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El capital vs las personas / A la llana y sin rodeos: Goytisolo / Baltimore / Adolfo SĂĄnchez Rebolledo, un militante socialista
CORREO del SUR
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El capital vs las personas Víctor Orozco
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l 21 de febrero de 1921, el Consejo de Salubridad del Estado, impuso una multa al general Luis Terrazas por la cantidad de cuatrocientos cincuenta y cinco pesos. El motivo de la sanción fue que se negaba a conectar la red de drenaje público e instalar sanitarios en noventa y un casas (cinco pesos por cada una) de las cuales era propietario y tenía arrendadas en la ciudad de Chihuahua. En el juicio de amparo interpuesto por sus apoderados para evitar la sanción, el abogado que representó al Consejo argumentó que “La falta de excusados en la ciudad trae el desprendimiento de gases mefíticos en la atmósfera cargándola de gérmenes patógenos que al respirarlos llegan al pulmón, penetran al torrente circulatorio y pueden producir infecciones graves y no pocas veces mortales”. En consecuencia, alegaba, era improcedente que la justicia federal protegiera al quejoso, pues la medida oficial obedecía a una causa de interés público. Por entonces, el exgobernador poseía muchas otras fincas urbanas en la capital y en otras ciudades, alrededor de dos millones y medio de hectáreas en los mejores terrenos, el grueso de ellos en Chihuahua y otros en Durango (el mayor latifundio en el mundo, se ha dicho) acciones bancarias, depósitos cuantiosos en bancos extranjeros y un sinnúmero de negocios...pero no quería colaborar con una pizca de sus riquezas para quitar las pestilencias en la urbe donde él mismo residía. Es probable que su actitud fuera motivada porque compartía con sinceridad la idea de considerar a la propiedad un derecho “sacrosanto” e intocable, como era usual alegar en ese tiempo. Antes que consentir en acatar órdenes limitativas a este derecho, era preferible ir a los tribunales, así fuera para pelear en un juicio que de ganarse haría perder a todos, incluyéndolo, porque su señorial mansión distaba pocas cuadras de los corrales y patios dónde defecaban sus inquilinos. La otra explicación viene de un motivo más prosaico: ahorrarse a toda costa gastos innecesarios, para modificar costumbres centenarias, en un negocio que operaba así desde siempre. Pues, ¿Desde cuándo los chihuahuenses habían necesitado los excusados ingleses, demandados ahora por las autoridades sanitarias?. Pocos advertían, (quizá los médicos y algún raro observador), que las enfermedades infecciosas determinaban que menos del diez por ciento de los habitantes rebasara el medio siglo de vida.
Ciertamente, la salud de las personas era secundaria frente a las ganancias. La propiedad privada lo era todo, la colectividad casi nada. Podría pensarse que un siglo después nada es igual a lo narrado. Y en efecto, una gran cantidad de cosas son distintas. Comenzando con el hecho de que múltiples hábitos higiénicos han sido adoptados por la mayoría de los mexicanos, aunque todavía el fecalismo al aire libre sigue practicándose en la periferia de las grandes ciudades (y con menos consecuencias en el campo). El uso de los antibióticos sobre todo, ha posibilitado que de treinta y dos años de expectativa de vida promedio en los tiempos de la multa, ahora andemos por los setenta y cinco. Pero, apenas ponemos la vista en la manera como funcionan las grandes empresas industriales, agrícolas o de servicios, nos percatamos que las personas siguen importando menos que un bledo frente al lucro. En el ámbito medioambiental por ejemplo, ríos enteros, como el Lerma proveedor de agua a la ciudad de México, o el Sonora que riega las tierras de labranza en sus vegas, han sido convertidos en auténticos albañales y en corrientes de espumosos desechos químicos capaces de dañar irremediablemente o de liquidar a la fauna y a la cubierta vegetal. Minas de tajo
tériles donde antes hubo arenales, aguas y montes. Fijémonos en los servicios. Los bancos se desempeñan como genuinos expropiadores de salarios y ahorros. En el caso mexicano pertenecen casi todos a grupos extranjeros. Se benefician de los miles de millones de pesos transferidos por el erario público gracias al llamado rescate bancario cuya carga nos pesa desde hace dos décadas. Y, todavía son objeto de un trato privilegiado que les permite alcanzar ganancias estratosféricas. Obscenas, les llama un analista financiero. Si la economía en su conjunto apenas creció el año pasado un 3%, las utilidades de la banca lo hacen por arriba del 15%. En 2013, sumaron 107 mil millones de pesos. Thomas Piketty en uno de los más penetrantes estudios sobre el capital publicados hasta hoy, escribió hace muy poco que en las sociedades tradicionales, como era en parte la mexicana hacia 1920, la desigualdad social brotaba de la oposición entre quien recibía la renta de los bienes raíces y quienes la pagaban. Estaba allí, afirma, la fuente de todas las revoluciones. Tal contradicción no desapareció en el mundo industrial, sino que se exacerbó y parece que será la constante en el siglo XXI. Con dificultades encontraremos a un gran dueño mezcla de primi-
poráneo barón financiero como Carlos Slim a través de las cuotas telefónicas sobre preciadas que nos hace pagar, o de los inusitados cobros a los clientes en los gigantescos estacionamientos de sus “malls” es igual a la que ejecutaban los casatenientes antiguos con sus inermes arrendatarios. ¿Y qué decir de las tarifas impuestas por las empresas gaseras a los indefensos usuarios?. Igual que antaño, dan lugar en un polo a una minúscula élite de privilegiados que acumula inconmensurables riquezas y a otro donde se juntan millones de esforzadas familias en brega constante para cubrir alimentos, abonos de casas y autos, colegiaturas, transporte. Mas abajo, todavía están quienes rozan los niveles de sobrevivencia. La historia enseña cómo en la disputa por los bienes generados socialmente, la mayoría puede convertirse en una eterna perdedora ante una pequeña minoría abusiva y adueñada no sólo de los medios de producción, sino también del poder político, a través de un Estado corrupto y corruptor. Esto nos ha sucedido en México, en mucho mayor grado que en otros países, en los cuales, leyes y políticas públicas ayudan a paliar la voracidad del capital y contribuyen a repartir la riqueza entre un mayor número de personas. Caminando en sentido contrario a esta dirección,
