Correo Del Sur No 447

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Número 447 Julio 12, 2015

Grecia: Primeras lecciones El español y sus hablantes Alicia en el país de las consignas


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CORREO del SUR

Alicia en el país En foco. Un día de julio de 1865, una niña leía a los pies de su padre un libro recién aparecido. Mientras tanto, su padre escribía otro gran libro del futuro. La niña, Tussy, leía Alicia en el país de las maravillas, y su padre, Marx, redactaba El capital. A partir de esta escena ineludible, y a 150 años de la publicación de la magistral obra de Lewis Carroll, Ariel Dorfman reflexiona sobre el destino de la izquierda, las utopías, y las potencialidades aún intactas del país de Alicia. Ariel Dorfman –Calla, calla, criatura –dijo la Duquesa–. Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla. Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas

N

o lejos de donde se publicó por primera vez Alicia en el País de las Maravillas, en julio de 1865, y poco tiempo después de la aparición del libro, una jovencita lo leía ávidamente a los pies de su padre mientras él labraba en su estudio londinense un manuscrito enteramente diferente, un análisis que iba a cambiar el mundo. La niña se llamaba Eleanor, aunque todos en la familia la conocían con el apodo de Tussy. Su papá no era otro que Karl Marx y escribía Das Kapital bajo circunstancias desfavorables: perpetuamente endeudado, una fila de acreedores golpeando a su puerta, viviendo “únicamente gracias a la casa de empeños”, como lo confiesa a su benefactor Federico Engels en una carta que data de fines de julio de ese año, tal vez en los momentos mismos en que Tussy se disponía a leer la obra maestra de Lewis Carroll. En vista de lo mucho que Marx amaba a su pequeña Eleanor (“Tussy soy yo”, anunció en cierta ocasión), no sería extraño si el inspirador de la mayoría de las grandes revoluciones de los siguientes ciento cincuenta años también hubiera leído el clásico infantil que tanto encantó a su hija. En cuanto a los hombres y mujeres que dirigieron y participaron y a menudo sufrieron en aquellos trastornos, es probable que muchos de ellos gozaron de Alicia, un libro extraordinariamente popular (entre los lectores de habla inglesa se dice que solo lo superan la Biblia y Shakespeare). Es una lástima, por ende, que aquellos revolucionarios y reformadores del siguiente siglo y medio hicieran caso omiso de las lecciones escondidas en el texto que los hubieran auxiliado en su búsqueda de paz y justicia y libertad, las intuiciones y joyas literarias que los hubieran ayudado a evitar tantas trampas, errores y derrotas, una pena que ignoraran las advertencias en cuanto a aceptar invitaciones a las

múltiples Meriendas de Locos, los Mad Tea Parties, que conducirían al infierno, en vez del prometido paraíso. La partida había llegado a tal punto de confusión que le era imposible saber cuándo le tocaba jugar y cuándo no. Había leído yo el libro de Lewis Carroll cantidad de veces –de niño y luego a mis propios hijos y más recientemente con mi mujer Angélica, simplemente para regocijarnos con su humor caótico–, pero volver a descender por la madriguera del Conejo, adoptando como perspectiva ciento cincuenta años de lucha por un mundo mejor, me resultó sorprendentemente revelador y a menudo angustioso, topándome con una

abundancia de frases y situaciones que resonaban con mi propia experiencia de compromiso y activismo progresista durante las últimas cinco décadas. ¿No había gastado yo, junto a tantos luminosos compañeros, innumerables horas fervientemente “pintando de rojo las rosas blancas”? ¿No le habíamos exclamado una y otra vez a los que querían sentarse a nuestra mesa, “¡No hay sitio! ¡No hay sitio!”, cuando había, de hecho, “un montón de sitio”? ¿Y no nos es familiar la siguiente escena: “Los jugadores jugaban todos a su vez, sin esperar su turno, discutiendo sin cesar y disputándose” entre sí? Recordando reuniones interminables con militantes de una cadena de organizaciones de izquierda y facciones que,


