Número 454 Agosto 30, 2015
Homenaje a Monsiváis a cinco años Centenario de Adolfo Sánchez Vázquez El apocalipsis griego Sobre lo finito, la obra póstuma de Günter Grass
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Homenaje a Monsiváis Rolando Cordera Campos Los pobres nunca serán modernos. Se comunican por anécdotas, no por estadísticas2 Carlos Monsiváis
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racias a Rosa Beltrán, directora de literatura de nuestra universidad nacional, gracias a los amigos y cómplices de Carlos por acompañarnos en esta velada organizada en el quinquenio de su ausencia. Qué más se puede decir de Monsiváis que no se haya dicho ya, con diferentes maneras y énfasis. Con cariño, respeto y, también, hay que decirlo, con ironía o recelo por parte de algunos. Monsiváis inevitable: zar de la crónica y dictador implacable de la nota, el ensayo y en su decisiva, pionera, crítica de la cultura nacional y popular, como insistía en llamar a su establo primordial. Por más de 50 años, Carlos fue (de hecho, lo sigue siendo) motivo amable a la vez que imperioso, para acercarse a la cultura,
al trabajo intelectual y literario en México. Así como a las mejores causas, perdidas o por perderse. Su obra, en conjunto, se convirtió en uno de los mejores registros de los cambios sociales y de las pequeñas conquistas de una sociedad que se organiza y se obstina en no abandonar el ya largo camino a la democracia. “A su modo, escribió Sergio Pitol, Carlos Monsiváis es un polígrafo en perpetua expansión, un sindicato de escritores, una legión de heterónimos que por excentricidad firman con el mismo nombre”3. Las líneas ágata de su discurso forman un basamento que, para muchos de nosotros, se alimentó y reprodujo ampliadamente mediante el uso intensivo del teléfono y hasta del Internet, los gozosos paseos por el Centro Histórico y la Portales, las visitas a Bellas Artes o las infatigables búsquedas de antigüedades y colecciones, la comida rápida y frugal con amigos y… víctimas. Quizá sea pertinente situar los inicios del aprendizaje colectivo que prohijó Carlos, del que dan cuenta
sus crónicas del 68, cuando a partir de una profunda indignación personal ante el abuso majadero del poder empieza a tomar cuerpo y sentido una resistencia civil, novedosa a la vez que secular, que arranca de una inédita defensa de la legalidad. “El Movimiento Estudiantil había cumplido el mayor objetivo: esencializar el país, despojarlo de esas mendaces capas superfluas de pretensión y vanidad (…)”, escribía el 18 se septiembre del 68 en La cultura en México. Después, lo inconcebible; la respuesta neurótica de un poder en decadencia que se aferra a no morir: “estudiantes y maestros de primaria y obreros ferrocarrileros y maestros universitarios y del Politécnico y militantes de los grupúsculos acudieron a la Plaza de las Tres Culturas (…) Y el mitin se inició, al instalarse los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga en el tercer piso del edificio Chihuahua. Dieron comienzo los discursos que cercenaban el desánimo y sembraban la reciedumbre porque la victoria estaba próxima. El número de los asistentes se incremen-
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taba. Por el micrófono un aviso: para contradecir los rumores de una represión del ejército, se suspendía la marcha de Tlatelolco al Politécnico (…) Y eran las seis y diez de la tarde y de pronto, mientras el equipo de sonido divulgaba otra exhortación, rayó el cielo el fenómeno verde emitido por un helicóptero, el efluvio verde, la señal verde de una luz de bengala, ´desde la niebla de los escudos´, desde el reposo de lo inesperado. “Y se oyeron los primeros tiros (…) Y alguien alcanzó a exclamar desde el tercer piso del edificio Chihuahua ´¡No corran. Es una provocación!´(…) Y los tanques entraron a la Plaza (…) Y el estruendo era terrible como apogeo de un derrumbe que puede ser múltiple y único, inescrutable y límpido (...) Los fusiles y los revólveres y las ametralladoras entonaban un canto sin claudicaciones a lo que moría, a lo que concluía entonces, iluminado con denuedo, con hostil premura, por la luz de bengala que había lanzado un helicóptero (…) “Se había creído en la democracia y en el derecho y en la conciencia militante y en las garantías constitucionales y en la reivindicación moral. La inocencia había sido don y tributo, una inminencia del principio, algo siempre remitido al principio, allí donde el llanto y las reverberaciones de la sangre y el rescoldo de la desesperanza se gloriaban en la memoria de los días felices, cuando se vivía para la libertad y el progreso”4. Monsiváis registró y buscó dar coherencia a los cambios turbulentos en los perfiles políticos, culturales, de consumo y moda, de esas masas que con sencillez y sentido del orden, a la vez, se rebelan y se revelan como actores del drama del cambio nacional que anunció el 68 y que el dos de octubre labró con sangre y fuego como gran reclamo, nacional y popular, de democracia y nuevas formas de constituir y ejercer el poder. Al mismo tiempo, intentó con éxito variable construir una hipótesis política que de principio a fin incorporara y se nutriera del reconocimiento de la cultura como palanca primordial de la democracia y de la política comprometida que requería y esbozaba como exigencia el país todo. Cultura política; política y cultura; política de la cultura formaron progresivamente un triángulo maestro del itinerario que Carlos diseñó y volvió forma de ser a partir de entonces. En particular, quiso siempre rescatar para la izquierda el valor del