Número 386 Mayo 11, 2014
Fenómenos naturales y pobreza Los difíciles “héroes” de Ucrania En memoria de K. S. Karol Nuestro manifiesto para Europa
El resurgimiento de la desigualdad
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El resurgimiento Arturo Balderas R.
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l 10 de abril se cumplieron cincuenta años de la firma del acta de los Derechos Civiles en los EUA en el marco de las reformas sociales, políticas y económicas que integraron el programa conocido como Gran Sociedad. En los primeros años de los años 60s, en un marco de deterioro de las condiciones económicas y políticas, pero principalmente de desigualdad social, varios eventos fueron determinantes para que Johnson apurara la aprobación del Acta por el Congreso. Dos de los más significativos fueron el asesinato del Presidente Kennedy, y la explosión de una bomba en una iglesia de la ciudad de Birmingham Alabama, perpetrada por supremacistas blancos, cuyo resultado fue la muerte de cuatro menores afroamericanos. Johnson consideró que el asesinato de Kennedy y el de los cuatro menores eran una chispa que podría desatar una protesta de grandes dimensiones en todo el país. La indignación social había llegado a un punto en el que era necesario hacer profundos cambios para evitar que las protestas se tornaran en actos violentos con consecuencias difíciles de prever. Uno de esos cambios cristalizó en El programa de la Gran Sociedad en el que el Acta de Derechos Civiles fue su principal componente. Otros elementos del programa fueron: -Guerra contra la pobreza, integrado por cuarenta programas cuya intención era eliminar la pobreza y romper con el ciclo que la determinaba; -Apoyo económico a la educación mediante la canalización de fondos para infraestructura y equipamiento escolar, becas para los estudiantes y capacitación de miles de maestros; -Creación del Medicare y Medicaid, destinados para garantizar servicios de salud a los mayores de sesenta y cinco años; -Protección del medio ambiente; -Creación de la fundación para la promoción de las Artes y las Humanidades; -Desarrollar la capacidad de jóvenes en el mercado de trabajo; -Proveer a los menores de cuatro y cinco años cuyas familias vivieran en la pobreza, con los recursos suficientes para que igualaran sus condiciones con las de otros niños. El conjunto de esos programas fue la base para iniciar un periodo en el que la desigualdad social y el crecimiento de la pobreza en todo el país y la indignación causada por los abusos y crímenes de los supremacistas blancos que, principalmente en el sur de país, recrearon los peores tiempos del esclavismo. Los cambios dieron paso a una sociedad más equilibrada que atemperó el creciente malestar social. Sin embargo no en todos los aspectos esos cambios han cristalizado en avances para la mayoría de los estadounidenses. La evidencia de los avances en materia social no lo es de igual manera en los asuntos políticos y económicos. Son innegables los avances que en los últimos cincuenta años se han alcanzado como consecuencia de las leyes emanadas del programa de la Gran Sociedad en materia de derechos humanos principalmente. La discriminación racial, y sexual son cada vez menos aparentes y frecuentes. La discriminación en contra
de las mujeres ha disminuido y se han creado ordenamientos legales para protegerlas contra la violencia doméstica y laboral, y para igualar su situación laboral en el trabajo. Gays y Lesbianas han alcanzado un estatus social y legal difícil de imaginar hace cincuenta años. Como en cualquier cambio en materia social, siempre hay un trecho que falta por caminar, más aún cuando aún hay resistencia en amplios sectores de la sociedad para primero admitir y después asimilar esos cambios. Hay, sin embargo, algunos renglones en los que los programas de la Gran Sociedad se han estancado e incluso han retrocedido. A contrapelo de los avances en Derechos Humanos, los que conciernen a derechos políticos se han estancado, e inclusive han retrocedido. Cada vez es más clara la intención de algunos sectores de la sociedad de atajar cualquier avance que en materia electoral posibilite el igualar las condiciones de competencia en esa materia. Los esfuerzos que varias generaciones hicieron durante años para tener un sistema democrático más justo y equilibrado, han sido erosionados por una serie de decisiones legales que amenazan con convertir al sistema político electoral en un club de plutócratas cuya influencia sea el determinante en la elección de los funcionarios de gobierno. No se pueden entender de otra forma a actitud de la Suprema Corte en materia de financiamiento político cuando, en dos decisiones sucesivas abrieron las compuertas a la entrada de dinero sin límite para financiar las elecciones. Amparados en una ridícula interpretación de la primera enmienda constitucional que garantiza la libertad de expresión, consideraron que las restricciones en materia de financiamiento electoral eran violatorias de ese precepto. De esa forma hicieron cera y pabilo de las leyes y reglamentos que limitaban las contribuciones
