Correo Del Sur No 477

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Número 477 Febrero 7, 2016

Un soplo de aire fresco / El Acuerdo Transpacífico / El virus del zika

La revisión de los salarios mínimos para 2016

De la historia de los precios en México


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De la historia de los Fernando Chávez*

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uelvo al tema de la inflación anual mexicana del 2015 (2.13%), la más baja de los últimos 45 años. Insisto en esto sólo para plantear algunas cuestiones de la historia monetaria del país en el siglo XX y llegar a moralejas realistas. La cuestión memorable es que 100 años antes, en 1915, se registró la inflación más elevada de todo ese siglo: 212.5%. Este dato es polémico por que el índice de precios disponible para medir la inflación en ese año y en otros años cercanos a éste no es del todo confiable, pero hay consenso entre economistas e historiadores de que 1915 fue un año marcado por turbulencias monetarias sin par en ese siglo “problemático y febril”, como dice el famoso tango “Cambalache”. La primer explicación de este episodio de alta inflación es que la guerra entre las diferentes fracciones revolucionarias llevó a un desorden monetario provocado por la emisión intermitente de diferentes monedas y billetes. El dominio militar temporal de villistas, zapatistas y carrancistas en diferentes territorios generó en 1915 igual número de zonas monetarias, tan firmes y duraderas como fuera el dominio militar de cada ejército revolucionario que las ocupaba. Las guerras siempre han tenido un alto costo financiero y los jefes revolucionarios recurrieron a la emisión de dinero fiduciario como un recurso de última instancia, por la ausencia casi total de un sistema bancario que había quedado pulverizado por los vientos de guerra desatados por los asesinatos del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez. La guerra civil en sí misma, hay que subrayarlo, no fue la causante principal del episodio monetario, sino la circulación intermitente y masiva de dinero de diferentes emisores. Por supuesto que la Revolución, al ir destruyendo capital físico e interrumpir la regularidad del proceso productivo, contrajo severamente la oferta de bienes y servicios y ello propagó con mayor fuerza el incremento de los precios de las pocas mercancías que entraban a los mercados. En este contexto, aparecieron con frecuencia en ese año y en los inmediatos posteriores, llenos de miserias políticas y sociales, dos fenómenos económicos exóticos: el trueque como mecanismos de intercambio y la desaparición u ocultamiento de las monedas fuertes conocidas en ese entonces, las de oro y plata, por supuesto, que eran “contantes y sonantes”. Solamente les recuerdo que los 100 años transcurridos entre 1915 y 2015 se registraron las dos caras del tema monetario: una alta inflación (que quizá fue el umbral de una hiperinflación que no llegó) y una baja inflación (la más baja en los últimos 45 años, asociada al poco poder adquisitivo de los salarios y a una demanda efectiva por debajo de la capacidad productiva hoy existente). Esto lleva directo a una pregunta complicada: ¿qué explica el movimiento de los precios, sobre todo cuando éstos son muy pequeños o muy elevados? Huyo ahora en mi cuaco veloz y dejo mi respuesta para más adelante, en otra colaboración. La segunda inflación anual más alta del siglo XX fue en 1987. El dato es de 160% y el índice de precios utilizado para medirla creo que es confiable. Los mexicanos estuvimos otra vez cerca de una hiperinflación, fenómeno monetario que por esos años vivieron plenamente Argentina, Nicaragua y Bolivia, sólo para nombrar unos cuantos países de América Latina que la vivieron con sus particularidades sociales. Y del caso alemán de los años veinte del siglo pasado, que se invoca para describir y analizar lo que fue una hiperinflación emblemática, ya se ha escrito mucho y está muy bien explicado en la historia económica mundial. Hubo una vez en que México tuvo una tasa anual de inflación cercana al 3% y por muchos años: entre 1954 y 1971 se registró un periodo que los economistas bautizaron como el “Desarrollo Estabilizador”. También se registró en ese periodo un crecimiento productivo sostenido alrededor del 6% anual y algo increíble a los ojos de un observador de hoy: hubo una estabilidad cambiaria en cada uno

de esos años, donde el precio del dólar era de 12.50 pesos (de los viejos pesos), o de 0.01250 de los nuevos pesos (que comenzaron en 1993). Este paquete de tres indicadores macro hizo que algunos eufóricos llamaran también a este periodo el “Milagro Mexicano”, y hay mucho de razón en ello: el poder adquisitivo de los salarios subió notablemente. Poniéndonos magnánimos con la clase dirigente de esos años, podríamos decir que aquí se produjo algo así como el legendario “Reino de Camelot”, por la genuina y larga fortaleza macroeconómica de esos años. Curiosamente fue en los inicios de la etapa neoliberal

que la inflación cobró fuerza inusitada. En los años ochenta se registraron tasas anuales de inflación altas e inestables, cuando los economistas de vocación liberal en el gobierno y en el banco central se proclamaron los paladines de la estabilidad monetaria, posición cómoda y práctica para desacreditar (fácilmente) al llamado “populismo económico” de Echeverría y López Portillo. Ese impacto inflacionario en el bienestar familiar fue devastador: cayeron sostenidamente desde 1981 hasta 2001 los salarios reales, los mínimos y los contractuales. La transición del modelo económico con intervención estatal al modelo económico


