Correo Del Sur No 367

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Número 367 Diciembre 29, 2013

Noam Chomsky: “El término neoliberal es un poco engañoso” Obama y la Carta de Derechos del pueblo estadounidense 1493, después de Colón ¿Qué es democracia? Luis Cernuda a medio siglo de su muerte


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Noam Chomsky: “El término neoliberal es un poco engañoso” CJ Polychroniou y Anastasia Giamali

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: La ideología neoliberal sostiene que el gobierno es un problema, no existe la sociedad y los individuos son responsables de su propio destino. Sin embargo las grandes empresas y los ricos dependen, como siempre, de la intervención del Estado para mantener su control sobre la economía y para disfrutar de una parte más grande del pastel económico. ¿Es el neoliberalismo un mito, una construcción ideológica? R: Noam Chomsky : El término neoliberal es un poco engañoso. Las doctrinas no son ni nuevas ni liberales. Como usted dice, las grandes empresas y los ricos se basan en gran medida en lo que el economista Dean Baker llama “el estado-niñera conservador”. Eso es especialmente cierto en las instituciones financieras. Un estudio reciente del FMI atribuye los beneficios de los grandes bancos casi en su totalidad a la política de seguro implícito del gobierno (“demasiado grandes para quebrar”), no sólo los rescates ampliamente publicitados, también el acceso a crédito barato, las calificaciones favorables debido a la garantía del Estado y mucho más. Lo mismo es cierto de la economía productiva. La revolución TIC, su fuerza motriz ahora, se basó en gran medida en I+D estatal. Ese patrón se remonta a comienzos de la industrialización inglesa. Sin embargo, ni el “neoliberalismo”, ni sus versiones anteriores como “liberalismo”, han sido mitos, ciertamente no para sus víctimas. El historiador económico Paul Bairoch es uno de los muchos que han demostrado que “el liberalismo económico obligatorio del Tercer Mundo en el siglo XIX es un elemento importante para explicar el retraso en su industrialización”, de hecho para explicar su “desindustrialización”, una historia que continúa hasta el presente bajo diferentes formas. En resumen, las doctrinas son, en un grado sustancial, un “mito” para los ricos y poderosos, que diseñan muchas maneras de protegerse de las fuerzas del mercado, pero no para los pobres y débiles, que son objeto de sus estragos. -¿Qué explica la supremacía del imperio centrado en el mercado y las finanzas depredadoras en una era que ha experimentado la crisis más destructiva del capitalismo desde la Gran Depresión? -La explicación básica es la de siempre: Todo está funcionando bastante bien para los ricos y poderosos. En los EE.UU., por ejemplo, hay decenas de millones de desempleados, millones más han abandonado desesperados la población activa, y los ingresos, así como las condiciones de vida se han estancado o han disminuido en gran medida. Pero los grandes bancos, que eran responsables de la última crisis, son más grandes y más ricos que nunca, los beneficios empresariales están rompiendo los registros, la riqueza más allá de los sueños de la avaricia se acumula en poder de los que cuentan, el trabajo se ve seriamente debilitado por la represión sindical y la “creciente inseguridad del trabajador”, para usar el término que Alan Greenspan utilizó para explicar el gran éxito que logró la economía, cuando aún era “San Alan”, tal vez el más grande economista desde Adam Smith, antes del colapso de la estructura que había administrado, junto con sus fundamentos intelectuales. Así que ¿de qué hay que quejarse? El crecimiento del capital financiero está relacionado con la disminución de la tasa de ganancia en la industria y las nuevas oportunidades para la distribución de la producción de forma más amplia a lugares donde el trabajo es explotado con mayor facilidad y las restricciones sobre el capital son más débiles -mientras que los beneficios se distribuyen a los lugares con más bajos impuestos (“globalización”). El proceso ha sido alentado por los avances tecnológicos que facilitan el crecimiento de un “sector

financiero fuera de control”, que “se está comiendo la economía de mercado moderna [es decir, la economía productiva] desde el interior, igual que la larva de la avispa de la araña se come el huésped en el que se ha establecido”,