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de la desigualdad de corporaciones e individuos a candidatos y partidos políticos. Para los cinco ministros de la Corte que votaron por tal despropósito, la idea de limitar que cualquier individuo o corporación emitiera tantos cheques como se le ocurriera, era un ataque a la libertad de los derechos de las personas a manifestar su opinión libremente. Con tan aberrante conclusión, pusieron en igualdad de condiciones económicas al dueño de los supermercados Walmart o al Director del Banco de América cuando se dispongan a enviar un cheque al o a los candidatos de su predilección. No hay que ser un experto en materia electoral para entender el mensaje en la decisión de la Corte: en este país, los que deciden quien gobierna son los que pueden comprar a los gobernantes, no quienes cada dos o cuatro años refrendan el simbolismo de la votación para elegirlos. A esas decisiones hay que añadir la creciente ola de legislaciones en diversos estados, en los que gobierna el partido republicano, cuya intención es la de restringir el acceso a las urnas de numerosos electores que en su mayoría son afroamericanos e hispanos o cuya condición está determinada por sus condiciones de pobreza económica y que son los que en las últimas elecciones han votado por los candidatos del partido demócrata. Tal vez el aspecto más lacerante y en estos años es el aumento de la desigualdad en materia económica. En las últimas tres décadas la desigualdad económica, y como consecuencia la pobreza, han aumentado en forma creciente. Son evidentes las condiciones de deterioro en las condiciones económicas de cada vez más estadounidenses, tal como lo han documentado diversos especialistas. Por sólo mencionar tres de los más ampliamente conocidos, los economistas Paul Krugman, Josph Stiglitz y Robert Reich. Cada uno de ellos ha dado cuenta de las condiciones del deterioro económico que ha sufrido la mayoría de la sociedad estadounidense en diversos artículos y libros que se han convertido en referente necesario para quienes se refieren al tema de la desigualdad. En 1990 Krugman publi-
có “The Age of Dimish Expectations” en el que hace una radiografía de las condiciones económicas del país. En alguno de sus capítulos describió la forma en que durante los años 80 los ricos y las clases medias altas, incrementaron su riqueza, y la pobreza en los pobres se acentuó. En esos años, explica Krugman, el crecimiento de la desigualdad en la distribución en el ingreso creció en forma desproporcionada en comparación con el crecimiento de la productividad, ese fenómeno fue determinante para el crecimiento en los estándares de vida de solamente del decil más alto de la sociedad estadounidense. Esa tendencia se acentuó brutalmente en la primera década de este siglo según documenta Robert Reich en su libro Beyond Outreach y posteriormente aún con mayor claridad en el documental “Inequality for All” en el que explica cómo durante en los años que siguieron a la crisis que explotó en 2008, el 95% de la riqueza producida fue a parar a los bolsillos del 1% más rico de la sociedad. Stiglitz por su lado… En alguna forma la reciente publicación del libro El Capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty ha sido, no el descubrimiento de la desigualdad en la distribución de la riqueza, un fenómeno que según el propio autor se conocía desde el momento en que el hombre aparece en la tierra, sino la comprobación empírica de ese fenómeno, mediante el uso de la observación metódica, el uso de estadísticas y la inferencia de los datos que arrojan esas estadísticas. El libro se ha convertido en un parteaguas en los estudios de acumulación de capital y concentración de la riqueza según dan cuenta numerosas reseñas y artículos entre los cuentan los de Krugman y Stglitz principalmente. El debate sobre la desigualdad no es nuevo, sin embargo transpuso el umbral de los recintos académicos y las discusiones entre especialistas y cobró actualidad política en los EUA cuando el Presidente Obama se refiriera a la pérdida de valores democráticos como resultado del crecimiento de la desigualdad en un discurso pronunciado en la primera semana de diciembre pasado. A partir de ese momento el tema de la desigualdad paso a las primeras páginas de los principales diarios en la Unión Americana y, lo que es más importante, inundo los recintos legislativos en Washington. El estamento conservador no dejó pasar libremente la referencia del Presidente e hizo suya la discusión sobre la desigualdad, aunque con una diferencia: la desigualdad no como un problema de distribución de la riqueza sino principalmente como un problema de carencia de oportunidades. El tema de la “meritocracia” como medio distributivo de la riqueza fue la coartada de los líderes del Partido Republicano para salir al paso al discurso del Presidente. Si bien Obama se refirió a la “limitada expansión de las oportunidades”, su énfasis fue el de la necesidad de redistribuir la riqueza, mediante diferentes maneras, una de ellas, aplicando una política fiscal que gravara progresivamente a quienes más ganan. En su discurso Obama utilizó las mismas cifras mediante las que Stiglitz, Krugman y Reich han demostrado la desigual distribución de la riqueza. “Desde 1979 la productividad ha crecido en más del 90% pero el ingreso promedio de una familia típica en menos del 8%. En el pasado el director o gerente de una corporación recibía un salario 20 o 30 veces más alto que el promedio de los trabajadores, hoy en día la diferencia es 273 veces mayor y en la actualidad el 1% de las familias con mayores tienen ingresos 273 veces más altos que el resto de las familias.”
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Nuestro manifiesto Piketty, Florencia Autret , Antoine Bozio, Julia Cagé, Daniel Cohen, Anne-L aure Delatte, Brigitte Dormont, Guillaume Duval, Philippe Frémeaux, Bruno Palier, Thierry Pech, Jean Quatremer, Pierre Rosanvallon, Xavier Timbeau y L aurence Tubiana
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as instituciones de la Unión Europea ya no funcionan. Se necesita un acuerdo económico y democrático radical. La Unión Europea está experimentando una crisis existencial, como las elecciones europeas pronto nos recordaran brutalmente. Esto afecta principalmente a los países de la eurozona, que están sumidos en un clima de desconfianza y una crisis de la deuda que está muy lejos de haber terminado: el desempleo persiste y la deflación amenaza. Nada podría estar más lejos de la verdad que imaginar que lo peor ha quedado atrás. Por eso damos la bienvenida con gran interés a las propuestas formuladas al final del 2013 por nuestros amigos alemanes del grupo Glienicke para fortalecer la unión política y fiscal de los países de la eurozona. Solos, nuestros dos países pronto no pesarán mucho en la economía mundial. Si no nos unimos a tiempo para defender nuestro modelo de sociedad en el proceso de la globalización, la tentación de retirarse a las fronteras nacionales finalmente prevalecerá y dará lugar a tensiones que harán que las dificultades de la Unión palidezcan en comparación. En cierto modo, el debate europeo está mucho más avanzada en Alemania que en Francia. Como economistas, politólogos, periodistas y, sobre todo, ciudadanos de Francia y de Europa, no aceptamos el sentimiento de resignación que paraliza a nuestro país. A través de este manifiesto, queremos contribuir al debate sobre el futuro democrático de Europa y desarrollar las propuestas del grupo Glienicke. Es hora de reconocer que las instituciones existentes en Europa son disfuncionales y necesitan ser reconstruidas. La cuestión central es simple: la democracia y los poderes públicos deben recuperar el control de manera efectiva y regular el capitalismo financiero globalizado del siglo XXI. Una moneda única con 18 deudas públicas diferentes con las que los mercados pueden especular libremente, y 18 sistemas fiscales y de prestaciones en rivalidad desenfrenada entre sí, no funciona, y nunca va a funcionar. Los países de la eurozona han decidido compartir su soberanía monetaria, y por lo tanto a abandonar el arma de la devaluación unilateral, pero sin el desarrollo de nuevos instrumentos económicos, fiscales y presupuestarias comunes. Esta tierra de nadie, es el peor de todos los mundos. No se trata de poner en común todos nuestros impuestos y el gasto público. Con demasiada frecuencia, la Europa de hoy ha demostrado ser estúpidamente intrusiva en cuestiones secundarias (tales como el tipo de IVA en peluquerías y centros ecuestres) y patéticamente impotentes en las más importantes (como los paraísos fiscales y la regulación financiera). Debemos invertir el orden de prioridades, con menos Europa en aquellas cuestiones en las que los países miembros lo hacen muy bien por su cuenta, y más Europa cuando la unión es esencial.
Concretamente, nuestra primera propuesta es que los países de la eurozona, empezando por Francia y Alemania, compartan su impuesto de sociedades (CIT). Solos, cada país es engañado por las multinacionales de todos los países, que juegan con las lagunas y las diferencias entre las legislaciones nacionales para evitar el pago de impuestos en cualquier lugar. Por lo tanto, la soberanía nacional se ha convertido en un mito. Para luchar contra esta “optimización impositiva”, hay que dar poder a una autoridad soberana europea para establecer una base imponible común que sea lo más amplia posible y este estrictamente regulada. Cada país podría después seguir estableciendo su propio tipo CIT a partir de esta base común, con una tasa mínima de alrededor del 20%, y con una tasa adicional del orden del 10% que deberá pagarse a nivel federal. Esto haría posible dar a la eurozona un presupuesto real, del orden de 0,5% al 1% del PIB. Como el grupo Glienicke señala correctamente, esta
capacidad presupuestaria permitiría a la eurozona llevar a cabo programas de estímulo y de inversión, en particular en lo que respecta al medio ambiente, las infraestructuras y la capacitación. Pero a diferencia de nuestros amigos alemanes, creemos que es esencial que el presupuesto de la eurozona provenga de un impuesto europeo, y no de las contribuciones de los Estados. En estos tiempos de presupuestos famélicos, la eurozona necesita demostrar su capacidad para recaudar impuestos de manera más justa y más eficientemente que los estados; de lo contrario la gente no le concedería el derecho a gastarlo. Es más, es necesario generalizar rápidamente el intercambio automático de información bancaria en la zona euro y establecer una política concertada para una tributación sobre los ingresos y la riqueza más progresista, mientras que al mismo tiempo se emprende conjuntamente una lucha activa contra los paraísos fiscales fuera de la eurozona. Eu-
ropa debe ayudar a extender la justicia tributaria y la voluntad política en el proceso de globalización: tal es el contenido de nuestra primera propuesta. Nuestra segunda propuesta es la más importante y se deriva de la primera. Aprobar la base imponible del CIT, y más en general discutir y adoptar las decisiones fiscales, financieras y políticas, sobre lo que debe ser compartido en el futuro de manera democrática y soberana: debemos establecer una cámara parlamentaria para la zona euro. Aquí también nos unimos a nuestros amigos alemanes del grupo Glienicke, a pesar de que dudan entre dos opciones: o bien un parlamento de la zona euro formado por los miembros del Parlamento Europeo de los países implicados (una sub-formación del Parlamento Europeo reducida a los países de la eurozona) o una nueva cámara basada en la agrupación de una parte de los miembros de los parlamentos nacionales (por ejemplo, 30 miembros del Parlamento francés de la Asamblea Nacional, 40 miembros del Bundestag alemán, 30 diputados italianos, etc, en función de la población de cada país, de acuerdo con un principio simple: un ciudadano, un voto). Esta segunda solución, que retoma la idea de una “cámara europea» propuesta por Joschka Fischer en 2011 , es, a nuestro juicio, la única opción para avanzar hacia la unión política. Es imposible privar por completo a los Parlamentos nacionales de su poder para fijar im-
puestos. Es precisamente sobre la base de la soberanía parlamentaria nacional que será posible forjar una soberanía parlamentaria europea compartida. En este esquema, la Unión Europea tendría dos cámaras: el parlamento Europeo tal y como existe, elegido directamente por los ciudadanos de la UE-28, y la Cámara Europea, que representaría a los estados a través de sus parlamentos nacionales. La Cámara europea inicialmente involucraría sólo a los países de la eurozona que quieren avanzar hacia una mayor unión políti-
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para Europa
ca, fiscal y presupuestaria. Pero sería diseñada para dar la bienvenida a todos los países de la UE que quieran seguir este camino. Un ministro de finanzas de la zona euro, y, finalmente, un gobierno europeo real, responderían ante la Cámara europea. Esta nueva arquitectura democrática para Europa haría posible finalmente vencer la inercia de hoy y el mito de que el Consejo de jefes de Estado podría servir como una segunda cámara de representación de los estados. Esta fábula equivocada refleja la impotencia política de nuestro continente: es imposible que una persona sola represente a un país, a menos que nos resignemos al impasse permanente impuesto por la regla de unanimidad. Para evolucionar hacia una regla de mayorías en los
asuntos fiscales y presupuestarias que los países de la eurozona decidan compartir, es necesario crear una auténtica Cámara europea, donde cada país se halle representado no solo por su jefe de estado, sino por miembros que representen a todas las tendencias políticas. Nuestra tercera propuesta se refiere directamente a la crisis de la deuda. Estamos convencidos de que la única manera de superarla es poner en común las deudas de los países de la eurozona. De lo contrario, volverá una y otra vez la especulación sobre las tasas de interés. Tam-
bién es el único camino para que el Banco Central Europeo pueda llevar a cabo una política monetaria eficaz y sensible, al igual que la Reserva Federal de EE UU (que también tendría dificultades para hacer su trabajo correctamente si todas las mañanas tuviera que arbitrar entre las deudas de Tejas , Wyoming y California). La comunitarización de la deuda de hecho ya ha comenzado con el Mecanismo Europeo de Estabilidad, la nueva unión bancario y el programa Transacciones Monetarias Inmediatas (OMT) del BCE, que ya afecta a los contribuyentes de la zona euro de una manera u otra. Es necesario ahora ir más lejos, al tiempo que aclarar la legitimidad democrática de estos mecanismos. Debemos comenzar con a propuesta de un “fondo de rescate de la deuda europea” hecha a finales de 2011 por el consejo de expertos en economía de la canciller alemana, que fue diseñado para poner en común todas las
deudas que sobrepasen el límite del 60% del PIB de un país, y añadirle un componente político. No es posible decidir 20 años por delante a que velocidad será posible reducir a cero un fondo de este tipo. Sólo un cuerpo democrático, es decir, la Cámara europea constituida a partir de los parlamentos nacionales, estaría en condiciones de establecer el nivel del déficit común cada año, a partir del estado concreto de la economía. Las decisiones adoptadas por este órgano en ocasiones serán más conservadores de lo que personalmente podríamos desear, y en otras ocasiones más liberales. Pero van a ser tomadas democráticamente, basándose en la regla de la mayoría, a la luz del día. A algunos en la derecha les gustaría que estas decisiones presupuestarias se limitasen a órganos post-democráticos o congelados en mármol constitucional. Otros en la izquierda, antes de aceptar cualquier fortalecimiento de la unión política, les gustaría tener garantías de que Europa siempre llevará a cabo las políticas progresistas de sus sueños. Hay que evitar estas dos trampas si queremos superar la crisis actual. El debate sobre las instituciones políticas de Europa con demasiada frecuencia ha sido dejado de lado como algo técnico o secundario. Pero negarse a discutir como organizar la democracia en última instancia significa aceptar la omnipotencia de las fuerzas del mercado y de la competencia y abandonar toda esperanza de que la democracia pueda recuperar el control del capitalismo del siglo XXI.