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neoliberal (MENEO) tuvo un costo inadmisible por innecesario y corrosivo: se masificó más la pobreza. Los viejos y los nuevos pobres (incluyendo a sectores amplios de las clases medias) le dieron un nuevo perfil a la sociedad mexicana y la migración multitudinaria al “otro lado” fue una tabla de salvación para muchos frente a la violencia monetaria de esa década. El largo y costoso camino a la estabilidad monetaria establecida desde 1988 a la fecha (quitando 1995, cuando la inflación anual repuntó a 50%), deja muchos interrogantes y también algunas moralejas o certezas.

Veamos algunas de éstas últimas. Una, la estabilidad monetaria no garantiza en sí misma la mejoría de las mayorías pobres y empobrecidas. Dos, la aversión social a la alta inflación es ya un hecho constatable en México, cualquiera sea su origen. Tres, una moneda con valor estable real puede allanar el camino para impulsar un crecimiento económico con empleos bien remunerados . Cuatro, el salario mínimo tiene que fijarse con la premisa de que es un derecho social que no puede ni debe ser vulnerado por la inflación, ni baja ni alta. Cinco, las reformas de mercado pueden ayudar al punto anterior,

pero una regulación e intervención estatales democráticas son indispensable para ser exitosos en la competencia internacional. Seis, es defendible la autonomía del banco central como instrumento para procurar una inflación “baja y estable”, compatible con bajas tasas de desempleo y un esfuerzo sostenido de creación de empleos crecientes con nuevas políticas industriales y agrícolas. Los nuevos caminos que hay que explorar son variados y atractivos, ninguno exento de riesgos. *Editor del Reporte Macroeconómico de México, revista digital de la UAM-Azcapotzalco.


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La revisión de los salarios m microcosmos del disimulo El 11 de diciembre de 2015 el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI) determinó incrementar el salario mínimo general en 4.2 por ciento a partir del primer día de 2016. En nuevo mínimo llega a $73.04, con una zona salarial para todo el país. El cambio se llevó a cabo en un entorno novedoso: una discusión amplia sobre la conveniencia de incrementar gradual pero de forma sostenida los mínimos, lo que condujo a una reforma constitucional para desligar sus incrementos de los aumentos de otras referencias monetarias. El decreto sobre la desindexación del salario mínimo entró en vigor el 28 de enero de 2016. ENRIQUE PROVENCIO*

¿Q

Para Fito Sánchez Rebolledo, con reconocimiento y aprecio.

ué tuvo de diferente la revisión de los salarios mínimos (SM) para 2016? Por sus formas y sus resultados, nada nuevo en comparación con los usos y costumbres de la CONASAMI. Por el contexto del debate nacional y por las reformas legislativas que estaban por concluirse, esta ocasión fue distinta, y quizá representó la última oportunidad de la CONASAMI para reivindicar su encargo y el sentido sustancial de los SM, e iniciar el proceso de recuperación para que lleguen a significar lo que determina la Constitución y la Ley Federal del Trabajo. Decisiones inerciales La CONASAMI dejó pasar dicha oportunidad y tomó una decisión marcada por la inercia, y sobre todo, por el apego ortodoxo a una idea rebasada sobre el papel que tiene el SM, por el desconocimiento interesado de la función que ahora se le asigna como elemento de política social. Incurrió una vez más en la simulación, eludiendo su tarea de procurar la suficiencia de esa figura central de lo que debería ser el arreglo económico fundador del bienestar laboral. En un paradójico pero explicable proceso, México se fue acostumbrado a ignorar a la CONASAMI, o en el mejor de los casos a prestarle atención marginalmente. Es una institución convenientemente obsoleta, inmune a los cambios de aire que supone la transparencia y el acceso a la información, y sobre todo la transición política. En esa Comisión están representados los trabajadores a través de organizaciones cuya representatividad está en cuestionamiento y duda desde hace décadas, y también las agrupaciones patronales. Éstas han defendido ahí con eficacia sus intereses, aquellas los han mediatizado, y las instituciones clave de la política económica han regido silenciosa pero contundentemente las determinaciones salariales. La CONASAMI es una pieza fundamental del modelo de política económica que, con variantes, ha conseguido fundar la estabilidad en la contención de los salarios, partiendo precisamente del anclaje de los mínimos. Su tarea no es esa: la estabilidad de precios es el objetivo fundamental del Banco de México. El propósito de la CONASAMI es observar el párrafo segundo de la fracción VII del apartado A del artículo 123 de la Constitución, que dice que “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”, principio que retoma la Ley Federal del Trabajo en su artículo 90.

