Correo Del Sur No 446

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Número 446 Julio 5, 2015

Los objetivos “menores” ¿para cuando?

La voz de los otros. Libros para leer el siglo de José Woldenberg

Aplastar a Grecia para acabar con toda disidencia / Las seis razones de Varufakis para votar NO / Paul Krugman votaría “NO”


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Aplastar a Grecia para acabar con toda disidencia Juan Torres López

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espués de contemplar lo que viene ocurriendo entre Grecia y la Troika en los últimos años, y especialmente desde que gobierna Syriza, hay que ser muy ingenuo para pensar que el desacuerdo actual es una fase de un debate económico honesto, es decir, de una negociación sobre la conveniencia de tomar unas medidas u otras para mejorar la situación de la economía griega y de la europea en general. Y, por supuesto, para creer, como nos dicen, que lo que se plantea es que un país, en este caso Grecia, haga efectivos sus compromisos y pague sus deudas. Si esa fuese la cuestión, Alemania (que es la potencia europea que más deudas ha dejado de pagar en el último siglo y a quien más se le han perdonado) comenzaría a saldar las muy cuantiosas que tiene con Grecia desde la última guerra mundial, por ejemplo.

Los hechos son elocuentes: – La quiebra de Grecia vino producida por la aplicación de políticas neoliberales en los últimos decenios y por la complicidad de las autoridades europeas y de los grandes bancos internacionales con sus gobiernos corruptos y con las élites que se beneficiaron del expolio de lo público y de una fiscalidad poco progresiva. Sin embargo, estas mismas autoridades y estos bancos se empeñan en resolver el daño de esas políticas reforzando su aplicación. Un contrasentido que solo puede tener los efectos desastrosos que ha tenido hasta que llegó al gobierno Syriza y que son bien conocidos. – Es una barbaridad que se preste dinero a alguien que está quebrado. Sin embargo, cuando Grecia estaba quebrada como consecuencia de lo que acabo de señalar, la Troika le obligó a solicitar préstamos que se sabía que, lógicamente, no iba a poder pagar. Otro contrasentido que solo puede explicarse porque dar crédito es el negocio de la banca internacional y porque esa era la manera de salvar a los bancos europeos que irresponsablemente habían financiado las políticas corruptas de los anteriores gobiernos griegos en connivencia con la banca internacional que auditaba y respaldaba el engaño. – Cuando se reconoció la quiebra de Grecia el problema podría haber tenido una solución relativamente poco costosa y apenas incruenta socialmente. Su deuda era, por ejemplo, unas tres veces menor al dinero que los gobiernos francés y alemán dieron generosamente para salvar a sus bancos. Sin embargo, como he dicho, se aprovechó la

situación para obligarla a suscribir nuevos préstamos con tipos de interés cada vez más altos gracias a la manipulación de los mercados por los propios prestamistas. – Las políticas de austeridad (de falsa austeridad, como señalaré enseguida) han fracasado completamente. No han permitido alcanzar ni uno solo de los objetivos que la Troika decía que iban a cumplir. Han provocado una caída de casi el 30% en la actividad económica y en los ingresos, y la deuda (que se supone que era lo que iban a resolver) ha aumentado considerablemente. Ninguna, exactamente ninguna de las previsiones de la Troika al imponer estas políticas se ha cumplido. – También son evidentes las pruebas de que esas políticas no han buscado la austeridad y soportar menos gastos sustanciales, como decían: Se podría haber financiado a Grecia sin intereses (o con intereses irrelevantes), tal y como se viene haciendo con la banca privada para salvarla de su irresponsabilidad. Actualmente, Grecia paga alrededor del 12% de su deuda pública en intereses frente al 0,56% de Alemania y eso no se debe, como también se quiere hacer creer, a la mala situación económica griega, sino a que se renunció a que el banco central financie a los gobiernos para que hagan negocio con ello los bancos comerciales creando dinero de la nada (han llegado a cobrar a Grecia un 35% de interés por un dinero que obtenían prácticamente sin coste alguno). Se podrían haber paralizado los gastos militares griegos pero no se ha hecho porque son una fuente de ingresos para Alemania y Francia. Ningún acreedor en su sano juicio impone a su deudor una estrategia que le impida generar más ingresos sino que procura que los genere en la mayor cuantía posible para que así pueda ir pagándole la deuda. La Troika, sin embargo, se empeña día tras día en imponer políticas que destruyen la capacidad de crear ingresos en la economía griega (las medidas recesivas que ha vuelto a imponer para llegar a acuerdos y que el gobierno griego ha rechazado con toda razón y sensatez). Como diré enseguida, no se busca en realidad que Grecia genere ingresos y pague (como quiere el gobierno de Syriza), sino que se someta y que se traspasen cada vez más recursos y poder al sector privado ya de por sí más poderoso, lo que en lugar de salvar a la economía griega la empeorará aún más, como antaño cuando se hizo exactamente eso. – No se puede aportar evidencia empírica y científica alguna para probar que las políticas de privatizaciones, de

recortes y de destrucción de instituciones que impone la Troika sean eficaces para generar eficiencia, más ingresos y mejor condición económica. En ningún país en donde se han aplicado las medidas de austeridad que propone la Troika se han conseguido los efectos que dicen que van a conseguir para tratar de convencer a la población. Así lo demuestra claramente el libro de Mark Blyth Austeridad. Historia de una idea peligrosa. – Las políticas impuestas por la Troika solo se han dirigido a facilitar que los grupos económicos y la población de mayor renta se apropien de cada vez más ingreso y patrimonio. Un reciente informe (Greece: solidarity and adjustment in times of crisis) lo deja bien claro: los ingresos salariales han caído un 27% entre 2009 y 2014, los impuestos han subido en un 337% para los grupos de menor ingreso y menos del 10% para los más elevados, y el 10% de la población más pobre ha perdido el 82% de sus ingreso desde 2008. Otros muchos estudios han mostrado que las políticas de la Troika han hecho que Grecia sea el país europeo en donde más han aumentado el riesgo de pobreza y la exclusión social y que el traspaso patrimonial desde los más pobres y desde el Estado a los más ricos ha sido ingente. – Como han dicho reiteradamente, las autoridades griegas no se oponen a pagar las deudas sino a que se cierren las fuentes de ingresos que permiten pagarlas y mantener condiciones de vida digna de su población. Y tampoco se han negado, ni siquiera, a realizar reformas en la línea impuesta por sus acreedores, a pesar de estar en contra de sus deseos y compromisos electorales. – La única mejora que se ha producido en la economía griega fue tras la reestructuración de la deuda, que es lo que principalmente reclama el gobierno griego. Y diversos informes han mostrado que hay otras vías distintas para generar ingresos que permitan que Grecia salga adelante, a diferencia de lo que viene ocurriendo con las que ha impuesto hasta ahora la Troika (ver mi artículo Grecia y Syriza frente a una Europa en evidencia). Es indiscutible que la Troika no ha logrado mejorar la economía griega con sus medidas y ni siquiera que los acreedores tengan más oportunidades de cobrar (en realidad, éstos han prestado con tantos intereses que tienen casi seguridad total de cobrar el principal por muy mal que se pongan las cosas). ¿Por qué, entonces, las autoridades europeas se empeñan en cerrar cualquier salida al gobierno griego?.


