Correo Del Sur No 334

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N煤mero 334 Mayo 12, 2013

Francia, La izquierda se divorcia La crisis de la educaci贸n en Latinoam茅rica

El trabajo que da el trabajo Documento que convoca a la reflexi贸n


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Francia, La izquierda se divorcia

Eduardo Febbro

Hace un año, la Plaza de la Bastilla se había llenado de decenas de miles de personas que festejaron hasta que salió el sol la victoria presidencial del candidato socialista François Hollande, luego de derrotar al presidente saliente Nicolas Sarkozy. Un año más tarde, la Plaza de la Bastilla se volvió a llenar, pero esta vez con miles de personas que llevaban escobas, escobillones y cepillos en la mano para “barrer” el sistema actual. Convocada por el Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, la manifestación marcó el divorcio oficial entre la izquierda de gobierno y la izquierda de la izquierda que, como lo proclamaba una banderola desplegada por un manifestante al pie de la Bastilla, protesta porque “Hollande agrava la fractura social”. Mélenchon es hoy un duro adversario de la política de los socialistas, más incluso que la misma derecha.

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a manifestación coincide con el aniversario de la victoria socialista, pero tanto entre la izquierda más dura como en los medios más moderados el tiempo pasado ha acumulado decepciones, retrocesos, ambigüedades, incumplimiento de promesas y, sobre todo, una austeridad programática que fue de hecho el lema central de la manifestación: “Contra la austeridad y la finanza”. Ambas se han combinado en Europa en una mezcla difícil de tragar. “Todo nos ha desencantado durante este año: la política, los hombres que la conducen, la idea general que se desprende del mandato

de Hollande y, por supuesto, las consecuencias”, dice Marthe, una joven de 27 años, sin trabajo y casi sin domicilio, que hace un año votó por los socialistas con la certeza de un cambio que jamás se plasmó. “Vida inmediata austera, horizonte austero, dirigentes aburridos: estamos en el pantano de la miseria y el aburrimiento”, proclama Jean Claude, otro joven manifestante. A pesar de su aspereza y su –a veces– excesiva teatralidad, para muchos manifestantes Mélenchon es el único que encarna “otra opción política, el cambio”. El cambio es lo que nunca llega. Sea porque Europa o Alemania no lo permiten,

la transformación prometida se convirtió en una paciente y repetida pedagogía sobre la necesidad de la austeridad como metodología de salvación y, tal vez, para más tarde, de crecimiento y reparto. “Pero hace mucho tiempo que estamos en eso. Soportamos los años del mandato de Sarkozy con la misma línea general y la seguimos aguantando ahora desde hace un año bajo un gobierno socialdemócrata. Nos han robado el voto de una manera escandalosa”, protesta Pierre, un empleado del correo a punto de jubilarse. La Bastilla reunió a los decepcionados de la izquierda que habían votado por Ho-

llande con cierta antipatía, pero con real esperanza. “Sacarse a Sarkozy de encima era una etapa necesaria, pero nunca pensamos que fuésemos a caer en este absurdo”, dice Amélie, una joven estudiante de Química. El sentimiento común era evidente: para la gran mayoría, más allá de los desencantos y las bromas de los carteles, el principal reproche que se le hace a Hollande consiste en que el dirigente socialista encarna un proyecto de sociedad que nada tiene que ver ni con lo que prometió ni con lo que, según el Frente de Izquierda, se imponía como política luego de tres presidencias conservadoras consecutivas. “La cuarta la ganó la izquierda y en vez de ser la del cambio, sobre todo después de la crisis, acabó siendo la presidencia del liberalismo disimulado bajo las sábanas de las buenas maneras. Seguimos en lo mismo: desempleo, despidos masivos, cierre de plantas y empresas, beneficios profundos como el abismo en que está la sociedad para las finanzas y los especuladores”, explicaban con rabia Eléonore y su marido, dos funcionarios de la educación nacional. Otro miembro del cortejo gritaba medio solo entre la multitud: “Hollande ganó con las palabras, pero, ¿dónde han ido los actos que debían acompañarlos? Se quedaron en las cajas fuertes de los bancos...”. En ese contexto, Mélenchon se lleva todos los aplausos cuando dice ante los manifestantes: “No queremos que la finanza esté en el poder, no aceptamos la austeridad que lleva a nuestro pueblo, como a todos los pueblos de Europa, a un sufrimiento sin fin”. Los socialistas le responden a Mélenchon que si este primer año resultó difícil fue porque hubo que efectuar las correcciones necesarias, y que luego vendrá la hora de los frutos. Pero entre la gente de la izquierda más creativa y contestataria ya nadie les cree. “Ellos –dice Eléonore– no ganaron para corregir sino para cambiar: en suma, nos engañaron para quedarse con el poder y seguir con la misma política.” El Frente de Izquierda no variará su política. Al contrario: piensa acrecentar la presión sobre el gobierno para arrancarle, al menos circunstancialmente, alguna concesión social en un momento en que el gobierno se apresta a golpear la jubilación, el código de trabajo y los subsidios sociales. © 2000-2013 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados


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El plan como compromiso e imaginación[1]

Rolando Cordera Campos

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ermítanme iniciar esta comunicación con un voto porque la consulta para el PND desemboque en una conclusión: que llegó la hora de cambiar el actual curso de crecimiento por uno nuevo, calificado por una combinatoria de expansión económica y equidad social que sirva para garantizar los derechos fundamentales, como lo establece el Artículo Primero de la Constitución. Estos adjetivos, deben entenderse como condiciones primordiales de un desarrollo cuyos signos de identi-

dad sean la progresiva igualdad entre los mexicanos, respaldada por el compromiso nacional y del Estado con la protección de la naturaleza y la búsqueda consistente, en el tiempo y el territorio, de un desarrollo sustentable. En una nuez: el México próspero que queremos es inconcebible sin el México incluyente que nos urge. Bien entendida, la planeación nos remite a la construcción de objetivos y a la determinación razonada de metas, prioridades y secuencias, como frutos de la

más amplia participación de la sociedad nacional y sus organizaciones específicas. De aquí su carácter esencialmente político y la exigencia de que en sus procesos, políticas y estrategias, sea rigurosamente democrática, Nuestro desafío es construir un sistema de planeación que asegure el cumplimiento de las tareas establecidas en el Plan. La planeación debe identificar restricciones y dificultades derivadas de diversos déficit productivos e institucionales pero, a la vez, explorar las rutas para superarlos. Más allá de la resignación ante contextos o coyunturas restrictivos que, de inicio, se nos presentan como inamovibles, la planeación debe servir para abrir futuros posibles y aprovechar estructuras de oportunidad que mediante su ejercicio imaginativo pueden volverse trayectos viables de transformación productiva y social. Inscritos en el drama planetario de una crisis global que amenaza implantarse como un cuasi estancamiento de larga duración, tenemos que establecer objetivos congruentes con nuestras carencias y con el cúmulo de necesidades y contradicciones que la actual conmoción económica y social del mundo ha puesto a la vista de todos. Empleo digno, como propone la ONU, protección y seguridades sociales de alcance universal, frente a los riesgos de un cambio inevitable y un horizonte sumamente nublado en el presente, deberían ser los grandes ejes para precisar objetivos y metas, además de establecer secuencias claras para el despliegue de políticas, estrategias y reformas de diverso calado. Una reconstrucción productiva, pero también intelectual y moral, permitiría apropiarnos de las promesas de la globalización y sus revoluciones en la energía y la industria. Basadas en la gran transformación del conocimiento y de sus usos, dichas revoluciones se forjan debajo de las convulsiones financieras y los bloqueos de visión del presente; constituyen para nosotros conjuntos complejos de propósitos e instrumentos que el empeño planificador debe articular con una idea poderosa convertida en política de Estado: construir un régimen democrático sustentado en una protección social universal destinada a igualar, hacia arriba, los niveles de bienestar de todos. Sólo así, podrá darse sentido de realidad y de futuro a nuestra riqueza primordial que en estos años se ha visto sometida a un devastador proceso de desgaste: una niñez acosada por la pobreza y una juventud que crece sin empleo seguro ni expectativas ciertas y que, con urgencia, demanda nuevos y mejores bienes públicos para asegurar su supervivencia y reproducción. Ambas, a su vez, requieren de un hábitat educativo y cultural en el cual pueda nutrirse un espíritu transformador de estructuras y pensamientos convencionales y caducos. Mediante una innovación de esta naturaleza en la fijación de propósitos nacionales, podremos aspirar a que, pronto, la juventud y la cultura se vuelvan promi-

sorias fuerzas determinantes de un nuevo régimen económico y político, empeñado en la transformación productiva y comprometido con la igualdad y el despliegue ambicioso de una imaginación en verdad renovadora. La racionalidad que promete la planificación debe significarse, sin duda, por su utilidad práctica pero también, sobre todo ahora, por su eficacia cívica y ética. Nuestra demografía y la imperiosa necesidad de crecer cada vez más rápido para darle cabida a los jóvenes y generar los excedentes necesarios para ampliar la educación y asegurar salud y vejez, determinan la urgencia de invertir más y mejor; también, revelan lo decisivo de tener un Estado fiscal digno de tal nombre, con capacidad para recaudar y redistribuir; de hacer sustentable el cumplimiento de sus compromisos constitucionales, sin desnaturalizar con los medios escogidos los fines comprometidos. Esto es particularmente importante para la reforma hacendaria que deberá ser integral, para el gasto y los impuestos y responder a principios de progresividad, con énfasis en el impuesto a las personas físicas. Lo mismo puede decirse de la reforma energética, vista como una de las reformas clave para un México próspero, que debe empezar por fortalecer a Pemex y a la industria energética nacional para, entonces, plantearse otros desarrollos. Darle congruencia a este triángulo y sus complejas derivadas, reclama de mucha destreza técnica y organizativa pero, sobre todo, de la decisión de acometer una profunda reforma del Estado legitimada por una participación social efectiva. Así podrá el Estado desplegar nuevas potencialidades de promoción y coordinación, dirigidas a la ambiciosa industrialización que debe incluir al mundo rural y sus diversas producciones que reclama este tiempo global. La savia democrática de nuestra planeación, tiene que encontrar cauce y empuje en un Congreso reconstruido para estos propósitos de democratización extensa y profunda. Para serlo, la democracia tiene que naturalizarse como régimen político también en el ámbito de la economía y la vida social. Será por esta vía, sin duda difícil, por la que la política económica y la social encuentren los términos de una nueva conversación, de simpatías más que de disonancias, más allá dela subordinación tradicional de la social a la económica, cuyos criterios maestros de evaluación sean los logros de metas de igualdad y creatividad, de empleo digno para todos, de educación apropiada para todos los jóvenes, de salud y protección universales. Este sería el contexto dinámico para que el México incluyente y el México próspero buscados por el Plan, se dieran la mano para inaugurar una nueva y larga jornada de cooperación económica y social para el desarrollo. [1] Participación en el evento inaugural del Foro “México Próspero”, para la integración del Plan Nacional de Desarrollo 2013 – 2018.


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La crisis de la educaci “El 40 por ciento de los matriculados en escuelas de la región alcanza solamente nueve años de escolarización, lo que se considera internacionalmente como una situación de “indigencia educativa”. En un país como México, 12ª economía del orbe en producto bruto, sólo el 40 por ciento de los jóvenes termina la secundaria…” Bernardo Kliksberg* Los pobres no terminan la secundaria El 95 por ciento de los niños empieza hoy la primaria. Pero el 14 por ciento no la termina. Ellos pertenecen casi íntegramente al 20 por ciento más pobre de la población. En algunos de los países con menor presupuesto educativo, el problema es aun mucho más agudo. Así, en República Dominicana no terminan la primaria el 26 por ciento de las niñas y el 36 por ciento de los varones. Ello ha llevado a que la tercera parte de toda la población dominicana entre 15 y 49 años no ha terminado la primaria. Sin primaria completa, no hay futuro laboral alguno para una persona. La deserción en secundaria es todavía mucho más amplia. Según Cepal (2010), el 51 por ciento de los hombres y el 45 por ciento de las mujeres no la completa. En el 20 por ciento más pobre, el 66 por ciento no termina la secundaria. Tanto el sector público como las empresas privadas piden actualmente diploma de secundaria incluso para trabajos manuales. Los que no terminan la secundaria no tienen “empleabilidad”. Los estudios de la Cepal dicen que si bien la secundaria completa no garantiza conseguir empleo, las cifras muestran que el que no tenga 12 años de escolaridad, que es lo que se necesita para finalizarla, está virtualmente condenado a ser pobre. El 40 por ciento de los matriculados en escuelas de la región alcanza solamente nueve años de escolarización, lo que se considera internacionalmente como una situación de “indigencia educativa”. En un país como México, 12ª economía del orbe en producto bruto, sólo el 40 por ciento de los jóvenes termina la secundaria. En Colombia es sólo el 31,3 por ciento. La inequidad funciona a toda máquina en la deserción. En el 20 por ciento más rico de la población finalizan la secundaria el 86 por ciento de las mujeres y el 81 por ciento de los hombres. En el 20 por ciento más pobre, las cifras son radicalmente menores. Sólo la termina un 26 por ciento de las mujeres y el 23 por ciento de los hombres. Hay una transmisión intergeneracional de estas cifras. Entre los jóvenes cuyos padres no terminaron la primaria, finalizan la secundaria sólo tres de cada 10. Entre aquellos cuyos padres son graduados universitarios la terminan nueve de cada diez. Los factores que llevan a los pobres a desertar son muy concretos. Entre ellos, un 16 por ciento de los niños de la región

padece de desnutrición crónica: no pueden rendir en la escuela. Un 11 por ciento de los menores de 14 años trabaja: “esclavitud infantil” la llama la OIT, y que lleva a la deserción. La pobreza tensa y destruye las familias. La desarticulación familiar incide agudamente sobre la deserción, la repitencia y el rendimiento. Otro factor muy visible es la vivienda: 120 millones de latinoamericanos viven en tugurios (villas miseria, favelas, ranchos). ¿Dónde van a estudiar y a hacer los deberes? En sus viviendas hay hacinamiento. Cuando llueve, se inundan. No existen las condiciones mínimas para estudiar. Educación pobre para pobres El problema no es sólo estar en la escuela sino con qué conocimientos se sale de ella. Ello va a ser muy diferente según factores como el número de horas de clase anuales efectivas, y la preparación, motivaciones, capacitaciones y tiempos de dedicación de los maestros. También incidirán los recursos para el aprendizaje, la infraestructura d la escuela,

su equipamiento en bibliotecas y en informática. Todo ello varía profundamente en buena parte de la región, creando circuitos de calidad diferenciados como los que han denunciado los estudiantes chilenos. Como consecuencia de todo lo anterior, lo que aprenden los alumnos varía totalmente según concurran a una escuela privada, a una pública urbana o a una rural. Las diferencias entre los países y al interior de los diversos estratos sociales son muy considerables. Un análisis de Unesco IIPE y OEI (2010) encontró que sus conocimientos de una disciplina base, matemáticas, son muy diversos. Trató de medir la capacidad de niños de tercer grado de primaria para resolver problemas que no se solucionan con métodos rutinarios y requieren interpretación. En una serie de países, menos del 40 por ciento de los niños contestaron bien. Fueron sólo el 19 por ciento en República Dominicana, el 33 en Guatemala, el 33 en Nicaragua, el 34 en Panamá, el 34 en Perú, el 37 en El Salvador y el 39 por ciento en

Colombia. El porcentaje osciló entre el 40 y el 56 por ciento en la Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y México. Los déficit que se tienen en primaria después se van a acentuar, y estimulan la repetición y la deserción. Las proporciones de capacidad de respuesta bajan totalmente en los sectores pobres, que reciben una educación mucho más limitada. Así, en el Perú las cifras oficiales sobre alumnos de segundo grado de primaria dicen que: _ En las escuelas públicas sólo un 11,7 por ciento alcanza los logros previstos en matemáticas. En la escuela privada también son bajos, pero casi los doblan: es el 20,9 por ciento. _ En las escuelas rurales que son mayormente estatales, el nivel baja todavía mucho más. Sólo un 5,8 por ciento llega a los objetivos previstos en matemáticas. Lo mismo que sucede en matemáticas pasa en comprensión lectora. En las escuelas públicas primarias, en segundo grado, sólo un 25,8 por ciento de los estudiantes obtiene los logros previstos. En las privadas, la cifra se duplica. La brecha entre logros de poblaciones urbanas y rurales en comprensión lectora era de 27,9 por ciento. Perú es un país con una vasta población rural pobre. Con esos resultados tan precarios en educación en las áreas rurales, en ese país –y en otros con baja escolaridad rural, entre ellos Guatemala y Honduras– duramente consolidando “círculos viciosos de reproducción de la pobreza”. Los falsos dilemas ¿Por qué tantas dificultades en América latina para avanzar en equidad y en calidad de la educación? Es posible analizar el tema contextualizándolo y entonces se verá que la escuela ya recibe una población totalmente desigual, y que si a su vez ofrece alternativas que acentúan las desigualdades originales, los resultados no pueden ser muy distintos. Si se analiza de ese modo, se concluye que hay que enfrentar a fondo las causas últimas de las desigualdades en el contexto, y por ende revisar todo el modelo económico-social. Asimismo, ver cómo democratizar las oportunidades reales para que todos estudien y a buen nivel. Pero otra posibilidad, muy frecuentada, es eludir olímpicamente la discusión de fondo sobre el modelo y concentrarse en supuestos dilemas. Entre los más usuales se hallan: A) Hay dinero, pero se gasta mal


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ión en Latinoamérica Se suele decir muy alegremente que los presupuestos son considerables, pero se gastan muy mal. Sin duda, la gestión en educación, como en todo el sector público, debe ser mejorada. Pero las asignaciones presupuestarias están muy lejos de las necesarias. América latina gasta en educación sólo el 4,2 por ciento del Producto Bruto Interno: los países desarrollados el 5,3 por ciento, los países ejemplares en este campo más del 6 por ciento. Finlandia –uno de los líderes mundiales en rendimiento educativo– gasta en educación primaria 5373 dólares por alumno; Francia, 5224. En cambio, en México son sólo 1604 dólares, en Colombia 1257 y en Perú 446 dólares. Se argumenta que se gasta mal, porque la mayor parte del gasto está concentrada en sueldos y en gastos administrativos imprescindibles; pero, ¿cómo va a ser diferente, si los recursos son mucho menores que los que se precisan? La escasez de recursos es extrema en muchas escuelas. Según Serce-Unesco (2008), el 20 por ciento de las escuelas no tiene agua potable, un 33 no tiene baños suficientes, el 26 no tiene biblioteca y un 52 por ciento no tiene sala de computación. Los países que han enfrentado esto frontalmente han tenido resultados. Así, en Costa Rica, la educación es realmente un proyecto nacional desde la disolución de las fuerzas armadas en 1948. Modificó su Constitución en 1997 para incluir una cláusula que garantizara que nunca el gasto en educación sería menor al 6 por ciento del Producto Bruto Nacional. Los economistas ortodoxos locales se horrorizaron. Alegaron que cómo se iba a “amarrar” las manos de los ministros de Economía creando partidas fijas en el presupuesto. B) La plata se la llevan las Universidades Durante años, los organismos financieros internacionales alegaron que la educación era muy importante, pero que los gobiernos, para recibir préstamos sobre educación, debían dedicar los recursos principalmente a primaria y secundaria, y no a las universidades. Y presionaron fuerte para que éstas fueran aranceladas. Toda la antinomia “gasto en universidad vs. gasto en escuelas primarias y secundarias” es además, en el fondo, falsa. La real oposición no es entre ambos sino “inversión en educación vs. otros gastos mucho más prescindibles”, como armamentos o la creación de otras fuentes de ingresos. Existen posibilidades de financiamiento diferentes que bajar el presupuesto universitario para no reducir los montos totales dedicados a de educación, pero requieren cambiar correlaciones de poder muy asentadas. Entre ellas, bajar la evasión fiscal, combatir la corrupción a fondo, aumentar los impuestos a los más ricos, gravar los consumos suntuarios. C) El enemigo son los maestros Cada vez más llueven las diatribas sobre los maestros, y especialmente su idea de tener organizaciones gremiales que defiendan sus derechos. Así, por ejemplo, Zepeda y Lacki (2011)

dicen que “presentan sus reivindicaciones de interés gremial como si éstos fuesen los requisitos imprescindibles para que los docentes puedan corregir sus ineficiencias y mejorar la calidad de la educación”. La situación del maestro es muy particular en gran parte de la región. Mientras en las economías desarrolladas se trata de una profesión muy estimulada por toda la sociedad, que recibe remuneraciones mayores a los promedios, de dedicación full time, con amplias posibilidades de capacitación y desarrollo; en América latina las cosas son muy diferentes. Los sueldos son inferiores al sueldo promedio, un alto porcentaje tiene que tener otro trabajo para poder vivir, no hay mayores posibilidades de avance, ni formación, es una profesión vista como de “perdedores”. El 36 por ciento de los maestros de sexto grado tiene otro trabajo para salir adelante. ¿Qué se espera en esas condiciones? ¿Qué no haya agremiación, conflictos, huelgas, protestas? El argumento se hace muy lejano a toda realidad cuando se plantea que deberíamos seguir el ejemplo

apropiadas a su naturaleza. Es muy importante continuar con la política de extensión de la cobertura. Todavía quedan amplios grupos de población que se hallan fuera de la matriculación en primaria. Pero, como se ha visto, no basta. Debe haber una vigorosa política de elevación de la calidad. La gran mayoría de los estudiantes asiste a escuelas públicas con debilidades marcadas. Debe fortalecerse activamente la escuela pública. Ello implica recursos adecuados y acciones concretas en las áreas de la profesión docente, revisión curricular, materiales de trabajo e infraestructura. La situación de los maestros es un eje básico de la cuestión. Se necesita una profesión docente jerarquizada socialmente, remunerada apropiadamente, y que constituya una alternativa atractiva de trabajo para las nuevas generaciones y les ofrezca posibilidades de progreso y crecimiento profesional. En las sociedades que figuran en los primeros puestos de la prueba Pisa, ésa ha sido una de las estrategias maestras

Cuidado Normalmente el debate en educación cae en un error serio: sólo enfatiza el papel de la educación como medio, como recurso económico macro en la competitividad, como medio para ganar posiciones en el trabajo. Es todo eso, pero es además un fin en sí mismo. Es la vía por la que los seres humanos desarrollan realmente sus potencialidades éticas, espirituales y solidarias, y se realizan. La prueba de Pisa tiene una limitación seria. Lo que mide es útil: comprensión lectora, conocimiento de matemáticas, de ciencias. Pero es fundamental saber si el tipo de educación proporcionada está preparando o no “buena gente”, con valores morales sólidos, con sentido de justicia, con actitud solidaria, con capacidad de disfrute de la familia, la amistad y el amor. Con valores personales, relacionales y colectivos. En los Masters en Gerencia –uno de los posgrados más buscados del planeta– y en

de los que encabezan las tablas de rendimiento educativo. Por ejemplo, los mismos Zepeda y Lacki dicen que “en Corea del Sur sólo pueden candidatearse a las escuelas formadoras de maestros el 5 por ciento de los mejores alumnos de la secundaria, en Finlandia el 10 y en Singapur el 30 por ciento”. Eso no sucede mágicamente. La docencia es allí una verdadera carrera, bien remunerada, incentivada, y por eso interesa a los de mejores promedios. Los gremios deben trabajar por la mejora de la escuela, y muchos lo hacen, pero es muy forzado creer que los problemas estructurales que afectan a la educación vienen de ellos en primer lugar.

empleadas para obtener dicho resultado. Sin embargo, los avances serán limitados, aun con las mejores intenciones, si no se encara frontalmente el problema de las pronunciadas inequidades que presiona continuamente hacia segmentaciones en los sistemas educativos, relegando y discriminando una y otra vez a través de múltiples mecanismos a los estratos pobres. La realidad exige consiguientemente que se diseñen vigorosas políticas de mejoramiento de la equidad en educación y que ellas sean un núcleo central de las políticas educativas generales. En sociedades como las latinoamericanas, con vastos sectores de la población viviendo en la pobreza y la miseria, la educación puede ser una poderosa fuerza de cambio social y devolución de dignidad y esperanza a los pobres o, por el contrario, de persistir las fuertes inequidades que la marcan, será un refuerzo permanente de los círculos perversos que conducen a la exclusión social y la tornan en una situación sin salida. La educación es una causa colectiva. Debería haber pactos nacionales de los principales actores sociales sobre cómo

las escuelas de economía ortodoxa se prepara muy bien técnicamente con frecuencia. Es educación de primera en términos instrumentales. Pero muy mal en lo más importante: la utilización de esos conocimientos en favor de todos, en un marco de responsabilidad y consistencia ética. Medidos tipo Pisa son óptimos; medidos por lo más importante, lo ético, no pasaban por los test más elementales: fomentaban el egoísmo, el carrerismo, la competencia sin límites, la codicia, la insolidaridad. La ética, la búsqueda de la justicia, la integridad, la coherencia, no deben ser notas al pie de página en la educación, meras sugerencias, sino su núcleo central. Es urgente que formen parte central de todos los sistemas educativos. Y cuanto antes. *Bernardo Kliksberg, maestro de la Universidad de Buenos Aires es el padre de la Gerencia Social, pionero mundial de la ética para el desarrollo y asesor especial de la ONU . El texto proviene del fascículo ¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad?, publicado como suplemento especial en Página 12, Baires, 2011.

¿Qué hacer en educación? No es un tema más. Es crucial. El futuro de las personas, de las familias y de los países tiene que ver cada vez más con sus niveles de educación, en un siglo XXI basado totalmente en el conocimiento. Se han visto las restricciones concretas que la desigualdad impone a los sistemas educativos de la región: superarlas requerirá ponerlas a foco y diseñar estrategias

enfrentar toda la agenda planteada.


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Sobre un documento qu Debate sobre Cuba (En torno al documento Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura, redactado por el Proyecto Laboratorio Casa Cuba (LCC)) JORGE LUIS ACANDA

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na revolución social no es nunca el resultado de la acción de una sola persona, ni tampoco de un solo grupo humano, sea una clase social, una generación o un partido político. Y en tanto transformación radical, guiada por el propósito de eliminar toda forma de explotación, tampoco es algo que puede detenerse en el tiempo, sino que implica un constante movimiento. Revolución que se detiene, muere. Por eso, o es obra colectiva y en permanente transformación, o no es. Lejos de denotar su muerte, los conceptos que indican movimiento tienen que situarse en el centro del

imaginario revolucionario. Si el capitalismo está signado por el predominio de la dinámica del capital, los rasgos esenciales del socialismo no pueden ser otros que los de la socialización constante del poder y de la propiedad. La democratización del poder, en todas las formas diversas en que este puede manifestarse, constituye su intención. Hago estas precisiones conceptuales para explicitar el marco desde el que hago mi interpretación de los contenidos del documento titulado Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato. Lo primero que quiero hacer es insistir en la necesaria desatanización de conceptos tales

como renovación y transición, que, en sí mismos, no indican todavía ninguna posición política, por la simple razón de que toda sociedad está siempre transformándose. Los obtusos guardianes de la ortodoxia quieren detener el movimiento, sin entender que la sociedad es un flujo. Idea que, por cierto, está entre los principales aportes de Carlos Marx. Pensar un país implica pensar las fuerzas y estructuras objetivas que empujan esa renovación y transición en una u otra dirección. No puede ser de otra manera. Mi segunda intención es la de afirmar el derecho y el deber de todo revolucionario de pensar su revolución y de actuar en consonancia con ello. Algo que, por otra parte, confluye con lo que llamamos derechos de ciudadanía. Se es ciudadano no sólo porque se posea un pasaporte, sino porque se tiene y se ejercita la potestad de intervenir en el manejo de lo público. Y, consiguientemente, de pensar a su país y, valga la repetición, actuar en consonancia con ello. Sea en una condición o

en la otra, o en la asunción de las dos (allí donde sea el caso), la clave para valorar cualquier ejercicio específico de ese derecho radica en la existencia, en el mismo, del propósito de buscar el bien de la mayoría. Una vez sentado esto, se puede comprender que, personalmente, salude con agrado la aparición de este texto. Sus siete autores no forman un grupo permanente y homogéneo. Desde las primeras líneas, explicitan lo que ellos llaman sus “procedencias ideológicas disímiles”. Y por cierto, lo hacen utilizando conceptos no del todo unívocos y relacionados en una forma para mi bastante discutible. Afirman que entre los integrantes del grupo hay “marxistas críticos, socialistas republicanos, anarquistas y católicos”. En primer lugar, “católico” no es un concepto que defina ni posiciones teóricas ni políticas. Católico eran los miembros de la Inquisición que condenaron a Galileo, porque consideraban que la ciencia debía subordinarse al dogma religioso, como también lo era Galileo, que pensaba que


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ue convoca a la reflexión la ciencia y la religión eran independientes y no veía ninguna herejía en confirmar la teoría heliocéntrica. Católico era el sacerdote Camilo Torres, que se unió a las guerrillas marxistas en Colombia, como también lo eran los capellanes del ejército argentino que, en los años de la dictadura, cohonestaron la salvaje represión derechista. La utilización de la conjunción copulativa “y” como vinculación no orgánica entre marxistas y católicos se fundamenta en la presunción de que no se puede ser ambas cosas a la vez. La historia ha demostrado que no es así. Además, ha habido y hay marxistas de tantos tipos, y católicos de tantas clases, que semejante afirmación no puede sostenerse. Otra cosa sería querer definir como católico sólo a aquel que acepta plenamente la doctrina social oficial de la jerarquía de la iglesia católica, aunque ello sería expresión de un voluntarismo extremo. Con respecto a lo del socialismo republicano y el marxismo crítico, he aprendido de la muy meritoria labor teórica realizada por

los propios Julio César Guanche y Julio Antonio Fernández, que todo marxista crítico necesariamente tiene que asumir las posiciones del socialismo republicano, y viceversa. Pero en fin, cada cual se piensa como quiere, aunque no puede obligar a los demás a que lo piensen de esa misma manera, y todo esto de las denominaciones es sólo una cuestión secundaria. Lo importante es que, hasta donde sé, lo que ha vinculado a estas personas en el tiempo ha sido su firme creencia en el deber y el derecho de todo ciudadano a opinar sobre su realidad social. Ysu preocupación por el futuro de nuestro país. Y para pensar ese futuro han establecido unos principios mínimos que no puedo menos que compartir. Colocados al inicio mismo del texto, delimitan con precisión los marcos dentro de los cuales quieren colocar la discusión, que son también, en consecuencia, los límites fuera de los cuales excluyen la posibilidad de cualquier búsqueda. Al presentar esos cinco “pilares” – como los llaman – comienzan por la muy martiana

idea de la prioridad de la dignidad del ser humano, dignidad que no interpretan de forma vaga e imprecisa sino que, de inmediato, vinculan con los conceptos de libertad, igualdad y hermandad –lo que no es más que una forma, ligeramente diferente, de reproducir la vieja y siempre revolucionaria consigna republicano-jacobina de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Esa conjunción inicial del ideario martiano con las concepciones de un republicanismo que -necesariamente, por jacobino, deviene en socialista – constituye el fundamento para una concepción sustancialista – y por ende alejada del credo liberal – de la democracia. Si se plantea la necesidad de conseguir una “democracia plena”, esa plenitud se fundamenta en la aspiración a lograr la “socialización de la riqueza espiritual y material”. El quinto “pilar” define tajantemente el “resuelto rechazo a la intromisión de poderes extranjeros en los asuntos de Cuba”. La vocación democrática y anti-injerencista no queda aquí en una mera declaración formal, precisa-

mente porque se ha colocado sobre una lectura radicalmente de izquierda de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, justamente porque estos tres conceptos, a su vez, se apoyan en la idea de la necesaria socialización de la riqueza producida. Creo que todo esto es muy importante. No puedo menos que compartir la idea de presentar la democracia no desde un punto de vista puramente formal, como hace la utopía liberal, sino desde una visión orgánica que la amplía al campo de la economía y la propiedad y a lo que en este texto se denomina como “empoderamiento de los sectores menos favorecidos”. Los reclamos a la “transparencia de la gestión pública”, al reforzamiento del control de los órganos de gobierno por las bases populares y al fortalecimiento de la autonomía de esas bases, junto con el llamado a “subordinar la ejecutoria económica a compromisos sociales y ambientales”, constituyen ideas que, desde siempre, han marcado la especificidad del ideal socialista. Por supuesto, todavía estas ideas precisarían de una mayor concreción, para delimitar qué se entiende, por ejemplo, por “compromisos sociales”. O aclarar mejor algunas otras ideas que considero necesitadas de una mayor precisión, como la de la nominación directa por el pueblo de los candidatos a los cargos electivos. Pero todo ello quedaría para un segundo momento, necesario, de discusión de las ideas que estos siete autores presentan. Como he escrito en otra parte, toda lectura es un acto de traducción. He intentado aquí presentar las claves desde las cuáles he hecho mi traducción personal de este documento y lo he recreado, si, no sólo desde mis concepciones teóricas, sino también desde mis angustias y esperanzas. Es lo que, en definitiva, hacemos todos. Es posible que mi interpretación de este texto haya ido más allá de los propósitos de alguno o algunos de sus firmantes. Y que alguno, o incluso todos, me digan que he sobrepasado por la izquierda sus intenciones, y que he convertido en demasiado “socialista” un texto que, en todo momento, intenta evitar esas definiciones ideológicas. Pero si ello fuera así, creo que sería plenamente válido. Porque estaría en total concordancia con el espíritu de un documento que, en las palabras de sus creadores, intenta ser una contribución para “concretar, ampliar y profundizar” las ideas presentadas. Lo que ellos buscan no es colocar ante nuestros ojos soluciones acabadas y juicios inapelables, sino fijar acotaciones que delimiten un campo de búsqueda. Al presentarlo a la opinión pública, estos siete cubanos han parido una criatura que ya no les pertenece en exclusiva, sino que se abre a la imprescindible labor que hagan otros compatriotas de apropiárselo y recrearlo, de enriquecerlo y profundizarlo. Este manifiesto, o como se le quiera denominar, ya no les pertenece en exclusiva. Y en esa capacidad de convocar radica su principal mérito. La Habana, 13 abril 2013 Jorge Luis Acanda. Profesor universitario. Es uno de los filósofos marxistas más reconocidos en su país. Su último libro publicado es Traducir a Gramsci. http://www.temas.cult.cu/catalejo/economia/J_L_Acanda.pdf


El trabajo que da el trabajo

Frei Betto

Y

dijo la señora: ¡Imagínate, ahora mi empleada es amparada por el gobierno, con esas leyes absurdas! Como si nosotros, los patronos, no tratáramos bien a esas desgraciadas, que nacen en una favela, en medio de la pobreza, y tienen la suerte de encontrar un empleo en nuestras familias. La María Dolores, por ejemplo, no tenía dónde caer muerta. Su padre borracho, su madre lavandera, una retahíla de hermanos. La chavalita comenzó aquí, en esta casa, como cuidadora de mi hijo pequeño Jorge. Yo le enseñé hábitos de higiene, le di un uniforme blanco, dejé que llevase para su casa lo que sobraba de las comidas que mi marido ofrece a sus clientes. Le pagaba medio salario mínimo, más el transporte. En su cumpleaños y en Navidad se le dan regalos. La pobre chica se deshace en agradecimiento, tan generosa soy con ella. Ella cuida bien de Jorge: le limpia el popó, le baña, lava y plancha sus

ropas, nunca se olvida de darle el biberón a sus horas. Le lleva todas las mañanas a tomar el sol en la placita. Y nunca se quejó cuando era necesario permanecer en casa más allá de la hora convenida. A veces yo y mi marido vamos a comer fuera y la Dolores se queda con el niño, le hace dormir y después se pone a ver la tele hasta que nosotros regresamos. Nunca reclamó salir después un rato. Pero ahora viene el gobierno con esa historia de las 44 horas semanales, carnet, pago de horas extras, fondo de garantía, multa del 40% por despido sin causa justa, etc. Pero todo eso resulta peor para el trabajador, como hace mi marido en su empresa. Pues la Dolores no es trabajadora, es empleada. Como Fátima, nuestra cocinera. Ya lleva trabajando nueve años con nosotros. Está separada del marido, sus dos hijos son adultos, ella duerme aquí en el cuartito de la empleada y sólo va a visitar su familia los domingos. Nunca ha reclamado por esa buena vida que le hemos dado. Al contrario, está

CORREO del SUR Director General: León García Soler

agradecida por dormir en un lugar seguro, confortable, con sábanas limpias, baño privado, lejos de aquella promiscuidad que reina en la casita en que vive su familia en la periferia, donde viven su hermano, su cuñada y los cuatro hijos de ambos. ¿Por qué viene ahora eso de los derechos laborales para quien está feliz de la vida? Negra renegra, si hubiera nacido hace dos siglos con toda seguridad habría sido esclava. Ahora tiene su cuartito ordenado, televisión, acceso libre a la nevera de la familia. Y come de la misma comida que ella prepara para nosotros. ¿Acaso ella comería por ahí camarones empanizados, ceviche de mariscos o codornices rellenas? ¡No sé por qué el gobierno se mete tanto en nuestras vidas! ¿Acaso piensa que somos una banda de esclavólatras que trata mal a los empleados? Ya basta de burocracia. Ahora voy a tener que pagar, además de los salarios, impuestos para mantener aquí a Dolores y a Fátima. ¡Como si ellas no fueran a tener pensión en su vejez! La madre de Fátima, que trabajó veinte

años en casa de mi suegro, al jubilarse fue a vivir al campo, donde nació y donde gozó de un retiro rural. ¿Necesita acaso el gobierno crear más burocracia para nosotros, los patronos, que damos empleo a quien no tiene instrucción, ni casa propia ni dónde caer muerto? Hace tiempo mi marido y yo entramos en un avión y en el asiento del pasillo, al lado nuestro, había un hombre mal vestido, con cara de peón de hacienda, que a la hora de servir la merienda preguntó si era gratuita… Sí lo era. En los viajes por avión en las rutas nacionales ya no se da aquel glamur de antes, con las aeromozas sirviendo güisqui, vinos y platos calientes. Ahora están todos revueltos e insisten en mezclar gentes de clases sociales diferentes, como si todos procedieran de la misma cuna. ¡Dios mío, ¿a dónde irá a parar el Brasil con este modo de pensar! (Traducción de J.L.Burguet) - Frei Betto es escritor, autor de la novela “Aldea del silencio”, entre otros libros. www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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