El origen del apuro La CONASAMI tenía todo el mes de diciembre de 2015 para tomar la decisión que le da su razón de ser: determinar cuánto debe aumentar el mínimo. ¿Por qué en esta ocasión debería esperar unas semanas más para resolver? Porque el Congreso de la Unión ya había aprobado la reforma para crear la Unidad de Medida y Actualización que reemplaza al SM para fijar los pagos que tomaron como referencia al propio SM. La reforma constitucional estaba aprobándose en los congresos estatales y era previsible que podía entrar en vigor antes de concluir 2015. Leído así parece tratarse de un simple procedimiento jurídico y técnico, pero está lejos de ser un mero formalismo. Lo que estaba de por medio era la decisión, la voluntad política, de acabar con las formas y los contenidos de las prácticas con las que durante cuatro décadas se ha mantenido bajo control el SM, y de dar inicio al proceso para devolverle su poder de compra, para restablecer su función original y dotarle del nuevo contenido que ahora significa esa figura que debería ser clave del orden económico y social. Con la aprobación del decreto para la desindexación del SM, así se llama formalmente1, se desmontó operativamente la primera línea de defensa contra el incremento de los mínimos no sólo por encima del aumento de precios del año previo o del entrante, sino en una cuantía necesaria para equipararlo al costo de la canasta de bienestar mínimo, es decir la alimentaria, para dos personas, lo que para diciembre de 2015 suponía un SM de $87.68 diarios2. Línea roja obsoleta La primera línea de defensa contra la mejor salarial fue que el incremento mayor al del índice de precios provocaría inflación pues incidiría en los miles de obligaciones tasadas en unidades del SM. Pues bien, ese supuesto ya no aplicaba con la reforma constitucional que creo la Unidad de Medida y Actualización, y que además tiene un procedimiento de aplicación regulado en los transitorios de la reforma, de tal modo que para que empiece a utilizarse no hace falta que se emita la ley reglamentaria, que por cierto deberá estar aprobada a más tardar el 27 de mayo de 2016. Un incremento sustancial del SM para 2016, entonces, ya no tendría que repercutir desproporcionadamente en la inflación, en el supuesto de que eso hubiera sido cierto. Además, y si, como tanto ha dicho la propia CONASAMI, son muy pocos los que ganan el mínimo, la repercusión inflacionaria sería imperceptible. Postergada la decisión de iniciar la recuperación del mínimo, hay otro punto clave del acuerdo del 11 de diciembre de 2015 el Consejo de Representantes de la CONASAMI: su espera para “romper la atadura del vínculo no formal entre el incremento del salario mínimo y los incrementos salariales en la contratación colectiva federal

y local y, en general, con lo que se ha denominado en la literatura especializada el “efecto faro” del incremento del salario mínimo sobre la parte que impacte la estructura salarial del país”3. La resistencia de fondo Este aspecto muestra un elemento central de la política de mínimos: la resistencia a elevarlos para no incidir en el nivel y la estructura del resto de las categorías salariales. Di-


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mínimos para 2016: cho de otro modo: la resistencia que se ha revelado contra la recuperación del SM no ha tenido que ver tanto con los mínimos mismos, sino con la persistencia de la estrategia salarial general, que de un modo directo viene siguiendo el comprimido nivel del SM como la pauta del incremento de los demás salarios. El resto de los salarios no se ha movido tanto por la productividad o la competitividad, como lo establece el canon y lo reproduce el discurso, sino por los cambios anunciados por el ancla del mínimo y que luego replican las negociaciones contractuales. Adicionalmente, y además de valorar “ampliamente el diseño y aplicación de la política de finanzas públicas que viene realizando la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, contribuyendo de manera fundamental a que el país crezca y se den las condiciones para mantener ese crecimiento en el futuro, en beneficio de los mexicanos”, el acuerdo de la CONASAMI sobreestimó la recuperación real que el SM tuvo en 2015 como efecto de la contención inflacionaria (utilizó el crecimiento del índice de precios diciembre-diciembre, estimado por debajo del registrado, y no el promedio anual), y anticipó otra recuperación para 2016 que dependerá finalmente de que la inflación no repunte. El SM de principios de 2016 está muy lejos de haber entrado en una nueva fase de recuperación sostenida. Si bien muestra un nivel 4.4 por ciento arriba de diciembre de 2012, apenas se acerca al de mediados de 1997, y sigue 16 por ciento por debajo del que existía cuando inició la crisis de 1995 (ver gráfica 1). Comparando con enero de 2008, las remuneraciones medias reales de noviembre de 2015 estaban al mismo nivel, en tanto la productividad media había crecido ocho por ciento, y los costos unitarios reales de la mano de obra del personal ocupado seguían diez por ciento también por debajo de 20084 (ver gráfica 2).

