Correo Del Sur No 468

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Número 468 Diciembre 6, 2015

La elección de Macri: Paradojas y escenarios futuros / La lamentable decadencia de la democracia / COP21: 6 preguntas para entender por qué es tan importante la cumbre del cambio climático en París / ¿Cuál sería un buen acuerdo en la Cumbre de París? / Los eufemismos que intentan tapar los horrores de la guerra / Cataluña: Revés independentista / Si puede la guerra ser injusta pero útil... / El ranking de los países más vulnerables al cambio climático


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CORREO del SUR

La elección de Macri: Paradojas y escenarios futuros

Carlos H. Acuña*

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n medio de la primera victoria electoral de un partido conservador en la historia democrática argentina (un “partido pro-mercado y pro-negocios”, Macri dixit en ArgenLeaks), hay dos grandes paradojas cuyo reconocimiento ayuda a pensar futuros posibles para la política en nuestra sociedad. La primera es que el kirchnerismo, colocando sistemática y estratégicamente a Macri como su “sparring” preferido, apuntó por más de una década a construir el escenario electoral del 22 de noviembre, en el que dos grandes bloques de agregación política reordenasen el sistema partidario para, producido el reordenamiento, quedar como una fuerza electoralmente dominante y progresista. La “transversalidad” era, obviamente, una herramienta clave en esta construcción. Sin embargo, y recordando el cuento del escorpión y la rana, se cerró en sí mismo, debilitando importantes lazos con sectores no peronistas así como dentro del propio peronismo. La paradoja es que el kirchnerismo logró su objetivo de colocar a Macri como su “contra-opción”, aunque al subir al ring lo hizo con pies de barro (por diversas razones, que van desde la complicación de condiciones internacionales, medios periodísticos con sistemática y destructiva manipulación pública, limitaciones institucionales al momento de seleccionar candidatos, hasta su propio accionar muchas veces rígido e intolerante; cada uno asignará diversa relevancia a gusto y piacere). En este contexto, la consideración de futuros escenarios políticos demanda reconocer la posibilidad de que se dé una segunda paradoja a partir de esta victoria electoral: que Macri –inesperadamente victorioso en el ring en el que en gran medida lo colocó el kirchnerismo como principal contrincante– recupere la lógica de construcción política “transversal” y no sólo apunte para gobernar a la forja de acuerdos o la división de opositores, sino también a la incorporación de aliados y hasta de algunos opositores, en un nuevo “movimiento partidario” que persiga sostenerse en el gobierno no por medio de victorias en segundas vueltas, sino en primeras. Peronistas y radicales que ya se incorporaron al partido de Macri en este sentido dejarían de ser figuras excepcionales y localistas para tornarse un patrón desafiante al resto de los partidos (como en su momento resultó la “transversalidad” de Néstor). Para esto Macri necesitaría mucho pragmatismo y cintura (y, a la Maquiavelo, “buona fortuna”, sobre todo en el manejo de la cuestión económica el

primer año de gobierno), atributos que –como me hicieron notar dos amigos hace unos días– quizás esta nueva generación conservadora tiene, dado que no los atan muchas de las restricciones y prejuicios que, por ejemplo, sí cruzaban a la UCeDé. Conclusión: es verdad que el gobierno del PRO puede confirmar la sospecha generalizada entre los vencidos y actuar como mero agente de los ricos, el capital concentrado y el pensamiento de derecha más recalcitrante que pulula en la sociedad. Pero también existe otro escenario potencial y paradójico: aquel en el que el PRO se maneje con una “tranversalidad” que apunte a retomar el rearmado partidario que intentó el kirchnerismo, aunque ahora desde el lado conservador de la balanza. Por supuesto, este escenario es el que más se acercaría a una “revolución conservadora”, tanto por su carácter de origen electoralmente democrático, como porque sería lo más cercano a la posibilidad de que las clases propietarias –como nunca pasó en los últimos cien años de la Argentina–, cuenten con la capacidad de proyectar de manera creíble para la mayoría, que sus intereses coinciden con los del conjunto social. En definitiva, este escenario sugiere la posibilidad de que esta victoria constituya el primer paso de una verdadera revolución conservadora porque le brindaría a las clases económicamente dominantes traducir su poder económico en hegemonía a la Gramsci. Por supuesto sabemos que el futuro casi nunca está escrito: los conservadores en el gobierno podrían mostrarse poco pragmáticos y confirmarse como meros agentes de intereses angostos, egoístas y minoritarios; o los grupos populares amenazados por el nuevo gobierno podrían mostrar, como tantas veces en la historia argentina, la capacidad de resistir, vetar políticas y desmantelar estrategias de construcción de hegemonía. Más allá de ello, si la primera ley de hierro de la política argentina era “en elecciones libres gana el peronismo” y la rompió Alfonsín en 1983, lo que sucedió este domingo rompe la segunda ley de hierro de la política argentina, esa que decía “en Argentina está fuera de lo posible que fuerzas conservadoras puedan acceder al gobierno con legitimidad democrática propia”. Esto el domingo dejó de ser imposible, lo que ya constituye una revolución política. Si además desemboca en una revolución conservadora está por verse (aunque a partir del domingo tampoco es imposible). Aunque celebro el fortalecimiento democrático que conlleva cada reiteración de elecciones transparentes y pacíficas, qué domingo de mierda, ¿no? *Unsam-UBA/Conicet.

