Relatos con ánima de espuma (100% expresión)

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Relatos con ánima de espuma (100% expresión)

Colegio San José Espinardo 3(Murcia) Curso 2016/2017


Relatos con ánima de espuma (100% expresión) Junio, 2017

Colegio San José Espinardo (Murcia) Edición: José Eduardo Morales Moreno Ilustraciones de portada realizadas por los autores de los cuentos

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Índice Prólogo ....................................................................................... 7 El equipo del colegio, por Esther Marco Navarro .................... 11 El misterio de Villaverde, por Elena Zamora Martínez ............ 15 El niño perdido, por Antonio Saura Piqueras........................... 21

Un viaje a Egipto, por Marina Fernández Ruiz ....................... 27 Una carta para Carla, por Sofía de la Ossa de Moya.............. 31 El misterio de 6°A, por Francisco Castro Parra ........................ 35 Tanta agua y tanta sed, por Ginés López Martínez ................. 41 Don Botón y Don Dedal, por Héctor Bayona Pacheco ............ 47 El comando naturaleza, por Alejandro Castro Guerrero .......... 51

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Prólogo

Estos Relatos con ánima de espuma (100% expresión) están formados por los cuentos de segundo y tercer ciclo de Educación Primaria del Colegio San José, de Espinardo (Murcia), que resultaron premiados en la XXIXª Convocatoria de los Premios Literarios San José de Relato Breve, un concurso que se celebra todos los años, desde hace ya veintinueve, para promover la escritura creativa entre los alumnos. El primer cuento, titulado El equipo del colegio, de Esther Marco Navarro, de 4ºA, obtuvo el premio al mejor trabajo del Segundo Ciclo de Educación Primaria, con una historia acerca de unos alumnos que, para evitar que derriben su colegio, se organizan utilizando las tecnologías de la información y de la comunicación, que tan bien dominan. El segundo, bajo el título de El misterio de Villaverde, de Elena Zamora Martínez, de 6ºB, consiguió el premio al mejor trabajo del Tercer Ciclo de Educación Primaria. En él, una niña, cuyo padre es ornitólogo, se encuentra una pista que le lleva, acompañada de sus amigas, al descubrimiento de un fabuloso tesoro. El tercer cuento es El niño perdido, de Antonio Saura Piqueras, de 3ºC, que ganó el premio al mejor trabajo de 3º de Primaria, y trata sobre un niño rico que desprecia a los pobres pero que, tras una experiencia inesperada en

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un barrio de la periferia al que fue con malas intenciones, aprende el valor del respeto y de la tolerancia. El cuarto lleva por título El viaje a Egipto, su autora es Marina Fernández Ruiz, de 4ºA, y recibió el premio al mejor trabajo de 4º de Primaria gracias a una narración de aventuras sobre una niña que, como indica el título, viaja a Egipto con su madre y, tras quedar encerradas solas dentro de una pirámide, encuentra la forma de salir. El quinto, con el título Una carta para Carla, de Sofía de la Ossa de Moya (5ºA), fue premiado como el mejor trabajo de 5º de Primaria, y relata cómo una madre entrega a su hija una carta que le dejó su padre y en la que le revela quién es ella realmente. El sexto es El misterio de 6ºA, de Francisco Castro Parra (6ºA), y obtuvo el premio al mejor trabajo de 6º de Primaria con una narración llena de intriga acerca de la misteriosa desaparición de un montón de alumnos. Otros tres cuentos fueron premiados con un accésit. En primer lugar, el relato Tanta agua y tanta sed, de Ginés López Martínez, de 3ºB, donde el autor imagina una historia sobre un niño africano que debe afrontar cada día muchos peligros para conseguir agua sucia para su familia, en tanto que él disfruta siempre de su botella de agua cristalina. En segundo lugar, el cuento Don Botón y Don Dedal, de Héctor Bayona Pacheco, de 3ºA, que relata la rebelión de estos personajes contra la tirana Doña Aguja, en un enfrentamiento que, con ayuda de Don Tijeras, acabará bien para todos los habitantes del costurero. En último lugar, otro accésit fue para Comando naturaleza, de Alejandro Castro Guerrero, de 5ºA, donde el lector asistirá a la devastación de un bosque por intereses económicos de las empresas madereras y a la solución que

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encuentra y lleva a cabo un niño con ayuda de su padre y de los niños y las niñas de su pueblo. En definitiva, nueve relatos que conmueven con sus reflexiones, que emocionan con sus aventuras y que enseñan con los pensamientos y la imaginación que sus autores vuelcan en ellos.

