Correo Del Sur No 384

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Número 384 Abril 27, 2014

“Dios no ha muerto” / Isabel Allende y Gabriel García Márquez / Fallece el filósofo Ernesto Laclau / La izquierda no tiene proyecto para Europa / Italia: La democracia átona / Conversación en las catedrales / El misterio de la identidad de Shakespeare


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“Dios no ha muerto” Víctor Orozco

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as semana pasada, como sucedió de seguro a cientos de miles, me atrajeron el título y la sinopsis de la película “Dios no ha muerto”. La trama anunciaba un debate interesante entre ateos y creyentes. Me resultó un fiasco y un verdadero churro de propaganda religiosa y política. Personajes y situaciones inverosímiles, diálogos a cual más tonto, para llevar a millones el mensaje ideológico de la derecha ultra de los Estados Unidos, encabezada por el hoy famoso Tea Party. Uno de los expresos propósitos del film, es implantar la educación religiosa en las escuelas públicas de los Estados Unidos y en todos los países dónde sea posible. Como puede suponerse, la intención de esta reseña no es entrar en el debate sobre la alegórica aseveración del Nietzsche: “Dios ha muerto”, de donde toma el título contrario la película. Me interesa más bien develar algunos de sus dislates e intenciones. Los protagonistas son: un fervoroso, valiente y lleno de virtudes estudiante cristiano y su opositor y verdugo, un malvado y amargado profesor ateo de filosofía, que comienza su curso obligando a los alumnos a entregarle un papel firmado con la leyenda “Dios ha muerto”. Los ochenta estudiantes son agachones, dóciles y con actitudes propias del medioevo, por su vasallaje hacia las jerarquías. Todos firman y entregan su hojita. Menos uno, el héroe que responde al inquisidor invertido, “no puedo hacerlo”. El “maestro” estalla en cólera y después de pensarlo un poco, impone al rebelde una pena: tiene tres sesiones de veinte minutos cada una para demostrar la existencia de Dios y rebatir sus argumentos ateos. Le concede que sean los mismos estudiantes quienes decidan sobre el triunfador. En el curso de este desafío, aparecen otros personajes: la novia del héroe, quien lo presiona al máximo para que desista de su personal cruzada, ya que está poniendo en riesgo su carrera y el futuro de ambos. Un pastor quien sirve de respaldo al héroe, recomendando la lectura de varios versículos bíblicos y una máxima: no trates de ser inteligente sólo di la verdad. (Por cierto, como anillo al dedo para los dogmáticos: ¿Para qué forzar a la inteligencia si ya tienes la “verdad”?.) Otro malvado novio de una periodista de izquierda, quien es abandonada cuando enferma de cáncer y que se convierte a la religión en medio de la tragedia. La madre del pérfido, víctima de alzhéimer, pero capaz de

recitarle al hijo ingrato una larga cita de la sagrada escritura. Su hija, cristiana fiel, quien resulta ser la esposa humillada y maltratada por el engreído y ateo profesor de filosofía. Una estudiante musulmana, golpeada y arrojada de la casa por su padre, un rudo e inmisericorde hombrón con toda la fisonomía de los árabes, cuando le confiesa su fidelidad a Cristo. Además, otro estudiante proveniente de la República Popular de China, como lo precisa, admirador del héroe y por último, también converso al cristianismo, quizá del budismo o del comunismo ateo. Hay uno más, con sólo dos apariciones, pero clave para un observador atento: un barbudo millonario, inventor de algún artificio para atraer animales de caza y patrocinador de organismos y roqueros cristianos. Cada una de las exposiciones del héroe, van mostrando su solidez, su honestidad y sobre todo la veracidad e invencibilidad de sus concepciones religiosas. A contrapelo

ciada a la creencia en Dios. Luego, todos los ateos, son por definición inmorales. ¡Ya está! ¡El salto nos ha llevado por lo menos cinco siglos hacia atrás!. Si alguien esperaba una respuesta argumentativa del profesor-filósofo ante las necedades, se quedará con la curiosidad, pues el mentor no hace sino expresar su rabia y luego amenazar al audaz estudiante cada vez que lo encuentra en los pasillos o en el ascensor. La reacción de una parte del público, me recuerda los cines de antaño, donde cada vez que aparecía una imagen del crucifijo o de la guadalupana, aplaudía con entusiasmo. En este film, cada argumento victorioso del estudiante demostrando la existencia de dios, sin antagonista al frente, es celebrado con las palmas. Un objetivo inicial de la película es caricaturizar a la clase intelectual norteamericana, usualmente liberal y defensora del laicismo educativo. Se le hace representar por el maestro, extravagante personaje

de generación tras generación de científicos quienes han confirmado las postulaciones básicas de la evolución de las especies formuladas por Charles Darwin, con un simple coscorrón despacha a éste y a su confirmación de que en los cambios de los seres vivos, la naturaleza no procede a saltos, sino en una secuencia de mutaciones progresivas. De igual y expedita manera, es refutado Stephen Hawkins y su teoría sobre el origen del universo. Las simplonas deducciones, por supuesto, son ofrecidas como demostraciones geniales. La culminación del alegato es llevada hasta la moral: ésta no puede existir sino va aso-

objeto casi inmediato de la aversión de los espectadores. El tipo termina por confesar ante el implacable interrogatorio del avispado estudiante que en realidad odia a Dios, por no haber salvado a su madre. Resultó que no era ateo, sino un pobre hombre angustiado, que en la hora de su muerte pide perdón y es readmitido en el seno de la iglesia por el piadoso y oportunísimo pastor. Los fabricantes del churro cinematográfico quieren matar con esta historia de vida dos pájaros al mismo tiempo: desprestigiar a los intelectuales y “demostrar” la existencia del ser supremo con el infantil y manido argumento que los

