Número 455 Septiembre 6, 2015
Crisis en Puerto Rico Guatemala: la caída de un presidente corrupto ¿Es Corbyn la alternativa? Viñetas de El Paso Colonial
Ética y política en el maestro
Sánchez Vázquez
2 Domingo 6 de septiembre de 2015
CORREO del SUR
Las raíces coloniales de la crisis económica en Puerto Rico, por Juan González
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a Casa Blanca ha rechazado un paquete de rescate financiero para Puerto Rico luego de que dicho país, que forma parte del territorio estadounidense, incumpliera con el pago de una pequeña parte de su masiva deuda de 72 mil millones de dólares. Se trata del mayor default relacionado con bonos municipales en la historia de Estados Unidos. A diferencia de los estados y municipios de EE.UU., Puerto
monto de deuda que tiene. Sólo este año, Puerto Rico tiene que pagar cerca de 3.000 millones de dólares en servicios de deuda. Eso es alrededor del 17 % de la totalidad de los ingresos del gobierno. El año que viene se va a subir al 20 % de la totalidad de sus ingresos. Si usted fuera un individuo y tuviera esa cantidad de deuda en sus tarjetas de crédito, no podría pagar todas sus facturas. Si usted fuera una corporación en-
Rico no puede declararse en quiebra. En esta enrevista radiof+onica de Amy Goodman, Juan González analiza la profunda vinculación existente entre las raíces de la crisis y la condición colonial de Puerto Rico. JUAN GONZÁLEZ: Esta semana fue noticia que Puerto Rico incumplió un pago de bonos, el primero, de 58 millones de dólares, que corresponde a uno de los que debe del total de la deuda de 72 mil
frentando esa cantidad de servicio de deuda, probablemente tendría que declararse en quiebra, reorganizarse, luego tratar de reestructurar sus deudas. Pero el problema es que Puerto Rico no puede hacer eso. Y para mí es increíble ver cómo muchos periodistas están hablando de esta realidad de que a diferencia de los estados de Estados Unidos, Puerto Rico no tiene la capacidad de permitir que sus municipios o sus
millones de dólares que tiene. Por supuesto, no hubo muchas noticias que hablaran de que Puerto Rico pagó 500 millones de dólares en otros pagos de bonos que debía. Pero esto es, técnicamente, el primer impago en lo que se espera será una cadena de impagos en los próximos meses, porque la realidad es que la isla de Puerto Rico, el gobierno, no puede pagar el
empresas públicas se reorganicen bajo la protección de bancarrota, pero ninguno de esos periodistas se cuestiona por qué esto es así. Sólo dicen que es una anomalía. Y uno de los puntos que traté de destacar en la columna de hoy es que esto es parte de una relación de 117 años de colonialismo. Esto es parte de la condición colonial de Puerto Rico. Incluso el historiador mar-
xista Richard Wolff afirmó esta semana que Puerto Rico era una semicolonia. No, Puerto Rico no es una semicolonia; Puerto Rico es una colonia de Estados Unidos. Y señalé las decisiones de la Corte Suprema que ratificaron esta situación colonial. Un conjunto de decisiones que se tomaron a principios del siglo XX, llamada los Casos Insulares, cuando Puerto Rico acababa de ser adquirida después de la Guerra Hispano-Estadounidense. Y en aquel entonces, en una decisión de cinco contra cuatro, por cierto, los mismos cinco jueces que decidieron el caso de Plessy contra Ferguson, la decisión que estableció la doctrina de “separados pero iguales”, esa misma mayoría conservadora de cinco jueces afirmó en su decisión de principios de siglo -llamada Downes contra Bidwell— que “la isla de Puerto Rico es un territorio anexo y perteneciente a Estados Unidos, pero no forma parte de Estados Unidos dentro de las cláusulas de ingresos de la Constitución”, diciendo básicamente que la Constitución en Puerto Rico sólo aplicaban aquellas partes que el Congreso decidió o consideró necesarias aplicar. Así que durante 117 años el problema de Puerto Rico ha sido que todas las decisiones importantes sobre la isla son tomadas por el Congreso, no por los mismo funcionarios electos en Puerto Rico. Y ahora, una vez más, Puerto Rico tiene que ir al Congreso, pidiendo el derecho a reorganizarse, como los hizo General Motors, como lo hizo Detroit, como lo hizo el Condado de Orange, tiene que pedir que se le permita reorganizarse bajo la protección de bancarrota, y el Congreso se resiste. Y el presidente Obama, la Casa Blanca, como viste, solo está apoyando de palabra, pero realmente no está luchando por este asunto. Por lo tanto, queda por ver cómo se va a resolver. Pero la realidad es que todo esto tiene su origen en el hecho de que Puerto Rico sigue siendo una colonia de Estados Unidos, sin representación de voto en el Congreso. AMY GOODMAN: ¿Y cómo afecta la deuda a la gente de Puerto Rico? JUAN GONZÁLEZ: Bueno, es increíble. Quiero decir, ahora hay una situación donde hace apenas unas semanas, el gobierno elevó el impuesto sobre las ventas del
