Número 394 Julio 6, 2014
Arnaldo Córdova
un hombre de ideas
Decisión judicial en Estados Unidos: ¿La religión del príncipe? / Menos crcimiento, más desigualdad / El Uruguay de Mujica: ¿un nuevo modelo global? / “La historia no ha terminado, la hemos abandonado” / La compasión y los animales
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CORREO del SUR
Decisión judicial en Estados Unidos: ¿La religión del príncipe? Víctor Orozco Yo soy más un ser humano que cualquier corporación o cualquier negocio podrá serlo jamás. El embarazo no es un castigo para el sexo. Mi derecho a decidir embarazarme con la medicina de hoy en día es algo que es absolutamente un derecho que viene a mí como ser humano, no importa quién es mi empleador. Amirah Orozco-Murphy (17 años, Needham High School) Estados Unidos celebró este 4 julio el doscientos treinta y ocho aniversario de su independencia. Lo hizo envuelto en un debate que involucra sus mismos orígenes como nación en la cual se reconoce como punto de partida la separación entre las creencias religiosas de los individuos y los asuntos públicos. El lunes pasado, la Suprema Corte de Justicia, le otorgó la razón a los evangélicos dueños de las quinientas tiendas Hobby Lobby y a otra empresa de propietarios menonitas, quienes se resistieron a pagar a sus empleados los gastos médicos en los cuales se comprendían los necesarios para que las mujeres pudiesen asumir el control de la natalidad evitando los embarazos no deseados, según la ley instrumentada por el gobierno de Barak Obama, conocida como el obamacare. Los dueños argumentaron que la obligación ataca la libertad religiosa garantizada por la ley, según la cual el gobierno carece de facultades para constreñir a una persona de manera tal que la obligue a ir en contra de su fe. “Al ser cristianos, -dice el presidente de Hobby Lobby- no pagamos por los medicamentos que pueden provocar abortos, lo que significa que no cubrimos: la anticoncepción de emergencia, la píldora del siguiente día o la píldora de la semana siguiente. Creemos que al hacerlo podría poner fin a una vida después del momento de la concepción, algo que es contrario a nuestras creencias más importantes”. Luego entonces asumen que el mandato de la autoridad es ilegal. A favor de tan “piadosos” empresarios, votaron cinco ministros varones y en contra, tres mujeres y un hombre, pertenecientes los primeros al ala conservadora del Tribunal y a la liberal los segundos. Una de las Justicias, (Ministras se les nombra en México) Ruth Bader Ginsburg, antepuso a la sentencia un disenso como se conoce en la jerga jurídica de Estados Unidos a la exposición llamada voto particular en la mexicana. El extenso texto esgrime argumentos impecables: en adelante los empleadores podrán negarse a cumplir la ley que les obliga a pagar transfusiones de sangre, si son testigos de Jehová medicamentos derivados de cerdos, incluidos la anestesia, fluidos intravenosos y píldoras cubiertas con gelatina, según la profesión de fe de ciertas corrientes musulmanas, judías e hindúes. Igual sucede con las vacunas, los antidepresivos, etc., vedados en otras confesiones. La expansión del criterio establecido por la corte, podría eximir de cumplir cualquier otra obligación legal, si demuestra que ésta riñe con algún dogma asumido por los patrones. Ya varios grupos religiosos han previsto estas consecuencias y demandan que una futura ley contra la discriminación por motivo de preferencias sexuales en los empleos, no se aplique si se contradice con la creencia de los empleadores. En otras palabras, los homosexuales, lesbianas, travestis, bisexuales, podrán ser rechazados legalmente, de acuerdo con alguna aberración religiosa que los considera productos del demonio o enfermos contagiosos. ¿Y, qué si en alguna secta se revive la enseñanza bíblica según la cual los de piel negra han sufrido una maldición de Jehová y por eso deben servir para siempre a los de epidermis blanca? ¿Un dueño con tal creencia podrá abstenerse de cumplir con las leyes que prohíben la discriminación racial? En otra parte de su brillante alegato, Bader Ginsburg explica que las organizaciones religiosas están para pro-
mover los intereses de personas adherentes a una misma fe. No sucede lo mismo con las empresas lucrativas, en las cuales los trabajadores que las sostienen, no profesan una sola religión. De aquí en adelante, las grandes compañías serán calificadas como cristianas, católicas, mormonas, judías, musulmanas…según lo decidan sus propietarios. Pero entonces, quienes laboran en ellas, ¿Serán forzados o presionados a abrazar la religión de sus patrones? Parecería que el empuje del conservadurismo norteamericano hacia el pasado, lleva a este país tras el apotegma medieval: los súbditos tienen la religión del príncipe. Se derrumba de esta manera la presunción del capitalismo
en el sentido de que éste es, por antonomasia, un sistema inspirado por la filosofía del hombre libre de toda clase de ataduras, salvo las que le imponga el respeto a los derechos de sus semejantes. Los dueños del dinero, como los vetustos aristócratas de sangre azul, pueden ahora inmiscuirse en mi esfera privada, donde se encuentran las creencias religiosas, para intimarme a rendir devoción a los santos y deidades escogidos por ellos. La prohibición que impide a los gobiernos y a las iglesias penetrar en este ámbito de la vida individual fue producto de una lucha secular. Ahora, en el tribunal de mayor influencia en el mundo, el impedimento se levanta para los patrones. El problema tiene desde luego muchas otras aristas. Una de ellas es formulada en la pregunta de Sonia Sotomayor, otra Justicia, ¿Cómo puede determinarse la religión de una empresa?, ¿Por la mayoría de sus accionistas, por la de sus trabajadores? La extensión de este derecho a profesar algún credo o ninguno a las corporaciones de lucro, parece un verdadero extravío. Si bien en la teoría jurídica se les ha considerado como titulares de ciertos derechos personales, como el de poseer domicilio o patrimonio propios, es inconcebible otorgarles también
