40 proezas. Revista de poesía. 8. 2021. ISSN 2603-9567
PRÓLOGO
Cuando nos lanzamos a la aventura de escribir poesía, ponemos en movimiento un complejo dispositivo intelectual y emocional cuya actividad desemboca en un objeto llamado poema que, más o menos bello, más o menos trabajado, ofrece a los ojos del lector una verdad profunda del autor. A veces esta verdad se muestra alegre o dolorosa, pero de forma clara y evidente, como ocurre cuando el poeta habla de una tormenta y de una incertidumbre, o de una casa vacía y de una ausencia. Otras veces, en cambio, esa verdad se oculta, pero lo hace a plena luz del día. El hecho de que la creación poética parezca trivial, con un significado aparentemente superfluo, no debe hacernos perder de vista que el poema siempre habla del poeta, o mejor aún: el poema es el poeta. Por tanto, si trata sobre un gato, no podemos dejar que nos despisten ni sus maullidos ni sus saltos acrobáticos, pues ese gato es el autor mismo del poema, que finge tener siete vidas pero que, tras esa piel felina y esos bigotes funambulistas, se revela esquivo, perezoso, feliz o afectuoso.
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