7 % a 11 %. Ya se han eliminado de forma efectiva todos los fondos de pensiones de prestación definida de los trabajadores del gobierno. Ahora, entre los fondos de cobertura y los economistas, los economistas del FMI que han llegado diciendo que la única manera de salir de esto es a través de aplicar más austeridad, ahora quieren eliminar las protecciones de las horas extraordinarias. Ellos quieren animar a la isla de Puerto Rico a vender la totalidad de sus bienes públicos— ya está vendido su aeropuerto, privatizó su aeropuerto, y algunas de sus autopistas. Ahora quieren vender los puertos, vender los edificios del gobierno, vender básicamente cualquier activo del gobierno como un medio para recaudar dinero. Quieren reducir el Medicaid (El programa de ayuda sanitaria para personas de recursos limitados). Quieren bajar el salario mínimo. Quieren que el Congreso reduzca el salario mínimo por debajo del salario mínimo federal. Quieren reducir de forma aún más profunda los salarios para los jóvenes. Básicamente, quieren que la población soporte la peor parte de los problemas económicos de la isla. Y creo que lo que los líderes de Puerto Rico están diciendo es: “Estamos juntos en esto. Todas estas firmas de Wall Street nos continuaron dando préstamos”. Apenas el año pasado, 3.500 millones de dólares en nuevos bonos fueron emitidos, en gran parte adquiridos por los fondos de cobertura, porque Puerto Rico ya tenía un estatus de bono basura debido a su deuda, por lo que no podía recaudar dinero. Así que los fondos de cobertura llegaron y dijeron: “Nosotros le daremos 3.500 millones de dólares en nuevos préstamos; sin embargo, la tasa de interés es del 8 %”. Ahora bien, hay que entender que Puerto Rico da una triple exención de impuestos para cualquier persona en Estados Unidos. Ese es el gran secreto de cómo la gente— la comunidad financiera ha hecho dinero a costa de Puerto Rico. Ese 8 % tiene un valor de 12 o 13 %, si tiene una triple exención de impuesto para cualquier persona que invierta en esos bonos. Así que han estado sacando unos enormes beneficios, pero dijeron específicamente: “No sólo logramos ser una prioridad de primera clase–– somos los bonos de obligación general. Somos la primera prioridad de cualquier pago del dinero que el gobierno obtiene. Pero si hay una disputa, esta disputa no se tratará en los tribunales de Puerto Rico, se llevarán a cabo en los tribunales de Nueva York “. Así que ya se estaban preparando por la posibilidad de que la isla entrara en incumplimiento, pero querían tener a los tribunales de su lado. Así que ahora los fondos de cobertura, sobre todo, están exigiendo que están en primera fila, quieren pagos. Y el gobierno de Puerto Rico está diciendo: “Mira, si vamos a sufrir, si vamos a hacer más recortes en Puerto Rico”, como dijeron en Grecia, “los titulares de bonos también tienen que sufrir”. Tienen que aceptar pérdidas. Tienen que reestructurar las deudas”. Y ese es el problema, que el gobierno de Puerto Rico no puede hacer eso en este momento, dada la realidad de su situación de colonia. Por lo tanto, vamos a ver qué pasa en los próximos meses. Traducido por Linda Artola. Editado por Igor Moreno y Democracy Now! en Español.
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La disputa por el liderazgo laborista ¿Es Corbyn la alternativa? Jónatham F. Moriche
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esde el viernes 14 de agosto y hasta el jueves 10 de septiembre, unos 400.000 afiliados y simpatizantes elegirán entre los cuatro candidatos en liza –los diputados Andy Burnham, Yvette Cooper, Liz Kendall y Jeremy Corbyn– al nuevo líder del Partido Laborista británico, tras la estrepitosa derrota y posterior dimisión de Edward Miliband en las elecciones del pasado mayo. Ninguna crisis económica por grave que sea desencadena por sí misma procesos fundamentales de cambio político. Entre el descontento y la movilización política media la compleja e incierta construcción de culturas y sujetos políticos alternativos capaces de desafiar a las dominantes. Confirmando estas hipótesis de Gramsci, durante sus primeros años y a pesar del durísimo impacto social de los incipientes programas de austeridad, esta gran crisis de 2007-2008 apenas tuvo consecuencias políticas en Europa, y solo sectores muy minoritarios desafiaban abiertamente la posibilidad de una salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo. Pero, tan lenta y trabajosamente como sólidos eran los cimientos de la hegemonía neoliberal en Europa, ocho inviernos consecutivos de descontento han terminado por provocar un desgaste importante en algunos de los sistemas políticos estatales europeos y hacer germinar culturas y sujetos políticos capaces de movilizar el descontento en las calles y las urnas. En tanto bloque histórico y programa político, el neoliberalismo europeo exhibe una perfecta cohesión y coordinación entre sus distintas escalas territoriales de actuación, sus actores privados y públicos y sus más o menos acentuadas inflexiones ideológicas, como ha quedado de manifiesto por última vez en las negociaciones sobre la deuda griega durante el primer semestre de este año. Difícilmente podría decirse lo mismo del campo antagonista. Más allá de algunas redes activistas de perspectiva y alcance continental, pero de impacto comparativamente muy pequeño, las nuevas culturas y sujetos políticos antagonistas europeos presentan naturalezas y trayectorias muy distintas: los abultados crecimientos electorales de la Syriza griega, el Podemos español, el Movimiento Cinco Estrellas italiano o el Frente Nacional francés son el resultado concreto del impacto del programa europeo de austeridad en sus respectivos sistemas políticos. Cada una de ellas expresa, en términos coloquiales, por dónde se ha roto en cada país la baraja del consenso neoliberal. ¿Sería una victoria de Jeremy Corbyn en esta disputa por el liderazgo laborista donde hallase expresión la ruptura de la baraja neoliberal en Gran Bretaña? Por un lado, ninguno de los grandes partidos socialdemócratas europeos ha respondido a sucesivas derrotas electorales con una inflexión anti-neoliberal tan marcada como la que una victoria de Corbyn señalaría, y allá donde la socialdemocracia ha recuperado el gobierno se ha limitado a atenuar localmente algunas medidas extremas de austeridad, sin por ello dejar de acompañar disciplinidamente el curso del plan neoliberal continental. Pero también es cierto que entre los electos de ningún otro gran partido socialdemócrata europeo abundan ya perfiles políticos como el de Corbyn, y resulta difícilmente imaginable que