para usar la frase evocadora de Martin Wolf, del Financial Times, probablemente el corresponsal financiero más respetado en el mundo de habla inglesa. Aparte de eso, como se ha señalado, la “regla centrada en el mercado” impone una dura disciplina a la mayoría, pero los pocos que cuentan se protegen de ella de manera eficaz. -¿Qué opina de la discusión sobre el dominio de una élite transnacional y el fin del Estado-nación, sobre todo porque sus defensores afirman que este Nuevo Orden Mundial ya está sobre nosotros? -Hay algo cierto en ella, pero no hay que exagerar. Las multinacionales siguen confiando en el Estado de origen para la protección, económica y militar, y de forma sustancial también para la innovación. Las instituciones internacionales siguen estando en gran medida bajo el control de los estados más poderosos, y en general el orden mundial centrado en el Estado permanece razonablemente estable. -Europa se está moviendo cada vez más hacia el final del “contrato social”. ¿Es esto sorprendente para usted? -En una entrevista al The Wall Street Journal, Mario Draghi, dijo que “el contrato social tradicional del Continente” -tal vez su mayor contribución a la civilización contemporánea- “está obsoleto” y debe ser desmantelado. Y él es uno de los burócratas internacionales que está haciendo más para proteger los restos. A los negocios siempre les ha desagradado el contrato social. Recordemos la euforia en la prensa de negocios, cuando la caída del “comunismo” ofreció una nueva fuerza de trabajo -educado, entrenado, saludable y hasta rubia y de ojos azules- que podría ser utilizado para socavar el “estilo de vida lujoso” de los trabajadores occidentales. No es el resultado de fuerzas inexorables, económicas o de otro tipo, sino un diseño de políticas basadas en los intereses de los diseñadores, que es más probable que sean los banqueros y directores generales que los conserjes que limpian sus oficinas. -Uno de los mayores problemas en muchas partes del mundo capitalista avanzado hoy en día es la carga de la deuda, pública y privada. En los países periféricos de la zona euro en particular, la deuda está teniendo efectos sociales catastróficos de tipo “el pueblo siempre paga”, como usted ha argumentado enfáticamente en el pasado. Para el beneficio de los activistas de hoy en día, ¿podría explicar en qué sentido la deuda es “una construcción social e ideológica?”. -Hay muchas razones. Una fue capturada también por una frase de la directora ejecutiva del FMI, Karen Lissakers, quien describió la institución como “guardián de la comunidad del crédito”. En una economía capitalista, si me prestas dinero y no te puedo pagar, es tu problema: no se puede exigir que los vecinos paguen la deuda. Pero ya que los ricos y poderosos se protegen a sí mismos de la disciplina de mercado, los asuntos funcionan de forma diferente cuando un gran banco presta dinero a prestatarios de riesgo, a un alto interés y beneficio, y en algún momento, no pueden pagar. Entonces, el “guardián de la comunidad del crédito” cabalga al rescate, lo que garantiza que se pague la deuda, con la responsabilidad transferida al público en general vía programas de ajuste estructural, austeridad y similares. Cuando a los ricos no les gusta pagar esas deudas, pueden declararlas “odiosas” y, por lo tanto, no válidas y atribuirlas a los débiles por medios desleales. Una enorme cantidad de deuda es “odiosa” en este sentido, pero pocos pueden apelar a las instituciones poderosas para rescatarlos de los rigores del capitalismo. Hay un montón de dispositivos adicionales. JP Morgan Chase acaba de ser multado con 13 mil millones de dólares (la mitad de ellos, deducibles de impuestos) por lo que debe considerarse como una conducta criminal en fraudes hipotecarios, de los cuales las víctimas habituales sufren bajo desesperadas cargas de deuda. El inspector general del programa de rescate del gobierno EE.UU., Neil Barofsky, sostuvo que se había llegado oficialmente a un pacto legislativo: los bancos que eran los culpables debían ser rescatados, y sus víctimas, las personas que pierden sus hogares, iban a recibir algo de protección y un apoyo limitado. Como él mismo explica, sólo la primera parte de la negociación se cumplió, y el plan se convirtió en un “regalo para los ejecutivos de Wall Street”, para sorpresa de nadie que entienda el “capitalismo realmente existente”. La lista es interminable. *Versión reducida de la entrevista aparecida el domingo 8 de diciembre en el diario Avgi, alineado con Syriza en Grecia. La entrevista fue realizada por CJ Polychroniou y Anastasia Giamali.


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Obama y la Carta de Derechos del pueblo estadounidense Amy Goodman

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l Presidente Barack Obama proclamó el 15 de diciembre el “Día de la Carta de Derechos”, y destacó que las diez primeras enmiendas a la Constitución de Estados Unidos son “la base de la libertad estadounidense, ya que garantizan nuestros derechos fundamentales, desde la libertad de expresión, de reunión y de practicar nuestra fe de la manera que elijamos, hasta las protecciones que garantizan la justicia en virtud de la ley”, afirmó. Al día siguiente, el Juez de Distrito de Estados Unidos Richard J. Leon calificó las políticas de vigilancia de Obama de “casi orwellianas” en un fallo que determinó que la recopilación masiva de metadatos de llamadas telefónicas de estadounidenses por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) probablemente sea inconstitucional. Como si eso no fuera suficiente, el propio grupo de trabajo nombrado por el Presidente para estudiar el tema, el Grupo de Revisión sobre Inteligencia y Tecnologías de Comunicaciones, entregó su informe, que fue publicado por la Casa Blanca esta semana y contiene 46 recomendaciones de cambios. Uno de los asesores del panel, Sascha Meinrath, del Open Technology Institute, se mostró escéptico. Meinrath me dijo: “He expresado públicamente mi preocupación con respecto a la independencia de este grupo. Soy uno de los 47 expertos en tecnología que envió una carta al Presidente para decirle ‘un panel de revisión tecnológica debe estar integrado por personas con pericia tecnológica’. Lamentablemente, mi comentario no fue tenido en cuenta. También me preocupaba mucho que este panel de cinco miembros esté enteramente compuesto por personas que forman parte de la comunidad de inteligencia y funcionarios del gobierno. No creo que

sea posible realizar una revisión realmente independiente de la vigilancia cuando hay tanta gente vinculada directamente a las instituciones que la llevan adelante. Y creo que esto es aún peor debido a que el panel de revisión funciona bajo la órbita de James Clapper, bajo la órbita de la misma institución que debería estar siendo supervisada en forma independiente”. El ex subdirector de la CIA, Michael Morrell, preside el panel, que depende de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, dirigida por James Clapper. Es de público conocimiento que Clapper mintió en una audiencia del Senado sobre este tema. Cuando el senador demócrata de Oregon, Ron Wyden, le preguntó si la NSA recopiló los registros telefónicos de millones o de cientos de millones de estadounidenses, Clapper respondió: “No espiamos a nadie, salvo para fines legítimos de inteligencia extranjera y siempre trabajamos dentro del marco legal. Ahora, es verdad que en ocasiones hemos cometido errores, algunos graves, pero ellos se deben generalmente a errores humanos o problemas técnicos. Y cuando detectamos errores, los hemos informado y corregido”. Tras las filtraciones de Snowden, Clapper reconoció a NBC News que su respuesta fue la forma “menos mentirosa” de decir “no”. El fallo del juez Leon está relacionado con tan solo uno de varios casos presentados después de las filtraciones realizadas por el ex contratista de la NSA Edward Snowden en el mes de junio, acerca del amplio sistema de vigilancia mundial que recopila los datos personales de millones de personas. Otra demanda iniciada en Nueva York por la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) contra Clapper, pretende terminar en forma definitiva con la vigilancia masiva y que se eliminen todos los datos recopilados hasta el momento.

