Relatos con ánimo de salto

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Relatos con รกnimo de salto


Relatos con ánimo de salto

Edición y prólogo José Eduardo Morales Moreno

Colegio San José Espinardo (Murcia) Curso 2017/2018


Relatos con ánimo de salto Junio, 2018

Colegio San José Espinardo (Murcia)

Edición, diseño, maquetación e ilustración de portada: José Eduardo Morales Moreno

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Índice Prólogo .............................................................................. 7 El jabalí dorado, por Héctor Bayona Pacheco ............................................ 11 Plutón no encuentra amigos, por Lara Martínez Torralba ............................................. 16 La niña nueva que llegó al colegio, por Carla Meroño García................................................. 21 La vida de Ocho Reales, Yappeloup y Flora, por Patricia Legaza Martínez .......................................... 25 Alejandra y un cole muy especial, por Marina Fernández Ruiz ............................................. 30 Cuando la música tocó mi ser, por Irene Serrano López .................................................. 37 Asím, por Alejandro Castro Guerrero ........................................ 43 La sombra de la empatía, por Claudia Alacid Pérez................................................. 48 Unas vacaciones fuera de órbita, por Carmen María García Martínez ................................ 51 Duke necesita ayuda, por Paula Pascual Alacid ................................................. 54 Sambala, el elefante, por Vicente Ortiz Serrano ............................................... 58 Corazón de oro, por Lucía Jaén López ...................................................... 61



Prólogo

El libro que tienes ante ti, lector, es el resultado de un concurso literario celebrado en el Colegio San José (Espinardo, Murcia): desde 1988, cada año se han convocado unos premios literarios en la especialidad de relato breve, y ahora, en 2018, se publica el resultado de la trigésima convocatoria. En este volumen, bajo el título Relatos con ánimo de salto, se incluyen los cuentos ganadores de segundo y tercer ciclo de Educación Primaria. En todos ellos se percibe una nota común: la bondad, la alegría y el respeto que desprenden todos los relatos, en los que encontramos la defensa y el elogio de valores como la tolerancia, el agradecimiento, la amistad, la integración y la solidaridad, así como la reivindicación de la necesidad de proteger a los animales del maltrato al que, en ocasiones, son sometidos. El primer relato, El jabalí dorado, de Héctor Bayona Pacheco, de 4ºA (premio al mejor trabajo del Segundo Ciclo de Educación Primaria), trata sobre cómo la avaricia puede llevar a cometer actos terribles contra la naturaleza. En concreto, el afán de riqueza lleva a un rey a ordenar a sus soldados la captura de

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unos animales cuyas pieles son de oro, pero, por suerte, alguien enseñará a todos ellos el valor de la vida y la importancia de respetar todas sus manifestaciones. El segundo, Plutón no encuentra amigos, de Lara Martínez Torralba, de 5ºB (premio al mejor trabajo del Tercer Ciclo de Educación Primaria), cuenta una historia sobre la amistad y sus vaivenes: Plutón, a pesar de perder a sus amigos planetas una vez que dejó de ser considerado uno de ellos, encontró a otros amigos por el universo y, poco después, recuperó a los que antes tenía. En La niña nueva que llegó al colegio, de Carla Meroño García, de 3ºB (premio al mejor trabajo de 3º de Primaria), se cuenta cómo una nueva compañera de clase que llega en silla de ruedas es acogida primero por la protagonista y, enseguida, por todos los demás niños. El cuento La vida de Ocho Reales y Yappeloup y Flora, de Patricia Legaza Martínez, de 4ºA (premio al mejor trabajo de 4º de Primaria), está narrado desde la perspectiva de la protagonista, una yegua, y a través de sus ojos asistimos al proceso que va desde su nacimiento hasta su éxito: su desarrollo, su relación con otros seres de su misma y de otra especie y cómo, con ejercicio y práctica, llega a convertirse en campeona del país junto con su dueña. Alejandra y un cole muy especial, de Marina Fernández Ruiz, de 5ºA (premio al mejor trabajo de 5º de Primaria), trata sobre cómo la vida de una niña cambia de forma radical a partir de un mal paso du8


rante unas vacaciones, aunque lo que parecía que iba a ser difícil acaba convirtiéndose, gracias a todos sus compañeros, en algo muy especial. Cuando la música tocó mi ser, de Irene Serrano López, de 6ºB (premio al mejor trabajo de 6º de Primaria), relata la historia de una chica que descubre su pasión por la música y, poco a poco, con su trabajo y su genio, llega a convertirse en una gran pianista. Asím, de Alejandro Castro Guerrero, de 6ºA (premio al mejor trabajo de 6º de Primaria), presenta a un niño que era tan egoísta que ni siquiera dejaba sus juguetes a su hermano, pero inesperadamente descubre el placer de compartir y de convivir con personas de otras culturas. La sombra de la empatía, de Claudia Alacid Pérez (3ºA) (accésit), trata sobre cómo se produce un episodio de acoso escolar hacia un niño un poco bajito, con una resolución que acabará con la reconciliación de todos los implicados y la dedicación de sus vidas a un fin común. En Unas vacaciones fuera de órbita, de Carmen María García Martínez, de 4ºB (accésit), el protagonista, atemorizado por la posibilidad de no tener vacaciones, es sorprendido por sus padres con un viaje inesperado al Sol para salvar la Tierra, ¡y eso que pensaba que sus padres eran aburridos! En Duke necesita ayuda, de Paula Pascual Alacid, de 4ºC (accésit), una niña mantiene en secreto que ha encontrado un caballo de circo lastimado y

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hambriento en el bosque pero, una vez que se lo dice a sus padres, estos intervienen, el caballo recibe asistencia veterinaria y los demás animales del circo, de donde se fugó este caballo, son liberados. En Sambala, el elefante, de Vicente Ortiz Serrano, de 5ºB (accésit), el pequeño protagonista es raptado y alejado de su entorno natural y, aunque en el circo al que lo llevan está con su madre, a la que también capturaron, la tristeza de estar en cautiverio los va apagando, hasta que alguien hace algo para solucionar dicha situación y restaurar la libertad de los animales. Corazón de oro, de Lucía Jaén López, de 6ºA (accésit), es un relato sobre la extraordinaria capacidad de un perro que, por cuestiones de la genética, heredó unos superpoderes de sus padres, que procedían de otro planeta, y los utiliza para hacer el bien a los demás. Y ya puedes, paciente lector, pasar la página y adentrarte en estas historias inventadas con ilusión y valor por estos jóvenes escritores.