uno de ellos pudiese encabezar las encuestas a las puertas de sus elecciones primarias. Las específicas historia y coyuntura políticas británicas y las cualidades personales del propio Corbyn han hecho posible esta excepción. Como el resto de grandes fuerzas del centro-izquierda europeo en el contexto de los grandes pactos keynesianos de posguerra, el laborismo concilió durante décadas, no sin importantes quebrantos internos, su identidad obrerista y las renuncias y compromisos adquiridos con el orden existente. La ruptura de esos pactos con la gran oleada neoliberal de la década de 1970 fue catastrófica para el laborismo, finalmente arrollado en 1979 por el durísimo impacto de la crisis económica y el pujante radicalismo oligárquico de Margaret Thatcher. Para cuando el laborismo volviese al gobierno en 1997, bajo la dirección de Tony Blair, lo haría ya transfigurado en parte casi indiscernible del consenso neoliberal sólidamente implantado en las dos décadas anteriores, y al cabo, en sorprendente aliado preferencial de la administración neoconservadora norteamericana de George Walker Bush. Pero incluso en los peores momentos del blairismo, las
1918 y 1995 definió la opción laborista por la propiedad pública de los sectores económicos estratégicos– y propone la nacionalización de los gigantes energéticos británicos y una activa política de estímulo económico ejecutado por una banca pública de inversiones. Frente a la doctrina oficial de su partido y los intereses de la todopoderosa City financiera londinense, Corbyn ha apoyado la cancelación de la deuda griega reivindicada por Syriza. Destacados dirigentes de la izquierda griega han apoyado su candidatura al liderazgo laborista, como también ha hecho el Círculo londinense de Podemos. No sería fácil para Corbyn, aún con el respaldo de una holgada mayoría de sus bases, rescatar al laborismo del consenso neoliberal –con la previsible oposición del aparato del partido y la tupida malla de intereses que este comparte con el establishment británico–, entenderse con el resto de una izquierda muy fragmentada –del Partido Nacional Escocés, aplastante ganador de las pasadas elecciones en Escocia, al Partido Verde, respaldado en mayo por un millón de electores, pasando por la Left Unity, de escaso peso electoral pero clave como polo de agregación del
fuertes raíces obreras del laborismo y su porosa frontera izquierda con sindicatos y movimientos –además de la persistente incapacidad de la izquierda alternativa para generar proyectos políticos propios solventes– permitió la supervivencia de un reducido pero sólido núcleo izquierdista, del que Corbyn ha sido un referente importante desde su primer mandato parlamentario en 1983. Nacido en 1949 en el seno de una familia trabajadora de fuerte compromiso social, Corbyn se forjó políticamente en el combativo sindicalismo industrial y siempre ha compatibilizado la actividad parlamentaria y el activismo social en la histórica Campaign for Nuclear Disarmament –en la que milita desde hace más de cuarenta años– y en la Stop the War Coalition, en los movimientos contra el apartheid sudafricano, contra la ocupación israelí de Palestina o de solidaridad con la Venezuela bolivariana. Consecuentemente, el programa político de Corbyn se parece tan poco como su biografía política a los de François Hollande, Matteo Renzi, Pedro Sánchez o Sigmar Gabriel. En 2013 fue uno de los primeros firmantes del llamamiento de la Asamblea Popular Contra la Austeridad, plantea recuperar la llamada Cláusula Cuarta –que entre
activismo social–, a la vez que recuperar para la izquierda el voto de protesta captado por los ultraderechistas UKIP y BNP, y con todo ello componer una mayoría social suficiente para enfrentarse en la calle y el parlamento durante los próximos cinco años, y en las urnas en 2020, al rocoso bloque histórico neoliberal que ha conducido ininterrumpidamente los destinos de Gran Bretaña desde 1979. Si a Corbyn le acompañase la fortuna en estos empeños, removería no solo el escenario político británico sino también el continental, abriendo un inesperado foco de resistencia a las políticas de austeridad tanto en el hasta ahora inexpugnable núcleo duro septentrional del neoliberalismo europeo como en la igualmente inexpugnable internacional de grandes partidos socialdemócratas. Reforzaría con ello, además, la polaridad progresista de las fuerzas anti-austeridad europeas, frente al preocupante crecimiento de los antagonismos reaccionarios. Motivos más que suficientes para, desde cualquier lugar de Europa, desear y en la medida de lo posible contribuir a que Jeremy Corbyn se convierta en septiembre en el nuevo líder de un renovado laborismo británico.