ateos son incongruentes y reniegan de sus ideas al enfrentar a la parca. En la etapa preelectoral norteamericana, el film cubre otro propósito: difundir las tesis de los republicanos conservadores, aliados firmes de los fundamentalistas religiosos, gracias a cuya ayuda han ganado varias de las últimas elecciones, las de mayor notoriedad aquellas en las cuales tuvieron a Bush Jr., como candidato. El voto de las mujeres regresadas a las tareas del hogar, de los defensores de la libre adquisición de armas organizados en la Asociación Nacional del Rifle, de los influidos por las prédicas de los creacionistas reclamando un lugar en las escuelas y en los subsidios oficiales, ha sido determinante. A lo largo de la película se hace presente, explícita o subliminalmente, esta constelación de intereses, ideas y prejuicios arraigados y cultivados entre amplios sectores de las clases medias norteamericanas. Un ejemplo es el del inventor de artilugios para atraer a los animales y dispararles. Lejos de aparecer como un ejemplo negativo por su tarea depredadora de la fauna, es el triunfador que luego vemos en la gigantesca pantalla del concierto de rock religioso, exaltando la batalla librada por el héroe contra las fuerzas del mal. ¿No se recuerdan a Sara Palin, la abanderada republicana ultraconservadora, apoyando la caza de los osos polares y la explotación sin medida de los recursos naturales?. La película ha sido un éxito de taquilla. No sabemos cuánto le habrá abonado a las derechas en la lucha por el poder estatal y el dominio general de la sociedad. Sí sabemos –y no es poco- cómo esta gigantesca máquina propagandística es capaz de manipular las mentalidades de millones vendiendo ideas casi grotescas. Tal es la necesidad de empeñarse en cruzadas para “defender el honor de Dios” (???), según lo dice alguno de los personajes, a la manera de nuestro estudiante-héroe. Cavilaba cuando escuchaba los aplausos venidos de los creyentes incautos: piensan que están apoyando esta salvaguarda de la honra divina, (cualquier cosa que este galimatías pudiese significar) cuando en la práctica, están marchando al son de la música compuesta por los archimillonarios dueños de las grandes corporaciones, políticos y líderes religiosos. Celebran la intolerancia, la cerrazón, el dogmatismo, la tiranía de los clérigos sobre las conciencias. No deja de sorprender la eficacia del uso de los credos para dominar, a pesar de siglos de ejercicio racional.


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n una entrevista exclusiva, (radiofónica) la novelista chilena Isabel Allende recuerda la vida y el legado del escritor Gabriel García Márquez, fallecido a los 87 años de edad. Allende nos lee un fragmento de la emblemática novela de García Márquez, “Cien años de soledad”, y nos habla de la influencia del premio Nobel colombiano en su propia obra literaria. “Tengo que admitir que mi aventura en la escritura se la debo a él. Él me dio la libertad, el impulso de contar lo que para mí era familiar: mi país, mi gente, mi familia, todos de Macondo, todos iguales a los personajes de él”, dice Allende. La reconocida escritora, prima del derrocado presidente de Chile Salvador Allende, describe a García Márquez como “un hombre que fue siempre de izquierdas, periodista de izquierdas y después escritor de izquierdas”. -Esto es democracy now en español, soy Juan González. Hoy recordamos al novelista colombiano Gabriel García Márquez. Murió el jueves a la edad de 87 años. Es ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores del siglo. Su obra maestra es “100 años de soledad”. Vendió más de 50 millones de copias en 25 idiomas. Para hablar más sobre Gabriel García Márquez conversamos con Isabel Allende, la escritora best seller chilena. Isabel, su reacción a la noticia de que García Márquez ha muerto. -Bueno, ayer venía en un taxi cuando oí la noticia, y me pegó como si se hubiera muerto un familiar porque aunque no soy amiga de García Márquez, lo conocía apenas al pasar. Sus libros me han acompañado, los he leído todos, yo creo que cada palabra que ha escrito la he leído , y tengo que admitir que mi aventura en la escritura se la debo a él. Él me dio la libertad, el impulso de contar lo que para mí era familiar: mi país, mi gente, mi familia, todos de Macondo, todos iguales a los personajes de él. -Y ¿su importancia para la literatura en America Latina y en el mundo? -Es el pilar de la literatura del “boom”. Hubo un coro de más de 25 grandes escritores que pertenecieron al “boom” pero la figura más destacada es García Márquez. Un escritor adorado por la crítica y

