Correo Del Sur No 327

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Número 327 Marzo 24, 2013

¿Dónde están los intelectuales?

Reflexiones de una época. Textos de Rafael Cordera Campos

Bicentenario de Benito Juárez


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CORREO del SUR

¿Dónde están los ENTREVISTA CON ENZO TRAVERSO*

-A

ntoine Perraud: Para Sartre, “el intelectual es alguien que se mete en lo que no le concier-

ne”... -Enzo Traverso: Vivimos en un contexto diferente en el que Sartre había forjado su definición: el advenimiento de la tecnología digital y la universidad de masas ha ampliado los límites del medio intelectual. Cada vez más personas son capaces de intervenir activamente en los debates, no será Mediapart quién me contradiga en este punto. Pero en el fondo, el papel del intelectual no ha cambiado: debe interrogar, debe cuestionar al poder, esta función sigue siendo esencial. -¿El intelectual no debería ser un productor de conocimiento o inteligencia? -Sí, pero hay que distinguir entre el erudito y el intelectual. El científico se limita a producir conocimientos; el intelectual interviene en la ciudad. El conocimiento sobre el mundo y la sociedad se han especializado, diversificado en sectores, por lo que es difícil hoy en día para adoptar una postura enciclopedista – a la Diderot – capaz de tener un juicio informado sobre todas las cosas. El esfuerzo hoy debe ser mantener la autonomía de la crítica y preservar la perspectiva universalista. Para llegar a ser un intelectual, el estudioso debe utilizar la reputación adquirida a través de la investigación para intervenir en el espacio público. En la estela de Kant, debe practicar la función crítica y el uso público de la razón. -¡Pero el espacio público está lleno de reputaciones usurpadas! -La industria cultural, efectivamente, sigue empujando al escenario mediático a pseudo-intelectuales y a los llamados “expertos”. La industria de la cultura “fabrica” intelectuales mediáticos, que les proporciona visibilidad a través de los medios de comunicación. El “experto” es un estudioso que está al servicio del poder, lo que, en la mayoría de los casos, exige su renuncia a la autonomía crítica. Ni uno ni otro cuestionan las estructuras ni las formas de dominación. Todo ello se inscribe en un contexto de colapso político e ideológico: los partidos no tienen ya más ideas que defender y por lo tanto no requieren de los intelectuales para desarrollar proyectos (les bastan los publicitarios para asegurarse una imagen...). A veces, estas dos figuras coinciden: el “experto mediático” encarna la antítesis perfecta del intelectual clásico. -Instrumentos de transmisión esenciales han desaparecido o se eliminan, como las bolsas de trabajo y los sindicatos ... -Los intelectuales garantizaban antes una forma de transmisión, actuando como vectores de una cultura reservada en exclusiva a la elite. Cumplían una misión educativa a través de organizaciones sociales que defendían tanto la redistribución de conocimientos como del resto. Más tarde, la cultura se democratiza, mientras que los intelectuales, en su gran mayoría, se han vuelto trabajadores como los demás. Algunas personalidades, para mantener la visibilidad – esencialmente mediática - adoptan una postura arrogante y elitista, otros se disfrazan de agua-

fiestas oficiales en los platos de televisión, pero es, en la mayoría de los casos, una mera división de papeles. Cumplen cada uno de ellos su papel, en términos de imagen, sobre un trasfondo de parálisis de los movimientos alternativos. -En su época dorada, el intelectual parecía capaz a la vez de explicar el mundo y transformarlo ... -Se refiere a la tesis XI sobre Feuerbach, en la que Marx afirmaba en 1845 que “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de varias maneras, lo que importa es cambiarlo”. El intelectual - utilizo este concepto por anacronismo, ya que no existía en aquella época - con los artistas, daba forma a la imaginación colectiva, llena entonces de utopías. Proyectarse en el futuro es establecer la conexión entre interpretar y transformar la realidad. Es el intelectual el que forja la dialéctica de este proceso. -Hoy en día, parece aceptar otra función: en lugar de inventar el futuro, es la plañidera de nuestras sociedades. Afectado, sin duda, por la emergencia de la memoria, la principal característica de nuestro tiempo, que destrona a la utopía. En nuestras sociedades fragmentadas o “líquidas”, donde las vidas son precarias y atomizadas, quienes denuncian la opresión y el orden mundial dan la impresión de predicar en el desierto. -El intelectual contestatario no salió ileso de la derrota histórica de las revoluciones del siglo XX. El descrédito del estalinismo y el maoísmo afecta a la imagen del intelectual comprometido. Esta pérdida de prestigio se produjo en la década de 1980, una época que vio el surgimiento - en Francia y en otras partes – de los pseudo-intelectuales y expertos mediáticos. Las celebraciones del bicentenario de la Revolución Francesa en 1989, que algunos observadores extranjeros han considerado con razón un funeral fastuoso, simbólicamente marcan este cambio. Los movimientos sociales carecen de líderes o instigadores, por buenas razones (son más auto-gestionados y democráticos que en el pasado) y también por las razones equivocadas (porque no tienen un proyecto de cambio social). Y cuando el filósofo Slavoj Žižek habla en Grecia, puede ser bien recibida, pero no puede llenar ese vacío. Estamos en un periodo de transición. El mundo probablemente forje nuevas utopías y será necesario perfilarlas sistematizarlas. En ese momento, necesitaremos nuevos intelectuales ... -¿Es nostálgico o nunca hay que desesperar? -Los dos últimos siglos fueron tiempos de derrota, reflujo, reveses, el exilio, la represión, la supresión del discurso crítico. Pero también han sido dos siglos de luchas, conquistas y grandes expectativas. En los peores momentos, el horizonte no se ha cerrado. Incluso durante la Segunda Guerra Mundial, al borde del abismo, la esperanza pudo brillar. Hoy, en una situación mucho menos trágica, la espera parece vana: ¿vale la pena luchar? Muchas personas, en la práctica, han respondido negativamente a esta pregunta, tal vez sin ser conscientes o habérsela planteado. En tal desorden, con tal desorienta-

ción, es imprescindible mantener abierta la posibilidad de un pensamiento crítico en relación a los movimientos que se producirán, diferentes pero inevitables. Yo no creo en el diagnóstico de François Furet, que, en El pasado de una ilusión

como la panacea universal. -Es necesario saber nadar contra la corriente, sostener posiciones minoritarias, resistir, aceptar no estar bajo los focos de la actualidad, ya que los principales medios de comunicación no se interesan por

(1995), escribió: “Estamos condenados a vivir en el mundo en que vivimos”. Contra semejante “consenso blando” el historiador Perry Anderson y algunos otros se han revuelto, negando el supuesto fin de la historia después de la caída del comunismo, que ha promulgado el capitalismo

ningún tipo de pensamiento crítico. Incluso si este trabajo subterráneo pareciese condenado a la impotencia, en una época como la nuestra en la que la invisibilidad en los medios de comunicación pasa por ser una forma de ausencia. -Es posible que, en mi trabajo, haya