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de las consignas como el Ratón, “se ofendían tan fácilmente”; habiendo discutido en forma ardiente acerca de detalles minúsculos y enrarecidos, así como en torno a teorías abstrusas y enredadas, no puedo desentenderme de la observación de Alicia de que “las palabras del Sombrerero carecían de todo sentido por mucho que cada una de ellas fuera reconocible.” Y tampoco tuve problemas en identificarme con Alicia cuando musita: “Es como para enloquecer, ver cómo estas criaturas se pelean.” Pediría, eso sí, a quienes, como yo, se divierten ante tales referencias, reconociendo en ellas sus propias malaventuranzas en el País de las Consignas, que velemos por no darnos un aire de superioridad. El mismo Lewis Carroll nos recuerda que nadie es inmune, que todos somos corresponsables. Cuando Alicia, siempre cortés y razonable, presume –como muchos de sus lectores– colocarse por encima del delirio circundante, al Gato de Cheshire no le cuesta probar que ella es tan lunática como todos los demás: “Tienes que estar loca,” declara el irrefutable Gato, “o no habrías venido a este lugar.” A veces esa locura generalizada se manifiesta en disparates y tonterías inocentes pero también se encarna en forma insistente en una violencia de pesadilla que envenena ese País de las Maravillas. “Primero la sentencia”, comanda la Reina de Corazones, a la peor usanza de Stalin o Mao, “¡después el veredicto!” Golpizas, juicios simulados, amenazas de ejecución inminente, trato in-

humano de dependientes y, sobre todo, decapitaciones incesantes de quienes cometen la menor equivocación: “Aquí todo lo arreglan cortando cabezas” observa Alicia. “¡Lo extraño es que quede alguien con vida!” Como si Lewis Carroll estuviese, sin percatarse de ello, previniendo a sus aficionados de los peligros apremiantes de las dictaduras venideras, sea regentadas por los revolucionarios del siglo XX que asaltan el cielo en nombre del pueblo o por regímenes tratando de salvar al capitalismo y los privilegios contra el asalto de ese pueblo sufriente y huérfano. Justificando la carrera insana hacia el porvenir debido a la urgencia de las necesidades impostergables del momento presente, la certidumbre de que “no hay que perder ni un momento”, de manera que una y otra vez los izquierdistas nos encontramos bajando impulsivamente por la madriguera más cercana, “sin jamás considerar cómo diablos... vamos a encontrar una salida.” –¿Puedes decirme, por favor, qué camino tengo que seguir para salir de aquí? –Eso depende en gran parte del sitio a que quieras llegar –dijo el Gato de Cheshire. Cabe preguntarse, entonces, ¿dónde quiero llegar con esta sombría meditación acerca de Alicia y sus aventuras hipotéticas en el País de las Izquierdas? ¿Es justo convertir un libro tan vivaracho y liviano en una crítica ominosa de proyectos y métodos insurgentes? Al imitar deprimentemente a la lúgubre Liebre de Marzo,

seleccionando sólo lamentaciones para ilustrar la contemporaneidad de Alicia, ¿acaso no estoy desechando lo que es esencial, perdurable, gracioso, emancipador, en la narración y personajes de Lewis Carroll? Porque Alicia en el País de las Maravillas también puede leerse como un texto sedicioso, desbordado de impulsos utópicos. ¿Por qué no enfatizar la convicción de Alicia de que “son muy pocas las cosas de veras imposibles”, un credo que ha alimentado el fuego de tantas cruzadas sociales, como lo evidencia recientemente la lucha por los derechos homosexuales y la ola de iniciativas y protestas ecológicas? ¿Por qué no escribir con letras mayúsculas las palabras de la Duquesa: “Mientras más tengo yo, menos tienes tú”? un dicho que, hoy, serviría para disparar contra los ejecutivos de empresas que cosechan salarios millonarios mientras rechazan un alza del sueldo mínimo a los asalariados. El libro celebra la rebelión y la desobediencia (la cocinera le lanza sartenes a la Duquesa, la Duquesa la da sopetones a la Reina, el Jaco se roba las tartas, Alicia se rehúsa a cooperar, los conejillos de indias aplauden pese a ser reprimidos), mientras que las figuras despóticas son ridiculizadas como inefectivas e incompetentes. Lo que hay que rescatar, sobre todo, de Alicia en el País de las Maravillas es su humor subversivo y bullicioso, el mismo descaro y cuestionamiento cardinal de la autoridad que ha iluminado la insurrección y resistencia y disidencia de millones a lo largo del último siglo y medio, el hecho de imaginar una realidad paralela posible que no obedece las reglas de una sociedad que requiere transformaciones profundas. Es esta energía carnavalesca, esta actitud eminentemente juguetona que tenemos que reconocer y abrazar como nuestra, una parte crucial de nuestra identidad progresista. Existe en la izquierda, por cierto, una tendencia a emplear un lenguaje y estilo diametralmente opuesto: una solemnidad pesada y ponderada, como si cargáramos con todas las tragedias del mundo. Creemos –y con razón– que éstos son asuntos serios que requieren, en consecuencia, un discurso también serio. El sufrimiento es inmenso, la injusticia intolerable, la estupidez ilimitada, el planeta a punto del apocalipsis, las depredaciones de corporaciones dedicadas a fabricar armas e instrumentos de vigilancia contra la ciudadanía expandiéndose hacia un futuro oscuro y distópico. Con más razón, entonces, tendríamos que exaltar nuestra propia liberación cada vez que sea posible, disfrutar las ocasiones en que se fracturan las convenciones y se interrogan nuestras creencias básicas. Con más razón reconocer el encantamiento que renace con cada pequeño acto de esperanza y solidaridad, con razón enaltecer la desnuda alegría que acompaña la certidumbre de que no tenemos para qué dejar el mundo tal como lo encontramos. –Debe de ser un baile muy precioso –dijo Alicia tímidamente. –¿Te gustaría ver un poquito como se baila? –propuso la Falsa Tortuga. –Claro, me gustaría muchísimo –dijo Alicia. Durante la revolución chilena (1970-73), el pueblo de mi país marchó inagotablemente, asistiendo a manifestaciones sin fin en defensa del gobierno democrático de Salvador Allende. La energía de estos hermanos y hermanas, su flexibilidad y fortaleza e inventiva, sus irrefrenables agudezas y los ingeniosos afiches caseros, me han movido y motivado a lo largo de la vida. Lo que también rememoro es que esos hombres y mujeres en las calles de Santiago eran mucho más vibrantes y creativos que aquellos hombres (en su mayoría de sexo masculino) que, arriba del podio, peroraban durante horas, exhortando, analizando, jurando que las masas eran invencibles. Me pregunté entonces, como lo hago ahora tantas décadas más tarde, ¿por qué el entusiasmo y el desafío de esas multitudes democráticas no se esparcieron atrevidamente por la sociedad, por qué un tal contraste entre los líderes y el pueblo? Y me duele que nuestra revolución pacífica culminara en un cataclismo, con Allende muerto y tantos torturados, perseguidos, exiliados, tantos sueños que llegaron a su fin, que parecían haber llegado a su fin.


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CORREO del SUR

IGNACIO ESCOLAR

El No de G

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Grecia pide oficialmente un tercer rescate a Europa / El Consejo de Estado Europeo tomará la decisión hoy domingo. En la carta enviada por el gobierno griego se pide ayuda por un periodo de tres años. El gobierno de Atenas ofrece a cambio un paquete de reformas del sistema de pensiones y fiscales. / “El MEdE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) confirmó la petición de un tercer rescate por parte de Atenas a este mecanismo, dotado con medio billón de euros y creado en 2010, durante la primera fase de

a troika esperaba que el referéndum fuese la muerte política de Alexis Tsipras. Para desgracia de Angela Merkel y Christine Lagarde no ha sido así. 1. A pesar del corralito, a pesar de las amenazas, a pesar de la campaña por el sí de los principales líderes europeos, los griegos han dicho no a la troika, no a más recortes, no al callejón sin salida en el que llevan atrapados desde hace ya años. Algunos en Europa deberían preguntarse cómo de desesperado tiene que estar un pueblo para respaldar de forma tan clara y contundente a su Gobierno cuando solo pueden sacar 60 euros del cajero. 2. Los griegos han votado, pero el voto que más cuenta para su futuro inmediato no es el suyo: es el de un italiano, Mario Draghi, presidente del BCE. El Banco de Grecia va a pedir al BCE liquidez extra para sus bancos porque en cuestión de horas la banca griega podría quebrar si no llega más dinero. El sistema financiero y su extrema dependencia sigue siendo el dogal con el que a Grecia se le puede ahogar. 3. Salvo que la troika quiera llevar su órdago hasta el final y fuerce la salida del euro de Grecia para dar ejemplo al resto, la nueva negociación empieza ya y los puntos de partida no parece que estén tan lejos. Tsipras ya reconoció por carta hace unos días que está dispuesto a aceptar la mayoría de las propuestas de la troika si se acepta una obviedad: que hay que reestructurar la deuda y permitir una quita porque esa deuda es imposible de pagar. Así lo ven gran parte de los economistas, Estados Unidos y el propio FMI en un reciente informe donde llega a proponer un periodo de carencia de 20 años en el pago de la deuda. 4. No es que Grecia no quiera pagar,

Grecia y cu

la crisis de deuda soberana en Europa / Como contraprestación, Atenas se compromete a llevar a cabo de manera inmediata un paquete de reformas entre las que se incluyen medidas fiscales y del sistema de pensiones. En el documento también aseguran que tomarán medidas para modernizar la economía. Tras la petición formal, Grecia debe detallar las medidas lo cual culminará hoy domingo en la reunión del Consejo de Estado tras valorar las conclusiones de la troika y el Eurogrupo / Mientras, el Banco Central Europeo decidió mantener el límite de la línea de liquidez de emergencia (ELA) en los 89.000 millones de euros actuales para evitar así el inminente colapso de los bancos.

OLGA RODRÍGUEZ

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n 1947 el presidente estadounidense Harry Truman apostó por entregar ayuda económica a Grecia y Turquía con el objetivo de evitar que cayeran bajo la órbita de influencia soviética. Aquella estrategia fue denominada Doctrina Truman. El pasado 24 de junio de este año The New York Times iniciaba su crónica sobre Grecia recordando precisamente aquél capítulo de la gestión de Truman para analizar geopolíticamente el momento actual: “Casi 70 años después, el presente tiene ecos del pasado”, señalaba la crónica del diario estadounidense. La preocupación en Washington y en la propia OTAN por el papel que Rusia pueda jugar en Grecia en caso de que la Unión Europea siga despreciando los intereses del pueblo heleno es notoria. “Podría tener repercusiones para nosotros, estamos preocupados por ello”, señalaba recientemente Alexander Vershbow, vicesecretario general de la OTAN, al ser preguntado por los riesgos en caso de que Grecia, con varias bases militares es-

tadounidenses, abandonara la eurozona. Y aquí es donde se entronca con la doctrina Truman. En 1947 Reino Unido optó por dejar de invertir en la guerra civil griega y fue EEUU el que llegó “al rescate”, con millones de dólares entregados al gobierno de Atenas, para evitar que el territorio heleno terminara bajo la órbita de la influencia soviética. Ahora es la UE la que sigue despreciando a Grecia mientras EEUU apuesta por más negociación con Atenas aunque eso suponga una quita de la deuda. Durante años Alemania o Francia tuvieron en Grecia un socio servil dispuesto a comprarles armas por millones de euros en medio de su rescate económico, dispuesto a aceptar para ello préstamos de los bancos alemanes y franceses y dispuesto después a entregar la mayor parte de su rescate a esos bancos y entidades financieras que le facilitaron antes los préstamos. Los ciudadanos griegos solo han recibido algo menos 10% de la ayuda económica y sin embargo se han visto castigados con recortes drásticos impuestos por el Eurogrupo. Las medidas de austeridad aplicadas a Grecia han provocado una enorme caída


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Grecia en nueve claves es que no puede. Es materialmente imposible que pueda devolver una deuda pública del 180% del PIB y esto es algo que era ya evidente hace cinco años, cuando se descubrió que el Gobierno conservador de Nueva Democracia –el mismo partido al que apoyan Merkel y Rajoy– había trampeado las cuentas públicas para ocultar el pastel. El debate no es si Grecia debe o no debe pagar las deudas. Lo que está en discusión es cómo va a dejar de pagar y hay dos opciones: con una quita ordenada o con su salida del euro, que provocaría una devaluación de su nueva moneda y también dejaría a los acreedores parcialmente sin cobrar. 5. A Grecia se le prometió ya en 2012 que si hacía los deberes se reestructuraría su deuda y podría permanecer en el euro. Y después del mayor ajuste de gasto público de la historia, después de perder el 27% de su PIB, después de que la troika fallase estrepitosamente en todos sus cálculos sobre las consecuencias que provocarían sus recortes, ese compromiso sigue sin llegar. 6. Es cierto: la clase política griega ha sido ruinosa, corrupta e irresponsable, y ha estado respaldada por unos ciudadanos que les apoyaron en las urnas. La gestión económica del país ha sido desastrosa desde hace décadas. Los grandes partidos aprovecharon el dinero fácil que llegaba de Europa para crear una red clientelar y mantener políticas populistas con las que perpetuarse en el poder. Pero de todo ello no se puede responsabilizar a Syriza, que no lleva ni medio año al frente del país. Ni tampoco en exclusiva a los griegos: la deficiente arquitectura del euro, la política de tipos de interés bajos –que tanto beneficiaba entonces a Alemania mientras