Roberto Savio

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l último estudio global realizado por la Encuesta Mundial de Valores sobre la solidez de la democracia en 2015, arroja datos sumamente preocupantes. No obstante, ha sido ampliamente ignorado, excepto por el diario estadounidense The New York Times, que publicó un informe especial. Según la autorizada institución, en Estados Unidos, el número de ciudadanos que aprueban la ley que legaliza la tenencia de armas, ha pasado de uno cada 15 en 1995, a uno cada seis en 2015. Mientras entre los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial, 72 por ciento asignó a vivir en una democracia el valor más alto, para los nacidos después de 1980 la cifra se redujo a menos de 30 por ciento. Cuando se observa el costo de la campaña presidencial en Estados Unidos, que se acerca a los 4.000 millones de dólares, se descubre que un pequeño grupo de donantes -130 familias y sus negocios- han proporcionado más de la mitad del dinero recaudado durante junio por los precandidatos republicanos. La proporción es aún más baja en Europa oriental, donde alcanza solo a 24 por ciento. En esa región, el nivel de ingresos, un trabajo seguro y la posibilidad de una jubilación, son más importantes que el tipo de régimen bajo el cual vivir. Existe, por supuesto, una explicación generacional. La democracia fue un tesoro a conservar para quien vivió los horrores de la Segunda Guerra Mundial. La generación más joven tiene solo una idea intelectual de lo que significa vivir bajo una dictadura, no una experiencia de vida. Como dijo Altiero Spinelli en la posguerra, ahora todo el mundo duerme sin temor a ser despertado durante la noche. Pero el debate es más complejo. Se acepta como una verdad incuestionable que una vez que un país se convierte en democrático, un sistema alternativo de gobierno no es más posible, ya que los ciudadanos ven la democracia como la única forma legítima de gobierno. Esta teoría presupone que la democracia y el crecimiento económico y social marchan paralelos y, por ejemplo, vaticina que cuando China tenga una vasta clase media, necesariamente entrará en un sistema multipartidista. Existe ahora una creciente corriente de opinión acerca de las carencias e ineficiencia de la democracia. En tiempos del gobierno militar chileno (1973-1990), había quienes


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La lamentable decadencia de la democracia exaltaban las ventajas del “modelo chileno”, así como ahora algunos sostienen que el “modelo chino” es mucho más eficaz y productivo que el engorroso sistema democrático. En la propia Europa, tenemos al húngaro Viktor Orbán, primer ministro de un país excomunista, que critica públicamente la obsolescencia de la democracia parlamentaria. Y Orbán ha sido elegido democráticamente. Rusia es el caso más estridente. Vladimir Putin, que es el modelo supremo de la autocracia, tiene un apoyo popular de cerca de 80 por ciento. Es hora de reflexionar sobre las causas de la decadencia de la credibilidad de las instituciones políticas. ¿Es solo un problema generacional o es que la legitimidad del sistema político está cada vez más en tela de juicio? Cuando se observa el costo de la campaña presidencial en Estados Unidos, que se acerca a los 4.000 millones de dólares, se descubre que un pequeño grupo de donantes -130 familias y sus negocios- han proporcionado más de la mitad del dinero recaudado durante junio por los precandidatos republicanos. La realidad parece diferente de la democracia vibrante, el faro del mundo, que la retórica estadounidense proclama permanentemente. Un estudio publicado en The New York Times por los politólogos Martin Giles y Benjamin Page, señala que mientras los grupos de interés y las élites económicas fueron muy influyentes en los últimos 30 años, las opiniones de los ciudadanos comunes no tuvieron prácticamente ningún impacto, concluyendo que “en Estados Unidos, la mayoría no gobierna”. Es evidente la creciente desconexión entre los ciudadanos y la política tradicional. Las mismas sorpresas han surgido en Europa, con el acceso de Jeremy Corbyn, en Gran Bretaña, y Alexis Tsipras,

en Grecia, exponentes de izquierda radical. Es poco probable que los partidos tradicionales logren la mayoría en España. Mientras tanto, los partidos de extrema derecha siguen aumentando. El neonazi Aurora Dorada es tercero en Grecia, por ejemplo. Las dos líneas de fractura en la Unión Europea (UE): la brecha entre el Norte y el Sur de Europa con respecto al modelo de gobernanza económica (austeridad contra el desarrollo) y la brecha entre Europa Occidental y Oriental sobre la solidaridad (refugiados), está oscureciendo la legitimidad de las instituciones europeas. El hecho de que en una noche un grupo de personas decide en Bruselas el destino de millones de ciudadanos, sin ningún tipo de consulta, está creando una tercera división, más profunda y más seria que las otras dos. El hecho de que los dos primeros rescates griegos fueron básicamente concebidos para beneficiar a los bancos franceses y alemanes, dejando muy poco a la economía helena, ha aumentado la percepción de los ciudadanos que los bancos son más importantes que las personas. Este año 3.178 banqueros europeos recibieron más de un millón de euros, de ellos 2.086 en Gran Bretaña. Las personas con abundante riqueza líquida, unida a la casa y otras propiedades, sumando más de un millón de dólares, ascendió a 14,6 millones en 2014, un incremento de siete por ciento con respecto a 2013. Lo que es nuevo en los últimos años, es que instituciones conservadoras, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), han estado advirtiendo que el ensanchamiento de la brecha social constituye un freno para el crecimiento económico, haciéndose eco de un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El último estudio del FMI advierte sobre la reducción

