Número 466 Noviembre 22, 2015
América Latina: El Estado es un problema Te estamos mirando, Argentina El desafío de la política de lo común
“La guerra como respuesta, que están dando los políticos, es la que quiere el Estado Islámico” Algo no cuadra
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América Latina: El Estado es Marcelo Cavarozzi*
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lo largo del siglo XX el pensamiento progresista en América Latina se ha enfrentado con un obstáculo que no ha podido superar: la cuestión del Estado. Situarse en ese terreno significa contrastar, por un lado, el conjunto de prácticas, organizaciones y arenas estatales en las cuales las clases dirigentes juegan con los dados cargados y, por el otro, el hecho que, en buena medida, las sociedades de la región hayan sido “construidas desde el Estado” con las consecuencias que tiene tal particularidad en relación a las preocupaciones progresistas acerca de la expansión de las “áreas de igualdad” y el desarrollo de la democracia. Norbert Lechner fue uno de los que más avanzó en ese terreno con sus señalamientos acerca del “buen orden”, que si bien fueron formulados en las décadas del 80 y del 90 del siglo pasado, constituyen un excelente punto de partida para continuar las reflexiones. El dilema apuntado ha cobrado nueva relevancia en América Latina a la luz de dos procesos contemporáneos, uno de carácter global y otro regional. El primero, que ha sido analizado por economistas, sociólogos e incluso algunos historiadores, es que a partir del último cuarto del siglo pasado, el capitalismo ha ingresado en una nueva etapa de desorganización sistémica. Los efectos más significativos de este síndrome, que simplemente enumero y no analizo, son: a) una globa-
lización ampliada, pero en la cual las capacidades de regulación y control de los estados centrales y los organismos internacionales se ha reducido drásticamente; b) el desvanecimiento de los horizontes de futuro y, por ende, la casi total imposibilidad de imaginar un mundo diferente al actual; c) el ocaso de las guerras ideológicas del Siglo XX y d) la expansión de las esferas de ilegalidad en la organización de las sociedades, abarcando los dos niveles que en la concepción de Braudel, se sitúan “por debajo” y “por encima” de la economía de mercado, es decir la “vida material” de la economía de subsistencia, por una parte, y la zona del “antimercado de los grandes depredadores” de las altas finanzas, por la otra. El segundo proceso tiene que ver con las experiencias “de izquierda” de la última década y media. Sus actores han postulado que el Estado, y la acción pública más en general, son las palancas decisivas en relación con los objetivos de regeneración social, reforma económica y lucha contra la desigualdad (y, en algunos casos, la exclusión) que plantearon. Cabe anotar que en la mayoría de esos casos –si pensamos en Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador (quizás se podría agregar el Chile del segundo mandato de Michele Bachelet, dado que por primera vez desde 1990 se puso en cuestión el modelo de sociedad heredado de la dictadura)- pareciera estar asomando el fantasma del fracaso, o al menos, el estancamiento de los procesos de cambio que se pro-
pusieron, o al menos anunciaron, los protagonistas de la mayoría de los proyectos “de izquierda”. Esto vale tanto para los casos en los cuales los proyectos se encarnaron en cesarismos presidenciales, como en aquellos otros en los cuales se asociaron a coaliciones partidarias algo más institucionalizadas. De todos modos, pienso que el probable ingreso a una etapa más sombría en América Latina no debe alejarnos de la exploración de cuáles serían las condiciones para expandir las capacidades del Estado para construir un “buen orden”. Las tareas de reconstrucción estatal ciertamente apuntan en múltiples direcciones, pero aquí me quiero concentrar en las dos que me parecen más relevantes. La primera se refiere a la “máquina de herramientas” del Estado, capítulo en el cual si no se rearticulan los instrumentos de los que dispusieron varios Estados de la región hasta la década de 1970, y no se rearman los equipos técnico-políticos y administrativos necesarios para una eficaz gestión pública, no habrá posibilidades de hacer frente a los desafíos novedosos que plantea la economía mundial y el imprescindible ataque a la desigualdad. Claro está, que no se trata de recrear la arquitectura estatal que funcionaba hace cuarenta años; en principio, debe apuntarse al establecimiento de mecanismos trasversales de coordinación, monitoreo y evaluación para la implementación de políticas referidas a la innovación, la competitividad, el desarrollo territorial, la educación pública inclusiva y de
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Te estamos mirando, Argentina Emir Sader