“Mi aventura en la escritura se la debo a él” ISABEL ALLENDE HABLA SOBRE EL LEGADO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ por el público. Lo leía todo el mundo. Cualquier cosa que publicara se traducía y se leía en todas partes del mundo. Un escritor que junto con ser de un extraordinario talento era un escritor popular. -Cuéntanos la primera vez que leyó “100 años de soledad” y el impacto que ese libro tuvo en su vida. -“100 años de soledad” se publicó, me parece que en el año 67. Yo había dado a luz a mi hijo Nicolás y había empezado a trabajar como periodista; volví a trabajar. Y un año más tarde, unos meses más tarde, cayó en mis manos “100 años de soledad”. No pude ir a trabajar, no pude ir a ninguna parte. Me encerré a leer ese libro y hasta que no lo terminé no pude moverme porque estaba completamente cautivada, metida en ese mundo, en ese lenguaje abundante, en esa imaginería extraordinaria que me recordaba tanto mi propia vida, porque yo también me crié en la casa de mis abuelos con una abuela mágica, que hacía espiritismo con una mesa que se movía por la casa. Todo lo que García Márquez contaba me era familiar, era mío también. -Y García Márquez sufrió muchos años por ser un hombre de la izquierda latinoamericana y tuvo muchas peleas

con otro gran escritor, Vargas Llosa, por sus políticas. Habla un poco de cómo se desarrolló la política de García Márquez y si era parte de este gran grupo de escritores de América Latina que eran de la izquierda. -Yo creo que sí, que el primer contacto con la política se la dio su abuelo, las historias que su abuelo le contaba de la Guerra Civil y de las cosas que habían sucedido, y fue siempre un hombre de izquierdas, periodista de izquierdas y después escritor de izquierdas, amigo de Cuba, amigo de Fidel Castro. Y en aquella época, a principios de los 60, los 70, había el sueño del socialismo en América Latina, un continente, como tú bien sabes, destrozado por la desigualdad, la injusticia, la explotación, la pobreza, las dictaduras; García Márquez, naturalmente, sentía que este sueño socialista podía ser una realidad que cambiara América Latina, lo pensaban todos los intelectuales de aquella época. Fue más tarde que vino esa desilusión con la izquierda y con el socialismo. Fue muy atacado por eso en su país pero querido por todos los intelectuales del mundo. -Aquí en EEUU no lo admitieron por muchos años, has-

ta que vino el presidente Clinton. -Bueno eso te dice algo, ¿no? -¿Y nos puede leer algunas palabras de él, especialmente de 100? -Te puedo leer el comienzo de “100 años de soledad” en español, que este párrafo me lo sé casi de memoria. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. -Bueno, gracias Isabel Allende, recordando el legado de Gabriel García Márquez. Transcripción por Nils Rueda. http://www.democracynow.org/es/blog/2014/4/18/entrevista_exclusiva_con_ isabel_allende_sobre


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A los 78 años, fallece el fi autor de

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rnesto Laclau (1935) fue profesor de Teoría Política en la Universidad de Essex, Inglaterra, país en el que trabajó durante más de treinta años. Estudió la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires y, a mediados de los años ‘7 empezó a esbozar un proyecto

intelectual que, partiendo del marxismo clásico, tomó aportes del postestructuralismo y del concepto gramsciano de hegemonía para llegar a la teoría comúnmente llamada postmarxismo. Entre otros títulos, es autor de “Política e ideología en la teoría marxista”, “Misticismo,

Populismo y hegemonía Eduardo Rinesi*

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urgido de las entretelas más sutiles del vasto cuerpo de ideas que albergó en su momento (en los años de su temprana militancia en las filas lideradas por su siempre reivindicado Jorge Abelardo Ramos) la llamada “izquierda nacional”, el pensamiento de Ernesto Laclau, que a lo largo de las décadas fue conquistando, en su diálogo con algunas de las más sutiles corrientes de la filosofía social y política contemporánea, una consistencia formal y terminológica fuera de lo común, nunca abandonó, sin embargo, sus motivos fundamentales y primeros: la pregunta por la naturaleza de los fenómenos populistas y la discusión en torno a la idea gramsciana de hegemonía. Perón y Evita saludan a la multitud Es cierto que en sus escritos de los últimos diez años la palabra “populismo” designa menos un tipo de organiza-

ción política que una cierta “lógica” que, en su misma indeterminación, puede enseñarnos algo sobre la naturaleza de lo político como tal, y que la noción de hegemonía se ve complejizada gracias a los diversos aportes que Laclau había recogido de los campos del psicoanálisis, la lingüística y la retórica. Pero no lo es menos que es justo gracias a todos estos instrumentos diversos y dispares, que sabía articular con un rigor teórico no exento de gracia y de vocación provocadora, casi pendenciera, que Laclau pudo, en los años finales de su vida, encarar como lo hizo, con el interés y la originalidad con que lo hizo, la tarea de acompañar los fenómenos más interesantes y potentes de los que vienen signando esta singular hora latinoamericana. No parece que podamos seguir tratando de entender las peculiaridades y los retos de esta hora sin volver una y otra vez sobre sus textos. *Rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

retórica y política”, “Emancipación y diferencia”, “Contingencia, hegemonía y universalidad” y “La razón populista”. En 2004, de paso por Buenos Aires para presentar la reedición de Hegemonía y estrategia socialista”, un libro publicado originalmente en 1985 en el que propone

un proyecto socialista que promueva una democracia radicalizada y plural como contrapartida de la idea imperante de administrar un orden neoliberal con rostro “más humano”, el historiador y sociólogo argentino fue entrevistado por Silvina Friera para la edición del 28 de julio de ese año