humanismo y reclamó su afirmación y conservación como seña de identidad irrenunciable de quienes reivindican el valor del pueblo y postulan la reforma para un régimen de creíble y tangible justicia social. De aquí, por cierto, su interés constante y sus llamados de alarma sobre el papel crucial que la educación y las universidades públicas deben jugar en tiempos nublados, de calma chicha y ominosa, en que el temple se vuelve mala educación y la crítica impertinencia ante las buenas costumbres. Cronista sin reposo; crítico implacable, hombre de la cultura y de las letras y fervoroso defensor de la fe laica, de la tolerancia. En 2002 escribió en Letras Libres5: “Hasta 1970, aproximadamente, la Ciudad de México (autoridades y gente de pro) desconoce la tolerancia y actúa represivamente contra prostitutas, sodomitas, mendigos, disidentes políticos, libertinos, seres ansiosos de divertirse, mujeres solas…para ser breve: la Ciudad no soporta los mínimos intentos libertarios. “La ciudad (léase autoridades civiles y eclesiásticas en pacto no tan secreto que confirma el aplauso de la ciudadanía) reprime sin conciencia alguna de culpa (…) el respeto a los códigos de comportamiento del siglo XIX, y la vigilancia de los eternos menores de edad, queda a cargo de los ‘asaltantes a nombre de la ley’ y los criterios parroquiales”. En su libro El Estado laico y sus malquerientes, muestra cómo los malquerientes de la derecha clerical, a pesar de levantar contiendas y acumular estrépitos, acaban perdiendo una y otra vez. Al respecto, no le preocupaba la ausencia de la laicidad en la Carta Magna: “El carácter laico no está en la Constitución, pero tampoco Dios. Si no está Dios en la Constitución, poco me preocupa que no esté explícitamente el carácter laico del Estado”. Sarcástico consumado, observador nato del ridículo y el desfiguro: “Creo que el humor involuntario o el ridículo o la pretensión fallida es un desquite del lector, del ciu-
dadano, un instrumento de la revancha cotidiana, si yo no me río de lo que están diciendo desde las alturas del poder acabo creyendo que son efectivamente las alturas del poder (…)”6. Autocalificaciones y creencias “Fui y creo seguir siendo liberal radical, o demócrata liberal, nunca he sido marxista deliberadamente aunque, como todos en México, soy culturalmente una mezcla de marxismo, agnosticismo (hasta semanas antes de la muerte), cristianismo (hasta una semana después de la muerte), fe individualista y certezas socialistas. Como nunca fui marxista — le tuve miedo a tanta doctrina— nunca me resultó convincente mi dogmatismo, y si de algo tengo que arrepentirme es de no tener demasiado de qué arrepentirme en lo que a convicciones se refiere. Sostengo ahora, con los matices y reacomodos indispensables, lo mismo que sostenía hace 30 años”. “No creo en los regímenes de fuerza, ni en el autoritarismo ni en que una persona decida por todas ni en la impunidad de la clase gobernante ni en la pobreza como hecho natural ni en la aristocracia mexicana (pulquera o presupuestera) ni en el sacrificio de las generaciones en medio del glorioso bien de quienes le imponen a los demás los sacrificios y soy más optimista ahora que hace 30 años, porque ahora sé que los malvados, los explotadores, los represores, sólo tienen éxito y felicidad mientras viven —antes creía que en el cielo también reprimían las manifestaciones de protesta”. “En medio del Movimiento Estudiantil, una serie de afirmaciones patrióticas me llamaron tanto la atención que inicié una sección que ha perseverado con saltos: ‘Por mi madre, bohemios’. Cuando un diputado del PRI dice, hablando de la crítica que podía hacerse a la intervención en Tlatelolco: ‘es preferible morir aplastados por tanques mexicanos que por tanques soviéticos’, te llama la atención, o cuando una agrupación que está en defensa de las instituciones de gobierno se llama a sí misma Asociación de Ex alumnos de todas las instituciones educativas, es tan maravilloso (…)” “Ante las devastaciones, algunas certezas permanecen, todas ellas correspondientes a los grandes cambios positivos. No las difundo ahora para no oponerme al esplendor del pesimismo”. “Un país de jóvenes es la consigna de las sociedades que equilibran su desbarajuste económico (seamos optimistas) con su elevado índice de fertilidad, e igualan la falta de oportunidades con el catálogo de promesas y desgastes generacionales. Según las elites y los gobiernos, los jóvenes son la entidad `desincorporada´ a la caza de la sombra de la identidad (sinónimo de empleo)”. Unas últimas palabras Fidelidad de los dichos con los hechos, coherencia en la crítica, rigor sin concesiones en el análisis de las realidades que lo impelen a ser y no dejar de ser eso ante todo: un pensador, un maestro de las ideas y de las letras, volcado a la construcción de un público con quien dialogar y poder respetar, y aferrado a la convicción de que sin eso, sin lo público que es también y sin escape político, no hay vida intelectual ni espacio para la sensibilidad estética que conlleva la cultura. Eso es y ha sido para muchos de nosotros Carlos Monsivais; lo seguirá siendo, porque al igual que uno de sus maestros preferidos, don Gabriel Vargas, mientras haya ricos en expansión y prepotentes en inflación seguirá escribiendo. Por cierto, es su respeto permanente y comprometido a la difícil fórmula de vincular cultura nacional con cultura popular, el que desemboca siempre en reconocer la im-
