Abril 24, 2016
-Sobre feminismo, renta básica, trabajo asalariado... “El trabajo no es la esencia de lo que significa ser humano” -Bienvenido a la lucha de clases Lecciones incómodas del golpe en Brasil
EE UU: ¿Cómo votarán los hispanos? Harriet Tubman: emblema de lucha y resistencia
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Sobre feminismo, renta bá “El trabajo no es la esencia de lo qu Kathi Weeks*
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n 1930, John Maynard Keynes predijo que gracias al incremento de la productividad y a la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo, la generación de sus nietos trabajaría 15 horas a la semana. Tres generaciones después, trabajamos más que nunca y la izquierda ha abandonado casi por completo su lucha para reducir la jornada laboral. Tomando como inspiración a los autonomistas italianos de los 70 , la teórica feminista Kathi Weeks reivindica esa lucha en su libro El problema del trabajo. Habla con CTXT sobre el poder de las “reivindicaciones utópicas” y explica por qué piensa que deberíamos concentrarnos en trabajar menos horas y en crear condiciones para imaginar un mundo fuera del trabajo. –¿Cómo definiría el concepto de trabajo? –El trabajo es una actividad productiva basada en el modelo del trabajo asalariado. Si le preguntas a la gente en qué trabaja, asumen que te refieres a su trabajo remunerado. A lo largo de la historia ha habido luchas sobre qué debería ser considerado trabajo. Estoy pensando en la lucha feminista para que el trabajo doméstico se reconozca como trabajo real, aunque no esté pagado. –Su libro es en parte una crítica al enfoque ‘productivista’ tradicional de la izquierda. ¿Cuál es esta tradición? –Ha habido una tendencia general a aceptar la idea de que el trabajo es una especie de esfuerzo humano sagrado. Hay también discursos feministas muy consolidados que se dedican a abogar por la igualdad de oportunidades en el trabajo asalariado para las mujeres, y argumentan que el trabajo remunerado sería el billete de salida de la domesticidad impuesta culturalmente. En general, en la izquierda ha habido un énfasis socialdemócrata en programas laborales, en cómo introducir a gente en el ámbito del trabajo y en cómo empoderarlos como trabajadores. –¿Qué ofrece para contrarrestar esa tradición ‘productivista’? –Lo que necesitamos es un asalto frontal a la cultura y a las instituciones del trabajo, a sus ideologías y estructuras. Y no creo que esos discursos de los que he hablado tengan esa capacidad porque comparten los mismos valores, percepciones y suposiciones. En estos tiempos, en los que el trabajo está fallando, en los que el sistema de distribución de la renta se está desmoronando, creo que es hora de arremeter contra ese concepto y las ideologías que lo sustentan, cantando las alabanzas del trabajo como si fuera una actividad más humana e importante que cualquier otra. –Escribe sobre el ‘efecto disciplinario’ del trabajo. ¿Cómo de importante es en nuestra cultura? –Es absolutamente crucial. Es en lo que se ha convertido el trabajo. El sistema económico está funcionando muy bien como modo de producir capital pero no como manera de distribuir la renta. Todavía es útil para disciplinar a la gente y para cargar de responsabilidades a aquellos que están excluidos del trabajo, a los que culpa de falta de esfuerzo o de iniciativa. –¿Algo de eso está autoimpuesto, ligado a la hegemonía, no? –Sí. –¿Es lo que significa la ética laboral? –Es difícil separar estructuras e ideologías. Hay muchos elementos que nos obligan a trabajar: la necesidad de pagar el alquiler y la comida son las más importantes. Esos argumentos se ven reforzados por todo un acervo cultural e ideológico que presentan el trabajo como la principal obligación del ser humano y como un inapelable requerimiento moral. Operan en tándem. –Muchos en la izquierda consideran que no es el trabajo lo que aliena, sino las condiciones en las que se desarrolla, o la falta de democracia a la hora de tomar las decisiones sobre el trabajo. ¿Qué opina? –Esa sigue siendo la tradición que pretende eliminar las categorías explotadoras y alienantes del trabajo asalariado dentro del capitalismo. Yo diría: ´De acuerdo, pero hay mucho más que hacer´. Tenemos que cambiar el espacio que
ocupa el trabajo asalariado en nuestras vidas y en nuestro imaginario colectivo. No queremos sólo trabajar mejor; queremos trabajar menos. Y esa postura es difícilmente compatible con la que dice: ´Pero si el trabajo fuese maravilloso, querríamos hacerlo todo el rato´. –¿Cree entonces que es una fantasía? –Sí. Y una fantasía muy peligrosa. Porque lo que podrías terminar consiguiendo al usar ese tipo de argumento serían trabajos en McDonald´s para todos, lo que obviamente sería un fracaso. Por otro lado, la promesa de un trabajo tan satisfactorio y no alienante que todos quisiéramos dedicarnos a él todo el rato es lo que algunas compañías, como Google, pretenden ofrecer de manera tramposa a sus empleados. Han tenido éxito haciéndolo justo por la ideología del trabajo y nuestra falta de tiempo e imaginación para cultivar una vida rica fuera del trabajo y su satélite: la familia. –Una parte de la agenda feminista más aceptada es la que pretende lograr un equilibrio entre la vida familiar y la laboral. ¿Usted rechaza esto, verdad? –El trabajo y la familia forman parte del mismo sistema. No son alternativas. Uno organiza cierto tipo de trabajos y la otra, normalmente por la división de tareas basada en el género, otro tipo de trabajo. El trabajo puede ser importan-