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filósofo Ernesto Laclau, e “La razón populista” del diario “Página12”. Con el propósito de poner al alcance de nuestros lectores algunas de las ideas clave de Ernesto Laclau ofrecemos en éste número del Correo del Sur dicha entrevista. -¿Cuál de las tesis postuladas en su libro refleja cabalmente la profundización de las tendencias que anticipaban en 1985? -El proceso de globalización ha creado puntos de antagonismos y ruptura mucho más dispersos que lo que ocurría en el pasado. Mientras que el discurso marxista sostenía la idea de una homogeneización creciente de las luchas sociales (la simplificación de la estructura de clases bajo el capitalismo), hoy lo que está tendiendo a ocurrir es, al contrario, una dispersión. El momento de la articulación política de todas estas luchas es fundamental. Por ejemplo, en las reuniones de Porto Alegre, por un lado, se plantea una diversidad de luchas cada vez mayor y, por otro lado, se trata de crear un lenguaje común que las aglutine. La noción de equivalencia que planteábamos en “Hegemonía y estrategia socialista” exactamente se refería a este punto. Nosotros no fuimos partidarios de una pura y simple dispersión porque pensamos que el momento de la articulación política era fundamental, en tanto tenía que ser pensada en forma muy distinta de la teoría clásica del partido, que se basaba en un sujeto homogéneo de clase. -Usted advierte que la crisis de la izquierda hoy es más profunda que en el momento en que se publicó el libro. ¿Cuáles son los dilemas que debería resolver un proyecto de izquierda? -En los ‘80 estábamos en un mundo bipolar. Hoy vivimos en un mundo que

tiende a ser unipolar, con una sola superpotencia. El proyecto de la izquierda tiene que reconstituir la multipolaridad. Slavoj Zizek sostiene que el problema es que los Estados Unidos actúa globalmente y piensa localmente. Pero esto siempre en política. La solución no es que Estados Unidos piense y actúe globalmente, lo cual transformaría el imperialismo norteamericano en la clase universal, función que Hegel atribuía al Estado y Marx al proletario. Esa distancia entre pensar localmente y actuar globalmente es el campo de la política y la economía. No hay garantías de una política justa en el mundo, al menos que haya distintos centros de poder. La reconstrucción de la multipolaridad es la condición de toda posibilidad política progresista. La Comunidad Europea tiene que desarrollarse como una actor histórico más fuerte de lo que lo ha hecho hasta el momento y China tiene que intervenir más decisivamente en la escena mundial. Si no, viviremos en un imperio sin fronteras, dominado por la política norteamericana. -Otro problema es la identidad. ¿Cómo se define hoy la izquierda como proyecto? Porque los partidos progresistas se desplazan al centro político y tratan de desprenderse de una mochila que parece pesarles. -Ahí es necesario hacer distinciones. Estoy en contra de todas esas teorías absurdas sostenidas por Anthony Giddens o Ulrich Beck que plantean la tercera vía y el centro radical, porque eso está llevando a la disolución de la lucha en el campo político. Ellos dicen que estamos entrando en una sociedad no adversarial. Lo que está ocurriendo con este tipo de discursos en que la distinción de izquierda y derecha tienden a desaparecer es que, en los márge-

nes del sistema político, aparecen formas de acción que reproducen el antagonismo social, pero de una manera aberrante. En Francia, mucha gente que era votante del Partido Comunista porque presentaba una alternativa al sistema, desde que el PC fue integrado al sistema, pasó a votar por Le Pen. El surgimiento de una derecha radical en Europa está relacionado con esta falta de un sistema de alternativas. Es esencial para un funcionamiento democrático de la sociedad que haya alternativas políticas y para eso se necesita la recreación de una oposición entre la izquierda y la derecha. -Esta tendencia es la consecuencia de la implantación del discurso único, que niega la esencia de la política. -El discurso único es el elemento más corrosivo de la política contemporánea. Si no hay división y no hay sistemas de alternativas, no hay posibilidad de juego político en absoluto. Es como si uno estuviera en un partido de fútbol con un solo cuadro en la cancha, que se hace goles a sí mismo. -Cuando plantea volver a la lucha hegemónica, ¿significa recuperar en cierto sentido la lucha de clases o implica una superación de este concepto? -Implica una superación del concepto de lucha de clases, que surgió de una perspectiva economicista: las clases eran lugares dentro del proceso de producción. Por otro lado, el marxismo planteaba que la sociedad capitalista avanzaba a una simplificación de la estructura de clases porque el campesinado se iba a destruir y el fin de la historia sería una lucha simple entre el proletariado y la burguesía. Eso no ha ocurrido y toda la historia del marxismo fue el reconocimiento de que esto no ocurría. Cuando se avanzaba de las revoluciones clásicas

Retórica y mística en Laclau Horacio González*

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uando se cierra una obra –él, que meditó sobre la imposibilidad del concepto de cierre– se cierra una vida. Lo decimos así y no al revés, porque Ernesto Laclau tenía plena conciencia de haber dado una obra y dedicó su vida a propagar el lenguaje que la constituía, en gran medida por él mismo inventado. Su hablar cotidiano se componía de desafíos, ironía y tango. Cuando abandonaba esas nostalgias, aparecía la expresión “debates y combates”. Tan latinoamericanista, tan fervoroso adherente a itinerarios políticos que defendió como un deber ser kantiano, su escritura razonante consistía en una consideración casi geométrica sobre el orden de las diferencias y las equivalencias, pero en su caso llevada a un tenso diálogo con una radicalización de la tesis del significante vacío de la lingüística del siglo XX. Esto lo puso frente a la facticidad de la “nada mística” y los dilemas de su representación. Creo que ésa es su mayor originalidad. En algún momento de su largo trayecto –desde el Partido Socialista de la Izquierda Nacional hasta Essex, y desde el debate europeo con Negri o Zizek hasta