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. Las negociaciones están paralizadas porque los acreedores de Grecia (a) se negaron a reducir nuestra deuda pública imposible de pagar e (b) insistieron en que fuera pagada “paramétricamente” por los miembros más débiles de nuestra sociedad, sus hijos y nietos. 2. El FMI, el Gobierno de Estados Unidos, muchos otros gobiernos en todo el mundo y la mayoría de los economistas independientes creen –junto a nosotros– que la deuda debe ser reestructurada. 3. El Eurogrupo admitió (en noviembre de 2012) que la deuda debía ser reestructurada, pero se niega a comprometerse a una reestructuración de la deuda. 4. Desde el anuncio del referéndum, la Europa oficial ha enviado señales de que está dispuesta a discutir sobre la reestructuración de la deuda. Estas señales demuestran que la Europa oficial también votaría NO en su propia oferta “final”. 5. Grecia permanecerá en el euro. Los depósitos en los bancos griegos están seguros. Los acreedores han elegido la estrategia del chantaje basada en la caída de los bancos. El impasse actual se debe a esta decisión de los acreedores, y no a que el Gobierno griego haya interrumpido las negociaciones o a cualquier idea griega sobre Grexit y devaluación. La posición de Grecia en la Eurozona y en la Unión Europea no es negociable. 6. El futuro exige una Grecia con orgullo dentro de la Eurozona y en el corazón de Europa. Este futuro exige que los griegos digan NO en voz alta el domingo, que continuemos en la Zona Euro y que, con el poder que nos dé el NO, renegociemos la deuda pública de Grecia, así como la distribución de la carga entre los que más tienen y los que menos tienen.

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Las seis razones de Varufakis para votar NO

Paul Krugman votaría “NO” E l Nobel de Economía Paul Krugman, muy crítico con la gestión de la UE de la crisis económica, y que, en el 2012 auguró la salida de Grecia del euro, se ha posicionado este lunes, en un artículo publicado en ‘The New York Times’, respecto al referéndum convocado por Alexis Tsipras para que los griegos decidan si quieren aceptar o no la propuesta de los acreedores. Krugman cree que los griegos deberían votar ‘no’ a las exigencias de la troika y apunta que el Ejecutivo de Syriza debería estar preparado para salir del euro. En su artículo ‘Greece over the brink’ (‘Grecia al borde del precipicio’), Krugman, que parte de la base de que la creación del euro ha sido “una gran equivocación” porque nació sin la unidad fiscal y bancaria que, a juicio del Nobel, eran condiciones indispensables para su éxito, sostiene que aunque hasta ahora las autoridades europeas han logrado evitar el derrumbe del sistema, ahora la situación de Grecia ha llegado a “lo que parece un punto de no retorno”. Y ante este punto, señala, “Grecia debería votar ‘no’ (en el referéndum) y el Gobierno griego debería estar listo, si fue-

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ra necesario, para salir del euro”. Un posicionamiento que justifica apuntando que “todo lo que habéis oído sobre la irresponsabilidad griega es falso” y que la actual situación de colapso de la economía griega “tiene mucho que ver con el euro”, que mantiene encorsetada a la economía helena. Porque, afirma Krugman, Grecia ya recortó sus gastos, ya bajó las pensiones, ya subió impuestos y ya aplicó medidas de auteridad reclamadas por Bruselas sin que ello le haya supuesto al país recuperarse de la crisis. El Nobel recuerda que otros casos de recesión, como Islandia o Canadá, comportaron devaluaciones de la moneda, cosa que Grecia no ha tenido opción de hacer.

Tres razones para votar ‘NO’ Krugman concluye que la troika ha presentado a Grecia una oferta que apenas se diferencia de las políticas aplicadas en los últimos cinco años y aventura que el objetivo era o es acabar con el Gobierno de Syriza. “Es, o pretendía ser, una oferta que Tsipras no puede aceptar porque destruiría su razón política de existir”, sostie-

ne el Nobel que aventura que el propósito es dejar al primer ministro fuera del Gobierno, “cosa que sucederá si los griegos temen la confrontación con la troika y votan ‘sí’ en el referéndum”. Tres razones da Krugman para votar ‘no’: “Una, más austeridad es un callejón sin salida; tras cinco años de austeridad Grecia está peor que nunca. Dos, el temido caos de una salida de Grecia del euro ya ha pasado; con los bancos cerrados y el capital controlado, no hay mucho más daño que hacer. Y tres, ceder al ultimátum de la troika representará el abandono de cualquier pretensión de Grecia de ser independiente”. Y remacha contundente: “No os creáis que los miembros de la troika son solo tecnócratas explicando a los griegos ignorantes lo que hay que hacer. Estos supuestos tecnócratas son de hecho fantasiosos que no han respetado nada de lo que sabíamos sobre macroeconomía y que se han equivocado en todo lo que han hecho”. Y acaba: “Es hora de poner fin a esto. De lo contrario Grecia vivirá una austeridad sin fin y una depresión sin visos de acabar”.

El Nobel de Economía Paul Krugman, muy crítico con la gestión de la UE de la crisis económica, y que, en el 2012 auguró la salida de Grecia del euro, se ha posicionado este lunes, en un artículo publicado en ‘The New York Times’, respecto al referéndum convocado por Alexis Tsipras para que los griegos decidan si quieren aceptar o no la propuesta de los acreedores. Krugman cree que los griegos deberían votar ‘no’ a las exigencias de la troika y apunta que el Ejecutivo de Syriza debería estar preparado para salir del euro.