aquellos que entrañan por necesidad una decisión íntima, producto de la reflexión o de los sentimientos de un hombre o una mujer. La ministra Bader Ginsburg acierta también cuando augura el daño que se causará a legiones de mujeres que no tendrán acceso a los anticonceptivos por no compartir los credos religiosos de sus patrones. Si existe la necesidad de practicar un aborto, acota, debe tomarse en cuenta que su costo equivale al salario completo de muchos meses de la trabajadora. Otro agravio. La resolución del Tribunal Supremo cimbra la vieja base racionalista sobre la cual se concibió el proyecto de la nueva nación en 1776. No es desde luego una casualidad que la república americana emergiera en el llamado siglo de las luces y que su edificación estuviera precedida por la crítica radical a las viejas estructuras políticas e ideológicas provenientes del medioevo. La filosa hoja de la razón había diseccionado uno a uno todos los componentes del antiguo mundo: las creencias religiosas, los mitos fundacionales, las diferencias sociales tenidas por naturales, las veneradas instituciones eclesiásticas y aristocráticas. Spinoza, Kant, Voltaire, Locke, Rousseau, Montesquieu, entre los pensadores de mayor influencia, presidieron con sus ideas los debates de los constituyentes norteamericanos, integrantes la mayoría de ellos de las élites sociales formadas en las colonias inglesas. Estos ilustrados padres fundadores como se les identifica en la historia norteamericana, eran racionalistas, deístas, reacios a la aceptación de jerarquías distintas a las del mérito. En el curso del tiempo, se labró una alianza fir-
me entre los administradores de los credos religiosos y los antaño frecuentemente anticlericales barones del capital. Es la asociación entre la cruz y la caja fuerte, como se decía en Francia. Para preservar el dominio de ambos, la religión fue cada vez más abiertamente un instrumento de control. Y su uso se propagó hasta abarcar los símbolos del Estado. Durante los años de la guerra fría y del macartismo por ejemplo, se decretaron las divisas oficiales: “En Dios confiamos” y “Una nación bajo Dios” frase inscrita en el juramento a la bandera que hacen los niños en las escuelas. Los profundos conceptos de una adolescente mexicano-norteamericana, contenidos en el epígrafe, bastarían para derrumbar la repetitiva sentencia de la Corte, si ésta no estuviera copada por los conservadores. ¿Tendrá espacio en la mentalidad de los tradicionalistas la humanidad contenida en las expresiones: “Yo soy más un ser humano que cualquier corporación o cualquier negocio podrá serlo jamás. El embarazo no es un castigo para el sexo. Mi derecho a decidir embarazarme con la medicina de hoy en día es algo que es absolutamente un derecho que viene a mí como ser humano, no importa quién es mi empleador?”.
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Menos crcimiento, más desigualdad
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a Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que agrupa a la treintena de países más industrializados, prevé que hasta el 2060 se producirá una desaceleración del crecimiento económico y un incremento de la desigualdad. El envejecimiento de la población en muchos países de la OCDE y la desaceleración de las actuales tasas de crecimiento en los países emergentes harán que el crecimiento anual pase de una media del 3,6% entre 2010 y 2020 a una media del 2,4% entre 2050 y 2060, según el informe Desafios Políticos para los Próximos 50 Años. De este modo, el estudio indica que la disminución de la brecha de ingresos entre los países emergentes y los avanzados hará que caiga la inmigración, lo que provocará un incremento del envejecimiento de la población. Así, la población activa se vería reducida en 2060 en un 20% en Estados Unidos y en un 15% en el caso de la zona euro. Además, el informe muestra que están cambiando los patrones de especialización comercial e industrial. Así, la proporción de intercambios con y entre las economías emergentes “aumentará radicalmente”, debido a que el cierre de la brecha tecnológica y una mayor profesionalidad harán que los países emergentes desarrollen actividades manufactureras y de servicios con un alto valor añadido. Así, la creciente desigualdad de los últimos años sólo empeorará en las próximas décadas porque los trabajadores altamente cualificados están sacando un mayor provecho de los avances tecnológicos. La brecha entre los salarios más altos y los más bajos se ensanchará un 0,6% anual en las próximas décadas
El estudio refleja que, en los países de la OCDE, los salarios de los que más ganan han crecido de media un 0,6% anual más que los de las personas en la parte inferior de la escala de ingresos en las dos décadas anteriores a la crisis financiera, dijo el organismo integrado por 34 países. Si no se hace nada, la desigualdad continuará creciendo a esa tasa durante los próximos 50 años, aunque se espera que las ganancias reales sigan aumentando en todo el espectro de ingresos. El estudio subraya que, sin un cambio político, la desigualdad de los países de la OCDE en 2060 podría alcanzar niveles cercanos a los que se registran en EEUU a día de hoy. Para vencer a la desigualdad serían necesarias políticas redistributivas efectivas, concentrarse fuertemente en la igualdad de oportunidades y una revisión del modelo de financiación de los servicios públicos y de la estructura impositiva. Paralelamente, el informe señala que un incremento de la interdependencia económica requiere cooperación internacional en áreas como la investigación fundamental, los derechos intelectuales, la competencia y la atenuación del cambio climático. Asimismo, el trabajo indica que, si no se reducen las emisiones de CO2, el cambio climático podría reducir el PIB global en un 1,5% en 2060. Esta caída alcanzaría el 6% en países del sur y sureste de Asia. “El estudio muestra que encaramos una paradoja de la globalización, los países estarán más integrados que nunca pero cada vez será más difícil organizar el sistema requerido de cooperación en un complejo sistema multipolar”, señaló el secretario general adjunto del organismo, Rintaro Tamaki. El debate sobre la desigualdad se ha incrementado desde el éxito del libro El Capital en el Siglo Veintiuno del economista francés Thomas Piketty. Su trabajo muestra que la brecha de la riqueza entre los ricos y el resto de la población está volviendo a niveles vistos por última vez antes de la Primera Guerra Mundial.
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El Uruguay de Mujica: ¿un nuevo modelo global? Belén Fernández El humilde presidente del Uruguay, desafía la hegemonía del imperio y las corporaciones con una serie de políticas no ortodoxas. El uruguayo “Pepe” Mujica parece un verdadero bicho raro, escribe Fernández.
