Número 379 Marzo 23, 2014
Crimea Padura CIA Roma Un indio llamado Juárez
CORREO del SUR
2 Domingo 23 de marzo de 2014
Rafael Poch La Unión Europea puede ignorar la señal, hacer como si no ha pasado nada y seguir contribuyendo a la violencia en Ucrania y a la bronca global
C
rimea significa que las cosas ya no van a ser como antes en Europa. No se puede seguir abusando de Rusia. Quien no lo entienda debe volver a escuchar el discurso de Putin, y observar su coreografía. No hay marcha atrás. Rusia, que siendo una autocracia tiene una política exterior mucho más prudente, responsable y constructiva que la de sus socios europeos, ha hablado a Occidente en el lenguaje que este utiliza y entiende: el lenguaje de la fuerza y del desprecio a la legalidad. Desde la firma de la Carta de París para una nueva Europa de noviembre de 1990 (“¿Qué es eso?”, se preguntan los inútiles expertos de nuestros think tanks atlantistas), Occidente ha venido pisoteando el acuerdo general que puso fin a la guerra fría (crear una seguridad continental integrada, no a consta de la seguridad del otro y renunciando a bloques) y arrinconando a Rusia; ocupando y militarizando todos los espacios que su ejemplar retirada dejó libres, avanzando la OTAN, instalando escudos antimisiles de inequívoco sentido estratégico y bloqueando y deslegitimando como “intento imperial de reconstruir la URSS” cualquier intento de consolidación de Moscú por crear una gran zona comercial y aduanera. Eso ha pasado en Europa Oriental, en el Báltico, en Transcaucasia y en Asia Central. En Ucrania ha chocado con una línea roja. El cambio de régimen inducido en Kíev, aprovechando una legítima revuelta popular y sobre un script de Estados Unidos con protagonismo polaco y acompañamientos europeos, ha sido un exceso. Incluso si la mitad de lo que ha revelado el General Aleksandr Yakimenko, ex jefe de los servicios secretos ucranianos, en materia de financiación, francotiradores, papel de las embajadas, campos de entrenamiento, etc., no fuera cierto, estamos ante un caso de manual. Y el resultado de este exceso, un gobierno llegado al poder de forma irregular que no es reconocido por la mitad del país, anuncia una larga inestabilidad. Reducir a “agitación moscovita” el desagrado que la administración de Kíev siembra con sus torpes decisiones (anulación de la ley sobre cooficialidad de lenguas, introducción de visados con Rusia donde trabajan 3 millones de ucranianos, venganzas y represalias contra los líderes de la disconformidad hacia todo ello) a menudo aplicadas por la fuerza ultraderechista tan bien representada en el gobierno, los ministros de fuerza y la justicia, es una locura. En Crimea Rusia ha avisado de que no va a ceder más porque ya no le queda terreno al que
Después de Crimea replegarse. “Continuamente nos arrinconan porque tenemos una posición independiente (en el mundo) pero todo tiene sus límites y con Ucrania nuestros socios occidentales lo han traspasado de forma grosera e irresponsable”, ha dicho Putin. Dos opciones Después de Crimea la Unión Europea tiene dos opciones. Una es reconocer que Rusia tiene intereses geopolíticos legítimos, tanto relativos a seguridad como a economía, que hay que tener en cuenta. Para eso es necesario corregir algunos errores de bulto y comenzar a pensar en un sistema de seguridad continental integrado, en línea con la Carta de París de 1990. Tomar consciencia de que Ucrania no será
estable con un gobierno hostil a Rusia, que solo mira a Occidente y con el que la mitad del país se impone a la otra mitad. Eso puede ser muy bueno para lograr bases militares en las barbas de Moscú, pero es una perspectiva de guerra civil. Contra eso la solución es obvia: un gobierno representativo de la diversidad de Ucrania, garantías de neutralidad y relaciones dobles y no excluyentes hacia el Este y el Oeste. Para esta opción se precisan políticos y estadistas europeos prudentes, con amplitud de miras y conscientes de que en tiempos de crisis tentar a la violencia con propuestas excluyentes en Ucrania es una doble temeridad. Todo esto supone autocrítica y replanteamiento. También cierta emancipación de Estados Unidos en el diseño de la política exterior europea por parte de países como Alemania y Francia. La primera está fortaleciendo cla-
ramente su vector militar intervencionista que tanto desagrada a su ciudadanía. La segunda ha sido vergonzosa protagonista de aventuras como la de Libia, de la misma factura criminal que la de Irak, de cuyo desastroso resultado ni siquiera se habla. La segunda opción es seguir con más de lo mismo. Seguir metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso, más militarización en las barbas de Rusia, más demonización de Putin, más dobles raseros y más sanciones. Es decir, continuar como si el vuelco de la política rusa que Crimea ha evidenciado –ese “hasta aquí podíamos llegar”- no hubiera tenido lugar. Ucrania es el terreno perfecto para empujar a la Europa en crisis hacia una dinámica destructiva y militarizada que
jes a Moscú allí donde más duele. Europa también puede plegarse a la estrategia que se apunta desde Washington, con fuertes ecos en Varsovia, de acabar con la “dependencia” europea del gas ruso, echando mano del desastre medioambiental del gas de esquisto y construyendo las infraestructuras necesarias para su recepción licuada desde América. Para ello basta con abandonarse a la rodada inercia de la guerra fría y olvidar el pensamiento más básico de los padres fundadores de la Unión Europea como Jean Monnet, a saber; que la interdependencia es clave de la paz y alternativa al enfrentamiento. Sin duda Rusia sufrirá mucho más que la UE en esta necia escalada. Pero Rusia tiene una capacidad de aguante enorme. Enfren-
degenere en serios conflictos armados en Europa y en una nueva guerra fría de ámbito mundial. Si para la primera opción se precisan políticos prudentes, para ésta basta con un puñado de cretinos irresponsables en Bruselas, Berlín y Varsovia. Hay que decir que los hay: esta segunda opción sería la continuación lógica de la indecente y antisocial política que hemos visto en el continente en materia bancaria y monetaria en los últimos años.