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un problema calidad, el apoyo al desarrollo de capacidades empresariales, la promoción del comercio exterior y la atracción de inversión extranjera directa de largo plazo. Quizás se debe recurrir a la implementación de una estrategia alla Hirschman que defina un sendero crítico de las reformas por encarar, comenzando por un pequeño conjunto de reparticiones estatales con competencias en la formulación e implementación de un racimo de políticas críticas que se apoyen en aportes multidisciplinarios y multinstitucionales y una elevada profesionalización. La segunda dirección a la que me refiero se vincula a la metáfora lechneriana a la que recurrí en los párrafos anteriores, la del “buen orden”. La imagen que nos propuso Lechner hace tiempo acerca del rol que debe cumplir el Estado en la articulación de una “necesaria síntesis de la vida social” adquiere todavía más vigencia cuando nos enfrentamos a los desarrollos del último cuarto de siglo. El mercado no sólo no ha asegurado la reproducción de la sociedad; la ha minado. Entre otras razones porque como nos decía el sociólogo alemán, el “imperativo técnico del mercado ha socavado radicalmente la deliberación pública y colectiva de las cuestiones sociales”. Otra manera de decirlo, es que el mercado ha eliminado la política. Claro que, en este sentido, la complicidad de “la política” ha sido enorme. Recuperar el Estado exige que revirtamos la dirección en la cual se mueve la política, un ensimismamiento que tiene como manifestación
más aberrante la proliferación de la corrupción. Los fenómenos más recientes de Brasil y Chile, que no hacen más que reproducir prácticas extendidas en casos como los de Venezuela, Perú, Colombia, Argentina y México, refuerzan el distanciamiento entre las ciudadanías y la política y apuntalan un statu quo -en el cual campean la desilusión y el retraimiento- que anula la posibilidad de implementar reformas progresistas. ¿Cuál es el principal obstáculo, entonces, para que un proceso de reconstrucción de Estado se encamine en la dirección correcta? Precisamente, que la política en los últimos veinticinco años -es decir tanto durante la década de predominio de la panacea neoliberal, como a partir de 2000-2002- se ha deslegitimado con respecto a los estratos más pobres -porque opera en la mayoría de los casos con una abismal lógica clientelística e impregnada de visibles rasgos de corrupción, incluso en el caso de líderes respetados hasta hace poco tiempo -y no ha servido para regular con cierto grado de eficacia a los “grandes depredadores” que predominan en las finanzas, en los servicios públicos, en las concesiones de obra pública y en sectores industriales que sólo sobreviven gracias a subsidios de niveles insostenibles. Revertir ese fenómeno en esta coyuntura, resulta un emprendimiento mucho más difícil que lo que era diez años atrás. *Marcelo Cavarozzi Profesor e investigador de la Universidad Nacional de San Martin, Argentina.
rgentina tiene un rol determinante en los procesos de integración regional y de afirmacion de la presencia soberana de América Latina en el mundo. El triunfo de Néstor Kirchner permitió, junto con Lula, establecer la más sólida alianza con Brasil, como eje de recomposición y expansión del Merscosur. Nunca los dos países han tenido relaciones tan estrechas y de tanta confianza como las relaciones consolidadas desde entonces, entre Lula y Néstor, Cristina y Dilma. Junto con Hugo Chávez, los dos mandatarios impulsaron Unasur, aliados sobre todo a Tabaré Vásquez, a Evo Morales y a Rafael Correa. La fisionomía del continente ha cambiado desde entonces. Nunca como en este período Estados Unidos ha estado tan aislados en la región como desde que esos procesos de integración se han consolidado y expandido, incluyendo a Celac. Pero no fue solo en la integración, esa orientación tuvo reflejos muy importantes en el dinamismo de las economías de todos los países de la región, cada vez más dependientes los unos de los otros. Los intercambios prioritarios con el Norte del mundo han sido substituidos por la intensificación del comercio regional. Los modelos de desarrollo económico con distribución de renta se han alimentado mutuamente, permitiendo que América Latina desarrolle procesos de combate a la desigualdad, a la exclusión social, a la miseria y a la pobreza, como nunca antes en su historia. Cuando fuerzas conservadoras intentan desplazar a esos procesos, se acogen a políticas económicas de exclusión social, pero tratan de esconderlas, para poder afirmar que mantendrán los avances sociales que tienen irremediablemente que reconocer. Pero cuando hablan de política internacional, ya es más difícil camuflar sus objetivos. En Brasil, cuando creían que podían derrotar a los gobiernos del Partido de los Trabajadores, tanto Marina Silva como Aecio Neves, han hablado de integración a la Alianza del Pacifico, de Tratados de Acuerdos directos con EE.UU., que recuerdan mucho los planteamientos de Mauricio Macri hoy en Argentina. Éste dice que, en caso ganar, mantendrá a Argentina en el Mercosur, que mantendrá la alianza estratégica con Brasil, pero firmará un Tratado bilateral con Estados Unidos. Lo cual es incompatible con el Mercosur y con la mantención de la alianza estratégica con Brasil. Aunque afirme los dos a la vez, parece haber el deseo de restablecer las “relaciones carnales” con Estados Unidos, de los tempos de Carlos Menem. Es que los economistas liberales, en los que la derecha latino-americana se apoya, tienen como opción fundamental la implementación de esas políticas en escala regional y global. Están siempre articulados con políticas de libre comercio adentro y afuera del país. Optar por políticas de ajuste representa, a la vez, promover Tratados de Libre Comercio, prioritariamente con Estados Unidos. Lo que los argentinos decidan el próximo domingo no es solo el destino de su sociedad, sino también del lugar de Argentina en América Latina y en el mundo. Si se volverá a las relaciones privilegiadas con Estados Unidos o si se seguirá privilegiando los procesos de integración regional, con el dinamismo y la diversificación que han permitido a la economía argentina, así como las posiciones de soberanía en el plano internacional. Por eso miramos a Argentina y a su pueblo, desde afuera, pero más cerca de lo que nunca hemos estado. 16/11/2015. http://www.alainet.org/es/articulo/173641
