Correo Del Sur No 347

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Número 347 Agosto 11, 2013

Hiroshima y Nagasaki a 68 años La vida no es sueño Género y sanidad global ¿Por qué cambió Felipe González hacia un modelo presidencialista? Sobre la Teología de la Liberación


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Hiroshima y Nagasaki a 68 años Víctor Orozco

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l 9 de agosto de 1945, William T Laurence, periodista del New York Times especializado en temas científicos y asignado al Proyecto Manhattan, volaba en uno de los tres aviones B-29, que se dirigían a Japón. Una de las naves transportaba la segunda bomba atómica destinada a ser arrojada sobre un objetivo de guerra. Había sido manufacturada empleando plutonio, material sintético distinto al uranio, que sirvió para la primera bomba con la cual se destruyó la ciudad de Hiroshima tres días antes. La noche anterior, el periodista había sido uno de los escasos testigos de la maniobra para cargar la bomba en la superfortaleza aérea. Con esta acción culminaba el meticuloso proceso en el cual se involucraron decenas de miles de gentes. Una vez concluido, un capellán del ejército norteamericano dirigió una fervorosa oración implorando la ayuda de dios para matar quizá a 80,000 personas al día siguiente. ¡Ah! ¡Este dios de la biblia que ha presidido tantos holocaustos y matanzas a lo largo de siglos y siglos!. El destino de las personas se juega a veces por un simple cambio de viento, razonaba el reportero a medida que se acercaban a tierras del Imperio, como se le llamaba al Japón en la jerga política norteamericana. En efecto, el objetivo final de Fat Man, nombre trágico-cómico asignado al artefacto nuclear, dependía de sí la cubierta de nubes dejaba o no ver directamente edificios, astilleros y viviendas. En Kokura, primer blanco, el nublado era completo. Los aviones se dirigieron entonces a Nagasaki y encontraron un amplio hueco de límpido cielo, por donde penetraron. A las 12:01, el vientre del “Gran Artista”, avión portador de la bomba se abrió y la dejó caer. En un instante la atmósfera se encendió y pareció como si un meteorito se elevara de la tierra en lugar de llegar del espacio sideral. Las palabras del periodista son estremecedoras: “No se trataba de humo, o polvo, o de una nube de fuego. Era una cosa viviente, una nueva especie de ser, nacido ante nuestros incrédulos ojos…como una creatura en el acto de romper las ataduras…”. En tierra, fue el infierno. El calor de 3900 grados centígrados, desintegró a todo ser viviente y al final perecieron cerca de 100,000 personas. El total de víctimas alcanzó la cifra de 250,000 en ambas ciudades. Apenas unas semanas previas, el 16 de julio de 1945, se había iniciado la llamada “era atómica”, cuando se hizo

estallar el primer “gadget”, dentro de la gran región geográfica identificada como desierto de Chihuahua, en la antigua zona conocida como la Jornada del Muerto, ubicada en Nuevo México. Las cuestiones planteadas a partir de este momento y sobre todo después de Hiroshima y Nagasaki rondan desde entonces la conciencia de la humanidad. Un militar norteamericano, el general Thomas F Farrell, quien presenció la explosión a desde un búnker ubicado a unos nueve kilómetros del centro, escribió: “Todos parecieron percibir que estaban presenciando el nacimiento de una nueva era y sintieron la profunda responsabilidad de ayudar a guiar por las sendas correctas a las tremendas fuerzas que habían sido liberadas por primera vez en la historia”. Para la opinión pública mundial de las décadas siguientes no fue precisamente así. La primera manifestación de ello fue el uso para la destrucción en gran escala de vidas humanas casi de inmediato. Quizá Harry S Truman, el presidente de Estados Unidos y su staff, no resistieron la tentación de mostrar, de entrada a los japoneses pero en realidad dirigiéndose a todo el mundo, el poderío militar incontrastable de su país. Aún antes del 6 de agosto, hubo quienes se opusieron a emplear el arma atómica contra Japón, para mediados de ese año ya devastado y con su flota completa yaciendo en el fondo del mar. Hubiera bastado con toda probabilidad la declaración de guerra de la URSS para disuadir a los militares nipones de seguir resistiendo, considerando que su casi único soporte era el ejército de Manchuria fuerte todavía en más de un millón de soldados. El ejército rojo comenzó el ataque contra las posesiones asiáticas japonesas justo el 8 de agosto, una semana antes del famoso discurso radiado del emperador Hirohito ordenando a sus fuerzas deponer las armas. Sus avanzadas pronto llegaron hasta Corea, a las puertas del territorio central del Japón, dispuestas a cobrar el dividendo con la participación en la invasión ya inminente. En esta tesitura, Truman decidió arrojar las bombas, para evitar la ocupación conjunta con la URSS. Los civiles japoneses pagaron el precio de las nuevas rivalidades entre las potencias aliadas. La fuerza nuclear recién descubierta nació así encadenada a la política internacional de los grandes bloques y específicamente a los intereses globales de los Estados Unidos, muy lejos de cualquier perspectiva humanitaria, como hubieran deseado algunos de los científicos que la descubrieron. Así seguiría hasta nues-