te, la familia también, pero son parte del mismo sistema, y deberíamos pensar en la posibilidad de generar alternativas a estos dos tipos de instituciones. –También tenemos niveles altos de desempleo. Mucha gente está desesperada por encontrar trabajo. Y a la vez, un problema de saturación de trabajo, trabajamos más y más horas incluso cuando la productividad sube. ¿Cómo valora estas tendencias aparentemente contradictorias? ¿Se refiere a eso cuando habla del sistema laboral fallido? –Sí. Para algunos analistas marxistas los desempleados y los sobreexplotados no tendrían nada en común. Muchos tenemos problemas con el trabajo, bien porque trabajamos mucho o bien porque no podemos encontrar trabajo. Es una oportunidad para hacerse más preguntas sobre el sistema de trabajo asalariado como modelo social de inclusión y de distribución de renta. Porque no solo no funciona para los desempleados, tampoco funciona para mucha gente. –Se inspira en el movimiento autonomista italiano de los años 70 y en su crítica al trabajo, que articula como rechazo al trabajo. ¿En qué consiste y por qué es relevante hoy en día? –El rechazo al trabajo se entendía no como una prescripción para individuos --muchos de nosotros
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ásica, trabajo asalariado... ue significa ser humano”. Entrevista
no podemos permitirnos el lujo de rechazar el trabajo; no hay alternativa-- sino como proyecto colectivo. Consiste en reconocer que rechazamos trabajar todos los días con pequeños gestos, como llegar tarde al trabajo, pretender que estamos enfermos, o tener mala actitud, pero también como un proyecto político que dice ‘no’ a este sistema de trabajo. –¿Qué hay del movimiento de los 70 que demanda que el trabajo doméstico sea asalariado, el movimiento ´Wages for Housework´ (salarios para el trabajo doméstico)? ¿También se inspiró en él? –Hicieron del rechazo al trabajo algo incluso más relevante, aunque más difícil. Se asoció a una reivindicación concreta: queremos sueldos para el trabajo doméstico. Fue muy instructivo y relevante. Intentaban desmitificarlo, y destronar la idea absoluta del amor de las mujeres hacia sus familias. Intentaban decir ´Mira, esto es trabajo de verdad´ y a la vez ´Es solo trabajo´. –¿Cuál era el valor de esa reivindicación? –Supuso una crítica a la institución de la familia, de la división de trabajo por género. Planteaban esa reivindicación como una provocación. Intentaban decir que el proceso de exigir salarios para el trabajo doméstico era en sí mismo una actividad política de valor. En ese
momento, en los 70, decías ‘salarios para el trabajo doméstico’ y la reacción era ‘Qué?’ Se entendía como lo que llamo una reivindicación utópica. –Hablemos de ese término. Uno piensa en el término reivindicación como algo muy concreto, pero utopía tiene casi una connotación opuesta. Habla de reivindicaciones como provocaciones. ¿Es ahí donde empieza este tipo de conexión? –Sí. Alguna de las reivindicaciones que me interesan no son sólo reformas que pueden mejorar la vida de la gente y se pueden lograr, sino también reformas que pueden, en el proceso de lucha y debate, abrir nuevos horizontes para pensar, desear e imaginar el mundo en el que queremos vivir. Por ejemplo, las reivindicaciones de jornadas laborales más cortas son una manera de crear más puesto de trabajo para otros, una manera de dar tiempo a más gente para poder realizar otras actividades productivas que tienen que hacer fuera del espacio del trabajo asalariado. A la vez, ese proceso reivindicativo fuerza a la gente a decir ‘¿qué haría si tuviese más tiempo?’ No es difícil entender por qué alguien quiere un aumento de sueldo. Para entender por qué es razonable pedir una renta básica garantizada, o una jornada de seis horas, hay que hacer un esfuerzo mayor: determinar qué
no funciona en el sistema actual. Implica una crítica más amplia. Por lo tanto, cuanto más utópica es la reivindicación, más está basada en una crítica sustancial, y más nos obliga a pensar con imaginación sobre las maneras diferentes de organizarlo. El revindicar tiene mucho de arte. –Las dos que propone --renta básica y la reducción de la jornada laboral-- parecen utópicas pero a la vez alcanzables. ¿Por qué ha elegido esas dos? –Nos obligan a imaginarnos una vida fuera del trabajo. Suponen un gran desafío a la idea de que el trabajo debe ser el centro de nuestra existencia. La reivindicación de una renta básica ayuda a comprender que el sistema del trabajo asalariado no funciona. Tener salarios más altos ayudaría a la gente que puede tener trabajo, pero hay mucha gente que no tiene esa capacidad, y muchas de nuestras actividades, que son discutiblemente útiles y productivas, no están remuneradas. Estamos en una situación de crecimiento sin empleo (‘jobless recovery’). Está claro que el sistema no está funcionando. –Uno de los argumentos en contra de la renta básica universal es que puede llevar a que la sociedad progrese menos. ¿Disociar el trabajo de la renta puede llevar a un estancamiento de la productividad y a una sociedad que no progresa? –Es interesante que haya dos líneas de crítica dominante a la renta básica garantizada: una es ‘¡La gente necesita trabajar! Somos trabajadores’, si les quitas el trabajo les estarías privando de algo esencialmente humano. Por el otro lado, está el miedo de que ‘¡Nadie trabajará nunca más!’, que supone reconocer que la única razón por la que uno trabaja es porque hay un incentivo monetario, que la necesidad es lo único que empuja a la gente a trabajar. Resulta gracioso que convivan estas dos críticas, completamente divergentes, y ninguna de las dos lo suficientemente persuasiva. No