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intelectuales? una dimensión nostálgica. No es la nostalgia del socialismo real, sino una melancolía, en el sentido de Walter Benjamin y Daniel Bensaïd. No es pesimismo ni una resignación cósmica; es una melancolía de izquierdas que sabe que todo compromiso intelectual y político implica una deuda con aquellos que nos precedieron. La lucha no es sólo un acto alegre, liberador, sino también un momento de redención de los vencidos de la historia. Se trata de interiorizar las debacles sin rendirse, prestando mucha atención a lo que surge y dejándose sorprender... -¿Cómo analizar la experiencia socialista del siglo XX? -Es imprescindible reconocer el fracaso del “socialismo real”, sin duda contra la narrativa unilateral y caricaturesca conservadora, pero también contra el enfoque, apologético en última instancia, de sus huérfanos - como el del historiador Eric Hobsbawm. La URSS obligó al capitalismo, sin embargo, frente a la alternativa que representaba, a superar su dimensión más brutal e inhumana. Las revoluciones del siglo XX, empezando por la Revolución Rusa que fue el acto fundacional a nivel mundial, obligaron al capitalismo a democratizarse y reformarse. El keynesianismo y el Estado de bienestar son resultado de ese desafío. Después de la caída del Muro de Berlín, el capitalismo se ha vuelto a desbocar, ha desmantelado los elementos de protección que se había visto obligado a aceptar. Pensar el socialismo, hacer su balance, es una tarea necesaria que aún esta por hacer, más allá de algunos esfuerzos notables de historiarlo. En la derecha, la denuncia ha suplantado a menudo el análisis. En la izquierda, el pensamiento crítico ha sido paralizado por la derrota, que también ha afectado a las corrientes de pensamiento heréticas o disidentes. -La emancipación marxista ¿ha sofocado el impulso libertario?

tor del cambio se identificaba con la clase obrera industrial de los países desarrollados; y, finalmente, una visión “de género”, porque sus representaciones dominantes de esa clase obrera eran esencialmente masculinas. El fin del socialismo real cuestionó esa teleología, nos hizo comprender que la historia no sigue un camino predeterminado. La globalización y la crisis del fordismo han cuestionado tanto la posición de Europa como el papel central del proletariado industrial en los movimientos sociales. Finalmente, el feminismo, que parecía algo específico del mundo occidental, es hoy fuerte en Asia y América Latina, y las minorías sexuales han ganado derechos. Todos estos cambios no ponen necesariamente en tela de juicio el marxismo, pero obligan a revisar sus paradigmas y a confrontarlo con otras corrientes de pensamiento crítico. Un diálogo fructífero, por ejemplo, es el que se ha planteado a partir de los estudios postcoloniales, que han incorporado algunas categorías marxistas (subalternidad, dominación, clase). El marxismo debe abrirse, en un mundo en el que Europa “se provincializa”. Debería llevarle a redescubrir algunas de las tradiciones libertarias, especialmente presentes en los países que antes se consideraban “periféricos” por estar menos industrializados. -François Furet, al que critica, tenía una cierta debilidad por el George Orwell anarquizante... -Orwell odiado por los comunistas, siempre ha sido popular entre los libertarios, pero también por los conservadores. Es un tropismo bien pensante y no anarquista lo que atrae a Furet a Orwell. Un Orwell que evolucionó no poco de su Homenaje a Cataluña hasta 1984. Este último libro puede situarse en un conservadurismo anti-totalitario, aunque como todo gran clásico pueda

-Si, el marxismo durante mucho tiempo ha transmitido una visión tríplemente cuestionable de la historia de los movimientos sociales: una visión teleológica, ya que el socialismo era el objetivo implícito en la marcha de la historia; una visión eurocéntrica, en la medida en que el mo-

tener interpretaciones múltiples. -¿Cree usted que el mundo judío es el barómetro de la evolución de los intelectuales del mesianismo revolucionario a la satisfacción neo-conservadora? ... -He intentado evitar ese cliché, incluso si comienzo El fin de la modernidad judía:

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De ida y vuelta historia de un giro conservador con una comparación de Trotsky y Kissinger, dos paradigmas contrapuestos de judeidad. El mundo judío ha sido uno de los principales focos de pensamiento crítico en Occidente, desde el siglo XVIII hasta los años de la posguerra. Los judíos estaban a la vez en el centro y en la periferia del mundo occidental: se encontraban en el origen de los movimientos culturales y sociales, pero excluidos del poder político. Eran extraños, extranjeros, como minoría en la diáspora, a las categorías centrales de la modernidad occidental: Estado, nación, soberanía. El antisemitismo surgió contra esa posición “marginal” del mundo judío, acusado de ser un peligro para toda cohesión nacional. Hoy en día, la reversión es completa. El antisemitismo ya no es un factor de estructuración de las culturas nacionales. Nuestras democracias liberales han transformado incluso el recuerdo del Holocausto en una especie de religión civil del mundo occidental ... Nadie puede lamentar el declive del antisemitismo en Occidente. La intelectualidad judía, sin embargo, ha pasado de una posición crítica a una orientación conservadora, agotando así la trayectoria de la modernidad judía. -El Islam, confinado a los márgenes, no ha explorado estos espacios del pensamiento crítico o subversivo en Occidente ... -El Islam encarna la dominación y el poder en gran parte del mundo: históricamente no es la religión de una minoría en la diáspora. El pensamiento crítico judío nació de un proceso de emancipación y secularización que se ha manifestado mucho más tarde en el mundo musulmán. En el momento de la descolonización, los intelectuales de los países musulmanes se definieron más por criterios étnicos que religiosos. En Europa no ha habido musulmanes marginales, como fue el caso de la modernidad judía durante dos siglos. El “musulmán por la mirada del otro”, para adaptar la fórmula de Sartre, o el “musulmán sin dios”, para usar la fórmula de Freud, es decir, el intelectual que afirma con orgullo sus orígenes frente al estigma social que implica pertenecer a una minoría, al mismo tiempo que se libera de un vínculo religioso, es un fenómeno mucho más reciente. Sin embargo, el palestino Edward Said - nacido en Jerusalén en 1935 y muerto en Nueva York en 2003, donde fue profesor de literatura comparada - que publicó en 1978 Orientalismo, texto canónigo de los estudios poscoloniales, Edward Said, por lo tanto, ha sido ¡el último intelectual judío por excelencia! Hay algo de verdad en esta afirmación - y al mismo tiempo muy judío en la ironía que supone... *Profesor de historia moderna europea en la Universidad de Cornell, Nueva York. Traducción para www.sinpermiso. info: Gustavo Buster.

Al aire

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a aprobación de las reformas en materia de telecomunicaciones representa, al decir de la mayoría de los observadores, un cambio trascendental en un sector cada vez más estratégico tanto por su importancia en la economía como por su peso en las relaciones de poder. Una ojeada a los contenidos de la reforma, más allá de la acritud del debate y la polarización de los sujetos involucrados, da cuenta de que estamos ante cambios sustantivos en las leyes que implican, por supuesto, una visión muy diferente a la que guió al Estado durante las últimas décadas. Al contrario de lo ocurrido, ahora ya no se trata de fortalecer unas cuantas empresas para competir en igualdad de condiciones con sus pares globales, sino, mas bien, de cancelar las tendencias monopólicas que antes se habían favorecido, de modo que surja en su esplendor el nuevo mantra de la competencia como panacea de todos los males presentes. Se da por sentado que tendremos medios de comunicación mucho más plurales que los de hoy, convertidos por la omisión de los sucesivos gobiernos en poderes fácticos en vías de subordinar al estado a sus propios intereses y designios. La reforma avala, en efecto, un juego más abierto y equilibrado, reconoce derechos antes ignorados y crea instituciones creíbles, con poderes para actuar sin rendirse a las presiones. Esa institución será la autoridad para otorgar o retirar las concesiones, habida cuenta que se trata de bienes de la nación inalienables. Todo está muy bien, pero la pregunta es si el culto a la competencia será garantía para cumplir con la misión sustantiva de los medios, si se redistribuirán sus beneficios intangibles y tendremos contenidos variados, dignos y a precios accesibles o si todo esto se convertirá en un experimento para que en el fondo cambien las fachadas pero no los usufructuarios. Faltan, ojo, las leyes secundarias donde las telebancadas esperan hacer su agosto. ASR.