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agamos el juego de la asociación de palabras. ¿Qué es lo primero que se les viene a la cabeza cuando yo digo “humildad”? La respuesta no es “jefe de estado” Seguramente, la conducta de los líderes gubernamentales a lo largo del mundo sugeriría un general rechazo de esta virtud. Algunos ejemplos indignantes: el difunto Saparmurat Niyazov de Turkmenistan erigió una estatua de oro de él mismo, que rota en concordancia con la posición del sol. El que fuera dictador de Uganda, Idi Amin, se proclamó a sí mismo “Señor de todas las bestias de la tierra y los peces del mar”, mientras el que fue presidente de EEUU George W Bush declaró que recibía las órdenes de guerra directamente de Dios. El que fuera varias veces primer ministro italiano Silvio Berlusconi, se jactó de acostarse con ocho mujeres en una noche, y así mismo se identificó como “el Jesucristo de los políticos”. En medio de estas tendencias de la clase política global el uruguayo “Pepe” Mujica parece realmente un verdadero bicho raro. Presidente desde 2010, Mujica de 79 años vive en una granja de un dormitorio, atiende reuniones oficiales en sandalias y dona el 90% de su salario para obras de caridad. Un hombre que estima a su perro de tres patas y ávido cultivador de crisantemos, conduce un viejo Volkswagen y rechaza la noción de que es pobre: “Los que así me describen son los pobres… Mi definición de pobre es la de aquel que necesita demasiado. Porque los que necesitan demasiado no están nunca satisfechos”. Poder ejemplar Bueno, todo esto es muy entrañable, pero ¿qué está haciendo actualmente Pepe? Para comenzar hizo del Uruguay la primera nación del mundo que legaliza la producción, venta y consumo de marihuana. El motivo de la descriminalización es para minimizar los lucrativos beneficios del tráfico de drogas, que dependen en gran medida de su ilegalización. En teoría esto tratará de golpear a los carteles de la droga y sus explotadores y sanguinarios negocios, mientras ofrece una alternativa al enfoque actual militarizado y obscenamente caro, conocido como “lucha de los EEUU contra las drogas”. La guerra contra las drogas ha fracasado miserablemente en su proyecto de acabar con el comercio internacional de drogas, pero ha contribuido a todo tipo de trágicas estadísticas - como los más de 60.000 muertos en México en el período de seis años posteriores al 2006 en que México se involucrara en esta guerra. Mujica intentó también mejorar los devastadores efectos de otros belicosos proyectos de los EEUU. A principios de este año, ofreció al Uruguay como refugio de seis detenidos árabes de la prisión ilegal de EEUU en la bahía de Guantánamo. Un blog del Washington Post ofrece el siguiente sumario: “Los detenidos ya no están acusados de graves cargos de terrorismo, pero no pueden ser repatriadoscuatro de ellos son sirios – por las amenazas a su seguridad, y por temores a que continúen sus actividades una vez regresen a sus casas.” Por supuesto, si los EEUU estuvieran genuinamente preocupados acerca de la seguridad de los detenidos, seguramente no les habría encarcelado en una institución sinónimo de una excesiva violación de los derechos humanos. Respecto de la amenaza de “actividades continuadas”, la relevancia de la palabra “continuadas” es un misterio, dado que los individuos en cuestión han sido exonerados de cargos. Mientras tanto, el mes pasado, el Alto Comisionado de las UN para los Refugiados, aplaudió el plan de Mujica de conceder la residencia a 100 niños sirios, huérfanos por la guerra civil que asola el país. Se informó que cada niño vendría acompañado al menos de un familiar y serían alojados inicialmente en la residencia de verano, re-
servada para los presidentes uruguayos. Doscientos sirios de una población total de varios millones de refugiados es insignificante. Pero, en contraste, un informe de The Guardian afirmando que, desde el comienzo del conflicto en 2011 y abril de 2014, solo 121 sirios refugiados fueron ubicados en los EEUU. Este es el mismo EEUU que se jacta de tener una población 90 veces superior a la del Uruguay y mucho mas superficie – a diferencia de la nación sudamericana – es una de las culpables de la exacerbada crisis siria. De acuerdo con la esposa de Mujica, la senadora Lucia Topolansky, el proyecto de propuesta sobre los refugiados sirios, es para “motivar a todos los países del mundo a asumir responsabilidades en esta catástrofe”. El poder del ejemplo Pero en ¿qué medida puede el diminuto Uruguay servir como modelo de papel progresista y esfuerzo humanitario? Sus posibilidades no deberían ser infravaloradas. Por una cosa, la política sobre drogas de Mujica está ya influyendo en la actitud de los mayores actores regionales de América Latina, incluidos México y Argentina. Esto podría eventualmente amenazar la desenfrenada perpetuación de la guerra de la droga, que ha sido la principal fuente de beneficio del capital y las corporaciones de los EEUU, sobre todo las empresas de seguridad privada y la industria de armamento, actores cuyos productos y servicios son muy utilizados. Puede amenazar el mantenimiento del fantasma del narco en Latinoamérica, lo que ha facilitado la militarización de la región por los EEUU. Aunque representa un reto fuerte a los intereses imperiales en mantener la guerra contra las drogas, Mujica ha sido criticado por la oposición uruguaya; un artículo del 2013 de Al Jazeera, cita al político opositor Alfredo Solari afirmando: “ni nuestro gobierno ni el resto del mundo deberían experimentar con los uruguayos”. Obviamente, más nefastas formas de “experimentación” puedan ser discutidas en este contexto – como las amenazas con las que se enfrentan muchos de los ciudadanos de América Latina, que han sido sometidos en las pasadas décadas por regímenes totalitarios respaldados por parte de los EEUU. El mismo Mujica, un antiguo guerrillero marxista, fue encarcelado por 14 años desde 1972, una década de los cuales los pasó en confinamiento solitario, algunas veces en el fondo de un pozo. Los crímenes de la guerrilla incluía robo a bancos y empresas y acto seguido distribución de efectivo y comida a los pobres. Como reconoce Mujica, su empatía respecto a los presos de Guantánamo, es en parte, el resultado de sus propias experiencias. Mujica también ha continuado el desafío al imperio y la hegemonía de las corporaciones en otras áreas, y Uruguay está siendo actualmente demandada por el gigante norteamericano del tabaco Philip Morris, por sus leyes relativamente estrictas sobre fumadores. El presidente ha hablado además de la relación incompatible entre el hiper-consumismo y la felicidad, de los efectos dañinos de la disparidad socioeconómica, y de la necesidad de una redistribución de la riqueza. Un artículo de mayo de AP señalaba: “Algunos opositores han acusado a Mujica de intentar pescar el Premio Nobel de la Paz después que sus compañeros (del gobierno) miembros de la coalición gubernamental enviaran su nominación. Mujica dijo recientemente a la AP que no le interesa ese honor ni que pudiera ser un contendiente, pero añadió que si lo ganara utilizaría la dotación del premio para construir 50 casas del ‘Plan Juntos’, el proyecto de su gobierno para construir viviendas”. Imaginemos, hipotéticamente, que el humilde Mujica está en posesión de una suerte de ego, como tienden a tenerlo los humanos. Ego al servicio de la justicia es mucho más grande que el ego dispuesto a la destrucción. Belén Fernández es la autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, publicado por Verso. Colabora en el Jacobin Magazine. Este artículo apareció en Al Jazeera English el 18 de mayo de 2014.
