Correo Del Sur No 382

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Número 382 Abril 13, 2014

Costa Rica: Victoria categórica de Solís Rivera frente al oficialista Araya / La Real Academia acepta la palabra “feminicidio” / Las dos Españas: Monarquía y República

Vivir el exilio en la ciudad, 1928 Epitafio en la tumba de

Emiliano Zapata


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CORREO del SUR

Costa Rica: Victoria categórica de Solís Rivera frente al oficialista Araya Carlos Laquinandi Castro*

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a segunda vuelta electoral en Costa Rica, celebrada el domingo 6 de abril, consagró al profesor Luis Guillermo Solís Rivera, de 55 años como presidente para el período 2014-2018. Su amplia victoria frente al oficialista Johnny Araya, termina con el bipartidismo neoliberal ejercido durante varios años por el PLN (Liberación Nacional ) y la Unidad Social Cristiana ( PUSC). Se inicia un proceso de cambios moderados que Solís deberá afrontar con imprescindibles acuerdos, porque su partido está en minoría en el parlamento. Asumirá funciones el próximo 8 de mayo. Hasta el 2005, Solís militó en el PLN, fecha en la que renunció disgustado porque lo consideraba dominado por la “poliquitería y el electoralismo”. Luego se acercó a su actual partido, (PAC) Acción Ciudadana. Su talante aperturista, su expresión verbal, su acción prudente y su constancia, le valieron para ser elegido candidato del PAC a las elecciones presidenciales realizadas el pasado 2 de marzo. Las encuestas previas le otorgaban el cuarto lugar, pero pasó a la segunda vuelta tras vencer por leve márgen a su rival oficialista, Johnny Araya. ( En nuestro SERPAL 475 del 26 de enero, apuntábamos que tras los debates de la campaña, Solís había logrado aumentar sus apoyos entre los ciudadanos, circunstancias plenamente confirmadas por los resultados). Tercero quedó entonces José María Villalta, joven candidato del Frente Amplio, la corriente que logró agrupar el voto de izquierda con el compromiso de cambios profundos para desmantelar el neoliberalismo gobernante. La posibilidad de que el Frente pasara a una segunda vuelta determinó que la derecha política, con el apoyo de sectores del empresariado y de la jerarquía de la Iglesia Católica le atacaran encarnizadamente desde sus medios de comunicación. Esgrimieron como argumento afirmar que si ganaba el Frente, Costa Rica seguiría el camino de Venezuela, y el chavismo y Cuba tendrían ingerencia en el país. Con esos ataques consiguieron que parte de los electores de clase media desistieran de votar a Villalta y en general, inclinaran su voto por Solís, que aparecía como un “progresista” moderado. ( El futuro presidente costarricense se opuso en su dia al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que firmó el gobierno del Partido de Liberación Nacional derrotado en

esta segunda vuelta). De todos modos, los resultados del Frente Amplio marcan su consolidación política por el apoyo electoral obtenido y en el Parlamento -donde solo tenían un escaño, precisamente el de Villalta - consiguieron pasar a tener nueve diputados. Una segunda vuelta con un rival “fantasma” Las encuestas posteriores a la primera vuelta, anunciaban la segura derrota del oficialismo. Quizás por eso su candidato, Johnny Araya anunció que “se retiraba” de la contienda. Como la constitución costarricense impide un abandono de ese tipo en medio de un proceso, el Tribunal Electoral confirmó la realización de la segunda vuelta. Se cree que Araya al desistir de participar activamente en la confrontación, esperaba una caída espectacular de votantes que quitara legitimidad a la victoria de Solís. Sin embargo, el vencedor logró casi 1.300.000 votos, mientras su rival apenas superó los 360.000. El abstencionismo que había sido del 32 por ciento en la primera vuelta, pasó al 43 por ciento en la segunda, una cifra estimada razonable en estas circunstancias. Solís ganó en las siete provincias, incluso las tres costeras donde Araya había ganado en la primera. ¿Qué cambios pueden esperarse? Resulta evidente que Solís arrasó en esta segunda vuelta, básicamente por su imágen personal. Durante la campaña para la primera, logró emerger de los debates públicos como una persona equilibrada, sensata y dejó que el espacio de confrontación lo ocuparan básicamente el oficialista Araya y el joven candidato del Frente Amplio. Algunos lo definen como social demócrata, pero hay que recordar que hasta el 2005 ocupó cargos importantes en el Frente de Liberación Nacional, que fue un ariete del neoliberalismo en Costa Rica. En campaña se pronunció contra la corrupción y sobre otras cuestiones críticas manejó una calculada ambigüedad. Por ejemplo, sobre el Tratado de Libre Comercio al que Solís se opuso en el 2007, (1) afirmó que “ya han pasado siete años” y que seguramente no se planteará una revisión. Preconiza unas relaciones abiertas con todos los países del área, pero aclaró que no tiene intención de sumarse al ALBA, la Alternativa Boliviariana para las Américas que integran entre otros Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. Afirma que la creación de riqueza es lo que le corresponde a la

