Número 403 Septiembre 7, 2014
a i r o t a r g i m a c i Polít o j e l l a V r a Cés a í r f a r r e u G o t s o g a e d s e n o ñ a c Los a d r e i u q z i a l r i v Vi
e u q o t o l i El p o n o j di
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CORREO del SUR
Vivir la izquierda Víctor Orozco
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l pasado 28 de agosto se presentó en la ciudad de México el libro de Adolfo Sánchez Rebolledo, La izquierda que viví. Un grueso volumen que sobrepasa las seiscientas páginas da cuenta de una buena porción de acontecimientos históricos mexicanos y mundiales desde la década de los sesentas en el siglo pasado, hasta la primera de este milenio. Militante político, periodista, escritor, observador agudo, organizador, Sánchez Rebolledo nos regaló una atalaya para mirar el acaecer contemporáneo y al mismo tiempo una brújula orientadora. Dueño de una vida intensa y comprometida, con sus causas, sus oficios, el autor pudo dotar a estos textos de un distintivo clave, notable apenas se adentra uno en la lectura: su autenticidad. En ellos no asoman nunca la impostura, el cinismo, los ocultamientos o los afanes de promoción personal que caracterizan al común de los libros escritos o firmados por los políticos. Cada artículo incluido en la colección está impregnado por una filosofía muy propia de los intelectuales de izquierda nunca cooptados por el dinero o aficionados a las llamadas mieles del poder. Pensaría que en las páginas del antiguo director de la revista Punto Crítico, late el mismo corazón y parecidas pasiones que estimularon el talento de José Martí o Antonio Gramsci, para recordar a dos luchadores y escritores cuya obra política e ideológica, igual se encuentra desgranada en cientos de trozos que recogen miradas puntuales, crónicas, reflexiones, propuestas, críticas, que leídas en conjunto entregan una perspectiva del mundo. Los tres son maestros en comunicar ideas usando como vehículos a los textos cortos, en los cuales condensan vivencias, aprendizajes e incontables horas de lecturas.
La visión presente en el volumen reseñado, alberga los persistentes valores y banderas alzados por las izquierdas de todos los países. La igualdad y la justicia social, las libertades, las tolerancias. Hasta hoy, conjugar todas estas aspiraciones ha sido una tarea coronada en la práctica por el fracaso. Si algo se avanza para repartir mejor los bienes económicos y culturales, se retrocede en el terreno de los derechos individuales. Pero, sin estas esperanzas, ningún adelanto, ninguna emancipación se hubiese conseguido. Tendríamos todavía jornadas de diez y seis horas y niños amarrados a las máquinas de las fábricas. De la misma manera, libros prohibidos y religiones únicas. Sánchez Rebolledo es de aquellos que mantiene vivas las convicciones negándose a condescender o arriar los estandartes. Es y será un socialista hasta su muerte. Los textos dedicados a la revolución cubana, abordan este conflicto-desafío. Junto con miles de su generación, el autor fue producto de esta revolución, en varios sentidos. Y como pocos, estuvo en la pri-
mera línea de la solidaridad con el pueblo caribeño desde aquellos mítines que conmovieron a las ciudades latinoamericanas en abril de 1961, cuando se produjo la invasión de Playa Girón. En su oficio de editor, se le recuerda muy bien por los libros publicados en Editorial Era, conteniendo los discursos de Fidel Castro, desde las primeras fases del movimiento armado cubano.
En 1991 publicó en La Jornada “Cuba, hora cero”, cuando la Unión Soviética se había derrumbado, “…el movimiento comunista ya no existe y las viejas ideas se entierran sin más –en ocasiones con más prisa que decoro– como si todas las tesis socialistas fueran trastos inútiles, los ojos críticos se vuelven al inencasillable Fidel convertido, paradójicamente, entre las palmeras que lo vieron nacer, en el último –y solitario– defensor del marxismo-leninismo” y se pregunta: “¿Es justo pedirle a un gobierno tan acosado como el cubano que haga los cambios políticos que en otros países de América Latina se lograron con enormes dificultades tras décadas de guerras sucias y dictaduras militares?” Una década después, durante el gobierno de Vicente Fox, hacía la crítica de la política exterior mexicana. Nada ha cambiado en Cuba, señaló, pero tampoco la actitud norteamericana hacia ella se ha movido un ápice. Denunciaba a partir de estos hechos la retórica de la cancillería mexicana, dirigida entonces por Jorge Castañeda, que repitiendo los viejos argumentos de quienes expulsaron a Cuba de la OEA en 1962, no se atrevía a nombrar a las cosas por su nombre. Luego, confirmaba el deshonroso vasallaje hacia Washington cuando el presidente mexicano pidió al cubano que no criticara a Estados Unidos durante la cumbre de Monterrey y se retirara antes de tiempo para no incomodar a George Bush. La variedad de intereses intelectuales de Sánchez Rebolledo, como puede suponerse en un marxista, forma un arcoíris. Releyó al historiador inglés Erik Hobsbawm para discurrir sobre el doble fracaso del cual hemos sido espectadores y damnificados: el de la economía planificada y el del libre mercado. Ambos sistemas mostraron en el último siglo que su dinámica y sus resultados responden muy bien a la insaciable sed de poder de las cúpulas, pero están muy lejos de los anhelos y necesidades de las mayorías. De la transición al socialismo, tema tan caro a los ojos de militantes y analistas hasta finales de los ochentas, pasa a ocuparse de otro, menospreciado hasta entonces en el pensamiento marxista: el de la transición a la democracia, desde las dictaduras militares y regímenes autoritarios o de partido único como el mexicano. Las elecciones de 1988 abrieron de pronto un escenario nuevo al que la izquierda no