tros tiempos. La posesión del arma atómica se extendió sucesivamente a la Unión Soviética, (heredada por Rusia), Inglaterra, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Cada uno de estos estados la emplea como amenaza contra reales o potenciales enemigos. Entretanto, los usos de la energía nuclear para generar electricidad, en la medicina, la producción de alimentos, etc., tienen una cada vez mayor diversidad, pero en muy pocos países, todos del llamado primer mundo (incluyendo a Japón) se han difundido lo suficiente. Las guerras entre pueblos originan odios a veces interminables. Los Balcanes, el Medio Oriente, la India y Pakistán, son ejemplos de rencores sin fin, que atraviesan las generaciones. Entre norteamericanos y japoneses no ha sucedido lo mismo. La razón de este hecho, quizá se localiza en la ausencia del factor religioso, capaz de mantener viva la llama de los enconos. A diferencia del cristianismo, el judaismo y el islamismo, las distintas variantes religiosas prevalecientes en Japón no defienden a este dios iracundo e intolerante proclamador de su reino único y de su iglesia verdadera. El sincretismo religioso característico de la sociedad japonesa, tal vez la salvó de consumirse en el ácido de un rencor sin perspectiva y sin salida alguna. No se asumió la guerra entre los gobiernos como una guerra también entre los dioses o entre protegidos del dios único. Cuantas veces ha sido así, ni derrotas ni victorias apagan las brasas del aborrecimiento, antes las avivan. “Dios lo quiere”, se ha proclamado una y otra vez en Occidente, para emprenderla contra herejes, renegados o gentiles, quienes han sucumbido bajo las armas consagradas. Con todo y el desarrollo civilizatorio de Estados Unidos, el presidente Truman no escapó a este dogma esperpéntico. En su discurso con motivo de la rendición oficial del Japón, al final de su mensaje, invocó otra vez a su dios: “nuestra gratitud a Dios Todopoderoso”. Así concluyó la Segunda Guerra Mundial, con unas palabras propias de un caballero templario del medioevo, decapitador de infieles o de un jinete musulmán de la época con el mismo oficio. No en balde José Saramago apunta que Jehová es una mala persona. Ningún tipo de enajenación me apetece, pero puesto a escoger, prefiero la frase del emperador Hirohito: “¿Cómo vamos,… a Expiarnos ante los espíritus… de Nuestros Ancestros Imperiales?”, a la cual recurrió para justificar o explicar la rendición.


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n fantasma recorre las letras de Estados Unidos y alrededores (es decir: del resto del mundo) y ese fantasma es el de David Foster Wallace. Personaje apenas encubierto en Libertad de Jonathan Franzen y en La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides, figura recientemente denostada por Bret Easton Ellis, Wallace ha hechizado no sólo a sus contemporáneos, sino sobre todo, a los más jóvenes. Pocas cosas hay más fascinantes –acaba de salir su biografía y se prepara a lanzarse un nuevo libro de sus ensayos– que un cadáver suicida y bien parecido al que se sigue considerando “la mente más brillante de su generación”. Así, el novelista experimental y experimentado

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La vida no es sueño En Nada: retrato de un insomne, el novelista experimental Blake Butler explora el insomnio en un texto de no ficción complejo, hechizado por el fantasma de David Foster Wallace, con una prosa obsesiva y llena de referencias que van desde la pornografía y la medicación hasta Derrida y Stephen King.

bloggero Blake Butler (1979) no duda en rendirle culto en Nada y hasta dedicárselo con pasión hagiográfica (“El color de la sangre de David Foster Wallace el día que escuchó esas palabras por primera vez en su cabeza, el título de ese objeto, transmitido en su interior para que se repitiera y repitiera en adelante hasta llenar el aire. El aire o la comida que tragó aquel día, los sonidos, los sonidos casuales que absorbió mientras tecleaba, cualquier cosa que pasó ante sus ojos. Sus manos”, leemos por ahí) a la vez que le teme como ese Scrooge agotado de recibir fantasmas navideños. Y, ya que estamos, Charles Dickens –como Franz Kafka y Groucho Marx y Thomas Alva Edison– fue un curtido insomne. Pero Butler va un poco más lejos (o al menos se desvía un poco) de la trayectoria de Wallace y, sin privarse de notas al pie, se aleja por completo de buena parte de lo que se hace aquí y ahora en las márgenes de un supuesto nuevo boom de la crónica periodística. Porque mientras buena parte de sus practicantes y sumos sacerdotes optan siempre por lo figurativo (un retrato, un paisaje, una determinada circunstancia), Butler prefiere internarse en la abstracción del trance espeso de, sí, algo en absoluto divertido que le gustaría no volver a experimentar jamás: esa zona difusa y crepuscular que es la imposibilidad de dormir ya explorada por otros obsesivos como A. Alvarez, Nicholson Baker y William T. Vollmann. Así, Butler cuenta corderos mientras piensa en lobos feroces oscilando entre un Topo Gigio ronroneando “hasta mañana” y un David Lynch experto en filmar onirismos sin partes despiertas a los que amarrarlos. Y la clave y la audacia residen en el subtítulo ori-

ginal –Un retrato del insomnio, inexplicablemente convertido en Retrato de un insomne– funcionando como declaración de intenciones: a Butler le interesa más la enfermedad que el paciente. De este modo –como alguien que acomoda una y otra vez la almohada y se enreda en las sábanas, partiendo de lo personal a lo universal de un territorio conocido y padecido por el 15 por ciento de la especie humana– Butler altera la sintaxis, enhebra larguísimas oraciones, acomete juegos tipográficos que enervarán a más de uno y serán pésima influencia para tantos otros (niños: no intenten hacer esto en casa), consigue tramos formidables (a destacar su “Una historia resumida de la noche”), y nos altera al recordarnos cómo y qué se piensa mientras uno intenta conciliar el sueño. Es decir: el todo y la nada fundiéndose en horas blancas en las que Derrida se cruza con Proust mientras Warhol deambula con Tarkovsky, se evoca buena parte de la cultura popular de los años ’80 y tempranos ’90, se postula a Internet y a todo lo online como somnífero excitante (los desvelos de la pornografía en red y la masturbación son parte importante de las obsesiones de Butler), y se rinde aterrorizado culto a Freddy Krueger y a Stephen King sin por eso privarse de proyectar sobre los párpados a soñadores de altura como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar y Clarice Lispector. Sobre el final, Butler se arriesga a aquello que no quería rebajarse: Ambien, píldoras para dormir, la posibilidad de convertirse en un adicto bien descansado. Pero ¿buenas? noticias: la última línea de Nada es: “En medio de la blancura comienzas a teclear”. La vida no es sueño: la vida es insomnio.


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Usamos la definición del concepto de género de la Organización Mundial de la Salud (OMS):“roles, comportamientos, actividades y atributos socialmente construidos, y que una determinada sociedad considera apropiada para un hombre y para una mujer”. (1) Cuando la identidad de género no se corresponde con el sexo

Género y

---“El género es probablemente la mayor fuerza restri

Gloria Steinem (Periodista, activista social y femin

asignado, uno puede identificarse como“transexual”. (2) La experiencia individual con el género y con las relaciones de género puede variar según el contexto y la situación. (3) El término“sexo”, por su parte, se refiere a las características biológicas que definen a los seres humanos como“varón” o“hembra”. Dra. Sarah Hawkes Dr. Kent Buse

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as contribuciones exactas que el “sexo” y el “género” ofrecen al estado de la sanidad son a menudo difíciles de desentrañar y cuantificar, además de que “las influencias biológicas y sociales no operan por separado”. (4) Asimismo, a menudo interactúan con otros factores sociales de la sanidad. Hemos analizado el reciente estudio sobre la Carga Global de Enfermedad (CGE) (5) desde una perspectiva de género. Los datos de este estudio pretenden ayudar a los responsables de las políticas a establecer prioridades y a distribuir los recursos según las necesidades sanitarias de cada población. Los métodos del CGE han sido criticados, incluso desde una perspectiva de género. No obstante, estos conjuntos de datos ofrecen un método estandarizado que permite comparar porcentajes de riesgo de enfermedad y mortalidad a través del tiempo y del espacio. Los diez grandes factores que influyen en la esperanza de Años de Vida Ajustada por Discapacidad (AVAD) repercuten en mayor medida en los hombres que en las mujeres. Las enfermedades comunes en la infancia (infecciones respiratorias leves, malaria, nacimiento prematuro) repercuten en mayor medida sobre los chicos que sobre las chicas, a pesar de que la diarrea les afecta de igual forma. Los AVAD se registran, más que en porcentajes, en números absolutos; de ahí que los desequilibrios en las estadísticas así como en la estructura de la población afecte el conjunto de la distribución del AVAD entre hombres y mujeres, especialmente en ciertos marcos. El censo más reciente de la India, del 2011, recogía 30 millones más de hombres que de mujeres con edad superior a los 7 años (del mismo modo, se registraron más hombres que mujeres -de todas las edades en general- en el censo chino de 2010. Se estima que más de 100 millones de mujeres se encuentran globalmente desaparecidas; a pesar de todo, las mujeres comprenden el 49,6% de la población mundial y cargan con el 45% del conjunto del AVAD. La paridad en la esperanza de vida usada por primera vez en la CGE 2010- puede que sobreestime el hecho de que los hombres salgan perdiendo, pero queda justificado

sobre la base de que “no hay ninguna razón por la que la sociedad debiera tener menos aspiraciones para la salud de los varones que para las mujeres. (5) Las mayores repercusiones en hombres en los datos del AVAD ya fueron registradas en sus primeras estimaciones globales, basándose en que la esperanza de vida era más alta para las mujeres que para los hombres. Los cuadros sobre la esperanza de vida de la CGE de 1970 “2010 (11) muestran que, en todo momento, las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres, y que los descensos en la mortalidad eran menores en los hombres que en las mujeres, en cualquier grupo de edad. El período de menor descenso en las tasas de mortalidad ocurrió entre 1970 y 2010, en hombres jóvenes con edad de entre 25 y 39 años, posiblemente debido a lesiones -a escala global, las lesiones por accidente de tráfico matan tres veces más hombres que mujeres-. Basándonos en el trabajo de Lim y su grupo -los cuales, al analizar los efectos de 67 factores de riesgo, así como el conjunto de ellos en cuanto a su repercusión en enfermedades, encontraron que los 10 mayores se daban sobre todo entre hombres - observamos que dos factores de alto riesgo (alcohol y sexo sin protección) muestran el rol que juegan las normas de género. Los problemas de salud relacionados con el alcohol, incluyendo lesiones, accidentes de trafico, cirrosis y otras cuestiones relacionadas con la salud, ocupan el tercer puesto en los ranking del riesgo a escala global; así como el mas alto en Europa del Este, Hispanoamérica y el sur del África subsahariana, tras el tabaco y la hipertensión.( El alcohol, como el tabaco, ejerce bastante mayor presión en los hombres que en las mujeres (el 7,4% y el 3% respectivamente) . Algunas de estas desigualdades pueden deberse a diferencias fisiológicas relacionadas con la manera en que las mujeres absorben y metabolizan el alcohol. Sin embargo, en gran medida esta diferencia se deriva de patrones de género que determinan la pública exposición: los hombres beben alcohol en mas grandes cantidades y mas frecuentemente que las mujeres. El consumo de alcohol se ve afectado

por normas de conducta culturalmente inducidas por el género, retratado y percibido como un aspecto positivo de la masculinidad. Su consecuencia es que las mujeres podrían verse sometidas a un mayor oprobio social si fuesen vistas bebiendo alcohol, particularmente en exceso. Los patrones en el consumo de alcohol podrían percibirse como el culmen del cambio en algunas sociedades. Datos de observatorios europeos muestran que los chicos afirman beber alcohol más a menudo y en mayores cantidades que las chicas, a pesar de que la frecuencia de ebriedad registrada en chicos y chicas es prácticamente la

misma. Estos hallazgos reflejan complejos virajes sociales que pueden estar en parte influidos por “un mayor empoderamiento económico y social femenino” así como por prácticas de marketing. A pesar de que el sexo sin protección fue excluido del análisis mas reciente de la CGE, resulta ser un contribuyente fundamental a la enfermedad y a la mortalidad a escala global, a través del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual (con secuelas que incluyen SIDA, canceres, infertilidad, mortinatos y mortalidad neonatal); a los embarazos no planificados y no deseados, y a la mortalidad materna. Todo ello


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sanidad global

ictiva de la vida americana”.

nista americana), 2008

repercute en mayor medida en las mujeres, y es inducido, entre otras cosas, por las normas del género. En lo que concierne a las relaciones sexuales, a través de normas colectivas y de los responsables de las estructuras y las políticas nacionales e internacionales las normas de genero refuerzan la vulnerabilidad de chicas, mujeres y transexuales ante los adversos carices que toman la salud sexual y reproductiva. Por ejemplo, las normas de género en el sur y este africano implican que la gente que mantiene relaciones sexuales a menudo difiera de manera sustancial en edad, lo que contribuye

---“Pero deja que te diga: esa cosa del género ya es historia” George HW Bush (ex-presidente de los Estados Unidos de América). a un mayor predominio del VIH en mujeres jóvenes que en hombres jóvenes. No obstante, las normas de genero pueden también promover y perpetuar comportamientos sexuales de riesgo entre los hombres, especialmente en hombres jóvenes. En general, sin embargo, las desigualdades de género ratifican que las mujeres, los hombres que tienen sexo con otros hombres y los transexuales son los que mayoritariamente cargan con las consecuencias y las implicaciones en la cuestión sanitaria del sexo sin protección. El género resulta de una influencia considerable en el conocimiento de la salud y en las conductas hacia ella. Los conjuntos de datos comparables a escala global son escasos, y tienden a verse limitados por un puñado de condiciones específicas que indican el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Por ejemplo, los datos de los ODM 6 muestran que en 21 de los 24 países del África subsahariana un mayor porcentaje de hombres que de mujeres, entre 15 y 24 años, saben que un correcto uso del preservativo puede prevenir la transmisión del VIH. Pocos grupos de datos transnacionales buscan comparar el cuidado de la salud -antes que la cobertura de las intervenciones- entre hombres y mujeres, especialmente en las mismas condiciones. Los resultados de los seguimientos transversales son, de alguna manera, contradictorios. Que las mujeres usen los servicios sanitarios mas frecuentemente que los hombres en diferentes marcos se encuentra a menudo coartado por el uso que de ellos hacen las mujeres durante los años reproductivos. El acceso de las mujeres a la asistencia puede hallarse limitado por las normas de género que restringen su autonomía sobre si deberían buscarla y donde hacerlo, y estas normas podrían interpretarse como que las mujeres están menos predispuestas a buscar tratamientos para enfermedades a corto y largo plazo que los hombres bajo un mismo techo.) Además, en algunos marcos, la reforma sanitaria ha dado lugar a un acceso a la asistencia desigual en términos de género. Los múltiples gastos derivados de la salud han dado lugar a un mayor riesgo de dispendio sanitario catastrófico en los hogares sostenidos por mujeres en algunos países. Los patrones de búsqueda de asistencia sanitaria son, a pesar de todo, complejos y no siempre se explican por completo con la noción de que solo las mujeres tienen un acceso restringido a la asistencia. Por ejemplo, una extensa, multinacional revisión del acceso a la terapia antirretroviral concluía que se necesita prestar una mayor atención a los hombres infectados por VIH con el fin de asegurarse de que los estereotipos de género no les impidan proteger su salud. La evidencia nos muestra que el género como constructo social- ejerce un efecto sustancial en las actitudes hacia la sanidad, el acceso a los servicios sanitarios, y en las respuestas del sistema sanitario. Las nor-

mas de genero, ya sean perpetuadas por los individuos, las comunidades, los intereses comerciales o bien respaldadas por las legislaciones y las políticas, contribuyen a las diferencias en los efectos de la mala salud entre hombres y mujeres. En algunos escenarios y debido a ciertas condiciones,

las mujeres sufren una peor salud, pero a escala global, los varones sostienen una mayor carga de enfermedades y una menor esperanza de vida que las mujeres. Algunas de estas diferencias son debidas a patrones de conducta influidos por el genero “en concreto, el consumo de alco-

hol y tabaco (hombres) y los riesgos asociados con la práctica del sexo no seguro (mujeres)-. La tendencia a minimizar o a no entender el rol de género, o a igualar las dimensiones de género en el campo de la salud exclusivamente a necesidades sanitarias específicas de las mujeres, ha llevado al fracaso a la hora de enfrentarse a la evidencia de los factores de género que afectan y encauzan el lastre de la mala salud tanto en hombres como en mujeres. El curso de la corriente de género hacia la sanidad global implicaría tres pasos. El primero, simple y claro, y que ha sido repetidamente reivindicado, es la desagregación por género o sexo en la investigación global en materias de salud, en las intervenciones, supervisión y evaluación. Más difícil que este primer paso será el cambio de mentalidad a la hora de apreciar que las normas de género afectan la salud de todos. Pero el reto sería, sin embargo, una toma de conciencia de que el género en la sanidad global en una cuestión política en tanto que intereses específicos perpetúan las normas de género y, de ahí, que sea necesario que las estrategias especificas se encaren a esos intereses. Ahora es el momento de tomar la palabra de Alma Ata en su sentido literal: “La salud es para Todos, no solo para unos cuantos”. Insertar el género en la sanidad global ofrece una vía prometedora para alcanzar el ya viejo, pero largamente anhelado, derecho humano: el derecho a la salud. Notas: 1 WHO, Department of Gender, Women and Health. What do we mean by sex and gender?. Geneva: WHO, 2013. http://www. who.int/gender/whatisgender/en/. (accessed Oct 22, 2012). 2 Institute of Medicine. The health of lesbian, gay, bisexual, and transgender people: building a foundation for better understanding. Washington: The National Academies, 2011. http://www.iom.edu/ Reports/2011/The-Health-of-Lesbian-GayBisexual-and-Transgender-People. 3 Butler JP. Gender trouble: feminism and the subversion of identity. London and New York: Routledge, 1999. 4 Meuhlenhard CL, Peterson ZD. Distinguishing between sex and gender: history, current conceptualizations, and implications. Sex Roles 2011; 64: 791-803. PubMed 5 Murray CJL, Ezzatti M, Flaxman A, et al. GBD 2010: design, definitions, and metrics. Lancet 2012; 380: 2063-2066. Full Text | PDF(184KB) | CrossRef | PubMed Versión resumida. Para revisar las notas originales ver: Fuente: The Lancet, Volume 381, Issue 9879, Pages 1783 - 1787, 18 May 2013 Dra. Sarah Hawkes, Institute for Global Health, University College Londres, Reino Unido. Dr. Kent Buse,UNAIDS, Ginebra, Suiza. Las opiniones expresadas por Kent Buse son personales y no reflejan la posición oficial de ONUSIDA Traducción en español para www. sinpermiso.info: Ventureta Vinyavella


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¿Por qué cambió Felipe González h La década del cambio y la imagen de España La primera década de gobiernos de Felipe González es, posiblemente, el período más fructífero y positivo de la historia reciente de España. Se llegaba a 1992 en un momento en el que España organizaba de manera simultánea las Olimpiadas (Barcelona), la Exposición Universal (Sevilla) y la Capitalidad Cultural Europa (Madrid). Con un liderazgo acreditado y respetado, y con un partido serio y razonablemente cohesionado, parecía que España y el PSOE se podían comer el mundo. España estaba de moda, era respetada y contaba. Incluso era tomada como ejemplo y referencia internacional. Por primera vez en muchos años los españoles confiábamos en nuestras posibilidades, contemplábamos el futuro con optimismo y, en su mayoría, pensá-

Trabajo de equipo La personalidad política de Felipe González y su sentido de la responsabilidad proporcionaban al PSOE de aquellos años una excelente capacidad de coordinación y motivación interna y de proyección pública, nacional e internacional..La dureza de las críticas externas, provenientes de grupos poderosos que no podían soportar la perspectiva de un liderazgo prolongado del PSOE en la sociedad española y, sobre todo, el impacto causado por algunos escándalos, entre los que destacaban los que concernían al Presidente del Banco de España y al Director General de la Guardia Civil –dos pilares básicos del Estado–, ensombrecieron algunas de aquellas reuniones de la Comisión Ejecutiva del PSOE, y supongo que también del Gbierno. Sobre

bamos que teníamos un buen gobierno y muchos proyectos ilusionantes por delante. Para los que, comparativamente, se preocupan actualmente por levantar la maltrecha imagen de eso que llaman “la marca España”, aquellos años deben ser motivo de envidia. Una de las incertidumbres que en aquel horizonte se podía detectar era cómo completar o desarrollar el proyecto de modernización, de consolidación democrática y de impulso de las políticas sociales, una vez que se habían cubierto con éxito los grandes objetivos del programa político-electoral de 1982. Para remediar esa posible carencia, los socialistas españoles estábamos empeñados entonces con iniciativas como el Programa 2000, que tantas expectativas y disposiciones participativas había despertado y que, a juicio de muchos, hacía pensar que “había proyec-

todo, empezaron a producir en el ánimo de Felipe González los efectos que algunos esperaban. Es difícil ponerse en el pellejo de otras personas, pero yo en aquellos años pensaba en cómo se sentirían Felipe y Alfonso (Guerra). Alfonso era –es– más expresivo y algo traslucía. Pero, Felipe –al menos para mí– aparecía básicamente reservado y taciturno. A veces empezaba a sentirse molesto si alguien discrepaba de él en aquella Comisión Ejecutiva que había venido trabajando como un equipo libre y bien conjuntado. Entonces yo reflexionaba cómo podría sentirse un líder tan íntegro y tan volcado en servir al interés general de su país como Felipe González, al verse cuestionado por asuntos que tanto odiaba. La perspectiva de dejar una herencia política cuestionable detrás de sí debía resultar horrible, o pasar a los libros de

to” y “había PSOE para rato”.

historia como el Jefe de Gobiernos manchados por la corrupción, o contemplar una crisis profunda del PSOE. Yo creo que en algunos momentos Felipe González somatizó todo esto física y psicológicamente. No debieron ser momentos fáciles ni en lo personal, ni en lo político. Y, de pronto, en aquellas circunstancias y en aquel Partido algo empezó a cambiar, sin que se explicara a la opinión pública y sin que algunos hayamos entendido todavía su oportunidad, ni conveniencia. Alfonso Guerra lo explica en sus Memorias. Es histori y creo qe los historiadores lo agradecerán. Como se lo agradecerían a Txiqui Benegas y al propio Felipe González si aportaran otros datos o matices –si es posible– que ayuden a entender cómo y por qué un liderazgo integrador y genuinamente democrático tendió a convertirse en un liderazgo parcial e impositivo.

arbitrista de actuación –y de influencia extrapartidaria– que ha conducido a no pocos eventos erosionadores, como la ruptura-confrontación con la UGT, la eliminación de los sectores más socialdemócratas y de izquierdas de la dirección del PSOE, el linchamiento de lo que se calificó como “guerrismo” (en un ejercicio de fabricación de un “chivo expiatorio” que recuerda malos momentos de la historia), la defenestración del candidato electo Josep Borrell (que podía haber ganado las elecciones), la pasividad ante extrañas compras de escaños, algunas de las ocurrencias del gobierno de Rodríguez Zapatero, que ni estaban en el programa electoral, ni habían sido debatidas, ni eran apoyadas por los afiliados del PSOE, en especial el cambio contra-natura y casi de tapadillo de la Constitución española… Posiblemente, muchas de estas cosas y

La convocatoria de Txiqui Benegas al Palacio de la Moncloa, en enero de 1993, en la que Felipe González le comunica que asume plenamente todos los poderes en el PSOE –ya los tenía en el Gobierno–, es un punto de no retorno que el propio Felipe parece que calificó como “poco habitual procedimentalmente”, y que supuso la evolución abierta del PSOE hacia un modelo de ejercicio del liderazgo que ha traído ulteriormente bastantes problemas y disfunciones políticas, que han acabado debilitando al PSOE en la forma en la que hoy se manifiesta.

otras similares no se hubieran dado si no hubiera cambiado el modelo de liderazgo democrático y el proceder consensuado y en equipo que era propio de la trayectoria histórica del PSOE, y que Felipe González tan bien había venido encarnando hasta 1993. ¿Por qué cambio Felipe González este patrón de ejercicio del liderazgo? ¿Quién o quiénes le animaronimpulsaron-presionaron a hacerlo? ¿Quién ganó con este cambio y qué ganó o ganaron en el largo plazo? ¿Se trataba de un simple mecanismo de control para proceder a un cambio no consensuado de orientación programático-ideológica? ¿Era algo derivado de algún pacto secreto que no se podía dar a conocer a los afiliados del PSOE ni a la opinión pública? ¿Se tuvo en cuenta el pulso de la calle, lo que podían pensar los ciudadanos? ¿Había alguna necesidad para este cambio y los que siguieron? ¿Cuál era la

Plenos poderes Aquella asunción de plenos poderes consolidó un modelo de “presidencialismo” que no estaba ni en el espíritu ni en la letra de nuestra Constitución, al tiempo que estableció en el seno del PSOE un patrón


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hacia un modelo presidencialista? necesidad? ¿Por qué? En el libro de Memorias de Alfonso Guerra, en varias ocasiones se ponen en boca de Felipe González argumentos de que aquello era “necesario” y que lo era en “bien de todos”. ¿Acaso Felipe González intentaba evitar males mayores? ¿Contará o explicará en algún momento su versión de los hechos? ¿Se llevará este secreto –si es que hay algún secreto– a la tumba, como vulgarmente se dice? ¿Es algo que se puede contar? Liderazgo y democracia En su día, lo que más me intrigó era por qué se emprendía este camino de no retorno si no era necesario. Es decir, un líder débil o cuestionado internamente puede verse tentado hacia la autocracia interna o hacia el bonapartismo, si es muy soberbio, o si no tiene ideas propias ni proyectos de entidad. Pero en el caso de Felipe Gonzá-

lez no parecía necesario, entre otras razones porque en aquella Comisión Ejecutiva y en aquel partido se entendía y respetaba su liderazgo y, tras los debates y análisis, se asumía su capacidad de integración y su papel. Por lo tanto, en su decisión final, ya insinuada anteriormente y comunicada de manera imperativa a Txiqui Benegas en el Palacio de la Moncloa –”el poder lo tengo yo y lo ejerzo yo directamente”– había un fuerte componente de presentación externa y de expropiación interna. Es decir, el famoso “se gobierna desde Moncloa y no desde Ferraz”, era algo más que un “diktat“ y algo más que un simple problema de explicación de la lógica distribución constitucional de funciones entre gobierno y partido. ¿Había que dar un ejemplo? ¿A quién, o a quiénes y ante quién y para qué? El problema es que cuando un poder se extrae de un lugar se acaba depositando o

desplazando hacia otro lugar. ¿Fue eso lo que ocurrió entonces? Y si fue así, ¿cuál fue la base sustentadora del nuevo liderazgo de Felipe González? Si nos atenemos a los hechos, los “teóricos” del nuevo modelo de liderazgo felipista –y de sus derivadas ulteriores– tienen nombres y apellidos concretos, que están registrados en las bibliotecas y hemerotecas.Si se estima que lo undamental no son los nombres, sino los intereses subyacentes, los historiadores no tienen más que explorar y sistematizar informaciones bien específicas.Lo cierto y concreto es que la deriva ulterior del PSOE hacia posiciones menos “socialdemócratas” no solo tuvo un cierto componente inicial deslegitimante, en la medida que en España esta inflexión vino impuesta desde arriba –y no se sabe si “desde fuera”–, no siendo el resultado de un proceso interno de debate claro y de reflexión profunda y,

tear ahora, cuando más se necesita, nuevas políticas de salida de la crisis con sensibilidad social. Por lo tanto, el camino no ha podido ser más equivocado. Alfonso Guerra proporciona pistas e informaciones sugerentes sobre estas orientaciones, cambios y posibilidades explicativas en sus Memorias. ¿Hay otras explicaciones de aquellos cambios? Si las hay, convendría que se conocieran pblicamente, ya que no se trata de un asunto menor, ni para el PSOE, ni para España, ni para el propósito socialdemócrata como tal. Sin embargo, no sé si debido a mi ingenuidad analítica o a la persistencia de viejos afectos y respetos, lo cierto es que muchas cosas no me acaban de encajar del todo. Desde un punto de vista político, el autoritarismo y los hiperliderazgos siempre me han parecido una aberración política y una práctica contraproducente. Sobre ello pu-

bros y textos sobre “la calidad de la democracia”, o sobre “la democracia postliberal”, especialmente el libro La democracia incompleta (Biblioteca Nueva), intentando contribuir al debate sobre la necesidad de avanzar hacia plasmaciones más auténticas y operativas de ejercicio de la democracia –también de ejercicio de los liderazgos democráticos–, en conexión con los problemas de la desigualdad y la crisis del trabajo. Problemas cada vez más acuciantes que afectan a más personas. Y que, por lo tanto, requieren que los abordemos desde ópticas coherentemente democráticas y participativas. Por eso, cada vez creo más firmemente que la democracia es la sabia de la actividad política y que cuanto mejor democracia tengamos, mejor será nuestra vida política, nuestro tono moral y las perspectivas de regeneración social. En cambio, las carencias democráticas y los

por lo tanto, de sano ejercicio de la democracia participativa. Más bien al contrario, los debates sobre el Programa 2000 evidenciaban que las orientaciones y preferencias eran de signo diferente.

bliqué varios artículos en la prensa en su día y un texto más de fondo en el nº 129 de Sistema (Populismo,corporativismo y neo-bonapartismo) que no debió gustar mucho a los adalides de aquella operación política.

Debilitamiento de la socialdemocracia Pero no solo se trata de una cuestión de método –aunque el método en democracia siempre es muy importante–, sino también de fondo, ya que la inflexión de los partidos socialdemócratas hacia otros enfoques se acabó traduciendo en múltiples indicadores sociales regresivos y en la aceptación de una orientación económica que –tal como se ve hoy en día– al final ha conducido a un desastre, a un fracaso sin paliativos del modelo que algunos presentaban como inexcusable. En el camino, los partidos socialdemócratas han perdido apoyos y, sobre todo, legitimidad y credibilidad para poder plan-

Antropología del poder inseguro Más allá de la presentación y conceptualización del proceso, lo que me sigue inquietando es ¿por qué? Varias veces, a lo largo de los últimos años, he pensado en escribir un ensayo sobre las dinámicas de autocratización de los liderazgos y sus dimensiones personales, e incluso psicológicas, en base a los cuadernos que fui escribiendo en aquellos años, anotando los hechos más relevantes del proceso. Cuadernos que tienen mucho que ver con la antropología del poder y que no he vuelto a abrir desde entonces. En estos años he preferido escribir, en positivo, algunos li-

déficits de representación son el germen de la decadencia y la asfixia de la legitimidad. Algo que ya vieron con claridad los clásicos cuando sostenían que los sistemas mejores eran aquellos en los que las instituciones prevalecían sobre las personas que las encarnaban y no al revés. Por eso, ahora hay que modernizar las estructuras de representación política, sabiendo que eso es lo que permanece y permite mejorar la vida de los ciudadanos y de los pueblos. De ahí que debamos estar agradecidos a quienes contribuyen a que se descorran los velos y se conozcan mejor los hechos en asuntos y acontecimientos que no son ni mucho menos triviales ni inranscendentes para el devenir político y para la posibilidad de que las necesidades de los sectores más débiles de la sociedad sean debidamente atendidas. TEMAS, Nº 224. juLio 2013 7


Juan José Tamayo, Adital

R

atzinger y Boff se conocen desde finales de los sesenta. Diez años después quien fuera mecenas se convirtió en detective. Los teólogos Joseph Ratzinger y Leonardo Boff se conocen desde finales de los sesenta, cuando este estudiaba teología en Alemania. El aprecio era mutuo, como prueba que Ratzinger diera de su bolsillo al nuevo doctor brasileño 14.000 marcos para que publicara su tesis doctoral. Poco más de 10 años después, empero, la relación cambió: quien fuera mecenas se convirtió en detective. El cardenal Ratzinger, tras asumir la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, convocó a Boff al Vaticano y lo sentó en la silla de Galileo para juzgar su libro Iglesia: carisma y poder. El teólogo brasileño llegó a Roma acompañado por los cardenales Aloisio Lorscheider, presidente de la Conferencia Episcopal Brasileña, y Paulo Evaristo Arns, arzobispo de São Paulo, ambos pertenecientes a la orden franciscana de Boff. El veredicto fue la imposición de un tiempo de “silencio obsequioso”, que Boff

aceptó, aun cuando no estaba de acuerdo, ejerciendo la virtud de la humildad y pronunciando una frase que se hizo proverbial: “Prefiero caminar con la Iglesia, a quedarme solo con mi teología”. Cuando le impusieron silencio, él respondió con la canción de Atahualpa Yupanqui: “La voz no la necesito. Sé cantar hasta en el silencio”. Menos mal que el cardenal no le exigió la devolución del dinero que le había donado. A principios de los noventa, Boff fue objeto de un nuevo proceso. El Vaticano impuso censura previa a todos sus escritos. Le separaron de la cátedra de Teología por tiempo indefinido. Le alejaron de la revista Vozes y sometieron a la censura a la editorial Vozes y a las revistas publicadas por ella. El autor de tamaña negación de los más elementales derechos humanos volvía a ser el cardenal Ratzinger. Cabe recordar que unos días antes de la condena de 1984 había aparecido la instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre Algunos aspectos de la Teología de la Liberación, que condenaba sin paliativos la teología de la liberación. Comenzaba así la cruzada contra esta corriente teológica, que continuó durante todo el pontificado de Juan Pablo

II. La cruzada arreció con Benedicto XVI como papa, quien en 2007 condenó a Jon Sobrino y en 2009 afirmó que la Teología de la Liberación había provocado consecuencias “más o menos visibles” como “rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía”, que había creado entre las comunidades diocesanas “gran sufrimiento o grave pérdida de fuerzas vivas” y que “sus graves consecuencias ideológicas conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres”. ¿Será capaz Francisco de revertir la situación y tornar la condena inmisericorde de la Teología de la Liberación de sus predecesores en respetuosa acogida en actitud de diálogo? ¿Rehabilitará a los teólogos condenados? ¿Reconocerá como mártires a las teólogas y los teólogos muertos por amor de la justicia que brota de la fe? Su visita a Brasil, uno de los lugares más emblemáticos donde se cultiva y se vive la Teología de la Liberación, puede ser una buena oportunidad. No debería dejarla pasar. [Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de La teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso (Tirant lo Blanc, 2010)].

Sobre la Teología de la Liberación. Ratzinger, Boff y Bergoglio

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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