empresa privada, pero bajo la regulación y el control del estado. Propicia también un desarrollo de la sanidad y la educación pública, reconociendo que Costa Rica se encuentra rezagada en estos aspectos. Minoría parlamentaria En las elecciones de marzo pasado, el oficialismo bajó de 24 a 18 diputados. El PAC del ganador de las presidenciales, subió de 11 a 14. El Frente Amplio (de izquierdas) pasó de 1 a 9, los socialcristianos de 6 a 8. El derechista Movimiento Libertario cayó de 9 a 3. Otros partidos menores se reparten los cinco restantes hasta completar los 57 escaños del Parlamento costarricense actual. Eso dará lugar a un complicado encaje de acuerdos cuando Solís necesite aprobar nuevas leyes. Con algunas de ellas podrá buscar alianzas con la izquierda (Frente Amplio) y en otras, seguramente recurrirá al respaldo de partidos derechistas. Que piensan los que siempre mandan desde las sombras Lo cierto es que conscientes de su posible derrota en la segunda vuelta, los sectores empresariales esquivaron un apoyo explícito político y financiero al oficialista Araya. La Cámara del agro ( terratenientes locales y agroexportadoras transnacionales ) parece haber preferido una victoria de un moderado Solís, como alternativa verdadera para frenar -al menos por ahora - el manifiesto avance del Frente Amplio y sus compromisos de cambios más profundos y estructurales. Por tanto, es previsible que estos poderes fácticos estarán atentos para contener cualquier “exceso” transformador que pudiera intentar Solís. Por su parte los movimientos populares seguirán trabajando para consolidar sus organizaciones y el Frente Amplio intentará extender su influencia social desde la gestión parlamentaria, donde han conseguido multiplicar por nueve la solitaria presencia de su líder José María Villalta. Nota: (1) Ante la fuerte oposición de diversos movimientos populares al acuerdo económico con Estados Unidos y Canadá, se realizó en Costa Rica un referéndum el 7 de octubre del 2007. El resultado fue de un 51,62 % a favor y un 48,38 % en contra. (SERPAL) *Redacción de SERPAL


CORREO del SUR Sonia Santoro

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s apenas una palabra. Pero no es tan sólo un puñado de letras. Es una palabra que contiene un mundo de vejaciones, violencias y sufrimientos. Un término que dio vuelta la tierra gracias a la lucha del movimiento de mujeres de América latina, y este año llegará al Diccionario de la Real Academia Española. Se trata de la categoría “feminicidio”. Once letras que empiezan a dibujar otro mundo posible para las mujeres cuyos homicidios por razones de género serán ahora nombrados como corresponde en el tradicional diccionario que rige la lengua hispana. La Real Academia Española (RAE) anunció que esa palabra será incorporada a la 23ª edición del Diccionario de la Lengua Española, que se publicará en octubre de este año con motivo de la conmemoración del III Centenario de la institución. “Feminicidio” pasó casi desapercibida entre las tantas otras que incorporará esa institución (ver aparte) que, mal que nos pese en algunos casos, rige cómo se escriben y dicen las cosas en el mundo hispanohablante. La antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde, impulsora de esta categoría, se emociona por el logro. Y explica desde México el tránsito entre el término que acuñaron en 1976 Diana Russell y Jill Radford en su obra Femicide. The Politics of Woman Killing como femicide, al que unas tres décadas más tarde ella tradujo y reformuló como “feminicidio”: “‘Femicidio’ no incluye el análisis de la construcción social de la violencia y tampoco el papel del Estado, entre otras cosas, por la particular perspectiva anarquista de las autoras. El feminicidio pondera la responsabilidad del Estado y plantea como en toda violencia contra las mujeres la necesidad de una política de Estado para erradicarla, así como, de manera paradójica y contradictoria, la transformación de género de ese Estado y sus instituciones como parte de la solución del problema”, explica. “Ha sido un esfuerzo creativo impulsar la perspectiva feminista epistemológica y política que encierra. Nombrar las cosas para nosotras es la mitad del camino; en el feminicidio luego está el arduo camino para erradicarlo. Me conmueve también, porque en esta misma computadora escribí por primera vez esa palabra con la emoción de estar definiendo teórica y políticamente el feminicidio. Quise que no se confundiera con homicidio y se pensara que era la feminización de esa palabra; que fuera parecida y diferente para incluir los crímenes misóginos contra mujeres y, de manera central, la enorme tolerancia social y del Estado a la violencia contra las mujeres y las niñas, con las consecuencias de impunidad e injusticia”, relata. También se explaya sobre la complejidad y la historia del término: “El feminicidio se inscribe en la violencia de género contra las mujeres y las niñas, se trata de crímenes surgidos de la desigualdad y la discriminación, de las relaciones de poder de género. Luego vino un largo proceso. Hoy esa concepción está en nuestro marco normativo y ha sido parte de la sentencia del Campo Algodonero, se usa en la política de género a nivel internacional, en los medios y en una parte importante de la legislación en América latina”. Para Fabiana Tuñez, presidenta de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, esta inclusión es para celebrar. “Es un avance que una terminología creada y definida dentro del feminismo académico