José Eduardo Morales Moreno Profesor de Lengua y Literatura

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El equipo del colegio ESTHER MARCO NAVARRO

No era una ciudad muy grande, pero lo suficiente para que estuviera casi llena de edificios y rascacielos. Cada vez venía más gente a vivir aquí porque había trabajo, cen-

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tros comerciales, centros de ocio, bibliotecas, etc. Había muchas casas y edificios antiguos que iban demoliendo para hacer más edificios, oficinas y centros comerciales. Llegó un día que le tocó a mi colegio. Lo quisieron quitar de en medio para hacer otro centro comercial, ya que era un colegio que estaba cerca del centro de la ciudad con un jardín bastante grande, donde disfrutábamos todos los alumnos en el recreo y en las competiciones deportivas que organizaban. El Ayuntamiento dio permiso para la construcción, y el colegio lo iban a cambiar a las afueras de la ciudad, donde tendríamos que coger el autobús una vez al día y dos veces cuando tuviéramos una actividad escolar. Todos los alumnos, padres y profesores estaban en contra de ese cambio, porque era un colegio que había estado en ese sitio durante casi sesenta años, y a nuestros padres les iba a crear más problemas, más gastos y tiempo para tener que llevarnos a las afueras y esperar el autobús. Había un chico que se llamaba Álex, tenía 12 años y estaba en 6º de Primaria. Era un friki de las tecnologías y, aunque se pasaba muchas horas con consolas, móviles y esos aparatos, por lo menos ese tiempo lo invertía en aprender con ellos: unas veces con las nuevas aplicaciones, con aplicaciones para móviles que habían salido; otras en ver vídeos en YouTube para entender mejor las lecciones de clase que no había terminado de comprender; también en buscar en el ordenador las nuevas tecnologías que salían; y, cómo no, en las redes sociales. En eso era único, casi las dominaba. Gracias a esos conocimientos tuvo una gran idea. Consistía en mover a la ciudad y que despertara y se manifestara para intentar que la demolición no se llevara a cabo. Álex pidió ayuda a sus amigos y a su hermano

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Adrián de 18 años, que sabía manejar muy bien las redes sociales. Su amiga Rocío, que dibujaba muy bien, hizo un diseño a lápiz y colores de un cartel con una fotografía del colegio y el parque con los edificios de alrededor zambulléndose en el jardín. Quería hacer ver que la ciudad se quedaría sin su mejor jardín, para colocar aún más tráfico y colapsarse más. Álex se encargó de meter el dibujo en móviles y ordenadores. El cartel lo mandó por WhatsApp y Facebook, con un anuncio que pedía a la ciudad que se concentrara y se manifestara el 7 de mayo ante el Ayuntamiento. Su amiga Daniela, que hablaba mucho y que sabía explicarse bien, se encargó de hacer un vídeo explicando la situación, enseñando el dibujo que Rocío había hecho. Álex se ocupó también de colgarlo en YouTube y decirle a su hermano Adrián que lo difundiera por todos los sitios que pudiera de Internet. El 7 de mayo el mundo se vino encima de nuestra ciudad, ya que los mensajes y el vídeo llegaron por todo el país. Aunque no vinieron todas las personas del país, sí que vinieron muchas cámaras de todas las televisiones, fotógrafos y periodistas. La noticia tuvo tal impacto que el país se echó en contra del proyecto, y a los pocos días el alcalde anunció que ya no iba a demoler el colegio, y que en el lugar donde se iba a hacer el colegio se construiría el centro comercial. Todos los padres y alumnos del colegio reconocieron que ese cambio fue gracias al trabajo de Álex y su gran equipo, que supieron moverse a tiempo y hacer llegar la situación a todo el país, aunque ellos mismos se sorprendieron, ya que no se esperaban que impactaran tanto los mensajes y el vídeo, que llegó a tener más de tres millones

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de visualizaciones y más de seis millones de “Me gusta” en Facebook. El colegio reunió dinero en un fondo que hicieron, tanto que les pudieron regalar una bicicleta a cada uno del equipo. Veintisiete años después el colegio sigue con sus clases. Álex consiguió una beca en sus estudios para trabajar en una empresa diseñando móviles y tablets.

FIN

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El misterio de Villaverde ELENA ZAMORA MARTÍNEZ

Hola, mi nombre es Carol, hace poco me mudé a un pueblo llamado Villaverde, en las montañas, cerca de un bosque de árboles altos y frondosos que da a un riachuelo

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de aguas cristalinas. Abajo de las montañas está el pueblo, con casas antiguas y luminosas, calles estrechas que dan a una plaza ancha donde los niños se pasan el día jugando; en el centro de la plaza hay una fuente con un pedestal de mármol. En una de las montañas hay un mirador desde el que se puede contemplar todo el pueblo, el bosque, el riachuelo... Tenemos un vecino un poco antipático, tiene una casa como en ruinas; él es muy alto, con varias arrugas y una barba blanca y larga.

El motivo por el cual nos hemos mudado a este pueblo es que mi papá es ornitólogo y está haciendo un estudio de aves, y aquí hay una gran variedad de pájaros. ¿Que no sabes lo que es un ornitólogo? No te preocupes, yo te lo explico: es un señor que estudia las costumbres de las aves, su plumaje, su comida; las dibuja, lo escribe todo en su diario de campo y lleva unos prismáticos, una brújula, un sombrero; digamos que es como un detective, pero de pájaros. 16


Os voy a contar una anécdota que me ocurrió cuando vine a este pueblo. Resulta que mi mamá se fue al cuarto de baño a lavarse las manos y se quitó su anillo de casada, dejándolo encima del lavabo; llamaron a la puerta y salió a abrirla mientras entré yo al baño, y cuando mi mamá volvió, no encontró su anillo. Me preguntó si yo lo había visto y yo dije que no, puesto que cuando yo fui al baño el anillo no estaba. Como vi que mi mamá no lo encontraba, empecé a investigar por mi cuenta, y una de las veces que fui a mi cuarto, en la ventana me encontré con una urraca, y cuando me vio salió volando, yo me fijé en que el nido estaba en el póster de teléfono de enfrente. Le pedí a mi papá que cogiera su escalera y la pusiera en el póster para que de esa manera pudiera mirar su nido, y cuando la puso y pude observarlo... Efectivamente, en el nido se hallaba el anillo, pero no solo era eso, sino que estaba la gran mayoría de joyas del vecino de al lado.