Anthony Romero, director ejecutivo de la ACLU, dijo que Edward Snowden es un “patriota”, y destacó: “Al haber denunciado la actividad ilegal del Gobierno, que fue aprobada y mantenida en secreto durante años por los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, Snowden asumió un enorme riesgo personal en favor del bien público. Él solo reabrió el debate mundial acerca del alcance y la naturaleza de la vigilancia del Gobierno en relación con nuestros derechos fundamentales como individuos”. El secretario de prensa de Obama, Jay Carney, reiteró esta semana la postura inflexible de la Casa Blanca con respecto a la acusación contra Snowden: “No ha habido un cambio de postura. Ha sido acusado de filtrar información clasificada. Afronta cargos de haber cometido delitos aquí. Debería ser enviado de regreso a Estados Unidos, donde será sometido al debido proceso, con las protecciones correspondientes en virtud de nuestro sistema de justicia, de las que esperamos que haga uso. Y obviamente estamos presionando a Rusia y a otros países con respecto a este tema”. Tras medio año de vivir en Rusia, donde se le otorgó asilo temporal por un año, Edward Snowden escribió una carta pública esta semana a la población de Brasil, con la esperanza de obtener asilo permanente allí. En la carta, Snowden escribió: “Hace seis meses salí de las sombras de la Agencia de Seguridad Nacional del Gobierno de Estados Unidos para pararme delante de la cámara de un periodista…con los ojos abiertos, sabiendo que la decisión me costaría mi familia, mi hogar y pondría mi vida en peligro. Me motivó la creencia de que los ciudadanos del mundo merecen entender el sistema en el que viven”. Y añade: “Mi mayor temor era que nadie escuchara mi advertencia. Nunca estuve tan contento de haberme equivocado tanto”, afirmó.

El mundo sigue escuchando a Edward Snowden. Como también dice en la carta abierta: “La cultura de la vigilancia mundial indiscriminada, expuesta a debates públicos y a investigaciones reales en cada continente, se está desmoronando”. Una encuesta reciente sugiere que al menos un 55% de las personas consultadas considera que Snowden es una persona que reveló informaciones importantes. A pesar de las encuestas, la presentadora de noticias de CNN Brooke Baldwin preguntó acerca de la posibilidad de otorgarle amnistía a Snowden: “La última pregunta: si Edward Snowden regresara aquí, y mucha gente está en desacuerdo con eso, pero si regresara aquí y se le otorgara amnistía, ¿qué vendría a hacer aquí? Porque realmente mucha gente lo odia”. Adoptada el 15 de diciembre de 1791, la Carta de Derechos incluye las primeras diez enmiendas a la Constitución. Al elogiarla y referirse a “nuestros derechos fundamentales”, el Presidente Obama no mencionó la Cuarta Enmienda, que dice: “El derecho de los habitantes de que ellos, sus domicilios, documentos o efectos no se sometan a inspecciones e incautaciones arbitrarias será inviolable, y no se expedirán al efecto órdenes judiciales a menos que se basen en una causa probable o juramento y, en particular, que describan el lugar que deba ser inspeccionado y las personas o cosas objeto de detención o incautación”. Quizá el Presidente Obama, que fue profesor de derecho constitucional, debería volver a leer esa enmienda. Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna. Democracy Now! © 2013 Amy Goodman. 20 de diciembre de 2013 Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y en español, spanish@democracynow.org


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1493, después de

Los barcos que comenzaron a cruzar el Atlántico después de Colón trasladaron no sólo hombres y metales preciosos, sino también organismos menos conocidos como insectos, hierbas, bacterias y virus, generando lo que para muchos fue el acontecimiento ecológico más importante de la historia. En adelanto especial para Futuro, aquí un fragmento del primer capítulo de 1493, Una nueva historia del mundo después de Colón, donde el historiador y periodista científico Charles C. Mann investiga el intercambio colombino. 1493. Charles C. Mann Las costuras de la Pangea unque apenas había parado de llover, el aire estaba caluroso y pesado. No había nadie más a la vista; el único sonido aparte de los insectos y las gaviotas era el bajo y entrecortado que producían al romper las olas del Caribe. A mi alrededor sobre el suelo rojo escasamente cubierto había un desorden de rectángulos marcados por líneas de piedras: las siluetas de construcciones hoy desaparecidas, reveladas por los arqueólogos. Entre ellas corren senderos de cemento de los que se alza un ligero vapor, producto de la última lluvia. Uno de los edificios tenía paredes más respetables que los demás: los investigadores lo habían cubierto con un techo nuevo, la única estructura que decidieron proteger de la lluvia. Erguido como un centinela junto a su entrada hay un letrero escrito a mano: “Casa del Almirante”. Marca la primera residencia americana de Cristóbal Colón, Almirante de la Mar Océano, el hombre a quien generaciones de escolares aprendieron a llamar el descubridor del Nuevo Mundo. La Isabela, que es como se llama esta comunidad, se en-