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Impulsada por la antropóloga mexicana Marcela Lagarde, la palabra “feminicidio” fue aceptada y aparecerá en la 23ª edición del Diccionario de la RAE.

La Real Academia acepta la palabra

“feminicidio”

esté incluida en el diccionario. Implica el reconocimiento a una forma política de entender la violencia de género, y visibilizarla en el idioma nos parece importante”, dijo. En la Argentina, sin embargo, el movimiento feminista no habla de “feminicidio” sino de “femicidio”. Por eso Tuñez plantea que “es lógico que Marcela haya desarrollado la terminología inicial en función de lo que pasaba en México, con una actitud de parte del Estado mexicano de complicidad, de inacción y de legitimación de la violencia de género. Cuando el

Estado no actúa con toda la fuerza, como es en Ciudad Juárez y en tantas otras ciudades de México, está bien hablar de feminicidio. Ahora, en nuestro país no podemos decir que el Estado mire para otro lado, que la Justicia no actúe. Que falta mucho no me cabe dudas, pero no hay una actitud cómplice del Estado”. Por eso considera que “hubiese sido mejor poner las dos definiciones (feminicidio y femicidio), porque es más representativo de lo que ocurre en otros países”, aclaró. Además de la inclusión de “feminicidio” en el diccionario español, otro de los

logros del movimiento de mujeres es la supresión de las acepciones sexistas de “femenino” como “débil, endeble” y de la de “masculino”, como “varonil, enérgico”. También la Real Academia puso el acento en que conste el femenino y el masculino en todas las profesiones “cuando hay la más remota posibilidad de que una mujer desempeñe una profesión. En ese terreno es cada vez más difícil pillar al diccionario en un resabio machista”, aseguró Pedro Alvarez de Miranda, director académico de la obra a la agencia EFE. Que así sea.