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Como recompensa por lo del anillo, mi mamá y yo fuimos a un mercadillo que ponen en el pueblo y me permitió comprarme algo. Cuando fuimos vi un cuadro que me gustó muchísimo y, como no era muy caro, mi mamá me lo compró. A los dos días vinieron mis amigas de la ciudad, Luci y Britani, a pasar una semana. La primera noche hicimos fiesta de pijamas y en uno de nuestros saltos desde la cama se cayó el cuadro que compramos en el mercadillo, y resulta que entre el panel y el lienzo había un mapa. Al día siguiente mi padre nos invitó a pasar dos días y una noche de acampada, puesto que él tenía que hacer un estudio sobre un pájaro que solo se veía en ese momento. Cuando nos despertamos a la mañana siguiente, desayunamos y nos pusimos en marcha. Cruzamos el riachuelo y a las tres horas llegamos a un árbol vigía, que es un árbol con una base en lo alto y una pequeña escalera para poder subir, vamos, lo que puede ser una caseta de árboles. Una vez arriba mi papá nos dio varios artilugios: unos prismáticos, una brújula y una linterna para la noche; yo cogí los prismáticos, Luci la brújula y Britani la linterna. Yo me asomé a la ventana y con los prismáticos empecé a observar el paisaje, cuando de repente vi el jardín de una casa deshabitada, el jardín tenía forma de cuadrado, pero en el centro había una X. Le pregunté a mi padre si podíamos ir a investigar y él me dejó, pero me dijo que lleváramos muchísimo cuidado. Una vez allí nos pusimos a curiosear. La casa estaba cerrada y no podíamos entrar de ninguna manera. Justo en el centro del jardín, donde estaba la X hecha de tablones de madera, ahí había una nota y, cuando la cogimos, las maderas se rompieron y Britani y yo nos caímos por una especie de pozo.

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—¡Luci! ¿Estás ahí? —Dije yo. —¡Sí! —Contestó Luci. —Vale, no te preocupes, estamos bien, corre a llamar a mi padre —dije yo. —Vale —volvió a contestar Luci. —Britani, enciende la linterna — dije yo. —Ok, ya voy —dijo Britani. Cuando Britani encendió la linterna, apareció de la oscuridad un túnel, y empezamos a caminar a ver si nos llevaba a una salida. Al final del túnel había una escalera de piedra por la cual subimos y llegamos a una sala oscura. Alumbramos con la linterna y nos llamó la atención algo brillante, dorado, hermoso. Caminamos hacia allí y al llegar oímos la voz de mi padre, llamándonos. —Papá, ¿eres tú? —Sí, Carol, ¿dónde estáis? —Aquí abajo, papá. Se abrió una puerta y apareció mi padre, el cual nos abrazó fuertemente. —¿Estáis bien? —Sí, papá, un poco magulladas pero, bueno, mira lo que hemos encontrado —dije yo. —Sin duda es un auténtico tesoro —dijo Britani. Salimos de allí y llegamos al pueblo y fuimos heroínas; y resultó ser una gran aventura que siempre recordaremos con emoción.

FIN

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El niño perdido ANTONIO SAURA PIQUERAS

En un mundo muy difícil y lleno de pobreza vivía un niño al que no le faltaba de nada. Era mimado, consentido

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y lo tenía todo. Él estaba acostumbrado a hacer todo lo que quería, a humillar, a mandar a toda persona inferior a él. Vivía en una gran casa muy bonita con criados y muchos lujos. Cerca de su casa había unos barrios marginales. Un día el niño, con dos amigos suyos, decidió ir por su cuenta a ver a la gente de allí y a reírse de ellos. Este niño se llamaba Marcos y aquí empieza su aventura. Una vez en el barrio, Marcos y sus amigos empezaron a ver gente pobre y humilde y exclamó Marcos: —¡Qué gente más sucia y más rara! Voy a preguntarles por qué son así —y dirigiéndose a un grupo de niños que estaban jugando les preguntó—: ¿No hay ningún parque por aquí para jugar? Y le contestó uno de ellos: —No, aquí no hay parques, nuestro barrio es pobre. Y volvió a preguntar Marcos: —¿Y por qué vais tan sucios? Volvió a contestar el niño: —Porque no tenemos dinero para ropa. Entonces Marcos y sus amigos empezaron a reírse de ellos y a humillarlos, diciéndoles cosas como: —¡Ven y límpiame los zapatos y te doy un euro! ¡Agáchate que me suba encima de ti! Y a nosotros os dirigís como señor, porque sois pobres. A todo esto, les oyeron meterse con los niños un grupo de chicos mayores y dirigiéndose a ellos les dijeron: —¿Qué es lo que estáis haciendo con estos niños? Y Marcos y sus amigos contestaron: —Lo que nos da la gana. ¿No veis que son pobres? Igual que vosotros, que tenéis que hacer lo que nosotros queramos.