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Ética y política en el ma JOSÉ WOLDENBERG
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o que haré a continuación es la glosa de un importante libro del maestro Adolfo Sánchez Vázquez. Sus reflexiones además me servirán para ofrecer una luz interesante a la tensión que hoy cruza a la inmensa mayoría de los partidos políticos. La tensión que generan la identidad por un lado y el pragmatismo por el otro. El libro en cuestión es Ética y política, publicado por el Fondo de Cultura Económica y la UNAM en el año 2007. Lo primero que hay que agradecer al maestro Adolfo Sánchez
Vázquez es la pulcritud de su razonamiento, la claridad expositiva y su capacidad pedagógica. Y junto a ello, el tratamiento iluminador de una dimensión despreciada por cínicos, pragmáticos y fanáticos: los lazos y tensiones entre la ética y la política.
I.
El maestro Sánchez Vásquez inicia con una distinción conceptual para ubicar a las izquierdas y las derechas, para luego definir lo que entenderá por moral y por política. “Por moral entendemos una regulación normativa de los individuos consigo mismos, con
los otros y con la comunidad. El cumplimiento, rechazo o transgresión de las normas morales ha de tener un carácter libre y responsable por parte de los sujetos individuales”, porque, en efecto, “la imposición externa o coercitiva –propia del derecho”, es una cosa distinta. “Por política entendemos la actividad práctica de un conjunto de individuos que se agrupan, más o menos orgánicamente, para mantener, reformar o transformar el poder vigente con vistas a conseguir determinados fines u objetivos”. Establecer así las relaciones entre una dimensión íntima (la
moral) y la más pública de las actividades públicas (la política), será el recorrido conceptual que hará ASV. Para ello, el maestro trascenderá la moda que tiende a desvalorizar a la política y en particular a los partidos. Se trata, dice, de una pulsión que viene de lejos y que no casualmente ha sido enarbolada lo mismo por movimientos de extrema derecha (como el fascismo) y de extrema izquierda (como el anarquismo). Por el contrario, ASV reivindica la necesidad de la política, de la participación, y en particular de la política de izquierda, no como un fin en sí mismo, sino
“como una palanca para realizar fines y valores”. Ahora bien, si toda política, por su propia naturaleza, se desdobla en dos dimensiones: la ideológica (“constituida por los fines que persigue y que considera valiosos”) y la “práctica-instrumental” (las acciones, los medios, a las que recurre), suprimir su anudamiento o peor aún la escisión de cada una de esas dimensiones no puede sino conducir o a un utopismo estéril (quien se estaciona sólo en la dimensión ideológica) o al pragmatismo cerril (quien solo se ocupa de los medios). De esa manera, si la política de izquierda a la que aspira el maestro SV, “ha de orientarse insoslayablemente a realizar ciertos valores” (la libertad, la justicia social, la dignidad humana, la igualdad real), no puede sino relacionarse con la dimensión moral. Dado que en efecto existe una política sin moral, coloquialmente llamada pragmática o realista, y que termina por destruir a “la moral misma como esfera de la libertad, la responsabilidad y la dignidad”, y dado que también existe una moral sin política, aquella que se reproduce en el mundo de las intenciones o los principios sin acercarse jamás a las consecuencias prácticas y que tiende a generar fanatismos y dogmatismos de toda índole, el llamado de ASV es a no aceptar ni el inmoralismo en la política ni a la moral sin política. Así, sin perder su autonomía, pero buscando su interrelación, SV encuentra el contenido moral de la política en los fines que persigue pero también en los medios que ésta utiliza. Si los fines se absolutizan sin conjugarlos prácticamente con los medios (utopismo) o sin atender a las consecuencias de su aplicación (fanatismo), la política tiende a desvirtuarse, precisamente porque excluye a la moral. Y algo similar ocurre cuando se cree que todos los medios son legítimos para alcanzar los fines pretendidos. Cuando ello sucede, la inmoralidad acaba por teñir a toda la política. Sobra decir que el afán de don ASV es el de alertar y eventualmente derrotar a dos desviaciones de la política conocidos como pragmatismo y principismo. “Mientras los primeros sólo tienen ojos para los resultados inmediatos… los segundos sólo miran la “pureza” de los principios”. SV aspira a una política cargada de moral, moral que se encuentra en las motivaciones de la acción política y por supuesto también en sus medios.
II.