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Víctor Orozco

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sí titula su reciente libro Ricardo Melgar Bao. Aunque reduce los límites del estudio a un año y a la disputa política e ideológica librada entre Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre, dos conocidos protagonistas del mundo latinoamericano, en cuanto el lector se asoma a las primeras páginas, se da cuenta de que los conocimientos, las reflexiones y las inferencias del autor desbordan las fronteras establecidas en la portada. Si nos fijamos tan sólo en la copiosa nómina de personajes que desfilan por el texto así como en la variedad de orígenes nacionales de los mismos, nos damos cuenta de la amplitud y profundidad con la cuales el autor expone, busca vínculos, desentraña tramas y penetra en el alma de una época tan significativa para Latinoamérica. Como sucede siempre con las reseñas contenidas en espacios tan cortos, he de resignarme a exponer apenas unos cuantos trazos, espigados aquí y allá, de esta obra magnífica y sorprendente que brinda una cantidad de hallazgos, inferencias e inspiraciones actualísimas, por los tópicos sobre los que discurre El debate entre Víctor Raúl Haya de la Torre, peruano, nacido en 1895 y Julio Antonio Mella, cubano, nacido ocho años después, tuvo como escenario la ciudad de México, donde ambos se encontraban exiliados y desde donde combatían a las dictaduras de sus respectivos países. Haya, la de Augusto Leguía y Mella, la de Gerardo Machado. Por más que combatieron las posiciones y acciones políticas sustentadas o ejecutadas por cada uno con todos los argumentos a su alcance, hay un concepto usado dentro del riquísimo léxico de Melgar que los unifica: autoctonía política. Si bien la formación de ambos debió sus líneas fundamentales al marxismo, (abandonado luego por el peruano) la preocupación central que los animó fue definir un modo de pensamiento y unas categorías útiles para explicar los procesos históricos ocurridos en las repúblicas surgidas de la desintegración de los imperios ibéricos. La revolución mexicana, olorosa todavía a pólvora, les prestó ejemplos y materiales insustituibles. México mismo era un gigantesco laboratorio histórico que atraía a intelectuales, revolucionarios, vanguardistas o simples curiosos de todo el mundo. Era, por otra parte, un lugar de refugio, para los perseguidos políticos, sobre todo de las dictaduras derechistas. El arte, la organización de las masas, los vientos culturales y educativos, todo era nuevo y estaba en marcha, por tanto el mejor de los ambientes para las discusiones sobre temas clave como el imperialismo, las luchas libertarias, los roles de los indígenas, las tácticas de lucha, las organizaciones partidarias. El imperialismo norteamericano fue en los años veinte, de manera similar a los actuales el asunto de mayor relevancia para gobiernos, partidos e intelectuales. En febrero de 1927 se reunió en Bruselas el Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo. Además de ser el punto de quiebre ente Haya de la Torre y Mella fue escenario de la pugna entre la Comintern comunista y las otras visiones. Curiosamente, quien habló a nombre de las delegaciones latinoamericanas fue José Vasconcelos, no obstante que el gobierno callista fue de alguna manera patrocinador del evento. En el insólito discurso, el exsecretario de educación pública dejó constancia de su capacidad para mutar de piel. Además de declararse socialista, dijo entre otras cosas: “El más importante esfuerzo del imperialismo está hoy dirigido hacia Sudamérica (entonces se comprendía a México)…En el interior tenemos a los latifundistas, tenemos al despotismo militar destruyéndonos junto con esas fuerzas de corrupción y desintegración …aliadas de los imperialistas que vienen al angustiado país a comprar todo aquello que los traidores están siempre listos a despilfarrar”. ¿Suenan acaso extrañas estas palabras en nuestros días?. Por los tiempos de la polémica, Nicaragua había sido invadida por las tropas norteamericanas y César Augusto Sandino encabezaba la resistencia armada, convirtiéndose en un símbolo para los antimperialistas latinoamericanos. Tanto Mella cómo Haya de la Torre y sus respectivas organizaciones, el Partido Comunista y la APRA, se comprometieron a enviar combatientes a pelear al lado de los patriotas nicaragüenses. Con vistas a unas elecciones preparadas, la ruptura, sin embargo fue inevitable. El dirigente peruano promovió su participación en una comisión de vigilancia, junto con José Vasconcelos. Mella, en consonancia con la postura de Sandino, denunció el carácter amañado y fraudulento de tales comicios, junto con la postura oportunista de los apristas. También aquí la

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Vivir el e la ciudad

disputa toca cuestiones siempre actuales. La confrontación entre el político e ideólogo peruano y el revolucionario cubano, revela una antigua diferencia entre militantes con diversa contextura y distintos objetivos. Haya de la Torre fue un político, interesado fundamentalmente en el poder. Vivía planeando su retorno triunfal al Perú para ocupar la presidencia. Fundó en México la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) organización cuya ambigüedad le permitía ser a la vez un frente y un partido político, llena de símbolos y con aspiraciones de constituirse en una especie de internacional latinoamericana opuesta al imperialismo norteamericano y animadora de poderosos movimientos sociales bajo la égida de gobiernos populares o populistas. Estos rasgos le acercaban al régimen posrevolucionario mexicano, encabezado por Plutarco Elías Calles, quien se confrontaba por

esos años con el gobierno y empresas norteamericanas al defender los recursos petrolíferos del país. Haya de la Torre era además un ideólogo, emparentado intelectualmente con José Vasconcelos. Su rechazo al latinoamericanismo, al panamericanismo, al hispanoamericanismo por sus matrices ligadas a los imperios francés, norteamericano y español respectivamente, responde a esta autoctonía referida por Melgar Bao, de donde brota su propia propuesta, para alzar la bandera del indoamericanismo. ¿No está allí el lema de la UNAM: Por mi raza hablará el espíritu?. La idea, por otra parte, fue compartida por otros intelectuales de altos vuelos, como José Enrique Rodó, José María Vargas Vila, Manuel Ugarte, José Ingenieros y Alfredo Palacio, según lo señala el autor. Mella en cambio, era un ejemplo clásico del militante y organizador comunista de la III internacional fundada