creo que el trabajo sea ni el todo ni la esencia de lo que significa ser humano. Podemos entender otras maneras de estar en el mundo y relacionarnos con otros y con el medioambiente, más allá de lo laboral. Pero seguramente, incluso disfrutando de una renta básica garantizada y suficiente, la gente querrá, además, un trabajo remunerado. Es un complemento al trabajo asalariado, por eso no es una reivindicación revolucionaria, sino reformista y utópica. –Además, la mayoría de la gente trabaja en tareas que no son socialmente necesarias. No es difícil entender que alguien que está creando la enésima marca de champú esté trabajando en algo socialmente necesario. –Cuando piensa en las posibilidades que nos abrirían la renta básica universal y la reducción de la jornada laboral, ¿qué se le ocurre? –No suelo jugar ese juego. Lo que intento hacer es obligar a la gente a pensar en qué harían y en por qué se resisten a ello. Puedo pensar que yo estaría mejor creando arte y haciendo política, pero otros pueden pensar de otra manera. –Está haciendo alusión a una especie de miedo a la libertad. ¿Eso es parte de lo que pasa? –Sí. Creo que hay miedo a perder lo que significa ser humano --lo que ofrece un percepción de cómo nos ha construido como humanos la cultura-- o a que derive en una descomposición social masiva, traducida en forma de disturbios, por ejemplo. Imaginamos una suerte de indisciplina de masas porque pensamos en el trabajo como la única herramienta que nos puede tener controlados, o imaginamos a gente completamente pasiva, incapaz de levantarse de la cama. Creo que hay un miedo real a estas dos situaciones. Ese miedo es profundo y resulta esclarecedor sobre la posición que el trabajo ocupa en nuestro imaginario y sobre lo que significa ser humano y relacionarse con los demás. (La entrevista la realizó para CTXT Álvaro Guzmán Bastida) *Feminista, su último libro es El problema del trabajo. Fuente: http://ctxt.es/es/20160413/Politica/5394/Kathi-Weeks-Feminismo-Trabajo-Reivindicaciones-utopicas-Autonimistas-italianos-trabajo-remunerado-renta-basica-Internacional-Econom%C3%ADa.htm
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Bienvenido a la lucha de clases JOÃO PEDRO STEDILE / EL MEGAFÓN– CLACSO
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osotros somos un grupo de militantes, dirigentes, pensadores que soñamos con el socialismo en Brasil. Y estamos en la lucha de clases, entre el primer y el segundo tiempo de un partido de un campeonato que no terminó. Estamos en el vestuario analizando las próximas jugadas. Es evidente que Brasil vive una grave crisis, una crisis de proyecto. Va mucho más allá del gobierno. La crisis que estamos viviendo es semejante a la del 29, del 60, del 80. Y en estas crisis históricas del país las salidas tardan. Exige una reorganización de las clases. Y es eso lo que está en juego. Del otro lado, ellos sólo tienen una salida: el regreso del neoliberalismo. Por qué en una crisis – que es una crisis del modo capitalista – necesitan limpiar el terreno para volver a aumentar sus ganancias, acumular y hacer crecer su economía. Pero para eso, tienen que destruir los derechos de los trabajadores, tienen que apropiarse de nuestras riquezas como el petróleo, la minería, el agua, la biodiversidad, los ríos para las hidroeléctricas, para fortalecer así el capital y volver a controlar nuestra economía, subordinándola – como ellos dicen públicamente – a la economía de los Estados Unidos. Ese es su proyecto histórico. En esta batalla decidieron que para limpiar el terreno, tenían que librarse de algunas trabas. La primera: el gobierno de Dilma (Rousseff ), que aunque no sea una gran traba, aún así no les permitía ganar 7 a 1. Además, tenían que desmoralizar a Lula, porque Lula es el fantasma de la clase trabajadora. Para conseguir esos objetivos armaron un equipo con 3 actores fundamentales. Primero, el poder económico. Hay un enorme poder de los capitalistas que operan a través de sus porta-voces mediáticos. Como dijo Paulinho da Força Sindical (sindicalista y diputado) en su ingenuidad: “Esta sobrando dinero para financiar el impeachment”. Es el capital que compra obispos, jueces, la Red Globo. Hay mucho poder económico en disputa y ellos están moviéndose aunque tienen sus diferencias. No están unidos. ¡Gracias a Dios y a la Dialéctica! Parte de ellos no acepta la vuelta el neoliberalismo porque empresas como Friboi (de producción de carne) dependen del mercado interno y saben que solo van a recuperar su tasa de ganancia si el pueblo mejora. Esas diferencias entre el poder económico nos benefician. El segundo equipo son los parlamentarios. Es el equipo más sucio. Están entrando sin calzoncillos a la cancha. El origen de la elección de estos parlamentarios es ilegal, ilegítima. Y tercer equipo, es el núcleo ideológico donde está la dirección política del proyecto. Hay en ellos una mezcla. Una mezcla de la derecha del Ministerio Público, la Policía Federal y la Justicia, en alianza con la Red Globo. Usaron la excusa de la corrupción pero también tienen contradicciones: “¿Vamos a sacar a Dilma y después qué hacemos con Cunha? (Eduardo. Presidente de la Cámara de Diputados, investigado por corrupción, segundo en la línea de sucesión presidencial) ¿Del otro lado – el pueblo trabajador – quién tiene a su lado? El gobierno de Dilma que nosotros elegimos y que se pasó dos años haciendo goles en contra. Nosotros ya lo hemos dicho: ¡Basta de hacer goles en contra! Hay que cambiar la política económica a favor del pueblo. Por suerte, ella cambió de entrenador y puso Lula. Y eso ya anuncia nuevas señales.
Del lado de los trabajadores también está la sociedad. Fue la que mejor jugó en estos tiempos. El día que intentaron detener a Lula, en más de 1500 ciudades hubo plenarias de militantes que dijeron “no”. Una sociedad independiente de los partidos, que fue por su propia cuenta. El equipo de la sociedad está jugando bien. El tercero actor son las calles, donde hemos tenido partidos importantes. Ellos salieron el 13 y nosotros se la devolvimos saliendo el 18 y quedó en un 2 a 2. Pero aún no estamos ganando en las calles. Porque la gran masa aún no salió. Todavía está sentada esperando. Está asustada. El desafío que tenemos en las calles, como militantes, es mostrar para esta masa que el problema no es Dilma, ni la corrupción y si, lo que está en juego, es un proyecto del país. Eso es lo que el pueblo tiene que entender. En las calles, aún no ganamos pero hay elementos que pueden cambiar eso. El sábado por la mañana Lula estuvo en Fortaleza y llevó a 100 mil personas a la calle. Ahí está el pueblo. El Sindicato del ABC (en San Pablo) hizo una asamblea con 8 mil trabajadores de las plantas de automóviles. Ahí está el pueblo. Este es el esfuerzo que tenemos que hacer: salir del vestuario e ir a la cancha con el pueblo. ¡Combinemos una fecha y que la favela ocupe las playas de la Zona Sur, en Río! Por último, aún tenemos muchas tareas que hacer. Votarán el impeachment. Nosotros tenemos la obligación de frenar el golpe y exigir al gobierno que haga una limpieza en los ministerios, reconocer nuestros errores y mostrarle al pueblo que es un gobierno del pueblo y para el pueblo. Hay que mantenerse en las calles pero esto no es suficiente. Si el problema de fondo es un proyecto, tenemos que ir delineándolo. Porqué en el 2018 hay elecciones. ¿Cuál es nuestro proyecto? ¿Es solamente Lula 2018? Tenemos que tener un proyecto de país. Y este proyecto de país – en la tradición de izquierda – lo construyen los intelectuales orgánicos de la clase trabajadora, que son ustedes. Empiecen a discutir este proyecto. Es necesario desde ahora ir cambiando la rueda de bicicleta mientras esté en movimiento. Es decir, mientras frenamos el golpe, tenemos que ir pensando en un proyecto de país, hablar con el pueblo y discutirlo con el pueblo, porque el pueblo no es bobo. Ya estamos organizándonos. El Frente Brasil Popular y el MST, vamos a acampar en Brasilia para frenar el golpe. Son campamentos lúdicos, de reflexión donde discutiremos un proyecto de país. Les diremos: “aquí no pasarán”. Y voy a provocarlos con una decisión que ya tomamos en la Asamblea del Frente Brasil Popular en Río Grande do Sul, donde haremos un campamento de legalidad en frente al Palacio Piratini (sede de gobierno), en homenaje a Leonel Brizola. Ustedes en Río de Janeiro, acampen en la Plaza de la Candelaria. ¡No tengan miedo! Tenemos que ser firmes, resistir, hasta sacar del escenario esta estupidez de intento de golpe. Organicémonos para crear un proyecto de país y seguir alerta en las calles. ¡Bienvenidos a la lucha de clases! [1] João Pedro Stedile es miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil y de Vía Campesina (Transcripción y traducción de discurso durante “Ato Brasil pela Democracia”, Teatro Oi, Casa Grande. 4 de marzo 2016, Río de Janeiro. www.youtube. com/watch?v=FHCt_vT_8RY ) http://www.clacso.org/megafon/megafon4_articulo3.php
Lecciones in GERARDO SZALKOWICZ / REBELIÓN
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omo sucedió en Honduras en 2009 y en Paraguay en 2012 -y como intentaron en Venezuela en 2002 y otras tantas veces-, las fuerzas conservadoras de la región vuelven a demostrar en Brasil su multiplicidad de tácticas para reapropiarse de la torta completa, incluyendo la burla al orden democrático que esas mismas clases cimentaron. El vergonzoso show del domingo pasado interpretado por 367 diputados, casi un tercio de ellos procesados por bandoleros a gran escala, juzgando a una presidenta que no cometió delito alguno, significó el paso clave para el avance de una conspiración político-judicial-mediática a la que le cabe un solo calificativo: golpe institucional. Al margen de las valoraciones de cada quien sobre el gobierno de Dilma, queda claro que la coyuntura impone aunar en un solo grito el contundente repudio a tan evidente arremetida destituyente, que sin duda tendrá graves consecuencias a nivel continental. Dicho esto, es momento también de ir colocando sobre la mesa algunas otras reflexiones a partir del caso brasileño que pudieran alimentar los debates sobre la etapa que atraviesa América Latina y el marcado retroceso de los gobiernos progresistas y populares.