mexicanos a la insaciable hambre de ganancias. En el valle de San Quintín esa zona de alta producción de fresas, tomates y pepinos para la exportación, a los jornaleros “se les incluyen” en el salario diario las prestaciones laborales obligatorias como el pago del aguinaldo, de las vacaciones, de los días festivos. Sus “sindicatos” así lo pactaron en contratos colectivos que nadie conoce. En los campos, laboran niños entre 10 y 15 años porque sus familias no pueden enviarlos a la escuela. Ayer se fueron a la huelga indefinida, después de marchar por más de veinte kilómetros, cargando con fogones y morrales de tortillas. Ya se puso en marcha una campaña mediática en su contra. “Están manipulados” “Los agita la CNTE de Oaxaca”. Representan estas heroicas luchas de resistencia de los desposeídos frente a los privilegios del capital. En los años veinte, cuando se iniciaban los balbuceantes repartos agrarios, a quienes se atrevieron a organizar sindicatos y huelgas, cultivar tierras abandonadas por causas del movimiento armado, o a los solicitantes de ellas, se les tildaba de haraganes, ladrones, buenos para nada. Se pensaba que Dios había puesto en la tierra a los hombres y mujeres, así como a los recursos naturales, para ser explotados a voluntad
abierto, explotan los yacimientos por un lapso de diez o quince años y dejan atrás pueblos abandonados, además de gigantescos agujeros y cerros de desechos es-
tivismo y modernidad como lo fue el famoso general Terrazas, pero en sustancia la expoliación del trabajo en escala universal llevada al cabo por un contem-
las cacareadas reformas estructurales promovidas por la actual administración constituyen otra vuelta a la tuerca en la entrega de nuevas generaciones de
de sus afortunados y no pocas veces predestinados poseedores. ¿Qué tanto hemos cambiado esta ideología y a las condiciones reales de donde brota?
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A la llana y sin rodeos DISCURSO DE JUAN GOYTISOLO AL RECIBIR EL PREMIO CERVANTES 2014
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n términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor. A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito -atraer la luz de los focos, “ser noticia”, como dicen obscenamente los parásitos de la literatura- sin parar mientes en que, como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas. La vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La regenta o durante siglos como La lozana andaluza. Quienes adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote no podían imaginar siquiera que la fuerza genésica de su novela les sobreviviría y alcanzaría una dimensión sin fronteras ni épocas. “Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”, escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente con él. Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor. Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada
en el agua, como una inútil celebración. Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalcatólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera. Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora, ¡quién pudiera estar aún en la oposición! Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes nacionalidad cervantina. Me reconozco plenamente en ella. Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias. En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel? ¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció, su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?
Hace ya algún tiempo dediqué unas páginas a los titulados Documentos cervantinos hasta ahora inéditos del presbítero Cristóbal Pérez Pastor, impresos en 1902 con el propósito, dice, de que “reine la verdad y desaparezcan las sombras”, obra cuya lectura me impresionó en la medida en que, pese a sus pruebas fehacientes y a otras indagaciones posteriores, la verdad no se ha impuesto fuera de un puñado de eruditos, y más de un siglo después las sombras permanecen. Sí, mientras se suceden las conferencias, homenajes, celebraciones y otros actos oficiales que engordan a la burocracia oficial y sus vientres sentados, (la expresión es de Luis Cernuda) pocos, muy pocos se esfuerzan en evocar sin anteojeras su carrera teatral frustrada, los tantos años en los que, dice en el prólogo del Quijote, “duermo en el silencio del olvido”: ese “poetón ya viejo” (más versado en desdichas que en versos) que aguarda en silencio el referendo del falible legislador que es el vulgo. Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa “exquisita mierda de la gloria” de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo. El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos, no debe distraernos de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre. Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, “deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables” e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a
unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad. Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla. El panorama a nuestro alcance es sombrío: crisis económica, crisis política, crisis social. Según las estadísticas que tengo a mano, más de 20 por ciento de los niños de nuestra Marca España vive hoy bajo el umbral de la pobreza, una cifra con todo inferior a la del nivel del paro. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo. No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura. Encajar la trama novelesca en el molde de unas formas reiteradas hasta la saciedad condena la obra a la irrelevancia y una vez más, en la encrucijada, Cervantes nos muestra el camino. Su conciencia del tiempo “devorador y consumidor de las cosas” del que habla en el magistral capítulo IX de la Primera Parte del libro le indujo a adelantarse a él y a servirse de los géneros literarios en boga como material de derribo para construir un portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito. Como dije hace ya bastantes años, la locura de Alonso Quijano trastornado por sus lecturas se contagia a su creador enloquecido por los poderes de la literatura. Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia.