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exilio en d, 1928

por Lenin y cabalgada por Stalin. Entregado a la lucha lo mismo en Cuba que en México, tenía los ojos, el cerebro y el corazón puestos en el proyecto revolucionario. Despreciaba las maniobras políticas de su antagonista y las denunció como meros instrumentos para hacerse del poder y continuar con la explotación de las masas. A Mella, talentoso y perspicaz, quizá la faltó tiempo para entender hechos y fenómenos típicamente latinoamericanos –concepto y gentilicio que al fin se impuso- como el peso y la función de los movimientos indígenas. Ricardo Melgar Bao nos dice que no alcanzó a leer por ejemplo la obra clásica de Mariátegui en la cual el reconocido marxista peruano discurrió ampliamente sobre el tema. El asesinato de Julio Antonio Mella en 1929, (¿Los agentes de Machado, de Stalin?) cortó en sus inicios la carrera de este excepcional dirigente revolucionario, apuntado para ser uno de los

grandes líderes ideológicos y políticos del continente. Como de pasada, Melgar Bao consigna la impronta machista de casi toda la izquierda en la época. Entre sus valores de mayor aprecio, estaban la virilidad, la valentía propia del hombre y el desdén por los homosexuales y por cualquier rasgo considerado femenino. Políticos, caudillos, soldados de la revolución representaban tales modelos y estigmas. Llegaron, hasta bastantes décadas posteriores y abarcaron también la mentalidad de las mujeres. Recordemos a la Doña, María Félix, lanzando uno de sus peores improperios a Carlos Fuentes llamándole “mujeruco”. Mella, al igual que Diego Rivera, por mencionar un caso notorio, padecieron de esta fobia. El primero hacía gala de ella apodando “barbilindos” a los intelectuales con inclinaciones hacia su mismo sexo y el segundo no cejaba en sus burlas. Por cierto, Melgar quizá

no resistió incluir una picante réplica de Salvador Novo al famoso pintor, cuando Lupe Marín, su esposa, lo abandonó por el poeta Jorge Cuesta, mientras Rivera viajaba por Rusia. Dice el punzante escritor en unos versos de un largo poema al que tituló La Diegada: “Catástrofe horrible que nada consuela/deplórenlo todos por la/Guada Lupe/del pobre Juan Diego no prende la vela/y en seco se proyecta lo poco que escupe…. Dejemos a Diego que Rusia registre/dejemos a Diego que el /dedo se chupe/ vengamos a Jorge, que lápiz en ristre/en tanto, ministre sus jugos a Lupe/Repudia a la vaca jalisca y rabida/ la deja en mano del crítico ralo/ y va y/ le echa un palao a una que sé Kahlo/apellida y se llama —cojitranca Frida”. Ricardo Melgar Bao. Vivir el Exilio en la Ciudad, 1928. V.R Haya de la Torre y J.A.Mella. Sociedad Cooperativa del “Taller Abierto”, S.C.L. México 2013.


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Vicenç Navarro*

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n España siempre ha habido, a lo largo de su historia, dos concepciones de España. Una, la España de siempre, continuadora de la España imperial, basada históricamente en la Corona de Castilla (lo que explica que la lengua oficial de España sea el castellano), con una visión jacobina del Estado, dominado este por la Monarquía, el Ejército, la Iglesia y los poderes fácticos – económicos y financieros– que dominan la vida económica y política del país. Esta España, centrada en Madrid, la capital del reino, es la que ha tenido y continúa teniendo como himno la Marcha Real, y como bandera la bandera borbónica. Su jefatura ha ido variando de monarcas a dictadores, y de dictadores a monarcas. Su Estado nunca ha respetado la plurinacionalidad de España. Un indicador de esta visión de España se conserva todavía en su sistema de transporte ferroviario, de claro carácter radial. Ni que decir tiene que esta España ha ido variando con el tiempo y cambios notables han tenido lugar durante el periodo democrático como resultado de la influencia de los partidos democráticos y, muy en particular, de los partidos de izquierda, que han podido imprimir su propia marca democrática. Estos cambios, sin embargo, no han sido suficientes para hablar de ruptura con el Estado anterior, máxima expresión de aquella visión de España (ver mi artículo No hubo ruptura durante la Transición, Público). Decir esto no quiere decir que el Estado democrático sea una mera continuación del Estado dictatorial (como se interpreta maliciosamente la observación de que no hubo una ruptura con el régimen anterior durante la Transición). Pero la evidencia muestra claramente que el Estado y su aparato tenían y continúan teniendo muchísimos elementos heredados del régimen dictatorial anterior, y que, obviamente, condicionaron y continúan condicionando en gran manera las políticas públicas del sistema político actual. La otra visión de España es la republicana y pluricéntrica, que apareció (sin nunca poder desarrollarse), en sus inicios, sobre todo durante la II República, y que ofrecía el potencial de posibilitar otra España, una España más democrática, poliédrica, policéntrica y no radial, laica, plurinacional y federal. Ni que decir tiene que la II República no fue la máxima expresión de esta otra España. Pero sí que permitía poder desarrollar otra vía distinta a la visión de la España uninacional y radial. Esta otra visión apareció en los pro-

