciones de estudiantes no solo en economía, sino sobre todo en los clásicos de la literatura hispanoamericana, José Martí, Rubén Darío, Amado Nervo, Mariano Azuela, Juan Rulfo, Alfonso Reyes, Jesús Reyes Heroles, Octavio Paz, García Márquez, entre otros. Victoria era un erudito, educado en las ciencias sociales, las humanidades y las bellas artes. José Luis Victoria era un estratega político natural y un líder intelectual. Yo lo conocí desde muy pequeño y siempre fue así. Corría el año de 1962 en Puebla de los Ángeles, y la bella angelópolis celebraba el centenario de la batalla del 5 de mayo de 1862. En 1962, sin embargo, yo estaba en primero de secundaria, José Luis Victoria en segundo. Desde entonces, hasta su muerte nunca dejamos de tener contacto. Siempre lo consulté, nunca me defraudó. Yo era el recipiente de su sabiduría. La escuela a la que asistíamos, el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (CENHCH), era el campus principal en la capital del Estado de Puebla, de un proyecto educativo del gobierno del Estado, diseñado para demostrar los avances logrados por el régimen en educación. La clase en el poder en el Estado de Puebla, una fracción del PRI conservadora, de viejo cuño, todavía influida por los seguidores
del ya difunto Don Maximino Ávila Camacho (hermano de Manuel, que había sido Presidente de la República), se inclinaba por una educación integral con gran énfasis en la educación física militarizada, al estilo de los países de la Europa comunista de los 1960s. Era una escuela para la clase política poblana del México post-revolucionario. En 1964, la junta directiva de la prestigiada institución mencionada antes, otorgó a José Luis Victoria el “Premio al Mérito Civil”, el reconocimiento más importante que cada año hace ese Centro Escolar por excelencia académica. Su inteligencia era, en realidad, notable. Años más tarde, su profesor de matemáticas en la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), comentó que “Victoria era el único estudiante de su clase que entendía lo que era “inducción matemática”. Pronto, sin embargo, José Luis entendió que la praxis era tan importante como lo teórico. El año siguiente, en 1965, José Luis Victoria fue electo Presidente de la Asociación de Estudiantes de la escuela Preparatoria del CENHCH, con un plataforma que cuestionaba la militarización de la educación física en el plantel y el uso de la institución para apoyar actos políticos del gobierno estatal. El resultado fue una movilización estudiantil de protesta en contra de la dirección de la escuela que llevó a la expulsión de José Luis Victoria del CENHCH, la misma institución que le había reconocido como su alumno más destacado un año antes.
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SEMBLANZA DE
José Luis Victoria Toscano (1945-2013) Después de la expulsión, José Luis Victoria se matriculó en la UAP donde se radicalizó, se afilió al PCM¸ y empezó a participar directamente en la política universitaria. En 1967, fue electo al comité de huelga de la UAP, representando a la Escuela de Economía, el cual poco después encabezó un movimiento contra las autoridades estatales por la autonomía académica de la UAP. Así lo encontró el año de 1968, cuyo movimiento estudiantil lo envolvió ahora ya como activista del PCM. Con una orden de arresto en su contra después del 2 de octubre de 1968 por actividades de disolución social, Victoria Toscano tuvo que esconderse y finalmente abandonar el país. Destino, la Unión Soviética, el único lugar donde podría observar el socialismo real. José Luis estudió en Moscú un año. Cuando regresó estaba listo para hacer sus contribuciones políticas más importantes: como profesor universitario y como activista en el sindicalismo universitario y en la construcción de un partido socialista democrático en México. A su regreso de la Unión Soviética en 1970, José Luis Victoria terminó su licenciatura en economía en la
UNAM. En 1973, participa como profesor y miembro fundador en el proyecto universitario del Presidente Luis Echeverría que crea la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). En la UAM, José Luis Victoria, nuevamente asume una posición de dirección y con otros compañeros del Consejo Sindical de la UNAM, y del SPAUNAM, fundan el Sindicato Independiente de Trabajadores de la UAM (SITUAM) y él es electo para constituir el primer Comité Ejecutivo del nuevo sindicato. El SITUAM, sus estatutos, y las condiciones de trabajo que negociaron con la Universidad en 1976 son, aún hoy, un modelo que ha influido en la organización de otros sindicatos académicos surgidos desde entonces en casi todas las universidades estatales del país. José Luis Victoria estuvo en el centro de estos procesos por tres decenios, el movimiento sindical universitario en México, existe hoy, gracias en buena medida a la contribución de José Luis Victoria. Por lo menos tres universidades mexicanas (la UAP, la UNAM y la UAM) están en deuda con José Luis Victoria a las cuales contribuyó como profesor, como Secretario Académico, y como sindicalista. ADIÓS José Luis, fuiste respetado colega y amigo leal. Tu vida y tus esfuerzos no fueron en vano; nos has dejado un gran legado político y académico. San Francisco, California 28 de mayo de 2013
Poemas de Paul Celan
Traducidos al español por José Ma. Pérez Gay
Canción de una dama en la sombra
Si la dama del silencio llega y decapita los tulipanes: ¿quién gana? ¿quién pierde? ¿quién se asoma a la ventana? ¿quién pronuncia primero su nombre? Es alguien que lleva mi pelo. Lo lleva como se llevan los muertos en las manos. Lo lleva como el cielo llevó mi pelo en el año en que amaba. Lo lleva así por vanidad. Él gana. No pierde. No se asoma a la ventana. No dice su nombre. Es alguien que tiene mis ojos. Los tiene desde que cerraron las puertas. Los lleva como anillos en el dedo. Los lleva como pedazos de placer y zafiro: ya era mi hermano en el otoño; ya cuenta los días y las noches. El gana. No pierde. No se asoma a la ventana. Dice al último su nombre. Es alguien que tiene lo que dije. Lo lleva bajo el brazo como se llevan las actas. Lo lleva como el reloj lleva la peor de sus horas. Lo lleva de umbral en umbral, no lo abandona. El no gana. El pierde. Se asoma a la ventana. Dice primero su nombre. A él lo decapitan con los tulipanes.