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CORREO del SUR
Arnaldo Córdova, un h Estado e ideología* A
lo largo de su larga y fructífera trayectoria teórica, Arnaldo Córdova se refirió desde ángulos muy diversos a la relación entre la ideología y la política. Sabía, y así lo escribió en un ensayo publicado en Cuadernos Políticos, en octubre-diciembre de 1976, que “la lucha de clases es una lucha de intereses que se libra, en el terreno de la política y en gran parte como una lucha ideológica, vale decir, como lucha por conquistar, para los propios intereses, el consenso de la sociedad. Esto mismo constituye ya la esencia de la política (que es lucha por el poder del Estado): hacerse de fuerzas en la sociedad, ganándosela para los propios fines. Una clase, es bien sabido, que no logra adeptos o aliados entre los miembros y sectores de otras clases afines, no conquista el poder ni tiene posibilidad alguna de convertirse en clase dominante, sencillamente porque ninguna clase, valiéndose tan sólo dé sus propias fuerzas, tiene capacidad para ello. La ideología, pues, tiene que plantearse como la expresión general de los intereses de una clase o, lo que es lo mismo, como los
guno de los demás “aparatos” puede siquiera igualar, ya no digamos superar. Desde luego, el Estado no es sólo un “aparato”. El Estado es un complejo de instituciones sociales a través de las cuales se pone en acto y se garantiza la organización de la sociedad para el desarrollo de sus actividades en todos los órdenes de la vida; no todas sus instituciones son “aparatos” (las leyes son también instituciones, como bien lo sabe cualquiera que tenga una modesta cultura jurídica) y todas ellas tienen por objeto regular el funcionamiento de la sociedad. Es verdad que el Estado es el Estado de la clase dominante, pero su cometido no se agota en el sometimiento de la clase obrera a la “extorsión” de plusvalía, para lo cual operan muchos otros mecanismos sociales. Si de eso se tratara, bastaría con mantener un batallón de soldados en cada fábrica y en cada barrio obrero, apuntando sus fusiles a las espaldas de los explotados; eso resultaría, realmente, muy barato, demasiado barato frente a la complejidad de la vida social que ha producido el capitalismo.
intereses de una clase que quieren ser la manifestación de los intereses generales de la sociedad” Y, puntualiza, para que “la ideología logre efectivamente convertirse en una ideología dominante es preciso que la clase que la sustenta y la preconiza tome el poder del Estado. Ello no depende, en otras palabras, de la propia ideología, sino del Estado mismo. En el estudio de la ideología dominante esto es algo que a menudo se olvida”.
Como dejara escrito en una brillante página Antonio Gramsci, el gran fundador del Partido Comunista Italiano: El Estado es concebido como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías “nacionales”. El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y una superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen pero hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo.16 El Estado es la organización general del poder social, pero esto no se riñe con su carácter de clase, sino que, al contrario, es justamente lo que le permite imponer los intereses de la clase dominante a la sociedad. Por un lado, son sus funciones como organizador y coordinador de la sociedad las que le otorgan autoridad y representatividad social (tales funciones son un fruto de la historia, un dato
¿Qué es el Estado?
El Estado, empero, es por decirlo así el elemento clave del conjunto de interrelaciones que hacen de la ideología de una clase la ideología dominante; para entender esto basta comprender adecuadamente lo que es el Estado y las importantísimas funciones que cumple en la vida social. El Estado no es únicamente “organización de la violencia” como suele afirmarse; habría que decir que ni siquiera es eso principalmente. Si el Estado fuese, tan sólo, un “aparato represivo”,15 no podría evitar, por ejemplo, que otros poderes, fundados en ^otros “aparatos” surgieran en el seno de la sociedad con iguales títulos que el “aparato” del Estado. El que esto no sea posible depende de lo que el Estado mismo es, vale decir, de la calidad de sus títulos, a los que, por muchas importantes razones, nin-
real, desde la época del Estado absolutista y las sociedades estamentales, siglos XV a XVIII).17 La sociedad capitalista (y no sólo la clase capitalista) necesita del Estado; reconocerlo no significa hacer del Estado el demiurgo de la vida social, y sólo las teorías reduccionistas, que ven en el Estado un mero “reflejo”, un remedo o un epifenómeno de la base económica, para darse después de topes ante la realidad hasta perder la cabeza, pueden negar el extraordinario papel que desempeña en la vida de la sociedad, Pero por otra parte, debe tomarse en cuenta que no hay Estado que no sea la representación de los intereses de una clase social, que en realidad no hay “intereses generales” en sí mismos, sino intereses de clase que se hacen pasar y que se imponen a la sociedad como “intereses generales”. De esta manera, podemos decir que el poder del Estado, el poder político, debe definirse como la capacidad del Estado de imponer a la sociedad los intereses particulares de una clase como los intereses generales de la sociedad, como escribiera Marx a Bolle, “en forma que sea compulsoria para toda la sociedad”.18 Por supuesto que en esto la fuerza física cuenta de manera esencial, pero no como el elemento definidor del poder, sino como su sostén; la fuerza física, de la que el Estado mantiene el monopolio en la sociedad, no sustituye al poder, sino que lo auxilia, y se ejerce para mantener el poder; no es el poder político (si en el caso de la dictadura militar de Chile se puede afirmar que ha impuesto la fuerza bruta sobre toda una sociedad, en cambio se puede constatar que allí no existe forma alguna de ejercicio del poder político, pues no existe forma alguna de vida política; lo que en Chile priva es un régimen de ocupación militar y no más, exactamente lo mismo que en cualquier situación de guerra). Si la fuerza física (militar o policiaca) definiera el poder político, tendría que admitirse que los verdaderos regímenes políticos son aquellos que descansan por entero en la organización militar o policiaca, lo que es un absurdo. Cuando Gramsci señala, en el pasaje citado más arriba, que los intereses de la clase dominante no se reducen al grosero interés económico corporativo (de clase) está indicando lo que constituye la esencia de la vida política y de la lucha política: o se habla a nombre de los demás o no se puede hacer política, lo que equivale también a decir que no se podrá prevalecer sobre los demás. En la sociedad capitalista el dominio sobre la sociedad se ejerce mediante la política, o sea, hablando a nombre de todos, para lo cual hay que gozar del apoyo y el consenso de los demás, por lo menos, de una mayoría de ellos; cuando ese consenso viene a faltar, entonces hay que hacer política para conquistárselo. Ahora bien, no existe entidad social que pueda hablar a nombre de los demás, de todos, como el Estado mismo; en esto radica el interés que suscita para todas las clases que, como decían Marx y Engels, aspiran a imponer su dominación sobre toda la sociedad. Ahora podrá comprenderse cómo y por qué, en las condiciones del capitalismo, la ideología de una clase se convierte en la ideología dominante y el papel que en ello juega el Estado. Lo que puede llamarse a justo título lucha ideológica constituye un movimiento que la futura clase dominante emprende ante sus enemigos y también ante sus amigos para convencer (algo que las clases dominantes de otros sistemas sociales y de otras épocas históricas ni siquiera se planteaban), y a partir del convencimiento, para imponer sus valores ideales al resto de la sociedad. Esto forma el capítulo más importante de su lucha por el poder del Estado. Desde luego, puede admitirse que la conquista del poder por parte de una clase social tiene que darse a través de la lucha armada o sostenerse por medio de las armas. Pero las armas, como enseñó Karl von Clausewitz, son incapaces de sustituir a la política, que bien puede arreglárselas sin ellas. El que
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hombre de ideas las armas sean eficaces en esta tarea depende, irremediablemente, de las ideas, valores y programas que se ponen en juego en la arena de las luchas sociales. Lo que el nuevo Estado exhibe, después de la tormenta, no son las armas que lo conquistaron, sino el programa con que se enfrenta a la tarea de renovar la sociedad y en esta misma tarea las instituciones sociales, dentro y fuera del Estado, desempeñan una parte de la mayor importancia. No todas las instituciones sociales forman parte del Estado, y aunque el Estado es el verdadero promotor de la ideología dominante, otras fuerzas sociales organizadas (la Iglesia, los sindicatos obreros y patronales, las escuelas y universidades, los clubes y partidos políticos, las asociaciones de la más diversa índole) se hacen portadoras de lo que llamamos la lucha ideológica y en su mayoría también sostienen y promueven la ideología dominante, presentándola al igual que el Estado, pero siempre en menor medida y con una eficacia más limitada que éste, como la verdadera representación de los intereses generales de la sociedad en su conjunto. Antonio Gramsci, teniendo a la vista el importantísimo papel que las corporaciones desempeñaban en el régimen fascista, del que era prisionero, fue el primero que discutió el lugar que ocupan y la acción que desarrollan en el complejo político de la sociedad.19 Para Gramsci, la realidad política, o supraestructural, está integrada por los órganos del Estado que directamente ejercen el poder (dictadura de clase) y por aquellas instituciones, según él falsamente privadas, que personifican la hegemonía de la clase dominante en la sociedad: Por ahora se pueden fijar —nos dice en sus Cuadernos de la cárcel— dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la “sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados “privados” y el de la “sociedad política o Estado” que corresponde a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y la del “dominio directo” o de comando que se expresa en el Estado y en el gobierno “jurídico”. Estas funciones —subraya el revolucionario italiano— son precisamente organizativas y conectivas. Fragmentos del artículo Ideologia y politica, Cuadernos Políticos, número 10, México, D.F., editorial Era, octubre-diciembre de 1976, pp. 33-43 Ver en: http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/cua*
dernos/contenido/CP.10/CP.10.5.ArnaldoCOrdova.pdf
Notas (la numeración corresponde a la versión integra del texto) 15 Vid., Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de Estado (Notas para una investigación)”, en Escritos, Ed. Laia, Barcelona, 1974, p. 116, donde el Estado es definido como ‘’[...] una ‘máquina’ de represión, que permite a las clases dominantes (en el siglo XIX a la clase burguesa y a la ‘clase’ de los grandes terratenientes) asegurar su dominio sobre la clase obrera, a fin de someterla al proceso de extorsión de la plusvalía (es decir, a la explotación capitalista)”. 16 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno. Juan Pablos Editor, México, 1975, p. 72. 17 Véase Arnaldo Córdova, “Las clases sociales”, en Sociedad y Estado en el mundo moderno, cit., pp. 222 y ss. 18 Karl Marx a Friedrich Bolle, en Marx-Engels, O. E., cit., 1966. p. 471. 19 Según dice él, “inspirado” por Gramsci, Althusser considera que instituciones como éstas son “aparatos… (Se publica como un primer homenaje a su memoria)
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“La historia no la hemos ENTREVISTA AL FILÓSOFO
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“Hoy se está entendiendo el pasado como parque temático” El catedrático catalán, autor de Adiós, historia, adiós. El abandono del pasado en el mundo actual, sostiene que esa relación con los recuerdos implica “renunciar a aprender de nosotros mismos”. Y dice: “La historia no ha terminado, nosotros la hemos abandonado”.