portancia de una cultura universal que, sin desbarrancarse en un fácil y necio cosmopolitismo, se nutra y a la vez enriquezca la propia cultura. Es aquí que quienes hacemos economía política y buscamos un desarrollo de la nación que garantice justicia y democracia, encontramos una veta inextinguible para diversificar y enriquecer nuestro quehacer. Para darle a la reflexión disciplinaria, marcada por la fatalidad de la aridez numérica o el reduccionismo histórico, una perspectiva mayor donde puedan adquirir sentido histórico el proyecto y la ambición transformadora de la economía política. Esta disciplina, como bien sabía Carlos, ha sido desde sus orígenes un discurso emanado de la filosofía moral e inspirado en la enseñanza histórica y el propósito político renovador. Sólo en un contexto cultural reconocido como indispensable, fundamental, puede encontrar esta visión un papel racional y coherente. Nunca quiso admitirlo, pero es aquí donde puede encontrarse un Carlos Monsiváis economista político. Recordar a Carlos es releerlo una y mil veces y con su mirada y su memoria, con su ironía ilustrada, estallar a carcajadas, laicas y non sanctas, remisas y herejes y con él decir: “Puedo prescindir de metas, el obispado de Querétaro, la Presidencia de la República, la dirección del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, pero de metas mayores no. Un buen libro o una película me van cambiando la vida”. 1Homenaje a Carlos Monsiváis, 19 de agosto de 2015, Ciu-
dad Universitaria. 2Carlos Monsiváis, “Notas de la semana”, El universal, 31 de agosto de 2008. 3Sergio Pitol, “Con Monsiváis, el joven (fragmento”), La Jornada, 20 de junio de 2010 4Carlos Monsiváis, “Tlatelolco”, en Días de guardar, México, ediciones Era, 2010, pp.301-303. 5Carlos Monsiváis, “El vigor de la agonía: la ciudad de México en los albores del siglo XXI”, http://www.letraslibres.com/revista/convivio/el-vigor-de-la-agonia-la-ciudad-de-mexico-en-los-albores-del-siglo-xxi 6Transcripción de la entrevista con Carlos Monsiváis en el programa “Confabulario”, El Universal, 17 septiembre de 2006.
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CENTENARIO DE ADOLFO SÁNCHEZ VÁZQUEZ
El filósofo del socialismo humanista y democrático* Gracias a Sánchez Vázquez, sostiene el autor, los jóvenes intelectuales latinoamericanos de los sesenta conocieron “un marxismo vital, creativo, revolucionario, cuya rica historia, reprimida por el marxismo oficial del imperio soviético, ellos averiguarían un poco más tarde” BOLÍVAR ECHEVERRÍA
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s difícil exagerar la importancia que tuvo la obra de Adolfo Sánchez Vázquez para los jóvenes intelectuales latinoamericanos de comienzos de los años sesenta. Sus ensayos sobre estética marxista y después, sus trabajos sobre los manuscritos juveniles de Carlos Marx, daban voz a un marxismo desconocido, vital, creativo, revolucionario, cuya rica historia, reprimida por el marxismo oficial del imperio soviético, ellos averiguarían un poco más tarde. ¿Por qué era tan importante entonces tener una prueba de que ese otro marxismo existía y podía desplegar y enriquecer su capacidad explicativa de la vida social e histórica? Esos jóvenes tenían la ilusión de que el renacimiento de la revolución iniciado por el levantamiento cubano que triunfó en 1959, podía profundizarse en el sentido de un socialismo libertario y alcanzar dimensiones planetarias que, esta vez sí podía realizar lo que el primer intento revolucionario, 30 o 40 años atrás, no había podido llevar a cabo: el ideal de construir una sociedad justa y libre. Aleccionados en la polémica teórico política más apasionada de esa época, que tenía lugar en la opinión pública francesa, esos jóvenes entraron en una actividad política impaciente y radical que se mantuvo encendida durante algunos años. Para muchos de ellos, agotaría tempranamente su ciclo a partir de 1967 y la muerte del Che Guevara y, sobre todo, después de las brillantes y trágicas experiencias de 1968. Admiradores de Jean Paul Sartre, cuya argumentación política impugnadora de las falacias de la “democracia occidental” avanzaba hasta un punto en el que se abría para ella un gran vacío. Llegaban ante una pregunta: ¿Los actos de todo tipo de rebeldía que se daban contra el orden establecido, con los cuales esos intelectuales se comprometían apasionadamente, estaban condenados a repetir el esquema del mito de Sísifo reactualizado por Albert Camus: a encenderse y a ser apagados sin dejar huella, unos junto a otros, sin tocarse; unos después de otros, sin transmitirse? ¿No había un medium objetivo que los comunicara entre sí, un nudo objetivo en el que decantaran los efectos de todos ellos, que estuviera dotado de alguna permanencia y les permitiera solidarizarse unos con otros y aprender unos de otros? ¿No había una historia común que permitiera a la más incierta de las huelgas, planteada en el últi-