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ANA I. BERNAL TRIVIÑO
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ondres.- Loretta Napoleoni es una de las mayores expertas sobre terrorismo. Como economista, encuentra la raíz del terrorismo islámico en su financiación y, por eso, trabaja como asesora en diversos gobiernos para combartirla y crear una nueva estrategia de lucha contra la financiación de estas redes. Ha publicado unos veinte libros, la mayoría bestseller donde muestra la realidad del capitalismo, del mercado negro y del terror. En su última publicación, El fénix islamista (ed. Paidós) detalla el resurgir de la idea del califato, la creación del llamado Estado Islámico y cómo ha alcanzado su poder actual. Hablamos con ella desde Londres, para profundizar en los objetivos y soluciones a este conflicto, pero desde el principio queda claro que esto no es nuevo y aparecen sobre la mesa conceptos como neocolonialismo o Guerra Fría, donde Occidente ha tenido un papel clave. Su libro comienza por la terminología… ¿Cómo hay que denominar a este grupo terrorista: Estado Islámico, ISIS, Daesh…? Es muy difícil. Para mí es Estado Islámico porque ese es el nombre que ellos se han dado, y deriva de su planteamiento sobre el califato. Pero los políticos, en particular, dicen que no se les llame así porque da legitimidad. Entonces, optan por Daesh, que además resulta ofensivo para los propios miembros de la organización. Hay muchísima semántica alrededor de ellos, pero también existe porque sabemos muy poco de lo que pasa, en verdad. Eso es una manifestación de nuestra ignorancia. De la ignorancia de todo este proceso. Si ellos se denominan así mismos Estado Islámico, ¿por qué no llamarlos como ellos se denominan? No ha ocurrido antes con otras organizaciones terroristas, a las que se siempre se ha citado por su nombre. Cuando vemos atentados en Egipto, en Beirut, los ataques de Boko Haram o de Al-Shabab, ¿estamos hablando de lo mismo? Hablamos del mismo fenómeno pero no del mismo grupo. Hay una ideología, que es la del Estado Islámico. Y en esa ideología hay gente que quiere hacer ataques y quiere ser parte de este grupo, pero no es el mismo grupo. No es como Al Qaeda con el 11S donde Osama Bin Landen organizó todo y lo estructuró con un grupo de líderes. No. Aquí lo que pasa en Egipto, lo hace el grupo de Egipto; lo que pasa en Túnez, lo hace el grupo de Túnez. No existe de una coordinación central que mande esos ataques, son decisiones más independientes. El día del atentado en París, lo que más escuché entre los ciudadanos era preguntar el por qué. ¿Por qué Europa como objetivo? No tiene nada que ver con financiación del grupo, ni para conseguir dinero ni nada. Lo de realizar ataques en bares, por ejemplo, es una nueva modalidad. Pero ellos dicen… ahora atacamos a Europa porque Europa nos bombardea, y vamos a dejar la guerra en Europa, porque es la misma guerra que nosotros padecemos en nuestros territorios desde hace más tiempo. Esa es la estrategia. Los servicios de inteligencia no parecen ser del todo eficaces… Los servicios de inteligencia tienen un trabajo muy difícil porque en realidad se ha recortado la financiación de la policía, de la inteligencia y de la lucha antiterrorista. Tienen una entidad como el Estado Islámico enfrente y ahora no tienen bastante personal ni recursos para luchar contra un fenómeno tan grande. Creo que ese es uno de los problemas fundamentales. Tenemos una crisis enorme, donde han recortado todo. Parece, entonces, que resulta más eficaz invertir en estas áreas de lucha antiterrorista antes que destinar ese dinero en el desarrollo o la compra de armas. Sí, por supuesto, eso es verdad. Y además la política de bombardear es la razón por la que ahora tenemos esta situación en casa. Hemos ido tras ella hace mucho tiempo. Empezamos desde el 2003 con la invasión de Irak y fue un fracaso total. Es evidente que tenemos que cambiar la política, porque la actual no ha funcionado. Loretta Napoleoni, una de las mayores expertas sobre terrorismo. Como dice Hollande, ¿estamos en guerra? No, no es correcto. Estamos en guerra, pero no es una guerra en nuestra casa. Un ataque como el de París no se puede considerar una guerra. Es un poco como Bush, cuando decía hacer la guerra contra el terrorismo en el 2001 y mira lo que ha traído. Estamos en guerra en el Oriente Medio. Eso sí es verdad. El ISIS no nos puede des-
CORREO del SUR truir, no tiene la posibilidad de hacerlo. En realidad, este tipo de ataques es una forma de desestabilización en Europa, es una forma de hacer el caos. La guerra como respuesta, que están dando los políticos, es la que quiere el Estado Islámico. Si ellos escuchan que estamos en guerra es lo que buscan, les legitima a la vez. Pero esta “guerra” empezó mucho antes por parte de Occidente. En concreto, Francia apoyó a grupos rebeldes enviando armas y parte de esos rebeldes estaban vinculados al yihadismo. Y usted misma recuerda en el libro que los países del Golfo son patrocinadores