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...confiamos que esta contribución no solamente sirva para recordar al maestro, sino para alentar la reflexión y la investigación sobre temas que siguen siendo decisivos para el futuro de nuestro país… Leonardo Lomelí Prólogo

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afael Cordera Campos fue un universitario que sirvió con pasión a la Universidad Nacional Autónoma de México desde diversos ámbitos: como profesor, como funcionario universitario, como estudioso de los problemas económicos, políticos y sociales de nuestro país y como especialista en uno de los temas más delicados del acontecer nacional: los jóvenes. Su prematura muerte, acaecida el 26 de noviembre de 2010, conmocionó a todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y que esperábamos de él muchos años más de servicio a nuestra Universidad y de contribuciones a la docencia, la investigación y la extensión de la cultura desde la casa en la que se formó y en la que contribuyó a formar a tantas generaciones: la Facultad de Economía. Ante lo inevitable de su pérdida, un grupo de colegas y amigos de Fallo, como lo llamábamos la mayoría de quienes tuvimos la suerte de conocerlo, asumió la tarea de realizar diversos tipos de homenajes para mantener presente su memoria entre nosotros, pero sobre todo, para dar a conocer la trascendencia de su obra a un público más amplio e interesado en los temas que él cultivó a lo largo de su trayectoria académica e intelectual. Dentro de estas iniciativas destacó la de realizar una compilación de algunos de sus artículos más representativos, tarea que corrió a cargo del profesor Felipe Becerra Maldonado, amigo de Rafael Cordera y conocedor de su obra y de sus ideas. La coordinación recayó además en un estudioso del pensamiento económico de nuestra Facultad a lo largo de su evolución, primero como sección de la Facultad de Derecho y después como Escuela Nacional de Economía, denominación que tuvo desde 1935 hasta 1970, año en el que fue elevada al rango de Facultad, con la aprobación del primer doctorado en Economía del país. La presente antología es el fruto de este esfuerzo coordinado por el profesor Felipe Becerra Maldonado, quien logró reunir en este libro una selección de artículos que dan cuenta de las principales preocupaciones de Rafael Cordera a lo largo de su

trayectoria como profesor, como funcionario universitario y, más recientemente, como secretario general de la Unión de Universidades de América Latina, cargo que desempeñó hasta su muerte. Los materiales se encuentran agrupados en tres temas relevantes de la economía política del México contemporáneo: sindicalismo, jóvenes y educación. Las introducciones a las secciones fueron realizadas por profesores de la Facultad, conocedores de los temas y a la vez cercanos a la vida y a la obra de Rafael Cordera: Alejandro Pérez Pascual, Carlos Javier Cabrera Adame, Rafael Buendía García y Alfredo Popoca García. Participaron también en la discusión de esta obra Fernando Arruti y José Luis Victoria Toscano, apreciados colegas y amigos muy cercanos de Rafael Cordera. Esta temática no solo refleja los intereses académicos, sino las preocupaciones políticas y las responsabilidades académico-administrativas que desempeñó Cordera a lo largo de su vida y que lo pusieron en contacto con una problemática soial compleja y desafiante en el marco de la transición mexicana desde un régimen autoritario de partido hegemónico hacia una democracia en proceso de consolidación como la que vivimos actualmente. Fallo no solamente fue testigo de los acontecimientos que hicieron posible esta transición, sino ac-

años setenta y ochenta. Los textos seleccionados para integrar esta sección nos acercan a uno

ocupaban de los aspectos académicos de su formación. Su problemática familiar, su entor-

tor privilegiado de los mismos desde su militancia política en el sindicalismo universitario y desde los cargos que desempeñó como funcionario universitario, como coordinador de asesores del consejero presidente del Instituto Federal Electoral y como secretario general de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL). El sindicalismo fue una de las preocupaciones más tempranas de Rafael Cordera. Su cercanía con Rafael Galván y la tendencia democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, así como su participación en la fundación del Sindicato del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (SPAUNAM), lo llevaron a reflexionar sobre este tema en los

de los momentos más intensos del movimiento obrero en la historia reciente de México, pero sobre todo, nos permiten valorar la trascendencia que hubiera podido tener la tendencia democrática como un planteamiento sindical alternativo que fue reprimido desde las más altas esferas del poder político, con las consecuencias que hoy resultan evidentes para los trabajadores organizados de nuestro país. Una de las grandes contribuciones de Rafael Cordera la constituye sin lugar a dudas su preocupación por el tema delos jóvenes, manifestada en momentos en los que pasaba desapercibida su problemática lo mismo para la mayor parte de los estudiosos de los temas sociales que para las instituciones públicas, incluidas las universidades, que solamente se

no social, sus formas de organización y socialización y la crisis de expectativas que se agudizó con las crisis de los ochenta y el lento e inestable crecimiento de las últimas tres décadas, aunados todos estos aspectos con la transición demográfica por la que atraviesa nuestro país, que configuran una cuestión juvenil desafiante y a la vez llena de oportunidades para el desarrollo del país, que requiere diagnósticos y propuestas precisos. Las reflexiones de Cordera sobre el tema de la juventud se alimentaron lo mismo de su contacto cotidiano con los jóvenes como profesor universitario que de sus responsabilidades institucionales como secretario general de la Facultad de Economía y como director general de Apoyo y Servicios a la Comunidad y como secretario de Asuntos Estudiantiles de la Uni-

versidad Nacional Autónoma de México, a fines de los años ochenta y durante los primeros seis años de la década de los noventa. La reflexión sobre este tema continuará durante el resto de su vida, aportando importantes elementos para el análisis de esta problemática que lejos de perder vigencia, resulta crucial para entender las circunstancias actuales por las que atraviesa nuestra juventud. El tema educativo está íntimamente relacionado con la cuestión juvenil, pero es abordado desde una perspectiva más amplia en la obra de Rafael Cordera, primero como funcionario universitarios y durante los últimos años como secretario general de la UDUAL.| Involucra aspectos académicos, económicos, políticos y sociales, que van desde la organización y gestión de las instituciones académicas hasta su autonomía, pasando por su vinculación con los sectores productivos y su contribución al desarrollo del país. A la expe-