mo rincón de los Andes, saber que su audacia no estaba sola sino que formaba parte de una mucho mayor, de alcances planetarios, cuya amplitud y coherencia permitían contar con la victoria, si no aquí y ahora, sí en un futuro de mediano plazo? ¿Había alguien que pudiera afirmar y demostrar la existencia de una realidad objetiva dotada de esta consistencia; de una historia compartida capaz de interconectar los actos y retener los efectos de las muchas rebeldías, de juntarlos a todos sobre un mismo escenario y permitirles así articular coherentemente una rebelión conjunta, una revolución? ¿Qué propuesta teórica podía reconocer y hablar en esos días de este peculiar mundo de objetos al que cien años atrás Marx había reconocido como “el mundo de la producción de la riqueza social” y cuya “forma o modo capitalista” había criticado radicalmente? El “marxismo”, esa doctrina que afirmaba basarse en la teoría de Marx y que, para finales de los años cincuenta, había acompañado de manera dogmática y apologética la larga serie de crímenes monstruosos exigidos por la recomposición del Imperio Ruso y perpetrados en nombre del socialismo. ¿Podía tener ese modelo una propuesta teórica capaz de reactualizar para los nuevos tiempos esa visión crítica de la civilización capitalista en la que se había empeñado Marx? A los ojos de esos jóvenes intelectuales era obvio que no. Eso que se hacía llamar marxismo no tenía para ellos absolutamente nada que ver con una teoría del fundamento objetivo de la revolución como la que requería la radicalización y ampliación de la Revolución Cubana. Era una construcción especulativa endeble unidad de “dialéctica materialista y materialismo histórico”, de “filosofía y ciencia” y, en términos teóricos, esos jóvenes intelectuales sentían vergüenza ajena por ella. Aunque, por otro lado, no dejaban de percibir que, si bien se trataba de un corpus pesado e inútil, que pretendía ocupar un lugar genuino; un lugar bloqueado que reclamaba abrirse y airearse para dar juego a la teoría revolucionaria. Sólo a la luz de esta necesidad apremiante de una teoría compartible por todos los que impugnaban el orden establecido y capaz así de reunirlos puede entenderse y apreciarse la importancia
que tuvo para esos jóvenes intelectuales el aparecimiento de una obra marxista como la de Adolfo Sánchez Vázquez. A partir de ella se volvía indudable que un marxismo diferente del que se había establecido como ideología del “socialismo soviético” era posible. La obra de Adolfo Sánchez Vázquez insistía entonces, como lo hace ahora, en dos contenidos esenciales de la teoría de Marx, íntimamente conectados entre sí: en el carácter creativo de la praxis humana y en la necesidad de una orientación esencialmente humanista y democrática de la actividad política socialista. Los primeros aportes de Sánchez Vázquez a un nuevo marxismo se dieron en el campo de la estética y la teoría del arte. En abierta polémica con las posiciones del marxismo soviético, resumidas por el teórico ruso Zhdanov, que aplicaban al terreno del arte la teoría del conocimiento como un mero reflejo de la realidad, Sánchez Vázquez defendió la idea de que el arte, al ser la versión más depurada de la praxis humana, muestra en su pureza el carácter creativo de la misma. Si algo distingue al ser humano de los demás seres es, según Sánchez Vázquez, el hecho de que es capaz de crear un mundo propio, el mundo de lo social, autónomo del mundo natural. La dignidad humana, lo mismo individual que colectiva, reside en la libertad que es propia de todo creador. La reivindicación de esta dignidad en lo
concerniente a la esencia y la función del arte fue para Sánchez Vázquez el primer paso en la elaboración de la obra que es seguramente su mayor contribución a la teoría marxista, su Teoría de la praxis. Las implicaciones políticas de su rebelión contra el marxismo oficial eran evidentes tanto para sus censores del partido o sus admiradores universitarios. Si la creatividad es el rasgo distintivo de lo humano, manifiesto lo mismo en el individuo que en la colectividad, toda propuesta política y toda realización política que incluyan en su estrategia una subordinación del ejercicio libre de esa creatividad a necesidades pragmáticas de la construcción y el mantenimiento de un orden social resultan absolutamente condenables. El socialismo, comenzó a defender ya desde entonces Sánchez Vázquez, o es humanista, es decir, democrático, afirmador de la autarquía de un pueblo compuesto de individuos todos ellos creadores, o no es socialismo. Las grandes líneas de un pensamiento renovador del marxismo quedaron planteadas ya en los sesenta por Sánchez Vázquez. Ideas en las que ha seguido trabajando incansablemente y en las que, con la generosidad de un filósofo verdadero, ha dado ánimos para que avancen otros proyectos diferentes del suyo. *Fragmento del texto de Bolívar Echeverría“Adolfo Sánchez Vázquez y el otro marxismo.” Publicado en Theoría: Revista del Colegio de Filosofía 26 (2014): 55-59
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SLAVOJ ZIZEK*
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ue reeditado en la revista estadounidense In These Times, después del referéndum, su título fue cambiado a “Cómo Alexis Tsipras y Syriza manipularon a Angela Merkel y los eurócratas”. Aunque creo que aceptar efectivamente los términos de la Unión Europea (UE) no fue una derrota fácil, estoy muy lejos de tener una visión tan optimista. La inversión del No del referéndum al Sí a Bruselas fue un verdadero impacto devastador, una catástrofe demoledora y dolorosa. Más precisamente, fue un apocalipsis en ambos sentidos de la palabra, la habitual (catástrofe) y la original literal (revelación): el antagonismo básico, el punto muerto de la situación estaba claramente revelado. Muchos comentaristas de izquierda (Habermas incluido) se equivocaron al leer el conflicto entre la Unión Europea (UE) y Grecia como el conflicto entre la tecnocracia y la política: el tratamiento de la UE a Grecia no es tecnocrático, sino político en su estado más puro, incluso en contra de sus intereses económicos (como lo aseguró claramente el Fondo Monetario Internacional, un verdadero representante de la fría racionalidad económica, que declaró inviable el plan de rescate). En todo caso, era Grecia la que representaba la racionalidad económica y la UE la que representaba la pasión política ideológica. Después que los bancos griegos y Bolsa reabrieron, hubo una tremenda fuga de capitales y una caída de las acciones que no fueron principalmente una señal de la desconfianza en el gobierno de Syriza, sino la desconfianza de las medidas impuestas por la UE, el claro brutal mensaje que