de este Estado Islámico, que ha tenido acceso a armamento militar occidental. Sí, esos patrocinadores son nuestros aliados. El ataque no ha empezado hoy. Y, además, es muy interesante ver cómo en los años 90 ya hubo un ataque en Francia de la GIA y la reacción fue completamente diferente. No se habló de guerra ni de nada. Como en el 11M en Madrid. Se necesitan otras respuestas. -¿Cómo nace el germen de este grupo? El grupo formado por Bin Laden, Hussein y Al Zarqawi en 2002 se desarrolló como el más importante
Loretta Napoleoni, experta en terrorismo, profundiza este conflicto, así como la financiación económica de
“La guerra que están d es la que quier
CORREO del SUR porque tuvo mejor financiación. No hay terrorismo sin financiación. El grupo es original de Al Zarqawi. En 2002 los americanos y los ingleses decían que había una conexión directa entre Bin Laden, Hussein y Al Zarqawi. Eso fue una mentira total. Ese grupo se desarrolló como el más importante porque tuvo mejor financiación. No hay terrorismo sin financiación. La élite de Sadam Hussein, con sus militares, inteligencia, aviación… fueron destituidos de sus cargos y se fueron con Al Zarqawi para luchar contra las fuerzas de coalición. Es decir, cuando los americanos llegaron a Bagdad acabaron con todo lo que existía, con ese ejército, con la policía… esa gente se unió a grupos de lucha contra los americanos y el grupo de Al Zarqawi era uno de los más importantes. La guerra de Siria encuentra ahí su origen. Es decir, el papel de Occidente es indiscutible en este proceso, también porque siempre han apoyado incluso a dictadores en esos países si protegían sus intereses. Sí, es que es un problema del siglo pasado pero parece que no queremos verlo. Nosotros, Occidente, hemos creado naciones que no existían antes. Eso es lo que dice el Estado Islámico. Ellos recuerdan que son estados que no tienen una legitimación verdadera porque son estados creados por los colonizadores, así que la demanda es crear sus estados propios. Esa es toda la tensión. Occidente creó esos estados y se han puesto en esas zonas por interés nuestro. Al final de la colonización no hubo una política de creación de estados espontánea y original, sino una nueva forma de colonización, la neocolonización. ¿Garantizar ese caos era una forma de que Occidente mantuviese el control en esos países?
Es verdad, aunque hay alguna excepción. El movimiento de Al Bassar fue un movimiento espontáneo, pero en el empiezo. Después se ha degenerado. Todo esto son movimientos que se desarrollaron durante la Guerra Fría, con gobiernos nuevos que apoyaban a los americanos o a los soviéticos. El caso de Siria, a los soviéticos. Esos son otros elementos que contribuyen a esa situación. Sigue la Guerra Fría y el interés geopolítico por encima de todo. Sí, entre los elementos que se han introducido está esa Guerra Fría de fondo, siempre lo está. Un vídeo del Estado Islámico dice “queremos conquistar París antes que Roma y Al Andalus”. ¿Se conocen sus intenciones en cuanto a extensión de terreno a alcanzar? No, no se sabe nada de eso. ¿Pero cuánto hay de real o de provocación en esas frases? Yo creo que es una provocación. Ellos no saben tampoco muy bien lo que quieren conseguir. Esa frase es retórica, es la retórica del miedo. Así, los españoles recuerdan el califato de Córdoba y les genera miedo. Y su fin es crear esa situación de temor, de caos total. Esa situación por... Porque eso es una táctica de guerra. Así se hace. No sólo se hace con las armas, sino también la psicológica y en esa sí son muy fuertes. ¿Cómo responderles? Debemos hacer política, pero cambiando la política. Lo primero, lo urgente, es iniciar un proceso de pacificación del área. Ellos buscan que les bombardeemos, que enviemos tropas, y que luchemos contra ellos en Siria. Es lo que
a en los objetivos y soluciones a e estos grupos como factor clave
a como respuesta, dando los políticos, re el Estado Islámico”
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quieren, es una trampa responderles con eso. -En su libro marca una frase de un miembro del EI donde dice “la guerra es nuestra única fuente de ingresos, nuestro modo de vida”. En parte ellos tienen una económica de guerra. El problema será si se inicia una transición a la paz. El cómo van a organizar este estado si se llega a una paz. Sería difícil para ellos porque es lo que conocen mejor. El petróleo es una parte de su financiación, con un 20% aproximadamente, pero sobre todo se financian con el impuesto que recaudan como estado. Entonces, ¿no tenemos manera de asfixiarles económicamente? No se puede hacer. Porque, además, no controlamos su economía de guerra. No hacen comercio internacional, tampoco transferencias internacionales de dinero, tampoco están en nuestros bancos. ¿Qué podemos hacer ahí? Nada, en eso, muy poco. ¿La religión es una excusa? Esto es política. La religión sí les sirve como una ideología sólo patriótica y nacionalista, con una economía capitalista. Crean un estado a partir de esa idea. El tema de los mártires no les interesa tanto como Al Qaeda, a ellos les interesa más reclutar a gente que pueda construir esa nación. Y la gente de Europa que se va a luchar con ellos se marchan no tanto por dinero, sino por ideología, aunque sean de cultura europea, eso no tiene nada que ver ni es un impedimento. Es fe y creencia. En los últimos años estallaron las llamadas Primaveras Árabes y, en cambio, se ha producido un reforzamiento del totalitarismo… Y, además, usted recuerda cómo un miembro del Estado Islámico comentaba “mientras la ONU era incapaz de enviar ayuda humanitaria, nosotros vacunábamos niños”. ¿Es una forma de