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Entonces los chicos mayores se enfadaron y corrieron a pegarles. Los amigos de Marcos se asustaron y huyeron cobardemente, dejando a Marcos solo. Él seguía diciendo insultos a todos para que hiciesen lo que él quería. Entonces, uno de los chicos mayores le dio un golpe haciéndole sangre en la cara. Marcos se asustó, salió corriendo por el barrio y se perdió sin saber a dónde ir. Así se vio varias horas, corriendo y escondiéndose de los otros niños mayores, que le querían pegar por su mal comportamiento y trato hacia ellos. Después de haber pasado un buen rato dando vueltas y escondiéndose, se dio cuenta de que tenía sed, hambre y frío. Entonces pensó: “¿Que voy a hacer ahora? ¿Dónde me meto?”. Así pasó más de un día, dando vueltas solo y perdido. Sus padres empezaron a buscarlo, bastante preocupados porque no llegaba a casa, después de lo que les contaron los amigos de Marcos de que lo habían dejado solo. Entonces fueron a ese barrio pero no sabían por dónde empezar a buscar. Mientras tanto, los niños mayores seguían buscando a Marcos por el barrio. Marcos siguió dando vueltas sin saber salir del mismo, con hambre, frío y mucho miedo. Entre vuelta y vuelta se encontró con uno de los niños a los que había humillado al principio. Este se dirigió a Marcos preguntándole por qué no se había ido a su casa y estaba tan asustado. Marcos respondió todavía con genio: —¡No te importa, y déjame en paz! Le volvió a decir el niño a Marcos: —¿Tienes hambre y frío? Llevas muchos días por aquí solo, ¿me dejas que te ayude? Y Marcos contestó: —¡Sí, por favor! ¡Ayúdame!

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Entonces el niño se llevó a Marcos a un refugio para darle comida y ropa limpia. Lo escondió de los otros niños mayores que le querían pegar. Marcos, al llevar tantos días por el barrio, parecía uno de ellos, mientras tanto sus padres no paraban de buscarlo sin éxito. Pasaron los días y el niño pobre cuidaba de Marcos como si fuese su hermano protegiéndolo de todo, dándole de comer, y a la vez empezó a surgir una bonita amistad y cariño entre ellos. Entonces Marcos se dio cuenta de que la gente pobre no era tan mala como él pensaba. Marcos empezó a ayudar a los demás. A Marcos empezó a gustarle todo esto, lo vio muy bonito y decidió quedarse con el niño un tiempo para ayudarle en su labor. Pasaban los días y los padres de Marcos dejaron de buscarlo, dándolo por perdido. Mientras tanto Marcos y el niño pobre seguían haciendo cosas buenas y muy bonitas con la gente necesitada. Un día se levantó Marcos y dijo: —¡Madre mía! ¡Mis padres me estarán buscando! Deben de estar muy preocupados por mí pensando que me ha pasado algo malo. Debo intentar volver a mi casa. Entonces el niño pobre le respondió: —¡Yo te ayudaré a ir a tu casa! ¡No te preocupes, Marcos! Y el niño pobre, al día siguiente, vigilando las calles y yendo por sitios seguros, consiguió llevar a Marcos a su casa. Cuando Marcos vio su casa se puso a llorar de alegría y entonces llamó a la puerta y le abrió su madre. Cuando lo vio empezó a llorar de alegría y le dijo: —¡Hijo, nos tenías preocupados! Entonces salió su padre también emocionado y le dijo lo mismo. Marcos contestó:

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—¡Me perdí y me asusté! No sabía llegar a casa —y entonces Marcos contó todo lo que le había pasado y lo que había hecho. También les contó cómo le ayudó el niño pobre. A todo esto, Marcos le pregunto al niño pobre: -¿Cómo te llamas? Pues no lo sé después de haber estado contigo. Contestó el niño pobre: —¡Llámame como más te guste! —Con cara de bondad y alegría le dijo el niño—: Pues he hecho un buen trabajo contigo. —¡Ja, sabía que eras bueno! No me he equivocado contigo. Marcos le preguntó sorprendido: —¿Quién eres? Y el niño pobre le contestó: —¿No lo sabes todavía? Y Marcos contestó: — ¡No, pero estoy muy emocionado, me ha gustado mucho encontrarme contigo! ¡Dímelo, por favor! Y el niño le dijo: —¡Soy tu ángel de la guarda! Y entonces al niño le salieron alas y desapareció volando hacia el cielo. Marcos exclamó llorando —¡Jamás volveré a insultar ni a ofender a las personas pobres ni a nadie! Desde entonces Marcos siguió estudiando y se hizo un hombre respetable y rico. Se hizo médico y dedicó el resto de sus días a ayudar y a respetar a todas las personas necesitadas y pobres, siendo así una gran persona y querido por todo el mundo.

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ColorĂ­n colorado, este cuento se ha acabado. Moraleja: siempre hay que respetar a todas las personas, bien sean pobres, ricos o de otra raza. FIN

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Un viaje a Egipto MARINA FERNÁNDEZ RUIZ

Hola, me llamo Laura y tengo 16 años, hace una semana viajé a Egipto con mi madre de vacaciones de verano. ¿Sabéis qué? ¡Me encantó!