tada a verdaderas sanciones, si se le cortan las venas de su exportación energética a Europa –algo posible a seis o siete años vistase hará ciertamente aún menos democrática hacia adentro. Putin maneja desde hace tiempo lo que puede considerarse como un particular proyecto neocón eslavo-ortodoxo alternativo a la “decadencia de Occidente”. Ese proyecto toma fuerza en las experiencias que el país ha acumulado desde los años ochenta; la certeza de que el mundo no respeta a los débiles, de que el liberalismo como regla interior y la confianza en materia exterior solo conducen al abuso y al intento de dominio de Rusia. Todo eso empuja hacia un nuevo nacionalismo elitario, al reflejo de reducir la interdependencia, al regreso a la mentalidad soviética de fortaleza asediada, a un vuelco hacia Oriente y a rechazar lo poco que
Sanciones y efectos No hay duda de que, metidos en sanciones, Occidente es más poderoso que Rusia. Mucho más. Solo la caída de la bolsa de Moscú que se ha propiciado ya le ha costado a Rusia 60.000 millones de dólares, más que los juegos de Sochi. El abultado accionariado occidental de empresas estratégicas rusas como Gazprom o Rosneft permite todo tipo de chanta-
queda del espíritu democrático que aportó la perestroika de Gorbachov. (Andrei Medushevski en www.gorby.ru). Y, por supuesto, empuja también hacia una “respuesta consecuente”. En los últimos días se ha registrado una retirada de capital de los fondos de Estados Unidos sin precedentes (100.000 millones) que se atribuye a fondos rusos. Llevada a su extremo la respuesta rusa a las sanciones europeas precipitaría a Alemania (y con ella a Europa) definitivamente a la recesión. En el peor de los escenarios, Moscú prepara represalias que incluyen la incautación de los bienes de las 6000 empresas alemanas allá presentes se advierte en medios empresariales alemanes. En seis o siete años Rusia también puede trazar nuevas venas exportadoras hacia China – algo de eso ya se ha hecho. Se dibujaría algo parecido a una nueva bipolaridad Este/Oeste que al parecer es el único esquema con el que los estrategas del complejo militar-industrial y energético de Estados Unidos saben operar, y en el que ni Pekín ni Moscú están interesados. ¿Lo está Europa? Invitando al desastre Metida en una crisis disolvente que está acabando con las últimas apariencias de aquel “club de iguales y prósperos” que nos vendieron dispuesto a diseminar por el mundo su benévolo “soft power”, la Unión Europea, con el maltrato de su periferia y las ínfulas hegemónicas y autoritarias de su centro, camina decidida hacia su potencial desintegración interna, mientras reafirma hacia afuera su histórico vicio colonial-imperial, bien patente en la presencia militar en Afganistán, Libia, África, Siria, y de forma general en la doctrina de seguridad alemana. No faltan necios que ven en Ucrania la gran oportunidad para que Europa se decida de una vez por una “política exterior coherente” y agresiva. La enorme y chapucera estupidez ucraniana, “podría ser el principio de algo grande” dicen ciertos cretinos desde los correspondientes “think tanks” (Carnegie Europe). No falta quien recomienda a Ucrania armarse y dotarse del arma nuclear (Andrei Illarionov en Pravda.com). Después de Crimea, cuando todos los indicadores sugieren prudencia y moderación, todo un ejército de irresponsables está invitando a la bronca, pidiendo mano dura desde los medios de comunicación. Ante tanta ceguera, después de Crimea hay que tener bien a mano aquellos argumentos contra la guerra de Irak y aquellas voluntades del movimiento por la paz alemán de principios de los ochenta. En tiempos de crisis los generales y los exportadores de armas cotizan al alza en Europa y la extrema derecha en auge –no solo en Ucrania- es particularmente sensible al redoblar de los tambores. La vanguardia, 20/03/2014.
CORREO del SUR
E
l presidente de Rusia, Vladímir Putin, se dirigió a la Asamblea Federal para anunciar la firma del tratado de la adhesión de Crimea y Sebastopol a la Federación de Rusia. Por la trascendencia de los acontecimientos, numerosos analistas consideraron éste discurso como una pieza clave para comprender el nuevo papel geoestratégico que Rusia bajo Putin se ha propuesto alcanzar. En él Putin da cuenta de los “agravios” que Rusia ha recibido de Occidente y replantea el futuro de las relaciones internacionales. Veamos algunos de sus argumentos Refiriéndose al referéndum crimeo del 16 de marzo, Putin recordó que al convocarlo, el Consejo Supremo de Crimea hizo referencia al artículo de la Carta de Naciones Unidas, es más, Ucrania hizo prácticamente lo mismo en 1991. “¿Ucrania sí pudo beneficiarse de esta posibilidad, pero a Crimea se la niegan? Crimea también utilizó el precedente de Kosovo. En una situación similar a la crimea reconocieron la secesión de Kosovo de Serbia como legítima”, subrayó el presidente y recordó sobre la decisión del Tribunal de la ONU que “el derecho internacional no prohíbe la declaración de independencia”. Putin recordó sobre el memorándum escrito por EE.UU. y enviado a un tribunal extranjero sobre la cuestión de Kosovo: “Una declaración de independencia puede violar el derecho interno, pero no constituye una violación del derecho internacional. Es decir, ellos mismos (los estadounidenses), lo escribieron, lo tamborilearon, estafaron a todos, y ahora están indignados”. “Resulta que lo que está permitido para los albaneses de Kosovo, está prohibido para los rusos, ucranianos y tártaros en Crimea”, subrayó el presidente ruso. Reiteró que en Crimea, en comparación con Kosovo, no hubo enfrentamientos armados, “porque no se puede luchar contra el pueblo y su voluntad. Quisiera agradecer a los soldados ucranianos que no permitieron el derramamiento de la sangre y no se ensuciaron con esa sangre. Nos hablan sobre intervención y agresión. No recuerdo el caso cuando una intervención se lleva a cabo sin un solo disparo”, dijo Putin a la Asamblea Federal de Rusia. Subrayó que el referendo crimeo cumplió con las normas democráticas. Rusia siempre ha respaldado la integridad territorial de Ucrania, acentuó el presidente. “No hay que confiar en la gente que quiere asustar con Rusia. No queremos la división de Ucrania. Con respecto a Crimea, seguirá siendo ruso, y ucraniano, y de los tártaros de Crimea. Será el hogar de los representantes de todos los pueblos que vivan
Domingo 23 de marzo de 2014
3
“Crimea es Rusa”. Habla Putin
allí”, prometió Putin. En respuesta a las acusaciones de países occidentales sobre una intervención en Crimea, Putin recordó que recibió del Parlamento el derecho de utilizar las Fuerzas Armadas para proteger a los rusohablantes de la península, “pero ni siquiera se utilizó este derecho”.