conseguir adeptos, a pesar de las circunstancias? Nosotros bombardeamos y cuando lo hacemos, matamos a la población civil Por supuesto. Hay una contradicción porque nosotros bombardeamos y cuando lo hacemos matamos a población civil, población que tenía otras demandas. ¿Cómo se puede pensar, cuando se hace esta política de guerra, que no se mata a esa gente? Ese es también un instrumento a su favor porque les sirve para hacer un reclutamiento. Ellos van a la población y les dicen… miren, los americanos y sus fuerzas de coalición nos matan, a vuestras familias, destruyen vuestras casas, no hay ayudas… pero nosotros somos mejores. Eso les permite ganar adeptos. ¿Qué se puede hacer frente al discurso del miedo y el rechazo a no admitir refugiados por temor? Es un problema muy grande pero en sí no es la frontera, es Europa. Hemos abierto la frontera, hemos creado una moneda común pero no tenemos una política exterior común, tampoco una lucha antiterrorista común, sino que cada uno ha mirado por sus intereses en todos estos años precedentes. Y ese es el problema. Es una contradicción. En su libro La Mordaza, vincula el origen del 11S con la crisis económica. ¿Esto es lo mismo? La crisis económica crea condiciones para que crezca la radicalidad Sí. Esos jóvenes que han atacado en París se debe a que Europa tiene muchos problemas de integración y muchos problemas económicos. Hay un desempleo increíble y el desempleo de los musulmanes es aún más grande que el que padecemos nosotros. Eso es un problema. Hay una conexión muy fuerte, una semilla. La gente no se lo cree. Y la pobreza crea terrorismo. La crisis económica crea condiciones para que crezca la radicalidad. Si esos jóvenes tuviesen un trabajo, familia, vivir en su piso… por supuesto no harían lo que hacen ahora. Pero eso era un trabajo previo de integración que no se ha realizado. Tal y como se desarrolla el proceso, ¿tendremos que sentarnos a negociar con ellos, reconociéndoles como estado propio? Creo que sí. La solución debe ser de pacificación y de negociación diplomática. Y eso pasa por hablar con ellos. No directamente, porque no querrán dialogar con nosotros, pero sí tenerles en cuenta a través de líderes tribales y empezar una conversación sobre la opción de que ellos negocien por nosotros, como intermediarios. A ellos sí les escucharían. No hay vuelta atrás. No. Ellos no desaparecerán, no irán nunca a menos. Están y hay que asumirlo. Sólo toca hacer frente a este problema porque está ahí y no se puede ignorar. Y si hablamos y negociamos ahora, justo ahora, va a ser mejor que dentro de cinco años. Esa es la única realidad.
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El Correo del Sur, fiel a su costumbre de ofrecer a los lectores aquellos puntos de vista que han adquirido prestigio por su capacidad de estimular el debate de las ideas, sin prejuzgar sobre sus aportaciones, tiene a bien publicar este sugerente y polémico texto, El desafío de la política de lo común, una entrevista con los intelectuales franceses Christian Laval y Pierre Dardot, autores de Común (Gedisa, 2015). ASR
El desafío de la polític ENTREVISTA CON LOS INTELECTUALES FRANCESES CHRISTIAN LAVAL Y PIERRE DARDOT, AUTORES DE COMÚN (GEDISA, 2015) Hace unos meses, entrevistamos a los intelectuales franceses Pierre Dardot (filósofo) y Christian Laval (sociólogo) sobre su penúltimo libro: La nueva razón del mundo, una ambiciosa reconstrucción de la historia y el presente del neoliberalismo entendido a la vez como política macro y micro: planes de ajuste estructurales y producción de ciertas maneras subjetivas de habitar el mundo. Pocos meses después, aparecía en España su último trabajo, Común, subtitulado Ensayo sobre la revolución del siglo XXI. Después de analizar críticamente la lógica neoliberal, Dardot y Laval dibujan ahora la alternativa: lo común como el término central de una lógica de pensamiento y acción capaz de salir de los impasses de la política del siglo XX (izquierda / derecha, Estado / mercado, público / privado). De la razón neoliberal a la razón de lo común 1- ¿Cuál ha sido vuestra intención a la hora de escribir el libro? ¿Por qué proponer aquí y ahora la idea-fuerza de lo común? Pierre Dardot: Este libro se inscribe en la estela de nuestras obras precedentes y, en particular, de La nueva razón del mundo. Este último libro se terminaba con una expresión más bien elíptica: la “razón del común”. Queríamos sugerir así que las “contra-conductas” de que hablábamos en el libro, es decir las prácticas de resistencia y subjetivación, debían articularse a una nueva razón política, a una razón política alternativa a la razón neoliberal que habíamos analizado. Lo que no teníamos muy claro era precisamente esa articulación o, mejor dicho, de qué tipo podía ser esa participación directa y positiva de las conductas de resistencia en la construcción de una racionalidad alternativa. Teníamos en mente una oposición entre dos principios: la competencia (principio de la lógica neoliberal) y lo común, pero seguía siendo aún muy abstracta. En definitiva, lo que estaba en juego era lo que podríamos llamar la positividad de las prácticas de resistencia: no podemos satisfacernos con una resistencia al poder que sea puramente defensiva o reactiva, sino que tenemos que pensar una resistencia capaz de producir nuevas reglas. Sólo así estaremos en condiciones de derribar la razón neoliberal. Christian Laval: Estábamos dispuestos a articular la resistencia a la emancipación, yendo