José Eduardo Morales Moreno Profesor de Lengua y Literatura

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El jabalí dorado, por Héctor Bayona Pacheco

Hace 4000 años en la bonita ciudad de Florencia vivía un rey muy avaricioso, solo pensaba en el oro y no se preocupaba por sus súbditos. Una cálida mañana oyó a uno de sus consejeros decir:

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—Majestad, he oído cómo el hechicero del pueblo contaba que existen unos jabalíes cubiertos con un abundante pelaje dorado que parece oro. El rey al oír esto ordenó a sus mejores guerreros que emprendieran la peligrosa búsqueda de esos animales, y les dijo: —Los jabalíes dorados se encuentran en lo más profundo del Bosque de los Sueños Tenebrosos, protegidos por la bruja del Torreón Oscuro, que es la mejor y más poderosa hechicera del reino. Pero no os preocupéis, iréis protegidos con nuestras mejores armas. —¡Sí, señor! —dijeron los soldados. Después de esto emprendieron la búsqueda de los jabalíes dorados. Al llegar al Bosque de los Sueños Tenebrosos se encontraron con un enano que cocinaba sombreros en su caldero. Como el bosque estaba cubierto por una densa niebla azul, le preguntaron: —¿Podría indicarnos el camino para llegar a los jabalíes dorados? —Sí, pero a cambio de uno de vuestros sombreros —contestó el enano. Después de un rato decidieron que le darían el sombrero del capitán, ya que era el de mayor rango. Una vez que el enano tuvo el sombrero en sus manos les dijo:

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—Tenéis que llegar a la cueva de los Odrón. No hagáis ruido porque estas bestias mitad orco y mitad dragón tiene muy buen oído y además les encanta la carne humana. Mi consejo es que dejéis vuestras armaduras aquí y a cambio os llevéis estos gatitos. Sienten un miedo terrible a los felinos. Al final los soldados dieron al enano otro sombrero a cambio de los gatitos, no estaban dispuestos a dejar sus armaduras, y emprendieron en silencio el camino a la cueva de los Odrón. Pero cerca de la cueva oyeron un sonido extraño y un olor desagradable: —¿Quién ha sido? —dijo el capitán. Los Odrón se habían despertado, todos empezaron a combatir y en mitad de esta dramática batalla los caballeros empezaron a lanzar los gatos. Al tocarlos, los Odrón explotaban y se convertían en arcoíris. Gracias a la luz del arcoíris los caballeros prosiguieron con la búsqueda. Al cabo de un rato vieron a una oruga con un bombín tocando el violín y volvieron a hacer la misma pregunta, ella les contestó con música: —Esos animales se encuentran a la izquierda del pantano Pé-pinillo, trolololó, lololó, lololó... Llegaron al pantano Pé-pinillo, allí en vez de agua había vinagre sucio y maloliente, en él vivía una bestia fuerte, grande, verde y terrorífica a la que llamaban el T.A.R.R.O., su nombre eran las siglas de tortuoso, avaro, roñoso, rápido y oloroso, y le gustaba aplastar cráneos.

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Como los soldados no paraban de quejarse del mal olor, el T.A.R.R.O. los pilló desprevenidos, así comenzó esta nueva batalla que terminó con la muerte del T.A.R.R.O. Los soldados seguían el camino que les indicó la oruga y después de muchos kilómetros, cuando ya se creían perdidos, encontraron a un cuatricornio, que les dijo: —Los jabalíes dorados están ahí mismo — señalando a su derecha. Los soldados se quedaron muy asombrados al ver aquellos animales, que aunque se parecían a los jabalíes normales eran aún más hermosos porque estaban cubiertos de oro. Un momento después recordaron a lo que habían ido y salieron corriendo hasta alcanzar a uno de ellos, entre gritos y gruñidos le sacaron el corazón y el pobre animal murió. ¡Qué felices estaban al ver cumplida su misión! Pero su felicidad duró muy poco. No habían visto que en el centro del claro había un hermoso y alto torreón cubierto de pensamientos azules y blancos con una gran ventana; en el centro de ella una bruja alta, delgada y de pelo blanco miraba a través de un telescopio y lloraba la muerte del jabalí dorado. Se llamaba Ágata y era la cuidadora de todos los animales del bosque. —¡Egoístas, asesinos! ¿Por qué matáis a estos bellos animales? —dijo la bruja. Los soldados contestaron:

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—Nos envía nuestro rey, quiere sus pieles de oro. —Por el mal que habéis hecho os convierto en estatuas de cobre durante dos décadas y a vuestro rey le echo una maldición por avaro y egoísta. Y, desde hoy, no volverá a hablar, así no podrá ordenar ni pedir nada hasta que su corazón sea puro. Y todo aquel que haga daño a los animales de este bosque debe pasar lo mismo. Muchos años después el rey volvió a hablar. Por fin había comprendido que era mejor dar que tomar. Y esta historia se me ha ocurrido por dos estatuillas que tengo en mi castillo.

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Plutón no encuentra amigos, por Lara Martínez Torralba

CAPÍTULO 1. LA NUEVA AMISTAD Érase una vez la historia de Plutón, que desde hace poco no es considerado un planeta y los ocho planetas ya no lo consideran su amigo. 16


Plutón se sentía solo, intentaba hablar con ellos, pero disimulaban y se iban, se quedaba mirando como jugaban y reían. De repente vio a la Luna, que se cansaba de seguir a la Tierra, y cuando la Tierra no se daba cuenta se escabullía al parque intergaláctico. Dos días después Plutón decidió seguir a la Luna, cuando llegaron Plutón chocó con una estrella y la Luna lo vio y le preguntó: —¿Qué haces aquí, por qué me sigues? —Emmm... Es que había visto que estabas sola y... —Ahhhh, tú eres Plutón, lo siento por ti, debe de ser duro que tus amigos te dejen de lado. —Sí, pero había pensado que si podía ser tu amigo. —Está bien, pero los planetas no se pueden enterar, si no se enfadarán conmigo y contigo. CAPÍTULO 2. LOS ESPACIALES Un mes después Plutón quedaba todos los días con la Luna en el parque intergaláctico, pero para su sorpresa cuando llegaron había unos meteoritos jugando, cuando vieron a Plutón y a la Luna les dijeron: —Hola, me llamo Meteorín y estos son mis dos amigos: Meteorita y Meterino, encantado de conoceros. —Hola, como ya ha dicho mi amigo, me llamo Meteorita, encantada. 17


—Hola, yo soy Meterino. ¿Queréis jugar con nosotros? —¡Pues claro! —dijo la Luna. Y así se quedaron toda la tarde. Una semana después se hicieron amigos inseparables y Meterino tuvo una idea. —Oye, ¿y si fundamos un club? —dijo Meterino ilusionado. —Está bien —dijo la Luna. —¿Pero cómo lo llamamos? —preguntó Plutón. —Pues…, la verdad es que no lo sé —dijo Meteorita. —¿Qué tal… Los Espaciales? —dijo la Luna pensativa. —Me parece perfecto —dijo Meteorín. —¿Entonces estáis todos de acuerdo? —preguntó Plutón. —¡Síííííííí! —dijeron todos al unísono. —Pues perfecto, ¡desde ahora nos llamaremos Los Espaciales! —dijo Meterino. CAPÍTULO 3. LA SUPERPANDILLA INTERGALÁCTICA Unos días después Plutón, Luna, Meteorín, Meteorita y Meterino se lo pasaban genial, jugaban, reían saltaban...

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Y los planetas los vieron, tenían ganas de jugar con ellos, pero seguro que Plutón no les dejaría jugar. De repente la Tierra vio a la Luna y se enfadó mucho con ella, cuando fue a hablar con ella la Luna se asustó y la Tierra le dijo: —¡¿Qué haces con ellos aquí?! —le dijo la Tierra muy enfadado. —Emmm... Pues... —dijo la Luna un poco avergonzada. —¡Ya te dije que no te podías separar de mí! — dijo la Tierra. —Está bien... Adiós, chicos, me tengo que ir — dijo la Luna muy triste. —Está bien... Adiós —dijo Plutón. Plutón, Meteorita, Meterino y Meteorín estaban muy tristes, la Luna se había ido y no sabían si iba a volver, pero decidieron que si en una semana no volvía irían a la Vía Láctea a hablar con la Tierra y con la Luna. Pasó una semana y no vino la Luna, decidieron esperar unos pocos días más, pero nada, así que decidieron ir a la Vía Láctea. Cuando llegaron vieron a la Luna muy triste y aburrida. Se acercaron a ella y a la Tierra, y le dijeron: —Hola, Tierra, queríamos hablar contigo —dijo Plutón. —¿Qué queréis? —dijo la Tierra bastante seria.