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La voz de los otros. Libros para le JACQUELINE PESCHARD

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os libros siempre nos dicen algo sobre sus autores. Nos permiten hurgar en los temas les interesan, en las perspectivas desde las que los abordan, en los autores que los inspiran y en el mensaje que quieren enviar a sus lectores. Esto es particularmente cierto cuando se trata de un libro de reseñas de libros, un libro sobre libros, como “La voz de los otros”, que nos permite adentrarnos en lo que mueve, preocupa y anima a José Woldenberg. “La voz de los otros” recoge 50 reseñas de libros elaboradas y, en la mayoría de los casos, publicadas por Woldenberg en el curso de los últimos diez años, aunque la gran mayoría son de los últimos cinco. Esto nos muestra algo que todos sabemos de Woldenberg, que es un lector incansable, al que difícilmente se le escapan las novedades no sólo de ensayos de ciencia política e historia, sino de todo tipo de géneros literarios, y que además de leer para su propio disfrute, escribe notas o reseñas sobre sus lecturas impulsado y lo cito” … por el interés que el libro suscita, o por la actualidad del mismo, o por las puras y duras ganas de hacerlo… generando un círculo virtuoso para mí.” Y yo agregaría que para muchos otros también, porque una reseña bien estructurada, puntual y crítica despierta el deseo de hacer la lectura completa. Esa es la gran virtud de los comentarios escritos sobre libros y éste cumple ese propósito con creces. Los textos están organizados en torno a siete grandes

apartados: galaxia izquierda, constancia de la derecha republicana, la miopía del buen vecino, modulaciones del pasado, el laberinto de la complejidad, juegos terribles y gozosos y un pilón: los deportes. Este mosaico de libros, abarca sobre todo ensayos sobre la vida política de ayer y de hoy, pero hay literatura pura también. Aunque algunos de los textos son coyunturales y tocan sucesos del pasado reciente, son una fuente rica para la reflexión hoy, justamente porque permite revisar qué tanto las problemáticas de aquellos momentos subsisten, qué tanto los diagnósticos elaborados hace algunos años dan cuenta de lo que hemos avanzado y/o de las fuertes resistencias al cambio que persisten. Como no puedo aspirar a hablar sobre todos los textos reseñados en “La voz de los otros”, quiero centrarme, en particular, en aquellos temas que considero han motivado la reflexión más consistente y sistemática de Woldenberg y que giran en torno a la política y a la democracia en el sentido más ancho del término. Es decir, la democracia como sistema de gobierno encaminado a darle cauce pacífico a la pluralidad de las corrientes ideológicas que existen en un país y a garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales de las personas. Esto implica considerar las instituciones y los procesos electorales, sus principales actores que son los partidos políticos, los medios de comunicación que cada vez más juegan un papel más fuerte en la determinación de las agendas públicas y, desde luego los derechos fundamentales. Como bien dice Woldenberg, la democracia no es

un punto de llegada, no es una construcción social acabada, sino compleja, que se relaciona estrechamente con los demás ámbitos de la vida social y económica, por lo que hay que abordarla no sólo como solución, sino como problema. De hecho, Woldenberg ha venido insistiendo en voltear los ojos hacia los problemas de la democracia para hacer frente al desencanto con la política que hemos venido experimentando en los últimos años. Por ello, el tema de la desigualdad histórica que ha caracterizado a nuestro país cobra centralidad en sus reflexiones, en la medida que la pobreza y la desigualdad amenazan con dañar no sólo el andamiaje de las instituciones políticas, sino la confianza de los ciudadanos en las mismas. La transición a la democracia.- Aunque se antoja que ya hubiésemos dejado atrás el tema de la transición a la democracia, asumiendo que vivimos en democracia, aunque ésta sea germinal y esté constantemente acosada por las contrahechuras de nuestra vida social (como dice Carlos Fuentes en el libro de entrevistas “Transición” de Carmen Aristegui), hay varios textos comentados que discuten el fenómeno justamente porque hay distintas opiniones sobre nuestra transición. Para unos no existió porque siempre hubo democracia en el país, para otros está estancada y para otros es un mito. Para Woldenberg, la transisión ocurrió de 1977 a 1997 y precedió a la alternancia en el Ejecutivo Federal, a diferencia de lo que sostienen algunos académicos y políticos entrevistados por Carmen Aristegui que especulan

La voz de W JORGE JAVIER ROMERO VADILLO

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epe Woldenberg es un presentador singular: no sólo lee completos los libros que le piden presentar, sino que escribe sobre lo leído, cosa poco frecuente en un país donde incluso algunos críticos a sueldo de las publicaciones periódicas suelen ser solapípedos, como los llamaba con desprecio Fausto Castillo, comentarista de libros de el antiguo periódico El Día, porque sólo leían las solapas de los volúmenes que les encargaban reseñar. Woldenberg, en cambio, acostumbra hacer la tarea, como él mismo dice, y, además, busca publicar después el texto como reseña o apunte en algún periódico o revista, así que para cualquier autor es un lujo invitar a Pepe a comentar su trabajo, porque no sólo obtendrá una glosa dedicada, sino que logrará una reseña bien difundida, gracias a su prestigio como analista. Pero no sólo ganan los autores que lo invitan a presentar sus trabajo; también ganamos todos los lectores de sus notas, porque no sólo sabe presentar bien los textos que comenta, sino que cada apunte se convierte en un ensayo breve donde despliega, en contrapunto con la del autor de que se trate, su propia voz, su visión de las cosas: de la política mundial, de la historia, de la situación mexicana o de la condición humana. La colección de reseñas y notas de lectura que ha agrupado bajo el título La voz de los otros es, en realidad, una miscelánea de reflexiones propias. Desde la selección misma de los primeros textos sobre los que escribe, se empieza a notar un hilo conductor que atraviesa todo el libro, a pesar de la enorme variedad de temas y de autores que lo integran: Desde la reflexión sobre el mundo y la izquierda a la vuelta del siglo XX con la que arranca, con base en dos magníficos textos de Tony Judt Algo va mal y El refugio de la memoria, Woldenberg despliega a lo largo de las más de 350 páginas del libro sus preocupaciones y sus convicciones, tanto públicas como íntimas. Las notas sobre los libros de Judt sirven como una suerte de prólogo de lo que se leerá a continuación; en la glosa del historiador británico se notan las afinidades de pensamiento y las preocupaciones que han marcado su propia trayectoria, pues a él mismo los definen la