CORREO del SUR riencia acumulada en la UNAM sumó la visión latinoamericana que le proporcionó la UDUAL para poder reflexionar sobre los desafíos que plantea la globalización para la educación superior en una región específica (América Latina y el Caribe), en un momento histórico en el que existe la tentación de subordinar a las instituciones educativas a la lógica del mercado desde las posiciones más neoliberales, pero en el que también es necesario defender la autonomía universitaria y la libertad de cátedra de las presiones y amagos de regímenes autoritarios. La realización de esta obra no hubiera sido posible sin el apoyo de un grupo entusiasta de estudiantes, ayudantes de profesor y becarios que participaron en los trabajos de sistematización de la información electrónica, bibliográfica y hemerográfica. Desde estas páginas hago patente mi reconocimiento a Ana Laura Becerra Palma, Jacqueline Bribiesca, Jacqueline Cosío, Marco Antonio Cruz Vázquez y Ana Belem Hernández por su participación en la composición del texto, así como a Alondra Alderete Ocampo, Maricela Aguilar del Rosario, Andrés Alvarado de la Teja, Lore-in Bello, Yulleny Bobadilla Plata, Ana Karen Castillo Reyes, Nathaniel Esteban Alarcón, Viridiana González, Karina Montesinos, César Juan Pablo Ramírez Bravo, Raymundo G. Reséndiz Arce, Damián Manuel Olmos Sánchez, Jessica Valenzuela Flores y Ericka Zúñiga Arenas en la compilación hemerográfica. Con esta selección de textos la Facultad de Economía contribuye a honrar la memoria de uno de los profesores más queridos, pero también convoca a la reflexión sobre los temas que preocuparon y ocuparon a Rafael Cordera Campos a lo largo de su carrera como académico y servidor público. En este sentido, confiamos que esta contribución no sola-mente sirva para recordar al maestro, sino para alentar la reflexión y la investigación sobre temas que siguen siendo decisivos para el futuro de nuestro país. Esta antología constituye a la vez la última contribución de Felipe Becerra a la historia del pensamiento económico y social de la Facultad de Economía. Su fallecimiento, tan prematuro como inesperado, el pasado 22 de mayo, nos priva de un académico comprometido con la docencia y con la recuperación de la trayectoria intelectual de nuestra escuela, con más de treinta años de labor ininterrumpida en la formación de economistas útiles para el desarrollo del país. Sirva la edición de este libro de homenaje a Rafael Cordera Campos como un reconocimiento póstumo también a la memoria de su amigo Felipe Becerra, compilador y coordinador de esta obra. Leonardo Lomelí Vanegas. Director de la Facultad de Economía de la UNAM.

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Benito Juárez CARLOS MONSIVÁIS

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eñor Andrés Manuel López Obrador, señoras y señores, amigas y amigos, espíritus de la Reforma liberal, ánimas de la reacción:

Me siento profundamente honrado al hablar aquí, en el pueblo de San Pablo Guelatao, habitado hace dos siglos por veinte familias y hoy el centro de un vasto homenaje nacional. No necesito decirles a los habitantes de

| ilustraciones del libro lo que el viento a juárez. ed era, 1986

Guelatao lo que saben considerablemente mejor que yo, la manera de acudir a la carga simbólica de este lugar para olvidar de inmediato los problemas de sus habitantes. En este lugar por más de un siglo las promesas han hecho las veces de tarjetas devisita. Juárez, el paisano de paisanos, ha sido demasiadas veces el pretexto del turismo político-electoral. De todos nosotros, y muy especialmente de ustedes, depende que se interrumpa para siempre la celebración del ritual con sus características fatales: rutina, indiferencia, derroche provisional, demagogia. A casi dos siglos de su nacimiento, Juárez, los habitantes de Guelatao y el país entero merecen el homenaje más preciso: el análisis de su herencia y de su significado histórico. Juárez, uno de los grandes creadores de la nación, no es un mártir ni un prisionero de su tiempo. Al cabo de tantos hechos trágicos y épicos, y de las

conjuras y las traiciones, él es un vencedor insólito, mucho más un contemporáneo de vanguardia que un precursor. Vence al racismo ancestral, a las imposibilidades y dificultades de la educación en un país y una región asfixiados por el aislamiento, a los problemas de su carácter tímido y cerrado, a las divisiones de su partido, a la ira y las maniobras del clero integrista y los conservadores, a la intervención francesa, a las peripecias de su gobierno nómada, al imperio de Maximiliano, a la oposición interna de varios de los liberales más extraordinarios, a sus terquedades en el mando. Se le persigue, encarcela, destierra, calumnia, veja y ridiculiza; y sus enemigos quieren hacer de su encono el sinónimo de la adversidad; no obstante todo esto, permanece por la congruencia de su ideario y vida, y por defender con razón y pasión las ideas A PÁGINA 6


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cuyo tiempo ha llegado. A Juárez, el conservadurismo le dedica la campaña de linchamiento moral más feroz de la historia de México. Los ejemplos son interminables, y entre ellos se cuentan los cuentos de fantasmas que la derecha confesional quiere ofrecer como Historia de México. Allí Juárez resulta literalmente “la Bestia Apocalíptica”, “el esbirro de los norteamericanos”, “el Anticristo”. En la colección de “Ultimos Momentos de los Réprobos” debe incluirse un relato predilecto de las parroquias: Juárez en su agonía dice al demonio: “No me lleves antes de que me convierta a la verdadera fe”. Hasta hace unas décadas se calificaba a Juárez de enemigo personal de Dios, y las señoras decentes, al extremar su pudor y desdén, en vez de advertir “voy al baño”, musitaban: “Voy a ver a Juárez”. En los colegios particulares, durante casi un siglo, se entonan cancioncitas pueriles: “Muera Juárez que fue sinvergüenza”, y en las reuniones se le satiriza: “Benito Juárez/ vendía tamales/ en los portales/ de La Merced”. Antes de la revolución de 1910, en los pueblos manejados por los conservadores y sus confesores de planta, lo primero que se exige a los presidentes municipales es tirar el retrato de Juárez a la basura o ponerlo de cabeza. Y en 1948, por ejemplo, la Unión Nacional Sinarquista, organismo inspirado en la Falange franquista, convoca a un mitin en el Hemiciclo a Juárez, que consiste en una larga cauda de insultos a don Benito. (La derecha sí que se toma en serio las estatuas.) En la histeria, un orador le dice al Benemérito: “No eres digno de ver las caras de hombres honrados”, y le escupe al producto marmóreo, al que se venda de inmediato con tal de cancelar la mirada deshonesta. Todavía en 1993 unos obispos, al rechazar la posibilidad del pago de impuestos de su iglesia, argumentan: “No nos toca pagar. Que nos abonen algo de lo que nos quitó Juárez”. Eso para no mencionar las andanadas de la derecha del siglo XXI, que ha pretendido un tanto vanamente hacer a un lado a Juárez para remplazarlo con las ambicioncitas de Iturbide. Como le dijo a unos diputados al parecer sarcásticamente un político encumbrado a principios de este sexenio: “Sí, sí, sí, jóvenes, Juárez, Juárez, Juárez, Juárez”. Y con esta muestra de memoria onomástica creyó clausurar un mito y promover la revancha histórica. Me lo imagino cantando: “Juárez sí debió de morir”. ¿A quién extraña en América Latina y en el mundo entero, a propósito de los héroes tutelares de cada país, la sobreabundancia de recordatorios de su fama? Esto ha sido la norma, no lo deseable, sino lo inevitable. En el siglo