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—Queríamos decirte que por favor dejes que la Luna sea nuestra amiga, es la mejor amiga que hemos tenido nunca, y si no es nuestra amiga, ninguno de nosotros estaremos felices, por favor, deja que sea nuestra amiga. —Lo has dicho de corazón, así que está bien, y lo siento por dejarte de lado, hablaré con los planetas para que entren en razón. Y la tierra se fue a hablar con los planetas, un tiempo después volvió con los planetas y los planetas dijeron: —Lo siento, la Tierra nos ha hecho entrar en razón y desde ahora puedes venir a la Vía Láctea siempre que quieras —dijo Saturno. —Gracias, no sabéis cuánto os lo agradezco. Y así es como los ocho planetas, los tres meteoritos, la Luna y Plutón se hacen amigos para siempre.

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La niña nueva que llegó al colegio, por Carla Meroño García

Un día, a principios de septiembre, llegó al colegio una niña nueva. La vi por primera vez en el patio, a la hora del recreo. Era una niña con el pelo rizado de color castaño, me fijé en que estaba sentada en una silla de ruedas y estaba observando cómo jugaban los otros niños. En ese momento me acerqué a hablar con ella porque la vi sola y tenía la cara triste. 21


—¿Cómo te llamas? —le dije. —Me llamo Anaís y soy nueva en este colegio — me contestó ella. Empezamos a hablar y fui contándole cosas del cole, actividades que hacíamos, lo buenos que eran los profesores, etc. Sin darnos cuenta se nos pasó el tiempo volando, pues se puso a sonar el timbre que nos decía que teníamos que volver a clase. Me pareció una niña encantadora y quedamos en que nos veríamos al día siguiente en el mismo sitio del patio. Le conté a la seño que había conocido a una niña nueva y que me daba pena que estuviese sola. Ella me tranquilizó diciendo que ya iría tomando confianza con los demás niños y acabaría jugando con ellos. Yo me preguntaba que cómo jugaría con ellos, porque nunca había conocido a nadie que fuese en silla de ruedas. Al llegar a casa les conté a mis padres la historia y ellos me dijeron que era una niña totalmente normal, lo único que no podía andar, pero para esa niña, Anaís, sus piernas eran la silla de ruedas. Al día siguiente nos volvimos a ver en el patio, como habíamos quedado, y estuvimos hablando todo el recreo, me encantaba hablar con ella porque teníamos gustos muy parecidos. Me intrigaba saber cómo era su vida sentada en la silla, pero me daba vergüenza preguntárselo.

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Poco a poco fuimos haciéndonos más amigas y, aunque yo no dejaba de jugar con mis amigas, siempre tenía un ratito para estar con ella. Empezó a venirse con mis amigas y conmigo a jugar, y se traiga juegos de mesa al cole. Así que nos dimos cuenta de que no siempre hay que estar correteando por el patio, de que hay juegos para estar todos juntos muy divertidos. Me llevé un día un juego mío que se llamaba Pictureka y a todos les gustó mucho, nos pasábamos el rato jugando a eso y nos divertíamos todos juntos. Después de pasar el fin de semana pensando qué otras cosas podíamos hacer, el lunes decidimos jugar a algo nuevo. —A mí me gusta el baloncesto —dijo Anaís —Le podemos decir al profesor de Educación Física si nos puede poner una canasta más bajita —dije yo. Nos dijo que se podía enganchar una canasta más bajita, pero que en esa canasta solamente podía encestar ella. Así nadie tendría ventaja. Al profesor le gustó tanto que al día siguiente en el patio él fue nuestro árbitro del partido. El colegio nos ha enseñado cosas de integración y todos estaban muy contentos de que hubiésemos aprendido a tratar a todo el mundo igual. A partir de ese día todo el mundo quería jugar a nuestros superpartidos, Anaís ya siempre sonreía y no estaba triste, era una más.

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Llegó un día en que la profesora nos dijo que teníamos que hacer la función de San José. —Seño Ana, ¿podemos este año hacer la función con los de la otra clase? —le pregunté. —Lo hablaré con la otra seño y os digo algo. Al final se decidió que se hiciese juntos, lo teníamos que hacer muy bien porque éramos muchos en el escenario. Anaís estaba un poco asustada, pero yo sabía que lo iba a hacer genial, seguro. Al final hicimos una obra que a mi madre le gusta mucho y se llama El lago de los cisnes. Fue tan bonito…, nos salió tan bien… Los chicos llevaban mallas negras y una camiseta negra y nosotras un maillot negro y un tutú de color rosa. Le decoramos a Anaís la silla de ruedas y a su silla también le pusimos un tutú, quedó preciosa. En la canción le hicimos un corro y ella salía en medio, movía los brazos muy bien y la silla parecía que bailaba sola. ¡Todo el mundo se puso de pie a aplaudirnos! Desde ese día ya casi ni nos dábamos cuenta de que Anaís iba en silla, porque la veíamos como otro niño del cole. Gracias a todo lo que nos han enseñado en el colegio, he aprendido que con esfuerzo todo se consigue y, como dice la seño de mis hermanas, cada vez que hay algo que cuesta hacer, hay que pensar: ¡Yo sí puedo!

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La vida de Ocho Reales, Yappeloup y Flora, por Patricia Legaza Martínez

¡Uy, qué frío hace! ¿Dónde estoy? Huele bien, y esas cosas de arriba parecen buenas, ¿qué serán? —Vamos, 8 Reales, ¡levántate ya!

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¡Qué guapa!, ¿es mi mamá? Poco a poco me acerco a ella, me chupa y me gusta y me acurruca para que coma, ¡qué rico! Los días pasan y cada vez corro más rápido, pero llevo todo el día buscando a mamá y no la veo. El sol se está escondiendo y sigo sola, ¿dónde estás, mamá? Hoy ha venido un hombre y me ha puesto una cosa rara en la cabeza, es raro pero no me duele. Otra noche sin mamá. El hombre ha venido otra vez, se me acerca, quiere tocarme, me pega palmaditas en el cuello y me hace cosquillas, no es tan guapo como mamá pero también me da de comer, y esas cosas naranjas están riquísimas. Todos los días mi amigo viene a verme, me trae chuches y me hace cosquillas. Me gusta estar con él y hoy me ha sacado de paseo al campo con una cuerda en la cabeza. Hoy ha venido mi amigo y me ha puesto una cosa encima superincómoda, ¡uf!, menos mal que no pesa mucho y me ha dado muchas cosas naranjas cuando ha terminado. Me ha dado un beso y me ha dicho que ya estoy lista. ¿Para qué? Esa casa grande también la he visto antes, el día que mi mamá se fue. Tengo miedo, aquí está oscuro y no hay nadie, pero mi amigo me ha dicho que estaré bien, así que le haré caso.