Este nuevo espacio político es crucial. Más allá de las políticas macroeconómicas o las cuestiones fiscales, nuestros modelos sociales son un bien común que hay que preservar y sostener. Pero también son clave para una inclusión exitosa en la globalización. Para que los sistemas fiscales puedan converger con la creciente preocupación sobre el gasto social, son insuficientes las iniciativas conjuntas de Francia y Alemania o las cooperaciones reforzadas. Los 28 estados miembros de la UE no son capaces de traducir el consenso en estos temas en actos y, cuando se trata de dinero, finalmente fracasan. Una Cámara europea sería el lugar donde se tomen las decisiones, porque todas las implicaciones en términos de derechos y deberes serían explícitas. El numero de campos para tales decisiones sería grande y uno puede soñar con temas a considerar: la gobernanza empresarial en Alemania, en la que participan los representantes de los trabajadores ha contribuido a mantener a pesar de la crisis un sector productivo; guarderías infantiles para todos; formación; convergencia de las legislaciones sociales; impuestos sobre las emisiones de CO2 con el fin de mitigar el cambio climático. Muchos se opondrán a nuestras propuestas con el argumento de que no es posible modificar los tratados, y que los franceses no quieren una mayor integración europea. Estos argumentos son falsos y peligrosos. Los tratados se están modificando constantemente, como fue el caso en 2012, cuando el asunto se resolvió en poco más de seis meses. Por desgracia, fue una mala reforma, que reforzó un federalismo que es tecnocrática e ineficaz. Afirmar que a la opinión pública no le gusta la Europa de hoy y, a continuación, llegar a la conclusión de que no debería haber ningún cambio en su funcionamiento e instituciones, equivale a una inconsistencia cómplice. Cuando el gobierno alemán presente sus nuevas propuestas para la reforma de los tratados en los próximos meses, nada dice que estas reformas serán más satisfactorias que las de 2012. Pero en lugar de sentarnos a esperar, lo que se necesita es iniciar de una vez por todas un debate constructivo en Francia, para que finalmente tengamos una Europa social y democrática. Thomas Piketty, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y profesor de la Escuela de Economía de París; Florencia Autret autor y periodista, Antoine Bozio, director del Instituto de Políticas Públicas; Julia Cagé, economista en la Universidad de Harvard y la Escuela de Economía de París; Daniel Cohen, profesor en la École Normale Supérieure y en la Escuela de Economía de París; Anne-Laure Delatte, economista, CNRS, Universidad de París X y OFCE; Brigitte Dormont, profesor de la Universidad Paris Dauphine; Guillaume Duval, editor de ‘Alternativas Económicas’; Philippe Frémeaux, presidente, Instituto Veblen;Bruno Palier, director de investigación del CNRS y el Instituto de Estudios Políticos de París; Thierry Pech, director general de Terra Nova; Jean Quatremer, periodista; Pierre Rosanvallon, profesor, Colegio de Francia, director de estudios, EHESS; Xavier Timbeau, director del departamento de análisis y previsión, OFCE, Instituto de Estudios Políticos de París; Laurence Tubiana, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París; Presidente, Instituto para el Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García
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En memoria de K. S. Karol El pasado 10 de abril murió en París K. S. Karol a la edad de 90 años. Extraordinario periodista, testigo del siglo XX visto desde la frontera entre Este y Oeste (nacido y crecido en Polonia y durante algunos años en la Unión Soviética vivía desde hace décadas en la capital francesa), militante del movimiento comunista internacional, compañero vital de Rossana Rossanda. Valentino Parlato*
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ras una dolorosa enfermedad, nos ha dejado K.S.Karol. Después de la de Lucio Magri es otra perdida gravísi-
Un maestro de vida y de escritura ma, diría que irrecuperable. Karol, para mí, pero también para muchos de nosotros del Manifesto, ha sido más que un maestro, yo diría que un dirigente político y cultural. La de Karol ha sido, por otro lado, la única firma, junto a la de Luigi Pintor, que presentaba el diario desde el primer número de Il Manifesto el 28 de abril de 1971 en una crónica «desde la primera base roja de Mao» y con lo que llamábamos el “sumarión”: «En los arrozales del Kiangsi en conversación con los campesinos sobre la guerra indochina y las relaciones con Nortemérica». Enriquecido por una extraordinaria experiencia adquirida ya en el curso de la II Guerra Mundial y de su vida de intelectual militante entre Polonia, la URSS y Francia, ha sido, repito, un maestro de política y también de vida. Comencé a conocerlo a través de sus escritos en el Nouvel Observateur, pero asimismo luego, cuando vino a Roma tras casarse con Rossana Rossanda, la relación se hizo casi cotidiana. Escribía para Il Manifesto, pero también nos ayudaba en nuestra escritu-
Ciao Karol René Backmann*
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legaba al final de la mañana, decía “bonjour mes enfants”, se instalaba en su despacho enfrente de la secretaria de la sección de extranjero y comenzaba a hojear, y luego a leer, la prensa británica, italiana, española, rusa, polaca… Para Karol, y solamente para Karol, el servicio internacional de Le Nouvel Observateur estaba subscrito a multitud de diarios que sólo él leía. A continuación, a veces durante horas, Karol se ponía al teléfono. Con amigos, periodistas, universitarios, escritores, políticos, en Roma, Lisboa, Madrid, Londres, Moscú, Varsovia, Praga. Karol hablaba tantos idiomas que nunca supimos cuántos exactamente. Tantos idiomas que llegaba a fabricar palabras o expresiones a partir de dos o tres lenguas diferentes. Herencia de una vida de viajes, de encuentros, de combates políticos e intelectuales, de una concepción