estaba acostumbrada. La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la república convocó exitosamente a las masas populares y provocó la unidad de comunistas, socialistas, demócratas, nacionalistas, exguerrilleros, socialcristianos. No se alcanzó el poder, pero se derivó a la formación del PRD, una organización en la cual los izquierdistas encontraron por fin un instrumento electoral para dar la batalla política y abandonar el triste papel de esforzados protagonistas de esfuerzos puramente testimoniales. Participante en la fundación y organización del Partido Socialista Unificado de México y del Partido Mexicano Socialista, antecesores de la nueva organización, Adolfo Sánchez Rebolledo no encontró en éste el espacio democrático para debatir y confluir en proyectos de cambio. En 1991, junto con Pablo Pascual y José Woldenberg, envió una carta de renuncia al entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Los tres disidentes no aceptaron ser partes de un movimiento mesiánico que se asumía como el único capaz de representar al pueblo. Tampoco estaban de acuerdo en las decisiones inconsultas tomadas en la dirección, sin discusiones que las precedieran. Adherente y continuador a su manera de las enseñanzas de su padre, Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo y destacado intelectual republicano exiliado en México, reivindica para sí los principios del marxismo clásico, pero rechaza la esclerosis y los dogmas, posición expuesta en una cita del teórico de la praxis: “Desde mi punto de vista, el marxismo ha caducado en una serie de aspectos. Hay tesis que no se han confirmado… pero en ese caso hay que hacer lo que habría hecho el propio Marx: no tratar de ajustar la realidad a las tesis… sino forjar nuevas tesis que traten de explicar esa realidad”. Seguidor preciso de la coyuntura, Sánchez Rebolledo se mueve como pez en el agua cuando aborda los problemas de la estrategia y las tácticas de los movimientos sociales y políticos. De 2004 a 2006, publicó valiosos ensayos sobre la traición a la democracia ejecutada por Vicente Fox y el impedimento por segunda vez en dos décadas del ascenso al poder por una conjunción de fuerzas populares a costa de romper la legitimidad. También sobre la conversión de Andrés Manuel López Obrador en el líder nacional que sigue siendo. Una minúscula muestra de la vasta lista de “cabezas” revela esta destreza del autor para el análisis del suceso contemporáneo: “La salida: contar los votos, ¿Oligarquía o democracia?, La izquierda ayer y hoy, Organización, partido y movimiento, Laicismo: ¿libertades absolutas, derechos ilimitados?, La hora de los Indios, ¿Qué es Marcos?, Los facinerosos de la izquierda”, etcétera. Sin duda, debemos celebrar la aparición de este volumen y de sus ingentes contribuciones a la cultura y al quehacer político de México. Para nuestra fortuna, seguimos leyendo cada semana al viejo amigo y camarada Adolfo Sánchez Rebolledo. *Adolfo Sánchez Rebolledo. La izquierda que viví. El instante y la palabra. Configuraciones, México 2014. 611 pp.
CORREO del SUR Amy Goodman y Denis Moynihan
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n su épico libro ganador del Premio Pulitzer “Los Cañones de Agosto”, la historiadora Barbara Tuchman relata cómo comenzó la Primera Guerra Mundial en 1914 y cómo la beligerancia, la vanidad y las políticas mediocres de líderes poderosos llevaron a millones de personas a una muerte sangrienta durante ese conflicto de cuatro años. Antes de que la gente se diera cuenta de que las guerras debían numerarse, a la Primera Guerra Mundial se la llamaba “La Gran Guerra” o “La Guerra que Pondrá Fin a Todas las Guerras”, lo cual no sucedió. Se trató de la primera guerra moderna, con matanzas masivas y tropas mecanizadas en tierra, mar y aire. Podemos mirar esa guerra en retrospectiva, hoy, a 100 años de su comienzo, como a través de un espejo distante. El reflejo de la situación en la que nos encontramos hoy luce desalentador visto desde el país más bélico de la historia de la humanidad, Estados Unidos. Durante los primeros años del siglo XX, los líderes de los países de Europa tejieron una red de alianzas mediante tratados por los que cada país se obligaba a actuar militarmente en defensa de otro en caso de guerra. Cuando el hijo del emperador austríaco, el Archiduque Francisco Fernando, se encontraba de visita en Sarajevo el 28 de junio de 1914, Gavrilo Princip, un nacionalista serbio de diecinueve años de edad, lo asesinó. Como relata Barbara Tuchman en su libro publicado en 1962, el Imperio austrohúngaro atacó a Serbia, lo cual desató una reacción en cadena, que implicó el involucramiento de Rusia, Francia, Bélgica y Gran Bretaña en la guerra contra el Imperio austrohúngaro, Alemania y el Imperio otomano. Tras fracasar los planes de guerra de las distintas potencias, se inició un período de despiadada guerra de trincheras durante el cual millones de personas perdieron sus vidas bajo el incesante fuego de morteros, ametralladoras, gas mostaza y modernos aviones equipados con ametralladoras y bombas. Se estima que a lo largo de la guerra habrían muerto unos 9.700.000 soldados y 6.800.000 civiles. ¿Qué hemos aprendido del desastre de la Primera Guerra Mundial... si es que hemos aprendido algo? Pensemos en Gaza o en Ferguson, Missouri. Después de los casi 50 días de bombardeos sobre Gaza, por parte de un ejército israelí equipado con las armas más sofisticadas y mortíferas financiadas por Estados Unidos, las autoridades sanitarias de Gaza ubican la cifra de palestinos fallecidos en 2.139, de los cuales más de 490 son niños. Israel reportó 64 soldados fallecidos a consecuencia de su invasión terrestre en Gaza, así como la muerte de seis civiles. La angosta Franja de Gaza es uno de los lugares más densamente poblados de la Tierra y se encuentra sometida a un implacable sitio impuesto por Israel. Actualmente es una pila de escombros en la que las personas hurgan en busca de los cuerpos de sus seres queridos. En Estados Unidos, la violencia de la policía en Ferguson, Missouri, suscitó manifestaciones y un debate a nivel nacional luego de que el agente Darren Wilson disparara y causara la muerte al adolescente afroestadounidense desarmado Michael Brown, pocos días antes de que éste ingresara a la universidad. El pequeño barrio de Ferguson, en St. Louis, cuenta con una fuerza policial altamente militarizada, con chalecos antibalas, vehículos blindados y armas automáticas. No es una casualidad que las imágenes de Ferguson sean simi-
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Los cañones de agosto
lares a las de las calles de Bagdad o Kabul. El ejército estadounidense tiene un programa por el cual distribuye el excedente de material bélico entre fuerzas policiales municipales. Resulta menos oneroso para un Pentágono justo de presupuesto deshacerse de la artillería pesada que ya no desea y pasársela a la policía local en lugar de mantener un monumental arsenal de material en desuso. Pero, ¿para qué necesita armas de guerra nuestra policía? Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), Estados Unidos gastó en armamento militar 640 mil millones de dólares en 2013, poco más de un tercio del total mundial, que asciende a 1,7 millones de millones de dólares. El aumento del gasto en armamento por parte de otros países, principalmente China y Rusia, indica que no están conformes con el hecho de que Estados Unidos sea la única superpotencia mundial. ¿A dónde nos llevan esos millones y millones de dólares invertidos en armas? En pocas palabras: a la guerra. Gaza es solamente uno de los tantos ejemplos.