en este sentido más allá de Foucault y su desconfianza hacia los “grandes proyectos”. Pero lo que nos decidió finalmente a escribir este libro, con este título, fueron los diferentes movimientos de contestación a la apropiación privada y estatal de los recursos, los espacios, los servicios, etc. Y, más particularmente, el movimiento de ocupación de las plazas (15M, Gezi, etc.) que ha planteado nuevas exigencias con una energía incomparable. En todos esos movimientos se ha desarrollado un cuestionamiento radical de la democracia “representativa” en nombre de una democracia “real”, vinculado en algunos casos a reivindicaciones ecológicas sobre la preservación de los “bienes comunes” (espacios urbanos sobre todo). De ese modo, lo que para nosotros todavía permanecía en un estado más bien intuitivo al término de La nueva razón del mundo, se ha precisado ahora. Nos parece que lo común es el principio que emerge literalmente de todos estos movimientos. Lo común no es, pues, algo de nuestra invención, sino que se desprende que las luchas actuales
como su propio principio. 2- ¿Cuál es vuestra definición de lo común? Pierre Dardot: La definición de lo común que proponemos al comienzo del libro no pretende valer como una definición general, independientemente de toda condición de tiempo y lugar. Si recordamos la etimología de este término (cum-munus) no es ciertamente para dar a entender que lo común ha tenido siempre la significación que le damos hoy. En Aristóteles, el koinôn es lo que resulta de la actividad de puesta en común en que constituye la ciudadanía, actividad que implica la regla de alternancia entre gobernantes y gobernados. En la República romana, la palabra munus significaba,
ante todo, la dimensión de obligación que se imponía a los magistrados que detentaban un cargo público. Hoy, a la luz del movimiento de las plazas, el término adquiere un sentido algo diferente: la única obligación política que vale es la que procede, no de una misma pertenencia, sino de la participación y la implicación en una misma actividad o tarea. Esta exigencia es la de la democracia participativa y se opone como tal a la democracia representativa que autoriza a unos pocos a hablar y actuar en nombre de la mayoría. 3- ¿ Qué diferencia lo común y lo público-estatal? 2) ¿Qué diferencia lo común de los “bienes comunes”? Christian Laval: Lo público-estatal reposa sobre dos
Christian laval y Pierre Dardot
CORREO del SUR exigencias perfectamente contradictorias: por un lado, pretende garantizar la universalidad del acceso a los servicios públicos; por otra, reserva a la administración estatal el monopolio de la gestión de esos servicios reduciendo a los usuarios a consumidores, excluidos como tales de toda forma de participación en la gestión. Lo común debe precisamente poner fin a esa división funesta entre “funcionarios” y “usuarios”. Dicho de otra manera, lo común podría ser definido como lo público no estatal: garantizar la universalidad del acce-
La(s) praxis instituyente(s) 4-¿Cómo se instituye lo común? ¿Qué tipo de instituciones son las adecuadas? Pierre Dardot: Instituir no quiere decir institucionalizar en el sentido de oficializar, consagrar o reconocer a posteriori lo que existe desde hace ya tiempo (por ejemplo, en estado de hábito o costumbre), ni tampoco crear a partir de la nada. Significa crear lo nuevo con -y a partir de- lo que existe ya, por tanto en condiciones dadas independientemente de nuestra actividad. Un común se instituye
so a los servicios mediante la participación directa de los usuarios en su gestión. Pierre Dardot: En segundo lugar, lo común es para nosotros un principio político y no una propiedad que pertenecería por naturaleza a un cierto tipo de “bienes”. Distinguimos entre lo común como principio político que no ha de ser instituido sino aplicado, y los comunes que son siempre instituidos en y por esa aplicación. Los comunes no son “producidos”, sino “instituidos”. Esa es la razón por la cual somos muy reticentes con respecto a la noción de “bienes comunes”. Porque todos los bienes así considerados comparten esa cualidad de ser “productos”. Nos parece que hay que darle la vuelta al razonamiento: todo común instituido (recurso natural, conocimientos, lugar cultural, etc.) es un bien, pero ningún bien es por sí mismo común. Un común no es una “cosa”, aún cuando sea relativo a una cosa, sino el lazo vivo entre una cosa, un objeto o un lugar y la actividad del colectivo que se hace cargo de ella, la mantiene y la cuida. Lo común sólo puede instituirse como lo inapropiable.
por una praxis específica que llamamos “praxis instituyente”. No hay un método general para la institución de cualquier común. Cada praxis debe entenderse y efectuarse in situ o in loco. Por eso hay que hablar de “praxis instituyentes” en plural. 5¿Cómo pensar la institución respondiendo a estos riesgos? ¿Cómo cristalizar sin congelar? Pierre Dardot: Hay que atajar ese sentimiento de impotencia histórica que dice que la política efectiva y duradera no puede ser más que el monopolio de los dominantes. Y para ello no hay más que una salida: crear instituciones cuyo principio sea tal que las reglas puedan ser el objeto de una constante deliberación colectiva para evitar la “congelación” burocrática. Lo esencial es que la institución, sea la que sea, tenga la capacidad de abrirse a lo imprevisto y adaptarse a las nuevas necesidades: su funcionamiento debe pues permitir en todo momento un relanzamiento de lo instituyente.
ca de lo común
Las luchas actuales: reinstituir la sociedad 6-¿qué balance hacéis de las luchas y los movimientos contra el neoliberalismo de los últimos años, desde esta pregunta vuestra por una nueva institucionalidad? Pierre Dardot: Los movimientos de los últimos años son profundamente inventivos, creativos, portadores de formas políticas nuevas. Esto no significa tanto que lleven consigo, espontáneamente, una nueva “constitución” (en el sentido político-jurídico del término), como que plantean (en la práctica) el problema del vínculo entre la construcción “aquí y ahora”, a partir de las condiciones existentes, de nuevas formas de relación y de actividad, y la transformación general de la sociedad. Christian Laval: El elemento común es la voluntad de ruptura con todo un “sistema”, es decir, un orden político oligárquico, estrechamente imbricado con los intereses económicos de los grupos sociales dominantes. Pero no se puede luchar contra el “sistema” sin inventar, al mismo tiempo y en el plano de la práctica, nuevas formas de sociedad y de política. Nos parece que esa es otra “lección” importante de las luchas de los últimos años. Pierre Dardot: Es decir, en pasar de la “representación” a la “participación”. Con respecto a los movimientos de base, ¿en qué sentido puede ayudar vuestro libro a repensar y replantear uno de sus grandes problemas, el problema de la duración? ¿Cómo pueden hacerse “hábito” o “costumbre” las prácticas políticas (igualitarias, incluyentes, etc.) que emergen en los momentos excepcionales de lucha? Pierre Dardot: Con respecto a los movimientos, el alcance de nuestro libro, el que deseamos al menos, es que la dimensión institucional de la “democracia real”, por decirlo al modo del 15M, sea tomada en serio, sea objeto de experimentaciones, discusiones, reflexiones colectivas. Para nosotros, la democracia real es un asunto de institución. Y esa es la condición para asegurar la duración y la fuerza de los movimientos. Es por ello que nos oponemos a todas las ilusiones sobre el desarrollo espontáneo de un “comunismo inmanente” de las luchas de base. Esas ilusiones son peligrosas, porque cortocircuitan la cuestión decisiva de la institución, es decir, en nuestra perspectiva, la investigación sobre las formas efectivas de praxis instituyentes. El diálogo podría establecerse sobre ese terreno. Lo que no debemos es subestimar la dificultad de inventar instituciones nuevas cuyo funcionamiento apunte explícitamente a impedir su apropiación por un pequeño número, la desviación de sus finalidades o la “rigidización” de sus reglas. La cuestión no es saber cómo “crear” nuevas “costumbres” o “hábitos”, porque ni los unos ni las otras pueden ser objeto de actos de institución, sino cómo hacer prevalecer reglas prácticas que permitan la discusión,
Domingo 22 de noviembre de 2015
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la deliberación, la decisión colectiva incluso en la misma definición de las reglas que organizan la vida colectiva. Lo común y las instituciones públicas 10- Y con respecto a las instituciones públicas, ¿cómo se puede contribuir desde ellas a lo común? ¿Es posible, por ejemplo, transformar las instituciones públicas en instituciones de lo común? Christian Laval: Como hemos dicho, hay una relación estrecha entre el carácter efímero de las movilizaciones y el espontaneísmo más o menos “de base” que condena toda actividad política en nombre de una desconfianza por todo lo que se parezca a la “política”. Pero, por otro lado, no basta con “conquistar el poder” y “ocupar las posiciones” del Estado para cambiar las cosas. La crisis profunda de la democracia representativa en la época neoliberal, sin duda irreversible, muestra claramente la necesidad de inventar otra política, otra relación con la política. Y ese es precisamente el desafío de la política de lo común. Pierre Dardot: Hay que recordar que lo común no viene del Estado. El Estado no es en ningún caso el propietario de lo común, más que de manera ilegítima. Es desde el interior mismo del movimiento de la sociedad, a través de las luchas que la transforman, que se inventan las formas políticas nuevas, las instituciones nacen de los conflictos. Se ha olvidado, seguramente debido a la degeneración de las organizaciones del movimiento obrero y socialista, que los obreros fueron capaces en el siglo XIX, en condiciones muy difíciles, de construir instituciones nuevas en su tiempo como fueron los sindicatos, las cooperativas, las mutuas, etc. La abundancia actual de asociaciones de lucha y defensa de los ciudadanos enlaza a su manera con esta historia al mismo tiempo que la renueva profundamente. No es sólo el lugar de trabajo el que debe ser reinstituido políticamente, como lo querían los socialistas de antaño, sino todas las actividades sociales y todos los marcos de vida: el hospital, la escuela, la vivienda, la ciudad, la cultura. Christian Laval: Y no hay plan preestablecido para esta nueva política. No hay más que experiencias concretas que requieren ser meditadas, comparadas, sintetizadas. Por ejemplo, todo lo que se explora desde hace años bajo el nombre de “democracia participativa” a nivel local, en regiones muy diferentes y bajo las formas más variadas, en América Latina, en Inglaterra, en la región kurda de Rojava con su utopía comunalista, etc. Y, sobre todo, esa ola irresistible a nivel mundial de cuidado colectivo de los “bienes comunes”, que implican (a pesar de esa designación equívoca) una participación de los ciudadanos en su definición, cuidado, producción. El ejemplo de la democratización de los servicios del agua en Nápoles, bajo el impulso del alcalde Luigi de Magistris, es ejemplar en este sentido, sean cuales sean sus límites. Pierre Dardot: Una de nuestras “propuestas” es transformar los servicios públicos en comunes instituidos. Eso significaría que ya no pertenecerían al Estado como si éste fuese el sujeto propietario, el único gestor, el responsable último. Un servicio público no merece ese título más que si es un servicio que la sociedad se da a sí misma para realizar sus derechos y satisfacer sus necesidades. Hay que romper el monopolio de la administración estatal para garantizar la universalidad del acceso a esos servicios: los usuarios deben ser considerados, no como consumidores, sino como ciudadanos que participan en las deliberaciones y las decisiones que les conciernen, junto a los “funcionarios”. Christian Laval: Otra condición se impone: que la política no sea un asunto profesional. La política no es un oficio, sobre todo no es un oficio de por vida. En el plano político, una de las bisagras de la revolución que nos toca hoy es modificar radicalmente la definición del mandato político, a todos los niveles, con el fin de eliminar la “casta” política que, entrelazada de forma cada vez más estrecha con las fuerzas económicas dominantes, ha hecho tanto mal a nuestras sociedades. Entrevista traducida al inglés Entrevista pensada y realizada con Marta Malo y Débora Ávila. Agradezco a Cristina Fernández y a Alfonso Díez su ayuda en el proceso. Versión resumida. Completaen: http://www.eldiario.es/interferencias/Laval-Dardot-comun_6_405319490.htm Textos relacionados: Laval y Dardot: “El neoliberalismo es una forma de vida, no sólo una ideología o una política económica” “Reabrir la cuestión revolucionaria (lectura del Comité Invisible)” Notas para una política no estadocéntrica Potencias y problemas de una política del 99%: entrevista con Jacques Rancière
Algo no cuadra LA DEMOCRACIA DEBE HABER QUEDADO SOLO PARA LAS RUEDAS DE PRENSA Y EL DRAMA PARA LOS TELEDIARIOS
ANTÓN LOSADA
L
os mismos mandatarios que pronuncian grandes arengas ante las cámaras de televisión llamando a la defensa de valores que califican de sagrados como la libertad o la justicia, los mismos líderes mundiales que nos avisan de la urgencia de hacer algo ante la inminencia de otro ataque despiadado en cualquier momento y en cualquier lugar, se reúnen una y otra vez para dejarlo todo exactamente como estaba, mantener sus posiciones, vigilarse unos a otros y demorar cualquier acción o decisión anteponiendo sus intereses geopolíticos y económicos por encima de cualquier otra consideración o imperativo moral, ético o legal. La democracia debe haber quedado solo para las ruedas de prensa y el drama para los telediarios. En el mundo real se juega a otra cosa que solo deben saber los mayores y la gente importante. Francia bombardea con intensidad el bastión de ISIS en Siria, una ciudad habitada por más de doscientos mil civiles. La aviación francesa se concentra en destruir su arsenal y su cuartel general, cuentan las crónicas, con precisión militar. Tras meses de bombardeos, desde la más completa ignorancia castrense, cabe preguntarse o bien qué se ha esta-
do bombardeando exactamente hasta ahora, o bien cuánta es la efectividad de semejante táctica, o bien cómo y de quién obtienen los terroristas semejante arsenal
que cuesta tantos meses destruir. Parece que unas cuantas cosas han fallado y fallan en los sistemas de detección, vigilancia y seguimiento de las redes terro-
CORREO del SUR Director General: León García Soler
ristas, no en las leyes que garantizan las libertades ciudadanas Los asesinos eran en su mayoría jóvenes con nacionalidad o residencia francesa o belga,
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio
algunos fichados como radicales y otros como delincuentes comunes. Se trata de un patrón que se repite respecto a atentados anteriores. De visitar los calabozos por delitos menores a visitar campos de entrenamiento terrorista. Sin embargo se nos anuncian nuevas medidas para castigar aún más a los refugiados que todavía esperan que cumplamos nuestras promesas del verano. Parece que unas cuantas cosas han fallado y fallan en los sistemas de detección, vigilancia y seguimiento de las redes terroristas, no en las leyes que garantizan las libertades ciudadanas. Los sospechosos salieron del radar de la policía porque no había alguien para vigilarlos, no porque lo ordenara un juez en defensa de sus derechos constitucionales. Sin embargo se promueven cambios drásticos en las leyes fundamentales para recortar los derechos y libertades de todos y convertir los estados de excepción en una normalidad a la carta para el gobernante en apuros. De revisar, mejorar y financiar las políticas públicas que no logran que barrios enteros de urbes europeas se conviertan en guetos donde sembrar el odio y la violencia ya ni se habla. Eso parece cosa de progres blandos de mente o de principios; y estamos en guerra.