XIX, en el proyecto de secularizar a la sociedad y de puntualizar las exigencias de la nación soberana, se requiere el canje de lealtades. Donde había santos, hay héroes; a las peregrinaciones se añaden los días de fiesta cívica, y a los patriotas culminantes “de primero, segundo y tercer nivel” se les otorga la titularidad de los nombres de ciudades, avenidas, calles, plazas, instituciones, medallas, premios, películas, alegorías, consignación en murales y cuadros, en grabados y portadas de libros. Y el resultado de la ubicuidad de Juárez ha sido la implantación muy eficaz de un patriota excepcional y el olvido o el relegamiento de lo específico de una lucha y del sentido de su liberalismo radical, de su intransigencia, de su anticlericalismo tan cristiano. Homenaje mata mensaje, podría decirse, y algo así podría ocurrir en esta celebración del bicentenario. Por eso conviene agradecer a la derecha en sus diferentes tamaños el que se abstenga de estos actos y el que mantenga su encono, su desprecio y su visión fantasmal

CORREO del SUR de Juárez: es uno de sus mayores certificados de la vigencia del Benemérito de las Américas, el epíteto que fue muy probablemente su nombre de pila. En la era de Santa Anna, Juárez se forma profesional y políticamente contra la corriente, desde la humildad, el estudio, el silencio, la forja del carácter, todas las virtudes personales anteriores a la Auto-ayuda. Santa Anna, que lo odia y lo destierra, lo recuerda con desprecio escénico: “Nunca me perdonó (Juárez) haberme servido la mesa en Oaxaca, en diciembre de 1829, con su pie en el suelo, camisa y calzón de manta, en la casa del licenciado Manuel Embides... Asombraba que un indígena de tan baja esfera hubiera figurado en México como todos saben”. Este autorretrato del racismo se origina en el desconocimiento del temple del ser menospreciado. A Juárez ni lo humilla ni lo ensombrece su origen. El racismo insiste en considerarlo inferior, y él convierte en estímulos las cargas del desprecio. Si Juárez no apoya explícitamente la causa indígena y es a momentos muy severo con los suyos, su mero arribo a la Presidencia exhibe la abyección de los prejuicios. Un indígena Presidente de la República envía a todos los racistas a dar vueltas como presos dantescos en los círculos de la incomprensión y la rabia. Panorama sumario de las condiciones del país hasta 1857, un tanto telegráfico: Ingobernabilidad. Escasas nociones de lo nacional. Patriotismo intenso en algunos sectores, casi inexistente en otros. Miseria y pobreza intolerables. Erario sin fondos. Comunicaciones muy escasas. Corrupción extrema en el sistema judicial. Ejércitos muy precarios. Minorías que luchan por imponer a las masas el proyecto nacional. Analfabetismo generalizado. Gran influencia del pensamiento de la Revolución Francesa y del federalismo norteamericano. Clero y conservadores que insisten: Si se permite la existencia de otra fe religiosa, la nación se condena al oprobio. El Congreso Constituyente de 1857 funda la nación moderna en el orden teórico y revela la presencia de la mentalidad moderna (todavía masculina, la dictadura de género no se deja actualizar). Entonces la Ley Juárez es primordial, “piedra de toque, se ha elevado a la categoría de dogma entre los verdaderos republicanos, y sin ella la democracia sería imposible”, se declara entonces. Pero la democracia es aspiración remota y lo concreto es la lucha por el fin de la teocracia y del sometimiento estatal a la Religión Unica. Hay que conseguirlo todo a la vez: implantar la tolerancia, proclamar los derechos del hombre, el derecho a la educación, las libertades de expresión y de reunión, el derecho al trabajo. El liberalismo, al principio, es más que nada una obstinación jurídica y una certeza ideológica y cultural. En el Congreso de 1857 se pierde la batalla por la libertad de cultos, pero en tres años se avanza con rapidez en la tarea de hacer pensable, y por tanto en muy buena medida necesaria, la tolerancia de cultos. El proceso lo indica con gran sagacidad Ignacio Ramírez, el más lúcido de los liberales de la Reforma: “Miguel Hidalgo, con sólo declarar la independencia de la patria, proclama, acaso sin saberlo, la República, la Federación, la tolerancia de cultos y de todas nuestras leyes de reforma”. Ramírez tiene razón: Hay acciones que en sí mismas contienen detalladamente el porvenir según la lógica implacable del desarrollo de la comunidad nacional. Las Leyes de Reforma ya avizoran el ejercicio de los derechos humanos, la decisión de crear la ética republicana sin sobornos o amenazas del Más Allá, la defensa de los derechos de las minorías y, muy especialmente, la fuerza de convertir lo inimaginable en lo concebible por exigencias de la razón, que inicia uno de sus enfrentamientos con la desigualdad. Juárez, gobernador de Oaxaca. Desconocido por el clero, no se inmuta, toma posesión y prosigue con su vida republicana. En Apuntes para mis hijos recapitula: A propósito de malas costumbres, había otras que sólo serían para satisfacer la vanidad y la ostentación de los gobernadores, como la de tener guardias de fuerzas armadas en sus casas y la de llevar en las funciones públicas sombreros de una forma especial. Desde que tuve el carácter de gobernador, abolí esta costumbre, usando de sombrero y traje del común de los ciudadanos y viviendo en mi casa sin guardias de soldados y sin aparato de ninguna especie, porque tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder, y no de trajes ni de aparatos militares propios

sólo para los reyes de teatro. Tengo el gusto de que los gobernadores de Oaxaca han seguido mi ejemplo. Del 12 de julio al 11 de agosto de 1859 se promulgan las Leyes de Reforma, se nacionalizan los bienes del clero, hay separación de la Iglesia y el Estado, se exclaustra a monjas y frailes, se extinguen las corporaciones eclesiásticas, se concede el registro civil a las actas de nacimiento, matrimonio y defunción, se secularizan los cementerios y las fiestas públicas y, lo esencial, se promulga la libertad de cultos. Al desplegar su libre albedrío, los liberales de

la Reforma localizan lo que Ignacio Ramírez considera la única significación racional de este término: “Excluir la intervención de la autoridad en los asuntos fundamentales personales”. En suma, se declara concluida la etapa feudal del país y se sientan las bases del pensamiento crítico. Se necesitarán más tiempo y numerosas batallas políticas, militares y culturales para implantar con efectividad la sociedad laica, pero desde el momento en que se le declara justa y posible crece y va arraigando, y tan sólo eso, el avance irreversible de la secularización modifica a pausas y cambia con sistema el sentido público y privado de la nación. Lo irreversible siempre es destino. Maximiliano acepta la corona el 3 de octubre de 1863, y le envía una carta a Juárez invitándolo a reunirse con él en la ciudad de México para buscar un entendimiento amistoso. Don Benito le contesta tajante: “Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y mis juramentos, soy el llamado a mantener la integridad nacional, la soberanía y la independencia ... Me dice usted que, abandonando la sucesión de un trono de Europa, abandonando a su familia, sus amigos, y sus bienes, y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido usted y su esposa, doña Carlota, a tierras lejanas y desconocidas, sólo por corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo que cifra en usted la felicidad de su porvenir. Admiro positivamente, por una parte, toda su generosidad y, por la otra parte, ha sido verdaderamente grande mi sorpresa al encontrar en su carta la frase llamamiento espontáneo porque yo había visto antes que, cuando los traidores de mi patria se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo a usted la corona de México, con varias cartas de nueve o 10 poblaciones de la nación, usted no vio en todo eso más que una farsa ridícula... Tengo la necesidad de concluir, por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de los bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará. Soy de usted, S.S., Benito Juárez.” ¿Cuál es la tradición ideológica de la izquierda mexicana en el orden del pensamiento frente al Estado? Todavía a principios del siglo XX al liberalismo radical se le combate pero se le estudia. Luego sobreviene el error histórico: la izquierda se somete a los esquemas de la