“Qué bien que Occidente recuerda la ley internacional, más vale tarde que nunca”
“Las Fuerzas Armadas no han entrado en la península de Crimea, ya estaban allí de
acuerdo con el acuerdo vigente. Nosotros ni siquiera hemos superado la cantidad máxima [de efectivos] de nuestra división en Crimea”, informó el mandatario ruso. Putin aseguró que varios socios de Rusia “prefieren ser guiados por el derecho del más fuerte. Creen que pueden decidir el destino del mundo. Aquí y allá usan la fuerza, construyen coaliciones, promueven resoluciones o hacen caso omiso a la ONU”. Para ilustrarlo, el presidente ruso citó los ejemplos históricos de Yugoslavia en 1999, las guerras en Afganistán, Irak, Libia, “revoluciones guiadas”. “La primavera árabe dio paso al invierno árabe. El mismo escenario se organizó en Ucrania. En 2004, se les ocurrió la idea de la tercera ronda [en las elecciones presidenciales], y ahora enviaron a Ucrania un ejército de personas armadas bien equipadas. Lo hicieron cuando Rusia estaba buscando sinceramente una alianza con Occidente. Pero no hemos visto medidas recíprocas. Repetidamente nos han engañado”, dijo el presidente ruso. Refiriéndose a la respuesta occidental hacia los eventos en Crimea, donde este lunes el Consejo Estatal proclamó la independencia de la república peninsular, el presidente dijo: “Qué bien que Occidente recuerda la ley internacional, más vale tarde que nunca”. “Nos amenazan con sanciones, pero todavía vivimos con restricciones. Las listas de los tiempos de la Guerra Fría fueron eliminadas oficialmente, pero en realidad siguen activas. La política de contención de Rusia continúa. Constantemente están tratando de arrinconarnos por el hecho de que tenemos nuestra propia posición y no somos hipócritas. Pero todo tiene sus límites. Nuestros socios occidentales cruzaron la línea roja en el caso de Ucrania”, subrayó Putin. Putin recordó que la cuestión del destino de Crimea se decidió por Nikita Jruschov en 1954 detrás de las escenas. “A los ciudadanos de Sebastopol se lo ofrecieron como un hecho consumado”, reiteró Putin. Tras preguntarse qué movió a Jruschov -el deseo de conseguir el apoyo de la nomenclatura, los intentos de enmendar las represiones-, Putin dijo que más bien los historiadores deben dar la respuesta correcta.
4 Domingo 23 de marzo de 2014
CORREO del SUR
Un indio llamado Juárez Víctor Orozco
E
l 21 de marzo de 1806 nació un indígena zapoteca que andando el tiempo se convertiría en el mayor estadista generado en estas tierras. El hecho de por sí, es casi prodigioso, si tenemos en cuenta el envilecimiento al cual se había sometido a la población indígena durante el período de la colonia. Convertidos en parias y en eternos menores de edad, de cuando en cuando protagonizaban alguna inconformidad o revuelta, para caer de nuevo en la sumisión. Pocos de ellos montaron un caballo a lo largo de su vida y casi ninguno tuvo en sus manos un arma de fuego –si exceptuamos a los llamados bárbaros, quienes no habían sido subyugados- o pudo disfrutar de una cama, en algún puntito de la enorme geografía, aprendieron a cultivar el gusano para hilar la seda, pero jamás se vio a hembra o varón lucir alguna prenda de la distinguida tela, tampoco se conoce de alguien que reemplazara los ancestrales guaraches por las botas o botines, en muy raros casos se le permitió a un dedicado y tenaz labrador, vivir como los “vecinos”, fuera de los pueblos asignados y con parcela propia, el grueso de los indígenas no hablaban español, la lengua franca en todo el imperio, por lo cual estaban impedidos para comunicarse más allá de sus aldeas o pequeñas regiones, ni siquiera podían cambiar de la parroquia a la cual estaba ordenado su pueblo o ranchería, vestían sus trajes propios, pero éstos les eran diseñados por los amos, misioneros o curas, para mejor controlar sus movimientos, si un europeo o criollo cometía algún delito, era juzgado, si lo hacía un indígena, según fuera la falta, en el mismo terreno y momento, se le azotaba o se le ahorcaba, en todo caso, siempre tenían la amenaza del chicote o la vara de membrillo sobre sus espaldas, al principio hubo indígenas como los rarámuris de Chihuahua, que se creyeron en la prédica de la igualdad frente al dios único y quisieron comportarse como sus hermanos cristianos españoles, para caer pronto en la cuenta que en las iglesias recién construidas había lugares diferentes y que nadie de entre ellos podía aspirar a ser ministro de dios, quien reinaba de manera distinta para unos y otros, supieron del papel, de los escritos y de los libros, pero era lo mismo encontrar un garbanzo de libra que a un indio lector o escritor, también conocieron las espadas y los sables, pero nunca aprendieron a manejarlas y a lo más, quienes lo requerían para ejecutar sus labores para cortar caña o desbrozar montes, utilizaron el machete, de otra cosa que morrongos, tortilleras, peones de obras, restregadoras de pisos y oficios por el estilo, no se sabe del poseedor de algún otro que hubiese entrado a los palacios públicos o las mansiones privadas, vistas las penalidades para quien portara
arriba de unos cuantos reales en la bolsa, de hecho apenas sí conocieron el dinero, …y así podíamos seguir, ocupando páginas enteras para enumerar todas las discriminaciones, indignidades y marginaciones de los indígenas en el tiempo que nació nuestro hombre. La conquista fue sin duda una empresa portentosa. En doscientos cincuenta años, antes de que el expansionismo hispano perdiera el impulso histórico, llevó dese los inicios del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII a misioneros, soldados, aventureros, convertidos luego en comerciantes, mineros y hacendados, desde la Patagonia hasta las llanuras texanas y los bosques de California. Un universo completo, lleno de iglesias, señoriales haciendas, fuertes militares y…caseríos miserables donde residían las comunidades autóctonas con todas las lenguas, nombres, religiones y hábitos imaginables. Millones de “gentiles” que fueron diezmados por las epidemias, las deportaciones, las masacres, los genocidios. En la Nueva España, por poco desparecen