l discurso de una despedida no se reconstruye con el proverbial escepticismo, tan frecuente entre posmodernos de variado pelaje, ni con cosméticas actualizaciones apologéticas del fin de la historia. El filósofo español Manuel Cruz, en la introducción de Adiós, historia, adiós. El abandono del pasado en el mundo actual (Fondo de Cultura Económica), se anticipa al posible malentendido con una advertencia indispensable: “La historia no ha terminado, somos nosotros quienes la hemos abandonado”. Lo que vendrá a continuación será el despliegue de siete intensos capítulos en los que analizará “¿qué hacemos cuando recordamos?”, interpretando y reescribiendo a su admirada Hannah Arendt, respuesta condensada en establecer unas particulares y específicas “fronteras del tiempo”; desmenuzará los pormenores del pasado como territorio en conflicto –la condición de víctima, que es siempre interna a un relato–; explorará el carácter polisémico del término memoria, apelando a la literatura de Marcel Proust, W. G. Sebald y Enrique Vila-Matas, y las profundas contradicciones del imaginario. A pesar de postular que el presente se ha convertido en un lugar vacío, en un agujero negro que todo lo devora, el resultado es un libro escrito con la pasión de quien sabe que no hay más
sado. Yo no estoy diciendo que la historia haya terminado ni esas tesis tipo Francis Fukuyama y similares –aclara Cruz en la entrevista con Página/12–. De la misma forma en que Nietzsche decía ‘Dios ha muerto’ –lo cual significaba que la idea de Dios ya no nos resultaba necesaria–, hoy se plantea que no necesitamos la historia para pensarnos en nuestra temporalidad, lo que creo que es un espejismo.” –¿Por qué es un espejismo? –Los medios de comunicación suelen anunciar que entramos en un período nuevo, en territorios inéditos. Cuando decimos que entramos en una nueva etapa, estamos automáticamente planteando que todo lo anterior ha quedado obsoleto. Uno de los mecanismos más eficientes del imaginario colectivo actual es ese presunto desentenderse del pasado. Yo creo que esa percepción, una manera de entender la historia muy distinta a la que
remedio que medirse con estas transformaciones y sus consecuencias. “Me preocupa el imaginario colectivo actual, ese conjunto de nociones, valores y actitudes que compartimos con matices. Hay algo importante en el modo de pensarnos históricamente que está variando; nuestra relación con el pasado no es la misma que la de hace algunas décadas. En cierto sentido, nos hemos desentendido del pa-
heredamos, da como resultado lo que podríamos llamar un “extrañamiento”. No tenemos nada que ver con nuestros antepasados; un convencimiento que se extiende cada vez más. Esto es compatible con el hecho de que en nuestra sociedad se hable mucho del pasado, de que haya canales temáticos, documentales históricos. Pero esa manera de visitar el pasado es entendiendo el pasado como un parque temático.
–¿Qué implica convertir el pasado en un parque temático? –Es como renunciar a aprender de nosotros mismos. O como diría Ortega y Gasset, sería “practicar un cierto adanismo”, creernos Adán en el paraíso, inaugurales, fundacionales. La cuestión no es si nuestra sociedad recuerda o no recuerda, sino si recuerda bien. La sociedad norteamericana que hasta los años ’60 hablaba constantemente de los procesos de colonización en clave épica –las películas del oeste– utilizaba el pasado para reafirmar sus propios convencimientos. La cuestión no es hablar del pasado, sino hablar bien. ¿Y qué significa hablar bien del pasado? Es estar en una disposición en la que podamos aprender de él. Que el pasado nos aporte conocimiento, no reconocimiento. El conmemorativismo no es conocimiento. Cuando tal día hacemos un acto litúrgico, eso es simplemente lo que creíamos saber. Reconocemos que emerge algo que no sabíamos en el momento en que nos sobresalta. El conocimiento del pasado nos tiene que inquietar: “esto no lo sabía y me obliga a reflexionar”. –¿Cómo ha evolucionado este conocimiento en cuanto a la Guerra Civil y el franquismo? –Las relaciones han sido cambiantes según la etapa histórica. El discurso histórico siempre ha dependido de la política. El problema no es que la política determine la historia, sino qué política determina la historia. En los años ’60, el franquismo en el poder se dedicaba a recordar constantemente el trauma de la Guerra Civil. En aquel contexto era la oposición, especialmente el Partido Comunista, la que hablaba de una política de reconciliación nacional. Esto es importante, porque a veces se hacen reconstrucciones como si hubiera sido el franquismo el que hubiera impuesto el olvido y la oposición hubiera aceptado callarse. Fue la oposición al franquismo la que dijo que había que intentar algún tipo de reconciliación. No solamente por razones éticas, sino también por razones políticas. En la España de los ‘60, muchos de los hijos de los vencedores habían llegado al convencimiento de que el franquismo era un mal régimen y se habían pasado a la cultura de los vencidos. –Pero la transición española impone el olvido. –No, no impone el olvido. –¿Entonces por qué no se juzgaron los crímenes del franquismo? –No se impone el olvido durante la transición ni al principio de la democracia, porque se habló constantemente de lo que ha sido el franquismo, de las injusticias y las torturas. No hay un pacto de silencio, lo que sí hay es un pacto jurídico-político que tiene que ver con la amnistía. No podemos iniciar una nueva etapa asumiendo todas las cuentas pendientes. Cuando hoy se dice que la transición la impusieron los franquistas a las fuerzas democráticas, la prueba más clara de que a los sectores franquistas no les gustó la transición fue el intento de golpe de Estado del 23 de febrero (1981). Claro que se puede discutir si estamos de acuerdo o no con la amnistía. La consigna de la izquierda tras la muerte de Franco, y cuando todavía no se había consolidado la democracia, era: “libertad, amnistía y estatutos de autonomía”. La amnistía la defendía la izquierda,
CORREO del SUR
Domingo 6 de julio de 2014