A la luz de esas observaciones podemos acercarnos a la situa-
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aestro Sánchez Vázquez
ción que hoy viven los partidos políticos. Los partidos políticos son –dicen los libros de texto más viejos- organizaciones marcadas por un ideario que ofrece identidad a sus miembros. Quienes militan en ellos forman subconjuntos que comparten principios, un diagnóstico de lo que sucede en el país o en el mundo y una propuesta de acción, que tienden a otorgarles un perfil definido. Esa visión compartida los cohesiona y los hace diferentes a otros que sostienen ideas no sólo distintas sino enfrentadas. De esa manera ofrecen un sentido a la vida política –y en ocasiones a la vida toda- conformando un nosotros que de “manera natural” se opone a los otros. En muchos países se llegó a hablar de “subculturas” que organizaban el conflicto político y que conformaban “familias” de pensamiento y acción que proyectaban
la imagen de fortalezas robustas y diferenciadas. Así, conservadores, liberales, democratacristianos, socialistas, comunistas, eran portadores de signos de identidad tan arraigados que en sí mismos establecían las posibilidades y los límites de las convergencias y las alianzas. Pero las identidades en todo el mundo se han hecho más porosas. Las ligas con clases o grupos sociales tienden a flexibilizarse, ese universo complejo y contradictorio al que por economía de lenguaje llamamos ciudadanos conjuga de manera compleja los valores que ponen en pie a los distintos partidos, las preferencias de los electores suelen ser cambiantes, los candidatos están obligados a enlazar sus agendas con las preocupaciones de los votantes lo que los fuerza a trascender sus respectivos ghettos ideológicos, los medios de comunicación tienen un impac-
to en la forja de “personalidades” carismáticas -o no- que de manera regular rebasan los corsés partidistas. En fin, que por angas o mangas vivimos un reblandecimiento de las identidades partidistas. Los signos de identidad, sin embargo, no han desaparecido ni creo que lo harán. Solo se han ablandado por el efecto que tiene la mecánica democrática. Basada en el pluralismo, al que legitima y ofrece cauce, tiende a ofrecer un espacio institucional a la diversidad de opciones políticas. Así, la convivencia entre adversarios se institucionaliza; las diferentes corrientes coexisten en los espacios de la representación, y ahí se encuentran, pelean y pactan, aprenden los rudimentos de la aritmética democrática (si tienen suficientes votos hacen prosperar sus propuestas y si no, están obligados a negociar, y si no, pues no pasan), y ello demanda una
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cierta dosis de pragmatismo. La cara venturosa de esa mecánica es que “desdemoniza” al adversario y obliga a reconocerlo como una expresión legitima, además de que exige en muchos casos hacerse cargo de las necesidades y los argumentos de los otros. El rostro no tan amable de esa realidad es que las identidades tienden a nublarse, a hacerse más vaporosas, lo que impacta de manera negativa a todos aquellos que se definen como doctrinarios, como guardianes de una ideología inmaculada que no debe ser contaminada con elementos externos ni “ideas exóticas”. Estamos ante una tensión que no es inventada, que es fruto del marco político en el que compite la diversidad: identidad vs pragmatismo. Entre nosotros además, durante una muy larga etapa, la política electoral y los carA PÁGINA 6
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gos de representación estuvieron copados (casi) por un sólo partido (el PRI) a cuyos flancos existieron siempre otros más bien testimoniales (dada la imposibilidad de competir en condiciones equitativas). La hegemonía de un partido parecía construir con nitidez los campos: pragmáticos en el PRI –no sin algunos signos de identidad- y doctrinarios –que nunca dejaron de tener algún impacto en la política- en una oposición que era más una conciencia crítica que partidos en el sentido moderno del término. Militantes de izquierda y derecha fueron movidos por una apuesta de futuro (mientras tanto la política era monopolizada por un partido con afán omniabarcante), estaban excluidos de la toma de decisiones, pero fueron una vigorosa voz de denuncia que reforzaba su identidad. Y hay que subrayarlo: sin identidad no hay causas, entusiasmo, sentido. Por fortuna, el formato de partido hegemónico (según Sartori y su famosa tipología) fue desmontado y hoy contamos con un sistema de partidos equilibrado, lo que hace de todos ellos eficientes plataformas de lanzamiento hacia los cargos de representación popular y potentes maquinarias burocráticas instaladas en el corazón y el sistema circulatorio del Estado. No pueden mantenerse enclaustrados mirándose al espejo y están obligados a tratar con los otros si no quieren verse reducidos a la ineficacia. De ahí la necesidad de una dosis de pragmatismo. Pero hablo de una dosis, porque si éste acaba anulando los signos de identidad no sólo se reforzará la conseja de que todos los partidos son iguales, sino que la propia actividad política carecerá de significado para la mayoría de los ciudadanos. III. ASV aborda también el espinoso tema de la violencia política y sus relaciones con la moral. Y empieza con una definición: “violencia es el ejercicio intencional de la fuerza por un sujeto contra otro para imponerle su voluntad al causarle determinados daños y sufrimientos”. Y así, en términos “abstractos”, no puede justificarse moralmente. La violencia es perversa de manera intrínseca. Atenta contra la libertad y la autonomía, entraña una relación de dominio e imposición. Pero ASV no se queda en esa dimensión. Pasa a analizarla “como medio al servicio de un fin” y como disparadora de consecuencias. Como medio recuerda que ningún fin por más valioso que sea justifica –en el plano moral- de manera automática el uso de la violencia. Para ASV, si mal no entiendo, la violencia como medio adquiere cierta legitimidad cuando “es liberadora”, ante un poder despótico, dictatorial o totalitario –que precisamente ejercen de manera descarnada la violencia desde el poder-, pero no ahí donde existe una fórmula
o el Partido lo convierte más en un publicista que en un auténtico intelectual, pero tampoco cree que la responsabilidad del mismo empiece y termine en la esfera de su propia obra. Además, dado que la historia no está escrita de antemano, como suponen ciertas corrientes deterministas o “teleológicas de la historia”, el compromiso resulta doblemente pertinente de cara a un futuro incierto e inseguro. V. ¿Marxismo y moral? De seguro alguien esbozara una sonrisa, presuponiendo que se trata de una relación imposible. Pues bien, aunque el maestro SV reconoce que en los propios textos de Marx aparecen “posiciones contradictorias sobre la moral”, realiza una reconstrucción del aliento marxista que le permite anudar ambas dimensiones. Para él, el marxismo es: 1) una crítica de lo existente, 2) un proyecto, idea o utopía de emancipación social, 3) una pretensión de conocer la realidad y 4) una práctica política. Y si ello es así, tanto la crítica como el proyecto están impregnados de valores morales. Mientras que como “conocimiento” intenta explicar las éticas realmente existentes y propone una nueva para el futuro. Ahora bien, como práctica política no puede escindirse de la moral en cuatro planos. Primero, por “el contenido moral de sus fines y valores”; segundo, por “el significado moral del uso de los medios necesarios para alcanzar esos fines”; tercero, por “los valores morales que han de darse en los individuos al actuar políticamente”; y cuarto, “por el peso del factor moral en la motivación de la práctica política”.
democrático-representativa de gobierno. Pero también –nos dice- es necesario acercarse al fenómeno de la violencia política desde el ángulo de sus consecuencias que a su vez se desdobla en dos planos: uno pragmático, es decir, si conduce o no al éxito (dimensión despojada de moral) y otro, desde la perspectiva de sus fines y valores (donde la dimensión moral vuelve a reaparecer). Por otro lado, creo, estamos obligados a dar una vuelta más a la tuerca del razonamiento porque la violencia –y sobran los ejemplos históricos- tiende a independizarse de los fines, y una vez desatada tiende a convertirse en un expediente que acaba justificándose a sí mismo. La revolución francesa y su secuela de terror, pero también la soviética, la china, la cubana o la mexicana, acabaron por legitimar la violencia aplicada a los “herejes”,
“revisionistas”, “imperialistas”, “derechistas”, cuando en muchos casos se trataba solamente de disidentes del grupo gobernante. Porque da la impresión que una vez desatada, la violencia se vuelve una fórmula seductora para aquellos que ejercen el poder y el mando, tanto desde el Estado como desde la oposición. IV. Los textos que se comentan son el resultado de un ciclo de cinco conferencias que ASV pronunció en el marco de la cátedra extraordinaria Maestros del Exilio Español, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en noviembre del año 2003. En ese momento, el maestro tenía 88 años y una larga y fructífera carrera como intelectual. Y consideró oportuno, en tiempos de desencanto, de conformismo, de oportunismo rampante, renovar su convicción en el compromiso político
y moral del intelectual. Un compromiso, lo subraya con cierta ironía, con su materia de trabajo, sea ésta la filosofía, la literatura, la ciencia. “Este compromiso se supone, y por tanto, su valor no está en cuestión”. Pero ASV reclama un compromiso que vaya más allá, que produzca efectos, que influya en las conciencias. Ello “presupone cierta confianza en el poder de las ideas, en los valores” que encarnan en su obra. Se trata, entiendo, de volver al espíritu de la ilustración. A una práctica intelectual que se juega por sus ideas y los efectos prácticos de las mismas, lo cual no tiene por qué degradar a su obra. Es más: “el compromiso intelectual tiene efectos sociales, tanto más profundos y tanto más amplios cuanto más alto sea el valor propio de la obra comprometida”. Por supuesto SV abomina del intelectual burócrata, aquel cuyo compromiso ciego con el Estado
VI. La obra del maestro Sánchez Vásquez debe ser examinada –como él mismo lo ha escrito en otro libro“sobre el trasfondo histórico de una trayectoria intelectual comprometida, o sea, el de los años de la República española, los de la Guerra civil y los del exilio en México vividos, pensados y soñados como destierro hasta convertirse éste, al cabo de largos años, en “transtierro”.” (Una trayectoria intelectual comprometida. Facultad de Filosofía y Letras UNAM. México. 2006). Una obra fecunda y esclarecedora, marcada por la búsqueda de la verdad y el compromiso responsable. Termino con una nota: He llamado de manera reiterada “maestro” al Dr. Adolfo Sánchez Vásquez. Y no faltará quien malentienda y crea que se trata de una fórmula descuidada o peor aún, denigratoria. Nada más alejado de mi intención. Doctores hay muchos, auténticos maestros muy pocos, y uno de los más destacados sin duda es y fue Don Adolfo. *Leído el 2 de septiembre de 2015 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el “Coloquio Internacional Adolfo Sánchez Vázquez, a 100 años de su nacimiento”.
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Viñetas de El Paso Colonial Víctor Orozco
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l pasado 28 de agosto impartí una conferencia sobre historia del pueblo de El Paso. Abarcó el tiempo comprendido en las últimas décadas del siglo XVIII y primera del XIX. Se incluyó en el ciclo que cada año organiza en Ciudad Juárez la Sociedad Paso del Norte por la Cultura de la Historia, dedicado en esta ocasión al periodo colonial. Presento aquí unas resumidas viñetas de la vida cotidiana de los paseños, habitantes de estas tierras hace unos dos siglos y mencionadas en la plática.
La población y sus clases Ubicados en los confines del mundo ibérico, los vecinos e indios del pueblo de El Paso del Norte –que también se llamaba Real Presidio del Passo del Río del Norte o Pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe del Passo del Río del Norte, o Pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe Real Presidio de Nuestra Señora del Pilar y Señor San José del Passo del Río del Norte, nombre este último que parece una letanía– sumaban hacia la sexta década del siglo XVIII, 4750 personas, contando a San Lorenzo el Real, San Antonio de Senecú, San Antonio de la Isleta, la Purísima Concepción del Socorro, y la Hacienda de los Tiburcios, donde posteriormente se instaló el presidio de San Elizario. El Paso concentraba al ochenta por ciento de los habitantes y al igual que otros poblados del imperio español, había tomado su nombre de un paso natural, en el caso, aquel por donde el río del Norte cruzaba la sierra. Todos pertenecían a la jurisdicción política y administrativa del Nuevo México, desde que Juan de Oñate había tomado posesión de estas tierras en nombre del rey de España buscando al “Nuevo” México. El Paso era en la segunda mitad del siglo XVIII, un asentamiento en el que convivían varios grupos étnicos que tenían, de acuerdo con el sistema del antiguo régimen, un estatuto diferente para cada uno de ellos. En primer lugar estaban los españoles, muchos de ellos originarios todavía de la península ibérica, generalmente casados con alguna criolla proveniente del centro de la Nueva España. En segundo lugar estaban los descendientes de estos matrimonios, quienes gradualmente componían al grueso de los propietarios por la vía de la herencia. Seguían los mestizos, ocupados en labores de arriería y en todos los trabajos del campo, principalmente el cultivo de árboles frutales y viñedos. A todos estos grupos se les ubicaba bajo el rubro genérico de “españoles y gentes de otras clases” en las listas o padrones. Éstos se instalaban en los pueblos como vecinos, lo cual significaba que tenían varios derechos y obligaciones, entre los primeros, poder comerciar con sus tierras y por tanto cambiar de domicilio, entre las segundas, pagar impuestos, diezmos y primicias. Por último, genéricamente se llamaba “indios” a un conglomerado de diversas matrices, que si nos guiamos por la manera como se dirigían a sus componentes el resto de los pobladores, importaba poco precisar. Había tiguas en Ysleta, apaches, piros y topiros en Socorro y restos de los sumas en San Lorenzo, entre otros. A todos ellos simplemente se les llamaba “indios”. Tal estatuto no les permitía convertirse en vecinos, pues no eran dueños individuales de las tierras, sino que éstas
les eran asignadas por la Corona. No podían vivir fuera de la comunidad y no pagaban impuestos personales, en cambio, debían entregar los tributos a los cuales se sujetaba en conjunto la comunidad y pagar, a veces entre rezongos, las bulas de la santa cruzada cuya compra era hipotéticamente voluntaria. Aparte estaban los apaches, que aun cuando no se establecían en ningún pueblo de manera permanente, estaban siempre en contacto y muchos de ellos eran aliados de los novohispanos a quienes servían con frecuencia como rastreadores o huelleros en las expediciones contra distintas partidas de los de su misma nación. Por tanto, en la plaza de El Paso, a la hora de juntarse para comerciar se hablaban varias lenguas a la vez. Aunque no eran muy comunes, también existían los esclavos, de origen africano. Por ejemplo, en el inventario de bienes mortuorios de Ana Valverde en1762, se incluyen dos esclavos “sin escrituras” llamados Joseph y Thomasa, quienes fueron valuados en doscientos pesos, una cantidad bastante considerable. De la misma manera, en el inventario de bienes que pertenecieron al cura de la parroquia del pueblo de El Paso, José Ignacio Suárez, fallecido en 1804, se registraron tres esclavos: Simón Bejereno, su madre y un hermano del primero. También Antonia Horcasitas, fallecida en 1805, era dueña de al menos de un esclavito llamado Macedonio y de una esclava llamada María de la Luz. Debe tenerse presente que en los inicios del siglo XIX se mantenía el sistema de la esclavitud en todos los dominios ibéricos. Fueron los primeros caudillos o gobiernos de la insurgencia quienes lo abolieron, como sucedió muy tempranamente en México con el decreto expedido en Guadalajara por Miguel Hidalgo en diciembre de 1810. (En Cuba y en Brasil subsistió hasta 1880 y 1888 respectivamente.) Producción y comercio Las feraces riveras del río del Norte, como se le llamaba comúnmente, habían adoptado perfectamente las plantas importadas por los europeos y eran pródigas en la producción de uvas, manzanas, duraznos y peras. Los españoles no se dedicaban al cultivo de las semillas autóctonas como el maíz, el frijol o la calabaza, trabajo ejecutado por los indígenas en sus comunidades
cercanas. Esto se colige al examinar un buen número de testamentos, cuyo caudal hereditario se forma por viñedos y frutales, sin que se mencione a otros productos. El valor de la riqueza se medía sobre todo por la cantidad de cepas y de árboles frutales, tasándose también los álamos, abundantes en las vegas del río y altamente apreciados por su madera y por la sombra que brindaban. Por ejemplo, en el testamento otorgado el 7 de noviembre de 1754 por Juana de Herrera, esposa que fue de Francisco Tafoya, se dejan bienes por valor de 2466 pesos y 4 reales, distribuidos de la siguiente manera: casa 187 pesos 4 reales, ajuar 214, tierras 125, viña y árboles 1940 pesos, equivalentes a otras tantas plantas, valuadas a un peso por unidad. Como es de suponerse, los habitantes de estas regiones norteñas eran (desde entonces) consumados bebedores del aguardiente y del vino producidos en El Paso. Una mula cargaba al menos dos barriles quintaleños de caldo, que a su vez contenían ciento veinte cuartillos cada uno con un valor de tres reales por unidad el aguardiente y poco más de real y medio el vino, de los cuales se iba surtiendo a cada poblado por donde pasaba la conducta. Los dueños de huertas y parcelas en las vegas del río, empleaban a lo largo del año una tropa bastante nutrida de jornaleros, en tareas tales como los riegos, cultivos, pizcas y al final, el procesamiento de manzanas, peras y sobre todo de las uvas. Las primeras eran deshidratadas y conservadas de esta manera por largos meses, lo que permitía su comercialización durante casi todo el año. Fue así como se hicieron famosos los “orejones” de El Paso en las poblaciones de Sonora, la Nueva Vizcaya y del Nuevo México. Cuento una anécdota: en la villa de Chihuahua los comerciantes paseños tenían asignado un lugar en el Paríán. A su partida, un bromista les gritó: “Adiós, paseños orejones”. (El nombre, recordemos, también se emplea como sinónimo de tonto o pasguato). A esto, uno de los aludidos, siguiendo el juego de palabras le respondió: “Los paseños nos vamos, los orejones se quedan”. Los viñedos constituían la fuente de ingresos más relevante, toda vez que eran la base de una industria con un alto valor agregado. El trajín de las recuas compuestas por unos pocos animales o varias dece-
nas, no cesaba en todo el año, llevando los productos regionales a la villa de Chiguagua (sic), por ejemplo y luego de allí tomando flete para la ciudad de México, en donde se cargaban de nuevo para otra entrega en Guadalajara, en un recorrido que duraba largos meses, para regresar a El Paso con los cascos de los caldos y una gran variedad de mercaderías que se llevaban hasta las poblaciones del norte del Nuevo México. Los ayuntamientos del paso del río del Norte acuerdan separarse del Nuevo México y unirse a la futura provincia de Chihuahua En esta jurisdicción existían tres ayuntamientos, formados durante el segundo momento de vigencia de la Constitución de Cádiz, cuando ésta fue restaurada en 1820: el primero, ubicado en la cabecera, el pueblo del Paso del Río del Norte, el segundo, en el Real de San Lorenzo y Senecú y el tercero, en Ysleta y Socorro. El 19 de junio de 1823, sus representantes solicitaron al Congreso General que en el futuro se les considerara dentro de la provincia en formación con el territorio existente desde el río Florido hasta sus propios pueblos y que debía tener por capital a la villa de Chihuahua. Estos paseños encontraran mayores ventajas en la relación con la pujante villa, cuyo cabildo además estaba tomando la iniciativa política en aquellos momentos cruciales posteriores a la consumación de la independencia. Además, al hacerse el trazo de las nuevas entidades jugaron un papel importante las señas naturales y en esta zona el río Bravo se ofrecía como uno de estos límites, aunque debe mencionarse que aun estando la mayor parte de la población asentada en su banda derecha, los terrenos de los pueblos se extendían hacia el norte del propio río. El 24 de julio de 1823, ignorando que ya se había resuelto la erección del estado de Chihuahua, los tres ayuntamientos se pronunciaron a favor del sistema liberal, es decir, la federación e insistieron en la propuesta de crear la nueva provincia con los límites ya sabidos. Tres años después, el 16 de marzo de 1826, el Congreso del estado otorgó el título de villa al antiguo pueblo de Paso del Norte, cabecera del único municipio integrante del estado de Chihuahua por voluntad propia.
Guatemala:
la caída de un presidente corrupto E
l presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, renunció al cargo en la medianoche del miércoles para someterse a un proceso judicial por cargos de corrupción, a sólo tres días de las elecciones generales que se realizarán éste domingo y en las cuales se elegirá al nuevo presidente, al vicepresidente, 338 alcaldes, 158 diputados y 20 representantes al Parlamento Centroamericano. Según la crónica de El Comercio, tras serle retirada la inmunidad por el Congreso, Otto Pérez Molina presentó su renuncia para “mantener, según dijo, la institucionalidad del país” y “la figura de la presidencia alejada del proceso judicial”. Una vez aceptada la dimisión, el Legislativo convocará a una sesión de emergencia en la que asumiría formalmente el vicepresidente Alejandro Maldonado. Horas antes, el juez Miguel Ángel Gálvez emitió una orden de captura contra el mandatario por los delitos de asociación ilícita, caso especial de defraudación aduanera y cohecho. Peréz, un general retirado de 64 años experto en contrainsurgencia, será sometido a proceso tras las denuncias que lo involucraron en una trama de corrupción, desatando amplias protestas populares. En la que ya se puede considerar como la mayor crisis política de un gobierno electo en las urnas, las manifestaciones de rechazo al presidente se extendieron como una marea, abarcando a prácticamente todos los sectores de la sociedad. Cálculos de la BBC estiman que casi cien mil ciudadanos salieron a las calles para exigir la inmediata renuncia
del presidente, mientras las organizaciones campesinas tomaban carreteras en el interior. Dicha actitud de repudio al mandatario alcanzó también a los organismos empresariales y la jerarquía eclesiástica, comenzando por el arzobispo de la Archidiócesis de Guatemala, Óscar Julio Vián Morales. Conforme a informaciones difundidas por la agencia británica, un papel destacado en la gestación de los acontecimiento le corresponde a la la investigación impulsada por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), un órgano independiente creado con el apoyo de la ONU, que actúa en conjuntamente con la Fiscalía y que siempre tuvo un fuerte respaldo en Washington. De confirmarse que el vicepresidente Biden actúo con pleno conocimiento de causa para cerrar el boquete abierto por Perez en la contención a la criminalidad, estaríamos ante modalidades de colaboración inéditas en las tradicionales relaciones de sumisión entre la potencia del norte y sus frágiles (pero amenazadores) vecinos del sur. No obstante, la caída de Otto Pérez derrumba el mito de que un hombre fuerte y de “mano dura” es la solución para afrontar la debilidad de un estado acosado por la desigualdad y la violencia del crimen organizado, pero comprueba, una vez más, que la sociedad centroamericana, en este caso, la guatemalteca está lista para iniciar un proceso de cambios y renovación que no puede quedarse en la repetición mecánica de las ya viejas recetas neoliberales. Resumen: Correo del Sur.
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