durante el primer siglo después de la llegada de los extranjeros, como sucedió en el Caribe. Sus campos se repoblaron en los siglos XVII y XVIII, pero de antiguas civilizaciones como las edificadas por mayas o aztecas, no quedaban ya sino ruinas, ídolos derrumbados, códices quemados y desventuras. En tal mundo de adversidades y sin ninguna esperanza para cambiarlo, Brígida García parió un niño a quien se bautizó cómo Benito Pablo, hijo de su esposo Marcelino Juárez, apellidos cada uno tomados con toda probabilidad del de algún antiguo encomendero o hacendado que lo impuso a sus indios. A pesar de su ignorancia, el tío Bernardino Juárez bajo cuya tutela había quedado el niño huérfano de ambos padres, le despertó el innato deseo de saber y conocer. Instalado en Oaxaca, llegó la independencia y con ella, al menos formalmente, la emancipación de los indígenas. Gracias a su protector, estuvo a punto de graduarse de eclesiástico, cómo lo era don Antonio Salanueva. Para su fortuna e íntimos anhelos, un grupo liberal llegó al gobierno y fundó el Colegio Civil –como sucedió en buena parte de las capitales de los flamantes estados federados- y allí se hizo abogado. Ninguno de estos hechos hubiera podido acontecer bajo la antigua dominación. Benito Pablo hubiera continuado irremisiblemente en las condiciones de vida de sus ancestros o apenas un poco mejores por su traslado a la ciudad. Como abogado defensor de pueblos, sufrió represión y luego destierro, cuando los conservadores regresaron al poder oaxaqueño y la emprendieron contra los políticos liberales en cuyas filas Juárez ya descollaba. En plena guerra contra Estados Unidos, fue gobernador de Oaxaca. Hipotecó edificios públicos y recaudaciones para comprar ar-
mas, confiado en que la hermana república de Guatemala se las vendería. De allá le contestaron comedidamente que existía un tratado con los norteamericanos y no podían comerciar ni un cartucho ni un rifle. Concluyó la guerra y un lustro después ya estaba de nuevo Antonio López de Santa Anna en el palacio nacional. Se inauguró un régimen de dictadura absoluta, respondiendo al programa largamente acariciado por el partido conservador, al tiempo que se revivía el nunca abandonado proyecto de buscar la instalación de un protectorado bajo el mando de algún príncipe de sangre real y católico. Liberales prominentes fueron expulsados, entre ellos Benito Juárez, quien pasó por la prisión de San Juan de Ulúa, La Habana y finalmente Nueva Orleans, donde sobrevivió enrollando tabacos. Se entusiasmó con la revolución de Ayutla y conminó al grupo de exiliados al regreso para apoyarla. Al triunfo, el general Juan Álvarez lo nombró ministro de Justicia, desde donde impulsó la ley eliminadora a medias de los fueros eclesiástico y militar, privilegios que le eran tan odiados desde sus años estudiantiles, época en la cual también vislumbraba una forma de hacer política de la cual se hizo un virtuoso: usar la ley como escudo y como espada. Sus años de gloria le estarían reservados durante la llamada década nacional, de 1855 a 1867. Por segunda ocasión desempeñó el puesto de gobernador de su estado en enero de 1856. Entre otras determinaciones dejó sentado un principio, dicho en sus mismas palabras: “La convicción…de que los gobernantes de la sociedad civil no deben asistir como tales a ninguna ceremonia eclesiástica, si bien como hombres pueden ir a los templos a practicar los actos de su devoción que según su religión les dicte. Los gobiernos civiles no deben tener religión porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían finalmente ese deber si fuesen sectarios de alguna” A raíz del golpe de estado de Tacubaya y en su carácter de presidente de la Suprema Corte de Justicia, asumió el de presidente de la República. En ese período encabezó el triunfo de la revolución de reforma y venció de los franceses, evitándole quizá a México una tragedia parecida a la instrumentada
unos años después por el cariñoso y cristianísimo hermano de la emperatriz Carlota, el rey belga Leopoldo II, de quien pocos saben es el mayor genocida de la historia, pues bajo su orden y organización se eliminaron a unas diez millones de personas en el Congo, mediante la esclavitud, la tortura y las masacres. El holocausto judío empequeñece ante la magnitud de este antecedente y hasta los defensores del imperio deben estremecerse por el parentesco que estuvieron a punto de contraer. Nunca ha habido mandatario alguno sobre quien se hayan ejercido mayores presiones y amenazas de los poderes extranjeros y nunca otro que las haya resistido con mayor firmeza y talento. En 1859, instalado su gabinete en Veracruz, recibió al embajador norteamericano, quien le presentó la exigencia de una nueva cesión de territorio para su país, a cambio del reconocimiento diplomático y la protección de la armada norteamericana para frenar la inminente invasión española y el triunfo de los conservadores. Melchor Ocampo, el hábil ministro de relaciones exteriores, después de arduas negociaciones, suscribió un acuerdo en el cual se reconocían a EEUU prácticamente la mismas concesiones ya contenidas en el tratado de La Mesilla firmado en tiempo de Santa Anna: el libre paso de mercancías por Tehuantepec y por una ruta que atravesaba los estados norteños hasta el Pacífico. No se enajenó un milímetro de territorio, causa importante por la cual el senado norteamericano ni siquiera se ocupó de autorizarlo, cuando estaba embromado en evitar el desmembramiento de la unión americana. Los mexicanos sí alcanzaron el objetivo: reconocimiento diplomático y tres meses después, la ayuda de los barcos estadounidense para capturar a los primeros buques españoles que desembarcaban armas en el fondeadero de Antón Lizardo. El tratado de marras ha servido, sin embargo, para vilipendiar a Juárez, sin apreciar o ignorándolo, que se trató de una jugada política maestra en la historia de las relaciones entre un país débil y otros dos poderosos. No en balde, Emilio Olivier, hombre de estado y escritor francés, dijo de este indio zapoteca: es un hombre de Plutarco, del que cualquier nación puede enorgullecerse.