CORREO del SUR URSS y sus versiones del marxismo, se desprende de sus raíces del siglo XIX. En México, y con sinceridad flamígera, la izquierda no duda: Surge a partir de instantes poderosos de la Revolución Mexicana (antes de su conversión al capitalismo) y se afirma y delinea con la Revolución Soviética. En tanto influencias mesiánicas, conceptos y vocabulario esto es innegable, pero el señalamiento se oculta el proceso fundacional en el que participan Fernández de Lizardi, Fray Servando Teresa de Mier, José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías, y la deslumbrante generación de la Reforma, Ramírez, Otero, Ocampo, Prieto, Altamirano, Juan Bautista Morales, y, sobre todo, Benito Juárez. Por razones de fe súbita y de inmersión en los nuevos libros sagrados, por lo común mal traducidos, la izquierda mexicana renuncia a su gran herencia del liberalismo radical y, sin haber leído a estos intelectuales, nunca se considera juarista, porque, arguyen, el liberalismo económico es obstáculo y la Reforma representa básicamente la lógica del capitalismo. Cómo le habría beneficiado a la izquierda leer a los clásicos liberales ahora recuperados en su integridad por Boris Rossen, Nicole Giron, José Ortiz Monasterio y Enrique Márquez. Es mala o inexistente la lectura ideológica o política de la Reforma liberal, y en rigor, a quien dibujan con sus ataques es al grupo en torno de Porfirio Díaz. Los liberales no son -me sumerjo en la obviedad- marxistas, pero sí captan con clarividencia su momento histórico y su legado debe juzgarse a partir de este hecho múltiple. Hacer caso omiso del pensamiento y la acción de los liberales radicales ha sido una de las causas de la eterna fundación de la izquierda mexicana. Se repite hasta el hartazgo: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Esto es irrefutable, pero sí requiere precisiones. Hasta el momento lo usual es depositar el énfasis de respeto tal y como lo proyecta la clase gobernante. Para ellos el respeto ha consistido en una noción desdeñosa: No hay tal cosa como “el derecho ajeno”, y a lo más a que pueden aspirar las mayorías es a que se tome nota de su existencia. Así, y por ejemplo, ¿cuál es el “derecho ajeno” en materia salarial? Si algún sentido tiene la celebración del bicentenario de Juárez, es examinar los significados del respeto y verificar el contenido de los derechos ajenos, los de la población ante el gobierno y los empresarios, los de las mujeres ante el machismo y el patriarcado, los de los indígenas ante la ilegalidad a nombre de la ley y la explotación, los de las minorías religiosas ante la interpretación exterminadora de los usos y las costumbres, los de las minorías sexuales ante la homofobia. Si no se precisan en cada caso el derecho ajeno y el respeto, el apotegma y la paz que traiga consigo quedan a la disposición del vacío, así esté muy cubierto por las letras de oro en el Senado. A 200 años del nacimiento de don Benito Juárez, o 100 como quiso el presidente Fox para regalarle juventud al pasado de la nación, lo más profundo de su legado es la certidumbre del laicismo, iniciado con las Leyes de Reforma y proseguido con la Constitución de 1917. El laicismo garantiza la actualización permanente del conocimiento, la certidumbre de una enseñanza no afligida por los prejuicios y la exigencia de sometimiento a un solo credo, el respeto del Estado a las formas distintas de profesar una fe o abstenerse de hacerlo, la discusión libre de los avances científicos, las libertades artísticas. Por tolerancia se entendió en el siglo XIX el aceptar las extravagancias o los disparates incomprensibles de las minorías; hoy tolerancia, y eso proviene del ideario juarista, es el intercambio de aceptaciones, la convicción de que hay más cosas en el cielo y la tierra de las que sueña la filosofía de cada persona. Juárez, el impasible, sigue siendo uno de los rostros más vitales y generosos de la nación en la globalidad. No obstante ser una legión de bustos y estatuas sigue siendo el ejemplo más vivo. Concluyo mi intervención con sus palabras: “Mi fe no vacila nunca. A veces, cuando me rodeaba la defección en consecuencias de aplastantes reveses, mi espíritu se sentía profundamente abatido. Pero inmediatamente reaccionaba. Recordando aquel verso inmortal del más grande de los poetas, ninguno ha caído si uno solo permanece en pie, más que nunca me resolvía entonces a llevar hasta el fin la lucha despiadada, inmisericorde para la expulsión del intruso”. Si Juárez, en San Pablo Guelatao y en la ciudad de México y en Tijuana y en León, no es nuestro contemporáneo, no lo es de nadie. *Texto leído en San Pablo Guelatao, Oaxaca, en el acto de campaña de Andrés Manuel López Obrador, el sábado 21 de enero. La Jornada, 24 enero de 2006

Domingo 24 de MARZO de 2013

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“Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore” EVARISTO VILLAR*