La guerra civil en Siria atraviesa su tercer año y lleva ya más de 200.000 personas fallecidas. El grupo de combatientes islámicos conocido como ISIS ha tomado el control de extensas zonas de Siria e Irak. Su éxito cruel constituye otro ejemplo de lo que salió mal tras la desastrosa invasión y ocupación de Irak por parte de Estados Unidos y se ha visto enardecido además por la ira generada ante la devastación que Israel deja a su paso en Gaza. La Libia “liberada” por los ataques aéreos de la OTAN se encuentra en un estado de violenta anarquía. Siguen estallando conflictos, de los que prácticamente no se informa, en Sudán del Sur y en los lugares en los que, tal como informa Jeremy Scahill en su libro “Dirty Wars”, Estados Unidos sigue librando aún sus “guerras sucias”, por ejemplo Yemen, Somalia y Afganistán. La violencia se ha incrementado también en Ucrania, donde, según Naciones Unidas, han fallecido 1.200 personas a causa del conflicto armado, tomando en cuenta tan sólo el mes pasado. Los millones de personas que murieron en vano durante la Primera Guerra Mundial
han sido mayormente olvidadas un siglo después. Próximo a cumplirse el 50 aniversario de aquella guerra, Barbara Tuchman finalizó “Los Cañones de Agosto” con estas palabras: “Los países se vieron acorralados en una trampa... una trampa de la que no hubo y no ha habido salida”. Sin embargo, existe una fuerza más poderosa que la de los gobiernos de todos esos países: el poder de la gente que en todas partes dice “no”. La guerra no es la respuesta a los conflictos en el siglo XXI. © 2014 Amy Goodman Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur. Artículo publicado en Democracy Now!
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El piloto que dijo
Roberto López Belloso
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l principio fue sólo un rumor. En una ciudad ocupada no se tiene mucho más que eso. Un rumor al que aferrarse. En este caso el rumor decía lo impensable. Que un piloto israelí se había negado a bombardear una escuela en las afueras de Saida, al sur de Líbano. Llevaba las coordenadas claramente anotadas en sus instrucciones, pero al llegar al lugar y hacer contacto visual con su blanco, el piloto, que antes había estudiado para arquitecto, vio que esa planta sólo podía corresponder a una escuela. Dio media vuelta y lanzó sus bombas en el mar. ¿Habría sido así realmente? ¿Puede un piloto comprender desde el aire la planta del edificio que va a destruir? ¿Puede tomar una decisión de ese tipo conociendo las consecuencias que tendría su desobediencia en la rígida escala jerárquica militar? Imposible saberlo. Era apenas un rumor. En todo caso, a los 8 años no se apela a tecnicismos. A los 8 años, en una ciudad ocupada, el mundo es un lugar peligroso donde el bien y el mal están claramente delimitados. Para prestar oídos a ese rumor se necesitaba una profunda fe en un sustrato común de humanidad, un sustrato tan fuerte y tan elemental como para abarcar incluso al enemigo. A los 8 años Akram Zaatari disponía de esa base. Era hijo de un maestro, y un maestro, esencialmente, es alguien que cree en lo que hay de humano detrás de cada uno. Akram Zaatari no murió en el bombardeo que nunca ocurrió sobre la escuela de su infancia. Así que Akram Zaatari creció, dejó el sur de Líbano, estudió para arquitecto y se hizo artista plástico. Como un zumbido extraño, el rumor acerca del piloto que se negó a matarlo siguió persiguiéndolo durante todos esos años. Habló de eso una y otra vez. Con propios y extraños. Una de esas veces fue en París, ante la cámara del cineasta israelí Avi Mograbi. De esas palabras se hizo un pequeño documental y un libro. Un pequeño libro naranja, como recuerda Zaatari. Y las palabras llegaron a los ojos que tenían que leerlas. Hagal Tamir había nacido y había crecido en un kibutz. Después había estudiado arquitectura. Años más tarde se había enrolado en la fuerza aérea israelí. Hagal Tamir fue el piloto que se negó a lanzar sus bombas sobre la escuela del sur de Líbano. Eso, que primero fue un rumor, ahora se confirmaba. Pero seguía resonando en la cabeza de Akram Zaatari sin que supiera muy bien
qué hacer con ese zumbido. Resonó con más fuerza a principios de este siglo todavía joven, cuando otro piloto israelí tomó el camino contrario al de Hagal Tamir y en lugar de negarse a lanzar sus bombas sobre una infraestructura civil,
No se pasa indemne la infancia en una ciudad ocupada. Entonces Akram Zaatari, ya convertido en uno de los principales artistas conceptuales de su país, hizo lo que hace el arte con la realidad: la iluminó de tal
En esa construcción artística, que pudo verse en la más reciente Bienal de Venecia como obra única del envío libanés, Akram Zaatari juntó croquis, fotos de familia, páginas de una agenda, fragmentos de esa conversación
“Letter to a refusing pilot”. Sin embargo me permito la licencia. Porque una traducción se hace también de influencias, y decir no es mucho más que negarse a obedecer una orden. El Día del No es la fiesta nacional griega, conme-
tiró desde su F16 una tonelada de explosivos sobre una zona densamente poblada de Gaza, matando a 15 personas. Ese bombardeo –y no el hallazgo de aquel piloto de su infancia– fue el detonador del mecanismo de relojería que el rumor había plantado en la cabeza de Akram Zaatari. No es metáfora.
manera que pudiera verse (casi) como realmente es, sin las máscaras de la política circunstancial, de los intereses económicos, de la opaca parodia que son los medios que dicen comunicarla. Sin ocultar que también el arte es una máscara. Aunque probablemente la máscara más honesta, si se permite el oxímoron.