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Dan a conocer Adolfo Sánchez Rebolledo, un militante socialista, de Patricia Pensado
Mi activismo en la izquierda, pequeña parte de una tradición importante y mal conocida El volumen es resultado de una serie de charlas que sostuvo la investigadora con el político
CARLOS PAUL / LA JORNADA
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a experiencia de vida como activista, militante e intelectual, que refleja cómo actuaba y pensaba la izquierda socialista durante la segunda mitad del siglo XX, dentro de los movimientos sociales y políticos en los que se vio involucrada, es el tema que articula el libro Adolfo Sánchez Rebolledo, un militante socialista. Escrito por Patricia Pensado Leglise, el volumen es resultado de una serie de entrevistas que la investigadora sostuvo con Sánchez Rebolledo a lo largo de tres años, desde 2005. Es un libro que refleja cómo en aquellos años había mayor compromiso ético-político de los activistas y militantes, y cómo es que se empiezan a conocer las diferentes corrientes marxistas, así como la articulación de la izquierda para luchar por la democracia, explica Pensado. Durante la presentación del libro, realizada el jueves en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, la investigadora leyó un texto enviado por Sánchez Rebolledo, quien no pudo asistir por motivos de salud. En el mensaje agradece las atenciones y explica: Mi experiencia en la izquierda, la militancia, es una minúscula parte de una tradición importante, aunque muy mal conocida. Quizás a muchos les resulte ajena o demasiado distante. Sin embargo, me parece que la historia se nutre, entre otros elementos, de la memoria individual, de las visiones y relatos de quienes vivieron o fueron testigos de ciertos acontecimientos. No se trata, apuntó Sánchez Rebolledo, de una historia de vida completa, sino de reseñar algunos momentos vinculados con el pensamiento político, sin intención de evitar verdad alguna. El libro fue comentado por los especialistas, activistas y académicos Antonio Gazol, Gustavo Gordillo
y José Woldenberg, quien leyó el prólogo que escribió para el volumen. Es probable que otros hombres y mujeres de izquierda tengan una trayectoria tan relevante e interesante como Sánchez Rebolledo, pero muy pocos combinan como él esa capacidad para contar de manera viva y apasionada, con su cualidad para pensar desde un mirador informado y sofisticado, dijo Woldenberg. No se trata en este caso, añadió, sólo de narrar una serie de acontecimientos y episodios, sino de analizar su significado, su importancia e impronta. Exilio e identidad Publicado por el Instituto Mora, el libro, destacó Gazol, desarrolla la cuestión de la identidad, toda vez que Sánchez Rebollo habla sobre las vicisitudes que vivió como hijo de exiliados republicanos españoles refugiados en México. Asimismo, Sánchez Rebolledo analiza y deja testimonio de diversos movimientos de izquierda y sindicales, como la Revolución Cubana, el movimiento estudiantil de 1968, su participación en la revista Punto Crítico, su actividad solidaria con países de América Latina, el movimiento sindical de los electricistas, el clima político en el que surgen diferentes grupos guerrilleros y la reforma política del Estado, entre otras cuestiones. Gazol también se refirió a los temas que se deben atender en México en el ámbito de la globalización, tema que Sánchez Rebolledo también aborda. Gustavo Gordillo destacó que Adolfo Sánchez Rebolledo, un militante socialista es un libro que se lee con facilidad, aunque aborda temas complicados. Se trata de una reconstrucción discursiva desde las distintas coyunturas políticas y sociales por las que la izquierda ha transitado, y que precede y actualmente acompaña al proceso de la transición democrática.
En la imagen, la autora y Gustavo Gordillo, uno de los invitados a comentar el volumen en el Instituto MoraFoto Cristina Rodríguez
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Prólogo JOSÉ WOLDENBERG
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a memoria. La memoria. Siempre la memoria. Escribe Enrique Florescano y con razón que “la memoria es una relación viva con el pasado”. Todos tenemos una historia y huellas de la misma quedan en la memoria. Las sociedades humanas también tienen historia, pero su memoria es desigual y combinada, para citar fuera de contexto a un clásico. Es más, creo que cuando se habla de “memoria colectiva” se comete un exceso.