de la clase media y el aumento de pobres y ricos, claro que en medidas muy diferentes. Este declive de la clase media es acompañado por una polarización en la política y el crecimiento constante de los partidos extremistas y xenófobos, que ahora recogen votos entre los trabajadores y los menos favorecidos, que antes votaban por partidos de izquierda, lo que está cambiando por completo el escenario político. ¿Quién hubiera creído que Dinamarca, uno de los pocos países que dedica el uno por ciento de su presupuesto a la ayuda al desarrollo (Estados Unidos solo llega a 0,2 por ciento), bajo la presión del ala derecha del partido gobernante rechazaría cualquier refugiado en su territorio? ¿Y que Hungría recurriría a acciones que son una reminiscencia de la época nazi? ¿Y que al mismo tiempo, Europa Oriental declare abiertamente que está en la UE solo para recibir ayuda y no dar nada? El sistema democrático adquirió legitimidad por su capacidad para apoyar a valores como la justicia, la solidaridad y el desarrollo general de la sociedad. No hay precedentes históricos para prever que puede pasar en un contexto en el que los ciudadanos vivan un deterioro social y económico durante décadas y los jóvenes no vean un futuro claro. Pero sí que hay precedentes históricos que nos dicen que las sociedades en crisis pueden caer fácilmente en regímenes populistas y autoritarios, especialmente si las élites ricas apoyan ese camino. Ahora debe estar claro para todos que el sistema se descompone y necesita ser reparado. Pero esta democracia en declive, con tan pocos estadistas y tantos políticos, ¿será capaz de asumir la tarea? Esta una cuestión que, por desgracia, necesitamos empezar a afrontar… Editado por Pablo Piacentini IPS.


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COP21: 6 preguntas para entender por qué es tan importante la cumbre del cambio climático en París MATT MCGRATHBBC

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ara qué es la conferencia? Al grano, los gobiernos del mundo ya se comprometieron a recortar las actividades humanas que liberan gases de efecto invernadero, como la quema de combustibles fósiles. Pero esa no es la solución al problema. La dificultad está en conseguir que 195 países acuerden cómo lidiar con el asunto del cambio climático. Cada año, desde 1992, se celebra la conferencia de las partes con los negociadores tratando de componer un plan práctico. Este año, en París, es la última oportunidad para este proceso. Los negociadores dispusieron en 2011 que el acuerdo definitivo debía adoptarse antes del fin de 2015. Cambio climático 1 ºC de incremento de temperatura desde 1850. 2 ºC se considera el límite de un calentamiento global demasiado peligroso. 30% han subido los niveles de CO2 desde la Revolución Industrial. 4% ha retrocedido la cantidad de hielo en el Ártico. 9 de 10 de los años más cálidos registrados han ocurrido desde el año 2000. Los críticos dicen que el problema del cambio climático no será tan urgente cuando se toman 20 años para acordar una solución. Pero los defensores de las cumbres argumentan que tomarse tanto tiempo es necesario porque las decisiones se adoptan por consenso en el sentido de que no hay nada acordado hasta que todo ha sido acordado. Las partes creen que, a pesar de esta enorme limitación, es la mejor manera de garantizar un resultado justo: todos compartimos el planeta, así que todos deberíamos tener una voz con el mismo peso respecto a su futuro. ¿Por qué tiene un nombre tan extraño? COP21 es la forma abreviada del inglés para la vigésimoprimera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Este larguísimo título fue creado en la cumbre celebrada en 1992 en la brasileña Río de Janeiro, donde por primera vez se reunieron los países preocupados por el cambio climático. Allí se acordó una convención que entró en vigor en 1994 y que ha sido suscrita por 195 países. La clave del acuerdo está en la “estabilización de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que

evite la interferencia humana dañina en el sistema climático”. ¿Quién asistirá? Se espera que unas 40.000 personas de todo el mundo lleguen a la cumbre en las dos semanas que dura. Una gran parte son delegados de los gobiernos, sobre todo funcionarios. Dependiendo del caso, van desde equipos de dos personas a varios cientos en el caso de los países más ricos. Hay muchos lobistas y representantes de empresas, de la industria y la agricultura. También de grupos ambientalistas. Los líderes políticos también se harán presentes, aunque sólo por un día. Su papel será dar discursos e impulsar el trabajo de sus negociadores hacia un compromiso efectivo. ¿Qué esperan conseguir? Piensa en todo lo que te rodea: el teléfono o computadora en que estás leyendo esto, lo que comes, la ropa que vistes… Casi todo lo que ves, tocas o sientes ha sido cultivado, construido, transportado usando energía que viene de combusti-

bles fósiles. Han sido de enorme utilidad para el desarrollo de la humanidad, permitieron la industrialización, el desarrollo, sacar a millones de la pobreza. Pero está bien documentado que el dióxido de carbono que se genera tiene un efecto invernadero; es decir, atrapa el calor en la superficie del planeta. ONU advierte del “abrumador” impacto del cambio climático Según los científicos, es impredecible el impacto que tendrá en el clima el hecho de que la media de la temperatura de la Tierra supere 2 ºC la de los tiempos previos a la industrialización. Y estamos ya a medio camino de ese peligroso punto. Así que el propósito de París es trabajar una manera de limitar las emisiones de esos gases, mientras se permite que los países puedan seguir creciendo y se le ofrezca ayuda a los menos desarrollados y más afectados por la subida de las temperaturas. ¿Simple? Es probablemente el acuerdo de cooperación más ambicioso jamás

planteado. ¿Cuáles son los puntos de desacuerdo? El destino final es un mundo donde las temperaturas no suban más de 2 ºC por encima del nivel en que estaban entre 1850 y 1899. Esa es la aspiración de largo plazo que ya se ha pactado. Pero hay graves diferencias sobre cómo alcanzarlo. Los países en desarrollo dicen que quieren el derecho a seguir quemando petróleo y carbón hasta que terminen con la pobreza. Argumentan que ahora es su turno, pues los ricos han tenido acceso sin restricciones a los combustibles fósiles por dos siglos. Así que el acuerdo de París requiere encontrar un balance entre la necesidad de recortar esos gases con el derecho a usarlos. La cuestión de quién paga es también crucial. ¿Quién va a asumir el coste de la transición a las energías renovables para los países que no se lo pueden permitir? ¿Quién va a poner dinero para ayudar a los países pobres a adaptarse a la subida de los niveles del mar y a las sequías y olas de calor? ¿Pueden los países que sufran el impacto del cambio climático en el futuro poner demandas legales contra los que consideren responsables? Estas son algunas de las cuestiones más complicadas que están por responderse. Pero sobre todo está el asunto de la justicia. Los países más ricos dicen que el mundo ha cambiado desde que se iniciaron las conferencias en 1992. Entonces, el mundo estaba dividido entre países desarrollados y los que estaban en desarrollo, tomando como medida los ingresos del país. Pero esta división ya no es necesariamente vigente, pues están las economías emergentes que pueden también arrimar el hombro en los crecientes costos del cambio climático en el futuro. ¿Servirá para algo? La diferencia que puede hacer la cumbre es potencialmente enorme. En los años 80, los científicos descubrieron el agujero en la capa de ozono y el acuerdo alcanzado en Montreal, Canadá, estableció la manera de atajar el problema. Rápidamente, el mundo dejó de usar los destructivos gases que causaron el problema y en la actualidad el agujero se está cerrando. Un acuerdo ambicioso en París limitaría los gases de efecto invernadero y pondría al mundo en el camino hacia la reducción del impacto del cambio climático. Pero la realidad de la política y las negociaciones hace que probablemente se trate de un acuerdo de compromiso. Entonces, con el tiempo, los negociadores podrán fortalecer el acuerdo y hacerlo más ambicioso. La esperanza no está perdida. Basta ver lo lejos que ha llegado la humanidad simplemente con la iteración y reiteración de las ideas hasta que se convierten en algo mejor. Un ejemplo, los teléfonos inteligentes e internet. Así que pese al potencial de fracaso y lo probable de un compromiso algo desordenado, un resultado en la cumbre de París, sea débil o robusto, es que va a estar en el corazón de todo lo que intentemos en el futuro. Y ese será uno de los grandes logros de la humanidad.


CORREO del SUR JAVIER MARTÍN-VIDE*

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as expectativas sobre los acuerdos que se deberían alcanzar en la Cumbre del Clima de París son objeto de continuo debate en el seno de los grupos más comprometidos en la lucha contra el calentamiento global, así como en ciertas administraciones e instancias civiles. Los precedentes de reuniones anteriores, en particular la de Copenhague de 2009, no invitan al optimismo. El sonoro fracaso de la reunión en la capital danesa, indisociable de la propia debilidad de los anfitriones, y en conjunto de la Unión Europea, hizo que el pesimismo campara por doquier en este último lustro. ¿No seremos capaces de poner coto a las emisiones de gases de efecto invernadero, raíz del problema, aun sabiendo que el planeta, cual trasatlántico, se dirige inexorablemente hacia un acantilado? Porque, por la misma inercia del sistema climático, es urgente una reducción muy sustancial a nivel planetario de las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero. Y piénsese que, aun alcanzándose un buen acuerdo en la reunión de París, éste no entraría en vigor hasta 2020. ¿Cuál sería un buen acuerdo en la COP de París? Sin duda, el acuerdo que se alcance ha de tener dimensión global, es decir, todo los estados han de ser sujetos de la resolución, en la medida y con las particularidades que se consensúen y –palabra clave- ha de tener carácter vinculante.

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¿Cuál sería un buen acuerdo en la Cumbre de París?