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Bueno, por fin se abre la puerta. ¡Anda! ¡Si hay amigos como yo! Parece que este sitio no va a estar mal. Tengo un montón de amigos nuevos y hay un montón de niños que nos dan cosas naranjas y verdes buenísimas, y aunque se suben en nosotros no nos hacen daño, corremos y saltamos. Hoy ha llegado un pony nuevo, le llaman Yappeloup, y es muy guapo. Cada vez nos hacemos más amigos y hoy me ha pedido que seamos novios, ¡ja, ja!, me ha dado un beso. Cada vez corro más y ahora los niños no se suben en mí, tengo un hambre siempre que me muero. Empieza a dolerme la barriga y de golpe tengo un bebé. Todos vienen a vernos y la llaman Flora, me gusta, es tan blanca y con los ojos tan azules. Las niñas nos sacan a jugar, todas nos quieren pero a mí me gusta la niña que monta Yappeloup, es rubia con el pelo largo como mi cola, y hasta tiene el pelo ondulado como yo. Siempre viene a vernos a Flora y a mí, nos da eso que ella llama zanahorias y cositas pequeñas dulces, ¡riquísimas! Ojalá estuviera conmigo, le gusta dar miles de besos. Hoy no veo a Flora, vinieron a por ella y ya no la veo, pero todos los niños me están viniendo a ver. Y otra vez esa cosa grande que me trajo. Nos vamos de excursión, mis amigos vienen conmigo. Estamos en un sitio nuevo, en el campo, hay mucho sitio para correr y me gusta mi nueva casa. 27


Pasan los días, Yappe se ha ido pero mi niña rubia viene a verme todos los días para montarme. Me ha dicho que se llama Patty y que me va a cuidar un montón, ¡es tan bonita! Me está enseñando a saltar y cuando no me tropiezo parece que volamos juntos. Cada vez lo hacemos mejor y hemos empezado a ir a sitios lejos para saltar y correr. Todos están supercontentos, y me han puesto una cosa en la cabeza que parece una flor. Patty siempre me da besos y hoy me ha dicho que ha tenido un sueño, no sé qué es eso pero debe de ser bueno porque está contenta. Seguimos saltando y me gusta cuando me ponen flores y a ella le dan cosas, es muy emocionante cuando suena la música y galopamos sin parar. Todos aplauden y sonríen. Hoy me ha puesto guapa, me ha puesto una cosa en las orejas y me ha dicho que hoy se va a cumplir su sueño. ¡Vamos a ganar! —¡Tienes que correr y saltar como nunca, vamos a ser las campeonas de España! ¡Tin, tin!, suena la campana y empiezo a correr, mi niña se agarra fuerte y me dice: —!Corre, 8! ¡Corre, 8! Estos palos están altísimos, tengo que encoger bien mis patitas, uno, dos, tres… ¡doce! ¿Ya? Patty me está dando besos y caricias, está contenta, muy contenta.

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Mis amigos me miran y todos aplauden. Otra flor, Patty dice que se llama escarapela y a ella le han dado un caballo pequeño que pesa un montón. Suena esa música que me gusta y hoy voy la primera de todas. —Gracias, Ocho Reales, has cumplido mi sueño, ¡somos campeonas de España! Estoy feliz porque me quiere y me ha prometido que nunca me dejará. Me ha dado un montón de chuches y me ha dicho: —Ocho, tengo un sueño. ¿Campeonas del mundo? Seguro que lo conseguiremos, cuando pase os lo contaré, pero hoy necesito dormir un poco. Hasta pronto.

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Alejandra y un cole muy especial, por Marina Fernández Ruiz

Esta es una historia de mucha amistad y mucho de lo que aprender. Esta es la historia de una niña llamada Alejandra. Alejandra era una niña alta, muy guapa, con los ojos azules como el cielo y el pelo rubio como el oro, pero sobre todo era muy obediente y buena compañera. Ella era muy popular, le caía bien a todo el mundo,

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todos querían estar con ella y no había un recreo en que Alejandra estuviera sola. En clase había veintiséis niños, todos se llevaban bien con todos, y aunque a veces discutieran enseguida se perdonaban. Ella era muy buena en Lengua y Matemáticas, que se las daba a su seño Elena. El miércoles 20 de diciembre sus padres, Laura y David, le dieron una sorpresa, esas vacaciones se irían a esquiar. Al día siguiente Alejandra se lo contó a todos sus compañeros y todos se alegraron por ella. A ella le encantaba patinar y se le daban bien todos los deportes, por lo que estaba segura de que serían unos días increíbles. El último día de clase le costó mucho despedirse de sus compañeros pero a la vez estaba emocionada porque iría de vacaciones por primera vez a una estación de esquí. Cuando salió del colegio se fue a su casa, comieron y ella empezó a hacer las maletas. Cuando todos terminaron se pusieron en marcha pero cuando habían hecho un cuarto del viaje se dieron cuenta de que se habían olvidado a Manchitas, que era el juguete preferido de Nico, el hermano pequeño de Alejandra, y volvieron a por él. Las vacaciones que con tanta emoción comenzaron avanzaban de una forma rara y como ya estaba anocheciendo decidieron quedarse en casa y empezar el viaje al día siguiente. Al día siguiente temprano salieron, llegaron a primera hora de la tarde y se instalaron en el hotel. Alejandra estaba impaciente por esquiar, no había tiempo que perder, pero su padre le dijo: 31


—Primero tendrás que dar un par de clases para aprender. Así lo hizo, se fue con el monitor que tenían contratado y estuvo practicando, parecía que lo había hecho toda la vida. A la mañana siguiente se fue con sus padres a esquiar y lo hacía bastante bien, lo pasaron muy bien los tres juntos ya que a Nico, como aún era muy pequeño, lo dejaron en la guardería del hotel. El día pasó, entre risas, carreras y caídas, en un plis plas y Alejandra pensó que había sido uno de los mejores días de su vida y ya nunca olvidaría. Por la noche quedaron a cenar con unos amigos de su padre, los cuales tenían dos hijas mayores que Alejandra, se llamaban Paula y Lorena. Se hicieron amigas y quedaron en salir al día siguiente de excursión. La primera en levantarse fue ella, se preparó para salir y se despidió de sus padres. En el bar del hotel la esperaban sus nuevas amigas, todas estaban preparadas para un día inolvidable. —¿Estás preparada? —le preguntaron. Ella muy ilusionada contestó: —Sí lo estoy, sin saber que ese día cambiaría su vida para siempre. Salieron las tres con sus mochilas rumbo a una ruta cercana, o eso pensaba ella. Todo era fantástico e iba bien pero, cuando llevaban un par de horas andando, Alejandra, que no estaba acostumbrada, notó el cansancio. Siguieron la ruta y el tiempo empezó a 32


cambiar, era casi mediodía y empezó a apretar. La lluvia era más y más fuerte y Alejandra no se encontraba bien, así que Lorena, que era la mayor y más aventurera, les dijo: —Vamos más rápidas y llegaremos a la cueva. A Paula esa cueva le daba miedo, estaba muy oscura y se oían ruidos muy extraños. La ruta de los arroyos pasaba cerca de la cueva, pero ellas sabían que no debían ir solas. Alejandra las miraba sin decir nada y un poco sorprendida y asustada por lo que ellas contaban de ese lugar. Llegaron a la cueva y Paula intentó llamar a su papá para que no se preocupase por ellas, lo intentaron pero en la cueva no había cobertura. Alejandra empezó a llorar y ellas la consolaban diciéndole: —Tranquila, seguro que nos están buscando. Alejandra se separó de ellas un poco avergonzada de su comportamiento sin darse cuenta de que había un gran hoyo, y entonces la tragedia sucedió: Alejandra no lo vio y se cayó. Las hermanas corrieron hacia el borde, pero no pudieron hacer nada para cogerla. Alejandra empezó a gritar de dolor y entre sollozos les dijo que se había roto una pierna, o eso creía en ese momento. Lorena fue a buscar ayuda y Paula se quedó con Alejandra dándole apoyo. Pasó el tiempo y Alejandra no podía más con el dolor y se desmayó. 33