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Las dos Españas: gramas de la futura España democrática de la mayoría de los partidos de izquierda, incluido el PSOE, en la clandestinidad. Así, el PSOE tenía en su programa el establecer una España federal, en la que cada nación tendría el derecho de autodeterminación (lo que ahora se llama derecho a decidir), definiendo el tipo de articulación con el Estado español que deseara. De ahí que el PSOE, en una fecha tan reciente como octubre de 1974, subrayara en el Congreso de Suresnes que “la definitiva solución del problema de las nacionalidades y regiones que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada nacionalidad y región pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español” (Resolución sobre nacionalidades y regiones). Y más tarde, en el 27 Congreso del PSOE en diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido Socialista propugnará el ejercicio libre del derecho a la autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades y regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado federal que preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de autodeterminación”, manteniendo que “el análisis histórico nos dice que en la actual coyuntura la lucha por la liberación de las nacionalidades… no es opuesta, sino complementaria con el internacionalismo de la clase trabajadora”. ¿Qué pasó durante la Transición? Pero este compromiso desapareció durante la Transición, y ello como resultado, en parte, de las presiones de la Monarquía y del Ejército. De ahí que la Constitución hable de España como la única nación, asignando al Ejército (que era sucesor, en aquel momento, del Ejército golpista que había realizado el golpe militar para evitar, entre otras cosas, el establecimiento de la plurinacionalidad de España) la misión de garantizar su unidad. Creer que la Transición fue modélica y que fue el producto del pacto entre iguales es de una inmensa frivolidad. Las derechas, herederas de los vencedores de la Guerra

Civil, controlaban todas las ramas del Estado y la gran mayoría de los medios de información, mientras que las izquierdas acababan de salir de la clandestinidad. No era posible que fuera un pacto consumado entre iguales. Y no lo fue. Las derechas dominaron el proceso y el producto que este determinó: una democracia muy limitada que no resolvió el enorme retraso social de España (hoy España continúa teniendo uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15) ni tampoco resolvió su problema nacional. Repito, para que no haya malentendidos, que durante el periodo democrático, y muy en especial durante la época de gobierno del PSOE, hubo un adelanto de gran valor e intensidad, sin que ello significara, sin embargo, una ruptura con el aparato del Estado anterior. Al no haber ruptura, se permitió que los grupos financieros y económicos, así como los establishments conservadores, continuaran siendo dominantes en las instituciones del Estado. La evidencia existente de ello es robusta y clara. Es este dominio del Estado por parte de las fuerzas conservadoras lo que explica la enorme subfinanciación del Estado del Bienestar. Y el tema nacional continúa sin resolverse. Es cierto que el Estado ha sido descentralizado en las CCAA, estableciéndose el Estado de las Autonomías, pero este Estado no ha resuelto el tema nacional. Su “café para todos” no es, como a veces se afirma, una forma de federalismo. Todo lo contrario, diluye, cuando no niega, la plurinacionalidad del Estado. Es más, aun cuando las CCAA significaron una descentralización, el Estado continuó siendo de una normativización muy centralizada. Referirse, pues, al Estado español como un Estado federal no se corresponde con la realidad. He vivido en varios países federales y España no es como uno de ellos. Valga añadir que otra consecuencia del dominio conservador en el aparato del Estado ha sido la limitadísima democracia existente en el país, que se refleja tanto en la escasa proporcionalidad del sistema electoral (que sistemáticamente favorece a los territorios conservadores), como en las escasísimas posibilidades de favorecer otras formas de participación democráti-

ca, tales como referéndums y otras expresiones del derecho a decidir, tanto a nivel central como autonómico y municipal. La democracia española es claramente de baja calidad, lo cual se refleja, por ejemplo, en su abundante corrupción, inmunidad y escasa transparencia. La situación en Catalunya: separatismo o redefinición de España Por extraño que parezca, en Catalunya el separatismo, en cuanto al deseo de establecer una Catalunya independiente de España, ha sido siempre un sentimiento minoritario. ERC, por raro que parezca, no fue un partido independentista hasta hace poco. Y el President Companys, que fue ministro del gobierno republicano español, quería establecer un Estado catalán dentro de una federación española. La casi totalidad de las izquierdas catalanas (y las españolas) eran federalistas, no separatistas. Fueron las derechas y algunas voces de las izquierdas nacionalistas españolistas las que, intolerantes frente a cualquier otra visión de España que no fuera la suya, definieron a esas fuerzas políticas como separatistas o incluso anti España. Muchos de estos supuestos separatistas tienen banderas españolas republicanas y banderas catalanas en su tumba. Lo sé porque tengo familiares entre ellos. Murieron por Catalunya y por otra España distinta de la que tenemos. Por cierto, quiero aclarar que utilizo el término españolista de la misma manera que en Catalunya se utiliza el término catalanista. En ningún caso, la utilización de este término tiene una voluntad peyorativa. No utilizo el término español porque considero que a los que el establishment españolista define como nacionalismos periféricos o catalanistas son tan españoles como el españolista cree ser. La monopolización de España por el nacionalismo españolista es una de las raíces del “problema español”, que se relativiza llamándole el “problema catalán”. De ahí que la gran mayoría de las izquierdas catalanas fueran siempre auténticamente federalistas. Y así lo habían sido las izquierdas españolas hasta que vino la Transición, que cambió su postura. Ello creó claras tensiones entre el socialismo catalán y el español. El primero quería una


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Monarquía y República España policéntrica y no radial, que respetara el carácter nacional de Catalunya –es decir, que se la considerase como nación. El tripartito reflejó claramente esta postura en el Estatuto que promovió. Y ello no fue debido a la alianza con ERC (que había dejado de ser federalista y que se opuso al Estatuto de Catalunya), sino a la presión del PSC y de los herederos del PSUC (esta última siendo la fuerza política que mejor conjugó la lucha de clases con la lucha nacional). Fue el President Maragall (que siempre tuvo muy mala prensa en el establishment radicado en la capital del Reino) el que introdujo el Estatuto que representaba, en su versión original, la postura alternativa y distinta a la España radial. La respuesta de la dirección del PSOE fue decepcionante. Incluso se insultó al President Montilla y a una de las dirigentes socialistas más populares (Manuela de Madre), presentándolos como contaminados por el nacionalismo catalán. Tras esta respuesta estaba la defensa acérrima del nacionalismo españolista, que es el más fuerte, dominante y asfixiante de todos los nacionalismos existentes en España, y que incluso niega ser nacionalista. Los “cepillados” para adaptar el Estatuto a la sacrosanta Constitución y el veto de sus elementos clave por parte del Tribunal Constitucional del Estado español, eran el indicador para muchos catalanes de que Catalunya nunca alcanzaría a tener la personalidad deseada dentro del Estado español. El enorme crecimiento del independentismo en Catalunya explica el redescubrimiento del federalismo por parte del PSOE, proponiéndose un tipo de federalismo tardío e insuficiente. Añádase a ello el sinnúmero de artículos en los medios del establishment español, centrado en Madrid, que constantemente insultan a las fuerzas soberanistas, algunas independentistas y otras no, definiéndolas como “insolidarias”, “victimistas”, “egoístas” y una larga retahíla de epítetos que muestran su grado de insensibilidad. Por lo visto, quejarse del enorme centralismo del sistema de transporte, o de que todas las instituciones del Estado central español estén en Madrid, o de que se necesite el permiso del ministerio

para aprobar asignaturas en un programa docente, se presentan, predeciblemente, como características del “victimismo”. Y así un largo etcétera. De ahí el creciente hartazgo en Catalunya. El fenómeno más llamativo hoy en Catalunya es el número creciente de personas que se sienten españolas y de izquierdas que no creen que el Estado español tenga la capacidad de transformarse en un Estado auténticamente democrático y federal, con una democracia auténticamente representativa y participativa, con amplias formas de democracia directa, como referéndums, con una política fiscal progresiva, y con un Estado social más desarrollado que el que tiene. Y de ahí que muchos de ellos votarían hoy por la independencia de Catalunya.

Los errores de algunas izquierdas Una última observación. Creerse que el movimiento popular demandando el derecho a decidir es resultado de una campaña de la derecha catalana para ocultar sus políticas regresivas es no entender lo que ha estado ocurriendo en Catalunya y en España. No hay duda de que el gobierno catalán así lo intenta. Pero el movimiento surgió mucho antes, precisamente durante el tripartito, y continuará mucho después. En realidad, el sentimiento de empoderamiento que le ha dado a la población el éxito de las manifestaciones explica que en caso de que el President de la Generalitat cediera y no convocara la consulta, quedaría desbordado por este movimiento, un movimiento que se está radicalizando, pues lo que le mueve cada

vez más es cambiar Catalunya también. Y es ahí donde las izquierdas catalanas deberían presentarse como lo que son, como las auténticas defensoras de Catalunya, es decir, de las clases populares de Catalunya, mostrando la falta de credibilidad de las derechas catalanas cuando se presentan como las grandes defensoras de Catalunya, llevando a cabo políticas sumamente dañinas para esas clases populares. Pero esta labor constantemente se ve dificultada cuando las izquierdas españolas continúan estancadas en su visión españolista de España (habiendo abandonado sus raíces), dificultando la redefinición del Estado español para representar mejor a la España real. Dejar a las derechas la defensa de la soberanía de Catalunya es, llámese como se llame, un enorme error político y una renuncia a sus antepasados, pues fueron las izquierdas las que siempre lucharon en Catalunya y en España para que todas las naciones y los pueblos pudieran estar juntos voluntariamente y no por imposición. Si las izquierdas en España no dejan que la ciudadanía vote en una consulta, se disparará más y más el independentismo, alejándose del socialismo. Un tanto parecido ocurre en España. Dejar a las derechas que se presenten como sus defensoras, monopolizando el concepto de España (que históricamente ha dañado tanto a todos los pueblos y naciones españoles), es un tremendo error, pues la España real, la España de las clases populares, de la pluralidad de naciones dentro de un Estado común, resultado de una voluntad libremente expresada por sus distintos pueblos, es la España que las izquierdas siempre defendieron. Negarlo es darle a la derecha un poder extraordinario. Y una última petición. Los ánimos en España y en Catalunya están muy agitados y es casi imposible tener una conversación sin sarcasmos, insultos o notas ofensivas. Creo que, a lo largo de mi vida, he mostrado mi compromiso con Catalunya y con la España republicana, que heredé de mis antepasados. Defender esta postura, distinta a la ortodoxia, me ha significado una enorme avalancha de ofensas. La clara falta de cultura democrática en nuestro país hace difícil sostener puntos de vista distintos a los que se suponen oficiales. Pero invito a las izquierdas y fuerzas progresistas españolas a que consideren que hay muchas maneras de entender España, y creo que las que han sostenido los equipos dirigentes del PSOE durante muchos años dificultan el desarrollo del socialismo en aquellas partes del país que siempre fueron su granero. El federalismo que promueven tiene que estar basado en la decisión de los distintos pueblos y naciones de España sobre qué relación desean tener entre ellos. Es lo que llamaron en épocas anteriores y en sus programas autodeterminación y que ahora se llama derecho a decidir. Oponerse a este es continuar reproduciendo la visión de España que ha sido tan asfixiante para las clases populares de los distintos pueblos y naciones que ellos consideran periféricos. Así de claro. *Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra **Público 8 de abril, 2014. Partes de este artículo se han publicado en la revista Sistema (21.02.14). El autor posee la propiedad del artículo.


Epitafio en la tumba de

Emiliano Zapata Baltasar Dromundo

E

l sábado de esa misma semana, por la tarde, fue conducido el cadáver de Emiliano Zapata al Panteón Municipal de Cuautla, situado en el número 23 de lo que hoy tiene el nombre de Calle de las Trincheras de Ordieza. Se le depositó en una fosa muy profunda por orden de González, para objeto de evitar que los zapatistas tratasen de exhumar al caudillo, llevándose los restos a otro lugar. Más tarde, en la humildad, en la absoluta pobreza de ese lugar, un tanto descuidado, se levantó un pequeño monumento, lo único blanco allí, dedicado al apóstol. Sobre él, los domingos y algunos otros días aparecen ramos de flores que llevan gentes desconocidas como expresión de que no todo ha muerto en el cariño y en la gratitud campesina. Sobre una sencilla columna que remata la tumba de Zapata, un ángel sostiene la forma de pergamino adaptada por una piedra en que se lee: PLAN DE AYALA. NOVIEMBRE DE 1911. Y abajo de la mencionada escultura podrá leerse: LA TIERRA LIBRE PARA TODOS ES EL IDEAL DE LA REVOLUCIÓN. Encima de la plancha que cubre toda la extensión del sepulcro pueden verse estas frases afectuosas y justas: AL HOMBRE REPRESENTATIVO DE LA REVOLUCIÓN POPULAR, AL APÓSTOL DEL AGRARISMO, AL VIDENTE A QUIEN JAMÁS ABANDONÓ LA FE, AL INMORTAL EMILIANO ZAPATA DEDICAN ESTE HOMENAJE SUS COMPAÑEROS DE LUCHA. VILLA DE AYALA.- TLALTIZAPÁN ANENECUILCO. 1879. CHINAMECA. 1919. Fuente: Baltasar Dromundo. Emiliano Zapata. México, Imprenta Mundial, primera edición 1934. p. 197-198.

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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