ra. Su cultura y su experiencia internacional eran extraordinarias. Karol conocía el mundo. Había estado en Cuba, se había encontrado con Fidel Castro, a quien no dudó en criticar posteriormente. Viajó a China en tiempos de la Revolución Cultural para analizar y contar el complejo proceso en curso. Sus artículos hacían crecer la difusión del diario, puesto que puedo decir sin falso orgullo que nuestro pequeño Manifesto de apenas cuatro, y luego ocho, páginas era uno de los pocos en el panorama italiano que daba cuenta de la situación internacional. En 1994, Il Manifesto llegó a la cima de los 50.000 ejemplares diarios. Si hoy, para recordarlo y para hacer recordar lo que ha sido este diario, publicásemos todos los artículos que ha escrito Karol ha para Il Manifesto, tendríamos un libro de extraordinario interés sobre el que reflexionar para sacar del pasado, como enseñaba Karol, propósitos para el futuro en esta tremenda crisis que nos golpea. Karol estudiaba bien como sólo saben estudiar las personas comprometidas con
del periodismo no como nomadismo estético sino como testimonio comprometido. El cine y el fútbol, esas dos otras pasiones No, no hacía falta pedirle a Karol, que había dado una parte de su juventud a la guerra contra el nazismo y después otra a tratar de sobrevivir al Gulag, que diera sentido a las cosas. Tenía claro lo que era aceptable. Políticamente, éticamente aceptable. Y lo que no lo era. Así era en todo, incluido el fútbol, que fue, con el cine, mientras sus ojos le permitieron ver, una de sus pasiones. Tal vez porque había vivido, al terminar la guerra, en Londres, pero también por otras razones ligadas a su concepción del deporte, el fútbol británico gozaba de sus preferencias. Había que oírle comparar las estrategias respectivas del Manchester United, el Arsenal o el Liverpool. La vida de Karol, desde su nacimiento en Polonia en 1924, hasta su muerte en Paris, fue una travesía de las utopías y tragedias del siglo XX. En Europa y en otros lugares. Fue testigo de la Revolución China y uno de los primeros periodistas a los que se permitió estudiar sobre el terreno la metamorfosis que estaba a punto vivir la sociedad china.
la vida, con la cultura, con la política, no para destacar sino para actuar, para tratar de cambiar este cruel mundo nuestro. Es una jornada bien triste, pero puede ser un estímulo para leer o releer sus escritos y sus libros, de Polonia de Pilsduski a Gomulka al extraordinario Solik, su biografía, no carente de sentido del humor, que discurre a lo largo del tramo más dramático de la historia de Europa, la suya, de joven polaco involucrado en la II Guerra Mundial, que combate en el Ejército Rojo y atraviesa después la Unión Soviética, de Siberia a Crimea. No tengo palabras para expresarle todo mi afecto a Rossana Rossanda, a la que acudí a ver a París ya el miércoles. Y quiero renovar en esta dolorosa circunstancia la voluntad, que espero no traicionar, de seguir junto a ella en su compromiso. *Valentino Parlato (1931) fue periodista de L´Unità y miembro del Comité Central del Partido Comunista Italiano, del que fue expulsado en 1969, y uno de los fundadores ese mismo año del diario Il Manifesto, que llegó a dirigir. Il Manifesto, 14 de abril de 2014.
Fue también uno de los testigos de la Revolución Cubana. Progresista, antitotalitario, solidario de todas las luchas de liberación, no podía imaginar escribir sin comprometerse. Actitud que compartía con su mujer, Rossana Rossanda, fundadora de Il Manifesto. Una rugosa humanidad, una rara fidelidad Aun cuando no estuviéramos de acuerdo con algunos de sus juicios o de sus arrebatos, escuchábamos a Karol, por lo que había vivido, por lo que había escrito, por lo que encarnaba. Porque había en este hombre, más allá de sus compromisos intelectuales y políticos resueltos, una rugosa humanidad, pero también una rara fidelidad, una aptitud para la amistad y la felicidad de vivir que él compartía generosamente. Ciao Karol. Le Nouvelle Observateur, 10 de abril, 2014 *René Backmann (1944), periodista y hasta 2002 jefe de Internacional del semanario francés Le Nouvel Observateur, en el que trabaja desde 1966. Textos tomados de http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/3karol.pdf
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Los difíciles “héroes” de Ucrania Víctor Orozco
conquistado también un escalón fundamental en su constitución como nación. Y a la inversa, si no existen estos acuerdos básicos, el contrato implícito que mantiene integrada a una colectividad se rompe y ésta termina por desvanecerse o desaparecer como entidad autónoma. En México, por vía de ejemplo cercano, la figura de Miguel Hidalgo batalló durante más de medio siglo para consagrarse como la de mayor
y caudillo destructivo en la cual lo habían confinado. No era la persona, sino el título primordial y fundatorio del naciente país por lo que se debatía: o la revolución popular encabezada por el cura de Dolores o la conspiración clerical militar dirigida por Agustín de Iturbide. Sobre la segunda, retrógrada y opresiva, se hacía imposible edificar y unificar, salvo a las clases y grupos dominantes en la colonia.