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cuentra sobre el lado norte de la gran isla del Caribe llamada La Española, en lo que hoy es la República Dominicana. Fue el primer intento de los europeos por establecer una base permanente en América. (Para ser exactos, La Isabela marcó el inicio de la colonización europea en serio; los vikingos habían establecido una aldea en Terranova cinco siglos antes, pero duró poco.) El almirante ubicó su nuevo feudo en la confluencia de dos pequeños ríos de rápida corriente: un centro fortificado en la orilla norte, una comunidad satélite de agricultores en la sur. Para su residencia, Colón eligió el mejor lugar del pueblo: un promontorio rocoso en la zona norte, al borde del agua. Su casa estaba perfectamente ubicada para recibir la luz de la tarde. Hoy, La Isabela es un lugar casi olvidado, y a veces parece que el mismo destino amenaza a su fundador. Colón no está ausente de los libros de Historia, por supuesto, pero en ellos parece cada vez menos admirable e importante. Los críticos actuales dicen que era un hombre cruel y que estaba equivocado, y fue por pura suerte que tropezó con las islas del Caribe. Fue un agente del imperialismo y una calamidad en


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Colón

todas las formas posibles para los primeros habitantes de América. Sin embargo, otro punto de vista, distinto pero igualmente contemporáneo, afirma que debemos seguir teniendo en cuenta al almirante. De todos los miembros de la humanidad que han andado sobre la Tierra, él fue el único que inauguró una nueva era en la historia de la vida. Los reyes de España, Fernando II e Isabel I, apoyaron el primer viaje de Colón a regañadientes. En aquellos tiempos, un viaje transoceánico era tremendamente costoso y riesgoso, posiblemente equivalente a los vuelos en el transbordador espacial de hoy. Tras mucho suplicar, Colón sólo logró que los monarcas apoyaran su plan cuando amenazó con llevar el proyecto a Francia. Un amigo suyo escribió más tarde que ya iba camino a la frontera cuando la reina envió a un mensajero a toda velocidad para hacerlo regresar. Probablemente el cuento es una exageración, pero está claro que las reservas de los soberanos obligaron al almirante a reducir su expedición –si no sus ambiciones– al mínimo: tres barcos pequeños (el más grande medía posiblemente menos de veinte metros de largo) y una tripulación de alrededor de noventa hombres en total. El propio Colón tuvo que aportar un cuarto del presupuesto, según un colaborador, que probablemente pidió prestado a mercaderes italianos. Todo cambió con su regreso triunfal en marzo de 1493: traía adornos de oro, papagayos de colores brillantes y no menos de diez indios cautivos. El rey y la reina, entusiasmados, apenas seis meses después despacharon a Colón en una segunda expedición mucho mayor: diecisiete barcos y una tripulación que en total alcanzaba posiblemente a 1500 hombres, incluyendo a una docena o más de religiosos encargados de llevar la fe a esas tierras nuevas. Como el almirante creía haber encontrado una ruta hacia Asia, estaba seguro de que China y Japón –con todas sus opulentas riquezas– estaban apenas un corto viaje más allá. El objetivo de esa segunda expedición era crear un

bastión permanente para España en el corazón de Asia, un cuartel general para la exploración ulterior y el comercio. (...) Generalmente los periódicos describen la globalización en términos puramente económicos, pero es también un fenómeno biológico; en realidad, en una perspectiva a largo plazo sería posible considerarla como un fenómeno primariamente biológico. Hace doscientos cincuenta millones de años el mundo sólo tenía una masa de tierra, que los científicos llaman Pangea. Fuerzas geológicas fracturaron ese enorme espacio, separando a Eurasia de las Américas. Con el tiempo, las dos mitades divididas de la Pangea desarrollaron conjuntos extraordinariamente diferentes de plantas y animales. Antes de Colón, algunos seres terrestres más aventureros habían cruzado los océanos para establecerse del otro lado. En su mayoría eran insectos y aves, como cabía suponer, pero la lista incluye también, para nuestra sorpresa, algunas especies hortícolas –las calabazas en forma de botella, los cocos, los boniatos– que hoy causan perplejidad a los académicos. Por lo demás, el mundo estaba limpiamente dividido en campos ecológicos separados. El logro más importante de Colón fue, según la frase del historiador Alfred W. Crosby, volver a coser las costuras desgarradas de la Pangea. Después de 1492, los ecosistemas del mundo chocaron y se mezclaron a medida que los barcos europeos transportaban miles de especies hacia nuevos hogares al otro lado de algún océano. El intercambio colombino, como lo llamó Crosby, es la razón de que haya tomates en Italia, naranjas en los Estados Unidos, chocolate en Suiza y chiles en Tailandia. Se podría afirmar que, para los ecologistas, el intercambio colombino es el acontecimiento más importante desde la muerte de los dinosaurios. Como se podía imaginar, ese enorme trastorno biológico tuvo repercusiones para la especie humana. Crosby sostenía que el intercambio colombino es responsable de buena parte de la historia que aprendemos en la escuela: fue como una ola invisible que barrió a reyes y a reinas, a campesinos y a religiosos, sin que nadie lo supiera. Esa afirmación es polémica; de hecho el original de Crosby, rechazado por todos los grandes editores académicos, fue publicado finalmente por una editorial tan minúscula que él mismo me dijo, bromeando, que para distribuirlo “lo arrojaron a la calle, con la esperanza de que los lectores lo encontraran”. Sin embargo, en las décadas transcurridas desde que él acuñó el término, un número cada vez mayor de investigadores ha llegado a creer que el paroxismo ecológico desencadenado por Colón –así como la convulsión económica que inició– fue uno de los hechos fundadores del mundo moderno. (...) Pese a lo breve de su existencia, La Isabela marcó el inicio de un cambio enorme: la creación del paisaje moderno del Caribe. Colón y su tripulación no llegaron solos: iban acompañados por todo un zoológico de insectos, plantas, mamíferos y microorganismos. Empezando por La Isabela, las expediciones europeas trajeron ganado vacuno, ovejas y caballos, además de cultivos como la caña de azúcar (originario de Nueva Guinea), trigo (del Medio Oriente), bananas (de Africa) y café (también de Africa). Igualmente importante, al viaje se agregaron una serie de bichitos de los que los colonizadores no tenían conocimiento: lombrices, mosquitos y cucarachas; abejas, dientes de león y pastos africanos; ratas de todas clases, y todo ello salió de las naves de Colón y de las de quienes lo siguieron, lanzándose como turistas ansiosos sobre tierras que nunca habían visto nada parecido. Los vacunos y los ovinos molieron la vegetación americana entre sus dientes chatos, impidiendo el rebrote de plantas y árboles autóctonos. Bajo sus pezuñas brotarían pastos africanos, posiblemente traídos en los jergones de los esclavos, que crecieron densos sobre el suelo y con sus anchas hojas ahogaron la vegetación nativa. (Esos pastos extranjeros soportaban el pastoreo mejor que las plantas que cubrían el suelo originalmente, porque los pastos crecen desde la base de la hoja, a diferencia de la mayoría de las demás especies, que crecen desde la punta. El pastoreo consume las zonas de crecimiento de las últimas, pero no tiene mayores efectos sobre las primeras.) Con los años, las selvas de palmeras caribeñas, caobas y ceibas se convirtieron en selvas de acacia australiana, juncos de Etiopía y campeches de Centroamérica. Deslizándose por debajo, mangostas de la India se esforzaban por llevar a las serpientes dominicanas a la extinción. Y el cambio continúa hasta hoy. Recientemente, montes de naranjos llevados a La Española desde España han empezado a padecer las depredaciones de las mariposas cola de golondrina del limón, plaga originaria del Asia sudoriental que probablemente llegó allí en 2004. En la actua-

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lidad, La Española conserva sólo pequeños fragmentos de su selva original. (...) Antes de Colón no existía en América ninguna de las enfermedades epidémicas comunes en Europa y en Asia. Los virus que causan la viruela, la gripe, la hepatitis, el sarampión, la encefalitis y las neumonías virales; las bacterias causantes de la tuberculosis, la difteria, el tifus, el cólera, la escarlatina y la meningitis bacteriana, por un capricho de la evolución histórica, todos eran desconocidos en el Hemisferio Occidental. Transportados al otro lado del océano desde Europa, esas enfermedades cayeron sobre la población indígena con rapacidad asombrosa. La primera epidemia registrada, debida quizás a la gripe porcina, ocurrió en 1493. La viruela hizo una entrada terrible en 1518: se extendió a México, barrió Centroamérica y siguió hacia el Perú, Bolivia y Chile. Y tras ellos vinieron los demás, en una cabalgata patógena.


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Juan Carlos Monedero** Todo el mundo habla de política. Entonces ¿ya no hay que hacer más? emocracia (demos, pueblo, y cratos, poder) es, etimológicamente, el gobierno del pueblo. Esto fue una novedad surgida en una pequeña zona entre el sur de Europa y el Asia oriental hace 2500 años. Cuenta Platón en su Protágoras que el apresuramiento de Epimeteo a la hora de repartir originariamente las cualidades entre los animales dejó a los seres humanos sin las habilidades que tenían otros seres vivos (rapidez, fuerza, vuelo, vista). Para compensar ese problema, los dioses concedieron a todos los humanos, sin distinción, el don de la política. No era poca cosa, pues junto a la economía y el trabajo que la procura, al lado de los asuntos normativos y las leyes de cualquier tipo que nos damos, acompañando a la cultura y a las identidades en donde nos reconocemos, la política es parte esencial de los asuntos relevantes de la vida social. Esta metáfora deja claro que cualquiera puede hablar de política, si bien, y tampoco es asunto de pequeña relevancia, deja sin responder a otra pregunta. Al ser también la economía, el sistema normativo y la cultura asuntos que conforman lo social ¿no debiéramos con la misma soltura opinar de esos ámbitos? Entonces, ¿por qué no lo hacemos sin preparación y sí lo hacemos en cambio con la política? La política, como aquella parte de la vida en común que tiene que ver con las metas colectivas que todos los miembros de una sociedad han de cumplir, es un ámbito social que nos obliga a posicionarnos a favor o en contra de los asuntos comunes. Como compensación, nos permite participar, aunque sólo sea opinando. Ante una decisión política –algo evidente en el caso de cualquier ley- sólo hay dos posiciones: estar en contra o estar a favor. Nadie es apolítico, pues si algo que es colectivo y obligatorio no se confronta se apoya tácitamente. Aunque se refunfuñe en la soledad del hogar. El que no desobedece ni protesta, obedece y asiente. Los asuntos colectivos se solventan en los ámbitos colectivos. Las “mayorías silenciosas” refuerzan el poder. Aunque refunfuñen en la tranquilidad de sus hogares. Tenía razón Nixon y tiene razón Rajoy cuando afirman que “la mayoría silenciosa” refuerza sus políticas. La política puede beneficiar al conjunto de una sociedad o beneficiar a las minorías. Siguiendo a Aristóteles sabemos que las variaciones son escasas: el gobierno de uno, de varios o de todos. Y sus mixturas. El gobierno de todos que beneficia al conjunto de la sociedad lo llamaba politeia. A su degeneración, democracia (para el conservador Aristóteles, se trataba del gobierno de la chusma). Nosotros diríamos que el ideal es la democracia y su degeneración la demagogia (un populismo que apelara a los instintos del pueblo y no lo corresponsabilizara). En la lectura moderna, llamamos democracia, siguiendo a Lincoln, al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Es decir, al gobierno que emana del pueblo (no de los reyes ni de los dioses ni de los ricos), que lo ejerce el pueblo (de manera directa o a través de alguna forma de representación consentida) y para el pueblo (al final del viaje, todo el pueblo debe beneficiarse de manera equitativa de la vida social).

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Cuatro apreciaciones nada sencillas Los problemas sociales existen cuando son expresados. Puede existir un 70% de pobreza y no estar en la agenda pública.

CORREO del SUR Basta que los pobres sean invisibles o se vean a sí mismos como “perdedores”. La interiorización de los malos tratos hace que no existan como problema social los malos tratos. Ante la enunciación de un conflicto hay tres posibilidades: (1) solventar las causas del conflicto; (2) silenciar la enunciación del conflicto, logrando que vuelva a quedar sepultado; (3) maquillar el conflicto para que sin solventarse, su enunciación crítica -y, por tanto, su posible solución, pierda fuerza. Crear un conflicto y solventarlo tiene mucho que ver con el poder. Hay dos grandes maneras de entrar al poder: una, poco transitada, es pensar el poder como una capacidad colectiva vinculada a las ventajas del número (poder para). Juntos podemos mover cosas que no podríamos desplazar en solitario. La otra interpretación del poder es igualmente una capacidad pero que puede ser individual o de un pequeño grupo y que tiene como objetivo lograr algo de los demás sin consideración de sus propios intereses (poder sobre). Desde esa segunda perspectiva (poder sobre), en la ciencia política se distingue a

su vez entre tres tipos de poder: la capacidad que tiene alguien de lograr que otra persona haga algo al margen de su voluntad (definición de Weber); la capacidad de alguien de lograr que alguien no haga algo aunque esa inacción lesione sus intereses (aportación de Bachrach y Baratz) y la capacidad de alguien de configurar las preferencias de otra persona (matiz muy relevante que introduce Lukes). Este último es el más difícil de combatir porque es invisible y choca contra la presunción de la libre autodeterminación de las personas (¿alguien va a saber mejor que uno mismo cuáles son sus intereses?). Para que exista democracia, estos tres tipos de poder deben estar limitados. Igualmente es importante entender que los conflictos sociales pueden venir de

¿Qué es

tres lugares que coinciden con las formas de conocer que tenemos los seres humanos: la ciencia, la estética y la ética. La ciencia nos dice lo que es verdadero o falso, la estética lo que es hermoso (o alegre o expresivo o comprensible o armonioso o musical) y la ética lo que está bien o lo que está mal. De estos tres ámbitos, el que más ruido social crea es el de la justicia pues está siempre en tensión por las desigualdades (las diferentes cargas y la diferente distribución de las ventajas y desventajas de la vida social) y, más en concreto, por la percepción de las desigualdades que tenemos los seres humanos. Tenemos así diferentes puntos de vista sobre lo que las cosas son: disputas en la ciencia, en la lectura de la historia, en la existencia o no de

lo que no se puede demostrar, en los efectos del uso de la tecnología, etc.-; también sobre los diferentes puntos de vista sobre las representaciones del mundo -recordemos que los nazis prohibieron el jazz o el arte expresionista, que la iglesia prohibía en Semana Santa toda música que no fuera sacra, que la risa o el humor pueden ser sancionados-; y, sobre todo, diferentes maneras de repartir cargas y beneficios de la vida social -hacer de la división técnica del trabajo una división social-. Todas estas diferencias son las que hacen interesante la democracia, ya que las desigualdades tensionan a las sociedades y las someten siempre al riesgo de la guerra civil (o cuanto menos de disturbios). La principal tarea de la política es evitar la guerra civil y, después, la guerra externa. Una invasión, una

guerra, afecta a toda la sociedad. Las guerras son expresión máxima de la política: la guerra, dijo Clausewitz, es la continuación de la política por otros medios. La política, dijo Lenin, es la contInuación de la guerra por otros medios. La política y la guerra afectan a todos los miembros de una comunidad. Las guerras, a su manera, son democráticas. Aunque no es cierto que los que las empiezan paguen por ellas. Vivimos en un mundo donde la hegemonía es neoliberal, es decir, un mundo en donde el individualismo y la competitividad son el sentido común general. De una forma u otra, toda la sociedad se rige por criterios mercantiles (nunca han existido tantos ámbitos convertidos en mercancías), por la precarización laboral (que genera una profunda frustración de estatus) y la desconexión propia de la vida urbana y tecnológica. Estos tres ámbitos generan miedo, y el miedo es el caldo de cultivo de soluciones autoritarias (ajenas a la democracia). Convertidos en “empresarios de nosotros mismos” nos olvidamos de una idea de democracia como sustancia y la convertimos en mero procedimiento. Es decir, en un mercado político. Y no es lo mismo. Mirar a Grecia para saber a qué llamamos democracia La Grecia que alumbró la democracia era una sociedad de ciudadanos económicamente desiguales. Las tensiones sociales que generaba la desigual distribución de la riqueza social generó unos mecanismos políticos (es decir, colectivos y obligatorios) que tenían como objetivo disminuir las tensiones generadas por la existencia de ricos y pobres. El primer paso fue el establecimiento de la ciudadanía (donde no estaban las mujeres, los jóvenes, los trabajadores inmigrantes ni los numerosos esclavos) y después, la puesta en marcha de mecanismos de participación, de deliberación y de decisión. Mientras que la Constitución norteamericana de 1787 estaba redactada por propietarios y, por eso, hizo énfasis en la libertad, las reformas puestas en marcha por Clístenes buscaban dar herramientas a la mayoría para enfrentar los problemas sociales ligados a la desigualdad. Dos palabras son clave en la democracia griega: isonomía, es decir, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos (desde esta exigencia va a construir el liberalismo la división de poderes como garantía de esa igualdad), y la isegoría, esto es, la igualdad de los ciudadanos de defender en el ágora -en la plaza pública- sus propios intereses. Los griegos diferenciaron el ámbito privado (vinculado al oikos, es decir, la casa y su gestión) y el ámbito público que se construía rompiendo las cadenas heredadas de la antigua norma aristocrática: las de la culpa y las deudas, las del odio y la violencia, las de la venganza y la revancha (Roth). Con esta separación nacía la idea de que existía un “bienestar público” diferente del “bienestar privado” y que reclamaba unas reglas diferentes. La democracia griega buscaba darle a los pobres herramientas para disminuir las desigualdades sociales, gestionando las mayorías (el 99%) el bienestar colectivo, participando en la plaza pública de la definición de los problemas y de


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democracia?

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la enunciación de su posible solución. La muerte de la democracia Desde sus orígenes y hasta hoy, la democracia ha estado sometida a la tensión de dos grandes fuerzas: (1) la tensión entre los intereses individuales -o de un grupo- y los intereses colectivos (base de las desigualdades); (2) y la tensión entre la representación y la gestión propia de los asuntos particulares (es decir, entre la delegación a unas minorías de los asuntos que afectan a todos los individuos o la gestión de los mismos por cada cual). Decía con razón Rousseau que sólo se representa lo que no está. Por tanto, si se representa al pueblo, el pueblo no está. La representación es contraria a la democracia. La única democracia posible es la democracia directa. De ahí que uno de los principales teóricos contemporáneos de la democracia, Robert Dahl, dijera que nuestros sistemas debieran llamarse “poliarquías” en vez de democracias (el concepto no tuvo éxito). Ahora bien ¿es posible la democracia directa? Es

lo que se llama el “problema de las escalas”. No es igual la democracia local -como la griega- que la democracia en los Estados modernos. El Estado, desde que nació a finales del siglo XV, fue representativo: unos pocos representan a todos. Por eso, el Estado, por definición, es un freno a la democracia y, al tiempo, la palanca más poderosa que se puede tener para establecer lka democracia. En esas contradicciones vivimos. La democracia absoluta es un ideal imposible. Pero sirve para marcar la pauta hacia donde se debe ir si en verdad se quiere hablar de democracia. A través de diferentes hitos intelectuales, desde la Revolución Francesa y a través del desarrollo del pensamiento liberal, la democracia ha ido convirtiéndose en representación. Votar cada cuatro años. Rousseau decía «El pueblo inglés cree ser libre, pero se equivoca; sólo lo es durante

la elección de los miembros del Parlamento; una vez elegidos, se convierte en esclavo, no es nada». De hecho, a los diputados, mandatados por el pueblo, los llamamos equivocadamente “mandatarios”, y nosotros, el pueblo soberano, ahora somos los mandatados. Pero la existencia del representante libera a la gente de la obligación de dedicar tiempo a los asuntos colectivos. Algo de agradecer cuando se trabajan tantas horas al día, cuando hay tantos estímulos para el consumo, para la “realización personal”, para “invertir en uno mismo”. Riesgos y potencialidades en los comienzos del siglo XXI Las necesidades de reproducción del capital necesitan “desconstitucionalizar” el Constitucionalismo de posguerra (Ferrajoli) y reducir la participación de una ciudadanía que se hizo más consciente y, por tanto, más exigente. Las garantías del Estado social y democrático de derecho van en contra del actual modelo neoliberal y el capitalismo de depredación en curso (en

un momento donde no se puede seguir explotando pacíficamente a los países del sur, a la naturaleza o a las generaciones futuras) e, igualmente, las muchas exigencias sobrecargan al Estado que, de no disponer de recursos, termina colapsando. El vaciamiento del Estado social con las privatizaciones y los recortes, la disminución de los asuntos sobre los que se decide en las elecciones (por ejemplo, la política económica) o la partidización de la justicia, necesaria para sostener la cartelización de los partidos políticos, rompen ese paréntesis conocido como “edad de oro de la socialdemocracia” (1945-1973). Añadamos que después del 11S de 2001, hay un “derecho del enemigo” que puede llevar a crímenes de estado presentados como hechos heroicos (asesinato de Bin Laden, de Gadafi, de palestinos, etc.) o la persecución de personas que ayudan a

la democracia (Assange, Manning, Snowden). Si es cierto que las luchas de ayer son los derechos de hoy, la ausencia de conflicto político de calado desde 1968 explica por qué, especialmente después de la caída de la URSS, ha significado una progresiva pérdida de derechos que se va viendo de manera “natural”. Soluciones controvertidas Para que haya democracia tiene que existir capacidad de deliberación, capacidad de decisión y capacidad de ejecución de políticas públicas. Tres elementos que estaban perdidos (y que gracias a Internet parece empezar a revertirse, especialmente por lo que implica de posibilidad de consciencia alternativa). La realidad invita al pesimismo: está el problema del aumento de la desigualdad, que quita capacidad, interés y tiempo para dedicarnos a la cosa pública, está la cartelización de los partidos (todos cumplen una serie de comportamientos similares que les alejan de la política de la calle y les entregan a

las instituciones), está la desaparición de espacios para debatir y elaborar políticas públicas, está el hecho de que la libertad de expresión ha sido ocupada por las empresas de medios de comunicación. Los políticos y los periodistas han perdido el control del monopolio de la representación ciudadana (Sampedro). Añadamos que también la universidad y la escuela han perdido el monopolio del conocimiento y la religión el monopolio de la trascendencia. Sólo el sector financiero sigue teniendo el monopolio de la riqueza monetaria. La unión de un Estado que no rinde cuentas, de corporaciones económicas (donde se cruza el mundo financiero, los gigantes informáticos –Google, Microsoft, Skype, Facebook, Twitter- y los servicios de inteligencia y militar público y privado, y de medios de comunicación que “privatizan” la información, construye

Domingo 29 de diciembre de 2013

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un entramado muy consistente donde las minorías tienen más poder, en todos los sentidos, que las mayorías. La reinvención de la democracia tiene cuatro espacios: (1) democracia en los ámbitos de la representación. Esto afecta a los partidos -su democracia interna y su financiación y el empoderamiento de los militantes-, a todo el entramado del Estado, con especial atención a los jueces -que tienen que estar controlados por la ciudadanía y responder ante ella-, y a los gastos y la financiación públicos y de los intermediarios políticos -es decir, a los asuntos de la transparencia-); (2) democracia en los ámbitos de la vida social (que afectan al ámbito doméstico, al derecho a la ciudad, a la fábrica o la empresa y a la colonización cultural que proviene de la globalización. Igualmente está aquí la democracia vinculada a la defensa común de los bienes comunes, con especial atención a los medios de producción colectivos y al medio ambiente); (3) democracia en los ámbitos de la deliberación (con nuevas formas de democracia ligadas a la información y la comunicación). (4) Y, finalmente, democracia vinculada a la elaboración y evaluación de políticas públicas y de control de la gestión política (referéndum vinculante, iniciativa legislativa popular con garantías, referéndum revocatorio de los cargos públicos, etc.). Dentro de este ámbito está la base democrática de todas las demás posibilidades: un proceso constituyente que establezca de manera participada y corresponsable los elementos compartidos del nuevo contrato social. Final: las herramientas previas para lograr la democracia Hace falta rebajar la incertidumbre en un mundo confuso. Para que eso no lo haga un líder o partido autoritario, xenófobo o nacionalista autoritario, hay que buscar soluciones. Para conseguir la democratización en los ámbitos señalados, en un mundo donde el sentido común es neoliberal, hacen falta los siguientes asuntos: liderazgos -en plural, que emerjan de las propias luchas sociales; organizaciones sociales que se articulen de manera autogestionada (y que para sumarse a otras organizaciones deberán asumir algún tipo de representación). Y formas tradicionales de representación, donde van a seguir siendo necesarios, al menos en el corto plazo, partidos políticos. Hace falta democracia en los ámbitos clásicos del Estado liberal y en el ámbito experimental de las nuevas formas políticas autogestionadas. Si ha cambiado el contrato social de posguerra por la imposición del modelo neoliberal, hay que reinventar el contrato social. No desde lo abstracto a lo concreto sino, muy al contrario, de lo concreto a lo abstracto. Partiendo de los derechos humanos esenciales de cualquier persona, empezando por el derecho a alimentarse. De ahí que la democracia ahora mismo pasa por reinventar un nuevo contrato que de respuestas a la necesidad de repartir el trabajo, de otorgar una renta básica universal, de terminar con el modelo de crecimiento depredador de la naturaleza, de cohonestar las necesidades particulares con las necesidades del resto del planeta y de las generaciones futuras. Y eso se logra con una ciudadanía consciente que ha tomado democráticamente sus propias decisiones. Es decir, a través de un proceso constituyente emanado desde abajo. *Tomado de Público, España. El título se ha modificado para ésta versión. Ver: http://www.espacio-publico.com **Politólogo. Profesor Ciencia Política Universidad Complutense de Madrid


DOS POEMAS PARA RECORDAR A

Luis Cernuda A MEDIO SIGLO DE SU MUERTE Donde habite el olvido

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, Disuelto en niebla, ausencia, Ausencia leve como carne de niño.

I

Allá, allá lejos; Donde habite el olvido.

Donde habite el olvido, En los vastos jardines sin aurora; Donde yo solo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Quisiera estar solo en el sur

Donde mi nombre deje Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Donde el deseo no exista.

Quizá mis lentos ojos no verán más el sur de ligeros paisajes dormidos en el aire, con cuerpos a la sombra de ramas como flores o huyendo en un galope de caballos furiosos.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible, No esconda como acero En mi pecho su ala, Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

El sur es un desierto que llora mientras canta, y esa voz no se extingue como pájaro muerto; hacia el mar encamina sus deseos amargos abriendo un eco débil que vive lentamente.

Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya, Sometiendo a otra vida su vida, Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

En el sur tan distante quiero estar confundido. La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Donde penas y dichas no sean más que nombres, Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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