CORREO del SUR
Domingo 23 de marzo de 2014
5
Nuestro hombre en La Habana
Martín Granovsky
P
rimera parte. Las instrucciones de Leonardo Padura fueron muy precisas. La entrevista comenzará a las cuatro y terminará exactamente a las cinco. Ni un minuto más tarde. “Maestro, después de la feria del libro tengo que viajar a los Estados Unidos y hay una parte de la agenda previa que ya no puedo cambiar”, ha dicho por teléfono. “Mira, te vienes a mi casa, pero a las cinco terminamos porque viene el barbero. Como tiene una hernia hiatal, a las seis debe comer algo y por eso a las cinco me corta el cabello y a las cinco y media comienza el viaje de media hora hasta su cocina.” Padura recibe a Radar y Clacso TV en su casa. Son unos 40 minutos del centro de La Habana. No importa en qué viaje uno. Hay poco tránsito porque todavía hay pocos autos y se tarda lo mismo en un Lada ruso de 1970 que en un Hyundai coreano del 2003, pero parece más confortable un taxi Chevrolet modelo 1950. Están remotorizados a gasoil, la salsa emana de un equipo con USB y el conductor es capaz de hacer chistes hasta con el Anti Dühring de Federico Engels o, lo mejor, chotear, burlarse de los problemas y de sí mismo con una ironía fina y divertida. En el camino el auto va dejando detrás escenas de la ciudad que parecen escenografías. Una frase del Che en medio de tres cuadras seguidas de recovas con columnatas griegas. Casonas hermo-
Con libros como El hombre que amaba a los perros, la saga de policiales de Mario Conde y ahora Herejes, Leonardo Padura se ha convertido en uno de los más destacados escritores latinoamericanos, actualmente muy leído tanto en países de habla hispana como en Europa. En Herejes, el libre albedrío y la búsqueda de la libertad son los ejes conceptuales de la trama, que arranca en Holanda bajo la figura señera de Rembrandt y su pintura pero, como siempre sucede con Padura, todos los caminos conducen a Cuba, donde el escritor reside a pesar de que muchos crean que no. Fue precisamente en su casa de La Habana, a unos cuarenta minutos del centro, donde Padura ofreció esta entrevista en la que recorre los orígenes de sus libros, la historia de la comunidad judía cubana, su relación personal con la Revolución y además explica por qué necesita vivir y escribir en Cuba.
sas que no fueron demolidas pero podrían caerse en cualquier momento. Gritos. Cantos. Mezclas. El último libro del escritor de El hombre que amaba a los perros y las policiales de Mario Conde es Herejes. De esto, y del béisbol, y de los judíos, y de los cubanos, y de por qué no se va de Cuba habló Padura en una entrevista que puede verse desde hoy en el link http://bit.ly/1n28CEg. El fanatismo en El hombre que amaba a los perros. La herejía en Herejes. Sé que
son novelas y no ensayos, pero... –Como tú bien dices no son ensayos, son novelas. Novelas para las cuales tuve que hacer una investigación casi de ensayista porque tienen un componente histórico y cultural: acontecimientos, personajes, procesos... En Herejes lo que le da unidad al libro es la búsqueda de la libertad, la búsqueda de la posibilidad de ejercer el libre albedrío por parte del individuo en distintas sociedades y en distintos momentos históricos. Empecé a escribir
esa novela tratando de hablar de lo que significa el libre albedrío para un cubano de la Cuba contemporánea. Pero me di cuenta de que si lo reducía a una coyuntura cubana iba a tener únicamente una lectura política, y las lecturas políticas suelen ser reduccionistas porque se asocian a un contexto muy específico. Entonces me fui a la historia. Caí en el universo judío. Tengo dos personajes, un judío polaco, asA PÁGINA 6
6 Domingo 23 de marzo de 2014 DE PÁGINA 5
CORREO del SUR
kenazi, que llega a Cuba poco antes de la Segunda Guerra Mundial, y más atrás un judío sefardí en la Holanda de la grandeza de la pintura en el siglo XVII, en la época de Rembrandt y dentro de su mismísimo estudio. Alrededor de esos personajes voy tejiendo una historia que al final tiene toda una conexión de un componente con otro, justamente a través de un cuadro de Rembrandt. Por supuesto estudié religión judía, historia del pueblo judío, pintura holandesa, la técnica de Rembrandt y su biografía. Encontré un dato que para un historiador es poco importante y para mí como novelista fue muy revelador: Rembrandt era un adicto a los caramelos y esa adicción a los caramelos le provocó que su dentadura se afectara con el exceso de azúcar. Sufría de frecuentes dolores de muela. Cuando Rembrandt pasaba una mala noche, con dolor de muela, se levantaba con muy mala leche. Narrativamente ese elemento puede ser definitivo a la hora de crear un personaje. ¿Por qué se te cruzó justo la historia judía? –Por algo casi fortuito. Quería que aparecieran ya en un momento determinado un cuadro de Rembrandt y la comunidad judía de Amsterdam. Ya estaba decidido. Pero me encuentro de pronto con un libro donde afirman que Rembrandt era judío, cosa que no es para nada cierta. Y ese elemento me obligó a estudiar un poco más sobre los judíos en Amsterdam y sobre la vida de Rembrandt. Entonces definitivamente dije “este mundo me interesa mucho, voy a profundizar en él y lo voy a conectar con otra historia de judíos de varios siglos después”. Y ahí te metiste con los judíos habaneros de los años ’30. –Me fue de gran ayuda una historiadora cubana que estudió esa comunidad. Pero había un escritor cubano que murió recientemente, justo cuando salió el libro, de origen judío polaco, Jaime Sarusky. Fueron muy útiles sus vivencias. También las de un profesor que trabaja en los Estados Unidos, judío cubano también, de origen polaco también, Joseph, que viene a Cuba con cierta frecuencia. Sarusky pertenecía a la clase media judía de provincias, pero Joseph sí vivió en la judería. Pepe el judío, como le decimos todos nosotros, vivió en la judería de La Habana vieja. Su familia
de lo que era esa comunidad y sobre todo de cómo la relación con los cubanos fue una relación armónica, sin presiones étnicas ni raciales ni religiosas. Muy integrada, muy libre. ¿De él sale Pepe Cartera, uno de los personajes de Herejes? –Está un poco inspirado tal vez en el padre de mi amigo Pepe. Es un personaje muy importante. En esta novela representa el sacrificio y la bondad. ¿La relación de los judíos con los cubanos no judíos era realmente tan abierta? ¿También los vínculos interraciales? –En ese sentido hay mucho de realidad en la novela. Tú sabes perfectamente que los judíos tienen una relación bastante endogámica. En general, se casan entre ellos. Pero aquí, en Cuba, muchos judíos optaron por casarse con cubanos incluso de origen católico. Incluso cubanos negros. Pepe me contaba que su padre era tan pobre que muchas veces él cuando era un niño no se fue a la cama con el estómago vacío gracias a que en la cuartería que vivían, pequeñas habitaciones, sus vecinos eran una negra mujer de un asturiano con un trabajo que le daba por lo menos para alimentarse más o menos bien. Esa negra los protegía a él y a su madre y les daba un plato de comida. Eso ha sido muy común en Cuba, donde las relaciones entre las personas que están en un mismo estrato económico son muy fluidas... ¿Solidarias? –Son solidarias. Y no hay una carga pesada respecto de las razas. A pesar, claro de que los negros siempre fueron el último escalón de la sociedad porque, bueno, vinieron como esclavos a cortar caña, sin ninguna instrucción y pasaron por todos los trabajos posibles. Pero después fueron sustituidos por los chinos que vinieron como braceros. También los chinos fueron discriminados. En fin... La discriminación no tenía que ver tanto con el color de la piel como con las posibilidades económicas. ¿Cuánto sabías antes y cuánto sabés ahora de las infinitas maneras de ser judío?