vantar, nos hablan de una escisión muy profunda, de recuerdos dolorosos, odios irrevocables y adhesiones fanáticas, sobre los cuales es imposible basar algún plan de unidad entre todos los componentes de este país centroeuropeo. La masacre de Odessa, es el último de los hechos en los cuales se ofrecen a la vista estos abismos ideológicos. El 2 de mayo pasado, los militantes nazis quemaron vivos a medio centenar de opositores al gobierno de Kiev en la Casa de los Sindicatos y a quienes se salvaron de las llamas, los remataron a garrotazos. Cuando leo sobre tales atrocidades o las miro en los muchos videos subidos a la red, recreo algunos de los pasajes más oscuros de la historia: el genocidio del cual fueron víctimas los albigenses o cátaros a manos de los cruzados en 1219 (“¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!” fue la divisa) la matanza de Cholula llevada al cabo por Hernán Cortés en 1519, la Noche de San Bartolomé ocurrida en 1573 cuando milicias católicas masacraron a los protestantes franceses en París, la carnicería cometida por las tropas turcas contra la población armenia en 1914, la de la misma Odessa en octubre de 1941, cuando tropas rumanas aliadas del ejército alemán, rociaron con gasolina a 19,000 judíos y les prendieron fuego…y una infinidad de etcéteras. En cada caso, como ocurre hoy en Ucrania, los actos de inhumanidad tuvieron como motivaciones centrales a los odios religiosos, raciales o nacionales sembrados y cultivados meticulosamente por quienes cabalgan sobre iglesias, sectas, gobiernos,
representatividad en la nueva nación. El mismo tiempo que ésta duró para establecerse definitivamente. Hasta después de la restauración de la república en 1867, clérigos y militares, renunciaron a la calificación de traidor
La crisis ucraniana de hoy, en vías de convertirse en una sangrienta guerra civil e internacional, también se muestra a través de la querella por los bronces. Las estatuas de Stepan Bandera, erigidas, retiradas y vueltas a le-
mafias burocráticas, organizaciones militares o empresariales. Los nacionalismos centro europeos han sido desde siempre generadores de estos enconos y han provocado incontables guerras de todos los calibres a lo largo de
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tepan Bandera fue un caudillo nacionalista ucraniano nacido en 1909. Combatió antes de la segunda guerra mundial en contra de los comunistas soviéticos y de los polacos, quienes dominaban cada uno un sector del territorio de Ucrania. A duras penas estudió en una de las pocas escuelas ucranianas que dejó el gobierno polaco. Condenado a cadena perpetua en Varsovia fue liberado por las tropas invasoras alemanas en septiembre de 1939. Bajo su liderazgo, la Organización de Nacionalistas Ucranianos forjó una estrecha alianza con los nazis, combatiendo con sus batallones propios en el frente oriental. Compartió el antisemitismo de los alemanes y fue acusada de enviar a decenas de miles a los campos de concentración. Sin embargo, cuando proclamó el estado nacional de Ucrania, contravino los planes de Hitler y fue apresado. En 1944 se reincorporó a la lucha en contra del ejército rojo. Sobrevivió a todo y residió hasta 1959 en Munich, donde fue asesinado probablemente por un agente soviético. Después de la revolución naranja de 2004-2005, teñida de patriotismo anti ruso, el presidente Víktor Yushchenko lo proclamó héroe nacional, título que le fue retirado por una decisión judicial promovida durante el gobierno de Víktor Yanukovich, el siguiente presidente electo y ahora exiliado en Rusia a consecuencia de las violentas movilizaciones nacionalistas. En el nuevo gobierno y en la Rada (congreso) de Kiev, predominan los partidos derechistas, en particular el denominado Svoboda, auto considerado heredero del nazismo, que detenta varias de las carteras principales entre ellas la de defensa. Así que, en ese ir y venir, Stepan Bandera ha ingresado de nuevo en el panteón cívico ucraniano, para escándalo de los rusos (incluyendo a los nueve millones residentes en Ucrania, es decir, al 20% de su población total) y de algunos parlamentarios europeos alarmados por la creciente fuerza de movimientos emuladores del hitlerismo, que envenenan hoy la vida política europea. El affaire de Stepan Bandera, carece de importancia en sí mismo, como todas las disputas por los héroes y los símbolos, que han dividido y dividen a las naciones. La relevancia de estos debates no está en lo que muestran sino en lo que ocultan. Tras de ellos se encuentran proyectos de nación, intereses religiosos, de clases sociales, ancestrales prejuicios racistas. Una sociedad que ha conseguido el reconocimiento generalizado e irreversible de sus grandes constructores, ha
los siglos. Hoy, como hace cien años, en Rusia, en Polonia, en Ucrania, se alimentan poderosos movimientos ultranacionalistas recuperadores o inventores de héroes, símbolos e insignias tomados de pasados imaginarios o recreados a la medida. (Recordemos las cruces medievales de los hitlerianos o los haces romanos de los fascistas). Una vez en el poder estatal, el camino inevitable es la guerra, puesto que operan como religiones, de las cuales han tomado prestado los dogmas, las verdades axiomáticas y únicas (“la Biblia es la verdad… leela”, como reza el letrero en la sierra de Juárez, hoy en cuestión), las intolerancias. En nombre de sus causas sagradas, se han realizado y ejecutado toda clase de crímenes contra la humanidad. ¿Es posible edificar –y ello implica imaginar- una nación ucraniana a partir de estos credos?. Saltan a la vista los escollos insuperables. El país ha pertenecido en diversas épocas al imperio