Cuando Alejandra abrió los ojos notó entre sus manos a Manchitas, estaba seca y calentita, creía que estaba soñando: notaba sus manos, pero no sus piernas. Luego vio a sus padres, que estaban a su lado, y les preguntó qué había pasado. Estos cogieron sus dulces manos y le preguntaron que hasta dónde recordaba. Le contaron que al caer se había golpeado en la columna y que su sistema nervioso se había dañado. Los médicos le habían dado esperanzas, pero durante un largo tiempo Alejandra no podía andar y tenía que ir en silla de ruedas. Su vida cambiaría para siempre. Y vaya que si cambió, Alejandra ya no era solo Alejandra, era ella y su silla de ruedas, que empezó a acompañarla a todos sitios. Cambió su habitación, su baño, su casa. Cambiaron muchas cosas, pero cuando Alejandra llegó al colegio todo era igual. Cuando fue a entrar por la puerta principal como siempre hacía, ocho enormes escalones se lo impidieron, así que tuvo que entrar por la puerta lateral. Todos sus compañeros la estaban esperando dentro para darle una sorpresa, pero su silla no cabía, así que tuvo que pedir ayuda. Su sitio había cambiado, su mesa no estaba preparada, su colegio estaba lleno de obstáculos. Durante un tiempo todos los compañeros le prestaron atención, la cuidaban e intentaban ayudar, pero con el paso de los días ella notó que algo iba cambiando. Ya no podía prepararse para participar en las fiestas de su colegio, que tanto le gustaban, jugar como lo hacía, Elena su seño ya no la enviaba a secreta34


ría, pequeñas cosas más importantes para los demás pero que para ella eran una enorme cuesta que cada día le costaba más y más trabajo subir. El curso terminó y el verano pasó. Alejandra no tenía muchas ganas de empezar, pero una sorpresa la esperaba. Al colegio llegó una nueva compañera. Era algo más alta que ella, delgada como una espada, pero alegre y con una energía que se contagiaba. Nerea tenía focomelia, su brazo derecho era un pequeño muñón. Alejandra y ella se volvieron inseparables. Era ya sexto curso pero parecía que habían estado desde primaria juntas. Solo con la mirada se entendían, creando su propio lenguaje de signos, y sin decirlo en las dos nació la misma idea. Su colegio sería el colegio en el que todo el mundo fuera especial. Todas las compañeras empezaron de nuevo a participar en sus juegos. Juegos en los que se jugaba con una sola mano, sentadas, o con los ojos cerrados. Sus juegos empezaron a ser los juegos de todo el colegio. Los profesores se dieron cuenta de la enorme lección que estaban aprendiendo todos, así que las siguientes fiestas fueron unas fiestas para niños especiales. Así fue como el colegio de Alejandra se convirtió en un colegio especial, en el colegio en el que la puerta de entrada lateral se pintó de un color especial para que todos los niños especiales entraran por ella, y por la que todos los niños querían entrar. Una de las locas y alegres ideas de las nuevas amigas.

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Alejandra con los aùos se curó pero las aventuras en el colegio y en el instituto de las nuevas amigas siguieron, pero eso‌, eso es otra historia.

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Cuando la música tocó mi ser, por Irene Serrano López

Descubrí mi pasión. Aquí, mi historia de cómo conseguí convertirme en músico nacional. Era un día soleado, los pájaros cantaban y el lugar estaba muy tranquilo. Yo iba con mis auriculares escuchando música. Mi madre me dijo que saliera a dar un paseo para aprovechar el buen tiempo que hacía.

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Ya que había salido, caminaba hacia la casa de mi amiga Ren. Ren y yo habíamos sido amigas desde pequeñas. Al llegar a su casa, vi que tenía una guitarra que no tenía antes. Pensé que se la habrían comprado. Lo raro era que sentía una rara atracción hacia la guitarra, como si me llamara. Le pedí a Ren que me la dejara, ella aceptó y me la dejó. Al tener la guitarra sobre mí sentí una sensación que no había sentido antes, una sensación de libertad. Aunque nunca antes hubiera tocado una guitarra, empecé a tocarla como si hubiera estado toda mi vida haciéndolo, no sabía qué me pasaba, era como si me sumergiera en un mundo de música. Ren y su familia se quedaron sorprendidos, con una expresión de asombro en sus caras. Ren vio que sabía tocar bien y me dijo que conocía a una chica que tenía un piano y que podría aprender a tocarlo. Yo acepté. Unos días después fui a la casa de esa chica, la verdad es que vivía cerca de mi casa, lo que me venía muy bien. Al entrar, lo primero que vi fue el piano del que me había hablado Ren, pero lo que más me sorprendió fue ver cómo lo tocaba la chica. —Qué bella melodía. Ella paró de tocar y me miró y me dijo: —Gracias, debes de ser la chica de la que me ha hablado Ren. 38


Los días pasaron y practicando música con Airin estaba mejorando mi forma de tocar el piano, ya que cada vez que tenía un fallo Airin me lo decía y se quedaba conmigo hasta que lo hacía bien. Airin empezó a enseñarme a tocar otros instrumentos como el violín. Un día Airin me dijo: —Sabes, estas semanas que has estado practicando conmigo has progresado mucho y te he apuntado a un concurso de música, creo que ya estás lista. —No sé, contigo no me importa tocar, pero ¿tocar delante de tanta gente? —No te preocupes —dijo sonriéndome—, yo voy a estar allí, tú toca como tocas aquí, relájate. Las semanas antes del concurso practiqué más de lo normal con Airin. Hasta que llegó el día. Yo me vestí con mi vestido favorito, unas botas rojas y un collar que me regaló Ren. La gente que tocó antes que yo tocó muy bien y eso me puso más nerviosa de lo que estaba. Mientras esperaba que me llamarán oí una voz llamándome, me giré y vi que era Airin. —Hey, Nin, no te pongas nerviosa, relájate, tú piensa que estás tocando tú sola, sin nadie enfrente. —Gracias, Airin, procuraré hacerlo bien. Estuve hablando con Airin hasta que oí mi nombre. Me puse supernerviosa, pero de pronto recordé lo que me dijo Airin de pensar que tocaba yo sola. 39


Entonces me senté y empecé a tocar como si nadie me mirara. La gente se quedó mirándome sorprendida. Terminé de tocar y de repente empecé a oír aplausos, era la gente, que me estaba aplaudiendo. Yo me puse muy contenta y enseguida bajé corriendo a ver a Airin. —Airin, la gente me aplaude, les ha gustado mi actuación. —Para no gustarles —me dijo—, yo me he quedado sorprendida, has tocado increíble. Al salir me fui a mi casa y al llegar mi madre me dijo: —Hija, ha venido un compositor de música, dice que quiere enseñarte para ser músico nacional —dijo ella muy feliz. —No puede ser, ¿en serio? —dije sorprendida. —Sí, dice que tiene una escuela para grandes talentos aquí cerca. Unos días después empezaría en mi escuela de música. Mientras andaba hacia ella, me encontré a Ren, me quise acercar a ella y le dije: —Hola, Ren. Ella me miró y me dijo: —Anda, si es Nin, la que era mi amiga. —¿Cómo que era? Si lo sigo siendo.

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—Qué graciosa, desde que te hablé de Airin solo estás con ella y no conmigo. —Pero, Ren, ¡espera! Ren se fue corriendo dejándome sola. Al llegar a la academia vi que había un montón de instrumentos, pianos, guitarras, violines trompetas, flautas y xilófonos. Me quedé pasmada mirando los instrumentos hasta que llegó un hombre y me saludó. —Hola, tú debes de ser Nin. —Sí. —Yo soy el compositor de música Teren Forges, encantado. —Igualmente, soy Nin Robins. El señor Teren me presentó a sus alumnos: —Nin, él es Allen, es un maestro con el violín, ella es Leira, es muy buena con la guitarra, ellas son Lei y Samantha, las dos tocan bien la trompeta, y él es Samuel, a él se le da bien tocar la flauta. —Encantados —dijeron todos. —Igualmente —dije. Pasaron las semanas y practicábamos todos juntos, me hice muy amiga de todos. Un día, Teren nos informó de que había un concurso nacional de música y que pensaba que estábamos listos. El día del concurso todos nos animamos a todos, nos deseamos suerte, todos lo hicieron muy bien. 41


Hasta que me tocó a mí, vi que los chicos, mi madre, Ren y Airin estaban allí. Tenía el piano delante de mí, puse mis manos sobre sus teclas y sentí la misma sensación que sentí la primera vez que toqué un instrumento. Cerré mis ojos y empecé a tocar como si solo estuviera yo, yo y mis pensamientos. Me sentía libre, capaz, eran esas dos sensaciones las mismas que sentí aquella vez. Al terminar, toda la gente me aplaudía diciendo que tocaba muy bien. —¡Muchas gracias! —dije en voz alta. Unos días después me llegó una carta que decía: Estimada señorita Nin Robbins: Hemos visto el talento que tiene, nuestra gente ha decidido que usted debería ser músico, que debería ser conocida. Su destreza para tocar el piano no es algo que se consiga fácilmente, esperamos su respuesta.

Yo acepté. Ahora toco música para mi satisfacción y, lo más importante, para sacar una sonrisa a todo el que me escucha.

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Asím, por Alejandro Castro Guerrero

Me llamo Carlos, tengo once años y vivo en una casa de campo con mis padres y mis dos hermanos, Julia, de ocho años, y Fede, de catorce años. Tengo una habitación para mí solo, en la que tengo todos mis juguetes y videojuegos.

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Mi habitación es una zona prohibida para mis hermanos, ya que no comparto mis cosas, mucho menos mi Play Station. Habíamos empezado las vacaciones de verano y mi madre esa mañana nos reunió a todos para decirnos una gran noticia: mis padres habían decidido traer a casa a un niño de acogida durante todo el verano. —¿¡Qué!? —¿¡¡Un desconocido en mi casa y que encima tiene que dormir en mi habitación!!? —Así es —contesto mi madre—. Y no solo eso —continuó diciendo—, también tendréis que compartir vuestra ropa y juguetes. Mi casa se transformó. Me daban ganas de gritar, mis juguetes y mi ropa eran míos y no tenía por qué compartirlos. Y llegó el día. Fuimos todos a recibirlo al aeropuerto junto a otras muchas familias. El ambiente era festivo. Había algunas familias que llevaban regalos. Nosotros los habíamos dejado en casa, encima de la cama que mi madre le había preparado junto a la mía. A mí nunca me han hecho un regalo que no fuese por cumpleaños, santo, reyes… —¡Aún no lo conozco y ya me cae mal! El avión venía con retraso, hasta que de repente se produjo un gran barullo entre la gente que había esperando.

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Y allí estaban… Un grupo de niños y niñas negros, las caras de asustados me llamaron la atención, iban acompañados de mayores con camisetas azules donde ponía “voluntarios”, llenaron el vestíbulo. Una chica muy joven puso tranquilidad en la sala y al rato sacó un listado y empezó a nombrar: —¡Assan Ramil! Familia Pérez Herrero. —¡Fátima Hammeel! Fátima Rodríguez Serna. Y así sucesivamente hasta que escuché algo familiar: —¡¡Familia del Pozo Martínez!! Mis padres salieron corriendo donde estaba la chica. Y allí estaba él, pelo negro rizado, de mi estatura pero mucho más delgado que yo. A sus espaldas llevaba una bolsa en forma de mochila y tenía cara de asustado. —Familia del Pozo —dijo la voluntaria—, os presento a Asím Bahíj. Mis padres le dieron un fuerte abrazo mientras mi hermano le tocaba el pelo. Yo, mientras, me quedé pasmado delante de él, esperando que dijese algo mientras la voluntaria hablaba de él. —Tiene diez años y habla muy poco español, lo que más habla es francés pero os entiende perfectamente. 45


La voluntaria nos dijo que de donde venía Asím no tienen agua corriente ni electricidad ni otras muchas comodidades en su casa. —Tendréis que tener mucha paciencia con él, porque se tiene que adaptar a un mundo nuevo. De regreso a casa pensaba en lo que iba a alucinar Asím con mis juguetes y sobre todo cuando viera la variedad de juegos para la Play 4. Por supuesto no le iba a dejar ninguno, no fuera que de no saber usarlos me los rompiera. Cuando llegamos a casa su cara era de total asombro, mi madre tenía preparado un montón de ropa y encima de la cama un regalo. Cuando lo abrió se le puso una sonrisa de oreja a oreja. —¡Buaj! ¡Vaya caca de regalo, una libreta de dibujo y unos lápices de colores! Pero a él parece que le hizo mucha ilusión. En toda la tarde no se despegó de sus lápices y su libreta, iba a todas partes con ella y de mis juguetes ni caso, no lo podía entender. Durante la primera semana, no me despegué de él, tal y como me dijo mi madre. Lo que más le gustaba ver era el pequeño huerto que teníamos en el jardín y de vez en cuando sacaba su libreta y se ponía a pintar las mariposas, unas mariquitas o un simple tomate. Pero lo que más le entretenía era intentar comunicarse conmigo. Nos reíamos mucho, cuando yo intentaba hablar árabe. 46


Poco a poco fui tomando interés por él. Le llamaban mucho la atención las pequeñas cosas cotidianas de la vida a las que yo no les prestaba atención, y a mí me gustaba explicárselas, como por ejemplo el funcionamiento de la luz del frigorífico. Mis juguetes se quedaron en un segundo plano. Pasaron los días y mi amistad con Asím fue creciendo. El verano se terminó y con él, el tiempo con nosotros de Asím. El día de su marcha fue el peor día de mi vida. En estos dos meses Asím se convirtió en mi profesor, mi alumno y sobre todo en mi hermano. En el aeropuerto las familias lloraban despidiéndose de los niños. Después de darnos un fuerte abrazo, me dio tres besos y se llevó las manos al corazón, eso en su cultura solo se lo hacen a los familiares y amistades más allegadas. Mientras veía despegar el avión no pude contener las lágrimas, mi madre se acercó a mí y me dijo: —Él se llevó mucho de aquí, pero te ha dejado mucho más a ti. Miré a los ojos de mi madre y ella me acaricio la cara diciendo: —Has aprendido el valor de las pequeñas cosas, has aprendido a respetar, a compartir y sobre todo… a querer.