Cierto que las comunidades tienen algunos referentes del pasado en común, cierto que existen instituciones encargadas de preservar, reproducir e incluso perpetuar eso que llamamos memoria colectiva, cierto que existen nociones compartidas del ayer, pero apenas trasciende uno cierta capa superficial, encuentra que los individuos portan un cargamento excesivamente heterogéneo y diferenciado del pasado. No existe, pues, una memoria pero si un abigarrado mapa de memorias individuales que en conjunto pueden ofrecernos un relato de nuestros orígenes y desarrollo como sociedad. La memoria no es un lujo. Tampoco una opción. Cada uno carga su propia memoria, vive con ella, es ella. Por eso cuando la memoria se trastoca, se nubla, e incluso desaparece, solemos decir, que la persona se convirtió en otra. Y en efecto, persona y memoria, identidad y memoria, son una y la misma cosa. Sin memoria
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seríamos una especie de máquinas inerciales, en estado de naturaleza, indiferenciadas. En el caso de las sociedades o las pequeñas comunidades “desde siempre” ha existido la vocación por “guardar el pasado”. “Dotar a un pueblo de un pasado común y fundar en ese origen remoto una identidad colectiva es quizá la más antigua y la más constante función social de la historia”, nos recuerda de nuevo Florescano. Y para cumplir con esa misión han existido “los habladores” de la tribu que recrea Mario Vargas Llosa hasta los historiadores profesionales. Se trata de construir un relato que ofrezca identidad, sentido, una especie de velo común que arropa a la comunidad. Por eso se ha considerado importante que la memoria se preserve, se trasmita, se documente, se discuta. A PÁGINA 6
Evocaciones y reflexiones*
ANTONIO GAZOL SÁNCHEZ
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ebo empezar por expresar mi agradecimiento a los organizadores, en particular al Instituto Mora, a Patricia Pensado y al propio Fito por la invitación a participar en este acto. Y no lo hago por una simple fórmula de cortesía, sino como una manifestación de gratitud por la lectura de un texto que me ha hecho evocar muchos recuerdos y, sobre todo, porque me ha provocado una gran cantidad de temas de reflexión, y que temas de años atrás hubieren regresado. Están con nosotros dos destacados compañeros de brega de Adolfo que compartieron con él muchas de sus experiencias como luchador por un mundo mejor, es decir, como militante socialista. Ellos, supongo, se referirán a algo de lo sucedido y de lo que vivieron juntos en ese trayecto. No es mi caso, al menos no totalmente. Mi militancia formal, que no mi inclinación y simpatía, en la izquierda mexicana terminó, por causas que no vienen al caso, a mediados o finales de 1962. Años antes, sin embargo, tuve el privilegio de compartir con Adolfo muchos de sus inicios en esa larga militancia que hoy, magistralmente, recoge el texto preparado por Patricia Pensado con base en una serie de conversaciones sostenidas con el propio Fito a lo largo de varios años. El resultado es espléndido. Como ya dije, la lectura me ha provocado recuerdos pero, en especial, me ha puesto a pensar. Los recuerdos, por supuesto, se centran en las célebres tardes sabatinas en casa de Max Rojas (a las que hace referencia el texto) en las que muchos nos iniciamos en tareas que aspiraban a ser de carácter político. Formamos grupos culturales (uno de ellos, el García Lorca cuya principal actividad consistió en un gran homenaje a Miguel Hernández en algún cine de Polanco y en el que las grandes ovaciones se les llevó, con absoluto merecimiento, la intervención de Juan de la Cabada). Nacieron el Grupo Avance, el Movimiento América Latina, y, como dice Fito, la célula Quinto Regimiento del Partido Comunista Mexicano, integrada en su mayoría por descendientes de refugiados españoles y éstos (los refugiados) nunca pudieron vencer su temor a que se les aplicara el artículo 33 constitucional por aquello de la injerencia en la política mexicana; guardo todavía ejemplares de los textos de poesía que editábamos y vendíamos en los camiones con el propósito de recabar fondos para el partido; el primero de estos cuadernos, en efecto, contiene un poema de Carlos Pellicer y la portada fue diseñada por nuestro compañero Jorge Ballester. En esa época yo me encargaba de la corrección de las pruebas de imprenta en un taller ubicado en la calle República del Salvador. La cantidad y calidad de gente que conocimos en aquellas tertulias daría para más de un volumen; empezando por los padres de Max, Jorge Rojas, en esa época gerente de Cubana de Aviación en México, y que, se decía, con frecuencia utilizaba esta posición para hacerles llegar
algunos suministros a los levantados en Sierra Maestra, y esa extraordinaria mujer que fue Cachita Proenza, la madre, cubana, refugiada en México con sus tres hermanas después de haber participado en un atentado contra el dictador cubano Gerardo Machado en los primeros años treinta. La lista de asistentes (permanentes, intermitentes u ocasionales) sería interminable y en ella un lugar destacado lo ocuparían, sin duda, Gustavo Londoño y Sergio Pitol, mencionados por Fito. Escuchábamos música, leíamos, discutíamos, “conspirábamos” y nos divertíamos. Ese fue el origen. No debo ni quiero omitir que en esas tertulias sabatinas conocí a quien ha sido, casi desde entonces, mi compañera de vida. Esos recuerdos llevan a otros, pero no creo que este sea el momento para nostalgias y añoranzas. Pienso que es de mayor interés compartir con ustedes un par de los muchos aspectos del libro que me generaron diversas y desordenadas reflexiones. La primera se refiere al fenómeno de la identidad que es el tema del primer capítulo. En efecto, a los hijos de los republicanos españoles nacidos en México no nos fue fácil aquello de la nacionalidad, no por el ingrediente burocrático del tema, sino porque durante algún tiempo (largo para muchos, breve para otros) no teníamos (o nos costaba tener) sentido de pertenencia, es decir, claridad respecto de cuál era nuestro lugar, de dónde veníamos. En nuestras casas, en efecto, nuestros padres vivían con la ¿idea?, ¿ilusión?, ¿manía?, ¿esperanza? de que aquello, el exilio, no fuese más que un paréntesis en su vida. A muchos esa esperanza se les diluyó al término de la segunda guerra mundial o, muy poco después, al constatar el apoyo estadounidense a la dictadura franquista por aquello del guerra fría. De cualquier modo, muchos seguían pensando que su exilio en México no era más que un paréntesis, más prolongado, pero paréntesis al fin. Otros tuvieron abierto el paréntesis el resto de su vida, aunque ocasionalmente hubieren realizado algún o algunos