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eer el siglo, de José Woldenberg libremente, sin fundamentar sus dichos en hechos concretos, conformando una nube de especulaciones que, como bien dice Woldenberg, hacen que nuestra vida política sea indescifrable e incomprensible. De ahí la pertinencia de la reseña del texto de Roger Bartra, “La sombra del futuro. Reflexiones sobre la transición mexicana” que busca explicaciones sobre por qué no hemos comprendido y valorado los cambios que se han sucedido en nuestro país. Retomando la idea de Norbert Lechner sobre la falta de mapas mentales, que son necesarios para darle coherencia a nuestros imaginarios colectivos y así evitar conductas erráticas que no nos dejan construir nuestro futuro con elementos de certeza, Bartra encuentra en esa ausencia la explicación de por qué sentimos melancolía por el pasado, lo cual nos impide movernos en el presente y encaminarnos al futuro. Sin embargo, Woldenberg, toma distancia frente a la afirmación de Bartra respecto de que existe añoranza por la corrupción del pasado que, en su opinión, aceitaba los engranes del sistema político. Es cierto, resulta perturbador plantear que la corrupción tenga una función social y política, porque ello implica que, de alguna manera se le justifica, o, peor aún, se le considera que es parte de nuestra cultura política. Pero, también es cierto que hemos sido testigos de una buena dosis de tolerancia frente a la corrupción, concebida como funcional a una gestión pública poco apegada a derecho. PASA A PÁGINA 6

Woldenberg* También Woldenberg, como Judt, es refractario a las ”modas” en el espacio universitario y sin duda comparte su idea de que no existen futuros ideales, sino la aspiración a “corregir gradualmente unas circunstancias insatisfactorias” y a desplegar una nueva política socialdemócrata “como compromiso entre objetivos radicales y tradiciones liberales”. A partir de esas notas iniciales, el libro se desarrolla como un diorama en el cual el lector puede ver dos caras: la del autor de cada texto y la de la visión de Woldenberg sobre el tema en cuestión. Cuando aborda el libro sobe el 68 editado por Salvador Martínez de la Rocca, por ejemplo, Woldenberg desarrolla su propio análisis sobre aquel movimiento, resumida en un párrafo notable, escrito como uno de los listados que acostumbraba publicar en Nexos, apuntes descriptivos de gran elocuencia: “El 68 es así una historia, una leyenda, una fecha irrenunciable, un momento de inflexión, y para muchos una experiencia vital que se convierte en signo y en sino, pero es, sobre todo, la expresión más decantada y contundente del agotamiento del autoritarismo mexicano y la emergencia de una sensibilidad y un reclamo que intentan construir espacios para la convivencia de la diversidad que cruza al país”. Si bien buena parte de la selección de los textos está en alguna medida impuesta por las invitaciones que recibe para ser presentador, hay desde luego un sesgo tanto de coincidencia con los autores como de amistad que lo lleva a escribir notas generosas, amables, aunque no eluda las diferencias y haga apuntes polémicos, siempre en positivo, como cuando fija su posición respecto a la transición mexicana a la democracia en el comentario al libro de Roger Bartra La sombra del futuro o cuando marca sus diferencias con la visión de Jaime García Chávez sobre el mismo proceso. También afina su mirada crítica en sus reseñas de los trabajos de Marco Estrada Saavedra sobre el EZLN, y utiliza su propia formación de sociólogo para explicar las difíciles concreciones de la realidad chiapaneca que llevaron al levantamiento armado en 1994 y las que se derivaron de su persistencia en las comunidades indígenas de las cañadas, en difícil coexistencia con sus vecinos, sus adversarios y el Estado. Son notables las dos reseñas que abordan al Partido Acción Nacional: la primera sobre el libro de Soledad

Loaeza Acción Nacional, el apetito y las responsabilidades del triunfo y la segunda sobre Voto en libertad, de Antonio Lozano Gracia y Juan Miguel Alcántara. En las dos, Woldenberg pone por delante su reconocimiento al papel que jugó el PAN en la construcción de la democracia mexicana, frente a sus diferencias ideológicas. Incluso cuestiona la tradicional visión de Soledad Loaeza sobre Acción Nacional como oposición leal al régimen autoritario, legitimadora del sistema, y le reconoce al partido la virtud de haber aprovechado “los estrechos márgenes de acción independiente que dejaba la estructura real de poder, para primero implantarse y luego crecer, para manifestar que en México existían otros idearios distintos a los oficiales...” En su comentario al libro de Lozano y Alcántara, reconoce las virtudes estratégicas del PAN, para aprovechar el de-

bilitamiento del régimen provocado por la crisis electoral de 1988, y conseguir una reforma electoral que construyó buena parte de las instituciones sobre las que se asentaría la democracia mexicana pocos años después. Muchas de las reseñas del libro son auténticas invitaciones a la lectura, como la magnifica nota sobre el libro de Enrique Flores Cano Los orígenes del poder en Mesoamérica o la que le dedica al libro coordinado por Elisa Servín Del nacionalismo al neoliberalismo 1940—1994, (ahora voy a buscar éste último). En esta última, cuando aborda el capítulo de Sergio López Ayllón y Héctor Fix Fierro, critica a los autores cuando afirman que la ciudadanía sigue subordinada y mediatizada en las corporaciones PASA A PÁGINA 7


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El libro de Soledad Loaeza, “Acción Nacional, el apetito y las responsabilidades del triunfo” aborda es básicamente el papel que jugó el PAN en la prolongada transición a la democracia como partido que capitalizó el descontento frente al PRI, pero, en su opinión, siempre jugó como “oposición leal”, es decir, como fuerza legitimadora del régimen político. Woldenberg polemiza con Loaeza porque le escatima al PAN “las pulsiones prudentes y transformadoras que aportó”, es decir, porque no le reconoce que fue un actor clave en la construcción de acuerdos para transitar pacíficamente a la democracia. También le reclama que dejara fuera del análisis del proceso de cambio, a las fuerzas de izquierda y que en su recorrido por las reformas político-electorales de la transición, no abordara la de 1996 que, en efecto, fue de gran calado. No obstante, coincide con ella en que los gobiernos panistas gobernaron en condiciones políticas inéditas de pluralismo en el Congreso y de acotamiento del poder presidencial que dificultaron un desarrollo virtuoso de la alternancia. La reseña del libro “Qué país nos deja Fox”, compilado por Adolfo Sánchez Rebolledo, aborda la transición y parte de la discusión sobre si la alternancia abriría el paso a la convivencia en la pluralidad, o si sería el desplome institucional y aunque es un libro sobre lo que fue el gobierno de la alternancia desde distintas ópticas, le da pie a Woldenberg para discurrir sobre la democracia que “no es una pócima mágica que todo lo resuelve”, sino una fórmula de gobierno que hace posible la coexistencia de la diversidad política e ideológica. No obstante, agrega que la pobreza, la desigualdad y un Estado de derecho contrahecho, un déficit de ciudadanía que impide que amplias capas de la población ejerzan sus derechos y partidos y medios de comunicación incapaces de hacer inteligible lo que se juega en política, resultan poco funcionales al desarrollo de la democracia. Los artículos coordinados por Sánchez Rebolledo nos confrontan con agendas que persistentemente se resisten a ceder el paso a las reglas democráticas, como la relación entre el gobierno federal y los grandes medios de comunicación masiva, de las que habla Raúl Trejo y que a pesar de las reformas en telecomunicaciones, los grandes poderes fácticos siguen desafiando la institucionalidad del poder público. La colaboración de Rolando Cordera pone el acento en el tema “más corrosivo para la reproducción del sistema democrático: la desigualdad y la pobreza” y como bien dice Woldenberg, dado que la equidad social no es un fruto obligado de la democracia, es necesario un esfuerzo multiplicado y políticas públicas específicas para edificarla”. La reflexión con la que concluye la reseña sigue siendo más que pertinente aunque es de hace 9 años y cito: “… la agenda de problemas que agobian al país y su naciente democracia son muchos y más vale atenderlos, si no queremos que la vida social y política se descomponga en una espiral de degradación y de conflictos sin fin.” La frase podría haber sido escrita ayer. Finalmente la reseña sobre el libro de Tatiana Rincón y Jesús Rodríguez, “La justicia y las atrocidades del pasado. Teoría y análisis de la justicia transicional” aborda las rutas que tomó la justicia transicional en general y en nuestro país, en el entendido de que en un cambio de régimen, producto de la transición a la democracia, resulta esencial saber qué postura se toma para castigar las violaciones a los derechos humanos del régimen autoritario previo. Los autores hacen un resumen de las preguntas centrales, ¿ juzgar o no juzgar, comisión de la verdad o fiscalía?. El libro da cuenta de cómo el esquema que se escogió en México estuvo cargado de problemas de operación y de concepción sobre la Guerra Sucia de los años setenta que resultó tan frustrante pues ni se logró arribar a la verdad, ni se hizo justicia; ni se restableció la dignidad de las víctimas. La democracia. Los textos sobre democracia abordan distintas ópticas. El de Pedro Salazar, “La democracia constitucional, una radiografía teórica”, rastrea los nutrientes y las tensiones de un concepto básico en el debate político: la democracia constitucional, el cual está formado por dos términos que provienen de bloques conceptuales diversos que deben de ser conciliados. La tensión ocurre entre la soberanía popular sin fronteras y la aspiración de un gobierno de leyes, o si se quiere entre la tradición liberal y la democrática El constitucionalismo tiene la función de limitar el po-

der político para proteger los derechos fundamentales (libertad negativa), mientras que la democracia moderna es el reconocimiento de la libertad positiva, entendida como el derecho de los ciudadanos a intervenir en los asuntos públicos. El texto de Salazar explora los elementos que permiten el encuentro entre constitucionalismo y democracia para edificar un entramado constitucional capaz de armonizar y conjugar ambas tradiciones. Otro texto coordinado por Pedro Salazar se refiere a uno de los derechos de tercera generación, “El derecho de acceso a la información en la Constitución mexicana”. Se trata de una reflexión sobre el significado de la reforma constitucional de 2007 en materia de transparencia que significó un salto cualitativo en la materia porque elevó a rango constitucional el ejercicio de dicho derecho y pretendió dotar de principios básicos al ejercicio de dicho derecho en todo el país. Los diferentes artículos que componen el libro se centran en reconocer los avances logrados en transparencia, pero ponen la atención en los déficits existentes en la gestión gubernamental en los distintos niveles de gobierno y particularmente en el ámbito municipal, que dificultan que el acceso a la información sea un derecho vigente y activo. Ya desde entonces quedaba claro que se requerían procedimientos de gestión de la información –que van desde la generación de documentos que den cuenta de las acciones y decisiones de las autoridades, la de procedimientos de archivo para asegurar que información temporalmente reservada se mantenga para cuando se desclasifique la información, los sistemas de organización para que los documentos no sólo estén disponibles, sino que la información se actualice regularmente y se cuente con indicadores de gestión. El acceso a la información y la transparencia son uno de los rubros que ha tenido una gran evolución normativa en los últimos años, pues en 2014 volvió a aprobarse una nueva reforma constitucional para fortalecer las facultades de los organismos garantes del acceso a la información y homologar en todo el país los principios, mecanismos y criterios de apertura informativa. Sin embargo, vistas desde hoy, las reflexiones críticas de Mauricio Merino, Sergio López Ayllón y Ricardo Becerra, entre otros, muestran que las buenas normas son sólo un primer paso, pues para que se traduzcan en prácticas efectivas, hay un largo trecho que recorrer de cambios organizacionales para revertir culturas burocráticas arraigadas. Aquí quiero detenerme en esta brecha que hay entre los avances normativos y el desempeño de las institucio-

nes, acudiendo a un ejemplo: los archivos secretos de la Guerra Sucia de los años setenta que en 2001 se trasladaron al Archivo General de la Nación, convirtiéndose en archivos históricos y, consecuentemente públicos. A pesar de que dichos archivos, ubicados en la famosa Galería 1 siempre fueron administrados por el CISEN y no por el AGN, estaban abiertos a consulta de particulares, pero recientemente, invocando la Ley Federal de Archivos, se resolvió cerrar el acceso, aduciendo que tienen datos personales “sensibles” que deben mantenerse ocultos durante 70 años. Preocupa que por una lectura restrictiva de la ley de archivos, haya una vuelta atrás en el derecho a la información. Otro texto coordinado por Pedro Salazar y Rodrigo Gutiérrez,”El derecho a la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación”, aborda la tensión que puede darse entre diferentes derechos fundamentales de las personas y lo complicado que puede resultar tratar de armonizarlos. La libertad de expresión no sólo es un derecho en sí mismo, sino uno instrumental, porque es una condición esencial de un Estado democrático constitucional. Claro que los derechos nunca son absolutos y como dice Woldenberg, el límite debe trazarse en donde empiezan los derechos de terceros. En este sentido, es inaceptable que la libertad de expresión se use para calumniar a una persona y tomando como referencia las campañas electorales, Woldenberg muestra que el COFIPE establecía que una de las obligaciones de los partidos políticos era abstenerse de cualquier expresión que implicara “… diatriba, calumnia, infamia, injuria difamación o que denigrara a los ciudadanos, a las instituciones públicas, o a otros partidos. Es cierto que esta disposición quería construir un clima de discusión y campañas políticas con confrontaciones civilizadas para evitar la descomposición del ambiente político, sin embargo, los partidos la han utilizado sistemáticamente para fines promocionales, pretendiendo que la autoridad sancione a sus adversarios para colocarse en mejor posición frente a los electores Hoy la legislación se ha acotado y sólo se mantiene la figura de calumnia como restricción a la libertad de expresión en las campañas y, además, venturosamente ya no es el INE quien las resuelve (procedimiento especial sancionador), sino el Tribunal Electoral. Aún así en las pasadas elecciones el tema de las quejas por “calumnias” ocupó buena parte del debate de las campañas políticas, convirtiéndolas en una herramienta para desprestigiar al INE, por no impedir campañas negativas. Es cierto, como dice Woldenberg que la línea entre lo


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que está permitido y lo que está prohibido en campañas políticas no puede trazarse de una vez y para siempre, sino que debe analizarse caso por caso. Sin embargo, en mi opinión, este tipo de regulación en política debería ser más liberal, dejando en manos de los ciudadanos la valoración del comportamiento de los partidos, pues han probado saber bien qué hacer con su voto y cómo castigar a los contendientes que centran sus campaña en mensajes calumniosos. En mi opinión, es una regulación poco útil y en cambio propicia que la autoridad electoral esté constantemente en el centro del debate electoral. El texto coordinado por Julio Labastida, Miguel Armando López Leyva y Fernando Castaños, “La democracia en perspectiva, consideraciones teóricas y análisis de casos” contiene reflexiones sobre la democracia en América Latina que me parecen importantes, 1) la idea de que hay una obligación moral en el cumplimiento de la ley y que uno de los mayores déficits de nuestras democracias son los frágiles estados de derecho que las enmarcan. El problema es que si deseamos un auténtico Estado de derecho y una democracia fortalecida, los ciudadanos están obligados a cumplir con la ley para participar en las deliberaciones públicas, pero el Estado debe tener la autoridad moral para hacerla cumplir, es decir, no es suficiente que exista la norma, tiene que haber legitimidad para demandar que se respete. 2) Andreas Schedler en su artículo “los partidos antiestablishment político” detecta cómo desde los años noventa, el escenario político empezó a ser invadido por partidos cuyo discurso central era acusar a los otros de formar “un cártel excluyente de políticos villanos, perezosos e incompetentes -así, de manera homogénea e indiferenciable-. En el lado opuesto, se identificaba al pueblo, o “la ciudadanía” –de manera igualmente uniforme- que encarna la virtud y el heroísmo y la posibilidad de redención. El problema con este discurso antipolítico es que siendo crítico deja de lado diferencias ideológicas fundamentales de izquierdas y derechas, es decir, no distingue entre proyectos políticos y es un marco interpretativo que puede ser alimentado con facilidad. Siguiendo a Schedler, “cada escándalo de corrupción, estadística de desempleo, cada catástrofe natural o cualquier incidente aislado se interpreta invariablemente como síntoma contundente del fracaso generalizado de los partidos y la política”. Y una vez que se construye el filtro antipolítico para acercarse a la cosa pública nunca faltarán episodios para alimentarlo. Bien dice Woldenberg que sólo desde la política puede combatirse la antipolítica, pero a siete años de aquellos planteamientos de Schedler, podemos constatar que este

discurso no sólo sigue ahí, sino que ha crecido. Además, se refleja tanto en declaraciones de partidos emergentes como Encuentro Social que cifró su campaña en distanciarse de los políticos, como en la de algunos candidatos independientes que convocaron a un voto antipartido, del cual se hizo eco una franja importante de personas que promovieron el voto nulo como manifestación de repudio a todo el sistema de partidos. El discurso antipolítica no es privativo de nuestro país, sino que ha echado raíces en varios países de América Latina como Ecuador , Venezuela o Perú, por ello me parece que urge una reflexión en clave comparada para que salgamos de nuestra mirada doméstica para explorar los efectos que sobre la vida democrática tiene que se desfunde el sistema de partidos, dando paso a figuras carismáticas o providenciales, de corte eminentemente populista que han probado no acomodarse bien con los códigos democráticos de pluralidad. Desde luego que los propios partidos tienen la gran parte de la responsabilidad, pero es preocupante es que la antipolítica sea promovida por investigadores, e incluso por los mismos políticos, aunque se presenten como candidatos del lado virtuoso de la “ciudadanía pura”, pero que una vez metidos en las contiendas electorales pasan indefectiblemente a erigirse en políticos, aspirantes a un cargo público que es justamente lo que hacen los partidos. Es imposible comentar ya no digamos todas las reseñas incluidas en “La Voz de los Otros”, sino al menos las que se refieren al tema que seleccioné como central, el de la democracia, sus actores y sus problemas. Pienso en los libros sobre la Izquierda en América Latina, o en México, o el entrañable testimonio desde la izquierda de Adolfo Sánchez Rebolledo. También se me queda en el tintero hablar de los libros sobre desigualdad de Carlos Tello y Rolando Cordera, o de Medios de Comunicación de Raúl Trejo, entre muchos otros, que son diferentes caras de la complejidad de nuestra vida democrática. Por último, sin pretender enlistar todos los libros que quiero leer porque no los conocía y que, este volumen me abrió el apetito para hacerlo, quiero mencionar tres el de Daniela Gleizer, “el exilio incómodo. México y los refugiados judíos 1933-1945”, o el de Fernando Zertuche, sobre su hipotética conversación con Flores Magón, o el de Fausta Gantús y Alicia Salmerón, “Prensa y elecciones. Formas de hacer política en el México del Siglo XIX. Claro, todo esto, sin tomar en consideración las reseñas de libros literarios que merecen un comentario aparte. 30 de junio de 2015