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La sombra de la empatía, por Claudia Alacid Pérez

Primer día de cole. ¡Qué nervios, qué emoción por conocer nuevos amigos! Todo parecía normal, cuando transcurridas unas horas unos niños en la hora del patio se acercaron a mí por si quería jugar. Mi cara se llenó de alegría. Y a partir de ese momento empecé a sentir el rechazo de un determinado grupo de este centro. Era mi aspecto, soy un niño de diez años con apariencia de tener seis años por mi altura.

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Cuando acepté jugar con ellos me proponían los juegos más difíciles para mí, como el baloncesto. Y van pasando los días y la sonrisa del primer día desapareció. Un día los libros aparecen a una altura inalcanzable para mí. Otro día mi bocadillo en el árbol más alto del patio, y así sucesivamente. Empecé a sentirme cada vez más solo y me pesaba el día que trasladaron a mi padre de trabajo. No quería contar nada en casa, no preocupar a mi familia, ya mis padres tenían bastante con el traslado. Pero ellos observaban mi cara cada vez más triste y no dudaban en preguntarme. Yo no decía nada pues era algo que solo tenía que vivir yo. Pensaba que esta mala etapa no pasaría nunca. Hasta que apareció por fin mi ángel guardián. Una compañera de mi clase que se acercó a mí apoyándome porque ella se había percatado de lo que estaba sucediendo. Azucena se convirtió en mi sombra, no me dejaba solo nunca. Hasta que un día se enfrentaron a ella por protegerme. Aquel día sentí tanta impotencia que saqué todo mi carácter y también me enfrenté a ellos. De algo me sirvieron las clases de kárate que daban en el antiguo colegio. Azucena terminó en el hospital y por todo esto se destapo lo que ocurría.

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Sus padres denunciaron a esos niños y les contó todo lo que estaba viviendo. A estos niñatos mi reprimenda, la de la Policía y la de la dirección del colegio les sirvieron de escarmiento y empezaron a cambiar por sí solos. Pasado un tiempo estos niños aceptaron su error, pidiéndome perdón y también a Azucena. Sentí pena por ellos y les dije que por mi parte no sentía rencor y gracias a eso sentía ser fuerte. Cuando pasaron los años dedicaron su vida junto a mí a ayudar a niños que habían pasado situaciones similares a la mía. P.D.: No hay que condicionar a nadie por su aspecto físico.

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Unas vacaciones fuera de órbita, por Carmen María García Martínez

¡Qué bien! Termina el cole y empiezan las vacaciones de verano. No es que no me guste el cole pero después de todo el año estudiando y madrugando, el cuerpo se merece un descanso. No teníamos claro dónde nos íbamos a ir de vacaciones este año porque somos cinco hermanos y cada uno decía un sitio. 51


Mis padres trabajan en una oficina, son un poco aburridos, su vida siempre es igual: se van temprano, vienen tarde y muy cansados de estar delante de un ordenador. Mi padre esta mañana nos ha dicho que esta noche cuando llegaran iba a haber una charla muy importante, que estuviéramos todos en el salón a las ocho de la tarde. ¿Qué nos irá a decir? Que no nos podemos ir de vacaciones porque tiene mucho trabajo, no sé, no quiero ni pensar en eso, qué disgusto más grande. A las ocho en punto estábamos los cinco hermanos esperando que llegaran para darnos el discurso. —Bueno, ya estamos aquí —qué puntuales son mis padres. Mi madre se pone a hablar: —Como ya sois bastante mayores, os vamos a contar un secreto. —¿Un secreto? —decimos asombrados. —Sí, papá y yo no trabajamos en ninguna oficina, somos agentes secretos y este año nos han mandado que hagamos una misión espacial. ¿Quééééé? Nosotros estábamos asombradísimos, ¿Agentes? ¿Secretos? ¡Madre mía! —Nos han dicho que tenemos que ir al Sol, pero es muy peligroso porque está muy caliente y nos podemos quemar. ¿Al sol? (Esto se estaba complicando). 52


—¿Qué le pasa al Sol, papá? —Pues que se está calentando mucho y crece por momentos. —¿Y qué pintáis vosotros allí? —Tenemos que ir y dispararle con unas pistolas de agua para que se refresque un poco, y como este año no podemos ir de viaje, hemos pensado en que si queréis podéis veniros con nosotros, porque puede ser muy divertido. ¡Pues claro que queremos ir! Dando saltos y gritando de alegría. A los dos días estábamos toda la familia metida en un cohete camino del Sol. Nos pusimos unos trajes especiales que no dejaban pasar el calor y allí estábamos frente al Sol dispuestos a dispararle. Abrimos las ventanillas y comenzó la guerra de agua, disparamos un montón de litros y cuando acabamos volvimos a la tierra. Llegamos a casa y pusimos la tele y en las noticias estaban diciendo que el Sol había disminuido su tamaño y que ya no había peligro de que se hiciera más grande. ¡Qué bien, misión cumplida! Este verano ha sido fantástico, no nos hemos ido de vacaciones a un hotel pero nos hemos divertido muchísimo siendo agentes espaciales.

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Duke necesita ayuda, por Paula Pascual Alacid

Érase una vez un caballo llamado Duke, vivía en un circo, un día se escapó del circo porque lo maltrataban dándole con la cincha y atándolo de las patas. Llegó a un bosque lejos del circo, allí no podía comer ni beber nada. Una semana después, cuando él estaba medio moribundo, vino una familia de campistas compuesta por la madre, que se llama María, el padre que se llama Víctor, y la niña, que se llama Ángela. Ángela vio a 54


Duke y fue con él, Duke huyó porque creía que Ángela le iba a hacer daño, Duke dejó que Ángela lo tocase porque estaba con muy pocas fuerzas por no haber comido ni bebido. Ángela lo acarició y vio que estaba malherido por los golpes de las cinchas y las ataduras de las patas. Como estuvo huyendo tantos días, las patas las tenía ensangrentadas. Ángela fue a su caravana donde estaba acampada y sin decirle nada a nadie cogió el botiquín de primeros auxilios que llevaban y corrió donde estaba Duke. Lo curo cómo pudo pero eran tan grandes las heridas que ella sola no podía. Pasaron unos días, Ángela estuvo cuidándole y dándole de comer alimentos que se llevaba de su caravana sin que sus padres la viesen. A Ángela ya se le acababan los días de vacaciones y no sabía qué hacer con Duke, que todavía no se había curado de sus heridas. Su madre le preguntó: —¿Por qué no te bañas en el río con nosotros? Hoy es nuestro último día. Ángela le contestó, con lágrimas en los ojos: —Tengo que confesarte algo. Su madre le dijo: —¿Tienes algún problema? ¿Por qué estás llorando? Ángela le dijo: 55


—No me quiero ir. Su madre le contestó: —Nosotros tampoco pero se nos acaban las vacaciones. —Ya, mamá, pero ese no es mi problema. —Dime, ¿y cuál es tu problema? ¡Me estás preocupando! Ángela contestó: —No me quiero ir, porque tengo un amigo que está malherido y si me voy ¿quién va a cuidar de él? ¿Quién le va a dar de comer si no puede levantarse? —¿De quién me hablas? —De mi amigo Duke. —¿Y quién es Duke? —Es un caballo que encontré al llegar al bosque cerca de donde acampamos y le he puesto de nombre Duke. Si me prometes no reñirme por ir al bosque te llevo con él. —Ya veremos, hija. Las dos corrieron a avisar al padre y se lo contaron. Su padre, un poco enfadado porque había ido sola al bosque, las acompañó en busca de Duke. Cuando llegaron con él, le dijo Ángela: —No te asustes, Duke, son mis padres. Cuando sus padres vieron el estado en que estaba Duke, le dijeron a Ángela: 56


—Duke no puede seguir en estas condiciones. Ángela les preguntó: —¿Qué hacemos? En nuestro piso no puede estar y no quiero dejarlo aquí, quiero quedarme con él. El padre dijo: —Ni una cosa ni otra. Llamaré a los veterinarios. Ángela dijo: —¿Y si son ellos los que lo han maltratado? —No creo, hija. El que haya hecho esto no quiere a los animales. Le curaron las heridas y lo mandaron a un parque natural donde podía visitarlo todo el mundo. Duke ya no les tenía miedo a las personas, le gustaban mucho los niños y los animales que había en el parque. Ángela también estaba contenta porque podía visitar a Duke cuando ella quisiera. El circo volvió a la ciudad y la policía detuvo al dueño del circo y lo encerró en la cárcel por maltrato animal. Y llevaron a los demás animales al zoo donde se encontraban seguros y vivían felices.

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Sambala, el elefante, por Vicente Ortiz Serrano

Recuerdo cuando era pequeĂąa y jugaba en la sabana con mis hermanos y amigos. Era divertido coger agua con la trompa y lanzarla a ver quiĂŠn llegaba mĂĄs lejos. Me llamo Sambala y soy un elefante africano. 58


Os voy a contar la historia de mi vida hasta llegar a un circo junto a mi madre. Hacía un día estupendo, no demasiado calor pero lo suficiente para dar un paseo hasta el río y refrescarnos como cada mañana. Mamá me había dicho que no me alejara de la manada, pero ese día me entretuve viendo a las majestuosas jirafas comer hojas de los árboles más altos que allí había. Cuando miré al frente, vi que la manada estaba muy lejos, así que empecé a llamarles emitiendo sonidos con mi trompa. Esto debió de atraer a un grupo de humanos que venían a capturar animales salvajes, que luego venderían por un precio muy alto. Entonces sentí un disparo, mis patas comenzaron a fallar y caí al suelo despacio, mientras mis ojos se cerraban, vi a mamá correr hacia mí, pero ya no pude ver nada porque me dormí profundamente. Cuando desperté estaba encadenado y en el vagón de un tren. Dos humanos hablaban sobre vendernos a un circo. Llegamos a nuestro destino y nos entregaron a otros humanos. Y dimos otro viaje hasta el Gran Circo Alaska. Allí vimos muchos animales más: leones, tigres, monos… Entonces de lejos vi a mi madre. A ella también la habían capturado cuando intentó salvarme. Me puse muy contento porque al fin y al cabo íbamos a estar juntas. Nos metieron en la misma jaula y, aunque los dos estábamos tristes, dormimos abrazados y nos sentimos

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mucho mejor. Estuve un año en el circo. Fue el peor año de mi vida. Durante ese tiempo los domadores nos obligaban a hacer cosas que no nos gustaban. Si no las hacíamos incluso nos pegaban. Sobre todo a mi madre. Un día, esperando la función, un niño se acercó y me miró fijamente. Entonces comenzó a hablar: —Hola, me llamo Leo, tengo doce años y no me gustan nada los circos, he tenido que venir obligado por mis tíos. He visto lo mal que vivís en los circos, con lo bonito que sería estar en libertad. Te prometo que voy a luchar por los derechos de los animales y voy a conseguir que los liberen. Aunque solo soy un niño…, deséame suerte, elefantito, para volver a tu país. Nunca nadie me había hablado así. Sus palabras me llenaron de alegría, pero debía esperar para que Leo pudiera hacer algo. Pasaron seis meses, un día llegaron unos señores con unos papeles para liberarnos. Consiguieron llevarnos de nuevo a casa. El encuentro con mis amigos y familiares fue genial. Jugué con ellos durante horas, pude volver a ver el río y los árboles enormes y nunca más volví a alejarme de mi manada.

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Corazón de oro, por Lucía Jaén López

Érase una vez una perrita muy pequeña llamada Lana. Aunque era muy buena y dulce, a la vez era atrevida. Cuando se hizo mayor conoció a un perrito llamado Nilo. A primera vista se enamoraron y conforme pasó el tiempo se casaron y tuvieron un precioso cachorro al que llamaron Corazón de Oro. Corazón

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de Oro era muy bueno con todos, por eso lo llamaron así. Lo que nadie sabía era que Lana tenía unos antepasados con superpoderes. Vinieron de otro planeta a vivir a la Tierra, huyendo de la guerra que allí había y que al final destruyó su mundo, Zhor. Todos los habitantes de ese mundo tenían poderes, aunque no todos tenían los mismos. Corazón de Oro había heredado los poderes de volar, ser invisible si quería, transportarse a diferentes lugares con solo desearlo, mover objetos y correr a la velocidad de un rayo. Él no lo sabía al principio, pero su destino era salvar el mundo de los ataques de habitantes de otros planetas, además de proteger a los más indefensos de los malos de nuestro planeta Tierra. Le encantaba ayudar a los ancianos a cruzar la calle, a subir escaleras, defendía a los más débiles cuando intentaban robarles o hacerles daño, etc. La gente empezó a llamarle Super Dog, a él le encantó ese nombre porque le hacía sentirse un héroe. Sus padres estaban muy orgullosos de que su hijo, Corazón de Oro, se hubiera convertido en un perro bueno, justo y muy valiente porque estaba dispuesto a sacrificar su vida por ayudar a los demás sin pedir nada a cambio, pues tenía un corazón muy humilde. Un día que estaba ayudando a su padre a reparar el coche porque no arrancaba, paró una perrita preciosa preguntándole por una dirección, que era de allí, del pueblo donde vivían.

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Él se quedó sin palabras. Igual que sus padres, se enamoró a primera vista. Cuando le indicó por dónde ir a la dirección que quería, le preguntó que para qué venía al pueblo y ella contestó que había encontrado un trabajo allí. Se hicieron muy amigos y poco a poco ella también se enamoró de él. El único problema era que él no sabía cómo se iba a tomar ella lo de sus padres y le daba miedo decírselo por si se marchaba. Luna, que así se llamaba la perrita, sospechaba que él no era normal, porque cada vez que sucedía algo en la ciudad él desaparecía y volví a cuando todo se había solucionado. Un día Luna volvía del trabajo y vio arder una casa que se había incendiado con personas dentro. Ella, que era muy buena y servicial, acudió a ayudar y cuando estaba intentando sacar a alguien oyó unos gritos que decían: “Estamos salvados, ya viene Super Dog”, y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que era su novio. Eso hizo que se enamorara más de él y al final de ese año se casaron y fueron muy felices salvando al mundo los dos. ¡¡Ah!! Y tuvieron muchos peque-héroes, que también ayudaban a salvar el mundo.

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