sus restallantes declaraciones cada vez que pisaba Buenos Aires– pronunció la palabra que faltaba: misticismo. Reflexionó con este énfasis en sus últimos trabajos, donde se ocupó de la interesante figura de Meister Eckart, haciéndolo objeto de su antigua interrogación sobre la imposible plenitud de la vida política. La dificultad de todo presente lo lleva a Laclau a explorar la potencialidad de la ausencia, de la nada, del misticismo y del lenguaje como lo otro que se pone en acto de comprensión necesaria (pero desfalleciente) de lo que trae todo significante político: precisamente aquella imposibilidad de saturación de sentido. Tales dificultades son entonces las que crean lo político entendido como una realidad esencialmente frustrada en el intento de saberse a sí misma. Ningún enunciado puede cerrar su propia cualidad de abarrotarse, con la cual en principio es formulado. Llama Laclau política a eso, pero eso no puede ser tampoco enteramente llamado (es decir, le es inhibido ser objeto completo de un llamado por otro). Estas paradojas del ser argumental de la vida (porque hay un vitalismo profundo en el trasfondo de estas consideraciones) le sirven para esclarecer el funcionamiento de las ideologías, indispen-

burguesas de Europa Occidental a contextos distintos, los actores sociales eran más heterodoxos. Es decir que había puntos de antagonismo y de ruptura que había que poner juntos a través de la articulación política. Y eso es la lucha hegemónica, que es la lucha por la articulación política entre elementos que son heterogéneos. El marxismo había sido una teoría de la homogeneidad de lo social. Gramsci percibió muy bien que los agentes de la historia no son las clases sino lo que él llamaba “voluntades colectivas”, que eran esfuerzos de aglutinación de elementos heterogéneos. Con la globalización esta heterogeneidad de lo social ha aumentado más, lo que provoca que la articulación hegemónica sea más importante que nunca. -¿Qué papel cumplen en esta lucha los movimientos antiglobalización? -Aunque el panorama es muy diverso, estos movimientos son lo más importante que ha ocurrido desde la crisis del marxismo. En los foros de Porto Alegre se reconoció la proliferación de los puntos de ruptura. En el marxismo clásico, todo antagonismo tenía que darse al interior de las relaciones de producción, pero en un mundo globalizado las cosas no son así. El movimiento antiglobalización, en un sentido horizontal, significa un reconocimiento de la pluralización de los antagonismos sociales. Al interior de estos movimientos existe la idea de que esta diversidad tiene que estar unificada alrededor de ciertos símbolos o discursos que creen un campo popular más generalizado frente a los poderes dominantes. No sé cuál será el futuro de estos movimientos, pero plantean, sin duda, una alternativa al sistema actual.

sables pero a la vez ineficaces para designar el campo de posibilidad del ser político. Para lo cual se explayará sobre los nombres de Dios. El célebre “mito” de Sorel se le ofrece como modo intelectual del tratamiento con la diferencia y la igualdad de los enunciados de acción. El mito se torna, quizá como quería Sorel, en un revelador de lo que toda situación tenía como sedimento. No servía como plenitud del pensar, pero en su “falla” descubría una forma del ser. Los nombres de Dios siguen como comprensible ponderación retórica el itinerario de lo inefable, que llama a actos de sustitución o representación, metáforas o metonimias de por medio. Laclau es, desde luego, un consumado retórico y toda su filosofía es una retórica que proclama a la vez el fin de la retórica. Estos actos deben consumarse pero al hacerlo dejan el vacío necesario como para que se reanude el ciclo fatal del significante vacío. Siempre se reintroduce una diferencia, como en este caso, en que lo político en su capacidad de dar nombres es subsumido a un estilo místico, como el de Eckart, que labora con la nada y el vacío de Dios. El retórico verdadero es siempre un gran laico hablando de las religiones y del lenguaje; conoce el vacío, el chiste que ayuda a descubrir los nombres ausentes, y es el que se anima a dar un nombre sin ser augur. Una vieja revista argentina, de cuando Laclau era joven, llevaba como acápite una frase de Nietzsche. “Di tu palabra y rómpete”. Al conocer la muerte de Laclau, nos dieron ganas de volver a nuestra adolescencia. *Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.


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“La ideología conservadora ha triunfado porque la izquierda no tiene proyecto para Europa”

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l Presidente de la Confederación Europea de Sindicatos, Ignacio Fernández Toxo, ha hecho autocrítica durante la presentación del III Informe sobre el Estado de la Unión Europea, reconociendo que la gestión de la crisis, basada en la austeridad y las ideologías conservadoras, se ha debido a que “la izquierda, incluidos los sindicatos, no ha sido capaz de dar una respuesta adecuada al nuevo escenario que se ha producido en Europa”, ya que “no tiene un proyecto de sociedad” para el continente. “Europa se encuentra en un cruce de caminos”, ha explicado Toxo, ya que el modelo de democracia y crecimiento basado en el Estado Social que se ha desarrollado desde la Segunda Guerra Mundial, “está en cuestión”. “Las élites europeas han llegado a la conclusión de que en un mundo de economía global no es posible seguir manteniendo ese paradigma”, creen que el gasto social “pesa como un fardo sobre la economía europea lastrando su capacidad de competir, por ello se ha ido produciendo un debilitamiento del mismo”. Es la teoría del 10-25-50, según ha explicado José María Beneyto, diputado del Grupo popular en el Congreso e interviniente en la presentación del informe. “Europa tiene el 10% de la población mundial, concentra alrededor del 25% del PIB, pero realiza el 50% del global de gasto social”, ha aclarado Beneyto, explicado que es una situación que muchos consideran insostenible, incluida la propia Angela Merkel, canciller alemana.