Nueva política salarial La CONASAMI continúa esperando los resultados de los estudios encargados a fines de 2014 Comisión Consultiva para la Recuperación gradual y sostenida de los salarios mínimos generales y profesionales, con lo que se deberá “definir una nueva política de salario mínimo a partir de la superación de las ataduras que han impedido dar cumplimiento al mandato constitucional”. Que así sea, aunque está por verse que recomienda la comisión, que al parecer entregará resultados en junio de 2016. Para entonces ya deberá estar publicada la ley reglamentaria de la UMA, de la desindexación del SM. En estos meses próximos, sin embargo, hay oportunidad de profundizar en la deliberación pública sobre esa nueva política de mínimos, pero también en revisión de la política salarial en general. Un elemento central de esta deliberación puede seguir siendo la función que debe jugar el SM, quizá en una definición constitucional renovada que se haga cargo del significado actual y concreto de los mínimos como garantía o derecho humano de ingreso suficiente para garantizar que quienes trabajen, y sus familias, no caigan por debajo de la línea de pobreza. La política del SM no puede seguir delimitándose por factores como la productividad o la competitividad, su función y razón de ser no proviene, no sólo, al menos, de parámetros económicos, y eso lo tendría que haber registrado ya la CONASAMI, que, por cierto, deber ser rediseñada o sustituida por una institución acorde con una nueva política de mínimos5. El contexto económico cambió dramáticamente entre mayo de 2014, cuando cobró vigor el debate sobre el SM, y los inicios de 2016, pero en todo caso los nuevos elementos del entorno pueden ser considerados en los escenarios de transición para pasar a un SM que se acerque pronto a los valores de la canasta alimen-

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taria, y luego, progresivamente, a la canasta de bienestar. Se trata de hacerlo de manera pactada, no de dejarlo al comportamiento inercial, y eso, avanzar en los acuerdos, es parte del diseño de la nueva política salarial. 1Ver en el Diario Oficial de la Federación (DOF) del 26

de enero de 2016 el Decreto por el que se declara reformadas y adicionadas diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de desindexación del salario mínimo. http:// www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5423663&fecha=27/01/2016 Los cambios al reglamento del INEGI para incluir su facultad de determina la Unidad de Medida y Actualización (UMA) fueron publicados en el DOF el 22 de diciembre de 2015. 2Esta estimación no parte de la suficiencia de un SM para toda la familia, que promedia cuatro personas, sino que asume que trabajan dos personas por hogar, y que por tanto habrá dos mínimos disponibles. Bajo el sentido constitucional estricto, el SM debería haber sido de $175.4 diarios en diciembre de 2015 determinándolo por el costo de la canasta alimentaria urbana (el costo de la canasta alimentaria multiplicado por cuatro), o de $357.2 diarios determinándolo por la línea de bienestar urbana (el costo diario de la línea de bienestar multiplicado por cuatro). Los datos base proceden de http://www.coneval.gob.mx/ Medicion/MP/Paginas/Lineas-de-bienestar-y-canasta-basica.aspx 3Ver en http://www.conasami.gob.mx/bol_salario_minimo_2016_11122015.html el comunicado Nuevos salarios mínimos para 2016. 4Información de Banco de México, estadísticas, http:// www.banxico.org.mx/estadisticas/index.html 5El desarrollo de estos y otros elementos se puede encontrar en el libro Del salario mínimo al salario digno. M. A. Mancera (coordinador). 2015. CES-CDMX. Una versión digital está en http://cescdmx.gob.mx/wp-content/uploads/2015/12/LIBRO%20Del%20salario%20minimo%20al%20salario%20digno.pdf *Asociado del PUED-UNAM. Presidente del CES-CDMX


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Un soplo de aire fresco Arturo Balderas Rodríguez