imaginaria con el piloto que no sabía si en verdad existía y que dio lugar al pequeño libro naranja. Y un video. Un inquietante video de bombas que caen donde deben y donde no deben caer. Llamó a su obra “Carta a un piloto que dijo no”. En verdad llegó a Venecia titulada en inglés con el mucho más preciso y certero
morando el momento en que el pequeño país de Europa, donde está enterrado el ombligo de lo mejor de ese mundo bastante pérfido que llamamos Occidente, se negó a aceptar el ultimátum de la Alemania nazi y se decidió a pelear y ganar perdiendo. “¿Y ese quién es?”, preguntaba un niño a otro en un afiche de París a fines
o no de los noventa delante de una foto de Charles de Gaulle. “El que dijo no”, le respondía el otro, en una de las campañas más inspiradas de los publicistas galos. Decir no. Como en la Segunda Guerra, como en los ochenta en los plebiscitos de Uruguay o de Chile. Como cuando se recibe la orden de bombardear una escuela. La obra de Akram Zaatari muestra la serie de fotos que componen una joven vida como la suya. En ese technicolor de las fotos de finales de los setenta puede vérselo con su pequeño hermano en tiradores y un fondo de vegetación cuidada pero desértica. O con su madre y su perro. O muy serio, con una camisa celeste abotonada hasta el último botón del cuello. O ya adolescente, sonriendo, de remera, en el patio de la escuela que no fue destruida, donde su padre ya era director. Es la biografía en fotos de un niño que debió morir en un bombardeo. Es su carta al piloto que eligió no matarlo. La obra se expone en un ambiente de semipenumbra. Los visitantes apenas recorren el espacio. Miran alrededor fugazmente y se sientan, largo rato, a observar el hipnótico video del avión y las bombas. El mismo avión que aparece como una sombra, casi como un ovni, lejos, en el cielo, en una foto que tiene el grano de las viejas imágenes de periódico, y que se reproduce en tamaño sábana en el catálogo de 16 páginas de donde fue tomada la historia que acá se cuenta. Un año estuvieron guardadas en un cajón de Montevideo esas 16 páginas. Hace más de nueve meses que terminó la Bienal de Venecia. De allá vinieron en una maleta, apretujadas entre otros catálogos y folletos. Como un zumbido en mis oídos, la carta de Akram Zaatari volvía una y otra vez a medida que las noticias sobre la más reciente operación de castigo contra Gaza iban tomando dimensiones más dantescas. Niños que tenían casi la misma edad de Akram Zaatari cuando escuchó por primera vez la historia del piloto que eligió no matarlo, han estado muriendo a diario. La carnicería es tan grande –más de 1.900 muertos la última vez que reparé en la cifra que parece una hemorragia que no para– que ha de ser difícil encontrar hoy, en alguna parte de Gaza, un maestro dispuesto a creer en un rumor que hable de un piloto que se negó a bombardear una escuela. O un rumor que hable de un combatiente de Hamas que se negó a esconderse en una escuela para evitar poner en riesgo vidas inocentes. Ha de ser difícil de encontrar. Pero a veces, en una ciudad cercada y ocupada, no se tiene más que eso.
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Guerra fría: entre la nostalgia y el futuro E Rafael Poch
l Imperio del Caos en busca del Nobel de la estupidez, o cómo la aventura occidental en Ucrania contribuye a una nueva bipolaridad. Este bien podría ser el título para un análisis de las relaciones internacionales tras unos acontecimientos que vienen a resucitar ecos de aquella guerra fría que mantuvo en vilo al mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Próximos al 25.º aniversario de la caída del muro de Berlín, se suceden los análisis –y ficciones– sobre aquella época; relatos que pueden servir también para comprender mejor el mundo actual En 1987 llegué a Moscú procedente de Berlín con una idea muy alemana según la cual las responsabilidades de la guerra fría se repartían por igual entre ambos contendientes, el Este y el Oeste. El contacto con una URSS agotada por el esfuerzo que suponía mantener el pulso bipolar y la constatación de que el comunismo no sólo era reformable sino que se autodesmantelaba, con aquel Gorbachov que ofrecía desarme radical y predicaba una nueva civilización, me hizo cambiar el acento. En la guerra fría ni las bombas A y H, ni el bombardero o submarino estratégico (es decir, capaz de portarlas y lanzarlas a miles de kilómetros), ni el misil intercontinental, ni la multiplicidad de cabezas nucleares en un misil, ni la doctrina del primer golpe, ni la militarización del espacio, ni tantas otras cosas, fueron iniciativa de la URSS. Moscú siempre llegó a todas esas locuras como respuesta a la tecnología de su adversario. La experiencia china confirmó el diagnóstico: por más que comprenda el desagrado y la antipatía que los regímenes de países como Rusia o China puedan provocar en el público, ya tengo muy pocas dudas acerca de que la política exterior de esos dos países es mucho menos agresiva y mucho más cooperativa y razonable que la del Imperio del Caos (Samir Amin), es decir, la tríada formada por Estados Unidos, las potencias europeas y Japón. Es verdad que China depende cada vez más de materias primas y recursos lejanos, pero el hecho es que, hoy por hoy, su ejército no es adecuado para aventuras exteriores ni está orientado para ello. China tiene casi el mismo arsenal nuclear que tenía en los años ochenta (equivalente al del Reino Unido y sin gran preocupación por su modernización) y es el único país que mantiene en su doctrina una promesa de no usar nunca esas armas si no es atacada. A quienes miran el mundo desde el maniqueísmo democracia/dictadura, recordarles que el ejército chino está claramente subordinado a la esfera política, cosa mucho más discutible si hablamos del complejo militar-industrial y de lo que el Pentágono representa en el sistema de EE.UU.
El programa del caos Hace años que Immanuel Wallerstein aventuró que el mundo que sucedería al bipolar sería aún más caótico. Ucrania sugiere que entramos de lleno en la fase multipolar de los imperios combatientes, fase superior de la estupidez humana en el siglo XXI. En Occidente, el Imperio del Caos (ahí están sus obras a la vista; Iraq, Afganistán, Libia y Siria), continúa dispuesto a seguir afirmándose militarmente. En Europa, la Unión Europea se confirma como su fiel compañero y pese a la crisis que merma sus presupuestos militares, busca ampliar su presencia en África y Europa Oriental, mientras Alemania sale del armario reivindicando abiertamente el control militar de recursos globales y una política exterior más activa que aún no ha decidido la intensidad de sus relaciones con Rusia y Estados Unidos, que Washington plantea como incompatibles.