“Queremos Europa, pero no esta Europa” El estudio, realizado por la Fundación Alternativas y la Fiedrich-Ebert-Stiftung, se centra en la visión que tienen los ciudadanos europeos sobre la Unión. Refleja que la buena opinión de estos respecto a la UE ha retrocedido notablemente. Sin embargo, sigue siendo mayoría “los ciudadanos que quieren más Europa”, pero que “no están nada de acuerdo con las políticas”, ha expuesto Nicolás Sartorius, vicepresidente de la Fundación Alternativas y encargado de presentar el informe. Para Sartorius, una prueba de que los ciudadanos siguen confiando en la democracia es que desde el comienzo de la crisis se han

producido 47 huelgas generales, más que nunca en la historia de Europa desde al Segunda Guerra Mundial. Para todos los ponentes, entre los que también se encontraban Soledad Gallego, periodista de El País, y Diego López Garrido, director del informe, el objetivo de la campaña europea debe ser transmitir a los ciudadanos la necesidad de seguir involucrándose con Europa y la trascendencia de las próximas elecciones para el futuro de la Unión. Según Sartorius, “no solo pueden poner fin a la austeridad”, sino que a pesar de que los grandes partidos se están esforzando porque este campaña sea de baja intensidad, “el 60-70% de todas las decisiones

Italia: La democracia átona Rossana Rossanda*

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a asignación de Silvio Berlusconi a los servicios sociales legitima políticamente al Cavaliere, que podrá tranquilamente hacer campaña electoral para las elecciones europeas. Reina soberana una atonía democrática. Y cubre también las mofas de la ministra Boschi contra los juristas “saboteadores de las reformas” Nos hemos enterado esta mañana, a pocos días de la fecha en la que la magistratura milanesa debería definir a los términos de la ejecución de una pena decidida hace cerca de siete meses para Silvio Berlusconi, que se han orientado a asignarlo a una actividad en los servicios sociales (cuya naturaleza sigue siendo obscura) que, de todos modos, no le impediría hacer política, incluyendo la campaña electoral para las elecciones europeas. Si es cierto, sería una verdadera y auténtica tomadura de pelo.

En realidad, el problema con el Cavaliere es su ingerencia de más de veinte años en la esfera pública; a nadie le interesa, todavía menos a quien esto escribe, desde siempre poco persuadida del papel educativo de la cárcel, poner límites a su libertad personal física, tanto más dada su edad, sino impedirle precisamente una función política por los delitos cometidos contra la fiscalidad del Estado y por la manipulación de un juez. Resulta además asombroso cómo la prensa libre no sólo parece no tener nada que decir sobre la legitimación del Berlusconi político sino que no ha comentado los términos con los que la señora Boschi ha insultado a Rodotà, Zagrebelski y, en general, a los juristas, como saboteadores de las magníficas reformas que querría realizar Renzi. Reformas más enunciadas que concretadas. En el tema del trabajo, un retrasado y permanente zig-zag de posiciones parece llegar, con el acuerdo del ministro Po-

políticas” se toman desde Bruselas. El informe propone aumentar el calado del concepto de la ciudadanía europea. No obstante, en opinión de Beneyto, “la Unión Europea se está equivocando de cabo a rabo” en esta misión, lo que “es imposible” es que “los ciudadanos se identifiquen con la construcción de un mercado”. “Lo que nos une es la cultura”, ha manifestado. Para lograr esta unión social, López Garrido ha opinado que es necesario que la UE cambie su forma de entender su construcción: “ya no podemos ir de arriba hacia abajo”. “Esta crisis no la vamos a superar sin los ciudadanos, deben ser la base para edificar una unión política fuerte”, ha concluido el diputado socialista.

letti, a una mayor precarización del contrato de trabajo; por lo que respecta a la ley electoral, la propuesta es en muchos aspectos inadecuada para la severa admonición del Tribunal Constitucional y de hecho está bloqueada por el momento; y la tercera y proclamada reforma consistiría en la pura y simple transformación del Senado en una asamblea ya no electiva, con nulos poderes de hecho, o por lo menos, menos que modestos. Y sobre este fondo de atonía democrática es donde se multiplica el vocerío del equipo de Matteo Renzi, rebautizado – siempre por la prensa libre – “Matteo”, definición que durante cerca de dos mil años, se ha referido exclusivamente al primero de los evangelistas. Parece una pésima comedia. *Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso. Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón


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Conversación en las catedrales Concebido en principio como un trabajo por encargo en lengua inglesa, su traducción al castellano bajo el título de Los nuestros lo hizo célebre: el libro de Luis Harss acompañó al boom incipiente, trazó un cuadro de situación de la literatura latinoamericana y tuvo la virtud de haber elegido bien a sus personajes, más allá de algunas omisiones. Hoy se reedita este libro conversacional y suelto, y vuelve a transmitir su entusiasmo fundacional por los escritores nuestros.

Susana Cella

A

lguna vez un solo libro, aun cuando muchos otros haya escrito, puede, por secretas leyes del azar, convertir a un hombre en algo cercano a un emblema. No otra cosa podría decirse del chileno Luis Harss y Los nuestros. Inicialmente sólo fue un encargo. El editor neoyorquino Roger Klein, de Harper & Row, les pidió una serie de entrevistas a escritores latinoamericanos. Harss (nacido en Valparaíso en 1936) había trabajado en la revista Primera Plana de Buenos Aires, lugar de estudios y formación que luego fuera suplantado por Nueva York y otras ciudades norteamericanas donde se desempeñó como profesor y traductor. Había publicado dos novelas en inglés, The Blind (“Los ciegos”, 1962) y The Little Men (“Los hombrecitos”, 1963). Y continuó con un fracaso: La otra Sara o la huida de Egipto, a lo que siguió un alejamiento del mundo literario y una silenciosa continuación de su obra narrativa en un pueblito de Pensilvania. Pero antes de tal destino, un episodio parisino, con algo de epifanía, fue el desencadenante de su “mejor novela”. Se topó en una vidriera con la muy reciente Rayuela. El deslumbramiento que le produjo el libro lo llevó hasta su autor, y de ahí en más, entre 1964 y 1966, junto a Barbara Dohmann, hubo un recorrido, tanto geográfico como por textos éditos, inéditos, agotados y prestados, que derivó en el cumplimiento del pedido. Lo escribió en inglés y se llamó Into the Mainstream. Conversations with Latin American Writers. Esa publicación no logró el enorme éxito que tuvo la versión castellana, traducida por el propio autor, Los nuestros, al punto de haberse convertido en una especie de clásico y certificación del boom latinoamericano. El libro fue componiéndose sobre la base de entrevistas y según una selección que tuvo en cuenta la importancia ya afincada de algunos autores (Carpentier, Asturias) o las sugerencias de escritores que en ese momento despuntaban en el ámbito literario, además de Cortázar, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, y aquel cuya novela más famosa, Cien años de soledad, Harss pudo leer en parte cuando todavía estaba inédita. Sin embargo, apenas iniciada la lectura de la introducción, y más todavía cuando van sucediéndose los diez capítulos que corresponden cada uno a un autor, además de los cuatro nombrados: Alejo Carpentier, Miguel Angel Asturias, Jorge Luis Borges, João Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti y Juan Rulfo, se advierte de inmediato que no se trata simplemente de una compilación de reportajes. En el “Prólogo arbitrario, con advertencias”, Harss revisita la novela latinoamericana remontándose a sus primeras manifestaciones y ofrece minuciosos comentarios de los antecesores, entre ellos Machado de Assis, Rómulo Gallegos, Leopoldo Marechal, Horacio Quiroga, Jorge Icaza. En esa retrospectiva se refiere a la novela regionalista, a la urbana, al criollismo, al esteticismo o al naturalismo. Tal repaso tiende a abonar la hipótesis de que el género narrativo se fue consolidando en las letras latinoamericanas hasta arribar a un momento en que –los autores elegidos

serían la prueba– se alcanza, sobre todo por el manejo de procedimientos y lenguaje, un punto de viraje superador visto como autoafirmación de las letras del subcontinente. Cuando el propio Harss comenta en la “Nota final” a la reciente reedición de Los nuestros: “Me parecen capítulos de una de esas novelas con personajes”, acierta en cuanto

a las vertientes discursivas que utilizó; así cada autor aparece como una figura delineada según rasgos particulares (Cortázar, “atento y sincero, aunque un poco impersonal”; Rulfo, “enjuto como su tierra, ojeroso, descarnado”) y más o menos abundantes citas de los reporteados. El entrevistador deviene un narrador que construye la imagen de cada escritor al aportar datos sobre su vida y contexto histórico, y más la fija en títulos que invariablemente equiparan un nombre a una nota definitoria: “Cortázar o la cachetada metafísica”, “Juan Rulfo o la pena sin nombre”. Los escritores van surgiendo como protagonistas de una especie de novela que los coloca en sus ámbitos (pasados y presentes), remite a sus proyectos literarios, a su participación en la vida social y política, y a los cambios y derivas en sus derroteros. En conexión muy directa se vinculan datos biográficos con personajes y argumentos de las narraciones, junto con comentarios sobre estilos,

con calificativos que responden a preferencias subjetivas altamente discutibles, por ejemplo en apreciaciones despectivas respecto de las “largas y contorsionadas oraciones faulknerianas” de Onetti. Los nuestros está construido sobre la base de una mixtura que acude a la biografía, el comentario y las valoraciones críticas, a una concepción evolucionista de la literatura, a directas manifestaciones de los escritores y opiniones del entrevistador, fijadas en la trama de cada capítulo. Menos reparo hubo respecto de estas cuestiones, que acerca de los diez elegidos. Aparte de que la pregunta por los excluidos pareciera ser una suerte de leitmotiv en las antologías, historias literarias, etc., el deseo de Harss de que “diez hagan quórum” supone una idea de representatividad, organizada según generaciones –nacidos entre 1900 y 1930–, pero a la vez, y afortunadamente, desmentida: “De más está decir que las generaciones mentales no siempre corresponden a las del calendario y a veces las contradicen”. Con todo, esos diez pudieron configurar un canon, aun cuando Harss reclamara su derecho a elegir según su gusto, y más cuando lamentara o justificara posteriormente ciertas ausencias. Pero, “más allá del boom”, como diría el crítico uruguayo Angel Rama, Harss queda para siempre fijado como autor de un mosaico certero, porque su selección no se desvaneció en el tiempo ni quedó en mera coyuntura u ocasionales promociones. Todos los personajes de su “novela” del boom han resistido la prueba del tiempo, que es lo que en verdad permite hablar de canon. Pasado, como dice, “casi medio siglo”, poco fue lo que cambió para la reedición concretada entre 2012 y 2014. Preservó lo publicado de un libro cuya virtud fue arribar al lugar exacto en el momento exacto. En 1966, ya habían aparecido La muerte de Artemio Cruz, La ciudad y los perros, El siglo de las luces, Rayuela, y se había acuñado el término “boom”, que con su inherente onda expansiva iluminaba antecesores y a la vez presagiaba mayores conquistas. Los nuestros fue testimonio de ese momento signado por lo excepcional, como un siglo de oro no repetido; según Harss, actualmente “no hay lo que podría llamarse una novela latinoamericana. Hay una literatura en lengua española, con buenos y malos escritores”. Los nuestros. Luis Harss Alfaguara 411 páginas ¿Cómo leer hoy Los nuestros? Evidentemente, en perspectiva no sólo respecto de lo que siguió, sino también, y más importante, de lo que ofrece ese texto para la revisión de los parámetros respecto de los que se construyó (biografismo, apreciaciones personales, crítica impresionista, sentencias taxativas, progresismo literario y así siguiendo). Y algo más, y no menor, un modo de abordar autores y obras cifrado en la mezcla de géneros que puso en juego en su historia personalísima del boom.


El misterio de la identidad de

Shakespeare

Guillermo Ximenis

L

os limitados datos históricos sobre los que se sustenta la biografía de William Shakespeare han alimentado durante siglos especulaciones sobre su identidad, que siguen abiertas en contra del criterio de la mayoría de académicos. Partidarios de la conspiración alegan que el decimoséptimo conde de Oxford, Edward de Vere (15501604), un hombre ilustrado y viajado, pudo haber escrito los dramas shakesperianos con más facilidad que el propio Shakespeare (1564-1616), de origen más humilde y una educación formal menos brillante que el aristócrata. Otros han defendido que fue el filósofo y político británico Francis Bacon (1561-1626) quien escribió las obras de Shakespeare bajo un pseudónimo que ocultaría una clave masónica, mientras el tercer candidato a ser el verdadero autor de “Hamlet” es el dramaturgo inglés Christopher Marlowe (1564-1593). Marlowe murió oficialmente en una pelea poco después de ser acusado de ateísmo, años antes de que fueran escritas gran parte de las obras de Shakespeare, si bien los defensores de esta tercera teoría creen que pudo fingir su muerte para librarse de los cargos y continuó escribiendo con un nombre falso. Algunas de esas dudas sobre la verdadera identidad del que se considera el mejor dramaturgo de todos los tiempos continúan vivas cuando se celebra el 450 aniversario de su nacimiento, en parte porque los datos históricos que se conocen sobre él con certeza son escasos, empezando por la fecha de ese nacimien-

to. Tan solo se conserva un documento de bautismo de la iglesia de Stratford-upon-Avon (centro de Inglaterra) que atestigua que el 26 de abril de 1564 se registró un Guilielmus Johannes Shakespeare. El 23 de abril, la fecha en la que se suele fijar su nacimiento y que coincide además con la de su muerte a los 52 años en 1616, es una convención que se ha adoptado, suponiendo que sus padres le bautizaron tres días después de nacer. Con todo, los académicos aseguran que se conservan más documentos acerca de Shakespeare que sobre la mayoría de escritores de su época. “No existe duda de que William Shakesepare, nacido en Stratford-upon-Avon, escribió las obras que se le atribuyen. Cualquiera que piense lo contrario necesitaría desacreditar una gran cantidad de evidencias para demostrarlo”, afirmó a Efe Paul Edmondson, investigador de la Shakespeare Birthplace Trust y coeditor de sus obras para la editorial británica Penguin Books. En 2011, la película “Anonymous”, una biografía ficticia del conde de Oxford firmada por Roland Emmerich, director de filmes de acción como “Stargate” (1994) y “The Day After Tomorrow” (2004), volvió a alimentar las especulaciones sobre la autoría de las obras de Shakespeare. Además, un documento titulado “Declaración de duda razonable sobre la identidad de William Shakespeare” se propaga por internet desde 2007 poniendo en duda que el hombre que nació en Stratford-upon-Avon escribiera “Otelo” y el resto de obras atribuidas a Shakespeare. Para tratar de aplacar esas teorías, Edmondson y Stan-

CORREO del SUR Director General: León García Soler

ley Wells, profesor emérito en la Universidad de Birmingham, reunieron en 2013 en el libro “Shakespeare más allá de toda duda” pruebas históricas sobre la identidad del dramaturgo. El libro detalla las menciones conocidas al autor desde el siglo XVII y trata de demostrar que Shakespeare trabajó en el mundo teatral de Londres y que no había dudas sobre su identidad y autoría entre sus contemporáneos. Los expertos tampoco albergan dudas de que el dramaturgo británicocolaboró con otros escritores para redactar algunas de sus obras, lo que para la mayoría de académicos supone una prueba más de que no existe misterio alrededor de su identidad. En 2012, las investigadoras de la Universidad de Oxford Laurie Maguire y Emma Smith publicaron un trabajo en el que concluyen, a partir de un análisis del vocabulario, el ritmo y el estilo del texto, que la obra “Bien está lo que bien acaba (1602)” fue escrita por Shakespeare con la colaboración del escritor Thomas Middleton. Con todo, hay investigadores que ponen en duda la versión ortodoxa, entre ellos el profesor William Leahy, de la Universidad de Brunel (Londres), que sostiene que sus famosos trabajos son obra de cinco o seis personas, una de ellas Shakespeare. Quienes defienden que el dramaturgo británico no escribió los textos que se le atribuyen cuentan también con el libro de la escritora estadounidense Diana Price “La biografía no ortodoxa de Shakespeare (2001)”, que trata de desmontar las pruebas históricas que han recopilado los académicos.

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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