cebaba la burbuja en el sur de Europa– y los bancos que prestaron ese dinero sin preguntar también tienen su gran parte de responsabilidad. 7. Quienes convierten el impago de Grecia en una afrenta de los griegos al resto de los ciudadanos europeos cuentan solo una parte de la historia. Fueron los bancos privados los que prestaron ese dinero por toneladas. Fue después la troika la que, en el primer rescate, trasladó ese riesgo que había asumido el sector financiero a los contribuyentes europeos. La historia de siempre: privatizar beneficios y nacionalizar las pérdidas. 8. Que el Gobierno de Syriza no sea responsable de la deuda griega no significa que todo lo hayan hecho bien en estos meses. La durísima confrontación dialéctica con la troika puede ser muy útil para ganar elecciones, pero no es la manera más inteligente de encontrar una salida a la situación de tu país; entre otras cosas, porque Angela Merkel también tiene elecciones que ganar. No es la mejor estrategia calificar al Eurogrupo de terrorista un sábado y al día siguiente decir que son tus socios y pedirles que se sienten a negociar. 9. La troika esperaba que el referéndum fuese la muerte política de Alexis Tsipras. Para desgracia de Angela Merkel y Christine Lagarde no ha sido así. Syriza ha ganado la consulta con mucho más margen del esperado y tiene hoy toda la legitimidad y una posición mejor para aguantar el pulso frente a la troika. Aguantar. Eso no significa que aún hayan ganado, porque lo que Alemania teme no es que se apruebe una quita a Grecia que todos dan por inevitable: es que eso lo consiga Syriza. Y dé mal ejemplo. El diario.es 05/07/2015 - 22:39h.

uando la Historia habla de su actividad productiva y una destrucción del 25% de su PIB, una cifra solo similar a la que experimentan las naciones que sufren una guerra. Atenas multiplicó su deuda cumpliendo las exigencias del Fondo Monetario Internacional y a cambio ha contraido más pobreza y desempleo. En vez de haber exigido la lucha contra el fraude fiscal, un sistema impositivo justo y la protección de los servicios publicos fundamentales para garantizar vida digna a la gente, se impusieron medidas contrarias a la prosperidad de los ciudadanos. Grecia ha sido un recipiente en el que se han hecho suculentos negocios a costa del saqueo de un país. El Eurogrupo quiere que Atenas siga fustigándose y asumiendo nuevos sacrificios, despreciando así las consecuencias geopolíticas y económicas que ello podría suponer no solo para el pueblo griego, sino para toda una Europa rodeada de conflictos por el Magreb, Oriente Medio, Ucrania y tensiones crecientes en el Egeo y en el Mediterráneo. Una vez más, la Historia nos habla a gritos y algunos parecen no escucharla.


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Repartir el esfuerzo. Un impuesto para los bancos

Thomas Piketty

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lemania tiene razón al querer hacer pagar una parte del costo del desastre actual a los bancos y otras instituciones financieras que le prestaron dinero a Grecia, a veces a tasas muy altas. Pero hay que hacerlo de manera ordenada, justa y controlada, mediante un impuesto europeo específico a los bancos, y no a costa de un default parcial del Estado griego. ¿Cuál es la diferencia? Es totalmente distinto. El problema del default es que resultará imprevisible en sus consecuencias. Se comienza mediante una reducción del valor de todos los títulos griegos en un porcentaje dado, digamos el 50 por ciento: los que prestaron 100 recibirán sólo 50 (reducción o haircut del 50 por ciento, para utilizar la expresión consagrada). Pero como los bancos se pasan el hierro caliente miles de veces, a menudo con múltiples contratos de seguros que los unen entre sí (sobre todo los famosos CDS, Credit Default Swaps, instrumentos que permiten in fine jugar a la lotería respecto de la probabilidad de un default griego) y los actores que poseen deuda griega a veces ni siquiera lo saben (por ejemplo, en estos últimos años numerosos ahorristas tomaron paquetes de deudas europeas

en sus contratos de seguro de vida y pocos leyeron la letra chica), nadie sabe quién va a terminar pagando la cuenta. No hay ninguna razón para creer que el reparto del esfuerzo será justo: en materia financiera, los jugadores más importantes suelen estar mejor informados y se deshacen de los productos tóxicos a tiempo. Y, sobre todo, hay varias razones para pensar que los efectos en dominó en los balances bancarios producirán movimientos de pánico en el sistema financiero europeo, incluso quiebras en cadena. Más aún si los mercados comienzan a anticipar que una misma estrategia de default y de haircut salvaje se aplicará a la deuda de otros países con dificultades. Las grandes instituciones financieras, que parecen tan poderosas, en realidad son extremadamente frágiles: no poseen casi nada por ellas mismas. Sus balances ponen en juego activos y pasivos colosales (1 billón de euros para un banco medio, es decir, el 500 por ciento del PBI griego) pero sus fondos propios suelen ser muy frágiles (digamos 10.000 millones de euros). Un default griego podría causar desastres terribles. Francia y el Banco Central Europeo (BCE) tienen razones para no desear el default. Pero la solución francesa, basada en una contribución puramente voluntaria de los bancos, tiene pocas chances de imponerse. A grandes rasgos, la idea es llamar a algunos amigos banqueros para pedirles gentilmente que retengan por más tiempo que el previsto la deuda griega y que les renueven el préstamo, sin especificar la moneda de cambio. Los problemas europeos no se arreglarán de este modo. Francia debería apoyar la fuerte y legítima voluntad alemana de “hacer pagar a los bancos” para negociar la creación de una verdadera tasa o contribución bancaria europea que permita hacer que el sector

financiero participe en la reestructuración en curso. La inmensa ventaja de un haircut “fiscal”, a diferencia de un haircut “salvaje”, es que se pueden volver a calibrar la base fiscal y la tasa de contribución, de manera que sólo se haga pagar a los bancos que tienen los medios para hacerlo y se evite todo tipo de pánico. Una tasa de esta naturaleza podría ser el embrión, modesto pero real, de una nueva fiscalidad europea: los impuestos se crean en períodos de crisis, y justamente para responder a una necesidad precisa. Incluso si esto no se ha dicho de manera tan explícita, la propuesta del BCE va en el sentido de crear un verdadero Ministerio de Finanzas europeo (¿se puede tener un Ministerio de Finanzas sin impuestos?). En concreto, ¿cómo sería un impuesto de este tipo? Si se calcula la contribución sobre la base del porcentaje de los activos griegos que se encuentran en manos de las diferentes instituciones financieras, entonces la tasa sería exactamente equivalente al default y produciría los mismos efectos nefastos. Algunos bancos, que poseen muchos activos griegos pero poca liquidez, podrían quedar en rojo. Por lo tanto, para asegurarse de que sólo aporten los bancos que tengan los medios para hacerlo, se podría decidir que la tasa se base sólo en los beneficios. La contribución bancaria sería entonces un suplemento europeo del impuesto a los beneficios y el inicio potencial de un verdadero impuesto europeo a las empresas. Es posible imaginar una solución intermedia que se apoye en parte en estas dos bases fiscales. O bien una base que se apoye en los fondos propios de cada banco, lo que tendría muchas ventajas para una regulación financiera y prudencial. En cualquier caso, este es el debate europeo que hay que dar. Publicado en el libro La crisis del Capital en el siglo XXI (editorial Siglo Veintiuno).


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El fiasco de la ortodoxia

Bruno Susani*

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l FMI publicó, el 15 de junio de 2015, un estudio cuantitativo que pone en tela de juicio un aspecto de su doctrina. Los cálculos de un grupo de sus economistas muestran que en un centenar de países cuando el 20 por ciento de los más ricos aumenta su participación en el ingreso, el PIB disminuye el 8 por mil en cada uno de los cinco años subsiguientes. Por el contrario cuando el 20 por ciento que gana menos, incrementa su participación en el ingreso, entonces el PIB se incrementa durante el mismo período el 0,38 por ciento por año. La conclusión del estudio no deja lugar a la ambigüedad ya que incita a los dirigentes a disminuir las desigualdades del ingreso a favor de los pobres y de las capas medias. La OCDE publicó el 28 de mayo de 2015 en París el informe In it together: Why Less Inequality Benefits Alls sobre 19 países miembros. Muestra que el aumento de la desigualdad entre 1985 y 2005 produjo una disminución del 4,7 por ciento del crecimiento potencial debido a la caída de los ingresos de los 40 por ciento de la población mas pobre y da cifras alarmantes ya que calcula que el 1 por ciento de la población mundial detenta el 50 por ciento del patrimonio global. Las instituciones económicas mundiales sostenían que el “efecto derrame” era un paliativo a la pobreza puesto que el incremento de los ingresos de los más ricos, de una u otra manera terminaba por beneficiar, se derramaba, a los que ganan menos. Por lo cual el empobrecimiento de la mayoría y el enriquecimiento de un grupo reducido no tenía un impacto negativo en el crecimiento económico. El debate sobre la cuestión había sido en parte escamoteado por los economistas ortodoxos que sostenían que la eficacia económica indicaba que el enriquecimiento de unos pocos los llevaba a invertir y crear, por ende, puestos de trabajo lo cual beneficiaba a todos. Dicho de manera más brutal, la eficacia debía primar sobre la justicia social y, eventualmente, la moral ya que, como sabe ocurrir en la realidad el enriquecimiento en la mayor parte de los casos no es la recompensa a un trabajo o de un aporte especifico a la sociedad sino la resultante de una posición privilegiada para hacer negocios. Los cálculos indicados no han cambiado para nada la doctrina del FMI que trata de imponer actualmente a Grecia una disminución de las jubilaciones, del salario mínimo y un recorte en el gasto para la salud como un remedio a la crisis que está devastando el país. Pero el estudio presenta la ventaja de mostrar que los objetivos que el FMI dice perseguir son contradictorios con las medidas que impone para lograrlos. Thomas Piketty mostró en su libro El Capital en el Siglo XXI que la concentración del ingreso y del patrimonio no se ha traducido en un incremento de la riqueza creada. Postuló que la tasa de aumento del patrimonio de los capitalistas era inferior a la tasa de crecimiento de la riqueza producida: vale decir que el incremento de las ganancias de los capitalistas no se dedica plenamente a la inversión puesto que utilizan una parte de ellas en bienes y actividades de prestigio, esparcimiento. En Argentina, aunque el cálculo del patrimonio de los ricos sea más difícil, las tendencias son muy claras. En el período que va de 1976 al 2003 la inversión disminuyó en 1978, 1981, 1982, 1983, 1984, 1985, 1988, 1989, 1990, 1995, 1999, 2000, 2001 y 2002, períodos en los cuales aumentaron el desempleo la pobreza, y la indigencia. El trabajo aparecido en 2013 en The World Top Incomes Database de la Ecole Economique de Pa-

ris en el que trabajan Piketty, Sáez, Atkinson, Alvaredo y otros investigadores, estimaba que las 1040 familias más acaudaladas de la Argentina, entre las que se encuentran Pérez Companc, Rocca, Bulgheroni, De Narváez, Pescarmona, Eskenazi, Macri, Blaquier, Braun, recibían ingresos que representan el 2,5 por ciento del PIB (alrededor de 12.500 millones de dólares). Los cálculos del FMI, de The World Top Incomes Database y de la OCDE respaldan las posiciones de los economistas keynesianos y heterodoxos que sostienen que las políticas económicas de austeridad, llamadas también de ajuste, que infligen sacrificios a los que tienen menos, no pueden ser el fundamento de una política de crecimiento económico. Las descripciones sobre la concentración de la riqueza o los cálculos señalados que invalidan la “teoría del derrame” son importantes ya que permiten mostrar, retrospectivamente, que la praxis económica de los neoliberales conspira contra la creación de riqueza. Presentan sin embargo el inconveniente de no explicar porque esto es así ni, sobre todo, cual es la alternativa. Keynes explicó en el Libro III, Capítulo 8 de la Teoría general que los agentes económicos que ganan mucho gastan sólo una pequeña proporción de su ingreso en consumo y los menos ricos la totalidad de lo que ganan para satisfacer sus necesidades vitales y las de su familia. Es fácil entender que quienes consumen una parte limitada de su ingreso solo invertirán sus ahorros (la diferencia entre el ingreso y el consumo) si piensan que esta inversión les permitirá obtener nuevos beneficios. Pero para que ello suceda los nuevos bienes producidos deben se vendidos y esto será tanto más fácil si existe una distribución equitativa del ingreso. Lo cual implica que una distribución más igualitaria es una condición del crecimiento económico en la medida en que los in-

gresos de los que venden solo pueden provenir de los gastos de los que compran. Si la distribución del ingreso es muy desigual esto hará que la demanda en consumo sea más baja de lo que podría ser. Cuando la tasa de crecimiento es endeble la demanda tiende a estancarse. Esto se debe a que los que ganan más no gasten todo lo que ganan ya sea en consumo o en bienes de inversión porque ya poseen los bienes que necesitan y los otros no tienen ingresos para procurarse lo que les hace falta. Como puede verse no es un problema que se plantee en términos de justicia o de moral sino de eficacia. Una distribución muy desigual del ingreso es ineficaz para el crecimiento económico. Frente a esto los economistas keynesianos, heterodoxos, afirman que es necesaria una política de incremento de la demanda. La solución estriba en aumentar el gasto del Estado proveyendo subsidios y ayudas e incentivando la inversión publica y las obras públicas creando puestos de trabajo, lo que aumentará el ingreso de quienes no tienen satisfechas las necesidades básicas. Como dice Paul Krugman, quienes defienden la teoría neoliberal presentan la economía como una fábula moral en la cual la pobreza es una sanción a los actos económicamente irracionales. En el libro VI, capítulo 24, el último de la Teoría general, Keynes escribía irónicamente que “el crecimiento de la riqueza lejos de depender de la abstinencia de los sectores acaudalados, como se cree en general, corre el riesgo de impedirla”. Los cálculos señalados al principio muestran que la existencia de una distribución del ingreso que favorezca a los que ganan más induce a una demanda global menor, el ahorro será más importante, pero el crecimiento económico más lento. *Doctor en Ciencias Económicas. Autor del libro El peronismo, de Perón a Kirchner, Editorial EdUNLa, mayo 2015. bruno.susani@wanadoo.fr


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n 2015, casi 470 millones de personas tienen el español como lengua materna (un 6,7% de la población mundial). A su vez, el grupo de usuarios potenciales de español en el mundo (cifra que aglutina al grupo de dominio nativo, el grupo de competencia limitada y el grupo de aprendices de lengua extranjera) alcanza casi los 559 millones. El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes, tras el chino mandarín, y también la segunda lengua en un cómputo global de hablantes (dominio nativo + competencia limitada + estudiantes de español). Las previsiones estiman que en 2030 los hispanohablantes serán el 7,5% de la población mundial. A su vez, dichas previsiones también pronostican que, dentro de tres o cuatro generaciones, el 10% de la población mundial se entenderá en español. Compartir el español aumenta un 290 % el comercio bilateral entre los países hispanohablantes. En 2014, el 6,7% de la población mundial es hispanohablante (un total de casi 470 millones de personas con dominio nativo del español), porcentaje que destaca por encima del correspondiente al ruso (2,2,%), al francés (1,1%) y al alemán (1,1%). Las previsiones estiman que en 2030 los hispanohablantes serán el 7,5% de la población mundial. El 7,9 % de los usuarios de Internet se comunica en español, donde es la tercera lengua más utilizada. El uso del español en la Red ha experimentado un crecimiento del 1.123 % entre los años 2000 y 2013. El es-

El espa ol y sus hablantes

pañol es la segunda lengua más importante de Wikipedia por número de visitas. Más de 21 millones de alumnos estudian español como lengua extranjera, con Estados Unidos, Brasil

y Francia en los primeros puestos en número de estudiantes de ELE. En Estados Unidos el número de universitarios matriculados en cursos de español supera al número total de alumnos matriculados en

CORREO del SUR Director General: León García Soler

cursos de otras lenguas. Más de 41 millones de estadounidenses tienen un dominio nativo del español, si bien población hispana de los Estados Unidos ronda ya actualmente los 53 millones de personas.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio

En 2050 Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo. Más de la mitad del crecimiento de la población de los Estados Unidos entre 2000 y 2010 se debió al aumento de la comunidad hispana. 1.3 Previsión de crecimiento El análisis de la evolución demográfica de las cinco lenguas más habladas del mundo –chino, inglés, español, hindi y árabe– entre 1950 y 2050 refleja que, en términos relativos, la proporción de hablantes de chino e inglés desciende por razones de demografía mundial. Por el contrario, tanto el español como el hindi están conociendo un aumento moderado, pero continuo, de su número de hablantes. El árabe, aunque muestra un nivel menor de uso, presenta un mayor crecimiento relativo3 . Existen otras proyecciones, como las de la Britannica World Data, que estiman que, para 2030, los hispanohablantes serán el 7,5 % de los hablantes de todo el mundo, muy por encima de los del ruso (2,2 %), de los del francés (1,4 %) y de los del alemán (1,2 %). Si no cambia la tendencia, dentro de tres o cuatro generaciones el 10 % de la población mundial se entenderá en español. En 2050, los Estados Unidos serán el primer país hispanohablante del mundo. Las estimaciones realizadas por la Oficina del Censo de los Estados Unidos hablan de que los hispanos serán 132,8 millones en 2050. Eso supondrá que el 30 % de la población estadounidense, casi uno de cada tres residentes en los Estados Unidos, será Puede descargar el documento completo: El español: una lengua viva. Informe del Instituto Cervantes en el año 2015.


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