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El apocalipsis griego Elaborado antes de la dimisión de
Alexis Tsipras, el análisis de Zizek ataja
el debate maniqueo que siguió a la
imposición de Alemania y sus socios europeos del programa de ajuste
lanzado como últimatum al gobierno griego. Aquí, el autor ensaya otro examen; aborda la complejidad del problema antes que reducirlo a un dilema entre blanco y negro e intenta dar una interpretación comprensiva a los hechos que están en curso definiendo este fin de época. ASR (como estamos acostumbrados a decirlo en términos animistas) el capital mismo no cree en el plan de rescate de la UE. (Y, por cierto, la mayor parte del dinero dado a Grecia va a los bancos privados occidentales, lo cual significa que Alemania y otras potencias de la UE están gastando el dinero de los contribuyentes para salvar a
sus propios bancos, que cometieron el error de dar préstamos incobrables. Por no hablar del hecho de que Alemania se benefició enormemente con la huida del capital griego de Grecia a Alemania.) Cuando Varoufakis justificó su voto en contra de las medidas impuestas por Bruselas, comparó
el tratado con el Tratado de Versalles, que fue injusto y albergaba una nueva guerra. Aunque su paralelo es correcto, yo preferiría otro, el tratado de Brest-Litovsk entre la Rusia soviética y Alemania a principios de 1918, en el que, para consternación de muchos de sus partidarios, el gobierno bolchevique cedió a las indignantes demandas de Alemania –es verdad que se retiraron, pero eso les dio un respiro para fortalecer su poder y esperar. Y lo mismo pasa con Grecia hoy en día: no estamos al final, la retirada griega no es la última palabra por la sencilla razón de que la crisis golpeará de nuevo, en un par de años, si no antes, y no sólo en Grecia. La tarea del gobierno de Syriza es prepararse para ese momento, para ocupar pacientemente posiciones y planear opciones. Mantener el poder político en estas condiciones imposibles, sin embargo, proporciona un espacio mínimo para la preparar el terreno para la acción futura y para la educación política. Ahí reside la paradoja de la situación: si bien el plan de rescate
no va a funcionar, no hay que ponerse nervioso y abandonar sino seguir hasta la próxima explosión –¿por qué? Por la obvia falta de preparación de Grecia para el Grexit– no había Plan B para saber cómo hacer esta muy difícil y compleja operación. Hasta ahora, el gobierno de Syriza operaba sin controlar realmente el aparato del Estado con sus dos millones de empleados: la policía y el Poder Judicial pertenecen en su mayoría a la derecha política, la administración es parte integrante de la máquina clientelista corrupta, etc. Y es precisamente en esta vasta maquinaria estatal que uno tendrá que depender en el caso de la inmensa obra de Grexit. (Nosotros deberíamos también tener en cuenta que Grexit era el plan del enemigo, incluso hay rumores de que Schauble, el ministro de Finanzas alemán, ofreció 50 mil millones de euros a Grecia si dejaba la zona euro.) Lo que hace que al gobierno de Syriza tan preocupante es precisamente el hecho de que es el gobierno de un PASA A PÁGINAS 6 Y 7
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país dentro de la Eurozona. La vehemencia con la que se le ha opuesto se debe precisamente a la existencia de Grecia en la Eurozona. ¿A quién le importaría realmente, llegar al poder en un pequeño país con el dracma como su moneda? ¿Qué espacio de maniobra tiene el gobierno de Syriza cuando se ve reducido a promulgar la política de su enemigo? (N. de la Ed. este artículo fue escrito antes de la renuncia de Tsipras.) ¿Debería dimitir y convocar a nuevas elecciones en lugar de impulsar una política opuesta directamente a la de su programa? Tal medida es muy fácil, es en última instancia una nueva versión de lo que Hegel llamaba el Alma Hermosa. Como dijo Etienne Balibar, más que nada Syriza necesita ganar tiempo, y las potencias de la UE están haciendo todo lo posible para privar de tiempo a Syriza – tratan de arrinconar a Syriza, forzando una decisión rápida: capitulación completa o Grexit. ¿Tiempo para qué? No sólo para prepararse para la próxima crisis. Siempre debemos tener en cuenta que la tarea básica del gobierno de Syriza no es ni el euro ni el ajuste de cuentas con la UE, sino, sobre todo, la reorganización radical de las largamente corruptas instituciones políticas y sociales de Grecia: el extraordinario problema que enfrenta Syriza –que no sería enfrentado por ningún otro partido político en el gobierno– es el de reformar los marcos institucionales internos bajo un asalto institucional externo (como la propia Alemania lo hizo a principios de 1800 bajo la ocupación francesa). El problema que Grecia enfrenta ahora es uno de “gobernabilidad de izquierda”: la dura realidad de lo que significa para la izquierda radical gobernar en el mundo del capital global. ¿Qué opciones tiene el gobierno? Los candidatos obvios –simple socialdemocratización, Estado-socialismo, abstinencia de Estado y dependencia de los movimientos sociales–, obviamente, no son suficientes. La verdadera novedad del gobierno de Syriza es que es un evento gubernamental, la primera vez que una izquierda radical occidental (y no al viejo estilo comunista) tomó poder del Estado. Discursos enteros tan queridas por la Nueva Izquierda, como el de actuar por fuera del Estado, tienen que ser abandonados: uno tiene que asumir heroicamente la plena responsabilidad del bienestar de todo el pueblo y dejar atrás la actitud crítica básica de la izquierda de encontrar una perversa satisfacción en brindar explicaciones sofisticadas de por qué las cosas tenían que tomar un giro equivocado. La elección que el gobierno Syriza enfrentaba es una real elección difícil que no debería ser tratada en términos pragmáticos brutales, no es una gran elección de principios entre el acto verdadero y la traición oportunista. Las acusaciones al gobierno Syriza de “traición” están hechas para evitar la verdadera gran pregunta: ¿cómo enfrentar al capital en la forma que tiene hoy? ¿Cómo gobernar, cómo dirigir un Estado, “con la gente”? Es muy fácil decir que Syriza no es sólo un partido de gobierno, sino que tiene sus raíces en la movilización popular y los movimientos sociales: Syriza es una coalición contradictoria floja en sí misma, e internamente antagónica del pensamiento y la práctica de izquierda, muy dependiente de la capacidad de los movimientos sociales de todo tipo, totalmente descentralizada y conducida por el activismo de las redes de solidaridad en un amplio campo de acción a través de líneas de conflicto de clase, de género y del activismo sexual, temas de
inmigración, movimientos antiglobalización, defensa de derechos civiles y humanos, etc”. Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿cómo afecta o debería afectar las prácticas de gobierno esta confianza en la autoorganización popular? En su “Grecia ha sido traicionada”, Tariq Ali escribió: “A principios de mes estaban celebrando el voto No”. Estaban dispuestos a hacer más sacrificios, a arriesgar sus vidas fuera de la Eurozona. Syriza les dio la espalda. La fecha 12 de julio 2015, cuando Tsipras llegó a un acuerdo con la UE, se convertirá en el tristemente célebre el 21 de abril de 1967. Los tanques han sido sustituidos por los bancos, como Varoufakis dijo después de ser nombrado ministro de Finanzas. “Considero este paralelismo entre 2015 y 1967 convincente pero a la vez profundamente engañoso. Sí, tanques riman con los bancos (tanks-banks en inglés), lo que significa: Grecia está ahora de facto bajo la ocupación financiera, con su soberanía severamente reducida, todas las propuestas del gobierno tienen que ser aprobadas por la troika antes de su presentación al Parlamento, no sólo decisiones financieras, sino incluso datos bajo control extranjero (Varoufakis no tuvo acceso a los datos de su propio ministerio, ahora es acusado de traición por intentar hacerlo), y, para colmo de males, en la medida en que el gobierno democráticamente elegido obedece estas reglas, proporciona voluntariamente una máscara democrática a este dictado financiero. (En cuanto a las acusaciones recientes contra Varoufakis por traición, muestran obscenidad en su estado más puro: mientras miles de millones desaparecieron en las últimas décadas, y el Estado dibujaba informes financieros, la única persona acusada fue el
periodista que hacía públicos los nombres de los propietarios de cuentas ilegales en bancos extranjeros, pero ahora se lo acusa a Varoufakis sin más con un pretexto ridículo. Si hay un auténtico héroe en toda la historia de la crisis griega, es Varoufakis.) ¿Debe entonces arriesgarse el Grexit? Estamos confrontando aquí la tentación “evental” (concepto de Alain Badiou), la tentación, en una situación difícil, de llevar a cabo el acto de locura, de hacer lo imposible, de asumir el riesgo de irse cualquiera sean los costos, con la lógica subyacente de que “las cosas no pueden ser peores de lo que son ahora.” El problema es que ciertamente se pueden poner peor, hasta explotar en una crisis social y humanitaria completa. La pregunta clave es: ¿existió realmente una posibilidad objetiva de un acto emancipador adecuado para aprovechar todas las consequencias político-económicas del No del referéndum? Cuando Badiou habla de un evento emancipatorio, siempre enfatiza que un hecho no es un evento en sí mismo, que sólo se convierte en uno con carácter retroactivo, a través de sus consequencias, a través de la dura y paciente “obra de amor” de los que luchan por ella, que son fieles a la misma. Por lo tanto uno debería abandonar (“deconstruir”, incluso) el tema de la oposición entre la marcha “normal” de las cosas y el “estado de excepción” caracterizado por la fidelidad a un acontecimiento que interrumpe la “normal” sucesión de las cosas. En un suceder normal de las cosas la vida continúa, siguiendo su inercia, estamos inmersos en nuestras preocupaciones y rituales diarios, y entonces algo sucede, algo, un despertar, la versión secular de un milagro (explosión social emancipadora, encuentro de amor traumático ...);
si optamos por la fidelidad a este evento, toda nuestra vida cambia, nos comprometemos con la “obra de amor” y nos esforzamos para inscribir el Evento en nuestra realidad; en algún momento, entonces, la “evental” secuencia de acontecimientos se agota y volvemos al normal flujo de las cosas... Pero, ¿qué pasaría si el verdadero poder de un evento se midiera precisamente por su desaparición, cuando el evento se borra en su resultado, en el cambio de la vida “normal”? Tomemos un evento sociopolítico: lo que queda de él al final, cuando se agota su energía extática y las cosas vuelven a la “normalidad”, ¿cómo es esta normalidad diferente de la normalidad pre “evental”? Así que, volviendo a Grecia, es fácil contar con el gesto heroico de prometer sangre, sudor y lágrimas, para repetir el mantra que la política auténtica significa uno no debe permanecer dentro de los límites de la posible, sino arriesgar lo imposible, pero ¿qué implicaría esto en el caso de Grexit? En primer lugar, no olvidemos que el referéndum no era ni sobre el euro (el 75 por ciento de los griegos prefieren quedarse en el euro), ni sobre la permanencia en la UE o no. La pregunta era: “¿Quieres que esta situación continúe o no?” Por lo tanto, el resultado no puede ser leído como una señal de que el pueblo griego está dispuesto a soportar sacrificios y más sufrimiento para hacer valer su soberanía. El No fue un No a su situación continuada, que era la situación de austeridad, pobreza, etc. Era una demanda de una mejor vida, no una preparación para más sufrimiento y sacrificio. (Por lo general, el postulado “disposición para un inmenso sufrimiento” es extremadamente problemático.) En segundo lugar,
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en el caso de Grexit, el Estado griego no se vería obligado a cumplir una serie de medidas (nacionalización de los bancos, impuestos más altos, etc.) que son simplemente el renacimiento de la vieja soberanía política económica nacional estatal-socialista. No tengo nada en contra de ese tipo de política, pero ¿funcionaría en las condiciones específicas de la Grecia de hoy, con su aparato estatal ineficiente y siendo parte de la economía global? Estos son los tres puntos principales del plan de la Plataforma de Izquierda antiausteridad, que enumeran una serie de medidas “absolutamente manejables”: 1) La reorganización radical del sistema bancario, su nacionalización bajo control social y su reorientación hacia el crecimiento. 2) El rechazo total de la austeridad fiscal (superávit primarios y presupuestos equilibrados) con el fin de abordar con eficacia la crisis humanitaria, cubrir necesidades sociales, reconstruir el Estado social, y sacar a la economía del círculo vicioso de la recesión. 3) La implementación de los primeros procedimientos que conduzcan a la salida del euro y la cancelación de gran parte de la deuda. Son decisiones absolutamente manejables que pueden llevar a un nuevo modelo económico orientado hacia la producción, el crecimiento y el cambio en el equilibrio de fuerzas sociales en beneficio de la clase obrera y el pueblo. Más dos especificaciones adicionales: La elaboración de un plan de desarrollo basado en la inversión pública, pero que también permitirá la inversión privada en paralelo. Grecia necesita una nueva y productiva relación entre los sectores público y privado para entrar encaminarse hacia
el desarrollo sostenible. La realización de este proyecto será posible una vez que se restablezca la liquidez, combinada con el ahorro nacional. Recuperar el control del mercado interno de los productos importados revitalizará y mejorará el papel de las pequeñas y medianas empresas, que siguen siendo la columna vertebral de la economía griega. Al mismo tiempo las exportaciones se verán estimuladas por la introducción de la moneda nacional. Es difícil de ver en todo esto nada más que el juego habitual de medidas intervencionista del Estado: el retorno a la moneda nacional, la impresión de dinero, la financiación de grandes obras públicas, apoyo a la industria nacional... Tales medidas, bien calibradas, pueden funcionar, pero ¿funcionarían en la Grecia de hoy, con una enorme deuda externa de individuos privados y empresas (que no se puede cancelar), una economía plenamente integrada con y dependiente de Europa Occidental, dependencia que incluye exportaciones de alimentos, de productos industriales y de insumos médicos? En otras palabras, ¿dónde, en qué “afuera” se encontraría Grecia? ¿En el “afuera” de Bielorrusia y Cuba? Como Paul Krugman escribió hace poco, uno tiene que admitir que nadie sabe realmente lo que serían las consequencias del Grexit, es un territorio desconocido. Sin embargo, una cosa es clara: “Grexit es un nombre para nada menos que la política de independencia nacional”, por lo que no es de extrañar algunos partidarios de la Plataforma de Izquierda incluso recurran a la extremadamente problemática y (para mí) totalmente inaceptable autocaracterización “populismo nacional”. (Por cierto, uno tie-
ne que rechazar ambos mitos optimistas, el mito Plataforma de Izquierda de que hay una manera claramente racional de hacer el Grexit y traer una nueva prosperidad, así como el mito opuesto, defendido por, entre otros, Jeffrey Frankel, de que, si cumple fielmente el plan de rescate, Tsipras puede convertirse en un nuevo Lula.) Así que ahora la elección no es simplemente “Grexit o capitulación”: el gobierno de Syriza se encuentra en una situación única, obligado a hacer lo que le es opuesto. Persistir en una situación tan difícil y no dejar el campo es coraje verdadero. El enemigo del gobierno Syriza ahora no es principalmente la Plataforma de Izquierda, sino los que toman “sinceramente” la derrota y quieren jugar la carta de la UE. Este peligro resulta claro cuando uno toma en cuenta el efecto de la capitulación en Syriza: la capitulación des-radicalizó a los que se quedaron en los ministerios, con el resultado de que o bien son incapaces o no desean (para no alterar a la troika) planear la próxima ruptura. Además, la troika los manteniene como conejillos de Indias en una rueda giratoria, haciéndolos correr más rápido y más rápido para implementar sus medidas tóxicas. Han sido cooptados en cuestión de días y son incapaces de planear nada de eso. Por último: en este punto, y de manera crucial, la troika está hábilmente imponiendo al gobierno legislación que agranda y afianza aún más sus propios feudos dentro del Estado. Por lo tanto, las unidades recaudadoras de impuestos han sido absorbidas por la Secretaría General de Ingresos Públicos (que como ya expliqué, es manejada por la troika) y por lo tanto el gobierno no tiene instrumentos a su disposición para combatir la
Domingo 30 de agosto de 2015
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evasión fiscal por parte de los oligarcas. Lo mismo ocurre con las privatizaciones. La troika está estableciendo nuevos “órganos” que controla totalmente. ¿Queda alguna esperanza? El verdadero milagro de la situación, y una de las pocas fuentes de esperanza modesta, es que, a pesar de la capitulación ante Bruselas, parece que alrededor del 70 por ciento de los votantes griegos todavía apoyan el gobierno Syriza. Y la explicación es que la mayoría percibe que el gobierno de Syriza está haciendo lo correcto en una situación imposible. Hay un riesgo de que la capitulación de Syriza llegará a ser solamente eso y nada más, permitiendo el completo reingreso de Grecia a la UE como un humilde miembro en quiebra, de la misma manera que existe un riesgo de que el Grexit se convierta en una catástrofe a gran escala. No existe una clara respuesta a priori aquí, cualquier decisión sólo puede ser retroactivamente justificada por sus consequencias. Lo que uno debiera temer no es sólo la perspectiva de más sufrimiento por parte del pueblo griego, sino también la perspectiva de otro fiasco que desacreditará a la izquierda en los próximos años, mientras que los izquierdistas sobrevivientes argumentarán cómo su derrota demuestra una vez más la perfidia el sistema capitalista. *Filósofo y crítico cultural, es profesor en la European Graduate School, director internacional del Birkbeck Institute for the Humanities (Universidad de Londres) e investigador senior en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana. Su obra Menos que nada, Hegel y la sombra del materialismo dialéctico (Ediciones Akal) se publicará en septiembre de este año. Traducción: Celita Doyhambéhère.
Sobre lo finito, la obra póstuma de
Günter Grass E
l último libro de Günter Grass, Vonne Endlichkait (Sobre lo finito) fue lanzado este miércoles póstumamente por la editorial Steidl, seis meses después de la muerte del escritor, que alcanzó a revisar parte de la edición. “Günter Grass nos ha dejado un conmovedor regalo de despedida. Creo que una vez más logró algo grande”, dijo el editor Gerhard Steidl durante la presentación de la obra en Göttingen (Alemania). El libro, con un título en el dialecto de Prusia Oriental, está compuesto por una serie de prosas breves y de poemas y está ilustrado una serie de dibujos del escritor. El tema central, es lo finito, relacionado ante todo con la vejez y con la existencia humana y con los proyectos inacabados sobre los que Grass reflexiona en una de las prosas que forman parte del libro. “Lo comenzado quiere quedar
inconcluso. Lo que está listo sólo lo parece. Palabras gastadas, el intento de ser mudo”, dice uno de los textos. En uno de los poemas, titulado Lo que se fue, se fue, Grass evoca a los amigos muertos y de alguna manera anticipa su propia muerte: “Hace poco abrí un armario/cerrado desde hace tiempo./En el había perchas/de las que no colgaba nada./ Colgué entonces, percha tras percha,/ropa de amigos muertos”. En otros textos del libro, Grass alude a elementos típicos de la vejez, como la dificultad para ingerir alimentos sólidos o la caja de dientes reposando en la noche en un vaso de agua. Al margen de la reflexión sobre la edad y sobre los preparativos para la propia muerte -en uno de los textos se describe probando un ataúd encargado a un carpintero- en algunas prosas y poemas se asoma también el Grass
CORREO del SUR Director General: León García Soler
interesado en la actualidad política. Así, por ejemplo, en Über den Zahlungsverkehr (‘Sobre los medios de pago’) evoca una discusión, algo anarquista, sobre los beneficios de una hipotética desaparición del dinero -el trasfondo es naturalmente la crisis del euro- que cierra luego con una observación melancólica. “Desde entonces, ya no hay intereses que, como la Biblia dice, son algo demoníaco. Sin embargo tenemos otra vez esperanza y estamos dispuestos a ahorrar aunque no sabemos qué ni para qué”. Sobre la crisis, las bolsas y el dinero El tema del dinero y de la crisis financiera también aparece en un breve poema, In Frankfurt am Main (‘En Fráncfort de Meno), que tiene matices algo apocalípticos: “Donde vive el dinero/se ha instalado el miedo./Gracias a la ley de protección de arrendatarios/no hay forma de desterrar-
lo,/engendra hijos que hacen escándalo ante la bolsa/y juegan al viernes negro”. Poco antes de su muerte, Grass había dicho que no empezaría una novela porque sabía que no podía contar con tres o cuatro años para terminarla, lo que explica en parte que su última obra sea una colección de textos breves. La primera edición del último libro de Grass, que tiene apenas 176 páginas, será de 50.000 ejemplares. Durante el lanzamiento del libro estuvo presente la viuda del escritor, Ute Grass. El escritor murió en Lübeck en abril de este año a los 87 años de edad. Según Gerhard Steidl, no es de esperar que la obra de Grass crezca con “algún manuscrito que aparezca escondido debajo de la cama” pero sí anunció que se proseguirá con la publicación de sus diarios, en los que el escritor muchas veces abordaba la actualidad política.
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