viajes a España. Fito afirma que en los colegios creados por el exilio, en especial el Colegio Madrid que es donde empezamos a ser amigos, se tenía el propósito de insertar a sus egresados en la sociedad mexicana. Yo no estaría tan seguro de eso, al menos al principio: es posible que ese fuera uno de los propósitos de su creación (en la Junta de Gobierno del Colegio Madrid participaban varios destacados mexicanos), pero el hecho es que los profesores (excelentes como término medio, con sus inevitables excepciones) también eran seres humanos, que también habían perdido una guerra y una patria y que también consideraban su estancia en México como un paréntesis en su vida; y eso inevitablemente se reflejaba en clase, en su actitud, en su trato cotidiano; ellos también tenían el deseo de regresar a su país. En todo caso, ese propósito, para el caso del Madrid, habría empezado a perfilarse hasta 1950 (nueve años después de su fundación) cuando se inicia la educación secundaria, y se pretendió consolidar tres años más tarde con la educación preparatoria. Años después A PÁGINA 7
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Somos, sin embargo, una sociedad desmemoriada y nuestra izquierda padece una amnesia selectiva. Fernando Zertuche habla de entidades adánicas que actúan y se comportan como si hubiesen nacido hoy. Como si carecieran de pasado, como si el día a día fuera el único referente, como si la memoria fuera un estorbo. No hablo por supuesto de los rituales cívicos que con una regularidad digna de mejores causas se cumplen año con año, tampoco de la trasmisión de algunos nombres, fechas y acontecimientos que de manera regular se lleva a cabo en las aulas y a la que denominamos historia, y menos aún de los mitos y leyendas que compartimos; sino de una densa nube que opaca el pasado y que difícilmente puede trascenderse con los rituales enunciados. Por ello necesitamos rescatar las memorias, sobre todo aquellas que resultan significativas; de las personas cuya trayectoria puede alumbrar lo que fue el ayer, con sus contextos, vicisitudes, proyectos, retos. Con ese objetivo, con ese horizonte, se ha abier-
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to paso el expediente de la historia oral. Una fórmula para recabar testimonios, experiencias de vida, reflexiones, sobre nuestro pasado inmediato. Es un instrumento no solo útil, sino fascinante, porque permite acercarse a las historias singulares o colectivas, narradas con la intensidad, los giros y las inflexiones, de los propios actores. Patricia Pensado Leglise se acercó a Adolfo Sánchez Rebolledo para rescatar su testimonio, su relato y sus análisis de lo que fue su experiencia como militante y hombre de izquierda. No se equivocó. Es probable que otros hombres y mujeres de izquierda tengan una trayectoria tan relevante e interesante como la de Sánchez Rebolledo, pero muy pocos combinan como él esa capacidad para contar de manera viva y apasionada con su cualidad para pensar desde un mirador informado, sofisticado. No se trata en este caso solo de narrar una serie de acontecimientos y episodios, sino de analizar su significado, su importancia, su impronta. A lo largo de once sesiones Patricia platicó con Sánchez Rebolledo. Preguntó, grabó, tomó notas. Y al final, logró recons-
truir capítulos significativos de la historia de la izquierda y las elaboraciones que a lo largo de los años ha venido decantando el entrevistado. ¿Qué encontrará el lector en las páginas siguientes? Hijo de refugiados españoles que llegaron a México luego de la derrota de la República a manos de los bandidos comandados por Franco, Sánchez Rebolledo nos ilustra sobre las vicisitudes que esa experiencia entraña. Rememora la política de puertas abiertas del Presidente Cárdenas, la tragedia del exilio, las dificultades de los transterrados y los problemas de identidad de sus hijos. Recuerda el impacto que la Revolución Cubana tuvo en toda una generación de militantes y simpatizantes que vieron en ella “un soplo de aire fresco” ante el marxismo osificado y dogmático que se generaba en Moscú. También el amargo desenlace de la experiencia de la Unidad Popular en Chile y las diferentes formas de solidaridad que se asumieron desde nuestro país. Es el movimiento estudiantil de 1968 el que pone en el centro la importancia de la movilización de masas, y es su paranoica represión por
parte del gobierno la que activa un buen número de proyectos de transformación desde la izquierda. Es en el marco del post 68 que nace un ambicioso proyecto editorial, la revista Punto Crítico, que encabezada por Sánchez Rebolledo, se convierte en una publicación que da seguimiento a las movilizaciones populares, las documenta y analiza, que refresca el debate, que se convierte en un punto de referencia político. Desde ahí se tienden puentes de comunicación con los electricistas democráticos encabezados por Don Rafael Galván y con otros destacamentos populares y también Punto… tiene una relación espacial con el emergente (entonces) sindicalismo universitario, ya que varios de sus integrantes son al mismo tiempo dirigentes y militantes en los centros de educación superior. Sánchez Rebolledo también reconstruye el clima político en el que surgen diferentes grupos guerrilleros y analiza sus resortes ideológicos y sus derivaciones políticas, algunas de ellas funestas. El lector encontrará un relato de la experiencia de ASR como militante partidario. Muy joven en el Partido Comunista Mexicano, pero sobre todo a partir de 1981 en el Movimiento de Acción Popular (MAP), el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el Partido Mexicano Socialista (PMS) y en el PRD. Eslabones sucesivos del proceso de unificación de la izquierda. El embarnecimiento progresivo de la izquierda mexicana fue motor y beneficiaria de las sucesivas reformas políticas. Tres retratos de destacadas personalidades de la izquierda complementan el testimonio de Sánchez Rebolledo. Los de Rafael Galván, Natalio Vázquez Pallares y Othón Salazar. Los dos primeros deslumbrantes figuras de la tradición nacional y popular de la Revolución Mexicana. El tercero, militante legendario del sindicalismo magisterial y militante comunista. Precisamente sobre la militancia el lector encontrará un ensayo verbal sugerente e informado de ASR. Patricia Pensado ha sido fiel al entrevistado. Ha ordenado y editado en capítulos las largas y fructíferas pláticas que sostuvo con Adolfo Sánchez Rebolledo. Logra transportarnos a otros tiempos, escuchamos “otras voces”, nos movemos en “otros ámbitos” (como diría Truman Capote). Y esa experiencia quizá nos ayude a comprender de mejor manera de dónde venimos y por qué las cosas son como son.