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adrid. A la vista de lo que está ocurriendo en estos últimos días en Roma, me viene constantemente a la memoria la situación de quien, en la estación, espera impacientemente la llegada del tren. Las horas se hacen eternas y los minutos son de plomo. El retraso, sin poder acelerar el viaje, se torna angustioso. No obstante, a pesar de la espera, el viajero no renuncia a la esperanza. Esta imagen, entre la espera y la esperanza, puede reflejar la actitud de muchos cristianos y cristianas que, con la ilusión de acercar la Iglesia al momento que estamos atravesando, han venido consumiendo muchas energías en una reforma que no acaba de llegar. En este noble y generoso empeño se han topado siempre con el vacío, el silencio, la oposición y aun la descalificación de sus máximos responsables. ¡Un tren que no acaba de llegar a la estación! Como nos está pasando con la política neoliberal de los recortes, también la Iglesia está afectada por una crisis de credibilidad tan profunda que hace emigrar a las mentes más lúcidas a territorios de mayor respiro. Porque en la raíz de la crisis no está la debilidad del mensaje fundacional, sino una articulación anacrónica que propicia la corrupción económica y moral. Esto escandaliza a mucha gente y desactiva a la parte más testimonial y militante. En esta “desesperanzada espera” en que se encuentran muchos cristianos y cristianas cada día que pasa se ve con mayor claridad la urgencia de renovación (o transformación) que tiene la Iglesia para seguir existiendo y la necesidad de volver a las fuentes de cuyo mensaje es principal heredera. Estoy convencido de que Jesús y su evangelio siguen siendo una buena noticia para la humanidad que sufre y para la tierra que se desangra y muere por falta de cuidado. Se habla hoy día de estar entrando en una nueva era. Y esto me recuerda el sorprendente comienzo con que inició Jesús la era cristiana en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para dar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4, 18). ¿Un nuevo espíritu para la nueva era en la que estamos entrando? La grata sorpresa de su elección y los primeros gestos del papa Francisco parecen apuntar en esa dirección. Mucha humanidad desde dentro y fuera de la Iglesia y hasta la misma tierra está añorando este momento. Desde la entrada en escena del nuevo papa se empieza a respirar otro aire. Es como si se comenzara a desplegar otro programa: el nombre de Francisco, en recuerdo del “poverello d’Assisi”, que hace referencia a los pobres y a la encomienda que, según San Buenaventura, recibió el Santo de Asís ya en el s. XIII directamente de Jesús: “Francisco, renueva la Iglesia”; la modesta y parca ornamentación, además, de su primera presentación como “obispo de Roma”; la complicidad buscada con el pueblo, orando juntos antes de impartirle la bendición… Estos breves detalles encienden una pequeña esperanza. A esto contribuyen otros datos sobre su persona que la prensa mundial resalta en estos días: su sencillez en el estilo de vida, su denuncia de la corrupción económica y política y su defensa de la dignidad de los pobres y excluidos. También es verdad que en su equipaje trae algunas posiciones doctrinales muy discutibles que rayan con la homofobia y a la misoginia. Y, sobre todo, esa sombra de duda que arroja su comportamiento ante la dictadura de los militares argentinos. La investigación irá aclarando estos últimos datos nada agradables en materia tan delicada. Ante un perfil doctrinalmente conservador y la bondadosa autenticidad que se advierte en estos sus primeros gestos me gustaría que el obispado de Roma y sucesor de Pedro llegue pronto a diferenciar y respetar dos planos que actualmente aparecen generalmente confusos en la práctica de la jerarquía católica: el campo de la reflexión teológica y moral – analista, imaginativo y creativo, que nunca debe ser acotado por ningún poder meramente administrativo– y el campo de la praxis o acción samaritana, compasiva y profética, que corresponde a todas y todos los seguidores de Jesús de Nazaret. ¿Levantará el papa Francisco el castigo que, en nombre de una ortodoxia discutible, impusieron en las últimas

décadas sus predecesores a los más de 100 teólogos y pensadores cristianos? ¿Habrá llegado con el papa Francisco el momento oportuno para que el pueblo cristiano, –que es el sujeto principal de la Iglesia según el Concilio Vaticano II– recupere el protagonismo que le corresponde y que se ha dejado arrebatar por la jerarquía? Es de sobra conocido que el larguísimo pontificado anterior –Juan Pablo II- Benedicto XVI (1978-2013) –, entre la involución doctrinal y la contrarreforma en las prácticas, ha apagado la frescura y creatividad en la Iglesia. El desmesurado control ejercido sobre el pensamiento y las prácticas de las gentes más imaginativas e inquietas ha sumido a la Iglesia en un inmovilismo en el que se eternizan, sin solución, los muchos problemas que se vienen arrastrando desde hace más de medio siglo. Son muchos los retos que acaba de heredar el papa Francisco tanto hacia dentro como hacia fuera de la Iglesia actual. A mi modo de ver, el mayor desafío al que va a tener que hacer frente es a esa sensación de cansancio o falta de vitalidad que paraliza la vida de la Iglesia. Lejos de transparentar una “tradición de sentido” que abre a la esperanza, la Iglesia de hoy aparece más preocupada por su propia seguridad y pervivencia. Necesita volver a respirar aquel aire fresco con que soñaba el papa bueno, Juan XXIII. Partiendo de su actual diversidad y multiculturalidad, la Iglesia está obligada por su propia identidad a reconocer el “estatuto de igualdad” entre todos sus miembros y en todas las dimensiones de su ámbito interno: entre hombres, mujeres y sexualmente diferentes, entre clérigos, laicos y exclérigos, entre célibes por opción y quienes se deciden por el matrimonio. Igualdad que debe visibilizarse en relación al poder –que en cristiano se entiende como un servicio–: ya nadie logra entender, en una cultura democrática, que el acceso al poder en la Iglesia sea consecuencia del carrerismo o del premio a la sumisión, se trate de párrocos, obispos, cardenales o del mismo papa (el espectáculo que nos han servido desde el Vaticano en estos días es muy elocuente: además de anacrónico, es antievangélico: ninguna mujer, todos clérigos, nombrados por cooptación de los papas anteriores, todos tocados por el mismo talante conservador, no representando a ninguna iglesia local en concreto…). En este panorama se oye con mayor fuerza el mandato de Jesús: “Francisco, reforma esta Iglesia”. Hacia afuera la Iglesia necesita superar la convicción que domina en la sociedad civil de su apego al poder y al dinero, del matrimonio entre el trono y el altar; debería liberarse pronto de su complicidad con ideologías neoconservadoras que hipotecan su libertad e independencia. La Iglesia actual tendría que mirar la laicidad como un espacio privilegiado para su encuentro con la multiculturalidad, el pluralismo religioso y las diversas cosmovisiones que existen en la sociedad de hoy; no se entiende ya una Iglesia que no haga una apuesta explícita por la implantación de los Derechos Humanos, especialmente los relacionados con la justicia debida a las clases más desfavorecidas; ni tampoco se puede entender una institución que quiera marchar en dirección contraria a la modernidad y a la tecno-ciencia que dignifica la condición humana. Me gustaría, finalmente, que, haciendo honor a su nombre, el papa Francisco se mostrara un firme impulsor del cuidado que merecen los pobres y la tierra, madre de la vida; y que, para abordar esta ingente tarea de reformar la Iglesia, supiera ganarse la complicidad del pueblo cristiano y rodearse de aquellos sectores más testimoniales y proféticos que, aunque silenciados y castigados por los papas anteriores, no han cejado en su opción por los excluidos y el diálogo con el mundo actual. Mirando a estos grupos de base, comprometidos de por vida con la dignidad del ser humano y la defensa de la tierra, me viene a la mente aquella misma constatación que, mirando a Rodrigo Díaz de Vivar, se hacía el autor del Cantar del mío Cid: ¡Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! ¡Ojalá el tren de la esperanza esté llegando ya a la estación! La Marea, Madrid, 17/03/2013 *El autor de este artículo de opinión, es portavoz de la organización progresista Redes Cristianas.