era muy pobre. Su padre era de los que realmente salían a la calle diciendo “vendo corbatas baratas”. Me dio mucha vivencia
–Sabía algo porque soy curioso. Además, el mundo judío siempre me resultó atractivo por misterioso. Que unas perso-
nas que vinieron de Polonia hace cuatro siglos sigan andando por Nueva York con los mismos rizos y el mismo tipo de som-
¿Te incluís entre los herejes? –No, porque no he sido un creyente. Soy más bien un heterodoxo. No sé las pro-
brero que usaban en Cracovia en el año 1700 y tanto, mueve inevitablemente a la curiosidad. Además, me interesaba porque yo soy, en mi pertenencia cultural, muy occidental, y por lo tanto todo lo que tiene que ver con el mundo grecolatino y judío me interesa. No soy tan culto como curioso. La curiosidad me lleva a tener una cultura en algunos aspectos de la vida. La palabra “herejes” puede ser algo bueno o algo malo. Depende de quién y cómo la diga. En tu libro más bien queda como un elogio. –Yo admiro más a los herejes que a los ortodoxos. Un hereje es una persona que entra en conflicto consigo mismo, con su sociedad, con su ambiente, con su medio, con su pertenencia, y creo que eso es mucho más válido que ser un ortodoxo obediente. Por lo tanto, los herejes tienen toda mi simpatía.
porciones que lo llevan a uno a creer o no creer, a pertenecer o no pertenecer. Pueden variar con el tiempo, pero nunca he sido demasiado creyente en casi nada. Vengo de una familia de formación católica. Mi madre todavía va a la iglesia los domingos. No es una beata, sino una religiosa a la cubana que alguna vez estuvo también en un toque de santos, de santos afrocubanos, y fue a un espiritista, en fin, como son los creyentes cubanos: tienen un sistema religioso muy heterodoxo. Por lo tanto, nunca estuve cercano a una fe absolutamente cerrada. Tampoco políticamente. Por eso tampoco me considero un disidente. No pertenecí como para disentir después. Un heterodoxo, en cambio, es alguien que tiene una necesidad de pensar las cosas y no estar de acuerdo siempre con lo que piensa la mayoría o con lo que piensa el poder o lo que piensa lo establecido. A mí me ocurre algo bastante simpático y es que muchas veces por el mismo argumento, pero virado según los intereses de quien lo utilice, me critican los extremistas de afuera y los extremistas de adentro. Lo cual me satisface mucho. Porque si te critican siempre los extremistas, estén de un lado o de otro, quiere decir que tú estás más cerca de la verdad.9 de marzo de 2014. Suplemento Radar, Página 12, Buenos Aires. Radar
CORREO del SUR
Amy Goodman y Denis Moynihan
“L
o que no me deja dormir por la noche es la posibilidad de que haya otro atentado contra Estados Unidos”, afirmó la Senadora Dianne Feinstein el mes pasado en lo que en ese momento era su defensa habitual del amplio programa de espionaje a nivel mundial de la Agencia de Seguridad Nacional y de otras agencias de inteligencia de Estados Unidos. Todo eso cambió ahora que piensa que la CIA espió y les mintió a miembros de la comisión que preside, la poderosa Comisión Selecta de Inteligencia del Senado. La comisión se creó después de que el escándalo de Watergate provocara la caída del Gobierno de Nixon. La Comisión de Control de las Actividades de los Servicios de Inteligencia, presidida en aquel entonces por el senador demócrata de Idaho Frank Church, realizó una investigación exhaustiva de los abusos cometidos por las agencias de inteligencia de Estados Unidos, con respecto a todas sus actividades, desde el espionaje de manifestantes opositores a la guerra, hasta el asesinato de líderes extranjeros. Así comenzó la era moderna de la supervisión de las actividades de inteligencia de Estados Unidos por parte del Congreso y el Poder judicial. La pelea pública entre la defensora de la CIA, Feinstein, y la propia agencia ocurrida esta semana podría alterar brevemente el statu quo, pero se reconciliarán. Lamentablemente, esta pelea no permite ver un problema más grave: la historia jamás contada de la política secreta del gobierno de Estados Unidos de tortura y entrega de prisioneros (el modo eufemístico de la Casa Blanca de denominar el secuestro). El conflicto está relacionado con el descomunal informe clasificado de la Comisión de Inteligencia acerca de este tristemente célebre programa del Gobierno de Estados Unidos. Feinstein y otros senadores procuraron que se desclasificara el documento de 6.300 páginas. Ahora nos enteramos a través de información de la prensa y por un discurso pronunciado esta semana por Feinstein en el Senado que miembros de la Comisión de Inteligencia obtuvieron acceso a documentos de la CIA en un establecimiento secreto
Domingo 23 de marzo de 2014
7
CIA: espionaje, tortura y mentiras de alta seguridad de la CIA, en algún lugar fuera de la sede de la agencia. Feinstein describió lo sucedido: “La CIA comenzó a enviar documentos en formato electrónico a los miembros de la Comisión en un establecimiento alquilado por la CIA a mediados de 2009. El número de páginas llegó a ser rápidamente de miles, decenas de miles, cientos de miles, y luego millones. Los documentos facilitados no tenían índice ni una estructura organizativa. Era una verdadera pila de documentos que los miembros de nuestra comisión tuvieron que examinar y tratar de interpretar”. Aún no sabemos si estaba entre esas millones de páginas o fue proporcionado a los miembros de la Comisión de Inteligencia a través de un informante de la CIA, pero encontramos un documento denominado “Examen Interno Panetta”, claramente denominado así por León Panetta, el entonces director de la CIA. Feinstein dijo en su discurso ante el Senado: “Creemos que estos documentos los escribió personal de la CIA para resumir y analizar los materiales que proporcionó al comité para su examen. Los documentos del Examen Panetta no eran más confidenciales que otra información que recibimos para nuestra investigación. De hecho, los documentos parecían estar basados en la misma información que ya había sido proporcionada al comité. Lo que era singular e interesante acerca de los documentos internos no era que estuvieran clasificados, sino su análisis y reconocimiento de las irregularidades graves cometidas por la CIA”. El “Examen Interno Panetta” se contradice específicamente con la propia declaración por escrito que la CIA envió al Comité de Inteligencia. Sí, pescaron a la CIA mintiendo.