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(en los setenta y ochenta), en amplios sectores del exilio, no era extraño escuchar a quien afirmara que sus nietos –es decir, los hijos de sus hijos, que ya habían nacido y se habían educado en México- asistían al Colegio Madrid porque, ellos, los nietos, eran refugiados. ¡Pobres criaturas!. Pero lo anterior no es sino un reflejo del problema de identidad que todos los descendientes del exilio tuvimos que resolver de una u otra manera. El dilema no era sencillo: todos (o casi) teníamos abuelos, tíos, primos en España; es decir, “nuestra” familia, a excepción de nuestros padres y hermanos, estaba allá. Y el fenómeno no se puede generalizar a todos los descendientes de padres no mexicanos (me niego a utilizar el término “extranjeros”), porque en el caso de los que tenemos ascendencia española hemos debido adaptarnos a un complejo y ambivalente sentimiento del mexicano medio hacia la antigua metrópoli, contra la que se luchó en una guerra de independencia de la que habrían de surgir una nueva nación y, en consecuencia, una nueva nacionalidad. A riesgo de caer en el esquematismo simplón, podrían distinguirse tres tipos de actitudes en materia de identidad de parte de los hijos de refugiados: unos, desde el principio, o casi, se desentendieron de su origen español, segaron sus raíces y así resolvieron el asunto; otros, al contrario, continúan, o continuaron, con la convicción de que eran españoles (independientemente de actas y otros papeles burocráticos) que vivían en México y que en algún momento se establecerían en lo que consideraban “su” país, o asumían el papel de “extranjeros” (aquí sí que lo utilizo); y un tercer grupo (quiero suponer que mayoritario), integrado por los que no negamos ni rechazamos nuestro origen, pero sabemos, sentimos, que pertenecemos a este país, que lo nuestro es y está en México; cada uno habrá llegado a su manera y en sus circunstancias a esta importante conclusión y cada cual tendrá su propia anécdota vital. Fito y yo, con muchos más, pertenecemos a este tercer grupo. Hubo otros que, aunque quisieron, no pudieron identificarse plenamente y en una decisión de ejemplar honestidad optaron por volver a España. Es el caso de dos brillantes contertulios de las reuniones de los sábados: Jorge Ballester, pintor, y José María Vidal, economista. Ambos, lo primero que hicieron al llegar a su nuevo hogar fue afiliarse al partido comunista, en la clandestinidad, lo que en la España franquista equivalía a jugarse la vida o, como mínimo, la libertad. (Es pertinente una aclaración para subrayar que aquellos que, afortunadamente para ellos, no han tenido que pasar por una experiencia semejante, lo anterior poco o nada les diga, pero los que la hemos vivido sabemos de qué se trata y de cómo se siente). Concluye la aclaración. Fito nos cuenta que él lo resolvió por la vía de la militancia. Después de un enriquecedor viaje a Cuba decidió que su espacio vital, político, humano, estaba en México. Por cierto, a propósito de Cuba y su revolución, recuerdo la larga charla que tuvimos Fito y yo, el 1 de enero de 1959, paseando por el Malecón del Puerto de Veracruz, sobre lo que podíamos y debíamos hacer ante ese acontecimiento. En rigor, lo “único” que había sucedido en Cuba la madrugada de ese primer día del año era que el dictador Batista había huido y el Ejército Rebelde se preparaba para entrar triunfante en La Habana una sema-
na después, .…., lo demás vendría más adelante. Pero Fito ya sabía, o percibía, que algo vendría después, y que ese algo sería importante, y que algo debíamos hacer para que ese algo ocurriera, o ayudar a que sucediera, o discutir y difundir lo que sucediera. Fito, entonces, estaba por cumplir sus primeros 17 años. A esa época corresponde también la evocación que hace Fito, en la página 139, cuando relata cuándo y cómo conoció a Othón Salazar, y de alguna manera ese acontecimiento sintetiza todo esto de los problemas de identidad. Para asistir a la reunión en casa del Ing. Tamayo, allá en la calle Bartolache, Balo Tamayo pasó por nosotros, en su viejo Opel, al Ateneo Español de México, en la calle Morelos, a dónde habíamos acudido a una reunión del Movimiento Español 59, del que formábamos parte y del que también se da cuenta en el texto que comentamos. En menos de cuarenta y cinco minutos, lo que se hacía para recorrer la distancia entre Morelos y Bartolache, habíamos pasado de participar en un acto político vinculado con España a una reunión informal con una intensa carga también política en la que se debatían los temas del complejo momento mexicano del 59 (nosotros estábamos de “oyentes”). La anécdota anterior la relato también como muestra de la larga, extensa, trayectoria de Adolfo Sánchez Rebolledo como hombre de izquierda y ese más de medio siglo de militancia (formal, institucional o no, eso es irrelevante) le da autoridad (y conocimiento) para la cuidadosa, profunda, analítica revisión que hace de lo que ha ocurrido en la izquierda mexicana desde los años sesenta hasta nuestros días. Como ya dije, en esta mesa participan dos personas más conocedoras y con mayor autoridad, para tocar estos aspectos del libro de Patricia sobre la militancia socialista de Adolfo, pero no quiero dejar de llamar la atención respecto del diagnóstico que surge de su lectura: no obstante todo lo visto y vivido desde los sesenta, de los aciertos y, en especial, de los errores -grandes y graves- cometidos en más de 50 años, la izquierda sigue siendo la única opción. Claro, habría que empezar, de nueva cuenta, por definir qué es la izquierda y, en especial, si es posible su unidad en torno a unos cuantos principios básicos. Todos sabemos, o deberíamos saber, a qué sectores de la sociedad favorece la permanente, casi folclórica, división de la izquierda mexicana. Otro tema que me indujo a pensar aparece casi al final del libro, en los últimos párrafos de la parte sobre los Movimientos de Izquierda (pág. 126). Sánchez Rebolledo llama la atención sobre un asunto particularmente relevante. Cito de forma textual “El tema de la globalización actualizado por la cuestión de la crisis demuestra ahora más que nunca que siendo la globalización un fenómeno para los objetivos del desarrollo de la economía mundial, no te puedes quedar cruzado de brazos ante cualquier tipo de globalización; y que sí es necesario elaborar una propuesta para saber tú a un país llamado México como te integras a
Domingo 3 de mayo de 2015
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esa globalización sin perder necesariamente parte de tu riqueza y de tu honestidad y esto implica una nueva reflexión sobre el Estado”. En siete líneas se advierte sobre uno de los asuntos que no ha podido ser resuelto (o no ha sido abordado adecuadamente) por la izquierda; no solo la mexicana: ¿qué hacer ante el fenómeno de la mundialización?. Ha prevalecido un planteo que la identifica con las prácticas del rea-
en cómo integrarse o participar en ese proceso sin perder nada, y yo iría un poco más lejos, porque no se trata solo de no perder, sino de cómo México puede participar en y de esa globalización en condiciones de favorecer su propio desarrollo. Si partimos del peligroso supuesto de que no hay nada que hacer sino dejarnos arrastrar por la corriente mundializadora, entonces vayámonos a la playa a leer novelitas amables. Pero si aceptamos la invi-
ganismo y del thatcherismo, que se opone a (casi) cualquier relación económica con otros países (en especial con los de mayor nivel de desarrollo) y se ha centrado en la participación y en el apoyo a cualquier expresión globálifoba, diga lo que diga o haga lo que haga. Parecería que ha olvidado que probablemente el primer llamado a la mundialización haya sido aquella célebre frase con la que concluye un no menos célebre manifiesto: “proletarios del mundo, uníos”. Claro, lo ocurrido es que mientras las proletarios del mundo siguieron desunidos, y, en ocasiones, hasta en pugna, han sido los capitalistas del mundo los que se han unido. Lo globalización consiste solo (pero nada menos) en la construcción de un solo gran mercado mundial, esto es, un espacio en el que se muevan libremente las mercancías, los servicios, el capital y el trabajo. José María Vidal (del que ya dije que era de los tertulianos sabatinos) planteaba desde los 90 del siglo pasado, en sus famoso ensayo Diez Tesis sobre Mundialización que ese proceso, el de la construcción de un solo mercado mundial, había avanzado notablemente en lo relacionado con el comercio de mercancías, un poco menos en el intercambio mundial de servicios, estaba avanzando a gran velocidad en el trasiego internacional del capital, y que en lo que estaba detenido era en la formación de un solo gran mercado del factor trabajo, y que el proceso era irreversible. Al cabo de un cuarto de siglo ha quedado plenamente acreditada la pertinencia y exactitud de ese diagnóstico,: el movimiento de mercancías es más libre que nunca en la historia (con algunas excepciones); los servicios comerciales se están liberalizando a una gran velocidad, el capital prácticamente ya no tiene barreras para moverse como quiera y donde quiera, y el movimiento de la mano de obra sigue siendo el gran asunto pendiente de la mundialización. Esa es la realidad. Sea o no de nuestro agrado. No se va a revertir por una manifestación más o una manifestación menos, por una protesta más o menos airada (y probablemente justificada). La cuestión radica, como sugiere Sánchez Rebolledo,
tación de Fito para no cruzarnos de brazos y para construir una propuesta de participación en el proceso, entonces sí hay mucho que hacer y cuánto antes empecemos más pronto llegaremos a algún sitio Se trataría, por ejemplo, de examinar la inserción de México en esa economía globalizada, y para ello, primero, habría que analizar, más allá de lugares comunes y tópicos al uso, cuestiones tales como el presente y el futuro de la integración económica de América del Norte, y si se persiste en la tesis de la renegociación del Tratado, definir qué es lo que deseamos pedir y qué estamos dispuestos a dar a cambio (se habla de renegociación, no de denuncia unilateral del Tratado que, evidentemente, a estas alturas, sería altamente costosa para México); habría que trabajar mucho sobre la pertinencia y la eficacia de una política comercial que se ha limitado a suscribir tratados comerciales que se yuxtaponen y se confunden entre sí; no debe soslayarse el triste papel que México desempeña en los procesos de integración de y con América Latina; o el futuro del comercio mundial en caso de que prosperen los proyectos en negociación de los acuerdos Transpacífico y Trasatlántico; o el funcionamiento de un sistema monetario internacional centrado en una moneda cuyo país emisor es el mayor deudor de la historia. He mencionado solo unos cuantos de los temas, en el ámbito de la inserción de México en la economía mundial, que requieren atención inmediata de parte de la izquierda, para que su análisis y debate deriven en la propuesta, o en el conjunto de propuestas, que urgen en este país y en este momento y que demanda Adolfo en ese enjundioso párrafo. El libro da para más, para mucho más. Pero no quiero abusar de la paciencia y de la gentileza de ustedes. Aquí lo dejo y volveré a leer el libro que, seguramente, me dirá nuevas cosas. Gracias. *Texto leído en la presentación del libro: “Adolfo Sánchez Rebolledo, un militante socialista”, de la autora Patricia Pensado Leglise, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 18 abril de 2015.