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l lunes pasado, en el estado de Iowa, mediante la modalidad de caucus* se cumplió la primera etapa de las elecciones primarias en los EUA. Los resultados fueron sorpresivos, particularmente por el desempeño de los candidatos más radicales tanto del lado conservador como del liberal. Los Republicanos La primera sorpresa fue que el empresario Donald Trump, que encabezaba las encuestas, fue desplazado por el senador Ted Cruz del primer lugar y terminó en el segundo sitio, seguido muy de cerca por el también senador Mario Rubio. Tanto Cruz como Trump son precandidatos considerados ajenos a la corriente predominante de su partido, y se han distinguido por su discurso heterodoxo ajeno a los cánones del partido republicano. Por ello, se dice, ninguno de los dos cuenta con el apoyo del liderazgo de su partido. Rubio, en cambio, ha estado entre los precandidatos que se estima representan mejor la ideología conservadora de los republicanos: gobierno reducido al mínimo posible, menos impuestos y menos gasto social, una política externa proactiva y respaldada por un amplio presupuesto a las fuerzas armadas, son algunas de las características ponderadas por su partido. Todo ello sin los excesos oratorios de Trump, la antipatía de Cruz y el agresivo discurso en contra del establishment político que prevalece en Washington. A partir de ahora, debido a sus excelentes resultados en Iowa, los analistas políticos consideran que Rubio será quien reciba el mayor su apoyo del liderazgo republicano, incluso por arriba de otros candidatos, como Jeff Bush y Chris Christie. Al final de cuentas, entre Cruz, Trump y Rubio la diferencia fundamental es la agresividad de su discurso. Los tres han ponderado la idea de expulsar a los indocumentados. En el caso de Cruz y Rubio hay elementos que confirman esa intención, en el de Trump, más pareciera un recurso de campaña. Los tres han insistido en combatir al estado islámico (ISIS) mediante el envío de tropas. Cruz y Rubio han asegurado que no hay una prueba científica del cambio climático debido a la acción del hombre. Ambos han prometido derogar la reforma de salud del Presidente Obama. Los dos, particularmente Rubio, han expresado su determinación para dar marcha atrás en los esfuerzos de Obama para reestablecer relaciones diplomáticas con Cuba y romper el bloqueo al que durante más de medio siglo se le ha sometido.

Los Demócratas Por el lado del partido demócrata, el empate virtual entre la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton y el senador Bernie Sanders fue sorprendente, especialmente porque hace tan sólo un mes, Clinton era amplia favorita para ganar esta primera etapa. Además de la diferente estrategia que entre uno y otro plantean para gobernar el país, según la prensa, la frialdad y aparente falta de sinceridad que la señora Clinton muestra en sus discursos de campaña, contrasta con la fogosidad y sinceridad con las que Sanders se refiere a las desigualdades que sufre el país. Sanders enfatiza que el seguro médico debe ser universal y Clinton que debe

llegarse a ese nivel progresivamente porque de lo contrario se ponen en peligro los avances del gobierno de Obama en la materia. Sanders ha criticado acremente la avaricia del sector financiero con sede en Wall Street, culpándolo de la profunda desigualdad y de la pobreza de millones de estadounidenses. Aunque menos enfática, Clinton ha exaltado la necesidad de superar la desigualdad y la pobreza, y ha sido más cauta en su crítica a Wall Street. En este sentido Sanders es un furibundo crítico del dinero que los grandes intereses corporativos, particularmente del financiero, aportan a las campañas políticas a través de los “SuperPacs” (organismos no lucrativos creados para ese fin). Es ampliamente conocido que Clinton es la precandidata que mayores recursos ha recibido de esos organismos. Ambos han denostado a quienes niegan el cambio climático por la acción del hombre, y a las corporaciones ligadas a la explotación del carbón y el petróleo. Hasta hace algunos días, en los sondeos sobre las preferencias electorales, la distancia entre ambos era considerable. Sus discursos de campaña se habían distinguido evitar la confrontación personal y por enfatizar la discusión en torno a los temas más trascendentes en cuestiones sociales, económicas y de política exterior. También había una preocupación por contrastar la política liberal de los demócratas con la conservadora de

¿Por qué Iowa? Para concluir, vale advertir que, no obstante la desproporcionada atención que los medios han dado a las elecciones que se realizan en Iowa, lo cierto es que en términos generales ese estado no es relevante en el sistema electoral de los EUA. Su población representa menos de 1% del total del país, el 92% es blanca, lo que no es representativo de la población estadounidense, y sólo tiene 7 votos de los 538 en el Colegio Electoral. La única razón de esa desproporcionada atención, estriba en que es el estado en donde, por razones históricas, arranca formalmente el calendario electoral y ocasionalmente han servido como escaparate para dar a conocer a algunos precandidatos que hasta el momento de celebrarse las elecciones primarias, han sido virtualmente desconocidos. En 1977 Jimmy Carter, tenía solamente 1% de preferencia en las encuestas. Las elecciones primarias en ese estado le sirvieron para presentarse en el ámbito nacional y catapultar su precandidatura no sólo para ser el candidato del partido demócrata sino para llegar a la presidencia. Pudiera ser el caso de Trump, Cruz, y en cierta medida de Rubio. También pudiera ser el caso de Bernie Sanders. Pero, aún si no se repitiera la historia de Carter, en este caso es importan-