VÍCTOR OROZCO

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on esta exaltada frase se le ha llamado en la tradición de las izquierdas a la Comuna de París, insurrección popular ocurrida en la capital de Francia entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871. La audacia de los de abajo, que se atrevieron por primera vez a tomar en sus manos el poder, fue castigada con una de las más sangrientas represiones en la historia de las luchas sociales. En una semana, fueron fusilados treinta mil comuneros. Dice un escritor que los versalleses, como se les llamó a los soldados atacantes, tan franceses como sus víctimas, hacían que los prisioneros mostraran las manos, buscaban los callos de la garlopa, del martillo o de cualquier herramienta. Era el signo inequívoco de que habían participado en la rebelión: eran trabajadores y por antonomasia insurrectos. De allí pasaban directo al pelotón, donde muchos se enfrentaban a la muerte con risas y burlas. Víctor Hugo, quien apoyó a la comuna y disintió de ella a la vez, cantó en un poema el carácter de uno de ellos, un pequeño comunero: “En una barriada, en medio de adoquines/Sucios de sangre culpable pero ya limpios por sangre pura,/ un niño de doce años cae preso entre los hombres/ -¿Tú eres de éstos? -El niño dice: somos./Está bien dice el oficial, te vamos a fusilar/Espera turno/El niño ve el fulgor de los disparos/Y como caen sus compañeros al pie del muro./Le dice al oficial: permítame que vaya/A llevarle este reloj a mi madre que está en casa./¿Quieres escaparte?- Vuelvo enseguida- ¡Estos bergantes/ Tienen miedo! ¿Dónde vives? –Allí cerca de la fuente./Y vuelvo enseguida, señor capitán./-¡Lárgate pícaro! –El chico se va, -¡Muy basto el truco!/Y los soldados reían junto a su oficial,/Y hasta los moribundos a sus estertores mezclaban la risa;/Pero la risa cesó, pues de repente el chico, pálido,/ Reapareció bruscamente, altivo como Viala,/Fue a adosarse al muro y les dijo: Aquí estoy”. Por su parte, un historiador recogió el testimonio de un joven practicante de medicina, inglés, quien se admiró del comportamiento de un batallón de mujeres, probablemente el de la indoblegable Luisa Michel: ellas peleaban como demonios, lejos mejor que los hombres, dice. Tuvo la pena de ver masacradas a cincuenta y dos de estas guerreras, aún cuando ya estaban desarmadas y rodeadas por las tropas…escuchó a una tomada prisionera y acusada de haber matado a dos de sus atacantes, dijo a sus interrogadores que había perdi-

El asalto al cielo do dos hijos en Neully, dos en ISSY y que su esposo había muerto en las barricadas que ella había estado defendiendo. También esta mujer fue fusilada. Los lugares que mencionó fueron escenarios de batallas contra los alemanes. ¿Por qué el ataque y el odio brutal, absoluto, en contra de estos patriotas y libertarios al mismo tiempo?. Ambos vienen de muy hondo en las luchas de clases libradas

raban a la revolución completa, a la supresión total de las desigualdades. Todas las tendencias se desarrollaron a lo largo de la centuria, aún las de quienes aspiraban a retornar al antiguo régimen de aristócratas y clérigos gobernantes. La Comuna de París enseñó de pronto en unas cuantas fugaces jornadas, el rostro de una revolución social, que hizo retroceder espantados a los dueños y a los funcionarios. Asumieron que

durante el siglo XIX. La gran revolución de 1789 había dado pauta a muchos vientos: los del capitalista ávido de ganancias capaz de llevar la explotación de los asalariados hasta su muerte, los del intelectual racionalista enemigo de la fe religiosa y de todo tipo de enajenación, los del republicano que confiaba en que la igualdad ante la ley traería consigo, a la postre, la igualdad social y también los de aquellos que aspi-

estos rebeldes eran sus reales enemigos, no los prusianos que sitiaban a la ciudad, matándola por hambre y que cercenaban pedazos del territorio francés. De allí la saña con la que obraron durante mayo de 1871 y en los años siguientes. No obstante, las medidas instrumentadas por los comuneros, no eran el socialismo, apenas representaban lo que entonces se reivindicaba como la “república social”, consigna en la que se recogían las viejas y las nuevas aspiraciones: igualó salarios de obreros y funcionarios, congeló las rentas, estableció la educación pública y universal, separó la iglesia del estado, estableció la revocación del mandato para todas las funciones públicas, ocupó fábricas abandonadas por sus dueños. El programa se inscribía en lo que hoy llamaríamos estado de bienestar, pero sus autores y ejecutores apuntaban hacia una sociedad sin privilegios. Eran los de abajo que se habían atrevido a ocupar los sitiales y los resortes del poder. No todos, pues a pesar de que se hicieron de los fusiles y los cañones, se detuvieron respetuosos en los umbrales del Banco de Francia y nunca interrumpieron la corriente de oro que financió a sus implacable enemigos. Ingenuamente, no tomaron el gran arsenal. Los nuevos cauces, reivindicaciones y motivos de las luchas sociales, revisten enormes diferencias con la gesta de

CORREO del SUR Director General: León García Soler

los comuneros franceses de hace ciento cuarenta y dos años. Se ha transformado la composición de los habitantes en las grandes ciudades, en cuya población ya no son dominantes los artesanos, los trabajadores por cuenta propia o estos tipos sociales híbridos entre asalariados y minúsculos propietarios. Comunicaciones y extensión de los lazos económicos, políticos y culturales, han hecho del mundo una “aldea global”. Sin embargo, la Comuna de París, en su lejanía, condensó las cuestiones teóricas y prácticas que siguen apremiando a la humanidad: ¿Los gobiernos están para servir a los dueños del dinero o a la sociedad? ¿Defender las patrias exige también arrebatar su usufructo a las élites y entregarlas al pueblo?. Estos hombres y mujeres se desangraron primero para impedir que los prusianos pusieran la bota en el suelo francés, comieron ratas durante los cuatro meses del sitio a París, empeñaron sus instrumentos de trabajo, sus hijos corrían y corrían por las calles a media noche, para evitar el congelamiento y luego ¿A quién le pertenecía la patria? ¿Quiénes pactaron con el enemigo para conservar su riqueza?. Las respuestas saltaban a la vista y por eso fueron a la revolución. Por eso intentaron alcanzar la utopía que sigue moviendo a millones y tan sólo por eso vale la pena recordarlos. Los mexicanos tenemos, en agradecimiento, un motivo adicional. En marzo de1871, la mayoría de los antiguos aristócratas, banqueros, grandes propietarios, abandonaron la ciudad apenas comenzaron las masas a tomar las armas. No todos lo hicieron a tiempo. Uno de ellos, fue Juan Bautista Jecker, el antiguo usurero que prestó dinero al gobierno conservador de Miguel Miramón durante la guerra de reforma. La deuda, desconocida por el presidente Benito Juárez se multiplicó varias veces en el papel. El astuto suizo se nacionalizó francés, asociado con parientes del emperador y convirtió el caso en materia de reclamación de Francia a México. Las tropas de Napoleón III que desembarcaron en Veracruz en 1862, venían a instalar un gobierno títere en México y de paso, a cobrar los famosos “bonos Jecker“, que a estas alturas estaban ya teñidos de sangre. Ya se sabe que los vencedores en Crimea y en Italia, finalmente regresaron a Europa, sin gloria alguna. Jecker se quedó en París para su mala suerte. Al final de la comuna, fue identificado y ejecutado por su indigna conducta frente a México, que recibió así justicia. La Comuna legó símbolos, valores y ejemplos para la posteridad, entre ellos, La Internacional, el himno del proletariado mundial, ahora casi en desuso. Fue compuesto por Eugene Pottier, mientras oculto en el mismo París, escapaba por milagro de la muerte. Las luchas posteriores de socialistas franceses y alemanes sobre todo, hicieron adoptar la canción por movimientos sociales y organizaciones políticas en todo el mundo. Una de sus estrofas, recupera a la perfección el espíritu de los comuneros: “Del pasado hay que hacer añicos,/legión esclava, en pie, a vencer: el mundo ha de cambiar de base,/los nada de hoy todo han de ser”.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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