EL RACISMO ORIGINA LOS DISTURBIOS. CRÓNICA DE DEMOCRACY NOW
Baltimore: Cientos de personas desafían toque de queda mientras continúan las protestas pacíficas
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n Baltimore, Maryland, la policía antidisturbios lanzó gases lacrimógenos y granadas de humo durante la noche, mientras cientos de personas desafiaron el toque de queda establecido a las diez de la noche para seguir manifestándose por la muerte de Freddie Gray. Una semana después de ser arrestado, Gray murió por heridas en la médula espinal; según testigos, durante su arresto la policía lo torció como si fuera una trenza de pan. Se le acusó de hacer contacto visual con un teniente de la policía y luego salir corriendo. Su familia dijo que el 80% de su columna vertebral estaba quebrada a la altura del cuello. Durante la noche, al menos diez personas fueron detenidas en medio de la relativa calma que siguió al levantamiento de la noche anterior, que dejó un saldo de más de 200 arrestos, decenas de coches incendiados y varios edificios muy dañados. El toque de queda durante la noche fue cubierto por 3.000 policías y soldados de la Guardia Nacional. El lunes, el presidente Barack Obama pidió que se hiciera un “análisis de conciencia” sobre los homicidios policiales, pero criticó la destrucción de la noche anterior. Obama expresó: “No hay excusa para el tipo de violencia que se vio ayer. Es contraproducente. Cuando las personas comienzan a forzar puertas para saquear, no están protestando ni están dando un mensaje; están robando”. Loretta Lynch, la flamante fiscal general, dijo que el Departamento de Justicia proporcionaría los recursos necesarios para controlar las protestas. Lynch declaró: “He estado en contacto directo con funcionarios en Maryland, entre ellos el gobernador, y ordené al departamento que brindara la asistencia que pueda ser útil para restablecer la calma y resolver la agitación que estalló en la ciudad”. Tras haber arrestado a más de 200 personas durante la noche del lunes, las autoridades de Baltimore se vieron obligadas a liberar a alrededor de la mitad de ellas el miér-
coles, en medio de una ola de recursos judiciales. Algunos de los prisioneros dijeron que estuvieron detenidos durante dieciocho horas sin alimentos. Uno de los detenidos es un joven de 18 años que fue fotografiado mientras rompía una patrulla de la policía con un cono de tránsito. Se fijó su fianza en medio millón de dólares, después de que su padrastro lo convenciera de que se entregara. Las escuelas reabrieron en Baltimore después de haber permanecido cerradas tras los alzamientos del lunes por la noche, en los que se quemaron automóviles y edificios. Sin embargo, se prohibió a las personas asistir al partido de básquetbol del equipo Baltimore Orioles en Camden Yards, lo que implicó que los equipos debieron jugar en un estadio vacío. Associated Press dijo que fue “uno de los espectáculos más extraños de la historia de la ligas mayores” de básquetbol. De Nueva York a Ferguson, miles marchan en solidaridad con Baltimore Miles de personas marcharon en ciudades como Boston, Chicago, Ferguson y Missouri para expresar solidaridad con Baltimore y para vincular el caso de Freddie Gray con el asesinato policial de afroestadounidenses en todo el país. En Boston, manifestantes se reunieron frente a la jefatura de policía y cantaron “Ser negro no es un delito, siempre la misma historia”. En Mineápolis, manifestantes marcharon en la ciudad llevando un ataúd. En la ciudad de Nueva York, se informó que al menos 120 personas fueron arrestadas después de que manifestantes bloquearan la entrada del túnel Holland, la autopista West Side y Times Square. El manifestante Al Patron dijo que se centró demasiado la atención en la represión de los levantamientos del lunes por la noche en Baltimore, y no lo suficiente en los problemas subyacentes. Patron dijo: “Se está perdiendo. En lugar de ver la raíz del problema, nos estamos centrando en los disturbios,
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cuando la raíz del problema es más importante. Asesinaron a alguien, le quitaron la vida a una persona. Creo que debemos comenzar a prestar atención a eso, prestar más atención a preservar la vida que a preservar los edificios o la propiedad. No me importa eso, me importan las vidas de las personas como yo”. Hillary Clinton critica encarcelamiento masivo e insta a que se coloquen cámaras en cuerpos de los policías Hillary Clinton habló sobre el problema de la violencia policial y criticó el sistema de encarcelamiento masivo de Estados Unidos, en su primer discurso político importante desde que anunció su candidatura a la presidencia. Clinton habló en la Universidad de Columbia en Nueva York e instó a que todos los policías coloquen cámaras en sus cuerpos. También afirmó que deberían reformarse las condenas severas a las personas que cometen delitos relacionados con drogas. Hillary Clinton declaró: “Tenemos que asumir algunas realidades difíciles con respecto al origen étnico y la aplicación de justicia en Estados Unidos. Algo está muy mal cuando los hombres afroestadounidenses tienen muchas más probabilidades de ser detenidos y registrados por la policía, acusados de delitos y condenados a penas más largas de prisión que sus pares blancos. Algo está mal cuando un tercio de los hombres negros se enfrenta a la posibilidad de ser encarcelados a lo largo de sus vidas”. Los comentarios de Clinton contrastan considerablemente con las declaraciones que realizó como primera dama, cuando apoyaba la plataforma de su esposo, el presidente Bill Clinton, denominada “mano dura con el delito”. Esta incluía una ley de 1994 que provocó que se aplicaran condenas más severas a los delitos relacionados con las drogas y aumentó el número de prisiones y de policías.
Suplemento dominical de
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