Cumplir con los compromisos adoptados Todos los estados deberán obligatoriamente cumplir con lo acordado en París. Este carácter vinculante y universal es crucial, a diferencia de lo pactado en el Protocolo de Kyoto, en 1997, que dejaba a un número elevado de países sin obligaciones en la mitigación del cambio climático, es decir, sin que tuvieran que reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y, además, no era vinculante. Como es sabido, algunos de los estados implicados en la reducción de gases no ratificaron el Protocolo, como fue el caso de Estados Unidos. Hay otros elementos necesarios para que el acuerdo de París pueda ser considerado un buen acuerdo, es decir, que contribuya de forma efectiva a la mitigación y a la adaptación al cambio climático. El más importante es que se requieren reducciones drásticas de las emisiones de gases de efecto invernadero, so pena de que las acumuladas hasta hoy más las futuras produzcan un calentamiento de 2ºC respecto al período preindustrial. Y, como se ha repetido, sobrepasar este umbral llevaría al planeta a una serie de cambios irreversibles, en especial para la vida. Alcanzada la drástica reducción de emisiones, el acuerdo de París ha de contar con mecanismos de control transparentes y efectivos. Transparencia y control de las acciones Ningún estado ha de poder escudarse en las próximas décadas en su soberanía o en su seguridad nacional para impedir un control directo de sus emisiones. Además, la transparencia ha de dirigirse también hacia el ciudadano de a pie, al fin y al cabo destinatario final de lo que se acuerde y se controle. Aquí el papel de los medios de comunicación es decisivo, como canal de transferencia de información entre París y el mundo, como ha ocurrido en las reuniones anteriores. El mundo en que vivimos es cada vez más complejo y, sobre todo, imprevisible. Numerosos acontecimientos recientes, imprevistos, han tenido efectos no imaginados, y de forma muy rápida. Casi de la noche a la mañana han surgido tensiones entre países hasta el límite de la guerra, han aparecido nuevos riesgos derivados del fanatismo, se ha tambaleado la economía en algunos países o se han dado éxodos de humanos de una enorme magnitud, entre otros acontecimientos. El acuerdo de París debiera además responder a la imprevisibilidad, la aceleración y el carácter global del mundo actual con la exigencia de que sea revisable, para así responder adecuadamente a los cambios y sucesos rápidos que surjan en su período de aplicación. La adaptación al cambio climático obliga a que el acuerdo de París sea solidario y generoso con los países y las poblaciones más pobres y vulnerables a los efectos del cambio climático. Los acuerdos de las COP precedentes, incluida la de Copenhague, de un fondo mil millonario para amparar a los estados que están sufriendo y seguirán padeciendo los efectos negativos del cambio climático debe consolidarse y seguir aumentando sus recursos.

Los países ricos han de contribuir más En pura compensación histórica, los países más ricos, que han sido los más contaminantes secularmente, han de contribuir de forma efectiva y generosa a las economías de los más desfavorecidos. Todos los requisitos anteriores para que el acuerdo de la COP de Paris pueda ser considerado bueno exigirán una gran dosis de savoir faire y sagacidad en los anfitriones. Hay que hacer notar que en las COP los acuerdos han de tomarse por unanimidad, lo que a menudo ralentiza o hasta paraliza las sesiones en busca de decisiones que puedan asumir todos los países. Las informaciones y los rumores que llegan de París invitan a un cierto optimismo. Francia ha tomado el reto de su COP con un enorme interés, como asunto de estado. Y designó hace meses a Laurent Fabius, ministro de Asuntos exteriores y Desarrollo Internacional, como el presidente de la COP. Fabius es una figura de consenso, respetada en la escena internacional, por lo que puede favorecer un resultado positivo para la COP. Por otra parte, desde hace meses las reuniones interna-

cionales se suceden para alcanzar en París un acuerdo que limite sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero. Estados Unidos y China, que han venido desconfiando mutuamente, más estando en liza el liderazgo económico mundial, parece que en los últimos meses han aclarado sus posiciones y prometen compromisos destacados en la reducción de sus emisiones. Todos los estados llegarán a París con sus propuestas de mitigación, lo que ha de facilitar la toma de resoluciones y el acuerdo final. A pesar de esas noticias recientes positivas, como ciudadanos hemos de mantener, individualmente o a través de los grupos y asociaciones sensibilizados con la problemática y de las administraciones ad hoc, la máxima atención e implicación en lo que se cueza en París, porque en ello va el futuro de todos nosotros y nuestros descendientes. Luchemos para que el acuerdo de París sea global, vinculante, drástico en la reducción de emisiones, con mecanismos de control, revisable y solidario y generoso. *Catedrático de Geografía física. Universitat de Barcelona. La vanguardia 03/12/2015


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Los eufemismos que intentan E tapar los horrores de la guerra Carlos del Castillo