Stretta*
Deportado al campo de la huella infalible. Hierba escrita: dispersa. Las piedras, blancas, y las sombras de los tallos: ¡No leas más —mira! ¡No mires más —camina!
Camina, tu hora no tiene hermanas, tú estás— estás en tu casa. Una rueda gira, lenta, desde sí misma; sus rayos ascienden, ascienden por el campo oscuro, la noche no necesita estrellas, en ninguna parte preguntan por ti. En ninguna parte preguntan por ti. El lugar, donde estaban, tiene un nombre —no tiene ninguno. No estaban allí. Algo estaba entre ellos. No veían al través. No veían, no, hablaron de palabras. Ninguna despertó, el sueño se les vino encima. Se les vino encima En ninguna parte preguntan— Soy yo, yo estaba entre ellos, abierto, audible, yo les di la alarma, su aliento obedeció, soy el mismo, todavía; sí, ellos duermen. Soy el mismo, todavía. Años, años, años, un dedo, palpa abajo, arriba, palpa alrededor: suturas palpables, aquí se abren, aquí cicatrizan de nuevo —¿quién las cubrió? ¿quién las recubrió? Venía, venía, venía, una palabra, venía, venía a través de la noche, quiso resplandecer, quiso resplandecer. Ceniza. Ceniza, ceniza. Noche. Noche-y-noche. —Acude al ojo, al húmedo. Al ojo
CORREO del SUR Director General: León García Soler
acude, al húmedo— Huracanes. Huracanes de siempre, torbellinos de átomos; lo otro, tú lo sabes, lo leímos en el libro, era era sólo apariencia. Era, era sólo apariencia. ¿Cómo nos asimos —con estas manos? Estaba escrito que. ¿Dónde? Tendimos encima un silencio nutrido con veneno, inmenso, un verde silencio, una hoja como un cáliz, una idea adherida a lo vegetal, verde, sí, adherida, sí, bajo el cielo maligno. Adherida, sí, vegetal. Sí. Huracanes, torbellinos de átomos: quedó el tiempo, quedó, de intentarlo en la piedra—, ella fue hospitalaria, no cercenó la palabra. Qué holgadamente vivíamos: Granulada, granulada y fibrosa, cualiforme, compacta; ubiforme, irradiada, reniforme, aplanada, aglomerada, esponjosa, ramificada—: no cercenó la palabra, habló, habló suavemente a los ojos secos, antes de cerrarlos. Habló, habló. Era, era. Nosotros no cedimos, estábamos en medio, una estructura porosa, y llegó. Se nos vino encima, se abrió camino, zurciendo invisible, zurciendo hasta la última membrana y el mundo, un millar de prismas, cristalizó, cristalizó.
Cristalizó, cristalizó. Entonces— Noches, sin mezcla. Círculos verdes o azules, rojos cuadrados: el mundo pone su entraña en juego con las horas inéditas.— Círculos rojos o negros, claros cuadrados: no hay sombras en vuelo, planchetas, ningún almahumo asciende y participa en el juego. Asciende y participa en el juego. Cuando huyen las lechuzas, en la lepra petrificada, en nuestras manos en fuga, en la última abyección, en la red caza balas del muro derruido: visibles de nuevo: los surcos, los coros antiguos, los salmos. Ho, hosanna. Entonces hay aún templos en pie. Una estrella quizá da luz todavía. Nada, nada se ha perdido Hosanna. Cuando huyen las lechuzas, aquí, el diálogo —gris como el día— en las huellas del agua subterránea. (Gris como el día, en las huellas del agua subterránea. Deportado al campo de la huella infalible: Hierba. Hierba, escrita: dispersa.) *Stretta: Término musical. Se trata de una reducción temporal, vale decir: concentración de temas en apretado contrapunto, sobre todo en la fuga, donde la entrada de la segunda voz, antes de que haya concluido el tema —casi siempre en la parte final—, produce un estrecho tejido de voces.
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