Líneas rojas La rebelión de Rusia supone un vuelco en la conducta de ese país durante más de veinte años, siempre cediendo tras la violación de líneas rojas permanentemente marcadas por Moscú y traspasadas sin ceremonias por Euroatlántida. Ese vuelco es visto como un desafío intolerable que hay que castigar ejemplarmente, pero para Moscú no tiene vuelta atrás, sin arriesgarse a un desmoronamiento del régimen de Putin. “Lo importante no es Ucrania en sí, sino el desafío que el vuelco supone”, dice Fedor Lukianov. La revisión de los resultados de la guerra fría es inadmisible en Occidente. Aquel resultado que Gorbachov imaginó como un acuerdo entre caballeros con miras a construir una seguridad continental integrada en Europa (Carta de París, noviembre de 1990), fue convertido por Euroatlántida en una fu-
El único programa que este Imperio del Caos ofrece a los imperios emergentes de Oriente, los BRICS, Rusia y China, es la “completa sumisión”, explica Samir Amin, pero ni Rusia ni China aceptan ese programa. En Ucrania Rusia ha dicho basta. Estaba dispuesta a convivir con una Ucrania neutral, pero no con un protectorado occidental enfocado contra ella, algo que rompe a ese país por la mitad y le empuja al conflicto interno. Vía la anunciada privatización del sector energético ucraniano, los grifos de las venas por las que fluye el grueso de la exportación energética rusa quedarán en manos de Estados Unidos (empresas como Chevron están en ello), y la inequívoca perspectiva de ingreso en la OTAN convierte el cerco militar en tierra ancestral rusa en un agravio insoportable.
llera y arrolladora ofensiva sobre el terreno liberado por uno de los dos gángsters en beneficio del otro. Los dirigentes rusos estaban entonces demasiado entretenidos en llenarse los bolsillos con la privatización y saqueo del patrimonio soviético. Una mezcla de ingenuidad, desbarajuste, choriceo y espíritu matón. Occidente considera ahora inadmisible revisar aquel excepcional conglomerado y quiere escarmentar a Rusia. Pero ¿cómo hacerlo sin empujarla en brazos de China? Lo de Ucrania apenas está empezando y China ya asoma como ganadora. Su presidente Xi Jinping se paseó en invierno por Europa, inspeccionando el panorama del subimperio occidental; Holanda, Francia, Berlín, Bruselas, un rosario de viejas capitales coloniales unidas, en una orquesta cada vez más desafinada, alrededor del propósito de contrarrestar a los viejos y nuevos imperios emergentes. (Continuará)
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César Vallejo, el Enrique Foffani
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ajo el título de Correspondencia completa, este volumen a cargo de Jesús Cabel reúne un total de 285 cartas enviadas por César Vallejo a diversos destinatarios desde la época de su juventud hasta los días previos a su muerte, acaecida en 1938 en París. A esta ciudad Vallejo arriba el 14 de julio de 1923 gracias a la generosidad de su amigo peruano Julio Gálvez, que cambia su pasaje de primera por dos pasajes de tercera clase: así llega Vallejo a la capital francesa, muy pobre, y allí morirá más pobre aún el 15 abril de 1938. Una de las características más notables de este epistolario es que hay pocas cartas escritas por fuera del ámbito afectivo y fiduciario, entre quienes se encuentran sus hermanos Víctor y Néstor, amigos peruanos entrañables como Pablo Abril de Vivero, Antenor Orrego, Oscar Imaña, Alcides Spelucín y Juan Luis Velázquez y también los poetas españoles Juan Larrea, Gerardo Diego y José Bergamín, con quienes mantuvo una relación muy cercana, sobre todo con el primero de ellos. El lector de estas cartas descubre hasta qué punto se trata de una escritura privada que apela precisamente a la intimidad para asegurarse un espacio de franqueza y confianza ante una situación económica de creciente pauperización. Esta publicación incluye la novedad de más de cuarenta cartas recogidas por el mismo Jesús Cabel –de las cuales veinte de ellas ya las había hecho conocer en su libro de 1998 César Vallejo. A lo mejor soy otro– y que no habían sido todavía registradas por las otras ediciones del epistolario vallejiano a cargo de distintos recopiladores. Para ser justos, la base de esta edición es, sin lugar a dudas, el Epistolario general que José Manuel Castañón publicara en 1982 –también en Pre-Textos– y que compendia, a su vez, sus tres ediciones previas, sobre todo la de 1960, que contiene el primer repertorio epistolar compuesto de las 117 cartas que Vallejo le escribiera al diplomático peruano y amigo personal Pablo Abril de Vivero. Este se las cede a Castañón y también le confiesa que, durante los cruentos bombardeos franquistas en el Madrid de la Guerra Civil, perdió tantas cartas como las que había logrado salvar del fuego. A pesar de que el título es poco feliz porque, estrictamente hablando, no es una correspondencia (no se editan a la par las cartas escritas por los destinatarios a Vallejo), esta edición de Jesús Cabel es la más completa hasta la fecha, no sólo porque incrementa el número de cartas o corrige errores y enmienda olvidos y confusiones respecto de las ediciones anteriores, sino porque las cartas nuevas que incorpora, por un lado confirman los aspectos claves del epistolario (el arte y la poesía en relación con lo político y lo religioso; el mundo de los afectos tan patente en la escritura-Vallejo cualquiera sea el género; la conjunción entre cristianismo y marxismo; y primordialmente el tema más recurrente: el del dinero) y por el otro dan una vuelta de tuerca interesante al abrir resquicios autobiográficos inéditos que no son meramente anecdóticos. Más bien desarrollan facetas desconocidas y ayudan a entender muchas de las dificultades que tuvo que afrontar y de las vivencias que (re) componen un paisaje de mayor comprensión sobre la figura, muchas veces, idealizada del cholo Vallejo. Pobre poeta El aporte de este hallazgo comprende múltiples aspectos: la ampliación de la etapa de su juventud en la ciudad de Trujillo, remontándose ahora a 1912; la devoción por su familia, a la que confía sus experiencias más vitales; cartas desconocidas sobre la prisión que sufriera en 1920; las lecturas meticulosas que hace Vallejo de los poetas peruanos