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Cuando llegamos nos alojamos en el Safir Hotel Cairo, que se encontraba en pleno centro de la ciudad. Ya era tarde, así que fuimos a cenar a un restaurante típico de allí. La comida era extraordinaria, los sabores, los olores, las especias... Cuando nos acostamos no podía dormir de los nervios. Tenía tanta ilusión como miedo. Según mamá, al día siguiente iríamos a la pirámide Keops con sus compañeros los arqueólogos. Cuando nos levantamos mamá me dijo: —Laura, hazte una mochila que lleve una linterna, una cuerda... Yo le hice caso y cogí mi mochila y me eché una linterna, una cuerda y la antigua llave que encontró mi abuelo aquí en Egipto, no os lo he contado, mi abuelo fue arqueólogo y mi madre también lo es, yo creo que también lo seré. De camino hacia la pirámide nuestro chófer nos iba contando increíbles historias. Cuando llegamos me llevé una gran desilusión, era una simple pirámide sin puerta, pero aquello duró poco, vi que los arqueólogos movían una gran piedra y podíamos entrar todos. Nos dirigimos hacia la cámara del faraón, mamá y yo entramos y justo empezaron a cerrarse las puertas, los compañeros de mi madre no pudieron entrar y en ese instante me di cuenta de que nos habíamos quedado encerradas en la pirámide. Mi madre pulsó una piedra y la sala empezó a llenarse de arañas, cucarachas, escarabajos... Mamá pulsaba todas las piedras mientras decía:

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—Laura, tranquilízate, saldremos de aquí. ¡Tiene que haber una llave oculta! Cuándo mamá dijo esas palabras, yo me acordé de la llave que me entregó mi abuelo al morir, la saqué de la mochila y la coloqué en la cerradura, de repente se abrieron las puertas y dejaron de caer bichos. Mamá salió corriendo pero yo no. Mi madre miró hacia atrás y dijo: —Vamos, Laura. Yo contesté: —Mamá, la llave del abuelo... Ella dijo: —La llave se quedará aquí siempre. No se puede sacar. Parece que aquella llave estaba destinada a quedarse donde se encontró. Cuando salimos, los compañeros de mi madre nos dijeron —¿Cómo es que habéis salido vivas? Muy pocos de los arqueólogos que se han introducido en esta pirámide han salido vivos. Mamá dijo: —No ha sido gracias a mí, sino a mi hija Laura. Si no fuera por ella no habríamos salido con vida. Al día siguiente hicimos las maletas, fuimos al aeropuerto y nos dirigimos hacia España. Cuando terminaron las vacaciones les conté a mis compañeros la experiencia que había vivido, todos se quedaron diciendo: “Esto no es verdad”, y es que era difícil de creer, y hasta a mí me costaba creerlo. Y colorín colorado, esta increíble historia aún no ha acabado.

FIN

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Una carta para Carla SOFÍA DE LA OSSA DE MOYA

A la llegada del invierno, tras unas vacaciones en la pequeña casa de monte que el abuelo nos dejó de herencia, y arropados por la suave y tejida manta de la abuela, mamá nos empezó a contar una historia que ninguno de noso-

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tros habíamos escuchado nunca. La fabulosa historia de mi padre. Mi madre se levantó y se acercó al mueble de al lado de la chimenea y sacó una pequeña caja de hojalata, la típica caja de hojalata de galletas que el abuelo nos llevaba siempre que iba a visitarnos. De ella mi madre sacó una carta escrita a mano por mi padre. «Querida Carla: Esta carta la escribo ahora que sigo recordando aquellos días de la guerra, días de hambre, de bombas, de lágrimas, de idas y venidas y despedidas. Días en los que pensaba en ella, mi esposa, tu madre, y días en los que pensaba que no la volvería a ver. Me gustaría contarte los acontecimientos que me marcaron en los últimos días de guerra. Cuando estaba en el campo de batalla y justo se había firmado la paz, oí muy cerca de allí el llanto de una niña, me puse a buscarla como un loco y, pasados unos minutos, la encontré bajo unos escombros llena de polvo y de sangre. Le pregunté su nombre y no le salían las palabras, así que decidí cogerla y llevarla a casa conmigo. Al llegar, la bienvenida de tu madre fue emocionante, se tiró a mis brazos mientras suspiró profundamente entre lágrimas. Pasados unos instantes ella se dio cuenta de la niña que llevaba a mis espaldas y, sin ninguna pregunta, me hizo pasar a la casa. En la cocina ella había preparado la sopa de ajo que tanto me gustaba a mí pero, antes de tomarla, trajo unos paños con agua y empezó a limpiar a la niña, cuando la niña temblando dijo: —Me llamo Carla.

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En este momento, de mi boca la única pregunta que salió fue sobre sus padres. Con lágrimas en los ojos me respondió que ellos habían muerto nada más comenzar la guerra. Ahora te estarás dando cuenta, pequeña Carla, me costó mucho decirlo antes: no eres mi hija realmente, pero en aquellos tiempos tu madre y yo tomamos la decisión de que te quedaras con nosotros. No quiero que llores porque para mí eres mi hija. No tenía fuerzas para contarte esto en persona, tampoco me podía permitir no contártelo, ya que la enfermedad va a más. El alzhéimer puede conmigo estos días, así que he decidido escribírtelo en esta carta. Te quiero mucho. Tu padre.» Mi madre guardó la carta en la caja y la dejó en su sitio y, quedándose de pie, nos miró a los ojos, todos estábamos asombrados y aun así mi madre sacó la mejor de sus sonrisas y exclamó: —¡Es la gran historia de mi vida! No me salían palabras que decirle a mi madre, simplemente el silencio lo dijo todo.

FIN

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El misterio de 6°A FRANCISCO CASTRO PARRA

Prólogo Era una mañana como todas: exámenes, clases, deberes, etc. Hasta que vi que faltaban 15 de 33. ¡Esto sí que era raro!

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El misterio de 6ºA Como decía el prólogo, faltaban 15 de 33 niños. Soy Federico, y estos son mis amigos: María, Jaime y Juan. Todos estábamos extrañados de que faltaran tantos alumnos. Al día siguiente faltaron 18. ¡Ya era exagerado! Eran las 11:15 h., iba al baño y, en la puerta, me encontré una nota que decía:

Salí corriendo a mi clase a decírselo a mi seño. —¡Seño! —Grité al entrar en la clase. —Dime, Federico —me respondió. —Me he encontrado esto en el baño. —A ver... —Leyó la carta—. ¡Esto es falso, Federico! Entonces me fui a mi sitio. Pensé: “¡Ufff, esto no puede ser una broma!”. Así que ¡nuestra pandilla decidió investigarlo! AQUELLA MISMA TARDE A las 16:00 h. tenía Francés, pero mientras subía vi un zapato con una nota dentro:

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Al ver eso subí la alerta ¡y se lo dije al Director!: —Me he encontrado estas notas en el pabellón del comedor. ¿Significarán algo? —No creo. No les hagas caso, es alguien gastándote una broma —dijo el Director. Me fui, pero antes me llamó Maribel a Secretaría y me dijo: —¿¿Te has dado cuenta tú también?? ¿Verdad? —¿De qué me hablas? —Le dije. —Faltan 18 niños por clase. Yo creo que no es una coincidencia. He oído decir que niños del internado estaba montando algo grande. Continuará...

 María tenía contactos en el internado y me hice pasar por uno de ellos. Aquí tenéis su expediente: Nombre: Pablo Alias: El líder Castigos por: Insulto a profesor. Acosador Desde: 2010 Hasta: 2018

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¡Pero si yo soy uno de los que mejor se portan en mi clase! ¡Es una locura! Nos cambiamos de ropa y entramos al internado. Nada más entrar ya me dijeron unos chicos encapuchados: “¡Venga, venga, que llegas tarde! ¡Vamos!”. Yo me metí por donde dijeron y acabé en un cuarto sellado con un cartel enorme que ponía:

Eternum Internatum  Secret society 40 members. Leader: Pablo

Cuando leí que el líder era Pablo pensé: — María, ¿por qué me llamo Pablo, por qué? El cuarto parecía un antiguo templo azteca. ¡Qué miedo! Era una especie de reunión. Yo, cuando llegó el resto de miembros, no entendí nada porque hablaban de una forma extraña: Shatextapexto. ¡En qué lío me había metido! Al momento me fui del colegio a investigar.

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AL DÍA SIGUIENTE Busqué en internet y vi que era un idioma de unos indígenas que se comían a las personas. ¡Ya encajaba todo! ¡¡Eran caníbales!! ¡Menuda pesadilla! Pablo me mandó la nota del zapato y era el líder de la sociedad, así que deduje que secuestraron a mis compañeros, pero... Seguí una semana infiltrado para descubrir más cosas. A los cuatro días vi a cuatro miembros entrar en una sala oscura; encendí la luz y vi a todos los alumnos que faltaron estas tres semanas. ¡No se los habían comido aún! Fuimos 150 al despacho del director del internado. Pillaron a Pablo y su sociedad. Los metieron en un centro psiquiátrico dos años. Los alumnos volvieron a clase y todo volvió a la normalidad en el Colegio San José.

FIN

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Tanta agua y tanta sed GINÉS LÓPEZ MARTÍNEZ

Hola, soy un niño de España, aún pequeño pero no tanto, me gusta jugar, ver la tele y hablar con la gente, soy muy observador, eso me dicen los mayores, yo pienso que soy curioso y me gusta saber cosas y también por qué pa41


san. Tengo que escribir un cuento y eso me gusta mucho, lo hago a veces porque me gusta escribir historias y esta es la que voy a contar, la pensé viendo en la tele un anuncio, y preguntándome si aquello era verdad. Sentí pena y creo que al saberlo me hice un poco más mayor... Estoy comiendo lentejas, bueno, me gustan poco, y tengo pan y ensalada y también un flan, qué rico el flan. Sí me gusta y tengo agua, aunque me gusta más la Fanta y la Coca-Cola... “Venga, cómetelo todo”, dice mi padre, que siempre está igual. “Venga, que tienes falta de pasar hambre”, y en el descanso de los Simpsons sale un anuncio... Siempre lo ponen muchas veces: un niño pequeño negrito está enfermo, se llama Abinet o algo así, necesita ayuda porque no tiene comida, ni agua, ni medicinas. Se va a morir si no lo ayudan y piden dinero para él y otros muchos como él... Miro mi plato de lentejas y quisiera dárselas pero el flan no, que me gusta, y en mi imaginación voy hasta un pueblo de África y pienso que soy él... En el poblado hay mucha gente y poca comida, pequeños huertos y alguna gallina suelta, cazan y buscan raíces en el bosque, o en la selva huevos de los nidos, colmenas con miel, gusanos, en fin, lo que pueden encontrar... Es verano y hace mucho calor, no tienen aire acondicionado, ni tele ni consola ni tablet. Solo palos y piedras para jugar. Abinet se levanta de su cama con paja y hojas y sale de su choza, su padre murió y su madre está enferma. Además, él es el mayor de los hijos con ocho años, sus cuatro hermanos son más pequeños y no pueden ayudar mucho. A tres kilómetros de la aldea está la única fuente de agua de la zona y todos los días Abinet se levanta para ir a coger agua. Sin ella se pueden morir, tendrá que hacer dos viajes para tener suficiente para el día, y así todos los

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días..., y es muy peligroso, a su padre lo cogió un cocodrilo mientras cogía agua y jamás volvió a verle. También hay serpientes y bichos que te pueden matar si te pican... Y el agua es de color marrón, no como la de mi botella.

Abinet tiene miedo y va por el sendero con mucho cuidado andando. Sabe que algo puede salir mal y eso siempre le pone nervioso intenso, tiene ocho años pero ya se siente mayor y sabe que el miedo es su amigo porque

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hace mucho que lo conoce y no recuerda qué es no tener en la boca su sabor y le hace ser valiente por su familia... Sigo comiendo, bueno, dando vueltas a las lentejas, que no bajan en mi plato. Me comería el flan pero ahora mi madre me dice que si no como no hay postre, como siempre... Abinet, a lo lejos, ya ve el río, está muy delgado y sudando mucho. Tiene sed y cuando llega beberá mucha agua, antes de volver cargado con la tinaja enorme llena, y tendrá que volver a por más después, para él eso es el cole, y la selva sus libros y profesores. Abro el tapón de mi botella y bebo agua, qué fácil es y qué limpia está. Pienso en el camino de Abinet con los pies descalzos andando, sobre las piedras, y al mirar bajo mi cama sé que tengo muchos zapatos, más de los que necesito, y vuelvo a África en mi pensamiento. Las lentejas ya están frías. Al llegar bebe agua y se baña en el río con mucho cuidado, a lo lejos se ven cocodrilos mirándole en la otra orilla. Son muy grandes y muy rápidos, uno se sumerge y desaparece. Abinet no lo ha visto, el sol le da en los ojos de frente, yo solo soy un niño pequeño, no sé cómo ayudar, y mis padres no son ricos... —Mamá, caliéntame las lentejas, me las comeré todas y pensaré que soy un suertudo por lo que tengo, que es mucho, lo sé... Abinet sale del agua..., oye un ruido y de un salto llega a la orilla, ve cómo cerca de él unos ojos lo miran... Ha tenido suerte y lo sabe, no es la primera vez, llena la tinaja y vuelve por el sendero a la aldea pensando que tendrá que volver, y mañana también, todos los días... Me como las lentejas y el flan, bebo agua y tengo pena por tantos Abinet que habrán llenado agua en un río, agua marrón que puede ser su vida o su muerte según la

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suerte que tengan. Ando descalzo por el pasillo de mi casa, tengo mi botella en la mano, mamá pregunta: —¿Qué quieres comer mañana? Me quedo pensando en el río, en el sendero y en dos ojos que me miran, y digo: —Lo que sea, mamá, me lo voy a comer todo como haría Abinet, porque yo voy con él por el bosque dándole suerte, deseándole lo mejor.

FIN P.S. Quiero decir gracias: a mi padre y a mi madre por enseñarme el valor de las cosas, aunque a veces se me olvida, por ayudarme en cosas que no sabía cómo expresar en la historia y por escucharme cuando algo no les gusta y por decirme en qué me he equivocado. A mis hermanos por no reírse de mí ni de mis cuentos, a veces se ríen pero los perdono; y al canal Fox por el anuncio; y a mi botella de agua, a esa la valoramos, y a las lentejas. ¡¡Gracias!!

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Don Botón y Don Dedal HÉCTOR BAYONA PACHECO

Hace treinta y un minutos, en el mundo del costurero vivían Don Botón y Don Dedal. Eran amigos desde siempre, aunque Don Botón era bajo, rechoncho, rojo tomate y

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simpático, y Don Dedal era alto, listo, de duro metal y simpático. También estaba la temible Doña Aguja, que era malvada, alta, flaca y rabiosa (mala leche). Quería coser a Don Botón, y a Don Dedal fundirlo en metal líquido para su vestido de lana, tela, botón y metal. Ellos se escondían en las praderas de ovillos de lana y bobinas de hilo. Tenían una casa muy bonita: sus tejados, que eran tres, eran de lentejuelas de colores, sus ventanas del mejor organdí, paredes de seda roja y la puerta de fieltro azul. ¡Cuánto añoraban su casa! Estaban tan cansados de esconderse que decidieron hablar con un herrero, el Señor Tijeras. DON BOTÓN.— Buenos días, Don Tijeras. Mi amigo y yo necesitamos tu ayuda. DON TIJERAS.— ¿Qué puedo hacer por vosotros? DON DEDAL.— Necesitamos un imán para atrapar a Doña Aguja. DON TIJERAS.— ¡Ah..., Esa despiadada estirada! LOS DOS.— ¡Sí! CINCO MINUTOS DESPUÉS DON TIJERAS.— ¡Ya está terminado vuestro imán! Don Botón y Don Dedal ya tenían la trampa preparada. Llamaron a la puerta de Doña Aguja, y Don Dedal dijo: —¡Bruja, ven aquí y conviérteme en plomo! Doña Aguja, tan enfurruñada y enfadada como siempre, dijo: —¡¡¡Te voy a convertir en polvo, semejante vómito de plata!!!

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Al estar tan enfadada no vio el imán y se fue directa a él, tan cerca estaba que cuando quiso dar un paso atrás ya estaba atrapada en él. Todo el costurero bailaba de alegría, habían acabado con la maldad de Doña Aguja. Ella prometió respetar a todo el costurero y desde ese día fueron muy felices y comieron codornices.

FIN

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El comando naturaleza ALEJANDRO CASTRO GUERRERO

Todas las mañanas, después de desayunar, me iba a las montañas en busca de mi padre. Mi padre era leñador, buscaba los árboles secos y hacía leña para luego venderla. 51


Todos los días le llevaba el almuerzo que mi madre preparaba, vivíamos en un pueblo pequeño, rodeado de frondosos pastos y muy cerca de las montañas. A mí me encantaba ir en busca de mi padre. Por el camino hacia las montañas me entretenía viendo a los animales. Me encantaba ver a los pájaros en los árboles, y si cerraba los ojos escuchaba sonidos de todo tipo. Mi sonido preferido era el del pájaro carpintero. —¡¡TOCO, TOCO, TOCO, TOCO!! Al llegar al lago, me sentaba en una piedra que había en la orilla. Me encantaba ver al señor castor construir una presa. El invierno llegó y mi padre dejó de ir a las montañas a por leña. Yo empecé el colegio, esperando que llegara pronto la primavera para que mi padre volviera a cortar leña y así yo pudiera ir a ver a mis amigos del bosque con la excusa de llevarle a mi padre su almuerzo. Por fin llegó el buen tiempo, y una mañana de sábado mi madre se asomó por la ventana y, gritando, dijo: —¡Alex, el bocadillo de tu padre ya está preparado! —¡Bien! Por fin voy a las montañas. A medida que iba adentrándome en el bosque notaba algo raro. Los pájaros no cantaban, no se escuchaba al pájaro carpintero, ni se veían ardillas correteando por las ramas, pero mi gran sorpresa fue cuando llegué a la zona del lago donde estaba mi amigo el castor. Los árboles habían desaparecido, había un claro enorme y el lago estaba seco. No había ni rastro del castor. Corrí hacia donde estaba mi padre y me abracé a él llorando, explicándole lo que acababa de ver.

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—Verás, hijo —me dijo—, hay gente a la que no le importa el daño que puede hacer a los demás, a la que solo le importa el dinero. Este invierno llegó una empresa maderera y taló todos los árboles de esta zona para hacer papel, por eso no escuchas el cantar de los pájaros, ni ves a las ardillas, están tristes porque se han quedado sin su casa. Por eso es importante reciclar el papel para que no sigan talando árboles. Esa noche no pude dormir pensando qué podía hacer, y cuando me desperté encontré la gran solución. —Hay que repoblar los árboles perdidos —les dije a mis padres mientras desayunaba. Mi padre me dijo que me iba a ayudar, él se encargaría de buscar semillas y esquejes de otros árboles y yo tenía que encontrar amigos que me quisieran ayudar. Así que rápidamente fue corriendo a la plaza del pueblo. Allí todos los fines de semana por la mañana se juntaban todos los niños y niñas del pueblo para jugar. Cuando llegué a la plaza, me subí en el borde de la fuente para llamar su atención. Parecía un político explicándoles lo que estaba pasando. Enseguida empezaron a salir voluntarios y al poco rato todos los niños y niñas del pueblo tenía la mano levantada dispuestos a ayudar. Éramos un comando, ¡el comando naturaleza! Al cabo de una hora nos dirigimos todos en fila hacia las montañas. Unos llevaban pala, otros regaderas, y en nuestro brazo derecho pintado con rotulador las siglas C.N. (Comando Naturaleza). En la zona del lago nos estaba esperando mi padre con las semillas y los esquejes, preparado para empezar a plantar. Mientras unos hacían agujeros, otros plantaban, y los

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siguientes iban tapando los agujeros. Nos llevó todo el día, pero por fin terminamos el trabajo. —El año que viene, por estas fechas, veremos cómo han crecido nuestros arbolitos —dijo mi padre con voz de satisfacción. Y así es como hoy en día, veinticinco años después, mis hijos continúan mi tradición y salen todas las mañanas a escuchar los sonidos de la naturaleza.

FIN

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Colegio San JosĂŠ Espinardo 56 (Murcia) Curso 2016/2017


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