*Nota: El arcaico y barroco sistema de las votaciones mediante la modalidad de caucus, es considerado en algunos estados, Iowa por ejemplo, como el más clásico y “puro” para el efecto de elegir representantes populares. Viéndolo con más detalle y a la luz del crecimiento de los votantes, esto es algo muy discutible. No deja de ser impráctico e incluso arbitrario, exigir que los votantes lleguen a una hora determinada a uno de los recintos en donde se celebra el caucus, más aún debido a que se les niega la entrada a quienes no llegan puntualmente. De esa manera se elimina por lo menos a quienes están aún en el trabajo, en la escuela o simplemente atendiendo cuestiones domésticas. Debido a que la votación es abierta, hay una inhibición natural en muchas personas para expresar públicamente su preferencia, debido el hecho nada fortuito de sufrir algún tipo de recriminación. En los caucus se eligen proporcionalmente a los delegados que representarán a los precandidatos en la asamblea estatal. El que obtuvo mayor número de votos en el caucus, no es quien gana todos los delegados, estos se reparten proporcionalmente entre todos los precandidatos. Pero puede suceder, aunque no es común, que en la asamblea estatal alguno de los delegados cambie su voto y se lo otorgue

los republicanos. No está claro si ese discurso cambiara ahora que la distancia entre ambos se ha reducido. Más de un comentarista político considera probable que el crecimiento en las preferencias de Sanders disminuya en estados en donde la población afroamericana y latina, a las que Clinton ha cortejado de tiempo atrás, es mucho mayor que en Iowa y New Hampshire. Un dato que no deja de ser paradójico es que Sanders con sus más de 74 años de edad, haya capturado la atención de los jóvenes que apoyan su candidatura en una proporción de 3 a 1 con respecto a la de Clinton que es 6 años más joven. ¿Será que los jóvenes de ahora reivindicaran a los del 68?

te destacar una profunda diferencia entre uno y otro. El radicalismo de izquierda, y la pasión con la que Sanders denuncia la pobreza, la desigualdad, los derechos de las minorías y la crítica al 10% de quienes detentan 90% de la riqueza, así como de su inusitada declaración ser socialdemócrata, ha obligado a Hilary Clinton a moverse, cuando menos discursivamente, del centro, a la izquierda del partido demócrata. Es un soplo de aire fresco que seguramente marcará a los demócratas en el futuro y probablemente los ayude a definir mejor su perfil, en un país que reclama urgentemente un cambio en la visión social de sus dirigentes.

a otro candidato. Hay un número determinado de “Superdelegados” por cada partido, que varía según el estado. Estos “Superdelegados” son designadas por la dirección de los partidos en cada estado, y pueden votar por quien mejor les parezca. Por ello se argumenta que el liderazgo del partido, en ciertos casos, tiene la última palabra sobre quien será el candidato ganador, principalmente cuando la diferencia entre los candidatos es muy cerrada. Buena parte del proceso electoral mediante caucus, adolece de los elementos esenciales de una moderna democracia, pero esta última parte es considerada la más arbitraria y antidemocrática.


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El Acuerdo Transpacífico, ¿una amenaza a la integración latinoamericana? Mariano Turzi*

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l recientemente firmado Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP) tendrá implicancias determinantes no solo para el futuro de la economía internacional, sino del orden global1 En ese sentido, su consolidación o estancamiento determinará en gran medida el devenir de la integración regional latinoamericana. Esta nueva realidad transformadora de los asuntos globales tendrá consecuencias decisivas para las estrategias de acción e inserción externa de gobiernos y compañías en América Latina. Si en el siglo XX el Canal de Panamá marcó la separación del continente americano en norte y sur, en el siglo XXI el TPP está introduciendo un nuevo vector al proceso de integración latinoamericano, dividiendo a la región en este y oeste, o Pacífico y Atlántico. El riesgo para América Latina es que esa división se traduzca en diferencias de regionalización y divergencias de regionalismo. La primera hace referencia a un proceso de naturaleza más bien económica, liderado principalmente por actores no estatales comerciales (compañías) y financieros (bancos y organismos de crédito). El segundo resalta las dimensiones institucionales y políticas. Entendida como el proceso creciente de transnacionalización, la regionalización latinoamericana es la dimensión más directamente impactada por TPP. En una etapa de capitalismo globalizado organizado alrededor de cadenas de valor, el TPP introduce alteraciones que impactarán en los patrones de inserción nacional de cada uno de los países/sectores/eslabones. Compañías asiáticas y latinoamericanas verán cómo cambiarán sus costos y beneficios a causa de la nueva estructura institucional y es esperable un realineamiento de intereses y estrategias a las nuevas oportunidades y amenazas. Por ejemplo, los textiles vietnamitas –que hoy enfrentan un arancel de entrada a Estados Unidos de 17,5%– no tendrán impuestos bajo el TPP. De hecho, compañías de indumentaria de varias provincias chinas ya han estado invirtiendo miles de millones de dólares en el sector de indumentaria de Vietnam para aprovechar los aranceles favorables y las ventajas impo-