austrohúngaro –la antigua “cárcel de los pueblos”- al imperio zarista a la Unión Soviética, a Polonia. Cada una de estas fases ha dejado su impronta y su respectiva pieza en el complejo rompecabezas de esta colectividad regida por un Estado. Si cada porción, así sea la ucraniana mayoritaria trata de imponer sus propias señas de identidad y excluye a las otras, la convivencia pacífica se troca por necesidad en una confrontación violenta e irreversible. En tal caso, no hay Estado capaz de evitar la explosión. A este caldo de cultivo se le agrega la rivalidad entre los bloques europeo-norteamericano y ruso. El primero, busca a costa de cualquier cosa, poner a Ucrania en definitiva (con la relativa validez que esta locución tiene en la historia) en su campo de influencia. Rusia, por su parte jamás ha abandonado la aspiración de reconstruir el imperio, una de cuyos componentes fundamentales fue Ucrania, con su capital Kiev, la madre de las ciudades rusas. Si volvemos al tema de los héroes, los ucranianos deberán buscar entre aquellas personalidades aceptadas por todos o al menos no refractarias para muchos. Tales individuos pueden ser instrumentos cohesionadores o bien disolventes. En este round de la interminable lucha interna, se han impuesto quienes le apuestan a una cultura única y homogénea, por tanto a sus propios ídolos cívicos. Los resultados han sido y serán las degollinas y los incendios. No otra cosa expresan las brutales palabras de una ilustrada y excomunista diputada del partido Svoboda, Iryna Farion : “Bravo, Odessa…que los demonios se quemen en el infierno”. La parlamentaria es, por cierto, defensora a ultranza de Stepan Bandera y de su legado…
Fenómenos naturales y pobreza
Diego Rubinzal
E
l incendio de los cerros de la ciudad portuaria de Valparaíso provocó la suspensión del primer viaje al exterior de la presidenta chilena Michelle Bachelet. El trágico saldo de esas jornadas fue la muerte de quince pobladores y la destrucción de 2900 viviendas. Los principales afectados fueron los sectores más vulnerables. Esa circunstancia estuvo lejos de ser casual. “Los pobres no elegimos dónde vivir”, respondió una damnificada ante la pregunta de por qué vivían en el cerro. El director del Observatorio de Comunicación de la Universidad Católica de Valparaíso, Pedro Santander, explicó que “los cerros se han poblado de casas de material ligero, generalmente madera, y de trabajadores y trabajadoras de las que el capitalismo sólo de tarde en tarde se acuerda. Por eso, cuando llegaron los bomberos se encontraron con calles sin acceso, sin presión de agua, con pocos grifos”. El propio portavoz presidencial, Alvaro Elizalde, sostuvo que el incendio desnudó la desigualdad social chilena. Lo sucedido en Valparaíso se replica en la mayoría de los desastres (inundaciones, terremotos, huracanes, incendios) ocurridos en América. En la década del 70, el periodista de The New York Times Alan Riding calificó como “terremoto de clase” al guatemalteco debido al universo poblacional afectado (sectores pobres, comunidades indígenas). Lo mismo aconteció en Estados Unidos con el paso del huracán Katrina. En ese caso, los principales perjudicados fueron los afrodescendientes. La periodista Hinde Pomeraniec relató en Katrina: el imperio al desnudo que “los tres
estados más golpeados... (fueron) estados pobres, con altos índices de desocupación, pobreza y encarcelamiento, demasiado parecidos en su registro de injusticia social a la mayor parte de los países latinoamericanos o, incluso, a algunos africanos”. El enfoque clasista esbozado por Riding sería desarrollado por la escuela de pensamiento social inglesa conocida bajo el nombre de Economía Política de los Desastres. La idea central es que los efectos adversos pueden mitigarse mediante el desarrollo económico-social. En otras palabras, la probabilidad de un desastre crecerá cuando
concurran dos condiciones: existencia de fenómenos naturales peligrosos (terremoto, huracán, inundaciones) y condiciones de vulnerabilidad social (por ejemplo viviendas mal construidas y/o mal ubicadas). El especialista Allan Lavell señala en Los conceptos, estudios y práctica en torno al tema de los riesgos y desastres en América Latina: evolución y cambio, 19802004: el rol de la red, sus miembros y sus instituciones de apoyo que “el argumento esencial de estos escritos, que toman la llamada ‘teoría de la dependencia’ como marco conceptual para entender el subdesarrollo, es que los desastres son el resultado de procesos económicos y sociales globales, regionales y locales, que crean condiciones de existencia humana insostenibles frente a los eventos naturales extremos. El problema de los desastres es el problema de la vulnerabilidad humana. Los escritos de estos autores marcan el principio de lo que posteriormente se denominaría, la Escuela de la Vulnerabilidad, que tanto auge tendrá durante las siguientes dos décadas”. En ese marco, la gestión integral del riesgo pasa a estar emparentada con el desarrollo económico-social. Así, “la idea de la Gestión del Riesgo sugiere procesos complejos y de importante arraigo en el componente social de la ecuación, de igual manera que la puesta de la atención en el riesgo, también rescata estos mismos procesos, a la vez que hace evidente el aspecto más fundamental del problema de desastre, o sea, la condición que permite que suceda. A raíz de estos cambios de concepción es que surge con mayor fuerza después del año 2000 la noción de ‘reducción del riesgo de desastre’, a diferencia de ‘reducción de desastres’”, concluye Lavell. drubinzal@yahoo.com.ar y @diegorubinzal
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