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os países occidentales ya no hacen la guerra. Entran en conflictos justos, y solo por razones humanitarias. Las víctimas civiles que provoca un bombardeo no son muertos o heridos, sino daños colaterales. Un soldado que protege un pozo de petróleo en un país extranjero no sirve a unos intereses económicos, sino que lucha por su patria. Así mismo, aquellos que se oponen a las actuaciones armadas de este tipo (antimilitaristas) podrán ser considerados antipatriotas. Y España no vende armas a países que no respetan los derechos humanos, sino material de doble uso. Son solo algunos ejemplos del lenguaje político utilizado para que los ciudadanos toleren las intervenciones militares de los Estados y la muerte y destrucción que éstos provocan. No en vano, la verdad es la primera víctima de la guerra. “Si habláramos de las guerras centrándonos en sus consecuencias, en el daño que provocan en la gente y las poblaciones o en la inseguridad que generan a largo plazo, ¿quién se atrevería a empezar una? Sería lo más impopular del mundo”, explica Jordi Calvo, coordinador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau y miembro de la junta del International Peace Bureau. Cuando bombardean en Siria, no nos dicen que dentro de 5 ó 10 años esa campaña nos puede traer nuevos atentados, guerras futuras, más gasto militar…Es una espiral de violencia que nunca acaba” “Pero claro, esto no nos lo dicen. Cuando bombardean en Siria, no nos dicen que dentro de cinco, diez o veinte años, esa campaña de bombardeos nos puede traer más ataques terroristas, nuevos atentados, guerras futuras, más gasto militar…”, continúa el economista e investigador sobre paz, desarme y economía de la defensa en una conversación con este medio. “Es una espiral de violencia que nunca acaba”, denuncia. Desenmascarar el lenguaje que oculta la guerra, sus motivaciones y sus consecuencias es uno de los objetivos del Diccionario de la guerra, la paz y el desarme (Icaria) en el que Calvo coordina junto a Alejandro Pozo las aportaciones de 18 expertos sobre la paz y el conflicto. Cien definiciones en total, desde Guerra contra el terror, a pacifismo, pasando por guerra justa o patriotismo. Todas pasadas por un “filtro de cultura de paz” que, para los investigadores, es el prisma de “la mayoría”: “¿Quién diría que no es pacifista, que no está

por la paz, o que no quiere que las cosas se solucionen sin violencia? Hemos intentado ser coherentes con la opinión pública”, afirma Calvo. La guerra justa A punto de cumplirse dos semanas de los atentados del ‘viernes negro’ en París, François Hollande ha conseguido la prórroga del estado de emergencia en Francia por tres meses. A la vez, enfrenta la muerte que el yihadismo llevó a la capital francesa con la muerte de sus bombardeos sobre Siria, maniobrando para lograr una alianza internacional con EEUU y Rusia para combatir al Estado Islámico en el país. La misma táctica que emprendió George Bush contra Al Qaeda, provocando el caos en la región. Idéntica, a su vez, a la de Vladimir Putin, cuyos bombardeos en apoyo del régimen de Al Asad han provocado ya más víctimas civiles que bajas terroristas. “Es un modelo de lucha que suspende derechos civiles. Niega el debate racional sobre lo ocurrido y hace que los totalitarios triunfen sobre la democracia” “Es un modelo de lucha que suspende derechos civiles básicos. El antiterrorismo niega el debate racional sobre lo ocurrido y sus causas. Supone la victoria de los totalitarios sobre la democracia: el antiterrorismo acaba equiparándose a lo que dice combatir”, escribe el catedrático de Opinión Pública Víctor Sampedro en este medio. (Público) En esta línea, este martes el ministro de Sanidad, ha censurado a los firmantes de un manifiesto contra la guerra en Siria. “Introducir esos mensajes de confusión, mensajes agresivos contra nosotros mismos, contra nuestros aliados y contra lo que es Europa, termina justificando la acción del criminal”, ha opinado el conservador sobre la iniciativa ‘No en nuestro nombre’, respaldada por personalidades como Ada Colau, Manuela Carmena o José María González, alcaldes de Barcelona, Madrid y Cádiz. Analizar las causas que llevan a un gobierno a deslegitimar un movimiento contra la guerra y justificar la intervención militar es otra de las motivaciones del Diccionario impulsado por el Centre Delàs. “Reflexionar acerca de la credibilidad de un sistema político y económico que hace interpelación a la guerra y a la violencia, en resumen, al empleo de la fuerza armada, cuando constata que ha perdido la fuerza de la razón”, concluye en este caso Arcadi Oliveres, reputado activista pacifista.

Cataluña: Revé

l Tribunal Constitucional español le dio la razón a Rajoy e impugnó el texto soberanista que las fuerzas catalanas pretendían usar como base para avanzar en el proceso de separación. El Tribunal Constitucional (TC) español anuló la declaración secesionista del Parlamento de Cataluña, que ya estaba suspendida y que las fuerzas independentistas pretendían utilizar como base para avanzar en el proceso de ruptura con España. La sentencia del Alto Tribunal fue adoptada ayer, por unanimidad, y considera que el manifiesto separatista atenta contra la Constitución española porque supera los límites de los actos políticos, al ser capaz de producir efectos jurídicos, puesto que busca la independencia de la norteña región respecto del Estado peninsular. “La declaración impugnada desconoce y vulnera las normas constitucionales que residencian en el pueblo español la soberanía nacional y que, en correspondencia con ello, afirman la unidad de la nación española, titular de esa soberanía”, señalaron los once jueces en su fallo. La infracción constitucional, apuntaron los magistrados, no obedece a un entendimiento equivocado de lo permitido por la Carta Magna, sino a un expreso rechazo a la Constitu-

ción que se arroga de una soberanía y un poder constituyente que niega el ordenamiento jurídico del Estado. “Se trata de la afirmación de un poder que se pretende fundante de un nuevo orden político y liberado, por ello mismo, de toda atadura jurídica”, subrayaron los magistrados. En un tiempo record de tres semanas, los supremos le dieron la razón al gobierno español de Mariano Rajoy, que el 11 de noviembre presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la declaración, aprobada dos días antes en el Parlamento catalán por las fuerzas independentistas Junts Pel Sí y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP). Las dos agrupaciones tienen mayoría en el Parlamento catalán desde las elecciones regionales del 27 de septiembre. En una breve intervención desde el Palacio de La Moncloa, en Madrid, Rajoy señaló que, a partir de la medida resuelta, queda demostrado que “todos los españoles somos iguales ante la ley y que nadie está por encima de ella”. La respuesta al mandatario español no demoró en llegar desde Cataluña, donde la vicepresidenta del gobierno, Neus Munté, aseguró, poco después de que la sentencia se conociera, que el TC no va a frenar los efectos po-


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és independentista líticos de la declaración de soberanista. En su resolución, el Alto Tribunal explicó que le dio prioridad a la resolución secesionista por la trascendencia constitucional que tiene el asunto. La decisión fue adoptada antes de que España entrara oficialmente el viernes en la campaña electoral de cara a las elecciones generales del 20 de diciembre, en las que el conflicto de Cataluña seguirá dominando el debate. De hecho, al admitir que se tramitara ese recurso, que implicó la suspensión automática de la declaración, el TC advirtió a 21 autoridades catalanas –entre ellos el presidente regional, Artur Mas, y la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell–, sobre las consecuencias legales y administrativas (como la inhabilitación) que se podían derivar del incumplimiento de ese mandato. El tribunal mencionó cinco artículos de la Carta Magna y del propio Estatuto de Autonomía de Cataluña –la ley de autogobierno regional– y concluye que la cámara catalana no puede “erigirse en fuente de legitimidad jurídica y política, hasta arrogarse la potestad de vulnerar el orden constitucional que sustenta su propia autoridad”. También rechazó el intento de contraponer el mandato y la legitimidad de las urnas con el orden constitucional, en detrimento de este último, argumentando que “la legitimidad de una actuación o

política del poder público consiste básicamente en su conformidad a la Constitución y al ordenamiento jurídico”. En sus alegatos, presentados la semana pasada, el Parlamento catalán señaló que la declaración era de naturaleza política y que carecía de elementos para ser valorada jurídicamente. Esta Corte, controlada por magistrados conservadores, se encuentra en el foco de la polémica catalana desde que en 2010 recortó competencias recién adquiridas por la región en un estatuto de autonomía reformado y aprobado en referéndum en 2006. Desde entonces, y al abrigo de la crisis económica, el independentismo creció notablemente. La intención de los separatistas es desobedecer la sentencia del tribunal. En este sentido, Oriol Junqueras presidente d’Esquerra Republicana de Catalunya y alcalde de Sant Vicenç dels Horts, señaló desde su cuenta en la red social Twitter que ni la resolución del TC ni las órdenes de un partido político (en referencia al Partido Popular) impedirá que el pueblo de Cataluña obedezca el mandato que surgió de las urnas. Por su parte, el número uno de la candidatura Democràcia i Llibertat (DL), Francesc Homs, advirtió al PP, y también al Partido Socialista Obrero Español, que intentar resolver la cuestión de Cataluña a través de los tribunales es un error, que sirve para que aumente el número de independentistas.

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Si puede la guerra ser injusta pero útil... Rossana Rossanda*

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eo que la «guerra justa» de Norberto Bobbio, la cual habíamos combatido, reaparece travestida de guerra «útil», pero no es un gran hallazgo. ¿Útil para quién? Toda guerra es siempre útil para una de las dos partes en liza, por lo menos a corto plazo, de ahí que el juicio de valor se ponga siempre en la causa del conflicto, mientras que el método de resolverlo con una guerra siempre se rechaza. Recordemos lo que le parecía la Segunda Guerra Mundial a Gandhi y a muchas partes del mundo no occidental; si se está contra la guerra, no es posible una guerra justa, la guerra se mide no en términos de las relaciones de fuerza que ha producido sino que se rechaza siempre por la cantidad de víctimas que produce. No es sencillo, porque - por ejemplo – yo no tiendo a definir como «injusta» la Segunda Guerra Mundial porque la hayan sufrido los millones de muertos de ambos bandos; sin embargo, para mi generación, en la vida de los ciudadanos los gobiernos no deberían tener poder de vida o muerte (como en el caso de la supresión de la pena de muerte). Verdad es que para las guerras se les confiere este poder - y no debería ser así - con el argumento según el cual al Daesh no se le puede dañar o derrotar de otra manera, también porque se trata de un enemigo difuso y menos expuesto de lo que es un país con su Estado, con un territorio preciso en el que se despliegan ejércitos, fortificaciones, industrias militares, sistemas de transporte. En realidad, el Daesh está asimismo cada vez más presente y concentrado en algunos territorios y, sobre todo, los medios militares se los suministra nada menos que Occidente, todo lo más a través de la mediación de otro país. En el caso de Turquía esta mediación no es necesaria porque en la coalición internacional contra Daesh ningún otro Estado participa en la guerra contra los kurdos, que son para Ankara el principal enemigo. El lanzamiento de un misil turco contra un avión militar de Rusia, que está en guerra contra Daesh, pero no contra los kurdos, es una señal amenazadora, que Occidente soporta tranquilamente. En realidad, la guerra en Oriente Medio ha presentado y presenta a menudo, a partir de Afganistán, diversos frentes, también en parte ocultos, aspecto que no es la última de sus especificidades; pone de relieve las razones por las cuales nació en su contra el más vasto movimiento pacifista de tiempos recientes. Y no sólo son víctimas los civiles de modo regular (en cada ataque, sobre todo aéreo) sino que, como en todos los conflictos con un fuerte componente ideológico, los bandos no se corresponden claramente con un territorio bien definido. En resumen, el carácter particularmente brutal y no justificable de las guerras resulta aquí singularmente evidente. Francia, no contenta con el desastre sin salida provocado en Libia por la ignorancia de Sarkozy, repite errores y víctimas en Siria atrayendo sobre sí – a propósito de guerras «útiles» - el ataque de esa parte del Daesh como movimiento que se cuela también el territorio de Europa occidental, hijo no solamente (bien que en buena parte) del malestar social, sino de una desesperación más interiorizada y profunda que ha llevado hasta ahora a jóvenes franceses y belgas a concluir las acciones homicidas activando cinturones explosivos y quitándose la vida. No se cuente que esperaban ser acogidos en el más allá por centenares de vírgenes deseosas, y desesperaban de la vida en la tierra, sin nada que les diera un sentido humano o sobrehumano. Falta en nuestro mundo el único elemento en condiciones de derrotar al Daesh, a saber, un sentido humano y más allá de lo humano que no sea el éxito en hacer dinero, que no por casualidad queman, o el espectáculo intenso en sentido estricto como distracción de lo real. *Es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso. Fuente: Sbilanciamoci, 28 de noviembre de 2015. Traducción: Lucas Antón.