sitivas del este nuevo acuerdo. Lo mismo es posible que ocurre ad intra el proceso de regionalización en América Latina, generando nuevas geografías económicas. En cuanto al regionalismo, ya se advierte una creciente fractura de naturaleza política. La Alianza del Pacífico (AP) ha sido postulada por políticos y analistas como una fuerza contraria al Mercado Común del Sur (Mercosur). Ese nuevo agrupamiento sería pragmático en lo político, abierto en lo comercial, liberal en lo financiero y más funcional a los intereses de Estados Unidos en lo geopolítico. El Mercosur, por el contrario, sería un anacronismo estancado por su populismo ideológico, su defensa del proteccionismo mercantilista y el recelo de los actores financieros internacionales, aunque a la vez sea el sostén de un proyecto más autónomo de Washington. Estos dos modelos diferentes de integración –regionalismo abierto y bilateralismo competitivo– no son inherentemente incompatibles o antinómicos. De hecho, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha hecho propio el lema «unidad en la diversidad». Pero desde una perspectiva de economía política internacional, el TPP provee una estructura externa de incentivos que favorecen y fortalecen coaliciones internas de poder con visiones y gestiones de proyectos de desarrollo nacional que no tienen a la integración latinoamericana como prioridad estratégica. La integración económica nacional y la integración económica regional en América Latina tienen que tomar en cuenta los nuevos límites y oportunidades del TPP con urgencia y profundidad en el análisis. Organismos como la CELAC o la UNASUR deberían plantear un diálogo para sincerar posturas y estructurar eventuales transiciones. Tanto para la autonomía política como para el desarrollo productivo, la falta de coordinación representa un riesgo significativo. Aún en el caso de que la tendencia hacia la fragmentación competitiva fuese inevitable, el ordenamiento de ese proceso bajo un esquema de desintegración regional sería preferible a una disgregación desordenada. El riesgo es que esa diferencia se transforme en divergencia. El incentivo externo del TPP podría generar que tanto regionalización como regionalismo acaben

capturados por intereses y agendas extrarregionales. De hecho, los documentos sobre las negociaciones preliminares que se han filtrado a través de Wikileaks, revelan –por ejemplo, en el caso de derechos de propiedad intelectual– cómo la estructura comercial regional sería rediseñada de acuerdo a los intereses corporativos de los gigantes del sector farmacéutico internacional2 El dato geopolítico crítico es que el TPP no es un acuerdo para crear comercio sino para administrar comercio y finanzas. Constituye un movimiento de retaguardia más que de avance; la gestión de un poder declinante más que el despliegue de un poder ascendente. Washington ya no confía en su propia posición. Cuando los poderes hegemónicos se sienten seguros, proclaman y promueven los principios de la libertad. Sin contemplar las diferencias iniciales, la libre competencia juega a favor de las asimetrías existentes. Su poder es global y sus aspiraciones de construcción de orden también. Ya sea por voluntad o capacidad, el TPP refleja claramente que las ambiciones norteamericanas actuales son mucho menos ambiciosas. El «pivote a Asia» y el TPP son la respuesta institucional que intenta dar la superpotencia norteamericana a realidades que están más allá de su control: la económica de la globalización y política de la interdependencia. Esa realidad es que el mundo se reconfigura en base a bloques regionales más que a parámetros globales. El TPP ha introducido para América Latina una amenaza estratégica de largo plazo: la recreación hegemónica. Ya sea intencional o involuntaria, desde el Norte o hacia el Este. Sin «conciencia de región», América Latina perderá espacio de acción internacional y quedará siendo geopolítica y geoeconómicamente relegada a una posición funcional a diseños más allá de su opinión y control. 1. Los actuales miembros son Australia, Brunei, Canadá, Chile, EE.UU., Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Y se han alineado ya otros posibles candidatos como Corea del Sur, Taiwán, Filipinas y Colombia. 2. Usamos esas fuentes debido al secretismo de los acuerdos. *Universidad Di Tella