En sus cartas, escritas sobre todo en sus años de exilio en París, César Vallejo acabaría por construir un retrato de sí mismo alrededor de grandes temas de la modernidad de su tiempo: la figura del poeta pobre sumido en la miseria y la extranjería, que igualmente logra autoironizar sobre su situación, sin verse a sí mismo como una víctima sino aceptando sus circunstancias; un Vallejo austero, afectivo y lúcido. Una nueva edición de su Correspondencia completa (Pre-Textos), con material desconocido, ilumina su figura y a la vez desacraliza la hagiografía de su mito, devolviendo a escala humana, al alcance de todos los lectores, una vez más, al entrañable César Vallejo. de su generación; la decisión de vivir como periodista y cronista; las dos cartas que le escribiera a Mariátegui con una admiración que podemos afirmar que era, en verdad, recíproca si recordamos el lúcido ensayo que éste le dedicara a Vallejo en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. El recorrido epistolar abarca un vasto arco temporal en el que se advierten tres épocas importantes. La primera, la década del 10: es el período de formación en la ciudad de Trujillo, donde junto a un grupo de destacados escritores, artistas e intelectuales forma parte de la Bohemia del Norte, en la que lo artístico se tensa con lo político, dada la presencia de Haya de la Torre en el grupo; este perío-
do culmina para Vallejo en Lima, donde aparecen sus dos primeros y fundamentales libros –en 1919 Los heraldos negros y en 1922 Trilce–; y, al filo de la década, entre una y otra publicación, el poeta vivirá una de sus experiencias más dolorosas, la cárcel, al ser injustamente inculpado por episodios oscuros (“Es el ambiente provincial ... soy del terruño ... estoy enjuiciado calumniosamente por los rescoldos equivocados de la maledicencia lugareña”, tal como define su situación de encarcelamiento a uno de sus amigos más cercanos) que tendrán una profunda resonancia no sólo en la poesía sino también en su vida personal, ya que para algunos críticos es la causa judicial –que sigue su curso aun después de haber recobrado su libertad– la que lo decide a abandonar el Perú. La década del 20 se abre, entonces, con el viaje a París tal como lo testimonia una de las cartas más significativas de Vallejo dirigida a su hermano Víctor, en la que describe el impacto que le causó su arribo a la “capital de la cultura” como la bautizara Walter Benjamin. Es ésta una época de paradojas: de un lado, la de la preocupación política y su adhesión al marxismo –viaja tres veces a Moscú, la capital de una nueva economía– y del otro y para decirlo con Balzac, se trata de la dolorosa experiencia de las “ilusiones perdidas”, es decir, de ese singular crackup que implica la decepción ante una Europa que raudamente se desmorona ya a los tres meses de su llegada a París y que replica de algún modo la vivencia de Rubén Darío para quien la Ciudad Luz dejaba de ser la meca ideal del arte para transformarse en el “ombligo de la neurosis y en el centro del surmenage”, como escribió el poeta nicaragüense en su famosa “Epístola a la señora de Lugones”. Antes Darío, ahora Vallejo y la larga historia de latinoamericanos en Europa, que va desde los metecos a los sudacas. Al lado de la utopía política que Vallejo sostendrá hasta su muerte sin desconectarla de lo teológico y que encarnará en su poemario, de aparición póstuma, dedicado a la Guerra Civil Española, España, aparta de mí este cáliz, se encuentra la progresiva
CORREO del SUR
Domingo 7 de septiembre de 2014
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artista del hambre pobreza que se volverá, en la década siguiente, extrema y radical. Y la tercera y última es la de los difíciles años ’30, cuando la miseria impregne con su fatal inercia y continua inestabilidad no sólo lo económico sino también se capilarice en todos los órdenes de la vida: “No salgo a la calle –le confiesa a su amigo Pablo– porque ni puedo ponerme el calzado. Esta es también la causa por la cual no le escribo sino hoy”. Las cartas revelan un negativo misérrimo que la fotografía y el uso de ciertos tonos retóricos buscan desmentir, porque el cholo Vallejo hace de la pobreza un estado paradójico, tal como reza uno de sus versos más memorables y que podría condensar el espíritu de este epistolario: la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre. Vallejo le saca así provecho a la carencia como si se pudiera extraer algo material de ella y como un alquimista, transforma la pobreza en otra cosa. Pero las cartas también muestran la escena de la vida cotidiana de un escritor que a duras penas puede sobrevivir con su trabajo intelectual: intenta mantenerse como cronista y periodista, cuyo trabajo cobra mal, tardíamente o nunca, y tampoco consigue jamás colocar alguna de las numerosas piezas teatrales que escribe, aun cuando amigos como Federico García Lorca y el actor francés Louis Jouvet lo ayuden al tratar de interesar a algún productor dispuesto a poner en escena esas obras dramáticas tan fascinantes y vanguardistas. Al fin y al cabo, los ’30 configuran una década en la que la miseria llega a límites indescriptibles y, a propósito, las cartas deberán describir lo indescriptible de la miseria, cuando se vuelve en un punto intratable, cuando ya no es posible no caer en el patetismo del pedido de socorro. Sin embargo, las cartas muestran un talante digno de las artimañas picarescas mediante las cuales Vallejo intenta zafar del abismo que implica perder lo que él mismo llamó, en la crónica que escribe cuando muere en París León Bloy en la más rotunda indigencia, “la dignidad del escritor” que es, para el peruano, el límite de la humillación: todo puede soportarse pero hasta allí, hasta ese punto en que se pone en serio riesgo su decoro de artista. El epistolario de Vallejo tiene un único gran tema: el dinero o, mejor, la falta de dinero, entendido como la causa material de su pobreza. La falta de dinero se transforma en una constante especulación que lo vuelve uno de los poetas más lúcidos de nuestra modernidad latinoamericana. Podemos leer, en estas cartas, una constatación irrefutable, la pobreza, y paralelamente, la desmentida del propio Vallejo, quien apela, entre otros recursos retóricos, a la ironía e incluso a la autoparodia de sí y lo hace de tal manera que a veces hasta roza la necesidad de una redención que no tiene sólo una valencia religiosa sino que también involucra en ella a la política, el arte, la existencia misma. Podríamos decir: a falta de recursos económicos, buenos son los recursos retóricos. La ironía es, en estas cartas, capital. Es más: es el único capital con el que cuenta un poeta pobre para luchar contra la economía de capital. Bastaría hacer un pequeño muestrario epistolar para ver cómo recorre la miseria toda su estadía en Europa, volviéndose así un escritor proletarizado: “Aquí hay un calor horrible. Tres días insoportables. No se puede ni comer. Felizmente” (carta a Pablo Abril de Vivero, del 17.07.1926). “La seguridad económica, ya sabes tú que es y siempre ha sido mi fuerte” (carta a Juan Larrea, del 29.01.1932). “Dicen que nadie se muere de hambre nunca. Y es verdad” (carta a Juan Luis Velázquez, del 31.05.1937). De este modo, la treta de autoironización parece devolverle algo de esa dignidad del escritor que Vallejo no estaba dispuesto a perder y cabría decir que, de algún modo, el esfuerzo por desdramatizar su figura se hace sin dejar, al mismo tiempo, de exhibirla en su desnuda realidad. La lógica de la autoironía es, precisamente, ésa: redimirse de sí mismo en una imagen restituyente hacia el otro y a la vez liberar el sentido de su situación extrema. Vallejo no ceja en “el cuidado de sí”, no descuida nunca su porte y elegancia: bastaría ver ciertas poses de sus fotografías –casi siempre de traje y corbata, o moñito, de sombrero, con
anillo y bastón– para quedar sorprendidos entre esa imagen-dandy de escritor y la miseria que padece en la vida cotidiana. Y sin embargo no hay contradicción, porque lo que hace Vallejo es construir una imagen decorosa de escritor, retirada y al abrigo de toda destitución y desvalimiento. Es más, el suyo es un dandismo de la pobreza entendido como un modo de resistir lo que en una de las cartas llama la “estafa capitalista” y a esto opone una aristocracia del espíritu que ya no se basa en valores económicos como ya había pensado Baudelaire en el umbral de la modernidad. Las palabras cálidas Las cartas parecen siempre hablar por sí solas y dependen, en su indirecto narcisismo, del destinatario como poseedor de la carta. ¿De quién es la carta, de quien la escribe o de quien la recibe? Ante la extrema necesidad, las cartas de Vallejo suelen armar una escenografía privada en la que, intercalando la primera con la segunda persona gramatical, se suscita una suerte de monólogo acompañado imaginariamente por un otro, por un tú que le hace de escucha y de máscara teatral que infunde una resonancia dramatúrgica de la voz, como si el tú fuera el garante de la puesta en escena a cargo siempre del yo. Sin este público reducido a un tú presente en su ausencia, el yo no podría escribir una carta sin caer en el vacío: “Me tiene Ud como siempre –le escribe a Abril de Vivero en 1927– sin saber por dónde tirar ni qué hacer. Esto es trágico. Me veo comido de miseria y de incertidumbre. ¿Hay cosa más torturante?”. De allí que las cartas escritas por Vallejo adquieren diversas funciones. En una de las últimas, dirigida a Juan Larrea, en 1937, el peruano no se engaña con el ilusionismo epistolar: “Las cartas son cartas, tú lo sabes muy bien. Las cosas hay
que tratarlas de viva voz, para que resulten”. Quizá para alguien como Vallejo, que provenía de una cultura de la oralidad, como la andina, la carta deviene un sustituto ineficaz de la voz, sobre todo cuando ya estaba sumido en la miseria y el pedido de ayuda atentaba contra el pudor. Un carnet de 1934 condensa en gran medida la lógica del eufemístico “cariñoso préstamo” con que Vallejo inunda las cartas cuando la necesidad era extrema: “Te debo 20 francos; préstame 5 y te quedaré debiendo 15. ¿Comprendes?”. Lógica contracapitalista y al mismo tiempo evangélica: “El dinero ha llegado como siempre, a su hora, cuando el hambre llegaba a ser insoportable” (...) “Lo demás vendrá por añadidura”, como leemos en cartas a su amigo Abril de Vivero. La lectura del epistolario de Vallejo desacredita la vertiente hagiográfica que gran parte de la crítica intentó endilgarle: de hecho, deshace mitos y via crucis y sobre todo socava las versiones del martirio latinoamericano que el peruano comparte con el cubano José Martí. Así, las cartas autoironizan la situación de miseria de un poeta que ha comprendido, en clave cristiana, la injusticia inherente al sistema capitalista, al que asesta una crítica feroz. Al dinero se lo deprecia para obtener un valor suplementario, una suerte de añadidura, por eso el vacío de no tener es llenado por la “palabra afectiva” y la “palabra cálida”. Al poder del dinero se le opone el poder del afecto, aquí reside el carácter paradójico de la pobreza: si el dinero falta, afecta; pero el afecto desafecta al sujeto de la falta. Este trabajo que Vallejo hace contra el capitalismo (mediante la ironía, el humor, la autoparodia) es parte de una retórica de la restitución que, desde Sor Juana a Rubén Darío y la contemporaneidad, sella en el alma y en el cuerpo lo que podríamos llamar la “teología política” de los poetas latinoamericanos.