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ncómodas del golpe en Brasil Gobernando con el enemigo Para su arribo al Palacio de Planalto y durante sus 13 años de gobierno, el PT tejió un marco de alianzas con sectores ideológicamente distantes. Durante los tiempos de bonanza, la coalición oficialista convivió sin mayores sobresaltos pero al desatarse una de las peores crisis económicas de la historia brasileña el fino hilo que la ataba se cortó. La salida del gobierno del PMDB (partido de centro, club de caudillos regionales y principal bancada parlamentaria) fue el factor clave para el desplome de Dilma, quien hace unos días denunciaba: “Los golpistas tienen un jefe y un vice jeje”. Se refería a Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados -juzgado por diversos casos de corrupción y principal promotor del impeachment- y Michel Temer, el vicepresidente que hace rato sonríe frente al espejo probándose la banda presidencial. Ambos son líderes del otrora aliado PMDB. Una vez más queda al desnudo el fracaso de la fórmula de conciliación de clases. La batalla que no se libró Las grandes corporaciones mediáticas brasileñas, enca-
bezadas por la Red Globo, decidieron no disimular ni un poco su apuesta por la destitución de la presidenta, no sólo en sus cotidianos editoriales sino en llamados explícitos a las movilizaciones contra el gobierno. Un botón de muestra: el 29 de marzo, los diarios Folha de São Paulo, Estadao, O Valor Econômico y Correio Braziliense publicaron una solicitada de la Federación de Industrias de São Paulo (Fiesp) cuyo enorme título exigía “¡Impeachment ya!”. Los gobiernos de Lula y Dilma nunca tuvieron la valentía de combatir el monopolizado terrorismo mediático. Otra de las grandes deudas pendientes en Brasil sigue siendo la construcción de una legislación que democratice la comunicación. “Hay que dar vuelta el tiempo como la taba…” Pero quizá la principal lección que arroja el golpe parlamentario en Brasil tiene que ver con los límites propios de la democracia liberal. El gobierno petista termina siendo víctima de su propia incapacidad por escuchar el clamor de la reforma al sistema político. El entramado de negociados empresario-evangélico que determina la composición del Congreso brasileño aparece ahora
como la cara más visible de una gran maquinaria de poder que sigue controlada por una pequeña elite. Surge entonces un dilema que podría extenderse a otros gobiernos de la región: ¿se puede avanzar en procesos de cambio sin modificar la institucionalidad burguesa y sometiéndose a jugar únicamente con sus reglas? Y más: ¿se puede seguir creyendo en la viabilidad de proyectos de corte reformista? Tal vez haya que animarse a asumir que si no se impulsan transformaciones de fondo, si se apela a políticas económicas ortodoxas y no se apuesta al protagonismo popular, el progresismo podrá generar importantes mejoras sociales pero tarde o temprano creará las condiciones para el regreso de las derechas. Entonces, son tiempos de generar las más amplias unidades para resistir la ofensiva conservadora. De abandonar sectarismos y buscar golpear con un solo puño. Pero sobre todo, son tiempos de no moderar posturas, de no resignar banderas y de reafirmar que la única opción sigue siendo la construcción de un proyecto verdaderamente emancipatorio. Porque, en definitiva, como cantaba don Alfredo Zitarrosa, “el que no cambia todo, no cambia nada”.
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¿Cómo votarán los hispanos? Harold Meyerson El artículo de Richard Alba, meditado e iconoclasta, en el número de invierno de The American Prospect, [The Likely Persistence of a White Majority – How Census Bureau statistics have misled thinking about the American future – La probable persistencia de una mayoría blanca – De cómo las estadísticas de la Oficina del Censo han confundido la reflexión sobre el futuro norteamericano] nos exige repensar el cambiante perfil racial del país. Lo que no hace, sin embargo, es disipar la tesis de que la “demografía es destino”, que la movediza paleta racial de los votantes norteamericanos contribuirá a crear una duradera mayoría demócrata. La cuestión clave para los estrategas políticos más curtidos es cómo votarán los hispanos y los hijos de matrimonios entre hispanos y no hispanos, puesto que estos constituyen el mayor componente racial de la mayoría demócrata que está presuntamente surgiendo. También aquí se impone mucha cautela, pues si la Oficina del Censo todavía no ha conseguido imaginar cómo clasificar a los hijos de matrimonios mixtos, como sugiere Alba, los sondeos a pie de calle ni siquiera lo han intentado. Cuando una votante le dice a un encuestador que es hispana, eso zanja la cuestión: es hispana, no importa cuál sea su ascendencia. Pero aun cuando un votante que es medio hispano o un cuarto de hispano se llame a sí mismo blanco, eso no significa que no haya experimentado prejuicios u oído los cantos de sirena nativistas provenientes del Partido Republicano, o no haya tenido un primo indocumentado que viviera con miedo a ser deportado. Se puede apostar con toda probabilidad a que cuando un partido se presenta como contrario a la inmigración—expresión comodín para lo anti-hispano y anti-asiático—los votantes de origen mixto asiático o hispano mirarán con menos cariño a ese partido, aunque se crean blancos. La mejor ilustración que tenemos de esta suposición procede de California. Hasta 1994, los republicanos moderados conseguían periódicamente hasta un 40 % del voto hispano del estado. En 1994, sin embargo, el gobernador republicano de entonces, Pete Wilson, que iba por detrás de su rival demócrata en las encuestas, tomó una decisión fatídica: decidió identificarse con una medida sometida a votación conocida como Proposición 187 que denegaría todo servicio público —incluyendo el derecho a asistir a cualquier curso de las escuelas públicas— a los inmigrantes indocumentados. Sus anuncios mostraban supuestamente a hordas de inmigrantes cruzando a raudales la frontera; “Siguen llegando”, proclamaban los anuncios. Wilson ganó la reelección y se aprobó la Proposición 187, aunque quedó rápidamente anulada en los tribunales. Y el Partido Republicano nunca se ha recuperado. En un santiamén, el movimiento sindical del condado de Los Ángeles, dirigido por latinos, decidió llevar a cabo un enorme proyecto, aun en curso, para naturalizar, movilizar políticamente y llevar a las urnas a un contingente, que crecía velozmente, de inmigrantes, y a sus hijos ya ciudadanos. El tema común que discurría a lo largo de las campañas sindicales era que los republicanos componían el partido dispuesto a relegar a los hispanos a una ciudadanía de segunda clase o a dejarlos sin ciudadanía alguna. A este proyecto se adhirieron los organizadores de todo el estado, con resultados que han sido políticamente transformadores. A medida que California se ha convertido en un estado de mayoría de las minorías, no sólo hay regiones enteras que han saltado de la columna republicana a la demócrata sino que el estado en su conjunto se ha
desplazado en el espectro político del rojo vivo [color de los republicanos] al más profundo azul [de los demócratas]. De las 57 contiendas electorales no especiales para cargos del estado desde 1994—lo que incluye las campañas de los gobernadores, del Senado norteamericano y de cargos menores constitucionales o del estado —los republicanos han ganado exactamente una. Y fue cuando Arnold Schwarzenegger se agarró al sillón de gobernador en 2006. Lo que los sondeos a pie de urna han demostrado en las últimas dos décadas es que los hispanos de California han aparecido como la demografía más progresista de la coalición de los demócratas. Al votar sobre “bond measures [literalmente, “medidas sobre bonos” para permitir que el estado venda estos con el propósito de conseguir fondos para proyectos u obras públicas], iniciativas y referendos, su nivel de apoyo en favor de un mayor gasto en colegios, transporte e infraestructuras sobrepasa al de los afroamericanos. Durante estos años, la derecha ha hecho campaña en favor de iniciativas destinadas a debilitar la capacidad de los sindicatos de llevar a cabo campañas políticas; pero los hispanos han rechazado estas medidas a un ritmo mayor que los afroamericanos, los afiliados de los sindicatos o cualquier otro contingente. En las elecciones de 2012, el movimiento sindical californiano movilizó también con éxito al electorado asiático-norteamericano, que cuenta con muchos votantes de rentas altas y educación superior (en todos estos esfuerzos, el compromiso sindical se ha dirigido de forma preponderante a estas poblaciones en toda su extensión, en
tantes, de modo que ninguno de estos datos nos proporciona una guía clara respecto a si los hijos de matrimonios mixtos votan de modo diferente de sus equivalentes en matrimonios que no son mixtos. Además, la ascendencia es sólo un factor a la hora de determinar el historial como votantes del grupo étnico; la cultura política local es otro. Una de las grandes divergencias en la actual política norteamericana es el abismo entre los hábitos de voto de los hispanos en California y los de Tejas, estados con una porción casi idéntica de residentes hispanos. Los hispanos de Tejas están a favor de los demócratas en una escala marcadamente por debajo de la de los californianos, y los funcionarios electos hispanos del estado se sitúan en conjunto algo más a la derecha que sus homólogos del Estado Dorado. Parte de la diferencia estriba en que mientras que los sindicatos han llevado a cabo una campaña de dos décadas para socializar y movilizar inmigrantes en California, no ha habido una campaña comparable en Tejas, puesto que los sindicatos apenas existen y ninguna otra institución ha dispuesto de los recursos o de la motivación para llevar a cabo ese trabajo. Así pues, ¿debilita el aumento de familias multirraciales que se identifican como blancas las perspectivas de surgimiento de una mayoría demócrata? No lo sabemos. Sabemos que la guerra continua de los republicanos contra los inmigrantes compensa probablemente alguna de las consecuencias políticas que pueden derivarse del fenómeno que describe con tanta perspicacia. *Columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los
lugar de ir sólo a un pequeño subconjunto de afiliados sindicales). En su compromiso con los asiáticos, el sindicalismo la emprendió con la postura contra la inmigración de los republicanos y las encuestas a pie de urna mostraron que los asiático-norteamericanos apoyaron al presidente Barack Obama por encima del candidato republicano Mitt Romney en una asombrosa proporción de tres a uno. Tal como he hecho notar, los sondeos a pie de urna aceptan necesariamente la auto-identificación de los vo-
cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, “uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación” (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont). Fuente: The American Prospect, 11 de febrero de 2016 Traducción: Lucas Antón
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Harriet Tubman:
emblema de lucha y resistencia Amy Goodman* y Denis Moynihan Democracy Now!
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l secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jack Lew, anunció el miércoles que la nueva edición del billete de 20 dólares estadounidenses incluirá el retrato de la legendaria abolicionista Harriet Tubman. Tubman nació esclava, pero logró escapar y conquistar su libertad. Una vez libre, se convirtió en guía de la ruta de escape de decenas de esclavos hacia la libertad, así como en activista por el derecho al voto de la mujer. Será ella quien reemplazará al presidente Andrew Jackson en la parte de adelante de los billetes de 20 dólares estadounidenses. Jackson y Tubman fueron contemporáneos. Jackson era propietario de esclavos (fue uno de los dieciocho presidentes estadounidenses que los tuvo) y se enriqueció gracias a su trabajo forzado. Según dijo Lew, la elección de Tubman para reemplazarlo se vio influenciada por el activismo de diversos movimientos de base, en el marco de una campaña en la que cientos de miles de personas daban su apoyo a distintas propuestas de mujeres a homenajear. La decisión tampoco se llevó a cabo sin controversias. Harriet Tubman era la del medio de nueve hermanos. Fue bautizada Araminta “Minty” Ross cuando nació en 1822 en una plantación de Maryland, no muy lejos del lugar en el que fue esclavo el escritor y orador abolicionista Frederick Douglass. Se casó con John Tubman en 1844 y cambió su nombre a Harriet en honor a su madre. En 1849, se escapó y fue en dirección al norte (unos diez años después de que Frederick Douglass lograra hacer lo mismo), pero no perdió tiempo y volvió clandestinamente al lugar donde había sido esclava para rescatar a su familia. Se hizo famosa por sus arriesgados escapes nocturnos que condujeron a familias esclavas enteras hacia la libertad. Los esclavos la llamaban sencillamente “Moisés”. Los propietarios de esclavos le pusieron precio a su cabeza. Pasó a desempeñarse como enfermera durante la Guerra Civil y luego como espía. Se considera que fue la primera mujer que encabezó una expedición armada en combate cuando dirigió a fuerzas de la Unión en Carolina del Sur durante una incursión en la que fueron liberados 700 esclavos. Hizo todo esto sin haber recibido educación formal, sin haber aprendido nunca a leer o a escribir. A pesar de sus destacados logros, el país por el que luchó no la trató muy bien después de la guerra. Hacia el final de su vida experimentó problemas financieros, tuvo que convertir su hogar en una pensión e intentó ganar dinero como pudo. Aunque era veterana de combate, le llevó décadas recibir una modesta pensión del Gobierno federal por el servicio que prestó en tiempos de guerra. Falleció con poco más de 90 años de edad en la localidad que adoptó como su hogar, Auburn, Nueva York. Allí yace sepultada.
En su anuncio, el secretario del Tesoro Lew comunicó además que Andrew Jackson permanecerá en el billete, pero solamente del lado de atrás. La figura de Jackson debería retirarse totalmente. No solo fue propietario de esclavos, sino que además participó del genocidio de la población indígena. El pueblo Cherokee lo llamaba “Cuchillo Afilado”, por la extrema violencia con que los trataba. La galardonada periodista afroestadounidense Akiba Solomon, escribió en la publicación por la justicia racial Colorlines: “Varias personas han sugerido que Tubman en la parte de adelante y Jackson en la parte de atrás del billete parece una broma del Día de los Inocentes o el resultado de fumar marihuana en exceso un 20 de abril. Pero no es nada de eso. Es Estados Unidos”. Hay quienes han criticado la decisión de incluir la figura de Tubman en sí, alegando que Tubman luchó toda su vida contra el capitalismo estadounidense y que colocarla en el billete de mayor uso del país representa un insulto a su legado. Pero entonces, ¿cómo hacer para que la labor de los revolucionarios llegue a todo el pueblo? ¿Qué mejor tributo podría rendirse a toda una vida de lucha que colocar su imagen en las manos de cientos de millones de personas? Imagínense si el movimiento por el salario mínimo, actualmente denominado “Lucha por quince”, se viera transformado por el rostro rebelde del billete de 20 dólares. Hace pocos años atrás, muchos creían que la demanda de un salario mínimo de quince dólares la hora era algo impensable. Sin embargo, se ha convertido ahora en la norma, y una ciudad tras otra y, cada vez más, un estado tras otro avanzan hacia ese salario mínimo. Que Harriet Tubman en el billete de 20 dólares se convierta en la imagen del próximo paso del movimiento, el movimiento Harriet Tubman por un salario mínimo de 20 dólares la hora. Que el billete de 20 dólares de Harriet Tubman se convierta en el emblema de un renovado pedido de indemnizaciones para los afroestadounidenses por los perdurables efectos devastadores de la esclavitud. La historia de Harriet Tubman, de su valiente resistencia frente a las injusticias, de su lucha por la liberación de los esclavos y por la igualdad de la mujer, todo esto debe ser moneda corriente en nuestra democracia. Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org *Conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur. Fuente: http://www.democracynow. org/es/2016/4/22/harriet_tubman_emblema_de_lucha_y
El nuevo “El País”. Click a cualquier coste y redactores sin puesto fijo
PR NOTICIAS
E
l País continúa con su particular y cuestionada revolución digital. Los redactores han conocido con sorpresa, estupefacción y un punto de indignación, los cambios que se producirán en la redacción y que les afectan directamente a su manera de trabajar. Todo cambia y por lo que nos han comentado, no será para mejor. El equipo directivo ha trasladado esta “revolucionaria” manera de hacer periodismo que pasa, entre otras cosas, porque los redactores pierden sus puestos fijos, se les asignan taquillas para que guarden sus objetos personales y se les entrega un portátil para que publiquen noticias desde cualquier punto del mundo. Esta es la nueva manera de entender la redacción a la que se refería Antonio Caño en su polémica carta de hace un mes. Y que pasa básicamente por relativizarlo todo. De la mano de la reforma en las instalaciones de la redacción, El País ha emprendido una revolución que pasa por retirar todos los ordenadores de sobremesa y crear una mesa de redacción central donde una decena de editores recibirán todos los textos y les darán forma para publicarlos en diversas plataformas, siempre con Internet como prioridad. Pero los cambios no terminan aquí. Esta mesa central estará
rodeada de otras mesas donde libremente se podrá sentar el resto de los redactores que, de paso, han perdido sus puestos fijos de trabajo. A todos se les asignará ahora un portátil para que puedan publicar desde cualquier parte del mundo –estar físicamente en la redacción ya no es una prioridad– y cuando estén en el diario se podrán sentar en cualquier sitio. Sus objetos personales se guardarán ahora en una taquilla que se les asignará previamente, como en el colegio. Objetivo número uno de El País: ruido máximo en redes sociales En esta revolución y nuevo periodismo de El País solo interesa la web –que se ha rediseñado hace pocos días-, la prioridad para publicar noticias. Y en esta guerra digital solo existen los clicks que las noticias generen, por lo que han trasladado las cabezas pensantes de El País a la redacción: “a cualquier precio”. La orden explícita de la dirección de Antonio Caño es conseguir impactos y ruido en redes sociales, da igual que el tema no esté contrastado ni que se consulten a todas las fuentes. Basta una polémica generada en Twitter por cualquier usuario para convertirlo en la categoría de noticia. En este punto los únicos temas que ahora interesan para el diario son los de consumo, denuncias sociales y broncas en
CORREO del SUR Director General: León García Soler
general que generen mucho ruido y clicks en internet. Tensiones en redes, subidas de precios y organizaciones de consumo serán a partir de ahora los temas y las fuentes en cualquier sección. Y para reforzar esta idea ahora se valorará a los redactores en función del ruido que generen en redes y de los clicks que produzcan sus artículos. Increíble pero cierto. ¿Y los temas propios? Se harán desde casa y en los ratos libres. Una revolución con la que El País se está cargando el periodismo, en palabras de sus propios redactores. Ahora lo que primará será el escándalo y el ruido, contrastar las fuentes, investigar, sacar exclusivas y analizar los acontecimientos es parte del pasado. Lo único que necesita ahora una información es un par de tuits para generar polémica. La redacción está indignada con estos cambios y un tanto desorientados respecto del futuro. Ahora la duda es saber qué harán el resto de los periódicos después de ver estas revolucionarias técnicas de trabajo más propias de una multinacional tecnológica que de un periódico. La revolución de El País ya ha llegado a su mancheta: “El País se transforma para seguir siendo líder”. Es la máxima del diario en su 40 aniversario. Una efeméride que se está celebrando en diferentes ámbitos y que, según su director, Antonio Caño, marca un punto de inflexión en la filosofía del
diario, ahora 100% digital y elaborando una edición impresa “hasta que sea posible”. Una carta abierta que generó gran polémica y un amplio revuelo en redes sociales a comienzos de marzo. El País certificó la defunción de su edición en papel, a pesar de que la mayoría de sus ingresos por publicidad siguen llegando por esta vía. En esta lógica además se realizó una importante reestructuración del equipo directivo para “apoyar” a Caño. Como ya se había confirmado, se produjo el nombramiento de nuevos directores adjuntos: Jorge Rivera, responsable de Información; José Manuel Calvo, que se ocupa del área de Coordinación Editorial, y David Alandete, al frente de Producción y Distribución de contenidos. Lluís Bassets continuará como director adjunto en la edición de Cataluña. Hasta el momento los directores adjuntos eran Alandete y Bassets. Luis Prados ha sido designado director de El País América y estará al frente de las ediciones del continente americano desde México. Carlos de Vega será el nuevo subdirector de Vídeo y Fotografía. Bernardo Marín, Miguel Jiménez, Eva Saiz y Maite Rico continuarán como subdirectores responsables de Canales Digitales, Información, Edición impresa y Fin de semana, respectivamente. Esta semana también se han producido cambios en las jefaturas de Nacional, Economía y Cultura. Fuente original: http://prnoticias.com
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio