Correo Del Sur No 331

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Número 331 Abril 21, 2013

Adiós a Margaret Thatcher

Así es Caracas / Izquierdas religiosas

Informe sobre Brasil


2 Domingo 21 de abril de 2013

CORREO del SUR

INSTITUTO DE ESTUDIOS PARA LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA, A.C.

Reforma para telecomunicaciones[1].

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a democracia mexicana ha estado incompleta debido a la ausencia de reglas claras, y de regulación eficaz, para los medios de comunicación. Durante tres décadas y media nuestro país ha perfeccionado los mecanismos para el cambio y la representación políticos. Hemos logrado, y puesto en práctica, varias generaciones de reformas electorales sin las cuales no se explican la pluralidad que hoy tenemos en las instituciones políticas. Sin embargo esa diversidad no se manifiesta siempre en los medios de comunicación. La concentración de muchos medios en pocas manos, la insuficiente cuando no deplorable calidad de sus contenidos y la consolidación de un poder extralegal fincado en las concesiones que usufructúan, han hecho de las empresas comunicacionales –muy especialmente la televisión-- actores políticos que llegan a comportarse al margen de y en oca-

siones en contra de el Estado mexicano y sus instituciones. Los medios de comunicación pueden ser formidables propagadores de información y cultura. Pero en la circunstancia mexicana de los años recientes, distintos operadores y propietarios de los medios más relevantes han desafiado reglas e instituciones tanto electorales como en otros ámbitos, han distorsionado la competencia política, han sido herméticos a la diversidad que hoy se expande en la sociedad y han mantenido una actitud patrimonialista como si las frecuencias que tienen concesionadas fuesen propiedad suya y no de la nación. Por eso la reforma constitucional para la radiodifusión y las telecomunicaciones resulta inusitadamente alentadora. Las fuerzas políticas del país han demorado varias décadas para responder al reclamo social a favor de la reforma para los medios. Durante largo tiempo, los ciudadanos y grupos sociales interesados en estos asuntos presentaron numerosas propuestas, en demasiados foros, animados por una convicción articuladora: los medios de comunicación, y ahora las telecomunicaciones que están ligadas a ellos gracias a la convergencia

digital, deben funcionar de acuerdo con el interés público y no solamente como recursos para el negocio privado. Esta reforma constitucional es razonablemente satisfactoria porque recupera dicho principio básico, junto con buena parte de las exigencias que en ese dilatado trayecto presentó la sociedad organizada. En la propuesta del Pacto por México hay una fundamental reivindicación del servicio público como elemento articulador para los medios de radiodifusión y las telecomunicaciones. A partir de ese reconocimiento, en la iniciativa de reforma constitucional se desarrollan ocho vertientes complementarias y esenciales. 1. La primera de ellas es la creación de una nueva institucionalidad para la regulación de los medios y las telecomunicaciones. Garantizar diversidad y competencia, asignar concesiones, revisar su funcionamiento, administrar el espectro radioeléctrico son, entre otras, tareas que requieren de amplias y sólidas atribuciones. El Instituto Federal de Telecomunicaciones tendrá una capacidad regulatoria equivalente a los desafíos que deberá enfrentar. La autonomía del IFETEL es clave en esa aptitud regulatoria. Sin lugar a dudas es preferible que las concesiones sean entregadas por un órgano colegiado, de meticulosa independencia, a que las adjudique el presidente de la República. 2. Los concesionarios no pueden utilizar a su antojo las frecuencias de radiodifusión y mucho menos considerarlas propiedad suya. Por eso es pertinente que se terminen las prohibiciones de las televisoras privadas para que los sistemas de televisión de paga retransmitan las señales ya difundidas de manera abierta. Con el afán de resistirse al must offer las televisoras han promovido diversas alteraciones en las propuestas de reforma pero los partidos políticos han mantenido esa obligación. Al mismo tiempo terminaría la restricción (que ha favorecido a las televisoras) para que Telmex ofrezca televisión de paga. Otra medida que ampliará la diversidad en la oferta audiovisual que recibe la sociedad es la creación de dos cadenas de televisión privada. Las sugerencias para que una de ellas sea desagregada en televisoras locales le restaría eficacia al nuevo esquema de televisión nacional en donde, frente a las cadenas que ahora tienen Televisa y Televisión Azteca, habría dos nuevas redes nacionales. 3. Una red nacional más, sería de televisión de carácter público. La creación de un organismo autónomo encargado de la radiodifusión respaldada con recursos fiscales y sin fines comerciales será un interesante contrapeso frente a las empresas privadas. Por primera vez,

México tendría medios públicos dignos de ese nombre en lugar de los medios de gobierno (algunos de ellos con trayectoria y logros muy meritorios pero dependientes siempre de cada administración gubernamental) cuyo desempeño es dificultado por esa subordinación administrativa y política. 4. En el campo de las telecomunicaciones, el establecimiento de límites a las corporaciones que dominan la telefonía alámbrica y celular (Telmex y Telcel) permitirá que haya competencia y abrirá la posibilidad para que los usuarios tengamos mejor servicio. Pero eso no sería factible sin la plena capacidad de la autoridad regulatoria. La creación de tribunales especializados contribuirá a facilitar la solución de conflictos en ese sector. 5. El Estado mexicano tendrá, por fin y después de una extensa cuan costosa omisión, una auténtica política para impulsar el uso de las redes digitales. El Estado se encontrará obligado a promover el acceso a Internet. El gobierno federal desplegará redes de banda ancha, tanto alámbricas como inalámbricas, que deberán llegar a las zonas del país que actualmente no son cubiertas por los servicios comerciales. 6. El derecho a la información, que es prerrogativa fundamental de la sociedad, se fortalece con cada una de las disposiciones de la reforma constitucional. De manera específica, el derecho de las audiencias a contar con defensores institucionales es reconocido en el funcionamiento de los medios públicos que están obligados a funcionar con pluralidad y con una constante vocación de calidad. La calidad en los contenidos sería fortalecida con la producción audiovisual independiente en todos los medios de radiodifusión. 7. La propaganda engañosa y subrepticia, que es tan frecuente en los medios, quedará prohibida. Habrá especial vigilancia sobre la publicidad dirigida a los niños. 8. Una nueva Comisión Federal de Competencia Económica tendrá la autonomía y los recursos jurídicos cuya ausencia, hasta ahora, ha impedido una eficaz respuesta al acaparamiento, las actitudes monopólicas y la especulación. Algunos actores de la vida económica han expresado reticencias ante las capacidades regulatorias de esa Comisión. Los empresarios que no acaparan, ni especulan, no tendrían por qué desconfiar de la acción estatal ante esas conductas. *** La iniciativa de reforma constitucional es resultado de un acuerdo político. Allí se encuentra uno de sus rasgos plausibles. La voluntad de los partidos y el gobierno para poner por delante las coincidencias manifiesta una capacidad para hacer política (es decir, para buscar y articular acuerdos) que es de suyo saludable. Es una reforma que favorece a la sociedad al fortalecer la capacidad regulatoria del Estado. Estamos, al mismo tiempo, ante una reforma que le resta facultades al presidencialismo en beneficio de la regulación autónoma y el interés de la sociedad. Se trata de una reforma que fortalece a la democracia, al acotar la influencia desmedida que, por omisiones

del Estado y sus operadores, han alcanzado las televisoras. El mecanismo gracias al cual fue diseñada esta reforma no reemplaza al Congreso. Al contrario, lo provee de un insumo fundamental, avalado por el acuerdo de los partidos. El Pacto ha sido necesario, pero además ha sido posible, gracias a la pluralidad política que resultó de las elecciones federales del año pasado. El hecho de que ningún partido tenga mayoría absoluta favorece los acuerdos. La capacidad del Pacto para obtener compromisos tan ambiciosos como esta reforma para las telecomunicaciones tendría que ser aprovechada por el Congreso. Como toda reforma, la que ahora se discute padece algunas carencias. Hay asuntos específicos que no se mencionan, o no con el énfasis que algunos quisiéramos. Ninguno de ellos es de tal magnitud que no pueda resolverse en la ley reglamentaria que debiera ser aprobada antes de medio año. En esa ley secundaria caben los ajustes que hoy preocupan a muchos de quienes señalan ausencias en la reforma constitucional. En la nueva ley de telecomunicaciones y radiodifusión deberán respetarse y preservarse los lineamientos de la reforma constitucional. Entre los impugnadores de la minuta también se encuentran aquellos que desearían evitar cualquier cambio y que, ante la extensa adhesión que ha encontrado esta reforma, ahora tratan de prolongar su discusión. Los senadores están plenamente conscientes de esos subterfugios. Nadie puede engañarse al respecto. Si con el pretexto de examinar asuntos de detalle la discusión de esta reforma se extiende de tal manera que, en caso de recibir enmiendas en el Senado, no pudiera ser examinada por la Cámara de Diputados antes de que concluya el actual periodo de sesiones, sus posibilidades quedarían seriamente limitadas. Apreciamos el interés del Senado para conocer diferentes puntos de vista sobre esta reforma. Pero junto con ese reconocimiento, exigimos que la reforma sea aprobada, que en caso de que se le hagan ajustes se trate de modificaciones mínimas y que no alteren los principios que la articulan y que hemos enumerado. Exigimos lo básico: que en este Senado de la República haya la seriedad y la responsabilidad que la sociedad demanda para que tengamos el nuevo régimen de telecomunicaciones y radiodifusión que establece la iniciativa de reforma constitucional. [1] Opinión presentada por el IETD ante las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales, de Estudios Legislativos, de Comunicaciones y Transportes y de Radio, Televisión y Cinematografía del Senado de la República en el Foro Público para Analizar la Minuta en Telecomunicaciones. Senado de la República, viernes 12 de abril de 2013. Este documento es suscrito por Ricardo Becerra Laguna (Presidente del IETD), Fernando Arruti, Rolando Cordera Campos, Ciro Murayama Rendón, Enrique Provencio Durazo, Pedro Salazar Ugarte, Adolfo Sánchez Rebolledo, Raúl Trejo Delarbre y José Woldenberg (miembros del IETD).


CORREO del SUR

Adiós a Margaret Thatcher Centenares abuchearon el paso del cortejo fúnebre y mostraron pancartas en su contra al grito de “Maggie, Maggie, Maggie, dead, dead, dead”. Asistieron al funeral once mandatarios de países que ella consideraba de segundo orden. MARCELO JUSTO

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l funeral de Margaret Thatcher se pareció a lo que ella misma había planeado con años de antelación. Se ejecutaron sus temas patrióticos favoritos, se citaron las palabras del poeta T. S. Elliot que ella misma había elegido para la ocasión y unas dos mil personas, con fuerte representación del estamento militar y político, colmaron la catedral de Saint Paul. En las calles flameaban las banderas británicas y miles de británicos se habían congregado para un último adiós. Pero ni la Dama de Hierro era omnipotente. Centenares abuchearon el paso del cortejo fúnebre, enseñaron pancartas en su contra y se desgañitaron al grito de “Maggie, Maggie, Maggie, dead, dead, dead”. En un punto, sin embargo, sigue dirigiendo las cosas desde la ultratumba. Si bien es cierto que está “dead, dead, dead”, el thatcherismo, por el momento, sigue más vivo que nunca en el Reino Unido a pesar del estallido financiero de 2008 y la actual contracción económica. No cabe duda de que Thatcher habría preferido un mayor reconocimiento internacional. Si bien asistieron a su funeral unos once mandatarios, se trató de países que ella consideraba de segundo orden, y su amado y admirado Estados Unidos sólo tuvo entre los invitados a la ceremonia a ex secretarios de Estado de su época, como George Shultz, James Baker y Henry Kissinger, así como uno de los cerebros de los “neocon”, el ex vicepresidente Dick Cheney, sin representantes del gobierno de Barack Obama. A nivel británico, en cambio, estaba el establishment en pleno. La reina Isabel y su marido, el príncipe Felipe, que no asistían a un funeral de un ex primer ministro desde la muerte de Winston Churchill, en 1965, se encontraban presentes. A los conservadores que gobiernan hoy, a los que gobernaron en el pasado y a los que Thatcher acusó de “traición con una sonrisa” se sumaron sus rivales laboristas, desde el actual jefe de la oposición, Ed Miliband, hasta los ex primeros ministros Tony Blair y Gordon Brown. La presencia laborista es una clara muestra de la resistencia que ha tenido el thatcherismo al paso del tiempo. Cuando hace unos años le preguntaron cuál era su mayor logro político, Thatcher contestó sin inmutarse: “Tony Blair”. La respuesta era al mismo tiempo irónica y precisa. La hegemonía política del thatcherismo fue tal que Blair creó el Nuevo Laborismo y viró hasta posiciones impensables (aceptación de la reforma sindical y las privatizaciones). Esta influencia continúa. Blair criticó recientemente al actual líder Ed Miliband por no aceptar los ajustes fiscales que lleva adelante la coalición conservadora-liberal demócrata. La estrategia misma de Miliband ante la muerte de Thatcher ha sido una búsqueda de equilibrio entre el respeto que todavía inspira la Dama de Hierro,

equiparada por amplios sectores con la modernización del Reino Unido, y el rechazo que genera, intensificado por el actual programa de austeridad. El thatcherismo político está sostenido por el económico. El Nuevo Laborismo no revirtió en sus 13 años en el poder ninguna de las privatizaciones ni reformas sindicales de la Dama de Hierro y se deslumbró con el mismo espejismo que medio planeta: el aparente toque de Midas del sector financiero. El estallido de 2008 y la actual crisis económica –el Reino Unido ha tenido dos recesiones en los últimos tres años– han arrojado dudas sobre el credo, pero no han logrado desplazarlo. La actual coalición conservadora-liberal demócrata gobierna desde 2010 con una receta de austeridad que la Dama de Hierro habría aprobado. La receta no ha dado resultado. La economía, que estaba recuperándose con un crecimiento del 1,7 por ciento cuando asumió la coalición, se ha hundido en un estancamiento que el Financial Times ha calificado de virtual “estanflación” (estancamiento con inflación). En el mismo

Fondo Monetario Internacional ha ganado terreno la posición más escéptica sobre los beneficios de la austeridad, liderada por el economista en jefe Olivier Blanchard, que ha recomendado que el Reino Unido ponga en marcha un plan B con más estímulos para el crecimiento. En un capítulo clave del thatcherismo –las privatizaciones– las noticias no son mejores. Las seis empresas de electricidad y gas que hoy dominan el mercado están en medio de una gigantesca polémica por los precios desorbitados de los servicios, y este lunes se supo que, al menos una de ellas, RWE Power, no pagó ni una libra de impuestos entre 2009 y 2011. En el funeral, las cámaras mostraron una imagen poco común del ministro de economía George Osborne: los ojos rojos, una lágrima descendiendo por sus mejillas. No era por el anuncio que acababa de hacerse de un nuevo aumento del desempleo, que superó los dos millones y medio de personas o el 7,9 por ciento: era por la memoria de su ídolo, la Dama de Hierro. © 2000-2013 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Domingo 21 de abril de 2013

De ida y vuelta

Ángeles

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a liberación del general Tomás Ángeles Dahuajare es un acto de justicia y una grave acusación contra el Ministerio Público y las autoridades de la administración pasada. Mientras mejor se conocen algunos episodios emblemáticos de la guerra contra la delincuencia organizada, más se cuestionan los fundamentos y los métodos que se pusieron en juego para “ganarla”. El caso de los militares apresados casi al final del sexenio calderonista, ilustra a la perfección un aspecto sombrío de tal actuación: el uso político de las acusaciones obtenidas por procedimientos discutibles para enlodar la figura de figuras civiles o militares que no se avenían a los caprichos de sus jefes o mandos o a la versión triunfalista divulgada desde la presidencia. Imputado por un testigo protegido, Jennifer, Ángeles fue sometido a un proceso a todas luces irregular: “En todas las circunstancias negué lo que me atribuían, lo que me imputaban. Siempre dije: esto es político, no criminal; mi problema es político, no criminal, y en esta tesis me mantuve siempre y ahora lo demuestra la realidad”, señaló a La jornada luego de su liberación. Y añadió: “En la administración pasada se cambiaron las reglas; el ciudadano era responsable de demostrar su inocencia. Así ocurrió en mi caso, con infamias ruines, tan poco bien armadas y con estos testigos protegidos”.Con tino, la Procuraduría General de la República ha rectificado, abriendo un camino para corregir otros problemas de fondo que, además de ser poco eficaces, como el arraigo y las declaraciones de “testigos protegidos”, pervierten la acción del Estado y limitan el ejercicio de las libertades y el debido proceso. La necesidad de enfrentar a la delincuencia organizada obliga a respetar las leyes y los derechos humanos. De otro modo jamás saldremos de la espiral de violencia, corrupción e impunidad. La libertad del general Ángeles es un respiro.

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CORREO del SUR

Izquierdas religiosas VÍCTOR OROZCO

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orprende cómo en los inicios del siglo XXI, movimientos y organizaciones asumidas como izquierdistas recurran con frecuencia al discurso o al mensaje religioso cómo uno de sus instrumentos para hacer política y concitar adhesiones. Hugo Chávez, el caudillo venezolano venerado casi como un ícono cristiano, fue experto en estas artes. Sus constantes invocaciones a Cristo (“Señor, dame tu corona”…), la escenografía que lo presentaba hincado y con el rostro compungido ante los ídolos, al mismo tiempo que se peleaba con la jerarquía católica y se declaraba hijo político de Fidel Castro, hicieron de su figura un curioso personaje idolatrado por un amplio sector de las izquierdas -presumiblemente ateas- latinoamericanas y por masas de creyentes en su país. Su heredero, Nicolás Maduro ha llevado al extremo la manipulación de los símbolos y mentalidades religiosas: declaró con desparpajo que Chávez seguramente intercedió ante Cristo para que los cardenales nombraran a un papa latinoamericano, con igual desenfado arguyó que el alma del comandante se la había aparecido en la forma de un pajarito y se retrató al final de la campaña electoral con un cartel, difundido copiosamente, en el cual se plasmó la imagen de Chávez junto con la del crucificado. Capriles, el candidato opositor, a su vez, expresó que su pacto es “con Dios y con los venezolanos”, aunque en este caso, no debe extrañar la alusión divina, puesto que las derechas siempre han reclamado para la autoridad orígenes sobrenaturales. (Recuérdese la consagrada divisa: “Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios). En México, por lo que hace a un amplio espectro de grupos y personas colocadas

usualmente en la izquierda, no se cantan mal las rancheras. El himno del Movimiento de Renovación Nacional (MORENA) tiene una estrofa en la que se exalta el culto a la virgen de Guadalupe y se le confían luchas y comicios: “…Morena hija, morena hermana, morena madre de la nación, protege la lucha mexicana cuida las urnas de la elección...”. No estamos, con todo esto, muy lejos de aquel lema agitado en 1911 por el entonces recién fundado Partido Católico Nacional: “Quien vote aquí vota por Dios”, o de los escapularios llevados fervorosamente por los cristeros en el pecho y que llevaban la leyenda “Detente bala, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”. El asunto es ciertamente bastante complejo, con múltiples entradas y salidas. Empecemos por una constatación: la conquista del estado laico y la tolerancia religiosa, con la consiguiente limitación de las creencias a la esfera privada del individuo, representaron en su momento un paso gigantesco en los procesos de emancipación. Conviene recordar los siglos de represión a las ideas, el oscurantismo, las teocracias anteriores a la separación entre estado e iglesia, entre religión y política, para valorar el enorme servicio prestado por las luchas del pasado para sacudirse aquellos pesados fardos. No hubo un solo movimiento revolucionario o lucha social que no enfrentara a la unión sagrada, conformada por el estado, las jerarquías clericales, los cuerpos militares, las clases privilegiadas. En este terreno de los conflictos sociales, es fácilmente explicable como consecuencia, la razón por la cual todas las tendencias ideológico-políticas comprometidas con los cambios, fueron anticlericales: marxistas, anarquistas, republicanos radicales. Pero, no sólo la ubicación de los aparatos

eclesiásticos al lado del sistema explotador, llevaron a la ruptura con los mitos religiosos, también la racionalidad como un valor del hombre libre. Nadie puede emanciparse si sigue atado a fetiches, ídolos o deidades, que además, juegan a la perfección el papel de instrumentos de dominación en manos de gobernantes, administradores de los cultos, capitalistas y toda clase de mandamases. Por tanto, la idea de la desalienación en todas sus vertientes: para liberar al hombre del poder del dinero, del estado o de los mitos, se convirtió en el objetivo último de los revolucionarios o partidarios de la igualdad social y de las libertades. Sin embargo, en la conciencia política de las izquierdas, portadoras por antonomasia de las propuestas e iniciativas liberadoras, se han ido debilitando las fronteras entre la razón y la fe. Asimismo han ganado terreno los embates contra el estado laico, como garante de las libertades públicas. Los adalides, en lugar de alentar los juicios racionales para que la gente discierna mejor sobre su mundo y perspectivas, hacen reposar sus llamados en fábulas y credos. Busquemos algunos de los justificantes y explicaciones de tal fenómeno. Una primera es la vieja maña de los políticos consistente en manipular las creencias religiosas para escalar el poder y mantenerse allí. En esto no se distinguen mucho de los jerarcas, pastores, sacerdotes y demás gerentes de los cultos. Privadamente, la inmensa mayoría descree de ritos y dogmas, pero se transforman en fieles devotos de vírgenes y santos, astutos aduladores de las masas de votantes permeadas por el mensaje religioso. Puede concederse, en un caso excepcional la existencia de algún político poseedor de una genuina fe, que lo lleve hasta pensar en sí mismo como enviado de dios para gobernar. Puede, desde luego, pero sería tonto creerle. Otra explicación estriba en la apología e idealización realizadas por algunos intelectuales de las expresiones de religiosidad popular. Si son aceptadas y practicadas por extensos sectores de las clases explotadas, entonces deben promoverse, exaltarse y llevarlas del ámbito de la conciencia privada hasta formar parte de acciones estatales. Por ejemplo, Enrique Dussel, consejero de Andrés Manuel López Obrador y recuperador de estos atavismos religiosos, dice que “El secularismo fue igualmente un instrumento de dominación, porque las narrativas religiosas

son frecuentemente el núcleo ético-mítico fundamental de las grandes culturas periféricas, post-coloniales.”. El panegírico llega al extremo de consentir la intolerancia hacia otras creencias y el ataque contra quienes las profesan. Por la vía de esta especie de populismo –medio hipócrita y por entero inconsecuente- se camina hacia el pasado, manteniendo a los pueblos cautivos de estos “núcleos ético-míticos”, o sea en la ignorancia y el fanatismo. Son mercancías caducas ofrecidas en empaques nuevos. Una justificante más, es el combate contra el imperialismo. Al comandante Hugo Chávez y al presidente Maduro, deben aceptárseles toda clase de charlatanerías y supercherías con tal de que combatan al imperio norteamericano o al menos lo proclamen. No se tiene en cuenta que los colonialistas y dominadores, han hecho escuela en el uso de los mitos para subyugar a los conquistados y dominados. Así, pelear con ellos en ese terreno donde son maestros, es tener la batalla perdida de antemano. Obra también a favor de esta creciente devoción de las izquierdas el que se conciba como único objetivo de su pensamiento y de su quehacer la lucha política, la intención inmediata. Se considera que una vez en el poder estatal, como por milagro, el caudillo o el hombre fuerte, podrá ejecutar un programa igualitario que lleve el bienestar a la mayoría de la población. Se llega a más: basta con ocupar dos o tres sitiales, (gubernaturas, curules, etc) así sea por otros tantos arribistas y logreros. El propósito, educativo, desfanatizador, desenajenante que han alzado los programas radicales desde siempre, queda en el olvido. Y en el mismo queda también una experiencia aleccionadora: el venero de luchadores sociales, de hombres y mujeres libres, se encuentra en estos acotados espacios donde algún librepensador, profesor de secundaria o de preparatoria, les sembró la duda y los hizo pensar por cuenta propia. Con la vuelta a la fe, se ciegan esas fuentes. Desde luego, también se cancela el debate de las ideas, si con ello se toca, así sea con el pétalo de una rosa, la unidad en torno al líder. Estas involuciones en las izquierdas, obstaculizan la vida política y el desarrollo del pensamiento, que son siempre más ricos y desafiantes allí donde hombres y mujeres se desatan de los dogmas. Tengo para mí, a pesar de los signos, que se trata de episodios en este largo camino hacia la emancipación de los pueblos.


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10 años Informe sobre Brasil JOSÉ MANUEL RAMBLA

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l 1 de enero de 2003, a las 17 horas y cuatro minutos, comenzaba el mañana en Brasil. Eso al menos aseguró poco después Luiz Inácio Lula da Silva, quien en ese preciso instante recibía de Fernando Henrique Cardoso la banda presidencial, mientras una orquesta militar arrancaba con las notas alegres y solemnes del himno nacional. En las calles inexistentes de esa ciudad utópica e imposible que es Brasilia, 150.000 personas seguían con entusiasmo y emoción un traspaso de poderes que se sentía especial: por primera vez en la historia de Brasil un obrero sin apenas estudios era investido presidente del país. El propio Lula, cómodo con el calor de aquellos miles de “compañeros y compañeras” que se habían reunido en la futurista ciudad, se encargaría de subrayar el carácter histórico de aquel día: “No soy el resultado de una elección. Soy el resultado de una Historia. Estoy concretando el sueño de generaciones y generaciones que antes de mí, lo intentaron y no lo consiguieron”. Se iniciaba pues un tiempo nuevo, cuya palabra clave, según el veterano sindicalista, iba a ser “cambio”. Un cambio anhelado que debía, en cualquier caso, afrontarse con prudencia manteniendo “bajo control nuestras muchas y legítimas ansiedades sociales”. El influyente diario Folha de São Paulo sintetizó al día siguiente ambos mensajes en el titular de su portada: “Cambio sin atropello”. Una década después de aquella jornada nadie

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pone en duda que Brasil ha experimentado un “milagro” económico que hoy por hoy le permite hablar de igual a igual con las principales potencias del mundo. En este tiempo, además, ha obtenido unos incuestionables avances en la reducción de la pobreza. Sin embargo, la debilitación de ese crecimiento registrado en los últimos meses o el alcance real de los cambios introducidos hacen que esta etapa del Partido de los Trabajadores (PT) al frente del gobierno brasileño, primero bajo la presidencia de Lula y en los últimos dos años de Dilma Rousseff, provoque diferentes interpretaciones. De hecho, algunos, incluso, cuestionan abiertamente la idea fuerza lanzada por Lula en aquella jornada, el cambio, y subrayan el continuismo con las políticas neoliberales impulsadas por Cardoso y el Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB). El líder histórico tucano, como se conoce a los seguidores del PSDB, fue especialmente explícito e irónico al respecto durante un reciente acto en Belo Horizonte. Allí, donde respaldó a Aécio Neves como aspirante del PSDB para las elecciones presidenciales de 2014, Cardoso rechazó la supuesta falta de proyecto conservador y afirmó: “Quien no tiene proyecto es quien está gobernando, porque ellos tomaron el nuestro. Ahora mismo están discutiendo la privatización de la distribuidora de energía eléctrica. Lo que pasó en Brasil fue una usurpación de proyectos”. Una valoración rechazada tajantemente por el PT A PÁGINAS 6 Y 7


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Informe sobre...

Economía: crecimiento, consumo y desigualdad Por lo pronto, la principal preocupación en el Palacio de Planalto es evitar que la crisis económica se cuele en el país. Para ello, en los últimos meses se han impulsado políticas de reactivación de la economía con una bajada de los tipos de interés, la rebaja de impuestos y la rebaja de algunas facturas con especial incidencia en las familias, como la luz. Todo ello está sumiendo al país en un espejismo consumista simbólicamente encarnado en dos hechos. Por un lado, la creación de la firma Favela Shop-

gobierno para mejorar las infraestructuras públicas del país y la perspectiva de dos grandes eventos como son el Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de Rio de Janeiro en 2016. Sin embargo, con un 15,5% de su comercio exterior pendiente de la evolución de la economía china y un 44,6% de las exportaciones vinculadas a productos primarios, el supuesto milagro brasileño ve como se le encienden algunas luces de alarma. Así, el país cerró 2012 con un crecimiento del PIB del 0,95% lejos del 4,5% registrado en 2011 y de las previsiones oficiales. De este modo, Brasil se sitúa a la cola en el crecimiento de los países BRICS y pierde la sexta posición que disfrutaba en el ranking de las economías del mundo. Al mismo tiempo el temor a un repunte inflacionario, que se está acercando al techo de 6,5% que se había marcado el gobierno como meta para este año, hace que el Banco Central no descarte una posible subida de los tipos de interés para tratar de contener los precios, con el consiguiente riesgo para el consumo en un país don de hasta las golosinas pueden pagarse con tarjeta de crédito. Tampoco faltan voces que matizan el reivindicado compromiso social de los gobierno de Lula y Rousseff. Un combate contra la miseria extrema y la exclusión social que, según destaca en su documento el PT,

social queda muy matizado si en lugar de retroceder al final de la dictadura militar se realiza la comparación con el nivel de gasto social del 22,1% que, según los datos de la CEPAL, ya existía en Brasil cuando Lula llegó a la presidencia. Pero la principal crítica que se lanza a las políticas petistas para combatir la pobreza es que en ningún momento cuestionan las estructuras que generan esa pobreza. La controvertida Carta a los Brasileños lanzada por Lula poco antes de conquistar la presidencia no dejó de ser un claro mensaje al poder financiero de que el PT respetaría las re glas del juego. Reglas, claro, marcadamente neoliberales. Ese continuismo sería encarnado en el primer gobierno de Lula por el nombramiento de An tonio Palocci como ministro de Hacienda y de Henrique Mirelles como presidente del Banco Central, ambos exponentes de la ortodoxia más neoliberal. Sus iniciativas en los seis primeros meses de gobierno introdujeron un recorte presupuestario de unos 12.000 millones de reales, al tiempo que se elevaba la tasa de intereses para el pago de la deuda hasta un 26,5% anual. El economista Paulo Pasarinho subraya esa aceptación de las reglas del mercado. En declaraciones al periódico Bra sil de Fato, Pasarinho destaca el peso que los impuestos sobre el consumo final tienen en la política recaudatoria del Estado, lo

ping por un empresario carioca que aspira a promover microcentros comerciales en estas comunidades símbolo del Brasil pobre. Por otro lado, el millón y medio de brasileños de clase media alta que cada año aterrizan en Miami para ir de compras por valor, según el Departamento de Comercio de EE UU, de unos 8.500 millones de dólares, A ello se añade el ambicioso programa de 53 millones de euros anunciado por el

ha permitido elevar hasta el 23% del PIB el gasto social del Estado, frente al 13,5% que representaba en 1985. Un esfuerzo inversor que incluye, entre otras, iniciativas como Minha Casa, Minha Vida con el que se quiere superar el déficit de viviendas, si bien algunos analistas consideran que está beneficiando más a sectores de clase media que a las capas sociales más desfavorecidas. En cualquier caso, ese nivel de gasto

que hace que sean las capas populares, que acaban consumiendo prácticamente todo lo que ganan, quienes en definitiva soportan una mayor presión fiscal. Al mismo tiempo, considera que la reducción de la desigualdad ha sido en realidad una reducción de la disparidad salarial entre el conjunto de la clase trabajadora, sin que ello haya alterado los intereses de unas clases altas que, incluso, han visto ampliada

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que en los materiales editados con motivo de la conmemoración, insiste en contraponer los logros de esta “década gloriosa” al “proyecto neoliberal” impulsado por los gobiernos predecesores. Ahora bien, a la hora de calificar sus propias propuestas son más prudentes en los adjetivos, optando por la ambigua etiqueta de “proyecto desarrollista”. Por lo pronto, el programa excluye calquier referencia al conflicto de clases, para destacar su ras una década de gobiernos liderados por el PT de Lula y ahora de Dilma Rousseff, el país ha experimentado cambios más que notables. No todo, sin embargo, coincide con los deseos de los millones de personas que auparon a Lula al poder diez años atrás. Como en todo balance, aquí se reflejan sus luces y sus sombras. Apuesta por la “movilidad social” y presentando una realidad donde la contradicción principal se da entre “los que tienen trabajo y el enorme ejército de desempleados”. No es extraño, pues, que en un reciente acto público la presidenta Rousseff alardeara de que el principal objetivo social de su política es “ser un país de clase media”. Por lo pronto, los petistas a la hora de evaluar estos diez años de gobierno ponen el acento en los grandes parámetros macroeconómicos. En este sentido, destacan la caída de la deuda pública un 41% en relación con el PIB, o la contención de una inflación heredada al 9,2 y que en la actualidad rondaría el 5,8%. Del mismo modo, subrayan el incremento del 20,6% experimentado por los salarios reales durante esta década, por encima del aumento de productividad durante el periodo. Unos datos especialmente relevantes ya que una de las prioridades es desarrollar urgentemente un mercado interno, que permita afrontar crisis como la que arrastran los mercados internacionales en los últimos años. Para conseguirlo el gobierno ha favorecido un incremento de 70,7% del salario mínimo, situado actualmente en 678 reales (unos 265 euros). Igualmente, ha propiciado la creación de 18,5 millones de empleos, situando las tasas de desempleo y de trabajo in formal en los niveles más bajo de su historia. Al mismo tiempo, ha puesto en marcha programas de redistribución de rentas como Bolsa Familia, Brasil Sem Miseria o el plan Bra sil Carinhoso que habría sacado de la pobreza extrema a 16,4 millones de brasileños. Con todo ello, el PT estima que la desigualdad de rentas se redujo en un 11,4% y que la pobreza absoluta retrocedió un 37,3%. La presidenta destacaba este esfuerzo al asegurar que en Brasil, durante los últimos años, “cerca de 40 millones de

personas fueron incorporadas a la llamada nueva clase media, en el mayor movimiento de as censo social en la historia del país. La miseria extrema pasó a ser combatida con una acción sistemática de apoyo a las familias más pobres y con hijos jóvenes”. De hecho, la presidenta estima que solo quedarían 700.000 familias en situación de pobreza extrema, por lo que augura que un Brasil sin miseria podría ser realidad en 2014, año en que tendrá que revalidar su cargo ante las urnas.


CORREO del SUR su diferencia de renta respecto a las clases medias y bajas. “La manera en cómo el Estado gasta sus recursos beneficia a los ricos que detentan la riqueza monetaria”, comenta el economista. “Basta comprobar cómo la mitad del presupuesto de la Unión se dirige a la remisión de gastos financieros. Si se gastara en programas de salud, educación, transporte público, si retornasen a los ciudadanos en forma de recursos públicos, eso representaría redistribución de la renta”, comenta Pasarinho. “Sin embargo, la mayor parte de lo recaudado es destinada al pago de débitos financieros derivados de lo que yo llamo la industria de la deuda pública que beneficia a un sector de privilegiados”. Y el impacto presupuestario de la deuda es demoledor. Según los datos divulgados por la Auditoria Cidadã da Dívida, la amortización de la deuda y el pago de intereses absorbió unos 753.000 millones de reales en el presupuesto de la Unión de 2012, lo que supone el 43,9% de las cuentas aprobadas por Dilma Rousseff, 45.000 millones de reales más que el año anterior. Según la portavoz de esta organización, María Lucia Fattorelli, los presupuestos de este año prevén destinar a la deuda 900.000 millones de reales, mientras que partidas como educación deberán contentarse con 71.700 millones; sanidad, con 87.700 millones, o las actuaciones en la reforma agraria, con 5.000 millones. Crecimiento del latifundismo Este último aspecto, la reforma agraria, es una de las grandes decepciones de estos años de gobierno petista. También en este caso los números son elocuentes y reflejan esa moderación a la hora de alterar la estructura agraria brasileña. Si bien es cierto que tras la llegada de Lula dejó de criminalizarse desde el gobierno a un movimiento como el MST –no así desde otras instituciones públicas, como los tribunales–, no menos cierto es que la llegada del PT al gobierno lejos de acelerar la aplicación de la reforma agraria incluso la ralentizó. Así, frente a los 4.410 asentamientos regularizados en los 8 años de gobierno de Cardoso, la década de Lula y Rousseff solo ha puesto en marcha 3.711. Actualmente, más de 150.000 campesinos sin tierra siguen acampados exigiendo alternativas a su situación. Paradójicamente, en este mismo periodo se han incrementado las grandes propiedades. En este sentido, destaca el incremento del 1.000% en las explotaciones superiores a las 100.000 hectáreas, que han pasado de 22 en el año 2003 a 2.008 en 2011. Una expansión realizada al calor del crecimiento de cultivos transgénicos como la soja. La consultora Celeres, especializada en agronegocio, calcula que este tipo de cultivos ocupan una extensión de 37,1 millones de hectáreas, con un in cremento de la superficie del 14% el pasado año. Esto supone que el 54,8% de los campos productivos brasileños se está destinando a los cultivos transgénicos. Este fuerte peso de los propietarios agrícolas en la economía brasileña explica a su vez otras decepcionantes actuaciones registradas durante estos años. Es el caso de la regularización de los territorios indígenas, amenazados muchos de ellos por la presión de grandes propietarios o proyectos mineros o energéticos, como los que se ciernen sobre las comunidades del río Xingú. O la no menos decepcionante ley forestal, que ha disparado las alarmas sobre la protección de espacios como la Amazonia, al tiempo que ha vuelto a poner de relieve el peso político del lobby ruralista.

Educación: un esfuerzo incompleto Las ambigüedades y contradicciones del “proyecto desarrollista” han tenido en las políticas educativas una de sus más destacadas plasmaciones. Ciertamente, algunos datos son incuestionables. Si durante los años de mandato de Cardoso el presupuesto de educación nunca superó los 30.900 millones de reales, los gobierno petistas han llegado a situarlo en los 73.900 millones. Con todo, el porcentaje del PIB destinado a educación apenas supera el 5%, si bien el pasado año Dilma Rousseff asumió la vieja reivindicación de la comunidad educativa de elevarlo hasta el 10%, un nivel que espera alcanzar en 2020 invirtiendo para ello los royalties que pagan al Estado las empresas petroleras. También ha promovido un sistema de cuotas para potenciar el acceso educativo a las comunidades negra e indígena, se ha asumido la reclamación de potenciar el servicio de guardería o se ha realizado un esfuerzo en formación profesional que ha permitido duplicar el número de alumnos hasta alcanzar los 6,7 millones. Sin embargo, no pocos de estos avances han sido fruto de la presión social y la movilización del profesorado. De hecho, no pocos reprochan que Lula desaprovechara el respaldo social logrado, eludiera compromisos presupuestarios y asumiera los criterios del gobierno de Fernando Henrique Cardoso en el Plan Nacional de Educación (PNE 20012010). Entre estos últimos, el PT mantenía en gran medida los criterios privatizadores de su antecesor. De hecho, en estos años el Estado ha repartido más de un millón de becas para estudiar en universidades privadas que, a la vez, se han visto beneficiadas por exenciones fiscales superiores a los 3.000 millones de reales. Además ha potenciado la presencia de las grandes empresas, promoviendo un sistema educativo que, a juicio de sus críticos, está excesivamente vinculado a las necesidades del mercado. Pero sobre todo esta década no ha permitido solucionar la gran precarización del sistema público, especialmente en los niveles no universitarios, tanto de instalaciones como de personal. Eso se plasma en aulas masificadas y carentes de recursos. Así, por ejemplo, se estima que haría falta construir de aquí a 2020 unas 130.000 bibliotecas para alcanzar el objetivo marcado de que los centros cuenten con un fondo bibliográfico de al menos un libro por alumno. A ello se le añade un profesorado que, en algunos casos, arrastra problemas formativos y salarios mínimos que le obligan al pluriempleo. Según los datos del Pnad-2009, la encuesta que analiza el estado de los hogares brasileños, los salarios de los profesores de educación básica representan el 40% de los ingresos medios de los trabajadores de su misma categoría. Ante este panorama no es extraño que el incremento del presupuesto de educación se haya convertido en una prioridad, haciendo de la reivindicación del 10% del PIB una de las principales banderas del movimiento educativo. Se estima que para

alcanzar los objetivos que se ha marcado el PNE para 2020 sería necesaria la inversión de unos 220.000 millones de reales. Aunque tras la dura huelga de 2012, Dilma Rousseff se comprometió a aportar ese 10% a través de los royalties petrolíferos, no son pocos los que se muestran escépticos al considerar que esa vía de financiación será insuficiente al asegurar, como máximo, unos 14.200 millones.

Domingo 21 de abril de 2013

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Política: ambigüa y contradictoria La inestabilidad política no es ajena a este contradictorio proyecto político. La coalición progresista liderada por el PT se encuentra en minoría parlamentaria, lo que le obligó desde el primer día a buscar ex-

ría en 2005 con el llamado Caso Mensalão, una supuesta compra de votos parlamentarios para asegurar el respaldo a las medidas de Lula. En noviembre de 2011 el Tribunal Supremo dictaba duras sentencias de prisión que afectaban a toda la cúpula del PT en aquella época como el ex presidente del partido José Genoino y, especialmente, José Dirceu, brazo derecho de Lula, llamado a ser su sucesor hasta que fue relegado por Rousseff tras el escándalo. Ahora, el PT intenta por todos los medios que la sentencia y los hechos no salpiquen a Lula, mientras asegura que todo es una campaña orquestada por unos medios de comunicación monolíticamente derechistas.

traños compañeros de viaje. Dos fueron las posturas enfrentadas dentro del PT para afrontar en 2003 este problema, la del ministro de Hacienda, Antonio Palocci, partidario de un gran pacto con la derecha del PSDB, y la defendida por el dirigente José Dirceu favorable a buscar acuerdos con el centrista Partido del Movimiento De mocrático Bra sileño (PMDB). Finalmente se optó por una salida intermedia, integrando al PMDB en el gobierno junto a otros pequeños grupos. El resultado es un extraño puzzle político en el que se encuentran desde el Partido Comunista de Brasil hasta el Partido Liberal de un hombre como el industrial José Alancar, quien en 1969 no dudó en apoyar el golpe, aunque después se distanciaría de los militares. Este extraño cóctel tiene su plasmación más gráfica en los 27 ministerios que componen el actual gobierno. Una cifra que convierten a Brasil en el país con más ministerios del mundo, pero único medio de repartir el mínimo poder político entre sus aliados, capaz de asegurar la estabilidad. Una lacra para las aspiraciones de la propia Rousseff de abordar una reestructuración del sistema político para hacerlo más racional y que, por ahora, solo se ha plasmado en un mayor control desde Pre sidencia de los niveles secundarios en los ministerios, lo que no ha dejado de provocar fricciones con sus aliados. Además, esta patrimonialización de la política y la búsqueda de apoyos ha favorecido una de las lacras más criticada por la sociedad brasileña: la corrupción. Los casos de irregularidades y desvíos de fondos públicos obligaron a dimitir en 2011 a seis ministros, presionados por una Dilma Rousseff empeñada en una postura inflexible contra la corrupción. Sin embargo, el gran escándalo estalla-

Estas actuaciones políticas y comportamientos provocaron no pocas deserciones del proyecto del PT durante estos años. En unos casos fueron rostros famosos, como el de Caetano Veloso, quienes desde la izquierda no escondieron sus críticas a la deriva petista. En otros casos, la divergencia llevó a la creación de nuevas organizaciones como el Partido Socialismo e Libertade promovido por Heloísa Helena tras su expulsión del PT por sus discrepancias, o el proyecto En Rede que, tras su paso previo por los Verdes, promueve la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva, compañera sindical del asesinado Chico Mendes. Con todo, a pesar de las contradicciones, las ambigüedades y las limitaciones de algunos éxitos, lo cierto es que el Brasil surgido de esta década se presenta como un país autocomplaciente, maravillado con su inclusión en el selecto club de los países más ricos del mundo, fascinado con el descubrimiento de la sociedad de consumo. No es extraño encontrarse en sus calles con ciudadanos que miran con cierta condescendencia a la vieja Europa en crisis, hasta hace poco destino envidiado. Para muchos esta es la herencia de Lula, de quien nadie descarta su próximo regreso a la primera línea de la política. El mismo Lula a quien mira con desprecio la selecta clase media y alta. Los mismos sectores que siguen viéndole como la amenaza comunista, los que se burlan de su vulgaridad, de su incultura, la que no soporta su pasado obrero. Y ello a pesar de que en el PT la utopía hace tiempo que adoptó perfiles macroeconómicos: hacer de Brasil el cuarto país más rico y el primer exportador agrícola del mundo antes de que acabe esta década. (Tomado de El Viejo Topo 303 / abril 2013)


TOMÁS ELOY MARTÍNEZ Uno stos brotes del pasado que sucumben a la voracidad de las piquetas no despiertan entre los caraqueños ni un ramalazo de melancolía. Para una ciudad que se alimenta de la esperanza y vive en estado de perpetua rebelión contra lo que fue, todo azulejo de la infancia, todo tejado rojo de la memoria, ya no merecen ser contemplados. Caracas se niega a recordar, porque ha colocado su identidad en el día de mañana, no en el de ayer. Solo en las casas finiseculares de La Pastora y en algunos rincones perdidos de El Paraíso se encienden las lámparas votivas del pasado. En una ciudad que ya no tiene espacio para los recuerdos del hombre –porque el hombre mismo ha debido trasladar su habitación a los carros–, aquellos últimos cruzados de la tradición caraqueña han defendido, con una vigilia de años, su derecho a conservar los balcones donde antaño las muchachas casaderas aguardaban el desfile de los galanes, los patios con sus matas de mamón y de mango, el cuarteto de paraqués –abiertos a cualquier imaginación de la familia– y los aleros a cuya sombra las abuelas contaban historias que el progreso ha descolorido. Caracas siempre fue la malquerida de Venezuela. Juan Vicente Gómez, el dictador que quiso domesticar al país durante las primeras décadas del siglo, la sometió a la humillación de conservarla como capital a la vez que se negaba a aceptarla como asiento de su gobierno. Así la sojuzgó a través de la indiferencia. Marcos Pérez Jiménez, en cambio, la trasmutó. Insatisfecho del cuerpo que la ciudad tenía, le construyó un cuerpo nuevo a imagen y semejanza de sus delirios. Rayó el largo tórax del valle con autopistas y distribuidores, puso fin a las mansiones lujuriosas del pasado, sustituyéndolas por torres y mausoleos babilónicos que pretendían desgastar el señorío del Ávila. Caracas detestó el cuerpo que le había sido impuesto, pero jamás sintió nostalgia por el que había tenido. Los restos del esplendor yacen, por eso, en la misma infelicidad y descuido que las cartas de amor que llegan demasiado tarde. Hay arcos mozárabes quemados por el olvido, bustos griegos de mármol sepultados por capullos de vidrio y de cemento –para tornarlos imposibles a la mirada–, y a veces, en una inesperada calle ciega, casitas de muñecas por las que rondan todavía las órdenes de Cipriano Castro. Pero ya nadie ve, porque la desmemoria prohíbe toda mirada.

E

Dos La gloria llegó temprano a Venezuela. Las casas del poder, en cambio, se construyeron demasiado tarde, cuando las guerras se tornaron menos importantes que las intrigas de palacio. A mayores intrigas, palacios más fastuosos. De allí que en Caracas los monumentos tengan dos clases de linaje: la austera y aldeana clase de los tiempos de gloria, cuando la aureola simbólica de las casas era hechura del pueblo; y el linaje opulento de los tiempos de poder, cuando las casas eran reflejo de un poder lejano, paños ajenos y maravillosos con los cuales los señores feudales de la nueva Venezuela querían inútilmente disimular su propia gloria. A esa primera estirpe corresponden la Casa Natal del Libertador, la Catedral, San Francisco, la Quinta Anauco, el puente de

Así es Caracas En 1980, mientras vivía en exilio, Tomás Eloy Martínez dedicó este homenaje a la capital venezolana. El texto hace parte del libro Ciertas maneras de no hacer nada, publicado por la editorial La Hoja del Norte en enero de 2013.

Carlos III y la Cuadra Bolívar. A la otra, que Antonio Guzmán Blanco hizo brotar de sus sueños megalómanos, pertenecen el Congreso, Miraflores, el Panteón y La Planicie. Aquellos no necesitaron del tiempo para que madurara su gloria; a estos, en cambio, solo el tiempo les dio lustre. Unos y otros fueron poblándose de fantasmas de linaje también diverso: a los primeros se les rinde veneración, a los segundos se les teme. Los monumentos del poder son, sin embargo, más abundantes que los de la gloria. Así sucede con la historia misma, y acaso con el recuerdo de los hombres.

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Tres El amor no admite condiciones. Y los caraqueños han aprendido a querer a su ciudad aun en los rincones donde es fea y desatinada. Aman el marroncito al paso, las caries de los cerros, el atardecer entre ardillas y palomas en la Plaza Bolívar, la chicha artesanal que se compra en las puertas de la Universidad o en la esquina de la Funeraria Vallés, el raspado con los colores del arcoíris, el regateo en las quincallas de El Silencio, los brazos musculosos que protegen a las muchachas peinadas con rollos en la tarde de los sábados,

las violetas del Ávila, las flores de María Lionza, los carros eternamente montados en las aceras, la imposibilidad de caminar, el trotecito de las mañanas por el Parque del Este, un licor de guayaba que se fermenta en Catia, la reja de una ventana que –a la vuelta de siglo– todavía huele a novia, la conversación a la vera de los jeeps que aguardan en la Redoma de Petare. La ciudad es como es, desordenada y absurda, pero si fuera de otro modo los caraqueños no podrían amarla tanto. Malpensante, N° 136, Noviembre de 2012

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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