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ha terminado, abandonado” ESPAÑOL MANUEL CRUZ el Partido Comunista y el PSOE, porque significaba poner en la calle a todos los presos políticos. –No es lo mismo amnistiar a presos políticos que impedir que se juzgue al franquismo. –Estoy de acuerdo que es discutible la amnistía. No olvidemos la dimensión jurídico-política del asunto. Entre los amnistiados había también muchos militantes de ETA, pero los militantes de ETA no eran lo mismo que los militantes comunistas, que claramente eran presos políticos. Los militantes comunistas que tenían a sus espaldas más años de cárcel aceptaron la amnistía. En ningún caso estoy diciendo que aquella salida no tenga sombras que podamos discutir. A lo que me niego es a una lectura que hoy se está reiterando mucho según la cual el hecho de que no se juzgaran los crímenes del franquismo fue el resultado de la gran presión de la derecha. No, esa es una versión completamente deformada. Cuando llega (José Luis Rodríguez) Zapatero, propone la Ley de Memoria Histórica. Hay una dimensión política inobjetable, en el sentido más noble de la palabra: que el Estado proporcione a los descendientes de las víctimas de la Guerra Civil, que fueron enterradas en cunetas, los medios para que puedan enterrar dignamente a sus familiares. Pero también hubo una instrumentación política de esta memoria. Hay sectores del Partido Popular, los más conservadores, que vienen históricamente de la cultura del franquismo, que para la fuerza del PP es fundamental. La derecha juega con una gran ventaja electoral respecto de la izquierda. La izquierda siempre ha estado dividida en Izquierda Unida (PC) y PSOE. Si a esa división se le aplica la Ley D’Hondt, la suma de escaños que da PSOE y PC separados no sería la misma si fuera una sola fuerza. Al PP le interesa muchísimo que no se le vaya ningún sector. Es evidente que en el PP hay sectores no democráticos, pero sinceramente es una caricatura decir que (Mariano) Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría son fascistas. Son conservadores, son de derechas, pero no son franquistas. Aunque no son franquistas, no quieren perder ese núcleo más duro. El PSOE, durante el gobierno de Zapatero, le metía el dedo en el ojo al PP con este asunto. Llevaba al Parlamento declaraciones para condenar solemnemente al franquismo. Esto lo hacía porque sabía que automáticamente el PP, para no enemistarse con su electorado más conservador, se negaría. En el momento en que el PP se negaba, el PSOE les decía: “veis, en el fondo sois unos franquistas encubiertos, en el fondo no sois demócratas”. La memoria fue el espacio de esta confrontación. –¿Cómo continuó esta confrontación? –En la misma época en que el PSOE estaba a favor de la memoria y no dejar en el olvido a las víctimas, el PP decía lo mismo que la derecha ha dicho aquí, en Uruguay y en Chile: “no abramos las heridas, el futuro es lo que importa”. Dicen exactamente lo mismo en todas partes. Mientras este era el reparto de papeles en Madrid, en el País Vasco era al revés. Lo que decía el PP era que no se podía olvidar a las víctimas. ¿Por qué? Porque eran las víctimas de ETA. Entonces se cambiaba el discurso según cuáles fueran las víctimas. En el País Vasco, el PSOE mimetizaba el discurso del PP en Madrid y decía que no era el momento de hablar del pasado, sino de encontrar un proyecto de futuro que nos uniera a todos. Ahora el PSOE no habla de las víctimas de la Guerra Civil y en el país Vasco apenas se habla de las víctimas de la ETA... “Una vez escribí un artículo que se titulaba, ‘Auschwitz: crimen perfecto’ –recuerda Cruz–. Un crimen como Auschwitz se caracteriza de tal manera que en los actos conmemorativos de la liberación del campo pueden coincidir
sin pestañear (Vladimir) Putin, (Silvio) Berlusconi y (Dick) Cheney, el ex vicepresidente norteamericano. ¿Quién está del otro lado? ¿Quién se está identificando con lo otro? Nadie; es un universo vacío, es la causa justa por excelencia, no tiene ninguna sombra. Todos podemos coincidir porque delante no hay nadie. Los nazis que hoy puede haber son negacionistas, no dicen que estuvo bien, sino que no tuvo lugar, con lo cual es un discurso perfecto: todos
Tú podrás decir que hace mucho que se criticaba. Y es verdad. Pero la idea de progreso funcionaba en la sociedad. –Los padres tenían la esperanza de que sus hijos estuvieran siempre en una mejor posición económica, educativa y social... –Claro, se daba por descontado que eso era así. En España tenemos 27 por ciento de desempleo y 50 por ciento entre los jóvenes, unas cifras brutales. Hace un par de años se hizo una manifestación de sectores juveniles en París,
a condenar algo que no defiende nadie. Fantástico, ¡qué buenos somos! En ese discurso hay trampa.” –¿Cómo se sale de esa trampa, donde a la vez que se banaliza la memoria está el peligro de olvidar? –La respuesta tiene que ser plenamente política. Un ejemplo es el de Sudáfrica: la verdad y la reconciliación. Igual que no se puede plantear la memoria por decreto, tampoco se puede plantear el olvido por decreto. La forma más segura de que no olvides algo es cuando te dicen “olvídalo”. A nivel personal, por supuesto, la gente olvida y recuerda lo que quiere. Pero otra cuestión es que nosotros lo pongamos en la agenda pública como algo pendiente. Si se tuviera que reparar todos los daños, ¿hay alguna sociedad que pueda soportarlo? La humanidad descubrió hace mucho tiempo que hay que dotarse de mecanismos de tal forma que no vayamos arrastrando todo lo pasado, porque ese pasado es una carga excesiva. No hay ni individuo ni sociedad que lo resista. –Al abandonar el pasado, como plantea en las conclusiones de Adiós, historia, adiós..., ¿por qué se pierde la idea de futuro y de progreso? –La idea de futuro típica de la modernidad, el espacio imaginario donde ubicábamos ilusiones, sueños, esperanzas, se ha volatilizado. La idea de progreso ya no va más.
luego también en Lisboa, y uno de los eslóganes más repetidos era: “Queremos vivir como nuestros padres”. Esa idea de progreso ha saltado por los aires, porque las utopías han quedado canceladas. El desarrollo tecnológico ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con el tiempo. En el planteamiento clásico de la ciencia ficción el corte entre presente y futuro estaba muy claro. El futuro de la ciencia ficción era el lugar en que ocurrían las cosas que nos parecían inverosímiles. El problema es que nos hemos acostumbrado a vivir con lo inverosímil. No tenemos idea por dónde pasa la línea de demarcación entre lo verosímil y lo inverosímil. Si el problema fuera sólo referido a la tecnología, no tendría tantas consecuencias. –¿A qué se refiere? –El problema es que en nuestro imaginario se produce una curiosa paradoja o contradicción según la cual en ciertos ámbitos estamos dispuestos a aceptar cualquier cosa como verosímil y sin embargo en el ámbito social no aceptamos ningún cambio. (Fredric) Jameson decía: “Al hombre contemporáneo le resulta más fácil aceptar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Somos absolutamente conservadores e incapaces de pensar un cambio de sistema económico y en otros ámbitos aceptamos que pueda pasar cualquier cosa.