El virus del zika: BIENVENIDOS AL FUTURO DE UN CLIMA DISTÓPICO

BILL MCKIBBEN*

H

e pasado buena parte de mi vida haciendo la crónica de las tragedias en curso que se derivan del calentamiento global: inundaciones y sequías y tormentas, cosechas perdidas y migraciones forzosas. Pero nada de lo que hay en esa lista parece más horroroso que las noticias que empiezan a llegar de América del Sur acerca del virus del zika tan recientemente destacado. Extendido por mosquitos cuyo alcance se amplía a medida que el clima se recalienta, el zika provoca síntomas como los de una gripe suave. Pero las mujeres embarazadas a las que pique el mosquito equivocado son susceptible de dar a luz bebés de cabeza reducida. Brasil registró el año pasado 4.000 casos de esta “microcefalia”. A día de hoy, las autoridades de Brasil, Colombia, Jamaica, El Salvador y Venezuela han apremiado a las mujeres a que eviten quedarse embarazadas. Pensemos en esto. Las mujeres han de evitar la más esencial

y hermosa de las tareas humanas. Es impensable. O más bien, es algo salido de una historia ciencia ficción, el núcleo absoluto de un futuro distópico. “Se recomienda que la mujeres retrasen – en la medida de lo posible – la decisión de quedarse embarazadas hasta que el país pueda salir de la fase epidémica del virus del zika”, afirmaron las autoridades sanitarias colombianas, añadiendo que quienes viven en zonas de baja altitud deberían mudarse a zonas más elevadas si es posible, fuera del fácil alcance de los mosquitos. Ahora pensemos en las mujeres que ya están embarazadas y que pasarán los próximos meses en un tránquilo pánico por si sus vidas se ven trastornadas. Tratemos de imaginar lo que significa sentirse así, la ira, la culpa, la penetrante ansiedad en el momento en que más quieres sentirte en calma y con serenidad. Y pensemos ahora en las consecuencias mayores, menos íntimas: este es un paso más en la division del mundo entre zonas relativamente seguras y zonas peligrosas, un apartheid

epidemiológico emergente. Los CDC [Centros de Control –y Prevención- de Enfermedades / Centers for Disease Control and Prevention, organismo de la sanidad pública norteamericana] ya le ha dicho a esas norteamericanas que piensan en quedarse embarazadas que eviten viajar a veinte países latinoamericanos y caribeños. Al final, por supuesto, la enfermedad llegará a estas costas: una decena por lo menos de norteamericanos ha vuelto con la infección del extranjero, y ya ha nacido aun bebé microcéfalo en Hawaii de una madre que estuvo expuesta en Brasil al inicio de su embarazo. Pero Norteamérica es lo bastante rica como para evitar lo peor del desbarajuste que sus peores hábitos de combustibles fósiles han ayudado a crear. Como de costumbre, son los más pobres y vulnerables los que llevan la peor parte. En Brasil, las tropas del Ejército van puerta a puerta drenando charcos y macetas de agua estancada en los que pudieran engendrarse mosquitos; en Jamaica, el ministro de

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Sanidad afirmó de modo lastimero: “Voy a ser franco, no tenemos bastantes bombas termonebulizadoras para cada una de las comunidades de Jamaica” con los pesticidas que podrían ayudar a controlar el brote. Y así los residentes del mundo rico viajarán inevitablemente con menos frecuencia a los lugares que empiezan a salir de la pobreza. Los vínculos que aceleran el desarrollo comenzarán a marchitarse; hasta las Olimpiadas, en teoría nuestro escaparate de solidaridad internacional, es probable que se convierta en dos terribles semanas en Rio este próximo agosto. El zika no es la única fuerza que empuja en esa dirección, por supuesto. Es duro imaginar quién va a visitar Burkina Faso o Mali en un próximo futuro, después de que Al Qaeda y el EI hayan hecho volar los principales hoteles occidentales. Los expatriados están empezando a desertar de Beiying y Nueva Delhi porque quién quiere criar a sus hijos en medio de un “smog” tan nocivo que llevar mascarilla es un complemento de moda.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio

Evidentemente, tenemos que brindar toda la ayuda posible a todas las Américas, tenemos que asegurarnos de que disponen de bombas termonebulizadoras y equipos de pruebas y grupos de médicos que puedan ser de ayuda. Pero aún más evidentemente, tenemos que afrontar el hecho de que presionar sobre los límites de la ecología del planeta se ha convertido en un peligro que adopta formas novedosas. Los acuerdos de París sobre el clima parecen ya caducos y pusilánimes a la vista de estas noticias. Estamos en una emergencia que se metamorfosea cada semana en una nueva y espantosa calamidad. Una civilización en la que no se puede tener un bebé en condiciones seguras apenas sí es una civilización. *Es un conocido medioambientalista estadounidense, especialmente respetado por sus escritos sobre el cambio climático y fundador de la organización 350.org. Actualmente es «Schumann Distinguished Scholar» en el Middlebury College, en Vermont.


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