Programa Frontera Sur, reflejo de una política migratoria desarticulada E
l pasado 07 de julio, en Catazajá, Chiapas Enrique Peña Nieto, anunció la puesta en marcha del Programa Frontera Sur, como una muestra de “buena voluntad política” frente al tema migratorio, pero pareciera hecho al vapor. Dicho Programa se centra en la administración y control de flujos migratorios en la frontera sur, desde una óptica de seguridad nacional, y no toma en cuenta los problemas estructurales por los cuales la población sale de sus países de origen; las situaciones a las que se enfrentan en su tránsito por nuestro país; las deficiencias y vicios del modelo de gestión migratoria implementado y de la autoridad a cargo de ejecutarlo; ni los obstáculos para integrarse a la sociedad de quienes deciden quedarse en México, así como de quienes son deportados desde Estados Unidos. En lo anunciado se continúa poniendo en el centro del debate el tema de la seguridad nacional y no a las personas migrantes (seguridad humana) y se difunde información parcializada, ya que, como parte de este Programa se ensalza el otorgamiento de una condición de estancia de visitante regional, hoy garantizada en la Ley de Migración, la cual existe desde 1997 con una modificación en 2008, bajo los mismos parámetros: gratuidad, permiso para estar tres días en el país, otorgada únicamente a la población guatemalteca y beliceña, de los departamentos fronterizos con Chiapas, y valida sólo en los estados de Tabasco, Campeche, Quinta Roo y Chiapas. Es decir, esta visa ni es nueva, ni permite el tránsito regular por todo el territorio mexicano; tampoco otorga un permiso para trabajar, por lo que no tendrá un impacto positivo en la población migrante de tránsito ni de destino, sino por el contrario genera falsas expectativas inclusive desde los lugares de origen. Como parte del Programa Frontera Sur en el Diario Oficial de la Federación del 8 de julio se publicó la creación de la Coordinación para la Atención Integral de la Migración en la Frontera Sur y de los Centros de Atención Integral al Tránsito Fronterizo (CAITF), ante lo cual es necesario preguntar: ¿Por qué crear otras instancias dentro de la Secretaría de Gobernación?, ¿Dónde queda la reforma estructural del Instituto Nacional de Migración?, ¿Por qué crear más instancias, cuando ya existe todo un aparato gubernamental creado para este fin que ha demostrado su ineficacia?, ¿Por qué hacerlo de manera abrupta sin
considerar los programas enfocados en seguridad humana, previamente trabajados?, ¿Qué política migratoria ejecutará esta instancia?, ¿A qué se refieren con atención integral?, ¿Cuál será el papel de la Unidad de Política Migratoria y del Instituto Nacional de Migración y su vínculo con dicha Coordinación y con los Consejos Ciudadano del INM y de Política Migratoria?, ¿Por qué se sustenta la creación de esta instancia en el Programa para la Seguridad Nacional, cuando el discurso oficial es la “protección de los derechos humanos”?, ¿Dónde queda el Programa Especial de Migración (PEM), publicado el 30 de abril en el diario Oficial de la Federación, y aún sin fecha para su presentación formal?, ¿Cómo estas instancias abonaran a la promoción, protección, garantía y respeto de los dere-
chos humanos de la población migrante a la que obliga el artículo primero constitucional?. A nivel local ¿Qué papel jugarán las oficinas municipales de atención al migrante, la Secretaría para el Desarrollo de la Frontera Sur y Enlace para la Cooperación Internacional, así como otras instancias locales?, ¿quién se encargará de la provisión de servicios a la población, incluyendo los de salud? Nada se dijo sobre las acciones que se implementarán para garantizar el derecho al debido proceso y el acceso a la justicia a la población migrante; generar alternativas a la detención, en especial de niñas, niños y adolescentes migrantes; promover y facilitar la regulación y regularización migratoria; fortalecer a los Sistemas para el Desarrollo In-
tegral de la Familia para atender a niñas, niños y adolescentes no acompañados y hacer frente a la crisis humanitaria de la niñez migrante en México; así como fomentar la participación ciudadana. Se ignora completamente la responsabilidad del gobierno mexicano de generar las condiciones para el goce de derechos como el de la educación, la salud, el trabajo en condiciones justas y equitativas En general, parece que este Programa Frontera Sur sólo es un anuncio más, frente a la crisis humanitaria de la niñez migrante y a procesos migratorios cada vez más complejos, como el de familias completas que huyen de la violencia asociada a pandillas, la población LGBTTI que por violencia de género está siendo criminalizada y discriminada, entre otros, que exigen mucho más que medidas de blindaje, criminalización y persecución por parte del gobierno mexicano. Una vez más queda claro que se responde a una presión de Estados Unidos de cerrar la frontera sur y se perpetúa e institucionaliza la visión de seguridad nacional que “justifica” el despliegue de efectivos militares a la frontera sur. Son también claras las consecuencias ante las políticas migratorias ejercidas hasta este momento que sólo han buscado controlar de manera policiaca los flujos sin atender las causas que los originan y sus altos costos humanos. En este sentido, el Grupo de Trabajo sobre Política Migratoria (GTPM) insiste en la urgencia de reformas estructurales a los marcos normativos y de política migratoria que orienten la agenda y las acciones del país hacia la libertad, igualdad y respeto de los derechos humanos de las personas migrantes. Dichas reformas deben realizarse en las leyes, reglamentos, normas, acuerdos y lineamientos, así como en políticas públicas, que respondan a las necesidades de la población migrante en cualquiera de los procesos migratorios en los que se encuentren, en concordancia con la normatividad internacional en la materia. Además de realizar una reestructuración del INM, y las facultades y competencias de cada autoridad respecto a las personas migrantes en el país. Donde la coordinación entre las dependencias de gobierno y la sociedad civil resulten en acuerdos, políticas públicas y acciones en beneficio de la población migrante, y no generar acciones.
Grupo de trabajo sobre política migratoria: Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, A.C.; PRODH Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez; Coalición Pro defensa del Migrante de Baja California; DPMH Dimensión Pastoral para la Movilidad Humana; FUNDAR Centro de Análisis e Investigación, A.C.; I(dh)eas, Litigio Estratégico en Derechos Humanos; IMUMI Instituto para las Mujeres en la Migración; Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo, A.C.; INEDIM Instituto de Estudios y Divulgación sobre Migración; INSYDE Instituto para la Seguridad y la Democracia; M3 Movimiento Migrante Mesoamericano; NALACC Alianza Nacional de Comunidades Caribeñas y Latinoamericanas; REDIM Red por los Derechos de la Infancia en México; SJM México, Servicio Jesuita a Migrantes – México; SMR Scalabrinianas: Misión para Migrantes y Refugiados; Sin Fronteras, IAP; Manuel Ángel Castillo García, Grupo Guatemala – México; Leticia Calderón, Analista en temas migratorios; Elba Coria, Consultora; Gisele Lisa Bonnici, Consultora; José Antonio Guevara, Consultor; Karina Arias, Consultora. aisladas que poco o nada beneficiarán a las y los migrantes, máxime cuando están desarticuladas de los propios programas gubernamentales emitidos en semanas anteriores, como el PEM. Para mayor información: Miriam González, Instituto para las Mujeres en la Migración. Tel: 55 37 33 58 19. @IMUMI DF Paulo Martínez, Sin Fronteras.
CORREO del SUR Director General: León García Soler
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio