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Corre, por Ana María Ramos Dumitrascu

CORRE

Solo molesto, me aíslo, solo protesto, me callo, solo agoto, me apago, solo estorbo, duermo, solo jodo todo, desaparezco.

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Vivo en un mundo de hipocresía, uno en el que solo la maldad habita, en el que el ego es prioritario y, a veces, abandonamos lo más necesario.

Fui un hola, un adiós, un qué tal, un hasta pronto, un para siempre, un para jamás, pues esta historia tuvo un final.

Sonriendo me conocieron, sonriendo me iré, de mis problemas no se percataron, pues nunca me escucharon hasta por fin el mar denso, mudo y estático ver a sus pies.

Te aconsejo: no me pises los talones. La nieve pronto en tu cumbre aparece, no dejes aquellas relaciones que contigo permanecen.

Aprovecha y corre, no dejes de correr, eres tú contra el mundo, no viceversa. Verás cómo el nubarrón se dispersa,

por favor, aprovecha y observa el amanecer que yo ver no podré.

Pues yo abandono esta lucha. Tienen mi espalda contra la pared y espada al cuello, podré pensar sin conciencia, vivir sin cuerpo. Y, finalmente, de verdad no me escucharán.

No más molestias, estorbos, tonterías, son libres, tanto como yo, estuve segundos, minutos, horas, contando hasta el día y, finalmente, ha llegado hoy.

Quizás te percates de a qué me refiero o tal vez no, pero quizás entiendas todo cuando oigas cuestiones, frustraciones, lamentos y justifiquen todo con un que estaba loco al exagerarlo todo.

Pero no los escuches, ni a ellos ni a nadie, no dejes que te manden sobre qué has de hacer y qué no, corre, pero corre de la forma que tú quieras, ignorándolos, no dejes caer los frágiles cristales de tus ojos por tu rostro, es inútil, pues, cuando leas esto, ya estará hecho.

Y, así, me volví la pesadilla de sus más grandes sueños.

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