La compasión y los animales ENTREVISTA CON JESÚS MOSTERÍN
L
a compasión es una emoción que consiste en un ejercicio de imaginación: es decir, nos ponemos en el lugar de otro que está padeciendo y, entonces, sentimos el padecimiento, el dolor del otro, como propio. Por eso se llama compasión, porque significa padecer con. Y aunque todavía no se sabe cómo se produce, se cree que las llamadas neuronas espejo constituyen su mecanismo neurofisiológico. Se disparan tanto cuando hacemos una cosa como cuando vemos que otro la hace, cuando nos pasa algo y cuando vemos que a otro le pasa. Por ejemplo, si un coche atropella a una persona o están maltratando a un animal, te sientes mal. Según importantes filósofos, como el mismo Hume, la compasión constituye una de las dos emociones morales básicas, junto con el amor propio. -¿Por qué tendemos a ser, en general, más compasivos con los miembros de nuestra especie que con los otros animales? -La compasión es una capacidad que tenemos, que se puede ejercer más o menos y hasta cierto punto, o no ejercerse nada en absoluto. Igual que nace gente con algún grave defecto físico, también nace gente completamente negada para la compasión, agresiva y cruel. Con la compasión pasa lo mismo que con el lenguaje. Todos los seres humanos hemos heredado genéticamente la capacidad lingüística, pero unas personas hablan mejor que otras, unas aprenden una sola lengua y otras son políglotas. Cuando Darwin dio la vuelta al mundo observó el comportamiento de los indígenas de la Tierra del Fuego con sus vecinos. Entre ellos, en su pequeño grupo familiar, eran muy solidarios y cariñosos, pero a los vecinos les rompían la crisma de una pedrada, les sacaban los ojos, les hacían barbaridades y, si las víctimas gritaban, se reían. No manifestaban la más mínima compasión. Darwin quedó impresionado y escandalizado por su crueldad y, a partir de estas observaciones, propuso su famosa teoría sobre que el progreso de la moral consiste en la expansión del círculo de la compasión: primero se aplica únicamente a los miembros inmediatos de la familia, y luego ya a otros parientes, a vecinos, a todo un grupo, una raza, una nación... Darwin consideró que la expansión del círculo de la compasión continuaría hasta llegar a su conclusión lógica, es decir, hasta que abarque
a todas las criaturas capaces de sufrir, a todos los animales absurdos. -Respecto a los animales como comida, ¿cómo se ha llegado a la desnaturalización de las condiciones de vida los animales y a su desprecio? -Todas las actividades industriales tratan de hacerse del modo más eficiente. Cuando están implicados seres humanos se tienen en cuenta sus intereses, pero no pasa lo mismo con los animales. Como reacción a esto hay, por un lado, diferentes tipos de vegetarianismo y, por otro, el grupo muchísimo más grande de la gente que quiere comer carne a mansalva al precio más barato posible y a la que le da igual cómo se consiga. -Por tanto, ¿usted defiende el fin de la ganadería intensiva, pero no el de la ganadería en general? -Las gallinas no pueden existir en la naturaleza en Europa. Las que hay o son de corral o de baterías intensivas. Yo estoy a favor de prohibir la tenencia en jaulas, pero no la de gallinas de corral, porque significaría condenarlas a muerte a todas. Pasa lo mismo con los cerdos. Los hay que viven en dehesas y se alimentan de bellotas, y otros que viven en jaulas, como las cerdas paridoras, que no se pueden mover, y paren y paren hasta que revientan y mueren. Son situaciones muy distintas, y es simplista, primitivo, poco inteligente meter todos los casos en de la misma olla. Hay tipos de ganadería aceptables – es normal en la naturaleza matar a otros animales para comérselos– y lo urgente es acabar con los que se basan en el sufrimiento tremendo de los animales.
CORREO del SUR Director General: León García Soler
-¿El progreso en el bienestar animal consolida el modelo de explotación de ganadería intensiva actual? -Eso dicen algunos, como el experto legal Gary Francione, que recomendó recientemente votar contra unos proyectos de ley en California destinados a mejorar el bienestar de los animales en las granjas. Algunos revolucionarios del séptimo día consideran que, cuanto peor vayan las cosas, mejor, porque, si no están del todo mal, la gente nunca va a hacer la gran revolución. Pero esa revolución no llega nunca y, cuando llega, lo que hace es establecer una tiranía todavía mucho peor. La ganadería no se va a acabar nunca: ¡si cada vez hay más cabezas de ganado y se consume más carne en el mundo! Por lo tanto, los amigos de los animales tenemos que tratar de eliminar las formas más dolorosas y desagradables para los que están en granjas o en laboratorios. -Además de la utilización de animales para el entretenimiento y la comida, también se emplean para la experimentación de fármacos y cosméticos. -Así como los experimentos para cosméticos son innecesarios y hay que tender a que desaparezcan totalmente –ya han disminuido mucho–, en la investigación biomédica son imprescindibles, tanto con animales no humanos como humanos. Pero hay que tomar todo tipo de precauciones para que sean los menos posibles. Lo razonable sería establecer que el experimento se hiciera en un instituto científico serio una sola vez y que el resultado fuese reconocido por todos los países sin volver a repetirlo en cada uno de ellos. Y, en la
mayoría de los casos, se podría anestesiar a los animales. -La concienciación ecológica va más allá de la preocupación por los efectos dolorosos de nuestras acciones sobre los animales. ¿Es diferente del animalismo? -La conciencia ecológica no procede del sentimiento de compasión, sino del de admiración. Hay ecologistas que no son animalistas y animalistas que no son ecologistas. Pienso que una relación madura y despierta con la naturaleza tiene que implicar ambas cosas. Por tanto, no estoy por la separación entre ecologismo y animalismo: son dos facetas de la misma actitud abierta y razonable hacia la naturaleza de la que formamos parte. -Para el año 2050, se calcula que habitarán la Tierra 9.000 millones de seres humanos. La explosión demográfica humana tiene un impacto negativo en nuestro planeta, cada vez más insostenible. ¿Qué medidas se pueden tomar para hacerle frente? -Somos como un cáncer de la biosfera: cada vez hay más gente, la gente cada vez consume más y el resto de la biosfera se va reduciendo. La primera cosa que hay que hacer es parar en seco la explosión demográfica con el control de la población. Los países del este asiático que han salido de la pobreza, como China, han empezado por controlarla. Y después de haber conseguido una cierta estabilización de la población, se puede eliminar esta restricción de la libertad. En los países del África negra se vive en la miseria absoluta y tienen un crecimiento demográfico tremendo. Habría que condicionar las constantes ayudas económicas, que sólo sirven para comprar armas y para llenar las cuentas corrientes de los dictadores locales, a que se establezcan controles estrictos de la población. Jesús Mosterín (Bilbao, 1941) es filósofo, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona, profesor de investigación del Instituto de Filosofía del CSIC, miembro del Center for Philosophy of Science de Pittsburgh, de la Academia Europea de Londres, del Institut International de Philosophie de París y de la International Academy of Philosophy of Science. Su último libro es El triunfo de la compasión. Nuestra relación con los otros animales (Alianza Editorial).
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