Pero la cosa no termina allí. Mike German, profesor adjunto del Centro Brennan para la Justicia de la Universidad de Nueva York, que durante 15 años fue agente del FBI especialista en la lucha contra el terrorismo a nivel nacional, dijo en Democracy Now!: “Es una situación realmente fuera de lo común. Se supone que la tarea del Senado es vigilar a la CIA, no permitir a la CIA determinar las condiciones de la supervisión de su propio trabajo”. Feinstein informó que cientos de los documentos proporcionados inicialmente más tarde fueron eliminados de los archivos por la CIA. Por si fuera poco, resulta que la CIA presentó acusaciones penales contra los miembros de la Comisión, aparentemente, por haber robado el informe Panetta. Ray McGovern es un ex analista de alto nivel de la CIA que criticó públicamente la información de inteligencia utilizada para justificar la invasión de Irak. McGovern me dijo: “Esto nos remite a la cuestión fundamental de la supervisión de la comunidad de inteligencia. En la década de 1970, la Comisión de Control de las Actividades de los Servicios de Inteligencia investigaba los abusos de todo tipo, como las escuchas telefónicas ilegales y los asesinatos, y se admitía que la supervisión del Congreso era necesaria. Eso significaba supervisión del Congreso, no que el Congreso hiciera la vista gorda, que es lo que ha ocurrido en los últimos años. Y si adelantamos el tiempo hasta el 11 de septiembre, la gente siempre dice ‘después del 11 de septiembre, todo cambió’. Y es cierto que cambió. En la noche del 11 de septiembre, el Presidente dijo: ‘No me interesa lo que digan los abogados internacionales. Vamos a reventarlos’. ¿Qué fue lo
que hicieron a continuación? Bueno, tomaron prisioneros en Afganistán y la primera persona torturada fue John Walker Lindh, un ciudadano estadounidense”. La tortura era una práctica extendida y sanguinaria, practicada en los centros de detención secretos de todo el mundo. Esto es lo que se pierde de vista en la lucha por el poder en Washington D.C. entre la Senadora Feinstein y la CIA. Muchas vidas han sido destruidas, algunas personas han muerto violentamente en custodia de Estados Unidos de manos de sus captores. En el sombrío gulag estadounidense en Bahía de Guantánamo hay prisioneros en huelga de hambre que no han sido acusados de cometer ningún delito, muchos de los cuales tienen orden de liberación hace más de diez años. Los detenidos en huelga de hambre son alimentados por la fuerza y sometidos a técnicas de tortura de la época de la inquisición. Esperemos que a Feinstein le dure la indignación y que la supervisión de la Comisión de Inteligencia del Senado de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, que tienen cada vez más poder, realmente tome nuevo impulso. El informante de la NSA Edward Snowden opinó desde su asilo político en Rusia: “Somos testigos de otro ‘efecto Merkel’, donde a un funcionario público no le interesa que los espías violen los derechos de millones de ciudadanos comunes y corrientes, sino que, de pronto, resulta escandaloso que un político se entere de que lo mismo le sucede a él”. l 14 de marzo de 2014 © 2014 Amy Goodman Traducción al español del texto en inglés: Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Tempo di Roma, tiempo de consenso Tras un año en el Vaticano, el Papa Francisco logró generar una expectativa de cambios en el seno de la Iglesia. Se mostró como un pastor carismático y pudo tejer consensos que le permitieron oxigenar los varios frentes de tormenta que se cernían sobre Roma.
Eduardo Febbro
D
esde Roma. Tempo di Roma. Tiempo de consenso. Desde la majestuosa terraza del Gran Hotel de la Minerva, la cúpula del Vaticano emerge envuelta en el color ocre del atardecer. En enero de 1846, cuando estuvo hospedado en este hotel, el general José de San Martín debió contemplar muchas veces esta misma luz mágica que, a partir de cierta hora, cubre la ciudad como un caramelo. Dulce tiempo de paz. El papa Francisco gobierna sobre un extraño consenso. Ni a la izquierda, ni a la derecha, ni en el seno de las congregaciones que, hasta hace unos meses, batallaban y se conjuraban sin piedad en el corazón secreto de la Santa Sede, no se escucha ninguna voz discordante. “Ha llegado el papa del pueblo y a partir de allí, las voces discordantes se callaron. Están ahí, pero han entendido el mensaje”, dice con cierta ironía uno de los vaticanistas más importantes, Marco Politti. Andrés Beltramo, un agudo vaticanista argentino autor de un ensayo sobre el papa Francisco, recuerda: “Es evidente que desde el inicio de su pontificado este papa ha causado preocupación. Es obvio que hay y habrá enemigos y críticas. A la derecha, en la izquierda eclesiástica, en el mundo de las finanzas. Pero el pueblo lo ama, y ésa es su fuerza, eso es lo que le va a permitir llevar a cabo su trabajo hasta lo último”. Tanto silencio y tantos apodos resultan de una abrumadora extrañeza. “papa del pueblo”, “papa del fin del mundo”, “papa del nuevo mundo”. Francisco colecciona los apodos y oscila entre el “fin” y el “nuevo mundo”. El ex arzobispo de Bruselas Godfried Danneels participó en los dos últimos cónclaves, el que eligió a Ratzinger y luego a Bergoglio. Cuando pronuncia el nombre de Francisco se le iluminan los ojos. “Lo que él quiere es hacer que la Iglesia suba muchos peldaños hacia la santidad. Esa es su meta final”, dice Danneels. Sin embargo, su llegada al sillón de Pedro estuvo precedida de una de las más cruentas guerras internas que haya conocido el Vaticano. Toda la descomposición heredada de los años oscuros del papado de Juan Pablo II recayó sobre Benedicto XVI. Conservador en su visión de la Iglesia, pero progresista en su acción interna, el alemán buscó cambiar el rumbo de una Iglesia empantanada en la corrupción, los abusos sexuales y un sinfín de sutilezas de escasa ética. Aunque la izquierda lo aborrezca, las cronologías lo favorecen: fue el primero en hablar de una limpieza del banco vaticano y fue él también quien blandió y ejecutó las primeras sanciones contra los Legionarios de Cristo, la congregación mexicana fundada en 1941 por el padre Marcial Maciel, corrupta, vio-