El ranking de los países más vulnerables al cambio climático ANTONIO CERRILLO

H

onduras, Myanmar (Birmania) y Haití, por este orden, son los tres países que se han visto más afectadas los últimos 20 años por los sucesos meteorológicos extremos, fenómenos que aumentarán en el futuro, según las proyecciones de los expertos de la ONU. Así lo indica el informe Global Climate Risc Index 2016 presentado en la cumbre de París. En total, 525.000 personas murieron durante los aproximadamente 15.000 eventos extremos recopilados en este estudio, especialmente huracanes y grandes tormentas, que ocasionaron pérdidas por valor de 2,97 billones de dólares entre 1995 y 2014. De los diez países más afectados durante este periodo, nueve son países en vías de desarrollo con ingresos bastante bajos, según el informe anual del instituto alemán Germanwatch. El trío de cabeza es seguido por Filipinas, Nicaragua, Bangladesh, Vietnam, Pakistán, Tailandia y Guatemala. Esta clasificación se hace de acuerdo con “índice de riesgo climático” o “el nivel de exposición y vulnerabilidad a eventos extremos” que tiene en cuenta el número total de víctimas, su proporción respecto a la población, la pérdida

en millones de dólares y las pérdias por unidad de PIB, así como el número de fenómenos meteorológicos totales. Fenómenos excepcionales Haití, Honduras y Myanmar se vieron afectados por acontecimientos excepcionales, “devastadores” en estos 20 años, como fueron los huracanes Mitch y Sandy, respectivamente, para los dos primeros. Myanmar fue barrida materialmente por el ciclón Nargis en 2008, responsable de la muerte de 140.000 personas y la destrucción de las casas de alrededor de 2,4 millones de personas. También es destacable que Filipinas sufrió en este período 337 eventos extremos durante. Y los países balcánicos En cuanto (exclusivamente) a los daños del año 2014, Serbia, Afganistán y Bosnia han sido los países más afectados, seguidos de Filipinas, Pakistán, Bulgaria, Nepal, Burundi, Bolivia e India. Los dos países balcánicos sufrieron inundaciones récord. En Serbia, los daños se cifraron en 2.000 millones de dolares, mientras que en Bosnia, unas 90.000 personas fueron desplazadas de sus hogares. Precipitaciones de gran virulencia se registraron en

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Afganistán, que provocaron deslizamientos de tierra en la provincia de Badakhshan (norte). El informe hace hincapié en que un solo evento extremo “no se puede atribuir al cambio climático”. Sin embargo, se recuerda que el “Grupo de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) ha pronosticado que los riesgos de eventos extremos continuarán aumentando con el aumento de las temperaturas”. Se dejan sentir ahora Más de 190 países se reúnen en París desde el lunes en la conferencia del clima de la ONU para tratar de sellar un acuerdo que limite el calentamiento global a una subida máxima de temperaturas dos grados centígrados en comparación con las de la era preindustrial . Más allá de este umbral, los científicos advierten contra los riesgos de un patrón climático nuevo fuera de control. De hecho, ahora, estos impactos se dejan sentir en todo el mundo en forma de sequías, olas de calor, derretimiento de glaciares, o, entre otros, aumento del nivel del mar. Un informe de la ONU publicado a finales de noviembre concluyó que en los últimos 20 años se han registrado 600.000 muertes debido a los desastres climáticos, la mayor parte de las cuales viven en países pobres. La Vanguardia, 03/12/2015.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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