sindicales y otras organizaciones sociales. La veta sindicalista de Woldenberg salta a la defensa de los derechos colectivos y de la acción colectiva. Éste es un tema sobre el que me gustaría tener una buena conversación con Pepe, pues si bien es impensable una sociedad democrática y liberal sin derecho a la organización sindical y social, creo que el cuestionamiento de López Ayllón y Fix Fierro se refiere a las restricciones corporativas heredadas del régimen autoritario que ha privilegiado a organizaciones verticales y antidemocráticas y ha impedido la libre sindicalización de los trabajadores. Esto, sólo para meter yo también baza. La voz de los otros es un libro atravesado por los afectos. Muchos libros de los reseñados por Woldenberg han sido escritos por sus amigos y eso se nota en sus comentarios, como cuando reseña la entrevista imaginaria de Fernando Zertuche a Ricardo Flores Magón o en su magnifica presentación del libro de Adolfo Sánchez Rebolledo La izquierda que viví, pero la amistad continuada no evita la crítica, como cuando cuestiona la iracundia de Luis González de Alba en No hubo barco para mi. También en las reseñas de obras literarias, la mirada de Woldenberg es la del sociólogo ilustrado. Lector compulsivo de novelas, en este libro nos deja también algunas notas sobre textos de ficción en las que despliega su visión cruda sobre la naturaleza humana, totalmente alejada de cualquier concepción adánica. Una novela sueca de 1970, Asesinato en el Savoy, de Per Wahlöö y Maj Sjówall, y una colección de cuentos de Ferdinand Von Schirach, Culpa,le sirven de pretexto para reflexionar sobre la justicia y sus contrahechuras aquí como en Suecia o en Alemania. Su lectura de Guy de Maupassant resulta deliciosa mientras que la novela La furia y la nada, de Rafael Ruiz Moscatelli le sirve para volver sobre la tragedia de la caída del gobierno de Salvador Allende en Chile y la feroz dictadura de Augusto Pinochet. No podía faltar en este álbum de lecturas el gran aficionado al béisbol y al fútbol que es Pepe Woldenberg. Recuerdo una anécdota vivida con él. Un día, después de un mitin de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en el Zócalo, nos fuimos un grupo de amigos a comer al Tampico, en Balderas; en la mesa de al lado estaba Fernando Marcos. Ya en la sobremesa, alguno de nuestros comensales, seguramente el biólogo Hernández, logro traer a nuestra mesa al viejo cronista deportivo, veterano del fútbol mexicano en el que había sido jugador y entrenador. Ahí, al calor de las cubas, Woldenberg se echó un mano a mano con el especialista sobre trivia futbolística y lo llegó a poner en aprietos con sus conocimientos sobre hechos, nombres y números de la historia del fut mexicano. Ese gusto lúdico por el deporte, esa nostalgia por la infancia, como la han llamado Juan Villoro y Javier Marías, se desborda cuando escribe sobre el libro del biólogo y el abulón, ambos Hernández, El brillo del diamante, conjunto de estampas nostálgicas del béisbol mexicano, o cuando recrea el paso de Juan Manuel Herrero, respetable actuario, por el fútbol profesional o el analítico libro de Ciro Murayama La economía del fútbol. No son estos los únicos temas que repasa Woldenberg en Las voces de los otros. Los obstáculos que encontraron los judíos perseguidos por el nazismo para ser acogidos en México, el viacrucis de los migrantes centroamericanos que atraviesan el país para llegar al sueño americano, los medios de comunicación y su relación con la política desde la perspectiva de Raúl Trejo Delarbre, el delirio surealista de Eduard James, los dilemas de la bioética o las causas de Marta Lamas también son pretexto para desplegar sus reflexiones. En suma, se trata de un libro que no sólo invita a leer a otros, sino que permite conocer la perspectiva de un autor ilustrado que defiende sus puntos de vista con argumentos e invita a la reflexión sobre la sociedad como fenómeno poliédrico, imposible de asir a partir de las simplificaciones. Es, también, un buen repaso sobre los temas más relevantes de la vida social y política de México durante las últimas décadas. Un libro que se disfruta por la ausencia de petulancia, por su lenguaje directo y claro, pero lleno de referencias interesantes. Vale mucho la pena leerlo. *Texto leído en la presentación del libro La voz de los otros, de José Woldenberg, 30 de junio de 2015, Librería Gandhi, Ciudad de México.


Los objetivos “menores” ¿para cuando? VÍCTOR OROZCO

H

ace poco, se provocó una polémica a propósito de unas palabras de Andrés Manuel López Obrador en las cuales calificaba los temas de la despenalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo como poco importantes en la agenda social y política mexicana actual. La periodista Denisse Dresser hizo una crítica a la posición del dirigente de MORENA, que sólo en algunos casos fue respondida ateniéndose a los argumentos esgrimidos y más se acudió a la descalificación personal. Regreso al asunto, porque estimo que posee otras relevancias, además de la que tienen de por sí los dos tópicos específicos. Me refiero a los distintos objetivos trazados en el curso de luchas emprendidas para alcanzar transformaciones sociales. Podría exponerse la problemática a partir de varias cuestiones: ¿En las estrategias para lograr la transformación de una sociedad, la lucha por metas “menores” deben posponerse hasta haber alcanzado las “mayores”?. ¿Hasta que punto deben subordinarse objetivos específicos formulados por sectores particulares de una colectividad, a propósitos “mayores” que generalmente se refieren a la toma del poder político por las fuerzas sociales y políticas que postulan modificaciones sustanciales en los modelos económicos y maneras de dirigir al Estado? ¿Una vez en el poder estatal, sobre qué bases se pueden hacer descansar el conjunto de cambios a los que se aspira? El debate es antiguo, desde luego y dividió a los partidos y grupos de la izquierda en “revolucionarios” y “reformistas”. Los primeros acusaron siempre a los segundos de que se proponían únicamente maquillar al sistema capitalista sin alterar su esencia explotadora y los segundos respondieron que tras la fraseología radical se ocultaba un maximalismo del todo o nada, conductor de derrotas interminables. Como sucede siempre la razón completa no la tenían ninguno de los disputantes y sobre todo en el siglo XX, se produjeron toda clase de ejemplos históricos que enriquecieron el conocimiento del problema. Así que ahora existe material histórico en abundancia. Pensemos en varios ejemplos: A finales del siglo XIX y principios del XX, en el seno de los grandes partidos obreros o socialdemócratas surgieron los primeros grupos de mujeres que reivindicaron la igualdad entre los sexos. No obstante ello, la lucha que emprendieron fue desdeñada por las direcciones de estos agrupamientos. Las sufra-

gistas inglesas, pioneras en la batalla por el derecho al voto, tuvieron que enfrentarse con el milenario sistema discriminador casi solas. En otros países, donde se libraron duras batallas para conseguir, según el caso, reformas agrarias, derechos laborales, no fue infrecuente que las pugnas de las mujeres recibieran desplantes negativos. Primero, era lo primero, se decía. Hay que acabar con la explotación de los terratenientes, de los grandes capitalistas. Redimir al hombre, en sentido genérico y luego ya veremos. El partido de los bolcheviques, idealizado por revolucionarios de todo el mundo, brinda un caso ejemplar. Ellos trazaron una estrategia de eficacia extrema para tomar el poder. Lenin y los suyos, lograron hacer una lectura completa y válida de la coyuntura brotada de la Gran Guerra para derrotar al régimen zarista, la principal fuerza de la reacción mundial en su tiempo y luego a los intervencionistas extranjeros aliados con enemigos internos. Su propuesta de primero tomar el poder y luego iniciar las grandes transformaciones indispensables se prestigió tanto que intentó copiarse por todas partes. Muy pronto, los cerebros de mayor lucidez se percataron que sería imposible construir la nueva sociedad sobre las bases sociales y culturales existentes en el imperio ruso. Antonio Grasmsci, el dirigente y pensador del partido comunista italiano, formuló desde los años veintes varias ideas capitales. En alguno de sus ensayos, sostuvo que el socialismo, esto es, una sociedad de hombres y mujeres libres, no sometidos

cuales se representaban intereses colectivos. Hablaba de luchas por la cultura y la educación, de agrupaciones variopintas: artísticas, sindicales, estudiantiles, cooperativistas, deportivas, círculos de lectores, de conferencias, de debates, etcétera. Muy escaso era todo este bagaje en la flamante Unión Soviética que reemplazó al zarismo y heredó el vacío existente entre el poderoso estado autoritario y la sociedad. La nueva burocracia siguió en el mismo camino que sus enemigos, porque no tuvo nada que contrarrestara su poderío y quienes pretendieron recuperar los ideales animadores para le edificación de la nueva sociedad, no encontraron en que apoyarse, salvo en la máquina estatal, que se reproducía a sí misma. Entre otras cosas, el ejemplo soviético muestra la peligrosa ilusión de pensar que una vez con los “buenos” ocupando los altos sitiales del estado, todas las reivindicaciones y demandas sociales serán alcanzables. Es seguro que la fragilidad o inexistencia de organizaciones y movimientos sociales autónomos en la historia rusa, es una causa fundamental para explicar la hondura del retroceso ocurrido después de 1990. Nunca como en estos tiempos fueron tan poderosas las élites capitalistas y los intereses de los derechistas que controlan el estado ruso, nunca tan extendida y profunda la corrupción. Putin, habla ahora como lo haría un primero ministro del Zar hace cien años. Dice que el matrimonio entre los homosexuales “corroe las bases cristianas del Occidente” y hace la declaración asociado con el patriarca

a los grandes aparatos del estado o de las iglesias y a sus dogmas, con igualdad de oportunidades para acceder a los bienes culturales y económicos, era impensable allí dónde faltaban las organizaciones y los movimientos de muy diversa índole en los

de la iglesia ortodoxa. ¿Sería posible esta posición cuasi medieval del gobierno ruso si en la antigua Unión Soviética, hubieran florecido movimientos que defendieran los derechos, entre otras a la diversidad de preferencias sexuales? *Seguramente no.

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Es entendible que los dirigentes jerarquicen los objetivos y los temas en su estrategia para llegar al poder. Están obligados por la competencia política. Lo que no debe aceptarse es el abandono de los esfuerzos liberadores por comunidades, organismos, movimientos o personas individualmente consideradas, en aras de aquellas estrategias. En Estados Unidos, los candidatos presidenciales pueden estimar en su camino a la Casa Blanca, que la cuerda que deben tocar es la de los ingresos y los impuestos, pero los latinos y los afroamericanos cometerían un suicido político si admiten postergar sus demandas igualitarias hasta los anuncios de la siempre fugaz recuperación económica. Lejos de ello, tienen que hacerse de magnavoces de mayor potencia para ser escuchados e influir en las decisiones. Andrés Manuel López Obrador es uno de los líderes con mayor apoyo social en México. Ha puesto en el centro de su estrategia la lucha contra la corrupción que tanto lacera a México, posición compartida por millones. Tiene probabilidades de llegar al Palacio Nacional en 2018, pero, ni derecho humanistas, ni ecologistas, ni feministas, ni intelectuales, ni maestros, ni estudiantes, ni quienes están a favor de la despenalización del aborto y la igualdad de derechos entre personas de distintas preferencias sexuales, ni trabajadores del campo y de la ciudad, debemos arriar banderas para subordinar las demandas propias o generales, a su modus operandi en la política. El rumbo de una nación, es la resultante del empuje de múltiples fuerzas sociales, políticas, culturales, que se apoyan o contrarrestan unas a otras. En esta pugna incesante, la mejor garantía de que en el mañana existan espacios amplios de libertades, de mejores condiciones de vida, de una sociedad igualitaria, es conquistarlos hasta donde se pueda, ahora y aquí. Leí a militantes de MORENA honestos e inteligentes que, reaccionando con desmesura en defensa de lo dicho por el líder, cayeron en la vieja trampa tendida por quienes dejan aquellos objetivos a merced de la gran promesa de una vida ulterior, una actitud cercana a las religiones y sus paraísos del mas allá. El nuevo partido ha concitado esperanzas para muchos, pero éstas quedarán canceladas si en su seno la diatriba sustituye a la argumentación racional, si no se entiende que su destino como organización constructora de un México más justo, depende de la rapidez con las cual se mueva hacia la conformación de una corriente histórica, con variados liderazgos y capaz de asumir todas las reivindicaciones progresistas, sin temores ni complejos.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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