ladora de mujeres y niños y sin embargo promovida al rango celestial por Juan Pablo II. Los Legionarios de Cristo fueron, al principio, el puente latinoamericano con el que Juan Pablo II empezó a barrer a los representantes de la Teología de la Liberación. Al papa polaco poco le importó la inmundicia en la que se bañaban los Legionarios de Cristo. Su visión política de la Iglesia, su odio al comunismo y a la izquierda lo llevaron a pactar con cuanto demonio estaba en el camino, sean los Legionarios, Videla o Pinochet. Joseph Ratzinger intentó modificar el rumbo, pero renunció en febrero de 2013 fulminado por las luchas intestinas, acorralado por los buitres con sotana que no aceptaban las reformas morales más básicas, entre ellas las del banco del Vaticano, el IOR (Instituto para las Obras de Religión). Ingravescentem aetatem. La frase en latín con la que Benedicto XVI se despidió de su papado todavía resuena en quienes estuvieron presentes en el consistorio que el papa reunió para anunciar su decisión. El cardenal Paul Poupard todavía abre los ojos con incredulidad cuando rememora ese momento. El cónclave que siguió le abrió las puertas a Jorge Bergoglio. Godfried Danneels cuenta que el cónclave de marzo de 2013 “fue una asamblea muy seria y muy cordial. Todos teníamos conciencia de que el porvenir de la Iglesia estaba en nuestras manos, de que urgía una reforma muy seria”. De ese entrevero entre pasados turbios y presentes inciertos surgió Francisco. La misma noche de su elección, ante una plaza San Pedro todavía fría, Francisco reformó el papado y se ganó el amor de la gente con un par de gestos y un puñado de
vaticanista de prestigio, Andrea Tornielli, uno de los pocos que pudo entrevistar al Papa (tiene un catálogo impresionante de biografías papales escritas por él, entre ellas una sobre Bergoglio). La Iglesia Universal reactualizada por Bergoglio confirma a todo el mundo. Ni una palabra crítica en el Opus Dei. La comunión se impone, por ahora, a todo. Sin embargo, el roce se intuye en muchas posturas, sobre todo la incomodidad de esa curia romana habituada a todos los excesos y ebria de su misión romana. Pero la Iglesia ha dejado de ser romana. El mismo Federico Lombardi acota: “El hecho de tener un papa que no es europeo abre la perspectiva de un horizonte universal”. Andrea Tornielli piensa que esto “es un gran desafío para las iglesias viejas y pesadas de Europa”. Christophe Dickes, historiador y especialista del catolicismo contemporáneo, no disimula las asperezas. “Hay –dice Dickes– una diferencia significativa entre la Iglesia de tradición romana, europea, que encarnaba Ratzinger, y la de Francisco. Bergoglio ya escribió que no quiere una Iglesia de tradición griega y romana. Y esto ya es una oposición dentro del Vaticano”. Además de las formas y las palabras, la gran novedad ha sido la exportación de una raíz social al corazón de Roma, o sea, el famoso principio de “una Iglesia pobre para los pobres”. Lombardi sostiene que la forma en que el Papa “presenta la temática de la pobreza es, efectivamente, una perspectiva más común a América latina que a Europa”. Desde luego, destaca el padre Antoine Sondag, director de la Iglesia Universal, “la Iglesia de los pobres es una opción en Europa, pero en América latina no porque allá los católicos son pobres”. Las
palabras. Salió al balcón sin los atuendos lujosos, pronunció una palabra prohibida durante 35 años, “pueblo”, y luego, en vez de bendecirlo, le pidió al pueblo que lo hiciera por él. “En el curso de un año pasaron más cosas que en el último cuarto de siglo”, comenta otro
voces más críticas hay que buscarlas entre los tradicionalistas de monseñor Lefebvre. En este sector la bandera blanca no es de uso común, muy por el contrario. Para los tradicionalistas, el papa Benedicto XVI era el Sumo Pontífice soñado, Bergoglio no. La exhortación apostólica publicada por el
CORREO del SUR Director General: León García Soler
papa Francisco, el Evangelii Gaudium, los ha puesto muy nerviosos. El padre Guillaume de Tanoüarn abre con cierto enojo las páginas del Evangelii Gaudium y se detiene en el párrafo 95, 96. Allí, Bergoglio escribe: “En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en un museo o en una posición de pocos”. El padre Guillaume de Tanoüarn considera esto como “un ataque”. Y, aunque asegura que no es “hostil al papa Francisco”, advierte: “Si el papa Francisco se va apoyar en la guardia vieja del antiguo progresismo europeo, vamos a un fracaso estrepitoso”. Por las dudas, este líder tradicionalista avisa: “Los tradicionalistas tienen una fuerza terrible en la Iglesia de hoy”. Los conservadores siguen allí, agazapados y a la espera del buen momento. El padre Antoine Sondag observa que “estos grupos de presión todavía existen, pero no tienen una manera democrática de actuar ni el apoyo de la opinión pública. Trabajan en las sombras. El imaginario de los grupos de la derecha de la Iglesia no es un imaginario democrático”. A los conservadores norteamericanos se les ocurrió acusar a Bergoglio de “marxista”. Un delirio a contramano que hace sonreír a Giacomo Galeazzi, uno de los vaticanistas más serios de Italia, autor de un sobresaliente libro de investigación sobre Juan Pablo II. “¿Marxista? –se pregunta, y responde—: “todo lo contrario. La teología de Francisco es una Teología de la Liberación sin el marxismo. Francisco puso a Cristo en lugar de marxismo. Luego recuperó los principios verdaderos y justos de la Teología de la Liberación como, por ejemplo, la opción preferencial por los pobres”. Los ejércitos de las sombras aprietan, por ahora, sus labios y esconden sus cruces puntudas. La legitimidad popular que adquirió Francisco los asusta. En 365 días, Francisco erradicó las confrontaciones entre cardenales, bancos internacionales y banqueros y lanzó una ambiciosa reforma interna cuya necesidad pocos esconden. El arzobispo Claudio Maria Celli, director del Consejo Pontificio de Comunicación Social de la Santa Sede, reconoce sin rodeos: “Hemos estado mezclados en cosas delicadas. Creo que el camino que se ha emprendido es un camino justo”. Mucho consenso, pero también deudas. Con una hipocresía sin piedad, el Vaticano sigue escondiendo del tema de los abusos sexuales cometidos por sus representantes en todo el planeta. Su responsabilidad es aplastante. Esa deuda Francisco aún no la ha pagado abiertamente. efebbro@pagina12.com.ar
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio